martes, 2 de julio de 2019

LA SUBVERSIÓN AL PODER

25 de mayo de 1973. Cámpora acaba de jurar como presidente y recibir el bastón
de mando del general Lanusse. Salvador Allende, presidente socialista de Chile lo
saluda, detrás, entre éste último y el escribano Jorge Garrido, apenas asoma Osvaldo Dorticós, mandatario títere cubano. La izquierda subversiva se encarama en el poder

En mayo de 1973, la escalada de violencia pareció recrudecer. El miércoles 16, el grupo comando “Héroes de Trelew” del ERP, tomó por asalto el negocio BYMO, ubicado en las calles 7 y 35 de La Plata, para sustraer máquinas de escribir, una fotocopiadora y demás insumos destinado a su imprenta clandestina.
En Córdoba fue herido durante un tiroteo, el cabo de policía Jaime Giné y el 17, estallaron varias bombas en San Juan, la primer en un edificio del Distrito Militar y las otras dos en una embotelladora de Coca Cola y en el domicilio de un funcionario del SIDE.
El lunes 21 fueron velados en la Facultad de Arquitectura de la UBA, los restos de José Luis Castrogiovanni, estudiante de esa casa de estudios, que había dirigido el ataque al Subcomando Radioeléctrico de la localidad de Merlo, donde fue abatido cuando el grupo se retiraba.
La ceremonia contó con la aprobación del rector-interventor Alfredo Ibarlucía y recibió el apoyo de varios frentes estudiantiles, que tuvieron a su cargo la organización.
El velatorio fue un incesante desfile de activistas y militantes del ERP y el PRT, además del Frente de Liberación Secundaria, Vanguardia Comunista, el Grupo de Estudiantes Secundarios TUPAC y el Partido Comunista Revolucionario, quienes tendieron junto al féretro varios carteles, dos de ellos con las leyendas: “Para los revolucionarios hay dos caminos: el triunfo o la muerte” y "Mono hasta la victoria siempre", haciendo alusión a su seudónimo.

Solo la Juventud Universitaria Peronista se mantuvo ajena (en un primer momento se dijo que había colaborado con sus mentores), porque según declaraciones de sus dirigentes, no iba a avalar hechos políticos producidos por sectores que no habían comprendido los objetivos del gobierno popular.
El féretro se hallaba cubierto por una bandera del ERP y en torno suyo, la organización montó una guardia, con jóvenes luciendo brazaletes. Castrogiovanni era hijo de un policía retirado, presente en el lugar, tenía 27 años y estaba casado.
Pasadas las 22 horas, el millar de asistentes comenzó a retirarse, quedando apenas unos pocos allegados (se había previsto que el velatorio durara toda la noche pero eso no sucedió). A eso de las 0:30, una ambulancia se hizo presente para retirar el cajón y trasladarlo al domicilio de sus padres.
Ese mismo día, las FAP detonaron un artefacto en un puesto policial de Camet (Mar del Plata); el 22 “Héroes de Trelew” copó el Sanatorio Mitre de Avellaneda y se apoderó de insumos para surtir a sus equipos sanitarios de campaña (instrumental quirúrgico, jeringas, vendas, delantales, barbijos, guantes, medicamentos); durante el copamiento de la seccionar de policía del Parque Juan de Garay, en la ciudad de Santa Fe, fueron heridos dos oficiales y en Rosario, el Comando “ Jorge Masetti” del ERP expropió insumos de imprenta en la Dirección General de Administración de la Universidad Nacional de Rosario. 
Esa noche, cerca de las 21:00 horas, se produjo un choque de facciones en las puertas del restaurante “Nino” de Vicente López, donde Cámpora había convocado una nueva reunión multipartidaria.
En el transcurso de la misma, un centenar de jóvenes irrumpieron en el local entonando estribillos y portando pancartas en las que se leía “Con el indulto somos compañeros, sin el indulto somos montoneros” y “Rucci traidor a vos te va a pasar lo mismo que a Vandor”, claro intento de intimidar al presidente electo.
Minutos después aparecieron entre 15 y 20 muchachones provistos de palos, cadenas, cachiporras y armas cortantes, los cuales, sin mediar palabra, se arrojaron sobre los manifestantes, desencadenando una verdadera batalla campal en la que se escucharon gritos, insultos y disparos de armas de fuego.
Enfrentamiento de facciones sobre Av. Libertador, frente al restaurant "Nino"
(Fotografía "La Razón")

