lunes, 26 de agosto de 2019

LA VUELTA AL MUNDO EN 96 DÍAS


El Che Guevara desciende del avión durante su escala en Irlanda



Durante su vuelo a Argel, el avión Ilyushin 18 de Cubana de Aviación, matrícula CU-T831, hizo una escala previa en Irlanda. Como era de esperar, en el aeropuerto de Dublin medios de prensa locales hacían vigilia para entrevistar al Che.
En ausencia de un traductor profesional, fue necesario recurrir a una azafata, una bonita joven que acababa de llegar de un vuelo, a quien le preguntaron si podía oficiar de intérprete. La chica aceptó pero fueron tales sus nervios, que le costó bastante hacerse entender. Incluso el mismo Guevara debió ayudarla y hasta crear un clima agradable para tranquilizarla. Y no era para menos. La magnitud del personaje, su carisma, su fama y la particularidad de que ese día se encontraba especialmente agradable, le jugaron en contra a la muchacha. Aún así, salió una nota simpática (no podía ser de otro modo en Irlanda), con un Che risueño y hasta humorístico, que se dio el lujo de hacerle algunas chanzas al periodista.


-¡Para que va a Argelia? – le preguntó el reportero.

-Porque tengo que ir a Argelia –respondió el Che con una amplia sonrisa.

-¿Va a hablar con el señor Ben Bella?

-Probablemente – se limitó a decir, mirando con picardía a la azafata.

-¿De qué va hablar?

-Del tiempo…

La respuesta movió a la risa de los presentes, incluyendo al cronista y la joven traductora. El periodista se refirió a los incidentes que tuvieron lugar fuera del edificio de las Naciones Unidas, en especial el de la mujer armada con un cuchillo y preguntó al respecto.

-Usted vive una vida… muy peligroso… peligrosa –preguntó haciendo un esfuerzo la improvisada intérprete-; la pasada semana en Nueva York, una mujer… ha tirado un… eh…

La muchacha no sabía cómo continuar y en reemplazo de la palabra hizo el gesto de empuñar una daga.

-Sí, atentó – la ayudó el Che, siempre sonriente y afirmando con la cabeza.

-Atentó, sí…-respondió ella aliviada- a usted…

-Sí, sí.

Y al ver que la muchacha quedaba en silencio, el Che inquirió:

-¿Me pregunta?

-Sí, sí –dijo ella.

-No, ojalá todos los peligros fueran como ese –contestó- Yo desearía que todos los peligros fueran como ese porque eso es lo que se llama una payasada.

-¿Uno… uno qué? – preguntó la azafata sin comprender.

-Payasada –respondió el Che gesticulando con ambas manos- a clown.

-Clown… sí – dijo ella traduciendo luego a su compatriota.

El periodista formuló entonces una larga pregunta que hizo sonreír aún más el Che por lo prolongada. Eso lo llevó a posar su mano derecha en el antebrazo de la joven y a preguntarle:

-¿Qué dice?

-En Cuba las cosas no iban bien –transmitió la chica más nerviosa aún.

-¡¡Ahh, el decía, [que] hay muchos disturbios…

-Disturbios, si, si, eso es la palabra, si.

-Problemas – sigue el Che y luego agrega -¿Él hablaba de cuatro qué?

-Oh, yes… cuatro hombres en el govern… govern… en el govermiento – balbuceó la pobre chica, aún más tensa.

-En el gobierno, si – la vuelve a ayudar el Che, siempre risueño.

-Si, en el gobierno.

-¿Que han sido quitados… o presos…?

-Si. Si ha quitadou, ¿no?

-No, no. Hace poco hubo una sustitución, pero yo no se bien a que él se refiere.

La azafata le habló en inglés al el reportero y el Che continuó.

-Porque hay muchos… ¿bolas se llaman?… cuentos…

-Cuentos

-… de la propaganda de los Estados Unidos…

-¡¡Ahhh!!

-…que circulan por aquí, por Europa. Yo no los conozco bien.

Mientras el Che respondía, la azafata traducía.

-Que son circulados por las agencias norteamericanas – agregó el Che y ahí mismo finalizó, pronunciando una breve frase en inglés al periodista.

