sábado, 31 de agosto de 2019

LA RESURRECCIÓN

Manifestación en Yemén

Si los militares bolivianos pretendían borrar la memoria del Che haciendo desaparecer su cuerpo, cometieron uno de los actos de imbecilismo más grandes de la historia, tal como afirma el Dr. Reginaldo Arze en el documental de Peter de Kock. Si lo que querían era disuadir futuros intentos, se equivocaron de cabo a rabo y si creían que su figura iba a menguar debido al fracaso militar que había experimentado, no hicieron más que darle dimensión porque, ya notorio en vida, su muerte lo convirtió en uno de los íconos populares más grandes de todos los tiempos, sino el mayor.
El Che en la cultura popular
A solo siete meses de su desaparición, la imagen del Che Guevara encabezó las multitudinarias manifestaciones del Mayo Francés y como dice Pierre Kalfon, al cumplirse un año de su muerte, un extenso estandarte con su efigie fue colgado de la Torre Eiffel aunque el mismo fue retirado con prontitud.

Miles de personas se concentraron frente a las embajadas de Bolivia en las principales capitales europeas para protestar y de a poco su rostro se fue haciendo visible en cuanta manifestación tenía lugar en el mundo, incluso en Estados Unidos, que tanto había hecho por su derrota.
Kalfon dice que el Che cumplió con el principal lema punk-rock, “Vivir de prisa y morir joven”, pero delira al citar un estúpido artículo de la revista “Noticias”, de Buenos Aires, aparecido en la edición del 15 de octubre de 1995 según el cual, de acuerdo a un “sondeo” efectuado en la Capital Federal, en la clasificación de sus ídolos, los jóvenes argentinos de entre 15 y 25 años colocaban al Che Guevara por delante de Carlos Gardel. En esos años ningún joven argentino tenía al cantante por ídolo y mucho menos a los 15 años de edad.
Convertido en ícono revolucionario, el Che se transformó en referente de cuanto rebelde intentaba expresar su inconformismo. A partir de ese momento, no hubo manifestación en la que no apareciese la inmortal imagen de Alberto Korda, aquella que ha fascinado a la humanidad como pocas.
Mayo Francés
París, 1968