Hubo corridas, golpes, caídas y peleas cuerpo a cuerpo que se prolongaron por varios minutos sin que los policías encargados de la custodia interviniesen. Recién cuando los agitadores se dieron a la fuga, aparecieron algunos patrulleros y una ambulancia retiró a los heridos para ser atendidos en el Hospital de Vicente López.
Esa mañana, el ERP copó la estación Ingeniero Brian, del ramal Haedo-La Plata del Ferrocarril Sarmiento, reduciendo al personal y a un pasajero que se encontraba esperando el tren, para apoderarse de la recaudación y retirarse luego de pintar leyenda identificatorias.
El 23 de mayo estalló una bomba en el domicilio particular de un integrante del consejo administrativo de la Universidad Católica Argentina de Santiago del Estero y el 24 los presos políticos de la cárcel de Villa Devoto ocuparon su pabellón en tanto trascendía la noticia de que las sedes de la UOM y SMATA de La Plata habían sido ametralladas desde vehículos que pasaron por su frente, hiriendo en la última acción a un oficial de la Guardia de Infantería.


El 25 de mayo amaneció soleado y agradable en Buenos Aires. Un “día peronista”, como solía decirse en los años cuarenta y cincuenta cuando el clima era bueno.
Desde la noche anterior, decenas de personas acampaban en Plaza de Mayo levantando improvisadas tiendas y haciendo fogatas, lo mismo en la cercana Plaza de los Dos Congresos donde se aguardaba una verdadera multitud.
Entre el miércoles y el jueves comenzaron a llegar los primeros jefes de estado y las comitivas que venían a acompañar el cambio de mando, siendo las que mayores expectativas despertaron las del presidente de Chile, Salvador Allende y su par cubano, Osvaldo Dorticós, quien manifestó ser portador de un mensaje de profunda solidaridad de su país para todos los pueblos de América Latina.
Su arribo se produjo a las 19:00, en medio de gran confusión ya que el gobierno había puesto a su disposición un avión de Aerolíneas Argentinas para que, una vez desembarcado en Ezeiza, fuese conducido al Aeroparque Metropolitano y de ahí directamente a su alojamiento, pero finalmente, se trasladó directamente desde la estación aérea internacional, donde lo fue a recibir el propio Cámpora, hasta el hotel que se le había reservado, en pleno centro porteño.
Decenas de personas lo esperaban para darle la bienvenida y mostrar su apoyo a la revolución cubana y a lo largo del trayecto, algunas personas se agolparon para ver pasar la extensa caravana en la que se desplazaban ambos mandatarios, fuertemente custodiada por la policía.
La mañana del 25 era todo expectación. A las 7 a.m., ambas plazas se hallaban colmadas y la llegada de gente era incesante.
A las 07:30 aparecieron las primeras delegaciones sindicales así como representantes de unidades básicas y barrios obreros. Detrás de ellos llegaron los las avanzadas de la JP, encargadas de controlar la seguridad durante el acto de traspaso y con ellos, representantes de Luz y Fuerza, la UOM y la Unión Obreros del Plástico, portando grandes pancartas.
La llegada de Osvaldo Dorticós, presidente de Cuba, generó expectativas
(Fotografía "La Razón")

Media hora después la marea humana seguía fluyendo incesantemente, siempre agitando banderas y entonando cánticos alusivos.
En las azoteas cercanas, así como en las escalinatas de la Catedral Metropolitana se habían apostado cámaras de cine y televisión con el fin de registrar las escenas y por las calles laterales el número de gente con banderas argentinas y símbolos justicialistas crecía a cada momento.
Un primer incidente tuvo lugar a esa hora, cuando el intendente municipal Saturnino Montero Ruiz, acompañado por otros tres oficiales, intentó izar la bandera nacional en el mástil de la Plaza. Un nutrido grupo de manifestantes los rodeó y comenzó a hostilizarlo verbalmente, impidiendo la tradicional ceremonia.
“Se van, se van y ya nunca volverán”, les gritaban, “Ya van a ver , ya van a ver, cuando venguemos a los muertos de Trelew” y “Duro, duro, duro, somos los Montoneros, que mataron a Aramburu”.
Era evidente que el siempre victimizado pueblo argentino no ansiaba la paz como tantas veces se dijo y los cánticos que entonaba eran la mejor prueba. Cerca de las 9, se veía gente en los balcones el Cabildo, en la azotea de la Curia y en los techos de la Catedral, donde formaron una gigantesca “V” de vuelve con la “P” de Perón encima.
A las 09:10 se hicieron presentes los primeros efectivos policiales y con ellos dos unidades de Artillería del Ejército, los cuales fueron recibidos con fuertes silbatinas e insultos. Una de ellas se ubicó en la esquina de Bolívar e Hipólito Yrigoyen en tanto la otra lo hizo a metros de la Casa de Gobierno, por Rivadavia, pero a poco de instalarse, fueron retiradas para ser reemplazadas por fuerzas de seguridad.
A las 8 a.m. Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima aparecieron sonrientes en un Congreso atiborrado.

