lunes, 26 de agosto de 2019

VIAJERO INFATIGABLE

Reunión cumbre en Ginebra


El 21 de julio de 1964, cuando en Salta se preparaban para iniciar los juicios contra los guerrilleros capturados, una terrible explosión sacudió al elegante barrio de Recoleta, muy cerca del centro de Buenos Aires, dejando como saldo diez muertos y daños de consideración.
Cuando la policía y los bomberos se hicieron presentes en el lugar, se encontraron un cuadro realmente dantesco. Los siete pisos interiores del edificio de la calle Posadas 1168, se habían desplomado, formando una montaña de escombros entre la que se encontraban semienterrados los cadáveres de una decena de personas, entre ellas, una familia completa.
Los guardias del orden y los socorristas notaron grandes grietas y rajaduras que ponían en riesgo la suerte del resto de los moradores, ello sin contar los vidrios que habían estallado en un radio de 150 metros cuadrados en torno al lugar del siniestro, algunos de los cuales, oscilaban amenazadoramente sobre las cabezas de los transeúntes.

Una multitud se había concentrado en torno al inmueble, del cual emergía una densa columna de humo, producto del incendio que se había sucedido a continuación.
Los agentes debieron redoblar sus esfuerzos para despejar el área y permitir a los bomberos y las ambulancias acercarse hasta el lugar, mientras las sirenas y los silbatos policiales incrementaban la sensación de caos.
Como el estallido se había producido entre las 15.20 y las 15.24, el tránsito aún no abarrotaba las calles, pero de todas maneras, se generó una suerte de descontrol vial –algo común en Buenos Aires- cuando la policía comenzó a desviar a los autos hacia Av. Libertador y Av. Alvear.
Los bomberos ingresaron acompañado por médicos y camilleros, buscando heridos para evacuarlos. El escenario que encontraron era impresionante.
Con mucho esfuerzo, pudieron remover los cadáveres, entre ellos el de un niño de dos años y retirarlos hacia las ambulancias sobre camillas, cubiertos con una manta.
En un primer momento se habló de una pérdida de gas, pero los trabajos de identificación arrojaron como resultado otra cosa: cuatro de los cadáveres pertenecían a militantes de las recientemente organizadas Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional (FARN), que pregonaban la fusión del naciente peronismo de izquierda con la revolución cubana, para abrir un frente en Tucumán.
Investigaciones posteriores permitieron determinar que su cabecilla era Ángel Amado Bengochea, apodado “Vasco”, miembro del núcleo de intelectuales del periódico “Palabra Obrera”, al que pertenecían también los cuatro subversivos restantes, Carlos Guillermo Schiavello, Hugo Pellino Santilli, Lázaro Saúl Feldman (“Lito”) y Raúl Reig.
Pese a que el cadáver del “Vasco” se desintegró en la explosión, a la policía no le costó averiguar de quien se trataba; acababa de abandonar sus estudios de abogacía para dedicarse a trabajar en una fábrica, fue delegado gremial de Duperial, miembro del Partido Obrero Revolucionario, al que se había afiliado ese mismo año, columnista del periódico “La Verdad” y director de “Palabra Obrera”, de ahí que el Servicio de Inteligencia le estuviese siguiendo los pasos desde hacía algún tiempo.
Bengochea venía haciendo algo de ruido desde que al candidato justicialista  Andrés Framini le impidieron asumir la gobernación de la provincia de Buenos Aires1, luego de imponerse en las elecciones provinciales del 18 de marzo de 1962. A partir de ese momento, se dedicó a organizar una serie de manifestaciones en contra de las fuerzas que él calificaba de pro-imperialistas y al igual que Masetti, tres el triunfo de la revolución cubana creyó vislumbrar la posibilidad de identificar al peronismo con ella. Schiavello, por su parte, había sido presidente de la Federación Universitaria de La Plata; Reig era estudiante de Ingeniería en la misma ciudad y Santilli acababa de recibirse de médico.
Entre los cinco alquilaron el departamento 108 del edificio de la calle Posadas apenas seis meses antes y desde entonces, venían acopiando material explosivo para la fabricación de granadas caseras, una locura que terminó ese día cuando los 150 a 200 kilogramos de pólvora negra estallaron, provocando el desastre.
La célula terrorista –porque de eso se trataba- no tuvo en cuenta el peligro que ello representaba y en su inconsciencia, se cobró la vida de toda una familia, la del egipcio Zaki El-Mangabadi, su esposa argentina María Isabel Falcón, su hermana Ivone Mangabadi y su pequeño hijo Dan, de solo dos años, además de la del bombero Carlos Enrique Gorleir, que falleció camino al hospital luego de recibir sobre sí un trozo de mampostería2.
El "Vasco" Bengochea
Diez muertes inútiles para nada. Averiguaciones posteriores permitieron determinar que la célula había establecido contactos con el Che Guevara e intentaba seguir los pasos de los “Uturuncos”, abriendo un nuevo frente rural en la distante Tucumán3. Lejos de amedrentarlos, el fracaso de Masetti los había incentivado y a través de “Palabra Obrera”, acababan de lanzar el llamado a la “cruzada”, dispuestos a recoger la posta del EGP.
Según Sergio M. Nicanoff y Axel Castellano, el Che le pidió al “Vasco” un estudio pormenorizado de la situación social en América Latina y las posibilidades de abrir en ella focos guerrilleros, especialmente en Perú y posteriormente, John William Cooke y su esposa establecieron comunicación con él para poner en marcha la operación, previo montaje de una escuela militar en la que pensaban dictar una serie de cursos formativos4.
Bengochea y la cúpula de las FARN viajaron a Cuba para recibir entrenamiento y durante su estadía en la isla, el primero se atrevió a polemizar con el Che, sobre el carácter que debía asumir la revolución en la Argentina. Coincidía con él en la necesidad de llevar adelante el movimiento continental, pero tenía ciertos reparos en cuanto a las diferentes idiosincrasias de cada país.
De regreso en Buenos Aires, alquiló con su gente el departamento de la calle Posadas y seis meses después volaron por los aires, abortando el proyecto antes de nacer.
Mientras tanto, en Salta, daba comienzo el juicio contra los guerrilleros capturados, con Norberto Frontini (padre del “Grillo”), el militante de izquierda Horacio Lonatti, Ricardo Rojo y Gustavo Roca, como abogados de la defensa. El proceso se prolongó durante varias semanas y una vez finalizado, se les aplicaron condenas que iban desde los cuatro hasta los doce años, que por supuesto, fueron apeladas5.


