VIAJERO INFATIGABLE
Reunión cumbre en Ginebra |
El 21
de julio de 1964, cuando en Salta se preparaban para iniciar los juicios contra
los guerrilleros capturados, una terrible explosión sacudió al elegante barrio
de Recoleta, muy cerca del centro de Buenos Aires, dejando como saldo diez
muertos y daños de consideración.
Cuando
la policía y los bomberos se hicieron presentes en el lugar, se encontraron un
cuadro realmente dantesco. Los siete pisos interiores del edificio de la calle
Posadas 1168, se habían desplomado, formando una montaña de escombros entre la
que se encontraban semienterrados los cadáveres de una decena de personas,
entre ellas, una familia completa.
Los
guardias del orden y los socorristas notaron grandes grietas y rajaduras que
ponían en riesgo la suerte del resto de los moradores, ello sin contar los
vidrios que habían estallado en un radio de 150 metros cuadrados
en torno al lugar del siniestro, algunos de los cuales, oscilaban
amenazadoramente sobre las cabezas de los transeúntes.
Una
multitud se había concentrado en torno al inmueble, del cual emergía una densa
columna de humo, producto del incendio que se había sucedido a continuación.
Los
agentes debieron redoblar sus esfuerzos para despejar el área y permitir a los
bomberos y las ambulancias acercarse hasta el lugar, mientras las sirenas y los
silbatos policiales incrementaban la sensación de caos.
Como el
estallido se había producido entre las 15.20 y las 15.24, el tránsito aún no
abarrotaba las calles, pero de todas maneras, se generó una suerte de
descontrol vial –algo común en Buenos Aires- cuando la policía comenzó a
desviar a los autos hacia Av. Libertador y Av. Alvear.
Los
bomberos ingresaron acompañado por médicos y camilleros, buscando heridos para
evacuarlos. El escenario que encontraron era impresionante.
Con
mucho esfuerzo, pudieron remover los cadáveres, entre ellos el de un niño de
dos años y retirarlos hacia las ambulancias sobre camillas, cubiertos con una
manta.
En un
primer momento se habló de una pérdida de gas, pero los trabajos de
identificación arrojaron como resultado otra cosa: cuatro de los cadáveres
pertenecían a militantes de las recientemente organizadas Fuerzas Armadas de la
Revolución Nacional (FARN), que pregonaban la fusión del naciente peronismo de
izquierda con la revolución cubana, para abrir un frente en Tucumán.
Investigaciones
posteriores permitieron determinar que su cabecilla era Ángel Amado Bengochea,
apodado “Vasco”, miembro del núcleo de intelectuales del periódico “Palabra
Obrera”, al que pertenecían también los cuatro subversivos restantes, Carlos
Guillermo Schiavello, Hugo Pellino Santilli, Lázaro Saúl Feldman (“Lito”) y
Raúl Reig.
Pese a
que el cadáver del “Vasco” se desintegró en la explosión, a la policía no le
costó averiguar de quien se trataba; acababa de abandonar sus estudios de
abogacía para dedicarse a trabajar en una fábrica, fue delegado gremial de
Duperial, miembro del Partido Obrero Revolucionario, al que se había afiliado
ese mismo año, columnista del periódico “La Verdad” y director de “Palabra
Obrera”, de ahí que el Servicio de Inteligencia le estuviese siguiendo los
pasos desde hacía algún tiempo.
Bengochea
venía haciendo algo de ruido desde que al candidato justicialista Andrés Framini le impidieron asumir la
gobernación de la provincia de Buenos Aires1, luego de imponerse en
las elecciones provinciales del 18 de marzo de 1962. A partir de ese momento,
se dedicó a organizar una serie de manifestaciones en contra de las fuerzas que
él calificaba de pro-imperialistas y al igual que Masetti, tres el triunfo de
la revolución cubana creyó vislumbrar la posibilidad de identificar al
peronismo con ella. Schiavello, por su parte, había sido presidente de la
Federación Universitaria de La Plata; Reig era estudiante de Ingeniería en la
misma ciudad y Santilli acababa de recibirse de médico.
Entre
los cinco alquilaron el departamento 108 del edificio de la calle Posadas
apenas seis meses antes y desde entonces, venían acopiando material explosivo
para la fabricación de granadas caseras, una locura que terminó ese día cuando
los 150 a
200 kilogramos de pólvora negra estallaron, provocando el desastre.
La
célula terrorista –porque de eso se trataba- no tuvo en cuenta el peligro que
ello representaba y en su inconsciencia, se cobró la vida de toda una familia,
la del egipcio Zaki El-Mangabadi, su esposa argentina María Isabel Falcón, su
hermana Ivone Mangabadi y su pequeño hijo Dan, de solo dos años, además de la
del bombero Carlos Enrique Gorleir, que falleció camino al hospital luego de
recibir sobre sí un trozo de mampostería2.
