LA GUERRA DURANTE EL MES DE SEPTIEMBRE
La
noticia de lo ocurrido en Vado del Yeso dio la vuelta al mundo. Informativos de
todos los rincones del planeta, así como radios y medios gráficos, comentaron
el hecho recalcando que se trataba de la primera victoria del Ejército
boliviano desde el inicio de las hostilidades.
El
2 de septiembre, el embajador Henderson informó la novedad a Washington
mientras el resto de las embajadas cursaban cables a sus respectivos gobiernos.
El
31 de agosto, durante un violento enfrentamiento ocurrido en cercanías de
Masicuri Bajo, el grupo de guerrilla “sur” (bajo el mando del cubano Joaquín)
ha sido exterminado. […] Enemigos muertos: Joaquín (jefe del grupo), Ernesto
(médico), Walter, Braulio, Moisés, Toro [En realidad polo], Tania, Negro y
Alejandro. Los cuerpos de Tania y de Negro todavía no se han recuperadom de las
aguas del Río Grande. […] Masicuri Bajo se encuentra a 5 km al noreste de la
confluencia de los ríos Ñancahuazu y Río Grande (60 km al sureste de
Vallegrande). […] A través de los nombres falsos utilizados por los cubanos,
estamos intentando verificar la lista de presuntos rebeldes eliminados. […]1.
Una
hora después, el representante norteamericano despachó un segundo cable, brindando
más detalles sobre lo acontecido en Puerto Mauricio.
Sobre
el enfrentamiento armado de Masicuri, nuestro agregado militar ha obtenido del
ejército boliviano las primeras informaciones seguras. Tras el “contacto” del
30 de agosto, una unidad del Regimiento Manchego se puso tras los pasos del
grupo guerrillero, enfrentándose de nuevo a la banda en la localidad de
Masicuri Bajo (31 de agosto). Los insurgentes (la retaguardia) fueron todos
eliminados. Se hizo prisionero a un boliviano (Paco). Ningún rebelde ha
conseguido escapar. Entre los muertos, dos son bolivianos y otros cubanos o
argentinos (pero el Ejército no ha especificado cómo ha logrado
identificarlos). Se han intervenido documentos, fotos, armas y equipos varios.
[…]2.
La
victoria de Vado del Yeso resultó benéfica para los intereses norteamericanos
pues llevó tranquilidad a los gobiernos de la región y sirvió para contener la
inminente intervención argentina. Incluso, contribuyó a mejorar la imagen del
Ejército boliviano ante los Estados Unidos y los países involucrados3,
extremadamente alicaída a causa de sus constantes derrotas.
La
circular que el Departamento de Estado envió a sus representaciones
diplomáticas en América Latina, apuntaba directamente a la Argentina, cuyo
gobierno continuaba concentrando tropas en la frontera para penetrar en el país
vecino.
Washington
descansaba en la influencia que su contacto más fiable, el ministro de
Relaciones Exteriores y Culto, Nicanor Costa Méndez, ejercía sobre la junta
militar y en especial, el general Onganía, para contener la situación y evitar
que la cosa se saliese de contexto. Así lo dejó entrever el embajador Martin,
en el cablegrama secreto que envió al Departamento de Estado, la noche del
mismo 7 de septiembre.
En
materia de política exterior, Costa Méndez ejerce una gran influencia sobre el
presidente Onganía y ya lo ha puesto en guardia acerca de los peligros que
podrían derivarse de una intervención militar directa [argentina] a Bolivia.
[…]4.
El
1 de septiembre, la sección del capitán Vargas fue relevada y reemplazada por
un destacamento del RI13 “Montes”, perteneciente a la VII División, asignado a
la VIII el 15 de junio, cuya misión era mantener Puerto Mauricio bajo control y
efectuar patrullas y observaciones en previsión de la posible aparición del
enemigo en el área.
Se
trataba de un componente reforzado del ATI-3, al mando del subteniente
Guillermo Román Carranza, cuya misión consistía en ocupar el sector de
Yajopampa, a solo dos kilómetros de la finca de Honorato Rojas y establecer un
perímetro de seguridad en torno a esa localidad, en la certeza de que el grueso
de la fuerza guerrillera rondaba la zona.
Eran
las 2 p.m. (14.00) del 3 de septiembre cuando el subteniente Carranza dio la
voz de alto y ordenó descanso. Para la tropa aquellas palabras fueron como un
bálsamo porque hacía diez horas que caminaban a través de aquel terreno
inhóspito y por consiguiente, se hallaban hambrientas y agotadas.
Los
soldados procedieron a racionar y limpiar sus armas y en esas se encontraban,
cuando desde uno de los puestos de vigilancia alguien advirtió que se
aproximaba gente.
Los
hombres tomaron posiciones y unos instantes después, vieron aparecer individuos
armados que se dirigían hacia el conjunto de casas que conformaban la aldea.
El
sargento José Ortiz fue el primero en abrir fuego, forzando a los extraños a
cubrirse entre los edificios. Eran una avanzada guerrillera, capitaneada por
“Inti” e integrada por “Coco”, “Benigno”, “Julio”, “Pablito” y “León”, en busca
de provisiones.
El
intercambio de disparos se tornó intenso pero ante la evidente superioridad
numérica y la posibilidad de quedar cercados por la izquierda, los subversivos
emprendieron la retirada, replegándose hacia la espesura, no sin antes abatir
al soldado Benito Velasco Gutiérrez y herir a Fanor Lino Guzmán, a quien sus
compañeros evacuaron en medio del tiroteo.
Notificado
el coronel Valencia Onrubia de la presencia enemiga en el sector, dispuso el
envío de una compañía de refuerzo, con el objeto de bloquear las rutas de
escape y estrechar el cerco sobre el área.
Mientras
la unidad asignada iniciaba su desplazamiento, un Cavalier Mustang P-51D,
decoló desde la pista de Choreti, al norte de Camiri, para brindar cobertura a
las tropas empeñadas en combate. El aparato se elevó hacia el norte (14.30) y
después de sobrevolar Lagunillas, Terrazas y el Campamento Central guerrillero,
descendió sobre Puerto Mauricio (14.45), lanzando sus diez cohetes de 127 mm a
lo largo del Ñancahuazu, sin efectos.
La
Compañía “Tigre” contaba con alrededor de cuarenta efectivos, casi la misma
cantidad que la sección de Román Carranza. La comandaba el subteniente Eduardo
Galindo Grandchant y pertenecía al RI12 “Manchego” de la VIII División,
desplazada hacia jurisdicción de la IV para apoyar las operaciones que se
venían realizando al sur del Río Grande. El 24 de junio retornó a su sector y
hasta la entrada en vigencia del Plan Paranabó, operó en torno a Abapó y
Florida, pasando luego a Samaipata, donde permaneció en espera hasta el 1 de
septiembre, cuando pasó a reforzar la ATI-3 en Vallegrande.
Asignada
la nueva misión, se puso en marcha para reunirse con la sección del subteniente
Román Carranza en Lajas; desde ese punto, continuó su marcha en dirección sur y
dos días después alcanzó la unión del Masicuri con el Río Grande.
La
compañía se encontraba empeñada en tareas de patrulla y reconocimiento cuando
el día 6 chocó contra una avanzada capitaneada por “Urbano”, produciéndose un
segundo enfrentamiento.
Por un momento, el subteniente Galindo quedó cercado por la fuerza enemiga al introducirse por entre los dos grupos en los que aquella se había dividido pero en su intento por envolverlos, logró salir de la posición, sin sufrir bajas aunque perdiendo el contacto con su oponente.
