OPERACIÓN FANTASMA (2ª Parte)
Tras el descalabro de la guerrilla en Salta, las redes urbanas reiniciaron la conspiración |
Producido
el descalabro de la guerrilla de Masetti, quienes no cayeron en combate o
fueron apresados, se desperdigaron en diferentes direcciones, intentando
mimetizarse entre el ciudadano común y ocultarse hasta que las aguas se
aquietasen.
Ciro
Roberto Bustos fue uno de ellos, quien, como se recordará, cambió su nombre por
“Mauricio” y desapareció, ayudado por la red clandestina de Córdoba, moviéndose
con extrema cautela. Desplazándose por diferentes puntos de la provincia, halló
refugio en casas amigas, hasta que la situación permitió reiniciar los trabajos
de conspiración y organizar una nueva red urbana.
Pasado
un tiempo prudencial, el “Pelado” se radicó en Uruguay y después de establecer
vínculos con algunos exiliados y miembros de las organizaciones locales (pocos
por cierto), reanudó los contactos con La Habana a través de la embajada cubana
en Montevideo.
Una
mañana en que “Mauricio” se corrió hasta la legación, un empleado le informó
que había llegado un mensaje para él. Se trataba de un cable cifrado del Che
Guevara, donde se le pedía que viajara a la capital caribeña, acompañado, de
ser posible, por algún integrante de la red urbana nacional, para efectuar un
análisis de lo sucedido en Salta y determinar los pasos a seguir.
Bustos
regresó a Córdoba y en una reunión que mantuvo con “Cholo”, “Armando”, Oscar
del Barco y “Pancho” Aricó, los puso al tanto de la novedad y les pidió su
opinión. Estuvieron todos de acuerdo en que debía ser el último el encargado de
acompañarlo, dada su condición de defensor de los presos políticos, su crítica
posición a todo lo actuado y su marcada predisposición al análisis.
Moviéndose
con celeridad, las células clandestinas proveyeron los pasaportes, sobre los
que se había trabajado con meticulosa precisión, haciendo coincidir las
fotografías, con perforaciones y sellos secos.
De
regreso en la capital uruguaya, abordaron un avión de Air France (“Pancho”
llevando un portafolios lleno de libros y documentos), y volaron a París, donde
hicieron trasbordo para seguir a Praga y desde allí a La Habana, punto final
del recorrido.
En
Rancho Boyeros los esperaba “Papi”, quien los condujo por un camino alejado de
los controles aduaneros hasta un automóvil en el que partieron con destino a
Miramar, más exactamente hacia una casa operativa en la que ambos quedaron
alojados. La llegada y el trayecto retrotrajeron a Bustos a los intensos días
de 1962, cuando los preparativos previos para lanzar la guerrilla guevarista
sobre Salta.
Pero
no había mucho tiempo para pensar; después de desempacar merendaron algo y
estuvieron hasta la noche, leyendo la parva de diarios que les habían dejado
allí para ponerlos al día en lo concerniente al gobierno revolucionario y la
política exterior.
“Papi”
pasó por ellos a eso de las 23.30, y los condujo directamente al Ministerio de
Industria, descendiendo con el rodado hasta el subsuelo del edificio donde
debían abordar un ascensor para llegar hasta el último piso.
Hicieron
antesala en la pequeña cocina del despacho ministerial y cuando las personas
que se hallaban reunidas con el Che se retiraron, les ordenaron pasar, no sin
antes mencionarles previamente que el ministro había hecho un espacio entre dos
reuniones muy importantes, para recibirlos.
Guevara
saludó a Bustos como si lo hubiera visto la semana anterior, haciéndole incluso
una chanza con respecto a que aún estuviese vivo. Quien estaba realmente
agitado era Aricó, al verse por primera vez frente a aquella verdadera leyenda
viviente. Se los invitó a tomar asiento y luego de dos o tres comentarios triviales,
pasaron a los hechos.
El
Che tenía en su poder los informes de “Furry” y “Papi” sobre lo acontecido en
el noroeste argentino pero deseaba escuchar la versión de los recién llegados a
efectos de cotejar. Las conclusiones a las que llegaron fueron tajantes; la
región escogida fue la menos indicada para iniciar operaciones; se trataba de
un páramo desierto desprovisto de frutos y animales, donde era imposible cazar.
Las poblaciones se hallaban muy distantes una de otra y solo unos pocos
campesinos habitaban el área, primitivos, desconfiados y en extremo hostiles a
los extraños. La guerrilla se había mantenido estática durante tres meses,
prácticamente en el mismo sitio e incluso desorientada. El que mejor se había
movido era Hermes, sin ninguna duda, de ahí el interés del Che por conocer su
proceder y cuál había sido su opinión.
