GOLPE COMANDO EN SAMAIPATA
Samaipata en la actualidad. El 6 de julio de 1967 la guerrilla dio un golpe de mano espectacular al apoderarse de la población |
“Tuma”
fue enterrado a varios kilómetros del lugar donde había caído y la columna
siguió su marcha hacia el norte, intentando alcanzar las rutas de
abastecimiento. “Pombo” comenta que antes de referirse al compañero abatido, el
Che mencionó a los bolivianos muertos, todos ellos elementos de valor y por eso
pidió estrechar los lazos, dejando a un lado nacionalidades y recelos, para
fortalecer el espíritu y elevar el temple, tan necesario en esos momentos.
En
cuanto a su amigo “Tuma”, rememoró los días de Sierra Maestra, el avance hacia
Santa Clara, el triunfo de la Revolución y la odisea del Congo. “Ha caído el primero de los que juntos
comenzamos esta misión hace ya mucho más de un año”1.
Luego
efectuó un análisis de los procedimientos, en especial las emboscadas, la
ubicación de las posiciones, los escondites y finalizó prometiendo cursos de
táctica que él mismo impartiría los días siguientes.
Para
ese momento, hacía varias horas que habían liberado a los dos espías de civil
(los dejaron en calzoncillos, a poco de partir) y se enteraban de la situación
en Catavi.
Finalizada
la ceremonia en la tumba de “Tuma”, la columna reinició la marcha bajo una
intensa lluvia, buscando llegar al rancho de un tal don Lucas. La travesía les
llevó buena parte del día pero finalmente dieron con ella, agotados y
hambrientos.
El
propietario se mostró proclive a colaborar, aún cuando su hija, aterrada, le
pedía que no lo hiciera; los alojó en una de sus cabañas y les proveyó alimentos
y bebidas con algo de información. El Che decidió tomar a dos peones como
rehenes y guiado por el anciano, partió a la mañana siguiente con destino a
Barchelón, bajo un cielo encapotado y con amenaza de nuevas precipitaciones.
La
idea era alcanzar el río Piojera y acampar en una casa cercana, en la que ya
habían estado anteriormente. Durante el trayecto, hicieron nuevos prisioneros,
entre ellos un campesino extremadamente extrovertido, llamado Andrés Coca, con
el que siguieron hasta las cabañas de Andrés Yépez primero y Nicomedes Arteaga
después, éste último acompañado por sus hijos Hipólito, Juan y Renán, uno de
los cuales sabía leer.
El
Che no se encontraba bien; se lo veía inquieto e incluso inseguro, sobre todo
con los pobladores, quienes seguían huyendo de ellos aterrorizados. Aquejado
por el asma desde hacía varias horas, ordenó fotografiar a los campesinos
prisioneros y dispuso permanecer en el lugar, para reponer fuerzas.
Pasó
una noche espantosa, tan mala que el médico llegó a temer por él.
A
la mañana siguiente, la aviación sobrevoló el lugar y una vez más, los
aterrorizados pobladores abandonaron sus casas y se retiraron hacia una
distante plantación de café, llevándose consigo los objetos más indispensables,
aquellos que podían cargar.
Desesperado
por ver a su jefe en tan malas condiciones, “Pombo” rebuscó en su mochila y al
cabo de unos minutos dio con un pomo de talamonal, al que prácticamente no le
quedaba nada. El médico rebajó parte de su contenido con agua destilada y se la
inyectó, rogando que hiciera efecto pues era lo último que quedaba para
combatir la enfermedad.
Habiendo
experimentado una muy leve mejoría, la columna volvió a ponerse en marcha en
dirección a la Junta, donde tenía pensado acampar. En el camino, se cruzó con
Renán Yépez quien advirtió sobre la presencia de militares en El Filo, de ahí
el rodeo que debió efectuar para esquivarlos.
Durante la travesía efectuaron varias paradas, primero en el rancho de Manuel Carrillo, luego en el paraje conocido como Alto de Palermo y finalmente en el almacén-parador de Bertha Molina, duramente castigados por una feroz tormenta de viento.
La muerte de "Tuma" afectó profundamente al Che |
Durante la travesía efectuaron varias paradas, primero en el rancho de Manuel Carrillo, luego en el paraje conocido como Alto de Palermo y finalmente en el almacén-parador de Bertha Molina, duramente castigados por una feroz tormenta de viento.
