sábado, 31 de agosto de 2019

LA AYUDA DEL EXTERIOR

ACCIÓN DE LA CIA EN BOLIVIA 


Transportes Lockheeh C-130 Hércules y C-141 Starlifter de la USAF comienzan a
llegar a Bolivia cargados de armamento y suministros


El 1 de abril de 1967, el general Barrientos fue entrevistado por el periodista chileno Eduardo Gallardo, de Radio Sociedad Nacional de Minería de Santiago, oportunidad, en la que se declaró partidario de constituir una fuerza interamericana de paz para combatir cualquier brote subversivo que surgiera en el continente. En disonancia con esa postura, el subsecretario de Relaciones Exteriores del país araucano, Oscar Pinochet de la Barra1, dio a conocer una declaración según la cual, su gobierno se oponía terminantemente a la idea.
En la misma entrevista, Barrientos negó haber solicitado ayuda militar y económica a otras naciones y aseguró que su país contaba con los recursos suficientes como para hacer frente a la situación2. Sin embargo, desde Lima, el ex presidente Víctor Paz Estenssoro le salió al cruce haciendo público que La Paz acababa de solicitarle al teniente general Juan Carlos Onganía, presidente de facto de la Argentina, ayuda material y hasta efectivos militares para combatir a la columna subversiva, decisión a la que catalogó de indigna y censurable. 

Muchas naciones de América latina se han enfrentado con el problema guerrillero pero lo combatieron con sus propias fuerzas armadas. En cambio, el gobierno de Bolivia, ante el primer amago, recurre a la ayuda de fuerzas extranjeras, no obstante haber triplicado sus efectivos militares en los dos últimos años”3.
Más aún, en una nota publicada por “El Mercurio”, el 2 de abril, el ex mandatario aseguró:

Si la guerrilla que está actuando, como afirma el gobierno, se compone sólo de 200 hombres y es de tendencia castro-comunista, no tiene posibilidades de extenderse […]. Por lo tanto, no se justifica la alharaca internacional que se está haciendo ni menos el vergonzoso pedido de ayuda militar. Lo que en realidad ocurre es que, en mi país, existe un estado de creciente descontento, que no es obra del castro-comunismo. La incapacidad del régimen para solucionar los más apremiantes problemas, la persecución constante a los partidos de oposición, el sistema de trabajo forzado, las periódicas masacres, la entrega de las riquezas nacionales y el sostenido encarecimiento del costo de vida, han creado un estado de latente insurrección. Frente al repudio general, Barrientos está aprovechando el episodio guerrillero para que tropas y materiales bélicos de Onganía le ayuden a sostenerse en el poder y pueda así continuar su tarea de sojuzgamiento del pueblo […]. Los bolivianos jamás se resignarán a tener un gobierno impuesto por fuerzas extranjeras4.

En sintonía con esas palabras, “La Nación” de Buenos Aires dio cuenta ese mismo día, que quince instructores norteamericanos llegaron a Camiri desde La Paz, para poner en marcha el programa de asistencia militar acordado con anterioridad, cumpliendo una petición formulada por el gobierno para reforzar a sus FF.AA. en la lucha contra la guerrilla.
Desde el 27 de marzo se encontraba en Santa Cruz de la Sierra el teniente coronel Redmond E. Weber, comandante del VIII Grupo de Fuerzas Especiales de los Estados Unidos, quien llegó en compañía del mayor Ralph W. “Pappy” Shelton, veterano de la guerra de Corea y experto en lucha antisubversiva, para supervisar la llegada de los primeros instructores y el material bélico del país del norte5. Un día después, aterrizó procedente de Panamá, un Lockeed C-130 Hércules, llevando a bordo a los mencionados asesores, todos ellos expertos en lucha antiguerrillera en Vietnam, junto con el equipo y las armas prometidas. Una hora después, hizo lo propio un Douglas DC-3 de la Fuerza Aérea Argentina llevando en su interior varias cajas de fusiles FAL de fabricación nacional, pertrechos y suministros. Se iniciaba así una suerte de puente aéreo entre Santa Cruz de la Sierra y la Base Aérea de El Palomar (Buenos Aires), que se iría intensificando en días posteriores, como parte de la denominada Operación PAM (Programa de Ayuda Militar).
Aviones Douglas DC-3 de la Fuerza Aérea Argentina establecen
un puente aéreo entre El Palomar (Bs. As.) y Santa Cruz de la Sierra
(Imagen: Historias Individuales, http://loudandclearisnotenought.blogspot.com.ar/p/fuerza-aerea-argentina.html)