Los regimientos se desplazan por la montaña |
Por un momento, el subteniente Galindo quedó cercado por la fuerza enemiga al introducirse por entre los dos grupos en los que aquella se había dividido pero en su intento por envolverlos, logró salir de la posición, sin sufrir bajas aunque perdiendo el contacto con su oponente.
“Urbano”
iba a levantar la emboscada de ocho hombres que el Che había establecido ese
mismo día al mando de “Miguel”, cuando se topó con los perros que precedían a
la vanguardia oponente.
Percatado
de que el grupo guerrillero se había evadido, Galindo se lanzó tras él, avanzando
muy dificultosamente debido a la aridez del terreno y porque no quería caer en
una segunda emboscada.
La
gente del Che se retiró ordenadamente, llevándose los tres mulos y las tres
vacas que tenían en su poder desde hacía varios días y a 7 kilómetros del punto
donde se produjo el encuentro, levantó un nuevo campamento, luego de atravesar
cuatro vados (dos de ellos torrentosos) y sortear algunas dificultades menores.
Allí
se encontraban, carneando una de las vacas cuando escucharon por la radio que
“Paco” estaba hablando demasiado y, lo peor de todo, el hallazgo del cadáver de
“Tania” (para entonces sabían que el “Negro” había muerto en combate).
El
Che sugirió la necesidad de aplicar algún tipo de escarmiento contra el primero
y subestimó lo concerniente a la guerrillera por provenir de Radio la Cruz del
Sur.
En
su persecución de la guerrilla, la Compañía “Tigre”, desembocó en el Bajo
Masicuri donde sus avanzadas dieron con el banco de arena en el que yacía el
cadáver de “Tania”. La combatiente estaba irreconocible, tenía la cabeza
apoyada sobre su mochila y era evidente que las pirañas habían hecho de ella su
presa.
Después
de una rápida revisión, el subteniente Galindo estableció comunicación con el Comando
y solicitó un helicóptero para su evacuación.
El
mismo Hughes MH-6 matrícula LS-4 del Ejército Boliviano en el que había sido
evacuado el cadáver del “Negro”, se hizo presente al comando del mayor Jaime
Niño de Guzmán, trayendo consigo a un inesperado pasajero, el general René
Barrientos Ortuño, quien armado de una subametralladora UZI, venía a sumarse a
la secciones del ATI-3 que operaban en el área y tomar parte en las patrullas
que tuviesen lugar durante las siguientes 24 horas5.
Mientras
en Cuba se trabajaba aceleradamente en los preparativos de la convención
constituyente de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS)6,
los cuerpos de los guerrilleros eran trasladados a Vallegrande y tras un minucioso
examen, expuestos a la prensa.
La
noticia fue difundida por todos los medios y de ello tomó nota el Che, volcando
en su diario la preocupación que esas versiones le generaban.
La radio trajo la información de que Barrientos había
asistido a la inhumación de los restos de la guerrillera Tania a la que se dio
“cristiana sepultura” y luego estuvo en Puerto Mauricio, que es la casa de
Honorato; ha hecho una proposición a los bolivianos engañados, a los que no se
pagó el salario prometido, para que se presenten con las manos en la frente a
los puestos del Ejército y no se tomarán medidas contra ellos7.
La
presencia de Barrientos entre las tropas fue muy bien recibida, tanto por la
opinión pública como por los efectivos en operaciones, sobre todo después del
choque acaecido en Yajopampa, donde el enemigo había vuelto a infligir bajas al
Ejército. Verlo correr los mismos riesgos que sus oficiales y soldados sin
ninguna protección, sirvió para elevar la moral de la tropa y sentar un
precedente.
Por
entonces, se tenía la evidencia de que el Che se retiraba hacia el oeste,
siguiendo el curso del Río Grande, y en ese sentido, se solicitó a la FAB el
bombardeo del área inmediata a Puerto Mauricio, desde la finca de Honorato
Rojas hacia abajo, suponiendo que aquel utilizaba esas vías para salir del
sector. Al mismo tiempo, fueron replegadas la Compañía “Tigre” y el GC-8 del
Escuadrón “Braun”, que al mando del subteniente Alfredo Lara Parravicini,
estuvo patrullando la zona desde principios de mes.
El
subteniente Lara Parravicini había sido asignado al TO el 18 de marzo, más
precisamente al área de Abapó y tal como refiere el general Prado, de ahí pasó
a Ipitá y Tatarenda a las órdenes del capitán Emeterio Pereyra, para seguir a
Yumao, Saladillo y Ñancahuazu, ello a comienzos de abril, soportando duras
contingencias como la falta de abastecimiento y hasta “fuego amigo”, cuando
aviones de la FAB confundieron a su unidad con guerrilleros y les dispararon
numerosas ráfagas de metralla.
El Gral. Barrientos observa el cadáver de "Tania" junto a varios oficiales |
Mientras
eso ocurría en la zona de operaciones, en La Paz y otras ciudades del país, se
llevaban a cabo una serie de allanamientos tendientes a desbaratar la red
urbana local, ello después de un minucioso análisis de la documentación y el
material secuestrado a los guerrilleros, tanto en los depósitos que el Che
había mandado cavar en lo profundo de la selva como en Vado del Yeso, después
de la batalla. De resultas de ello, el Ejército y la policía detuvieron a
Loyola Guzmán y a otras personas, entre ellas Francisca Bernal Leyton y
Norberta Aguilar, a quienes condujeron hasta las oficinas del tercer piso del
Ministerio del Interior, para ser sometidas a interrogatorio.
Durante
una de las sesiones, la muchacha aprovechó un momento de descuido de sus
captores y se arrojó por una de las ventanas, intentando acabar con su vida y
así evitar delatar a la guerrilla. Una prueba de lealtad que no mostraron ni la
dirección del PC boliviano, ni ningún dirigente allegado a la izquierda.
La
muchacha quedó gravemente herida pero no murió; el destino quiso que cayera
sobre la copa de un árbol y eso amortiguó el golpe; la condujeron a un hospital
y algunas semanas después, ya repuesta, fue enviada a la cárcel de mujeres de
Obrajes, donde permanecería recluida hasta 19709.
Las
detenciones junto al material confiscado, reforzaron la posición del gobierno
en cuanto a la injerencia cubana en la acción militar en Oriente. Desde el 27
de agosto, se encontraban en Washington el coronel Robert H. Quinn, agregado
militar de la embajada estadounidense en La Paz y el teniente coronel Manuel
Cárdenas, en representación de las FF.AA. bolivianas para exponer ante el
Congreso y las autoridades de la gran potencia del norte, los documentos
incautados por el EB a la guerrilla invasora, demostrando que se trataba de una
intervención orquestada y dirigida desde Cuba e integrada por elementos de esa
nacionalidad10.
El 22 de septiembre se llevó a cabo en el Palacio de Gobierno de La Paz, la conferencia de prensa que los generales Barrientos y Ovando ofrecieron a periodistas locales y corresponsales extranjeros. En ella, se mostraron las pruebas de que el Che Guevara dirigía personalmente las acciones, con injerencia directa de Cuba y por ende, de Fidel Castro y su jerarquía.
Tanto
los representantes acreditados como el personal de gobierno fueron testigos de
la exposición; ahí estaban los pasaportes Nº 132220 y el 130740 expedidos por
el gobierno de la República Oriental del Uruguay a nombre de Ramón Benítez
Fernández y Adolfo Mena González, con los cuales el Che había ingresado al
país; sus fotografías, huellas digitales y la ficha de eximición del servicio
militar, facilitada por la embajada argentina junto a los bosquejos de Ciro
Bustos, documentación, pases, cédulas y otras pertenencias.
