sábado, 31 de agosto de 2019

EL COMBATE DE EL MESÓN



El 23 de abril, por la mañana, el mayor Ives de Alarcón, tercero en el escalafón de mando en la IV División, se presentó por su cuenta en Muyupampa, para tomar el control de todas las unidades concentradas en la localidad, así como en Taperillas y organizar la persecución de la fuerza enemiga que se retiraba hacia el norte.
Al frente del grupo CIOS del capitán Pacheco y la compañía del capitán Félix Villarroel, edecán del presidente Barrientos, que por propia voluntad solicitó permanecer en el teatro de operaciones, se puso en marcha hacia Ticucha, donde llegó a las 23.00 horas del día siguiente, luego de una jornada de marcha forzadas y contante desplazamiento.
Conformaban la unidad del capitán Villarroel, 40 efectivos del Regimiento 2 de Artillería “Bolívar”, 24 paracaidistas del CITE y 25 cadetes de la Escuela de Clases, posiblemente las tropas mejor preparadas en esos momentos.

Anoticiado por los pobladores que en horas de la madrugada, el enemigo había pasado por ahí rumbo a El Mesón, provisto de una camioneta y media docena de caballos, decidió pasar la noche en ese punto y continuar al día siguiente, con la tropa descansada.
A todo esto, la columna invasora continuaba avanzando hacia el norte, acosada permanentemente por la aviación, cuyas escuadrillas, sobrevolaban con mayor frecuencia su ruta de escape. El 23 vieron a los aviones efectuar vuelos de reconocimiento y el 24 sus posiciones fueron ametralladas durante un alto.
A las 7 a.m. del 25 de abril, el mayor Alarcón se puso nuevamente en camino, alcanzando el cañadón de El Mesón cuatro horas después. Una rápida inspección del área, le permitió ubicar el sitio donde la guerrilla había acampado así como los escondites en los que ocultó el armamento y las provisiones que no había podido transportar.
Tres horas después, sus avanzadas fueron detectadas por “Pombo”, quien corrió a dar parte a la finca donde la columna invasora se hallaba acantonada.
El Che dispuso adoptar posiciones defensivas cubriendo los accesos al vivac y junto a “Miguel” y “Urbano”, se ubicó en el tramo recto que bordeaba el arroyo, colocando a “Arturo”, “Raúl” y el “Médico” a su derecha y a “Pombo”, “Rolando”, “Papi”, “Antonio”, “Pablito”, “Darío”, “Julio”, “Luis”, “León” y “Willy” (Simón Cubas Sarabia), al otro lado del arroyo, cerrando el flanco izquierdo con “Inti” en el cauce, para sorprender a quienes intentasen ponerse a cubierto por ahí. “Eustaquio” y el “Ñato” fueron enviados a explorar y el “Chino” permaneció en la retaguardia, custodiando el campamento.
Al comandante guerrillero le preocupaba la disminución de su fuerza reducida considerablemente tras la separación de Joaquín, el “Loro” y “Pachungo”, extraviados el día anterior  y “Tuma” con “Luis” enviados en su busca, hombres imprescindibles al momento de la batalla.
Mientras tanto, las fuerzas regulares avanzaban directamente hacia ellos, con los seis ovejeros alemanes de la división canina en primera línea, seguidos inmediatamente después por sus instructores y el guía Luis Beltrán Rodas.
La aparición de los perros tomó por sorpresa al Che (vio solo tres); según sus palabras, los animales estaban inquietos pero no le pareció que los hubieran detectado. Viéndolos avanzar directamente hacia su posición, apuntó con su rifle y disparó, errándole al primer animal por muy poco. Se generó entonces un combate de cuatro horas, en el que ambas partes se empeñaron con inusitado vigor.
El Che disparó contra el guía pero su M2 se trabó y el proyectil no salió. Fue “Miguel” quien lo abatió, lo mismo al perro Tempestad, el bravo pastor alemán que marchaba delante. El suboficial Mario Moreira vio al animal lanzarse a la carrera sobre las líneas enemigas, pero la descarga del guerrillero acabó con su vida. La Escuela Militar de Clases sufría su primera baja fatal en la contienda.
Inmediatamente después cayó el policía Villanueva Sánchez Cerro, instructor de Tempestad y junto a él, Rodas, abatido por una ráfaga de “Urbano”.
Para entonces, el Che había logrado destrabar su arma y tiraba con tenacidad, intentando contener al enemigo por el sector de la emboscada. Aún así, el Ejército inició un fuego nutrido sobre el flanco izquierdo, forzando a los combatientes guevaristas a pegarse al terreno.
El ataque frontal dispuesto por Villarroel logró ser contenido, pero como las tropas del Ejército triplicaban en número a sus oponentes, la guerrilla comenzó a sentir el peso de su presión y a ceder posiciones.
Aquí surge la fantasiosa versión de una voz femenina, atribuida a “Tania”, instando a los soldados a rendirse, una fábula creada varios años después, por periodistas y entrevistados.