La tarde del 15 de marzo de 1964, Alberto Granado se presentó en el Ministerio de Industria con la intención de saludar a su amigo y tratar con él algunos asuntos. Se hizo anunciar y una vez en el despacho, lo notó silencioso y en extremo deprimido.

-¿Qué te pasa que tenés esa cara de perro muerto? – le preguntó.

-Petiso, aquí me ves detrás de un jodido escritorio, mientras mi gente muere en las misiones a donde la envío6.

Pierre Kalfon refiere algo parecido y agrega algunas palabras más:

-Mirame un poco, detrás de este escritorio, mientras otros mueren por sus ideales […]. Yo no nací para dirigir ministerios ni para morir abuelo.

Alberto trató de animarlo y le comentó que desde algún tiempo atrás venía pensando en volver a las andanzas, es decir, en lanzarse nuevamente a la aventura, recorrer el mundo y experimentar nuevas experiencias.

-Yo también –le contestó su amigo-. Me gustaría largarme a caminar, pero con una ametralladora y escuchando el grito de guerra de los pueblos7.

Algunos días después, el 17 de marzo, Guevara partió hacia Ginebra, para participar de la Primera Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (CNUCED), una nueva misión diplomática en un foro que reunía a los representantes de las principales naciones del mundo. Pero en este punto encontramos datos que no concuerdan.
Según Kalfon, el diálogo entre Granado y el Che tuvo lugar antes del viaje, algo imposible porque, para entonces, la guerrilla de Masetti todavía deambulaba por Salta, acosada por la Gendarmería. Si esa conversación existió, debió haber tenido lugar después del 19 de abril, cuando el ministro de Industria estaba de regreso. Rogelio García Lupo sostiene en su artículo “El tercer hombre en las sombras”, publicado por “Clarín” en octubre de 1998, que el Che recién tuvo la confirmación de que la guerrilla de Masetti había sido aniquilada al llegar en tren a París, el 14 de abril, por boca del abogado Gustavo Roca, quien, al parecer, lo esperaba en la estación.
Kalfon y otros autores dejan entrever que por entonces, las cosas no parecían marchar bien para el revolucionario argentino; una suerte de lobby en su contra que, al parecer, databa de 1962 estaba cobrando impulso en las altas esferas gubernamentales y eso lo tenía mal.
¿A que se refieren esos autores? Según parece, la actitud intransigente del líder revolucionario, su extremado ascetismo, su rigor, su conducta y compromiso con la palabra empeñada, incomodaban a un amplio sector del gobierno. Su extrema severidad y la disciplina impuesta, su brusquedad para aplicar las normas, comenzando por él mismo, su mentalidad espartana, su espíritu de sacrificio y entrega, comenzaban a molestar a ciertas personas que no podían seguirle el ritmo y eso estaba deteriorando las relaciones.
Para darnos una idea, Kalfon pone como ejemplo un hecho que tuvo lugar en cierta ocasión, cuando Efigenio Ameijeiras y René Rodríguez, dos históricos de los tiempos del Moncada y el “Granma”, visitaron a René Depestre en su casa. Fue al reparar en una imagen de Guevara que pendía de una pared, cuando preguntaron en tono despectivo:

-¡¿Y este, qué hace aquí?!

