EL COMBATE DE EL MESÓN
El
23 de abril, por la mañana, el mayor Ives de Alarcón, tercero en el escalafón
de mando en la IV División, se presentó por su cuenta en Muyupampa, para tomar
el control de todas las unidades concentradas en la localidad, así como en
Taperillas y organizar la persecución de la fuerza enemiga que se retiraba
hacia el norte.
Al
frente del grupo CIOS del capitán Pacheco y la compañía del capitán Félix
Villarroel, edecán del presidente Barrientos, que por propia voluntad solicitó
permanecer en el teatro de operaciones, se puso en marcha hacia Ticucha, donde
llegó a las 23.00 horas del día siguiente, luego de una jornada de marcha
forzadas y contante desplazamiento.
Conformaban
la unidad del capitán Villarroel, 40 efectivos del Regimiento 2 de Artillería
“Bolívar”, 24 paracaidistas del CITE y 25 cadetes de la Escuela de Clases,
posiblemente las tropas mejor preparadas en esos momentos.
Anoticiado
por los pobladores que en horas de la madrugada, el enemigo había pasado por
ahí rumbo a El Mesón, provisto de una camioneta y media docena de caballos,
decidió pasar la noche en ese punto y continuar al día siguiente, con la tropa
descansada.
A
todo esto, la columna invasora continuaba avanzando hacia el norte, acosada
permanentemente por la aviación, cuyas escuadrillas, sobrevolaban con mayor
frecuencia su ruta de escape. El 23 vieron a los aviones efectuar vuelos de
reconocimiento y el 24 sus posiciones fueron ametralladas durante un alto.
A
las 7 a.m. del 25 de abril, el mayor Alarcón se puso nuevamente en camino,
alcanzando el cañadón de El Mesón cuatro horas después. Una rápida inspección
del área, le permitió ubicar el sitio donde la guerrilla había acampado así
como los escondites en los que ocultó el armamento y las provisiones que no
había podido transportar.
Tres
horas después, sus avanzadas fueron detectadas por “Pombo”, quien corrió a dar
parte a la finca donde la columna invasora se hallaba acantonada.
El
Che dispuso adoptar posiciones defensivas cubriendo los accesos al vivac y
junto a “Miguel” y “Urbano”, se ubicó en el tramo recto que bordeaba el arroyo,
colocando a “Arturo”, “Raúl” y el “Médico” a su derecha y a “Pombo”, “Rolando”,
“Papi”, “Antonio”, “Pablito”, “Darío”, “Julio”, “Luis”, “León” y “Willy” (Simón
Cubas Sarabia), al otro lado del arroyo, cerrando el flanco izquierdo con
“Inti” en el cauce, para sorprender a quienes intentasen ponerse a cubierto por
ahí. “Eustaquio” y el “Ñato” fueron enviados a explorar y el “Chino” permaneció
en la retaguardia, custodiando el campamento.
Al
comandante guerrillero le preocupaba la disminución de su fuerza reducida
considerablemente tras la separación de Joaquín, el “Loro” y “Pachungo”,
extraviados el día anterior y “Tuma” con
“Luis” enviados en su busca, hombres imprescindibles al momento de la batalla.
Mientras
tanto, las fuerzas regulares avanzaban directamente hacia ellos, con los seis
ovejeros alemanes de la división canina en primera línea, seguidos
inmediatamente después por sus instructores y el guía Luis Beltrán Rodas.
La
aparición de los perros tomó por sorpresa al Che (vio solo tres); según sus
palabras, los animales estaban inquietos pero no le pareció que los hubieran
detectado. Viéndolos avanzar directamente hacia su posición, apuntó con su
rifle y disparó, errándole al primer animal por muy poco. Se generó entonces un
combate de cuatro horas, en el que ambas partes se empeñaron con inusitado
vigor.
El
Che disparó contra el guía pero su M2 se trabó y el proyectil no salió. Fue
“Miguel” quien lo abatió, lo mismo al perro Tempestad, el bravo pastor alemán
que marchaba delante. El suboficial Mario Moreira vio al animal lanzarse a la
carrera sobre las líneas enemigas, pero la descarga del guerrillero acabó con
su vida. La Escuela Militar de Clases sufría su primera baja fatal en la
contienda.
