sábado, 31 de agosto de 2019

LA QUEBRADA DE YURO


Duro combate en la Quebrada de Yuro
(Imagen: El Che Guevara de Paolo Heusch, con Francisco Rabal)






Ralph “Pappy” Shelton: “Cuando se produjo el estallido guerrillero, ya habíamos elaborado un plan para un programa de entrenamiento de lo que hoy se conoce como segundos Rangers. Posiblemente hubiese comenzado a fines de año, [pero] debido a la amenaza que representaba la guerrilla, aceleramos el programa. Comenzamos hace unos cinco meses y lo terminamos hace dos, lo que significó un programa de entrenamiento de tres meses para los Rangers. Por supuesto este programa existía desde la época e que el gobierno boliviano tenía un grupo de entrenamiento llamado “Compañía de Rifleros”.



Periodista: ¿Qué tiempo y en que países buscó al Che Guevara?



Ralph “Pappy” Shelton: Había varias personas buscándolo en distintos países. Sobre todo en América Latina, el sudeste asiático y de este modo, dimos con él. No lo encontrábamos porque estaba siempre un paso adelante. Pero aquí creo que se le agotó la suerte1.
El 30 de septiembre de 1967, el general Barrientos confirmó desde su despacho del Palacio Quemado, que el Che Guevara se encontraba cercado en un área comprendida entre los ríos Grande y Acero y que su grupo estaba reducido a menos de veinte hombres. 

Un par de horas después, un nuevo comunicado dio cuenta que desde Vallegrande avanzaban comandos del Batallón de Asalto Ranger Nº 2 con la misión de interceptar a los subversivos y que el EM de la IV División había adelantado su puesto de avanzada desde Lagunillas hasta Padilla, para seguir de cerca las acciones y agilizar las comunicaciones con las unidades en operaciones.
En relación con estos hechos, el 4 de octubre, llegó fuertemente custodiado a la frontera con Bolivia, el tren de carga Nº 503, procedente de Buenos Aires, compuesto por doce vagones sellados, en cuyo interior se apilaban cajas repletas de armamento, material bélico, equipo y provisiones. Sería el último convoy enviado desde la Argentina, con el que se totalizaban cinco formaciones, ello sin contar el cargamento despachado a través del puente aéreo entre la base militar de El Palomar y Santa Cruz de la Sierra.


La madrugada del 8 de octubre, el Che llegó a la conclusión de que debían abandonar la posición en aquel desfiladero e intentar romper el cerco porque, de lo contrario, la columna terminaría por quedar atrapada y acabaría siendo aniquilada. Ignoraba que en esos momentos, un campesino que había visto sus movimientos, corría hacia La Higuera dispuesto a delatarlo.
Pedro Peña supervisaba el riego de su plantación de papas en la Quebrada de Yuro2, cuando a lo lejos creyó divisar movimientos. Aguzando la vista, como buen serrano, distinguió a varios hombres caminando en fila india barranca arriba y luego los vio detenerse como para establecer un campamento pues todos ellos se quitaron las mochilas y acomodaron sus cosas en torno a ellas.
Como ya anochecía, el campesino apagó el mechero y se introdujo entre las rocas, en espera de la obscuridad. Sin embargo, era tal la negrura, que decidió pasar la noche allí y recién al amanecer llevar a cabo su cometido.
A las 5.30 a.m. se incorporó y se puso en camino, alcanzando la aldea media hora después. Se presentó ante el suboficial a cargo, en el primer puesto de guardia y le relató en detalle lo sucedido. Cuando aquel le preguntó si los extraños se habían movido, le aseguró que aún se encontraban en el lugar por lo que, sin perder tiempo, el militar se dirigió al puesto de mando y le pasó la novedad al subteniente Carlos Pérez, jefe de la Primera Sección de la Compañía “A” del Batallón de Asalto Ranger Nº 2.
El aludido oficial se reunió de manera inmediata con su par, el subteniente Mario Eduardo Huerta Lorenzetti y tras informarle lo que sucedía, le ordenó alistar una parte de su sección para reforzar la unidad y ponerse en marcha.
A las 7 a.m. estableció contacto con el capitán Gary Prado, comandante de la Compañía “B” del Ranger-2 y le comunicó que avanzaba hacia donde presumiblemente se encontraba acantonado el enemigo, solicitando refuerzos por carecer de armamento de apoyo (morteros, granadas y ametralladoras pesadas de 30 mm)3.
Decidido a hacerse cargo, el capitán Prado se traslado a la zona de operaciones llevando consigo una sección de fusileros equipada con morteros de 60 mm y ametralladoras Browning de 30 mm y en las alturas inmediatas a la garganta de Yuro, se reunió con los subtenientes Pérez y Huerta, quienes quedaron subordinados a su mando y se dispusieron a recibir instrucciones.
Prado envió a los efectivos de la Compañía “A” hacia la parte superior de la quebrada y a la Tercera Sección de la Compañía “B”, a las órdenes del sargento Bernardino Huanca, rumbo a la Quebrada La Tusca, para que efectuasen un rastrillaje en profundidad y determinasen si había presencia enemiga en aquellos sectores. Inmediatamente después, estableció su puesto de mando en las laderas de Yuro y tras posicionar los morteros y las ametralladoras 30 cubriendo los accesos a las gargantas, distribuyó una serie de PO abarcando toda la región, tanto en la parte alta como en la inferior.
Cuando su reloj daba las 12.30, le ordenó a su vanguardia iniciar el avance y un minuto después, se desencadenó el combate.