En Madrid, Barcelona, Pamplona, París, Lyon, Marsella, Londres, Frankfourt, Bonn, Milán, Turín, Roma, Nápoles, Zurich, Ginebra, Innsbruck, Viena, Amsterdam, Amberes, Bruselas, Olso, Copenhague, Estocolmo, Luxemburgo, Lisboa, Dublin, Belfast, Atenas, Belgrado, Moscú, Kiez, Reikiavik, Montreal, Ottawa, Toronto, Nueva York, Washington, Chicago, los Ángeles, San Francisco, Miami, México, Bogotá, Caracas, Lima, Tokyo, Nueva Delhi, Calcuta, Bagdad, Islamabad, Shangai, Yemén, Kabul, Estambul, Damasco, Tel Aviv, Jerusalén, Beirut, Amman, El Cairo, su rostro ha encabezado marchas y presidido actos.
Y así fue como las grandes corporaciones vieron en él un producto de alto impacto y lo transformaron en un éxito de merchandaising.
Una fábrica de relojes suizos lanzó al mercado una línea con la imagen del Che; una cerveza británica hizo lo propio y en Francia se comenzó a elaborar la “Che Cola”, bebida gaseosa que ha entrado con éxito en el circuito mercantil. Soldaditos a escala, zapatillas, remeras, gorras, encendedores, teléfonos celulares, prendedores, pendientes, aros, collares, prendas de vestir, incluyendo mallas, bombachas, corpiños, calzoncillos y medias; bebidas alcohólicas en Praga e Italia, energizantes en Australia y Nueva Zelanda, despertadores, llaveros, juegos electrónicos en Estados Unidos y Japón y hasta una marca de chocolates en Alemania (Che Kolade), se convirtieron en productos de consumo masivo. Incluso marcas de cigarrillos en Polonia y oriente, y hasta de tabaco y fósforos llevan su nombre.
En Brasil, el equipo de fútbol Madureira, de Río de Janeiro, le colocó su rostro a las nuevas camisetas; muchachas árabes y kurdas lucen orgullosas vinchas, cadenas y remeras con la misma imagen; en Grecia se organizó un festival de cine a él dedicado y en Damasco, su poster se vende junto a fotografías del presidente Bashar Al-Asad y otros líderes religiosos.
En Italia, una marca e cervezas lo incluyó junto a Mussolini, Hitler y Napoleón en su línea “histórica”, lo mismo una bodega de ese país, Barbera d’Asti, al lanzar a la venta un vino con su nombre y otra de Chile, así como una conocida fábrica de cerveza en Irlanda.
En Las Vegas, la Mercedes Benz presentó su “línea revolucionaria” durante la exposición de equipos electrónicos conocida como Consumer Electronics Show. Allí, su director general, Dieter Zetsche, se dirigió a la gran audiencia con una inmensa foto de Guevara a sus espaldas. Ello le valió la repulsa de la colonia de exiliados cubanos, encabezada por el mismísimo Félix Rodríguez y la congresista republicana Ileana Ros-Lehtinen, política militante nacida en La Habana en 1952, quien calificó al Che de “cobarde, corrupto, sediento de sangre, asesino de incontables cubanos inocentes, gángster odioso lanzado contra el pueblo cubano por los también odiados hermanos Castro” (evidentemente, no lo quería)1.
Aún así, la figura del líder revolucionario continuaría creciendo y en ese sentido, sería imposible enumerar todo porque hasta en Mongolia se han organizado muestras fotográficas en su memoria y su retrato aparece en los lugares más recónditos de la Tierra, desde Islandia y Alaska hasta Indochina y la Polinesia.
El Che ha cautivado a gente famosa, no sólo en el bloque comunista sino también en occidente.
El campeón del mundo de peso pesado, Mike Tyson, se tatuó su imagen en el torso, lo mismo la popular actriz Angelina Jolie; actores como Robert Redford, Jack Nicholson, Leonardo Di Caprio, Danny Glover, Harry Belafonte, Johnny Deep, Shia Labeouf y el alemán Oliver Procher han manifestado su admiración, lo mismo el rapero Marco Rubio, Carlos Santana, los directores Francis Ford Coppola y Seteven Spielberg, las modelos Naomi Campbell, Kate Moss y la brasilera Gisele Bundchen y el campeón azerbaijano de ajedrez, Raouf Mamedov.
Diversos músicos se han referido a él en sus composiciones, entre ellos la banda galesa Manics Street Preachers y The Clash, agrupación punk inglesa, uno de cuyos álbumes se titula, precisamente, Che Guevara.
Cuadros suyos penden en lugares de lo más inverosímiles como las oficinas del general Yehya, en el Estado Mayor de Yemén; las del líder palestino Ghassán Kanafani, bares de la India, pubs de Gran Bretaña e Irlanda, discotecas de Italia, Francia y Alemania, el Sindicato de Bomberos del Reino Unido, campamentos de la OLP y hasta el despacho del juez norteamericano James Burge de Ohio. Gente lleva su rostro grabado en diferentes países y se han pintado graffitis en las calles de Dublin, Belfast, Galway y Londonberry así como en Londres, Donestk, Palestina y Belén. Inclusive se lo ha utilizado en diferentes campañas electorales, tal como se vio en la de Hilary Clinton, en 2008 y la de Putin, en Rusia, en 2007 y 2012.
Las hinchadas de casi todos los países del mundo, desde el Hamburgo de Alemania hasta el RSCL Standard de Lieja (Bélgica), incluyendo al Cletic, de Escocia, el Liverpool, en Napoli, suelen ostentar banderas con su rostro.


