lunes, 26 de agosto de 2019

PRIMERAS ACCIONES


Paracaidistas belgas abordan una aeronave


En esos días, llegó al Congo un nuevo contingente cubano, entre quienes se encontraban Harry Villegas (“Pombo”) y Carlos Coello (“Tuma”), dos experimentados combatientes de la campaña de Santa Clara, cuya veneración por el jefe argentino rozaba el fanatismo.

Ni bien desembarcaron en Kibamba, aparecieron por el sudeste seis cazas North American Trojan T-28 y dos Douglas B-26K Contra-invader, ametrallando las posiciones costeras y arrojando cargas de napalm, que incendiaron buena parte del área. Los aparatos también atacaron a las embarcaciones, enviando a pique a una de ellas.
Erasmo Videaux Robles, uno de los recién llegados, apenas tuvo tiempo de arrojarse al suelo y cuando los aviones se alejaban, pudo ver los cuerpos de numerosos congoleños, esparcidos sobre la hierba.
Luego de trepar la ladera hacia Luluabourg, los hombres se encaminaron hacia el campamento, donde hallaron al Che sentado dentro de una choza. Una vez frente a él, se cuadraron, hicieron la venia y procedieron a  dar cuenta de las novedades.

Videaux le entregó al comandante la carga de libros que había solicitado, sus medicamentos, algunos habanos y dos ametralladoras, más un regalo personal de Fidel Castro, el reloj marca Rolex que llevaría consigo hasta sus últimos días.
El ataque de la aviación no era una novedad pero, por primera vez, había causado efectos. Hasta entonces, los aviones apenas se limitaban a disparar a distancia y efectuar bombardeos imprecisos, para alejarse inmediatamente, mientras las antiaéreas apostadas en buen número a lo largo de la costa, abrían fuego, sin demasiado efecto también. Ese día, en cambio, habían matado gente y hasta hundido una barcaza.
Los aviones atacantes solían ser seis, cuatro North American y dos B-26, en la mayoría de los casos, tripulados por pilotos anticastristas que operaban en el Congo desde 1964, pero aquel día eran ocho y mostraron mayor determinación.
Para el Che, las ametralladoras estaban mal emplazadas y pese a cumplir cierto rol en el dispositivo defensivo, comprometían demasiado personal, distrayéndolo de otras tareas.
En Tanzania, mientras tanto, también se producían hechos de importancia. Antes de desaparecer, Muteba le entregó a Kabila el informe del Che y este procedió a contestarlo el día 16.

Camarada, he leído y releído el informe que ha dirigido al hermano Muteba para mi conocimiento. Yo ya le dije Camarada, quiero empezar las emboscadas, el camarada Mundandi le hablará. Permita que una buena cincuentena de camaradas cubanos participen en el ataque del 25 de junio con el rango de combatientes bajo la dirección de Mundandi. Usted es revolucionario, debe soportar todas estas dificultades que hay allí, pues de un instante a otro llegaré. Puede también enviar a Kabimba una buena decena de hombres.
Saludos íntimos. 

                  Kabila


PD: Yo he apreciado el Plan sobre Bendera que Nando me ha hecho ver. Es casi el mismo que nosotros hemos concebido, coraje y paciencia. Yo sé también que Usted sufre de la desorganización pero nosotros hacemos todo por paliarla, es el defecto de la ausencia de dirigentes.
Hasta la vista.