Hermes
se movía mejor que nadie, pero [aquello]
no era la Sierra Maestra llena de frutos; ante la selva, lo ignoraba todo, como
cualquiera, aunque aprendía más rápido1.
El
único error que cometió el cubano fue no discutir las desacertadas decisiones
de Masetti e incluso apoyarlas. En opinión del Che, el comandante “Segundo”
había cometido todos los errores salvo en lo referente a la misma práctica, su
desempeño sobre el terreno, “…las
marchas, los campamentos, las exploraciones y la disciplina, que se reducía a
cuidar banalidades como el ruido o descuidos en los equipos y las postas”2,
pero falló en todo lo demás. Ciro intentó explicar sus propias fallas en base a
los actos de Masetti, pero Guevara lo cortó en seco, sin dejarlo continuar.
-Deja
lo que tú hiciste...
Nunca
supo si fue por lo irrelevante de la cuestión o porque había cosas de las que
no convenía hablar3; lo cierto es que el poderoso líder
revolucionario estaba ansioso por conocer la suerte de Masetti y quiso saber si
había alguna posibilidad de que hubiese sobrevivido, cosa que tanto “Mauricio”
como “Pancho” pusieron en duda.
Finalizada
la reunión, “Papi” llevó a los argentinos de regreso a la casa de Miramar,
donde luego de cenar frugalmente, se retiraron a descansar.
A
la mañana siguiente recibieron la visita de “Furry”, quien llegó a bordo de una
Harley Davidson policial, aprovechando un breve intervalo en el curso militar
que estaba dictando. Quería saludar al “Pelado” y preguntar que había sido del
resto de la guerrilla. “Mauricio”, es decir, Bustos, no lo veía desde su
separación en la provincia de Córdoba y por eso tenía también mucho para
preguntarle.
El
cubano le explicó que producida la dispersión regresó a Emborozú para limpiar
la finca y seguir viaje hacia La Paz, donde abordó un avión que lo llevó de
regreso a Cuba, previas escalas en París y Praga. Volvieron a verse unos días
después, en una casa de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)4
cercana a la playa, hasta donde “Papi” los condujo para hacer prácticas de tiro
con fusiles FAL, en un polígono cercano, propiedad del MININT.
"Deja lo que tú hiciste..." |
Luego
de un almuerzo, servido por milicianas de la mencionada agrupación, dedicaron
varias horas a efectuar ejercicios de clave y cifrado, ordenados expresamente
por el Che en base a un libro ruso que les hizo llegar, y en los días
posteriores hicieron cursos intensivos de embutidos (embalaje de mensajes),
códigos y microfotografía. Para esto último, contaron con una cámara Minox
provista de flash, trípode y tanque revelador, aportada por un experto de
inteligencia, quien les hizo hacer pruebas con artículos de diarios, libros,
notas de revistas y hasta documentos.
Permanecieron
en La Habana poco más de una semana, llevando a cabo nuevas prácticas y
ejercicios. Tres días antes de la partida, el Che los volvió a convocar
-siempre a altas horas de la noche-, para abordar algunos asuntos y aclarar
ciertas cuestiones referentes a la operación que se estaba por poner en marcha;
hablaron cerca de tres horas o más bien escucharon a su compatriota haciendo
uno de sus monólogo en el que planteó las conclusiones a las que había llegado
y su punto de vista con respecto a los pasos a seguir.
La
reunión se extendió más de dos o tres horas –nocturnas claro- y Pancho se
olvidó de lo que quería decir. Hablaron de todo un poco: la Argentina, el
mundo, el socialismo real, el irreal, el deseado, China y la paradoja
ideológica estalinista, antitrotskista, las corrientes interpretativas, los fundadores
y los fundidores. Gramsci y Rosa de Luxemburgo, el socialismo transparente. El
Che hizo uso de la palabra casi en forma exclusiva, aunque no imponiendo
criterios, sino, como confirmando conclusiones más históricas que teóricas,
relegando a Pancho al papel de testigo informático que, no obstante, daba
muestras de un creciente entusiasmo y un total acuerdo. No se trabajó esa noche
sobre planes y proyectos futuros; todo estaba claro y, cuando las cosas están
claras, hay que poner manos a la obra. “Cuando termines tus prácticas –me dijo-
hablaremos un poco más. Amarra bien todos los hilos acá con Papi, minentras”5.
Como
dice Ciro Bustos, era el viejo plan de abrir un frente en Bolivia, para
extenderlo a la Argentina y de ahí al resto del continente; el ambicioso
proyecto internacionalista del Che, de llevar la revolución a su país de
nacimiento.
