REBELIÓN POLICIAL
Efectivos de la policía bonaerense, algunos de civil, abandonan el edificio de la I Unidad Regional luego de los enfrentamientos con fuerzas militares (Fotografía: "La Prensa") |
El
martes 20 de marzo a las 21:00 horas, efectivos de la policía de la
Provincia de Santa Fe se auto-acuartelaron en el palacio de la jefatura,
exigiendo mejoras salariales. Dada la situación generada a raíz del
reclamo, se reforzaron las guardias en las cuatro esquinas que rodeaban
la sede policial, el portón principal y los accesos laterales que dan a
la calle San Lorenzo, conminándose al personal femenino a mantenerse
dentro del edificio o hacer abandono del mismo.
Poco después, el jefe de la repartición, comandante mayor de la Gendarmería Nacional (R) Agustín Feced, se hizo presente para dialogar con los sublevados y tratar de llegar a un entendimiento; lo hizo acompañado por su segundo, el inspector general Ramón Aníbal Basavilbaso y otros altos jefes, pero los intentos que se hicieron fueron inútiles. Los cuadros mantuvieron su postura y eso obligó a solicitar refuerzos al Comando Radioeléctrico y al Batallón de Infantería Motorizada, para cubrir los puestos.
Los agentes exigían una equiparación del sueldo mínimo de $ 115.000 m/n, establecido oportunamente para sus pares de la Policía Federal y una reducción en el 13% de descuento para la jubilación, en proporción similar al de otras actividades.
Como medida de precaución, las autoridades dispusieron el corte del tránsito sobre San Lorenzo y se prohibió la entrada y salida de personas al edificio, salvo el personal de franco que se presentó voluntariamente al servicio. Por su parte, las integrantes del cuerpo femenino decidieron permanecer en el lugar, en cumplimiento de sus obligaciones y los empleados administrativos manifestaron lo mismo.
A las 10 a.m. del miércoles 21, el comando de la Unidad Regional II de Rosario, emitió el siguiente comunicado:
Poco después, el jefe de la repartición, comandante mayor de la Gendarmería Nacional (R) Agustín Feced, se hizo presente para dialogar con los sublevados y tratar de llegar a un entendimiento; lo hizo acompañado por su segundo, el inspector general Ramón Aníbal Basavilbaso y otros altos jefes, pero los intentos que se hicieron fueron inútiles. Los cuadros mantuvieron su postura y eso obligó a solicitar refuerzos al Comando Radioeléctrico y al Batallón de Infantería Motorizada, para cubrir los puestos.
Los agentes exigían una equiparación del sueldo mínimo de $ 115.000 m/n, establecido oportunamente para sus pares de la Policía Federal y una reducción en el 13% de descuento para la jubilación, en proporción similar al de otras actividades.
Como medida de precaución, las autoridades dispusieron el corte del tránsito sobre San Lorenzo y se prohibió la entrada y salida de personas al edificio, salvo el personal de franco que se presentó voluntariamente al servicio. Por su parte, las integrantes del cuerpo femenino decidieron permanecer en el lugar, en cumplimiento de sus obligaciones y los empleados administrativos manifestaron lo mismo.
A las 10 a.m. del miércoles 21, el comando de la Unidad Regional II de Rosario, emitió el siguiente comunicado:
Se informa a la población que siendo las 8 de la fecha y con motivo de
reclamos salariales, el Comando Radioeléctrico y el Batallón de
Infantería Motorizado ha dejado de prestar servicios en forma normal, actitud
que se mantiene desde la noche anterior y hasta la mañana de hoy en forma
pacífica, acotándose que prestan servicios normales las comisarías, seccionales
y de distritos, unidades especiales, bomberos, caballería, sección perros y
otros organismos. En la fecha se suspende la atención de trámites
administrativos en el palacio de la jefatura y el patrullaje en la zona urbana
se realiza con automotores pertenecientes a las comisarías.
Para
entonces, se les había entregado a las autoridades una nota sin firma,
aunque con membrete de la policía provincial, donde constaban las
exigencias de los insubordinados, a saberse, equiparación de sueldos con
la Policía Federal; una rebaja del 13 al 11% en las deducciones
jubilatorias, provisión de nuevos uniformes, pago de viáticos al
personal que cubría servicios adicionales por aire o tierra, suministro
de armamento adecuado, en especial al personal de patrullas; provisión
de vehículos al Comando Radioeléctrico, derogación del decreto por el
cual se descontaba el 20% en los servicios adicionales, reduciéndolo al
10%; mejora en los racionamientos para el personal que cumplía horas
corridas, equipamiento adecuado de los gabinetes técnicos y regulación
en el régimen de ascensos1.
Sobre el final, se solicitaba no adoptar represalias contra los cuadros
en rebeldía dado que el proceso afectaba a la policía de todo el país.
Debido a la escasez de efectivos para guardar el orden, fue necesario acortar el horario de atención en bancos, mutuales y otras dependencias y en algunos casos, como el Banco Nación, la vigilancia debió reforzarse con personal de maestranza.