                  Kabila1


Poco después, los cubanos capturaron una embarcación. Como dice Videaux, una acción nunca antes practicada por una guerrilla.
Cerca de la base de Kabimba, “Aly” (Santiago Terry Rodríguez), el matanceño Fernando Aldama (“Falka”) y el santiaguero Germán Carrión (“Mongueso” o “Monguesu”) se encontraban en una emboscada junto a dos compañeros, vigilando el tráfico lacustre entre Kigoma y la costa congoleña, cuando el primero anunció que se retiraba a la base. Se tenían noticias de que embarcaciones de diferente calado traficaban mercadería desde la ciudad tanzana e incluso, del mismo Burundi y que en ellas viajaban mercenarios, dispuestos a unirse a las fuerzas de Tshombe, de ahí la necesidad de neutralizarlos.
Cuando “Aly” partió en dirección al campamento, sus compañeros creyeron sentir la vibración de un motor y pocos minutos después, vieron aparecer un barco que se aproximaba lentamente a la orilla.
Cuando la nave se puso a tiro, los cubanos abrieron fuego, accionando simultáneamente sus fusiles y morteros. La embarcación quedó atrapada, sin poder retroceder y mientras los proyectiles levantaban columnas de agua a su alrededor, izó una bandera blanca en señal de rendición.
Se trataba de una nave espía, en la que, efectivamente, viajaba un mercenario francés, con intenciones de alcanzar las líneas enemigas. Tripulación y pasaje fueron obligados a abordar los botes a remo que traía la embarcación y conducidos hacia la costa junto con la carga de fusiles FAL y Springfield, que traían, el tipo de armamento que utilizaban los mercenarios de Hoare.
Evidentemente el hombre intentaba infiltrarse en la región, portando algún mensaje, de ahí que los congoleños (varios soldados se habían acercado al lugar, atraídos por las explosiones), lo condujesen hasta el campamento a punta de fusil, para entregarlo a sus superiores2.
Los cubanos no podían imaginar el trato que los congoleños le darían al francés. El hombre fue arrojado a un pozo de dos metros de profundidad, excavado  especialmente y quedó, para morir de hambre.
Escuchando Radio Bemba. De izq. a der, Rogelio Oliva (funcionario de la embajada cubana en Tanzania), Víctor Dreke y el Che. Parado detrás "Changa", el almirante del lago (Roberto Sánchez) 

Percatados de semejante barbaridad, los hombres del Che corrieron hacia donde se encontraba el oficial a cargo, para exigirle que liberara al prisionero pues el mismo podía tener información y debía ser interrogado.
El jefe africano les aseguró que así lo haría pero como los caribeños se alejaron sin tomar la precaución de corroborar que la medida fuese cumplida, decidió dejarlo en aquel lugar hasta el día siguiente, cuando apareció muerto. Al saber la novedad, el Che puso el grito en el cielo y se reunió con los comandantes congoleños para exigir los castigos correspondientes y que eso no volviese a suceder.
El 19 de junio aviones Canberra Mk.62 bombardearon y ametrallaron la aldea costera de Kigosi, matando a numerosos pobladores. Desde las salientes contiguas a Kibamba, efectivos cubanos devolvieron el fuego con sus ametralladoras 12.7, forzando a los aparatos a alejarse sin responder.
Ese mismo día, el Che reunió a sus hombres y les transmitió la novedad del ataque a Front de Forces, operación organizada por el alto mando congoleño, en apoyo de los combatientes ruandeses que mandaba Mundandi.

-Mañana por la mañana parten al frente. De momento, yo no puedo ir pues no me dan la orden – les dijo.

En una reunión con Mundandi y otros oficiales, el jefe ruandés brindó detalles del objetivo: una fortaleza importante, protegida por unos 300 askaris y al menos 130 paracaidistas sudafricanos, sito en la carretera a Albertville.
La tropa salió a las 06.00 del 21, al mando de Dreke, con Emilio Mena a cargo del diario de guerra. Cerca de Kayenya, luego de horas de marcha a través de la selva tupida, los alcanzó la noche, por lo que se hizo imperioso detenerse y acampar. Las fogatas que encendieron los congoleños llenaron de espanto a los cubanos porque de esa manera, iban a atraer al enemigo, pero ninguna explicación fue suficiente para hacerles entender que debían apagarlas.
El Che había insistido con ser de la partida pero Kabila ni siquiera se molestó en contestar. Eso lo obligó a permanecer en la base junto a “Kahama” (Suleimán), “Dogna” (Arcadio Benito Hernández Betancourt) y dos enfermos, limitándose a esperar el desarrollo de los acontecimientos.
Dreke avanzaba con la vanguardia en tanto “M’bili”, lo hacía detrás, cerrando la formación. A pedido de los ruandeses, antes de llegar a un caserío, hicieron un primer alto, innecesario para los cubanos, que reanudaron al cabo de una hora, después de saciar su sed.
Atravesaron el villorrio, ante la mirada atónita de los lugareños y continuaron a través de la selva, intentando hacer el menor ruido posible.
Durante la marcha, sintieron sonidos a sus espaldas, prueba de que la aviación estaba llevando a cabo ataques y por esa razón, se decidió el envío de un explorador para ver de qué se trataba. El hombre partió a la carrera y su regreso, al día siguiente, trajo la novedad de que las descargas estaban dirigidas a algunos barquichuelos y puntos distantes del litoral y no hacia el campamento.
Al llegar la noche decidieron acampar, tomando precauciones para evitar las serpientes. En ese punto se incorporó Mundandi, con quien siguieron, al día siguiente, hasta el campamento ruandés.
Los cubanos pudieron determinar que esa gente no hablaba swahili sino tutsi, pero había un congoleño que dominaba el portugués y eso les sirvió bastante.
Los ruandeses los recibieron con abrazos y risas, con la tropa formada en un claro de la selva. Eran hombres altos y delgados, que lucían uniformes verde obscuro, provistos de fusiles y media docena de bazookas, además de ametralladoras con trípode.
Junto a un grupo de milicianos y pobladores