Se
hallaban los argentinos en plena reunión cuando Manresa, el secretario privado
de Guevara, entró en el despacho portando un papel en la mano. El Che lo tomó y
mientras lo leía, frunció el seño e hizo un gesto de desagrado. Cuando su
asistente se retiró, miró directamente a Ciro y con voz grave leyó el contenido
del documento. Una explosión había volado el edificio de la calle Posadas 1168,
en pleno Buenos Aires, donde su enlace local, el “Vasco” Ángel Bengochea había
montado su centro de operaciones, matándolo a él y a los cinco integrantes de
su célula (además de cuatro miembros de una familia vecina).
Los
contactos con la red boliviana que encabezaba el “Loro” Vázquez Viaña quedaban
rotos y su lugar debía ser ocupado por el mismo “Mauricio”, de manera inmediata6.
Bustos
mantuvo una reunión con “Barbarroja”, quien lo citó a su despacho en el
Viceministerio del Interior, para entregarle una suma de dinero destinada a los
presos de Salta. El alto funcionario preguntó sobre la marcha del juicio, el
desempeño de los abogados, la reacción del gobierno y la cobertura que le
estaba dando la prensa y cuando el mendocino terminó de hablar, le extendió un
sobre (o tal vez un paquete) con cinco mil dólares en su interior, junto con el
libro soviético de códigos en clave debidamente embalado en el interior de
un tubo de pasta dentífrica. El Che en
persona había impartido esas instrucciones porque no deseaba verse envuelto en
manejos de dinero.
La
noche antes de partir, “Papi” volvió a pasar por la casa operativa de Miramar
para conducir a Bustos nuevamente ante el Che. Esta vez lo hizo algo más
temprano, a las 22.00 horas y al parecer, en esa ocasión, “Pancho” no asistió.
Guevara
quería retomar el tema de Masetti; evidentemente el asunto le había pegado feo
y para agravar las cosas, lo ocurrido con el “Vasco” Bengochea en Buenos Aires
vino a alterar sus planes de manera inesperada.
No
fue una reunión prolongada. A decir de Bustos, encontró a su compatriota algo
nostálgico y con mayor predisposición para escuchar. Volvieron a hablar del
teatro de operaciones, del tremendo aislamiento en el que se movieron, del
papel desempeñado por “Furry”, de la relación con los lugareños y los errores
cometidos en materia de movilidad y supervivencia.
El
chaco salteño no era Sierra Maestra, zona poblada de campesinos, con sus magros
cultivos y frutos naturales a la vuelta de cada loma y habitualmente transitada
sino un paraje solitario lleno de insectos y, a lo sumo, de bandadas de monos
chillones –y ladrones- en las copas de los árboles […]. No era asunto de
comparaciones, pero el terreno donde nos movíamos era mayor que Sierra Maestra
y toda la provincia cubana de Oriente (Salta es 40.000 Km2 mayor que Cuba),
extendiéndose hacia el infinito. En seis meses de camino, encontramos una sola
familia, difícilmente catalogable de campesina y aún de pobres campesinos. No
pasaban de desechos humanos. En esos desiertos selváticos, no había tarea política
posible y, en sus aledaños, un bonaerense resultaba extraño7.
En
determinado momento, cuando “Mauricio” terminó de exponer, el Che le preguntó:
-¿Y
cuál es tu idea de trabajo?
Ciro
comprendió la indirecta y respondió en ese sentido. Era imperioso continuar el
trabajo en la Argentina, “…evaluar la
experiencia, reivindicar la lucha, determinar la región potencialmente más
favorable por la profundidad del enfrentamiento social, su madurez política y
su cercanía a regiones geográficas que permitan el accionar de una vanguardia
armada, ir ganando allí posiciones mediante contactos o, mejor, situando
directamente cuadros propios que acepten trasladarse a vivir en la zona, hasta
integrarse social y económicamente; instalar negocios alimentarios, transportistas
que circulasen normalmente, medios, etc., desarrollar previamente la
infraestructura política clandestina que garantice el funcionamiento de una red
de información, contactos, alojamientos, depósitos y seguridad”8.
Ambos
comprendían que para poner en marcha semejante operación debía mediar la
acción, tomando las precauciones necesarias en base a la experiencia anterior.
El Che dijo que si bien hubo receptividad a la propuesta de lucha, los
combatientes habían dado el segundo paso antes de hacerlo con el primero y eso
hizo imposible tomar las medidas adecuadas, sobre todo en materia militar. Pero
como él no había estado allí, prefería no emitir juicios, sólo dejar en claro
que había que comenzar de nuevo, partir desde cero y poner en marcha la misión,
estableciendo contacto con los elementos escindidos del Partido Comunista
argentino, sin desdeñar otras agrupaciones que podían incorporarse a la lucha.
Pero para ello era imperioso no asumir compromisos de ninguna índole, actuar
con prudencia y mantener la clandestinidad llevando una vida normal.