En horas de la mañana, el ministro de Gobierno de la provincia, Dr. Eliceo del Doce, se comunicó con las autoridades en varias oportunidades, en especial el ministro del Interior, intentando mantener abiertos los canales de diálogo.
La situación era en extremo difícil dado que también el Servicio Penitenciario Federal que cumplía funciones en el Instituto de Detención de Villa Devoto, se había autoacuartelado (martes 20), presionando desde allí para hacer oír sus reclamos.
Aún estaban frescos en el recuerdo de la ciudadanía, los hechos del 3 de junio al 1 de julio de 1970, cuando un motín de las fuerzas de seguridad obligó al gobierno de turno a recurrir al Ejército2.
En Mar del Plata, un millar de efectivos se apoderaron de la IV Unidad Regional de Policía, cuyos cuarteles se hallaban ubicados en la intersección de la calles Entre Ríos y Gazcón.
Oficiales, suboficiales y personal de menor graduación se atrincheraron en su interior y desde allí hicieron oír sus reclamos, siguiendo el procedimiento implementado por sus pares en La Plata.
Tropas de la Agrupación de Artillería de Defensa Aérea 601 salieron a patrullar las calles, estableciendo puestos de control en diversos puntos de la ciudad en momentos en que los amotinados recibían la adhesión de su comandante, el inspector mayor Rodolfo A. González Conti, novedad que puso a las autoridades en estado de alerta.
En Tucumán, el gobernador provincial, profesor Emilio Sarrulle, estableció un aumento de salarios, equiparando a sus fuerzas de seguridad con sus pares bonaerenses. De esa manera, intentaba ganarle de mano a la situación, viajando a la Capital Federal junto a su jefe de policía, mayor (R) Pedro Rolando Fernández, para tratar el asunto personalmente con el ministro del Interior.
El autoacuartelamiento de policías y bomberos en la ciudad de Bahía Blanca obligó al general de división, Jorge Raúl Carcagno, a movilizar efectivos del V Cuerpo de Ejército, con asiento en esa ciudad, a efectos de cubrir la falta de vigilancia y prevenir actos violentos.
Ni bien supo lo que estaba ocurriendo, el jefe de las fuerzas del orden regionales, inspector mayor Miguel Alberto Irazábal, se reunió en la Unidad Regional con los jefes rebeldes, para conocer sus exigencias.
En Córdoba, la policía se mantuvo expectante aunque cumpliendo con sus servicios de manera habitual.
Hechos similares se registraron en Chubut, Mar del Plata, Necochea, Miramar, General Madariaga, General Guido, Maipú, Mar Chiquita, Tucumán y Morón. En esta última localidad, los cuadros policiales se concentraron en la calle, cortando San Martín, entre Belgrano y Bartolomé Mitre (martes 20 de marzo) para luego atravesar vehículos y transportes de pasajeros en varias esquinas, entre ellas Belgrano y Martín J. García.
Dada la gravedad del asunto, delegados del Poder Ejecutivo se acercaron hasta el edificio de la I Unidad Regional de La Plata, enmarcada por las calles 2, 3, 51 y 53, donde el grupo denominado Movilización Policial (MOPOL) constituyó su Comando de Resistencia. Las conversaciones resultaron infructuosas y como los amotinados no cejaron en su actitud, se adoptaron las medidas necesarias para normalizar la situación. Desde el I Cuerpo de Ejército se impartió la orden de alistamiento al Regimiento de Infantería Mecanizada 7 (500 hombres) y al Batallón de Comunicaciones de City Bell (400 hombres), los cuales iniciaron aprestos para entrar en combate.
Debido a la escasez de efectivos para guardar el orden, fue necesario acortar el horario de atención en bancos, mutuales y otras dependencias y en algunos casos, como el Banco Nación, la vigilancia debió reforzarse con personal de maestranza.
En horas de la mañana, el ministro de Gobierno de la provincia, Dr. Eliceo del Doce, se comunicó con las autoridades en varias oportunidades, en especial el ministro del Interior, intentando mantener abiertos los canales de diálogo.
La situación era en extremo difícil dado que también el Servicio Penitenciario Federal que cumplía funciones en el Instituto de Detención de Villa Devoto, se había autoacuartelado (martes 20), presionando desde allí para hacer oír sus reclamos.
Aún estaban frescos en el recuerdo de la ciudadanía, los hechos del 3 de junio al 1 de julio de 1970, cuando un motín de las fuerzas de seguridad obligó al gobierno de turno a recurrir al Ejército2.
En Mar del Plata, un millar de efectivos se apoderaron de la IV Unidad Regional de Policía, cuyos cuarteles se hallaban ubicados en la intersección de la calles Entre Ríos y Gazcón.
Oficiales, suboficiales y personal de menor graduación se atrincheraron en su interior y desde allí hicieron oír sus reclamos, siguiendo el procedimiento implementado por sus pares en La Plata.
