ULISES REGRESA A ITACA
Entrenando junto a sus hombres en Pinar del Río, antes de partir hacia Bolivia El Che es el tercero a partir de la derecha |
Desde
su llegada a Dar es-Salam, en el mes de enero, el grupo encabezado por
“Ishirine” se abocó de lleno al estudio de diferentes opciones para rescatar
con vida a los tres combatientes cubanos que se habían extraviado durante el
repliegue.
Como se
recordará, a poco de desembarcar en Kigoma, el Che le pidió a Dreke ocuparse
del asunto y ahí mismo, sin mediar consecuencias, casi todos sus hombres se
ofrecieron como voluntarios para participar.
Dreke
en persona seleccionó a “Ishirine” y éste a su vez a los cinco hombres que
habrían de acompañarlo, Julián Morejón, Virgilio Jiménez, José Aguiar García,
Ezequiel Jiménez e Isidro Peralta, suerte de escuadrón de elite a cuyo frente,
debería acometer la riesgosa misión.
Durante
todo ese mes, el grupo analizó diversas posibilidades, estudiando vías de
acceso, tácticas, riesgos, situaciones de contacto e incluso, diferentes formas
de infiltrarse en el territorio y cuando todo estuvo listo, se les dio luz
verde para poner en marcha la operación.
Un día
no determinado del mes de abril, los seis efectivos tomaron el dinero que le
había dejado Dreke, treparon al jeep que tenían asignado desde su llegada a la
capital y en compañía de un guía tanzano enfilaron hacia Kigoma, por la misma
carretera que la brigada del Che había utilizado un año antes, para iniciar la
campaña del Congo. El grupo estaría coordinado desde Dar es-Salam por Oscar
Fernández Mell (“Siki”) quien, a esa altura tenía todo arreglado con el alcalde
de la ciudad lacustre, para que sus hombres tuviesen todo listo al llegar.
Dos
días le llevó al grupo atravesar el país, prácticamente sin parar en ningún
sitio más que para repostar combustible y comprar agua.
Lo
primero que hicieron una vez en destino, fue establecer contacto con el
alcalde, quien los condujo personalmente hasta una casa especialmente
acondicionada, cerca de la orilla y puso a su disposición una lancha a motor1
además de proveerles todo lo necesario para su subsistencia.
A poco
de haberse instalado, los comandos establecieron contacto radial con “Siki”
para informarle que habían llegado. Pasaron la noche sin mayores incidencias y
al día siguiente se abocaron a la tarea de recabar información, sondeando a
pobladores, pescadores y cuanto viajero congoleño desembarcaba en las playas,
para sonsacarles, con mucho tacto, algo de información sobre la situación en la
vecina orilla.
Pudieron
determinar que si bien las lanchas patrulleras seguían vigilando el lago, el
gobierno de Mobutu había replegado sus fuerzas y disminuido considerablemente
las operaciones aéreas, cosa que facilitaría mucho las cosas; el ejército
regular se hallaba en sus asientos de paz, la aviación apostada en tierra y los
mercenarios de Hoare en sus respectivas bases, esperando el momento de
reiniciar el patrullaje combinado del área.
Al cabo
de dos meses, habiendo obtenido bastante información, los comandos llegaron a
la conclusión de que estaban dadas las condiciones para efectuar el cruce y esa
misma noche abordaron la lancha, decididos a poner en marcha la misión.
La
navegación duró cerca de cuatro horas y se llevó a cabo sin ninguna
complicación.
Apenas
empezaba a clarear cuando frente a ellos comenzaron a recortarse las
elevaciones y al pie de las mismas la costa, hacia donde enfilaron decididos,
buscando un punto adecuado para desembarcar.
A solo
treinta metros de la rompiente, los expedicionarios cortaron motor y comenzaron
a remar, intentando aproximarse en silencio pero para su sorpresa, antes de
alcanzar la orilla, les dispararon desde diferentes posiciones y eso los obligó
a regresar.
La
lancha viró rápidamente y se retiró hacia el este mientras a sus espaldas las
balas repiqueteaban en el agua, levantando pequeñas y delgadas columnas.
En los
días que siguieron al fallido intento, se presentaron numerosas personas
asegurando tener noticias de los desaparecidos, todos ellos oportunistas
deseosos de cobrar dinero y para obtenerlo, se valían de cualquier cosa,
aportando datos absurdos e inverosímiles.
Una
semana después, el grupo hizo un segundo intento algo más al norte, cerca de
Kazimia, donde arribó una noche sin luna, sumido en la más profunda obscuridad.
En esta
ocasión lograron desembarcar y avanzar hasta lo que había sido un puesto
guerrillero, donde se toparon con algunos pobladores que luego de ser interrogados,
les dijeron no saber nada. Los cubanos creyeron percibir algo de temor en
aquella gente por lo que, sin nada más que hacer, regresaron nuevamente a
Kigoma, convencidos de que aquellos pobres diablos no se habían atrevido a
hablar.
Un
tercer cruce arrojó los mismos resultados. En plena noche, los seis comandos
echaron pie a tierra y con sus armas en las manos, caminaron hasta el amanecer,
sin dar con nadie.
El 12
de junio “Ishirine” trazaba un bosquejo de la costa occidental, a la sobra de
un árbol, cuando uno de sus hombres se le acercó, acompañado por un sujeto. El
recién llegado se había presentado en la casa que ocupaban los cubanos,
pidiendo hablar con su jefe porque tenía algo importante que transmitirle.
De
entrada algo olfateó “Ishirine”, porque el congoleño hablaba español y no
quería dinero. Eso era un indicio y por eso decidió indagar. Le pidió al
individuo que hablase y cuando este le
mencionó a Roberto Hernández y Luis Calzada, creyó que el corazón le iba
a saltar del pecho.