El poeta haitiano apenas dio crédito a lo que escuchaba, más cuando en esos días, la gente del pueblo parecía adorar al argentino. Sin embargo, pese a esa popularidad, todo parece indicar que a comienzos de 1963 había sectores que recelaban del Che. Kalfon cree ver cierta crítica a su gestión en las palabras del agrónomo y sociólogo francés René Dumont, cuando Fidel Castro le pidió su colaboración para encarar el programa de producción: “Es preciso ser un economista de despacho y no tener ninguna noción práctica de la gestión de una empresa industrial para imaginar que algún día pueda obtenerse, sobre todo por gestión telefónica, la ‘perfección del cronómetro’” y luego, en las que el máximo líder pronunció durante su discurso del 10 de abril de 1963: “Primero, apoyarse firmemente en las realidades, no olvidarlas. No vivir en las nubes”8.
¿Fidel y Dumont se referían a Guevara? ¿Estaban criticando su gestión y actitud? ¿Se hallaba molesto Castro con su par?
Ante esos interrogantes presentamos problemas palpables como el fracaso de su política de industrialización en desmedro de la producción de azúcar, o la caída de los ingresos y el desabastecimiento, de ahí que tal vez algo de cierto haya en todo ello. Sin embargo, las imágenes de la época, nos muestran a un Guevara distendido, risueño, confiado y seguro de sí mismo, compartiendo con Fidel Castro y otros jerarcas revolucionario diferentes momentos.
Así, por ejemplo, en 1962, después de la Crisis de los Misiles, se lo vio relajado, jugando al golf con Fidel en el Club de las Colinas de Villarreal; entregando diplomas a los trabajadores en el Ministerio de Industria, junto al mismísimo Castro (1963) y posando sonriente entre jugadores y directivos del club Madureira de Brasil, cuando el 18 de mayo de ese año, el equipo visito Cuba9. El 22 de mayo de 1964 presenció entusiasmado el torneo de ajedrez entre México y Cuba, que se disputó en el Hotel Habana Libre; el de 9 de agosto jugó al béisbol en Santa María del Mar contra el equipo de Fidel, ocupando el puesto de segunda base junto a Raúl10 y el 31 de agosto asistió a la séptima ronda del III Torneo Capablanca de ajedrez, junto a Regino Boti, ministro de la Junta Central de Planificación.
Fidel Castro y el Che en los días de gloria. ¿Hubo realmente tensión entre ambos?

Mientras tanto, su gestión al frente del Ministerio continuaba como siempre.
El 13 de octubre de 1963, hizo aprobar por ley una segunda reforma agraria, reduciendo la superficie máxima de las propiedades privadas a solo 67 hectáreas, lo que le dejaba al gobierno el 60% de la extensión total del país.
Se trataba de otro golpe demoledor a la propiedad privada y un incremento desmedido de la política estatista con la que se estaba sofocando a la nación. Para entonces, su política centralizadora provocaba más inconvenientes que beneficios pues no solo impactaba en los medianos y pequeños productores al dar forma a un Estado casi monopólico en la explotación de las tierras sino que también golpeaba a los pocos industriales pequeños y medianos que aún quedaban en la isla. Vaya como ejemplo la nacionalización de los pequeños talleres y fábricas de calzado y su inmediata repercusión en la población, necesitada a partir de entonces, de recurrir a la enmienda y el cambio de suelas, que a veces llevaban semanas.
Por otra parte, junto a su equipo de economistas se opuso firmemente a los incrementos de salarios, las primas y cualquier tipo de estímulo material para incentivar al trabajador pues, como explica Kalfon, desnaturalizaba el sentido de combate proletario contra lo que aún quedaba de capitalismo en la isla.
En enero de 1964 Cuba firmó un acuerdo comercial con al URSS, que le permitió colocar el total de su producción azucarera, pero el racionamiento continuó vigente.
Lo que llamó la atención de algunos sectores, fue la decisión adoptada por Fidel Castro de crear un Ministerio del Azúcar, en desmedro del poder que el Che  nucleaba en su persona, quitándole de un plumazo 60.000 de los 150.000 trabajadores que controlaba. Sin embargo fue él quien sugirió el nombre de Orlando Borrego para el flamante cargo y nada dijo cuando el primer ministro traspasó el manejo de la economía al presidente Dorticós, quien representaría al país en la II Cumbre de los Países No Alineados, celebrada en la capital de Egipto entre el 5 y el 10 de octubre de ese año11.
¿Qué estaba ocurriendo? ¿Había tensión? Anderson no parece notarlo, como tampoco otros autores, aún así, menos de dos años después, el Che abandonaría definitivamente en país, desligándose de todo vínculo. ¿Acaso llegaba a su fin la primavera guevarista en la isla?
El 9 de marzo de 1964 tuvo lugar una nueva reunión de gabinete en la que Guevara criticó duramente la producción y el 14 de julio regresó con mayor fervor, a las jornadas de trabajo voluntario.
En esos días, el Che había vuelto a ser padre, en este caso, de un vástago extramatrimonial. El 14 de junio de 1963, día de su cumpleaños, Aleida le había dado a su tercer retoño, Celia, así bautizada en honor de su abuela, pero el 19 de marzo del año siguiente le nació en La Habana, un hijo natural, Omar Pérez López, fruto de sus relaciones extramaritales con Lilia Rosa López, joven periodista de Radio Progreso, quien tras el escándalo, debió divorciarse de su marido, Basilio Pérez12.
Ese no fue el único caso de incontinencia del líder revolucionario.
Muchos años después, su escolta Dariel Alarcón Ramírez, (“Benigno”), recordaría las veces que el Che se hacía llevar amigas a su oficina del Ministerio, para tener sexo con ellas, incluyendo una mulata bastante exuberante. “Dejaría de ser hombre si no me gustaran las mujeres –le dijo en 1961 a un periodista uruguayo, durante la cumbre de Punta del Este- Ahora, dejaría se ser revolucionario si yo dejara de cumplir uno solo de mis deberes, incluyendo mis deberes conyugales, porque me gustan las mujeres”.