A las 5.30 a.m. “Benigno” y “Pachungo” salieron a explorar y una hora y media más tarde estaban de regreso, informado haber detectado un importante movimiento de tropas en las alturas, novedad que llevó al Che a elaborar rápidamente un plan alternativo que posibilitase la evasión en caso de quedar cercados. Sin embargo, se hallaba en un dilema; moverse implicaba delatar su posición y permanecer estático, ser ubicado, de ahí la urgente necesidad de procedimiento alternativo que lo sacara de semejante contingencia.
Apuntando sus binoculares hacia lo alto, alcanzó a distinguir movimientos en las elevaciones y al hacerlo en dirección opuesta, es decir, mirando barranca abajo, divisó más soldados, seguidos de cerca por otros.
Comandos bolivianos se desplazan por la quebrada
(Imagen: Che: guerrilla, de Steven Sodebergh, con Benicio del Toro)

Dado que el enemigo se encontraba a escasos 300 metros de su posición, dispuso el repliegue hacia el interior de la quebrada y procedió a distribuir a sus hombres, intentando mantenerse a cubierto y retrasar el enfrentamiento hasta horas de la tarde.
En vista de ello, a las 10.30 a.m. les ordenó a “Urbano” y “Pombo” situarse en la parte más alta de la quebrada, cubriendo el sector izquierdo; en el flanco derecho ubicó a “Inti” con “Benigno”, un tanto adelantados, detrás de ellos a “Pachungo”, como observador y en la entrada a “Antonio”, “Pablito”, “Chapaco”4 y “Willy”, seguro de que las tropas iban a ingresar por ahí. Él se ubicó en el centro, junto al resto de la columna, que incluía a los enfermos y se dispuso a esperar, sin tomar la precaución de señalar un punto de reunión en caso de producirse la dispersión5
Si el Ejército atacada desde las alturas, la orden era retirarse barranca abajo, lo mismo si lo hacía por donde se encontraban “Benigno” e “Inti”, pero si acometía desde la entrada del desfiladero, iban a tener que correr cuesta arriba por esa última posición.
Desde el lugar donde se hallaba parapetado, “Benigno” alcanzó a distinguir movimientos. Varios soldados, encabezados por un oficial, avanzaban hacia él, a no más de 30 metros de distancia, por lo que sin esperar más, apuntó con su arma y disparó, abatiendo al líder de la formación. Cuando “Urbano” abrió fuego, se generalizó un tiroteo que se tornó infernal, cuando la columna hizo lo propio sobre las tropas que subían la barranca, obligándolas a pegarse al terreno y buscar protección.
Los soldados bolivianos concentraron su fuego en el sector que ocupaba “Pombo” y lo forzaron a mantenerse a cubierto, de ahí su desesperado pedido a Aniceto para que corriese hasta donde se encontraba el Che y solicitase instrucciones.


