EL ASESINATO DE DIRCK KLOOSTERMAN
22 de mayo de 1971. Kloosterman asesinado |
“LEY MARCIAL -se leía en la tapa de “Clarín” el miércoles 2 de mayo-. La Medida Rige en Capital Federal y 5 Provincias”.
A poco de conocerse el atentado del que resultó víctima el contraalmirante Quijada, el gobierno dispuso la creación de seis zonas de emergencia: Capital Federal, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Tucumán, un área en extremo caliente que concentrada el 80% de la población del país, donde asumieron el control los comandantes militares de cada región, quienes procedieron a emitir una serie de bandos y comunicados para dar a conocer las medidas a adoptarse.
Mientras eso ocurría, la ciudadanía seguía desconcertada los sucesos que tenían lugar en todo el ámbito de la nación, en especial las exequias de Quijada, en el cementerio de la Chacarita.
Los restos morales del marino fueron velados en el Edificio Libertad, sede del Comando en Jefe de la Armada, cuyos accesos, así como el hall central, fueron cubiertos por las ofrendas florales que comenzaron a llegar mucho antes de que se levantase la capilla ardiente.
Destacaban entre ellas, las del presidente de la Nación y su esposa, la Prefectura Naval Argentina, el Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación, del Directorio del Banco Nación, la Aviación Naval, el Ejército, la Fuerza Aérea y decenas de particulares.
A poco de conocerse el atentado del que resultó víctima el contraalmirante Quijada, el gobierno dispuso la creación de seis zonas de emergencia: Capital Federal, provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Tucumán, un área en extremo caliente que concentrada el 80% de la población del país, donde asumieron el control los comandantes militares de cada región, quienes procedieron a emitir una serie de bandos y comunicados para dar a conocer las medidas a adoptarse.
Mientras eso ocurría, la ciudadanía seguía desconcertada los sucesos que tenían lugar en todo el ámbito de la nación, en especial las exequias de Quijada, en el cementerio de la Chacarita.
Los restos morales del marino fueron velados en el Edificio Libertad, sede del Comando en Jefe de la Armada, cuyos accesos, así como el hall central, fueron cubiertos por las ofrendas florales que comenzaron a llegar mucho antes de que se levantase la capilla ardiente.
Destacaban entre ellas, las del presidente de la Nación y su esposa, la Prefectura Naval Argentina, el Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación, del Directorio del Banco Nación, la Aviación Naval, el Ejército, la Fuerza Aérea y decenas de particulares.
Pasadas las nueve, el vicario castrense, monseñor Antonio Caggiano, cardenal arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, ofició la misa de cuerpo presente, asistido por su secretario particular, monseñor Emilio Grasselli.
Una multitud colmaba en esos momentos el recinto entre funcionarios de gobierno, militares, fuerzas de seguridad y civiles, destacando entre ellos el primer mandatario, el almirante Carlos Coda, su par, el almirante (RE) Isaac Francisco Rojas; la señora Mercedes Villada Achaval, viuda del general Eduardo Lonardi; el ministro de Industria y Minería, Eduardo Pareliada; el ministro de Defensa, Eduardo Aguirre Obarrio; el jefe del Estado Mayor de la Armada, almirante Eugenio Fuenterrosa; el capellán mayor de la Armada, padre Carlos M. Radcliffe; el secretario general del Vicariato Castrense, presbítero Jorge Cabello y el capellán de la Escuela de Mecánica de la Armada, padre Pablo Sosa.
El comandante de la Aviación Naval, almirante Horacio Mayorga, tuvo a su cargo la lectura de la Epístola y el padre Sosa hizo lo propio con el Evangelio según San Juan. Luego de la comunión se impartió la bendición y una vez finalizada la ceremonia, monseñor Caggiano se estrechó en un fuerte abrazo con el almirante Coda, para hacer lo propio, después con el almirante Rojas, entablando diálogo con él. Inmediatamente después se dirigió a la familia, confortando con sus palabras a la viuda, los hijos y la hermana del contraalmirante asesinado y al terminar, fue abordado por muchos de los presentes, deseosos de ofrecerles sus respetos.
Se produjeron entonces dos incidentes que opacaron en parte la jornada. Dos horas después de instalada la capilla ardiente, se hizo presente el ex presidente Arturo Frondizi, con el propósito de presentar sus respetos a la familia. Cuando ascendía las escalinatas de acceso en compañía de su secretaria particular, Olga Hechem, un grupo de civiles que se había dado cita en el lugar comenzó a insultarlo, acusándolo de izquierdista y amigo de los subversivos. Uno de ellos, incluso, le propinó algunos golpes en la cabeza, los cuales el ex mandatario trató de evitar descendiendo presurosamente los escalones. Fue necesaria la intervención de un pelotón de la Infantería de Marina, enviado expresamente por el almirante Fuenterrosa, para que la cosa no pasase a mayores y el político pudiese ingresar al edificio.
El segundo incidente se produjo a poco de la llegada de Lanusse, cuando un desconocido vestido de civil, se le acercó para increparlo.
-¡¡Su presencia no es grata en esta casa!! – le gritó.
Al verse abordado de esa manera, el presidente se volvió hacia su interlocutor y le exigió que se identificase.
-¡Capitán de navío Héctor Torrent! -respondió el individuo -¡Usted no es bienvenido aquí, señor!1
-Su opinión me tiene sin cuidado – contestó el general.
Torrent fue invitado a retirarse del lugar y conducido bajo arresto a una dependencia del edificio, donde quedó alojado en espera de una sanción disciplinaria.
A las 10:35, el cortejo se puso en marcha hacia el cementerio, precedido por más de diez vehículos porta-coronas y escoltado por un fuerte dispositivo policial (patrulleros y motocicletas). En ese preciso instante, una formación de diez aviones pertenecientes a la Aviación Naval, sobrevolaron el área rindiendo homenaje.