Inmediatamente
después cayó el policía Villanueva Sánchez Cerro, instructor de Tempestad y
junto a él, Rodas, abatido por una ráfaga de “Urbano”.
Para
entonces, el Che había logrado destrabar su arma y tiraba con tenacidad,
intentando contener al enemigo por el sector de la emboscada. Aún así, el
Ejército inició un fuego nutrido sobre el flanco izquierdo, forzando a los combatientes guevaristas a pegarse al terreno.
El
ataque frontal dispuesto por Villarroel logró ser contenido, pero
como las tropas del Ejército triplicaban en número a sus oponentes, la
guerrilla comenzó a sentir el peso de su presión y a ceder posiciones.
Aquí
surge la fantasiosa versión de una voz femenina, atribuida a “Tania”, instando
a los soldados a rendirse, una fábula creada varios años después, por
periodistas y entrevistados.
-¡Soldaditos,
ríndanse, están rodeados!1
Al
comprobar que el enemigo cedía, Villarroel adelantó una sección para cortarle
la fuga, pero como dice el general Reque Terán, Guevara y sus hombres volvieron
a quebrar el cerco y se retiraron hacia el norte, amparados por la vegetación.
Fue entonces que se produjo el desastre.
Sin
dejar de disparar, el Che envió a “Urbano” a organizar la retirada, urgido como
estaba por evitar el cerco. El combatiente se arrastró unos metros y enseguida
se incorporó, para correr a toda prisa hacia el grueso de la columna. Para
sorpresa de su comandante, regresó al cabo de unos minutos, trayendo la
terrible noticia de que “Rolando”, el más calificado de los oficiales cubanos,
se hallaba mortalmente herido.
El
Che se incorporó y caminó hacia el lugar, rogando en su fuero interno que fuese
todo una equivocación pero para su pesar, no fue así. “Rolando” agonizaba, con
el fémur partido y todo el paquete vasculonervioso perforado. Tratando de
mantener la calma, le practicó una rápida revisión y mientras lo hacía, ordenó
traer plasma, para aplicárselo.
Un
guerrillero fue y volvió pero cuando comenzaban a pasárselo, el bravo
combatiente inclinó la cabeza a un lado y murió, prácticamente en los brazos de
su comandante.
El
Che quedó devastado; había perdido a su mejor efectivo, el estratega de
Ñancahuazu e Iripití, el que se arrojó despreocupadamente a las tempestuosas
aguas del Río Grande para rescatar a “Benjamín” y quien, al mejor estilo
Filípides, corrió hasta el Campamento Central, durante la extensa expedición al
río Rosita, para alertar a la gente que la columna llegaba necesitada de
auxilio.
Hemos
perdido al mejor hombre de la guerrilla, y naturalmente, uno de sus pilares,
compañero mío desde que, siendo casi un niño, fue mensajero de la columna 4,
hasta la invasión y esta nueva aventura revolucionaria; de su muerte obscura
sólo cabe decir, para un hipotético futuro que pudiera cristalizar: “Tu cadáver
pequeño de capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma”.
Pese
a tan significativa pérdida, la columna invasora, demostrando un vigor fuera de
lo común, logró quebrar el cerco y evadirse hacia el norte, arrastrando consigo
el cuerpo del más formidable de sus guerreros. Con su pérdida, Alarcón le había
propinado un duro golpe al jefe invasor.
Según
“Camba”, la muerte de “Rolando” afectó de manera especial al Che, quien ya se
encontraba turbado desde la caída del “Rubio” en Itipirí. La reaparición de
“Pachungo”, fue en cierto modo un aliciente pero apenas sirvió para mitigar el
dolor que estaba experimentando. Aún así, tuvo la fuerza suficiente como para
reponerse y conducir personalmente la retirada.
Ni
bien la columna inició la marcha, la aviación bombardeó sus antiguas posiciones
y un helicóptero se posó dos veces en una casa cercana, en medio del monte,
posiblemente para evacuar heridos.
La
persecución se prolongó varias horas hasta que, extenuadas, las tropas
regulares se detuvieron. Alarcón necesitaba reponer fuerzas y lo más
importante, solicitar instrucciones al comando de la IV División para
determinar los siguientes procedimientos.
Un
kilómetro más adelante, el Che en persona enterró a “Rolando” y tras un breve
discurso en el que evocó sus virtudes, reinició la marcha, intentando poner la
mayor distancia posible con sus captores.