El capitán Prado dirigió sus morteros hacia los accesos a ambas quebradas y ordenó abrir fuego al tiempo que a través de su PRC-10, conminaba al sargento Huanca a apurar el patrullaje en La Tusca. Fue en ese momento que los guerrilleros llevaron a cabo su primer intento por perforar las líneas enemigas, efectuando una vigorosa acometida que los rangers apenas pudieron contener. 
Dada la diferencia en armas y el número de efectivos, los invasores debieron regresar a lo profundo de la quebrada mientras los proyectiles estallaban a su lado y las ráfagas de 30 mm barrían el área desde todas direcciones. Fueron entonces ellos quienes detuvieron el intento enemigo de penetrar en profundidad, combatiendo vigorosamente, aún en la situación extrema en la que se hallaban. Era una suerte de “scrum”, como en los mejores días del Atalaya y el San Isidro Club.
Pese a la decisión con la que los guerrilleros estaban combatiendo, su situación era desesperante; atrapados en aquella ratonera de apenas 200 metros de extensión, rodeados por paredes elevadas de granito, traicioneras  
barrancas y pronunciados precipicios, poco y nada era lo que podían hacer.


Prado envió dos pelotones de la Compañía “A”, al mando del subteniente Huerta, para cubrir al sargento Huanca cuando apareciese en la salida de la quebrada. En ese momento, se produjo el segundo intento guerrillero por romper el cerco, contenido con determinación por los rangers. El “Chino”, prácticamente ciego por la pérdida definitiva de sus lentes, cayó gravemente herido, y allí quedó tendido hasta que dos de sus compañeros lo sacaron de esa posición y lo arrastraron hasta una cueva, donde lo dejaron abandonado a su suerte.
Una breve pausa en el combate permitió a Prado establecer comunicación radial con Abra del Picacho, pasarle el parte de la situación al subteniente Tomás Totti Aguilera y solicitarle que se lo reenviase al Comando de la VIII División, para ponerlo al tanto de lo que estaba acaeciendo, es decir, que se había establecido contacto con el enemigo, que la unidad se hallaba empeñada en combate y que tenía bajas, algunas de ellas fatales, por lo que se solicitaba el envío de un helicóptero para poder evacuarlas.
Una vez más, el mayor Jaime Niño de Guzmán trepó al Hughes MH-6 matrícula LS-4 y se elevó en dirección sudeste, iniciando un viaje de media hora hasta la zona de combate. Minutos después, decolaron desde la misma base en Vallegrande, dos North American AT-6 llevando cuatro cargas de napalm cada uno, e igual número de Cavalier Mustang P-51 para bombardear y ametrallar las posiciones de la guerrilla en la hondonada.
Los aparatos estuvieron sobre los objetivos en aproximadamente quince minutos, solicitando a los comandos en tierra la señalización de los objetivos.
Los rangers se movilizan

Demostrando su alta capacitación, el capitán Prado solicitó la suspensión de los ataques porque sus hombres se hallaban demasiado cerca de los blancos y corrían el riesgo de ser víctimas del “fuego amigo”.
En cumplimiento de esa directiva, los pilotos viraron hacia el este y describiendo una amplia curva, regresaron a Vallegrande por la misma ruta por la que habían llegado.
Cuando el helicóptero de Niño de Guzmán alcanzó la zona, fue recibido por numerosas descargas, tanto de metralla como de fusil, forzando al capitán Prado a ordenar su alejamiento.
Recibida la orden, el piloto tiró su palanca hacia atrás y la aeronave giró en dirección a La Higuera, donde se posó cinco minutos después.
Por entonces, la Compañía “A” tenía dos muertos e igual número de heridos, uno de ellos de gravedad, de ahí la necesidad de evacuarlos a la mayor brevedad posible. Sin embargo, la intensidad del enfrentamiento impidió a los rangers recuperar los cuerpos y los obligó a mantenerse ocultos en sus posiciones, en espera de una mejor ocasión.