El 17 de marzo 1964, el Che abordó un avión de línea con destino a Ginebra, para asistir a la Primera Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo (CNUCED). Cuando se acomodó en su asiento, vio a su lado a Raúl Roa (h), hijo del ministro de Relaciones Exteriores y ex representante cubano ante la ONU, quien acababa de ser nombrado embajador en Brasil.
Aprovechando el encuentro, el flamante diplomático le dijo que tenía un mensaje de Fidel y cuando Guevara le pidió que se lo transmitiera, se le aproximó y bajando la voz, le habló del proyecto guerrillero que en esos momentos organizaba el diputado Leonel Brizzola en Brasil, cuñado del recientemente derrocado Joao Goulart. Según la tradición popular, el Che respondió que si Brizzola necesitaba un buen jefe, ofrecía sus servicios para ir a combatir, pero la cosa no pasó de ahí pues, como se sabe, lo del político carioca solo fue una expresión de deseo.
El avión del Che hizo escala en Praga y desde ahí siguió viaje hasta Suiza. El 23 de marzo habló en la sesión inaugural, denunciando a los Estados Unidos por su política de agresión y llamando a Johnson “granjero de Dallas” y el 25 de pronunció el discurso más esperado por el periodismo y la concurrencia.
Habló como representante de una nación que estaba llevando a cabo la gigantesca experiencia de construir el socialismo en Latinoamérica, que enfrentaba fallos antijurídicos y políticas de hostigamiento; dijo que estaba allí porque necesitaba definir los alcances de la conferencia, su significado y su posible trascendencia y denunció la acción nefasta de ciertos organismos internacionales, todos serviles herramientas de los poderosos. Instó a abordar las cuestiones económicas que ahogaban a los países subdesarrollados y la acción pergeñada contra ellos por las potencias, pero calificó de positiva la temática de aquella cumbre por hallarse abierta a tratar asuntos primordiales como las relaciones entre naciones socialistas y capitalistas, las de los pueblos pobres y los desarrollados y las diferencias que aquejaban al mundo. Se refirió luego a ausencias significativas como la de China popular, Corea del Norte, Vietnam del Norte y la República Democrática Alemana y cuestionó la presencia de los representantes de Taiwán y Sudáfrica, una de las causas por las que ese foro internacional, no podía ser considerado genuino. Uno de los momentos más polémicos del discurso fue cuando hizo referencia a Patricio Lumumba y responsabilizó a todos, incluso a sí mismo, de tener las manos manchadas con su sangre y recalcó que se vivía en un mundo marcado por las divisiones y las diferencias, lleno de contradicciones e injusticias, sumido en la guerra fría entre las potencias.
Cerró con la propuesta de hallar una solución definitiva a todos esos males, llamando a la resistencia y dejando a un lado las luchas estériles, que solo beneficiaban a los poderosos. En caso de ocurrir esto último, sentenció, la conferencia no pasaría de ser un trámite burocrático, un documento inocuo que terminaría archivado en algún depósito olvidado, bajo toneladas de papel escrito y el mundo continuaría tal como estaba.
A diferencia de la Sesión Plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social celebrada en Punta del Este, allí en Ginebra estaban presentes representantes de casi todo el mundo, de ahí que su mensaje haya tenido mucho más repercusión.
Durante su estancia en Ginebra, el Che se reencontró con Sergo Mykoyán, quien lo visitó en el hotel donde se alojaba para tratar de concertar un encuentro con el ministro ruso de Comercio Exterior, Nikolai Patolichev. Al parecer, el delegado cubano lo recibió con muestras de afecto pero se hizo el desentendido cuando el soviético le informó que agentes chinos lo seguían por todas partes. Guevara le restó importancia al asunto y se limitó a decir que estaba al tanto pero que eso no implicaba ningún contacto con Pekín13.
La Primera Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo
celebrada en Ginebra fue el foro ideal para formular denuncias

