MEMORIAS DE PRAGA
El Che (indumentaria obscura) pasea por Ládvi, en las afueras de Praga, acompañado por Luis Carlos García Gutiérrez ("Fisín") |
Lo
primero que hizo el Che al desembarcar en Kigoma, fue transmitirle a Dreke su
preocupación por los tres rezagados que habían quedado en el Congo. Lo hizo
sobre el muelle, a poco de dejar la lancha, poniendo especial énfasis en la
necesidad de recuperarlos. Ahí mismo se ofrecieron varios voluntarios y se
acordó planear la operación para ponerla en marcha lo antes posible.
Inmediatamente después, el comandante argentino abordó un pequeño bote a motor
junto con “Pombo”, “Papi” y “Tuma” y se
alejó hacia el sur, llevándose a su perrito Simba (León) según algunas
versiones, bordeando la costa hasta un paraje apartado, lejos de la vista de
curiosos, donde volvió a cambiar su fisonomía.
-Después
nos vemos, “Moja” – dijo antes de partir.
Y una
vez más hubo llanto y emoción entre sus hombres.
No hay
demasiadas referencias de lo que sucedió después. Se sabe que viajó a Dar
es-Salam (no sabemos cuándo ni cómo) y que al llegar a la capital tanzana se
alojó en el primer piso de la embajada cubana, ubicada en las afueras de la
ciudad, donde Ribalta le había acondicionado dos habitaciones después de
desalojar al personal que se desempeñaba allí.
En
cuanto a los hombres de su contingente, permanecieron en Kigoma varios días,
intentando reponerse, aseándose, desinfectándose y tratándose la malaria y los
virus que habían traído del Congo con buenas dosis de cloroquina y otros
medicamentos provistos por la legación. Al cabo de dos semanas, tal vez más,
abordaron tres camiones y partieron hacia la capital, escoltados por un jeep.
Tres
días después, salieron hacia Moscú en dos aeronaves soviéticas. Los recibió el
agregado militar cubano, quien ya había arreglado con las autoridades locales
su traslado a la Ciudad de las Estrellas, centro de entrenamiento de los
cosmonautas rusos ubicado en el distrito de Zviozdni Gorodok, al noreste de la
capital, donde fueron alojados.
Se
trataba de un lugar secreto, vedado a la población, cerca de Scholkovo, al que
solo tenían acceso los pilotos con sus familias, técnicos, científicos y
fuerzas de seguridad. Estuvieron allí varias semanas y después partieron rumbo
a La Habana, en un aeroplano que abordaron en el mismo lugar.
De
regreso en su tierra, fueron alojados en una finca del reparto de Siboney, en
la provincia de Pinar del Río y allí permanecieron en cuarentena hasta que el
gobierno les autorizó el regreso a sus hogares1.
Tal
como afirma Jon Lee Anderson, a partir de su salida del Congo, el Che pasó a
depender completamente de los servicios de seguridad, a cargo de Manuel Piñeiro
Losada “Barbarroja”, el poderoso jerarca encargado del aparato encubierto de la
Revolución y de todo lo referente a las operaciones internacionales en América
Latina, África y parte de Asia. Había agentes suyos desparramados por cuatro de
los cinco continentes y no había capital europea que no contase con su estación
secreta. José Antonio Arbesú, encargado de negocios de la embajada en El Cairo
era uno, lo mismo Ulises Estrada, Juan Carretero (“Ariel”)2 y casi
todos los cubanos con los que trataría el Che a partir de ese momento.
Por
consiguiente, era la primera vez que no dependía de sí mismo, que no tomaba sus
propias decisiones y eso lo desorientaba un poco.
Abatido
y profundamente deprimido, se recluyó en la embajada y en los siguientes tres
meses prácticamente no se movió de allí. Sumido en oscuros pensamientos,
intentó hallar una explicación a su reciente fracaso y trató de dilucidar los
acontecimientos que habían tenido lugar a partir de su salida del Congo, a
saberse, la actitud de Fidel, el panorama mundial, las tensas relaciones en el
bloque socialista y su futura situación.
Pero
por nada del mundo pensaba dejarse abatir, y para aprovechar el tiempo, se puso a bosquejar sus
memorias, concentrándose preferentemente en una relación de su reciente campaña
a la que titularía simplemente Pasajes de
la guerra revolucionaria: Congo, que pensaba dedicar a los combatientes
cubanos caídos durante la expedición. No lo hizo escribiendo sino dictándole al
encargado de las comunicaciones de la legación, Colman Ferrer, agente del Ministerio
del Interior (MININT) y en consecuencia, hombre de “Barbarroja”.
Pocos
días después, “Tuma” y “Pombo” partieron hacia París, paso previo a su destino
final, Praga, a donde llegaron desde Moscú, una semana después. Mandó a “Dreke”
de regreso a Cuba, para presentarle a Fidel una relación de los hechos y a
“Papi” a Sudamérica en misión especial.
A
partir de su llegada dedicó varias horas a sus escritos, tanto los Pasajes… como unos Apuntes filosóficos que le siguieron a continuación, los primeros
una memoria de 167 páginas en las que no ahorró críticas a su persona y el mal
manejo que hizo de la campaña.
Eso le
ayudó a superar su depresión, lo mismo las partidas de ajedrez que disputaba
con Ribalta pese a que en más de una oportunidad, el embajador lo encontró ajeno
al juego, con la cabeza en otra cosa.
