EL JUICIO A DEBRAY Y BUSTOS
El
helicóptero se posó en el patio interior del cuartel de Choreti y ahí
permaneció, con el rotor en marcha, esperando que la compuerta lateral se
abriese. Una hilera de camiones y jeeps aguardaba a un costado del edificio
principal en tanto tropas y oficiales iban y venían por todas partes, dando
órdenes y cumpliendo indicaciones.
Ante
la directiva de un teniente, varios soldados corrieron hasta la aeronave y
formaron una doble hilera junto a la puerta, sujetando sus fusiles. Uno a uno
fueron descendiendo los prisioneros, los tres escoltado por su respectivo
guardia, primero Debray, luego Roth y finalmente Bustos, quienes fueron
conducidos hasta uno de los camiones y subidos en la parte posterior, como si
de fardos se tratase. Un oficial armado con una pistola 45 se sentó junto al
“Pelado” y sin pronunciar palabra, le colocó el caño de su arma en la mejilla
izquierda al tiempo que lo miraba con odio.
Era
el mayor Echeverría, oficial al mando, jefe de la 2ª Sección de la IV División,
quien “velaría” por ellos en los próximos meses.
En
esas condiciones, el camión se puso en marcha y después de atravesar los
portones enfiló directamente a Camiri, tomando un camino anegado por las
recientes crecidas.
Luego
de un par de horas, arribaron al cuartel general de la División, un edificio
que hacía esquina frente a la plaza de Camiri, el mismo sitio por donde cuatro
meses atrás, Debray y Ciro habían paseado con “Tania” antes de dirigirse a la
trattoria “Marietta”.
Cuando
la hilera de vehículos se detuvo, los prisioneros fueron bajados a los tirones
y conducidos hasta una pequeña habitación interna, donde quedaron alojados a
disposición de las autoridades militares. Pasado un tiempo, supieron que el
comando de la unidad había cambiado de manos y que ahora el coronel Luis Reque
Terán era quien estaba a cargo y que una vez en funciones, había reemplazado a
buena parte de la oficialidad.
Todos
los mandos intermedios eran nuevos y estaban allí para lavar las humillaciones
sufridas y vengar a los muertos. Entre las anécdotas notables del orden del
día, se hablaba del asesinato por parte de una “guerrillera” del jefe anterior
de la 2ª sección, antecesor del psicópata [se
refiere a Echeverría]. El crimen se había producido en uno de los locales
públicos que constituían el máximo atractivo del Camiri nocturno1.
¿A
quién se estaba refiriendo Bustos? ¿Quién era esa misteriosa mujer que había
asesinado al antecesor de Echeverría en un hotel de mala fama?
El
“Pelado” se refiere a una persona apodada la “China”, quien habría cometido el
homicidio luego de una sesión de sexo, mientras el oficial se higienizaba en el
baño. La mujer habría tomado su arma y jugando con ella, le descerrajó
accidentalmente un tiro que acabó con su vida en el acto.
Adys
Cupull y Froilán González tienen otra versión.
Ni
bien se supo la noticia, se empezó a hablar de un atentado y de que la culpable
pertenecía a una célula subversiva, razón por la cual, fue detenida y conducida
al cuartel de la División donde quedó alojada poco antes de que llegaran los
ilustres detenidos.
Según
los autores cubanos se trataba de una muchacha argentina, oriunda de la
provincia de Salta, que se dedicaba a recorrer la región de Camiri y
Vallegrande para comprarle el cabello a las indias y luego vendérselo a una
conocida 4fábrica de pelucas2.
En
algún momento, la joven fue detenida por el capitán Hugo Padilla, antecesor de
Echeverría en el mando de la 2ª Sección de la División, quien en esos momentos
trabajaba junto al capitán Mario Agramont en el área de Inteligencia3.
Al
parecer, Padilla sometió a torturas a la chica, luego la vejó y a instancias de
Agramont, la liberó.
Como
la joven sabía que por lo general, cuando alguien era excarcelado en esas
condiciones, corría grave peligro, se negó a abandonar la prisión; sin embargo,
la promesa del abogado, de conducirla personalmente hasta la frontera con la
Argentina, le devolvió la confianza.