Tropas de la Agrupación de Artillería de Defensa Aérea 601 salieron a patrullar las calles, estableciendo puestos de control en diversos puntos de la ciudad en momentos en que los amotinados recibían la adhesión de su comandante, el inspector mayor Rodolfo A. González Conti, novedad que puso a las autoridades en estado de alerta.
En Tucumán, el gobernador provincial, profesor Emilio Sarrulle, estableció un aumento de salarios, equiparando a sus fuerzas de seguridad con sus pares bonaerenses. De esa manera, intentaba ganarle de mano a la situación, viajando a la Capital Federal junto a su jefe de policía, mayor (R) Pedro Rolando Fernández, para tratar el asunto personalmente con el ministro del Interior.
El autoacuartelamiento de policías y bomberos en la ciudad de Bahía Blanca obligó al general de división, Jorge Raúl Carcagno, a movilizar efectivos del V Cuerpo de Ejército, con asiento en esa ciudad, a efectos de cubrir la falta de vigilancia y prevenir actos violentos.
Ni bien supo lo que estaba ocurriendo, el jefe de las fuerzas del orden regionales, inspector mayor Miguel Alberto Irazábal, se reunió en la Unidad Regional con los jefes rebeldes, para conocer sus exigencias.
En Córdoba, la policía se mantuvo expectante aunque cumpliendo con sus servicios de manera habitual.
Hechos similares se registraron en Chubut, Mar del Plata, Necochea, Miramar, General Madariaga, General Guido, Maipú, Mar Chiquita, Tucumán y Morón. En esta última localidad, los cuadros policiales se concentraron en la calle, cortando San Martín, entre Belgrano y Bartolomé Mitre (martes 20 de marzo) para luego atravesar vehículos y transportes de pasajeros en varias esquinas, entre ellas Belgrano y Martín J. García.
Dada la gravedad del asunto, delegados del Poder Ejecutivo se acercaron hasta el edificio de la I Unidad Regional de La Plata, enmarcada por las calles 2, 3, 51 y 53, donde el grupo denominado Movilización Policial (MOPOL) constituyó su Comando de Resistencia. Las conversaciones resultaron infructuosas y como los amotinados no cejaron en su actitud, se adoptaron las medidas necesarias para normalizar la situación. Desde el I Cuerpo de Ejército se impartió la orden de alistamiento al Regimiento de Infantería Mecanizada 7 (500 hombres) y al Batallón de Comunicaciones de City Bell (400 hombres), los cuales iniciaron aprestos para entrar en combate.
Calles valladas frente a la Jefatura de Policía (Fotografía: "La Razón") |
En
horas de la madrugada, un helicóptero policial se posó sobre el campo
de deportes del Club Estudiantes de La Plata y de él descendió el
coronel Juan Marcial Canedi, quien de inmediato abordó un automóvil para
dirigirse a la Casa de Gobierno. Traía instrucciones de movilizar a
todo el personal de seguridad bonaerense e instrucciones para el
gobernador de la provincia, brigadier Miguel Moragués, en el sentido de
facilitar todo lo que estuviera a su alcance para lograr el objetivo3.
En
horas del mediodía, pareció que la situación se normalizaba y parte del
personal se encaminó a cumplir sus tareas habituales en bancos,
instituciones y comisarías, pero al cabo de una hora, abandonaron sus
puestos y volvieron a autoacuartelarse, obligando a las autoridades a
reemplazarlos por policías federales, sobre todo en la delegación
regional del Banco Nación y la Caja Nacional de Ahorro Postal.
Tal fue el entendimiento entre las partes, en determinado momento, que la Secretaria de Prensa y Difusión provincial llegó a emitir el siguiente comunicado:
Tal fue el entendimiento entre las partes, en determinado momento, que la Secretaria de Prensa y Difusión provincial llegó a emitir el siguiente comunicado:
La situación de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, parcialmente
afectada por los hechos que son del conocimiento público, ha evolucionado
favorablemente en las últimas horas. Poco antes de mediodía, se habían
reintegrado a sus tareas específicas la totalidad de los efectivos de la
institución quedando en consecuencia, normalizados los servicios.
Sin embargo, las negociaciones fracasaron y todo volvió a foja cero.
Desde el despacho del gobernador, Canedi se comunicó con el comando del RI7 (coronel Federico Pedernera) y el del BC, ordenándoles iniciar el desplazamiento hacia la IV Unidad Regional. Los cuadros abordaron los camiones en sus respectivas unidades y pasadas las 17:00 (5 p.m.) ganaron las calles para dirigirse al edificio policial.
Ni bien Canedi cortó, se hicieron presentes el comandante del I Cuerpo de Ejército, general Tomás Sánchez de Bustamante y su par de la X Brigada de Infantería, general Manuel Haroldo Pomar, quienes mantuvieron una breve reunión con el antedicho y el brigadier Moragues.
Los altos oficiales ingresaron impetuosamente en el palacio de gobierno en tanto militares y policías se cuadraban a su paso. Entraron al despacho del titular y a puertas cerradas intercambiaron impresiones e información.