-¡Soldaditos, ríndanse, están rodeados!1

Al comprobar que el enemigo cedía, Villarroel adelantó una sección para cortarle la fuga, pero como dice el general Reque Terán, Guevara y sus hombres volvieron a quebrar el cerco y se retiraron hacia el norte, amparados por la vegetación. Fue entonces que se produjo el desastre.
Sin dejar de disparar, el Che envió a “Urbano” a organizar la retirada, urgido como estaba por evitar el cerco. El combatiente se arrastró unos metros y enseguida se incorporó, para correr a toda prisa hacia el grueso de la columna. Para sorpresa de su comandante, regresó al cabo de unos minutos, trayendo la terrible noticia de que “Rolando”, el más calificado de los oficiales cubanos, se hallaba mortalmente herido.
El Che se incorporó y caminó hacia el lugar, rogando en su fuero interno que fuese todo una equivocación pero para su pesar, no fue así. “Rolando” agonizaba, con el fémur partido y todo el paquete vasculonervioso perforado. Tratando de mantener la calma, le practicó una rápida revisión y mientras lo hacía, ordenó traer plasma, para aplicárselo.
Un guerrillero fue y volvió pero cuando comenzaban a pasárselo, el bravo combatiente inclinó la cabeza a un lado y murió, prácticamente en los brazos de su comandante.
El Che quedó devastado; había perdido a su mejor efectivo, el estratega de Ñancahuazu e Iripití, el que se arrojó despreocupadamente a las tempestuosas aguas del Río Grande para rescatar a “Benjamín” y quien, al mejor estilo Filípides, corrió hasta el Campamento Central, durante la extensa expedición al río Rosita, para alertar a la gente que la columna llegaba necesitada de auxilio.

Hemos perdido al mejor hombre de la guerrilla, y naturalmente, uno de sus pilares, compañero mío desde que, siendo casi un niño, fue mensajero de la columna 4, hasta la invasión y esta nueva aventura revolucionaria; de su muerte obscura sólo cabe decir, para un hipotético futuro que pudiera cristalizar: “Tu cadáver pequeño de capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma”.

Pese a tan significativa pérdida, la columna invasora, demostrando un vigor fuera de lo común, logró quebrar el cerco y evadirse hacia el norte, arrastrando consigo el cuerpo del más formidable de sus guerreros. Con su pérdida, Alarcón le había propinado un duro golpe al jefe invasor.
Según “Camba”, la muerte de “Rolando” afectó de manera especial al Che, quien ya se encontraba turbado desde la caída del “Rubio” en Itipirí. La reaparición de “Pachungo”, fue en cierto modo un aliciente pero apenas sirvió para mitigar el dolor que estaba experimentando. Aún así, tuvo la fuerza suficiente como para reponerse y conducir personalmente la retirada.
Ni bien la columna inició la marcha, la aviación bombardeó sus antiguas posiciones y un helicóptero se posó dos veces en una casa cercana, en medio del monte, posiblemente para evacuar heridos.
La persecución se prolongó varias horas hasta que, extenuadas, las tropas regulares se detuvieron. Alarcón necesitaba reponer fuerzas y lo más importante, solicitar instrucciones al comando de la IV División para determinar los siguientes procedimientos.
Un kilómetro más adelante, el Che en persona enterró a “Rolando” y tras un breve discurso en el que evocó sus virtudes, reinició la marcha, intentando poner la mayor distancia posible con sus captores.
A todo esto, el “Loro” continuaba a la deriva, intentando eludir a las fuerzas regulares y alejarse de la guerrilla. En su fuga, cometió una serie de desastres que a la larga, lo llevarían al espantoso final que tuvo. Mató a un campesino para quitarle sus ropas y continuó hacia Monteagudo, donde el 27 de abril se topó con el sargento Guillermo Torres Martínez y el soldado Miguel Espada, ambos del Regimiento 2 de Infantería, a quienes abatió con su metralla tras un breve enfrentamiento. Dos días después fue sorprendido por una partida del CITE que regresaba a su campamento con los cuerpos de los militares muertos. Cayó herido en el abdomen cuando buscaba refugio en una choza, luego de un corto intercambio de disparos y terminó detenido.
Cnel. Joaquín Zenteno Anaya
Comandante de la VIII División