Finalizada la misma, los altos oficiales expresaron su confianza en terminar con lo que quedaba de la guerrilla lo antes posible y Barrientos dio a conocer su intención de conceder garantías a los combatientes de origen boliviano que estuviesen dispuestos a entregarse.
El 22 de septiembre de 1967, los generales Barrientos y Ovando mostraron en rueda de prensa las pruebas de la presencia del Che en el país |
Finalizada la misma, los altos oficiales expresaron su confianza en terminar con lo que quedaba de la guerrilla lo antes posible y Barrientos dio a conocer su intención de conceder garantías a los combatientes de origen boliviano que estuviesen dispuestos a entregarse.
Una
semana después, el general Ovando declaró públicamente que esperaba capturar al
Che Guevara vivo, expresiones que coincidieron con una sugestiva fotografía
aparecida en “O Estado de Sao Paulo”, en la que se veía al mayor Ralph “Pappy”
Shelton, dirigiendo la palabra a un grupo de rangers bolivianos. El epígrafe,
debajo de la imagen, aclaraba que se trataba de un conocido oficial Boina
Verde, próximo a regresar a los Estados Unidos, hablándole a los mandos
bolivianos durante la clausura del curso de comandos11.
Al
finalizar, los generales hicieron pública, por primera vez, la recompensa que
el gobierno ofrecía por la captura de Guevara y sus secuaces, así como el monto
de la misma, convencidos ambos de que eso aceleraría su caída.
El
general Ovando cerró la disertación, manifestando su confianza en le triunfo,
tanto de las Fuerzas Armadas como del pueblo boliviano, finalizando con un
lapidario “…los que lograron salir de
Vietnam, del Congo, y del Perú, morirán en Bolivia, por siempre cuna de la
libertad”12.
En
simultáneo con la rueda de prensa que ofrecieron Barrientos y Ovando en La Paz,
el canciller Walter Guevara Arze, presentó en la Conferencia de Ministros de Relaciones Exteriores de la OEA, copias de la misma
documentación, poniendo al descubierto la intervención cubana en su país, al
tiempo que solicitaba sanciones contra La Habana.
En
una actitud propia del diletante organismo, las mismas no fueron aplicadas y
todo quedó en un tibio pronunciamiento que, como de costumbre, a nada condujo.
Tres
días después de la conferencia de prensa, en un clima de gran expectación,
comenzó en Camiri el juicio a Régis Debray, Ciro Roberto Bustos y el resto de
los acusados.
Con
las exposiciones del fiscal y los alegatos del Dr. Raúl Novillo en
representación del francés, Augusto Mendizábal Moya del argentino y Arturo La
Fuente, por los bolivianos inculpados, el mundo se dispuso a presenciar uno de
los procesos más resonantes del siglo. Por las víctimas de la guerrilla,
constituidas en parte civil, actuaron los doctores Manuel Morales Dávila y
Adalid Herbas Castro.
El
30 de septiembre el Tribunal Militar solicitó a través del fiscal
Iriarte, la
expulsión del periodista brasilero Irineo Guimaraes, por haber publicado
una
nota en la que sostenía que el camión militar en el que Debray había
sido
conducido a la Corte, llevaba la inscripción “Alianza para el Progreso”.
El 15 de septiembre, el reportero boliviano Jorge Canelas, de la
agencia AP, corrió la misma suerte por divulgar noticias falsas sobre el el combate de Vado del Yeso, lo mismo varios de sus colegas, por supuestas notas
tendenciosas publicadas en los medios.
A
partir de ese momento, el gobierno organizó una subcomisión dedicada a leer y
censurar las noticias y comenzó a presionar a los representantes de los medios
informativos, con cierta insistencia llegando, en algunas ocasiones, a los
apremios y las amenazas.
Barrientos manifestó su apoyo a la decisión de expulsar a Guimaraes, asegurando que el periodista hacía abuso de la libertad de prensa y difundía calumnias, la principal, que Washington estaba digitando el proceso. Como contrapartida, el “Buenos Aires Herald”, periódico porteño de habla inglesa, fundado en 1876, publicó una nota según la cual, las verdaderas causas por las que Guimaraes había sido expulsado, se debían buscar en la nota que publicó en un diario local a través de la agencia AFP, resaltando la incapacidad del tribunal para encarar ese tipo de juicio, así como la injerencia política en el proceso, destinada a condenar de antemano al francés.
Régis Debray hace declaraciones a la prensa durante el juicio |
Barrientos manifestó su apoyo a la decisión de expulsar a Guimaraes, asegurando que el periodista hacía abuso de la libertad de prensa y difundía calumnias, la principal, que Washington estaba digitando el proceso. Como contrapartida, el “Buenos Aires Herald”, periódico porteño de habla inglesa, fundado en 1876, publicó una nota según la cual, las verdaderas causas por las que Guimaraes había sido expulsado, se debían buscar en la nota que publicó en un diario local a través de la agencia AFP, resaltando la incapacidad del tribunal para encarar ese tipo de juicio, así como la injerencia política en el proceso, destinada a condenar de antemano al francés.
Ante
semejante disposición, más de veinte corresponsales acreditados en Camiri,
encabezados por Phillipe Noury de “Le Figaro”, elevaron su protesta al
Tribunal, exigiendo la inmediata reincorporación de los periodistas expulsados,
a lo que el fiscal Iriarte respondió en alta voz, frente toda la audiencia, que
todos ellos representaban tendencias comunistas.
-¡Ustedes
son de la línea de Guimaraes y esa es la línea procomunista!
En
vista de la situación, el coronel Reque Terán salió a desmentir las
afirmaciones, negando que el camión en cuestión luciese la mencionada
inscripción y para despejar cualquier duda, aclaró que había sido adquirido a
Estados Unidos en el marco del Programa de Ayuda Militar a Bolivia.
Los
periodistas volverían a la carga, presentando una nueva nota objetando las
expulsiones, en especial Guimaraes y exigiendo su retorno a Camiri13.
La
noticia de que Barrientos había asistido a la inhumación de los restos de
“Tania”, fue el primer indicio de que algo malo le había ocurrido a “Joaquín”.
Al
Che le llamaron la atención varias cosas, una de ellas, que se hablase de
cristiana sepultura -de ahí el encomillado con el que remarcó ambas palabras en
su anotación del 8 de septiembre- y demás afirmaciones en cuanto a los dichos
de “Paco” y las medidas que se adoptaban en ese sentido.
“Tania”
fue enterrada en el cementerio de Vallegrande. En un primer momento, se dijo
que su cadáver iba a ser conducido a Santa Cruz de la Sierra pero a último
momento, se decidió por aquella otra localidad.
El cadáver de "Tania" a poco de ser recuperado |
El helicóptero de Niño de Guzmán se posó en el destacamento militar local, donde el teniente coronel Andrés Sélich, comandante del Regimiento de Ingenieros Nº 3 de la VIII División, aguardaba su llegada. La idea era exhibirla y luego arrojarla a la fosa común que se había abierto para el resto de los guerrilleros, pero una comisión de mujeres, encabezada por la profesora Dora Cárdenas, solicitó su cuerpo para limpiarlo, vestirlo adecuadamente y darle cristiana sepultura, tal como había escuchado el Che a través de la radio. Las damas argumentaban que por tratarse de la única representante del sexo femenino en la guerrilla, no se le podía dar el mismo trato que al resto de los combatientes y pidieron hacerse cargo ellas.