-Yo, Héctor José Cámpora, juro por Dios, Nuestro Señor, y estos Santos Evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo el cargo de presidente de la Nación y observar y hacer observar, fielmente, la Constitución de la Nación Argentina. Si así no lo hiciere, Dios y la Patria me lo demanden.

Un estallido de voces se alzó al cielo desde Buenos Aires luego de esas palabras en tanto en la Asamblea Legislativa, conformada por ambas cámaras, la ovación y los aplausos no parecían acabar nunca.
Cuando los gritos y vítores se aplacaron, Alejandro Díaz Bialet, presidente provisional del Senado, invitó a hacer lo propio al vicepresidente electo de la Nación, Vicente Solano Lima, cuyo juramento también fue rematado por grandes aclamaciones.
Cuando el silencio volvió a adueñarse del recinto, Cámpora inició la lectura de su extenso y tedioso discurso de 160 carillas, el cual inició a las 08:20 flanqueado por Solano Lima, Díaz Bialet y Raúl Lastiri, flamante presidente de la Cámara de Diputados de la Nación.
En esos momentos, la marea humana cubría Avenida de Mayo desde el imponente edificio del Congreso hasta la Casa Rosada, lo mismo Av. Callao y su continuación Entre ríos. 

-¡¡Cámpora al gobierno, Perón al poder!! ¡¡Cámpora al gobierno, Perón al poder!! – tronaban miles de voces.

Banderas de los distintos gremios y agrupaciones justicialistas flameaban junto a las de la JP y las organizaciones subversivas Montoneros y FAP mientras en Plaza de Mayo, la policía trataba de mantener la calle despejada para favorecer la circulación del vehículo presidencial cuando la ceremonia en el Congreso finalizase.

-Es imposible cumplir la orden prevista porque hay demasiada gente en las calles y nuestra presencia podría irritarla aunque hasta el momento no se produjeron provocaciones de ningún tipo, lo cual indica que hoy es un día de auténtica fiesta popular – dijo el subcomisario a cargo, al ser interrogado por el reportero de ”La Razón”.

Al tiempo que el discurso de Cámpora sonaba en los parlantes montados en las esquinas el día anterior, columnas de la JP convergían sobre la plaza desde las diagonales Norte y Sur, Avenida de Mayo y Reconquista. Lo hacían entonando cánticos, aplaudiendo cada frase, tronando bombos y agitando banderas.
La primera señal de problemas surgió cuando las distintas facciones del peronismo comenzaron a provocarse.

-¡Perón, Evita, la patria socialista! – gritaban los de izquierda.

-¡Perón, Evita, la patria peronista! – respondían los de derecha.

Y así estaban cuando Cámpora terminó la primera parte de su alocución. La multitud estalló en una nueva ovación, los bombos y redoblantes volvieron a retumbar y las banderas partidarias a agitarse entremezcladas con las nacionales.

-¡¡Perón, Perón!!

-¡¡Qué lindo, que lindo, que lindo que va a ser, el tío en el gobierno, Perón en el poder!! 

-¡Cuba, del brazo, con nuestro Cordobazo! -¡¡Se siente, se siente, Evita está presente!!

-¡Si Evita viviera, sería montonera!