Esa
noche Agramont la llevó a cenar al “Marietta” y allí se encontraban cuando
inesperadamente, apareció Padilla un tanto alcoholizado. Evidentemente algo
sucedió porque el oficial invitó a la joven a tener sexo y aquella aceptó (en
este punto, la historia no parece cerrar). Se dirigieron al Hotel “Chapaco” y
después de rentar una habitación, se encerraron en ella, dispuestos a disfrutar
de un momento de pasión. Fue entonces que en un descuido, cuando Padilla se
desvestía, la argentina tomó su arma y le vació el cargador, matándolo en el
acto.
Los
autores cubanos remiten a la información aparecida en el matutino “El Diario”,
de La Paz, donde el coronel Rocha Urquieta, comandante de la IV División,
confirmó el asesinato, explicando que el mismo había sido perpetrado por
elementos de la guerrilla. Agregó que también intentaban asesinarlo a él, así
como a otros jefes castrenses y que se había iniciado una investigación para
esclarecer el hecho.
Según
Cupull y González, a partir de ese momento, se desató una terrible represión
que, suponemos, abarcó la jurisdicción de la división; la culpable volvió a ser
capturada, fue sometida a torturas, luego ejecutada y su cadáver arrojado a la
selva desde un helicóptero. Agramont también fue acusado pero la intercesión de
Barrientos lo salvó de ir a prisión.
¿Qué
pasó realmente con Padilla? ¿Qué fue de la mujer que le dio muerte? Según los
autores caribeños, corrió la peor de las suertes, al igual que el “Loro”
Vázquez Viaña, pero Ciro Bustos refiere otra historia.
La
“China” fue conducida al cuartel de la División y encerrada en una habitación
del Casino de Oficiales, al otro lado del patio, frente a donde se encontraba
detenido junto a Debray y Roth. Solo se veían con ella cuando les permitían
dirigirse al lavabo pero un día y al parecer, jamás cruzaron palabra.
La
aguerrida mujer finalmente escapó. Desapareció misteriosamente, luego de
practicar un boquete en la pared utilizando una cuchara, luego de seducir a un
joven conscripto que le pidió conservarla. Con ella hizo el agujero por el que
pasó a un pequeño cuarto contiguo y luego escapó junto al joven recluta, en las
narices de toda la unidad. Los capturaron a ambos en Tarija, muy cerca de la
frontera argentina, al ser reconocido su acompañante.
Bustos
finaliza su relato ahí y eso nos lleva a ensamblarlo con la versión de Cupull y
González4.
Un
par de días después, los prisioneros fueron sacados al patio interno para ser
mostrados a la prensa; los ubicaron bajo la galería, a una distancia de dos o
tres metros uno de otro, con un guardia de pie a cada lado y de esa manera, los
periodistas pudieron fotografiarlos aunque sin formular preguntas.
En
esas estaban, presos y reporteros cuando el fotógrafo de la revista “Gente y la
Actualidad”, de Buenos Aires, solicitó autorización para tender unos cables y
de ese modo, una vez junto a Bustos, le dijo por lo bajo que su mujer se
encontraba en La Paz.
-Gracias
– respondió el “Pelado” reconfortado por la noticia.
Cuando
la “exhibición” terminó, Carlos María Gutiérrez, el reportero uruguayo que
había estado con el Che en Sierra Maestra, pudo intercambiar unas palabras con
el mendocino. Estaba ahí como enviado del semanario “Marcha” de Montevideo y le
habló al prisionero como si fuese un amigo de toda la vida.
-No
te preocupes, Ciro. Ahora voy a Cuba a hacerme cargo de la edición del Diario del Congo y voy a desmontar la
cama que te están haciendo.
¿Presumía
el hombre de prensa? Porque ni el mencionado diario se editó5, ni
desarmó ninguna trama y el “Pelado” no supo más nada de él. Lo cierto es que
aquellas palabras debieron ilusionarlo bastante y llevado a conjeturar sobre su
futuro inmediato.
Poco
después se anunció oficialmente que los prisioneros serían juzgados por un
tribunal militar, ahí mismo, en la sede de la IV División y eso generó un
revuelo que aumentó el clima de expectación que ya existía a nivel
internacional, incrementando la afluencia de personalidades a la ciudad
petrolera, que de esa manera, se convirtió en centro de peregrinación de
periodistas, fotógrafos, reporteros, pensadores, escritores y toda una laya de
individuos que especulaba con sacar rédito de la situación.
La
visita de su esposa Ana María fue como un bálsamo para Bustos, pese a que la
misma duró media hora y se desarrolló a la vista de dos uniformados armados.