El
hombre siguió diciendo que conocía a ambos, que eran ellos quienes le habían
enseñado español, que estaban enfermos de malaria en un escondite a 25 kilómetros de la
costa y luego de enseñarles un cuaderno con algunas anotaciones, explicó que
esa noche había robado una barcaza cerca de Kibamba y en mitad del lago se pasó
a un bote pesquero, al que le hizo señas, alcanzando en él las costas tanzanas.
“Iishirine”
le pidió al sujeto que permaneciera con ellos y sin perder tiempo, se comunicó
con “Siki”, en Dar Es-Salam, para ponerlo al tanto. El coordinador de la
operación se manifestó entusiasmado y ordenó ultimar los preparativos para
partir cuanto antes, recomendando mucha cautela y evitar que la noticia
trascendiera.
La
partida se demoró un par de días porque la lancha hacía agua debido a una
encalladura y fue necesario enviar por un carpintero a un poblado cercano, para
repararla.
Cuando
todo estuvo listo, cargaron sus mochilas, revisaron el armamento y abordaron la
embarcación, llevando con ellos al congoleño.
Desembarcaron
en horas de la mañana y comenzaron a subir la gran pendiente que tan bien
conocían, internándose lentamente en la región. Avanzando a paso constante,
deteniéndose lo justo y necesario para descasarr unos minutos y beber un sorbo
de agua, treparon en línea recta hacia Fizi, y al cabo de varias horas dieron
con un sendero semicubierto por el follaje, por el que se desplazaron con mayor
facilidad. Pero ocurrió que el lugar donde se hallaban sus compañeros no se
encontraba a 25
kilómetros de la costa, como había dicho el africano,
sino bastante más lejos, casi en la frontera con Burundi, camino a Ruanda,
hacia donde no quedó más remedio que seguir, atravesando territorio salvaje y
hostil.
“Ishirine”
comenzaba a temer por la suerte de los compañeros perdidos, a quienes temía no
hallar pero de repente, en medio de la selva, alcanzó a distinguir la
inconfundible silueta de una cabaña y eso hizo renacer sus esperanzas. Cuando
el congoleño señaló hacia ella diciendo que habían llegado, sintió su corazón latiendo
aceleradamente y hasta tuvo ganas de gritar. Pero curtido como estaba en la
disciplina militar, se contuvo y siguió avanzando, tomando las precauciones del
caso.
Más que
caminar por entre el follaje, corrieron hacia la choza y al ingresar en ella, vieron
recostados en el suelo a Roberto y Luis, semidormidos, cubiertos por unas
mantas.
La
emoción fue tan grande y las sensaciones tan fuertes que todos se echaron a
llorar. Sobre el piso de la choza, indefensos, reducidos a piel y hueso, se
hallaban sus compañeros, extenuados, barbudos y harapientos. Se abrazaron todos
y lloraron durante varios minutos hasta que “Ishirine”, intentando recuperar la
compostura, ordenó un poco de aplomo.
-¡¡Ya
coño, que no somos mujeres!! – gritó enjugándose las lágrimas.
La
cabaña se hallaba en el extremo de una aldea, cuyo jefe se ofreció a ayudarles.
Les dio alimento, agua, los hizo descansar y le ordenó a su gente atender
cualquier requerimiento que los recién llegados formulasen.
Dos
días después, emprendieron el regreso. Le habían pedido al jefe un guía y unos
cuantos brazos para fabricar dos camillas y transportar a los enfermos hacia la
costa, solicitud a la que el buen hombre accedió. De esa manera, tomando por
atajos que el congoleño desconocía, cubrieron la distancia hasta el punto de
desembarco y a menos de treinta horas de la partida, emprendieron el regreso.
Una vez en la playa, los aldeanos los ayudaron a colocar las camillas en la lancha y cuando todo estuvo listo, echaron una mano, empujándola aguas adentro. La despedida fue cordial, con palmadas y abrazos, al mejor estilo latinoamericano y así fue como, al cabo de un cuarto de hora, vieron a esa gente sencilla y cordial saludar desde la orilla y luego perderse barranca arriba, mientras ellos se adentraban lentamente en el lago.
Al rescate de los desaparecidos en acción |
Una vez en la playa, los aldeanos los ayudaron a colocar las camillas en la lancha y cuando todo estuvo listo, echaron una mano, empujándola aguas adentro. La despedida fue cordial, con palmadas y abrazos, al mejor estilo latinoamericano y así fue como, al cabo de un cuarto de hora, vieron a esa gente sencilla y cordial saludar desde la orilla y luego perderse barranca arriba, mientras ellos se adentraban lentamente en el lago.
Una vez
en Kigoma, procedieron a desembarcar a sus compañeros y después de acomodarlos
en una de las habitaciones, procedieron a llamar a Dar es-Salam para darle a su
jefe el “misión cumplida”.
-Tenemos
a Roberto y Luis aquí con nosotros –dijo pletórico Chibás.
-¿Se
encuentran bien? – preguntó Oscar.
-Afirmativo;
se reponen de la malaria gracias a la medicación que les hemos suministrado.
Ni bien cortó, Oscar (“Siki”) se comunicó con
La Habana, posiblemente con el mismo Manuel “Barbarroja” Piñeiro, para
informarle sobre el éxito de la misión y cuando al día siguiente “Ishirine” lo
volvió a llamar, le transmitió las órdenes impartidas desde el Ministerio,
indicando la necesidad de localizar a Semanat, el vigía del pelotón de “Pombo”,
extraviado al comienzo de la retirada.
Cuando
el jefe de los comandos le respondió a su superior que no se tenían noticias de
él y nada se sabía al respecto, “Siki” insistió, señalando con cierta firmeza
que era imperioso ubicarlo.