Sélich
dio su consentimiento pero les dijo que el Ejército no podía proveerles un
ataúd, ni ningún otro implemento para el caso, a lo que aquellas respondieron
que ellas mismas se ocuparían del asunto.
La
comisión se abocó a organizar una colecta destinada a recaudar fondos y así fue
como adquirieron una simple caja de madera y varios metros de tela blanca para
confeccionar una túnica; algunas de ellas, ayudadas por religiosas, lavaron el
cuerpo y luego lo vistieron.
El
10 de septiembre, cuando todo estuvo listo, el cuerpo de la muchacha fue
depositado en el féretro, ello con la ayuda de algunos pobladores y luego la
condujeron al cementerio, fuertemente escoltada por un destacamento de soldados14.
Acompañaron
el cortejo el general Barrientos, el teniente coronel Sélich, el reportero de
“Presencia” y el padre Mario Laredo, capellán de la VIII División (ostentaba el
grado de capitán), quien pronunció el responso.
Según
Jon Lee Anderson, fue Barrientos quien ordenó que se honrara a la combatiente
con un oficio religioso y una sepultura cristiana15.
Coronel Andrés Sélich |
Los
restos de la guerrillera fueron conducidos hasta allí, en plena noche,
fuertemente escoltados y depositados en el interior de la cavidad. Hay quienes
dicen haber visto la escena ocultos en la lejanía pero la obscuridad no les
debe haber permitido observar demasiado.
Lo
cierto es que a partir de ese momento, nadie pudo asegurar con certeza donde
fue enterrada la combatiente argentina.
Durante
mucho tiempo se dijo que había sido depositada en la tumba de un soldado caído
en combate, de apellido Benítez, pero ni entre los muertos ni los heridos
figura ningún efectivo con ese nombre; también se señalaba una tumba sin
nombre, apenas identificada por un crucifijo de madera, en la que durante años,
los habitantes de la zona depositaron flores, pero tampoco resultó ser el
lugar. El misterio recién se develaría tres décadas después16.
El
Che se retiraba por un camino ascendente, en dirección oeste, ingresando en un
área completamente distinta a la que se había movido hasta entonces, mucho más
agreste, escasa en vegetación y bastante más poblada.
Seguía el curso del Río Grande, en dirección
a su afluente, el La Pesca, para continuar hasta la aldea de Los Sitanos y
desde ahí virar hacia el norte, intentando alejarse de sus perseguidores.
Durante
la marcha, fue tomando prisioneros a cuanto campesino se les cruzó en el
camino, labriegos, peones y pescadores, hombres simples y temerosos, que
temblaban ante su presencia.
El
Che los interrogó y dado su estado de ánimo, hasta los amenazó para sacarles
información. Los pobres diablos apenas hablaron y como se temía que una vez
liberados corriesen en pos del Ejército, se los llevaron consigo, alejándolos
de sus terruños naturales.
Arriando
vacas, mulos, caballos y prisioneros, el 20 de septiembre la columna ocupó el
poblado, bloqueando sus accesos y prohibiendo la salida a todos sus moradores.
Los guerrilleros cortaron los cables telefónicos, apostaron vigías en
diferentes puntos y revisaron casa por casa, buscando alimentos e indicios.
Un
par de horas después, luego de un reparador descanso, se pusieron nuevamente en
camino, liberando bajo amenaza a los prisioneros y adquiriendo algunos
productos para incrementar sus raciones. Intentaban alcanzar Alto Seco,
localidad serrana distante a escasas cuatro leguas, donde finalizaba la
carretera de Vallegrande.
Salieron
alrededor de las 6 p.m., alcanzando el caserío de San Rafael al anochecer.
Previamente cruzaron el río Paraimirí, sobre cuyas costas se alzaban varias
chozas y cabañas, todas ellas vacías porque anoticiados de su cercanía, sus
moradores las habían abandonado y a las 12.35 del 22 de septiembre arribaron a
Alto Seco, caserío de 420 habitantes, a 1900 sobre el nivel del mar, que
ocuparon por las siguientes 24 horas.
El
Che entró a lomo de burro, causando una extraña impresión en los pobladores,
quienes lo creían un forajido junto a su banda de salteadores. La imagen de sus
hombres, siempre pendientes de él, siempre asistiéndolo y cumpliendo sus
directivas, impresionó sobremanera a aquella gente rústica y simple.
Al igual que en Los Sitanos, los guerrilleros cortaron los cables telegráficos, prohibieron a los habitantes abandonar el poblado y revisaron casa por casa en busca de alimentos.
Alto Seco, 22 de septiembre. La presencia del Che intimida a los pobladores (Imágen: Che! de Richard Fleischer) |
Al igual que en Los Sitanos, los guerrilleros cortaron los cables telegráficos, prohibieron a los habitantes abandonar el poblado y revisaron casa por casa en busca de alimentos.
El
Che estableció su puesto de mando en una vivienda deshabitada que se alzaba a
unos 200 metros fuera del ejido urbano, y allí se dispuso a pasar la noche,
trazando planes y estudiando los mapas.
Lo
primero que hizo fue exigir la presencia del corregidor, Vidal Osinagas
Aguilar, pero cuando las mujeres del pueblo le dijeron que se había marchado el
día anterior (en realidad, estaba escondido en la casa de un vecino, temeroso
de la presencia guerrillera), ordenó saquear su tienda-almacén, vaciándola de
mercaderías (el poblado tenía dos).
Sara
Calzadilla, la esposa del corregidor, protestó aduciendo que su familia vivía
de eso, pero los invasores se mostraron implacables ante su desesperación.
-¡Que
le pague su presidente, señora! – le respondieron mientras retiraban las cosas.
El
Che mandó cerrar los accesos al pueblo, estableció varios PO en los alrededores
y en cercanías del cementerio, a metros de donde terminaba la carretera de
Vallegrande, mandó cavar trincheras y levantar defensas.
Alguien
le dijo que la camioneta que unía el poblado con la cabecera del departamento,
debía llegar en cualquier momento y eso le dio esperanzas de poder utilizarla,
pero la misma no apareció. Mandó reunir a los moradores en la escuela (solo los
hombres) y en horas de la noche se dispuso a hablarles, intentando convencerlos
de unirse a la lucha.
Los
campesinos, quince en total -el resto habían huido-, fueron conducidos como
ganado y obligados a sentarse frente al pizarrón, en una de las dos aulas del
establecimiento para escuchar la alocución en silencio, con rostros
inexpresivos y actitud temerosa.
El
primero en hablar fue “Inti”, explicando las causas de su presencia en el lugar
y los alcances de la revolución.
Ustedes
creerán que somos locos para luchar como lo estamos haciendo; nos dicen que
somos bandoleros, pero nosotros estamos luchando por ustedes, por la clase
trabajadora, por los obreros que ganan poco mientras los militares tienen
sueldos altos. Ustedes trabajan para ellos, pero díganme ¿qué hacen ellos por
ustedes? Aquí no tiene agua, no tiene luz eléctrica, el teléfono no funciona,
están tan abandonados como todos los bolivianos, por eso nosotros luchamos18.
Cuando
Peredo terminó, Walter Romero, el maestro del pueblo, pidió la palabra para
hacer una serie de preguntas sobre el socialismo, a las que aquel respondió con
vaguedades, pintando a las naciones “bendecidas” por esa corriente como a
verdaderos paraísos en la Tierra..
Inmediatamente
después habló el Che.
Queremos
que vengan voluntariamente. No por la fuerza. Nosotros no empleamos la fuerza.
