sábado, 31 de agosto de 2019

OPERACIÓN CYNTHIA

Tropas bolivianas patrullan un arroyo


El 14 de mayo de 1967, el Alto Mando del Ejército concentró en Tiraboy una fuerza de 120 efectivos, pertenecientes a la IV División, reforzados por paracaidistas del CITE, cuadros de la Escuela de Sargentos y elementos del Escuadrón “Braun”, todos bajo el mando del teniente coronel Augusto Calderón.
En horas de la noche, luego de ser impartidas las directivas, la compañía abordó los camiones y se puso en marcha, intentando alcanzar al enemigo antes de que llegase El Platanal. Lo ubicaron a sólo un kilómetro de La Manga gracias a la información que les brindaron los campesinos, quienes se apresuraron a alertarles sobre el paso de extraños armados.
Transmitida la novedad al comando divisional, despegaron de Camiri tres North American AT-6 con la misión de hostigar las rutas de desplazamiento del enemigo que, a esa altura, se había dividido en tres grupos y avanzaba hacia las alturas del noroeste, intentando despistar a sus perseguidores.
Los cazas llegaron desde el sur, ametrallando el terreno y lanzando sus cargas de 50 kilogramos lejos del objetivo, a más de dos kilómetros de distancia, esto último durante su segunda pasada. Eso le permitió a la guerrilla alcanzar Pirirenda y ponerse a cubierto en sus alrededores, pues el Ejército rastrillaba la zona y corría el riesgo de quedar rodeada.