Una lluvia de proyectiles cayó sobre el grueso de la columna invasora, más precisamente el área donde se hallaban posicionados “Antonio”, “Pablito”, “Willy” y “Arturo”.
Aniceto llegó hasta donde se encontraba el comandante pero al ver que había cambiado de ubicación, regresó junto al “Ñato”, que en esos momentos tiraba con determinación, parapetado tras unas rocas. El joven combatiente corrió lo más rápido que pudo pero antes de llegar, recibió dos disparos, uno en el ojo y otro en el pecho, pereciendo instantáneamente.
En esos momentos, “Benigno”, “Darío” e “Inti” escucharon a los rangers solicitar refuerzos con urgencia pues los guerrilleros estaban ofreciendo más resistencia de la esperada y se temía que en cualquier momento quebrasen las líneas.
Ametralladora Browning de 30 mm
Cerca de las 2 p.m. (14.00), el Che ordenó el repliegue, movimiento que fue advertido por los rangers quienes, presurosamente se organizaron en dos pelotones para cerrarle el paso, uno por delante y otro por detrás.
Al ver ese movimiento, “Pombo” dio un brinco y salió de su posición, seguido por sus compañeros; tres disparos le perforaron su chaquetón norteamericano pero ninguno de ellos lo tocó. Siguió corriendo hasta donde encontraba el “Ñato” y desde ahí, volvió a abrir fuego, tratando de cubrir a “Urbano” que no podía dejar su refugio a causa de los disparos.
Lanzando un improperio, tanto el boliviano como él concentraron su fuego sobre los tiradores, buscando inmovilizarlos.
Los rangers arrojaron varias granadas sobre su posición y las columnas de tierra y piedra que levantaron, permitieron a “Urbano” dejar aquella trampa y evadirse. “Pombo”, “Benigno” y el “Ñato” pensaron que su compañero había muerto pero para su alivio, lo vieron reaparecer por entre la enorme nube de polvo y correr en dirección a ellos, quienes en esos momentos se encontraban pegados contra uno de los farallones de la quebrada, intentando protegerse de las balas.
Desesperado, “Benigno” les hizo señas para que permaneciesen en el lugar porque frente a ellos, a escasos metros, se encontraba el enemigo.


Los rangers amenazaron con utilizar lanzallamas, granadas y bazookas pero los guerrilleros se mantuvieron firmes, sin cejar un instante.
Debajo, en lo profundo de la quebrada, el fragor del combate dejaba en evidencia que el Che y su gente se hallaban empeñados en un intenso enfrentamiento. En efecto, comprendiendo que se encontraba acorralado entre los barrancos y los accesos, el comandante guerrillero dividió a sus nueve efectivos en dos secciones y se quedó al frente de la primera, cubriendo la retirada de los enfermos. A cargo de ellos puso al valeroso “Pablito” y cuando las condiciones estuvieron dadas, le ordenó emprender la huída.
Junto a “Pachungo”, “Willy”, “Antonio” y “Arturo”, concentró el fuego sobre el grueso de la fuerza atacante y eso le permitió al segundo grupo alejarse del lugar.
Así llegó la noche (18.00) y con ella un cese del fuego que ni el Che ni sus hombres esperaban. Eso les permitió a “Benigno”, “Inti” y “Darío” correr fuera de sus posiciones, tratando de unirse al grueso de la columna.
A varios metros de allí, “Pombo” y sus compañeros descendieron a la posición que ocupaba el Che en la mañana pero al llegar, solo hallaron algunas mochilas, entre ellas las del “Médico” y el propio “Pombo”, comprobando que habían sido abiertas. Faltaban los 20.000 dólares de las reservas y el equipo de radio que el comandante se había llevado para preservarlos. Tres horas después (21.00), iniciaron la retirada


Finalizado el rastrillaje en La Tusca, el sargento Huanca tomó la radio que uno de sus hombres llevaba a las espaldas y se comunicó con su superior para informarle que la zona se hallaba despejada. En vista de ello, Prado le ordenó desplazarse por la parte inferior de la quebrada y atacar de frente, movimiento que sería apoyado por fuego de morteros y ametralladoras pesadas. 
El valeroso suboficial transmitió las directivas a sus subordinados y poniéndose a la cabeza de ellos, arremetió contra el grueso de la guerrilla, a resguardo de la artillería.
Chocaron frontalmente con “Antonio” y “Arturo” quienes, pese a la dura resistencia que ofrecieron, acabaron muertos. Previamente, abatieron al soldado Manuel Morales López e hirieron a Miguel Taboada Mena y Julio Paco Huacani, quienes de inmediato, fueron cubiertos y evacuados por sus compañeros.
Los rangers abren fuego con sus morteros de 60 mm
(Imagen: Che! de Richard Fleischer, con Omar Sharif y Jack Palance)