Desde fines de junio del año anterior, la Argentina se hallaba gobernada por un rígido régimen militar encabezado por el teniente general Juan Carlos Onganía, quien luego de derrocar al presidente constitucional, Dr. Arturo Humberto Illia, dio inicio a un nuevo período castrense denominado Revolución Argentina. En esos años, el país del Plata poseía, junto con Brasil, las fuerzas armadas más poderosas del hemisferio, desarrollaba exitosamente la energía nuclear, construía represas hidroeléctricas, diques, embalses, autopistas, túneles subfluviales y canales, poseía una industria pesada de consideración y había alcanzado un notable desarrollo científico y tecnológico, en especial en el campo aeroespacial.
Onganía estaba particularmente interesado en contrarrestar el movimiento insurgente surgido en el país vecino dado que sus servicios de Inteligencia habían detectado la presencia de células castro-comunistas y tenía evidencias de que el Che Guevara planificaba extender su radio de acción a su propio territorio.
Por eso días, el recientemente llegado general Alfredo Ovando Candia (venía de Europa), sobrevoló la zona donde se había producido el combate del río Ñancahuazu y a su regreso formuló declaraciones ante los periodistas que lo esperaban en el aeropuerto, asegurando con increíble soltura, que los guerrilleros habían procedido erróneamente al permitir que veinte de sus hombres (la retaguardia del mayor Plata), regresasen a su base.

Los guerrilleros debieron haber aniquilado a todos y no dejar rastro alguno, a fin de pasar así inadvertidos por algún tiempo más, en cuyo transcurso pudieran proyectar mejor sus operaciones […] alguna falla táctica los indujo a delatar sus actividades antes de tiempo. Se debe continuar poco a poco, tomando posiciones, midiendo al adversario, sin apresuramiento, porque, en verdad, no hay prisa. Los guerrilleros están virtualmente encerrados por la propia naturaleza6.

En una palabra, quienes se introdujeron imprudentemente en una emboscada por no seguir los procedimientos, sufriendo siete muertos, cinco heridos, catorce prisioneros -entre ellos un mayor y un capitán que “hablaron como cotorras”- y la pérdida de todo su arsenal; aquellos que dejaron abandonados los cuerpos de sus muertos durante dos semanas y fueron sorprendidos por una columna de hombres mal armados y prácticamente sin base de operaciones, eran quienes habían actuado bien en tanto sus captores eran los torpes. Además, ¿cuánto tiempo más podían haber pasado inadvertidos los subversivos luego de aniquilar a toda una patrulla? ¿Cuánto hubiese tardado el Ejército boliviano en comprobar que uno de sus destacamentos había desaparecido? Cosas que se dicen a falta de respuestas.
Confirmada la presencia de Guevara, la CIA decide intervenir en Bolivia