Inmediatamente después, los recién llegados se encaminaron a la Plaza Rivadavia, frente al edificio de la Unidad Regional y en el sector central constituyeron su estado mayor, impartiendo las primeras directivas en el sentido de cortar el tránsito y desplegar las tropas con el objeto de rodear a los amotinados. Para entonces, los policías habían levantado empalizadas, barreras, obstaculizando la circulación en cada esquina de la manzana, incluso con vehículos de la repartición y aguardaban cada vez más tensos el desarrollo de los acontecimientos.
Los soldados, guiados por oficiales y suboficiales, se apostaron en las inmediaciones, en especial los jardines del comedor universitario y el Colegio Nacional, emplazando sus ametralladoras, morteros y cañones sin retroceso, listos para accionarlos ni bien recibiesen la orden.
Al ver ese despliegue, los cabecillas del MOPOL intentaron dialogar y para ello se valieron de un megáfono, a través de una de las ventanas.
-¿La lucha social de la policía no justifica un enfrentamiento con los hermanos militares! – se oyó decir.
Y a continuación, solicitaron un enviado.
-El Ejército no parlamenta. No hay otra salida más que el inmediato abandono del edificio en cumplimiento de lo ordenado por el comité militar – respondió Canedi por el mismo medio.
Al mismo tiempo, las fuerzas de represión emitieron un comunicado instando a los insubordinados a deponer su actitud.
Desde el despacho del gobernador, Canedi se comunicó con el comando del RI7 (coronel Federico Pedernera) y el del BC, ordenándoles iniciar el desplazamiento hacia la IV Unidad Regional. Los cuadros abordaron los camiones en sus respectivas unidades y pasadas las 17:00 (5 p.m.) ganaron las calles para dirigirse al edificio policial.
Ni bien Canedi cortó, se hicieron presentes el comandante del I Cuerpo de Ejército, general Tomás Sánchez de Bustamante y su par de la X Brigada de Infantería, general Manuel Haroldo Pomar, quienes mantuvieron una breve reunión con el antedicho y el brigadier Moragues.
Los altos oficiales ingresaron impetuosamente en el palacio de gobierno en tanto militares y policías se cuadraban a su paso. Entraron al despacho del titular y a puertas cerradas intercambiaron impresiones e información.
Inmediatamente después, los recién llegados se encaminaron a la Plaza Rivadavia, frente al edificio de la Unidad Regional y en el sector central constituyeron su estado mayor, impartiendo las primeras directivas en el sentido de cortar el tránsito y desplegar las tropas con el objeto de rodear a los amotinados. Para entonces, los policías habían levantado empalizadas, barreras, obstaculizando la circulación en cada esquina de la manzana, incluso con vehículos de la repartición y aguardaban cada vez más tensos el desarrollo de los acontecimientos.
Los soldados, guiados por oficiales y suboficiales, se apostaron en las inmediaciones, en especial los jardines del comedor universitario y el Colegio Nacional, emplazando sus ametralladoras, morteros y cañones sin retroceso, listos para accionarlos ni bien recibiesen la orden.
Al ver ese despliegue, los cabecillas del MOPOL intentaron dialogar y para ello se valieron de un megáfono, a través de una de las ventanas.
-¿La lucha social de la policía no justifica un enfrentamiento con los hermanos militares! – se oyó decir.
Y a continuación, solicitaron un enviado.
-El Ejército no parlamenta. No hay otra salida más que el inmediato abandono del edificio en cumplimiento de lo ordenado por el comité militar – respondió Canedi por el mismo medio.
Al mismo tiempo, las fuerzas de represión emitieron un comunicado instando a los insubordinados a deponer su actitud.
La autoridad militar recuerda a todo el personal de la policía de la
provincia de Buenos Aires que, de acuerdo con el decreto de convocatoria
correspondiente, se encuentra sujeto al Código de Justicia Militar, y toda
infracción será juzgada por el Consejo de Guerra pertinente. Asimismo la
autoridad militar intima perentoriamente al personal policial que se encontrase
ocupando locales ajenos a sus funciones ordinarias, a desalojarlos de inmediato
y someterse a la autoridad militar que tiene a su cargo la aplicación de la
medida de convocatoria militar dispuesta por el Poder Ejecutivo de la Nación.
Hubo
otras tentativas destinadas a lograr un arreglo, la principal cuando
una delegación salió del edificio portando bandera blanca, pero las
mismas se estrellaron contra el fracaso. Los sublevados se mantuvieron
firmes e iniciaron los preparativos para resistir el asalto.
Los nervios comenzaron a hacerse sentir en la posición rebelde y la tensión se hizo palpable cuando corrió la versión de que cuarenta y siete tanques y catorce carriers del Regimiento de Caballería Blindada 8 Cazadores “General Necochea”, avanzaban hacia la ciudad, proveniente de Magdalena.
Comenzaron las discrepancias y tuvieron lugar las primeras discusiones entre los cabecillas de la sublevación, en tanto en el exterior, los soldados se mantenían a la espera, listos para abrir fuego.