Tres horas después, reanudó viaje con destino a Argel. Ben Bella volvió a recibirlo como si se tratara de un verdadero hermano árabe, hablando francés y español porque al ser nativo de Marnia, cerca de Orán, antigua posesión hispánica, dominaba ese idioma.
Una vez reunidos, el Che le mencionó las intenciones de Fidel Castro de acoger combatientes adiestrados en la isla y convertir a Argel en base de operaciones de las guerrillas en el continente, así como puerto de entrada y salida de armas, propuesta que el mandatario africano aceptó de inmediato1.
De Argelia el Che pasó a Malí, el antiguo imperio de Tombuctú, la misteriosa ciudad prohibida del desierto, la capital de los 333 Santos, epicentro de sabiduría con su milenaria universidad  y sus numerosas mezquitas, emporio de la sal en la ruta de las caravanas.
Como se sabe, la ciudad fue conquistada para el imperio marroquí por un homónimo del viajero, Diego de Guevara, natural de Almería, quien pasó a la historia con el seudónimo de “Pachá Joder” (Yuder Pachá), conquistador de Níger, vencedor en Tondibi y domador del Sahara.
Tombuctú, milenario centro religioso y cultural del Imperio de Mali

El Che no estuvo ahí, pero le hubiera gustado. Voló sobre el desierto, sobrepasando Timimoun, Reggane, Taoudenni y Araouane, para aterrizar en Bamako, su capital, el 26 de diciembre de 1964. Iba a entrevistarse con su presidente, Modibo Keita, ex militante del RDA (Ressemblement Démocratique Africain), fundado en 1946, pero el mandatario se hallaba de vacaciones en otro lugar y no las interrumpió para encontrarse con el líder cubano2.
Ignorando la afrenta, el Che siguió hacia la República Popular del Congo (ex Congo francés), siempre acompañado por “Papito” Serguera y otros dos funcionarios, únicos pasajeros de aquel vuelo que se posó en Brazaville el domingo 2 de enero de 1965.
Kalfon explica que nadie parecía estar al tanto de su llegada y que ni siquiera la torre de control respondía. La tripulación cubana tocó tierra sin inconvenientes y detuvo el avión frente al edificio principal.
El Che lo observaba todo y tomaba nota mentalmente; estaba explorando el continente, la meta de su próxima misión y quería saberlo todo.
Cuando descendieron la escalerilla, Serguera sujetaba fuertemente su portafolio en cuyo interior llevaba la carta que Fidel Castro le enviaba al presidente Massemba-Debat, proponiendo establecer relaciones diplomáticas.
Durante las conversaciones, el Che habló abiertamente del tema y el mandatario africano aceptó complacido. Departieron largo rato sobre la situación imperante en la región, en especial la del vecino Congo belga, cuya capital, Kinshasa, se encontraba al otro lado del río Congo y cuando el emisario cubano pidió su colaboración para luchar contra los opresores de aquel país, Mombassa-Debat se comprometió a prestarla. Allí entrevistó también al dirigente angoleño Agostinho Neto, quien luchaba en esos momentos contra los dominadores portugueses, a quien le ofreció el envío de asesores militares y armamento, en caso de necesitarlo.
El 7 de enero el Ilyushin 18 despegó con destino a Conakry, la capital de la ex Guinea francesa, donde lo esperaba su máxima autoridad, Sekou Touré.
Guevara tenía especial predilección por aquel mandatario porque era de los pocos que había optado por la independencia total, rechazando la propuesta de  integrar la comunidad de naciones francesa -algo así como una suerte de Commonwealth galo-, organizada por De Gaulle. Libre desde 1958, formaba con Malí y Ghana un eje de estados africanos, organizado en 1961, que resistía todo contacto con occidente. La ayuda que recibía de la Unión Soviética y China se los permitía, de ahí la facilidad de diálogo que tuvieron ambos y su inmediato entendimiento.
Viajaron juntos hasta la frontera con Senegal, para presenciar una representación teatral en francés escrita por Leopold Sedar Senghor, primer mandatario de aquel país. Ahí también se habló de unidad y de lucha; lo hicieron los tres, largo y tendido, antes del espectáculo y una vez finalizado, regresaron a Canakry para seguir dialogando.
En la capital guineana el Che se reunió con Amílcar Cabral, dirigente del Frente de Liberación de Guinea-Bissau (colonia portuguesa), con quien se comprometió a enviar un buque con armas, vía Conakry, operación que supervisaría Serguera en persona, meses después.
El 14 de enero el Che se detuvo en Ghana, la antigua Costa de Oro de los británicos, amiga de China y productor de azúcar como Cuba, cuyo presidente, Kwane Nkrumah, le explicó los motivos de la crisis económica producida por la caída de los precios.
El Che en Ghana, junto a su presidente Kwane Nkrumah y el líder Kojo Botsio.
El primero de los cubanos, a la derecha, es Jorge "Papito" Serguera