Fueron
días de indecisión, de pensamientos confusos, de mucho reflexionar y de
bastante abatimiento; era consciente del tremendo fracaso que había
experimentado y sabía –o eso creía– que debería dar numerosas explicaciones, en
caso de regresar.
Algo
que lo ayudó a recuperarse anímicamente fue la llegada de Aleida, a principios
de enero. Lo hizo en compañía de “Ariel” y ni bien desembarcó del avión, fue
conducida directamente a la embajada, donde prácticamente quedó recluida junto
a su esposo. Lo único que conoció de Tanzania fue el trayecto de ida y vuelta
al aeropuerto y lo que se veía por las ventanas, más allá del predio de la
legación3. Aún así, fue para ambos una suerte de luna de miel, un
momento de intimidad como pocas veces habían tenido, con largas charlas,
lecturas, sueños, proyectos de viajes por el mundo, incluyendo la Argentina y
algunas caminatas por el jardín.
Mientras
eso sucedía en Dar es-Salam, en La Habana tenía lugar la Primera Conferencia
Tricontinental, presidida por Raúl Roa, a la que asistieron un total de
cuatrocientos treinta delegados de Asia, África y América Latina, incluyendo
los representantes de agrupaciones clandestinas.
La llegada de Aleida a Tanzania fue un bálsamo para el Che |
La misma se llevó a cabo en el Teatro “Chaplin” y contó con la presencia del escritor Alberto de Moravia4, la bailarina y cantante estadounidense Josephine Baker, el filósofo y escritor francés Regis Debray (de quien oiremos seguido más adelante), su par peruano Mario Vargas Llosa, el chileno Salvador Allende y varias personalidades más.
La
conferencia se celebraba en un momento crucial, cuando los pueblos de los tres
continentes encaraban luchas violentas contra lo que dieron en llamar
dominación extranjera, fuerzas imperialistas, gobiernos despóticos y regímenes
coloniales o neo-coloniales.
Se
habló del hambre y la miseria, del saqueo por parte de los monopolios
estadounidenses y sus satélites europeos, de opresión, lucha armada,
independencia, derechos de los pueblos, emancipación económica, solidaridad
revolucionaria y del asesinato de Mehdi Ben Barkha5, pero poco y
nada de la lucha de Nelson Mandela en la Sudáfrica del apartheid, preso desde
1962 y de la reciente campaña del Che y su paradero6.
Hubo,
eso sí, elogios para las guerrillas de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú,
que no agradaron demasiado a los soviéticos porque las consideraban pro-chinas;
hostigamiento a la política de Pekín por reducir los envíos de arroz a la isla,
aplausos para los vietnamitas, verdaderas estrellas de la conferencia y mucho coqueteo
hacia Moscú, cuyos favores nadie quería perder.
Como
afirma Kalfon, pese a las discrepancias, coincidieron todos en que el enemigo
común era Estados Unidos y el único camino la lucha armada, de ahí la
proclamación de 1966 como el Año de la Solidaridad y el Apoyo a las Guerrillas
contra el Imperialismo, palabrerío que sirvió para desviar la atención de los
problemas internos y evitar las autocríticas.
Según
Ulises Estrada, el Che estuvo en Tanzania hasta el mes de febrero pero Oscar
Fernández Mell asegura que todavía estaba allí en marzo. Lo cierto es que
Estrada, agente del MININT a cargo de la coordinación de los
movimientos de América Latina y África, había sido enviado a Dar es-Salam por
el propio “Barbarroja” Piñeiro, para sacar a Guevara de donde estuviera y
llevarlo de regreso a Cuba. Llegó en compañía del Dr. Luis Carlos García
Gutiérrez (“Fisín”), otro integrante del servicio secreto, experto en
maquillajes y disfraces, quien debía trabajar en una nueva mimetización del
comandante con la que pudiese sortear los controles sin inconvenientes. Se
alojaron ambos en la embajada y allí permanecieron hasta el día de la partida,
siempre con Estrada machacando con lo del regreso a La Habana7.
Para
entonces se había rasurado y Ribalta le había cortado el pelo. “Fisín” lo peinó
a la gomina, le colocó gafas y una doble prótesis en la dentadura, repobló sus
cejas, le colocó un chaleco especial para hacerlo más encorvado y le entregó
unos zapatos con suela alta, para elevar un tanto su estatura8.
Ulises Estrada |
En esos
días, llegaron a La Habana dos copias de sus Pasajes del Congo (167 páginas mecanografiadas) y los del tratado
de filosofía, que confió personalmente a Fernández Mell para ser entregados en
mano a Fidel Castro. Uno de ellos fue depositado en una caja hermética del
Departamento Histórico del Consejo de Estado y el otro enviado a Aleida, que lo
guardó bajo llave en un cajón. Dormirían el sueño de los justos por más de
veinte años, sin que nadie pudiera consultarlos y mucho menos, editarlos.
Cuando
todo estuvo listo, el Che volvió a colocarse su disfraz y con el pasaporte
uruguayo a nombre de Ramón Benítez en la mano, se dispuso a abordar uno de los
automóviles para trasladarse al aeropuerto (antes de hacerlo pidió a la gente
de la legación que despachasen la carta que le había escrito a su hija Hildita,
con motivo de sus diez años).
-Ahora
tú tomas la dirección de las operaciones –le dijo a Estrada al momento de
salir–, tú eres el jefe.