La columna salió por Comodoro Py, dejando a su derecha las extensas plazas frente a la estación terminal Retiro, tomó por la Av. Eduardo Madero y siguió hasta la Av. Córdoba, para iniciar su largo recorrido a relativa velocidad (60 km/h).
Veinticinco minutos después, llegaban a la necrópolis, luego de tomar por Federico Lacroze. El cortejo redujo visiblemente la velocidad, pasó junto a la estación terminar del Ferrocarril Urquiza y se detuvo frente al acceso, donde efectivos de la Infantería de Marina formaron dos hileras.
Imponentes exequias del contraalmirante Hermes Quijada |
Una
multitud aguardaba en la entrada, encabezada por el presidente Lanusse,
el ministro del Interior, Arturo Mor Roig, el almirante Coda y la
familia del difunto.
En
ese preciso instante, se efectuaron salvas de fusilería y la banda de
la Armada comenzó a entonar marchas marciales, acordes al momento que se
estaba viviendo. Aviones navales volvieron a sobrevolar el cortejo en
tanto vehículos y numerosas personas se seguían apiñando en los
alrededores.
El auto que trasladaba los restos del contraalmirante era un Ford
Fairlane gris, hacia el que se dirigieron varios infantes de Marina para
retirar el cajón, envuelto en la bandera argentina. Fue entonces que se
acercaron los deudos (el hijo visiblemente conmovido), para avanzar
inmediatamente detrás, seguidos por la multitud, entre quienes se
distinguía a Lanusse, Coda, el brigadier Rey, el Dr. Mor Roig, el
ministro de Relaciones Exteriores y Culto, brigadier Eduardo McLaughlin;
el capitán de navío Carlos Sánchez Sañudo, el jefe del Estado Mayor del
Ejército, general Alcides López Aufranc; el teniente general Julio
Alsogaray, ex comandante en jefe del Ejército; el procurador del Tesoro,
Dr. Carlos Rodríguez Galán y otras personalidades, como el rector de la
Universidad del Salvador, RP Ismael Quiles y su antecesor, RP Dann
Obregón.
Una vez dentro del cementerio, el cajón fue depositado nuevamente en el vehículo y de esa manera, a través de las calles interiores, la larga columna humana se dirigió lentamente hacia el Panteón Naval.
Una nueva ceremonia tuvo lugar en la capilla, donde los almirantes Coda y Mayorga hicieron uso de la palabra, seguidos por otras figuras de relieve.
Una vez dentro del cementerio, el cajón fue depositado nuevamente en el vehículo y de esa manera, a través de las calles interiores, la larga columna humana se dirigió lentamente hacia el Panteón Naval.
Una nueva ceremonia tuvo lugar en la capilla, donde los almirantes Coda y Mayorga hicieron uso de la palabra, seguidos por otras figuras de relieve.
El Alte. Mayorga hace uso de la palabra |
Finalizadas
las alocuciones, los marinos cargaron sobre sus hombros el féretro y lo
introdujeron en el mausoleo, en medio de respetuoso y profundo
silencio.
La Argentina había perdido a uno de sus más abnegados oficiales navales,
valeroso aviador, pionero de la exploración antártica, recordado por
haber comandado el primer vuelo al Polo Sur, una epopeya coronada por el
éxito cuando el 6 de enero de 1962, dos bimotores a su mando,
aterrizaron en la base norteamericana Amundsen-Scott2.
Había nacido en San Miguel de Tucumán, el 16 de septiembre de 1920 y
concluida su misión, recibió la Medalla al Mérito Aéreo que le entregó
el comandante de turno.
Al día siguiente de su muerte, Quijada fue ascendido “post-mortem” al grado de almirante y se le impuso su nombre a la Base Aeronaval de Río Grande, que se haría célebre durante la guerra del Atlántico Sur, nueve años después.
En la Argentina apologética de hoy, donde en la comodidad del hogar todos son “guerreros” y “mártires”, circula en las redes desde el año 2007 una canción titulada Los 22, de Andrés Calamaro, uno de los artistas más sobrevalorados de la movida local.
Catalogado como rockero, pésimo compositor, peor cantante, autor de rematados bodrios como Flaca, Te quiero igual, Estadio azteca, Loco y un centenar de composiciones por el estilo, el “artista” se descolgó con aquel panegírico, reivindicando a los “jóvenes idealistas” del ERP, a los Montoneros, a la masacre de Trelew -acaecida, casualmente el día de su cumpleaños Nº 11- y al “Gallego” Fernández Palmeiro, al tiempo que denostaba sin piedad al almirante Quijada.
Dice la letra en una de sus estrofas:
Al día siguiente de su muerte, Quijada fue ascendido “post-mortem” al grado de almirante y se le impuso su nombre a la Base Aeronaval de Río Grande, que se haría célebre durante la guerra del Atlántico Sur, nueve años después.
En la Argentina apologética de hoy, donde en la comodidad del hogar todos son “guerreros” y “mártires”, circula en las redes desde el año 2007 una canción titulada Los 22, de Andrés Calamaro, uno de los artistas más sobrevalorados de la movida local.
Catalogado como rockero, pésimo compositor, peor cantante, autor de rematados bodrios como Flaca, Te quiero igual, Estadio azteca, Loco y un centenar de composiciones por el estilo, el “artista” se descolgó con aquel panegírico, reivindicando a los “jóvenes idealistas” del ERP, a los Montoneros, a la masacre de Trelew -acaecida, casualmente el día de su cumpleaños Nº 11- y al “Gallego” Fernández Palmeiro, al tiempo que denostaba sin piedad al almirante Quijada.
Dice la letra en una de sus estrofas:
El 22 de agosto en un día donde/
a falta de uno, cumplen años dos gomías/
¡Salud Martín, Salud Andrés/
brindemos por los muertos de Trelew!/
¡Brindemos por los muertos de Trelew!/
Un patético almirante apareció por la televisión/
explicando que los malos se habían escapado/
y por supuesto nadie le creyó/
Y algún tiempo después,
el marinero Hermes Quijada/
se enteró de la muerte de aquel monto/
el Gallego Fernández Palmeiro,
combatiente del ERP/ 22 de agosto,
era el piloto que los llenó de plomo/
los llenó de plomo y se las tomó/
¡Por el 22, el loco!/ ¡Por el 22!
