PRIMERAS ACCIONES
Paracaidistas belgas abordan una aeronave |
En esos días, llegó al Congo un nuevo contingente cubano, entre quienes se encontraban Harry Villegas (“Pombo”) y Carlos Coello (“Tuma”), dos experimentados combatientes de la campaña de Santa Clara, cuya veneración por el jefe argentino rozaba el fanatismo.
Ni bien
desembarcaron en Kibamba, aparecieron por el sudeste seis cazas North American
Trojan T-28 y dos Douglas B-26K Contra-invader, ametrallando las posiciones
costeras y arrojando cargas de napalm, que incendiaron buena parte del área.
Los aparatos también atacaron a las embarcaciones, enviando a pique a una de
ellas.
Erasmo
Videaux Robles, uno de los recién llegados, apenas tuvo tiempo de arrojarse al
suelo y cuando los aviones se alejaban, pudo ver los cuerpos de numerosos
congoleños, esparcidos sobre la hierba.
Luego
de trepar la ladera hacia Luluabourg, los hombres se encaminaron hacia el
campamento, donde hallaron al Che sentado dentro de una choza. Una vez frente a
él, se cuadraron, hicieron la venia y procedieron a dar cuenta de las novedades.
Videaux
le entregó al comandante la carga de libros que había solicitado, sus
medicamentos, algunos habanos y dos ametralladoras, más un regalo personal de
Fidel Castro, el reloj marca Rolex que llevaría consigo hasta sus últimos días.
El
ataque de la aviación no era una novedad pero, por primera vez, había causado
efectos. Hasta entonces, los aviones apenas se limitaban a disparar a distancia
y efectuar bombardeos imprecisos, para alejarse inmediatamente, mientras las
antiaéreas apostadas en buen número a lo largo de la costa, abrían fuego, sin
demasiado efecto también. Ese día, en cambio, habían matado gente y hasta
hundido una barcaza.
Los
aviones atacantes solían ser seis, cuatro North American y dos B-26, en la
mayoría de los casos, tripulados por pilotos anticastristas que operaban en el
Congo desde 1964, pero aquel día eran ocho y mostraron mayor determinación.
Para el
Che, las ametralladoras estaban mal emplazadas y pese a cumplir cierto rol en
el dispositivo defensivo, comprometían demasiado personal, distrayéndolo de
otras tareas.
En
Tanzania, mientras tanto, también se producían hechos de importancia. Antes de
desaparecer, Muteba le entregó a Kabila el informe del Che y este procedió a
contestarlo el día 16.
Camarada, he leído y releído
el informe que ha dirigido al hermano Muteba para mi conocimiento. Yo ya le
dije Camarada, quiero empezar las emboscadas, el camarada Mundandi le hablará.
Permita que una buena cincuentena de camaradas cubanos participen en el ataque
del 25 de junio con el rango de combatientes bajo la dirección de Mundandi.
Usted es revolucionario, debe soportar todas estas dificultades que hay allí,
pues de un instante a otro llegaré. Puede también enviar a Kabimba una buena
decena de hombres.
Saludos íntimos.
Kabila
PD: Yo he apreciado el Plan
sobre Bendera que Nando me ha hecho ver. Es casi el mismo que nosotros hemos
concebido, coraje y paciencia. Yo sé también que Usted sufre de la
desorganización pero nosotros hacemos todo por paliarla, es el defecto de la
ausencia de dirigentes.
Hasta la vista.
Kabila1
Poco
después, los cubanos capturaron una embarcación. Como dice Videaux, una acción
nunca antes practicada por una guerrilla.
Cerca
de la base de Kabimba, “Aly” (Santiago Terry Rodríguez), el matanceño Fernando
Aldama (“Falka”) y el santiaguero Germán Carrión (“Mongueso” o “Monguesu”) se
encontraban en una emboscada junto a dos compañeros, vigilando el tráfico
lacustre entre Kigoma y la costa congoleña, cuando el primero anunció que se
retiraba a la base. Se tenían noticias de que embarcaciones de diferente calado
traficaban mercadería desde la ciudad tanzana e incluso, del mismo Burundi y
que en ellas viajaban mercenarios, dispuestos a unirse a las fuerzas de
Tshombe, de ahí la necesidad de neutralizarlos.
Cuando
“Aly” partió en dirección al campamento, sus compañeros creyeron sentir la
vibración de un motor y pocos minutos después, vieron aparecer un barco que se
aproximaba lentamente a la orilla.