A
todo esto, el “Loro” continuaba a la deriva, intentando eludir a las fuerzas
regulares y alejarse de la guerrilla. En su fuga, cometió una serie de
desastres que a la larga, lo llevarían al espantoso final que tuvo. Mató a un
campesino para quitarle sus ropas y continuó hacia Monteagudo, donde el 27 de
abril se topó con el sargento Guillermo Torres Martínez y el soldado Miguel
Espada, ambos del Regimiento 2 de Infantería, a quienes abatió con su metralla
tras un breve enfrentamiento. Dos días después fue sorprendido por una partida
del CITE que regresaba a su campamento con los cuerpos de los militares
muertos. Cayó herido en el abdomen cuando buscaba refugio en una choza, luego de
un corto intercambio de disparos y terminó detenido.
Cnel. Joaquín Zenteno Anaya Comandante de la VIII División |
El
guerrillero fue desarmado y conducido primero a Muyupampa y luego a Camiri,
donde fue operado en el Hospital Petrolero en el que convaleció hasta un día
incierto del mes de mayo, cuando fue prácticamente secuestrado por el Ejército
y conducido en secreto a Choreti. Fue interrogado por el segundo de la IV
División y después por el general Marcos Vázquez, en presencia de un agente de
la CIA, que revestía como periodista panameño2.
Haciéndose
pasar por simpatizante de izquierda, “González” le mostró al “Loro” una serie
de cartas de presentación, que lo convencieron de su sinceridad. El prisionero
se abrió a él, ignorando que su conversación estaba siendo registrada y de esa
manera, confirmó que el Che se encontraba en la zona.
El
3 de mayo, la madre del guerrillero logró autorización para visitarlo. Lo pudo
ver a la distancia, sin ingresar en la habitación, ni mantener ningún tipo de
diálogo e inmediatamente después fue retirada, ignorando que esa sería la
última vez que lo vería en su vida. Un par de días después, el prisionero fue
sacado del lugar y desapareció sin dejar rastros3.
En
el campo de acción, mientras tanto, se sucedían nuevos hechos.
En
un procedimiento que aún hoy resulta inexplicable, el Ejército evacuó el
Campamento Central y se replegó a la Casa de Calamina, una medida alejada de
todo razonamiento táctico pues cedía terreno al enemigo y le permitía recuperar
su principal base. De esa manera, se limitó a mantener ocupada la finca, reforzando
las unidades allí estacionadas, en espera de nuevas instrucciones.
Dos
días antes, el embajador Henderson viajó de regreso a su país, para exponer
ante una comisión del Congreso la situación boliviana y sus perspectivas a
corto plazo.
El 27 de abril la guerrilla acampaba en los montes cuando a través de la radio, supo el saldo del último enfrentamiento: dos muertos por el lado del Ejército, a los que habría que sumar el perro Tempestad4, en tanto a la columna subversiva le asignaban también dos, pues estaban incluyendo al “Rubio”, caído en Iripití.
Los
días subsiguientes fueron de caminatas y sondeos. El 1 de mayo, la fuerza
guerrillera se detuvo a acampar y celebró el Día del Trabajador, sintonizando
la radio para escuchar el prolongado discurso de Juan Almeida en La Habana; el
día 2 se desplazaba lentamente hacia el arroyo Iquiri, un tanto confundida por
la geografía circundante, por lo que fue necesario trepar hasta la cima de una
pendiente para dar con algún punto de referencia.
Pudieron
comprobar, que se encontraban mucho más al norte de lo que creían, lejos de las
rutas conocidas, ni que hablar del referido afluente, del que no había rastros.
Aprovechando el alto, sintonizaron una vez más Radio La Habana para corroborar
lo exagerado de sus noticias con respecto a los sucesos de Bolivia. Los hombres
procedieron a reponer fuerzas, estableciendo previamente varios puestos de
vigilancia.
El
3 comenzaron a seguir el cauce de un arroyo perdido, a 1080 metros sobre el
nivel del mar y a 200 del Ñancahuazu y detectaron ruidos de motores a lo lejos,
aunque no pudieron determinar de dónde venían exactamente.
Recién
al día siguiente, tuvieron las primeras noticias del “Loro”.
La
radio dio la noticia del arresto del Loro, herido en una pierna, sus
declaraciones son buenas hasta ahora. Según todo parece indicar, no fue herido
en la casa sino en otro lado, presumiblemente tratando de escapar5.