Para su fortuna, los habitantes de la región se habían retirado a considerable distancia, intentando no quedar atrapados entre dos fuegos. De esa manera, la guerrilla se proveyó de víveres y pudo racionar abundantemente2.
Como asegura el general Gary Prado, el Ejército estaba desorientado y no lograba alcanzar al invasor que en su constante desplazamiento, evadía sus patrullas confundiendo a su Comando y burlando a la Fuerza Aérea, que continuó sus ataques los días 15 y 16, sin consecuencias.
Al tiempo que el Ejército peinaba la zona, la guerrilla vivaqueaba en el Aserradero Manfredi, importante industria maderera de la región, propiedad del ciudadano italiano Benito Manfredi1, donde había arribado el 17 de mayo. El establecimiento mostraba señales de haber sido evacuado entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas antes pues todavía mostraba señales e actividad como herramientas fuera de su lugar y cosas por el estilo. Para su fortuna, encontraron provisiones en abundancia, en especial maíz, azúcar, manteca, harina y agua, así como objetos de primera necesidad, sobre todo en su botiquín.
El Che aprovechó para operar a “Raúl”, cuya rodilla infectada no lo dejaba caminar. Primero le revisó la herida, luego la limpió y finalmente le aplicó un antibiótico que dejó hacer efecto hasta la mañana siguiente, cuando practicó la punción. Al pobre combatiente le fueron extraídos 50 c.c. de pus y luego se le aplicó el tratamiento general anti infeccioso que corresponde en esos casos, para ser finalmente vendado; ni bien terminó, le extrajo una muela a “Camba” y el resto del día lo dedicó a reponer fuerzas y planificar los próximos pasos.
Mientras los “pacientes” convalecían o favorablemente, se enviaron patrullas a reconocer los alrededores.
El 22, cerca del mediodía, alguien dio el alerta y todo el mundo corrió por las armas. Lo que en un primer momento pareció una avanzada del Ejército resultó ser un desvencijado jeep, propiedad del aserradero, conducido por Vicente Tapia, a quien acompañaban Guzmán Robles, el encargado del establecimiento, y su hijo Moisés, de diecisiete años, éste último en el asiento trasero.
Cuando el vehículo cruzó el portón, los guerrilleros le salieron al cruce, apuntando a los desprevenidos dependientes con sus armas. Los obligaron a descender y los condujeron a uno de los edificios para someterlos a interrogatorio.
Robles bridó información sobre la situación militar en Tatarenda, Limón e Ipitá, aclarando que las tres localidades se hallaban despejadas salvo la última, donde se había acantonado un teniente con algo de tropa.
El Che pagó los suministros que había consumido y mandó a Robles hacia Gutiérrez, para que adquiriese alimentos y medicinas, aunque manteniendo a su hijo como rehén. Lo dejaron partir ese mismo día, aclarándole que de no llegar a las 15.00 del día siguiente, se llevarían al muchacho con ellos3. Y así sucedió.
El sujeto no regresó y a la hora indicada, el Che mandó levantar campamento y ponerse en marcha hacia el oeste, llevando provisiones para diez días.
El 24, la columna alcanzó las márgenes del Ñancahuazu, buscando alejarse de las zonas pobladas y establecer contacto con “Joaquín”. Después de un nuevo raid aéreo, infructuoso como los anteriores, comenzó a desplazarse aguas abajo, dejando atrás posiciones que habían ocupado durante el prolongado viaje de exploración al río Rosita. De ese modo, desembocó en el Saladillo, cuyo cauce siguió “…hasta sus nacientes para cruzar el cerro del mismo nombre y descolgarse nuevamente hacia la carretera”4.
El domingo 28 de mayo cerca de las 14.00, ocuparon Caraguatarenda, un pequeño caserío al sudeste de Parapetí, donde tomaron prisionera a toda su población. Ni bien entraron en la aldea, el Che mandó bloquear sus accesos y después de distribuir a la gente, adelanto algunos puestos de observación, aislándola completamente del resto del mundo. La idea era hacerse de alimentos y medicinas sin ser detectados pero como unos campesinos que regresaban a su casa los vieron, no les quedó más remedio que actuar en consecuencia. Se le prohibió a la gente salir de sus casas y se le dijo que debían obedecer las indicaciones.
Hubo un momento de tensión cuando una anciana y sus hijos regresaban al pueblo por el único camino y al toparse con los invasores, comenzaron a gritar (se trataba de los campesinos anteriormente mencionados). Ni “Pachungo”, ni “Pablo” tuvieron coraje de dispararles y eso los salvó. Corrieron los tres en dirección a la aldea y al llegar dieron la voz de alerta.
Cerca de las 15.00, los guerrilleros detuvieron dos jeep que pasaron por el lugar, el primero, propiedad de Pantaleón Garzón, empleado de YPFB e inmediatamente después, hicieron lo propio con otros dos vehículos, camiones en este caso, también de la mencionada empresa.
A las 19.30, procedieron a evacuar el pueblo, utilizando los vehículos requisados y así llegaron a Ipitacito del Monte, donde saquearon el almacén, apoderándose de $500 en alimentos y algunos objetos de primera necesidad.
En lo que fue una parodia de acto legal, el Che designó a dos pobladores para que oficiasen de testigos, Ruperto Farrell y Andrés Quesada a quienes hizo firmar el acta en la cual dejaba constancia de lo actuado5.
Bajo el frondoso árbol que se alzaba en el centro del pueblo, le preguntó a Farrell cuáles eran los lugares más importantes de la región y éste, tomando una varilla, trazó un mapa sobre la tierra, y se los señaló.
Un par de horas después, partieron rumbo a Itay. Antes de llegar al caserío, se detuvieron en la finca de Julio Villarroel y allí se dispusieron a pasar la noche.