Tras conceder una serie de entrevistas a distintos medios y reunirse con el líder de la guerra independentista, Kwane Nkrumah, pasó por vía terrestre a Dahomey (el actual Benín), cruzando previamente Togo, para hablar con su presidente Apithy3. Desde el hotel donde se alojaba, le escribió a su hija mayor, Hildita, detallando los países que había tocado y el lugar donde se encontraba. “Querida, estoy en Dahomey, búscalo en el mapa”4.
Regresó a Accra por el mismo camino y el 25 de enero partió de regreso a Argel, de donde siguió hasta París para ultimar los detalles de un inesperado viaje a la China, que lo había forzado a interrumpir abruptamente el tour por el continente negro.
¿Qué había ocurrido?
En la capital francesa lo esperaban Osmany Cienfuegos, por entonces ministro de la Construcción y Emilio Aragonés, secretario de organización del Partido Unido Revolucionario Socialista (PURS), con un mensaje de Fidel.
Se alojó en un hotel de categoría, el “Vernet”, próximo a los Campos Elíseos y se pasó los dos días siguientes elaborando un plan para la visita. Había que recomponer las relaciones con el gigante asiático y cerrar tratativas de ayuda mutua con la cúpula de su Partido. Aún así, tuvo tiempo de efectuar paseos por la ciudad y hasta se detuvo a comprar algunos libros.
El 3 de febrero, la comitiva cubana fue recibida por Deng Xiao Ping, secretario general del Partido Comunista chino, en lo que fue un encuentro amable pero frío. Luego siguieron una serie de reuniones con el presidente Liu Chao-chi y después el misterio.
El gobierno cubano nunca reveló lo que ocurrió en ese viaje ni cuáles fueron sus resultados, pero se sabe que, aparte de los mencionados encuentros, Mao Tsé Tung se negó a recibirlos, no tanto por desplante al Che, a quien consideraba alguien que hacía las cosas bien, sino a Osmany Cienfuegos, por ciertas declaraciones que había formulado en el pasado5.
Jon Lee Anderson cita palabras de Humberto Vázquez Viaña (hermano de “El Loro)”, dirigente del Partido Comunista Boliviano y opina que todo parece indicar que Mao intentaba forzar al Che a adoptar una posición mucho más pro-china de la que tenía. Richard Gott, analista británico especializado en movimientos revolucionarios latinoamericanos -citado por Anderson-, cree por su parte, que el verdadero motivo de aquella misión fue tratar algunos puntos  y aclarar ciertas cuestiones con la dirigencia china, que en esos momentos patrocinaba a los movimientos revolucionarios en el Congo.
El Che y su comitiva regresaron a París y tras unos días de descanso (que aquel aprovechó para visitar los principales museos), regresó al África dispuesto a reanudar su periplo.
Primero estuvo en Argel; el 11 de febrero voló a El Cairo y ese mismo día se detuvo en Dar es Salaam, donde mantuvo una entrevista con el presidente de aquel país, Julius Nyerere y luego con los dirigentes congoleños, Laurent-Désiré Kabila y Gaston Soumailot, con quienes dialogó largo y tendido.
En aquella visita a la capital de Egipto, parece que el Che le manifestó a Nasser su desilusión con respecto a ciertas cosas, que de momento, no le podía revelar. En la capital de Tanzania lo esperaba Pablo Ribalta, embajador cubano, quien lo acompañó durante toda su estadía en la nación africana.
Dar es Salaam, su capital, le impresionó bien, con su magnífica vista del océano Índico, su puerto natural y su ajetreo tropical. Lo que no le agradó demasiado fueron los líderes congoleños, porque enseguida comprendió que lo que menos deseaban era luchar. Cebados con la buena vida, habían hecho de la ciudad su base de operaciones y se la pasaban más tiempo en hoteles, casinos y burdeles que planificando la guerra contra el imperialismo que los oprimía.
En sus primeros encuentros, tras un viaje relámpago a la isla de Zanzibar, para asistir a las celebraciones por el aniversario de su revolución (12 al 13 de de febrero), el cubano-argentino pidió información sobre la situación del país y luego habló de su apoyo moral y material, sin embargo, según Kalfon, no se dejó engañar por las declaraciones rimbombantes de aquellos revolucionarios de salón que siempre buscaban un pretexto para prolongar las cosas porque habían hecho de ello un negocio lucrativo6.
En eso coincide Anderson al afirmar: “Pero las reuniones iniciales con los revolucionarios africanos decepcionaron al Che” y remite al Primer Acto de Pasajes de la Guerra Revolucionaria: Congo, al reproducir uno de sus pasajes “… había un leitmotiv común en casi todos: vivían cómodamente en los hoteles de Dar es Salaam y generalmente solicitaban ‘entrenamiento militar en Cuba y ayuda monetaria’”7.
Veamos lo que dice el propio Che en sus memorias:

Conocí también a los luchadores congoleses. Desde el primer encuentro pudimos precisar la extraordinaria cantidad de tendencias y opiniones diversas que matizaba al grupo de dirigentes de esta revolución. Hice contacto con Kabila y su Estado Mayor; me produjo una impresión excelente. Decía venir del interior del país. Parece ser que solo venía de Kigoma, poblado tanzanio [sic] sobre el lago Tanganyika y uno de los escenarios principales de esta historia, que servía de punto de partida para cruzar al Congo y también de cómoda vivienda y refugio para los revolucionarios cuando se hastiaban de la azarosa vida en las montañas situadas al otro lado de la faja de agua.
La exposición de Kabila fue clara, concreta y firme; dejó entrever su oposición a Gbenyé y a Kanza y lo poco de acuerdo que estaba con Soumialot. La tesis de Kabila era que no se podía hablar de un Gobierno congolés porque no se había consultado a Mulele, el iniciador de la lucha, y que, por tanto, el presidente solo podía ostentar el título de jefe del Gobierno nororiental del Congo. Con esta afirmación dejaba también fuera de la influencia de Gbenyé su propia zona que era la suroriental y que él lideraba como vicepresidente del partido8.

Guevara comprendió de inmediato que Kabila estaba al tanto de que el enemigo común era Estados Unidos y le pareció verlo predispuesto para la lucha, pero se dio cuenta que era un mentiroso, cuando le dijo venir de regiones que prácticamente no había pisado en su vida y se la pasaba en Kigoma, suerte de Sodoma sub-ecuatorial, sobre la costa tanzana del lago Tanganika, centro de perdición, prostitución y juego. Aún así, habló largamente con él sobre lo que el gobierno cubano consideraba una falta de estrategia para encarar las acciones y ahí mismo le ofreció treinta asesores militares junto con un primer cargamento de armas que al congoleño le iluminaron el rostro. Por supuesto se manifestó totalmente de acuerdo y solicitó que los mismos fuesen enviados lo antes posible, con la condición indispensable que esos instructores fueran negros, para pasar desapercibidos.
Días después, durante las conversaciones con Soumailot, las impresiones del Che fueron otras.

