REPERCUSIÓN MUNDIAL POR LA MUERTE DEL CHE
Diario "Clarín" de Buenos Aires |
Hemos
dicho, en otra parte, que la muerte del Che Guevara tuvo un amplio impacto a
nivel mundial, solo comparable con la guerra de los Seis Días, entre las
fuerzas árabes e israelíes, acaecida en el mes de junio.
Adys
Cupull y Froilán González nos ofrecen una idea de lo que significó el
acontecimiento, enumerando las publicaciones que la prensa de la época hizo en
su momento, dedicándole amplios espacios y numerosos análisis.
Los
periódicos de Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania, España, Austria, Holanda,
Bélgica, Noruega, Suecia, Finlandia, Suiza, Irlanda, Rusia, Gracia, Portugal,
el este europeo, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica,
China, Japón, México, Brasil, Perú, Uruguay, Medio Oriente, Asia, África y,
como es de imaginar, Bolivia, Argentina y el resto de América Latina, cubrieron
la noticia con grandes titulares; radios y medios televisivos informaban a toda
hora e incluso analistas políticos y expertos hicieron oir sus opiniones y
conclusiones.
Durante
un partido de fútbol realizado en Lima, mucho de los asistentes llevaron una
banda negra en el brazo derecho, como señal de duelo. Hubo demostraciones
también en sus universidades y centros de estudios, aún en Río de Janeiro,
Brasilia y San Pablo. En ese último país, el controvertido sacerdote Helder Cámara
lo llamó el máximo mártir de América y el obispo de Antonio Batista Agosto sumó
su voz para condenar el asesinato y referirse a las luchas de clases. Incluso
hubo multitudinarias marchas por las principales avenidas del país.
En
Montevideo, los estudiantes rodearon la embajada de Bolivia y llevaron a cabo
actos y demostraciones, tanto en las universidades como en ateneos y centros
culturales, para luego, desfilar por las calles.
“L’Humanité”
de París dijo que el Che, al margen de su pensamiento político, era un hombre
excepcional; Marcel Niedergang, de “Le Monde” lo calificó de “primer ciudadano
del Tercer Mundo” y ardiente defensor de los pueblos oprimidos; la agencia
AFP informó que la prensa europea le
dedicaba grandes espacios a la noticia y admitía que cualesquiera fueran sus
ideales políticos, su prestigio era enorme, aún en sectores de diferentes
corrientes y extracción.
En
México, la revista “Siempre”, le dedicó cuatro páginas y el periodista Leopoldo
Zea, del matutino “Novedades”, dijo que todos los pueblos de América y el mundo
que luchaban por su liberación sentían en sus corazones un dolor profundo por
su desaparición.
La
prensa norteamericana también cubrió el acontecimiento. “Newsday” de Nueva York
lo calificó de magnífico combatiente y hombre valiente; “The New York Post”
dijo que pertenecía al romance de la historia; el “Cristian Science Monitor”,
que la fuente principal de su fortaleza fue su actitud frente a los Estados
Unidos y “The Washington Post” que murió en la obra de su vida, trabajando por
la revolución.
El
12 de octubre, “The New York Times” publicó en su página 42 un artículo
titulado “Guevara: Man and Myt” (Guevara: Hombre y Mito) donde manifestaba que
su muerte no significaba el fin del peligro revolucionario en América Latina
porque donde quiera que existiese la injusticia y el descontento generalizado,
existirá también la posibilidad de que iluminados como Guevara surgieran
nuevamente para incitar al cambio por medios violentos. Ese mismo día el
liberal “The Guardian”, de Londres, sacó una nota de cinco columnas, firmada
por Richard Gott, donde volvía a hacer referencia a Gustavo Villoldo y su
misteriosa presencia en el lugar de los hechos y “The National List” de
Tanzania, sostenía que se trataba del comandante por excelencia de todas las
fuerzas que combatían al imperialismo en los tres continentes (se refería a
África, Asia y América).
Pero
no solo la prensa se refirió al acontecimiento. En todo el mundo hubo muestras
de sentimiento por la caída en combate del Che.