La nuera del propietario, Elfi Tapia, era la maestra de Ipitacito y además, propietaria del almacén asaltado; el Che le pagó parte de la mercadería secuestrada y prometió saldar el resto más adelante. Fueron bien tratados; el dueño de casa les ofreció café, queso y pan y después de descansar unas horas, abordaron nuevamente los vehículos y partieron en dirección a la estación de Espino, sin embargo, al llegar a la vía férrea que une Yacuiba con Santa Cruz de la Sierra, uno de los Ford, se fundió y obligó a los dos jeeps a efectuar varios viajes para trasladar a sus ocupantes hasta el poblado.
Espino era un caserío relativamente nuevo porque el original, había sido borrado del mapa por el famoso aluvión de 1958, de ahí su nombre, Pueblo Nuevo. Se trataba de una aldea guaraní, de gente introvertida y extremadamente temerosa, que hablaban poco español (Guevara creía que fingían) y apenas vivía de la actividad rural.
Ni bien llegaron, los guerrilleros se apoderaron de un tercer camión, pero a poco de echar a andar, “Papi” lo empantanó y eso los obligó a seguir a pie, salvo la vanguardia que lo hizo en el único jeep que quedaba. Lo hicieron hacia el rancho Muchuri, a las 03.30 del 29 de mayo y llegaron dos horas después, con el grueso de la columna a marchas forzadas.
Al día siguiente, transitaban por la línea férrea Yacuiba-Santa Cruz de la Sierra, sobre la que se desplazaron un kilómetro y medio hasta toparse con un joven cazador y su perro quienes al reparar en ellos, huyeron a toda prisa, ignorando la voz de alto.
Intuyendo la inminencia del peligro, el Che montó una emboscada a cuyo frente puso a “Antonio” y envió a “Miguel” a explorar los alrededores, para asegurar la posición.
Cerca del mediodía, el teniente coronel Calderón llegó a El Espino encabezando dos compañías motorizadas, una perteneciente al Regimiento de Infantería 24 “Méndez Arcos” y la otra al Regimiento de Infantería 1 “Colorados”, con las que pensaba rastrillar el terreno para forzar a los subversivos a buscar terreno abierto. Una vez en El Cruce, ordenó al último dirigirse hacia el este con instrucciones de ocupar la estación de ferrocarril, y adelantó a la primera hacía las vías del ferrocarril, cerrando el otro extremo de la tenaza.
La patrulla que encabezaba el subteniente Eduardo Velarde formaba parte de ese dispositivo cuando se introdujo en la trampa montada por el Che.
Los hombres avanzaban cautelosamente, como midiendo cada paso cuando recibieron disparos desde ambos flancos. El primero en caer sin vida fue su jefe e inmediatamente después el soldado Wilfredo Banegas, en tanto el cabo Carlos Peredo Galarza y los soldados Armando Salas Calle, Florencio Valdés Bustamante y Simón Escobar Laime, quedaron tendidos sobre la hierba, los cuatro heridos de consideración.
Para sorpresa de los mandos, la compañía permaneció en el lugar, sin perseguir al enemigo, permitiéndole retirarse tranquilamente hacia el norte.
El 30 de mayo la columna invasora alcanzó las vías de la línea Santa Cruz-Yacuiba
por la que se desplazó cerca de un kilómetro y medio
(Fotografía: El diario del Che en Bolivia, Editorial Política, La Habana, 1988)

Al día siguiente, se produjo un nuevo enfrentamiento en el río Machirí, cuando una columna motorizada del Regimiento de Infantería 11 “Boquerón” se dirigía en apoyo del RI24 y el RI1, a través de una de las tantas brechas abiertas por la compañía YPFB, en su busca de petróleo,
La guerrilla había llegado a la zona enviando su vanguardia en el único jeep que le quedaba, para peor, casi fundido (fue necesario vaciar una cantimplora y orinar en su radiador para ponerlo en marcha) y desde su nueva posición, envió un grupo explorador en busca de agua, integrado por “Papi”, el “Ñato”, y varios hombres más. En el camino, tropezaron con la vanguardia del Regimiento “Boquerón” y se trabaron en combate.
El “Ñato” vio avanzar el primer camión y le arrojó una granada de mano que estalló sobre el capot, frenando el avance de la columna: el guía civil, Alejandro Saldías que viajaba en su cabina murió en el acto y el subteniente Max Siles sufrió graves heridas.
Se generalizó de ese modo un recio combate que finalizó a los pocos minutos, cuando los guerrilleros se internaron en el monte y desaparecieron, sin sufrir bajas. El Comando de las Fuerzas Armadas bolivianas se vio nuevamente sorprendido y eso lo llevó a replantear la estrategia y evaluar la posibilidad de elaborar un nuevo plan.
Como primera medida, se dispuso el reemplazo del comandante de la IV División, coronel Humberto Rocha Urquieta, por su par, Luis Antonio Reque Terán, oficial altamente calificado, en quien el gobierno tenía puestas sus esperanzas, al igual que con Zenteno Anaya. Motivó la decisión la total disconformidad del Alto Mando con la conducción de las operaciones y la falta de resultados, de ahí los reemplazos y el envío de una circular reconociendo la lucha contra la guerrilla insurgente como una “guerra irregular”, es decir, un conflicto no convencional, recomendando, en consecuencia, tácticas y esquemas acordes a ese tipo de contienda6.
La guerra entraba en su segunda fase, con un programa mucho más agresivo y dinámico que contemplaba la división jurisdiccional de la División, destinado a cercar y destruir por partes al enemigo y de manera sucesiva, hasta su total aniquilamiento.
Depositando sus esperanzas en la nueva conducción, el gobierno dio plenos poderes a sus comandantes y les permitió actuar en consecuencia.
Preocupado por estas medidas, el Departamento de Estado norteamericano envió al representante de su gobierno en Bolivia un nuevo comunicado en el que lo instruía al respecto y le advertía sobre sus posibles consecuencias.

