EL EXTRAÑO MEMORÁNDUM "R"
El Che junto a Kabila. La fugaz visita del jefe congoleño al teatro de operaciones no condujo a nada |
El
balance de aquella primera incursión fue desolador. Cuatro cubanos y al menos
dieciocho africanos muertos, cerca de un centenar de heridos, varios hombres
perdidos, entre ellos “Tano”, quien aparecería recién el lunes 5 de julio y
decenas de desertores, todos congoleños y ruandeses. Pero lo peor fue que
aquellos dos meses de inactividad y los resultados de los ataques a Front de
Forces y Katenga, terminaron por desmoralizar a varios caribeños quienes,
desencantados con la operación, solicitaron regresar a su país.
Eso
desconcertó al Che y lo sumió primero en una amarga ira y luego en gran
preocupación.
Los
primeros en pedir la baja fueron “Saba”, “Sahili” y “Azali”. Argumentaban, no
sin razón, que mientras los cubanos se deslomaban, luchaban y morían, los
nativos arrojaban sus armas y desertaban y su dirigencia se daba la gran vida
en Kigoma, Dar es-Salam y otros países del extranjero.
Para peor, todas sus
críticas (las del Che) iban dirigidas a sus mejores cuadros en tanto a los
lugareños les justificaba todo. Según el análisis efectuado por el comandante
luego del combate, “Inne” había demostrado arrojo pero fue imprudente e inepto
al conducir a la muerte a varios compañeros, sin embargo, para congoleños y
ruandeses ni una observación, cuando eran los responsables de aquellas bajas y
el descalabro en general. Desertaban antes de entrar en contacto con el enemigo
o abandonaban la lucha en pleno enfrentamiento, arrojando sus armas y dejando a
sus compañeros heridos abandonados a su suerte.
“Abdala”,
“Ansali” y “Anga” también solicitaron regresar y luego lo hizo el “Chino”
(“Sitaini”), ayudante del mismísimo Che.
La nota
reservada que el “Negro” le envió a “Kahama” sirve para reflejar el estado de
ánimo de aquellos valientes. “Todos estos
compañeros (por los africanos), corren en cuanto sienten un tiro: los
compañeros que faltan es culpa de ellos. Kahama, yo no tengo miedo porque estoy
junto con los compañeros cubanos, pero quisiera estar en Cuba, y eso piensan
muchos cubanos que ya recibimos el bautizo de fuego”1.
Para
peor, los justificativos que daban los nativos eran realmente indignantes.
Según ellos, la derrota se debía a una mala dawa por parte del médico-brujo y
más de uno intentó lincharlo cuando aquel se defendió diciendo que todo se
debía al miedo y el contacto con las mujeres. Para reemplazarlo, Calixte perdió
días enteros intentando dar con uno y luego la carta de Mundandi al Che,
inventando cosas absurdas sobre su hermano, presentándolo como a un héroe que
antes de morir había destruido un camión repleto de askaris, colmó la
paciencia.
Para
apaciguar los ánimos, el Che reunió a su gente y le habló de la situación, de
los plazos de la misión, de los objetivos y al finalizar, garantizó que se
ocuparía personalmente de sacar de la región a quienes no se encontrasen a
gusto. Sin embargo, pese a esas últimas palabras, dejó en claro que si se
renunciaba a la lucha, se estaba traicionando a la revolución y se incumplía la
palabra empeñada.
En
aquellos días comenzó a circular en Cuba un documento de dudoso origen,
conocido como Memorándum R (Informe R-Habana), del que muy pocos autores han
hecho referencia. Redactado en alemán, revestía carácter secreto y daba cuenta
del paradero de Guevara, así como de su estado físico y mental.
Por su
estilo de redacción y contenido, hubo quienes lo atribuyeron a Aníbal Escalante,
militante de la revolución y periodista disidente, destituido de sus cargos por
decisión del propio Castro3. Según algunas versiones, fue elaborado
en base a conversaciones con el segundo secretario de la embajada soviética en
La Habana, Rudolf P. Schlianikov, cuando se negociaba la visita de una
delegación comercial de la República Democrática Alemana (RDA) o
Checoslovaquia.
El
texto del Memorándum daba por sentado que el argentino había desaparecido de la
vida pública cubana por decisión de Fidel Castro, extremadamente temeroso de su
creciente poder. Decía que se encontraba sometido a tratamiento en una clínica
psiquiátrica de las afueras de la capital, donde se hallaba recluido como único
paciente y aseguraba que sufría un colapso psíquico-físico, producto de su
extenuante labor. Pero lo más inquietante era que se hallaba en un estado de
trastorno constante, aquejado por altas fiebres y lo peor, que escuchaba
constantemente la voz de Camilo Cienfuegos -a quien veía vagar por las
inmediaciones-, impulsándolo a acometer nuevas acciones armadas.