La acción de Huanca facilitó el avance de la compañía, con el subteniente Pérez a la cabeza. Parapetado detrás de unas rocas, el Che accionaba su carabina M1 matrícula 744520, intentando proteger la salida de “Pablito” con los enfermos y desplegados por el barranco, “Pachungo” y “Willy” hacían lo propio, ignorando que “Arturo” y “Antonio” acababan de ser abatidos.
En ese preciso instante, una bala dio en la pierna derecha del Che, más precisamente su pantorrilla y otra le perforó el fusil, dejándoselo inutilizado. Al ver que el arma no le respondía, la arrojó a un lado y extrajo su pistola, con la que empezó a tirar hacia las matas mientras se arrastraba por el terreno, intentando alejarse del lugar. En ese momento llegó “Willy”, el valeroso Simeón Cuba Sarabia quien, colocándose el rifle en bandolera, tomó al Che de un brazo y se lo cargó a los hombros para sacarlo del lugar.
Guevara debe haber recordado lo injusto que había sido con aquel hombre cuando apenas unos días atrás, dejó asentado en su diario la desconfianza que sentía hacia él, creyéndolo un cuadro similar a los de la “resaca”. Lejos de lo que suponía, resultó ser un combatiente formidable, un hombre en extremo valiente y un soldado disciplinado. Casi seguro que en lo más íntimo de su ser, pidió disculpas a ese abnegado boliviano que a riesgo de su vida, intentaba alejarlo del peligro, cargándolo barranca arriba en medio de una lluvia de balas6.
Desde un PO en el que se reglaba el fuego de los morteros, los dos soldados y el cabo que lo integraban vieron al guerrillero desplazarse por la loma, cargando pesadamente un bulto. Sin dudarlo un instante gatillaron sus armas, dejaron la posición y avanzando cautelosamente barranca abajo, le salieron al paso, apuntándole amenazadoramente.

-¡¡Alto!! – ordenó el suboficial.

Y entonces, tuvo lugar aquella escena increíble.

-¡¡Carajo!! –gritó Willy– ¡Éste es el comandante Guevara y lo van a respetar!

Por un instante, los jóvenes reclutas sintieron orgullo por aquel compatriota. Y no era para menos; en tiempos de tanto materialismo, donde solo cuenta lo material y el interés mueve a los hombres, semejante devoción y fidelidad hacia un jefe eran algo poco común, lo mismo semejante valentía en situación tan extrema.
Dejando a los soldados al cuidado de los prisioneros, el cabo corrió a su puesto y estableció contacto con Prado para informar la novedad.

-Mi capitán, aquí hay dos; los hemos agarrado.

-Voy para allá inmediatamente – respondió el oficial y tomando su arma, subió la barranca seguido por varios hombres.

Cuando llegó al lugar, los soldados seguían apuntando a los rehenes. Willy había depositado al Che en el suelo y esperaba junto a él, recostado contra un árbol.

-¿Usted quién es? – le preguntó Prado.

-“Willy” – respondió.

-¿Y usted? – dijo mirando al otro hombre.

-Soy el Che Guevara.

Así de simple, sin los “Valgo más vivo que muerto” y los “Me rindo”, “No tiren” que agregó la posteridad, frases de las que se ha agarrado la “derecha” diletante para degradar la figura del líder revolucionario7.
Después de escuchar la respuesta, Prado extrajo los bocetos que había hecho Bustos en prisión y como no estaba seguro, le pidió al prisionero que extendiera su mano izquierda. Entonces, no quedaron dudas; ahí estaba la cicatriz que Guevara se había hecho como señal de identificación.
Sin decir más, ordenó trasladar a ambos al puesto de mando y le dijo al soldado Ortiz que juntase las pertenencias de los guerrilleros (mochilas, morrales, armas) y las trasladase hacia allá, para su posterior análisis.
Prado tomó la radio y se comunicó con el Comando, dando cuenta del hecho e inmediatamente después efectuó una recorrida por las posiciones mientras en los alrededores se seguían escuchando disparos.
El Che cae herido durante el combate (Imagen: Che! de Richard Fleischer, con Omar Sharif y Jack Palance)