Todo el que quiera unirse será bien recibido.
……………………………………………………………………………………
El
Ejército dice que mataron a Joaquín y otros compañeros nuestros, pero es mentira,
todo es propaganda del ejército, los cadáveres que mostraron en Vallegrande han
sido traídos de cementerios. Es mentira, no han matado guerrilleros y esto yo
[se] los aseguro porque hace apenas dos días me he comunicado con Joaquín.
……………………………………………………………………………………..
En
todos los países seguiremos luchando para liberarlos de la opresión
norteamericana. Ustedes han escuchado hablar de Santo Domingo, es un país igual
que Bolivia, allí los americanos entraron y mataron a muchos campesinos cuando querían
una mejor vida. Igual va a pasar aquí, por eso luchamos nosotros19.
Ninguno
de aquellos hombres se ofreció, salvo Teodoro Vidal, joven poblador de la
localidad, aunque solo para hacerles de guía hasta el siguiente caserío.
Según
Gary Prado, durante la charla, los guerrilleros adoptaron una actitud
amenazante, apuntando a los pobladores con sus armas, como intentando
humillarlos, tal como relataría tiempo después uno de los presentes, pero el
Che no apunta nada de eso en su diario.
En
la madrugada del 23 de septiembre, la columna se puso en marcha hacia el río
Santa Elena, guiada por Teodoro. El camino del oeste los condujo hasta Loma
Larga, pequeño poblado cerrano, en cuyas inmediaciones acamparon. Pese a que la
aldea se encontraba desierta, decidieron pasar el día junto a la mencionada vía
de agua, intentando apenas algún recorrido corto por los alrededores.
Según
el Che, se trataba de un lugar en extremo agradable, un extenso naranjal del
que sus hombres se surtieron en abundancia y descansar con cierta tranquilidad. Recién a la 1 a.m.,
se pusieron en marcha y cerca del amanecer, entraron en la aldea, con el
comandante bastante enfermo debido a una mala digestión y el “Médico” en
pésimas condiciones.
El
pueblo, como hemos dicho, se encontraba abandonado; los campesinos habían huido
y solo el anciano Sóstenos Vargas permanecía en su rancho, continuando con sus
faenas habituales. Fue él quien les vendió un puerco para merendar y les dio
algunas indicaciones.
Al día siguiente estaban en Pujío, paso previo a Abra del Picacho, otro lugar que también hallaron despoblado. Antes de entrar en Tranca Mayo, se detuvieron junto al camino y al caer la noche reiniciaron el avance, con la esperanza de llegar a Abra del Picacho en la mañana siguiente. El Che había dado la orden de detener al corregidor de La Higuera (Aníbal Quiroga), que andaba de recorrida por el lugar, pero el mismo, más astuto de lo que parecía, no apareció. Su idea era interrogarlo, retenerlo en calidad de rehén y valerse de sus conocimientos para moverse con mayor precisión, pero en apariencia, el hombre sabía que corría ese riesgo y se escabulló en dirección a su pueblo.
Los guerrilleros hallan los caseríos abandonados a su paso |
Al día siguiente estaban en Pujío, paso previo a Abra del Picacho, otro lugar que también hallaron despoblado. Antes de entrar en Tranca Mayo, se detuvieron junto al camino y al caer la noche reiniciaron el avance, con la esperanza de llegar a Abra del Picacho en la mañana siguiente. El Che había dado la orden de detener al corregidor de La Higuera (Aníbal Quiroga), que andaba de recorrida por el lugar, pero el mismo, más astuto de lo que parecía, no apareció. Su idea era interrogarlo, retenerlo en calidad de rehén y valerse de sus conocimientos para moverse con mayor precisión, pero en apariencia, el hombre sabía que corría ese riesgo y se escabulló en dirección a su pueblo.
El
22 de septiembre, el EM del ATI-3 recibió un comunicado informando que la
guerrilla había evacuado Alto Seco. En vista de la situación, el coronel
Constantino Valencia Onrubia, buen estratega, mandó llamar a la compañía del
Regimiento “Manchego” y al Escuadrón “Braun”, en esos momentos se asignados a
la zona de Masicuri, para encomendarles una nueva misión. Las unidades marcharon
durante toda la noche y estuvieron de regreso a las 9 p.m. del día 23,
oportunidad en las que luego de una reparadora cena en el Casino de Oficiales,
recibieron orden de asearse y descansar, pues les esperaban jornadas agotadoras
en los días siguientes.
Valencia
y su plana mayor habían estado trabajando en un nuevo plan, consistente en una
serie de rastrillajes en torno a Alto Seco y La Higuera, seguros de que el
invasor se encontraba allí, en extremo debilitado.
A
la mañana siguiente, impartidas las directivas, el Escuadrón “Braun” partió al
mando del subteniente Lara Parravicini, para peinar la línea Vallegrande-Alto
Seco, en tanto la “Manchego”, siempre encabezada por el subteniente Galindo,
hacia lo propio hacia el sudoeste, con intenciones de ocupar Pucará.
Para
entonces, el escuadrón Ranger del mayor Manuel Ayoroa había terminado su curso
de entrenamiento en La Esperanza y estaba listo para entrar en acción.
Paralelamente, el Comando de la VIII División trasladó su puesto de mando a
Vallegrande, a efectos de estar más cerca de la zona de operaciones dada la
intensidad que las mismas habían cobrado y su par de la IV División recibía
nuevas instrucciones.
La
noche del 25 de septiembre, el Batallón de Asalto Ranger Nº 2 (Regimiento “Manchego”),
recibió la orden de dirigirse a Vallegrande. Los 650 efectivos alistaron su
equipo y después de formar en el patio central del improvisado cuartel20,
abordaron los camiones que se encontraban allí estacionados y partieron rumbo a
la ciudad cabecera del municipio, distante a 80 kilómetros al sudoeste. Con sus
luces iluminando el camino, la columna motorizada tomó la Ruta 10 que une San
Ramón con Montero y al llegar a esa última localidad dobló por la 4 hacia Santa
Cruz de la Sierra, pasando por Los Chacos, Warnes y el aeropuerto Viru Viru, en
paralelo al río Piraí.
A
Santa Cruz la atravesaron por la periferia y a la mañana siguiente, después de
viajar toda la noche, estaban en la sede del Comando, en Vallegrande.
Mientras
tanto, en las montañas, el Escuadrón “Braun” llegaba a Alto Seco, constatando
que los invasores lo habían evacuado el día anterior. El subteniente Lara tomó
debida nota de las quejas del corregidor y su esposa e interrogó a otros
pobladores para obtener mayor información. Inmediatamente después, estableció
una serie de emboscadas, destinadas a cubrir las vías de acceso y allí se
encontraba cuando el 25 recibió la orden de ponerse en marcha hacia Pucará,
para que la sección del subteniente Galindo se adelantase hacia La Higuera,
pues se tenían indicios de que la columna enemiga se desplazaba hacia allí,
proveniente del Río Grande.
Informada
la IV División, el coronel Reque Terán dispuso el refuerzo de las poblaciones
ribereñas al oeste de la vía acuática, intentando cerrar toda salida en
dirección a Chuquisaca.
Para
ello, dispuso el envío del CITE-2 hacia Padilla y Villa Serrano, movimiento
coincidente con el desplazamiento del subteniente Galindo hacia La Higuera.