Una prueba más de la mentalidad que se adueñó del país tras el advenimiento de la democracia.
En su edición del 14 de mayo, “Estrella Roja” sacó un comunicado anunciando la ejecución del marino bajo el título “Criminal de guerra ajusticiado”.
El día 30 de abril fue
ajusticiado el Vicealmirante Hermes Quijada. Este criminal de guerra, había
desempeñado el cargo de Jefe del estado Mayor Conjunto cuando en agosto del año
pasado fueron asesinados en la Base de Trelew 16 combatientes revolucionarios
por oficiales de Marina.
Hermes Quijada, por el
cargo que ocupaba participó directamente en la decisión de fusilar a los
combatientes presos, junto a sus pares de la Marina, el Ejército y la
Aeronáutica.
Luego de perpetrada la
masacre, fue el encargado de hacer conocer públicamente la cínica mentira con
la que la Dictadura Militar, intentó disfrazar el crimen alevoso y bárbaro.
En la acción de
ajusticiamiento fue muerto el combatiente Víctor Fernández Palmeiro3.
Por su parte, la mañana del 3 de mayo, el comandante de la Zona de Emergencia Buenos Aires, que como se ha dicho, comprendía toda la provincia, general de división Tomás A. Sánchez de Bustamante, dio a conocer dos nuevos bandos, los cuales fueron sancionados y promulgados con fuerza de ley ese mismo día.
Decía el primero (Nº 3):
Artículo 1º) Toda persona, sin distinción de nacionalidad, estado, edad, condición o sexo, que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicaciones o imágenes provenientes o atribuidas a asociaciones ilícitas o a personas o a grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o de terrorismo, será reprimida con la pena de prisión mayor o de reclusión por tiempo indeterminado.
Artículo 2º) Toda persona, sin distinción de nacionalidad, estado, edad, condición o sexo, que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare comunicación o imagen relacionada con asociaciones ilícitas, personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o de terrorismo, sin previa autorización de este Comando de Zona de Emergencia será reprimida con la pena de prisión.
Artículo 3º) Los partícipes, cómplices y encubridores de hechos previstos en los artículos 1º y 2º sufrirán las mismas penas fijadas en ellos para los autores principales.
Artículo 4º) Si los artículos previstos en los artículos 1º y 2º se cometieren utilizando un medio masivo de comunicación oral, escrita o televisiva, se procederá de inmediato a la clausura del diario, periódico o emisora radial o televisiva. El director, gerente general o editor responsable del medio de comunicación masiva que permitiere la comisión de dichos delitos será considerado partícipe, cómplice o encubridor de los mismos, según los casos, y será pasible de las penas fijadas en los referidos artículos para los autores principales.
Artículo 5º) El juzgamiento de los delitos previstos en el presente bando estará a cargo de los consejos de guerra especiales constituidos en la Zona de emergencia, los que aplicarán el procedimiento verbal y sumario para tiempo de guerra, establecido en los artículos 481 a 501, del Código de Justicia Militar.
Artículo 6º) El presente bando regirá desde las 11 horas del día 3 de mayo de 1973.
Artículo 7º) Publíquese en la orden del día del Comando, difúndase por los emitidos orales, escritos y televisivos existentes en la Zona de Emergencia. Artículo 8º) Comuníquese a la Junta de Comandantes en Jefe.
Por su parte, el Bando Nº 4 establecía:
Artículo 1º) Toda persona, sin distinción de nacionalidad, estado, edad, condición o sexo, que dentro de la Zona de Emergencia, hiciere resistencia ostensible o expresamente rehusare obediencia a una orden que personal militar o de las fuerzas de seguridad, le impartiere en ejercicio de sus funciones y con relación a las mismas, será penada con prisión de hasta 4 años.
Artículo 2º) Toda persona, sin distinción de nacionalidad, estado, edad, condición o sexo, que dentro de la Zona de Emergencia provocare a duelo, amenazare, injuriare o de cualquier modo ofendiere en su dignidad o decoro a personal militar o de las fuerzas policiales, se hallare o no en servicio, revistando en actividad o retiro o estuviere jubilado será reprimida con prisión mayor o reclusión hasta 10 años.
Artículo 3º) Toda persona, sin distinción de nacionalidad, estado, edad, condición o sexo, que dentro de la Zona de Emergencia menospreciare o agraviare públicamente la bandera, el escudo o el himno de la Nación o los emblemas de una provincia argentina, será penada con prisión mayor o reclusión hasta 8 años.
Artículo 4º) Los partícipes, cómplices y encubridores de los hechos previstos en el artículo 1º, sufrirán las mismas penas fijadas en ellos para los autores principales.
Artículo 5º) El juzgamiento de los delitos previstos en el presente Bando estará a cargo de los Consejos de Guerra Especiales constituidos en la Zona de Emergencia, los que aplicarán el procedimiento verbal y sumario para tiempo de guerra, establecido en los artículos 481 a 501, del Código de Justicia Militar.
Artículo 6º) El presente bando regirá desde las 11 horas del día 3 de mayo de 1973.
Artículo 7º) Publíquese en la orden del día del Comando, difúndase por los emitidos orales, escritos y televisivos existentes en la Zona de Emergencia.
Artículo 8º) Comuníquese a la Junta de Comandantes en Jefe.
El mismo 2 de mayo, un grupo de ultraderecha integrado por siete jóvenes con el pelo extremadamente corto y anteojos obscuros, irrumpió en el Teatro Argentino de Buenos Aires y después de efectuar numerosos disparos en su interior, arrojaron una veintena de bombas molotov, desencadenando un incendio de proporciones.
Al momento de producirse el ataque, numerosos operarios trabajaban sobre el escenario, montando la utilería. En otro sector, Alberto Abagnino, sereno del edificio, se encontraba en su dormitorio cuando las llamas comenzaron a propagarse, obligándolo a saltar por una ventana hacia una finca lindera, para salvar su vida.