Mientras el general Ovando se “reía” de las tácticas guerrilleras, el coronel León Kolle Cueto continuaba sus gestiones ante los gobiernos de Argentina, Brasil y Paraguay en busca de ayuda material y asesoramiento, asegurando siempre en público, como Barrientos, que el Che estaba muerto desde hacía tiempo, asesinado por el propio Fidel Castro en Cuba.
Mientras tanto, Estados Unidos seguía enviando personal. Otros cinco asesores norteamericanos llegaron a Santa Cruz de la Sierra el 12 de abril desde el Canal de Panamá, portando instrucciones precisas en el sentido de establecer una escuela de entrenamiento de tropas especiales para adiestras a los cuadros bolivianos en la lucha sobre terreno selvático y montañoso; veinticuatro horas después, tocaron tierra en ese mismo aeropuerto, dos gigantescos Loocked C-141 Starlifter con sus bodegas repletas de armamento, pertrechos, combustible y suministros. Milton Buls venía en el primero, como organizador de la oficina de coordinación y asesoramiento que la CIA pensaba establecer en La Paz7. Dentro del Ejército, se produjeron novedades. El 5 de abril, el coronel Joaquín Zenteno Anaya fue designado comandante de la VIII División, con asiento en Santa Cruz de la Sierra, en reemplazo de su par, Roberto Vargas Claros; al día siguiente, Barrientos aseguró a los medios de prensa que no era partidario de una fuerza interamericana de paz y ese mismo día, el Departamento de Estado norteamericano salió al cruce de versiones emanadas desde La Habana según las cuales, Estados Unidos intervenía abiertamente en Bolivia, incluso con bombardeos de napalm. La versión era infundada, no así los ataques aéreos con proyectiles incendiarios pues la FAB los venía realizando desde el 24 de marzo.
Fuentes periodísticas hablaban de un centenar de consejeros norteamericanos desplegados entre Camiri y Santa Cruz de la Sierra, todos luciendo uniformes beige con sus nombres grabados en placas de metal a la altura del pecho, sobre el lado izquierdo8.
Por entonces, el nombre del Che Guevara comenzaba a sonar con insistencia y si bien Barrientos y sus generales se empeñaban en negar su presencia, el propio embajador Henderson le mencionó a su gobierno esa posibilidad, en un telegrama confidencial cursado el 28 de marzo a las 21.00 horas. El día anterior, había acudido a la residencia de Barrientos, acompañado por otro funcionario, hallándolo terriblemente decepcionado por el espectáculo que estaban ofreciendo las Fuerzas Armadas de su país.
Embajador
Douglas Henderson
Casi al mismo tiempo, el embajador Raúl Alberto Quijano, responsable político del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la República Argentina, le comunicó al representante de los Estados Unidos en su país, Edwin M. Martin, que Bolivia había solicitado a Buenos Aires 500 fusiles FAL de fabricación nacional y al menos 300 bombas para sus aviones9.
Desde el primero momento, el embajador Henderson, aconsejó a su gobierno no involucrar al personal norteamericano desplegado en el teatro de operaciones en ningún tipo de acción y así se lo dio a entender, tanto al general Ovando, cuando éste le solicitó un helicóptero de doce plazas al comando de un piloto hispano-norteamericano, como al Departamento de Estado, en varios telegramas despachados en esos días.
A esta altura es bueno aclarar que salvo Estados Unidos y la Argentina, ningún otro país se involucró directamente en el conflicto. Brasil y Paraguay pusieron sus fronteras en estado de alerta y enviaron observadores a la zona de guerra en tanto Perú y Chile, sólo se limitaron a mantener en guardia a su personal fronterizo.
La ayuda del gobierno argentino se fue intensificando a medida que transcurrían los días. Así lo deja entrever el embajador Martin en un nuevo cable cifrado enviado a Washington el 1 de abril.

A últimas horas de la tarde del 31 de marzo, el coronel Cueto, jefe de la Fuerza aérea boliviana, se entrevistó con los responsables argentinos de los servicios secretos del Ejército, de la Marina  y de la Aeronáutica. Después fue recibido por el presidente Onganía y por el brigadier Álvarez para discutir la situación de la guerrilla en Bolivia. Onganía prometió el envío de la mayor cantidad posible de armas, equipos y municiones […]. Cueto viajó después para Brasil para entrevistarse también con el gobierno de Brasilia10.

Con respecto a esto último, el día 5 de abril, el consulado norteamericano en San Pablo, Brasil, notificó al Departamento de Estado que hasta el momento, no se había verificado ninguna actividad subversiva en el estado de Mato Grosso, noticia que le llegó directamente del comando de la Segunda Brigada Mixta de Corumbá, el 29 de marzo anterior11.