Por
la mañana, “Coco” y “Aniceto” partieron a explorar el arroyo y al cabo de tres
horas estuvieron de regreso para informar que algo más adelante, su curso
torcía hacia el este y viraba luego hacia el sur. El Che estaba seguro que se
trataba del Iquiri y por eso, a las 13.30 ordenó ponerse en movimiento para
caminar toda la tarde, hasta las 17.00 cuando con pesar, comprobó que estaba
errado. El curso de agua no era el que suponía pues su rumbo evolucionaba hacia
el este-nordeste y eso los alejaba de su ruta original.
El
5 de mayo alcanzaron el arroyo Congrí, que no figuraba en los mapas y recién el
6 llegaron a tierras conocidas, luego de atravesar un área de selva tupida, que
los dejó completamente exhaustos. Durante una de sus detenciones, supieron
sobre la visita de la madre del “Loro” al hospital de Camiri, así como la
situación de Debray y Bustos.
Alcanzaron
el Campamento del Oso el 7 de mayo por la mañana, agotados y hambrientos. Con
ocho latas de leche condensada, azúcar y el café que encontraron allí
prepararon un exiguo desayuno y luego se dedicaron a explorar los alrededores.
Habiendo comprobado que los mismos se hallaban despejados, a las 3 p.m. estaban
en el Campamento Central, donde abundaban las huellas de la tropa que hasta
hacía un par de días lo había ocupado.
Un soldado del Regimiento 2 de Infantería se desplaza por la selva (Fotografía: "La Razón" de Buenos Aires) |
Al día siguiente, tras un reparador desayuno a base de café, leche y algunos plátanos, el Che montó una emboscada en las antiguas trincheras y distribuyó algunos PO en los alrededores, intentando cubrir los accesos. Le entregó al “Ñato” la bazooka que guardaban en una de las cuevas y envió una patrulla hacia la Casa de Calamina, para averiguar cual era su situación y ver si era posible, recoger algunas provisiones6.
Mientras
tanto, periodistas de todos los rincones de la Tierra convergían sobre la zona
y las versiones de ayuda extranjera a Bolivia sonaban con mayor frecuencia. En
vista de ello, el comandante de la Fuerza Aérea Boliviana, general Jorge
Belmonte Ardiles, explicó a la prensa que cualquier colaboración que su país
pudiese estar recibiendo de la Argentina y Estados Unidos, se desarrollaba
dentro de los acuerdos bilaterales firmados con ambos países y que por esa
razón, la presencia de militares de esas nacionalidades, no debía sorprender a
nadie. En el mismo sentido, el 6 de mayo, el canciller Costa Méndez le aseguró
al corresponsal de “Le Monde”, Marcel Niedergang, que efectivamente Bolivia
había solicitado asistencia militar a su país, palabras que motivaron una
rectificación de su gobierno cuando en horas de la noche, el Ministerio de
Relaciones Exteriores y Culto emitió un comunicado informando que esa ayuda
databa de mucho tiempo atrás y formaba parte de los acuerdos bilaterales
establecidos oportunamente7.
Otra
cosa que estaba preocupando al Che era la falta de adhesión del campesinado.
Lejos de lo que hbía imaginado al planificar la expedición, la población no
solamente no se incorporaba a la lucha sino que, peor aún, los estaba delatando
y hasta guiaba a las fuerzas de choque para que les dieran alcance. El general
Gary Prado explica, al respecto, que las muertes de los dos guías civiles
habían calado profundamente en la población pues no solamente se trataba de
ciudadanos bolivianos abatidos por invasores extranjeros sino, todavía más
grave, lazos de parentesco y amistad unían a los habitantes de la región.
Epifanio Vargas era hijastro de Niceto Rodas, campesino de Bella Vista y Luis
Beltrán Rodas, su nieto, todos ellos integrantes de una familia muy extendida
por la región de Muyupampa. La indignación cundía entre los campesinos y esos
sentimientos quedaron de manifiesto durante el velatorio del último, en la
referida localidad.
El
Che no tuvo en cuenta ese detalle y mucho menos, la desconfianza y los
resquemores que la presencia foránea generaba en el país, especialmente la
región de Oriente, celosa guardiana del terruño y las tradiciones.