No
estuvieron mucho tiempo detenidos; al llegar la noche reanudaron el avance y
después de desembocar en la carretera, divisaron la casa de una anciana que
presa del pánico, se negó a abrirles la puerta. Tuvieron que seguir hasta un
almacén cercano y cuando su propietaria tampoco se mostró dispuesta a
atenderlos, lo tomaron por asalto y se apoderaron de las cosas por la fuerza.
Era
imperioso era conseguir medicamentos, de ahí la necesidad de un golpe de mano
audaz porque, de no dar con ellos, la vida del comandante guerrillero corría
peligro.
Mientras
tenían lugar estos hechos, continuaba llegando ayuda desde el exterior.
El
1 de julio de 1967, el mismo día en que las Fuerzas Armadas bolivianas pusieron
a disposición del periodismo a Regis Debray, Ciro R. Bustos y George Andrew
Roth, el tren Nº 503, de veintiocho vagones descarga proveniente de Tucumán, se
detuvo en la ciudad fronteriza de La Quiaca repleto de armas, municiones
(incluyendo napalm), equipo y provisiones de todo tipo.
Una
vez en la frontera, unos 450 metros al norte de la estación, las tropas
argentinas que venían custodiándolo se apearon, inmediatamente después, la
formación cruzó el límite y ya en territorio boliviano, soldados de esa
nacionalidad ocuparon su lugar, para seguir hasta Camiri y Santa Cruz de la
Sierra.
El
vespertino “Jornada” de La Paz, fue el primero en dar la noticia aclarando,
además, que era el cuarto convoy blindado que la Argentina enviaba a Bolivia
con armamento y pertrechos2.
Ante
el cariz que tomaban los acontecimientos, Paraguay y Brasil también se
movilizaron. El general Alfredo Stroessner, presidente de la nación guaraní,
anunció públicamente que si se lo requerían, su país estaba dispuesto a enviar
tropas para contrarrestar el peligro subversivo pues su sola presencia
representaba una seria amenaza para su régimen. Brasilia, por su parte, inició
el entrenamiento de cuatro pilotos bolivianos en bases del sur del país,
adiestrándolos en tácticas de lucha contrainsurgente y al mismo tiempo, puso en
marcha contramedidas para seguir de manera encubierta, la evolución de los
hechos.
Quien puso el grito en el cielo fue el gobierno de Chile, temeroso de que el armamento fuese a engrosar el arsenal de las fuerzas del altiplano en detrimento de su seguridad, algo que sus militares, de acuerdo al comunicado que emitió la Cancillería, no estaban dispuestos a permitir. Nadie prestó atención aquella bravata y solo bastó un llamado de Washington para que todo quedase en la nada.
Trenes abarrotados de armamento llegan desde la Argentina para combatir al Che |
Quien puso el grito en el cielo fue el gobierno de Chile, temeroso de que el armamento fuese a engrosar el arsenal de las fuerzas del altiplano en detrimento de su seguridad, algo que sus militares, de acuerdo al comunicado que emitió la Cancillería, no estaban dispuestos a permitir. Nadie prestó atención aquella bravata y solo bastó un llamado de Washington para que todo quedase en la nada.
En
cuanto a la ayuda que llegada desde la Argentina, dado que la misma parecía ir
in crescendo, Henderson transmitió a su gobierno los temores que la misma le
despertaba, pues con la venta de napalm, se violaban abiertamente las normas de
la Convención de Ginebra y eso podía perjudicar los intereses norteamericanos
en el área.
Hemos
sido informados por el agregado militar de la embajada argentina de que el
Ejército boliviano ha pedido a Buenos Aires poder adquirir bombas de napalm y
un centenar de artefactos explosivos de fragmentación. […] Si la situación se
precipitase, los bolivianos podrían sentir la tentación de utilizar semejantes
armas. Estoy convencido de que no existe una acción mejor calculada para
unificar a una izquierda disgregada y provocar la caída del actual gobierno.
¿Creéis que se podrá disuadir al
gobierno argentino de vender napalm a los bolivianos? […]3.
