LA AYUDA DEL EXTERIOR
ACCIÓN DE LA CIA EN BOLIVIA
Transportes Lockheeh C-130 Hércules y C-141 Starlifter de la USAF comienzan a llegar a Bolivia cargados de armamento y suministros |
El
1 de abril de 1967, el general Barrientos fue entrevistado por el periodista
chileno Eduardo Gallardo, de Radio Sociedad Nacional de Minería de Santiago,
oportunidad, en la que se declaró partidario de constituir una fuerza
interamericana de paz para combatir cualquier brote subversivo que surgiera en
el continente. En disonancia con esa postura, el subsecretario de Relaciones
Exteriores del país araucano, Oscar Pinochet de la Barra1, dio a
conocer una declaración según la cual, su gobierno se oponía terminantemente a
la idea.
En
la misma entrevista, Barrientos negó haber solicitado ayuda militar y económica
a otras naciones y aseguró que su país contaba con los recursos suficientes como
para hacer frente a la situación2. Sin embargo, desde Lima, el ex
presidente Víctor Paz Estenssoro le salió al cruce haciendo público que La Paz
acababa de solicitarle al teniente general Juan Carlos Onganía, presidente de
facto de la Argentina, ayuda material y hasta efectivos militares para combatir
a la columna subversiva, decisión a la que catalogó de indigna y censurable.
“Muchas naciones de América latina se han
enfrentado con el problema guerrillero pero lo combatieron con sus propias
fuerzas armadas. En cambio, el gobierno de Bolivia, ante el primer amago,
recurre a la ayuda de fuerzas extranjeras, no obstante haber triplicado sus
efectivos militares en los dos últimos años”3.
Más
aún, en una nota publicada por “El Mercurio”, el 2 de abril, el ex mandatario
aseguró:
Si
la guerrilla que está actuando, como afirma el gobierno, se compone sólo de 200
hombres y es de tendencia castro-comunista, no tiene posibilidades de
extenderse […]. Por lo tanto, no se justifica la alharaca internacional que se está
haciendo ni menos el vergonzoso pedido de ayuda militar. Lo que en realidad
ocurre es que, en mi país, existe un estado de creciente descontento, que no es
obra del castro-comunismo. La incapacidad del régimen para solucionar los más
apremiantes problemas, la persecución constante a los partidos de oposición, el
sistema de trabajo forzado, las periódicas masacres, la entrega de las riquezas
nacionales y el sostenido encarecimiento del costo de vida, han creado un
estado de latente insurrección. Frente al repudio general, Barrientos está
aprovechando el episodio guerrillero para que tropas y materiales bélicos de
Onganía le ayuden a sostenerse en el poder y pueda así continuar su tarea de
sojuzgamiento del pueblo […]. Los bolivianos jamás se resignarán a tener un
gobierno impuesto por fuerzas extranjeras4.
En
sintonía con esas palabras, “La Nación” de Buenos Aires dio cuenta ese mismo
día, que quince instructores norteamericanos llegaron a Camiri desde La Paz,
para poner en marcha el programa de asistencia militar acordado con
anterioridad, cumpliendo una petición formulada por el gobierno para reforzar a
sus FF.AA. en la lucha contra la guerrilla.
Desde
el 27 de marzo se encontraba en Santa Cruz de la Sierra el teniente coronel
Redmond E. Weber, comandante del VIII Grupo de Fuerzas Especiales de los
Estados Unidos, quien llegó en compañía del mayor Ralph W. “Pappy” Shelton,
veterano de la guerra de Corea y experto en lucha antisubversiva, para
supervisar la llegada de los primeros instructores y el material bélico del
país del norte5. Un día después, aterrizó procedente de Panamá, un
Lockeed C-130 Hércules, llevando a bordo a los mencionados asesores, todos
ellos expertos en lucha antiguerrillera en Vietnam, junto con el equipo y las
armas prometidas. Una hora después, hizo lo propio un Douglas DC-3 de la Fuerza
Aérea Argentina llevando en su interior varias cajas de fusiles FAL de
fabricación nacional, pertrechos y suministros. Se iniciaba así una suerte de
puente aéreo entre Santa Cruz de la Sierra y la Base Aérea de El Palomar
(Buenos Aires), que se iría intensificando en días posteriores, como parte de
la denominada Operación PAM (Programa de Ayuda Militar).
