sábado, 31 de agosto de 2019

GOLPE COMANDO EN SAMAIPATA

Samaipata en la actualidad. El 6 de julio de 1967 la guerrilla dio un golpe de mano
espectacular al apoderarse de la población
“Tuma” fue enterrado a varios kilómetros del lugar donde había caído y la columna siguió su marcha hacia el norte, intentando alcanzar las rutas de abastecimiento. “Pombo” comenta que antes de referirse al compañero abatido, el Che mencionó a los bolivianos muertos, todos ellos elementos de valor y por eso pidió estrechar los lazos, dejando a un lado nacionalidades y recelos, para fortalecer el espíritu y elevar el temple, tan necesario en esos momentos.
En cuanto a su amigo “Tuma”, rememoró los días de Sierra Maestra, el avance hacia Santa Clara, el triunfo de la Revolución y la odisea del Congo. “Ha caído el primero de los que juntos comenzamos esta misión hace ya mucho más de un año”1.
Luego efectuó un análisis de los procedimientos, en especial las emboscadas, la ubicación de las posiciones, los escondites y finalizó prometiendo cursos de táctica que él mismo impartiría los días siguientes.
Para ese momento, hacía varias horas que habían liberado a los dos espías de civil (los dejaron en calzoncillos, a poco de partir) y se enteraban de la situación en Catavi.

Finalizada la ceremonia en la tumba de “Tuma”, la columna reinició la marcha bajo una intensa lluvia, buscando llegar al rancho de un tal don Lucas. La travesía les llevó buena parte del día pero finalmente dieron con ella, agotados y hambrientos.
El propietario se mostró proclive a colaborar, aún cuando su hija, aterrada, le pedía que no lo hiciera; los alojó en una de sus cabañas y les proveyó alimentos y bebidas con algo de información. El Che decidió tomar a dos peones como rehenes y guiado por el anciano, partió a la mañana siguiente con destino a Barchelón, bajo un cielo encapotado y con amenaza de nuevas precipitaciones.
La idea era alcanzar el río Piojera y acampar en una casa cercana, en la que ya habían estado anteriormente. Durante el trayecto, hicieron nuevos prisioneros, entre ellos un campesino extremadamente extrovertido, llamado Andrés Coca, con el que siguieron hasta las cabañas de Andrés Yépez primero y Nicomedes Arteaga después, éste último acompañado por sus hijos Hipólito, Juan y Renán, uno de los cuales sabía leer.
El Che no se encontraba bien; se lo veía inquieto e incluso inseguro, sobre todo con los pobladores, quienes seguían huyendo de ellos aterrorizados. Aquejado por el asma desde hacía varias horas, ordenó fotografiar a los campesinos prisioneros y dispuso permanecer en el lugar, para reponer fuerzas.
Pasó una noche espantosa, tan mala que el médico llegó a temer por él.
A la mañana siguiente, la aviación sobrevoló el lugar y una vez más, los aterrorizados pobladores abandonaron sus casas y se retiraron hacia una distante plantación de café, llevándose consigo los objetos más indispensables, aquellos que podían cargar.
Desesperado por ver a su jefe en tan malas condiciones, “Pombo” rebuscó en su mochila y al cabo de unos minutos dio con un pomo de talamonal, al que prácticamente no le quedaba nada. El médico rebajó parte de su contenido con agua destilada y se la inyectó, rogando que hiciera efecto pues era lo último que quedaba para combatir la enfermedad.
Habiendo experimentado una muy leve mejoría, la columna volvió a ponerse en marcha en dirección a la Junta, donde tenía pensado acampar. En el camino, se cruzó con Renán Yépez quien advirtió sobre la presencia de militares en El Filo, de ahí el rodeo que debió efectuar para esquivarlos.
La muerte de "Tuma" afectó profundamente al Che

Durante la travesía efectuaron varias paradas, primero en el rancho de Manuel Carrillo, luego en el paraje conocido como Alto de Palermo y finalmente en el almacén-parador de Bertha Molina, duramente castigados por una feroz tormenta de viento.
No estuvieron mucho tiempo detenidos; al llegar la noche reanudaron el avance y después de desembocar en la carretera, divisaron la casa de una anciana que presa del pánico, se negó a abrirles la puerta. Tuvieron que seguir hasta un almacén cercano y cuando su propietaria tampoco se mostró dispuesta a atenderlos, lo tomaron por asalto y se apoderaron de las cosas por la fuerza.
Era imperioso era conseguir medicamentos, de ahí la necesidad de un golpe de mano audaz porque, de no dar con ellos, la vida del comandante guerrillero corría peligro.