El "Vasco" Bengochea |
Según
Sergio M. Nicanoff y Axel Castellano, el Che le pidió al “Vasco” un estudio
pormenorizado de la situación social en América Latina y las posibilidades de
abrir en ella focos guerrilleros, especialmente en Perú y posteriormente, John
William Cooke y su esposa establecieron comunicación con él para poner en
marcha la operación, previo montaje de una escuela militar en la que pensaban
dictar una serie de cursos formativos4.
Bengochea
y la cúpula de las FARN viajaron a Cuba para recibir entrenamiento y durante su
estadía en la isla, el primero se atrevió a polemizar con el Che, sobre el
carácter que debía asumir la revolución en la Argentina. Coincidía con él en la
necesidad de llevar adelante el movimiento continental, pero tenía ciertos
reparos en cuanto a las diferentes idiosincrasias de cada país.
De
regreso en Buenos Aires, alquiló con su gente el departamento de la calle
Posadas y seis meses después volaron por los aires, abortando el proyecto antes
de nacer.
Mientras
tanto, en Salta, daba comienzo el juicio contra los guerrilleros capturados,
con Norberto Frontini (padre del “Grillo”), el militante de izquierda Horacio
Lonatti, Ricardo Rojo y Gustavo Roca, como abogados de la defensa. El proceso
se prolongó durante varias semanas y una vez finalizado, se les aplicaron
condenas que iban desde los cuatro hasta los doce años, que por supuesto,
fueron apeladas5.
La
tarde del 15 de marzo de 1964, Alberto Granado se presentó en el Ministerio de
Industria con la intención de saludar a su amigo y tratar con él algunos
asuntos. Se hizo anunciar y una vez en el despacho, lo notó silencioso y en
extremo deprimido.
-¿Qué
te pasa que tenés esa cara de perro muerto? – le preguntó.
-Petiso,
aquí me ves detrás de un jodido escritorio, mientras mi gente muere en las
misiones a donde la envío6.
Pierre
Kalfon refiere algo parecido y agrega algunas palabras más:
-Mirame
un poco, detrás de este escritorio, mientras otros mueren por sus ideales […].
Yo no nací para dirigir ministerios ni para morir abuelo.
Alberto
trató de animarlo y le comentó que desde algún tiempo atrás venía pensando en
volver a las andanzas, es decir, en lanzarse nuevamente a la aventura, recorrer
el mundo y experimentar nuevas experiencias.
-Yo
también –le contestó su amigo-. Me gustaría largarme a caminar, pero con una
ametralladora y escuchando el grito de guerra de los pueblos7.
Algunos
días después, el 17 de marzo, Guevara partió hacia Ginebra, para participar de
la Primera Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo
(CNUCED), una nueva misión diplomática en un foro que reunía a los
representantes de las principales naciones del mundo. Pero en este punto
encontramos datos que no concuerdan.
Según
Kalfon, el diálogo entre Granado y el Che tuvo lugar antes del viaje, algo
imposible porque, para entonces, la guerrilla de Masetti todavía deambulaba por
Salta, acosada por la Gendarmería. Si esa conversación existió, debió haber
tenido lugar después del 19 de abril, cuando el ministro de Industria estaba de
regreso. Rogelio García Lupo sostiene en su artículo “El tercer hombre en las
sombras”, publicado por “Clarín” en octubre de 1998, que el Che recién tuvo la
confirmación de que la guerrilla de Masetti había sido aniquilada al llegar en
tren a París, el 14 de abril, por boca del abogado Gustavo Roca, quien, al
parecer, lo esperaba en la estación.
Kalfon
y otros autores dejan entrever que por entonces, las cosas no parecían marchar
bien para el revolucionario argentino; una suerte de lobby en su contra que, al
parecer, databa de 1962 estaba cobrando impulso en las altas esferas
gubernamentales y eso lo tenía mal.
¿A que
se refieren esos autores? Según parece, la actitud intransigente del líder
revolucionario, su extremado ascetismo, su rigor, su conducta y compromiso con
la palabra empeñada, incomodaban a un amplio sector del gobierno. Su extrema
severidad y la disciplina impuesta, su brusquedad para aplicar las normas,
comenzando por él mismo, su mentalidad espartana, su espíritu de sacrificio y
entrega, comenzaban a molestar a ciertas personas que no podían seguirle el
ritmo y eso estaba deteriorando las relaciones.
Para
darnos una idea, Kalfon pone como ejemplo un hecho que tuvo lugar en cierta
ocasión, cuando Efigenio Ameijeiras y René Rodríguez, dos históricos de los
tiempos del Moncada y el “Granma”, visitaron a René Depestre en su casa. Fue al
reparar en una imagen de Guevara que pendía de una pared, cuando preguntaron en
tono despectivo:
-¡¿Y
este, qué hace aquí?!