-Cuba
está muy interesada en su rescate.
“Ishirine”
se comprometió a buscarlo y cuando cortó la comunicación, les ordenó a sus
hombres sondear a los compañeros rescatados, lo mismo a los pobladores, para
ver si obtenían algún indicio del paradero.
En los
días que siguieron, mientras Roberto y Luis se recuperaban, los cubanos
indagaron a cuando lugareño pudieron e hicieron preguntas a todos aquellos que
cruzaban el lago, lo mismo a los pescadores, que eran quienes más posibilidades
tenían de averiguar algo, pero los días fueron pasando sin ninguna novedad.
Finalmente,
a mediados de julio, Fernández Mell les ordenó levantar campamento y regresar a
Dar es-Salam, porque había instrucciones de repatriar a la brigada a la mayor
brevedad posible.
De
Semanat nunca más se supo nada; la selva se lo tragó lo mismo a su recuerdo,
elevando el número de bajas cubanas a siete.
Si el Che Guevara necesitaba argumentos para regresar a Cuba e iniciar los preparativos de su expedición boliviana, el golpe de Estado que el 28 de junio de 1966 derrocó al Dr. Arturo Umberto Illia en la Argentina le vino de perillas, pues confirmaba su prédica en con respecto all imperialismo y su expansión por el continente.
Llegaba
al poder un militar duro, el rígido e inflexible teniente general Juan Carlos
Onganía, que si bien había encabezado el bando “Azul” durante los
enfrentamientos armados de 1962 y 1963, propiciando la derogación de la
proscripción impuesta contra el peronismo en 1955, una vez en la presidencia se
manifestó más intransigente que los propios “Colorados”, la facción antagónica,
cerrando toda posibilidad de diálogo al respecto.
El
nuevo gobierno, auto titulado Revolución Argentina, se caracterizó por la
represión contra toda manifestación de izquierda, la censura, la abolición los
partidos políticos, la clausura del Congreso y un autoritarismo extremo aunque,
justo es decirlo, a lo largo de los cuatro años que duró su gestión, no se
produjeron asesinatos ni desapariciones.
Golpe de Estado en la Argentina Onganía asume el poder |
Eso dio
origen a la mentada fábula de la “fuga masiva de cerebros”, según la cual, un
número no determinado de “pensadores”, “científicos” y “catedráticos”, lo “más
granado” de la clase culta e intelectual, se vio forzado a abandonar el país en
busca de libertad. Pero eso no es más que un mito urbano, una de las tantas
“bolas” que se han echado a correr en la Argentina, algo que la gente repite
automáticamente al hablar de Onganía aunque a la hora de mencionar a al menos
uno de esos “sabios”, nadie puede pronunciar un nombre realmente trascendente.
De hecho, los cerebros se quedaron en el país, tal el caso del Dr. Luis
Federico Leloir, que bajo el gobierno de Onganía obtuvo el Premio Nobel de
Química, y varios otros regresaron, uno de ellos Oscar Varsavsky, matemático,
epistemólogo, científico y docente, que emigró en tiempos de Illia y regresó en
1968, para llevar adelante una destacada labor catedrática2.
A seis
meses de su llegada al gobierno, Onganía cambió a su cuestionado ministro de
Economía, Jorge Néstor Salimei y lo reemplazó por Adelbert Kireger Vasena, con
quien logró la estabilidad económica que caracterizó los cuatro años de su
gobierno. Las nuevas medidas permitieron poner en marcha un vigoroso programa
de obras públicas (complejos hidroeléctricos, centrales nucleares, embalses,
represas, carreteras, puentes, caminos), reducir los índices de inflación y
desempleo, incrementar el PBI y obtener un superávit de 200.000.000 de dólares en la balanza de pagos, que
benefició notablemente el desarrollo en líneas generales. También se redujeron
el déficit fiscal, la inflación (que nunca superó el 10%) y los índices de
inseguridad y se le dio gran impulso al desarrollo tecnológico, científico e
industrial3.
Mienten
quienes dicen que Onganía solo obtuvo el apoyo de los grandes grupos económicos
y los partidos de derecha. Supo negociar con los sindicatos y hasta captó las
simpatías de sectores del radicalismo. La estabilidad permitió a obreros y
empleados acceder a préstamos con los que les fue posible adquirir sus
viviendas, la producción agrícolo-ganadera se mantuvo en crecimiento constante
y la deuda externa no alcanzó a superar los 3900 millones de dólares.
Es
cierto que el nuevo mandatario había instaurado un gobierno de corte
autoritario y dictatorial, pero la sociedad estuvo conforme con él, al menos
hasta 1969 cuando en la provincia de Córdoba sectores obreros y estudiantiles
iniciaron acciones violentas, fomentadas en buena medida por facciones internas
de las mismas Fuerzas Armadas que ambicionaban hacerse del poder (Tte. Gral.
Alejandro Agustín Lanusse).
Bueno o
malo, el golpe de Estado vino a favorecer los planes del Che y crear el clima
necesario para la instauración de un frente guerrillero en territorio
boliviano.
El 21
de julio de 1966, el Che y “Pachungo”, desembarcaron de incógnito en el
aeropuerto internacional de La Habana y sin pasar por controles y lugares de
tránsito, abordaron un vehículo que esperaba a un costado del edificio
principal y se alejaron hacia el oeste, por la Carretera Central.
Tenemos
pocos datos de ese recorrido, pero de seguro al Che le pasaron muchas cosas por
la mente; los días de Sierra Maestra, Fidel, Camilo, Raúl, La Cabaña, el Banco
Nacional, Bahía de Cochinos, la Crisis de los Misiles, el Ministerio de Industria,
los grandes viajes, la expedición africana, Praga, su familia; un torbellino
imparable desfilando a ritmo vertiginoso mientras se desplazaba por las calles
suburbanas.