Cuando
la nave se puso a tiro, los cubanos abrieron fuego, accionando simultáneamente
sus fusiles y morteros. La embarcación quedó atrapada, sin poder retroceder y
mientras los proyectiles levantaban columnas de agua a su alrededor, izó una
bandera blanca en señal de rendición.
Se
trataba de una nave espía, en la que, efectivamente, viajaba un mercenario
francés, con intenciones de alcanzar las líneas enemigas. Tripulación y pasaje
fueron obligados a abordar los botes a remo que traía la embarcación y
conducidos hacia la costa junto con la carga de fusiles FAL y Springfield, que
traían, el tipo de armamento que utilizaban los mercenarios de Hoare.
Evidentemente
el hombre intentaba infiltrarse en la región, portando algún mensaje, de ahí
que los congoleños (varios soldados se habían acercado al lugar, atraídos por
las explosiones), lo condujesen hasta el campamento a punta de fusil, para
entregarlo a sus superiores2.
Los
cubanos no podían imaginar el trato que los congoleños le darían al francés. El
hombre fue arrojado a un pozo de dos metros de profundidad, excavado especialmente y quedó, para morir de hambre.
Percatados de semejante barbaridad, los hombres del Che corrieron hacia donde se encontraba el oficial a cargo, para exigirle que liberara al prisionero pues el mismo podía tener información y debía ser interrogado.
Escuchando Radio Bemba. De izq. a der, Rogelio Oliva (funcionario de la embajada cubana en Tanzania), Víctor Dreke y el Che. Parado detrás "Changa", el almirante del lago (Roberto Sánchez) |
Percatados de semejante barbaridad, los hombres del Che corrieron hacia donde se encontraba el oficial a cargo, para exigirle que liberara al prisionero pues el mismo podía tener información y debía ser interrogado.
El jefe
africano les aseguró que así lo haría pero como los caribeños se alejaron sin
tomar la precaución de corroborar que la medida fuese cumplida, decidió dejarlo
en aquel lugar hasta el día siguiente, cuando apareció muerto. Al saber la
novedad, el Che puso el grito en el cielo y se reunió con los comandantes
congoleños para exigir los castigos correspondientes y que eso no volviese a
suceder.
El 19
de junio aviones Canberra Mk.62 bombardearon y ametrallaron la aldea costera de
Kigosi, matando a numerosos pobladores. Desde las salientes contiguas a
Kibamba, efectivos cubanos devolvieron el fuego con sus ametralladoras 12.7,
forzando a los aparatos a alejarse sin responder.
Ese
mismo día, el Che reunió a sus hombres y les transmitió la novedad del ataque a
Front de Forces, operación organizada por el alto mando congoleño, en apoyo de
los combatientes ruandeses que mandaba Mundandi.
-Mañana
por la mañana parten al frente. De momento, yo no puedo ir pues no me dan la
orden – les dijo.
En una
reunión con Mundandi y otros oficiales, el jefe ruandés brindó detalles del
objetivo: una fortaleza importante, protegida por unos 300 askaris y al menos
130 paracaidistas sudafricanos, sito en la carretera a Albertville.
La
tropa salió a las 06.00 del 21, al mando de Dreke, con Emilio Mena a cargo del
diario de guerra. Cerca de Kayenya, luego de horas de marcha a través de la
selva tupida, los alcanzó la noche, por lo que se hizo imperioso detenerse y
acampar. Las fogatas que encendieron los congoleños llenaron de espanto a los
cubanos porque de esa manera, iban a atraer al enemigo, pero ninguna
explicación fue suficiente para hacerles entender que debían apagarlas.
El Che
había insistido con ser de la partida pero Kabila ni siquiera se molestó en
contestar. Eso lo obligó a permanecer en la base junto a “Kahama” (Suleimán),
“Dogna” (Arcadio Benito Hernández Betancourt) y dos enfermos, limitándose a
esperar el desarrollo de los acontecimientos.
Dreke
avanzaba con la vanguardia en tanto “M’bili”, lo hacía detrás, cerrando la
formación. A pedido de los ruandeses, antes de llegar a un caserío, hicieron un
primer alto, innecesario para los cubanos, que reanudaron al cabo de una hora,
después de saciar su sed.