Urgido
por intensificar la ayuda militar argentina, Barrientos envió a Buenos Aires a
su ministro de Exteriores, teniente coronel Emilio Molina Pizarro, para que se
reuniese con las autoridades del país vecino y las pusiese al tanto de la
situación, así como de la insatisfacción de su gobierno con respecto a la
colaboración de Estados Unidos. El funcionario boliviano, se reunió con su par,
Dr. Nicanor Costa Méndez y, posiblemente lo haya hecho también con el
presidente Onganía o altos jefes militares, intentando interesarlos en la
evolución de la lucha y los peligros que ésta implicaba.
En
este punto, las versiones chocan. Adys Cupull y Froilán González aseguran que
ante la situación que se estaba dando en Bolivia, Estados Unidos comenzó a
crear las condiciones psicológicas necesarias para justificar una eventual
intervención de sus tropas y que para ello, la estación de la CIA en La Paz fue
reforzada con personal especializado, que comenzó a hacer su arribo en el mes
de julio. Poco después, el coordinador para el área de operaciones militares,
William Culleghan, se trasladó a Santa Cruz de la Sierra para presentarle a
Zenteno Anaya ocho agentes que debían trabajar como asesores junto a él, en
tanto durase la campaña. Agregan después que la embajada comenzó a presionar
para que Barrientos anunciase que el Che Guevara se encontraba en el país pues
ello beneficiaría los planes y terminan diciendo que la representación
estadounidense en La Paz comenzó una intensa campaña de desinformación
tendiente a justificar su intervención directa4.
En
otro párrafo de su libro, los autores dicen que los norteamericanos estaban
interesados en ello y presionaban para que los países vecinos se involucrasen
directamente en la contienda, pero que las rivalidades y susceptibilidades
generadas durante la Guerra del Chaco, dificultaban esa iniciativa5.
Sin
embargo, los cables enviados por el Departamento de Estado a sus
representantes, parecen sugerir lo contrario, en una palabra, que tal como se
estaban desarrollando los hechos, no era necesaria una intervención directa de
Washington en el área.
Por
el momento, nuestra objeción a preparar un plan de emergencia junto a Argentina
en relación a la situación de la guerrilla boliviana, se basa en la siguiente
constatación: si se lleva al extremo, tal iniciativa acabará por abrir un
debate sobre la posible intervención extranjera en el país andino (con o sin el
consenso de La Paz). A pesar de nuestros esfuerzos, esas conversaciones podrían
acabar siendo de dominio público, minando así la posición de Barrientos y
creando un fuerte malestar a los gobiernos de Estados Unidos y Argentina.
Consideramos que la actual situación boliviana no amenaza los intereses
estadounidenses y argentinos para justificar la asunción de un riesgo
semejante. […]6.
La
noche del 15 de junio, el embajador Martins envió un cablegrama a Washington,
alertando sobre el encuentro entre Molina Pizarro y los gobernantes argentinos
y en especial, acerca del malestar boliviano con respecto a la colaboración que
su país estaba brindando para combatir a la guerrilla, posiblemente una treta
para justificar su solicitud de apoyo al régimen de Onganía.
Un
oficial argentino nos ha comunicado que [Emilio]
Molina Pizarro, el representante personal del presidente boliviano, se ha reunido
con el gobierno argentino para ponerlo al día sobre la situación de la
guerrilla. […] En términos secretísimos, Molina Pizarro ha informado a los
argentinos de la insatisfacción boliviana con respecto a la unidad
estadounidense de adiestramiento para la contraguerrilla (que se habría
revelado puramente teórico). En la práctica, el personal americano no tiene
experiencia bélica en Vietnam y gran parte de las enseñanzas impartidas no son
aplicables a Bolivia. […]7
Esto
parecen confirmar, en cierto punto, las afirmaciones del periodista Rubén
Vázquez Díaz, autor del libro Bolivia a
la hora del Che, citado por Cupull y González en La Cía contra el Che (p. 52), según el cual, para los
estadounidenses, los bolivianos eran ladrones, vagos, indolentes y nacionalistas
incurables; Barrientos era un tonto en tanto Ovando y el ministro Guzmán
abusaban de la buena voluntad del gran país del norte, intrigando con todo el
mundo para obtener prebendas. Y en eso parece coincidir el reportero Bernard
Collier, corresponsal del “The New York Times” en La Paz cuando en un artículo
que publicó a principios de julio, recalcó que “…los instructores militares estadounidenses están sorprendidos por la
mala calidad y escasa motivación del Ejército boliviano y prevén que se
necesitara al menos seis meses antes de que el programa de adiestramiento acelerado,
junto con la ayuda de los Estados Unidos, pueda producir una fuerza
antiguerrillera suficientemente preparada”8.