Los
vehículos tomaron la carretera al aeropuerto y se detuvieron en un bar próximo
a sus accesos, donde “Benítez” y sus acompañantes se introdujeron, en espera de
Ferrer, quien debía arreglar el papelerío. Una serie de inconvenientes casi
provocan la pérdida del vuelo pero finalmente todo se superó. Ferrer, regresó a
la cafetería y condujo a los viajeros hasta el aeropuerto, donde arribaron
faltando escasos minutos para que el avión decolase.
El Che
pasó los controles enfundado en su traje y luciendo sombrero, cruzó la puerta
sin ningún problema y salió a la plataforma, para ascender la escalerilla, llevando
en su diestra una pequeña maleta.
Volaron
directamente a El Cairo donde los esperaba José Antonio Arbesú, el encargado de
negocios cubano quien, para alivio de todos, no supo reconocer al viajero
La
estadía en la capital egipcia fue irrelevante, se trasladaron hasta ella a
bordo de dos vehículos, se alojaron cuatro días en la residencia del embajador
y siguieron hacia Praga, previa escala en Belgrado.
Estando
en El Cairo, apenas salieron de las habitaciones para almorzar o cenar pero una
noche, el Che se escapó decidido a ver una documental de los Juegos Olímpicos
de Tokio 1964 donde la representación cubana había tenido un relativo buen
desempeño.
Recordaría
Estrada, años después, que habiéndose percatado todos que el comandante no
estaba en el edificio, salieron corriendo a buscarlo. Al parecer, alguien sabía
de sus intenciones pues enfilaron directamente al cine más cercano, donde lo
encontraron vestido con su traje, mirando la película.
Evidentemente
el Che sabía que había cometido una infracción porque ni bien vio ingresar a
sus custodios, se puso de pie y se fue con ellos. Era un prisionero, un hombre
acosado, cautivo de la situación.
Aterrizaron
en Checoslovaquia entre el 20 y el 21 de marzo, una tarde soleada de primavera.
Atrás quedaban los sueños y las ilusiones, los proyectos y las revoluciones
frustradas y con ello, los planes cubanos por penetrar en el continente
africano. Habría que esperar una década para que Castro enviase fuerzas
regulares a combatir en Angola contra los sudafricanos y Etiopía, tanto en la
guerra civil, con el claro objetivo de sostener al régimen socialista de
Mengistu Haile Mariam como en el conflicto de Ogadén, durante la disputa con
Somalía por el territorio oriental9.
En
aquel nuevo destino también los esperaba un representante de la embajada para
conducirlos a una de las tantas casas clandestinas que Cuba poseía en los
alrededores de la ciudad.
Poco se
sabe de esa estadía. Existen al menos dos trabajos de ficción que intentan
reseñarla, Los cuadernos de Praga,
del argentino Abel Posse y La vida soñada
de Ernesto G., del francés Jean-Michel Guenassia, que por pertenecer a un
género que ha hecho trizas la historiografía (nos referimos a la novela
histórica), vamos a pasar por alto para centrarnos en las pocas referencias que
nos han llegado de los protagonistas y sus biógrafos, uno de ellos Lois Pérez
Leira, quien al referir el paso del Che por la capital Checoslovaca reproduce
las vivencias de José Gómez Abad (“Diosdado”), figura clave en aquel entramado.
“El Che llegó como cualquier otro
revolucionario latinoamericano con una identidad falsa. Los checos ni siquiera
sabían quién era”.
Así
desembarcó en el Aeropuerto Internacional de Ruzyne y se dirigió hacia los
automóviles que lo esperaban fuera del hall, guiado por José Luis Ojalvo,
funcionario de la embajada, encargado de conducir a los recién llegados hasta
un departamento especialmente acondicionado en el centro de la ciudad.
Se
trataba de una pequeña habitación con baño, ubicada en la azotea de un
edificio; disponía de una mesita, dos camas y una cocina, lo indispensable para
permanecer alojado varios días, sin salir. Con él se instaló también Estrada,
quien se hizo cargo de la limpieza, el café, cebar el mate y cocinar, al menos
en los primeros dos días, hasta que el propio Guevara elaboró un plan de
trabajo destinado a distribuir las tareas. Algunas noches salían ambos, en
compañía de Ojalvo, caminando hasta algún restaurante en las afueras de la
ciudad o para dar largos paseos por los alrededores.
El Che
prohibió a ambos tratarlo de comandante, les exigió llamarlo “Ramón”, tal su
identidad uruguaya y dirigirse a él de igual a igual, pero a aquellos dos
hombres acostumbrados a los grados y la disciplina, les costó bastante hacerlo.
El Che
leía mucho, conversaba, filosofaba, sacaba muchas conclusiones y escuchaba algo
de música, sobre todo un disco de Miriam Makeba, la cantante sudafricana que
tanto le gustaba y otro de los Beatles, que de tanto poner, le terminó
encantando10.
A
Estrada le llamó la atención el profuso intercambio de mensajes que se suscitó
a partir de entonces entre el Che y Fidel Castro, traídos y llevados por
diferentes mensajeros en sus continuos viajes a La Habana.
No le
duró mucho su estancia al agente cubano. Debido a que era negro y llamaba mucho
la atención, al mes de su llegada, el Che solicitó su relevo, temeroso de que
los checos detectaran su presencia. Por esa razón fue enviado Juan Carretero
(“Ariel”), quien trajo consigo nuevos mensajes, y detrás de él lo hizo
“Pachungo” (Alberto Fernández Montes de Oca) que a partir de su llegada, se
convirtió en acompañante permanente del Che. Con él se trasladó a la finca de
Ládvi, suburbio de escasas viviendas situado a 20 kilómetros al
noreste de la ciudad, donde se hallaban alojados “Pombo” y el “Tuma” desde su
llegada de África.