Trabajadores,
estudiantes, campesinos, intelectuales, profesionales y dirigentes salieron a
expresar sus sentimientos en todos los rincones de la Tierra. Las
representaciones diplomáticas bolivianas fueron blanco de protestas e incluso
ataques, en distintas partes del mundo y sus gobernantes tildados de tiranos y
criminales.
También
se dieron casos llamativos como el de Josephine Baker y sus hijos, quienes
enviaron un telegrama de condolencias a Fidel Castro; en Puerto Rico, el líder
independentista Juan Mari Brass se refirió a él en un multitudinario acto de
homenaje que tuvo lugar en la capital de la isla; la Universidad Central de
Ecuador le impuso su nombre a su sala de jurisprudencia y en Loja se hizo lo
propio con la Ciudad Universitaria, en un acto en el que habló la escritora
Nela Martínez.
Durante
las marchas que tuvieron lugar en Quito, el famoso pintor Oswaldo Guayasamín
expresó: “Ernesto Guevara no ha muerto;
nadie puede matarlo; la tierra de América está regada de su presencia, se
multiplicarán los guerrilleros, el valor y el heroísmo serán de nuevo pan de
los humildes. Las tiranías y golpistas caerán”. Algo similar ocurrió en
Georgetown, capital de la ex Guayana británica, donde la política
estadounidense Janet Jagan, futura presidente de ese país1, se
refirió a él con sentidas expresiones, lo mismo otros dirigentes mundiales,
sobre todo en el Tercer Mundo.
En
París, la editorial Larousse llevó a cabo una encuesta popular, con motivo del
150º aniversario del nacimiento de su fundador, de resultas de la cual, el Che
Guevara fue elegido como la primera figura mundial en ser incluida en el
célebre diccionario.
En
Viena, manifestantes enardecidos retiraron la bandera boliviana de su embajada;
en Nápoles, Florencia y Roma hubo tumultuosas manifestaciones, sobre todo en la
segunda de aquellas ciudades, donde se quemaron banderas norteamericanas en
tanto, la capital italiana, una extensa columna humana se encaminó hacia la
sede diplomática del gran país del norte para mostrar su repudio. La encabezaba
el escritor Cesare Zavattini y varios intelectuales de izquierda, entre ellos
el escritor Alberto Moravia y el afamado director Pier Paolo Pasolini, quienes
terminaron detenidos por la policía. El colega de éste último, Francesco Rosi,
manifestó su intención de rodar una película sobre el líder revolucionario y la
célebre cantante Mina declaró que debería ser declarado héroe nacional de su
país.
También
en Italia, María Teresa Lón, esposa del desagradable poeta español Rafael
Alberti, exiliados ambos en la península por sus tendencias políticas, expresó
su pesar y el de su marido, así como el de otros expatriados.
Las
manifestaciones se repitieron en Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda y Francia,
e incluso un simple y humilde trabajador inglés, Bill Littlewood, hizo llegar
al gobierno cubano una poesía de su autoría aclarando que eran los únicos
versos que había escrito en su vida.
También
Nueva York fue escenario de una concurrida marcha que recorrió las calles con
un féretro mientras se hacían sonar campanas y en la sede de la embajada
boliviana en Washington aconteció algo parecido.
El
periodista George Weeks escribió sobre la manifestación neoyorkina, que se
trató de una demostración pacifista, organizada ese mismo día (21 de octubre)
contra la guerra de Vietnam, la cual tuvo como héroe principal a Ernesto Che
Guevara.
Millares
de retratos del argentino-cubano muerto en Bolivia fueron repartidos entre los
manifestantes a medida que se reunían ante el monumento de Abraham Lincoln, para
iniciar la concentración de protesta de 36 horas contra la guerra de Vietnam.
Un
trovador le dedicó una canción; un organizador del mitin pidió un minuto de
silencio en su memoria y en numerosos pasquines y letreros se le rindió
tributo.