El
poeta haitiano apenas dio crédito a lo que escuchaba, más cuando en esos días,
la gente del pueblo parecía adorar al argentino. Sin embargo, pese a esa
popularidad, todo parece indicar que a comienzos de 1963 había sectores que
recelaban del Che. Kalfon cree ver cierta crítica a su gestión en las palabras
del agrónomo y sociólogo francés René Dumont, cuando Fidel Castro le pidió su
colaboración para encarar el programa de producción: “Es preciso ser un economista de despacho y no tener ninguna noción
práctica de la gestión de una empresa industrial para imaginar que algún día
pueda obtenerse, sobre todo por gestión telefónica, la ‘perfección del
cronómetro’” y luego, en las que el máximo líder pronunció durante su
discurso del 10 de abril de 1963: “Primero,
apoyarse firmemente en las realidades, no olvidarlas. No vivir en las nubes”8.
¿Fidel
y Dumont se referían a Guevara? ¿Estaban criticando su gestión y actitud? ¿Se
hallaba molesto Castro con su par?
Ante
esos interrogantes presentamos problemas palpables como el fracaso de su
política de industrialización en desmedro de la producción de azúcar, o la
caída de los ingresos y el desabastecimiento, de ahí que tal vez algo de cierto
haya en todo ello. Sin embargo, las imágenes de la época, nos muestran a un
Guevara distendido, risueño, confiado y seguro de sí mismo, compartiendo con
Fidel Castro y otros jerarcas revolucionario diferentes momentos.
Así,
por ejemplo, en 1962, después de la Crisis de los Misiles, se lo
vio relajado, jugando al golf con Fidel en el Club de las Colinas de
Villarreal; entregando diplomas a los trabajadores en el Ministerio de
Industria, junto al mismísimo Castro (1963) y posando sonriente entre jugadores y directivos del club Madureira de Brasil, cuando el
18 de mayo de ese año, el equipo visito Cuba9. El 22 de mayo
de 1964 presenció entusiasmado el torneo de ajedrez entre México y Cuba, que se
disputó en el Hotel Habana Libre; el de 9 de agosto jugó
al béisbol en Santa María del Mar contra el equipo de Fidel, ocupando el puesto
de segunda base junto a Raúl10 y el
31 de agosto asistió a la séptima ronda del III Torneo Capablanca de ajedrez,
junto a Regino Boti, ministro de la Junta Central de Planificación.
Fidel Castro y el Che en los días de gloria. ¿Hubo realmente tensión entre ambos? |
Mientras tanto, su gestión al frente del Ministerio continuaba como siempre.
El 13
de octubre de 1963, hizo aprobar por ley una segunda reforma agraria,
reduciendo la superficie máxima de las propiedades privadas a solo 67 hectáreas, lo que
le dejaba al gobierno el 60% de la extensión total del país.
Se
trataba de otro golpe demoledor a la propiedad privada y un incremento
desmedido de la política estatista con la que se estaba sofocando a la nación.
Para entonces, su política centralizadora provocaba más inconvenientes que
beneficios pues no solo impactaba en los medianos y pequeños productores al dar
forma a un Estado casi monopólico en la explotación de las tierras sino que
también golpeaba a los pocos industriales pequeños y medianos que aún quedaban
en la isla. Vaya como ejemplo la nacionalización de los pequeños talleres y
fábricas de calzado y su inmediata repercusión en la población, necesitada a
partir de entonces, de recurrir a la enmienda y el cambio de suelas, que a
veces llevaban semanas.
Por
otra parte, junto a su equipo de economistas se opuso firmemente a los
incrementos de salarios, las primas y cualquier tipo de estímulo material para
incentivar al trabajador pues, como explica Kalfon, desnaturalizaba el sentido
de combate proletario contra lo que aún quedaba de capitalismo en la isla.
En
enero de 1964 Cuba firmó un acuerdo comercial con al URSS, que le permitió
colocar el total de su producción azucarera, pero el racionamiento continuó
vigente.
Lo que
llamó la atención de algunos sectores, fue la decisión adoptada por Fidel
Castro de crear un Ministerio del Azúcar, en desmedro del poder que el Che nucleaba en su persona, quitándole de un
plumazo 60.000 de los 150.000 trabajadores que controlaba. Sin embargo fue él
quien sugirió el nombre de Orlando Borrego para el flamante cargo y nada dijo
cuando el primer ministro traspasó el manejo de la economía al presidente
Dorticós, quien representaría al país en la II Cumbre de los Países No
Alineados, celebrada en la capital de Egipto entre el 5 y el 10 de octubre de
ese año11.
¿Qué
estaba ocurriendo? ¿Había tensión? Anderson no parece notarlo, como tampoco
otros autores, aún así, menos de dos años después, el Che abandonaría
definitivamente en país, desligándose de todo vínculo. ¿Acaso llegaba a su fin
la primavera guevarista en la isla?
El 9 de
marzo de 1964 tuvo lugar una nueva reunión de gabinete en la que Guevara
criticó duramente la producción y el 14 de julio regresó con mayor fervor, a
las jornadas de trabajo voluntario.
En esos
días, el Che había vuelto a ser padre, en este caso, de un vástago
extramatrimonial. El 14 de junio de 1963, día de su cumpleaños, Aleida le había
dado a su tercer retoño, Celia, así bautizada en honor de su abuela, pero el 19
de marzo del año siguiente le nació en La Habana, un hijo natural, Omar Pérez
López, fruto de sus relaciones extramaritales con Lilia Rosa López, joven
periodista de Radio Progreso, quien tras el escándalo, debió divorciarse de su
marido, Basilio Pérez12.