A las 10:05 se produjo un tumulto en Av. Leandro N. Alem e Hipólito Yrigoyen , más precisamente en el Edificio Libertador, Comando en Jefe del Ejército, donde Lanusse y el brigadier Rey presenciaban el desfile de despedida del Regimiento de Granaderos a Caballo, un hecho inoportuno si se tiene en cuenta el clima que dominaba la escena.
En un momento determinado, cuando promediaba la ceremonia, el público rompió el cordón policial y se acercó amenazadoramente al lugar, profiriendo insultos y amenazas que de las palabras pasaron a los hechos.
La gente comenzó a lanzar objetos obligando a la Policía Militar y la Federal a intervenir. Dos efectivos fueron heridos y uno de ellos debió ser retirado en ambulancia, sangrando abundantemente en el rostro.
Multitud frente a la Casa de Gobierno

Diez minutos después, parte de la turba agolpada en Plaza de Mayo invadió el palco oficial, levantado el día anterior frente a la Casa de Gobierno, en tanto muchachos jóvenes trepaban a árboles, faroles y monumentos, en espera del flamante presidente.
A las 10:20 la policía se apostó en las escalinatas que daban sobre Rivadavia en tanto 15 carros de asalto, al menos 10 patrulleros y efectivos de Infantería se desplegaban por los paseos aledaños y la Av. Paseo Colón.
A metros de allí, por Cangallo, se desplazaba una columna de al menos 300 manifestantes provenientes mayoritariamente de Morón y William C. Morris, quienes portando grandes carteles y banderas, entonaban cánticos peronistas y estribillos alusivos.
Cuando la extensa hilera pasaba frente al local de la UOM, sito en Cangallo 1435, sus integrantes comenzaron a entonar el provocativo “Perón, Evita, la patria socialista” que tanto irritaba al ala derecha del movimiento.
Un individuo al que los órganos de prensa identificaron como Néstor Kaufman, un custodio que se encontraba en entrada de la central obrera, reaccionó profiriendo insultos y al ser amenazado, extrajo de entre sus ropas un revolver calibre 32 y efectuó varios disparos al aire.
Lejos de amedrentarse, los manifestantes reaccionaron, agrediendo verbalmente al sujeto mientras se le acercaban amenazadoramente. Entonces, viendo que podía quedar rodeado, el sujeto bajó el arma y efectuó varias descargas, hiriendo de gravedad a Roberto Cevallos, joven trabajador de 28 años, domiciliado en William Morris, quien recibió una bala en el cuello por la que comenzó a sangrar abundantemente.
Cevallos cayó al suelo sujetándose la herida con ambas manos en tanto sus compañeros más próximos corrían a ayudarlo.
El agresor se refugió dentro de la central obrera y ahí se encontraba cuando una ambulancia logró llegar hasta el lugar para llevarse al herido al Hospital Ramos Mejía, donde fue intervenido quirúrgicamente.
Dos carros de asalto y cuatro patrulleros se hicieron presentes para contener a los exaltados que pugnaban por ingresar a la sede y hacer justicia con sus propias manos. 

-¡¡Asesinos, asesinos!! – gritaban algunos.

-¡¡Con la plata de la UOM no lo compran a Perón!! – entonaban otros.

Según se supo después, el subcomisario de la seccional 5ª, a cargo del operativo ordenó labrar un sumario y aguardaba la orden de la Cámara Federal en lo Penal para allanar la sede sindical y arrestar al autor de los disparos.
En ese momento, comenzaron a llegar a la Casa Rosada los primeros invitados. Rucci lo hizo a las 10:25, acompañado por su secretario, Jorge Triacca y una fuerte custodia, seguido de cerca por miembros de su entorno y otros delegados obreros, quienes ingresaron por Av. Rivadavia, sorteando el cordón policial.
Para entonces, las ambulancias iban y venían haciendo sonar sus sirenas, llevando heridos y gente descompensada. A las 10:35 se detuvo en la puerta de Rivadavia un vehículo oficial del cual descendió un general de brigada que comenzó a ser insultado y hasta increpado por el público presente. En determinado momento, fue rodeado por decenas de exaltados y eso obligó a la policía y hasta miembros de ceremonial a acudir en su ayuda. Algunos de los manifestantes pintaron con aerosoles la V y la P de “Perón vuelve” en los uniformes de los soldados y la mayoría les lanzaba improperios y hacía gestos de toda índole.
Serios incidentes en Plaza de Mayo
(Fotografía "La Razón")