El
rodado salió de la ciudad, seguido a la distancia por un vehículo de custodia y
a los pocos minutos tomó la carretera rumbo a Pinar del Río.
El Che
y “Pachungo” estaban cansados, pero detenerse en la capital era imposible.
Munidos de pasaportes falsos, habían salido de Checoslovaquia el 19 por la
tarde4, iniciando un extenuante raid que los condujo en tren hasta
Viena, donde hicieron trasbordo hacia Ginebra y desde allí a Zúrich, para
abordar un avión que los llevó directamente a Moscú, escala previa a La Habana.
Los
vehículos pasaron de largo Artemisa, Candelaria y San Cristóbal y al llegar a
Herradura doblaron hacia el norte, tomando la ruta que lleva a La Palma. Se
internaban en un área que el recién llegado conocía de sobra5, con
alturas superiores a los 500 metros, zonas llanas y vegetación tupida, donde
deberían pasar los siguientes meses, entrenando y planificando su siguiente
misión.
Para
entonces, las células clandestinas en Bolivia y la Argentina, trabajaban
activamente en la organización de grupos guerrilleros. El 16 de abril,
“Tania” viajó a México para encontrarse con “Ariel” (Juan Carretero), quien le
hizo entrega de nuevas instrucciones del Che en cuanto a la red de apoyo y los
pasos a seguir.
El
furtivo contacto apenas dio para recibir el correo y escuchar las
indicaciones
y entre ellas, la primicia de que la guerra intercontinental estaba por
comenzar y el comandante en persona la iba a encabezar. Con "Ariel" se
encontraba "Julián", oficial del VMT que ayudó en la tarea de evaluar el
desempeño de la muchacha en el Altiplano, sus contactos, la posibilidad
de haber sido detectada por los servicios de seguridad locales y su
decisión de contraer matrimonio para obtener la ciudadanía.
La
muchacha voló de regreso a La Paz para esperar un nuevo emisario debía
contactarla. Ese enviado llegó en la primera mitad de mayo, llevando consigo
expresas indicaciones de su superior, las principales, buscar una propiedad
para montar el campamento-base y mantener distancia con la agente argentina,
permitiéndole, de ese modo, continuar su labor clandestina. Aún así, debía
prepararla para tareas de correo, pues pensaba utilizarla para llevar y traer
mensajes a diferentes puntos del país e incluso Perú y la Argentina, donde
también se preparaban guerrillas.
Casi al
mismo tiempo, el Che le pidió a Piñeiro que llamase a Ciro Roberto Bustos y de
ser posible, lo retuviese en La Habana hasta su llegada, pues necesitaba
instruirlo sobre nuevos procedimientos. El “Pelado” venía trabajando en la
organización de la red local, reclutando elementos destinados a la potenciales
unidades de combate que por expresas instrucciones de Guevara, no debían tener
ningún vínculo con el PC nacional.
Confiado
en la “limpieza” de su prontuario y en que las autoridades no lo buscaban, en
el mes de mayo Bustos abordó un avión y viajó a la capital cubana, donde lo
aguardaban agentes del MININT para trasladarlo a una casa operativa de la zona
de Marianao, una de las tantas mansiones abandonadas luego del triunfo de la
revolución, muy similar a la que había ocupado en 1962, cuando los preparativos
para la expedición de Masetti.
Quedaría
allí prácticamente abandonado, olvidado e inactivo durante varias semanas,
hasta que un día, harto de esa situación, voló a Santiago para entrevistarse
con su amigo “Furry”, a la sazón, comandante militar de la región de Oriente,
el hombre ideal para plantearle sus quejas.
La
conversación tuvo lugar en Mayarí y de ella surgió un llamado de este último a
“Barbarroja” Piñeiro, para increparlo por la situación del argentino y exigirle
que el mismo fuera tratado como se merecía. “Barbarroja” se comprometió a
ocuparse del asunto y ni bien cortó, dispuso todo lo necesario para que ni bien
Bustos regresase de Oriente, se reuniese con quienes estaban a cargo de la
operación.
Abelardo Colomé Ibarra ("Furry") |
El
“Pelado” intuía que el Che no se encontraba en la isla pero estaba tranquilo
porque lo sabía detrás de todo; por eso no se sorprendió cuando sus agentes le
dijeron que le pedía un informe de lo actuado hasta el momento, para entregarlo
a la mayor brevedad posible. Y en ese sentido, enviaron a Marianao un
taquígrafo a quien comenzó a dictarle, explayándose sobre la labor realizada
desde el fin de la guerrilla en Salta, la postura del Partido Comunista
argentino y la situación política del país, vaticinando el golpe de Estado de
Onganía.
Cuando
una vez terminado se lo presentó a los agentes del MININT, estos le informaron
que el Che no lo podía recibir y que debía volver a la Argentina para esperar
allí un nuevo contacto.
Bustos
partió de regreso y una vez en su tierra, se trasladó a Salta, para
interiorizarse sobre la marcha del juicio6. Por entonces, las condenas
habían sido apeladas pero el fallo se demoraba y eso ponía en riesgo la
situación de los detenidos porque, de producirse el golpe (como realmente
ocurrió), permanecerían en prisión por tiempo indefinido. El “Pelado” intuía
eso y se lo comentó a “Ariel”, presentándole un plan de fuga masiva que aquel
prometió estudiar.
Sin más
que hacer, regresó nuevamente a Córdoba y reinició su vida normal, en espera
del contacto que los agentes del Che Guevara le habían mencionado.