[…] El ministro de exteriores [boliviano] afirma que, en el ámbito del derecho internacional, los rebeldes extranjeros capturados no se pueden considerar “prisioneros de guerra”, pues “no existe un Estado de guerra entre Bolivia y una nación extranjera”. […] Tales declaraciones provocan la siguiente y desagradable impresión: ya que las leyes internacionales no pueden ser aplicadas, los guerrilleros no bolivianos hechos prisioneros no gozarán de las garantías humanitarias por el Derecho Internacional. Por el contrario, recibirán un tratamiento menos civil que el reservado a  los “criminales comunes”. En síntesis, aunque la Convención de Ginebra sobre los prisioneros de guerra fuera aplicada, los insurgentes capturados tendrían menos derechos de los garantizados normalmente por la ley boliviana. […]7.

Cuatro días después, Henderson respondió de la siguiente manera, a través de un nuevo cablegrama cifrado, fechado el día 16.

El 15 de mayo el Ejército boliviano ha hecho público el siguiente comunicado: desde el punto de vista de la dirección, la composición y las finanzas, los rebeldes en Bolivia son calificados de “extranjeros”; obedecen las órdenes de La Habana y ejecutan las decisiones de la “Conferencia Tricontinental”; los bolivianos que integran la guerrilla son retribuidos en moneda extranjera; no se ha verificado ninguna acción en el área, con la excepción del ataque aéreo contra la columna de insurgentes avistada en la zona de Piquirihuazu8.

Cinco días antes, Washington dio la primera señal de que posiblemente el Che Guevara estuviese vivo y no muerto como lo daban los servicios de inteligencia estadounidenses desde hacía algunos años.

[…] Necesitamos más pruebas antes de concluir  que [el] Che Guevara esté aún operativo (y no muerto), como nuestros servicios de inteligencia, con el paso del tiempo, han empezado a pensar. […]9

Una semana después, el diario “La Nación” de Buenos Aires, reproducía la siguiente información, en su edición del 19 de mayo:

BOGOTÁ, 18 (AFP) –Puede que el “Che” Guevara en persona comande en Bolivia las guerrillas bajo el nombre de Ramón, declaró aquí el coronel boliviano Arana Serrudo.
Esta es la primera admisión oficial sobre la presencia de Guevara en Bolivia10.

El 5 de junio, Reque Terán se hizo cargo de la unidad y lo primero que dispuso fue una recorrida de inspección por sus dependencias, en especial aquellas que se encontraban empeñadas en la lucha; estaba decidido a compenetrarse de sus necesidades e instruir a la oficialidad respecto a los siguientes procedimientos.
Cumpliendo directivas del Alto Mando, el coronel Fernández Calzada permaneció en Camiri como jefe del recientemente creado Estado Mayor Logístico y su igual en el rango, E. Sánchez Gironda, en calidad de jefe del Estado Mayor operativo. Los capitanes Padilla y Echeverría asumirían funciones de asistentes, el primero en Camiri y el segundo en Lagunillas, ern tanto el comando divisional se abocaba a planificar una operación destinada al aniquilamiento total de la guerrilla, basamentada en la Orden General de Operaciones Nº 8/67, emitida el 23 de mayo.