El Che Guevara en la literatura
Es imposible enumerar la cantidad de libros, artículos, folletos, estudios, tesis, tratados, simposios y conferencias que se han escrito u organizado sobre la persona del Che; lo mismo exposiciones, muestras y audiovisuales. De ahí que solo enumeremos los más trascendentes para dar una idea de su dimensión.
A la cabeza deben figurar, sin ninguna duda, los trabajos del norteamericano Jon Lee Anderson y el español Paco Ignacio Taibo II, Che Guevara, una vida revolucionaria y Ernesto Guevara, también conocido como el Che. El de Pierre Kalfon, Che. Ernesto Guevara, una leyenda de nuestro siglo, mal que les pese a muchos, es excelente. Cómo capturé al Che, del general Gary Prado Salmón, imprescindible, lo mismo El Che quiere verte, de Ciro Bustos, La victoria estratégica, de Fidel Castro, La CIA contra el Che, de Adys Cupull y Froilán González (pese a su subjetividad es muy bueno), Che Guevara. Top secret de Mario José Cereghino y Vincenzo Vasile (fundamental), La lucha en Las Villas de Julio O. Chaviano Fundora, La CIA en Bolivia del argentino Gregorio Selser, el esclarecedor Cómo llegó la noche de Huber Matos, Los que lloran y los que luchan, de Jorge Ricardo Masetti, Fidel Castro de Herbert Mattews, La mujer que vengó al Che del alemán Jürgen Schreiber y El año en que estuvimos en ninguna parte (La guerrilla africana de Ernesto Che Guevara) de Paco Ignacio Taibo II, Froilán Escobar y Félix Guerra. Obras de excelente calidad todas aunque, lo repetimos, constituyan una ínfima parte de lo que se ha escrito en el mundo sobre su persona.
Mi amigo el Che, de Ricardo Rojo, encabeza la lista de los peores, con sus invenciones y falsas acusaciones, como endilgarle a Gary Prado haber sido quien ejecutó personalmente al comandante guerrillero. El Che Guevara, la biografía, de Hugo Gambini, es un trabajo simple y vacío y El canalla, de Nicolás Márquez, elemental y deshonesto.


En la música
Cuando Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, los recordados autores del polémico musical Jesucristo Superstar compusieron Evita, basado en la biografía de otro ícono revolucionario de proyección internacional, colocaron al Che Guevara como una suerte de “voz de la conciencia”, un narrador sarcástico e irónico que acompaña a la protagonista a lo largo de la trama. Fue tal el éxito de la obra, que permaneció en escena durante años, tanto en Europa, como en Estados Unidos, Canadá y Japón además de ser estrenada en todas las capitales del mundo, a excepción de la Argentina, donde estuvo prohibida hasta 1983. Luego vino Alan Parker con su superproducción hollywoodense, que pese a la excelente interpretación de Madonna resultó un fiasco. En ella, en lugar del Che Guevara aparece una suerte de camarero con tiradores quien, según pseudo analistas que salieron a opinar mucho tiempo después, encarnaba al verdadero personaje, el hombre común argentino, el ciudadano corriente, una falsedad ya que desde su estreno hasta el inicio del rodaje de la película, al personaje siempre se lo representó como al mítico líder revolucionario.
El Che Guevara en una de las tantas representaciones que se han hecho
en el mundo del musical Evita, de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, en este
caso en el Nottingham's Theatre Royal de Inglaterra, año 2009
(Copyright: Fotos 2010 Musical Evita, bb-promotien)

Hemos dicho que bandas célebres como The Clash y Manics Street Preachers le han dedicado al Che temas y álbumes, pero no han sido las únicas. La francesa Nathalie Cardone hizo del emblemático Hasta siempre, comandante, del cubano Carlos Puebla, su himno de guerra, lo mismo Silvio Rodríguez, la Barcelona Gipsy Klezmer Orchestra, Compay Segundo, Gian Franco Pagliaro, Joan Báez, Nina Hagen, los chilenos Víctor Jara, Violeta Parra e Inti Illimani, Al Di Meola, el saxofonista noruego Jan Garbarek y la violinista inglesa Lizzie Ball, así como músicos y coros de todo el mundo, en todos los idiomas. Incluso la televisión saudí realizó un llamativo musical basado en ella.
A él están dedicadas, entre otras, Canción del elegido y Fusil contra fusil, ambas de Silvio Rodríguez; Soy loco por ti América, de Caetano Veloso y Gilberto Gil, Zamba del Che de Víctor Jara, Si el poeta eres tú de Pablo Milanés, Mc Guevara o Che Donald's de Kevin Johansen y Elegía al Che Guevara de los chilenos Quilapayún, todas traducidas a distintas lenguas.