-Recibirás
noticias nuestras cuando sea necesario – finalizó diciendo el todopoderoso
ministro de Industria.
La
reunión llegó a su fin pues otra gente esperaba al Che; se despidieron ambos
con un apretón de manos y quedaron en mantenerse en contacto
En
su viaje de regreso, Bustos y Aricó pasaron por Roma, conmocionada aún por la
muerte de Palmiro Togliatti, el histórico secretario general del Partido
Comunista Italiano, fallecido en Yalta, el 21 de agosto a los 71 años de edad9.
Aricó
aprovechó “la volada” para visitar la redacción de Enaudi, admirada editorial
de la que tantos artículos había traducido para “Pasado y Presente” y luego se
dirigieron ambos a un negocio de fotografía, para adquirir una cámara Minox,
con su respectivo trípode, componentes y rollos, con la cual pensaban trabajar
en el futuro cercano.
El
avión de Alitalia que abordaron en Fiumicino los dejó en Montevideo; se
alojaron en un departamento de la calle Yí, previamente alquilado por Bellomo y
a poco de instalados comenzaron a frecuentar el Bar “Sorocabana”, frente a
Plaza Cagancha, donde establecieron los primeros contactos con la izquierda
autóctona.
El
local, con su estilo madrileño, sus sillones mullidos, sus amplios ventanales,
y atmósfera de bohemia, guardaba cierto significado para los argentinos porque
el paseo que tenía enfrente evocaba uno de los triunfos más resonante de las armas
nacionales ante una nueva invasión de su convulsionada vecina10. A
Bustos, en cambio, le traía otros recuerdos, los de su anterior estadía, en
1957, cuando fue contratado por la maderera Oro Verde S.A., para pintar un
mural en sus oficinas de la Av. 18 de Julio.
Fue
allí donde conocieron al joven escritor Eduardo Galeano, miembro de la
redacción de la revista “Marcha”, estrechamente vinculado a la izquierda de su
país, quien les presentó a Andrés Cultelli12 y Javier Guridi, este
último director del diario “El Sol”, urgidos ambos por hablarle de Raúl Sendic13
y el interés que tenía por conocerlo.
Ciro R. Bustos |
Bustos
había oído hablar de él, en especial, su agitada militancia en el gremio
azucarero. Le dijeron que deseaba reunirse con él y propusieron un sitio
apartado, próximo al sector industrial, donde pudiesen encontrarse y conversar
de ciertos asuntos que no podían adelantar.
Los
uruguayos se notaban vivamente interesado en esa reunión y pusieron todo de su
parte para que la misma se llevase a cabo.
El
“Pelado” Bustos aceptó y acordó verse en un paraje abandonado próximo al
Cerrito, un domingo por la tarde, cuando todo el mundo durmiese la siesta14.
Y
hacia allí se dirigió el mendocino, tomando las precauciones del caso. Se
trataba de una playa alejada, próxima a la zona industrial, un sitio no
demasiado seguro en un área un tanto marginal aunque, posteriormente se pudo
comprobar, no revestía peligro.
Bustos
notó enseguida algún movimiento; unas pocas personas caminaban por el extremo
de la bahía, una de ellas Bellomo, quien pasó junto a él sin siquiera mirarlo;
aún así, le indicó el sitio donde se encontraba el dirigente uruguayo y siguió
caminando hasta perderse de vista. Algo más allá, Emilio Jouvé (“Omar”), se
hallaba sentado en la arena, haciendo como que tomaba sol y a unos 150 metros,
parado sobre unas rocas de la orilla, un pescador solitario sosteniendo su
caña.
El
“Pelado” tomó unas piedrecitas y arrojándolas al agua haciendo “patito”, se fue
acercando, pasando cerca de “Omar”) sin mirarlo.
-¿Pican?
– le preguntó al sujeto de la caña.
-Hay
mucho viento, pero si usted quiere, podemos charlar y matear.
Era
la típica pregunta que se le hace a un pescador para entablar diálogo y la
característica respuesta uruguaya ofreciendo cebar unos mates.
Se
trataba de Sendic, quien lucía un gastado traje obscuro, camisa abierta al
cuello, sin corbata y sombrero15.
Tomaron
ambos asiento y mientras el “Pelado” le sostenía la caña, el uruguayo comenzó a
preparar la infusión mientras preguntaba lisa y llanamente, qué había sucedido
en Salta con la guerrilla, “…eludiendo
los detalles ‘secretos’, aunque el origen y la dirección inmanente del proyecto
flotaba con naturalidad entre nosotros, como el olor del río”15.
