RECONOCIENDO EL TERRENO
(Imagen portada del libro Teoponte, la otra guerrilla guevarista en Bolivia de Gustavo Rodríguez Ostria) |
La
mañana del 1 de febrero, Monje se reunió brevemente con el Che y le comunicó
que se retiraba. Por la tarde, Guevara reunió a sus hombres y les explicó la
situación, dejando claro que pese a la traición del PC boliviano, estaba
dispuesto a seguir adelante. Luego arregló con “Tania” su viaje a la Argentina1
y finalmente dejó establecidas las pautas para la constitución de la nueva red
de apoyo, vital para el sostén de la guerrilla.
En
lo que a ese punto respecta, el comandante lo tenía todo planeado. Rodolfo
Saldaña, Humberto Rhea Clavijo y Loyola Guzmán deberían permanecer en La Paz,
esta última a cargo de las finanzas, en tanto en Camiri, haría lo propio su
hermana Vicenta y en Santa Cruz de la Sierra el agente encubierto Calvimonte,
todo eso mientras “Mito”, recorría Sucre buscando un lugar adecuado donde
instalarse. Inmediatamente después, “Coco” viajaría a Santa Cruz para reunirse
con Olga Vaca Marchetti, hermana de Lorgio (“Carlos”) y encomendarle la
recepción de otros tres combatientes que llegarían desde La Habana.
No
dice una palabra el Che en su diario, sobre la masacre del 22 de enero
perpetrada por la Guardia Nacional nicaragüense contra los manifestantes de la
Unión Nacional Opositora, sobre la av. Roosevelt esquina Calle Sudoeste de
Managua, junto al Banco Nacional, con su saldo de muertos y heridos que aún hoy
no se ha podido determinar, ni de la denuncia efectuada por el “The New York
Times”, el 14 de enero, en cuanto a que el ejército de los Estados Unidos
estaba llevando a cabo experimentos secretos de guerra biológica. Tampoco hace ninguna
alusión al discurso pronunciado por Fidel Castro durante la gran parada militar
que tuvo lugar en La Habana el 2 de enero, con motivo del VIII aniversario de
la Revolución ni al inminente Tratado del Espacio Exterior que la Unión
Soviética estaba a punto de firmar con Estados Unidos y Gran Bretaña. El
aislamiento y la gran cantidad de tareas tenían su mente alejada de los sucesos
internacionales.
La noche del 26 de enero de 1967, un grupo de
personas encabezado por “Coco” Peredo, se detuvo en las inmediaciones del
segundo campamento, en espera de una señal. A los cubanos que les salieron al
encuentro, les llamó la atención una muchacha menuda, de rasgos indios, que
lucía uniforme de combate; era Loyola Guzmán Lara, militante de la Juventud Comunista
Boliviana y estudiante de Filosofía, con la que se había establecido contacto para
organizar una red urbana clandestina en caso de ser necesario aplicar un plan
B.
Junto con Loyola llegaron Moisés Guevara y
algunos de los dirigentes mineros que éste representaba, recientemente
separados del partido maoista de Oscar Zamora Medinacelli. Venían desde Camiri
en dos vehículos, bajo la guía de “Coco” y debieron caminar un trecho
prolongado a través de la selva porque los mismos, siguiendo las consignas
establecidas por el Che, debían ser abandonados a la vera del camino, para
evitar que alguien pudiese detectarlos.
La señal que el grupo esperaba en medio de la
espesura era una contraseña, la misma que pronunciaron unas sombras que se
recortaron en la obscuridad.
Según recuerda Loyola, “Ellos
también salieron del campamento
central para encontrarnos en un punto intermedio [se refiere al Che y los
guerrilleros]. El Che se reunió con cada
uno individualmente y después en conjunto para explicarnos cuál era el
proyecto, cuáles eran las perspectiva”2.
Al comandante la muchacha le causó buena
impresión. “Es muy joven y suave, pero se
le nota una cabal determinación. Está a punto de ser expulsada de la juventud,
pero tratan de lograr su renuncia”3.
Como explicaría la muchacha muchos años después, ya
en el campamento, el Che se reunió con cada uno individualmente y después en
forma conjunta, para explicarles cual eran su proyecto y sus perspectivas. La
militante estaba algo fascinada por la presencia del argentino y enseguida
comprendió su plan.
El no creía que iba a ser una lucha corta, jamás
habló de uno o dos años. Inclusive nos dijo que para el caso de Bolivia
deberíamos esperar por lo menos unos quince años hasta que se concretara algo.
El proyecto de él era venir a la Argentina. El no pensaba quedarse en Bolivia,
para él su meta era Argentina. Nos lo dijo varias veces. Porque su idea era
establecer columnas que luego se dirigirían a liberar Perú, Brasil y Argentina4.
El Che le dio a Loyola las instrucciones para los
cuadros de la naciente red urbana, le confió el control de las finanzas y le
entregó $70.000 para que se manejara. Al Dr. Walter Pareja Fernández lo nombró
jefe de la organización y mandó a “Rodolfo” a incorporarse a la guerrilla lo
antes posible. También le envió instrucciones a “Iván” (mensaje D. VI) y le
ordenó a “Coco” vender el jeep aunque sin perder la comunicación con la finca.
El grupo partió al día siguiente, por la noche,
quedando establecido que Moisés Guevara regresaría el 14 de febrero con el
primer contingente de combatientes y “Coco”, quien debía llevarlos de regreso a
Camiri, continuaría hasta Santa Cruz de la Sierra para desprenderse del jeep.
La
brigada internacionalista había dedicado todo el mes de enero a la organización
del campamento central, acondicionando sus puntos de apoyo -entiéndase por ello
las cuevas, túneles y galerías destinadas a ocultar el arsenal-, reforzando sus
defensas, construyendo puestos de vigilancia, trincheras y senderos e incluso
adaptando lugares para montar emboscadas. Esos trabajos, junto a las patrullas
que se venían realizando desde noviembre, habían fogueado a los hombres,
poniéndolos en estado para la campaña que se avecinaba.
Fue
así como el Che decidió emprender una prolongada expedición hasta el río
Rosita, 60 kilómetros al norte del campamento a través de un territorio hostil
y desconocido, para completar la adaptación de sus hombres a los rigores de la
geografía y tomar una idea del área de operaciones. Pero lo que debía ser una
expedición de veintitrés días de duración se prolongó cuarenta y ocho,
desgastando al personal y hasta cobrándose las primeras vidas.
El Che Guevara con Loyola Guzmán |
Quedaban
en el campamento, “Antonio”, “Aniceto”, el “Ñato” y “Camba”, quienes tendrían a
su cargo la vigilancia y recibir a los cuadros que fuesen llegando desde La
Paz.
El
general Gary Prado Salmón detalla el planeamiento y los objetivos de este
recorrido:
1- Procurar la adaptación de los hombres a la vida de campaña (sed, falta de
alimentos, largas caminatas, escaso descanso, etc.).