Pasados diez minutos se vio avanzar por Avenida de Mayo una compañía de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) que debía interpretar la marcha de saludo al flamante presidente. Cumpliendo directivas, se disponía a establecer un perímetro defensivo a cada lado de la calle, pero a la altura de Florida, la multitud le bloqueó el paso, obligándola a detener la marcha y retroceder hasta Maipú. Lo mismo les ocurrió a los primeros oficiales que se acercaron a la sede de gobierno y al cardenal-arzobispo Antonio Caggiano cuando quiso entrar a la Casa de Gobierno; recibieron toda clase de improperios y al segundo amagaron con volcarle el automóvil.
A las 11:05, desconocidos apostados en la parte alta de un edificio en construcción perteneciente a la Curia Metropolitana (Rivadavia al 400) comenzaron a efectuar disparos al aire, generando la consabida consternación entre los presentes. A través de los megáfonos, la Juventud Peronista llamaba a la calma e instaba a no responder las provocaciones.
Los relojes marcaban las 11:15 cuando se hizo presente en la Casa Rosada el almirante Carlos Coda, escoltado por tres vehículos de custodia. El público lo reconoció y comenzó a abuchearlo e insultarlo, generando la reacción del personal militar.
Comenzaron a volar piedras, palos y botellas, forzando a la policía a lanzar los primeros gases lacrimógenos, hecho que provocó una estampida de proporciones.
Lo más grave ocurrió a las 11:30 cuando uno de los custodios accionó su ametralladora, matando a un manifestante e hiriendo a varios más.
La llegada de los jefes militares provocó la reacción de la gente que comenzó a atacar a los efectivos de la Escuela de Mecánica de la Armada con todo lo que tenía a mano. Un oficial de esa agrupación intentó apaciguar los ánimos pero como respuesta, recibió más agresiones verbales, escupitajos y hasta piedras que lo obligaron a retirarse.
El desastre tuvo lugar cuando una docena de jóvenes se le arrojaron encima para golpearlo, provocando la reacción del marino.
Tuvieron lugar corridas, caídas y contusiones que fueron utilizadas por las bandas subversivas en los días posteriores para publicar en sus medios todo tipo de acusaciones, culpando a las fuerzas militares y de seguridad de disparar contra el pueblo indefenso, sin reparar en mujeres, niños y ancianos.
Automóviles incendiados en Rivadavia y Alem
(Fotografía "La Razón")

Elementos de la JP portando brazaletes identificatorios, intentaban en vano contener la estampida y evitar males mayores, pero la gente enardecida se entregó a todo tipo de desmanes, destrozando cuanto tenía al alcance de sus manos.
Lo primero que hizo fue arrancar trozos de mampostería y hacerse de objetos contundentes para arrojarlos contra las fuerzas armadas y de seguridad; inmediatamente después dieron vuelta varios vehículos y los incendiaron, entre ellos un Chevrolet patente B-260.566, en Av. Leandro N. Alem y Rivadavia; un Fiat 600 patente 268.378, un Ford Falcon chapa 043.506, un segundo Chevrolet patente B-886.568 y un patrullero que se encontraba detenido en la intersección de Hipólito Yrigoyen y Alem, lo mismo una motocicleta de la Policía Federal, cuyo conductor debió darse a la fuga para no ser linchado.
Una dotación de bomberos se hizo presente para sofocar las llamas en tanto el plomizo mensaje de Cámpora llegaba a su fin. Eran las 11:45, oportunidad que la multitud aprovechó para entonar el Himno Nacional y la Marcha Peronista. Fue en ese momento que la situación se descontroló por completo.
Grupos de la izquierda y la derecha peronista se tomaron a golpes de puño, palos, cadenas y barras de hierro, estas últimas utilizadas como garrotes.
El enfrentamiento se generalizó hasta las escalinatas de la Catedral, donde el mismo pareció cobrar intensidad y se tornó realmente dantesco.
La policía volvió a arrojar gases, generando un nuevo desbande con sus correspondientes secuela de golpes, caídas y lesiones.
Desde los altoparlantes se llamaba a la calma y los mandos de la JP rogaban a sus cuadros no responder las provocaciones. Muchas personas intentaron alejarse por Rivadavia, Avenida de Mayo e Hipólito Yrigoyen, corriendo en dirección a la 9 de Julio y en su carrera se toparon con las columnas de militantes que avanzaban desde el Congreso. 
Las ambulancias no daban abasto para evacuar a la gente y fue necesario montar postas sanitarias para auxiliar a los heridos y a las personas semiasfixiadas por la gran avalancha provocada por los gases lacrimógenos.