Ese no
fue el único caso de incontinencia del líder revolucionario.
Muchos
años después, su escolta Dariel Alarcón Ramírez, (“Benigno”), recordaría las
veces que el Che se hacía llevar amigas a su oficina del Ministerio, para tener
sexo con ellas, incluyendo una mulata bastante exuberante. “Dejaría de ser hombre si no me gustaran las mujeres –le dijo en 1961 a un periodista
uruguayo, durante la cumbre de Punta del Este- Ahora, dejaría se ser revolucionario si yo dejara de cumplir uno solo
de mis deberes, incluyendo mis deberes conyugales, porque me gustan las
mujeres”.
El 17
de marzo 1964, el Che abordó un avión de línea con destino a Ginebra, para
asistir a la Primera Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y
Desarrollo (CNUCED). Cuando se acomodó en su asiento, vio a su lado a Raúl Roa
(h), hijo del ministro de Relaciones Exteriores y ex representante cubano ante
la ONU, quien acababa de ser nombrado embajador en Brasil.
Aprovechando
el encuentro, el flamante diplomático le dijo que tenía un mensaje de Fidel y
cuando Guevara le pidió que se lo transmitiera, se le aproximó y bajando la
voz, le habló del proyecto guerrillero que en esos momentos organizaba el
diputado Leonel Brizzola en Brasil, cuñado del recientemente derrocado Joao
Goulart. Según la tradición popular, el Che respondió que si Brizzola
necesitaba un buen jefe, ofrecía sus servicios para ir a combatir, pero la cosa
no pasó de ahí pues, como se sabe, lo del político carioca solo fue una
expresión de deseo.
El
avión del Che hizo escala en Praga y desde ahí siguió viaje hasta Suiza. El 23
de marzo habló en la sesión inaugural, denunciando a los Estados Unidos por su
política de agresión y llamando a Johnson “granjero de Dallas” y el 25 de
pronunció el discurso más esperado por el periodismo y la concurrencia.
Habló
como representante de una nación que estaba llevando a cabo la gigantesca
experiencia de construir el socialismo en Latinoamérica, que enfrentaba fallos
antijurídicos y políticas de hostigamiento; dijo que estaba allí porque
necesitaba definir los alcances de la conferencia, su significado y su posible
trascendencia y denunció la acción nefasta de ciertos organismos
internacionales, todos serviles herramientas de los poderosos. Instó a abordar
las cuestiones económicas que ahogaban a los países subdesarrollados y la
acción pergeñada contra ellos por las potencias, pero calificó de positiva la
temática de aquella cumbre por hallarse abierta a tratar asuntos primordiales
como las relaciones entre naciones socialistas y capitalistas, las de los
pueblos pobres y los desarrollados y las diferencias que aquejaban al mundo. Se
refirió luego a ausencias significativas como la de China popular, Corea del
Norte, Vietnam del Norte y la República Democrática Alemana y cuestionó la
presencia de los representantes de Taiwán y Sudáfrica, una de las causas por
las que ese foro internacional, no podía ser considerado genuino.
Uno de
los momentos más polémicos del discurso fue cuando hizo referencia a Patricio
Lumumba y responsabilizó a todos, incluso a sí mismo, de tener las manos
manchadas con su sangre y recalcó que se vivía en un mundo marcado por las
divisiones y las diferencias, lleno de contradicciones e injusticias, sumido en
la guerra fría entre las potencias.
Cerró
con la propuesta de hallar una solución definitiva a todos esos males, llamando
a la resistencia y dejando a un lado las luchas estériles, que solo
beneficiaban a los poderosos. En caso de ocurrir esto último, sentenció, la
conferencia no pasaría de ser un trámite burocrático, un documento inocuo que
terminaría archivado en algún depósito olvidado, bajo toneladas de papel
escrito y el mundo continuaría tal como estaba.
A
diferencia de la Sesión Plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social
celebrada en Punta del Este, allí en Ginebra estaban presentes representantes
de casi todo el mundo, de ahí que su mensaje haya tenido mucho más repercusión.
Durante
su estancia en Ginebra, el Che se reencontró con Sergo Mykoyán, quien lo visitó
en el hotel donde se alojaba para tratar de concertar un encuentro con el
ministro ruso de Comercio Exterior, Nikolai Patolichev. Al parecer, el delegado
cubano lo recibió con muestras de afecto pero se hizo el desentendido cuando el
soviético le informó que agentes chinos lo seguían por todas partes. Guevara le
restó importancia al asunto y se limitó a decir que estaba al tanto pero que
eso no implicaba ningún contacto con Pekín13.
La Primera Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo celebrada en Ginebra fue el foro ideal para formular denuncias |
En esos días, el Che se mantuvo hiperactivo. Ofreció una conferencia de prensa ante más de ochenta representantes de los principales medios del mundo, concedió una entrevista de media hora a la televisión local, visitó diferentes lugares y hasta dialogó con su compatriota Raúl Prebisch, el prestigioso economista que representó a su país en la Conferencia.