2- Formación de la base de apoyo campesino e identificación de posibles áreas
donde poder organizar la base de apoyo del ELN5.
3- Conocer mejor el terreno bajo su influencia para complementar la información
disponible en la cartografía existente6.
A
dos días de marcha, se percibieron las primeras dificultades; “Joaquín” en la
retaguardia demoró un tanto el desplazamiento por problemas con su mochila y lo
mismo ocurrió con el “Médico”, cuarenta y ocho horas después, al evidenciar
fatiga y falta de adaptación.
En
la mañana del 3 de febrero se abatió sobre la columna un diluvio torrencial que
la tuvo aferrada al terreno hasta las 08.00. Los hombres debieron valerse de
sogas para atravesar vados y áreas pantanosas y recién a las 10.00 llegaron a
un arroyo, al que en un primer momento confundieron el río Frías.
Continuaron
sin novedades Ñancahuazu arriba, hasta el 5 por la mañana, cuando se toparon
con los primeros indicios de presencia humana: una yegua y un potrillo, novedad
que los obligó a hacer un alto para analizar la situación y estudiar los
siguientes pasos. El Che quería evitar lugares poblados y por esa razón decidió
aguardar, tratando de dilucidar si se encontraban en Iripití o en la
confluencia con el Saladillo7.
En
esas estaban cuando llegó “Pachungo” desde la vanguardia, para informar que
algo más adelante había un gran río, mucho más caudaloso que el Ñancahuazu y
que el camino se hallaba despejado.
Se
trataba del Río Grande8, en esos momentos bastante crecido por la
lluvia del 3 de febrero, novedad produjo alegría e incluso tranquilidad porque
evidenciaba que se encontraban en ruta; sin embargo, el hallazgo de huellas
humanas los obligó a efectuar un detenido análisis que luego de un intercambio
de opiniones, les permitió determinar su antigua data, disipando, de ese modo,
todo tipo de temor.
Decidieron
pasar la noche ahí y explorar ambos lados del Ñancahuazu, tratando de ubicar
algún paso por donde cruzar. Las comunicaciones entre el cuerpo central y la
vanguardia se hacían a través de la radio cada una hora y los altos para
reponer fuerzas, cada cuatro o cinco.
El
6 fue un día de descanso, que el Che aprovechó para organizar dos patrullas, la
Nº 1 al mando de “Joaquín”, debía buscar un paso a través del Río Grande en
dirección este y la Nº 2, al de “Marcos”, lo mismo en sentido contrario.
La
primera partió a hora temprana y además de su jefe, la integraban Walter y el
“Médico”; la segunda lo hizo inmediatamente después, con “Aniceto” y el “Loro”
complementando la formación.
Regresaron
al cabo de varias horas, con las siguientes novedades: según “Joaquín”, había
caminado 8 kilómetros sin encontrar ningún sitio para efectuar el cruce aún
cuando había un vado que en otras circunstancias posibilitaría hacerlo;
“Marcos” por su parte, llegó a la conclusión de que su camino no conducía a
ningún lado pero había lugares alternativos por donde se podía pasar.
En
vista de ello, el Che tomó la radio y le ordenó a “Pachungo” que con “Inti” y
“Alejandro” intentasen el cruce mientras él se replegaba con el grueso de la
tropa hasta un sitio más apropiado, distante a un kilómetro de su posición, en
espera de novedades.
A la mañana siguiente los guerrilleros comenzaron a construir una balsa bajo la supervisión de “Marcos”, la que según apuntó el Che en su diario, quedó excesivamente grande y poco maniobrable; aún así, pasado el mediodía, se trasladaron con ella hasta el lugar señalado y a las 14.30 comenzaron la operación9.
Estableciendo contacto con la vanguardia |
A la mañana siguiente los guerrilleros comenzaron a construir una balsa bajo la supervisión de “Marcos”, la que según apuntó el Che en su diario, quedó excesivamente grande y poco maniobrable; aún así, pasado el mediodía, se trasladaron con ella hasta el lugar señalado y a las 14.30 comenzaron la operación9.
La
primera en cruzar fue la vanguardia, al mando de “Marcos”; lo hizo en dos
viajes sin mayores inconvenientes, seguida por la primera sección del cuerpo
central, con parte de la carga del Che.
La
gente desde ambas orillas, vio como los hombres llegaban al otro lado y echaban
pie a tierra pero cuando la embarcación emprendía el regreso, el “Rubio” Suárez
Mayol calculó mal y la corriente la arrastró aguas abajo, sin que nadie pudiera
hacer nada para recuperarla.
La
balsa pegó contra unas rocas y sus restos se desperdigaron por el río a gran
velocidad. Sin perder tiempo, Joaquín comenzó a construir otra que recién
estuvo lista a las 21.00, por lo que cualquier intento de atravesar la
corriente a esa hora hubiese implicado un riesgo.
Como
en ese momento no llovía y las aguas estaban bajando, el Che creyó prudente
esperar y completar la operación al día siguiente.
De
ses modo, la brigada guerrillera quedó dividida en dos, la vanguardia y media
sección del centro en la ribera norte y la retaguardia con el resto (Guevara,
“Tuma”, “Inti”, “Urbano” y “Alejandro”) al sur10.
Una
vez más durmieron bajo las estrellas, el Che y “Tumaini” en el suelo con el
resto en hamacas y al despuntar el 8 de febrero reiniciaron la maniobra,
finalizando casi tres horas después.
Ya
con toda la brigada al otro lado del río, el comandante mandó ocultar la balsa
y reanudar la marcha, abriéndose paso a machete por un camino en extremo
accidentado, mientras ascendían lentamente el terreno en pendiente. Recién a
las 18.00 llegaron a un sitio contiguo a un arroyo y allí acamparon, agotados y
hambrientos. Las huellas de calzados, así como la de varios animales, uno de
ellos un caballo, fue la prueba de que el sector acababa de ser transitado.
El
9 de febrero tomaron contacto por primera vez con los pobladores del lugar, dos
niños, hijos de un joven campesino de la región llamado Honorato Rojas -un
sujeto de quien volveremos a oír más adelante-, padre de seis vástagos y hombre
en extremo humilde, quien pese a su rusticidad, recibió a “Inti” y “Papi” de
manera cordial. El hombre les proporcionó algo de información y hasta les
vendió dos puercos que los guerrilleros asaron mientras preparaban algo de
huminta, un plato típico de la región que se elaborado sobre la base de maíz.
Al
día siguiente, el Che en persona fue a visitar al campesino, haciéndose pasar
por ayudante de “Inti”. Quería más información y para ello fue necesario
actuar, pero la cortedad de Peredo no le facilitó demasiado las cosas. Al
hombre de campo le llamó la atención que quien se decía asistente de su patrón
llevase la voz cantante y éste mantuviese una actitud sumisa, en extremo
secundaria.