Hubo
aplausos entre los 25.000 manifestantes cuando un cantante anunció que su
próximo número lo dedicaría a “uno de los grandes revolucionarios de nuestro
tiempo, que fue asesinado cuando tomaba parte en al revolución del pueblo
boliviano…
Hubo
protestas estudiantiles en ambos Congos, las dos Guineas, Argelia, Marruecos,
Zimbabwe, Mozambique, Tanzania, Angola, Uganda, Egipto y Palestina. En Santiago
de Chile los estudiantes ganaron las calles y en Bamako, capital de Malí, el
periodista P. Haldare se refirió al Che diciendo que estaba convencido que
renunciar a la libertad era renunciar a la dignidad de hombre.
Desde
Vietnam y Corea, llegaron a las embajadas cubanas notas de pésame, una de ellas
del vicecomandante en jefe de las Fuerzas Armadas Polulares para la Liberación
de Vietnam del Sur, Nguyen Thi Dinh, así como de partidos de izquierda de todo
el planeta.
Los
actos en Chile tuvieron amplia significación; el estudiantado organizó una
demostración en la Facultad de Medicina y en el Parlamento se efectuó otro en
el que hablaron el infaltable Salvador Allende, el escritor Volodia Teltemboin
y varias personalidades más, lo mismo en la sede del Partido Demócrata
Cristiano y otras organizaciones.
En
Centroamérica el Che también fue objeto de homenajes, ya en Tegucigalpa y
Guatemala, ya en Costa Rica y Panamá.
Los diarios del mundo informan la muerte del Che |
En
la misma Bolivia se alzaron voces de protesta. Los estudiantes de Cochabamba,
por ejemplo, suspendieron su tradicional fiesta del 21 de septiembre y firmaron
un documento calificando al Che como líder internacional y símbolo de la
juventud mundial, declarándolo “ciudadano y patriota boliviano”. Con anterioridad,
el 14 de octubre, se había organizado un acto en el aula magna de la Facultad de
Derecho, donde se lo llegó a comparar con revolucionarios de la talla de Simón
Bolívar, Antonio José de Sucre, Tupac Amaru y Tupac Catari y hasta se solicitó
para él la ciudadanía boliviana “post mortem”.
En
la Argentina, su tierra de nacimiento, el régimen militar no pudo impedir
demostraciones, tanto en Buenos Aires como Rosario y otras ciudades del
interior. Lo llamativo fue el comunicado del desconcertante Partido
Justicialista, seguidor de un líder de derecha como Juan Domingo Perón, así
como la carta de su máximo líder y la oración laudatoria del religioso jesuita
Hernán Benítez, confesor de la mismísima Eva Perón.
Pero
no todo fueron homenajes. En el Congreso de los Estados Unidos, por ejemplo,
hubo elogios para el gobierno boliviano y el accionar de sus FF.AA., entre
ellos el del senador Howard Baker, quien manifestó públicamente su
agradecimiento, y pese a que no nos consta, es de suponer que los gobiernos de
Buenos Aires y Asunción hayan hecho llegar sus plácemes también.
La
nota ridícula la dio Chile, a través de su principal vocero, Salvador Allende,
presidente del Senado de su país, quien solicitó oficialmente a las autoridades
del altiplano, la entrega de los restos del Che, para tenerlos en custodia.
Veamos como lo informó el embajador norteamericano en Santiago, Edward M.
Korry, en el telegrama confidencial que le envió al Departamento de Estado la
noche del 16 de octubre.
[…] La reacción más grotesca [a la muerte del
Che] ha sido la del presidente del Senado chileno Salvador Allende. La semana
pasada pidió oficialmente a las autoridades bolivianas que los restos mortales
de Ernesto Guevara le fuesen entregados personalmente. Por tal motivo, en
Chile, Allende es en estos momentos
objeto de mofa. […].3
Payasadas
aparte, al día siguiente, el consejero especial para la Seguridad Nacional,
Walt Rostow, le hizo llegar un informe secreto al presidente Lyndon B. Johnson,
dando cuenta de que había un 99% de probabilidades de que el Che Guevara estuviese
muerto. El escrito daba cuenta que el jefe guerrillero había sido capturado
vivo y que tras un breve interrogatorio, el general Ovando dispuso su
ejecución. Eso echa por tierra, la teoría de que Estados Unidos instigó el
asesinato. Tratándose de un documento oficial de la Casa Blanca, desclasificado
por el Departamento de Estado, es una de las principales pruebas de que la
decisión provino de las más altas cúpulas castrenses bolivianas4,
sin injerencia de Washington.