Bustos
relató los hechos de manera pormenorizada y mientras lo hacía, Sendic preguntó
por los fallos cometidos, los avatares de la lucha, sus errores y los
procedimientos implementados. La respuesta fue sencilla, habían hecho todo lo
contrario de la consigna maoísta, escogiendo un mal terreno y poniendo gran
distancia entre las redes urbanas y el frente de guerra.
Bustos y Sendic se encuentran en la playa |
Hablaron
durante horas, sin percatarse que otros pescadores se habían acercado hasta la
costa y grupos de muchachos jugaban al fútbol en la playa.
En
ese momento Sendic pidió armas y solicitó el entrenamiento de un hombre de su
confianza, para adiestrarlo en técnicas de chequeo y contrachequeo, espionaje,
mensajes cifrados y comunicaciones.
Quedaron
en mantenerse en contacto y se separaron cautelosamente, tomando cada uno por
su lado.
“Pancho”
Aricó regresó a Córdoba; el “Pelado” debió esperar un tiempo más, para no
hacerlo tan cerca uno del otro y mientras en Salta el proceso contra los
subversivos capturados continuaba (Gustavo Roca y Antonio Horacio Lonatti
seguían a cargo de la defensa), la cúpula nacional de la organización llevaba a
cabo reuniones en diferentes puntos del país.
Establecida
su central de operaciones en la ciudad de Córdoba, escudaron su accionar tras
la fachada de un local de intercomunicadores eléctricos, luego de reemplazar la
vieja camioneta que solía conducir “Cholo” por un Auto Unión mucho más
funcional.
Mientras
tanto en Montevideo, Bustos iniciaba los cursos de entrenamiento con Jorge
Notaro, el estudiante avanzado de Economía, que Sendic había designado para ese
fin.
Fueron
dos semanas de instrucción intensiva en el departamento de la calle Yí, donde
el argentino vivía con su esposa. Cuando el joven recluta llegaba, Ana María se
retiraba y cuando en horas de la tarde la clase finalizaba, ella regresaba.
Luego siguieron las prácticas sobre el terreno, con ejercicios de seguimiento,
chequeo, contrachequeo, mensajes encubiertos, planes de emergencia y finalmente
una evaluación general con análisis y conclusiones.
Por
entonces, Emilio Jouvé había instalado un kiosco en un local alquilado que
servía de pantalla; los contactos con la embajada cubana seguían se mantenían y
las comunicaciones con la red clandestina en Córdoba, se hacían cada vez más
frecuentes.
En
la segunda quincena de agosto, la legación aportó la remesa de armas solicitada
por Sendic, a saberse, seis pistolas Walther P38 calibre 9 mm, tres
ametralladoras ligeras Uzi, bombas incendiarias de origen norteamericano,
tomadas a los rebeldes contrarrevolucionarios, municiones, y demás componentes,
todo lo cual fue embalado debidamente y escondido en el respiradero que había bajo
el piso del kiosco, hasta el momento de la entrega.
La
misma se hizo a tiempo, pocos días antes de que la República Oriental del
Uruguay rompiese relaciones diplomáticas con Cuba16.
Un
chequeo del material llevó al “Pelado” a incautar para sí una parte, reteniendo
tres pistolas y la mitad de las bombas incendiarias.
Para
concretar la entrega, se organizó un operativo con Bellomo dentro de un taxi,
apostado en una esquina, a varias cuadras del kiosco. Un individuo llegó
caminando a la hora convenida, subió al vehículo y partió con el argentino
hacia un barrio periférico, llevando el bolso con el armamento en el asiento
trasero.
Un par de días después, Ana María partió de
regreso a Buenos Aires y desde ahí siguió hacia Córdoba, para coordinar con
Rafael el traslado del arsenal. El mismo se hizo en parejas, viajando una
detrás de otra, con un tiempo prudencial entre ambas, para no despertar
sospechas, todo debidamente embalado y camuflado17. Aclara Bustos
que ese material quedaría en reserva, en los depósitos clandestinos de la
organización y sería empleado una década después, por las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), una de las tantas organizaciones subversivas que actuó
en el país en los años de plomo18.
Para
entonces, “Cholo” había logrado establecer, a través de sus contactos en el
Departamento de Policía de la provincia de Mendoza, que Ciro Roberto Bustos
estaba limpio; nadie lo buscaba, no se lo vinculaba con la guerrilla y mucho
menos se solicitaba su captura. De esa manera, una vez de regreso en la
Argentina, pudo obtener la documentación necesaria para moverse libremente
(cédula de identidad, libreta de enrolamiento, registro para conducir,
pasaporte), y reanudar su actividad conspirativa sin ningún tipo de
contratiempo.
Para
entonces, la red clandestina había incorporado a otros dos cuadros, David
Tiefemberg y el “Petiso” Zárate, quienes además de su capacidad y su
iniciativa, aportaban consigo un considerable numeroso de contactos, algo
fundamental para seguir adelante con la operación.