En el cine y el teatro
El cine y el teatro también se ocuparon del Che, aunque  justo es reconocerlo, sin demasiada fortuna.
El primer intento fue El Che Guevara, en algunos países re-titulada La muerte del Che, producción italiana de 1968, dirigida por Paolo Heusch (guión de Adriano Bolsoni) e interpretada por el actor español Francisco Rabal en el rol principal, John Ireland en el del frío agente de la CIA, el apuesto Giacomo Rossi-Stuart como el capitán Gary Prado, la bella checoslovaca Susanna Martinková como la indiecita Simona y un elenco que completan Howard Ross, Andrea Checchi, José Torres, Lex Monson y Guido Lollobrigida (primo de Gina). Se trata de una cinta entretenida, sin duda, que aborda el final de la campaña en Bolivia donde un Guevara bonachón y sencible, aunque despiadado cuando debe serlo, guía a solamente siete guerrilleros de los cuales solo Willy porta un nombre real. Por momentos semeja un western spaghetti al estilo guerrillero pero atrapa, pese a algunos defectos como el aspecto del Che, que parece un hombre muy mayor, el poblado de La Higuera, demasiado grande para ser el humilde caserío de la realidad y el muy europeo y nórdico casting.
Al año siguiente fue el turno de la polémica Che!, de Richard Fleischer, con el que la crítica fue despiadada en extremo salvo su magnífica banda sonora, obra del también argentino Lalo Schifrin. Kalfón la califica de bodrio lamentable y grosera caricatura. Y esa línea han seguido todas las opiniones. Todo el mundo dice algo de ella y cree que es su deber destrozarla. Sin embargo, pese a haber sido digitada por la CIA y a que sus personajes parecen sacados de una historieta, mal que les pese a los críticos y partidarios, Omar Sharif, además de ser de todos los actores que lo han interpretado el que más se le asemeja, cumple el papel bastante bien, lo mismo Jack Palance en la piel de Fidel Castro.
El film refleja los hechos tal como fueron, cosa que hemos podido comprobar a lo largo de esta investigación. Su principal error fue haber intentado abarcar en 96 minutos una vida tan amplia e intensa (y eso que dejó fuera su campaña en el Congo) y no haber respetado los nombres de los protagonistas secundarios (Willy aparece como cubano desde el comienzo de la cinta).
Faccia di spia (“El rostro del espía”), de 1975, es un film poco creíble y sádico, dirigido por Giuseppe Ferrara. El mismo aborda el controvertido tema de la injerencia de Estados Unidos y la Agencia Central de Inteligencia en distintas partes del mundo y su implacable proceder. Allí el Che aparece interpretado por Claudio Camaso y “Tania” por Mariangela Melato, buenos actores aun cuando la historia termina resumida a una muestra de horrores que no vale la pena describir.
Diarios de motocicleta es una cinta bella y entretenida, producida en 2004 por Robert Redford y dirigida por el brasilero Walter Salles, con una magnífica banda sonora de Gustavo Santaolalla y tema central del uruguayo Jorge Drexler, ganador del Oscar de la Academia por él.
Omar Sharif y Jack Palance en la
película de Richard Fleischer (1969)
Basada en los diarios de viaje del Che y Alberto Granado, constituye una entrega conmovedora y emocionante aunque el personaje principal, encarnado por el mexicano Gael García Bernal (que ya lo había interpretado en la miniserie de televisión Fidel, también conocida como Fidel Castro y el Che: La historia de dos mitos), luzca como un niño un tanto tonto y timorato. Rodrigo de la Serna, sin parentesco con los Guevara, impecable en su actuación.
La producción por excelencia ha sido la del director norteamericano Steven Soderbergh, estrenada en 2008 en dos entregas: Che, el argentino y Guerrilla Títulos tan mal escogidos son un aviso de lo que le espera al espectador. Aún cuando le llovieron elogios y hasta premios y nominaciones, ésta sí, a nuestro entender, es un bodrio, largo y poco emotivo, en el que, para más, Benicio del Toro no alcanza en ningún momento la energía necesaria para meterse en el papel. Buen casting, excelentes actores la mayoría, lo que amagó ser una gran superproducción terminó siendo un simple intento que por momentos se torna lento y tedioso.
Ninguno de estos actores logró encarnar al Che. Como hemos dicho, Francisco Rabal parece demasiado viejo y por momentos bonachón y simpático; Sharif frío y taciturno, García Bernal da más la sensación de un nene bobo al que su mamá y el amiguito le tienen que sonar la nariz y Del Toro un tipo inseguro y dubitativo, que apenas balbucea las frases.
La que pudo haber sido una gran entrega fue Dí buen día a papá, película boliviana dirigida por Fernando Vargas, estrenada en el 2005. Ese mismo año obtuvo el Gran Premio Diablo de Oro, en el Festival de Cine de Oruro y al siguiente, el Gran Premio del Público en el Festival Internacional de Cine Pobre en Gibara, Cuba.
Al comienzo parece prometedora pues aborda el culto en torno a su persona y el impacto que su recuerdo ejerce en la región de Vallegrande, pero al entrelazar la trama con las vivencias de tres generaciones de pobladores, la misma pierde intensidad y se diluye, tornándose lenta y alejada de la temática.
Sin embargo, si las películas que se han rodado sobre el líder revolucionario no estuvieron a la altura que aquel merecía, en su tierra de nacimiento las cosas fueron peor.
Hasta la victoria siempre, de Juan Carlos Desanzo y El Che, de Aníbal Di Salvo, ambas de 1997, pasaron sin pena ni gloria, con las consabidas sobreactuaciones, escenas largas y excesiva lentitud, propias del cine nacional, pero nada igual a aquellos abortos interpretados por Gerardo Romano y Pablo Rago, el primero en el ciclo “Sin Condena”, que se emitía por Canal 9 en los años noventa y el segundo en “Historia Clínica”, de Telefé, en 2012.
Tan patéticas fueron ambas entregas, tan mala las actuaciones de esos dos actores, que no vale la pena detenerse más que en un par de detalles. El grotesco desembarco del primero, al parecer filmado en una isla del Tigre, con la costa opuesta a la vista y todos los “guerrilleros” gritando “¡¡Che, Che, oye Che!!” como poseídos y en el segundo, mostrando al jefe guerrillero más preocupado por el habano que llevaba en la boca que por el combate y sobre todo en La Higuera, cuando a punto de ser fusilado, luce su uniforme recién sacado de la tintorería y los borceguíes prácticamente salidos de fábrica.
En 1969 el escritor keniano (de padres ingleses) John Spurling publicó Guevara MacRune, libro que fue llevado al teatro en diferentes partes del mundo, siendo de destacar las actuaciones del británico Jeremy Brett en el Reino Unido, el sudafricano Bill Curry en Ciudad del Cabo y el japonés Takada Ichiro, en Tokyo.
En cuanto a las documentales que se han rodado, son tantas y tan variadas, que darían para un estudio aparte, dedicado especialmente al tema.