Desde
fines de junio del año anterior, la Argentina se hallaba gobernada por un
rígido régimen militar encabezado por el teniente general Juan Carlos Onganía,
quien luego de derrocar al presidente constitucional, Dr. Arturo Humberto
Illia, dio inicio a un nuevo período castrense denominado Revolución Argentina.
En esos años, el país del Plata poseía, junto con Brasil, las fuerzas armadas
más poderosas del hemisferio, desarrollaba exitosamente la energía nuclear,
construía represas hidroeléctricas, diques, embalses, autopistas, túneles
subfluviales y canales, poseía una industria pesada de consideración y había
alcanzado un notable desarrollo científico y tecnológico, en especial en el
campo aeroespacial.
Onganía
estaba particularmente interesado en contrarrestar el movimiento insurgente
surgido en el país vecino dado que sus servicios de Inteligencia habían
detectado la presencia de células castro-comunistas y tenía evidencias de que
el Che Guevara planificaba extender su radio de acción a su propio territorio.
Por
eso días, el recientemente llegado general Alfredo Ovando Candia (venía de
Europa), sobrevoló la zona donde se había producido el combate del río
Ñancahuazu y a su regreso formuló declaraciones ante los periodistas que lo
esperaban en el aeropuerto, asegurando con increíble soltura, que los
guerrilleros habían procedido erróneamente al permitir que veinte de sus
hombres (la retaguardia del mayor Plata), regresasen a su base.
Los
guerrilleros debieron haber aniquilado a todos y no dejar rastro alguno, a fin
de pasar así inadvertidos por algún tiempo más, en cuyo transcurso pudieran
proyectar mejor sus operaciones […] alguna falla táctica los indujo a delatar
sus actividades antes de tiempo. Se debe continuar poco a poco, tomando
posiciones, midiendo al adversario, sin apresuramiento, porque, en verdad, no
hay prisa. Los guerrilleros están virtualmente encerrados por la propia
naturaleza6.
En
una palabra, quienes se introdujeron imprudentemente en una emboscada por no
seguir los procedimientos, sufriendo siete muertos, cinco heridos, catorce
prisioneros -entre ellos un mayor y un capitán que “hablaron como cotorras”- y
la pérdida de todo su arsenal; aquellos que dejaron abandonados los cuerpos de
sus muertos durante dos semanas y fueron sorprendidos por una columna de
hombres mal armados y prácticamente sin base de operaciones, eran quienes habían
actuado bien en tanto sus captores eran los torpes. Además, ¿cuánto tiempo más
podían haber pasado inadvertidos los subversivos luego de aniquilar a toda una
patrulla? ¿Cuánto hubiese tardado el Ejército boliviano en comprobar que uno de
sus destacamentos había desaparecido? Cosas que se dicen a falta de respuestas.
Confirmada la presencia de Guevara, la CIA decide intervenir en Bolivia |
Mientras el general Ovando se “reía” de las tácticas guerrilleras, el coronel León Kolle Cueto continuaba sus gestiones ante los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay en busca de ayuda material y asesoramiento, asegurando siempre en público, como Barrientos, que el Che estaba muerto desde hacía tiempo, asesinado por el propio Fidel Castro en Cuba.
Mientras
tanto, Estados Unidos seguía enviando personal. Otros cinco asesores
norteamericanos llegaron a Santa Cruz de la Sierra el 12 de abril desde el
Canal de Panamá, portando instrucciones precisas en el sentido de establecer
una escuela de entrenamiento de tropas especiales para adiestras a los cuadros
bolivianos en la lucha sobre terreno selvático y montañoso; veinticuatro horas
después, tocaron tierra en ese mismo aeropuerto, dos gigantescos Loocked C-141
Starlifter con sus bodegas repletas de armamento, pertrechos, combustible y
suministros. Milton Buls venía en el primero, como organizador de la oficina de
coordinación y asesoramiento que la CIA pensaba establecer en La Paz7.