En 1966, Praga no está invadida de
turistas. Pero la grisalla habitual de las democracias populares no consigue
impedir ser una de las más hermosas ciudades de Europa […]. Guevara conoce un
poco la ciudad, ha pasado a menudo por allí, para cambiar de avión o firmar un
contrato, pero es probable que tampoco esta vez gozara en exceso de sus
encantos11.
El
lugar era mucho más confortable y espacioso que el anterior; disponía de buenos
ambientes y hasta un jardín. Se trataba de una finca de ladrillos, de
aproximadamente 170
metros cuadrados, con cuatro habitaciones para dormir,
dos cocinas, un baño, pasillo, terraza, garaje y lavadero. Se hallaba ubicada
en un paraje rodeado de bosques de pino y lagos, sobre la calle Lomená, a
doscientos metros de la carretera 603 Benesovska, donde se alzaba el hotel
“Baldnovka”. Como explica Pérez Loira, se accedía a ella por un angosto camino
de tierra y la vegetación que la rodeaba la ocultaban de toda visión.
La
vivienda tenía su historia porque en la década del treinta vivió allí Jaroslav
Krejci, primer ministro del protectorado de Bohemia y Moravia en la Segunda
Guerra Mundial12. Durante la gran conflagración, fue utilizada por
la resistencia y luego de la ocupación soviética, pasó a depender de la
Secretaría de Estado, que la destinó a residencia de funcionarios y agentes
gubernamentales13.
En este
punto comienza la controversia en cuanto al futuro destino del Che pues las
versiones son numerosas y las opiniones encontradas.
Según
Anderson, la idea de ir a Bolivia partió de Fidel Castro.
En efecto, cediendo por fin a la
insistencia del Che sobre la necesidad de llevar adelante la “lucha armada”,
Fidel dio instrucciones a Piñeiro de que le buscara algún lugar adonde ir14.
Son
varios los investigadores que coinciden en este punto porque según su parecer, Bolivia era el campo ideal para
apoyar las guerrillas del MIR y el ELN de Héctor Béjar.
“Pombo”
también sostiene que el Che tenía como meta Perú y por ello necesitaba la ayuda
de los bolivianos. Por esa razón, en el mes de abril envió a “Papi” con la
misión de contactar a los hermanos Roberto “Coco” y Guido “Inti” Peredo,
miembros de una distinguida familia del Beni e importantes dirigentes
comunistas del Altiplano15, así como a los también hermanos Hernán
Jorge (“Loro”) y Humberto Vázquez Viaña, hijos de un conocido historiador de
izquierda; el ex minero y sindicalista Rodolfo Saldaña, que había ocultado en
su casa a Ciro Roberto Bustos y sus compañeros recién llegados de Argelia y la
joven militante Loyola Guzmán Lara (nombre de guerra "Ignacia"), hija de un profesor comunista, muchacha aborigen
que había estudiado en la escuela de cuadros de Moscú y colaboró estrechamente
con la guerrilla de Masetti.
La casa de Ládvi, en las afueras de Praga, donde se alojó el Che en 1966 |
Hay quienes dudan de la versión de “Pombo” y se inclinan por las de “Ariel”, “Barbarroja” Piñeiro y el mismo Fidel, quienes sostienen que encontrándose en Praga, Guevara se decidió por Bolivia y a partir de ese momento comenzó a planificar la operación, sin embargo, las dudas subsisten. Pierre kalfon, parece apoyarlas: “En el exilio de Praga pues, en las antípodas, toma cuerpo ese sueño del Che elaborado durante largo tiempo”16.
Anderson
dice que ese es, tal vez, el interrogante crucial sobre la vida del Che y
quizás tenga razón; ¿quién decidió que fuera a Bolivia? ¿Cuándo y por qué se
tomó esa disposición?
Según
nuestra opinión, la meta del Che fue siempre Bolivia, aún antes de partir hacia
el Congo y su destino final la Argentina. Y tal vez la mejor prueba de ello sea
el envío de “Tania” a comienzos del mes de octubre de 1964, con expresas instrucciones de establecer vínculos con
los máximos representantes de la clase política, las fuerzas armadas y la alta
sociedad, con el fin de establecer las condiciones adecuadas para la apertura
de un frente revolucionario y de ese modo, dar cuerpo a aquel viejo sueño de
convertir a la cordillera de los Andes en una gigantesca Sierra Maestra.
Las siguientes palabras de
Fidel parecen confirmar nuestra suposición: “Esta
misión no se la dimos nosotros; la idea, el plan, todo fue de él”17.
Bolivia era el lugar ideal
para iniciar un movimiento guerrillero; carente de salida al mar, corazón de
América del Sur, limita con casi todos los países de la región. En cuanto a su
situación político-social, el momento parecía propicio. En 1964, una junta
militar había derrocado al presidente constitucional, Víctor Paz Estenssoro y
gobernaba con mano de hierro; la agitación social, fomentada por una campaña
opositora encabezada por el presidente de la Central Obrera Boliviana (COB),
Juan Lechín, era una constante, sobre todo por el ascendiente que el dirigente
tenía sobre el campesinado y los trabajadores de las minas.
En mayo de 1965, Lechín
debió partir al exilio y al decretarse la huelga general, el régimen militar
impuso el estado de sitio, que seguía vigente cuando el Che salió para el
Congo.