Mundandi dividió la columna en dos y despachó una hacia Makungo, para reforzar la tropa de Calixte, jefe de ese frente.
Entonces empezaron las charlas y dilaciones. Los cubanos deseaban aguardar la llegada de otro contingente, entre quienes se encontraba “Sultán” (combatiente cubano sin identificar), el artillero que tenía a su cargo el cañón chino de 75 mm y así se lo plantearon al ruandés.
El 26, Dreke partió a explorar los alrededores, acompañado por “Inne” (Norberto Pío Pichardo). La recorrida los condujo hasta el campamento enemigo, donde a través de sus binoculares pudieron apreciar sus edificaciones, alambrados, trincheras, zanjas y parte del personal (incluso algunos blancos), además de unas naves que el cubano, en sus memorias, no específica que eran.
A su regreso nueva reunión con Mundandi durante la cual, los cubanos dibujaron sobre la tierra el plano de la unidad militar y en base al mismo, planificaron el ataque.
Ese mismo día, llegó un refuerzo de siete cubanos, entre ellos “Sultán” y junto a ellos, partieron a ocupar los puntos escogidos durante la planificación en los caminos de Albertville y Lulimba. Las emboscadas estarían a cargo de “Inne” y “Mafu” (Catalino Olachea de la Torre), en tanto Dreke situaría el puesto de mando y la posta sanitaria 600 metros detrás, la última a cargo de “Anga”4.
Cuando al día siguiente, 28 de junio, el oficial ruandés anunció el asalto, treinta de sus hombres decidieron desertar. Zakarías, su capitán, los obligó a desvestirse, les quitó las armas, les propinó unos golpes y valiéndose de los cubanos, los retuvo a punta de pistola hasta después de la incursión.
El Che explica que Front de Forces -también llamado Front Bendera-, estaba ubicado junto a la central hidroeléctrica del mismo nombre, edificada sobre las márgenes del río Kimbi, con su toma de agua prácticamente en las montañas que controlaban los ruandeses.
El poblado se dividía en dos, el sector antiguo, anterior a la central y el nuevo, donde se hallaban las poderosas turbinas, a metros de lo que parecía ser un parrio militar con más de ochenta casas.

El río Kimbi es una de las defensas naturales que tiene y estaba convenientemente reforzado por trincheras que habían sido muy superficialmente exploradas antes del ataque. Cuenta con un campo para aviones menores. Se calculaba que podría haber allí un batallón de 500 a 700 hombres del enemigo, y a cuatro kilómetros, en el entronque con la carretera que va a Albertville, existía una agrupación de tropas especiales y se decía que estaba allí la escuela de cadetes o una escuela de preparación militar5.