La
desaparición de Guevara, siempre según la memoria elevada al primer mandatario
estadounidense, marcaba “…el fin del
enésimo revolucionario agresivo y
romántico (del tipo Sukarno, Nkrumah y Ben Bella); en el contexto
latinoamericano”, disuadiría la acción de nuevos y potenciales guerrilleros
y era prueba de la eficaz ayuda brindada por los norteamericanos pues el
Segundo Batallón de rangers, adiestrado por los Boinas Verdes entre junio y
septiembre de ese año, fue el que acorraló y capturó al Che5.
El
día 16, el Estado Mayor de la Fuerza Aérea Boliviana también emitió un
comunicado, según el cual:
Ernesto
Guevara cayó en manos de nuestras tropas gravemente herido y en plena posesión
de sus facultades mentales. Tras el enfrentamiento armado, fue trasladado a la
localidad de La Higuera alrededor de las 20:00 horas del domingo 8 de octubre.
Allí murió a causa de sus heridas. A bordo de un helicóptero, su cadáver fue
transportado a la ciudad de Vallegrande, a las 16:00 horas del lunes 9 de
octubre.
El
día 18, se dio curso al certificado de defunción y al acta de la autopsia
pericial redactados por el doctor José Martínez Casso y el profesor Moisés
Abraham Baptista. Según el primero:
Los
que suscriben (respectivamente, el director del hospital Nuestra Señora de
Malta y un médico generalista) certifican que en fecha lunes 9 de octubre de
1967, a las 17:30 horas, fue trasladado aquí el cadáver de un individuo que
respondía el nombre de Ernesto Guevara Lynch. Edad aproximada; cuarenta años.
Se constata que la muerte fue causada por múltiples lesiones de proyectil en el
tórax y en las extremidades. Al mencionado cadáver le fue inyectado
formaldehído6.
En
cuanto a la autopsia, los facultativos apuntaron:
Bajo
disposición del Ejército se ha procedido a la autopsia del cadáver identificado
como perteneciente a Ernesto Guevara. Edad aproximada: cuarenta años. Raza:
blanca. Estatura: 1 metro y 73 centímetros aproximadamente7.
Cabello: castaño ondulado. Barba y bigotes: largos (ondulados). Cejas: espesas.
Nariz: regular. Labios: finos. Boca: semiabierta. Dentadura: en buen estado con
trazas de nicotina (el premolar inferior izquierdo está semiarrancado). Ojos:
vagamente azules. Constitución: regular. Extremidades: pies y manos bien
conservados (una cicatriz atraviesa casi todo el dorso de la mano izquierda). A
primera vista se constatan las siguientes lesiones por arma de fuego: I)
agujero de entrada en la región clavicular izquierda (agujero de salida en la
región omolateral); 2) agujero de entrada en la región clavicular derecha (con
fractura de la misma, sin agujero de salida); 3) agujero de entrada en el
hemitórax derecho (sin agujero de salida); 4) dos agujeros de entrada en el
hemitórax izquierdo (dos agujeros de salida en la región dorsal); 5) agujero de
entrada en la región pectoral izquierda (entre la novena y la décima costilla,
con agujero de salida en la región lateral izquierda); 6) agujero de entrada en
el tercio medio inferior del muslo derecho; 7) agujero de entrada en el tercio
medio inferior del muslo izquierdo; 8) agujero de entrada en el tercio medio
inferior del antebrazo derecho, con fractura del cúbito. Abierta la cavidad
torácica, se evidencia que la herida del punto I ha lesionado ligeramente el
vértice del pulmón izquierdo; la herida del punto 2 ha lesionado la arteria
subclávica (el proyectil se ha introducido en la segunda vértebra dorsal); la
herida del punto 3 ha atravesado el pulmón derecho (el proyectil se ha
introducido en la articulación costo-vertebral de la novena costilla); las
heridas del punto 4 han lesionado ligeramente el pulmón izquierdo; la herida
del punto 5 ha atravesado el pulmón izquierdo con una trayectoria tangencial.