-Rogamos calma y serenidad a los peronistas –se oía por los altoparlantes- Esto es la última provocación del régimen.

-Se recuerda al público presente que el general Perón está viendo este acto a través de la televisión. No empañemos nuestra fiesta.

-Rogamos mantener el orden para que el presidente electo, Dr. Héctor Cámpora pueda llegar a la Casa de Gobierno. Se solicita a la Juventud Peronista que organice un cordón para despejar las calles. Los compañeros de brazaletes deben organizar a la multitud. 

Costó mucho despejar las vías de acceso pero finalmente se logró, al menos en una parte del trayecto.
Una salva de aplausos saludó los nombres de Perón y Cámpora cuando fueron pronunciados a través de los altavoces y cuando por el mismo medio se solicitó un minuto de silencio en memoria de Evita, Buenos Aires pareció enmudecer.
A las 13:00 la policía levantó el dispositivo de seguridad y a instancias de la JP retrocedió hacia Paseo Colón, en tanto gruesas columnas de humo se elevaban hacia lo alto desde los vehículos incendiados.
La concurrencia entona el Himno luego de la jura

Otro que fue agredido fue el secretario de estado norteamericano William Rodgers, que no pudo llegar a la sede gubernamental, como tampoco José María Bordaberry, presidente del Uruguay quien ante los desbordes que tenían lugar y lo enardecidas que se encontraban las turbas, optó por retirarse a su hotel y permanecer allí.
Quienes fueron vitoreados y saludados con efusión fueron los “compañeros presidentes” Salvador Allende y Osvaldo Dorticós, pero la desazón se adueñó de los ánimos cuando a las 13:10 se supo que Cámpora y Solano Lima habían llegado a la Casa de Gobierno en helicóptero, novedad que llevó a la JP a levantar los cordones de seguridad que había establecido con tanta dificultad.

-¡¡Argentina, Argentina!! – rugió la multitud al saberlo.

-¡Cámpora y Perón, un solo corazón!

-¡Perón, Perón!

A las 12:15 llegó a la sede gubernamental el grueso de las delegaciones extranjeras que venían a presenciar la ceremonia de la entrega del mando.
Varios exaltados se acercaron a algunas de ellas para insultar a sus ocupantes e intentar dar vuelta sus autos en tanto proferían insultos y amenazaban con pasar a los hechos.
Fue entonces que los efectivos de Infantería apostados sobre Paseo Colón recibieron la orden de desalojar el lugar. Una hilera de medio centenar de policías se puso en marcha y disparó gases sobre la multitud, la cual se vio obligada a retroceder hacia la plaza y huir las calles adyacentes.
La gente corría en busca de refugio, pisoteándose una a otra, tosiendo, rodando por el pavimento y golpeándose mientras barras de matones provistas de cadenas y barras de hierro, destrozaban vidrieras, cabinas telefónicas, automóviles y todo lo que encontraban, saqueando, de paso, algunos negocios de los alrededores. La típica fiesta popular argentina.
Un total de 40 personas fueron internadas en diferentes nosocomios, muchas de ellas heridas de bala.


Aunque la alocución de Cámpora fue larga y soporífera, al llegar a la Casa Rosada, Salvador Allende no dudó en elogiarla.

-Fue un gran discurso – le dijo a los periodistas entre los flashes y apretujamientos.