Unos pocos exaltados intentaron deponer la actitud pero sus compañeros se lo impidieron.
En esos momentos, grupos de curiosos se habían acercado hasta el lugar y hostigaban a las tropas con insultos y silbatinas.
-¡Soldado, hay dos caminos, estas con el pueblo o con los asesinos! – entonaban algunos.
Las fuerzas de represión, encargadas de recuperar el control de la Unidad Regional, habían emitido dos comunicados advirtiendo a la población sobre lo que estaba ocurriendo. Decía el primero:
Los nervios comenzaron a hacerse sentir en la posición rebelde y la tensión se hizo palpable cuando corrió la versión de que cuarenta y siete tanques y catorce carriers del Regimiento de Caballería Blindada 8 Cazadores “General Necochea”, avanzaban hacia la ciudad, proveniente de Magdalena.
Comenzaron las discrepancias y tuvieron lugar las primeras discusiones entre los cabecillas de la sublevación, en tanto en el exterior, los soldados se mantenían a la espera, listos para abrir fuego.
Unos pocos exaltados intentaron deponer la actitud pero sus compañeros se lo impidieron.
En esos momentos, grupos de curiosos se habían acercado hasta el lugar y hostigaban a las tropas con insultos y silbatinas.
-¡Soldado, hay dos caminos, estas con el pueblo o con los asesinos! – entonaban algunos.
Las fuerzas de represión, encargadas de recuperar el control de la Unidad Regional, habían emitido dos comunicados advirtiendo a la población sobre lo que estaba ocurriendo. Decía el primero:
Se informa que un grupo de la policía de la provincia de Buenos Aires se ha
amotinado contra sus superiores, jefes, subjefes y otros oficiales superiores
de la misma, ocupando el edificio de la jefatura de policía, donde mantiene a
personal civil femenino que presta servicios en el organismo. El Poder
Ejecutivo Nacional ha decretado la movilización militar y ha designado al
coronel Juan Marcial Canedi, como jefe de policía de la provincia de Buenos
Aires.
El personal amotinado ha sido intimado a deponer su actitud sin
condiciones. El edificio de la jefatura se encuentra ya rodeado por efectivos
militares que, de no acatar tal intimación, procederán en consecuencia, por lo
que disco personal sedicioso será responsable ante la Justicia Militar de
cualquier pérdida de vida so de bienes a que diere lugar la reducción. Se
requiere de la población próxima al lugar del hecho se mantenga a cubierto
evitando así riesgos para su seguridad.
Por la mañana, el comando del Ejército dio a conocer el comunicado Nº 2.
Se informa que el personal amotinado de la jefatura de la policía de
la provincia de Buenos Aires ha sido intimado a deponer su actitud y someterse
a la ley. Para ello, el personal civil de ambos sexos debe hacer abandono de
las instalaciones; otro tanto debe realizar el personal subalterno que se
reintegrará de inmediato al servicio. El personal superior, a órdenes del jefe
de policía, esperará a su vez formado en la plaza de armas la llegada de las
nuevas autoridades militares, quienes asumirán las funciones fijadas por el
Poder Ejecutivo Nacional.
Las
versiones que circulaban en esos momentos eran de la más variada
índole, algunas realmente irrisorias. Según se decía, un fuerte
destacamento policial estaba llegando desde La Matanza, en apoyo de los
sublevados, llevando incluso sus divisiones caninas; 500 cadetes de la
Escuela de Policía “Juan Vucetich” acababan de plegarse al movimiento y
se concentraban en la intersección de las calles 7 y 32; policías de
Morón acampaban en el estadio de Estudiantes de La Plata para sumarse a
la rebelión y el personal de guardia de la cárcel de Olmos estaba
dispuesto a abrir las celdas y dejar salir a los reclusos.
Nada era verdad, no había fuerzas en apoyo de los policías acuartelados avanzando hacia el sector y ninguna fuerza se reunía en las cercanías.
Para ese momento, el Poder Ejecutivo Nacional había emitido el decreto Nº 2181, disponiendo la convocatoria y movilización de todos los efectivos a efectos de cumplir con la defensa de la población, remarcando que quienes no lo hiciesen, serían sometidos al Código de Justicia Militar.
Ante la negativa del MOPOL, de deponer su actitud, el comando de represión se dispuso a actuar.
Nada era verdad, no había fuerzas en apoyo de los policías acuartelados avanzando hacia el sector y ninguna fuerza se reunía en las cercanías.
Para ese momento, el Poder Ejecutivo Nacional había emitido el decreto Nº 2181, disponiendo la convocatoria y movilización de todos los efectivos a efectos de cumplir con la defensa de la población, remarcando que quienes no lo hiciesen, serían sometidos al Código de Justicia Militar.
Ante la negativa del MOPOL, de deponer su actitud, el comando de represión se dispuso a actuar.
El
arribo de los tanques de Magdalena (400 hombres) marcó el punto máximo
de tensión, más cuando las tropas del Ejército iniciaron los aprestos
para entrar en combate.