Dentro
del Ejército, se produjeron novedades. El 5 de abril, el coronel Joaquín
Zenteno Anaya fue designado comandante de la VIII División, con asiento en
Santa Cruz de la Sierra, en reemplazo de su par, Roberto Vargas Claros; al día
siguiente, Barrientos aseguró a los medios de prensa que no era partidario de
una fuerza interamericana de paz y ese mismo día, el Departamento de Estado
norteamericano salió al cruce de versiones emanadas desde La Habana según las
cuales, Estados Unidos intervenía abiertamente en Bolivia, incluso con
bombardeos de napalm. La versión era infundada, no así los ataques aéreos con
proyectiles incendiarios pues la FAB los venía realizando desde el 24 de marzo.
Fuentes
periodísticas hablaban de un centenar de consejeros norteamericanos desplegados
entre Camiri y Santa Cruz de la Sierra, todos luciendo uniformes beige con sus
nombres grabados en placas de metal a la altura del pecho, sobre el lado
izquierdo8.
Por
entonces, el nombre del Che Guevara comenzaba a sonar con insistencia y si bien
Barrientos y sus generales se empeñaban en negar su presencia, el propio
embajador Henderson le mencionó a su gobierno esa posibilidad, en un telegrama
confidencial cursado el 28 de marzo a las 21.00 horas. El día anterior, había
acudido a la residencia de Barrientos, acompañado por otro funcionario,
hallándolo terriblemente decepcionado por el espectáculo que estaban ofreciendo
las Fuerzas Armadas de su país.
Casi
al mismo tiempo, el embajador Raúl Alberto Quijano, responsable político del
Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, le
comunicó al representante de los Estados Unidos en su país, Edwin M. Martin, que
Bolivia había solicitado a Buenos Aires 500 fusiles FAL de fabricación nacional
y al menos 300 bombas para sus aviones9.
Embajador Douglas Henderson |
Desde
el primero momento, el embajador Henderson, aconsejó a su gobierno no involucrar
al personal norteamericano desplegado en el teatro de operaciones en ningún
tipo de acción y así se lo dio a entender, tanto al general Ovando, cuando éste
le solicitó un helicóptero de doce plazas al comando de un piloto
hispano-norteamericano, como al Departamento de Estado, en varios telegramas
despachados en esos días.
A
esta altura es bueno aclarar que salvo Estados Unidos y la Argentina, ningún
otro país se involucró directamente en el conflicto. Brasil y Paraguay pusieron
sus fronteras en estado de alerta y enviaron observadores a la zona de guerra
en tanto Perú y Chile, sólo se limitaron a mantener en guardia a su personal
fronterizo.
La
ayuda del gobierno argentino se fue intensificando a medida que transcurrían
los días. Así lo deja entrever el embajador Martin en un nuevo cable cifrado
enviado a Washington el 1 de abril.
A
últimas horas de la tarde del 31 de marzo, el coronel Cueto, jefe de la Fuerza
aérea boliviana, se entrevistó con los responsables argentinos de los servicios
secretos del Ejército, de la Marina y de
la Aeronáutica. Después fue recibido por el presidente Onganía y por el
brigadier Álvarez para discutir la situación de la guerrilla en Bolivia.
Onganía prometió el envío de la mayor cantidad posible de armas, equipos y municiones
[…]. Cueto viajó después para Brasil para entrevistarse también con el gobierno
de Brasilia10.
Con
respecto a esto último, el día 5 de abril, el consulado norteamericano en San
Pablo, Brasil, notificó al Departamento de Estado que hasta el momento, no se
había verificado ninguna actividad subversiva en el estado de Mato Grosso,
noticia que le llegó directamente del comando de la Segunda Brigada Mixta de
Corumbá, el 29 de marzo anterior11.