Lejos de allí, al otro lado del océano, Perón había escuchado la alocución a través de onda corta, acompañado por su esposa Isabel.
Se dice que el clima era tenso en el interior de la sede gubernamental y que se puso aún más tirante cuando ingresaron los integrantes de la Junta de Comandantes.
Lanusse intentaba disimular su malestar con una leve sonrisa y trató de mantenerla cuando entró al Salón Blanco junto a Cámpora.
Al verlos, la concurrencia prorrumpió en aplausos y aclamaciones, en tanto hacía el signo de la “V”, que se había convertido en el símbolo más elocuente del triunfo peronista. 
Finalizada la ceremonia, Coda y Rey le colocaron a Cámpora la banda presidencial y luego Lanusse le extendió el bastón. A continuación, el escribano Jorge Garrido leyó el acta y para sorpresa de todos y pesar de los militares salientes, se invitó a Allende y Dorticós a firmarla.
Lanusse entrega el bastón
Dorticós observa
Como Bordaberry no se animó a llegar hasta la Casa Rosada por temor a los desmanes que tenían lugar, fue necesario llevársela al hotel, para que la rubrique (era el otro candidato elegido para hacerlo).
Con Cámpora y Solano Lima juraron como ministros José Ber Gelbard en el área de Economía, Esteban Righi en Interior, Ángel Federico Robledo en Defensa, Juan Carlos Puig en Relaciones Exteriores, Jorge Alberto Taiana en Educación, Ricardo Otero en Trabajo, Antonio J. Benítez en Justicia y José López Rega en Bienestar Social. Sobre éste último, la posteridad hará recaer todas las maldades y desaciertos cometidos por el flamante gobierno hasta su caída en 1976.
Alejandro Díaz Bialet fue designado presidente de la Suprema Corte de Justicia, José Antonio Allende presidente del Senado y Raúl Lastiri de la Cámara de Diputados.
En tanto los flashes de las cámaras fotográficas se sucedían frenéticamente, los flamantes mandatarios se volvieron hacia los presentes y después de entonar el Himno patrio, hicieron lo propio con la Marcha Peronista.
Fue un momento de gloria para el justicialismo y sobre todo los subversivos que se aprestaban a tomar el poder. Allí estaba Lanusse con su sonrisa forzada mientras decenas de personas le hacían la “V” en la cara y cantaban el himno peronista en actitud desafiante. 
Coda y Rey también mantuvieron la compostura, sonriendo apenas y una vez finalizada la ceremonia, subieron hasta la terraza del edificio para abordar el helicóptero que los llevaría a sus respectivos comandos, no así Lanusse, que demostrando coraje y presencia, se negó a hacerlo.

-No necesito nada de eso, yo no me escondo de nadie –manifestó con el ceño fruncido mientras descendía las escaleras hacia la explanada- Voy a salir por la misma puerta que entré.

Y así ganó el exterior, para abordar el automóvil que lo condujo al Edificio Libertador, sin ser molestado.
Minutos después, Cámpora se asomó por los balcones de la Casa de Gobierno y se dirigió al pueblo que al verlo aparecer, prorrumpió en un griterío ensordecedor. Se encontraban junto a él, el vicepresidente Solano Lima, sus ministros y varios delegados regionales. 
Durante el ágape que se sirvió inmediatamente después, manifestó a los presentes.

-Sé que querrían ver al general Perón con estos atributos presidenciales, pero les aseguro que en este momento es Perón quien ha asumido el poder.

La multitud tardó en desconcentrarse, lo hizo varias horas después, cuando caía la tarde, retirándose a pie o abordando los centenares de ómnibus y camiones en los que había llegado desde diferentes puntos del país, después de plegar sus pancartas, doblar sus banderas y enrollar sus estandartes, llevándose sus bombos y redoblantes, junto a sus ilusiones y esperanzas.




Imágenes
Enfrentamientos frente a "Nino" en Vicente López
(Fotografía "La Razón")


Estación Ingeniero Brian, copada por el ERP
(Fotografía "La Razón")
Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires
El féretro de José Luis Castrogiovanni, militante del ERP abatido en Merlo
en la soledad. Pasadas las 22 horas, el millar de personas que había asistido
al funeral se retiró. Una ambulancia conducirá el cajón a su domicilio paterno 
(Fotografía "La Razón")
Cámpora jura ante un Congreso atiborrado a su izquierda, Vicente Solano Lima
y Raúl Lastiri


Salvador Allende hace declaraciones, Dorticós escucha de brazos cruzados  (Fotografía "La Razón")
Los equipos sanitarios atienden a los heridos
(Fotografía "La Razón")
Los bomberos intentan apagar un auto incendiado
(Fotografía "La Razón")


Allende saluda a Cámpora

La policía reprime a un grupo de exaltados en el interior de la Casa Rosada
(Fotografía "La Razón")


Otro altercado en la Casa de Gobierno (Fotografía "La Razón")



Beniendo whisky con Dorticós
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