Otro día hablamos con Soumialot. Es un hombre distinto; mucho menos desarrollado políticamente, de mucha más edad, tenía apenas el instinto primario de permanecer callado o hablar muy poco y con frases vagas, con lo cual parecía expresar una gran sutileza de pensamientos, pero por más esfuerzos que hiciera, no podía impresionar como un verdadero conductor de pueblos. Explicó lo que después él mismo ha declarado públicamente: su participación como ministro de Defensa en el Gobierno de Gbenyé, cómo fueron tomados de sorpresa por la acción de este, etc., y también dejó claramente expuesta su oposición a Gbenyé y, sobre todo, a Kanza. A estos últimos no los conocí personalmente, salvo un ligero apretón de manos a Kanza al encontrarnos en un aeropuerto9.

El emisario cubano propuso a su gente organizar una serie de reuniones para esos asuntos con cada dirigente, a los que comenzó a llamar irónicamente “Freedom Figthers”, es decir, combatientes de la libertad. La idea era hacerlas por separado, con cada grupo en particular, pero debido a un error de la embajada cubana, la misma se hizo de manera tumultuosa, con todos los líderes en el mismo recinto; medio centenar o más, de al menos una docena de países, la mayoría divididos por profundas diferencias.
Al Che le costó mucho mantener el hilo de la conversación. Habló de los costos de un programa de entrenamiento en Cuba, del tiempo que ello llevaría y la poca probabilidad de que los mismos fueran efectivos, pero sus palabras fueron mal interpretadas. La mayor parte de los presentes permaneció muda pero algunos de ellos alzaron la voz para increparlo duramente por sus expresiones, argumentando que sus pueblos habían sido martirizados por las potencias imperiales y por esa razón, no los podían obligar a luchar por otro país.

Expliqué nuestra experiencia de la Sierra Maestra, donde lográbamos aproximadamente un soldado de cada cinco reclutas entrenados y uno bueno por cada cinco soldados; argumenté con la mayor vehemencia posible, frente a los exasperados Freedom Fighters, que el dinero invertido en entrenamiento iba a ser en gran parte mal empleado; el soldado no se puede hacer en una academia y menos el soldado revolucionario. Este se hace en la guerra. Puede obtener un título en cualquier centro de estudios, pero su graduación real, como la de un profesional cualquiera, se logra en el ejercicio de la profesión, por su reacción frente a los disparos enemigos, al sufrimiento, a la derrota, al acoso continuo, a las situaciones adversas. Nunca se podía predecir por las afirmaciones, ni aun por la historia anterior del individuo, su reacción frente a todos estos accidentes de lucha en la guerra del pueblo. Por tanto, les propuse que el entrenamiento no se realizara en nuestra lejana Cuba, sino en el Congo cercano, donde se luchaba, no contra un títere cualquiera como era Tshombé, sino contra el imperialismo norteamericano que, en su forma neocolonial, amenaza la recién adquirida independencia de casi todos los pueblos de África o ayuda a mantener subyugadas las colonias. Les hablé de la importancia fundamental que, en nuestro concepto, tenía la lucha de liberación del Congo; una victoria tendría alcance y repercusiones continentales, y también una derrota10.

El Che trató de hacer entender a la audiencia que aquella guerra no revestía un carácter nacional, ni se limitaba a una frontera en especial, sino que se trataba de una acción continental, contra un enemigo común, poderoso y despiadado, pero no hubo caso.
La despedida fue fría, pero el líder cubano salió convencido de que era imperioso actuar cuanto antes y que en el Congo estaba la llave de la revolución permanente que pensaba encabezar en esa parte del mundo.
Su recorrida por los campamentos guerrilleros próximos a la región fronteriza no lo dejó demasiado convencido y eso fue lo que le manifestó a Pablo Ribalta en el avión, cuando regresaban a Egipto.
Ya en El Cairo, el Che le manifestó a Nasser sus planes para el Congo. El dirigente egipcio se mostró escéptico, sobre todo cuando el argentino-cubano le reveló estar dispuesto a dirigir la operación personalmente. Le dijo que iba a ser un error táctico importante y que se equivocaba al pretender cumplir el rol de Tarzán, dirigiendo una horda de guerreros negros.
El Che visita las oficinas del MPLA en el Congo-Brazaville.
A su lado el dirigente angoleño Agostinho Neto 