A
Guevara, Rojas le pareció peligroso porque lo creía capaz de delatar su
presencia, sin embargo, logró sacarle algunos nombres que les podían ser útiles
a lo largo de la marcha y consiguió algo más de alimento.
La
columna pasó la noche junto al camino que conducía desde la casa de Rojas hasta
la de un tal Montaño, hacia donde se dirigieron al día siguiente para
establecer contacto con él.
En
este punto, los diarios del Che y “Pombo” parecen decir cosas distintas. Según
el primero, cuando “Inti” y el “Loro” llegaron al rancho (16.00), no hallaron a
nadie. Regresaron más tarde (cerca de las 22.00) y encontraron al hijo de 16
años, completamente borracho y algo agresivo. Venía de la casa de Evaristo
Caballero, alcalde de Arenales, al otro lado del río (donde se había pescado la
“tranca”) y al parecer, no podía coordinar mucho. Hubo que esperar hasta el día
siguiente para confirmar que su progenitor se hallaba de viaje y que la zona
baja se encontraba a solo una legua de allí.
“Pombo”
apenas dice que a Montaño no lo encontraron pero sí a su hijo de 20 años, quien
se asombró mucho al ver sus hamacas y les pidió de regalo el utensilio que
utilizaban para moler el maíz.
El
mismo 13 de febrero la columna guerrillera se desplazó hacia un campo de
mazorcas contiguo a un arroyo, intentando eludir la casa de otro poblador,
Nicolás Pérez, hombre de cierta importancia, propietario de las tierras, porque
su hija estaba de novia con un oficial (o suboficial) del ejército.
Pasaron
todo el 14 allí, recibiendo constantemente al hijo de Montaño, que les traía
información sobre gente que iba y venía cruzando el río y al llegar la noche,
recibieron un extenso mensaje de La Habana dando cuenta de la visita a Cuba de
Jorge Kolle Cueto y otras menudencias.
En
cuanto a lo primero, el dirigente boliviano manifestó no conocer los alcances
continentales de la operación que encabezaba el Che; dijo que dado el mismo,
estaban todos dispuestos a cooperar y que ni bien regresase a su país, se
encaminaría a la zona de operaciones para unirse a la guerrilla junto con Simón
Reyes y Humberto Ramírez, integrantes de la mesa directiva del partido11.
El otro punto importante del comunicado era el referido viaje de Regis Debray (“Dantón”, “Debré” o el “Francés”) a La Paz, a donde llegaría el 23 de ese mes para alojarse en alguna de las casas operativas de la nueva red urbana12.
El Che durante la prolongada expedición al río Rosita |
El otro punto importante del comunicado era el referido viaje de Regis Debray (“Dantón”, “Debré” o el “Francés”) a La Paz, a donde llegaría el 23 de ese mes para alojarse en alguna de las casas operativas de la nueva red urbana12.
Algo
que dejó preocupado a Guevara fue la reaparición de “Mercy”, quien alegaba
haber perdido todo el dinero en un robo, novedad que lo llevó a pensar
erróneamente –lo mismo a la gente de La Habana– en una malversación.
El
15 de febrero el grueso de la columna llegó a la casa de Miguel Pérez, hermano
de Nicolás, el terrateniente, quien al presentarse, los invitó a pasar y les
explicó que si bien trabajaba para aquel, era explotado como cualquier otro
peón. El Che lo notó más predispuesto a colaborar y eso lo tranquilizó. Estaban
a 720 metros de altura sobre el nivel del mar, en una saliente sobre el río,
que corría 50 metros debajo, un punto inadecuado y bastante incómodo aunque
seguro en lo que a miradas indiscretas se refiere. El comandante ordenó acampar
ahí, a cubierto entre la vegetación, pero al cabo de una hora, el aguacero que
se abatió sobre la región lo decidió a cambiar de posición13.
Llovió
todo el 17 y eso obligó a los combatientes a permanecer en el lugar, en espera
de una mejoría del clima. Mientras eso acontecía, el Che envió a “Marcos,
“Miguel” y “Braulio” en busca del tan ansiado camino al río Rosita y se detuvo
a analizar los próximos pasos.
Los
exploradores regresaron por la tarde, con la novedad de que algo más adelante
había un firme despejado, por el que se podía pasar.
Reanudaron
la marcha al día siguiente (18 de febrero), con los macheteros delante,
abriendo camino, e “Inti” en malas condiciones porque le había caído mal la
cena. Ascendiendo lentamente, alcanzaron el firme (14.00) y una hora después,
acamparon en una aguada situada a 960 metros de altura. “Marcos” partió
acompañado por “Tuma” en misión de exploración y regresó horas después con la
mala nueva de que la senda terminaba abruptamente en unos precipicios cortados
a pico y por consiguiente, era imposible descender.
Al
Che no le quedó más remedio que desandar el camino, bajar nuevamente hasta el
arroyo y buscar una nueva ruta. Al no hallarla, envió a “Miguel” y “Aniceto”,
para intentar dar con algún sendero pero regresaron al cabo de un tiempo para
informar que por ese lado el problema persistía. Los farallones eran muy
abruptos y no permitían el paso. Se encontraban atascados en la Serranía de San
Marcos, el tramo más dificultoso de todo el recorrido y si querían cumplir con
los plazos, necesitaban encontrar urgentemente una vía que les permitiese salir
de allí lo antes posible.
El
20 de febrero se hallaban prácticamente en el mismo lugar; “Miguel” y “Braulio”
perdieron el rumbo al intentar dar con el arroyuelo que corría contiguo al
maizal (aquel junto al cual habían acampado el día 13) y “Pombo” con “Rolando”
se toparon con nuevos despeñaderos que cortaban toda posibilidad de
desplazamiento.
Siguiendo
el curso del arroyo, la columna guerrillera volvió a ascender la pendiente
hasta dar con unos pozos de agua extremadamente fríos, imposibles de ser
franqueados. El Che le ordenó al “Loro” explorar hacia adelante en tanto
“Joaquín” y “Braulio” hacían lo propio por la retaguardia mientras él los
esperaba en ese punto.
Como
el primero regresó con la novedad de que algo más adelante el arroyo si bien se
ensanchaba, era menos profundo, decidió reemprender la marcha sin esperar al
resto de los exploradores.
El
cruce llevó buena parte del día 22 ya que fue necesario practicar el desmonte y
eso llevó demasiado tiempo. Acababan de alcanzar el nacimiento del arroyo que
desembocaba en el Masicuri hacia el sur y se encontraban a 1180 metros sobre el
nivel del mar.
Al
día siguiente el Che tuvo un severo ataque de asma que lo mantuvo prácticamente
inmovilizado. “Tuma”, “Braulio” y “Marcos” trabajaron toda la mañana con sus
machetes, quitando incluso algunas piedras del camino mientras el resto
esperaba en el campamento, intentando recobrar energías.