Las cavidades torácicas (sobre todo la derecha) presentan una abundante
cantidad de sangre. Abierto el abdomen, no se constata ninguna lesión
traumática (se evidencia sólo una distención causada por los gases y por el
líquido cetrino). La muerte ha sido causada por las lesiones en el tórax y por la consiguiente hemorragia8.
Mientras
tanto, las repercusiones por la muerte del líder continuaban. En la última
semana de octubre, el periódico comunista chileno “Siglo”, comenzó a publicar
una serie de artículos refiriéndose a su persona y la campaña boliviana, todos
firmados por el periodista Eduardo Labarca; la prensa soviética, con el
“Pravda” a la cabeza, también le rindió homenaje pese a que su gobierno acogió
con satisfacción la noticia de su muerte porque, de esa manera, se eliminaba un
serio obstáculo para sus planes expansionistas.
Y
así sucedió durante todo el mes de noviembre, tanto en los medios de prensa
como los radiales y televisivos.
Ante
las diferentes versiones que tuvieron lugar a lo largo de esos dos meses, la
familia Guevara se vio obligada a emitir un comunicado de prensa reconociendo
el fallecimiento del Che y aclarando algunos conceptos.
Vistas
las afirmaciones tendenciosas atribuidas a los parientes de Ernesto, y teniendo
en cuenta las diferentes opiniones expresadas, sentimos el deber moral de
declarar que Ernesto Guevara, nuestro hijo y hermano, conocido en todo el mundo
como “el Che”, ha perdido la vida sin que nosotros sepamos la manera, entre el
8 y el 9 de octubre de 1967, mientras estaba a la cabeza de los guerrilleros
que operaban en el área oriental de Bolivia. Si bien el comportamiento del
gobierno de La Paz nos ha dejado perplejos, el viaje de Roberto Guevara y el
examen de los diferentes materiales escritos y fotográficos nos ha convencido
tristemente de la muerte de Ernesto. Esperamos que éste sea nuestro último
comunicado de prensa. Cualquier otra declaración, sea o no pública, deberá ser
considerada falsa o no divulgada por nosotros. Firmantes Ernesto Guevara Lynch
(arquitecto), Celia Guevara de la Serna, Roberto Guevara de la Serna, Juan
Martín Guevara de la Serna, Ana María Guevara de la Serna9.
El
8 de diciembre, el general Ovando llegó a Montevideo, procedente de Río de
Janeiro, para iniciar una visita de cinco días a la República Oriental del
Uruguay. Abordado por los medios, aseguró que el Che Guevara había fallecido
como producto de las heridas recibidas en combate y que su campaña invasora le
había ocasionado al erario nacional la suma de u$s 2.000.000 (dos millones de
dólares), junto a la pérdida de medio centenar de soldados; que los rebeldes
ascendían a setenta y cuatro, diez de los cuales se hallaban prisioneros y que
otros cuatro se mantenían prófugos, entre ellos “Inti” Peredo y dos cubanos.
Una semana antes, había declarado al “O Journal” de Río de Janeiro, que el
diario de combate del Che no debería salir jamás de Bolivia pero dejó en claro
que su gobierno podía permitir la publicación de aquellos pasajes que no
afectasen a la seguridad nacional10.
A
su regreso a la capital francesa, procedente del Altiplano, la corresponsal
Michèle Ray de “París-Match”, publicó un pormenorizado relato del
ajusticiamiento del Che en La Higuera (Nº 977, pp. 16-21), que despertó muchas
sospechas en cuanto al proceder d elos gobernantes de aquel país.