Como para enredar más la situación, confusas noticias comenzaron a llegar desde el continente negro, referentes a extraños movimientos en el Congo, así como a combatientes que hablaban en español, con marcado acento cubano. Y por sobre ello, la lectura de la célebre carta de despedida que Fidel Castro hizo el 3 de octubre de 1965, en el Teatro “Chaplín”, durante la presentación del PC cubano,
A
todo esto, las redes urbanas continuaban organizando distintas agrupaciones
destinadas a apuntalar sus bases de apoyo. Alberto Szpunberg, Octavio del Valle
(“Manuel” o “Cristobal”) y “Roberto”, un cuadro del que Bustos no recuerda el
nombre, formaron en Villa Urquiza una efímera célula denominada Brigada
Masetti. Siempre en la Capital Federal, continuó operando el grupo que nucleaba
“La Rosa Blindada”, encabezado por José Luis Mangieri así como el de los
trabajadores de prensa, liderado por Emilio Jáuregui y el patético Eduardo
Jozami, medio siglo después devenido en periodista bizarro19. En
Mendoza fue un desprendimiento del PC local, del que formaban parte “Cholo”,
los hermanos Armando y Gustavo Camín, Antulio Lencinas20 y Fuad
Toun, en tanto el grupo cordobés reunía a la gente de “Pasado y Presente”,
entre ellos los históricos Oscar del Hoyo y “Pancho” Aricó, quienes buscaban
establecer contacto con Agustín Tosco, secretario general de la filial Luz y
Fuerza regional y dirigentes de gremio metalúrgico, sobre todo los que
representaban a los trabajadores de las fábricas de tractores SITRAM y SITRAC.
En
esos días Bustos viajó a Salta para visitar a sus compañero presos; una vez de
regreso, buscó a los remanentes del grupo liderado por el “Vasco” Bengochea pues
no solamente quería conocer los detalles del terrible accidente que le había
costado la vida a sus componentes sino establecer las pautas a seguir, para
continuar su labor en apoyo de los planes del Che.
La
persona con la que el “Pelado” se conectó fue “Carlos”, un militante trotskista
relacionado también con Mario Roberto Santucho, futuro líder del ERP, quien al
igual que el “Vasco”, se había escindido de “Palabra Obrera” -la publicación
fundada por Nahuel Moreno-, para iniciar el camino de la lucha armada21.
Ejemplar de "La Rosa Blindada" |
“Carlos”,
que en su momento había ayudado al “Loro” Vázquez Viaña, le explicó a Bustos
que la causa del fatal accidente había sido la manipulación de los explosivos.
Según le explicó, el grupo acababa de recibir una importante cantidad de bombas
y granadas, al parecer un material en extremo seguro, para ser ensambladas y
luego almacenadas en un punto a indicar. En un momento determinado, el “Vasco”
le recordó que debía acudir a una cita previamente establecida y “Carlos”
abandonó el lugar, pensando regresar un par de horas después. Salió a la calle,
decidido a tomar un colectivo cuando a al cabo de dos cuadras, un sonido espeluznante
lo hizo estremecer. Al volverse, vio a varios transeúntes en sentido contrario
y una columna de humo que se elevaba desde el edificio. Cuando llegó, solo
encontró una montaña de escombros, envuelta en una nube de polvo que se iba
disipando lentamente, impulsada por la brisa. De acuerdo a su parecer, a alguien
se le debió caer la caja con los detonadores y eso provocó el desastre.
Poco
después, la dirigencia de las redes urbanas decidió una reunión plenaria en el
Uruguay para tratar la política a seguir. Escogieron ese lugar, en primer
lugar, porque era mucho más seguro y segundo, porque la gente de Sendic estaba
interesada en participar. Y fueron estos últimos quienes aportaron la casa
donde la misma se llevó a cabo, un simple rancho, según el decir del “Pelado”,
cerca de un pequeño pueblo, a metros de la playa, en un punto del litoral
atlántico próximo al Chuy y la frontera con Brasil.
Para
llegar hasta allí, era preciso viajar a Montevideo, abordar un ómnibus en la vieja terminal, bajar en el mencionado poblado22 y caminar
varios metros hasta la costa, donde se encontraba la vivienda.
Allí
quedaron establecidos los lineamientos de las acciones futuras, se analizó a
fondo lo sucedido en Salta, se barajaron posibilidades con respecto a la
política a implementar y sobre todo, se optó por la lucha armada y la apertura
de nuevos focos guerrilleros.
Aquella
suerte de mini convención escogió a Ciro Bustos para que transmitiera lo
tratado al Che, pero para entonces, algo raro estaba sucediendo.