Mientras tenían lugar estos hechos, continuaba llegando ayuda desde el exterior.
El 1 de julio de 1967, el mismo día en que las Fuerzas Armadas bolivianas pusieron a disposición del periodismo a Regis Debray, Ciro R. Bustos y George Andrew Roth, el tren Nº 503, de veintiocho vagones descarga proveniente de Tucumán, se detuvo en la ciudad fronteriza de La Quiaca repleto de armas, municiones (incluyendo napalm), equipo y provisiones de todo tipo.
Una vez en la frontera, unos 450 metros al norte de la estación, las tropas argentinas que venían custodiándolo se apearon, inmediatamente después, la formación cruzó el límite y ya en territorio boliviano, soldados de esa nacionalidad ocuparon su lugar, para seguir hasta Camiri y Santa Cruz de la Sierra.
El vespertino “Jornada” de La Paz, fue el primero en dar la noticia aclarando, además, que era el cuarto convoy blindado que la Argentina enviaba a Bolivia con armamento y pertrechos2.
Ante el cariz que tomaban los acontecimientos, Paraguay y Brasil también se movilizaron. El general Alfredo Stroessner, presidente de la nación guaraní, anunció públicamente que si se lo requerían, su país estaba dispuesto a enviar tropas para contrarrestar el peligro subversivo pues su sola presencia representaba una seria amenaza para su régimen. Brasilia, por su parte, inició el entrenamiento de cuatro pilotos bolivianos en bases del sur del país, adiestrándolos en tácticas de lucha contrainsurgente y al mismo tiempo, puso en marcha contramedidas para seguir de manera encubierta, la evolución de los hechos.
Trenes abarrotados de armamento llegan desde la Argentina para combatir al Che

Quien puso el grito en el cielo fue el gobierno de Chile, temeroso de que el armamento fuese a engrosar el arsenal de las fuerzas del altiplano en detrimento de su seguridad, algo que sus militares, de acuerdo al comunicado que emitió la Cancillería, no estaban dispuestos a permitir. Nadie prestó atención aquella bravata y solo bastó un llamado de Washington para que todo quedase en la nada.
En cuanto a la ayuda que llegada desde la Argentina, dado que la misma parecía ir in crescendo, Henderson transmitió a su gobierno los temores que la misma le despertaba, pues con la venta de napalm, se violaban abiertamente las normas de la Convención de Ginebra y eso podía perjudicar los intereses norteamericanos en el área.

Hemos sido informados por el agregado militar de la embajada argentina de que el Ejército boliviano ha pedido a Buenos Aires poder adquirir bombas de napalm y un centenar de artefactos explosivos de fragmentación. […] Si la situación se precipitase, los bolivianos podrían sentir la tentación de utilizar semejantes armas. Estoy convencido de que no existe una acción mejor calculada para unificar a una izquierda disgregada y provocar la caída del actual gobierno. ¿Creéis que se podrá disuadir  al gobierno argentino de vender napalm a los bolivianos? […]3.