En esos días, el Che se mantuvo hiperactivo. Ofreció una conferencia de prensa ante más de ochenta representantes de los principales medios del mundo, concedió una entrevista de media hora a la televisión local, visitó diferentes lugares y hasta dialogó con su compatriota Raúl Prebisch, el prestigioso economista que representó a su país en la Conferencia.
Finalizada la cumbre, viajó en tren a París, donde apareció de incógnito en diferentes lugares. Deseaba conocer la ciudad de sus amores y quería pasar lo más desapercibido posible aunque ello resultó imposible. Todo el mundo lo reconocía allí donde se presentaba, luciendo su gabán verde olivo y su boina negra con la estrella, ya en el Teatro de las Naciones, en la Plaza del Chàtelet, donde actuaba un ballet cubano, ya en inmediaciones de la Sorbona o en el Barrio Latino, así como en cercanías de la Torre Eiffel y el Arco de Triunfo, en Los Inválidos o el boulevard Saint Michel; caminando por la Plaza de la Concordia, por la rue des Écoles o la de Souflot e incluso en la librería Présence Africaine, donde como dice Kalfon, provocó gran excitación entre la concurrencia.
Pierre Kalfon sostiene que la estadía del Che en la capital francesa duró dos días, del 14 al 15 de abril, pero Rogelio García Lupo, en el artículo mencionado, asegura que la primera de esas fechas se hallaba en Argel. Sea de un modo u otro, a mediados de ese mes abordó un avión de Air France y voló a la capital argelina para visitar a Ben Bella, ahora presidente, quien lo acogió como a un verdadero hermano y lo escuchó atentamente cuando le ofreció un pormenorizado detalle de la Conferencia. Allí también concedió entrevistas, pronunció palabras de elogio para la revolución y asistió a recepciones.
Dos días después, regresó a Praga y de ahí voló directamente a La Habana, seguro del deber cumplido.
Pero eso no fue todo. Treinta y cinco años después, alguien extrajo de la galera una extraña versión según la cual, el líder revolucionario se habría detenido secretamente en Madrid para encontrarse con una persona muy importante, que deseaba hablar con él.
Las historias que salen a la luz a tantos años de los hechos huelen a cosa rara, más cuando los protagonistas están todos muertos y quien las da a conocer es apenas un actor colateral, que no presenció nada pero que recibió la información “de primera mano”.
El 11 de octubre de 1998, Rogelio García Lupo publicó en el suplemento Zona del diario “Clarín”, un artículo titulado “El tercer hombre en las sombras”, en el que relata un supuesto encuentro entre Perón y el Che Guevara en “Puerta de Hierro”, la residencia-fortaleza que el líder justicialista tenía en las afueras de Madrid.
Según el autor, el Che necesitaba peronistas para su proyecto guerrillero y Perón dinero para su regreso a la Argentina.

Los dos argentinos más célebres del siglo, ¿se miraron alguna vez cara a cara? ¿Tuvieron necesidad de hacerlo? Una investigación sobre la relación de Perón y el Che, quienes imaginaron otro país y vivieron prolongadamente fuera de su patria, como los próceres de la Independencia, permitió penetrar el muro de silencio que protegió durante casi cuarenta años uno de los secretos mejor guardados por los escasos cubanos y argentinos que lo conocieron14.

Según la nota, cuando el Che aterrizó en Praga, proveniente de La Habana, lo esperaba en el aeropuerto un personaje desconocido, portando un mensaje trascendental de una persona en extremo importante. Se trataba de Julio Gallego Soto, hombre de confianza de Perón, quien pidió al recién llegado unos minutos para hablar a solas.
García Lupo dice que Gallego Soto fue un eximio conspirador, a quien Perón le confiaba las misiones más riesgosas, siempre en el más absoluto secreto. Tan es así, que conocía los números de cuentas de los bancos de Nueva York, Barcelona, Montevideo y París, donde el líder guardaba sus caudales y sabía donde se encontraban depositados los contradocumentos y las transferencias de fondos que amparaban sus alianzas políticas. Un hombre clave, sin dudas, que logró moverse con cierta facilidad gracias al bajo perfil que se había labrado. El artículo es un tanto confuso porque en determinado momento, sitúa a Gallego Soto en Praga, cuando el Che hizo escala allí en viaje a Ginebra, pero después refiere que se encontraba una noche, en el Hotel Plaza de Madrid, a punto de acostarse, cuando alguien golpeó a la puerta de su habitación sin anunciarse. Se trataba de un fraile, portador de un mensaje de Perón, indicándole acompañarlo inmediatamente a Puerta de Hierro, sin importar la hora, porque necesitaba hablar urgentemente con él.
Gallego Soto se cambió y junto al religioso abordó el vehículo para dirigirse a la quinta “17 de Octubre”. El vehículo tomó por la Carretera del Prado hacia el norte y al cabo de media hora de viaje, se desvió por ciertas arterias deshabitadas hasta la calle Navalmanzo. Una vez frente a los grandes portones de la residencia, su acompañante le pidió que se ocultase en el piso del coche para que la guardia no lo viese y recién frente al edificio principal le indicó que podía incorporarse. Al hacerlo, vio al mismo Perón parado en la puerta.
El líder justicialista lo hizo pasar. Una vez en el interior, creyó distinguir ciertas voces con acento caribeño y cuando ingresó en la sala principal, vio a varias personas inclinadas sobre una mesa donde había varias fotografías.