Ante
la certeza de que el Che Guevara se encontraba efectivamente en Bolivia, la
Agencia Central de Inteligencia norteamericana se dispuso a intervenir
directamente en el conflicto, enviando a la zona de operaciones a sus primeros
agentes, sobre todo especialistas en desinformación y guerra psicológica,
quienes debían estudiar el terreno para poner en marcha un plan destinado a
neutralizar todo apoyo que los guerrilleros pudiesen estar recibiendo desde la
ciudades y luego avanzar sobre la zona de guerra para asesorar y coordinar los
movimientos de las fuerzas locales.
Féliz I. Rodríguez |
Una
vez en la capital boliviana, los recién llegados establecieron contacto con
Thimothy Towellby yJohn Maisto, agentes
asignados al consulado estadounidense en Cochabamba, a cargo de Thomas Dickson,
también integrante de la Central.
Una
vez organizada la estación, asignados los nuevos roles a cada uno de sus
agentes, Rodríguez y Villoldo viajaron a Vallegrande, utilizando los seudónimos
de “Félix Ramos” y “Eduardo González”, los mismos con los cuales se moverían
durante hasta el final del conflicto.
Como
refieren Adys Cupull y Froilán González, Aurelio Hernández fue nombrado
coordinador de los interrogatorios y los archivos, Julio Gabriel García jefe
del área técnica y Miguel Nápoles Infante encargado de prensa y
contrainteligencia. Para ello, alquilaron especialmente una vivienda sobre la
calle Gregorio Reynolds Nº 2904, La Paz, propiedad de la señora Albertina del
Castillo, trámite que llevaron a cabo el ingeniero metalúrgico Dimitri Metaxas
Gales y su esposa, Aghati Soulioti, cuyo pasaporte estaba expedido en Esparta,
Grecia, con el Nº 2038513.
Embajador Edwin M. Martin |
Una
de las primeras medidas adoptadas por la Central de Inteligencia una vez
instalada en la capital, fue establecer un estricto control aéreo, solicitando
a las compañías de aviación las listas de pasajeros que llegaban al país, ello
además de establecer un estricto seguimiento para determinar los lugares donde
se hospedaban, las relaciones que frecuentaban y los motivos que los habían
llevado hasta allí. Todo aquel que resultaba sospechoso, era detenido,
conducido a una dependencia policial y sometido a interrogatorio.
Agentes
de la CIA viajaron especialmente a Camiri para interrogar al mayor Plata y el
capitán Silva, así como al mayor Rubén Sánchez Valdivia, entre ellos Joseph
Keller y Theodoro Kirsch, quienes llegaron a la zona en compañía de Villoldo.
El
embajador Henderson ya había escrito a su gobierno, solicitando autorización
para enviar ese personal al teatro de operaciones.
Solicitamos
al Departamento de Estado y al de Defensa que se autorice a dos observadores militares estadounidenses
a dirigirse con urgencia al área de Camiri para verificar la situación exacta.
[…] La falta de información es casi absoluta, exceptuando los periódicos y los
comunicados de las Fuerzas Armadas bolivianas (aunque esas fuentes han
demostrado siempre ser inadecuadas). Sin embargo, estas indican que los
guerrilleros han abandonado Ñancahuazu […]14.
Es
falso que en los interrogatorios haya participado Klaus Barbie, el buscado
criminal de guerra nazi, jefe de la Gestapo en Lyon durante la Segunda Guerra
Mundial, quien se había radicado en Bolivia después de abandonar la Argentina,
tras la caída de Perón. Entre quienes han salido a desmentir la versión figura
el coronel del Ejército Boliviano, Diego Martínez Estévez, autor de dos
exhaustivas investigaciones sobre la aventura guevarista, La campaña militar contra la guerrilla del Che Guevara y Ñancahuazu: apuntes para la historia militar
de Bolivia. Como tantos investigadores, Estévez ha salido a desmentir la
versión, basado en documentos de la época. Como dice acertadamente, ni los archivos
más secretos (a los que ha tenido acceso), ni las versiones orales de quienes
formaron parte de la planificación y ejecución de las operaciones militares del
ejército boliviano, mencionan el nombre de Barbie, como el “estratega” que ideó
la captura y muerte del Che, ni se lo menciona siquiera implicado en el asunto15.