Nuestra
aseveración de que el país andino intentaba captar las simpatías de su par
argentino, argumentando en contra de los norteamericanos, queda confirmada en
el telegrama que Henderson despachó el 22 de junio en horas del mediodía,
desdiciendo las manifestaciones de su par en Buenos Aires, el 15 de junio.
La
semana pasada, el presidente Barrientos, el general La Fuente (comandante del Ejército)
y el coronel Zenteno (comandante de la Octava División) han comunicado a varios
funcionarios del gobierno boliviano que están muy satisfechos con el trabajo desarrollado
por la unidad estadounidense de adiestramiento para la contraguerrilla (el coronel
Zenteno está al mando del área en que actualmente está siendo instruido el
segundo Batallón boliviano de ranger).
Casi el sesenta por ciento de los consejeros militares estadounidenses ha
combatido en Vietnam, mientras que los demás han sido adiestrados en las
tácticas de la contraguerrilla en la República Dominicana y en el Congo. […]
Los materiales requeridos por los bolivianos no son excesivos (con excepción de
las bombas de napalm). He explicado al agregado militar argentino la posición
de nuestro gobierno en relación al uso de estas bombas. El responsable de
nuestros instructores en Bolivia conoce al teniente coronel Molina Pizarro
desde hace dos años y tiene grandes dudas sobre su integridad y sus capacidades
profesionales. No está claro si las afirmaciones de Molina Pizarro [en Buenos
Aires] han sido piloteadas por el gobierno boliviano. Sin embargo, parece que
las mentiras sobre nuestros consejeros fueron inventadas para tratar de
despertar las simpatías del único país limítrofe [Argentina] que había ya
aprovisionado a Bolivia de bombas de napalm9.
¿Jugaba
a dos puntas el presidente Barrientos o había dos facciones en el seno de su
gobierno? Todo parece indicar que la primera afirmación es la correcta aunque
no es de descartar que un sector de la FF.AA. bolivianas se inclinase hacia
Washington y la CIA en tanto otro, minoritario, lo hiciese por la cercana
Buenos Aires.
Lo
cierto es que la desclasificación de documentos en diferentes países, ha dejado
al descubierto la falsedad de las acusaciones contra Estados Unidos en cuanto a
la provisión de armas prohibidas para la campaña, específicamente napalm, pues
era la Argentina, aún contra la opinión de los expertos norteamericanos, quien
lo estaba haciendo.
A
principios del mes de julio, no era un secreto para nadie que el general
Onganía, estaba dispuesto a intervenir militarmente en Bolivia, convencido de
que la ayuda que su país y Estados Unidos le estaban ofreciendo Barrientos, no
era suficiente.
Hasta
el momento, la Argentina le había entregado a su vecina lo que muchos analistas
consideran un verdadero arsenal, a saberse, cincuenta fusiles FAL de
fabricación nacional10, doscientas pistolas calibre 45, treinta mil
cartuchos del mismo diámetro, un centenar de bombas de napalm de 100
kilogramos, cincuenta bombas de 50 kilogramos, cinco mil cartuchos calibre 50,
suministros, equipo y pertrechos, material que fue llegando en trenes blindados
(hasta el momento cuatro) y transportes aéreos DC-3. Pero Buenos Aires estaba dispuesta a más pues
ya había sufrido una incursión guevarista en Salta y sus servicios de
inteligencia estaban al tanto de los planes del Che con respecto a su país de
nacimiento.
Documentos desclasificados por las
Fuerzas Armadas de Brasil en agosto de 2013, confirman esa ayuda11
así como la elaboración de otros planes para contrarrestar la amenaza
subversiva.
Pero Argentina iba por más.
A poco de la llegada del último convoy
blindado a Bolivia, Onganía mantuvo una reunión secreta con los altos mandos de
las Fuerzas Armadas, para evaluar la posibilidad de movilizar tropas. Según el
periodista Bernards Collier del “The New York Times”, el mandatario argentino
respondía, a un expreso pedido de La Paz12 y al temor de que el
accionar subversivo se extendiese a su territorio.
A
tal punto llegaron las cosas, que enterada la Casa Blanca, el propio Lyndon B.