Atravesaron
el villorrio, ante la mirada atónita de los lugareños y continuaron a través de
la selva, intentando hacer el menor ruido posible.
Durante
la marcha, sintieron sonidos a sus espaldas, prueba de que la aviación estaba
llevando a cabo ataques y por esa razón, se decidió el envío de un explorador
para ver de qué se trataba. El hombre partió a la carrera y su regreso, al día
siguiente, trajo la novedad de que las descargas estaban dirigidas a algunos
barquichuelos y puntos distantes del litoral y no hacia el campamento.
Al
llegar la noche decidieron acampar, tomando precauciones para evitar las
serpientes. En ese punto se incorporó Mundandi, con quien siguieron, al día
siguiente, hasta el campamento ruandés.
Los
cubanos pudieron determinar que esa gente no hablaba swahili sino tutsi, pero
había un congoleño que dominaba el portugués y eso les sirvió bastante.
Los
ruandeses los recibieron con abrazos y risas, con la tropa formada en un claro
de la selva. Eran hombres altos y delgados, que lucían uniformes verde obscuro,
provistos de fusiles y media docena de bazookas, además de ametralladoras con
trípode.
Mundandi dividió la columna en dos y despachó una hacia Makungo, para reforzar la tropa de Calixte, jefe de ese frente.
Junto a un grupo de milicianos y pobladores |
Mundandi dividió la columna en dos y despachó una hacia Makungo, para reforzar la tropa de Calixte, jefe de ese frente.
Entonces
empezaron las charlas y dilaciones. Los cubanos deseaban aguardar la llegada de
otro contingente, entre quienes se encontraba “Sultán” (combatiente cubano sin
identificar), el artillero que tenía a su cargo el cañón chino de 75 mm y así
se lo plantearon al ruandés.
El 26,
Dreke partió a explorar los alrededores, acompañado por “Inne” (Norberto Pío
Pichardo). La recorrida los condujo hasta el campamento enemigo, donde a través
de sus binoculares pudieron apreciar sus edificaciones, alambrados, trincheras,
zanjas y parte del personal (incluso algunos blancos), además de unas naves que
el cubano, en sus memorias, no específica que eran.
A su
regreso nueva reunión con Mundandi durante la cual, los cubanos dibujaron sobre
la tierra el plano de la unidad militar y en base al mismo, planificaron el
ataque.
Ese
mismo día, llegó un refuerzo de siete cubanos, entre ellos “Sultán” y junto a
ellos, partieron a ocupar los puntos escogidos durante la planificación en los
caminos de Albertville y Lulimba. Las emboscadas estarían a cargo de “Inne” y
“Mafu” (Catalino Olachea de la Torre), en tanto Dreke situaría el puesto de
mando y la posta sanitaria 600 metros detrás, la última a cargo de “Anga”4.
Cuando
al día siguiente, 28 de junio, el oficial ruandés anunció el asalto, treinta de
sus hombres decidieron desertar. Zakarías, su capitán, los obligó a desvestirse,
les quitó las armas, les propinó unos golpes y valiéndose de los cubanos, los
retuvo a punta de pistola hasta después de la incursión.
El Che
explica que Front de Forces -también llamado Front Bendera-, estaba ubicado
junto a la central hidroeléctrica del mismo nombre, edificada sobre las
márgenes del río Kimbi, con su toma de agua prácticamente en las montañas que
controlaban los ruandeses.
El
poblado se dividía en dos, el sector antiguo, anterior a la central y el nuevo,
donde se hallaban las poderosas turbinas, a metros de lo que parecía ser un
parrio militar con más de ochenta casas.
El
río Kimbi es una de las defensas naturales que tiene y estaba
convenientemente
reforzado por trincheras que habían sido muy superficialmente exploradas
antes del ataque. Cuenta con un campo para aviones menores.
Se calculaba que podría haber allí un batallón de 500 a 700 hombres del
enemigo, y a cuatro kilómetros, en el entronque con la carretera que va a
Albertville, existía una agrupación de tropas especiales y se decía que
estaba
allí la escuela de cadetes o una escuela de preparación militar5.