El 23 de abril Ralph W. “Pappy” Shelton estaba de regreso en Bolivia, acompañado esta vez por su asistente, el capitán Michel Leroy, designados especialmente por el Pentágono para entrenar al escuadrón de Boinas Verdes bolivianos en el central azucarero “La Esperanza”, cercano a Santa Cruz de la Sierra. Como hemos dicho, Shelton, tenía experiencia en la materia porque había realizado trabajos similares en otras partes del mundo, una de ellas, la República Dominicana; Leroy, por su parte, venía de Saigón, donde había adiestrado cuadros en la lucha contrainsurgente, hasta unos meses antes. Con ellos llegaron los capitanes William Trimblem, Edmond Fricke y Margarito Cruz, acompañando a otros “consejeros”, expertos en armamentos, comunicaciones, explosivos, inteligencia, primeros auxilios y doctrina política.
Siguiendo el
relato de Cupull y González, mientras los 650 efectivos bolivianos iniciaban su
entrenamiento en la escuela que la CIA había montado en “La Esperanza”, en el
aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra helicópteros norteamericanos de cuatro y
doce plazas, eran artillados para ser desplegarlos en la zona de guerra.
Transportes Lockheed C-141 Starlifter llevaron personal y equipo desde el Canal de Panamá a Santa Cruz de la Sierra |
El 23 de abril Ralph W. “Pappy” Shelton estaba de regreso en Bolivia, acompañado esta vez por su asistente, el capitán Michel Leroy, designados especialmente por el Pentágono para entrenar al escuadrón de Boinas Verdes bolivianos en el central azucarero “La Esperanza”, cercano a Santa Cruz de la Sierra. Como hemos dicho, Shelton, tenía experiencia en la materia porque había realizado trabajos similares en otras partes del mundo, una de ellas, la República Dominicana; Leroy, por su parte, venía de Saigón, donde había adiestrado cuadros en la lucha contrainsurgente, hasta unos meses antes. Con ellos llegaron los capitanes William Trimblem, Edmond Fricke y Margarito Cruz, acompañando a otros “consejeros”, expertos en armamentos, comunicaciones, explosivos, inteligencia, primeros auxilios y doctrina política.
Gustavo Villoldo
|
La CIA extendió
sus controles a otras áreas tales como el Correo Central y la compañía de
teléfonos. A través de ellas, interceptaba la correspondencia y las llamadas
que llegaban al país. En ese sentido, introdujo empleados en esos organismos en
tanto las visitas de supervisión de John Tilton, y otros funcionarios como los
mencionados Stanley Shepard y James Hollerand, se volvían habituales. Las
escuchas a militantes de la izquierda, sospechosos de diversas extracciones y
hasta políticos de la oposición se hicieron una constante, lo mismo a
funcionarios de gobierno, pensadores, escritores, intelectuales y periodistas.
Por otra parte,
el responsable del Departamento Técnico del Ministerio del Interior de Bolivia
era el encargado de entregar a diario un sobre cerrado con fotocopias de las
cartas interceptadas, así como la transcripción de las conversaciones que
mantenían las personas sindicadas y una lista de los libros, revistas y
folletos que entraban al país.
El agente que
debía llevar esa correspondencia a la estación de la CIA era un boliviano
llamado Víctor Quiroga, agente encubierto de la Interpol, a quien le fue
encomendada la tarea de alquilar un apartamento en el séptimo piso del edificio
Duery, en pleno centro de la capital, donde fue montada una oficina para tal
fin.
Casi al mismo
tiempo, la Central de Inteligencia arrendó una serie de propiedades a las que
asignó el personal encargado de las tareas de espionaje.
Aldys Cupull y
Froilán González han hecho un relevamiento de esos inmuebles, detallando las
funciones a las que fueron destinados, sus propietarios y a quienes se les
encomendó la gestión de alquilarlos.