El Partido Comunista, cuyo
secretario general era Mario Monje, era marcadamente pro-ruso y rechazaba la
lucha armada, de ahí la fracción disidente (pro-china) encabezada por el líder
estudiantil Oscar Zamora, quien en su momento había solicitado apoyo al Che
antes de su partida al África.
En abril de 1966 el Che
envió a “Papi” desde la capital checoslovaca, para que tomase contacto con
“Tania” y se compenetrase de la situación. Lo hizo a escasos días de la brutal
represión en Guatemala contra militantes del partido comunista, que dejó un
saldo de veintitrés dirigentes muertos, varios heridos y decenas de detenidos.
Al tiempo que el Che aguardaba
novedades desde La Paz, efectuaba paseos por la hermosa ciudad europea, daba
largas caminatas y hasta solía concurrir a restaurantes o confiterías. Para
entonces, su estado anímico había mejorado, escribía sus Cuadernos de Praga y planificaba mentalmente su siguiente misión.
Mientras tanto, en La
Habana, se sucedían nuevos hechos vinculados con esta trama.
A fines de abril, José Gómez
Abad (“Disodado”) recibió en su domicilio una llamada telefónica ordenándole
presentarse inmediatamente en las oficinas de Manuel “Barbarroja” Piñeiro.
Sin
perder tiempo, el agente
de inteligencia abordó su automóvil y se dirigió hacia la sede del
MININT, donde el todopoderoso jefe de los servicios secretos, lo recibió
con
gesto grave.
-El Che se encuentra
clandestino en Praga desde el mes pasado, procedente de África –le dijo miró
fijamente a los ojos–; debes viajar de inmediato a verlo y ponerte a su
disposición para todo lo que requiera.
Para ese momento, tenía
reservado un pasaje para Checoslovaquia, hacia donde debía partir al día
siguiente, llevando varios sobres cerrados que le entregaría Piñeiro antes de
abordar el avión.
“Disodado” conocía bien el
terreno porque en 1964 había entrenado allí a “Tania”, preparándola para su
misión boliviana y eso lo convertía en la persona ideal para la tarea que se le
encomendaba.
Antes de dirigirse al aeropuerto,
pasó por la casa de Piñeiro y este le entregó los sobres, que debía entregar
personalmente al Che. Por indicación expresa de “Barbarroja”, debía llevarlos
encima y evitar cualquier cacheo en el aeropuerto canadiense de Gander, única
escala hacia el país europeo.
Puntualizó la misión
expresándome que a pesar de la insistencia del Comandante en Jefe, de él y de
otros compañeros, para que el Che regresara, este se mostraba renuente a
regresar a Cuba, que era donde mejor podía organizar sus planes futuros.
Piñeiro agregó que la idea del Che era trasladarse a un país intermedio de
Europa Occidental, donde esperaría, para luego trasladarse a América
Latina. Sobre este último aspecto, me orientó que cuando hablara con él, con
mucho tacto y argumentos profesionales, tratara de convencerlo del enorme
riesgo que esa decisión suya acarrearía a su persona y quienes lo acompañasen,
así como las dificultades operativas y engorros logísticos para mantener un
vínculo clandestino estable con él en esas condiciones y en el país al que
decidiera trasladase…Al llegar a Praga, José Luís (Ojalvo) nuestro
representante en Checoslovaquia, me estaba esperando en el aeropuerto. De
inmediato nos dirigimos en su auto al lugar donde se encontraba alojado el Che…
Tan pronto el auto atravesó el portón del jardín y al vernos bajar, fue el
propio Che quien nos abrió la puerta de la casa, pues nos vio desde la ventana
de su habitación en la segunda planta. José Luís me lo presentó como el
compañero Ramón [forma encubierta como se le llamaba] y a mí como
Diosdado, de la oficina del comandante Piñeiro. Nos estrechamos las manos sin
decirnos nada. Ya dentro de la casa expresó que sabía vendría a verlo un
compañero. Se interesó por saber cómo había hecho el viaje y si le traía correspondencia,
y procedí a entregarle los sobres que para él llevé guardados en mi
chaqueta. Nos invitó a subir a la segunda planta, señalándome la
habitación donde dormiría, coincidentemente la misma que había utilizado en mi
estancia anterior cuando estuve con Tania, aunque ahora tenía varias camas
personales en lugar de una. La otra habitación la ocupaba el Che, y era la que
utilizó Tania. Me preguntó por el tiempo que duraría mi estancia en Praga,
respondiéndole que era él quien debía determinarlo, de acuerdo con los asuntos
que deberíamos tratar. Sugirió que en el próximo vuelo podría regresar a
Cuba….Poco después José Luís se retiró y el Che, poniéndome una mano sobre el
hombro, me dijo que fuésemos al jardín a conversar, haciendo a la vez un gesto
con los dedos de la mano, que sugería sospechaba existiesen micrófonos
instalados dentro de la habitación. Sobre su proyectado viaje a Francia le
expresé que no lo consideraba prudente. En primer lugar argumenté que estimaba
que si bien en Praga podía ser detectado, mucho más podría serlo en un país
capitalista, con la diferencia de que donde estábamos solamente quedaría como
detectado, mientras que en ese otro país, podría ser detenido o seguir su pista
sin él saberlo, detectar sus movimientos, contactos y detenerlo cuando lo
decidieran. De suceder esto último, en su caso no existiría ninguna
justificación legal para permanecer clandestino con documentos falsos en ese
otro país, por lo que el escándalo sería inmenso. Continué esgrimiendo, ante su
preocupación de ser detectado, que podía serlo en cualquier lugar en que se
violasen las medidas de seguridad18.