El plan
de ataque contemplaba la captura de la toma de agua que alimentaba las
turbinas, a cargo de “Ishirine” (Martín Chibás González, oriundo de Las
Villas); el teniente “Azi”, que no era otro que Israel Reyes, el “Braulio” de
la campaña boliviana, se desplazaría al frente de otro grupo, para atacar las
posiciones fortificadas más allá del río Kimbi, casi donde comenzaba la
montaña; por el centro avanzaría el teniente “Azima” (Camilo Cárdenas),
conduciendo a un grupo de runadeses, con quienes debía apoderase del aeropuerto
y desde ese punto, unirse a la sección de “Azi”; “Mafu” cerraría el paso a
posibles refuerzos provenientes de Lulimba e “Inne” se posicionaría cubriendo
el acceso a Albertville, con “Sultán” a cargo del cañón de 75 mm y los
morteros.
Dreke
situó el puesto de mando junto al de Mundandi, sobre las laderas, al otro lado
del río y desde allí pensaría a coordinar las acciones, asistido por “Papi”
(“M’bili”), “Anga”, “Saba” y “Paulu” (combatiente cubano sin identificar).
El
punto flaco del dispositivo era la maniobra que “Inne” debía realizar,
avanzando sobre un área completamente inexplorada y desconocida, lo que
implicaba un gran riesgo.
“Azima”
se ubicó en uno de los laterales, para atacar desde allí mientras “Azi” ubicaba
su mortero con el cañón y la ametralladora pesada a 300 metros del objetivo.
La
operación Front de Forces fue realmente un desastre. Cuando la tropa combinada
aguardaba el momento de iniciar el ataque, a un ruandés se le escapó un disparo
y eso quebró el factor sorpresa, poniendo en alerta al enemigo.
Se
desató de ese modo, un infierno de balas y explosiones que comenzaron a hacer
estragos en las filas rebeldes.
La mitad
de los ruandeses arrojó sus armas y salió corriendo, dejando a los cubanos prácticamente
solos. El resto, se limitó a agotar la munición, manteniendo oprimido el
gatillo de sus ametralladoras para arrojándolas a un lado una vez agotaba la
munición y huir detrás de sus compañeros.
En plena desbandada, varios africanos cayeron abatidos en tanto los caribeños intentaban contener la embestida, sufriendo dos heridos de consideración.
Mercenarios sudafricanos |
En plena desbandada, varios africanos cayeron abatidos en tanto los caribeños intentaban contener la embestida, sufriendo dos heridos de consideración.
“Inne”
intentó cumplir su misión de bloquear la carretera pero su guía africano se
quedó paralizado y no quiso seguir avanzando.
A las
10.00 a “Azi” apenas le quedaban cuatro ruandeses; a las 12.00 debió replegarse
25 metros, dejando sobre el terreno dos muertos y tres heridos y media hora
después, retrocedió hasta donde se encontraban emplazados el cañón y el
mortero, luego de enviarle un mensajero a “Moja” (Víctor Dreke), solicitando
instrucciones.
Las
mismas llegaron cerca de las 13.00 e indicaban desmontar las piezas (cañón,
mortero y ametralladoras) y dejar solo un grupo de hombres para contener a los
askaris por si intentaban cruzar el río.
“Inne”
y su grupo fueron los que llevaron la peor parte. Sorprendidos en un sitio
inapropiado y sin el guía que debía orientarlos, se lanzaron por el camino de
Albertville para intentar montar una nueva emboscada, topándose de frente con
el cuartel, justo en donde se encontraba la Academia Militar. Los cubanos no
esperaban fuego nutrido y menos, que los askaris estuviesen fuera del perímetro
de la unidad, esperándolos.
El
intercambio de disparos fue en extremo violento; “Inne” recibió un tiro en cada
pierna y varios más en los brazos, cayendo pesadamente al suelo. Aún en esa
situación, logró gritarle a “Kawawa” (combatiente cubano sin identificar) para
que se hiciera cargo de la sección, en especial la ametralladora pesada, pero
un proyectil de mortero estalló cerca de aquel, matándolo en el acto.
Al ver
el cuadro de situación, el capitán Crisógenes Vinajeras (“Ansurune”), quien
revestía como segundo de “Inne”, corrió junto al teniente Ballester (“Inge”),
desesperado por socorrer a su jefe, pero fueron alcanzados por las balas
enemigas y cayeron muertos.
“Inne”
también murió, a pesar de sus compañeros, presas de la desesperación por
rescatarlo.
Pese a
que los ruandeses habían salido corriendo, los proyectiles enemigos alcanzaron
a Compañí y mataron a varios más.