Johnson le habría telefoneado, para solicitarle que desistiera de esa acción
por ser contraproducente y muy poco táctica.
En su artículo “How the U.S. Got Che”, aparecido en la edición del mes de abril de 1969, de la revista norteamericana “True”, Andrew St. George afirma que a Washington le costó mucho esfuerzo contener a los argentinos para que no se involucrasen en una intervención unilateral directa en el vecino país, idea que comenzaron a evaluar en el mes de marzo, cuando se iniciaron las acciones13; otra prueba de que las afirmaciones de Cupull y González son incorrectas y tal vez, tendenciosas.
El teniente general Juan Carlos Onganía proveyó de armamento, suministros y equipo a las Fuerzas Armadas Bolivianas para combatir a la guerrilla guevarista |
En su artículo “How the U.S. Got Che”, aparecido en la edición del mes de abril de 1969, de la revista norteamericana “True”, Andrew St. George afirma que a Washington le costó mucho esfuerzo contener a los argentinos para que no se involucrasen en una intervención unilateral directa en el vecino país, idea que comenzaron a evaluar en el mes de marzo, cuando se iniciaron las acciones13; otra prueba de que las afirmaciones de Cupull y González son incorrectas y tal vez, tendenciosas.
Si
la conversación entre Johnson y Onganía existió es materia de especulación, no
así los intentos norteamericanos por evitar que la Argentina interviniese
directamente en el conflicto.
El
14 de julio aterrizaron en el aeropuerto de La Paz, dos cazas Mustang F-51 y
cuatro North American T-28 Trojan destinados a reforzar a la Fuerza Aérea
local, ello mientras circulaban versiones extraoficiales dando cuenta que el
número de asesores norteamericanos en el área de operaciones ascendía a
cincuenta.
En
el teatro de operaciones, en tanto, la columna guevarista continuaba su desplazamiento
en busca de una base donde asentarse.
Los
invasores llegaron desde Peña Colorada por el sinuoso camino a Las Cuevas y al
anochecer se detuvieron en pleno monte, junto a la casa de doña Julia Suárez, a
metros del río y a 7 kilómetros de Samaipata, capital del Departamento de
Florida.
A
los combatientes el estado físico de su jefe los tenía a maltraer, su salud
empeoraba y comenzaba a debilitarse rápidamente por lo que era imperioso hacer
algo para evitar el desastre. Para peor, siempre movido por su característica
tozudez, se negaba a que sus hombres se arriesgasen en una acción de
envergadura para conseguirle medicamentos porque consideraba que haberse
quedado sin ellos era su culpa.
El
asalto al pueblo de Samaipata, capital de la provincia de Florida, fue
propuesto por la totalidad de los compañeros que componíamos la guerrilla como
único medio de adquirir las medicinas para el Che. Él se negaba rotundamente,
porque consideraba que la culpa de no tener los medicamentos era de él y no era
justo que otros compañeros arriesgaran su vida para conseguirlas. Hubo que
discutir mucho para convencerlo, finalmente aceptó cuando explicamos que
también era muy necesario conseguir medicinas para el resto de los guerrilleros14.
Con
el visto bueno del comandante, se organizó un grupo comando a las órdenes de
“Papi”, integrado por “Coco”, “Pachungo”, Aniceto, “Julio” y el “Chino” (varios
componentes se habían ofrecido como voluntarios para integrarlo pero finalmente
se escogió a los mencionados) y luego de revisar el armamento y alistar el
equipo, se dirigieron a la carretera con la intención de detener algún vehículo
en el cual poder desplazarse hasta Samaipata.
En
uno de esos malos documentales que la televisión norteamericana elabora a los
apurones para llenar espacios en programas como “Discovery Channel” o “History
Channel”, los autores del guión, aún influenciados por la propaganda
gubernamental de los años sesenta (pese a que el mismo fue elaborado en los
noventa), recurren a muletillas tales como “luego
de los incipientes triunfos iniciales, la guerrilla solo se limitó a llevar a
cabo acciones para conseguir medicamentos para su jefe”, como si la campaña
se hubiera circunscripto solamente a asaltar boticas y farmacias o “Guevara procedía en consecuencia acomplejado
por su baja estatura” (¿?), aún cuando se sabe que el Che era un individuo
de altura normal, cuyas medidas oscilaban entre el 1,75 y 1,76 metros, ello en
su trasnochado intento por minimizar la acción de Samaipata y reducirla solo a
una simple escaramuza de escasos resultados15.