Juan Carlos Sánchez y Mario Contreras habían llegado a las 07:30 para trabajar en la iluminación cuando dos desconocidos irrumpieron en el interior, esgrimiendo armas cortas. Uno de ellos le colocó su revolver en la espalda al primero y le dijo que ante el menor movimiento abría fuego.
En esos momentos, entraron otros cinco disparando al techo y a la utilería en tanto proferían consignas como “Viva Cristo Rey”, “Viva Nuestro Señor Jesucristo".
El ataque era contra el musical Jesucristo Superstar, de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice (los autores de la exitosa Evita), que ese día se estrenaba bajo el patrocinio del empresario televisivo Alejandro Romay, propietario del teatro. El grupo ultracatólico consideraba a la obra una blasfemia y estaba decidido a impedir su puesta en escena.
El Teatro Argentino en ruinas después del ataque (Fotografía: "La Razón") |
Quien parecía ser el jefe, ordenó a los trabajadores ubicarse contra una pared lateral y a una orden suya comenzaron a arrojar los cócteles, desencadenando grandes lenguas de fuego y una espesa humareda blanca.
Los atacantes permanecieron en el lugar un par de minutos y cuando comprobaron que el incendio tomaba cuerpo, se retiraron sin decir nada más.
A las 09:30 se hizo presente Alejandro Romay quien definió al suceso como un hecho incalificable. A esa altura el teatro se hallaba en ruinas y se hablaba de la cancelación de la obra.
-A mí no me asusta nadie. Yo estoy con el pueblo – dijo el empresario al ser requerido sobre si había recibido alguna amenaza.
Inmediatamente después se dirigió al interior del teatro en compañía de algunos bomberos. En tanto las cinco dotaciones que se habían presentado en el lugar terminaban de controlar el siniestro.
Mientras Mario Vanarelli, encargado de la dirección técnica de la obra, se quejaba de la mentalidad que imperaba en el país, Romay se abrazaba al director norteamericano Charles Grey, quien debía ponerla en escena.
-¡Es un desastre, un desastre! – decía al ser indagado por los periodistas.
-Así se defienden las ideas en este país – acotó Vanarelli.
-No nos explicamos que pretendieron hacer con esto – dijo uno de los actores en un bar cercano- O mejor sí, porque como en la España del 36, después de la cruz vienen las bombas.
-Ya no hay ninguna seguridad como para permanecer en el país –agregó una actriz norteamericana- hay que irse…
Otros intérpretes, que habían actuado en la ópera beat Hair, estrenada en ese mismo escenario, mostraron su congoja por haber perdido el trabajo.
A las 10 de la mañana, Romay ofreció una improvisada conferencia de prensa en un comercio contiguo, situado en Bartolomé Mitre 1448.
-No tiene explicación a nivel de la cultura y la inteligencia argentinas. La obra se dio con buen suceso en Estados Unidos, lo mismo en Inglaterra y si bien hubo alguna señal de disconformidad en el primero, fue de un grupo minoritario que no pasó de una simple queja.
La obra no fue estrenada y la compañía teatral, encabezada por Gray, regresó a los Estados Unidos, frustrada y acongojada.
Los actores argentinos le ofrecieron a Romay presentarla en forma gratuita, en algún espacio abierto de la ciudad, sin vestuario y con ropas comunes, pero el empresario se negó por temor a nuevos atentados. Se limitaron entonces a retratarse frente a la Catedral Metropolitana y a manifestar su apoyo a Gray y su gente durante la despedida que se le hizo en el Teatro “Ateneo”.
Días antes, ante el anuncio del estreno, militantes católicos pertenecientes a una organización cuya sigla era O.R.C.I., empapelaron el centro de Buenos Aires invitando a un Vía Crucis de desagravio en la histórica iglesia de San Ignacio el día 18 de abril “por la ofensa que se hace a la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo”.
El mismo se llevó a cabo el día fijado y a la salida, activistas nacionalistas repartieron volantes rubricados por la Guardia Restauradora Nacionalista, que reivindicaba la figura de Juan Manuel de Rosas, en los que condenaban la obra por sacrílega y blasfema, pues en ella, se hacía aparecer al Señor renegando de su Divinidad y entregado a actitudes equívocas con Santa María Magdalena.
-Yo estoy contento de que la gente defienda a Cristo, —dijo al respecto el padre Julián Agüero, párroco de San Ignacio —. Aquella fue una manifestación de fe muy emotiva, realizada por una muchachada profundamente cristiana.
Intentando despegarse de los hechos, el Arzobispo de Bueno Aires dio a conocer un comunicado repudiando la acción.
El Arzobispado de Buenos
Aires, que ha condenado estos actos criminales en varias oportunidades, renueva
hoy su más enérgica repulsa ante los últimos atentados, a los que se suma el
provocado incendio a una sala teatral de esta ciudad, donde han corrido riesgo
vidas de trabajadores.
Nada explica, y menos
justifica, este hecho delictuoso. Conforme
referencia acerca del texto de la versión argentina preparada aun siendo
objeto de algunas reservas, no afectaba sin embargo directamente la ortodoxia
doctrinal acerca de la persona de Cristo. La doctrina cristiana jamás podría
aprobar la realización de delitos, aun siendo cometidos en defensa de
ideologías, compartidas o no. Hechos como este, de ninguna manera favorecen el
progreso, armonía y paz, a la que tiene derecho todo el pueblo argentino. [Por
eso], ante expresiones de personas que se arrogan representaciones y formulan
declaraciones acerca de la exhibición en nuestro medio de obras polémicas e
inclusive pretenden imponer al actitud que al respecto deben asumir nuestros
obispos, damos a conocer una declaración de la Junta Coordinadora de Buenos
Aires de las Organizaciones de Apostolado Seglar según la cual, toda
manifestación que no emane de esta Junta no representa al laicado pues todas
las asociaciones que la integran aceptan filialmente las orientaciones
pastorales, identificándose por último con lo expresado por el señor arzobispo
coadjutor, monseñor Juan Carlos Aramburu, en lo referente al anunciado
espectáculo teatral sobre pasajes de la vida del Hijo de Dios hecho Hombre.