El enfrentamiento finalizó a las 18.00 horas, cuando comenzaba lentamente a obscurecer. Para entonces, lo que quedaba de la guerrilla, comandada por “Inti”, había intentado llegar hasta la posición que ocupaba el Che, pero detectada por los rangers, fue rechazada y obligada a retirarse por una senda de piedra que se abría a la izquierda.
Con la llegada del crepúsculo, el capitán Prado dispuso el repliegue hacia La Higuera, dejando en el área algunos PO de dos y tres hombres, provistos de binoculares y radios. Su tropa necesitaba reponer fuerzas, así como racionar y él reunirse con sus superiores para recibir instrucciones.
Los cuerpos de “Antonio” y “Arturo” fueron atados de pies y manos a unos troncos y trasladados colgando, como presas de caza; los soldados heridos y el cadáver de Morales depositados sobre camillas improvisadas en tanto “Willy” y el Che debieron caminar, este último recostado sobre los hombros de un soldado, rodeados ambos por varios efectivos.
A mitad de camino, se toparon con el mayor Ayoroa, recién llegado de Pucará y el teniente coronel Sélich, enviado en helicóptero desde Vallegrande por el Comando Divisionario, quienes se dirigían fuertemente escoltados al campo de batalla en compañía de Aníbal Quiroga, el corregidor de La Higuera, para supervisar personalmente el desarrollo de las acciones.
Al verlos aparecer, Prado se cuadró y procedió a dar el parte, siguiendo luego todos juntos hacia La Higuera.

El ingreso a La Higuera constituye casi una procesión, pues se lleva a tres soldados de la Compañía “B” heridos y un muerto en camillas improvisadas, así como a los guerrilleros caídos en combate; luego vienen el Che y Willy caminando en medio de un dispositivo de seguridad y después el resto de la tropa que combatió ese día8.

Los cuerpos del soldado muerto y los heridos fueron depositados junto al puesto de mando que la compañía había montado en la casa del telegrafista, Humberto Hidalgo, en espera del helicóptero que debía evacuarlos la mañana siguiente.
El Ejército había perdido otros cuatro hombres, el mencionado soldado Morales y sus compañeros, Mario Characayo Mena, Mario Lafuente Patiño y Sabino Cossio Muriel en tanto Beno Jiménez Cabrera, Valentín Choque Franco, Miguel Taboada Mena y Julio Paco Huacani, resultaron con heridas de consideración.
Los rangers habían tenido su bautismo de fuego y pagaban su cuota de sangre.
El Che y “Willy”, quedaron alojados en la pequeña escuelita de la localidad, uno en cada aula, fuertemente custodiados y allí se encontraban cuando los soldados entraron con los cadáveres de “Antonio” y “Arturo”.
Desde la casa del telegrafista, el capitán Prado despachó el correspondiente parte de guerra a las autoridades de la División, informando sobre las incidencias del enfrentamiento, así como las bajas y el armamento capturado:

X2 para X8, 082030-OCT-67
Al efectuarse registro quebrada El Churo que desemboca en la quebrada de San Antonio con Compañía “A” (-) y Compañía “B” (-) a h 13 chocamos con grupo rojo principal con los siguientes resultados:
Bajas Propias:
Compañía “A”
Muertos: Soldados Mario Characayo, Mario La Fuente, Manuel Morales.
Herido: Soldado Beno Jiménez
Compañía “B”
Muerto: Soldado Gabino Cossío
Heridos: Soldados Valentín Choque, Miguel Tabada [sic], Julio Paco.
Bajas enemigas:
Muertos: Arturo y Antonio
Prisioneros: Papá (herido) y Willy
Y se presume existen más bajas interior cañadón. Por hora avanzada y difícil terreno imposible realizar registro y rescate por oposición franco-tiradores. Continuaremos operación mañana.
Capturamos armamento, equipo y documentación importante.
Teniente coronel Sélich realiza inventario.
Solicito helicóptero a primera hora en Higuera para evacuar heridos, mismo debe traer munición M-1 y escalonada para ametralladora ligera y granadas de mano y mortero. Capitán Gary Prado Salmón9.