Pierre
Kalfon sostiene que la estadía del Che en la capital francesa duró dos días,
del 14 al 15 de abril, pero Rogelio García Lupo, en el artículo mencionado,
asegura que la primera de esas fechas se hallaba en Argel. Sea de un modo u
otro, a mediados de ese mes abordó un avión de Air France y voló a la capital
argelina para visitar a Ben Bella, ahora presidente, quien lo acogió como a un
verdadero hermano y lo escuchó atentamente cuando le ofreció un pormenorizado
detalle de la Conferencia. Allí también concedió entrevistas, pronunció
palabras de elogio para la revolución y asistió a recepciones.
Dos
días después, regresó a Praga y de ahí voló directamente a La Habana, seguro
del deber cumplido.
Pero
eso no fue todo. Treinta y cinco años después, alguien extrajo de la galera una
extraña versión según la cual, el líder revolucionario se habría detenido
secretamente en Madrid para encontrarse con una persona muy importante, que
deseaba hablar con él.
Las
historias que salen a la luz a tantos años de los hechos huelen a cosa rara,
más cuando los protagonistas están todos muertos y quien las da a conocer es
apenas un actor colateral, que no presenció nada pero que recibió la
información “de primera mano”.
El 11
de octubre de 1998, Rogelio García Lupo publicó en el suplemento Zona del
diario “Clarín”, un artículo titulado “El tercer hombre en las sombras”, en el
que relata un supuesto encuentro entre Perón y el Che Guevara en “Puerta de
Hierro”, la residencia-fortaleza que el líder justicialista tenía en las
afueras de Madrid.
Según
el autor, el Che necesitaba peronistas para su proyecto guerrillero y Perón
dinero para su regreso a la Argentina.
Los dos argentinos
más célebres del siglo, ¿se miraron alguna vez cara a cara? ¿Tuvieron necesidad
de hacerlo? Una investigación sobre la relación de Perón y el Che, quienes
imaginaron otro país y vivieron prolongadamente fuera de su patria, como los
próceres de la Independencia, permitió penetrar el muro de silencio que
protegió durante casi cuarenta años uno de los secretos mejor guardados por los escasos cubanos y argentinos
que lo conocieron14.
Según
la nota, cuando el Che aterrizó en Praga, proveniente de La Habana, lo esperaba
en el aeropuerto un personaje desconocido, portando un mensaje trascendental de
una persona en extremo importante. Se trataba de Julio Gallego Soto, hombre de
confianza de Perón, quien pidió al recién llegado unos minutos para hablar a
solas.
García
Lupo dice que Gallego Soto fue un eximio conspirador, a quien Perón le confiaba
las misiones más riesgosas, siempre en el más absoluto secreto. Tan es así, que
conocía los números de cuentas de los bancos de
Nueva York, Barcelona, Montevideo y París, donde el líder guardaba sus caudales
y sabía donde se encontraban depositados los contradocumentos y las
transferencias de fondos que amparaban sus alianzas políticas. Un hombre clave,
sin dudas, que logró moverse con cierta facilidad gracias al bajo perfil que se
había labrado.
El artículo es un tanto confuso porque en determinado
momento, sitúa a Gallego Soto en Praga, cuando el Che hizo escala allí en viaje
a Ginebra, pero después refiere que se encontraba una noche, en el Hotel Plaza
de Madrid, a punto de acostarse, cuando alguien golpeó a la puerta de su
habitación sin anunciarse. Se trataba de un fraile, portador de un mensaje de
Perón, indicándole acompañarlo inmediatamente a Puerta de Hierro, sin importar
la hora, porque necesitaba hablar urgentemente con él.
Gallego Soto se cambió y junto al religioso abordó el
vehículo para dirigirse a la quinta “17 de Octubre”. El vehículo tomó por la
Carretera del Prado hacia el norte y al cabo de media hora de viaje, se desvió
por ciertas arterias deshabitadas hasta la calle Navalmanzo. Una vez frente a
los grandes portones de la residencia, su acompañante le pidió que se ocultase
en el piso del coche para que la guardia no lo viese y recién frente al
edificio principal le indicó que podía incorporarse. Al hacerlo, vio al mismo
Perón parado en la puerta.
El líder justicialista lo hizo pasar. Una vez en el interior,
creyó distinguir ciertas voces con acento caribeño y cuando ingresó en la sala
principal, vio a varias personas inclinadas sobre una mesa donde había varias
fotografías.
-Ahí le tienen solo, ahí con su mujer y su hijo -escuchó que
decían-, en ésta caminando por la calle Florida.
Estaban hablando de él, observando unas imágenes que le
habían sacado sin que se diera cuenta.