Efectivos del Batallón de Asalto Ranger Nº 2 durante una patrulla |
En esos momentos, la columna guerrillera evacuaba Loma Larga en dirección a Pujío con la clara intención de seguir hasta Trancamayo y Abra del Picacho, localidad ésta última a la que arribaría en la madrigada del 26. Desde ese punto continuó a paso lento en dirección a La Higuera, permitiendo que el subteniente Galindo detectase su movimiento desde Khara-Khara, elevaciones en las que se encontraba desde las 11 a.m. del día anterior.
Galindo
observaba el desplazamiento con sus prismáticos, sorprendido de ver al enemigo
moviéndose a la luz del día.
Los
invasores entraron en La Higuera a las 10 a.m. y sin mediar palabra, cortaron
los cables telegráficos y procedieron a efectuar una minuciosa requisa de sus
viviendas, de resultas de la cual, encontraron un telegrama del corregidor
dirigido a las autoridades de Vallegrande, alertando sobre su presencia en el
área.
Pese
a que la línea del teléfono no funcionaba, el Che mandó cortarla, inutilizar el
aparato telefónico y apoderarse de todo el alimento y los medicamentos que se
pudiesen cargar.
La
mayoría de los habitantes había huido y solo unas pocas mujeres permanecieron
en el lugar, la joven hija del corregidor entre ellas, con la que “Coco”
comenzó a intimar, trabando conversación de manera cordial. El Che en cambio,
se mantuvo distante, alejado de los campesinos, molesto y poco paciente, algo
que sus hombres venían notando desde hacía algún tiempo.
Finalmente,
al cabo de varias horas, la columna salió hacia el Jagüey tomando el camino de
herradura que conducía directamente a Pucará, a pleno día, por una zona de
escasa vegetación y bastante más poblada que las anteriores.
En
primer lugar partió la vanguardia (13.00 horas), con “Benigno” al frente,
seguido por, “Miguel”, “Coco”, “Julio” y Aniceto, seguida media hora después por los
quince hombres del centro, al mando del Che.
La
sección ya había iniciado el avance y dejaba el poblado cuando se escucharon
una serie de disparos que contuvieron su salida.
Comprendiendo
que la vanguardia había chocado con el Ejército, el Che dio órdenes de
replegarse y tomar posiciones entre los edificios, señalando previamente, la
ruta de escape.
Cuando
salí hacia la cima de la loma, 13.30 aproximadamente, los disparos desde todo
el firme anunciaron que los nuestros habían caído en una emboscada. Organicé la
defensa en el pobladito, para esperar a los sobrevivientes y di como salida un
camino que sale al río Grande20.
Mientras
los aterrados pobladores corrían en busca de refugio, los guerrilleros tomaron
ubicación y esperaron, con sus armas listas.
El
primero en aparecer fue “Benigno”, que llegaba herido, seguido algunos minutos
después por Aniceto y “Pablito”, éste último con dificultades para caminar.
Para
entonces, el subteniente Galindo se había hecho fuerte en el firme y trepaba
por el flanco izquierdo, persiguiendo a los fugitivos.
Al
verse blanco de fuego cruzado, “Inti” y “León” se arrojaron por un barranco,
desprendiéndose, sin proponérselo, del resto de la vanguardia. En la Quebrada
de Batán, los soldados abatieron a “Miguel” e hirieron a Julio”, quien, pese a
sus lesiones, logró retirarse hacia una pirca21 que se extendía 18
metros a la derecha, donde cayó sin vida al recibir varios impactos desde
diferentes ángulos.
En
ese momento, “Benigno” se percató de que “Coco” corría hacia su compañero muerto,
creyéndolo aún con vida y le hizo señas para que desistiese pero el combatiente
boliviano no lo vio; siguió avanzando en dirección a “Julio” y fue alcanzado
por un disparo.
Viendo a “Coco” tirado en el suelo, “Benigno” corrió hacia él, lo tomó del brazo y lo cargó
sobre su hombro, para lanzarse cuesta abajo, pero en ese preciso instante, un
certero impacto acabó con el boliviano.
Viendo
a su compañero muerto, el cubano se desprendió de él y escapó, no sin antes
recibir un disparo en el hombro.
Con
la Compañía “Manchego” prácticamente encima, el Che soltó las cabalgaduras
(mulas y caballos) por el camino principal, intentando despistar al enemigo
mientras él con su gente, disparaban hacia el grueso de la unidad enemiga en la
quebrada22.
Mientras
se desplazaba llevando a “Coco”, “Benigno” vio al Che detrás de la pirca,
intentando cubrir su retirada y comenzó a correr hacia su posición. Ni bien
cruzó la cerca, el comandante guerrillero dispuso un movimiento de diversión
intentando desorientar a las tropas y hacerles creer que se evadían por el Río
Grande. Adelantándose hacia la Quebrada de San Antonio, una hondonada situada
al oeste, contigua al desfiladero de Yuro.
Durante
el avance, la Compañía “Manchego” capturó a “Camba”, cuando trataba de ocultarse
en las serranías, completamente desorientado, en tanto “León”, habiéndose
desprendido de su arma y su mochila, escapó por una hondonada, tratando de
poner distancia entre su persona, el Ejército y la misma guerrilla22.
El
Che se dio cuenta que por ese sendero no podían seguir porque a esa altura, el
enemigo estaría alcanzando el firme, y viendo que no quedaba otra salida, decidió
permanecer en el área y para ello, le ordenó a “Pombo” levantar defensas sobre
una loma que se elevaba 600 metros a la derecha, en tanto él, junto a “Urbano”
y “Pachungo”, se parapetaban tras unas rocas para contener a las tropas.
Como
moverse de esa posición era prácticamente imposible debido al riguroso cerco
establecido por la “Manchego”, el Che dispuso establecer un compás de espera
para orientarse y estudiar los movimientos del enemigo.
A
través de Radio Balmaceda de Chile, los guerrilleros confirmaron que el
Ejército estaba al tanto de su presencia en La Higuera y que lo rodeaban entre
2000 y 6000 efectivos. Eso terminó por convencerlo de que lo más prudente era
esperar y no moverse de las posiciones que ocupaban.
Como
las tropas no se presentaron, ordenó levantar campamento y adelantarse hacia la
referida altura.
Durante
la marcha, alguien creyó distinguir movimientos barranca abajo y a una orden
del comandante, todos se agazaparon.
El Che atraviesa las sierras permanentemente acosado por el Ejército (Imágen: Omar Sharif en Che! de Richard Fleischer) |
El Che tomó sus binoculares y pudo ver a un hombre que corría hacia el río. Era “León”, que acababa de desertar y huía del área. Ignorantes de ello, los guerrilleros le hicieron señas para que regresase pero haciendo caso omiso, el combatiente les dio la espalda y se alejó.
Poco
después apareció “Inti”. Traía los pies cubiertos con trozos de tela porque
había perdido el calzado y se hallaba bastante agitado. Ni bien se acercó al
comandante, le describió con detalle lo que acababa de suceder y confirmó haber
visto la mochila de “León” tirada en el cañadón.
El
Che le ordenó a “Urbano” descender la barranca y tratar de averiguar por donde
andaba el enemigo; inmediatamente después, reinició la marcha, tomando una
pequeña senda que se abría a la derecha.
Les
llevó varias horas alcanzar el firme, pero una vez allí, levantaron el vivac y
se dispusieron a reponer fuerzas.
A
través de los prismáticos pudieron ver una casa en la lejanía, de la que, al
cabo de un rato, salieron un soldado y un campesino haciendo chanzas y juego de
manos.
El
Che envió a Aniceto a explorar y a su regreso informó que junto a la vivienda
acampaba un pelotón enemigo, unos cuarenta efectivos bien armados y
pertrechados.