Valiéndose
de su diminuto manual de códigos, el Che y sus colaboradores aprovecharon la
oportunidad para descifrar un nuevo mensaje cifrado, y de esa manera supieron
que Debray había recibido el mensaje que Guevara le había dejado antes de
partir.
Reanudaron
la marcha al mediodía, bajo un sol abrasador, intentando alcanzar una loma
señalada por el mapa, decisión que le provocó al Che la pérdida momentánea del
conocimiento. Al verlo tambalear, sus hombres corrieron a socorrerlo y cuando
se repuso, pudo comprobar que la topografía no se correspondía con la carta que
llevaban.
La
altura máxima de la zona está a 1,420 m.; de allí se domina una amplia zona
incluido el Río Grande, la desembocadura del Ñancahuazu y una parte de Rosita.
La topografía es distinta de la que marca el mapa: luego de una clara línea
divisoria, se baja abruptamente a una especie de meseta arbolada de 8 a 10
kilómetros de ancho en cuyo extremo corre el Rosita; luego se eleva otro macizo
con alturas equivalentes a la de esta cadena y a lo lejos se ve el llano14.
Después
de estudiar detenidamente el mapa, acordaron descender la pendiente hasta un
arroyo que conducía al Río Grande y continuar desde allí al Rosita. Anochecía
cuando novecientos metros más adelante, levantaron un nuevo vivac,
imposibilitados de seguir avanzando por el agotamiento y la falta de agua.
A
esa altura, algunos hombres comenzaron a dar señales de alteración, sobre todo
“Marcos”, quien se mostraba excesivamente irritable y mal predispuesto con
algunos compañeros.
A
la mañana siguiente amaneció nublado, algo que vino a facilitar los trabajos de
desmonte; sin embargo, llegado el mediodía, los macheteros debieron ser
reemplazados y cinco horas después acamparon en un claro contiguo al arroyo.
A
las 14.00 llovió un poco y eso les permitió cargar las cantimploras y reponer
fuerzas. “Marcos” y “Urbano” habían salido a explorar y cuando regresaron,
informaron que el río corría por delante, a un par de kilómetros, pero el
camino era muy malo y terminaba en un lodazal.
El
Che apuntó en su diario que el 25 de febrero fue un día negro por las numerosas
dificultades que se presentaron; “Marcos” equivocó el rumbo y pasaron la mañana
tratando de retomarlo; a las 14.00 se perdió la comunicación con la vanguardia,
que acababa de ser relevada y a las 18.00 se reanudó la comunicación, para
poner en evidencia que las tensiones iban en aumento.
“Pachungo”
se puso en contacto con el Che y le informó que acababa de tener un duro
altercado con “Marcos” quien, al parecer, lo había amenazado con un machete y
hasta le había golpeado la cara con el mango. Incluso parece que cuando el
“denunciante” amenazó con abandonar la vanguardia, aquel lo zarandeó hasta
romperle la ropa. Fue necesario que él mismo interviniese para poner fin al
asunto, llamando a “Inti” y “Rolando” para escuchar sus versiones. Ambos
cuadros parecieron coincidir en cuanto a lo del machete, pero en ningún momento
vieron que “Marcos” golpeara a “Pachungo” en el rostro y además, éste se había
mostrado bastante díscolo y altanero durante buena parte del trayecto.
El Che habló con ambos al día siguiente, les advirtió sobre su comportamiento y luego reunió a toda la gente para darle una lección de disciplina y autocontrol, de lo que significaba llegar a destino (el río Rosita), sobre los sufrimientos que les esperaban y finalizó advirtiendo que las discusiones entre cubanos debían cesar en ese mismo momento, dado que eran justamente ellos quienes debían dar el ejemplo. Luego criticó a “Pinares”, es decir, “Marcos”, por su actitud y se llevó a un costado a “Pachungo” para advertirle que un incidente más como aquel, producto de su bravuconería y dictaminaría su baja deshonrosa de la guerrilla. Había desobedecido la orden de un superior (“Marcos”) y le había mentido a él, inventando lo del golpe, eso sin contar el abandono del equipo de radio que hizo en determinado momento. “Se puso bravo –apuntaría “Pachungo” en su diario- por demorar en informar”.
Un alto en la selva |
El Che habló con ambos al día siguiente, les advirtió sobre su comportamiento y luego reunió a toda la gente para darle una lección de disciplina y autocontrol, de lo que significaba llegar a destino (el río Rosita), sobre los sufrimientos que les esperaban y finalizó advirtiendo que las discusiones entre cubanos debían cesar en ese mismo momento, dado que eran justamente ellos quienes debían dar el ejemplo. Luego criticó a “Pinares”, es decir, “Marcos”, por su actitud y se llevó a un costado a “Pachungo” para advertirle que un incidente más como aquel, producto de su bravuconería y dictaminaría su baja deshonrosa de la guerrilla. Había desobedecido la orden de un superior (“Marcos”) y le había mentido a él, inventando lo del golpe, eso sin contar el abandono del equipo de radio que hizo en determinado momento. “Se puso bravo –apuntaría “Pachungo” en su diario- por demorar en informar”.
Acto
seguido, se dirigió a los bolivianos, indicándoles dirigirse a él en caso de
sentirse incapaces de continuar en la guerrilla pues nadie iba a ser retenido
contra su voluntad; a aquellos que lo solicitasen se los licenciaría en el acto
y se les permitiría regresar a sus casas, sin contratiempos.
Poco
después reanudaron la marcha en busca del Río Grande, ignorantes de la tragedia
que se avecinaba.
Desde
el día anterior la columna venía descendiendo por un acantilado excesivamente
empinado, soportando numerosas caídas y tropezones. Después de reunirse con la
vanguardia, reanudaron el avance y al cabo de seis horas, llegaron a un arroyo
cubierto de vegetación, en especial palmitos15, con los que, escasos
como estaban de agua y alimentos, pudieron alimentarse.
El
26 de febrero fue un día negro para la guerrilla. En su marcha hacia el Río
Grande, el Che notó que “Benjamín” se estaba retrasado y tenía dificultades con
la mochila. Le indicó a “Urbano” que fuera a advertirle sobre la pérdida de
parte de su carga y en momentos en que este desandaba el camino para cumplir la
orden, el joven boliviano hizo un movimiento brusco y cayó al agua, que en esos
momentos estaba bastante torrentosa. Como no sabía nadar, la corriente comenzó
a arrastrarlo en tanto sus compañeros (el Che entre ellos), corrían por la
playa para socorrerlo.
Desesperado,
el inexperto combatiente comenzó a agitar los brazos pidiendo ayuda
desesperadamente pero todo fue en vano. El primero en quitarse la ropa y
arrojarse al río fue “Rolando”, excelente nadador, pero sus esfuerzos por
alcanzarlo fueron en vano.
Al
ver desaparecer a “Benjamín” bajo las aguas, el cubano se sumergió para
intentar auxiliarlo pero el muchacho no volvió a emerger. Quienes estaban en la
orilla ayudaron a “Rolando” a salir del agua y mientras lo hacían observaban a
la distancia, esperando en vano ver reaparecer al infortunado voluntario16.