Sin dar más detalles, el autor pasa a explicar que una vez
dentro, Perón le dijo a Gallego Soto que lo había convocado para una tarea de
gran reserva y buena administración y por saberlo persona derecha y ecuánime,
decidió confiársela. Cuando el recién
llegado preguntó de que se trataba, su interlocutor le respondió: “la administración de los fondos de la
liberación” y acto seguido, se volvió hacia un misterioso personaje, parado
a un costado de la habitación, un fraile capuchino que había estado siguiendo
la conversación sin pronunciar palabra y cuando alguien alzó la pantalla de luz
para iluminar mejor, resultó ser el Che Guevara en persona.
Suena demasiado fantasioso,
más al provenir de una fuente menos que secundaria, el Dr. Alberto T. López,
contador público nacional y experto en cuentas fiscales, a quien Gallego Soto
le habría relatado los hechos en 1977, pocos días antes de desaparecer,
secuestrado por los grupos de tareas del Proceso de Reorganización Nacional.
López los volcó al papel y veinte años después, García Lupo los publicó.
Reunión Perón-Che ¿Realidad o fantasía? |
Todo parece indicar que
Gallego Soto no aceptó la propuesta aunque el 26 de octubre de
1964, el encargado de negocios cubano en Madrid, Ramón Aja Castro, le entregó
una visa de cortesía para ingresar en territorio cubano. Al día siguiente,
viajó en un vuelo de Iberia a la isla y poco después entabló negociaciones con
el ministro de Comercio Exterior, Alberto Mora, para colocar una partida de
maíz argentino.
Nunca sabremos si Gallego Soto y el Che se encontraron en
Praga o si se vieron por primera vez en Puerta de Hierro, pero de haber sido
cierto lo primero, el emisario justicialista debió haberle dicho al ministro de
Industria cubano que Perón quería verlo y proponía un encuentro en su
residencia madrileña.
Según García Lupo, hacía tiempo que Perón y el Che
intercambiaban mensajes a través de Jorge “Papito” Serguera, embajador cubano
en Argelia, quien desde su puesto en la capital del país africano, llevaba en
sus manos tres cuestiones vitales para Guevara: los contactos con Perón, la
preparación militar de los cuadros de Masetti y la apertura de frentes
guerrilleros en el continente negro. Incluso Serguera había visitado a Perón en
más de una oportunidad.
Según el mencionado autor, desde 1959, la relación entre
Perón y el Che era una obsesión para la Agencia de Inteligencia norteamericana,
y según sus palabras, estuvo muy cerca
de confirmar que se habían reunido por lo menos una vez y que debido a
una falla humana, las pistas que había seguido durante casi ocho años en los
que ambos tejieron sus peligrosos planes, se extraviaron15.
Reiteramos
que a medio siglo de aquellos hechos, una versión que surge de manera
imprevista treinta y cuatro años después y de una fuente tan poco consistente,
parece más fantasía que realidad.
El Che
regresó a La Habana para asumir sus funciones ministeriales y seis meses
después volvió a partir con destino a Rusia, donde permaneció del 4 al 8 de
noviembre para abogar, una vez más, por las necesidades de Cuba.
Su
viaje vino bien porque desde 1962, los soviéticos insistían con sus
inclinaciones hacia Pekín (las del Che), argumentando que la Crisis de los
Misiles había acentuado esa tendencia.
Tal vez
fue por ello que la KGB infiltró un agente en su esfera, el agregado cultural
de la embajada, Oleg Darushnekov, sucesor de Yuri Pevtsov, y al parecer fue él
quien dedujo que era el Che Guevara quien estaba llevando a Cuba y la Unión
Soviética a un enfrentamiento directo con Estados Unidos. Incluso en esa época
habían surgido dos grupos bien diferenciados en las altas esferas
revolucionarias, los que lo apoyaban y los que cuestionaban su posición.
Para
los rusos, el Che era un personaje en extremo peligroso, al que después del
conflicto de los misiles era necesario vigilar porque muchos cubanos pensaban
como él y hasta sostenían su posición, en cuanto a que deberían haberse lanzado
las ojivas para acabar con la amenaza que representaba el poderoso país del
norte. Lo que Castro hablaba en privado, él lo decía en público y eso convertía
sus dichos en verdaderos dardos punzantes pues, como bien dice Anderson, provenían
de una figura revolucionaria del más alto nivel16.
Aquel 4
de noviembre Raúl Castro, Raúl Roa y Emilio Aragonés fueron hasta el aeropuerto
de Rancho Boyeros para despedir una vez más al Che, que al frente de una
delegación, partía nuevamente al extranjero, en esta ocasión, buscando
establecer acuerdos y limar asperezas con Moscú pues el Partido Comunista
argentino, siempre liderado por Victorio Codovilla, había puesto el grito en el
cielo en su contra, tras la fracasada incursión de Masetti.
Los rusos
pretendían reafirmar su posición de liderazgo mundial, en desmedro de los
chinos y para ello programaron una convención de partidos de izquierda a
realizarse en La Habana el siguiente mes.
Dorticós
acababa de estar en El Cairo (octubre), como representante cubano en la
conferencia de países no alineados y en vista de su discurso, un tanto crítico,
el Kremlin intentaba una aproximación a esas naciones.