Volvió a repetirse al día siguiente y ya no se dio sino hasta bastante tiempo
después.
Mientras
tanto, Janine Alexandra, la madre de Régis Debray, vicepresidenta del Consejo
Municipal de París, había llegado a La Paz y lo primero que hizo fue acusar al
“Pelado” de agente de la CIA, aclarando muy suelta de cuerpo que su hijo era
solo un intelectual francés, muy prestigioso, que se hallaba en el país para
estudiar la evolución de la guerrilla. Inmediatamente después le contrató el
mejor abogado del país, ello con la ayuda de la embajada y se dedicó a hacer
nuevas declaraciones ante el periodismo, poco afortunadas por cierto.
Ana
María Bustos regresó a La Paz, a donde había llegado en compañía del siempre
presente Ricardo Rojo y lo primero que hizo fue establecer una serie de
contactos que su marido le había encargado, los dos primeros, el intelectual de
izquierda Sergio Almaraz Paz y el historiador argentino Gregorio Selser.
Inmediatamente después regresó a Buenos Aires para y una vez allí, envió a La
Habana los mensajes que su esposo le había encomendado. Se los entregó en
Córdoba a un emisario encubierto, apodado “El Gordo”, allegado al equipo de
“Pasado y Presente” y luego se dedicó a esperar, dejando que el tiempo
transcurriera6.
La
gente que Ana María Bustos contrató en La Paz se movió con celeridad; intentó
contratar los servicios del abogado Jaime Mendizábal, luego de que su intención
de ser representado por un letrado argentino fuese rechazada e hizo una serie
de movimientos destinados a difundir su estado en prisión. Mientras tanto, el
apoyo a Debray crecía a nivel mundial y era causa de un llamativo cambio de
personal en la legación gala, decretado personalmente por De Gaulle. El coronel
del servicio de Inteligencia Militar, Philippe Ponchardier fue designado nuevo
embajador y la popular enfermera Genevieve de Galard-Terraube, célebre por su
desempeño en la batalla de Dien Bien Fu, consulesa en La Paz, quien entre las
muchas tareas encomendadas, debía visitar a diario al célebre detenido.
Para entonces, a los acusados se los había cambiado de lugar. A Bustos lo despertaron una mañana y le ordenaron recoger sus pertenencias; lo sacaron al patio interior, lo hicieron cruzar la calle y lo introdujeron en el Casino de Oficiales donde Roth y Debray aguardaban sentados en una mesa, fuertemente custodiados. La encargada del lugar, una tal doña María, les sirvió café y cuando lo estaban tomando, ingresó repentinamente lo que parecía ser una turba enardecida que pretendía hacer justicia por mano propia contra los “invasores extranjeros”.
Genevieve de Galard-Terraube, designada por De Gaulle, consulesa en La Paz En la fotografía, condecorada por Dwight Eisenhower, presidente de EE.UU. |
Para entonces, a los acusados se los había cambiado de lugar. A Bustos lo despertaron una mañana y le ordenaron recoger sus pertenencias; lo sacaron al patio interior, lo hicieron cruzar la calle y lo introdujeron en el Casino de Oficiales donde Roth y Debray aguardaban sentados en una mesa, fuertemente custodiados. La encargada del lugar, una tal doña María, les sirvió café y cuando lo estaban tomando, ingresó repentinamente lo que parecía ser una turba enardecida que pretendía hacer justicia por mano propia contra los “invasores extranjeros”.
No
era más que un montaje para amedrentarlos; el oficial naval a cargo de la
custodia les gritó que abandonasen el lugar y se refugiasen en una habitación
contigua en tanto él con sus hombres “intentaban contener” a los manifestantes.
Debray
y Roth saltaron de sus sillas como catapultados, no así Bustos, que permaneció
sentado, bebiendo su café. Los desaforados llegaron hasta la mesa y allí se
detuvieron, algunos profiriendo insultos y otros sin saber bien que hacer, pero
para fortuna del mendocino, la cosa no pasó de ahí.
Se
organizó entonces la
primera conferencia de prensa del francés, que tendría como auditorio a
los
recién llegados, supuestos estudiantes universitarios la mayoría,
encabezados por Ernesto López Canedo, de Cochabamba, quienes al
contrario de los representantes de la prensa, estaban autorizados a
formular
preguntas.
Para
entonces, el “Pelado” sabía perfectamente que Debray había entrado en tratativas
con Ovando y que todo eso era parte de la comedia.