El 23 de febrero el Che se trasladó nuevamente a Argel, para presentarse en el Segundo Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, donde habló al día siguiente, ante treinta y cinco delegados del bloque socialista y naciones del Tercer Mundo, incluyendo Rusia, China y Vietnam.
Sería su última aparición en público; su actuación postrera, su postrero discurso antes de pasar a la inmortalidad.
Allí se refirió a Rusia, al expresar que la práctica del internacionalismo proletario era un deber contra el enemigo común; manifestó que hablaba en nombre de un país subdesarrollado que al mismo tiempo construía el socialismo y se refirió a los varios frentes de lucha en los que se debía combatir. Tocó también el tema de las diferencias entre países ricos y poderosos y países pobres y explotados y sentenció que era imperioso hacerse del control político para liquidar a las clases explotadoras ya que la segunda fase de la lucha iba a ser más difícil aún. Pero lo más duro fue cuando les reprochó a los países más desarrollados del bloque sacar rédito de su ayuda a las naciones débiles, a quienes cobraban hasta el último céntimo de su asistencia, aún la sanitaria, mientras Cuba cargaba con todos los gastos de su apoyo, sin pedir nada a cambio. Era un dardo directo para la dirigencia del Kremlin y quizás también para la china.
Desde Argelia volvió a Egipto (2 de marzo), para manifestarle a Nasser su decepción con respecto a aquellas actitudes y confirmarle en privado que había decidido comandar personalmente una expedición al Congo. Nasser algo se esperaba ya que Ben Bella había dado su total conformidad y estaba dispuesto a prestar apoyo si era necesario y no insistió en su opinión.
Por invitación del periodista Lofti El Kholi, del diario “Al Ahram”, el Che conoció la noche de El Cairo. En un club nocturno llamado el Albergue de las Pirámides, vio que una joven lo miraba de manera insinuante, sin quitarle los ojos de encima. Sin más se le acercó y le propuso que fuera a su hotel, el Shepheards, para pasar la noche juntos. La muchacha aceptó encantada pero fue necesaria la intervención personal de Guevara, para que su custodia la dejara pasar.
Dos días después, Nasser lo invitó a conocer la gran represa de Assuán, visitó fábricas con él y el 12 de marzo voló a Praga, donde permaneció 48 horas reflexionando prácticamente solo, hasta su regreso a La Habana.
Durante el vuelo sobre el Atlántico, el Che caviló mucho en su butaca, meditando cada momento de su extenso recorrido y pergeñando en su mente, su siguiente misión.
Imágenes
Tres instantáneas de la simpática entrevista en el aeropuerto de Dublin
Chanzas y risas

Ayudando a la intérprete
Amhed Ben Bella, gran aliado de Cuba en África
El Che Guevara junto a Kwane Nkrumah, presidente de Ghana
Junto a líderes africanos en el Congo-Brazaville
Diario irlandés con la nota al Che en el aeropuerto de Dublin
En Tanzania o Dahomey junto a "Papito" Serguera
Notas

1 El Che y Ben Bella acordaron establecer una comandancia en el sector alto de la capital, más precisamente en “Villa Susini”, una fastuosa residencia, utilizada por los franceses como centro de detención y torturas.

2 Apenas se reunió con funcionarios de segunda jerarquía. La prensa local prácticamente ignoró su presencia.

3 Pierre Kalfon, op. Cit., p. 430. El trayecto lo hicieron en automóvil desde Accra, la capital de Ghana, hasta Porto Novo, sede del gobierno de aquel país. El presidente Apithy hizo las veces de guía de turismo, al enseñarles una ciudad lacustre.

4 Ídem. Cita a Hilda Gadea, Años decisivos, Editorial Aguilar, México, p. 211.

5 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 583.

6 Pierre Kalfón, op. cit., p. 434.

7 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 584.

8 Ernesto Che Guevara, Pasajes de la Guerra Revolucionaria: Congo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1999, pp. 35-36.

9 Ídem.

10 Ídem, p. 36-37. 11 Durante el trayecto, el avión hizo escala en Shanon (Irlanda), por desperfectos mecánicos.





Publicado por