El Che
fue recibido en el aeropuerto por altos representantes del gobierno y, como era
costumbre, estuvo en el palco oficial frente a la multitud, en Plaza Roja,
acompañando a los integrantes de la troika. Luego inauguró la Casa de la
Amistad junto al cosmonauta Yuri Gagarin y mantuvo una reunión a puertas
cerradas en el Kremlin con Brezhnev y los principales jerarcas. Según Anderson,
propuso mediar en el conflicto chino-soviético e intentó sondear los ánimos en
cuanto a su proyecto continental revolucionario.
La
Unión Soviética que encontró, no era la misma de su viaje anterior. Nikita
Kruschev ya no estaba; había sido depuesto el 15 de octubre del año anterior y
reemplazado por Leonid Brezhnev.
También
se reunió con Yuri Andropov jefe de la sección cubana del Departamento
Internacional y Vitali Korionov, subdirector del Departamento América del
Comité Central, esta vez utilizando al agente de la KGB, Rudolf Petrovich
Shlyapnikov y al propio Darushnekov como traductores, porque Leonov se hallaba
destinado en México.
El Che intentó justificarse de las quejas formuladas por los dirigentes comunistas latinoamericanos, en especial Codovilla, Mario Monje de Bolivia y Jesús Faría de Venezuela, pero dejó la sensación de que tanto él como Fidel intentaban emular la guerra independentista de Bolívar, Sucre y San Martín, “…los ejércitos marxistas de los países norteños, Venezuela, Colombia y Ecuador, marcharían hacia el sur como las tropas de Bolívar, mientras que los del sur –Chile, Perú, Uruguay y Argentina- lo harían hacia el norte como San Martín. El punto de encuentro sería la nación que llevaba el nombre del ‘Libertador’: Bolivia”17.
El Che Guevara y Yuri Gagarin inauguran la Casa de la Amistad en Moscú |
El Che intentó justificarse de las quejas formuladas por los dirigentes comunistas latinoamericanos, en especial Codovilla, Mario Monje de Bolivia y Jesús Faría de Venezuela, pero dejó la sensación de que tanto él como Fidel intentaban emular la guerra independentista de Bolívar, Sucre y San Martín, “…los ejércitos marxistas de los países norteños, Venezuela, Colombia y Ecuador, marcharían hacia el sur como las tropas de Bolívar, mientras que los del sur –Chile, Perú, Uruguay y Argentina- lo harían hacia el norte como San Martín. El punto de encuentro sería la nación que llevaba el nombre del ‘Libertador’: Bolivia”17.
El
congreso comunista celebrado en La Habana no contó con la presencia del Che,
pese a que hacía varios días había llegado de Moscú. Permaneció en Oriente y el
30 de noviembre pronunció un duro discurso en Santiago de Cuba, criticando la
actitud pasiva de los partidos comunistas del continente, siempre reticentes a
empuñar las armas y a sus dirigentes serviles, obedeciendo ciegamente los
mandatos superiores desde sus escritorios; también dedicó varios pasajes al
Congo, donde la guerra entre las fuerzas que habían derrocado a Lumumba,
acababan de expulsar a sus seguidores de Stanleyville con el apoyo de
paracaidistas belgas y mercenarios sudafricanos, e instó a no permanecer
indiferentes18.
Anderson
pone especial atención en la cena que esa noche compartieron el Che y Aleida
con Alberto Granado y su esposa Delia en la pizzería Fontana di Trevi de
aquella ciudad, un dato para tener en cuenta a la hora de analizar los sucesos
futuros. Mientras tanto, el ministro de Industria y potencial embajador
itinerante, preparaba un nuevo viaje al exterior, esta vez hacia Nueva York,
con la misión de presentarse en el máximo foro internacional, el recinto de las
Naciones Unidas, para defender una vez más la posición cubana y desafiar al
gran coloso del norte.
Imágenes
El Che y Fidel durante un desfile. Es difícil imaginar un distanciamiento entre ambos |
Lerner, Jouve, Álvarez y Frontini detenidos en Salta. A sus espaldas el cerro San Bernardo |
El 14 de junio de 1963, día de su 35º cumpleaños, el Che fue padre por cuarta vez. En sus brazos, la recién nacida Celia |
Clima de relax y distención (Fotografía de Alberto Korda) |
Jugando beisbol en 1963 |
Raúl y el Che en equipos opuestos |
Entregando diplomas a los trabajadores en el Ministerio de Industria (1963) |
Junto al Madureira R.C de Brasil (1963). Medio siglo después, el equipo colocará el rostro del Che en su camiseta |
Otra junto al Madureira R.C. de Río de Janeiro durante la gira que el equipo carioca realizó en mayo de 1963. Jugadores y dirigentes posan junto el Che |
Concentrado en la partida. III Torneo Capablanca, agosto de 1964 |
Junto a su compatriota, el economista argentino Raúl Prebisch (izq.) y otros asistentes en Ginebra |
Nuevamente en Argel. En la foto junto al presidente Ben Bella |
Furor por el Che en las calles de París. En la imagen, durante su visita a la librería Prèsence Africaine. Se dice que su impacto en el sexo femenino era fuerte |
Notas
1 Sindicalista y
político argentino, secretario general de la Asociación Obrera Textil en 1955,
1961 y 1963 y miembro de la mesa directiva de la Confederación General del
Trabajo (CGT); el 18 de marzo de 1962 fue elegido gobernador de la provincia de
Buenos Aires por la Unión Popular, que respondía al exiliado Perón pero por
presión de los militares, el presidente Frondizi intervino el distrito,
impidiéndole asumir.