-Ahí le tienen solo, ahí con su mujer y su hijo -escuchó que decían-, en ésta caminando por la calle Florida.

Estaban hablando de él, observando unas imágenes que le habían sacado sin que se diera cuenta.
Sin dar más detalles, el autor pasa a explicar que una vez dentro, Perón le dijo a Gallego Soto que lo había convocado para una tarea de gran reserva y buena administración y por saberlo persona derecha y ecuánime, decidió confiársela. Cuando el recién llegado preguntó de que se trataba, su interlocutor le respondió: “la administración de los fondos de la liberación” y acto seguido, se volvió hacia un misterioso personaje, parado a un costado de la habitación, un fraile capuchino que había estado siguiendo la conversación sin pronunciar palabra y cuando alguien alzó la pantalla de luz para iluminar mejor, resultó ser el Che Guevara en persona.
Suena demasiado fantasioso, más al provenir de una fuente menos que secundaria, el Dr. Alberto T. López, contador público nacional y experto en cuentas fiscales, a quien Gallego Soto le habría relatado los hechos en 1977, pocos días antes de desaparecer, secuestrado por los grupos de tareas del Proceso de Reorganización Nacional. López los volcó al papel y veinte años después, García Lupo los publicó.
Reunión Perón-Che
¿Realidad o fantasía?
Todo parece indicar que Gallego Soto no aceptó la propuesta aunque el 26 de octubre de 1964, el encargado de negocios cubano en Madrid, Ramón Aja Castro, le entregó una visa de cortesía para ingresar en territorio cubano. Al día siguiente, viajó en un vuelo de Iberia a la isla y poco después entabló negociaciones con el ministro de Comercio Exterior, Alberto Mora, para colocar una partida de maíz argentino.
Nunca sabremos si Gallego Soto y el Che se encontraron en Praga o si se vieron por primera vez en Puerta de Hierro, pero de haber sido cierto lo primero, el emisario justicialista debió haberle dicho al ministro de Industria cubano que Perón quería verlo y proponía un encuentro en su residencia madrileña.
Según García Lupo, hacía tiempo que Perón y el Che intercambiaban mensajes a través de Jorge “Papito” Serguera, embajador cubano en Argelia, quien desde su puesto en la capital del país africano, llevaba en sus manos tres cuestiones vitales para Guevara: los contactos con Perón, la preparación militar de los cuadros de Masetti y la apertura de frentes guerrilleros en el continente negro. Incluso Serguera había visitado a Perón en más de una oportunidad.
Según el mencionado autor, desde 1959, la relación entre Perón y el Che era una obsesión para la Agencia de Inteligencia norteamericana, y según sus palabras, estuvo muy cerca de confirmar que se habían reunido por lo menos una vez y que debido a una falla humana, las pistas que había seguido durante casi ocho años en los que ambos tejieron sus peligrosos planes, se extraviaron15. Reiteramos que a medio siglo de aquellos hechos, una versión que surge de manera imprevista treinta y cuatro años después y de una fuente tan poco consistente, parece más fantasía que realidad.
El Che regresó a La Habana para asumir sus funciones ministeriales y seis meses después volvió a partir con destino a Rusia, donde permaneció del 4 al 8 de noviembre para abogar, una vez más, por las necesidades de Cuba.
Su viaje vino bien porque desde 1962, los soviéticos insistían con sus inclinaciones hacia Pekín (las del Che), argumentando que la Crisis de los Misiles había acentuado esa tendencia.
Tal vez fue por ello que la KGB infiltró un agente en su esfera, el agregado cultural de la embajada, Oleg Darushnekov, sucesor de Yuri Pevtsov, y al parecer fue él quien dedujo que era el Che Guevara quien estaba llevando a Cuba y la Unión Soviética a un enfrentamiento directo con Estados Unidos. Incluso en esa época habían surgido dos grupos bien diferenciados en las altas esferas revolucionarias, los que lo apoyaban y los que cuestionaban su posición.
Para los rusos, el Che era un personaje en extremo peligroso, al que después del conflicto de los misiles era necesario vigilar porque muchos cubanos pensaban como él y hasta sostenían su posición, en cuanto a que deberían haberse lanzado las ojivas para acabar con la amenaza que representaba el poderoso país del norte. Lo que Castro hablaba en privado, él lo decía en público y eso convertía sus dichos en verdaderos dardos punzantes pues, como bien dice Anderson, provenían de una figura revolucionaria del más alto nivel16.
Aquel 4 de noviembre Raúl Castro, Raúl Roa y Emilio Aragonés fueron hasta el aeropuerto de Rancho Boyeros para despedir una vez más al Che, que al frente de una delegación, partía nuevamente al extranjero, en esta ocasión, buscando establecer acuerdos y limar asperezas con Moscú pues el Partido Comunista argentino, siempre liderado por Victorio Codovilla, había puesto el grito en el cielo en su contra, tras la fracasada incursión de Masetti.
Los rusos pretendían reafirmar su posición de liderazgo mundial, en desmedro de los chinos y para ello programaron una convención de partidos de izquierda a realizarse en La Habana el siguiente mes.
Dorticós acababa de estar en El Cairo (octubre), como representante cubano en la conferencia de países no alineados y en vista de su discurso, un tanto crítico, el Kremlin intentaba una aproximación a esas naciones.
El Che fue recibido en el aeropuerto por altos representantes del gobierno y, como era costumbre, estuvo en el palco oficial frente a la multitud, en Plaza Roja, acompañando a los integrantes de la troika. Luego inauguró la Casa de la Amistad junto al cosmonauta Yuri Gagarin y mantuvo una reunión a puertas cerradas en el Kremlin con Brezhnev y los principales jerarcas. Según Anderson, propuso mediar en el conflicto chino-soviético e intentó sondear los ánimos en cuanto a su proyecto continental revolucionario.
La Unión Soviética que encontró, no era la misma de su viaje anterior. Nikita Kruschev ya no estaba; había sido depuesto el 15 de octubre del año anterior y reemplazado por Leonid Brezhnev.
También se reunió con Yuri Andropov jefe de la sección cubana del Departamento Internacional y Vitali Korionov, subdirector del Departamento América del Comité Central, esta vez utilizando al agente de la KGB, Rudolf Petrovich Shlyapnikov y al propio Darushnekov como traductores, porque Leonov se hallaba destinado en México.
El Che Guevara y Yuri Gagarin inauguran la Casa de la Amistad en Moscú