Ante la certeza de que el Che Guevara se encontraba efectivamente en Bolivia, la Agencia Central de Inteligencia norteamericana se dispuso a intervenir directamente en el conflicto, enviando a la zona de operaciones a sus primeros agentes, sobre todo especialistas en desinformación y guerra psicológica, quienes debían estudiar el terreno para poner en marcha un plan destinado a neutralizar todo apoyo que los guerrilleros pudiesen estar recibiendo desde la ciudades y luego avanzar sobre la zona de guerra para asesorar y coordinar los movimientos de las fuerzas locales.
Féliz I. Rodríguez
Entre los primeros efectivos que llegaron al altiplano, se hallaban Robert Stevens, Charles Langlais, John H. Corr, Burdell Merrell, John Mills, Stanley Shepard, William Culleghan, William Walker y Hugh Murray (algunos ya se encontraban allí), a quienes siguieron elementos de origen latinoamericano, en especial personal cubano, que venía prestando su colaboración desde el triunfo de la Revolución. Son de destacar entre estos últimos José Hinojosa, Julio Gabriel García, Miguel Nápoles Infante, Aurelio Hernández, Luis Suárez, Mario González12 y sobre todo Gustavo Villoldo y Félix Ismael Rodríguez, quienes quedaron subordinados al jefe de la estación local, John Tilton.
Una vez en la capital boliviana, los recién llegados establecieron contacto con Thimothy Towellby  yJohn Maisto, agentes asignados al consulado estadounidense en Cochabamba, a cargo de Thomas Dickson, también integrante de la Central.
Una vez organizada la estación, asignados los nuevos roles a cada uno de sus agentes, Rodríguez y Villoldo viajaron a Vallegrande, utilizando los seudónimos de “Félix Ramos” y “Eduardo González”, los mismos con los cuales se moverían durante hasta el final del conflicto.
Embajador
Edwin M. Martin
Como refieren Adys Cupull y Froilán González, Aurelio Hernández fue nombrado coordinador de los interrogatorios y los archivos, Julio Gabriel García jefe del área técnica y Miguel Nápoles Infante encargado de prensa y contrainteligencia. Para ello, alquilaron especialmente una vivienda sobre la calle Gregorio Reynolds Nº 2904, La Paz, propiedad de la señora Albertina del Castillo, trámite que llevaron a cabo el ingeniero metalúrgico Dimitri Metaxas Gales y su esposa, Aghati Soulioti, cuyo pasaporte estaba expedido en Esparta, Grecia, con el Nº 2038513.
Una de las primeras medidas adoptadas por la Central de Inteligencia una vez instalada en la capital, fue establecer un estricto control aéreo, solicitando a las compañías de aviación las listas de pasajeros que llegaban al país, ello además de establecer un estricto seguimiento para determinar los lugares donde se hospedaban, las relaciones que frecuentaban y los motivos que los habían llevado hasta allí. Todo aquel que resultaba sospechoso, era detenido, conducido a una dependencia policial y sometido a interrogatorio.
Agentes de la CIA viajaron especialmente a Camiri para interrogar al mayor Plata y el capitán Silva, así como al mayor Rubén Sánchez Valdivia, entre ellos Joseph Keller y Theodoro Kirsch, quienes llegaron a la zona en compañía de Villoldo.
El embajador Henderson ya había escrito a su gobierno, solicitando autorización para enviar ese personal al teatro de operaciones.

Solicitamos al Departamento de Estado y al de Defensa que se autorice  a dos observadores militares estadounidenses a dirigirse con urgencia al área de Camiri para verificar la situación exacta. […] La falta de información es casi absoluta, exceptuando los periódicos y los comunicados de las Fuerzas Armadas bolivianas (aunque esas fuentes han demostrado siempre ser inadecuadas). Sin embargo, estas indican que los guerrilleros han abandonado Ñancahuazu […]14.

Es falso que en los interrogatorios haya participado Klaus Barbie, el buscado criminal de guerra nazi, jefe de la Gestapo en Lyon durante la Segunda Guerra Mundial, quien se había radicado en Bolivia después de abandonar la Argentina, tras la caída de Perón. Entre quienes han salido a desmentir la versión figura el coronel del Ejército Boliviano, Diego Martínez Estévez, autor de dos exhaustivas investigaciones sobre la aventura guevarista, La campaña militar contra la guerrilla del Che Guevara y Ñancahuazu: apuntes para la historia militar de Bolivia. Como tantos investigadores, Estévez ha salido a desmentir la versión, basado en documentos de la época. Como dice acertadamente, ni los archivos más secretos (a los que ha tenido acceso), ni las versiones orales de quienes formaron parte de la planificación y ejecución de las operaciones militares del ejército boliviano, mencionan el nombre de Barbie, como el “estratega” que ideó la captura y muerte del Che, ni se lo menciona siquiera implicado en el asunto15.