Urgido por intensificar la ayuda militar argentina, Barrientos envió a Buenos Aires a su ministro de Exteriores, teniente coronel Emilio Molina Pizarro, para que se reuniese con las autoridades del país vecino y las pusiese al tanto de la situación, así como de la insatisfacción de su gobierno con respecto a la colaboración de Estados Unidos. El funcionario boliviano, se reunió con su par, Dr. Nicanor Costa Méndez y, posiblemente lo haya hecho también con el presidente Onganía o altos jefes militares, intentando interesarlos en la evolución de la lucha y los peligros que ésta implicaba. En este punto, las versiones chocan. Adys Cupull y Froilán González aseguran que ante la situación que se estaba dando en Bolivia, Estados Unidos comenzó a crear las condiciones psicológicas necesarias para justificar una eventual intervención de sus tropas y que para ello, la estación de la CIA en La Paz fue reforzada con personal especializado, que comenzó a hacer su arribo en el mes de julio. Poco después, el coordinador para el área de operaciones militares, William Culleghan, se trasladó a Santa Cruz de la Sierra para presentarle a Zenteno Anaya ocho agentes que debían trabajar como asesores junto a él, en tanto durase la campaña. Agregan después que la embajada comenzó a presionar para que Barrientos anunciase que el Che Guevara se encontraba en el país pues ello beneficiaría los planes y terminan diciendo que la representación estadounidense en La Paz comenzó una intensa campaña de desinformación tendiente a justificar su intervención directa4.
En otro párrafo de su libro, los autores dicen que los norteamericanos estaban interesados en ello y presionaban para que los países vecinos se involucrasen directamente en la contienda, pero que las rivalidades y susceptibilidades generadas durante la Guerra del Chaco, dificultaban esa iniciativa5.
Sin embargo, los cables enviados por el Departamento de Estado a sus representantes, parecen sugerir lo contrario, en una palabra, que tal como se estaban desarrollando los hechos, no era necesaria una intervención directa de Washington en el área.

Por el momento, nuestra objeción a preparar un plan de emergencia junto a Argentina en relación a la situación de la guerrilla boliviana, se basa en la siguiente constatación: si se lleva al extremo, tal iniciativa acabará por abrir un debate sobre la posible intervención extranjera en el país andino (con o sin el consenso de La Paz). A pesar de nuestros esfuerzos, esas conversaciones podrían acabar siendo de dominio público, minando así la posición de Barrientos y creando un fuerte malestar a los gobiernos de Estados Unidos y Argentina. Consideramos que la actual situación boliviana no amenaza los intereses estadounidenses y argentinos para justificar la asunción de un riesgo semejante. […]6.

La noche del 15 de junio, el embajador Martins envió un cablegrama a Washington, alertando sobre el encuentro entre Molina Pizarro y los gobernantes argentinos y en especial, acerca del malestar boliviano con respecto a la colaboración que su país estaba brindando para combatir a la guerrilla, posiblemente una treta para justificar su solicitud de apoyo al régimen de Onganía.

Un oficial argentino nos ha comunicado que [Emilio] Molina Pizarro, el representante personal del presidente boliviano, se ha reunido con el gobierno argentino para ponerlo al día sobre la situación de la guerrilla. […] En términos secretísimos, Molina Pizarro ha informado a los argentinos de la insatisfacción boliviana con respecto a la unidad estadounidense de adiestramiento para la contraguerrilla (que se habría revelado puramente teórico). En la práctica, el personal americano no tiene experiencia bélica en Vietnam y gran parte de las enseñanzas impartidas no son aplicables a Bolivia. […]7

Esto parecen confirmar, en cierto punto, las afirmaciones del periodista Rubén Vázquez Díaz, autor del libro Bolivia a la hora del Che, citado por Cupull y González en La Cía contra el Che (p. 52), según el cual, para los estadounidenses, los bolivianos eran ladrones, vagos, indolentes y nacionalistas incurables; Barrientos era un tonto en tanto Ovando y el ministro Guzmán abusaban de la buena voluntad del gran país del norte, intrigando con todo el mundo para obtener prebendas. Y en eso parece coincidir el reportero Bernard Collier, corresponsal del “The New York Times” en La Paz cuando en un artículo que publicó a principios de julio, recalcó que “…los instructores militares estadounidenses están sorprendidos por la mala calidad y escasa motivación del Ejército boliviano y prevén que se necesitara al menos seis meses antes de que el programa de adiestramiento acelerado, junto con la ayuda de los Estados Unidos, pueda producir una fuerza antiguerrillera suficientemente preparada”8.
Nuestra aseveración de que el país andino intentaba captar las simpatías de su par argentino, argumentando en contra de los norteamericanos, queda confirmada en el telegrama que Henderson despachó el 22 de junio en horas del mediodía, desdiciendo las manifestaciones de su par en Buenos Aires, el 15 de junio.