El Che intentó justificarse de las quejas formuladas por los dirigentes comunistas latinoamericanos, en especial Codovilla, Mario Monje de Bolivia y Jesús Faría de Venezuela, pero dejó la sensación de que tanto él como Fidel intentaban emular la guerra independentista de Bolívar, Sucre y San Martín, “…los ejércitos marxistas de los países norteños, Venezuela, Colombia y Ecuador, marcharían hacia el sur como las tropas de Bolívar, mientras que los del sur –Chile, Perú, Uruguay y Argentina- lo harían hacia el norte como San Martín. El punto de encuentro sería la nación que llevaba el nombre del ‘Libertador’: Bolivia”17.
El congreso comunista celebrado en La Habana no contó con la presencia del Che, pese a que hacía varios días había llegado de Moscú. Permaneció en Oriente y el 30 de noviembre pronunció un duro discurso en Santiago de Cuba, criticando la actitud pasiva de los partidos comunistas del continente, siempre reticentes a empuñar las armas y a sus dirigentes serviles, obedeciendo ciegamente los mandatos superiores desde sus escritorios; también dedicó varios pasajes al Congo, donde la guerra entre las fuerzas que habían derrocado a Lumumba, acababan de expulsar a sus seguidores de Stanleyville con el apoyo de paracaidistas belgas y mercenarios sudafricanos, e instó a no permanecer indiferentes18.
Anderson pone especial atención en la cena que esa noche compartieron el Che y Aleida con Alberto Granado y su esposa Delia en la pizzería Fontana di Trevi de aquella ciudad, un dato para tener en cuenta a la hora de analizar los sucesos futuros. Mientras tanto, el ministro de Industria y potencial embajador itinerante, preparaba un nuevo viaje al exterior, esta vez hacia Nueva York, con la misión de presentarse en el máximo foro internacional, el recinto de las Naciones Unidas, para defender una vez más la posición cubana y desafiar al gran coloso del norte.


Imágenes

El Che y Fidel durante un desfile. Es difícil imaginar un distanciamiento
entre ambos

Lerner, Jouve, Álvarez y Frontini detenidos en Salta. A sus
espaldas el cerro San Bernardo

El 14 de junio de 1963, día de su 35º cumpleaños, el Che fue padre por cuarta vez.
En sus brazos, la recién nacida Celia

El poeta Omar Pérez López, hijo
natural del Che

Jugando golf junto a Fidel en Colinas de Villarreal (1962) (Fotografía de Alberto Korda)

Clima de relax y distención (Fotografía de Alberto Korda)


Jugando beisbol en 1963


Raúl y el Che en equipos opuestos


Entregando diplomas a los trabajadores en el Ministerio de Industria (1963)


Junto al Madureira R.C de Brasil (1963). Medio siglo después, el equipo
colocará el rostro del Che en su camiseta


Otra junto al Madureira R.C. de Río de Janeiro durante la gira que el equipo
carioca realizó en mayo de 1963. Jugadores y dirigentes posan junto el Che