Era
un muchacho débil y absolutamente inhábil, pero con gran voluntad de vencer; la
prueba fue más fuerte que él, el físico no lo acompañó y tenemos ahora nuestro
bautismo de muerte a orilla del Río Grande, de una manera absurda17.
Los
consternados combatientes decidieron acampar en el lugar y después de racionar,
se echaron a descansar, silenciosos y pensativos, sacudidos sin duda por la
desgracia que acababa de ocurrir. A “Pombo” la muerte del joven recluta le
recordó el comienzo de la campaña en el Congo, cuando Mitoudidi se ahogó en
aguas del lago Tanganika, sin que nadie pudiese hacer nada por salvarlo.
Esta
lucha ha comenzado con un triste parecido a lo ocurrido en el Congo durante la
cual el compañero Mitoudidi, el jefe del Estado Mayor, se ahogó18.
Alcanzaron
el Rosita al día siguiente y fue entonces que a la vera de su cauce, el Che
decidió hacer una reflexión sobre la muerte del boliviano, analizando los
motivos que la habían provocado y comparándolo con hechos acaecidos durante la
lucha en Sierra Maestra.
Cumpliendo
sus directivas, “Inti”, el “Loro” y “Miguel” partieron hacia el norte,
siguiendo el curso del río, en busca de un sendero que los condujese al
Abapocito, otro de sus afluentes. “Alejandro” y el “Rubio” hicieron lo propio
en la orilla opuesta en tanto “Joaquín” y "Pan Divino"
(“Pedro”) se largaban a recorrer los
montes, intentando dar con algún indicio.
Una
vez más “Marcos” supervisó la construcción de una balsa y cuando estuvo
terminada (16.00), la vanguardia inició el cruce, pero el mismo debió ser cancelado
debido a ciertos inconvenientes. La balsa encalló un kilómetro más abajo de lo
previsto y quedó deshecha.
Fue
necesario hacer otra pero debido al calor, los trabajos recién comenzaron en
horas de la noche.
Hoy
construimos una balsa y conseguimos pulpa de palma y pescado. Para el almuerzo
hicimos sopa de pescado y para la cena tuvimos las pulpas de las palmas
sazonadas con un halcón que maté. A las 1600 la vanguardia cruzó el [símbolo]
en la balsa, pero alcanzó la orilla un kilómetro más abajo de la corriente y
tuvo que ser rota. A la caída del sol, Chino, Alejandro, Rubio y yo mismo
volvimos al campamento. La corriente nos llevó 500 metros más lejos. En la
noche construimos otra balsa19.
Pese
a la muerte de uno de sus hombres y alguna que otra incidencia, para el Che
aquel fue un mes relativamente bueno
Aunque
no tengo noticias de lo ocurrido en el campamento [Ñancahuazu], todo marcha aproximadamente bien, con las debidas
excepciones, fatales en estos casos.
En
lo externo, no hay noticias de los dos hombres que debían mandarme para
completar el conjunto; el francés [Debray] ya debe estar en La Paz y cualquier
día en el campamento; no tengo noticias de los argentinos ni del Chino; los
mensajes se reciben bien en ambas direcciones; la actitud del partido sigue
siendo vacilante y doble, lo menos que se puede decir de ella, aunque queda una
aclaración, que puede ser definitiva, cuando hable con la nueva delegación.
La
marcha se cumplió bastante bien, pero fue empañada por el accidente que costó
la vida a Benjamín; la gente está débil todavía y no todos los bolivianos
resistirán. Los últimos días de hambre han mostrado una debilitación del
entusiasmo, caída que se hace más patente al quedar divididos.
De
los cubanos, dos de los de poca experiencia, Pacho y el Rubio no han respondido
todavía, Alejandro lo ha hecho a plenitud; de los viejos, Marcos da continuos
dolores de cabeza y Ricardo no está cumpliendo cabalmente. Los demás bien. La
próxima etapa será de combate y decisiva20.
El
mes de marzo comenzó lluvioso, razón por la cual, el Che retrasó el cruce del
río hasta que el aguacero amainase. Pero eso no ocurrió. El temporal se tornó
diluvio y los obligó a retrasar el regreso, manteniéndolos aferrados al terreno
hasta el mediodía siguiente.
Luego
de casi cinco horas de penosa caminata, a las 18.00 del 3 de marzo llegaron a
otro arroyo y a su vera acamparon para racionar, dando cuenta de los palmitos
rojos que habían recogido el día anterior. Llevaban una semana de retraso sobre
el total de la expedición y eso tenía a Guevara un tanto preocupado.
El
día 4, “Urbano” y “Miguel” se dedicaron a despejar cinco kilómetros de camino y
recién a las 18.00 estuvieron de regreso, exhaustos y hambrientos. Por fortuna,
los encargados de proveer alimento cazaron dos pequeños monos, una paloma y una
cotorra y así pudieron engañar el estómago y salir airosos del trance. Como
apunta el Che en su cuaderno, el palmito y los cocos venían salvando la
situación pero al mismo tiempo, se hacía evidente el decaimiento anímico de su
gente, así como su deterioro físico. Él mismo padecía edemas en las piernas y
por momentos le costaba un poco respirar.
El
6 de marzo creyeron divisar unos firmes que les parecieron los del Ñancahuazu y
eso les dio esperanzas; el Che sabía que debía apresurarse en llegar al
campamento porque el alimento escaseaba y la moral seguía en picada
Dos
días después alcanzaron lo que parecía ser una estación de bombeo donde un
equipo de ingenieros extraía petróleo. El relato del Che en este punto es un
tanto enredado:
…Inti y Ricardo se tiraron al agua; debían simular ser
cazadores. Se tiraron vestidos a pasar en dos etapas pero Inti tuvo
dificultades y casi se ahoga; Ricardo lo auxilió y por fin salieron a la orilla
llamando la atención de todo el mundo. La contraseña si había peligro no se
produjo y desaparecieron. Habían iniciado el cruce a las 12 y a las 15.15 me
retiré sin que dieran señales de vida. Pasó toda la tarde y no aparecieron. La
última posta se retiró a las 21 y no se habían dado nuevas señales21.
“Rolando”
parece mucho más claro al relatar los hechos.
A
las 0530 ocho de nosotros van de caza hasta las 0900 y vuelven para la marcha
del día. Yo cobré seis pájaros pequeños y dos monos; Muganga y Chinculine
mataron nueve pericos y con eso hicimos un caldo. A las 1200, Urbano y Miguel,
que habían ido a las 0600 a abrir un sendero, llegaron a un lugar desde el cual
se podía ver la orilla opuesta, una turbina de agua y dos a tres personas.