La semana pasada, el presidente Barrientos, el general La Fuente (comandante del Ejército) y el coronel Zenteno (comandante de la Octava División) han comunicado a varios funcionarios del gobierno boliviano que están muy satisfechos con el trabajo desarrollado por la unidad estadounidense de adiestramiento para la contraguerrilla (el coronel Zenteno está al mando del área en que actualmente está siendo instruido el segundo Batallón boliviano de ranger). Casi el sesenta por ciento de los consejeros militares estadounidenses ha combatido en Vietnam, mientras que los demás han sido adiestrados en las tácticas de la contraguerrilla en la República Dominicana y en el Congo. […] Los materiales requeridos por los bolivianos no son excesivos (con excepción de las bombas de napalm). He explicado al agregado militar argentino la posición de nuestro gobierno en relación al uso de estas bombas. El responsable de nuestros instructores en Bolivia conoce al teniente coronel Molina Pizarro desde hace dos años y tiene grandes dudas sobre su integridad y sus capacidades profesionales. No está claro si las afirmaciones de Molina Pizarro [en Buenos Aires] han sido piloteadas por el gobierno boliviano. Sin embargo, parece que las mentiras sobre nuestros consejeros fueron inventadas para tratar de despertar las simpatías del único país limítrofe [Argentina] que había ya aprovisionado a Bolivia de bombas de napalm9.

¿Jugaba a dos puntas el presidente Barrientos o había dos facciones en el seno de su gobierno? Todo parece indicar que la primera afirmación es la correcta aunque no es de descartar que un sector de la FF.AA. bolivianas se inclinase hacia Washington y la CIA en tanto otro, minoritario, lo hiciese por la cercana Buenos Aires.
Lo cierto es que la desclasificación de documentos en diferentes países, ha dejado al descubierto la falsedad de las acusaciones contra Estados Unidos en cuanto a la provisión de armas prohibidas para la campaña, específicamente napalm, pues era la Argentina, aún contra la opinión de los expertos norteamericanos, quien lo estaba haciendo.


A principios del mes de julio, no era un secreto para nadie que el general Onganía, estaba dispuesto a intervenir militarmente en Bolivia, convencido de que la ayuda que su país y Estados Unidos le estaban ofreciendo Barrientos, no era suficiente.
Hasta el momento, la Argentina le había entregado a su vecina lo que muchos analistas consideran un verdadero arsenal, a saberse, cincuenta fusiles FAL de fabricación nacional10, doscientas pistolas calibre 45, treinta mil cartuchos del mismo diámetro, un centenar de bombas de napalm de 100 kilogramos, cincuenta bombas de 50 kilogramos, cinco mil cartuchos calibre 50, suministros, equipo y pertrechos, material que fue llegando en trenes blindados (hasta el momento cuatro) y transportes aéreos DC-3. Pero Buenos Aires estaba dispuesta a más pues ya había sufrido una incursión guevarista en Salta y sus servicios de inteligencia estaban al tanto de los planes del Che con respecto a su país de nacimiento.
Documentos desclasificados por las Fuerzas Armadas de Brasil en agosto de 2013, confirman esa ayuda11 así como la elaboración de otros planes para contrarrestar la amenaza subversiva.
Pero Argentina iba por más.
A poco de la llegada del último convoy blindado a Bolivia, Onganía mantuvo una reunión secreta con los altos mandos de las Fuerzas Armadas, para evaluar la posibilidad de movilizar tropas. Según el periodista Bernards Collier del “The New York Times”, el mandatario argentino respondía, a un expreso pedido de La Paz12 y al temor de que el accionar subversivo se extendiese a su territorio.
A tal punto llegaron las cosas, que enterada la Casa Blanca, el propio Lyndon B. Johnson le habría telefoneado, para solicitarle que desistiera de esa acción por ser contraproducente y muy poco táctica.
El teniente general Juan Carlos Onganía proveyó de armamento, suministros  y  equipo a las Fuerzas Armadas Bolivianas para combatir a la guerrilla guevarista