Guevara
había desaparecido del escenario y nadie sabía dónde estaba. Ya no se lo veía
en público, no acudía a su ministerio, no pronunciaba discursos ni ofrecía
entrevistas y lo más llamativo, no había estado presente en la Primera
Conferencia Tricontinental celebrada en La Habana del 3 al 15 de enero de 1966.
El
15 de marzo aterrizó de regreso en La Habana [procedía de su gran gira
internacional], fue recibido por Fidel, la plana mayor del gobierno y por
Aleida, su mujer. Resultó ser su última aparición ante la prensa. Después,
desapareció.
Una
ola de rumores, algunos tenebrosos, todos tendenciosos, inundó la prensa
mundial. Según su procedencia, iban desde versiones sobre su asesinato en la
trastienda del poder luego de una ruptura con Fidel, hasta su prisión en el
interior de la isla, su enfermedad o suicidio. Las más “autorizadas” fuentes,
ligadas al PC argentino, le daban una interpretación política científica,
basada en la dialéctica del materialismo, según la cual sólo se había impuesto
la cordura, acabando con el aventurerismo pequeño burgués que minaba la marcha
inexorable del proletariado mundial al socialismo, tras las banderas de la
Unión Soviética. Las mismas fuentes aireaban las “abiertas provocaciones” del
personaje, inclinado a simpatizar con los chinos y hasta con los trotskistas.
Las agencias del capitalismo coincidían en responsabilizar a Cuba de su
desaparición. Se hablaba de un tiroteo en plena reunión con los hermanos castro
y otros “jerarcas del Partido”, la noche de su llegada a La Habana. Algunos
asilados de última hora, involucrados según ellos en los ocultos sucesos, daban
cuenta de una operación depurativa que arrasaba el país, desmantelando
apoyaturas del carismático comandante. No faltó un mensaje de socorro,
supuestamente garabateado por el Che en un papel metido en una botella arrojada
al mar por entre las rejas de una fortaleza de La Cabaña, su antiguo puesto de
mando. Cuba se mantenía en silencio. Los intelectuales del mundo se miraban de
reojo23.
Como para enredar más la situación, confusas noticias comenzaron a llegar desde el continente negro, referentes a extraños movimientos en el Congo, así como a combatientes que hablaban en español, con marcado acento cubano. Y por sobre ello, la lectura de la célebre carta de despedida que Fidel Castro hizo el 3 de octubre de 1965, en el Teatro “Chaplín”, durante la presentación del PC cubano,
En
abril de 1966, cuando las organizaciones clandestinas se hallaban sumidas en la
confusión, un emisario tomó contacto con Bustos para comunicarle que debía
viajar inmediatamente a Cuba. Al “Pelado” aquello le llamó la atención porque
era evidente que se trataba de algo relacionado con el Che y por esa razón,
pensó tratarlo con la cúpula. Pero entonces sucedió algo todavía más llamativo.
Coincidiendo
con el mensaje cubano, llegó desde China Emilio Jáuregui, portando una
invitación especial del gobierno de ese país para que Bustos viajase a Pekín.
Confundido
y desorientado, el mendocino acudió a la oficina del recién llegado y éste le
dijo que los líderes maoístas deseaban mantener una reunión privada con él.
Debía partir hacia París y presentarse en la embajada china en esa capital,
donde tenía toda la documentación lista (permisos, pasajes, sellados) y agregó
sobre el final que el viaje se haría vía Karachi (Pakistán), con el objeto de
evadir la vigilancia soviética.
Aún
cuando acababa de ser padre por segunda vez24, el “Pelado” preparó
su equipaje y se dispuso a partir. China primero, Cuba después; era la vida del
revolucionario, un ser especial que según sus palabras, debía ser solitario
aunque tal como la realidad lo indicaba, solía llenarse de hijos “como si la revolución se iniciara con amor”25.
1 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p. 224.
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Sin relación con la
organización terrorista homónima que actuó en la Argentina en los años setenta.
5 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p. 226.
6 Ver capítulo
“Viajero infatigable”.
7 Ciro Roberto Bustos,
ídem, p. 228.
8 Ídem, p. 229.
9 Togliatti fue parte
del grupo liderado por Antonio Gramsi, a quien sucedió en la conducción del
movimiento tras su encarcelación el 8 de noviembre de 1926.
10 El 29 de diciembre
de 1838, el ejército argentino cruzó el río Uruguay, al mando del general
Pascual Echagüe, e invadió el vecino país, siguiendo órdenes del brigadier
general Juan Manuel de Rosas, el temible dictador porteño, cabeza de la
Confederación Argentina. Tras una serie de victorias iniciales, la fuerza
agresora llegó al arroyo Cagancha, a solo 30 kilómetros de Montevideo y tras
una feroz batalla, logró ser contenida. Las tropas orientales, apoyadas por
efectivos argentinos del bando unitario, se alzaron con la victoria y forzaron
al enemigo a retirarse. Ver: Alberto N.