El plan de ataque contemplaba la captura de la toma de agua que alimentaba las turbinas, a cargo de “Ishirine” (Martín Chibás González, oriundo de Las Villas); el teniente “Azi”, que no era otro que Israel Reyes, el “Braulio” de la campaña boliviana, se desplazaría al frente de otro grupo, para atacar las posiciones fortificadas más allá del río Kimbi, casi donde comenzaba la montaña; por el centro avanzaría el teniente “Azima” (Camilo Cárdenas), conduciendo a un grupo de runadeses, con quienes debía apoderase del aeropuerto y desde ese punto, unirse a la sección de “Azi”; “Mafu” cerraría el paso a posibles refuerzos provenientes de Lulimba e “Inne” se posicionaría cubriendo el acceso a Albertville, con “Sultán” a cargo del cañón de 75 mm y los morteros.
Dreke situó el puesto de mando junto al de Mundandi, sobre las laderas, al otro lado del río y desde allí pensaría a coordinar las acciones, asistido por “Papi” (“M’bili”), “Anga”, “Saba” y “Paulu” (combatiente cubano sin identificar).
El punto flaco del dispositivo era la maniobra que “Inne” debía realizar, avanzando sobre un área completamente inexplorada y desconocida, lo que implicaba un gran riesgo.
“Azima” se ubicó en uno de los laterales, para atacar desde allí mientras “Azi” ubicaba su mortero con el cañón y la ametralladora pesada a 300 metros del objetivo.
La operación Front de Forces fue realmente un desastre. Cuando la tropa combinada aguardaba el momento de iniciar el ataque, a un ruandés se le escapó un disparo y eso quebró el factor sorpresa, poniendo en alerta al enemigo.
Se desató de ese modo, un infierno de balas y explosiones que comenzaron a hacer estragos en las filas rebeldes. La mitad de los ruandeses arrojó sus armas y salió corriendo, dejando a los cubanos prácticamente solos. El resto, se limitó a agotar la munición, manteniendo oprimido el gatillo de sus ametralladoras para arrojándolas a un lado una vez agotaba la munición y huir detrás de sus compañeros.
Mercenarios sudafricanos

En plena desbandada, varios africanos cayeron abatidos en tanto los caribeños intentaban contener la embestida, sufriendo dos heridos de consideración.
“Inne” intentó cumplir su misión de bloquear la carretera pero su guía africano se quedó paralizado y no quiso seguir avanzando.
A las 10.00 a “Azi” apenas le quedaban cuatro ruandeses; a las 12.00 debió replegarse 25 metros, dejando sobre el terreno dos muertos y tres heridos y media hora después, retrocedió hasta donde se encontraban emplazados el cañón y el mortero, luego de enviarle un mensajero a “Moja” (Víctor Dreke), solicitando instrucciones.
Las mismas llegaron cerca de las 13.00 e indicaban desmontar las piezas (cañón, mortero y ametralladoras) y dejar solo un grupo de hombres para contener a los askaris por si intentaban cruzar el río.
“Inne” y su grupo fueron los que llevaron la peor parte. Sorprendidos en un sitio inapropiado y sin el guía que debía orientarlos, se lanzaron por el camino de Albertville para intentar montar una nueva emboscada, topándose de frente con el cuartel, justo en donde se encontraba la Academia Militar. Los cubanos no esperaban fuego nutrido y menos, que los askaris estuviesen fuera del perímetro de la unidad, esperándolos.
El intercambio de disparos fue en extremo violento; “Inne” recibió un tiro en cada pierna y varios más en los brazos, cayendo pesadamente al suelo. Aún en esa situación, logró gritarle a “Kawawa” (combatiente cubano sin identificar) para que se hiciera cargo de la sección, en especial la ametralladora pesada, pero un proyectil de mortero estalló cerca de aquel, matándolo en el acto.
Al ver el cuadro de situación, el capitán Crisógenes Vinajeras (“Ansurune”), quien revestía como segundo de “Inne”, corrió junto al teniente Ballester (“Inge”), desesperado por socorrer a su jefe, pero fueron alcanzados por las balas enemigas y cayeron muertos.
“Inne” también murió, a pesar de sus compañeros, presas de la desesperación por rescatarlo.
Pese a que los ruandeses habían salido corriendo, los proyectiles enemigos alcanzaron a Compañí y mataron a varios más.
Viendo aquel estado de cosas, Dreke envió a “Papi” (“M’bili”) y “Saba” (el Seis), a la primera línea, para ver que había sido de la sección de “Azima” y hacerle llegar a “Azi”, la orden de retroceder.
En su avance, “Papi” logró ver a los ruandeses cuando huían despavoridos y al enemigo muy bien posicionado, un cuadro desalentador que sin duda, lo trajo a la realidad.
Recién a las 08.20 se pudo confirmar que “Inne” había muerto y que el descalabro era completo, ello por boca de un ruandés que había mantenido su posición.
Cuando “Papi” llegó al lugar, encabezando un pelotón de veinte efectivos, se encontró con “Mafu” bien instalado en su emboscada, acompañado por “Sultán”, “Kasambala”, “Ahili” (ambos combatientes cubanos) y lo que quedaba de la sección de “Inne”, devolviendo el fuego con determinación.
Justo en ese momento en el puesto de Dreke apareció “Azima”, acompañado por otros dos cubanos y un par de ruandeses, quienes al ser interrogados, explicaron que sus compañeros se habían dado a la fuga al verse “perseguidos por un elefante”. Sin perder tiempo, Dreke le envió un mensaje al Che para informarlo de la situación y le indicó a “Azima” que tratase de establecer una nueva emboscada cerca del río.
Prácticamente a punta de fusil, “Papi” logró reunir a unos cuarenta ruandeses prófugos y los obligó a marchar hacia la emboscada de “Inne” pero en el camino varios escaparon.