De
acuerdo al texto, el Che pasaba la mayor parte del tiempo leyendo escritos de
Trotsky y todo lo referente a la revolución rusa; había enviado innumerables
cartas a Fidel, sugiriéndole planes colosales destinados a llevar la revolución
a los más apartados rincones de la Tierra y proponía el envío de un contingente
armado a Ghana, para iniciar desde allí la conquista del continente negro.
También hablaba de volar a Zanzíbar; de ayudar a los chinos a expandir la guerra
de guerrillas e incluso, de dirigirse a Mozambique, con el objeto de iniciar su
emancipación de Portugal.
El
documento mencionaba a alguien denominado Q, posiblemente el Dr. Emilio
Quesada, médico del Hospital Universitario “General Calixto García” y allegado
a Escalante, quien habría certificado que el segundo hombre de la Revolución
estaba siendo sometido a un tratamiento a largo plazo, destinado a atenuar su
estado psicosomático, aclarando que su mal era crónico. Sus conclusiones eran
realmente llamativas:
Tenemos, por primera vez, una noción
de la mentalidad de este hombre cuyas prácticas, sed de aventura e ideas
enigmáticas han contribuido en gran medida a aislar a nuestro país y sumirlo en
el caos económico, convirtiéndolo al mismo tiempo, en un peligro para el orden
nacional e internacional4.
Siempre
se dijo que el escrito había surgido de la pluma de Escalante o algún otro
desertor; también que lo habían financiado la CIA o exiliados anticastristas
para desprestigiar su imagen, mostrándolo como un demente ambicioso, cuya
desmedida idea de sí mismo, lo había llevado a crear un verdadero culto a su
persona.
Si a
ese dislate le sumamos las versiones que tanto la prensa como diferentes
personalidades hicieron circular a partir de su desaparición, podremos entrever
que detrás de todo hubo otros intereses. Lo más probable es que el documento
haya salido del servicio secreto cubano con el propósito de confundir a la
opinión pública y desviar la atención sobre el Che y su verdadera misión.
De ser
así, el plan elaborado por los dos máximos líderes de la Revolución habría dado
resultado pues al poco tiempo, comenzaron a circular las más disparatadas
versiones, entre ellas la mencionada nota de “Paris Match” donde Jean Larteguy
aseguraba que Guevara había sido asesinado por Fidel; la de “Nesweek”, edición
del 28 de junio de 1965, hablando de su desaparición y posible suicidio una vez
vuelto del viaje por los países africanos. Estaban aquellas que lo situaban en
Vietnam o en Santo Domingo, la de su deserción de la revolución para vender
documentos secretos a la CIA en diez millones de dólares (¡!) y la más
disparatada, su asesinato y posterior entierro en una fábrica de La Vegas (¿?),
eso después que medios de prensa brasileros lo situaran en Colombia, Perú, Argentina
y Chile.
A
principios del mes de julio, el Che le envió una nota a Pablo Ribalta, en Dar
es-Salam, ordenándole dar a conocer su presencia en el Congo pero que antes, se
lo comunicara a Kabila, para que la novedad no lo tomase por sorpresa.
Enterado
de la novedad, el esquivo jefe congoleño, manifestó su total desaprobación,
argumentando que se trataba de una decisión inoportuna y en extremo perjudicial
para los intereses de la revolución.
En
reakidad era lógico que reaccionase así porque la confirmación de que el
poderoso líder cubano se encontraba luchando en su país, lo obligaba a asumir
sus responsabilidades y dejar definitivamente la buena vida, de ahí su decisión
de visitar el frente y entrevistarse con él.
Llegó
el 7 de ese mes, procedente de Kigoma, acompañado por Masengo, Nbajira –su
ministro de Relaciones Exteriores - y un sequito de asistentes, entre quienes
destacaban unas cuantas guineanas, sensuales y voluptuosas.
El
encuentro tuvo lugar al pie de la gran montaña, frente a oficiales y tropa y se
desarrolló en un clima de gran algarabía.
Los dos
jefes se saludaron de manera afectuosa pero la arrogancia del africano le
provocó a “Kumi” una sensación de rechazo.