El guerrillero fue desarmado y conducido primero a Muyupampa y luego a Camiri, donde fue operado en el Hospital Petrolero en el que convaleció hasta un día incierto del mes de mayo, cuando fue prácticamente secuestrado por el Ejército y conducido en secreto a Choreti. Fue interrogado por el segundo de la IV División y después por el general Marcos Vázquez, en presencia de un agente de la CIA, que revestía como periodista panameño2.
Haciéndose pasar por simpatizante de izquierda, “González” le mostró al “Loro” una serie de cartas de presentación, que lo convencieron de su sinceridad. El prisionero se abrió a él, ignorando que su conversación estaba siendo registrada y de esa manera, confirmó que el Che se encontraba en la zona.
El 3 de mayo, la madre del guerrillero logró autorización para visitarlo. Lo pudo ver a la distancia, sin ingresar en la habitación, ni mantener ningún tipo de diálogo e inmediatamente después fue retirada, ignorando que esa sería la última vez que lo vería en su vida. Un par de días después, el prisionero fue sacado del lugar y desapareció sin dejar rastros3.
En el campo de acción, mientras tanto, se sucedían nuevos hechos.
En un procedimiento que aún hoy resulta inexplicable, el Ejército evacuó el Campamento Central y se replegó a la Casa de Calamina, una medida alejada de todo razonamiento táctico pues cedía terreno al enemigo y le permitía recuperar su principal base. De esa manera, se limitó a mantener ocupada la finca, reforzando las unidades allí estacionadas, en espera de nuevas instrucciones.  Dos días antes, el embajador Henderson viajó de regreso a su país, para exponer ante una comisión del Congreso la situación boliviana y sus perspectivas a corto plazo.


El 27 de abril la guerrilla acampaba en los montes cuando a través de la radio, supo el saldo del último enfrentamiento: dos muertos por el lado del Ejército, a los que habría que sumar el perro Tempestad4, en tanto a la columna subversiva le asignaban también dos, pues estaban incluyendo al “Rubio”, caído en Iripití.
Los días subsiguientes fueron de caminatas y sondeos. El 1 de mayo, la fuerza guerrillera se detuvo a acampar y celebró el Día del Trabajador, sintonizando la radio para escuchar el prolongado discurso de Juan Almeida en La Habana; el día 2 se desplazaba lentamente hacia el arroyo Iquiri, un tanto confundida por la geografía circundante, por lo que fue necesario trepar hasta la cima de una pendiente para dar con algún punto de referencia.
Pudieron comprobar, que se encontraban mucho más al norte de lo que creían, lejos de las rutas conocidas, ni que hablar del referido afluente, del que no había rastros. Aprovechando el alto, sintonizaron una vez más Radio La Habana para corroborar lo exagerado de sus noticias con respecto a los sucesos de Bolivia. Los hombres procedieron a reponer fuerzas, estableciendo previamente varios puestos de vigilancia.
El 3 comenzaron a seguir el cauce de un arroyo perdido, a 1080 metros sobre el nivel del mar y a 200 del Ñancahuazu y detectaron ruidos de motores a lo lejos, aunque no pudieron determinar de dónde venían exactamente.
Recién al día siguiente, tuvieron las primeras noticias del “Loro”.