El hallazgo de los restos
El 21 de noviembre de 1995, el general retirado Mario Vargas Salinas, aquel que había dirigido a las tropas que aniquilaron a la columna de “Joaquín” en Vado del Yeso, provocó un revuelo al revelar ante diferentes medios de prensa que el Che Guevara se encontraba enterrado en una fosa común, contigua a la pista secundaria del aeródromo de Vallegrande.
Ante la conmoción ocasionada por semejante noticia, tres días después, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada expidió un decreto autorizando la búsqueda de los restos. En los días siguientes, efectivos de la VIII División iniciaron la búsqueda pero la misma se demoró más de lo previsto porque al llegar al lugar, el militar no pudo establecer el lugar exacto donde yacían los cuerpos.
La novedad provocó la reacción del gobierno cubano que de inmediato, envió un equipo forense para colaborar en la búsqueda. Por entonces, la nación caribeña no la pasaba bien y el régimen parecía necesitado de un aliciente dado que la caída seis años antes de su principal sostén, la Unión Soviética, había sumido a la isla en una grave crisis económico-social, que derivó en las primeras reacciones de descontento.
Aprovechando el momento, Fidel Castro proclamó a 1997 como el “Año del Che” y anunció la construcción de un gran mausoleo en Santa Clara, escenario de su mayor triunfo militar, con el objeto de depositar allí sus restos y los de sus compañeros.
El 1 de diciembre llegó a Bolivia el equipo forense cubano, que sin perder tiempo inició las excavaciones, no solo en el sector de la pista sino también en terrenos contiguos, basurales, vivero, cementerio, el cuartel del Regimiento “Pando”, caminos, el hospital y el Rotary Club, donde se presumía podían haber sido enterrados.
Fue en la Cañada de Arroyo donde se encontraron las cuatro primeras osamentas, una de ellas la de “Chapaco” (Jaime Arana Campero), noticia ampliamente difundida que sirvió para intensificar la búsqueda.
Siempre ayudados por personal boliviano, los cubanos abrieron un total de doscientas diez fosas, treinta y dos de ellas señaladas por georadar, veintiocho por los geofísicos del equipo y el resto guiándose por descripciones efectuadas por los pobladores, en especial testigos y protagonistas de los hechos.
Expertos cubanos y argentinos trabajan en la búsqueda de los restos