Siguiendo
instrucciones de Praga, el MININT comenzó a seleccionar a los combatientes que
deberían acompañar al comandante argentino a Bolivia. De esa manera, se fueron
concentrando en La Habana, Gustavo Machín Hoed de Beche (nombre de guerra
“Alejandro”), ex viceministro de Industria; Antonio Sánchez Díaz (“Pinares”; a
partir de entonces “Marcos”) y Juan Vitalio Acuña Núñez (“Joaquín”), los tres
con el grado de comandante; los capitanes Jesús Suárez Gayol (“El Rubio”),
viceministro del Azúcar; Eliseo Reyes (“Rolando”), Orlando “Olo” Pantoja
(“Antonio”), Manuel Hernández (“Miguel”), Octavio de la Concepción de la
Pedraja (“Moro”) y los tenientes Leonardo Tamayo (“Urbano”), Dariel Alarcón
Ramírez (“Benigno”), Israel Reyes (“Braulio”) y René Martínez Tamayo (“Arturo”),
hermano de “Papi”.
Eran de
la partida, también, Carlos Coello (el “Tuma” o “Tumaini”), Harry Villegas
(“Pombo”), por entonces en Bolivia; José María Martínez Tamayo (“Papi” o
“Ricardo”), que ya se encontraba allí, apoyando la acción encubierta de “Tania”
y Alberto Fernández Montes de Oca (“Pacho” o “Pachungo”), quien acompañaba al
Che en Checoslovaquia.
Los
combatientes fueron concentrados en el despacho de Raúl Castro, en el
Ministerio de las Fuerzas Armadas e informados de la misión para la cual habían
sido escogidos, sin mencionarles quien la iba a comandar. El titular de la
cartera fue claro a la hora de exponer la situación: se los había seleccionado
para una misión internacionalista y en breve partirían hacia un campamento
secreto en Pinar del Río, a efectos de iniciar un programa de entrenamiento
intensivo.
Para la mayoría, era la
consumación de un sueño: no había mayor aspiración para un cubano en las
fuerzas armadas que la de ser un revolucionario internacionalista7.
La
elección de aquellos hombres había sido en extremo meticulosa. La mayoría se
conocía y había combatido en diversos frentes. “Benigno”, por ejemplo, había
integrado la columna de Camilo y “Rolando”, la del Che. Para más, tras el
triunfo de la Revolución, al último lo habían designado jefe de Inteligencia de
la policía política y en tal sentido, fue a luchar contra los contrainsurgentes
en Pinar del Río, la misma región hacia donde ahora se lo enviaba.
“Antonio”,
por su parte, además de combatir en las filas de Guevara, tuvo a su cargo la
instrucción de la guerrilla de Masetti; “Arturo” fue agente encubierto,
“Alejandro”, antiguo miembro del Directorio, se había unido al Che en el
Escambray y una vez aquel al frente de la cartera de Industria, fue designado
viceministro. “Manuel” dirigió la vanguardia guevarista en el Escambray;
“Moro”, además de médico, era veterano de la Sierra y oficial del Ejército
Revolucionario; “Braulio” y “Pombo”, habían luchado contra Batista y acompañado
al Che al Congo y “Urbano” formado el Pelotón Suicida de El Vaquerito.
“Joaquín”,
el de mayor edad (tenía 41 años), era otro veterano de la Columna 8 que fue
ascendido a comandante en el último tramo de la revolución; “Marcos” (también
apodado “Pinares” por su procedencia) tomó parte en la lucha junto a Camilo y
finalizada la guerra fue ascendido al mismo grado y “El Rubio”, después de
combatir en las filas del Che, fue nombrado su segundo en el Ministerio de
Industria. Había sido incorporado a la Columna 8 a pedido de su comandante y
desde entonces integraba su guardia de korps junto a “Urbano”, “Pombo”, Juan
Alberto Castellanos y Hermes Peña. Para finalizar, el apuesto “Pachungo”,
antiguo maestro de escuela, luchó junto a Frank País durante las revueltas
estudiantiles y por esa causa debió se exiliarse a Estados Unidos, escapando de
la violenta represión desatada por Batista. En México se unió al M-26 y una vez
de regreso, se incorporó a la columna del Che en el Escambray, convirtiéndose,
a partir de ese momento, en uno de sus hombres de confianza. Destacó en la
batalla de Santa Clara y finalizada la lucha, fue nombrado administrador del
Central Washington y posteriormente, director de la industria azucarera en la
región de Las Villas, pasando luego a ocupar las mismas funciones en la Empresa
de Minería.
Esa era
la legión del Che; cuadros de elite, fogueados en batalla y empapados de
revolución, fanáticos, incondicionales de sus jefes, decididos y dispuestos a
seguir sus órdenes al pie de la letra, aún cuando las mismas implicasen la
muerte. Y lo iban a demostrar en muy poco tiempo, asombrando al mundo como
protagonistas de una odisea demencial.
Como se
ha dicho, desconocían aún su destino, así como el nombre de su comandante y en
esa situación, partieron rumbo a occidente, más precisamente al recién acondicionado
campamento secreto, en la región de Viñales, una tierra deshabitada entre
sierras y follaje, lejos de la vista de todos, donde deberían permanecer
aislados los siguientes tres meses, en espera de su salida del país.
Lo hicieron en un camión militar desprovisto de insignias y ni bien llegaron,
comenzaron el exhaustivo programa de entrenamiento que incluía ejercicios
físicos, pruebas de resistencia, largas caminatas, prácticas de tiro, lucha y
adoctrinamiento.
Mientras
tanto, en Bolivia, “Tuma” y “Pombo” contactaban a “Papi” para transmitirle las
nuevas instrucciones del Che. Cuando lo hicieron, notaron que lejos de cumplir
las disposiciones que el comandante le había dado antes de su partida, las
había ignorado completamente, pues no solo frecuentaba seguido a “Tania”, sino
que incluso le había revelado los planes de la operación y hasta le presentó a
“Iván” (nombre en clave de Renán Montero), su enlace con La Habana.