Así
comenzó “Diosdado” su misión; debía convencer al Che de regresar a Cuba, donde
podría prepara su futura campaña mejor que en cualquier otro lugar. Debió hacer
ingentes esfuerzos para lograrlo porque todavía en el mes de junio, el ex
ministro de Industria de la Revolución seguía insistiendo con lo de la carta y
lo contraproducente que resultaría volver luego de su lectura pública19.
“Diosdado”
permaneció cuatro días en Praga y regresó a su país para presentar su informe
al jefe de los servicios secretos.
Mientras
tanto, en el mes de abril, Aleida volvió a visitar a su marido y como era José
Luis Ojalvo fue a buscarla a la estación aérea para trasladarla directamente
hasta la casa de Ládvi.
Fue una
segunda luna de miel, necesaria por cierto dado que la anterior había quedado
trunca en Tanzania.
Aleida vuelve a visitarlo así como
varios camaradas, todos de su confianza: Juan Carretero, alias Ariel, encargado
de la sección Bolivia ante Piñeiro, Harry Villegas, Pombo, Martínez Tamayo,
Papi, y, ya al final, Ramiro Valdés y Alberto Fernández Montes de Oca, apodado
Pacho20.
Para
ella, la capital checa resultó una ciudad de ensueño que supo disfrutar las
pocas veces que la disciplina militar se los permitió. En varias ocasiones
salieron a caminar, especialmente en las tardes; fueron a cenar o almorzar,
tanto al cercano hotel “Balnovka” como a algún restaurante; tomaban el ómnibus
y el tranvía para visitar lugares, uno de ellos el centro histórico y hasta
fueron al cine y a un partido de fútbol. Incluso viajaron hasta el distrito de
Pankrác, para conocer la prisión donde había estado detenido el periodista y
escritor comunista Julius Fucík, en tiempos de la ocupación nazi21.
Según
cuenta Aleida en sus memorias, en la casa vivía una señora con su hija
mentalmente retrasada, quien les cocinaba; eso les daba más tiempo para
charlar, escuchar música abrazados, jugar a la canasta y conversar hasta altas
horas de la noche.
Aleida
regresó a Cuba en mayo y el Che continuó su rutina, siempre acompañado por sus
hombres, con quienes intentaba mantener su estado físico haciendo ejercicios y
largas caminatas por los alrededores, algunas de hasta 20 kilómetros.
También efectuaban prácticas de tiro en el jardín trasero, disparando contra
latas y botellas (la misma Aleida llegó a tomar parte en ellas en tanto duró su
estadía), siempre cuidando de no ser escuchados por los vecinos. Veamos que nos
recuerda “Pombo” al respecto:
Nos instalamos en una finca en las
afueras de Praga, en un área rodeada de lagos. Diariamente hacíamos caminatas.
A veces marchábamos hasta veinte kilómetros. También teníamos nuestras
prácticas de tiro. Igualmente jugábamos voleibol. En una ocasión en que
estábamos celebrando un partido de voleibol contra el Che, Pachungo (Alberto
Fernández Montes de Oca) que ya se había incorporado al grupo, nos planteó que
había que dejarlo ganar porque era el jefe, a lo que nos opusimos. Se formó una
tremenda discusión. Intervino el Che. Nos dio la razón y señaló que tenía que
ganar el que mejor jugara. En otro momento nos percatamos de que la señora que
cocinaba diariamente se llevaba un poco de carne. Hablamos con ella y le
dijimos que eso no era correcto. Le explicamos lo que era el socialismo. La
vieja nos increpó. Nos dijo que de cuál socialismo hablábamos, pues ella no
tenía oportunidad nunca de comer carne. Se lo comentamos al Che y tomó la
medida de comer carne solo algunos días de la semana, para que no se
estableciera esa diferencia tan grande, que la vieja nos había señalado. Una
vez que Tuma y yo caminábamos por la Avenida Wenceslao nos tropezamos con un
negro grande que iba con tremenda rubia. Pensamos que era un africano. Cuando
le pasamos por al lado le dijimos: "Negro, aprovecha, que eso no se da
todos los días". El tipo resultó cubano. Empezó a gritar: "cubano,
cubano". Nos echamos a correr. Y él detrás de nosotros queriendo
establecer contacto. Cuando se lo contamos al Che montó en cólera, pues
estábamos haciendo una vida clandestina y lo menos que podíamos hacer era
mantenernos callados para que no se notara nuestra nacionalidad. Después de ese
hecho comenzó un régimen más estricto de compartimentación. Él salía solo con
Pachungo. Tuma y yo por nuestro lado. De manera tal, que nunca estuviéramos los
cuatro juntos….El Che nos autorizó a viajar una semana a Cuba para ver a
nuestra familia. De regreso a Praga, nos informó que nuestro próximo destino
sería Bolivia. Antes de partir me entregó un maletín preparado que llevaba
dentro una pistola con su respectivo parque y treinta mil dólares. En los
momentos de la despedida cogió nuestro Sansonite y lo agitó en el aire. Se
percató de que algo se movía en su interior. Me cambió el maletín. Me dio el
suyo, que tenía más o menos una composición similar al mío pero estaba mejor
preparado. Entonces, sonriente, me comentó: "hasta en estas cosas los negros
son discriminados22.