Junto al mayor Ayoroa y el teniente coronel Sélich, Prado procedió a efectuar un exhaustivo análisis de los objetos hallados en la mochila del Che y su posterior inventario, para luego remitirlo al Comando. Consistían los mismos en:


-Dos libretas (agendas) conteniendo el diario del Che (correspondientes una a -noviembre-diciembre/66 y otra enero-octubre/67).
-Una libreta de direcciones e instrucciones.
-Dos libretas con copias de mensajes recibidos y expedidos.
-Dos libros pequeños de claves.
-Veinte cartas (mapas) de diferentes zonas actualizadas por el Che.
-Dos libros sobre socialismo.
-Una carabina M-1 destrozada.
-Una pistola 9 mm con un cargador.
-12 rollos de películas de 35 mm sin revelar.
-Una bolsa pequeña conteniendo dinero (pesos bolivianos y dólares)10.

Finalizada la tarea, se adoptaron medidas para la defensa de La Higuera pues se temía un posible ataque enemigo intentando rescatar al Che.
De esa manera, se estableció un perímetro en torno a la aldea, apostando hombres armados en los accesos, nidos de ametralladoras en esquinas y techos, puestos de observación en los alrededores y rigurosas vigilancias en la casa del telegrafista y la escuelita. Los subtenientes Tomás Totti, Carlos Pérez, Mario E. Huerta y Raúl Espinosa tuvieron a su cargo los turnos de guardia así como las rondas de inspección a lo largo del dispositivo.
A las 22 horas, llegó desde Vallegrande un cable firmado por el coronel Joaquín Zenteno Anaya, indicando mantener al Che con vida hasta la mañana siguiente:

Mantenga vivo a Fernando hasta mi llegada mañana a primera hora en helicóptero. Coronel Zenteno11.

La noche transcurrió fría y silenciosa bajo un cielo despejado, sin luna, en el que las estrellas brillaban con intensidad. Más allá, fuera del poblado, el silencio apenas era quebrado por el sonido de algún animal nocturno y las hojas de los árboles, levemente movidas por la brisa.
Imágenes

Ante los acontecimientos acaecidos en el Yuro, Bolivia moviliza más fuerzas

Los guerrilleros ofrecen dura resistencia

Durante el combate del 7 de octubre, los rangers capturan a "Camba"

El abnegado "Willy" Cuba.
Al caer su jefe herido, lo cargó sobre
sus hombros e intentó sacarlo del lugar.
El Che lo creía flojo. Resultó todo lo contrario

El capitán Gary Prado (centro) junto a dos de sus hombres. Demostró ser un jefe competente

Pilotos bolivianos

Maqueta a escala de un Cavalier Mustang P-51
como los que tomaron parte en las acciones
Notas
1 Documental
2 Suele aparecer mencionada como “Churo”.
3 Gary Prado Salmón, op. Cit., p. 279.
4 Jaime Arana Campero, también apodado “Luis”, combatiente boliviano oriundo de Tarija, donde había nacido el 31 de octubre de 1938. Se unió a la guerrilla en el mes de marzo y perteneció siempre al grupo del centro, a las órdenes directas del Che.
5 Entre los enfermos se encontraban el mismo Che, aquejado desde hacía días por un nuevo ataque de asma y el “Chino”, prácticamente ciego por haber extraviado nuevamente sus anteojos.
6 El Che apuntó en su diario, en el resumen del mes de septiembre: “La moral del resto del grupo se ha mantenido bastante bien, y sólo tener dudas acerca de Willy, para que pueda tomar ventaja de algunos estragos para tratar de escapar por sí mismo”. El nombre del guerrillero boliviano aparece citado en diferentes fuentes como Simón o Simeón Cuba Sarabia o Sanabria.
7 El diálogo fue extraído del libro de Gary Prado, testigo directo de los hechos.
8 Gary Prado Salmón, op. Cit, p. 286.
9 Ídem, p. 287.
10 Ídem, p. 288.
11 Ídem, p. 289.

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