Ramón decidió enviar a Inti y Chinculine a encontrar lo que había, con órdenes
de comprar cualquier mercancía, en caso de haberla. Al cruzar el río vestidos,
el río se lleva a Inti, quien se ve forzado a quitarse la ropa y con la ayuda
de Chincho puede llegar a la orilla, pero en calzoncillos. Estuvimos vigilando
el otro lado, pero pasa el día entero y no vemos a los camaradas. Esto nos preocupa
a todos y Ramón decide que mañana Alejandro y yo cruzaremos el río en una
pequeña balsa, llevando nuestras armas, para ver lo que ha sucedido, y, si hay
policía en el lugar, atacarla y rescatar a nuestros camaradas22.
El
9 de marzo la brigada intentó un nuevo cruce pero la presencia de gente
semidesnuda bañándose al otro lado, lo impidió.
A
eso de las 16.00, un grupo de hombres, encabezado por “Inti”, abordó la nueva
balsa en busca de alimentos y cuatro o cinco horas después estuvieron de
regreso, trayendo un puerco, arroz, café, azúcar, pan, maíz y latas de conserva
con lo que se dieron un festín23.
Al
día siguiente la columna reemprendió la caminata con los macheteros abriendo
senda delante (06.30); una hora y media después comenzó a llover y a las 17.00
acamparon en un punto desde donde se podían ver unas lomas que les parecieron
el Ñancahuazu. El Che estaba preocupado porque, según trascendidos, al llegar a
la estación de bombeo “Marcos” había hecho ostentación de su armamento y eso
podía traer problemas, sin embargo, para su fortuna nada ocurrió aún cuando el
peligro de que los ingenieros fuesen a dar cuenta del hecho persistía. Por esa
razón, fue necesario mantenerse a la expectativa y en ese sentido envió a
“Braulio” a explorar los alrededores24.
Aquí
“Pombo” refiere que el grupo comenzó la construcción de una nueva balsa y que
después de cruzar el la vía acuática, trazaron planes para apoderarse de una
casa. Antes de hacerlo, parapetaron a “Miguel” y otros dos compañeros en
diferentes puntos de la costa con instrucciones de abrir fuego en caso de
movimientos sospechosos. De acuerdo a sus notas, “Marcos” se había hecho pasar
por un ingeniero mexicano y durante el cruce, “Inti” casi se ahoga a causa de
un calambre, forzando a “Papi” a moverse rápido para rescatarlo.
“Braulio”,
por su parte, aporta más datos:
…el
8 a las 10 de la mañana Miguel ve un motor turbina y un maizalito, Ramón ordena
a Ricardo y a Inti a que pasen el río en busca de alimentos. Inti por poco se
ahoga pero el día 9 regresan con una balsa con pan, café, azúcar, cigarrillos,
arroz, maíz y un puerco. Aquí nos enteramos que Marco había pasado ya el día 5,
ya fortalecidos un poco continuamos hacia al entronque del Ñacahuazu con el río
Grande que suponíamos Marcos estaría esperando allí con alimentos, pero en
realidad era que ya en el campamento las cosas no andaban bien pues habían
llegado con Guevara algunos compañeros nuevos y ya habían desertores y Marco
que se dejó ver sin motivo que era un yacimiento petrolero que el ejército ya
tenía una pista además hacía unos días que el ejército había registrado la
finca en busca de 2 fábricas de cocaína. Que Marco continúa, llega al
campamento pero por el lado contrario, ponen emboscada en la finca, el ejército
sorprende por detrás a nuestra posta y el Loro dispara y mata un soldado y
hiere a otro; nosotros mientras tanto no sabemos nada y avanzamos sobre el
Ñacahuazu por el lado opuesto25.
En
la vanguardia las cosas parecían marchar igual.
El 8 alcanzó el río Ñancahuazu, el 9 descendió hacia el Grande dispuesta
a encontrarse con el Che (“Ramón”) y al no hallarlo, dejó algunas señales,
racionó y continuó un trecho más hasta que la noche la obligó a detenerse.
Ya
por caminos conocidos, “Pachungo” se quitó los borceguíes y los arrojó a un lado
porque estaban destruidos; en vista de ello, “Benigno” le prestó un par de
alpargatas y de ese modo pudo seguir.
Para
fortuna de toda la columna, el día 11 dieron con un camino en excelente estado
y por el anduvieron más de una hora hasta dar con una playa a la que llegaron
luego de desmalezar un trecho.
Desde la izquierda, "Rolando", "Antonio", "Pombo" y "Marcos" ("Pinares") |
En
esas estaban cuando el río comenzó a crecer y los dejó aislados. El Che mandó
por la vanguardia, indicándole que retrocediese en caso de no dar con el
Ñancahuazu y le ordenó a la retaguardia acelerar el paso, medida necesaria
dadas las tensiones que se habían suscitado debido al racionamiento del azúcar
que estaba efectuando “Braulio”.
Nuevamente
ante la disyuntiva de un farallón cortado a pique, la columna se vio obligada a
detenerse, lo que fue aprovechado algunos de sus integrantes para cazar algunas
aves y por otros para preparar arroz y mejillones de río con los que se pensaba
racionar en caliente.
El
avance hacia el Ñancahuazu fue más dificultoso de lo esperado; lento, riesgoso
y con la molestia de una tenue llovizna que comenzó a caer a partir de las
17.00. Llegaron a la nueva posición el 14 a la mañana, con el Che extenuado y
toda la columna hambrienta y como el río estaba crecido, “Rolando” se ofreció a
cruzarlo a nado y dirigirse al campamento central para advertir sobre la
cercanía del grupo. Salió a las 15.20, con su rifle y un abrigo, atravesó el
río sin inconvenientes y sin detenerse se puso en marcha, calculando llegar a
destino en dos días.
La
gente sabía que su jefe no estaba bien y aunque no lo lograba, trataba de
disimularlo, de ahí sus enfados cuando alguien se ofrecía a ayudarlo, aliviar
su situación o peor aún, arreglaba las postas para que hiciese guardia el menor
tiempo posible. Ni que hablar cuando el cocinero le servía una porción más
abundante. Para él, la disciplina era sagrada y había que ajustarse a ella con
rigor espartano.
Las principales armas de un ejército revolucionario son su
moral y disciplina –solía decirles- La moral tiene dos sentidos: uno ético y
otro heroico. En nuestros guerrilleros deben reunirse las dos condiciones.
Ustedes, por ejemplo, no pueden saquear una población si ésta cae en poder de
nosotros, ni maltratar a sus habitantes, ni faltarles el respeto a las mujeres.
Esto en lo ético. En el sentido heroico es la decisión que debe tener cada uno
de ustedes para vencer, para combatir hasta la muerte en defensa de la
revolución. Ésa es la fuerza que nos llevará a realizar las más extraordinarias
hazañas. A estas dos condiciones hay que agregar la disciplina, que no es la
tradicional, la que ustedes han podido apreciar en los ejércitos represivos.