Dos de los blindados que acababan de llegar, se posicionaron frente a la entrada del edificio y giraron sus cañones hacia los portones de entrada. Al ver la maniobra, los agentes en el interior, entonaron las estrofas del Himno Nacional, actitud a la que se sumaron las personas que se encontraban en las inmediaciones. Una hora antes, habían intimado al subdirector de seguridad, inspector mayor Marcelo Ruckauf, a adherir al movimiento o retirarse del lugar, junto a los miembros de su equipo y dispuesto el traslado el personal civil hacia el cuartel de Bomberos, sobre la calle 3.
A las 21:55, las fuerzas de represión cortaron el suministro eléctrico del edificio, sumiendo su interior en penumbras. Quince minutos después, los bomberos conectaron sus grupos electrógenos y devolvieron la luz a parte de la unidad, más precisamente al pasillo que partía del vestíbulo principal hacia los fondos, hecho que enervó los ánimos del comando de represión, que seguía los hechos desde el centro de la plaza.
Una vez cortado el diálogo, el general Pomar impartió la orden de avance y menos de un minuto después, los tanques que se encontraban frente a la entrada principal, comenzaron a subir lentamente las escalinatas de acceso.
Como es de imaginar, el tránsito hacía varias horas estaba cortado y las personas ajenas a los hechos, obligadas a retirarse.
De manera repentina, los blindados se detuvieron y al cabo de unos segundos, comenzaron a retroceder, para dar paso a un carrier, que avanzaba inmediatamente detrás.
Una vez en la parte superior, el vehículo detuvo su marcha y de su interior salieron dos efectivos, quienes pasaron una gruesa cadena por los barrotes metálicos del portón enganchando el otro extremo en la parte inferior del rodado.
Cuando todo estuvo listo, el carrier retrocedió y arrancó de cuajo ambas hojas, generando un ruido ensordecedor.
En ese preciso momento, una ametralladora pesada apostada en los techos del edificio abrió fuego sobre la plaza, abatiendo al cabo primero Héctor Álvarez, del Regimiento 7 e hirieron de gravedad al capitán José Fernando Tanoni, de la misma unidad.
Cuando la tropa tomaba posiciones y buscaba cobertura, desde la parte posterior, recibió más disparos, así como desde otros puntos de las inmediaciones, los que provocaron nuevas bajas. Evidentemente efectivos policiales de civil se habían ubicado en las cercanías, para apoyar la acción y cubrir el edificio. Desde las ventanas de la unidad policial, agentes allí apostados hicieron fuego con ametralladoras y fusiles, intentando contener a la infantería que se había lanzado al asalto. Los proyectiles alcanzaron a las tropas del Regimiento 8 blindado, hiriendo a uno de sus hombres de gravedad. Los soldados ingresaron accionando sus armas, generándose un enfrentamiento que duró varios minutos y mantuvo en vilo a los habitantes del sector, así como a las fuerzas ubicadas en los alrededores.
Dos de los blindados que acababan de llegar, se posicionaron frente a la entrada del edificio y giraron sus cañones hacia los portones de entrada. Al ver la maniobra, los agentes en el interior, entonaron las estrofas del Himno Nacional, actitud a la que se sumaron las personas que se encontraban en las inmediaciones. Una hora antes, habían intimado al subdirector de seguridad, inspector mayor Marcelo Ruckauf, a adherir al movimiento o retirarse del lugar, junto a los miembros de su equipo y dispuesto el traslado el personal civil hacia el cuartel de Bomberos, sobre la calle 3.
A las 21:55, las fuerzas de represión cortaron el suministro eléctrico del edificio, sumiendo su interior en penumbras. Quince minutos después, los bomberos conectaron sus grupos electrógenos y devolvieron la luz a parte de la unidad, más precisamente al pasillo que partía del vestíbulo principal hacia los fondos, hecho que enervó los ánimos del comando de represión, que seguía los hechos desde el centro de la plaza.
Una vez cortado el diálogo, el general Pomar impartió la orden de avance y menos de un minuto después, los tanques que se encontraban frente a la entrada principal, comenzaron a subir lentamente las escalinatas de acceso.
Como es de imaginar, el tránsito hacía varias horas estaba cortado y las personas ajenas a los hechos, obligadas a retirarse.
De manera repentina, los blindados se detuvieron y al cabo de unos segundos, comenzaron a retroceder, para dar paso a un carrier, que avanzaba inmediatamente detrás.
Una vez en la parte superior, el vehículo detuvo su marcha y de su interior salieron dos efectivos, quienes pasaron una gruesa cadena por los barrotes metálicos del portón enganchando el otro extremo en la parte inferior del rodado.
Cuando todo estuvo listo, el carrier retrocedió y arrancó de cuajo ambas hojas, generando un ruido ensordecedor.
En ese preciso momento, una ametralladora pesada apostada en los techos del edificio abrió fuego sobre la plaza, abatiendo al cabo primero Héctor Álvarez, del Regimiento 7 e hirieron de gravedad al capitán José Fernando Tanoni, de la misma unidad.