Viendo
aquel estado de cosas, Dreke envió a “Papi” (“M’bili”) y “Saba” (el Seis), a la
primera línea, para ver que había sido de la sección de “Azima” y hacerle
llegar a “Azi”, la orden de retroceder.
En su
avance, “Papi” logró ver a los ruandeses cuando huían despavoridos y al enemigo
muy bien posicionado, un cuadro desalentador que sin duda, lo trajo a la
realidad.
Recién
a las 08.20 se pudo confirmar que “Inne” había muerto y que el descalabro era
completo, ello por boca de un ruandés que había mantenido su posición.
Cuando
“Papi” llegó al lugar, encabezando un pelotón de veinte efectivos, se encontró
con “Mafu” bien instalado en su emboscada, acompañado por “Sultán”,
“Kasambala”, “Ahili” (ambos combatientes cubanos) y lo que quedaba de la
sección de “Inne”, devolviendo el fuego con determinación.
Justo
en ese momento en el puesto de Dreke apareció “Azima”, acompañado por otros dos
cubanos y un par de ruandeses, quienes al ser interrogados, explicaron que sus
compañeros se habían dado a la fuga al verse “perseguidos por un elefante”. Sin
perder tiempo, Dreke le envió un mensaje al Che para informarlo de la situación
y le indicó a “Azima” que tratase de establecer una nueva emboscada cerca del
río.
Prácticamente
a punta de fusil, “Papi” logró reunir a unos cuarenta ruandeses prófugos y los
obligó a marchar hacia la emboscada de “Inne” pero en el camino varios
escaparon.
-¡Párense
ahí – les gritó indignado, apuntándoles con su fusil- párense ahí!
Pero
esa gente estaba realmente aterrada.
El
cuadro era desolador. A esa altura, los rebeldes habían perdido dieciocho
hombres, cuatro cubanos y catorce ruandeses, entre estos un hermano de
Mundandi, al menos el doble se encontraban heridos y casi el total de los
nativos había arrojado sus armas y escapado.
Por el
lado de Katenga, la situación no era mejor. Los ciento sesenta efectivos
congoleños que comandaba “Nane”, no demostraron mejor predisposición que los
que acompañaban a Dreke en Front de Forces.
De
movida, durante el avance, sesenta de ellos se dieron a la fuga y de los que
quedaron, sacando a los cubanos y unos pocos ruandeses, el resto no llegó a
disparar un solo tiro. Quienes lo hicieron, cerraban los ojos y oprimían el
gatillo sin soltarlo hasta agotar la carga, apuntando casi siempre al aire. Los
askaris y mercenarios blancos respondieron con descargas de morteros calibre
60, provocando numerosas bajas y la consabida estampida de combatientes
africanos.
En su
desesperación, “Nane” recogió la bazooka que un congolés acababa de arrojar y
apuntando a una caseta próxima a la entrada, disparó, alcanzando de lleno en su
estructura.
Los
morteros del enemigo mataron a ocho congoleños y espantaron al resto, que huyó
aterrado, arrojando sus armas.
A
“Nane” no le quedó más remedio que retirarse, dejando en el campo cinco muertos
y setenta y tres heridos.
En
determinado momento, llegó un ruandés lesionado, informando que todos los
cubanos habían muerto; detrás de él hizo lo propio “Sita” (el “Siete”, hermano
mellizo de “Saba”), arrastrando a otro africano que había sido alcanzado por
las balas y detrás otro más, con una nota de “Azi”, informando que se hallaba
empeñado en combate.
“Sita” estaba muy angustiado porque al ser perseguido por los askaris, había dejado el cuerpo del ruandés muerto, junto al río y eso lo tenía mal (fueron necesarias algunas palabras de su jefe para calmarlo).
Las fuerzas de Tshombe repelen el ataque cubano en Front de Forces |
“Sita” estaba muy angustiado porque al ser perseguido por los askaris, había dejado el cuerpo del ruandés muerto, junto al río y eso lo tenía mal (fueron necesarias algunas palabras de su jefe para calmarlo).
Al
medio día llegó un segundo comunicado de “Azi”, dando cuenta que la situación
era insostenible y media hora después (12.30), aparecieron dos aviones
provenientes del oeste, provocando una nueva estampida de ruandeses. Los
aparatos viraron a la altura del cuartel, dieron algunas vueltas y se alejaron
sin disparar, ni arrojar cargas explosivas.