En su artículo “How the U.S. Got Che”, aparecido en la edición del mes de abril de 1969, de la revista norteamericana “True”, Andrew St. George afirma que a Washington le costó mucho esfuerzo contener a los argentinos para que no se involucrasen en una intervención unilateral directa en el vecino país, idea que comenzaron a evaluar en el mes de marzo, cuando se iniciaron las acciones13; otra prueba de que las afirmaciones de Cupull y González son incorrectas y tal vez, tendenciosas.
Si la conversación entre Johnson y Onganía existió es materia de especulación, no así los intentos norteamericanos por evitar que la Argentina interviniese directamente en el conflicto.
El 14 de julio aterrizaron en el aeropuerto de La Paz, dos cazas Mustang F-51 y cuatro North American T-28 Trojan destinados a reforzar a la Fuerza Aérea local, ello mientras circulaban versiones extraoficiales dando cuenta que el número de asesores norteamericanos en el área de operaciones ascendía a cincuenta.


En el teatro de operaciones, en tanto, la columna guevarista continuaba su desplazamiento en busca de una base donde asentarse.
Los invasores llegaron desde Peña Colorada por el sinuoso camino a Las Cuevas y al anochecer se detuvieron en pleno monte, junto a la casa de doña Julia Suárez, a metros del río y a 7 kilómetros de Samaipata, capital del Departamento de Florida.
A los combatientes el estado físico de su jefe los tenía a maltraer, su salud empeoraba y comenzaba a debilitarse rápidamente por lo que era imperioso hacer algo para evitar el desastre. Para peor, siempre movido por su característica tozudez, se negaba a que sus hombres se arriesgasen en una acción de envergadura para conseguirle medicamentos porque consideraba que haberse quedado sin ellos era su culpa.

El asalto al pueblo de Samaipata, capital de la provincia de Florida, fue propuesto por la totalidad de los compañeros que componíamos la guerrilla como único medio de adquirir las medicinas para el Che. Él se negaba rotundamente, porque consideraba que la culpa de no tener los medicamentos era de él y no era justo que otros compañeros arriesgaran su vida para conseguirlas. Hubo que discutir mucho para convencerlo, finalmente aceptó cuando explicamos que también era muy necesario conseguir medicinas para el resto de los guerrilleros14.

Con el visto bueno del comandante, se organizó un grupo comando a las órdenes de “Papi”, integrado por “Coco”, “Pachungo”, Aniceto, “Julio” y el “Chino” (varios componentes se habían ofrecido como voluntarios para integrarlo pero finalmente se escogió a los mencionados) y luego de revisar el armamento y alistar el equipo, se dirigieron a la carretera con la intención de detener algún vehículo en el cual poder desplazarse hasta Samaipata.
En uno de esos malos documentales que la televisión norteamericana elabora a los apurones para llenar espacios en programas como “Discovery Channel” o “History Channel”, los autores del guión, aún influenciados por la propaganda gubernamental de los años sesenta (pese a que el mismo fue elaborado en los noventa), recurren a muletillas tales como “luego de los incipientes triunfos iniciales, la guerrilla solo se limitó a llevar a cabo acciones para conseguir medicamentos para su jefe”, como si la campaña se hubiera circunscripto solamente a asaltar boticas y farmacias o “Guevara procedía en consecuencia acomplejado por su baja estatura” (¿?), aún cuando se sabe que el Che era un individuo de altura normal, cuyas medidas oscilaban entre el 1,75 y 1,76 metros, ello en su trasnochado intento por minimizar la acción de Samaipata y reducirla solo a una simple escaramuza de escasos resultados15.
En verdad, el asalto a Samaipata, el 6 de julio de 1967, fue un golpe de mano espectacular, que volvió a demostrar las capacidades de la guerrilla, aún en su desesperante situación y la falta de experiencia de los mandos militares locales, incapaces de dar con ella y aniquilarla.
El pelotón de “Papi” se puso en marcha a las 18.30 y al cabo de veinte o treinta minutos, desembocó en la carretera. A punta de fusil, detuvo un primer camión que venía de Santa Cruz de la Sierra cargado de azúcar. Obligaron al chofer a descender y cuando lo estaban interrogando, llegó un segundo vehículo y detrás de éste, otros dos de características similares. Fueron todos forzados a detenerse y cuando uno de ellos intentó huir, “Coco” le disparó una ráfaga a los neumáticos y lo dejó ahí parado, con el conductor temblando en su interior.
Los guerrilleros detienen un camión
Una mujer gritaba aterrada en el segundo camión, temerosa de la integridad de su hija y el resto aguardaba expectante; los guerrilleros le ordenaron callarse en tanto sacaban a los empellones al chofer que había intentado huir.
Dejaron a los camiones atascados en el camino y a las 23.23 abordaron el primero para dirigirse a Samaipata, resueltos a matar o morir.
Entraron por el este, directo hacia la terminal de ómnibus, donde varios parroquianos bebían, algunos aguardando la llegada del transporte, otros matando el tiempo luego de sus faenas.
Los guerrilleros tomaron prisioneros a todos, luego pidieron bebidas y para calmar a los presentes, le ordenaron al administrador que les sirviera también a ellos. Mientras calmaban su sed y adquirían algunas prendas, uno de los clientes, le preguntó a “Pachungo” si era argentino.