Concentrado en la partida.
III Torneo Capablanca, agosto de 1964


Junto a su compatriota, el economista argentino Raúl Prebisch (izq.) y otros
asistentes en Ginebra

Nuevamente en Argel. En la foto junto al presidente Ben Bella

Furor por el Che en las calles de París. En la imagen, durante su visita a la
librería Prèsence Africaine. Se dice que su impacto en el sexo femenino era fuerte


Notas
1 Sindicalista y político argentino, secretario general de la Asociación Obrera Textil en 1955, 1961 y 1963 y miembro de la mesa directiva de la Confederación General del Trabajo (CGT); el 18 de marzo de 1962 fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires por la Unión Popular, que respondía al exiliado Perón pero por presión de los militares, el presidente Frondizi intervino el distrito, impidiéndole asumir.
2 Sergio M. Nicanoff y Axel Castellano, Las primeras experiencias guerrilleras en la Argentina. La historia del Vasco Bengochea y las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional, Centro Cultural de la Cooperación, Departamento de Historia, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Cuaderno de Trabajo Nº 29, Buenos Aires, enero de 2004; Carlos Aznárez, En memoria de Ángel Bengochea y el grupo de la calle Posadas, Rebelión, 23 de julio de 2014 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=187582);  Sergio M. Nicanoff, “El Vasco Bengochea y las Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional”, ContrahegemoníaWeb (http://contrahegemoniaweb.com.ar/el-vasco-bengochea-y-las-fuerzas-armadas-de-la-revolucion-nacional/).
3 Los Uturuncos fueron la primera guerrilla argentina, de tendencia peronista, que en 1959 intentó abrir un foco subversivo en la provincia de Tucumán, con el propósito de lograr el regreso del líder al país.
4 Sergio M. Nicanoff y Axel Castellano, op. Cit, p. 54.
5 Federico Méndez recibió catorce años por haber actuado como fiscal durante el juicio que condenó a muerte a “Nardo”; Héctor Jouve a doce, Alberto Castellano y Henry Lerner a cinco y el resto a dos y tres años.
6 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 559.
7 Pierre Kalfon, op. Cit., p. 410. La versión del autor francés suena más literaria que real.
8 Ídem, p. 394.
9 En 1963, el Club Madureira R. C. de Río de Janeiro emprendió una gira que incluyó varios países de América Latina. En el mes de mayo recaló en Cuba, donde disputó cinco partidos, imponiéndose en todos. En el primero venció a Industriales 5 a 2, en el segundo goleó a Municipalidad de Morrón 8 a 1 y luego al seleccionado universitario 11 a 1, finalizando la serie con dos encuentros frente a la selección de La Habana en los que ganó 1 a 0 y 3 a 2. El Che Guevara estuvo presente en el primero y hasta se retrató con jugadores y dirigentes tenía uniforme verde oliva, vino a saludarnos al campo de juego después de uno de los partidos. También vino a hablar al hotel, nos dio escudos de Cuba, parecía un hombre íntegro”, rememoró el jugador Farah, cincuenta años después.
Se dice que el escritor uruguayo Eduardo Galeano, le reprochó el haber abandonado el fútbol para jugar al béisbol. “Traidor, usted es un traidor” parece que le dijo mientras le mostraba el recorte de un diario cubano en el que se lo veía practicando ese deporte. Otra fábula surgida luego de muchos años. Al Che nunca le importó el fútbol, tal como hemos dicho tantas veces; su pasión era el rugby.
10 Jesús Alberto Rubio, "El Che; deporte y beisbol", sitio Rey de los deportes,  http://www.reydelosdeportes.com/DetalleColumna.aspx?IDarticulo=822
11 Ídem, p. 418.
12 Omar Pérez López, poeta cubano, ensayista, traductor y crítico literario; en 1987 se recibió de licenciado en Literatura Inglesa en la Universidad de La Habana. En 2010 obtuvo el Premio Nacional de Poesía “Nicolás Guillén” y el Premio Nacional de la Crítica por su ensayo La perseverancia de un hombre obscuro. Recién a los veintiséis años supo por boca de su madre que era hijo del Che. Su nombre se debe al gran poeta persa Omar Khayan.
13 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 561.
14 Rogelio García Lupo, “El tercer hombre en las sombras”, Clarín, Suplemento Zona, Bs. As., domingo 11 de octubre de 1998 (http://edant.clarin.com/suplementos/zona/1998/10/11/i-00401e.htm).
15 Ídem. Los primeros contactos entre Perón y el Che Guevara se habrían establecido a través del ex canciller justicialista Jerónimo Remorino, en 1959, enviado especialmente por el primero. De ser así, la versión de que John William Cooke fue el artífice de aquella relación sería falsa.
16 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 547.
17 Ídem, p. 578.
18 A poco de su regreso de Moscú, Chile, Bolivia y Uruguay rompieron relaciones diplomáticas con Cuba.

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