La FAB arroja napalm en la zona |
La CIA infiltró
todos los organismos, así como los partidos políticos, agrupaciones obreras,
mineras y estudiantiles y hasta medios de difusión. Incluso preparó dos
atentados en Cochabamba para atribuírselos a la guerrilla, el primero contra
una iglesia y el segundo contra un cuartel del Ejército, panificado y llevado a
la práctica por su agente encubierto John Maisto (en uno de ellos resultó
gravemente herida una niña). También abrió apartados postales falsos, intervino
directamente el Correo Central, estableció enlaces con las embajadas en Brasil,
Argentina, Perú, Uruguay, México y Francia y hasta envió agentes disfrazados
para infiltrarlos entre el campesinado y los corredores rurales, sobre todo en
la zona donde operaba la guerrilla, logrando, de ese modo, una amplia red de
informantes entre la población16.
El mayor Ralph W. "Pappy" Shelton y el capitán Michael Leroy llegan a Santa Cruz de la Sierra para entrenar a las primeras tropas especiales bolivianas en el ingenio La Esperanza |
Notas
1 Emparentado con el
general Augusto Pinochet Ugarte.
2 Diario “La Nación”,
Bs. As., edición del 1 de abril de 1967; diario “La Prensa”, Bs. As., edición
del 2 de abril de 1967.
3 Diario “La Prensa”,
ídem.
4 Diario “El
Mercurio”, Santiago de Chile, 2 de abril de 1967. Citado por Gregorio Selser en
op. Cit., pp. 32-33.
5 Nacido en Corinto,
Mississippi, Ralph W. “Pappy” Shelton, se unió al Ejército de los Estados
Unidos (U.S. Army) en 1948 y sirvió como sargento en Corea, donde fue
condecorado con la Estrella de Plata al valor en combate. Se incorporó a las
fuerzas especiales en 1961, fue Ranger y paracaidista y en 1967 fue
seleccionado para entrenar a las tropas bolivianas que debían contrarrestar la
invasión guevarista.
6 Diario “La Nación”,
Bs. As., edición del 3 de abril de 1967. Citado por Gregorio Selser en op.
Cit., p. 33.
7 Adys Cupull, Froilán
González, op. Cit., p- 6-7.
8 Diario “La Prensa”,
Bs. As., 14 de abril de 1967. Citado por Gregorio Selser en op. Cit., p. 39.
9 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., pp. 35-36 (Telegrama enviado al Departamento
de Estado por la embajada estadounidense en Buenos Aires, confidencial, 29 de
marzo de 1967, 20:05 horas, NARA, Rg 59, General
Records of the Departamen of State, 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol
23-9 Bol/ I.I.67.)
10 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit. pp. 35-36 (Telegrama enviado al
Departamento de Estado por la embajada estadounidense en Buenos Aires,
confidencial, 1 de abril de 1967, 15:25 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State,
1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
10 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile; op. Cit, pp.59-60.
11 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile; ídem, pp.59-60.
12 Adys Cupull, Froilán
González, op. Cit. p. 10 y ss.; Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile; op. Cit,
p. 48 y ss; Gregorio Selser, op. Cit., p. 40 y ss.
13 Adys Cupull, Froilán
González, op. Cit. p. 13.
14 Mario José
Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit. p. 62 (Telegrama enviado al Departamento de
Estado por el embajador Henderson, La Paz, confidencial, 9 de abril de 1967,
16:11 horas, NARA, Rg 59, General Records
of the Departamen of State, 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/
I.I.67.)
15 Espacio de Diego Martínez Estévez, “Es falso que
Klaus Barbie hubiera participado como ‘estratega’, en la captura y muerte del
Che Guevara”, 24 de febrero de 2011.
https://martinezestevez.wordpress.com/2011/02/24/es-falso-que-klaus-barbie-hubiera-participado-como-estratega-en-la-captura-y-muerte-del-che-guevara/.
Klaus Barbie ingresó en la Argentina entre 1949 y 1950, obtuvo
documentación y
ciudadanía a nombre de Klaus Altmann, así como trabajo y protección.
Escapó del
país tras la caída de Perón, después del 21 de septiembre de 1955.
16 Adys Cupull, Froilán
González, op. Cit. pp. 25-39.