Es de
suponer que los recién llegados le observaron esas desprolijidades y le
recordaron sus órdenes, las principales, mantener el menor contacto posible con
la agente encubierta y buscar dos propiedades para establecer el campamento
guerrillero, una en el Alto Beni, cerca de la frontera con Perú y la otra en un
sitio alternativo que resultase adecuado, tarea esta última en la que ellos mismos
colaborarían.
Los
recién llegados dedicaron todo el mes de julio a conversar con los dirigentes
comunistas locales y adquirir la mentada finca, sin lograr lo último.
En lo
concerniente al primer punto, no les costó demasiado darse cuenta que pese a
haber convenido con Fidel Castro colaborar con la inminente guerrilla, adquirir
armas y aportar hombres8, Mario Monje y sus adláteres, se oponían a que
un extranjero dirigiese la lucha armada. Estaban convencidos que Bolivia era
tan solo el trampolín previo al objetivo principal y eso les disgustaba. Para
tranquilizarlos, los cubanos les aseguraron que se trataba de un movimiento de
proyección continental y que los planes contemplaban Bolivia como foco central,
en lugar de Perú, pero los dirigentes no quedaron conformes. No ocurrió lo
mismo con los cabecillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) peruano,
quienes comprometieron su apoyo e iniciaron los preparativos, para entrar en
acción ni bien se les diese la orden.
El Che envió al "Tuma" y "Pombo" a Bolivia como una suerte de avanzada |
Aún así, el taimado Mario Monje encomendó a Roberto “Coco” Peredo, el “Loro” Vázquez Viaña y Rodolfo Saldaña, la búsqueda de una finca en las inmediaciones de Camiri y volvió a reunirse con los emisarios cubanos para confirmarles su cooperación y el aporte de su gente.
Cuando
a las dos semanas, el “Loro” regresó e informó que había dado con una propiedad
en cercanías del río Ñancahuazu, Monje dio el visto bueno y le ordenó
comprarla. La operación se cerró el 26 de agosto, con “Coco” y el “Loro”
estampando sus firmas en el boleto, mientras comentaban a la parte compradora que
adquirían esas tierras para dedicarse a la cría de porcinos.
Todo
parecía encarrilado cuando, cierto día, un malhumorado Monje volvió a reunirse
con los enviados de Guevara y se retractó de lo que les había dicho en el
último encuentro. En la ocasión, mostró sus verdaderas intenciones, mostrándose
indignado por la injerencia foránea y decidido a retirar su apoyo, sentenciando
sobre el final que en caso de optar por la lucha armada, recurriría a la Unión Soviética.
Eso
desconcertó a los cubanos y los puso en alerta; “Pombo” y “Tuma” protestaron con
vehemencia y entonces Monje bajó los decibeles, desandando el camino. Aún así, la
desconfianza quedó instalada entre ambas partes y la tensión comenzó a ir en
aumento.
En los
días siguientes, Monje habló por separado con “Coco” Peredo y le manifestó que
si bien pensaba apoyar al Che, vería cuando y como lo haría.
A la
altura de Los Portales, el vehículo que conducía al Che y “Pachungo”, comenzó a
trepar las sierras, siempre en dirección norte y al cabo de un par de horas,
dobló por un camino de tierra hasta San Andrés de Caiguanabo, la extensa granja
ubicada en las cimas de un cerro, próxima al río del mismo nombre9,
donde la legión internacionalista entrenaba desde hacía un par de días, en
espera de su jefe.
Según
Anderson, se trataba de una lujosa propiedad campestre, provista de una piscina
alimentada por un arroyo de montaña, expropiada años atrás a un rico inversor norteamericano
que había huido durante la revolución. Cerca de allí, se encontraba la célebre
cueva en la que el Che había instalado su comandancia durante la invasión de
Playa Girón y la Crisis
de los Misiles y algo más allá, las plantaciones de tabaco y café que precedían
a La Palma.
El
conductor hizo sonar la bocina y al cabo de unos minutos apareció un hombre
que, fusil al hombro, se dispuso a abrir los portones.
Los
cuadros que se adiestraban en el lugar, vieron llegar a un extraño individuo
calvo, de estatura normal, vestido de traje y corbata, con un par de lentes
sobre sus narices, hablando un extraño acento que parecía español.
Se les ordenó
adoptar posición de firmes y mientras lo hacían, el oficial Tommasevich, que
había acompañado al mencionado sujeto durante el trayecto, se dirigió a él
diciéndole que esos eran los combatientes que lo iban a acompañar.
“¡No es posible –pensó “Benigno”
alarmado- No podemos ira al combate con
eso!”.
-Estos
son los hombres –dijo Tommasevich– ¿Qué le parecen?
-Me
parecen todos unos comemierdas – respondió el español.
Los
cuadros permanecieron petrificados en su lugar, sin mover un músculo y allí se
encontraban, intentando contener la furia cuando el recién llegado se les
presentó uno a uno, tendiéndoles la mano.
-Mucho
gusto; Ramón.
El sujeto
se paró frente al pelotón y mientras le hablaba, comenzó a ir de un lado a
otro, mirándolos fijamente a los rostros.
-Mi
opinión no ha cambiado –volvió a decir– Para mí, siguen siendo unos
comemierdas.
Los
combatientes ignoraban quien era ese hombre y se preguntaban por qué los
insultaba y trataba de esa manera, pero sujetos a la estricta disciplina
revolucionaria, se limitaron a apretar los puños y mantener la boca cerrada10.
Según
Jon Lee Anderson, fue cuando “Rolando” perdió la paciencia e increpó al extraño
(o estuvo a punto de hacerlo) que éste les reveló su identidad11,
pero Pierre Kalfon tiene otra versión según la cual, el tal “Ramón” hablaba con
“Pinares” (“Marcos”), cuando Jesús Suárez Gayol (el “Rubio”) reconoció su voz.