Disciplina para nosotros no es cuadrarse ante un superior jerárquico. Ésta es
una actitud extrema, formal, automática. Nuestra disciplina es consciente,
motorizada por una ideología. Ustedes saben por qué luchan, por qué aspiran a
tomar el poder. Los soldados de los ejércitos represivos son entes fríos,
mecánicos, vacíos por dentro. Ésa es la diferencia entre ellos y nosotros. Y
esa diferencia radica en que ellos no tienen conciencia de lucha. Nosotros sí
la tenemos.
………………………………………………………………………………………
No deben desmoralizarse recalcó. Hay ocasiones en que parece
que las energías hubieran llegado al límite de nuestras fuerzas. Es entonces
cuando ustedes deben apelar con energía a su voluntad y dar un paso más.
Después de eso otro y otro, sin detenerse nunca26.
El
Che tenía sus esperanzas puestas en “Rolando” porque las provisiones se habían
agotado y ahora sólo dependían de la caza.
Esa
noche escucharon por radio el discurso en el que Fidel Castro fustigó con
extrema dureza a los comunistas venezolanos, haciendo referencia a la Unión
Soviética y sus títeres27.
El
cruce del río, al día siguiente, fue en extremo dificultoso; la corriente los
arrastró un kilómetros aguas abajo y la balsa terminó rompiéndose, dejando
varada a la retaguardia del otro lado.
Escasos
de alimentos, con todo su arsenal y equipo empapado, la moral de los hombres
decayó aún más y eso decidió al Che a sacrificar el caballo que llevaban
consigo desde hacía un tiempo para alimentarlos en abundancia; la situación se
había tornado crítica y algunos hombres (“Inti”, “Alejandro”, “Urbano” y
“Miguel”), comenzaron a enfermarse.
El
cruce de la retaguardia fue caótico y durante el mismo, casi se pierden el
“Médico” y el “Rubio”. De todas maneras, dieron buena cuenta de la carne equina
y cuando hubieron finalizado, procedieron a descifrar el mensaje Nº 32 según el
cual, el boliviano Ramiro Reinaga Burgoa se incorporaba a la guerrilla con un
importante cargamento de antiparasitarios.
El
16 de marzo se produjo otra tragedia. Durante el cruce del río, la corriente
comenzó a arrastrar la balsa hasta un remolino donde, a causa de la corriente,
terminó por darse vuelta, lanzando a sus ocupantes y el cargamento a varios
metros de distancia.
“Carlos”
y “Braulio” cayeron al agua y al verse impelidos, comenzaron a nadar
desesperadamente, intentando escapar de la trampa. El segundo logró zafar y con
mucho esfuerzo alcanzó la orilla, no así su compañero que falto de energías, se
dejó arrastrar sin ofrecer resistencia, tal como apunta el Che en su diario.
Con él se perdieron varias mochilas, seis fusiles (el Brno de “Braulio”, las
carabinas M-1 de “Pan Divino” y “Carlos” y los Máuser de “Eusebio”, “Polo” y “Abel”)
y toda la carga de balas. Lamentablemente “Joaquín”, que había cruzado con el
resto de los hombres antes del desastre, se hallaba bastante adelantado y no
vio pasar al combatiente, considerado por todos, el mejor cuadro boliviano en
la retaguardia, serio, disciplinado y sobre todo, incentivado28.
La
muerte de “Carlos” (Lorgio Vaca Marchetti) dejó a todos consternados, en
especial al Che porque acababa de perder a su segundo hombre sin haber entrado
en combate.
Mientras
la columna guerrillera pernoctaba, “Rolando” continuó su marcha hacia el
campamento central, a veces por la orilla, otras por el río, sin detenerse en
ningún momento. Recién el 15 a las 19.00, aquella nueva versión de Filípides
hizo un alto junto al arroyo Nº 1, y en una cueva cercana se dispuso a pasar la
noche. Reanudó el avance a las 07.00 del día siguiente y casi cuatro horas después se topó con “Benigno”,
acompañado por otros tres combatientes con los que exploraba la desembocadura
del arroyo en busca de la columna. Llevaban carne y bebida en abundancia y eso
le permitió al recién llegado, saciar su hambre y su sed.
Mientras
racionaba, “Rolando” le indicó a la patrulla la manera de dar con el Che. Era
imperioso encontrarlo, les dijo, porque si por alguna razón no había podido
cruzar el Río Grande, toda la columna estaría sin alimentos.
Mientras
“Benigno” y su gente se lanzaban a la carrera, “Rolando” continuó hacia el
campamento central, donde esperaba transmitir las instrucciones que le había
impartido el Che.
Cuando
llegó al día siguiente, supo que dos de los reclutas traídos por Moisés
Guevara, Vicente Rocabado Terrazas (“Orlando”) y Pastor Barrera Quintana
(“Daniel”), acababan de desertar y que un piquete del ejército, integrado por
seis efectivos, había estado en la casa de Calamina.
Eso
era algo realmente grave porque evidenciaba dos cosas: que los fugados habían
hablado y las fuerzas regulares estaban alertadas.
Una
nueva lluvia mantuvo varado al Che durante todo el 17; recién al la mañana
siguiente se puso en marcha, mostrando cierta dificultad para mantener contacto
con la retaguardia pues varios de sus integrantes se habían rezagado.
El
19 avanzaban por la espesura cuando una avioneta comenzó a rondar sobre sus
cabezas; eso los obligó a acelerar el paso y de esa manera, a las 17.30, se
toparon con el “Negro” (Restituto Cabrera Flores, también llamado “Médico”),
quien les dio la buena nueva de que “Benigno”, aguardaba algo más adelante, con
abundantes provisiones. También informó sobre la llegada de Debray, Bustos,
“Tania” y el “Chino” así como de la deserción de los hombres de Moisés Guevara.
Ese
día tuvo lugar un tercer accidente, que hizo temer por la vida de “Pombo”. La
columna avanzaba penosamente por un camino en pendiente cuando este tropezó y
rodó hacia el río, debiendo ser socorrido por “Urbano”; iba excedido de peso,
porque el Che le había ordenado hacerse cargo de la radio y ese pudo ser el
motivo por el cual perdió el equilibrio
Racionando en caliente |
El
encuentro con “Benigno” fue más que emotivo, en especial, por las provisiones
que traía; el guajiro explicó que los estaba buscando desde hacía tres días y
que se había cruzado con “Rolando” la mañana del 16. El Che le preguntó por los
desertores y después de brindarle los detalles, agregó que se habían detenido
en ese punto por causa de la avioneta pues temía que el ejército pudiese estar
recorriendo la zona. También le confirmó que en el campamento se encontraban el
“Chino”, el telegrafista “Eustaquio” (Lucio Edilberto Galván Hidalgo), Regis
Debray, Ciro Roberto Bustos, “Tania” y Moisés Guevara y le habló de un extraño incidente
en el cual el “Loro” se habría enfrentado solo a una patrulla del ejército y
abatido a un soldado.