Un
par de horas después, unos brillos en los barrancos les llamaron la atención;
el Che apuntó los binoculares en esa dirección y pudo notar una hilera de
soldados que subía por una loma. Pocparecían dar indicaciones:
-¡Ahí
están, míralos!
-¡Allí
está!
-¡Sal
de ahí! ¡¿Vas a salir o no?!
Se
trataba de “Camba”, que acababa de ser tomado prisionero.
Demostrando
gran dominio de sí mismo, el Che ordenó permanecer en sus lugares y esperar que
los soldados abriesen fuego primero.
Esa
noche escucharon por radio que el enfrentamiento del día anterior había tenido
lugar contra la Compañía Galindo y que los muertos (“Coco”, “Miguel” y “Julio”)
iban a ser enviados a Vallegrande, donde ya se encontraban los del grupo de
“Joaquín”.
Entre
el 28 y el 29 de septiembre tuvo lugar un desfile de tropas, yendo y viniendo
desde la casa serrana. A las 10 a.m. del primer día, cuando “Willy” e “Inti”
buscaban de agua pr las inmediaciones, cuarenta y seis efectivos de infantería
pasaron frente a las posiciones guerrilleras; dos horas después hicieron lo
propio otros setenta y siete, quienes al sonido de un disparo, se agazaparon y
tomaron posiciones, aferrándose al terreno.
El
Che y sus hombres vieron al oficial a cargo comunicarse por radio con su puesto
de mando y después ordenarle a la tropa incorporarse y descender la quebrada. A
ellos les siguió otro soldado llevando un perro por la correa y más tarde otro,
guiado por un campesino.
Con
la caída del sol, se percibieron a lo lejos las fogatas del acantonamiento
enemigo y se escucharon los típicos disparos con los que las tropas se
saludaban y comunicaban unas a otras.
Llovió
copiosamente durante buena parte de la noche y la mañana siguiente amaneció
nublada. “Inti” y Aniceto salieron para explorar y poco después comenzó el
desfile de soldados, llevando y trayendo cosas hacia la cabaña. Los hombres se
movían sin sus mochilas, pues al rato reaparecían transportando carga.
A
las 18.15, una formación de dieciséis efectivos se alejó hacia el estero que se
extendía al noroeste y hasta la llegada de la noche, pudieron ver varios más,
realizando diferentes tareas.
El
30 de septiembre transcurrió igual; cerca del mediodía, otros cuarenta hombres
pasaron frente a las posiciones guevaristas para acampar junto a la casa y
luego se vieron algunos más rondar por la inmediaciones.
A
media tarde, regresaron “Inti” y “Willy”, trayendo informando valiosa; el Río
Grande corría a 2 kilómetros de distancia hacia el oeste; había tres viviendas
en el camino y existían sitios adecuados donde poder acampar.
Con
el “Chino” y el “Médico” en pésimas condiciones, la columna se puso en marcha
(22.00 horas), intentando alcanzar las márgenes del torrente.
El
cuadro que presentaban ambos era realmente lamentable. Según “Pombo”, el
“Chino” daba lástima, se caía constantemente y cuando extraviaba los lentes
comenzaba a gritar desesperado “¡Fernando,
Fernando, se me han perdido los espejuelos!”. El Che en persona corría
siempre a asistirlo pues parecía guardar una preferencia especial por él. Por
esa razón, preocupado por su estado, le confió su cuidado a “Pombo”, que mucha
paciencia no demostró tener.
Los
cubanos eran capaces de hacer cualquier cosa por su comandante; bailar desnudos
sobre una roca, tirarse desde un precipicio o caminar en cuatro patas si éste
se los pedía, ni que hablar de atender sus necesidades, socorrerlo, asistirlo y
tratar de aliviar su situación cuando la misma lo requería, pero por el resto
no estaban demasiado dispuestos a ese tipo de cosas. Por eso, hastiado de que
el combatiente peruano extraviase sus anteojos a cada rato, el fiel cubano le
sugirió que sujetase un cordel a cada pata y de ese modo, evitar el contratiempo,
pero aquel no lo hacía y eso provocaba su impaciencia. En más de una ocasión
“Pombo” perdió los estribos y exteriorizando sus emociones, le lanzaba un
rosario de insultos que terminaron forzando la intervención del Che.
-Nadie
está autorizado a echarle descargas al Chino – le dijo a los hombres en tono
severo.
El
pobre Chang hacía lo que podía por mantenerse a la par de la tropa, grandes
sacrificios que constituían un esfuerzo sobrehumano, de ahí el pedido del
comandante en cuanto a tenerle paciencia y atender sus necesidades. Pero como
la situación siguió igual, él en persona se hizo cargo, levantándolo del suelo en más de veinte oportunidades,
buscándole las gafas y cosas por el estilo.
La
columna guerrillera quedó reducida a diecisiete hombres, otro golpe demoledor
para su subsistencia pues además de la faz numérica, acababa de perder a
cuadros de gran valía, especialmente “Coco” y “Miguel”.
El
momento no podía ser peor; la Compañía “B” del Batallón de Asalto Ranger Nº 2, integrada
por ciento cuarenta y cinco hombres al mando del capitán Gary Prado Salmón,
recorría las inmediaciones y el Escuadrón “Braun”, compuesto por otros treinta
y siete efectivos, los empujaba lentamente para encerrarlos en una hondonada.
Fue
una carrera contra la muerte, en todo sentido, doscientos soldados bien pertrechados
tratando de dar alcance a diecisiete espectros, desnutridos, mal vestidos, sin
alimentos, ni medicinas, carentes de sustento y bases donde asentarse. Para
peor, no podían cocinar en las noches pues las llamas de sus fogatas podían
llamar la atención, ni tampoco de día por el humo que se desprendía de ellas;
apenas racionaban con lo poco que les quedaba y la caza furtiva apenas daba
resultados.
Fue
durante un alto en el camino, bajo las estrellas de una noche gélida, que los
guerrilleros terminaron por convencerse de que
“Joaquín” y su gente, efectivamente, habían sido aniquilados. Desde la
conferencia de prensa que Barrientos y Ovando ofrecieron el 22, la información
que las radios pasaban era demasiado precisa y las pruebas contundentes.
A las muertes de los tres compañeros bolivianos, acaecidas en el encuentro del 26, se sumaba esta noticia, sumiendo aún más a los combatientes en una sombría incertidumbre.
La escuela de La Higuera en septiembre de 1967 |
A las muertes de los tres compañeros bolivianos, acaecidas en el encuentro del 26, se sumaba esta noticia, sumiendo aún más a los combatientes en una sombría incertidumbre.
Ahí
mismo el Che debió abortar su misión y buscar una ruta de escape para salvar lo
que quedaba de su legión pero necio y obstinado como era, se empeñó en seguir
adelante y llevar a su gente al desastre.
La
mañana del 27 de septiembre (9 a.m.), pasó sobre ellos un avión explorador,
precipitando la fuga de más campesinos. En esos momentos, el Comando de la VIII
División había decidido que a la Compañía “B” de los rangers, patrullara la
línea Vado del Oro-Ocampo-Porongo-El Fuerte, en paralelo al Río Grande a
efectos de reunirse con la Compañía “Florida”, que convergía desde el sur y la
CITE-2 de la IV División, que avanzaba desde Villa Serrano, cerrando los pasos
a Chuquisaca.
El
30 de septiembre, la columna guerrillera tomó prisionera a doña Epifanía, una
mujer quechua, de edad avanzada, que criaba sus cabras por las inmediaciones.