Antes
de la conferencia, lo sacaron del lugar y lo condujeron a una habitación pegada
a la cantina7, donde, para su sorpresa, se encontraban alojados los
desertores, Vicente Rocabado Terrazas y Pastor Barrera Quintana, el prisionero
Salustio Choque Choque y hasta el mismo Ciro Argañaraz, el propietario de la
finca contigua a Calamina, con uno de sus peones. Tanta había sido su
insistencia en participar del “negocio” de la cocaína, tanta su ambición, que
terminó despertando sospechas y acabó encerrado.
A
Bustos, el Dr. Jaime Mendizábal le causó buena impresión; lo había seleccionado
el propio Almaraz y tenía en su haber, la defensa de numerosos trabajadores de
la COB (Central Obrera Boliviana). Al mendocino le preocupaban sus honorarios,
porque Cuba se había desentendido completamente del proceso y no estaba
proveyendo un centavo para su defensa. Para su fortuna, todo se arregló con la “…buena voluntad y el sentido de solidaridad
del grupo paceño”8.
Lo
primero que hizo el abogado, tras las respectivas presentaciones, fue
describirle el tribunal que los iba a juzgar, una corte eminentemente castrense
conformada por altos oficiales del Ejército especialmente seleccionados. Su
presidente era el coronel Efraín Guachalla, aquel que se haría célebre por su
desafortunada frase “Yo no soy un homo
sapiens”; el fiscal, su igual en el rango, Remberto Iriarte; como juez
relator actuaría el coronel Remberto Torres Lazarte y en calidad de vocales,
los coroneles Luis Nicolás Velazco y Mario Mercado Aguirre.
Bustos
explica que el abogado de Debray era un conocido jurista paceño, el Dr. Walter
Flores Torrico, quien lo primero que hizo una vez aceptado el caso, fue
presentar un recurso de Habeas Corpus ante la Corte Superior del Distrito de La
Paz, contra el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas (general Alfredo
Ovando Candia) y el comandante del Ejército boliviano.
Tras
arduas deliberaciones, el exhorto fue rechazado por improcedente, confirmándose
de ese modo, que los imputados serían sometidos por un tribunal militar, ello a
través de un documento, firmado por el
juez de Instrucción Militar, coronel
Roberto Flores Becerra.
Aceptada
la decisión, se procedió en consecuencia y las partes se dispusieron a asumir
los compromisos de cara al proceso. Sin embargo, al poco tiempo, Flores Torrico
hizo declaraciones poco prudentes ante la prensa, confirmando que su defendido
efectivamente, se había encontrado con el Che en Ñancahuazu para hacerle una
entrevista. Eso motivó su inmediata desvinculación de la causa, tanto por
pedido de Debray, como por la embajada francesa que, en definitiva, era quien
lo avalaba porque había provocado malestar entre las Fuerzas Armadas bolivianas
con cuyo comando, es decir, con el general Alfredo Ovando Candia, se había
pactado no dar a conocer esa información.
Debray
manifestó su intención de asumir su propia defensa pero su petición fue
rechazada por las autoridades militares, quienes le asignaron de oficio un
letrado castrense, el capitán abogado Raúl Novillo, que a decir de Bustos,
ejerció sus funciones correctamente.
En
una de las primeras charlas que Bustos mantuvo con su abogado, éste le planteó
la conveniencia de presentarlo ante la opinión pública como un militante, pero
él se negó obstinadamente porque, entre otras cosas, temía poner al descubierto
el entramado clandestino en su país e involucrar a más gente.
Régis Debray con traje de presidiario |
A
todo esto, la presión en favor de Debray iba en aumento, con personalidades de
la talla de Bertrand Russel, Jean Paul Sartre y Charles De Gaulle intercediendo
por él junto a toda la izquierda intelectual europea. Eso pareció
envalentonarlo y así fue como superado el terror que tenía desde antes de la
salida de la guerrilla, comenzó a hacer declaraciones contra el gobierno y las
Fuerzas Armadas bolivianas y se tornó más altanero y soberbio. A raíz de ello,
el coronel Reque Terán ordenó un traje de presidiario a rayas verdes y blancas,
se lo hizo poner y lo mandó rapar, para exhibirlo en esas condiciones ante el
mundo.