Por
entonces, como hemos dicho, regía la censura en todo el ámbito nacional y por
esa razón, la Federación Sindical de Trabajadores de Prensa elevó su voz de
protesta, solicitando y consiguiendo una entrevista con el primer mandatario
para tratar a fondo el asunto. De resultas de la misma, surgió un acuerdo que
levantó en parte la medida y permitió la cobertura de los acontecimientos,
aunque con ciertas restricciones. De ahí el comunicado que el gobierno emitió
el 26 de abril, haciendo referencia a esa medida y dando cuenta del combate en
El Mesón:
1 Unidades de la FF.AA. tuvieron ayer un
nuevo choque con facciones rojas que incursionaron en Vaca Guzmán (Muyupampa)
en la zona denominada El Mesón.
2 Como resultado de estas acciones tuvimos
que lamentar dos bajas, una de ellas un guía civil y la otra un miembro de la
Guardia Nacional de Seguridad Pública que conducía un perro policía.
3 Los subvertores dejaron dos muertos en el
campo, uno de ellos conocido por el apodo de Rubio del que se tiene información
de ser de nacionalidad cubana, el otro, posiblemente boliviano, no ha sido
identificado. Además se constató que tuvieron varios heridos.
4 En la acción se recuperaron seis caballos
que habían sido robados en la zona de Vaca Guzmán.
5 La Fuerza Aérea atacó una fracción roja en
la zona de Itimirí sin resultados evaluados.
6 La autoridad militar de Camiri informó no
haber establecido censura de prensa, sino haber pedido las credenciales de
quienes cumplen labor periodística en la zona, en vista de la proliferación de
personas que en Camiri y otros lugares de actividad subversiva se presentan
como tales. Algunos prisioneros rojos capturados en acción tratan de cubrir su
actividad antinacional, escudándose en el papel de corresponsales de prensa.
7 En la fecha se ha instruido a los
diferentes medios en sentido de que tendrán acceso irrestricto a las fuentes de
información únicamente aquellos periodistas de la prensa y la radio que
acrediten debidamente su condición de tales.
8 El Comando en Jefe lamenta que se hubiera
perjudicado la labor de la prensa al tomar medidas muy justificadas contra
elementos inescrupulosos que pretendían mimetizarse al amparo de la libertad de
prensa que impera en el país8.
De
quienes no se tenían noticias era de Joaquín y su gente. El Che esperaba
encontrarlos en el Campamento Central e incluso en el del Oso, pero no fue así.
Las radios no los mencionaban y no había rastros de su presencia por ningún
lado. Era imperioso ubicarlo porque, dividida como estaba, la fuerza
guerrillera se hallaba considerablemente debilitada y corría el riesgo de ser
aniquilada.
Notas
1 “‘Tempestad’, el
perro héroe”, Bandera en Alto
(http://banderaenalto.blogspot.com.ar/2012/03/tempestad-el-perro-heroe.html?showComment=
1458397107441#c5532437003509837834)
2 Se trata del agente
cubano Gustavo Villoldo, apodado “Doctor Eduardo González”.
3 Gregorio Selser, op.
Cit., pp. 46-47; Gary Prado, op. Cit., pp. 158-160; Luis Reque Terán, op. Cit.
Sobre la desaparición del “Loro”, el Ejército boliviano emitió un comunicado
según el cual, hallándose detenido, intentó fugarse y terminó abatido por sus guardias.
Jon Lee Anderson sostiene que fue sacado del hospital de Muyupampa, conducido a
Choreti, interrogado bajo tortura y luego fusilado para ser arrojado muerto
desde un helicóptero, en plena selva, cerca de Lagunillas. Otras versiones
sostienen que fue lanzado vivo. Al día de hoy, su cuerpo no ha sido ubicado. El
general Gary Prado dice que en su huida, desvistió a un campesino, para fugarse
disfrazado en tanto Reque Terán asegura que lo asesinó y se apoderó de sus
prendas.
4 El Che en su diario
lo llama Rayo.
5 Ernesto “Che”
Guevara, El diario del Che en Bolivia, 4 de mayo, p. 198.
6 La conformaban
“Benigno”, “Urbano”, “Leon”, “Aniceto” y “Pablito”.
7 Gregorio Selser, op.
Cit., p- 50-51.
8 Gary Prado Salmón,
op. Cit., pp. 161-162.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)