A partir del 1 de abril, los trabajos se intensificaron y de esa manera, en el mes de junio dieron con la osamenta de “Tuma” (Carlos Coello), quien fue enterrado por sus propios compañeros en inmediaciones de Florida.
Los trabajos continuaron sin interrupción hasta marzo de 1997. Apartir del 21 de mayo hizo lo propio un segundo contingente, encabezado por el Dr. Jorge González, director del Instituto de Medicina Legal Cubano y representante de los familiares de los combatientes, al que pertenecían el arqueólogo Roberto Rodríguez, el antropólogo forense Héctor Soto y la historiadora María del Carmen Ariet. Detrás de ellos, hizo lo propio un equipo argentino compuesto por los geofísicos Noel Pérez, José Luis Cuevas y Carlos Sacasas y los antropólogos forenses Patricia Bernardi, Alejandro Inchaurregui y Carlos Somigliana, quienes venían de trabajar en la búsqueda e identificación de los cuerpos de personas desaparecidas durante el régimen militar, en su país. Ya sobre el terreno, los argentinos aplicaron técnicas avanzadas, que permitieron delimitar el área  de 10.000 m2 que abarcaba la antigua pista y orientar de ese modo, la búsqueda. Desde Cuba, un cuarto equipo, constituido por medio centenar de especialistas, efectuaba tareas de apoyo y sostén, evaluando los resultados y elevando informes a su gobierno.
El 28 de junio de 1997 se trabajaba en la fosa Nº 7 cuando se produjo un hallazgo que conmocionó a todos los implicados en la tarea. La osamenta Nº 2 presentaba signos muy particulares, los cuales hicieron suponer que se trataba del Che.
Parte de su uniforme cubría el torso y el cráneo, conservaba restos del cinturón de cuero marrón en la pelvis y lo más llamativo, le faltaban las manos.
Un análisis más exhaustivo permitió determinar que los arcos superciliares eran en extremo pronunciados, como los del líder guerrillero (lo que le daba ese ligero aire de “hombre de Neanderthal”) y la ausencia de su muela superior izquierda, se ajustaba a la descripción previa.
Junto a los restos, se encontraron seis osamentas más, que fueron trasladadas, la madrugada del 8 de julio, a Santa Cruz de la Sierra, para ser entregadas en la morgue del Hospital Japonés, donde se les efectuarían estudios con equipos de alta gama, tendientes a determinar si, efectivamente, la mencionada osamenta pertenecía al Che.
Así sucedió y de esa manera, al cabo de un par de días fue posible asegurar que los huesos encontrados correspondían a Guevara y seis de sus combatientes, los cubanos Orlando Pantoja Tamayo (“Antonio” u “Olo”), René Martínez Tamayo (“Arturo”), Alberto Fernández Montes de Oca (“Pachungo”), los bolivianos Simeón Cuba (“Willy”) y Aniceto Reynaga y el peruano Juan Pablo Chang Navarro (“El Chino”).
La noticia fue anunciada a la prensa y pronto dio la vuelta al mundo. Inmediatamente después, una delegación del gobierno cubano encabezada por el mismísimo Ramiro Valdés, viajó al país del Altiplano para repatriar los restos de sus compatriotas y, por supuesto, los del comandante argentino.
Llegaron al aeropuerto de San Antonio de los Baños el 12 de julio por la noche, donde fueron recibidos por Fidel Castro en persona, en un acto televisado a toda la nación, con salvas de artillería y formaciones de honor.