A
los pocos días, comenzaron a llegar los integrantes del tribunal militar,
incluso almorzaban en el cuartel de la IV División y hasta mantuvieron contacto
con los reos. En una de esas ocasiones, el fiscal Iriarte le comentó a Bustos
que la Corte estudiaba la posibilidad de considerar a la guerrilla como una
invasión armada extranjera al territorio boliviano y que si esa posibilidad era
aprobada, posiblemente la pena de muerte sería instaurada en Bolivia y en ese
caso, los jueces la pedirían para ellos. Ni bien terminó de hablar, le mostró
un cable de último momento, firmado por el general Onganía, “…aceptando la sentencia que se estime
aplicar, sea cual fuera”9.
Era
lo lógico, el gobierno argentino sabía que era el siguiente objetivo y haría lo
posible por neutralizar el peligro.
Un
par de días después, Iriarte trajo un mensaje del propio general Barrientos y
hasta del mismo general Ovando ofreciéndole al argentino ciertas garantías si
declaraba en contra de Debray. Debía decir que el francés había esgrimido armas
y tomado parte en los combates pero Bustos se negó; en el último tiempo habían
estado siempre juntos y en ningún momento participaron en acciones. Para él,
eso era una declaración falsa y no estaba dispuesto a mentir.
-Piénselo
– respondió el letrado y se retiró10.
Pasada
una semana, quien se hizo presente fue un capitán de apellido Hurtado,
acompañado por un sargento armado con una ametralladora, quienes en lugar de
conducirlo al Casino de Oficiales, donde solían tener lugar esas reuniones, lo
llevaron a la habitación por la que se había evadido la argentina en los días
pasados. El general Ovando en persona esperaba en su interior.
Bustos
se sorprendió al ver ahí parado al hombre más poderoso de Bolivia, pero intentó
mantenerse sereno y ocultar sus emociones lo mejor que pudo. Ovando le ordenó a
Hurtado abandonar la habitación y mandó que el sargento montase guardia frente
a la puerta, y cuando esta se hubo cerrado, comenzó a hablar.
La
escena parecía salida de un relato de Graham Greene, con la sórdida habitación
débilmente iluminada por una lamparita de 60 voltios pendiendo del techo.
-Le
doy mi palabra de hombre y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de que,
terminado el juicio, lo sacamos a usted de Camiri y lo trasladamos al país que
elija, con su mujer y sus hijas, sólo con que declare durante el proceso que
Debray portó armas y participó de combates. Sólo eso.
-No
puedo hacer eso, General –respondió el argentino-, porque no es verdad y sería
una canallada.
-Piense
en sus hijas – agregó Ovando.
-Justamente
en ellas pienso.
Acto
seguido, el alto oficial llamó nuevamente a Hurtado y le ordenó regresar al reo
a su habitación11.
Una
semana después, el desagradable capitán Echeverría fue sustituido por Juan
García Meza, a quien llamaban el “Cocodrilo”12, un individuo de
fuerte personalidad que se esforzó por mostrarse amable y hasta mejoró las
condiciones de encierro de los detenidos.
General Alfredo Ovando Candia |
En
cuanto a Bustos y Debray, los dos únicos extranjeros que permanecían detenidos,
ni los analistas ni los historiadores se ponen de acuerdo en cuál de los dos
delató la presencia del Che Guevara en Bolivia.
Para
la hija del comandante, Aleida Guevara March, no caben dudas de que el
responsable fue el francés.
Mi
papá se desvió para sacar a Debray de la selva y tenemos la impresión de que,
cuando Debray cayó preso, habló de más13.
Jon
Lee Anderson coincide en esa apreciación.
Según
los hombres que lo interrogaron, fue Régis Debray quién confirmó
definitivamente la presencia del Che Guevara en Bolivia. Al principio, Debray
insistió que era un periodista francés y no tenía nada que ver con las
guerrillas, pero la dureza del interrogatorio acabó por quebrarlo y finalmente
confirmó que el comandante guerrillero llamado “Ramón” era el Che Guevara14.
El
autor norteamericano destaca que a fines de junio, el general Ovando confirmó
públicamente la presencia del Che en Bolivia cosa que el mismo Guevara parece
corroborar al apuntar en su diario el 30 de junio:
En
el plano político, lo más importantes la declaración oficial de Ovando, de que
yo estoy aquí. Además dijo que el ejército se estaba enfrentando a guerrilleros
perfectamente entrenados que incluso contaba con comandantes vietcons [sic] que
habían derrotado a los mejores regimientos norteamericanos. Se basa en las
declaraciones de Debray que, parece, habló más de lo necesario…
Y
sobre el final, en el análisis del mes:
Debray
sigue siendo noticia pero ahora está relacionado con mi caso, apareciendo yo
como jefe de este movimiento. Veremos el resultado de este paso del gobierno y
si es positivo o negativo para nosotros.