-Sí –le respondió intentando simular la tonada rioplatense y para confundir agregó- pero de La Paz.

Los guerrilleros conversaban con los parroquianos cuando se presentaron dos agentes de la Guardia de Seguridad Pública, a quienes desarmaron y tomaron de rehenes. Poco después, hizo lo propio el teniente Juan Vicaflor, jefe del destacamento militar acantonado en la localidad (RI13) a quien encañonaron con sus armas y desarmaron a la vista de todos.
“Papi” ordenó apresurar los tragos y dispuso tomar por asalto la botica y saquear el hospital pero antes, debía apoderarse del puesto militar, para asegurar sus movimientos. Dejó al “Chino”, “Julio” y Aniceto vigilando a los prisioneros y a bordo de una camioneta de la Gulf Oil que se hallaba estacionada afuera, partió con “Pachungo” al volante, dirigiéndose directamente a la escuela, distante unas tres cuadras, llevando a Vicaflor como rehén.
En el mencionado establecimiento se encontraba acantonada la sección del Regimiento de Infantería 13, que comandaba el oficial secuestrado, diez efectivos desprevenidos, ignorantes de que un pelotón subversivo se había apoderado de la localidad.
Al llegar a la segunda esquina “Pachungo” se detuvo y junto a sus compañeros y el prisionero, cubrió la cuadra y media que lo separaba del edificio.
Una vez frente a la unidad, los guerrilleros forzaron al teniente a dar la contraseña y cuando desde adentro entreabrieron la puerta, entraron como una tromba con “Papi” y “Pachungo” disparando en todas direcciones y “Coco” detrás, con Vicaflor prácticamente a la rastra.
Los reclutas no tuvieron tiempo de nada; los que dormían se quedaron en sus camas y los que se encontraban despiertos alzaron las manos, salvo el soldado José Verazaín Llanos, que se arrojó detrás de unos tanques de agua y abrió fuego contra “Coco”.
Al ver ese movimiento, “Papi” empujó a su compañero con violencia, evitando que los proyectiles lo alcanzasen. Perfectamente entrenado para ese tipo se situaciones, “Pachungo” arrojó una granada, matando a Verazaín de manera instantánea.
Los guerrilleros tomaron prisioneros a los nueve efectivos restantes, entre ellos un sargento, un cabo y un recluta herido y se apoderaron de cinco Mauser, una ametralladora liviana Brno, una bazooka, un equipo de campaña y un mapa donde figuraban las rutas que habían seguido desde su entrada al territorio de la VIII División. Cargaron todo en la camioneta y llevándose consigo a los soldados, se dirigieron primero a la botica-almacén y luego al hospital.
Al parecer, hubo un contacto telefónico con la alcaldía local porque el subprefecto salió a la calle, provisto de un megáfono, para alertar a la población de que iban a ser atacados. Gary Prado parece confirmarlo cuando explica que la misma fue pasada cerca de las 20.00 y de manera inmediata, retransmitida al comando de la Agrupación Táctica de Infantería (ATI), en Vallegrande, pero a falta de equipos de radio, la misma no llegó al destacamento local, de ahí que fuera tomado por sorpresa. Aún así, alguien logró alertar a las autoridades, de ahí que el subprefecto intentase organizar grupos armados para resistir la incursión.
Guillermo Espinoza, joven zapatero de 28 años de edad, se asomó a la calle para ver que sucedía y fue entonces cuando vio al funcionario instando a la gente a armarse y combatir:

-¡Samaipateños, bandoleros vienen a invadirnos –gritó- defendamos el pueblo, saquen sus machetes, sus escopetas! – pero nadie acudió al llamado16.

Gary Prado intenta minimizar la acción cuando afirma que los subversivos actuaron atolondradamente y no lograron su objetivo principal, es decir, hacerse de los medicamentos que el Che tanto necesitaba. Aún así, la incursión tuvo sus efectos y repercutió en los medios con inusitada espectacularidad.

Pese a tener bajo control la población y la tropa, la tensión del momento, lo reducido de sus efectivos y la posibilidad de la presencia de otras tropas en las proximidades, hace que los guerrilleros actúen un poco atolondrados, apresurando su selección de víveres y cometiendo algunos errores. Después de cancelar el valor de lo adquirido, se embarcan en la camioneta y salen a la carretera dirigiéndose hacia Santa Cruz [de la Sierra], para retornar a Las Cuevas, donde los esperaba el resto del grupo. A un par de kilómetros de Samaipata dejan al teniente Vacaflor y al sargento, después de quitarles los documentos, zapatos y dinero, y se pierden en la noche17.

Prado reconoce que en el aspecto militar, la operación tuvo efectos importantes porque por centésima vez puso al desnudo la fragilidad del dispositivo militar, “…la poca efectividad de los pequeños puestos militares escalonados sobre la carretera y en otras poblaciones”18. Admite también la incidencia que tuvo en el elemento civil, pero le resta mérito a sus réditos pues como se ha dicho, no consiguió los medicamentos que el Che necesitaba y en su retirada, señaló sin proponérselo, la ruta de escape, permitiéndole al EM divisional aligerar su control sobre la carretera de Cochabamba y movilizar sus fuerzas hacia otros sectores.
Los guerrilleros evacuaron la población en la camioneta, sabiendo que su operación no había alcanzado el éxito esperado aun cuando llevaban consigo alimentos, suministros y otras medicinas19.
Dos kilómetros fuera de Samaipata se detuvieron para liberar a Vicaflor y su sargento, despojándolos previamente de su documentación, su calzado y su dinero y luego siguieron hacia Las Cuevas, donde aguardaba el grueso de la columna.
Cuando llegaron, el comandante yacía recostado en un camastro, con gesto adusto, aunque impartiendo instrucciones. Al referir la operación en su diario, pondrá especial énfasis en la debilidad del “Chino” al dejar todo en manos de “Pachungo” y al fracaso de no haber obtenido sus medicinas aunque celebraba haber obtenido otros, muy necesarios para la campaña.
El médico preparó una pócima, rebajando con agua destilada lo poco del talamonal que quedaba en el pomo y de esa manera, logró aliviar en parte el malestar que aquejaba a su jefe.
Efectuado un análisis del material capturado, específicamente el mapa tomado al RI16, pudieron comprobar, no sin asombro, que los militares conocían su ruta y hasta sus vías de escape aún antes de su acción sobre Samaipata, pero no habían adoptado las medidas correspondientes.
Cuando los relojes señalaban las 2 a.m., se pusieron en marcha hacia el sur, dejando atrás el rancho de la atribulada campesina y muchas dudas. Intentaban alcanzar Piray, por el camino de El Filo, pero los campesinos de la zona les advirtieron sobre la presencia enemiga en Los Ajos y San Juan. Eso los obligó a avanzar con mucha prudencia en dirección al río, aún cuando el Che estaba seguro que aquellos hombres mentían y a evitar el contacto con los pobladores, al menos por un tiempo.
Al amanecer, la reserva de la Compañía “Trinidad”, que aguardaba en Santa Cruz de la Sierra, recibió la orden de abordar los camiones militares que estacionados en el patio de la División y poco después partió rumbo a Samaipata, para reforzar a la vapuleada gente de Vicaflor, que aún se hallaba bajo los efectos de la incursión guevarista.
Se detuvo en el Alto de Palermo, a 17 kilómetros de localidad y se organizó en varias patrullas para relevar el terreno. De resultas de esa acción, se pudo comprobar que el área desde aquel punto hasta la carretera Cochabamba-Santa Cruz de la Sierra estaba despejada, lo mismo las inmediaciones de Quirusillas, localidad de mil doscientos habitantes, ubicada a 166 kilómetros de la cabecera del departamento y 36 de Samaipata, a la que arribaron el 12 de julio, para rastrillar los alrededores.
No habiendo establecido contacto con el enemigo, recibió la orden de replegarse, en espera de nuevas órdenes.