Las
conversaciones se desarrollaron en francés, idioma que el recién llegado
dominaba a la perfección pero pese a la cordialidad y camaradería, el argentino
notó a su interlocutor esquivo y un tanto falso, como intentando eludir algunas
cuestiones.
Hablaron
de todo un poco, de la situación en el frente, de la desorganización que imperaba
en las filas rebeldes, del desastroso ataque a Front de Forces y de lo que su
presencia implicaba para los cuadros. En determinado momento, el Che insistió
con su deseo de marchar a la primera línea, pero el congoleño volvió a
oponerse, explicando que por tratarse de un líder de tanta trascendencia, debía
mantenerse a distancia, cuidando su persona y lo que ella significaba. A
cambio, le propuso una gira por los diferentes campamentos, comenzando por el
de Kabimba, situado 38 kilómetros al sur, cerca de Albertville, pero para
desesperación de todos, por milésima vez terminó posponiendo las cosas.
A diferencia
de su gente, al Che le dio buena impresión Kabila, con sus conocimientos, el
trato a sus hombres y su dominio del francés.
El
líder negro le habló a la tropa en swahili, explicándole los alcances de la
conferencia de El Cairo; se refirió a la guerra contra Tshombe, dio un panorama
somero de las acciones futuras, y de eso no pasó.
Esa
noche hubo fiesta, con danzas tribales y cantos, uno de los cuales decía “Kabila va, Kabila eh” y después de
cinco días en los que mandó cavar trincheras y dio algunas ideas para organizar
las defensas, nuevamente se mandó a mudar de regreso a Tanzania. Pero antes de
hacerlo, volvió a reunirse con el Che, para decirle que en Kigoma se encontraba
Soumaliot y prevenirlo sobre su actitud dual y discordante (lo acusaba de mal
organizador y de haber liberado gente en Tanzania que él personalmente mandó
encerrar). Y mientras hablaba, se le escapó, sin darse cuenta que, en realidad,
el dirigente se encontraba en Dar es-Salam, demostrando, una vez más que era un
mentiroso.
Percatado
de eso, el Che le preguntó a donde se dirigía realmente y éste le contestó que
al día siguiente estaría de regreso.
Como
era de esperar, el desánimo cundió entre los congoleños y los cubanos hicieron
notar su malestar. Prueba de ello fue la nota que “Kumi” le enseñó al Che,
donde había apuntado, de puño y letra, que el dirigente solo permanecería en el
área una semana (apenas se quedó cinco días). Por su parte, “Changa” hizo notar
que lo único que el dirigente había traído desde Tanzania eran botellas de
whisky.
Como
tantas otras veces, Guevara intentó apaciguar los ánimos y para descomprimir la
situación, impartió una serie de órdenes con el objeto de mantener a su gente
ocupada.
En ese
mismo momento, apareció la aviación. Llegó volando desde el sur, siguiendo la
línea costera, ametrallando y tiroteando todo el sector.
Violando
las órdenes que había impartido el Che, Videaux, “Terry” y “Genge” (Marco
Antonio Herrera y Garrido) abrieron fuego, los dos primeros con sus FAL y el
último con la ametralladora pesada, incentivando sin proponérselo, a varios
compañeros, entre ellos, los encargados del cañón que se encontraba emplazado
en una de las salientes.
Viendo
semejante poder de fuego, los pilotos se elevaron, viraron hacia el sudeste y
se alejaron, sin devolver el ataque.
El Che,
que como el resto de la gente, se había puesto a cubierto, increpó
violentamente a sus hombres, acusándolos de haber puesto en riesgo la
operación, revelando al enemigo sus posiciones.
En los
días que siguieron, se montaron nuevas emboscadas. “Wasiri” (Osmán Marín), lo
hizo con “Kukula”, “Afendi”5 y siete congoleños, a medio camino
entre Katenga y Front de Forces; “Tamusine” y “Maganga”6 lo hicieron
en la carretera que unía aquella última localidad con Albertville, acompañados
por una sección de bazookas a cargo de los ruandeses y “Almari”, acompañado por
“Baaza”7 se desplegó en dirección al cuartel y la planta
hidroeléctrica, llevando consigo cañones y morteros.
Fue
esta última sección, la que entró en combate al abrir fuego con el cañón y los
morteros. Su acción provocó la inmediata reacción de los askaris, quienes se
pasaron toda la noche, tirando hacia distintos puntos de la espesura.