Del
Teatro Argentino solo quedaron cenizas. En su lugar se construyó una
playa de estacionamiento y recién en el año 2011 se comenzó a hablar de
levantar un edificio de departamentos, con la posibilidad de una sala.
Increíblemente, al tiempo que se desarrollaba esa guerra despiadada, con su ola de bombas, secuestros, enfrentamientos y asesinatos, la Argentina era escenario de una movida cultural sin precedentes.
Cines y teatros estrenaban a diario obras y películas de calidad, los grupos beat con La Joven Guardia, Los Náufragos, Safari, Pintura Fresca, Trocha Angosta, Industria Nacional, Séptima Brigada, El Grupo de Gastón, Abracadabra, Francis Smith a la cabeza, sonaban permanentemente en las radios y hacían bailar a todo el continente con temas como Estoy hecho un demonio, Una noche excepcional, Te quiero ver bailar, Zapatos rotos, El extraño del pelo largo, La extraña de las botas rosas, La reina de la canción, Súbete a mi barco, Yo en mi casa y ella en el bar, De boliche en boliche, Otra vez en la vía, Un día de paseo en Santa Fe y Soy igual a los demás.
Por otra parte, el rock nacional se hallaba en pleno apogeo, con agrupaciones que aparecían (y se disolvían) permanentemente, destacando entre ellas Almendra, Manal, Los Gatos, Pedro y Pablo con sus canciones de protesta; Vox Dei, Arco Iris y la Cofradía de la Flor Solar, ambas con su psicodelia hippie; Color Humano, Aquelarre, Pescado Rabioso, Pappo’s Blues, Contraluz, Orion’s Beethoven, Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, Raúl Porchetto, Gabriela y la emergente Sui Generis. Incluso uno de ellos, Vox Dei, lanzó el mercado una obra conceptual de inusitada repercusión, La Biblia, que fue aprobada por el Arzobispado porteño y recibida con beneplácito por los sectores más conservadores.
Se organizaban festivales al aire libre, tipo Woodstock y había conciertos casi a diario en Buenos Aires y sus alrededores y aunque el Instituto Di Tella había sido cerrado en tiempos de Onganía (1970), los intelectuales y artistas se nucleaban en otros círculos, proliferaban los sótanos de jazz, la orquesta de Juan D’Arienzo -el Rey del Compás- seguía hirviendo la sangre en el ciclo Grandes Valores del Tango de Canal 9; surgían constantemente agrupaciones teatrales, todas las semanas se inauguraban muestras y la televisión emitía ciclos que lo ataban a uno frente a la pantalla, los más memorables aquellos que encabezó el mítico Narciso Ibáñez Menta desde 1969 con El hombre que volvió de la muerte, El monstruo no ha muerto (la huida de Hitler a la argentina), El sátiro y Otra vez Drácula, que tuvieron repercusión en toda Hispanoamérica.
Sin embargo, eso no alcanzaba para diluir el temor y tener a la población a la expectativa. El gobierno y la ciudadanía seguían en ascuas por las tres personas que retenía la guerrilla, el almirante Alemán, el comandante de Gendarmería Nasif y el joven Santiago Soldati, hijo del presidente del Nuevo Banco Italiano y miembro del directorio de la Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad, quien desapareció en la localidad de Monte a fines de abril, luego de un tiroteo entre sus captores y personal de custodia.
Dada la situación, el presidente electo, Héctor J. Cámpora solicitó una reunión con la Junta de Comandantes, para abordar temas tan delicados como la subversión, el terrorismo y la Ley de Amnistía que se pensaba aplicar una vez asumido el nuevo gobierno.
La iniciativa partió del mandatario justicialista a través del Dr. Esteban Righi, a quien pidió se comunicase con el brigadier Bortot, jefe de la Casa Militar, para manifestarle su deseo de reunirse el jueves 3 de mayo, a las 11 de la mañana, en su domicilio particular, Libertad 1571, Piso 2º Dto. “A”, a los efectos de tratar la delicada situación que transitaba la nación4.
Enterado Lanusse, llamó por teléfono a Cámpora, adelantándole que aceptaba la invitación y a las 22:00 de ese mismo día (2 de mayo), le hizo llegar una nota ratificando la decisión.
Doscientos policías acordonaron el área y vigilaron la llegada de los comandantes. El primero en hacerlo fue el vicepresidente electo, Dr. Vicente Solano Lima, quien arribó a las 10:45 en un automóvil particular patente C-236509, con el que ingresó al garaje del mismo edificio. Para entonces, se encontraban en el apartamento de Cámpora, el Dr. Héctor J. Benítez, Raúl Lastiri y el Dr. Agustín Díaz Bialet, inminente ministro de la Suprema Corte de Justicia.
Increíblemente, al tiempo que se desarrollaba esa guerra despiadada, con su ola de bombas, secuestros, enfrentamientos y asesinatos, la Argentina era escenario de una movida cultural sin precedentes.
Cines y teatros estrenaban a diario obras y películas de calidad, los grupos beat con La Joven Guardia, Los Náufragos, Safari, Pintura Fresca, Trocha Angosta, Industria Nacional, Séptima Brigada, El Grupo de Gastón, Abracadabra, Francis Smith a la cabeza, sonaban permanentemente en las radios y hacían bailar a todo el continente con temas como Estoy hecho un demonio, Una noche excepcional, Te quiero ver bailar, Zapatos rotos, El extraño del pelo largo, La extraña de las botas rosas, La reina de la canción, Súbete a mi barco, Yo en mi casa y ella en el bar, De boliche en boliche, Otra vez en la vía, Un día de paseo en Santa Fe y Soy igual a los demás.