En
verdad, el asalto a Samaipata, el 6 de julio de 1967, fue un golpe de mano
espectacular, que volvió a demostrar las capacidades de la guerrilla, aún en su
desesperante situación y la falta de experiencia de los mandos militares
locales, incapaces de dar con ella y aniquilarla.
El
pelotón de “Papi” se puso en marcha a las 18.30 y al cabo de veinte o treinta
minutos, desembocó en la carretera. A punta de fusil, detuvo un primer camión
que venía de Santa Cruz de la Sierra cargado de azúcar. Obligaron al chofer a
descender y cuando lo estaban interrogando, llegó un segundo vehículo y detrás
de éste, otros dos de características similares. Fueron todos forzados a
detenerse y cuando uno de ellos intentó huir, “Coco” le disparó una ráfaga a
los neumáticos y lo dejó ahí parado, con el conductor temblando en su interior.
Los guerrilleros detienen un camión |
Dejaron
a los camiones atascados en el camino y a las 23.23 abordaron el primero para
dirigirse a Samaipata, resueltos a matar o morir.
Entraron
por el este, directo hacia la terminal de ómnibus, donde varios parroquianos
bebían, algunos aguardando la llegada del transporte, otros matando el tiempo
luego de sus faenas.
Los
guerrilleros tomaron prisioneros a todos, luego pidieron bebidas y para calmar
a los presentes, le ordenaron al administrador que les sirviera también a
ellos. Mientras calmaban su sed y adquirían algunas prendas, uno de los
clientes, le preguntó a “Pachungo” si era argentino.
-Sí
–le respondió intentando simular la tonada rioplatense y para confundir agregó-
pero de La Paz.
Los
guerrilleros conversaban con los parroquianos cuando se presentaron dos agentes
de la Guardia de Seguridad Pública, a quienes desarmaron y tomaron de rehenes. Poco
después, hizo lo propio el teniente Juan Vicaflor, jefe del destacamento
militar acantonado en la localidad (RI13) a quien encañonaron con sus armas y
desarmaron a la vista de todos.
“Papi”
ordenó apresurar los tragos y dispuso tomar por asalto la botica y saquear el
hospital pero antes, debía apoderarse del puesto militar, para asegurar sus
movimientos. Dejó al “Chino”, “Julio” y Aniceto vigilando a los prisioneros y a
bordo de una camioneta de la Gulf Oil que se hallaba estacionada afuera, partió
con “Pachungo” al volante, dirigiéndose directamente a la escuela, distante
unas tres cuadras, llevando a Vicaflor como rehén.
En
el mencionado establecimiento se encontraba acantonada la sección del
Regimiento de Infantería 13, que comandaba el oficial secuestrado, diez
efectivos desprevenidos, ignorantes de que un pelotón subversivo se había
apoderado de la localidad.
Al
llegar a la segunda esquina “Pachungo” se detuvo y junto a sus compañeros y el
prisionero, cubrió la cuadra y media que lo separaba del edificio.
Una
vez frente a la unidad, los guerrilleros forzaron al teniente a dar la
contraseña y cuando desde adentro entreabrieron la puerta, entraron como una
tromba con “Papi” y “Pachungo” disparando en todas direcciones y “Coco” detrás,
con Vicaflor prácticamente a la rastra.
Los
reclutas no tuvieron tiempo de nada; los que dormían se quedaron en sus camas y
los que se encontraban despiertos alzaron las manos, salvo el soldado José
Verazaín Llanos, que se arrojó detrás de unos tanques de agua y abrió fuego
contra “Coco”.
Al
ver ese movimiento, “Papi” empujó a su compañero con violencia, evitando que
los proyectiles lo alcanzasen. Perfectamente entrenado para ese tipo se
situaciones, “Pachungo” arrojó una granada, matando a Verazaín de manera
instantánea.
Los
guerrilleros tomaron prisioneros a los nueve efectivos restantes, entre ellos
un sargento, un cabo y un recluta herido y se apoderaron de cinco Mauser, una
ametralladora liviana Brno, una bazooka, un equipo de campaña y un mapa donde
figuraban las rutas que habían seguido desde su entrada al territorio de la
VIII División. Cargaron todo en la camioneta y llevándose consigo a los
soldados, se dirigieron primero a la botica-almacén y luego al hospital.