El general Gary Prado, autor de uno de los trabajos más serios sobre la campaña del Che Guevara en Bolivia, elogia las cualidades de la guerrilla, sobre todo su capacidad de sorpresa y desplazamiento, así como su habilidad para eludir los controles, pero es en extremo crítico con su proceder.
Según su opinión, el Che cometió un error táctico al no cortar la línea ferroviaria Yacuiba-Santa Cruz de la Sierra y detener una formación pues perdió la oportunidad de un golpe espectacular.
No vamos a refutar la opinión de un oficial de carrera, tan capacitado e idóneo; jamás nos atreveríamos a ello pero creemos que los golpes del líder guerrillero tuvieron resonancia si tomamos en cuenta lo exiguo de su fuerza de combate y las acciones que llevó a cabo (toma de localidades, confiscación de medios de transporte, reiteradas victorias sobre una fuerza profesional superior en número y armamento, capacidad de eludir el cerco). Sin una base de apoyo, cortada su cadena de suministros, imposibilitado de recibir refuerzos e incapaz de incorporar gente a sus filas, terminó por desgastarse y eso le restó capacidad para acometer operaciones de tales dimensiones. De todas maneras, en unos días, llevaría a cabo una incursión de ribetes cinematográficos, al apoderarse de Samaipata, capital de la provincia de Florida, a 120 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra, logrando gran impacto en la opinión pública nacional e internacional y obligando una vez más a los altos mandos a replantear su estrategia.
El Che ejerce la medicina entre los pobladores de la región, practicando
curaciones y extrayendo muelas

Como primera medida, se dispuso la suspensión del servicio ferroviario entre Santa Cruz de la Sierra y Yacuiba, no solo para resguardar la integridad de los usuarios sino también la propiedad del Estado y evitar que la fuerza invasora se apoderase de los productos que transportaban los convoys de carga11.
Gary Prado se refiere a la huelga docente que en esos momentos inquietaba al gobierno, un intento por justificar el Estado de Sitio impuesto el 6 de junio, medida que se debió, pura y exclusivamente a la guerrilla y a la situación de tensión que comenzaba a percibirse en las minas, sobre todo, las de Catavi, Huanuni y Siglo XX.
Ajena a esos dos hechos, la columna invasora se desplazaba hacia el norte, tratando de llegar al Rosita; intentaba cruzar el Río Grande para alejarse de la IV División e introducirse en jurisdicción de la VIII, a la que suponía menos preparada para ese tipo de lucha.
El día 6 alcanzó la vía de agua, a 3 kilómetros de Puerto Camacho, y cuarenta y ocho horas después, se dispuso a cruzara, luego de intentar en vano abrir una brecha a través de los farallones. Para ello construyeron una balsa pero al intentar atravesar su cauce, la perdieron con varias mochilas a bordo.
Desesperado por esa carga, el Che mandó a varios hombres a la casa de un campesino que habían tomado prisionero, para traer un bote que tenía allí pero en el camino, se toparon con una avanzada de la Compañía “Trinidad”, que al ver sus movimientos, abrió fuego desde la otra banda del río, tirando con sus morteros y armas automáticas.
Al verse atacada, la patrulla se puso a cubierto mientras el “Ñato” y “Aniceto” retrocedían hasta donde se encontraba el Che, para informarle que habían hecho contacto con el enemigo.
El Che mandó adelantar la emboscada y le ordenó al grueso de su gente que permaneciese en el lugar pero cuando impartía esas directivas, los disparos cesaron de manera repentina.
“Pachungo” y “Coco” acababan de agotar sus cargadores y esperaban entre la hierba, atentos a cualquier movimiento, ignorando que el Ejército se estaba replegando, llevándose al soldado Antonio Melgar Arteaga muerto y al soldado Eladio Arias Garnica herido.
El Che criticaría esta acción porque a su entender, se había disparado a ciegas, “sin ton ni son”, como anotó en su diario y eso era en extremo contraproducente. Ignoraba que se le habían hecho otras dos bajas al enemigo, una de ellas fatal y que éste se replegaba al amparo de la noche.
A las 6 a.m. del 11 de junio la columna abandonó su posición y se puso en marcha nuevamente, deteniéndose quince minutos cada una hora; al medio día se detuvo para ocultarse de un avión explorador12 y cuando este se alejó, reinició el avance porque el Ejército no se había movido de sus posiciones.
A todo esto, en Camiri, la IV División trabajaba aceleradamente en el plan de aniquilamiento ordenado por el Comando General del Ejército.
Como explica el general Prado, hasta ese momento, el dispositivo táctico estaba integrado de la siguiente manera:

1 Compañía disminuida del RI6 “Campos”                        64 hombres

1 Compañía disminuida del RI11 “Boquerón”                    46       “

1 Compañía disminuida del GA4 “Bullaín”                         17       “

Funcionaban las tres, como componentes orgánicos de la unidad a ellas se deben sumar, las unidades de refuerzo, que se completaban con:

1 Batería reforzada del RA2 “Bolívar”                               164 Hombres
1 Compañía disminuida del RI12 “Manchego”                    63        “

1 Sección del GC8 “Braun”                                                 37         “

1 Compañía CITE 1 (paracaidistas)                                    67         “

1 Compañía de la Escuela Militar de Clases                      85          “

1 Compañía CIOS del RI9 “Jordán”                                    71          “

1 Sección del RI12 “Sucre”                                                 45          “

1 Sección de paracaidistas (especialistas)                         24          “

Total                                                                                   693         “


A fines de mayo, el Comando General dispuso reforzar el dispositivo, incorporando nuevas unidades. Las mismas se trasladaron a Camiri, llevando consigo su equipo y armamento completo y fueron a complementar el plan sobre el que trabajaban Reque Terán y su gente. Fueron los mismos:

Compañía CITE 2                                                                81 Hombres

Compañía Ranger-1 del RI24 “Méndez Arcos”                   82        “

Compañía Colorados del RI1 “Colorados”                          81        “

Compañía Toledo del RI23 “Max Toledo”                            81        “

Escuadrón Ingavi del RC4 “Ingavi”                                     81        “

Compañía Trinidad del RC2 “Ballivián”                               81        “

Total                                                                                   564        “


En base a este dispositivo, el 15 de junio el Comando de la IV División puso en marcha la Operación Cynthia, destinada a cercar y aniquilar la guerrilla por partes y de manera escalonada, dividiendo la jurisdicción divisional en tres áreas bien definidas, A, B y C, conformando con las unidades que acababan de llegar como refuerzo, tres nuevos batallones13.
La Primera Fase contemplaba la ocupación del Campamento Central y la Casa de Calamina en la región de Ñancahuazu y en base a ello, establecer un mecanismo de defensa móvil que asegurase los movimientos dentro del área A.
Al mismo tiempo, entraría en funcionamiento la Segunda Fase, con el cierre y bloqueo de las posibles rutas de escape, desde el este y el oeste de la línea La Herradura-Gutiérrez-Tatarenda, misión asignada al Batallón de Infantería 1 (BI1) recientemente organizado, a cuyo mando fue puesto el teniente coronel Augusto Calderón.
Una Tercera Fase, de persecución y aniquilamiento estaría a cargo del Batallón de Infantería 2 (BI2), al comando del mayor Rubén Sánchez, en tanto quedaba como reserva el Batallón de Infantería 3 (BI3) a las órdenes del mayor Ives de Alarcón.
Una columna motorizada transporta tropas hacia el teatro de operaciones

Inesperadamente, cuando la Operación Cynthia estaba a punto de entrar en vigencia, la columna invasora cruzó el Río Grande y abandonó el territorio de la IV División, introduciéndose de lleno en el de la VIII. De esa manera, forzó a elementos de la primera, entre ellos la Compañía “Trinidad”, a operar en la vecina jurisdicción, tal como aconteció durante el enfrentamiento de El Cafetal, y a adoptar decisiones que no estaban contempladas en el esquema original.
En vista de ello, el coronel Reque Terán se trasladó a Santa Cruz de la Sierra con el propósito de coordinar las futuras acciones con el comandante Zenteno Anaya y evaluar la posibilidad de organizar transitoriamente un comando unificado que concentrase el total de las fuerzas en operaciones. De resultas de ello, el 24 de junio el Comando General del Ejército emitió la Directiva Nº 1004/67 según la cual, todas las unidades de la IV División que se hallasen operando al norte del Río Grande, pasaban a depender táctica y logísticamente de la VIII División.
En cumplimiento de esa orden fueron transferidas a ésta última, las compañías “Trinidad” y “Manchego”, el Escuadrón “Braun” (24 de junio), la Compañía CITE (26 de junio) y el Escuadrón “Ingavi” (30 de junio).
Como explica el general Prado, disminuida la IV División, el plan original de operaciones debió ser reformulado y adaptado a la nueva situación, es decir, la persecución del grupo de “Joaquín”, que aún permanecía en el área, ignorante de que el grueso de la columna la había evacuado y marchaba hacia el norte14.