La radio dio la noticia del arresto del Loro, herido en una pierna, sus declaraciones son buenas hasta ahora. Según todo parece indicar, no fue herido en la casa sino en otro lado, presumiblemente tratando de escapar5.

Por la mañana, “Coco” y “Aniceto” partieron a explorar el arroyo y al cabo de tres horas estuvieron de regreso para informar que algo más adelante, su curso torcía hacia el este y viraba luego hacia el sur. El Che estaba seguro que se trataba del Iquiri y por eso, a las 13.30 ordenó ponerse en movimiento para caminar toda la tarde, hasta las 17.00 cuando con pesar, comprobó que estaba errado. El curso de agua no era el que suponía pues su rumbo evolucionaba hacia el este-nordeste y eso los alejaba de su ruta original.
El 5 de mayo alcanzaron el arroyo Congrí, que no figuraba en los mapas y recién el 6 llegaron a tierras conocidas, luego de atravesar un área de selva tupida, que los dejó completamente exhaustos. Durante una de sus detenciones, supieron sobre la visita de la madre del “Loro” al hospital de Camiri, así como la situación de Debray y Bustos.
Alcanzaron el Campamento del Oso el 7 de mayo por la mañana, agotados y hambrientos. Con ocho latas de leche condensada, azúcar y el café que encontraron allí prepararon un exiguo desayuno y luego se dedicaron a explorar los alrededores. Habiendo comprobado que los mismos se hallaban despejados, a las 3 p.m. estaban en el Campamento Central, donde abundaban las huellas de la tropa que hasta hacía un par de días lo había ocupado.
Un soldado del Regimiento 2 de Infantería se desplaza por la selva
(Fotografía: "La Razón" de Buenos Aires)

Al día siguiente, tras un reparador desayuno a base de café, leche y algunos plátanos, el Che montó una emboscada en las antiguas trincheras y distribuyó algunos PO en los alrededores, intentando cubrir los accesos. Le entregó al “Ñato” la bazooka que guardaban en una de las cuevas y envió una patrulla hacia la Casa de Calamina, para averiguar cual era su situación y ver si era posible, recoger algunas provisiones6.
Mientras tanto, periodistas de todos los rincones de la Tierra convergían sobre la zona y las versiones de ayuda extranjera a Bolivia sonaban con mayor frecuencia. En vista de ello, el comandante de la Fuerza Aérea Boliviana, general Jorge Belmonte Ardiles, explicó a la prensa que cualquier colaboración que su país pudiese estar recibiendo de la Argentina y Estados Unidos, se desarrollaba dentro de los acuerdos bilaterales firmados con ambos países y que por esa razón, la presencia de militares de esas nacionalidades, no debía sorprender a nadie. En el mismo sentido, el 6 de mayo, el canciller Costa Méndez le aseguró al corresponsal de “Le Monde”, Marcel Niedergang, que efectivamente Bolivia había solicitado asistencia militar a su país, palabras que motivaron una rectificación de su gobierno cuando en horas de la noche, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto emitió un comunicado informando que esa ayuda databa de mucho tiempo atrás y formaba parte de los acuerdos bilaterales establecidos oportunamente7.
Otra cosa que estaba preocupando al Che era la falta de adhesión del campesinado. Lejos de lo que hbía imaginado al planificar la expedición, la población no solamente no se incorporaba a la lucha sino que, peor aún, los estaba delatando y hasta guiaba a las fuerzas de choque para que les dieran alcance. El general Gary Prado explica, al respecto, que las muertes de los dos guías civiles habían calado profundamente en la población pues no solamente se trataba de ciudadanos bolivianos abatidos por invasores extranjeros sino, todavía más grave, lazos de parentesco y amistad unían a los habitantes de la región. Epifanio Vargas era hijastro de Niceto Rodas, campesino de Bella Vista y Luis Beltrán Rodas, su nieto, todos ellos integrantes de una familia muy extendida por la región de Muyupampa. La indignación cundía entre los campesinos y esos sentimientos quedaron de manifiesto durante el velatorio del último, en la referida localidad.
El Che no tuvo en cuenta ese detalle y mucho menos, la desconfianza y los resquemores que la presencia foránea generaba en el país, especialmente la región de Oriente, celosa guardiana del terruño y las tradiciones.
Por entonces, como hemos dicho, regía la censura en todo el ámbito nacional y por esa razón, la Federación Sindical de Trabajadores de Prensa elevó su voz de protesta, solicitando y consiguiendo una entrevista con el primer mandatario para tratar a fondo el asunto. De resultas de la misma, surgió un acuerdo que levantó en parte la medida y permitió la cobertura de los acontecimientos, aunque con ciertas restricciones. De ahí el comunicado que el gobierno emitió el 26 de abril, haciendo referencia a esa medida y dando cuenta del combate en El Mesón:

1 Unidades de la FF.AA. tuvieron ayer un nuevo choque con facciones rojas que incursionaron en Vaca Guzmán (Muyupampa) en la zona denominada El Mesón.
2 Como resultado de estas acciones tuvimos que lamentar dos bajas, una de ellas un guía civil y la otra un miembro de la Guardia Nacional de Seguridad Pública que conducía un perro policía.
3 Los subvertores dejaron dos muertos en el campo, uno de ellos conocido por el apodo de Rubio del que se tiene información de ser de nacionalidad cubana, el otro, posiblemente boliviano, no ha sido identificado. Además se constató que tuvieron varios heridos.
4 En la acción se recuperaron seis caballos que habían sido robados en la zona de Vaca Guzmán.
5 La Fuerza Aérea atacó una fracción roja en la zona de Itimirí sin resultados evaluados.
6 La autoridad militar de Camiri informó no haber establecido censura de prensa, sino haber pedido las credenciales de quienes cumplen labor periodística en la zona, en vista de la proliferación de personas que en Camiri y otros lugares de actividad subversiva se presentan como tales. Algunos prisioneros rojos capturados en acción tratan de cubrir su actividad antinacional, escudándose en el papel de corresponsales de prensa.
7 En la fecha se ha instruido a los diferentes medios en sentido de que tendrán acceso irrestricto a las fuentes de información únicamente aquellos periodistas de la prensa y la radio que acrediten debidamente su condición de tales.
8 El Comando en Jefe lamenta que se hubiera perjudicado la labor de la prensa al tomar medidas muy justificadas contra elementos inescrupulosos que pretendían mimetizarse al amparo de la libertad de prensa que impera en el país8.

De quienes no se tenían noticias era de Joaquín y su gente. El Che esperaba encontrarlos en el Campamento Central e incluso en el del Oso, pero no fue así. Las radios no los mencionaban y no había rastros de su presencia por ningún lado. Era imperioso ubicarlo porque, dividida como estaba, la fuerza guerrillera se hallaba considerablemente debilitada y corría el riesgo de ser aniquilada.

Notas
1 “‘Tempestad’, el perro héroe”, Bandera en Alto (http://banderaenalto.blogspot.com.ar/2012/03/tempestad-el-perro-heroe.html?showComment= 1458397107441#c5532437003509837834)
2 Se trata del agente cubano Gustavo Villoldo, apodado “Doctor Eduardo González”.
3 Gregorio Selser, op. Cit., pp. 46-47; Gary Prado, op. Cit., pp. 158-160; Luis Reque Terán, op. Cit. Sobre la desaparición del “Loro”, el Ejército boliviano emitió un comunicado según el cual, hallándose detenido, intentó fugarse y terminó abatido por sus guardias. Jon Lee Anderson sostiene que fue sacado del hospital de Muyupampa, conducido a Choreti, interrogado bajo tortura y luego fusilado para ser arrojado muerto desde un helicóptero, en plena selva, cerca de Lagunillas. Otras versiones sostienen que fue lanzado vivo. Al día de hoy, su cuerpo no ha sido ubicado. El general Gary Prado dice que en su huida, desvistió a un campesino, para fugarse disfrazado en tanto Reque Terán asegura que lo asesinó y se apoderó de sus prendas.
4 El Che en su diario lo llama Rayo.
5 Ernesto “Che” Guevara, El diario del Che en Bolivia, 4 de mayo, p. 198.
6 La conformaban “Benigno”, “Urbano”, “Leon”, “Aniceto” y “Pablito”.
7 Gregorio Selser, op. Cit., p- 50-51.
8 Gary Prado Salmón, op. Cit., pp. 161-162.

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