-¡Coño!,
¡qué bicho eres tú! –gritó de repente para agregar inmediatamente después– ¡¡Muchachos,
es el Che!!
Sea cual
haya sido la versión correcta, los hombres se abalanzaron sobre su jefe, para abrazarlo
y palmearlo con efusión. Sonriendo de oreja a oreja, el comandante les pidió
calma y casi de inmediato, se unió a ellos en las tareas de entrenamiento.
Las
instalaciones de aquel campamento disponían de todo el confort necesario, pero
el riguroso programa de entrenamiento no les permitió a los hombres disfrutarlo.
Se levantaban temprano por la mañana, antes de que despuntara el sol y luego de
desayunar, salían a hacer ejercicios físicos, en especial flexiones de brazos y
piernas, zancadas, abdominales, saltos y resistencia. Luego seguían las
prácticas de tiro a blancos fijos y móviles; armado y desarmado del armamento,
así como su preservación; mantenimiento de equipo, lucha cuerpo a cuerpo,
defensa personal y elaboración de trampas hasta la hora del almuerzo. El paso
siguiente eran las clases teóricas e inmediatamente después, largas caminatas
(algunas nocturnas), marchas forzadas con y sin carga, que incluían pruebas de
fuerza, recursos; cruce de ríos y ciénagas, senderismo, primeros auxilios y
resistencia a la falta de alimentos -en especial agua-, el entrenamiento típico
de todo comando; pruebas extenuantes, destinadas a potenciar su condición de
fuerza de elite, tal como lo hicieran dos mil años antes hoplitas griegos y
legionarios romanos, caminando por momentos descalzos sobre el pedregullo o el
lodo, bebiendo aguas turbias y alimentándose de desperdicios y alimañas. Y no
podía ser de otro modo, iban a seguir al Che Guevara en una nueva misión y
debían estar a la altura. Por esa razón, cada vez que regresaban se les
recordaba lo mismo: Sierra Maestra no era nada en comparación con el territorio
al cual iban a enfrentarse y las inclemencias a las que deberían enfrentarse
mucho peores.
En
horas de la noche, luego de la cena, los combatientes volvían a la teoría, a
los cuestionarios y el aprendizaje; se les enseñó a armar y manipular
explosivos, a establecer comunicaciones y se les impartieron nociones de
geografía, flora y fauna de la región en la que se iban a mover, así como
quechua y algo de francés (no sabemos bien para qué), historia de Sudamérica,
situación política, económica y social de cada país y otras materias necesarias
para la campaña. En cierta oportunidad, se les explicó que la guerra iba a ser
prolongada y se extendería a todo el continente, que de Bolivia pasaría a la Argentina y luego a
Perú, Brasil y Paraguay, hasta constituir un bloque que forzase a los
norteamericanos y sus aliados, a dividir sus fuerzas y aliviar la presión en
otros sectores.
Fueron diez semanas de entrenamiento exhaustivo, en los que se utilizó todo el arsenal disponible, en especial los Kalashnikov soviéticos y unos cañones de procedencia china que tenían allí.
Los cuadros seleccionados para acompañar al Che fueron sometidos a un riguroso entrenamiento |
Fueron diez semanas de entrenamiento exhaustivo, en los que se utilizó todo el arsenal disponible, en especial los Kalashnikov soviéticos y unos cañones de procedencia china que tenían allí.
Durante
todo ese tiempo, el Che se mostró implacable con sus hombres, pero estuvo a la
altura de los acontecimientos, esforzándose aún más para dar el ejemplo. La
piscina apenas la probaron, lo mismo la sombra reparadora de los árboles y el
agradable cobijo de los edificios.
Fidel
Castro visitó el lugar en repetidas ocasiones, tomando incluso parte en los
ejercicios o controlando a los hombres cuando eran sometidos a prueba. Se lo
solía ver con el cronómetro en la mano cuando las pruebas de velocidad, accionando
algunas armas y controlando las prácticas de tiro pues se decía que aquel que
no demostrase un 90% de efectividad, sería separado de la unidad. Incluso
arengaba cada tarde a los cuadros, hablándoles de la necesidad de desviar la
atención de los norteamericanos hacia otros horizontes y de lo arduo del
combate que les esperaba.
“Nos explicaba que nuestra lucha sería
larga y cruenta, que duraría de diez a quince años, que teníamos pocas
posibilidades de regresar vivos…”12
También
se hicieron presentes en varias oportunidades Ramiro Valdés, “Barbarroja”
Piñeiro, Osvaldo Dorticós y Celia Sánchez, la ninfa Egeria, según Pierre
Kalfon, siempre atenta a los menores detalles, nuca lejos de Fidel.
A
finales de agosto, el Che envió a “Pachungo” hacia Bolivia, con indicaciones de
supervisar la marcha de los asuntos y orientar el reclutamiento de cuadros
locales. El combatiente llegó el 3 de septiembre y enseguida se encontró con la
novedad de que los propios bolivianos habían escogido una propiedad situada en
inmediaciones de Camiri, a 225 kilómetros al sur de Santa Cruz de la Sierra y 200 al norte de la
frontera argentina.
Se
trataba de una extensión de 220 hectáreas, próxima al río Ñancahuazu, que
parecía cubrir las expectativas. Se la conocida como la “casa de Calamina” y
disponía de dos simples edificaciones de adobe y techos de zinc, además de un
horno de pan, todo rodeado por exuberante vegetación. El lugar parecía apropiado,
aislado en una región subtropical, sobre los primeros contrafuertes andinos y
escasamente poblado. La casa más cercana se hallaba a 3 kilómetros de
distancia y pertenecía a Ciro Argañaráz, ex alcalde de Camiri, un tipo algo
molesto que comenzó a husmear por las inmediaciones, convencido de que sus
nuevos vecinos iban a montar un laboratorio de cocaína y lo iban a dejar fuera
del negocio.