Al
parecer, hubo un contacto telefónico con la alcaldía local porque el
subprefecto salió a la calle, provisto de un megáfono, para alertar a la
población de que iban a ser atacados. Gary Prado parece confirmarlo cuando
explica que la misma fue pasada cerca de las 20.00 y de manera inmediata,
retransmitida al comando de la Agrupación Táctica de Infantería (ATI), en
Vallegrande, pero a falta de equipos de radio, la misma no llegó al
destacamento local, de ahí que fuera tomado por sorpresa. Aún así, alguien
logró alertar a las autoridades, de ahí que el subprefecto intentase organizar
grupos armados para resistir la incursión.
Guillermo
Espinoza, joven zapatero de 28 años de edad, se asomó a la calle para ver que
sucedía y fue entonces cuando vio al funcionario instando a la gente a armarse
y combatir:
-¡Samaipateños,
bandoleros vienen a invadirnos –gritó- defendamos el pueblo, saquen sus
machetes, sus escopetas! – pero nadie acudió al llamado16.
Gary
Prado intenta minimizar la acción cuando afirma que los subversivos actuaron
atolondradamente y no lograron su objetivo principal, es decir, hacerse de los
medicamentos que el Che tanto necesitaba. Aún así, la incursión tuvo sus
efectos y repercutió en los medios con inusitada espectacularidad.
Pese
a tener bajo control la población y la tropa, la tensión del momento, lo
reducido de sus efectivos y la posibilidad de la presencia de otras tropas en
las proximidades, hace que los guerrilleros actúen un poco atolondrados,
apresurando su selección de víveres y cometiendo algunos errores. Después de
cancelar el valor de lo adquirido, se embarcan en la camioneta y salen a la
carretera dirigiéndose hacia Santa Cruz [de
la Sierra], para retornar a Las Cuevas, donde los esperaba el resto del
grupo. A un par de kilómetros de Samaipata dejan al teniente Vacaflor y al
sargento, después de quitarles los documentos, zapatos y dinero, y se pierden
en la noche17.
Prado
reconoce que en el aspecto militar, la operación tuvo efectos importantes
porque por centésima vez puso al desnudo la fragilidad del dispositivo militar,
“…la poca efectividad de los pequeños
puestos militares escalonados sobre la carretera y en otras poblaciones”18.
Admite también la incidencia que tuvo en el elemento civil, pero le resta
mérito a sus réditos pues como se ha dicho, no consiguió los medicamentos que
el Che necesitaba y en su retirada, señaló sin proponérselo, la ruta de escape,
permitiéndole al EM divisional aligerar su control sobre la carretera de
Cochabamba y movilizar sus fuerzas hacia otros sectores.
Los
guerrilleros evacuaron la población en la camioneta, sabiendo que su operación
no había alcanzado el éxito esperado aun cuando llevaban consigo alimentos,
suministros y otras medicinas19.
Dos
kilómetros fuera de Samaipata se detuvieron para liberar a Vicaflor y su
sargento, despojándolos previamente de su documentación, su calzado y su dinero
y luego siguieron hacia Las Cuevas, donde aguardaba el grueso de la columna.
Cuando
llegaron, el comandante yacía recostado en un camastro, con gesto adusto,
aunque impartiendo instrucciones. Al referir la operación en su diario, pondrá
especial énfasis en la debilidad del “Chino” al dejar todo en manos de
“Pachungo” y al fracaso de no haber obtenido sus medicinas aunque celebraba
haber obtenido otros, muy necesarios para la campaña.
El
médico preparó una pócima, rebajando con agua destilada lo poco del talamonal
que quedaba en el pomo y de esa manera, logró aliviar en parte el malestar que
aquejaba a su jefe.
Efectuado
un análisis del material capturado, específicamente el mapa tomado al RI16,
pudieron comprobar, no sin asombro, que los militares conocían su ruta y hasta
sus vías de escape aún antes de su acción sobre Samaipata, pero no habían
adoptado las medidas correspondientes.