En
lo que al remanente de la guerrilla se refiere, el mismo ya no revestía
peligro, de ahí la decisión de los militares bolivianos, de abrir al periodismo
el campamento de La Esperanza, el mismo donde los Boinas Verdes estadounidenses
habían entrenado a los rangers en las tácticas antiguerrilleras.
En
la oportunidad, el sargento Bush, encargado de las comunicaciones, enseñó la
planta transmisora de 1000 vatios miniaturizada, con la que había estado
operando desde su llegada en el mes de junio y el capitán Mitchell Leroy,
segundo del mayor Shelton, se encargó de mostrar las instalaciones mientras
relataba sus experiencias en Vietnam11.
De
esa manera, el mundo pudo ver en que había consistido la ayuda estadounidense a
Bolivia, además de la provisión de equipo y armamento. Tanto el gobierno como
los norteamericanos comenzaban a blanquear la situación, demostrando que
Washington nada tenía ocultar. Y así como fue falsamente acusado de proveer
armas no convencionales a las FF.AA andinas, recalcamos que fue ajeno a la
decisión de ejecutar al Che pues nunca lo quiso ni lo sugirió. Su intención era
mostrarlo al mundo prisionero y luego someterlo a juicio por un tribunal en
Panamá, para luego arrojarlo a prisión, vencido y humillado, propinándole con
ello, un duro golpe a la Revolución cubana.
1 Política
estadounidense nacionalizada guyanensa. Nació en Chicago, el 20 de octubre de
1920, en el seno de una familia judía. Fue la quinta presidenta de Guyana, la
ex colonia británica, sucediendo en el cargo a su esposo, Cheddi Jagan, médico
odontólogo y político, nacido en la capital del país sudamericano el 22 de
marzo de 1918.
2 Adus Cupull y
Froilán González, op. Cit, pp. 113-119; “Il Che, eroe globale”, Assoziacione
Marx XXI, Político-Culturale, 1 de julio de 2007
(http://www.marx21.it/index.php/rivista/20640-il-che-eroe-globale)
3 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., p. 136 (Telegrama enviado al Departamento
de Estado por la embajada estadounidense en Santiago de Chile, confidencial, 16
de octubre de 1967, 23:15 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departament of State, Cfpf 1967-1969, sobre
2019, fascículo Pol 6 Cuba.)
4 Ídem, p. 137
(Informe enviado al presidente Lyndon B. Johnson por Walt Rostow, consejero
especial para la Seguridad Nacional, Washington, secreto, 17 de octubre de
1967, 10:30 horas, NSF, Country File Bolivia, vol. 4, sobre 8, LBJ Library.)
5 Ídem.
6 Ídem, p. 138-139
(Documento número I adjunto al informe del 18 de octubre de 1967. Certificado
de defunción redactado por el profesor Moisés Abraham Baptista y el doctor José
Martínez Caso, Vallegrande, 10 de octubre de 1967.)
7 El Che tenía 39 años
de edad y su estatura oscilaba entre los 1,75 a 1,76 metros.
8 Ídem, p. 139-140
(Documento número 2 adjunto al informe del 18 de octubre de 1967. Acta de l
autopsia pericial redactada por el profesor Moisés Abraham Baptista y el doctor
José Martínez Caso, Vallegrande, 10 de octubre de 1967.). El documento Nº 3
contenía el informe de la policía argentina, redactado el 14 de octubre en La
Paz, por los peritos Esteban Belzhauser y Juan Carlos Delgado. Fue adjuntado al
informe del día 18.
9 Tomado de Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., p. 153 (Informe enviado al Departamento de
Estado por la embajada estadounidense en Buenos Aires, confidencial, 22 de
noviembre de 1967, NARA, Rg 59, General
Records of the Departament of State, Cfpf 1967-1969, sobre 2019, fascículo
Pol 6 Cuba.)
10 “Clarín”, Bs. As., 3
de diciembre de 1967. Tomado de Gregorio Selser, op. Cit., p. 81.
11 “La Razón”, Bs. As.,
edición del 15 de noviembre de 1967, tomado de Gregorio Selser, op. Cit. p.
78-79.