Por otra parte, el rock nacional se hallaba en pleno apogeo, con agrupaciones que aparecían (y se disolvían) permanentemente, destacando entre ellas Almendra, Manal, Los Gatos, Pedro y Pablo con sus canciones de protesta; Vox Dei, Arco Iris y la Cofradía de la Flor Solar, ambas con su psicodelia hippie; Color Humano, Aquelarre, Pescado Rabioso, Pappo’s Blues, Contraluz, Orion’s Beethoven, Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, Raúl Porchetto, Gabriela y la emergente Sui Generis. Incluso uno de ellos, Vox Dei, lanzó el mercado una obra conceptual de inusitada repercusión, La Biblia, que fue aprobada por el Arzobispado porteño y recibida con beneplácito por los sectores más conservadores.
Se organizaban festivales al aire libre, tipo Woodstock y había conciertos casi a diario en Buenos Aires y sus alrededores y aunque el Instituto Di Tella había sido cerrado en tiempos de Onganía (1970), los intelectuales y artistas se nucleaban en otros círculos, proliferaban los sótanos de jazz, la orquesta de Juan D’Arienzo -el Rey del Compás- seguía hirviendo la sangre en el ciclo Grandes Valores del Tango de Canal 9; surgían constantemente agrupaciones teatrales, todas las semanas se inauguraban muestras y la televisión emitía ciclos que lo ataban a uno frente a la pantalla, los más memorables aquellos que encabezó el mítico Narciso Ibáñez Menta desde 1969 con El hombre que volvió de la muerte, El monstruo no ha muerto (la huida de Hitler a la argentina), El sátiro y Otra vez Drácula, que tuvieron repercusión en toda Hispanoamérica.
Sin embargo, eso no alcanzaba para diluir el temor y tener a la población a la expectativa. El gobierno y la ciudadanía seguían en ascuas por las tres personas que retenía la guerrilla, el almirante Alemán, el comandante de Gendarmería Nasif y el joven Santiago Soldati, hijo del presidente del Nuevo Banco Italiano y miembro del directorio de la Compañía Ítalo-Argentina de Electricidad, quien desapareció en la localidad de Monte a fines de abril, luego de un tiroteo entre sus captores y personal de custodia.
Dada la situación, el presidente electo, Héctor J. Cámpora solicitó una reunión con la Junta de Comandantes, para abordar temas tan delicados como la subversión, el terrorismo y la Ley de Amnistía que se pensaba aplicar una vez asumido el nuevo gobierno.
La iniciativa partió del mandatario justicialista a través del Dr. Esteban Righi, a quien pidió se comunicase con el brigadier Bortot, jefe de la Casa Militar, para manifestarle su deseo de reunirse el jueves 3 de mayo, a las 11 de la mañana, en su domicilio particular, Libertad 1571, Piso 2º Dto. “A”, a los efectos de tratar la delicada situación que transitaba la nación4.
Enterado Lanusse, llamó por teléfono a Cámpora, adelantándole que aceptaba la invitación y a las 22:00 de ese mismo día (2 de mayo), le hizo llegar una nota ratificando la decisión.
Doscientos policías acordonaron el área y vigilaron la llegada de los comandantes. El primero en hacerlo fue el vicepresidente electo, Dr. Vicente Solano Lima, quien arribó a las 10:45 en un automóvil particular patente C-236509, con el que ingresó al garaje del mismo edificio. Para entonces, se encontraban en el apartamento de Cámpora, el Dr. Héctor J. Benítez, Raúl Lastiri y el Dr. Agustín Díaz Bialet, inminente ministro de la Suprema Corte de Justicia.
Lanusse llega a la cumbre de los comandantes en el domicilio de Cámpora (Fotografía: "La Razón") |
A las 11 en punto llegó el almirante Coda, acompañado por su edecán y detrás suyo lo hizo el brigadier Rey. Lanusse apareció tres minutos después, escoltado por varias motocicletas policiales y vehículos de custodia, recibiendo al descender el aplauso de algunos vecinos apostados en balcones y veredas. Lo acompañaba el coronel Carlos Alberto Tependino jefe de seguridad de la Presidencia de la Nación, con quien se introdujo rápidamente en el edificio, haciendo previamente la venia a los camarógrafos.
El encuentro finalizó a las 15:00 horas, cuando los asistentes se retiraron sin formular declaraciones. Media hora después, Cámpora entregó un comunicado oficial donde informaba los resultados de la cumbre. Lo hizo en la puerta del edificio ubicado en Córdoba 1184, a través de su secretario privado, Sr. Falcone, a quien se lo entregó el hijo del presidente electo.
En el día de la fecha, a
las 11 horas, el presidente y vicepresidente electos mantuvieron una reunión
con los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. Los comandantes expresaron
su preocupación por los hechos de violencia que vive el país y transmitieron
información sobre las actividades de elementos extremistas animados de fines
subversivos. El presidente electo expresó su honda preocupación para que se
alcance la pacificación nacional y manifestó su esperanza que la normalización
del país elimine la violencia mediante la constitución de los poderes y
autoridades elegidas por el pueblo. Sostuvo, además, que el proceso político ha
costado grandes sacrificios a todos los sectores del país y que a partir del 25
de mayo el ejercicio del gobierno de la Nación estará a cargo de los poderes
Legislativo, Judicial y Ejecutivo, de acuerdo a la competencia que señala la
Constitución Nacional. Afirmó que las Fuerzas Armadas de la Nación deben estar
subordinadas a las autoridades nacionales, de acuerdo con las normas fundamentales
de la República. Antes de finalizar la entrevista, se acordó tomar nuevos
contactos a fin de prever todos los aspectos relativos a la asunción del
gobierno por las autoridades constitucionales.
Esa misma mañana, a las 08:45, tuvo lugar una reunión en el Comando en Jefe del Ejército (Edificio Libertador), donde fueron abordados los mismos temas, es decir, la situación general del país, las actividades subversivas y terroristas, los últimos episodios acaecidos en ese sentido y asuntos internos de la institución.