El
Che escuchó atentamente y por la noche volcó las vivencias del día, apuntando
que hubo un ataque a la finca y no había noticias del “Loro”.
Lo
que encontró en el campamento no fue para nada de su agrado. Según sus propias
palabras, imperaba un clima de derrota, el ejército merodeaba por los
alrededores y la deserción de los hombres de Moisés ponía en peligro la campaña
antes de que comenzase. Como para agravar el cuadro de situación, “Rolando” se
había ausentado, enfrascado en tareas que no le competían, “Marcos” y “Antonio”
estaban lejos, en la aguada y nadie sabía a ciencia cierta cuál era su
verdadera función. “Todo da la impresión
de un caos terrible; no saben que hacer”29.
La
caminata ese día había durado demasiado; salieron a las 10.00, precedidos por
“Benigno” y el “Negro”, pasado el mediodía hicieron una parada bastante
prolongada para reponer fuerzas y a las 18.30 llegaron al campamento,
extenuados y hambrientos.
Regis
Debray hizo una colorida descripción de la llegada del grupo al campamento:
“A
lo lejos, una procesión de enemigos jorobados emerge poco a poco de la noche
con una rígida lentitud de ciegos. El centro por fin (. . . ) Parecen
sonámbulos en fila india, con arreos o más bien albardas bamboleantes,
harapientos, inclinados hacia adelante por el peso del morral (por lo menos 30
kilos). Los cañones de los fusiles, en horizontal; portafusiles en ángulo recto
sobre el hombro, recogen y reverberan las primeras luces (. . . ) El Che anda
en el medio: busto casi derecho con una mochila que rebasa la cabeza, la
carabina M1 vertical, su boina de fieltro café en la cabeza y un esbozo de
barba: - Excúsenos por el retraso -queda de pie, los demás se desploman, a
medida que van llegando. - A cocinar -ordena el Che al ver el cuadrúpedo ya
desollado, colgado por las patas. Durante 24 horas y para todo el mundo. -
Vamos, cocinero, ¡a moverse! - ¿Podemos hacer fuego, comandante? ¿En pleno día?
- Sí, excepcionalmente, pero hasta que no llegue la retaguardia, nadie tocará
nada30.
Imágenes
El Che a caballo junto a un campesino |
Junto a sus fieles combatientes. Pocas veces se ha visto tanta entrega y devoción hacia un líder como la de estos hombres. Salvo cinco, morirán todos con él |
Otra con Loyola Guzmán en el segundo campamento, aquí acompañada por "Coco", "Inti" y "Alejandro" (Gustavo Machín Hoed de Beche), |
Guerrillero cubano (de barba) junto a combatiente boliviano |
Notas
1 Debía contactar a
Ciro Roberto Bustos y otros militantes, para que se trasladasen a Bolivia a
planificar la organización del movimiento guerrillero en la Argentina.
2 Luis Brunschtein, “‘Che,
sálvanos de que te conviertan en Dios’, Loyola Guzmán, compañera de Ernesto
Guevara en la guerrilla boliviana”, diario “Página 12”, 6 de diciembre de 1999,
p. 16.
3 Ernesto “Che”
Guevara, op. Cit., p. 74.
4 Luis Brunschtein, op.
Cit.
5 Ejército de
Liberación Nacional, nombre que la brigada del Che adoptó en Bolivia.
6 Gary Prado Salmón,
op. Cit., pp. 100-101.
7 Ernesto “Che”
Guevara, El diario del Che en Bolivia”, op. Cit., p. 88.
8 También llamado
Guapay.
9 Según el diario de
“Pombo”, la misma comenzó a la 1 p.m. (13.00).
10 Cosa rara, según
“Pombo”, quienes quedaron en la orilla, sin poder cruzar fueron “Muganga”,
“Rolando”, el “Chino” y él.
11 Según información
especial enviada al Che, Simón estaba dispuesto a ayudar independientemente de
las decisiones que adoptase el partido.
12 No eran otras que
las de Rhea o el doctor Walter Pareja Fernández, designado jefe de la nueva red
urbana.
13 Era el tercero desde
su partida; el segundo tuvo lugar en la madrugada del día 13 y duró toda la
mañana.
14 Ernesto “Che”
Guevara, op. Cit., p. 104.
15 Bolivia es uno de
los principales exportadores de palmitos.
16 “Pombo” sitúa este
hecho el día 28; “Rolando” coincide con el Che y hasta ofrece un relato
pormenorizado de su intento de rescate: “A
las 1600 tuvo lugar un accidente muy lamentable y doloroso: Benjamín cometió un
error, abandonó el camino apenas abierto y cuando trató de volver resbaló y
cayó al río. Yo estaba en ese momento como a 100 metros del lugar; otros
camaradas, como Ramón, A. [Alejandro] y R. [Rubio], estaban a 60 metros.
Corrimos al lugar y saltamos al agua pero fue imposible encontrarlo. La
corriente me llevó por unos 600 metros, mientras estaba buscando, en menos de
10 minutos. Ello da una idea de la rapidez de la corriente en este punto y la
profundidad era enorme. Toqué el fondo solo unas seis veces. Él hizo todo lo
que pudo; no gritó, nos dijo Ramón”.
17 Ernesto “Che”
Guevara, op. Cit., p. 107.
18 Harry Villegas (Pombo), op. cit., p. 99.
19 Eliseo Reyes
Rodríguez (“Rolando”), Diario Eliseo
Reyes Rodríguez “Rolando”, Bolivia. Diario de lucha
(http://diariochebolivia.cubasi.cu/ampliacion.asp?id_contenido=2&tipo_info=2)
20 Ernesto “Che”
Guevara, op. Cit., p. 111.
21 Ídem, p. 118.
22 Eliseo Reyes
Rodríguez (“Rolando”), op. Cit.
23 “Pombo” sitúa este
hecho el día 10.
24 Una vez de regreso,
informó que delante había una senda y el río seguía recto hacia el oeste.
25 Israel
Reyes Zayas (“Braulio”), Diario Israel Reyes Zayas “Braulio”, Diario de
lucha
(http://diariochebolivia.cubasi.cu/ampliacion.asp?id_contenido=1&tipo_info=2).
26Inti Peredo, Mi campaña junto al Che, Capítulo IV:
“Nacimiento del ELN”.
27 Se trata del
discurso que Castro pronunció en las escalinatas de la Universidad de La
Habana, durante la conmemoración del asalto al Palacio Presidencial, el 13 de
marzo de 1967.
28 El Che sitúa el
incidente el 17 de febrero, “Braulio” el 16; “Pombo” lo apunta ese día pero
como acaecido el anterior y “Pachungo” no hace ninguna referencia, como tampoco
el “Médico”. “Inti” también hizo mención del suceso pero sin especificar la
fecha.
29 Ernesto “Che”
Guevara, op. Cit., p. 129.
30 Regis Debray, Les Masques, Gallimard, París, 1987, pp.
69-70
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)