Cuando la tropa tomaba posiciones y buscaba cobertura, desde la parte posterior, recibió más disparos, así como desde otros puntos de las inmediaciones, los que provocaron nuevas bajas. Evidentemente efectivos policiales de civil se habían ubicado en las cercanías, para apoyar la acción y cubrir el edificio. Desde las ventanas de la unidad policial, agentes allí apostados hicieron fuego con ametralladoras y fusiles, intentando contener a la infantería que se había lanzado al asalto. Los proyectiles alcanzaron a las tropas del Regimiento 8 blindado, hiriendo a uno de sus hombres de gravedad. Los soldados ingresaron accionando sus armas, generándose un enfrentamiento que duró varios minutos y mantuvo en vilo a los habitantes del sector, así como a las fuerzas ubicadas en los alrededores.
Tropas del Ejército hacen aprestos para el combate (Fotografía: "La Razón") |
Desde
la plaza, se escucharon gritos intimando a la lucha e insultos por
parte de los efectivos policiales, todo en medio de disparos y el
tableteo de las ametralladoras.
Aun
cuando casi todos los agentes fueron reducidos, siguieron escuchándose
disparos aislados, hasta que la situación se controló.
Los rebeldes fueron agrupados en el patio de Bomberos en tanto a los civiles se les ordenó formar una larga hilera para abandonar la unidad, las mujeres en primer lugar, seguidas por los hombres de mayor edad. Lo hicieron lentamente, con las manos en la nuca, a la vista de los efectivos del Ejército, que no dejaban de apuntarles.
De ese modo, ganaron el exterior y así cruzaron la plaza Rivadavia, tomando por la calle 1, hasta su intersección con la 49, donde quedaron en libertad.
A las 23:00 se hizo presente el general Canedi, impartiendo directivas mientras recorría la dependencia. Media hora después llegó el general Sánchez de Bustamante, en compañía de Pomar y otros oficiales.
A la mañana siguiente, el I Cuerpo de Ejército dio a conocer el siguiente comunicado:
Los rebeldes fueron agrupados en el patio de Bomberos en tanto a los civiles se les ordenó formar una larga hilera para abandonar la unidad, las mujeres en primer lugar, seguidas por los hombres de mayor edad. Lo hicieron lentamente, con las manos en la nuca, a la vista de los efectivos del Ejército, que no dejaban de apuntarles.
De ese modo, ganaron el exterior y así cruzaron la plaza Rivadavia, tomando por la calle 1, hasta su intersección con la 49, donde quedaron en libertad.
A las 23:00 se hizo presente el general Canedi, impartiendo directivas mientras recorría la dependencia. Media hora después llegó el general Sánchez de Bustamante, en compañía de Pomar y otros oficiales.
A la mañana siguiente, el I Cuerpo de Ejército dio a conocer el siguiente comunicado:
En el día de ayer, en horas de la mañana, algunos efectivos de la policía
de la provincia de Buenos Aires, integrantes de los cuerpos de caballería e
infantería de la mismas, ocuparon el edificio de la jefatura de la ciudad de La
Plata, manteniendo como rehenes a personal superior para exigir la satisfacción
de las demandas formuladas con respecto al incremento de sueldos. Ante esa
actitud de franca rebeldía, injustificable en una institución de orden público
con vocación de servicio, jerarquizada y armada por la sociedad para su
seguridad y defensa, el Ejército, en cumplimiento de su misión específica y por
orden del Poder Ejecutivo Nacional, procedió a cercar el edificio de la
jefatura de policía, en forma preventiva, con efectivos del Regimiento 7 de
Infantería y del Regimiento 8 de Tanques. A pesar de las reiteradas
intimaciones y rechazando todo tipo de tratativas realizadas por distintas
autoridades militares, el personal policial mencionado no depuso su actitud de
rebeldía, provocando con ello en las primeras horas de la noche el empleo de
vehículos militares blindados para posibilitar el entrada en el edificio y su
posterior ocupación. A raíz de la actitud del personal amotinado, que actuó
fuera de la ética y reglamentaciones policiales, se produjeron lamentablemente
bajas en el personal interviniente. Ante tal situación, los efectivos rebeldes
policiales depusieron su actitud, completándose la ocupación del edificio a las
23.
A efectos de superar estos hechos, y con la finalidad de evitar situaciones
similares, se exhorta a todo el personal policial a mantener la calma y acatar
estrictamente el cumplimiento de las órdenes que se impartan, haciendo la clara
salvedad de que las transgresiones a la ley de convocatoria al servicio civil
de defensa, se juzgarán conforme a lo que determinan las leyes y reglamentos
militares.
El
jueves por la mañana se produjo el fallecimiento de otras dos personas,
en este caso, personal policial amotinado, el oficial subayudante SET
(SET) Horacio Emilio Guzmán y el oficial Luis Novelli, de 56 años de
edad, domiciliado en la Calle 117, Nº 425, jefe de la sección
Liquidaciones del Instituto de Previsión Social del organismo, quien
había acudido al lugar para acompañar a su hijo, que se desempeñaba en
la repartición. Su deceso causó profunda conmoción por tratarse de una
persona sumamente apreciada en la fuerza, en especial por el director de
esa dependencia, que tenía en él a un verdadero especialista en tales
asuntos4.