Transportes Lockheed C-141 Starlifter llevaron personal y equipo desde
el Canal de Panamá a Santa Cruz de la Sierra

El 23 de abril Ralph W. “Pappy” Shelton estaba de regreso en Bolivia, acompañado esta vez por su asistente, el capitán Michel Leroy, designados especialmente por el Pentágono para entrenar al escuadrón de Boinas Verdes bolivianos en el central azucarero “La Esperanza”, cercano a Santa Cruz de la Sierra. Como hemos dicho, Shelton, tenía experiencia en la materia porque había realizado trabajos similares en otras partes del mundo, una de ellas, la República Dominicana; Leroy, por su parte, venía de Saigón, donde había adiestrado cuadros en la lucha contrainsurgente, hasta unos meses antes. Con ellos llegaron los capitanes William Trimblem, Edmond Fricke y Margarito Cruz, acompañando a otros “consejeros”, expertos en armamentos, comunicaciones, explosivos, inteligencia, primeros auxilios y doctrina política.
Gustavo Villoldo

Siguiendo el relato de Cupull y González, mientras los 650 efectivos bolivianos iniciaban su entrenamiento en la escuela que la CIA había montado en “La Esperanza”, en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra helicópteros norteamericanos de cuatro y doce plazas, eran artillados para ser desplegarlos en la zona de guerra.
La CIA extendió sus controles a otras áreas tales como el Correo Central y la compañía de teléfonos. A través de ellas, interceptaba la correspondencia y las llamadas que llegaban al país. En ese sentido, introdujo empleados en esos organismos en tanto las visitas de supervisión de John Tilton, y otros funcionarios como los mencionados Stanley Shepard y James Hollerand, se volvían habituales. Las escuchas a militantes de la izquierda, sospechosos de diversas extracciones y hasta políticos de la oposición se hicieron una constante, lo mismo a funcionarios de gobierno, pensadores, escritores, intelectuales y periodistas.
Por otra parte, el responsable del Departamento Técnico del Ministerio del Interior de Bolivia era el encargado de entregar a diario un sobre cerrado con fotocopias de las cartas interceptadas, así como la transcripción de las conversaciones que mantenían las personas sindicadas y una lista de los libros, revistas y folletos que entraban al país.
El agente que debía llevar esa correspondencia a la estación de la CIA era un boliviano llamado Víctor Quiroga, agente encubierto de la Interpol, a quien le fue encomendada la tarea de alquilar un apartamento en el séptimo piso del edificio Duery, en pleno centro de la capital, donde fue montada una oficina para tal fin.
Casi al mismo tiempo, la Central de Inteligencia arrendó una serie de propiedades a las que asignó el personal encargado de las tareas de espionaje.
Aldys Cupull y Froilán González han hecho un relevamiento de esos inmuebles, detallando las funciones a las que fueron destinados, sus propietarios y a quienes se les encomendó la gestión de alquilarlos.
La FAB arroja
napalm en la zona
Uno de ellos estaba ubicado en la calle Bolívar Nº 999 y era propiedad de Pablo Prochaska; la central donde se llevaban a cabo los contactos secretos fue instalada en un chalet de dos plantas situado en la esquina de 6 de Agosto y Cordero; el agente encubierto Nicolás Leondiris estableció el Departamento Técnico en una amplia residencia próxima al primer desvío de la calle Seguencoma y a Hugh Murray se le encomendó la misión de rentar otras viviendas en la capital, una en la calle Nº 8 de Calacoto, donde fue emplazada la central de intercepciones telefónicas; otra en Seguencoma Nº 151, destinada al archivo de la CIA y un tercer chalet sobre Rosendo Gutiérrez Nº 106, alquilado al señor Guillermo Terrazas, donde se montó el Departamento Técnico. Al mismo tiempo, se arrendaron otros dos apartamentos, uno en Rosendo Gutiérrez Nº 639, para el agente de origen cubano “George”, quien se desempeñaba como asesor del Estado Mayor en Miraflores y el otro en el séptimo piso de Obispo Cárdenas Nº 1415, fachada de la compañía fantasma Research Metal Co., en realidad, centro de contactos que la CIA rentó a través del mencionado Víctor Quiroga. “George” tenía a su cargo las escuchas telefónicas y la intercepción de correspondencia, incluida la de funcionarios de gobierno y oficiales del Estado Mayor, entre ellos el mismísimo Barrientos, el ministro Antonio Arguedas y los generales Antonio Ovando Candia y Juan José Torres.