-¡Párense ahí – les gritó indignado, apuntándoles con su fusil- párense ahí!

Pero esa gente estaba realmente aterrada.
El cuadro era desolador. A esa altura, los rebeldes habían perdido dieciocho hombres, cuatro cubanos y catorce ruandeses, entre estos un hermano de Mundandi, al menos el doble se encontraban heridos y casi el total de los nativos había arrojado sus armas y escapado.
Por el lado de Katenga, la situación no era mejor. Los ciento sesenta efectivos congoleños que comandaba “Nane”, no demostraron mejor predisposición que los que acompañaban a Dreke en Front de Forces.
De movida, durante el avance, sesenta de ellos se dieron a la fuga y de los que quedaron, sacando a los cubanos y unos pocos ruandeses, el resto no llegó a disparar un solo tiro. Quienes lo hicieron, cerraban los ojos y oprimían el gatillo sin soltarlo hasta agotar la carga, apuntando casi siempre al aire. Los askaris y mercenarios blancos respondieron con descargas de morteros calibre 60, provocando numerosas bajas y la consabida estampida de combatientes africanos.
En su desesperación, “Nane” recogió la bazooka que un congolés acababa de arrojar y apuntando a una caseta próxima a la entrada, disparó, alcanzando de lleno en su estructura.
Los morteros del enemigo mataron a ocho congoleños y espantaron al resto, que huyó aterrado, arrojando sus armas.
A “Nane” no le quedó más remedio que retirarse, dejando en el campo cinco muertos y setenta y tres heridos.
En determinado momento, llegó un ruandés lesionado, informando que todos los cubanos habían muerto; detrás de él hizo lo propio “Sita” (el “Siete”, hermano mellizo de “Saba”), arrastrando a otro africano que había sido alcanzado por las balas y detrás otro más, con una nota de “Azi”, informando que se hallaba empeñado en combate.
Las fuerzas de Tshombe repelen el ataque cubano en Front de Forces