La presidió el general López Aufranc y asistieron a la misma seis generales de división, doce de brigada con funciones en el interior, los titulares del SIDE (Servicio de Inteligencia del Estado) y las jefaturas del Estado Mayor General del Ejército, el comandante general de Sanidad y el asesor jurídico de la fuerza, completándose la misma al día siguiente con una reunión de generales de división.
Ataque al Subcomando Radioeléctrico de Merlo
El domingo 20 de mayo, un comando del ERP intentó apoderarse del Subcomando Radioeléctrico de la policía bonaerense en Merlo, ubicado en Av. Hipólito Yrigoyen al 1500, esquina Carabobo, a catorce cuadras de la estación del Ferrocarril Sarmiento y la Ruta Nacional Nº 7.
El edificio, se hallaba en construcción y tenía una salida posterior, un portón metálico de doble hoja sobre la calle Tala, que aún era de tierra.
Ocho agentes custodiaban el lugar después de que un mensaje anónimo alertara sobre un supuesto ataque antes del 25 de mayo (fecha de la asunción de Cámpora), para emitir desde allí una proclama revolucionaria.
La información fue confirmada a las 08:10 de aquella mañana cuando un Dodge celeste, patente C-444753, se detuvo frente al inmueble, llevando a bordo dos hombres jóvenes y una mujer.
Alertados por la presencia, el cabo Norberto Terencio se les acercó para pedirles su identificación pero cuando se hallaba a 20 metros de distancia, una voz femenina partió del interior del vehículo, ordenándole detenerse y arrojar el arma.
-¡¡Alto, no se mueva!! ¡¡Entregue su arma!!
Cuando el suboficial intentó extraer su pistola 9 mm., uno de los ocupantes, sujeto morocho, de anteojos negros, bajó del vehículo, se parapetó detrás del automóvil y abrió fuego con su ametralladora, alcanzando a Terencio en sus piernas.
Al ver a su compañero caído y a los desconocidos en actitud hostil, el personal policial comenzó a tirar, alcanzando al Dodge en diversos puntos de su carrocería, entre ellos su parabrisas.
Subcomando Radioeléctrico de Merlo después del ataque
(Imagen: "La Nación") |
Viéndose expuestos a la balacera, el otro hombre y la mujer se bajaron corriendo y tras de guarecerse en la parada de colectivos techada que se encontraba a la derecha, comenzaron a disparar, destruyendo los vidrios frontales de la unidad.
En esos momentos, se detuvo en Carabobo una camioneta Chevrolet azul de la cual saltaron al pavimento varios jóvenes armados, quienes corrieron hacia la calle Tala, llevando con ellos una escalera de madera, con la cual pensaban ingresar por la parte posterior.
Inmediatamente detrás, llegaron un Chevy verde y un Ford Falcon rojo con una franca blanca sobre el capot, elevando el número de atacantes a 15, entre ellos al menos dos mujeres.
Los extremistas que habían llegado en la camioneta, colocaron la escalera junto al portón de entrada y comenzaron a subir al techo en tanto sus compañeros cubrían la acción disparando desde diferentes direcciones. Uno de ellos alcanzó el objetivo y cortó los cables de comunicación, dejando aislada la dependencia.
Al ver ese movimiento, el agente aspirante Juan Carlos Alegrini corrió hacia allí y pese a que sus oponentes eran cinco, logró contenerlos, trabándose en desigual combate. El sargento Félix Martínez se percató de ello y cuando se disponía a apoyarlo, una bala le dio en el vientre, hiriéndolo de gravedad.
Alegrini perdió por un momento la concentración, una fracción de segundo que le resultó fatal. Una bala lo alcanzó de lleno en la frente, matándolo instantáneamente.
Los policías resistían con tesón cuando el agente Víctor Lucas Heredia recibió un impacto en el torso, pero para ese momento, los atacantes iniciaban la retirada, replegándose de manera escalonada. Su jefe, José Luis Castrogiovanni, el sujeto morocho de anteojos negros que disparaba desde la parte posterior del Dodge fue alcanzado por varios proyectiles; su compañera, corrió a rescatarlo, pero también resultó herida, quedando ambos sobre el pavimento, en medio de sendos charcos de sangre.
Agente aspirante Juan C. Alegrini caído en acción |
Los
extremistas corrían hacia los automóviles cuando uno de ellos, un
muchacho extremadamente joven vestido de pantalón azul y remera verde,
recibió un tiro en la espalda que lo tumbó sobre la calle.
Sus compañeros intentaron ayudarlo, pero la balacera era tan intensa que debieron desistir. Redoblando los esfuerzos y arriesgándose peligrosamente, lograron sacaron de la línea de fuego a la rastra y lo subieron al Ford Falcon para darse a la fuga velozmente.
Los vehículos huyeron hacia la Ruta 7 (a esa altura denominada Moreno) y una vez allí giraron hacia el oeste, seguidos por un patrullero Torino, que se encontraba cerca cuando fue radiado el alerta.
La cacería se extendió varias cuadras, con los vehículos intercambiando disparos mientras se desplazaban entre el tránsito, pero de pronto, el disco de embrague del coche policial se trabó y eso le impidió seguir la marcha, permitiéndole a los extremistas desaparecer en dirección a Luján.
Minutos después apareció un helicóptero de la Aviación de Ejército pero sus intentos de dar con los prófugos fueron vanos.
Para entonces, altos jefes policiales se habían presentado en el lugar de los hechos para constatar lo sucedido. Una rápida inspección permitió determinar que el frente del edificio acusaba unos 50 impactos de bala y otros 20 en la parte posterior, donde quedó la escalera apoyada contra la pared, junto al portón de acceso. Muchos de ellos parecían proyectiles de una escopeta Brenneke.
Los heridos fueron trasladados al Sanatorio Merlo en tres ambulancias que se presentaron a poco de finalizada la acción. Las lesiones del cabo Terencio no revestían gravedad, sí las de Martínez y Heredia (este último efectivo de la comisaría de La Heras que había ido a reforzar la dotación de la unidad), quienes debieron ser sometidos a intervenciones quirúrgicas para salvar sus vidas.