Dreke
decidió desplazar el puesto de mando, dejando en el lugar a Pablo, en compañía
de dos ruandeses que habían demostrado determinación a la hora del combate. Lo
hizo hacia el noreste, en forma escalonada, hasta alcanzar una loma ubicada 600
metros detrás, donde mandó emplazar las defensas en forma de círculo.
A las
18.00, “Papi” solicitó refuerzos para bloquear la carretera pero una rápida
conversación con Mundandi, puso al descubierto la dura situación que dominaba
las filas de aquella patética fuerza: sus hombres se negaban a pelear y eso los
dejaba sin reservas.
No
quedaba otra salida y por esa razón, se le mandó decir (a “Papi”), que iniciase
el repliegue. El cubano envió a su gente hacia el puesto de mando pero él
permaneció en la emboscada, acompañado por cuatro o cinco hombres, intentando
ubicar los cuerpos de sus hombres.
En esas
estaba cuando se topó con la posición de “Mafu”, en el entronque de la
carretera de Albertville con el camino de la costa. Intercambiaron impresiones
y en vista de la situación, decidieron retroceder hacia el puesto de mando,
convencidos que no quedaba otra alternativa.
La
llegada de la noche sorprendió a los cubanos desperdigados por el terreno, con
varios de ellos intentando reagruparse.
A las
04.00 del 30 de junio, apenas se sostenía la emboscada de “Azi”, muy cerca del
río, situación que llevó a Dreke a plantearle a Mundandi la retirada. A las
18.00 de ese mismo día, la tropa cubana y lo poco que quedaba de la milicia
ruandesa iniciaron cautelosamente el repliegue, buscando cobertura en el
interior de la espesura.
“Azi”
recibió instrucciones de hacer lo propio pues a esa altura, apenas contaba con
cinco hombres, todos caribeños: “Ansali”, “Achali”, “Ajili”, “Andala” y
“Almari” y de esa manera, el 2 de julio la fuerza rebelde retrocedía en masa,
intentando mantener el orden. Desde el nuevo puesto de mando, Dreke hizo un
balance de la situación mientras se escuchaba a Radio Moscú dando cuenta del
ataque. El peligro lo constituían ahora los helicópteros, que comenzaron a
sobrevolar el lugar y aterrizar en el cuartel, para volver a despegar a los
pocos minutos.
Los
cubanos creyeron que estaban evacuando heridos y retirando los cadáveres de
mercenarios blancos pero de ello no existe ninguna constancia.
A esa
altura, el enemigo ya había dado con los cuerpos de varios combatientes y los
había despojado de mochilas y pertenencias, incluyendo valiosa documentación
hallada en su interior de sus alforjas. Lo más importante fue el diario de
“Ansurune” (combatiente cubano sin identificar), algo que violaba las reglas
impuestas por el Che. Eso, les dio la pauta, tanto a la gente de Tshombe como a
los mercenarios de Hoare, que efectivamente, había extranjeros entre las
fuerzas que combatían al gobierno (Radio Moscú lo había anunciado) y que la
mayoría eran caribeños, enviados por Fidel Castro. Un error táctico que a la larga tendría sus consecuencias.
Como
asegura Dreke en sus memorias, los cubanos habían roto la paz armada
establecida por los congoleños. Ellos estaban bien equipados pero se mantenían
en sus hogares, con sus familias, sin combatir.
Ahora
habría guerra, una guerra de verdad, más cuando las fuerzas del régimen
gobernante habían experimentado la muerte de cuatro oficiales y varios soldados,
algunos de ellos blancos.
Notas
1 Ernesto Che Guevara,
Pasajes de la Guerra Revolucionaria:
Congo, op. Cit. p. 54.
2 Por indicación del
Che, el barco fue escondido en un punto no determinado del litoral congoleño y
fue utilizado como correo para llevar y traer desde Kigoma, mensajes, personal,
provisiones y armas. Tres meses después, fue atacado por la aviación, pereciendo
toda su tripulación, integrada exclusivamente por congoleños. Como no se llegó
a hundir, fue capturado por los belgas y llevado hasta Albertville, a remolque
de una lancha.
3 Paco Ignacio Taibo
I, Froilán Escobar, Félix Guerra, op. Cit., p. 93.
4 Combatiente cubano,
había sido radarista en el Escambray.
5 Paco Ignacio Taibo
I, Froilán Escobar, Félix Guerra, op. Cit., p. 109.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)