La CIA infiltró todos los organismos, así como los partidos políticos, agrupaciones obreras, mineras y estudiantiles y hasta medios de difusión. Incluso preparó dos atentados en Cochabamba para atribuírselos a la guerrilla, el primero contra una iglesia y el segundo contra un cuartel del Ejército, panificado y llevado a la práctica por su agente encubierto John Maisto (en uno de ellos resultó gravemente herida una niña). También abrió apartados postales falsos, intervino directamente el Correo Central, estableció enlaces con las embajadas en Brasil, Argentina, Perú, Uruguay, México y Francia y hasta envió agentes disfrazados para infiltrarlos entre el campesinado y los corredores rurales, sobre todo en la zona donde operaba la guerrilla, logrando, de ese modo, una amplia red de informantes entre la población16.
El mayor Ralph W. "Pappy" Shelton y el capitán Michael Leroy llegan a
Santa Cruz de la Sierra para entrenar a las primeras tropas especiales
bolivianas en el ingenio La Esperanza
Notas
1 Emparentado con el general Augusto Pinochet Ugarte.
2 Diario “La Nación”, Bs. As., edición del 1 de abril de 1967; diario “La Prensa”, Bs. As., edición del 2 de abril de 1967.
3 Diario “La Prensa”, ídem.
4 Diario “El Mercurio”, Santiago de Chile, 2 de abril de 1967. Citado por Gregorio Selser en op. Cit., pp. 32-33.
5 Nacido en Corinto, Mississippi, Ralph W. “Pappy” Shelton, se unió al Ejército de los Estados Unidos (U.S. Army) en 1948 y sirvió como sargento en Corea, donde fue condecorado con la Estrella de Plata al valor en combate. Se incorporó a las fuerzas especiales en 1961, fue Ranger y paracaidista y en 1967 fue seleccionado para entrenar a las tropas bolivianas que debían contrarrestar la invasión guevarista.
6 Diario “La Nación”, Bs. As., edición del 3 de abril de 1967. Citado por Gregorio Selser en op. Cit., p. 33.
7 Adys Cupull, Froilán González, op. Cit., p- 6-7.
8 Diario “La Prensa”, Bs. As., 14 de abril de 1967. Citado por Gregorio Selser en op. Cit., p. 39.
9 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit., pp. 35-36 (Telegrama enviado al Departamento de Estado por la embajada estadounidense en Buenos Aires, confidencial, 29 de marzo de 1967, 20:05 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
10 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit. pp. 35-36 (Telegrama enviado al Departamento de Estado por la embajada estadounidense en Buenos Aires, confidencial, 1 de abril de 1967, 15:25 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
10 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile; op. Cit, pp.59-60.
11 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile; ídem, pp.59-60.
12 Adys Cupull, Froilán González, op. Cit. p. 10 y ss.; Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile; op. Cit, p. 48 y ss; Gregorio Selser, op. Cit., p. 40 y ss.
13 Adys Cupull, Froilán González, op. Cit. p. 13.
14 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit. p. 62 (Telegrama enviado al Departamento de Estado por el embajador Henderson, La Paz, confidencial, 9 de abril de 1967, 16:11 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
15 Espacio de Diego Martínez Estévez, “Es falso que Klaus Barbie hubiera participado como ‘estratega’, en la captura y muerte del Che Guevara”, 24 de febrero de 2011.
https://martinezestevez.wordpress.com/2011/02/24/es-falso-que-klaus-barbie-hubiera-participado-como-estratega-en-la-captura-y-muerte-del-che-guevara/. Klaus Barbie ingresó en la Argentina entre 1949 y 1950, obtuvo documentación y ciudadanía a nombre de Klaus Altmann, así como trabajo y protección. Escapó del país tras la caída de Perón, después del 21 de septiembre de 1955.
16 Adys Cupull, Froilán González, op. Cit. pp. 25-39.