Fue ahí
en Praga y no en Tanzania, donde el Che comenzó a bosquejar su tratado de
economía. Así lo explica Lois Pérez Leira en su trabajo, desmitificando lo que
varios autores han sostenido.
Como parte de su disciplina
revolucionaria, el Che le dedicaba muchas horas de su tiempo, tanto a la
lectura, como así también a escribir. En Tanzania había terminado su libro
Pasajes de la Guerra Revolucionaria (Congo) y en Praga se dedico a darle forma
a su proyecto de redactar un nuevo Manual de Economía Política, con el fin de
actualizar y modificar errores del histórico manual, redactado en la época de
Stalin por la Academia de Ciencias de la URSS. Cuando regresa Aleida para
Cuba, el Che le envía una carta a Orlando Borrego que había sido Viceministro
de Industria durante la etapa del Che en ese ministerio. La carta le adelantaba
sus propósitos: “Estoy pensando en iniciar un trabajito sobre el Manual
de Economía de la Academia, pero no creo que pueda acabar [...] Está sólo a
nivel de idea”. Guevara tenía previsto dar las bases para este emprendimiento
político - ideológico, conformando un equipo que coordinaría Orlando Borrego.
Durante su estancia en Praga realiza varios aportes teóricos denominados en la
actualidad como “Apuntes críticos a la Economía Política23.
Como
los días se hacían eternos, escuchaban por onda corta Radio Habana Cuba, así
como otras emisoras latinoamericanas; se corrían hasta Praga, leían o
escuchaban música. La embajada les proveía periódicos cubanos (que llegaban con
el consabido retraso) y hasta daban paseos en auto mientras conversaban
animadamente.
Cuando habíamos finalizado de cenar,
llegó José Luís y Pachungo le insistió al Che para salir en el auto a dar un
paseo por Praga. Después de casi implorárselo, el Comandante accedió. Serían
aproximadamente las ocho de la noche y el Che se puso un sombrero y gafas,
siendo irreconocible. Se sentó delante en el auto y José Luís nos llevó por las
afueras de la ciudad hasta que finalmente entramos a un cine, donde no habían
más de veinte personas. Allí permanecimos menos de una hora, pues la película
era en checo y pésima, una especie de purgante eslavo, además de que ninguno la
entendíamos. Antes de la medianoche estábamos de regreso en la “finca”24.
Por
entonces, llegó a Praga Ramiro Valdés, ministro del Interior cubano, portando
un nuevo mensaje de Fidel. El informe que le presentó al Che, poniéndolo al
tanto de la situación internacional y los preparativos que hacía Piñeiro para
organizar la guerrilla en el epicentro de Sudamérica, resultaron convincentes.
Inmediatamente detrás llegó “Fisín”, listo para trabajar en un nuevo disfraz.
Le sorprendió la austeridad espartana del argentino, durmiendo en el suelo como
los demás, sobre algunas colchonetas, compartiendo su habitación, cocinando
cuando le tocaba, sirviendo la mesa y lavando la vajilla. Permaneció veinte
días con él, estudiando una nueva forma de camuflarlo mientras el comandante
volcaba al papel sus impresiones sobre Praga25.
El Che
comprendía perfectamente que una operación como la que tenía en mente no se
podía organizar desde el extranjero, de ahí su decisión de aceptar el
ofrecimiento de Fidel y emprender el regreso a la isla.
El Che se mimetiza |
Siguiendo
el relato de Pérez Loria, a mediados de julio, comenzaron los preparativos para
la partida y de esa manera, llegado el día, Guevara se dispuso a abandonar el
país, convenientemente enmascarado. Previamente, despachó a “Pombo” y el “Tuma”
hacia Bolivia y el día 15 le pidió a Ojalvo que despachara por correo una carta
para Hildita, con motivo de su 10º cumpleaños.
Dos
días después, abordó el automóvil que esperaba fuera y partió junto a
“Pachungo” con destino a la estación central de ferrocarril. Ahí abordaron una
formación con destino a Viena, presentando previamente sus pasaportes uruguayos
Nº 123890 a
nombre de Ramón Benítez Fernández y Nº 123103, al de Antonio Garrido García.
Llegaron a destino ese mismo día y por la tarde abordaron un segundo convoy que
unía la capital austríaca con Ginebra. Hicieron noche allí y siguieron el 18
rumbo a Zurich.
El 19
de julio estaban de regreso en Praga, a donde llegaron por vía aérea. Ahí, en
el aeropuerto, los esperaba una vez más José Luis Ojalvo para conducirlos a la
casa de Ládvi (o tal vez otra), donde cambiaron los pasaportes uruguayos por
dos cubanos, con las correspondientes visas para ingresar en la Unión
Soviética. Veinticuatro horas después volaban hacia Moscú y sin salir del
aeropuerto, abordaron un avión que los llevó de regreso a La Habana.
Quince
meses después de su partida, el hijo pródigo emprendía el regreso.
Imágenes
Ni bien desembarcó en Kigoma, el Che comenzó a cambiar su apariencia |
Vista aérea de Dar es-Salam |
En 1966 Praga no era la ciudad turística que es hoy |
Paisaje de Ládvi, al noreste de Praga, próximo a la casa que habitó el Che en 1966 |
El Che y Aleida en Praga. Comienza la transformación física |
Manuel "Barbarroja" Piñeiro |
Ramiro Valdés |
El Che es nuevamente el ciudadano uruguayo Ramón Benítez Fernández |
Notas
1 Durante su estancia
en Siboney, recibieron la visita de Fidel y Raúl Castro, quienes elogiaron su
actuación y su comportamiento en el frente aún cuando cuestionaron el
fraccionamiento de la división y otras disposiciones. ¿Se trataba de críticas a
la estrategia del Che?