Para
Kalfon, como no podía ser de otro modo, el entregador fue Bustos pues, ¡cómo
iba a ser su compatriota el responsable de semejante canallada!
Seguirá la senda de Bustos [se refiere a
Chingolo] y lo confesará todo y más15.
El
embajador, Henderson, mucho más salomónico, implicará a ambos en sus habituales
mensajes a Washington.
Régis
Debray y su compañero de cárcel, Bustos, ambos han “confirmado” la presencia
del che en Bolivia, declarando haberlo entrevistado mientras se encontraban
entre los guerrilleros. Según Debray, Guevara ha afirmado que llegó al país en
noviembre de 1966 para organizar “un foco para la liberación de América
Latina”. […] Comentario: aunque sean bastantes las voces que hablan de la
presencia del Che en Bolivia, los “protagonistas” de éstas han de ser
considerados sospechosos. El avistamiento del 27 de junio se atribuye a elementos
cuyo conocimiento del Che parece más que dudoso. El general Ovando ha declarado
estar seguro de que el Che se encuentra en el país, pero parece que sus
“pruebas” sólo están constituidas por las afirmaciones de Debray y Bustos. […]16.
Según
manifestó Bustos en junio de 2013, durante la presentación de El Che quiere verte en la embajada
argentina en Londres, nadie entregó a Guevara; ninguno de los dos se quebró, no
hubo declaraciones ni conspiración pues el Ejército boliviano ya tenía indicios
de su presencia y la plena seguridad de que gente armada operaba desde hacía
tiempo al este del país.
Cierto
o no, las versiones de que el francés habría confirmado esa presencia se han
ido potenciando a medida que transcurre el tiempo y hoy se lo señala como el
principal responsable de la entrega.
Notas
1 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p. 399.
2 Posiblemente se
trate de la conocida empresa Pozzi, célebre fábrica de pelucas femeninas de
Buenos Aires.
3 Mario Agramont había
viajado a Camiri como agente encubierto de Barrientos pues éste desconfiaba del
general Ovando, segundo hombre fuerte de Bolivia. Abogado de profesión, se
desempeñaba como asesor letrado de la policía de Tarija cuando el primer mandatario
lo mandó llamar a La Paz para encomendarle la misión y otorgarle el grado de
capitán. Ver Adys Cupull y Froilán González, op. Cit., pp. 26-27.
4 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., pp. 399-400; Adys Cupull y Froilán González, op. Cit., p. 27-28.
5 El diario del Congo
fue editado tres décadas después.
6 Ni bien pisó el
aeropuerto de La Habana, agentes de migraciones demoraron al “Gordo” y lo
condujeron a una sala de la estación aérea donde quedó a disposición del
Servicio de Inteligencia. Allí lo interrogaron, le incautaron de la información
cifrada que traía y sin decir más, lo embarcaron en el mismo avión en el que
había llegado y lo enviaron de regreso a Praga (Ciro Roberto Bustos, op. Cit.,
pp. 402-403).
7 En la habitación
contigua se hallaba alojado Debray, solo, sin compañía.
8 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p. 408.
9 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p. 410.
10 Ídem.
11 Ídem, p. 410-411.
12 Posiblemente Bustos
esté haciendo referencia a Luis García Meza o a algún familiar suyo. Militar
boliviano nacido en La Paz, el 8 de agosto de 1929, Luis García Meza llegaría
al poder tras un golpe de Estado perpetrado por el régimen militar argentino en
1980. Su ministro del Interior fue el coronel Luis Arce Gómez, vinculado al
narcotráfico y la represión.
13 Germán Uribe, “La
traición de Régis Debray al Che Guevara”, Rebelión, 23 de febrero de 2008
(http://www.rebelion.org/noticia.php?id=63629)
14 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 669.
15 Pierre Kalfon, op. Cit., p. 571.
16 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., p. 99 (Informe enviado al Departamento de
Estado por la embajada estadounidense en La Paz, confidencial, 12 de julio de
1967, NARA, Rg 59, General Records of the
Departamen of State, Cfpf 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/
I.I.67.)
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)