La mañana del 3 de junio (06.30 a.m.), la columna guerrillera se desplazaba por la margen izquierda del arroyo de aguas amargas que vertía sobre el Río Grande, tratando de incrementar la distancia con el Ejército. Al mediodía dio con un sitio ideal para montar una emboscada y una hora después todos sus integrantes se hallaban posicionados, esperando la aparición del enemigo.
El Che se ubicó en el centro, junto a “Ricardo” y el grueso de la división; “Pombo” lo hizo a su izquierda y “Miguel”, con la vanguardia, a su derecha, en el punto más elevado.
A las 2.30 p.m. pasó un camión con una docena de cerdos en la caja y algo más tarde una camioneta con botellas vacías.
Los relojes marcaban las 17.00 cuando a la derecha apareció un camión militar, el mismo que habían visto pasar el día anterior, cerca del arroyo, llevando en la parte posterior dos conscriptos envueltos en frazadas.
Los guerrilleros se parapetaron tras las rocas, cubiertos por el follaje y apuntando con sus armas, se dispusieron a disparar.
El Che los tenía a ambos en la mira pero al verlos tan indefensos y ajenos a la situación, con sus rostros cansados e inexpresivos, no se atrevió a abrir fuego.

No tuve coraje para tirarles y no me funcionó el cerebro lo suficientemente rápido como para detenerlo, lo dejamos pasar. A las 18 levantamos la emboscada y seguimos camino abajo hasta encontrar el arroyo de nuevo. Apenas llegados pasaron 4 camiones en fila y luego 3 más al parecer sin ejército15.

De repente, aquel que no trepidó en fusilar a miles de condenados, quien disparó personalmente contra prisioneros inermes, el que organizó invasiones, fomentó la subversión, encabezó campañas militares y hasta intentó desencadenar la hecatombre nuclear, no tenía fuerzas para disparar a quemarropas contra dos reclutas bisoños, completamente indefensos. Ese era el hombre que dirigía la agresión a la nación andina, un sujeto extraño, impenetrable y contradictorio, aún para quienes decían conocerlo y entenderlo.


Notas
1 Gary Prado lo llama Bruno Manfredi.
2 En su camino, arroyo abajo, habían descubierto un campamento abandonado por el Ejército y restos de raciones secas.
3 Según “Pombo”, el plazo era hasta las 23.00. Harry Villegas (Pombo), op. Cit., p. 134.
4 Gary Prado Salmón, op. cit., p. 191.
5 Ernesto “Che” Guevara, El diario del Che en Bolivia, op. Cit., p. 217.
6 Gary Prado Salmón, op. cit., p. 194.
7 Mario José Cereghino, Vincenzo Vasile, op.Cit. pp. 80-81 (Telegrama enviado por el Departamento de Estado a la embajada estadounidense en La Paz, confidencial, 12 de mayo de 1967, 19:01 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
8 Ídem, p. 81 (Telegrama enviado por el embajador Henderson, La Paz, confidencial, 16 de mayo de 1967, 18:01 horas, NARA, Rg 59, General Records of the Departamen of State, 1967-1969, sobre 1895, fascículo Pol 23-9 Bol/ I.I.67.)
9 Ídem, p. 80 (Informe enviado al presidente Lyndon B. Johnson por Walt Rostow, consejero especial para la Seguridad Nacional, Washington, 11 de mayo de 1967, secreto, NSF, Country File Bolivia, vol. 4, sobre 8, LBJ Library.)
10 Gregorio Selser, op. Cit., p. 51.
11 Atendiendo ese pedido, el servicio fue interrumpido durante ocho días, tanto el de pasajeros como el de carga.
12 Según “Pachungo” eran dos.
13 El nombre de la operación fue tomado de una de las hijas del coronel Reque Terán. La otra, Gina, se convertiría en la primera mujer en alcanzar el grado de generala y comandante en jefe del Ejército Boliviano, al ser nombrada para esas funciones por el presidente Evo Morales en diciembre de 2015.
14 Los detalles de la Operación Cynthia han sido extraídos de Gary Prado Salmón, op.cit., pp. 198-202.
15 Ernesto “Che” Guevara, El Diario del Che en Bolivia, op. Cit., 3 de junio, p. 239.