Los
informes que recogió “Pachungo” parecieron satisfacer al Che, cuando los mismos
le fueron presentados en San Andrés de Caiguanabo, una vez de regreso. La
región escogida parecía adecuada no solo por su geografía y su ubicación sino
porque en ella abundaban los pozos de petróleo y se encontraba atravesada
varios oleoductos a través de los cuales, empresas norteamericanas extraían el
preciado combustible vía Chile13.
El Che durante un ejercicio en San Andrés de Caiguanabo |
“Papi”
siguió explorando otras regiones pero el Che se decidió por Ñancahuazu, de ahí
el correo que le envió, aprobando la decisión (de adquirir la finca) y
conseguir otra para depósito de armas14.
Tiempo
antes, Fidel le había pedido a Regis Debray que fuese a Bolivia para estudiar
distintas posibilidades en el Alto Beni y Chapare y ver si encontraba un predio
adecuada para el campamento. El francés así lo hizo y a su regreso, presentó un
minucioso informe que incluía mapas y un detalle de sus contactos con el dirigente estudiantil Oscar
Zamora Medinacelli, resaltando en especial que gente de Monje lo había seguido
permanentemente. Fidel le mostró al Che las impresiones recogidas por el
escritor pero éste las rechazó porque ya se había inclinado por Camiri.
En
octubre “Papi” voló a Cuba para tratar con su comandante la situación y plantearle
su punto de vista acerca de Ñancahuazu (no le parecía un lugar adecuado), pero su
superior lo paró en seco argumentando, entre otras cosas, que no deseaba
retrasar la operación. El Alto Beni quedaría como alternativa para un segundo
frente y lanzar la invasión sobre Perú cuando la revolución continental
estuviese en marcha.
“Papi”
aceptó las explicaciones pero no quedó conforme. Para él, Ñancahuazu era una
ratonera en la que podían quedar aislados y acorralados, pero su comandante ya
había tomado una decisión y no quedaba más remedio que obedecer. Aún así, había
algo en ese territorio que no le gustaba; era un lugar extraño, traicionero,
sin rutas de escape, apenas poblado por gente primitiva, que sentía rechazo por
los extranjeros y según su parecer, estaba poco dispuesta a brindar
colaboración; un cuadro de situación muy similar al que encontró Masetti al
llegar a Salta.
¿No se
había aprendido la lección? ¿Estaban por tropezar con la misma piedra? “Papi”
intuía un futuro sombrío; veía algo que sus compañeros no parecían notar. Urgido
por superar el reciente descalabro africano, su jefe los conducía al desastre,
sin medir consecuencias ni evaluar a fondo las probabilidades. Atosigado por
esas impresiones, el bravo combatiente cubano comenzó a preguntarse en silencio
si estaba en lo cierto o lo suyo era falta de confianza. Solo el tiempo le
daría la respuesta.
Notas
1 Según algunas
versiones, se trató de una de las tres embarcaciones utilizadas por el
contingente cubano para evacuar el Congo.
2 Lo curioso es que
todo el mundo se rasga las vestiduras con el tema de la supuesta “fuga” cuando
se habla de los tiempos de Onganía pero nadie se refiere a la verdadera
persecución de cerebros que tuvo lugar durante los dos primeros gobiernos de
Perón.
3 Ver al respecto,
Alberto N. Manfredi (h), Argentina y la
conquista del Espacio, La Voz
de la Historia
(http://argentinaylaconquistadelespacio.blogspot.com.ar/)
4 El Che siempre a
nombre de Ramón Benítez, ciudadano uruguayo.
5 Había sido
comandante militar de la región
6 Según Anderson, lo
hizo disfrazado y con peluca.
7 Jon Lee Anderson,
op. Cit., p. 647.
8 Monje había estado
en Cuba recientemente.
9 Al río Caiguanabo se
lo conoce también como San Diego.
10 Pierre Kalfon, op. Cit.,
p. 514.
11 Jon Lee Anderson,
op. Cit., p. 648.
12 Dariel Alarcón Ramírez
“Benigno”, Memorias de un soldado cubano, Tusquets Ediciones, Barcelona, 1997,
p. 116-117.
13 El oleoducto que
transporta el petróleo desde Santa Cruz de la Sierra hasta Arica fue construido por la Gulf Olil en 1965; el de
Camiri a Santa Cruz en 1958; el de Sica-Sica a Arica se inició el mismo año y
estuvo a cargo de la compañía William Brothers. Ver al respecto: Cristián Ovando Santana y Sergio González Miranda, “La relación bilateral chileno-boliviana a partir de las demandas
tarapaqueñas: aproximación teórica desde la paradiplomacia como heterología”,
Estudios Internacionales, Santiago, Vol. Nº 46, Nº 177, enero de 2014 (http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0719-37692014000100002&script=sci_arttext); “Bolivia. Red de oleoductos” (http://www.oilproduction.net/files/bolivia-oleoductos.pdf); “Bolivia goza de salida al
mar”, Ediciones Especiales on line, domingo 26 de abril de 2015 (http://www.edicionesespeciales.elmercurio.com/destacadas/detalle/index.asp?idnoticia=201504261886418#); “Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos (YPFB). Operador del sector Hidrocarburos en Bolivia”,
viernes 22 de septiembre de 2006 (http://plataformaenergetica.org/obie/content/2154).
14 En caso de dar con
una propiedad de esas características, debían informarlo de manera inmediata y
no trasladar las armas hasta que no se impartiera la orden.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)