“Sita” estaba muy angustiado porque al ser perseguido por los askaris, había dejado el cuerpo del ruandés muerto, junto al río y eso lo tenía mal (fueron necesarias algunas palabras de su jefe para calmarlo).
Al medio día llegó un segundo comunicado de “Azi”, dando cuenta que la situación era insostenible y media hora después (12.30), aparecieron dos aviones provenientes del oeste, provocando una nueva estampida de ruandeses. Los aparatos viraron a la altura del cuartel, dieron algunas vueltas y se alejaron sin disparar, ni arrojar cargas explosivas.
Dreke decidió desplazar el puesto de mando, dejando en el lugar a Pablo, en compañía de dos ruandeses que habían demostrado determinación a la hora del combate. Lo hizo hacia el noreste, en forma escalonada, hasta alcanzar una loma ubicada 600 metros detrás, donde mandó emplazar las defensas en forma de círculo.
A las 18.00, “Papi” solicitó refuerzos para bloquear la carretera pero una rápida conversación con Mundandi, puso al descubierto la dura situación que dominaba las filas de aquella patética fuerza: sus hombres se negaban a pelear y eso los dejaba sin reservas.
No quedaba otra salida y por esa razón, se le mandó decir (a “Papi”), que iniciase el repliegue. El cubano envió a su gente hacia el puesto de mando pero él permaneció en la emboscada, acompañado por cuatro o cinco hombres, intentando ubicar los cuerpos de sus hombres.
En esas estaba cuando se topó con la posición de “Mafu”, en el entronque de la carretera de Albertville con el camino de la costa. Intercambiaron impresiones y en vista de la situación, decidieron retroceder hacia el puesto de mando, convencidos que no quedaba otra alternativa.
La llegada de la noche sorprendió a los cubanos desperdigados por el terreno, con varios de ellos intentando reagruparse.
A las 04.00 del 30 de junio, apenas se sostenía la emboscada de “Azi”, muy cerca del río, situación que llevó a Dreke a plantearle a Mundandi la retirada. A las 18.00 de ese mismo día, la tropa cubana y lo poco que quedaba de la milicia ruandesa iniciaron cautelosamente el repliegue, buscando cobertura en el interior de la espesura.
“Azi” recibió instrucciones de hacer lo propio pues a esa altura, apenas contaba con cinco hombres, todos caribeños: “Ansali”, “Achali”, “Ajili”, “Andala” y “Almari” y de esa manera, el 2 de julio la fuerza rebelde retrocedía en masa, intentando mantener el orden. Desde el nuevo puesto de mando, Dreke hizo un balance de la situación mientras se escuchaba a Radio Moscú dando cuenta del ataque. El peligro lo constituían ahora los helicópteros, que comenzaron a sobrevolar el lugar y aterrizar en el cuartel, para volver a despegar a los pocos minutos.
Los cubanos creyeron que estaban evacuando heridos y retirando los cadáveres de mercenarios blancos pero de ello no existe ninguna constancia.
A esa altura, el enemigo ya había dado con los cuerpos de varios combatientes y los había despojado de mochilas y pertenencias, incluyendo valiosa documentación hallada en su interior de sus alforjas. Lo más importante fue el diario de “Ansurune” (combatiente cubano sin identificar), algo que violaba las reglas impuestas por el Che. Eso, les dio la pauta, tanto a la gente de Tshombe como a los mercenarios de Hoare, que efectivamente, había extranjeros entre las fuerzas que combatían al gobierno (Radio Moscú lo había anunciado) y que la mayoría eran caribeños, enviados por Fidel Castro. Un error táctico que  a la larga tendría sus consecuencias.
Como asegura Dreke en sus memorias, los cubanos habían roto la paz armada establecida por los congoleños. Ellos estaban bien equipados pero se mantenían en sus hogares, con sus familias, sin combatir.
Ahora habría guerra, una guerra de verdad, más cuando las fuerzas del régimen gobernante habían experimentado la muerte de cuatro oficiales y varios soldados, algunos de ellos blancos.

Documentos de la CIA se refieren al Che en 1965

Notas
1 Ernesto Che Guevara, Pasajes de la Guerra Revolucionaria: Congo, op. Cit. p. 54.
2 Por indicación del Che, el barco fue escondido en un punto no determinado del litoral congoleño y fue utilizado como correo para llevar y traer desde Kigoma, mensajes, personal, provisiones y armas. Tres meses después, fue atacado por la aviación, pereciendo toda su tripulación, integrada exclusivamente por congoleños. Como no se llegó a hundir, fue capturado por los belgas y llevado hasta Albertville, a remolque de una lancha.
3 Paco Ignacio Taibo I, Froilán Escobar, Félix Guerra, op. Cit., p. 93.
4 Combatiente cubano, había sido radarista en el Escambray.
5 Paco Ignacio Taibo I, Froilán Escobar, Félix Guerra, op. Cit., p. 109.

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