Como en
ocasiones anteriores, los congoleños de “Wasiri” se negaron a combatir,
argumentando que por ser de día, los askaris los iban a detectar. Eso obligó al
suboficial cubano a salir sólo a reconocer el área, maldiciendo seguramente el
momento en que fue seleccionado para pelear allí. A su regreso, les dijo a los
congoleños que el camino estaba despejado pero estos, por nada del mundo
aceptaron moverse y permanecieron en el lugar. Dieron su palabra de que recién
por la noche se moverían, pero en un descuido se dieron a la fuga y no se los
volvió a ver.
Enterados de esa novedad, “Papi” y “Moja” se reunieron con Mundandi para plantearle la situación y el jefe ruandés les explicó que en ausencia de Kabila, su gente no estaba dispuesta a pelear. Aún así, le propusieron montar una emboscada en el camino de Lulimba a Albertville, con ellos dos al mando de veinticinco hombres, pero una vez más, los africanos se negaron a moverse.
Soldados congoleños |
Enterados de esa novedad, “Papi” y “Moja” se reunieron con Mundandi para plantearle la situación y el jefe ruandés les explicó que en ausencia de Kabila, su gente no estaba dispuesta a pelear. Aún así, le propusieron montar una emboscada en el camino de Lulimba a Albertville, con ellos dos al mando de veinticinco hombres, pero una vez más, los africanos se negaron a moverse.
Si a
esa altura el Che no se daba cuenta que aquello no daba más, o era un torpe,
incapaz de comprender la situación o su necedad lo cegaba, impidiéndole
razonar.
Como
para agravar aún más la situación, el 13 de julio llegó la noticia de que los
congoleños habían hecho prisioneros a tres de los suyos, entre ellos Mitchel,
el segundo de Mundandi, a quien acusaban de la derrota en Front de Forces, por
haberle dado alcohol a la tropa8.
Lo
tenían amarrado en el interior de una choza, custodiado por no menos de veinte
hombres y al parecer se disponían a ejecutarlo junto a un simple campesino y un
soldado ruandés. Ignoramos si el Che hizo algo por impedir aquella nueva
atrocidad pero cuando a las 09.10 del miércoles 14, “Ishirine” le informó que
los tres hombres habían sido fusilados, apuntó en su diario que a Mitchel lo
asesinaron de una forma brutal. Los africanos eran rápidos para huir del campo
de batalla pero mostraban determinación a la hora de castigar a los propios y
tratar a los campesinos como si fuesen sus esclavos.
El Che
intentó mediar para impedir nuevos abusos, pero no lo logró, de ahí que Alfred,
el comisario político congoleño anunciara su retirada de aquel ejército de
opereta, condicionando su permanencia al inmediato fusilamiento de Mundandi.
El
comandante cubano seguía empecinado en aquel caos, negándose admitir que su
sueño africano se estaba desmoronando.
Nota
1 Paco Ignacio Taibo
I, Froilán Escobar, Félix Guerra, op. Cit., p. 123.
2 Ídem, p. 123.
3 Político y
periodista cubano nacido en 1910, afiliado desde joven al movimiento comunista,
fue director del periódico “Hoy”, órgano del Partido Socialista Popular Combatió
en las filas del Ejército Rebelde y tras el triunfo de la Revolución, fue
designado secretario de las Organizaciones Revolucionarias Integradas aunque fue
destituido a los pocos días por la misma agrupación al demostrar actitudes
ambiciosas, cuando ésta intentaba despojarse de elementos sectarios. Con el fin
de lavar su imagen, viajó a la Unión Soviética, donde se radicó hasta 1966. De
regreso en su país, se sumó al movimiento opositor denominado Microfacción, que
propugnaba un vuelco incondicional de Cuba en favor de Moscú, razón por la
cual, fue acusado de conspirar contra el gobierno, encerrado en prisión,
juzgado y condenado a 15 años, aunque fue liberado antes de cumplida su pena.
Una vez libre, se radicó en Praga pero pasado un tiempo, regresó a Cuba donde
falleció en 1970 durante una intervención quirúrgica.
4
Mehr über das »Memorandum R«, 11 de junio de 2001,
Nadir.org (https://www.nadir.org/nadir/archiv/.../node44.html)
5 Combatientes cubanos
sin identificar.
6 Ídem.
7 El primero
combatiente cubano sin identificar, el segundo, también apodado “Bahasha”, era
Orlando Puentes Mayeta, a quien el Che llama en una carta a Fidel, Rafael Pérez
Castillo.
8 La acusación era
falsa. Según conjeturas del Che, pudo tratarse de una cuestión de polleras o lo
que era peor, una falta grave cometida por Mundandi, que terminó pagando su
segundo.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)