2 “Ariel” tuvo
destacada participación en los preparativos de las expediciones guerrilleras de
Perú (Béjar) y Argentina (Masetti) y quien ayudó a convencer al Che de regresar
a Cuba, luego de la fracasada expedición africana.
3 Lamentaría, años
después, no haber conocido alguno de sus parques naturales.
4 Escritor y
periodista ateo, nacido en Roma, el 28 de noviembre de 1907, en el seno de una
familia de la alta burguesía local. Declarado antifascista por el origen judío
de su padre (su madre era católica), colaboró con los principales periódicos de
su país. Su obra incluye una treintena de trabajos entre los que destacan Los indiferentes (1929), El embrollo (1937), Agostino (1944), La romana
(1947), La desobediencia (1948), El amor conyugal (1949), El conformista (1951) y La mascherata (1941), sátira a las
dictaduras militares de Sudamérica que el régimen fascista prohibió. Entre 1959
y 1962, fue presidente del PEN Club Internacional.
5 Militar marroquí,
activista por la independencia, secuestrado y desaparecido el 29 de octubre de
1965, por las fuerzas de seguridad el rey Hassan II, al mando del general
Mohamed Oukfir.
6 Fidel Castro apenas
hizo mención de Guevara en su discurso de cierre (15 de enero de 1966),
refiriéndose más bien a las diferentes versiones que se habían hecho correr
desde su salida de Cuba. Ver: Lee Tokarev, “Fidel Castro: Sobre el Che, el
trotskismo y la revolución cubana. Extracto del discurso del Comandante en Jefe
Fidel Castro en la clausura de la Primera Conferencia de Solidaridad de
los Pueblos de África, Asia y América, pronunciado el 15 de enero de 1966
en el teatro Chaplin en Cuba.”, en Fracción Proletaria, 25 de noviembre de 2011
(https://fraccionproletaria.wordpress.com/tag/trotskismo/).
7 El Che se negaba a
volver debido a la lectura que Fidel había hecho de su carta.
8 Para Pierre Kalfon,
el experto en maquillajes era Eddy Suñol. El Che Guevara medía entre 1,75 y
1,76 de estatura.
9 En reemplazo del Che
Guevara Fidel Castro escogió a Arnaldo Ochoa, guerrillero experimentado al que
le encomendó la organización de una fuerza regular destinada a intervenir de
manera abierta en el continente negro. Nacido en Cacocum, provincia de Holguín,
en 1930, había combatido en las montañas de Venezuela contra el régimen de
Betancourt.
Ascendido
a general, se convirtió en uno de los más experimentados oficiales del ejército
cubano para el cual organizó una primera división de 1200 hombres con su respectivo
armamento -incluyendo su arsenal pesado-, destinada a brindar apoyo a los
independentistas angoleños y las guerrillas guineanas de Amílcar Cabral, en su
guerra contra Portugal.
10 Al parecer, en
principio los Beatles no le gustaban demasiado, tal vez por algún tipo de
prejuicio político pero al final terminó convertido en un incondicional de la
banda británica.
11 Pierre Kalfon, op.
Cit, p. 506.
12 Decidido
colaborador del régimen nazi, al término de la guerra fue condenado a 25 años
de cárcel. Murió en prisión el 18 de mayo de 1956.
13 Allí fue entrenada
“Tania” en 1964, antes de ser enviada en misión secreta a Bolivia.
14 Jon Lee Anderson, op. Cit, p. 635.
16 Piere Kalfon, op. Cit., p. 509.
16 Piere Kalfon, op. Cit., p. 509.
15 Su hermano Osvaldo
“Chato” Peredo estudiaba Medicina en Moscú.
17
Gianni
Mina, Habla Fidel, Editorial
Mondadori, Madrid, 1988, p. 327.
18 Lois Pérez Leira,
“El Che Guevara en Praga”, sitio Kaos en la Red, 2014
(http://2014.kaosenlared.net/component/k2/77131-el-%E2%80%9Cche%E2%80%9D-guevara-en-praga.html?tmpl=component&print=1).
20 Piere Kalfon, op.
Cit., p. 507.
20 De ahí la carta que
Fidel Castro le envió ese mismo mes, instándolo a retornar: “En los días en
que aquí parecía inminente una agresión, yo sugerí a varios compañeros la idea
de proponerte que vinieras, idea que realmente resultó estar en la mente de
todos. El Gallego (Manuel Piñeiro) se encargó de sondear tu opinión (por la
carta a Bracero, veo que tú estabas pensando exactamente igual). Pero en estos
precisos instantes ya no podemos hacer planes en ese supuesto, porque, como e
explicaba, nuestra impresión ahora es que de momento no va a ocurrir nada”, en Lois Pérez Leira, op. Cit.
21 Deportado a
Berlín en 1943, fue ejecutado por la Gestapo el 8 de septiembre de ese año.
Estando en prisión escribió Reportaje al pie de la horca, publicado en
1945 una vez finalizada la guerra.
22 Lois Pérez Leira,
op. Cit.
23 Ídem.
24 Ídem.
25 Se trata de los
célebres Cuadernos de Praga, que aún
permanecen en custodia en los depósitos del Departamento Histórico del Consejo
de Estado.
26 Su identidad nunca
fue revelada.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)