Notas
1 Harry Villegas (Pombo), op. Cit., p. 153.
2 Adys Cupull y Froilán González, op. Cit., p. 49; Gregorio Selser, op. Cit., p. 55 (cita al periódico paceño “Jornada”.
3 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., pp. 85-86 (Telegrama enviado al Departamento de Estado por el embajador Henderson, La Paz, confidencial, 12 de junio de 1967, 22:15 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1523, fascículo Def Bol/ I.I.67.)
4 Adys Cupull, Froilán González, op. Cit., p. 53.
5 Ídem, p. 50.
6 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., pp. 106-107 (Telegrama enviado por el Departamento de Estado a la embajada estadounidense en Buenos Aires, secreto, 25 de julio de 1967, 20:30 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1523, fascículo Def Bol/ I.I.67.)
7 Ídem, p. 86 (Telegrama enviado al Departamento de Estado por el embajador Henderson, La Paz, confidencial, 15 de junio de 1967, 20:15 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1523, fascículo Def Bol/ I.I.67.)
8 Ídem, p. 93 (Telegrama enviado por el Departamento de Estado a la embajada estadounidense en La Paz, confidencial, 9 de julio de 1967, 15:11 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
9 Ídem, pp. 86-87 (Telegrama enviado al Departamento de Estado por la embajada estadounidense en Buenos Aires, secreto, 15 de junio de 1967, 20:15 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1523, fascículo Def Bol/ I.I.67.)
10 FAL: Fusil Automático Liviano.
11 “La Capital”, Rosario, lunes 12 de agosto de 2013, Información General.
12 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit. p. 93 (Telegrama enviado por el Departamento de Estado a la embajada estadounidense en La Paz, confidencial, 9 de julio de 1967, 15:11 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
13 Andrew St. George, “How the U.S. Got Che”, en “True”, april 1969.
14 Harry Villegas (Pombo), op. Cit., p. 159.
15 De haber sido el Che norteamericano o inglés, no sólo se habrían rodado centenares de películas y documentales exaltando su valor y temeridad y demostrando una fortaleza aún superior a sus posibilidades sino que, incluso, se hubieran magnificado los hechos hasta convertirlo en un superhéroe al estilo Rambo o Arnold Schwarzenegger.
16 Reginaldo Ustariz Arze, Che Guevara: Vida, muerte y resurrección de un mito, Nowtilus, Madrid, 2008, p. 272.
17 Gary Prado Salmón, op. Cit., p. 220.
18 Ídem, p. 221.
19 El gobierno había dispuesto retirar toda la medicación contra el asma de las droguerías del área, así como cortar su suministro, para privar al Che de tan preciado elemento.

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