Cuando
los relojes señalaban las 2 a.m., se pusieron en marcha hacia el sur, dejando
atrás el rancho de la atribulada campesina y muchas dudas. Intentaban alcanzar
Piray, por el camino de El Filo, pero los campesinos de la zona les advirtieron
sobre la presencia enemiga en Los Ajos y San Juan. Eso los obligó a avanzar con
mucha prudencia en dirección al río, aún cuando el Che estaba seguro que
aquellos hombres mentían y a evitar el contacto con los pobladores, al menos
por un tiempo.
Al
amanecer, la reserva de la Compañía “Trinidad”, que aguardaba en Santa Cruz de
la Sierra, recibió la orden de abordar los camiones militares que estacionados
en el patio de la División y poco después partió rumbo a Samaipata, para
reforzar a la vapuleada gente de Vicaflor, que aún se hallaba bajo los efectos
de la incursión guevarista.
Se
detuvo en el Alto de Palermo, a 17 kilómetros de localidad y se organizó en
varias patrullas para relevar el terreno. De resultas de esa acción, se pudo
comprobar que el área desde aquel punto hasta la carretera Cochabamba-Santa
Cruz de la Sierra estaba despejada, lo mismo las inmediaciones de Quirusillas,
localidad de mil doscientos habitantes, ubicada a 166 kilómetros de la cabecera
del departamento y 36 de Samaipata, a la que arribaron el 12 de julio, para
rastrillar los alrededores.
No
habiendo establecido contacto con el enemigo, recibió la orden de replegarse,
en espera de nuevas órdenes.
Notas
1 Harry Villegas
(Pombo), op. Cit., p. 153.
2 Adys Cupull y
Froilán González, op. Cit., p. 49; Gregorio Selser, op. Cit., p. 55 (cita al
periódico paceño “Jornada”.
3 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., pp. 85-86 (Telegrama enviado al
Departamento de Estado por el embajador Henderson, La Paz, confidencial, 12 de
junio de 1967, 22:15 horas, NARA, Rg 59, General
Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1523, fascículo
Def Bol/ I.I.67.)
4 Adys Cupull, Froilán
González, op. Cit., p. 53.
5 Ídem, p. 50.
6 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., pp. 106-107 (Telegrama enviado por el
Departamento de Estado a la embajada estadounidense en Buenos Aires, secreto,
25 de julio de 1967, 20:30 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre
1523, fascículo Def Bol/ I.I.67.)
7 Ídem, p. 86
(Telegrama enviado al Departamento de Estado por el embajador Henderson, La
Paz, confidencial, 15 de junio de 1967, 20:15 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State,
Cfpf 1967-1969, sobre 1523, fascículo Def Bol/ I.I.67.)
8 Ídem, p. 93
(Telegrama enviado por el Departamento de Estado a la embajada estadounidense
en La Paz, confidencial, 9 de julio de 1967, 15:11 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State,
Cfpf 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
9 Ídem, pp. 86-87
(Telegrama enviado al Departamento de Estado por la embajada estadounidense en
Buenos Aires, secreto, 15 de junio de 1967, 20:15 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State,
Cfpf 1967-1969, sobre 1523, fascículo Def Bol/ I.I.67.)
10 FAL: Fusil
Automático Liviano.
11 “La Capital”,
Rosario, lunes 12 de agosto de 2013, Información General.
12 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit. p. 93 (Telegrama enviado por el
Departamento de Estado a la embajada estadounidense en La Paz, confidencial, 9
de julio de 1967, 15:11 horas, NARA, Rg 59, General
Records of the Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1895, fascículo
Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
13 Andrew St. George, “How the U.S. Got Che”, en “True”, april 1969.
14 Harry Villegas (Pombo), op. Cit., p. 159.
15 De haber sido el Che
norteamericano o inglés, no sólo se habrían rodado centenares de películas y
documentales exaltando su valor y temeridad y demostrando una fortaleza aún
superior a sus posibilidades sino que, incluso, se hubieran magnificado los
hechos hasta convertirlo en un superhéroe al estilo Rambo o Arnold
Schwarzenegger.
16 Reginaldo Ustariz Arze, Che Guevara: Vida, muerte y resurrección de un mito, Nowtilus,
Madrid, 2008, p. 272.
17 Gary Prado Salmón,
op. Cit., p. 220.
18 Ídem, p. 221.
19 El gobierno había
dispuesto retirar toda la medicación contra el asma de las droguerías del área,
así como cortar su suministro, para privar al Che de tan preciado elemento.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)