2 Sergio M. Nicanoff y
Axel Castellano, Las primeras experiencias
guerrilleras en la Argentina. La historia del Vasco Bengochea y las Fuerzas
Armadas de la Revolución Nacional, Centro Cultural de la Cooperación,
Departamento de Historia, Ediciones del Instituto Movilizador de Fondos
Cooperativos, Cuaderno de Trabajo Nº 29, Buenos Aires, enero de 2004; Carlos
Aznárez, En memoria de Ángel Bengochea y el grupo de la calle Posadas,
Rebelión, 23 de julio de 2014
(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=187582); Sergio M. Nicanoff, “El Vasco Bengochea y las
Fuerzas Armadas de la Revolución Nacional”, ContrahegemoníaWeb (http://contrahegemoniaweb.com.ar/el-vasco-bengochea-y-las-fuerzas-armadas-de-la-revolucion-nacional/).
3 Los Uturuncos fueron
la primera guerrilla argentina, de tendencia peronista, que en 1959 intentó
abrir un foco subversivo en la provincia de Tucumán, con el propósito de lograr
el regreso del líder al país.
4 Sergio M. Nicanoff y
Axel Castellano, op. Cit, p. 54.
5 Federico Méndez
recibió catorce años por haber actuado como fiscal durante el juicio que
condenó a muerte a “Nardo”; Héctor Jouve a doce, Alberto Castellano y Henry
Lerner a cinco y el resto a dos y tres años.
6 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 559.
7 Pierre Kalfon, op. Cit., p. 410. La versión del autor
francés suena más literaria que real.
8 Ídem, p. 394.
9 En 1963, el Club Madureira R. C. de Río de Janeiro emprendió
una gira que incluyó varios países de América Latina. En el mes de mayo recaló
en Cuba, donde disputó cinco partidos, imponiéndose en todos. En el primero
venció a Industriales 5 a
2, en el segundo goleó a Municipalidad de Morrón 8 a 1 y luego al seleccionado
universitario 11 a
1, finalizando la serie con dos encuentros frente a la selección de La Habana
en los que ganó 1 a
0 y 3 a 2.
El Che Guevara estuvo presente en el primero y hasta se retrató con jugadores y
dirigentes “… tenía uniforme
verde oliva, vino a saludarnos al campo de juego después de uno de los
partidos. También vino a hablar al hotel, nos dio escudos de Cuba, parecía un
hombre íntegro”, rememoró el jugador Farah, cincuenta años después.
Se dice que el escritor uruguayo Eduardo Galeano, le reprochó
el haber abandonado el fútbol para jugar al béisbol. “Traidor, usted es un traidor” parece que le dijo mientras le
mostraba el recorte de un diario cubano en el que se lo veía practicando ese
deporte. Otra fábula surgida luego de muchos años. Al Che nunca le importó el
fútbol, tal como hemos dicho tantas veces; su pasión era el rugby.
10 Jesús Alberto Rubio, "El Che; deporte y beisbol", sitio Rey de
los deportes,
http://www.reydelosdeportes.com/DetalleColumna.aspx?IDarticulo=822
11 Ídem, p. 418.
12 Omar Pérez López,
poeta cubano, ensayista, traductor y crítico literario; en 1987 se recibió de
licenciado en Literatura Inglesa en la Universidad de La Habana. En 2010 obtuvo
el Premio Nacional de Poesía “Nicolás Guillén” y el Premio Nacional de la
Crítica por su ensayo La perseverancia de
un hombre obscuro. Recién a los veintiséis años supo por boca de su madre
que era hijo del Che. Su nombre se debe al gran poeta persa Omar Khayan.
13 Jon Lee Anderson,
op. Cit., p. 561.
14 Rogelio García Lupo,
“El tercer hombre en las sombras”, Clarín, Suplemento Zona, Bs. As., domingo 11
de octubre de 1998 (http://edant.clarin.com/suplementos/zona/1998/10/11/i-00401e.htm).
15 Ídem. Los primeros
contactos entre Perón y el Che Guevara se habrían establecido a través del ex
canciller justicialista Jerónimo Remorino, en 1959, enviado especialmente por
el primero. De ser así, la versión de que John William Cooke fue el artífice de
aquella relación sería falsa.
16 Jon Lee Anderson,
op. Cit., p. 547.
17 Ídem, p. 578.
18 A poco de su regreso
de Moscú, Chile, Bolivia y Uruguay rompieron relaciones diplomáticas con Cuba.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)