Manfredi (h), “Invasiones argentinas al Uruguay”
(http://lavozdelahistoria.blogspot.com.ar/2014/04/dos-agrupaciones-politicas-olvidadas.html).
11 Eduardo Galeano,
escritor y periodista uruguayo nacido en Montevideo el 3 de septiembre de 1940,
autor de Las venas abiertas de América Latina (1971) y Memoria del fuego
(1986). Era un apasionado del fútbol, simpatizante del Club Nacional de su
ciudad natal. Obtuvo numerosos premios y reconocimientos, como el Stig Dagerman
en 2010, Casa de las Américas en 2011 y Alba de las Letras en el 2013.
12 Andrés Cultelli fue
uno de los principales líderes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros.
Militante del Partido Socialista, en los años sesenta, fue administrador del
diario izquierdista “Época”, clausurado posteriormente por el presidente Jorge
Pacheco Areco. Luego de ser arrestado (1972), se fugó a la Argentina donde,
según algunas versiones, fue secuestrado por la temible Triple A. Que haya
terminado entregado a las autoridades locales pone en duda esa versión ya que
la mencionada agrupación ejecutaba a sus secuestrados. Declarado desparecido
por las autoridades peronistas, “apareció” repentinamente y se exilió en el
Chile de Allende y luego en Australia, de donde regersó a su país en 198, con
el advenimiento de la democracia. Fue autor del libro La revolución necesaria. Contribución a la autocrítica del MLN, de
Editorial Colihue.
13 Raúl Antonaccio Sendic,
dirigente sindical y activista nacido en Chamangá, departamento de Flores
(Uruguay), el 16 de marzo de 1925. Obtuvo el título de procurador en la
Facultad de Derecho de la Universidad de Montevideo. Militante socialista, se
radicó en Paysandú, donde se vinculó con trabajadores del gremio azucarero, de
quienes fue asesor letrado. Tomó parte en las luchas obreras y sufrió cárcel
cuando en agosto de 1970 fue detenido y alojado en el Penal de Punta Carretas,
de donde se fugó al año siguiente con 105 tupamaros y otros seis presos comunes
(Operación El Abuso). Herido en el rostro durante un enfrentamiento con fuerzas
navales en el sector antiguo de Montevideo (1 de septiembre de 1972), fue hecho
nuevamente prisionero, permaneciendo detenido 12 años. Liberado en marzo de
1985, continuó su militancia hasta su muerte, acaecida en París, el 28 de abril
de 1989, donde había viajado para tratarse la esclerosis que padecía. Su hijo
es el actual vicepresidente de la República Oriental del Uruguay (2015).
14 Ver detalles en:
Ciro Roberto Bustos, op. Cit., p. 233.
15 Ídem.
16 La ruptura se
produjo el 8 de septiembre de 1964.
17 Los explosivos iban
envueltos en gelatina gris.
18 Sin relación con sus homónimas de Cuba, Guatemala, Colombia y México.
Formada mayoritariamente por militantes provenientes de la Federación Juvenil
Comunista del Partido Comunista Argentino, hizo su aparición el 26 de junio de
1969, incendiando varios locales de la cadena de supermercados norteamericana
Minimax, en Buenos Aires, en repudio a la visita de Nelson Rockefeller. De
tendencia guevarista, llevó a cabo acciones armadas de envergadura hasta su
unificación con Montoneros a fines de 1973.
19 Periodista y
abogado, permaneció detenido durante todo el Proceso de Reorganización
Nacional. Fue miembro de la redacción de “Clarín”, diario que pasó a denostar
entre 2003 y 2015 para complacer al gobierno de turno. En 1984 se radicó en
México; de regreso en el país desempeñó varios cargos públicos, entre ellos el
de diputado por el Frepaso. A partir del 2003 jugó un rol deplorable dentro de
la política nacional, como incondicional del gobierno de turno y hasta hizo el
ridículo varias veces en el programa oficialista 678.
20 Nieto del gobernador
José Néstor Lencinas y sobrino de Carlos Washington Lencinas, quien sucedió a
aquel y fue muerto por disposición del presidente Hipólito Yrigoyen y el
denominado Klan Radical.
21 He aquí una nueva
prueba del estrecho vínculo del terrorismo setentistas con el Che Guevara.
22 Probablemente La
Coronilla.
23 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p. 245.
24 En enero de 1965
había nacido su hija Andrea y en febrero del año siguiente lo hizo Paula, la
menor.
25 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p. 247.