Le pedimos, Comandante, que nos haga el honor de recibir sus restos; más que nuestros padres, son hijos de este pueblo que tan dignamente usted representa [dijo Aleida Guevara en la ceremonia]. Hoy llegan a nosotros sus restos, pero no llegan vencidos; vienen convertidos en héroes, eternamente jóvenes, valientes, fuertes, audaces. Nadie puede quitarnos eso; siempre estarán vivos junto a sus hijos, en el pueblo.

Los osarios fueron conducidos a la sede del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, más precisamente en la Sala Granma, y allí permanecieron hasta la noche del 14 de octubre, cuando se los trasladó hasta el edificio de la Biblioteca Provincial Martí, en Santa Clara, donde se les hizo la primera guardia de honor, encabezada por el propio Valdés y el primer secretario del PC de Villa Clara, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Ya habían sido expuestos en el Memorial José Martí, ubicado en la Plaza de la Revolución de La Habana, los días 11 al 13 de aquel mes, para que el pueblo desfilase ante ellos.
Miles de cubanos se acercaron a rendirles homenaje, tanto en La Habana como en Santa Clara y durante esa misma jornada, se llevó a cabo el gran acto en la plaza principal de la última ciudad -que lleva el nombre del Che-, encabezado por Fidel Castro y otros jerarcas de la revolución.
Los restos fueron depositados provisoriamente, bajo la estatua de bronce del comandante guerrillero, en el panteón provisorio levantado por el gobierno en forma de cueva, frente a la cual, ardía la llama eterna.
El Mausoleo definitivo fue inaugurado el 17 de octubre y ahí se encuentran, al día de hoy, el Che y casi todos sus guerrilleros.

Con emoción profunda vivimos uno de esos instantes que no suelen repetirse [dijo Fidel en la oportunidad]. No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros. Venimos a recibirlos.
Veo al Che y a sus hombres como un refuerzo, como un destacamento de combatientes invencibles, que esta vez incluye no solo cubanos sino también latinoamericanos que llegan a luchar junto a nosotros y a escribir nuevas páginas de historia y de gloria2.

En diciembre del año siguiente, llegaron a Cuba los restos de “Tania” junto a los de otros nueve combatientes, cubanos y bolivianos. Los huesos de la guerrillera habían sido descubiertos en el mes de septiembre y tras obtenerse la autorización del gobierno boliviano, fueron trasladados a la isla, donde los recibió otra multitud que también desfiló frente a ellos. El 30 de diciembre de 1998 se los depositó en el Mausoleo de Santa Clara, en una ceremonia en la que Fidel Castro volvió a hacer uso de la palabra y contó con la presencia de Nadia Bider de Bunke, la madre de la combatiente, Raúl Castro, el vicepresidente Juan Almeida, Ramiro Valdés y las más altas autoridades del régimen, quienes compartieron el palco de honor. Por supuesto, no tardaron en alzarse voces diciendo que todo era un fraude y que los restos de Guevara aún permanecen en Vallegrande pero eso es falso o, como mucho, materia de especulación..
La división internacionalista del Che estaba de regreso y desde entonces reposa junto a su jefe, en el escenario de la mayor de sus hazañas.
La osamenta Nº 2 hallada en la fosa Nº 7 pertenecía al Che Guevara

La Ruta del Che
Aprovechando la fascinación que el líder argentino-cubano ejerce en el mundo, Bolivia dio forma a un circuito turístico que recorre los lugares emblemáticos de la guerrilla, la denominada Ruta del Che, visitada anualmente por aventureros, adeptos y turistas de todos los rincones de la Tierra, ansiosos por conocer los escenarios de la odisea.
La fosa común con los nombres de los combatientes, la lavandería del Hospital “Nuestro Señor de Malta”, la tumba de “Tania”, el cercano mural que rememora la última marcha de la columna de “Joaquín”, el Museo del Che, donde se pueden apreciar fotografías y objetos, el más interesante la abarca de “Chapaco”, el mausoleo que se ha levantado para recordarlos, son los puntos principales del recorrido en Vallegrande; el caserío de La Higuera, con su escuelita y su museo constituyen un punto obligatorio, lo mismo la Quebrada del Yuro, en la que una estrella marca el lugar donde el Che fue herido y capturado. De ahí se puede seguir a Pucará, hacia el norte o Alto Seco, al sur, para continuar por el Río Grande hasta Vado del Yeso, en Puerto Mauricio. Hay quienes siguen hacia el sur tocando Caraguatarenda, El Espino y los campamentos de Ñancahuazu y El Oso, para continuar hasta Lagunillas y terminar en Camiri (otro puntop emblemático), y quienes optan viajar hacia el norte, visitando Piraí, El Filo, Samaipata, Mataral e incluso, Santa Cruz de la Sierra. Incluso, los más osados, llegan a aventurarse por los escenarios de las principales batallas, entre ellas Taperillas, El Espino, Muchiri, El Cafetal, Iripití, El Mesón, Florida, Corralones y Naranjal pues como toda Bolivia, su geografía es tan fascinante como su historia e invita a explorar y adentrarse en parajes impresionantes.
Un grupo de turistas de dirije a la Quebrada de Yuro
(Imagen: Marcel Vicenti. Blog do Deodoro Rexende)