Siempre se creyó que fue ella quien alertó a las autoridades sobre la presencia
de los invasores pero no fue así. Quien lo hizo fue el campesino Pedro Peña,
que los vio bajar del firme y corrió a avisar al corregidor de La Higuera.
Epifanía
fue retenida por la fuerza y en un principio, simuló no hablar español, sin
embargo, en horas de la tarde se relajó, dijo lo que sabía sobre las tropas que
merodeaban por los alrededores, dio datos precisos en cuanto a caminos y
distancias y los guió hasta las inmediaciones de su casa para que tomasen el
camino al Río Grande.
Mucho
se angustió cuando el Che les ordenó a “Inti”, “Pablito” y Aniceto que la
acompañasen hasta el mísero rancho donde vivía; la pobre mujer no quería que lo
supieran, por temor a represalias y hasta estalló en llanto presa del pánico,
pese a las garantías que en ese sentido le dio el jefe invasor.
La
mujer vivía junto a dos hijas, una postrada y la otra enana, en un estado de
pobreza desesperante. Los guerrilleros le entregaron $50 y se retiraron,
dejando atrás ese cuadro desolador.
Caminaron
durante toda la noche hasta unos precipicios extremadamente pronunciados que se
abrían delante y les impedían seguir avanzando. Todos estuvieron de acuerdo en
que iba a ser imposible pasar al otro lado y acordaron buscar un paso menos
peligroso por debajo de la quebrada, una decisión más segura llevaría mucho
tiempo y retrasaría aún más la marcha. Entonces el Che, sin mediar palabra, “…dando una vez más ejemplo de su férrea
voluntad, la cruzó arañando las paredes como si fuera un gato, llegó hasta
arriba y organizó el cruce del resto de la tropa con una soga, después saltó al
otro lado, dejando en el centro un espacio como de metro y medio que formaba un
pozo de agua helada. Esta demostración nos inspiró mucho más en nuestra
decisión de vencer. [El] Che, a pesar de estar enfermo, logró lo que muchos
compañeros sanos consideraban imposible”24.
Cumplida
su misión en el Río Grande, los rangers comenzaron a trepar las sierras en
dirección a Abra del Picacho, siguiendo la línea El Estanque-Pujio-Trancamayo
hasta un firme donde el 4 de octubre se posicionaron y establecieron su base.
Desde
esa posición, el capitán Prado despachó una serie de patrullas con la misión de
rastrillar el área, la primera en dirección a El Quiñal, al mando del
subteniente Germán Vargas, quien debía cerrar las rutas por el norte mientras
la Compañía “A” de Rangers-2, a las órdenes del capitán Celso Torrelio Villa,
relevaba al Escuadrón “Braun” y establecía su puesto de mando en Pucará (2 de
octubre). Desde ese punto, partieron dos pelotones para explorar todo el sector
en dirección a La Higuera, el del subteniente Eduardo Huerta y el de su igual
en el rango, Carlos Pérez.
El
día anterior, el Escuadrón “Braun” chocó con una avanzada guerrillera que se
desplazaba en la misma dirección, entablando un combate en el que los segundos
perdieron otra mochila con un botiquín completo y raciones.
Patrullas
de las compañías “A” y “B” del Ranger-2 y la Compañía “Florida” de la VI
División (asignada a la VIII) comenzaron a cerrar paulatinamente el área,
estableciendo un perímetro en torno a La Higuera que tenía como vértices el Río
Grande, Pucará, Alto Seco y Loma Larga25.
El
Comando de la VIII estaba convencido de que la guerrilla se encontraba dentro
del sector, en muy malas condiciones, de ahí la directiva de acorralarlo en
alguna de las gargantas para aniquilarla definitivamente.
El general Ovando dialoga con el corresponsal de "La Razón" de Buenos Aires (Fotografía: "La Razón" de Buenos Aires) |
Notas
1 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., p. 112 (Telegrama enviado al Departamento
de Estado por el embajador Henderson, La Paz, confidencial, 2 de septiembre de
1967, 15:15 horas, NARA, Rg 59, General
Records of the Departament of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1895, fascículo
23-9 Bol/I.I.67.)
2 Ídem, 16:15 horas.
3 […] El Departamento de Estado considera que la brillante acción del
Ejército boliviano [del 31 de agosto] contra la retaguardia de la guerrilla,
contribuirá a enfriar cualquier deseo de intervención armada en Bolivia por
parte de los países latinoamericanos. […], Ídem, p. 115 (Circular enviada
por el Departamento de Estado a todas las sedes diplomáticas estadounidenses en
América Latina, secreto, 7 de septiembre de 1967, 00:10 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departament of State,
Cfpf 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/I.I.67.)
4 Ídem ((Telegrama
enviado al Departamento de Estado por el embajador estadounidense en Buenos
Aires, secreto, 7 de septiembre de 1967, 22:10 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departament of State,
Cfpf 1967-1969, sobre 1523, fascículo Def Bol/I.I.67.)
5 JRO, “Operaciones
aéreas durante la Campaña Contra-Insurgencia de 1967”, op. Cit.
http://www.aviacionboliviana.net/fab/pas/art_1967.htm
6 La Organización
Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) fue un organismo creado a instancias del
régimen comunista cubano en agosto de 1967, tras la
Primera Conferencia Tricontinental de Solidaridad Revolucionaria. Su programa de trabajo estaba destinado a
sincronizar los movimientos de partidos de esa tendencia en el continente e
incentivar la lucha armada bajo la coordinación de Cuba.
7 Ernesto “Che”
Guevara, op. Cit., 8 de septiembre, p. 341.
8 Ver Gary Prado, op.
Cit., p. 260, nota al pie.
9 En 1970 fundó en Teoponte la Asociación de Familiares de Detenidos
y Desaparecidos (Asofamd) de
Bolivia, de la que fue dirigente hasta enero de 2009.
10 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., p. 111 (Telegrama enviado al Departamento
de Estado por el embajador Henderson, La Paz, confidencial, 25 de agosto de
1967, 22:15 horas, NARA, Rg 59, General
Records of the Departament of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1895, fascículo
23-9 Bol/I.I.67.)
11 Gregorio Selser, op.
Cit., p. 64.
12 Gary Prado Salmón,
op. Cit., p. 263.
13 Gregorio Selser, op.
Cit., pp. 66-67.
14 Estrada cita la nota
aparecida en el diario “Presencia” de La Paz, el 11 de septiembre de 1967.
15 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 677. “Para una
comunista fervorosa como Tamara Bunke, el ‘honor’ conferido por Barrientos era
el colmo de la ironía”.
16 Ulises Estrada, op.
Cit., p. 129 y ss.
17 Gary Prado dice que
fue el día 20.
18 Gary Prado Salmón,
op. Cit., p. 268.
19 Ídem, p. 269.
20 Ernesto “Che”
Guevara, “El Diario del Che en Bolivia”, op. Cit., p. 364.
21 Cerca de piedra.
22 Declaraciones
de “Pombo” y “Benigno”, documental Octubre del 67, Paco Prats, Rebeca Chavez,
Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica, La Habana, 2004.
23 Hacía tiempo que
“Camba” había solicitado la baja y pedía desesperadamente abandonar la
guerrilla. El Che acordó dejarlo ir después de abandonar La Higuera.
24 Harry Villegas (Pombo), op. Cit., p. 208.
25 Ídem, pp. 210-211.
26 Ídem, p. 211.
27 La Compañía “C” del Batallón de Asalto Ranger Nº 2, al mando del Ángel Mariscal
Gómez, se mantuvo como reserva en Vallegrande.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)