Un tanque el Regimiento 8 de Caballería Blindada apunta hacia la Jefatura de Policía (Fotografía: "La Prensa") |
A
las 10 a.m., las tropas que habían tomado parte en las acciones fueron
retiradas, restableciéndose la circulación peatonal y el tránsito de
vehículos.
Por
la tarde, el titular de la cartera de Hacienda provincial, Dr. Jorge
Whebe, anunció durante una rueda de prensa organizada en la dependencia a
su cargo, que el Poder Ejecutivo acababa de adoptar las medidas
pertinentes para conceder el aumento a los policías5.
Cerca de allí, en la jefatura de la Unidad Regional, Canedi presentó al
nuevo subjefe de policía, capitán de navío Dalton Arrualdoi, hasta el
momento director de la Escuela Politécnica Naval de Río Santiago.
El último comunicado de Sánchez de Bustamante decía textualmente:
El último comunicado de Sánchez de Bustamante decía textualmente:
El comandante del Cuerpo de Ejército I, en la ciudad de La Plata, informa
que el grupo de la policía de la provincia de Buenos Aires que ocupaba
amotinado la jefatura de la misma, ha sido reducido con intervención de
efectivos militares como consecuencia de haber acatado la intimación a deponer
su actitud, después de haber sido decretada por el Poder Ejecutivo de la Nación
su movilización militar. La agresión sorpresiva efectuada por elementos
sediciosos obligó al empleo del fuego lo cual significó un lamentable saldo de
bajas en los efectivos militares y también policiales. Entre las víctimas se
encuentran el cabo primero Héctor Álvarez, del Regimiento 7 Coronel Conde,
fallecido; y el capitán José Fernando Tanoni, del mismo regimiento, herido;
además del personal de tropa perteneciente a la unidad antes expresada y al
Regimiento 8 de Tanques de Caballería Blindada Cazadores General Necochea, que
resultó herido de gravedad. El coronel José Marial Canedi, designado por el
superior gobierno de la Nación para ejercer la jefatura de la policía de la
provincia de Buenos Aires como delegado del suscripto, se ha hecho cargo de sus
funciones.
Si
algo le faltaba a esa Argentina inmersa en la violencia y el
desencuentro era un enfrentamiento entre Fuerzas Armadas y de Seguridad.
El clima se enrarecía a medida que pasaban los días y desde todos los
sectores se contribuía a la generalización del caos y la confusión.
Imágenes
Un Unimog del Ejército se detiene frente al edificio policial (Fotografía: "La Razón") |
El Ejército toma posiciones (Fotografía: "La Razón") |
Efectivos del Regimiento 7 de Infantería Mecanizada cortan el tránsito en inmediaciones de la Jefatura de Policía (Fotografía: "La Razón") |
Policías bonaerenses, algunos de civil, se asoman por la azotea y las ventanas frente a la plaza Rivadavia (Fotografía: "La Razón") |
Algunos de los amotinados dialogan a través del portón (Fotografía: "La Razón") |
Agentes policiales portando armas largas en uno de los balcones (Fotografías: "La Razón") |
Una delegación rebelde sale enarbolando bandera blanca para parlamentar (Fotografía: "La Prensa") |
Tensa espera (Fotografía: "La Razón") |
El Ejercito ubica uno de sus morteros sobre la plaza Rivadavia (Fotografía: "La Razón") |
Los amotinados escuchan a un delegado en el patio central. Sobre la azotea, efectivos armados montan guardia (Fotografía: "La Razón") |
Soldados del 7 de Infantería instalan un cañón sin retroceso (Telefotografía transmitida desde la ciudad de La Plata por el equipo portátil de UP, 16-S) |
Comienzan los enfrentamientos. Civiles corren en busca de protección (Fotografía: "La Prensa") |
Los amotinados se rinden tras el asalto a la Jefatura. entre ellos había mujeres (Fotografía: "La Razón") |
Policías de civil salen con las manos en alto (Fotografía: "La Razón") |
Llega una ambulancia para evacuar heridos (Fotografía: "La Razón") |
Un oficial de policía es conducido por un soldado (Fotografía: "La Prensa") |
Rastros del enfrentamiento. Numerosos impactos de bala en el interior de la Jefatura (Fotografía: "La Razón") |
Notas
1 Había
efectivos que hacía diez años no ascendían, cuando por ley, las promociones se
hacían cada tres.
2 En
aquella oportunidad, dimitió el jefe de Policía, teniente coronel Arturo Remo
Ferla.
3 Moragues
había sucedido al brigadier Horacio Rivara, el 8 de septiembre de 1971.
4 Varios
diarios, entre ellos “La Prensa”, elevaron el número de muertos a cuatro.
5 La medida
incrementó en $700.000.000 el presupuesto provincial.
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)