Cuba también tiene su Ruta del Che, que arranca en el punto de desembarco del “Granma” y continúa hasta la fortaleza de La Cabaña, en La Habana, pasando por Sierra Maestra, Camagüey, Sancti Spíritu, Trinidad y Santa Clara, incluyendo el mausoleo que guarda sus restos. La capital ofrece, además del legendario bastión hispano donde el comandante sentó sus reales, el Museo y la Plaza de la Revolución,  el antiguo Palacio Presidencial, las sedes de los ministerios, el gran mural, el edificio del Banco Nacional, las casas que habitó y otros puntos de interés, finalizando en Pinar del Río, en la denominada Gruta del Guerrillero, donde Guevara estableció su cuartel general cuando la invasión de Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles.
La mayor parte de los viajeros llegan desde Europa y América del Norte, en especial Alemania, Francia, Italia, España, Suiza, Gran Bretaña, Suecia, los Países Bajos, Rusia, Estados Unidos y Canadá, aunque también son frecuentes las visitas de latinoamericanos, australianos, neozelandeses y japoneses. También hay audaces que incentivados por la película Diarios de motocicleta, llegan a Sudamérica para efectuar el recorrido que el Che y Alberto Granado realizaron desde Buenos Aires hasta Venezuela (1952), todos ellos admiradores y aficionados al turismo aventura, tal el caso de los ingleses Steve Holmes y Pete Sanford, el ruso Slava Kraskó de Moscú, los españoles Ángel Cuerdo y Fabiola Jubin, el japonés Tsuyoshi Yoshihara y gente Portugal, Brasil, Estados Unidos y demás países.
Es evidente que bien o mal, el Che ejerce una extraña fascinación en la humanidad, algo similar a lo que sucede con Hitler y Mussolini, con sus vidas intensas y sus finales de tragedia y no quedan dudas que luego de su muerte, su imagen volvió a la vida con mucha más fuerza, que resucitó, que renació de sus cenizas y se ha ido agigantando a medida que pasa el tiempo.


Imágenes


Israel

Túnez
Atenas

"El Che Cola", bebida francesa

Marca de cerveza italiana lanza su línea de personajes históricos

El club de fútbol Madurerira de Río de Janeiro  presenta su nueva camiseta

Yemén

Una calle de Damasco, capital de Siria

A poco de su muerte
el Che Guevara llega al cine (1968)

Omar Sharif en la película de Richard Fleischer (1969)

El romano Claudio Camaso (hijo de Gian María Volonté) interpreta
al Che en Faccia di spia (1975)

Benicio del Toro en la producción
de Steven Soderbergh

Dos actuaciones olvidables. A la izquierda, Gerardo Romano,
a la derecha, Pablo Rago

Takada Ichiro, en la obra de teatro Guevara MacRune
basada en el libro del británico John Spurling

La fosa común junto a la antigua pista de Vallegrande
en la Ruta del Che


Vallegrande. El Memorial

Una gran estrella marca el sitio donde cayó el Che
en la Quebrada de Yuro, jalón importante de la ruta
turística

El gran Memorial de Santa Clara (Cuba) donde descansan sus restos


Notas

1 Zetsche debió disculparse por la poco afortunada iniciativa y la marca alemana emitió un comunicado, excusándose.

2 Ver texto completo en Anexos.



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