El cuerpo del agente aspirante Alegrini permaneció en el lugar por más tiempo, cubierto por una lona, hasta tanto se completaba el papelerío previo a su retiro. Tenía 22 años de edad, estaba casado con Clara Lidia Pineda y hacía apenas un mes que había ingresado en la fuerza.
En el Dodge celeste que quedó abandonado por los atacantes frente al Subcomando, fueron hallados una pistola 45, un bolso de mujer con documentos de identidad y los papeles del auto, que resultaron ser falsos, lo mismo que sus patentes.
Sus compañeros intentaron ayudarlo, pero la balacera era tan intensa que debieron desistir. Redoblando los esfuerzos y arriesgándose peligrosamente, lograron sacaron de la línea de fuego a la rastra y lo subieron al Ford Falcon para darse a la fuga velozmente.
Los vehículos huyeron hacia la Ruta 7 (a esa altura denominada Moreno) y una vez allí giraron hacia el oeste, seguidos por un patrullero Torino, que se encontraba cerca cuando fue radiado el alerta.
La cacería se extendió varias cuadras, con los vehículos intercambiando disparos mientras se desplazaban entre el tránsito, pero de pronto, el disco de embrague del coche policial se trabó y eso le impidió seguir la marcha, permitiéndole a los extremistas desaparecer en dirección a Luján.
Minutos después apareció un helicóptero de la Aviación de Ejército pero sus intentos de dar con los prófugos fueron vanos.
Para entonces, altos jefes policiales se habían presentado en el lugar de los hechos para constatar lo sucedido. Una rápida inspección permitió determinar que el frente del edificio acusaba unos 50 impactos de bala y otros 20 en la parte posterior, donde quedó la escalera apoyada contra la pared, junto al portón de acceso. Muchos de ellos parecían proyectiles de una escopeta Brenneke.
Los heridos fueron trasladados al Sanatorio Merlo en tres ambulancias que se presentaron a poco de finalizada la acción. Las lesiones del cabo Terencio no revestían gravedad, sí las de Martínez y Heredia (este último efectivo de la comisaría de La Heras que había ido a reforzar la dotación de la unidad), quienes debieron ser sometidos a intervenciones quirúrgicas para salvar sus vidas.
El cuerpo del agente aspirante Alegrini permaneció en el lugar por más tiempo, cubierto por una lona, hasta tanto se completaba el papelerío previo a su retiro. Tenía 22 años de edad, estaba casado con Clara Lidia Pineda y hacía apenas un mes que había ingresado en la fuerza.
En el Dodge celeste que quedó abandonado por los atacantes frente al Subcomando, fueron hallados una pistola 45, un bolso de mujer con documentos de identidad y los papeles del auto, que resultaron ser falsos, lo mismo que sus patentes.
El Dodge celeste patente C-444753 en el que llegaron los atacantes
(Imagen: "La Nación") |
Ese mismo día, las FAR ocuparon las oficinas de la Organización de Protección Industrial, en la localidad de Sáenz Peña. La firma se dedicaba a brindar servicios de custodia a grandes empresas y su titular era el coronel retirado Héctor Edmundo Cabanillas, aquel que estuvo implicado en el secuestro y ocultamiento del cadáver de Eva Perón5.
En la oportunidad, varios desconocidos ingresaron en la dependencia y después de maniatar y encapuchar a los dos empleados que se encontraban en el lugar, procedieron a revisar el mobiliario, apoderándose de un revolver calibre 32 y documentación. Al cabo de 15 minutos se retiraron, arrojando previamente bombas molotov que desencadenaron un incendio importante. Lo hicieron sin liberar a los prisioneros, los cuales quedaron allí, a merced de las llamas, completamente desprotegidos.
La llegada de los bomberos los salvó de una muerte segura y evitó que el siniestro se propagara a los inmuebles linderos.
Uno de los empleados presentaba quemaduras de primer grado, por lo cual fue derivado al Instituto de Cirugía de la Provincia de Buenos Aires, sito en Haedo, donde fue atendido y posteriormente enviado a su domicilio.
Un comunicado enviado a los medios de prensa hizo saber que el atentado había sido perpetrado por la organización Montoneros, como represalia por la participación de Cabanillas en el secuestro y desaparición del cuerpo de Evita.
En San Martín, esa misma jornada, Jesús María Suárez, agente de la seccional regional, circulaba en bicicleta, en cumplimiento de una comisión cuando al llegar a la esquina de Agustín Álvarez y Calle 15 fue interceptado por un vehículo de cuyo interior partieron numerosos disparos que lo hirieron gravemente en el tórax, el estómago y una pierna.
Con Suárez desangrándose en el suelo, dos de los ocupantes del rodado descendieron para despojarlo del arma y la chapa y darse posteriormente a la fuga.
Todos estos hechos vinieron a coincidir con la noticia llegada desde Bolivia, dando cuenta del asesinato de Andrés Sélich, uno de los responsables de la captura y ejecución del Che Guevara.
Sélich estaba conspirando contra el general Banzer, su compañero en la intentona golpista de 1971 y había sido apresado y conducido al edificio de Seguridad del Estado, donde fue muerto a palos durante un interrogatorio6.
El 22 de mayo en horas de la mañana, las Fuerzas Armadas Peronistas-Comando Nacional, dirigidas por Raimundo Villaflor y Enrique Néstor Ardetti (el “Gordo Ramón”), asesinaron al líder metalúrgico Dirck Henry Kloosterman, secretario general del Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), un hombre moderado, amigo del diálogo y el entendimiento que había intentado conciliar a los trabajadores con la clase patronal a efectos de lograr un mayor entendimiento en materia de salarios y producción.
Ese martes, como todos los días, Kloosterman salió a la vereda a despedir a sus hijos, Esteban Martín de 8 años, Valentina Isabel de 5 y Marcos Andrés de 3, quienes a esa hora abordaban el transporte escolar que los conducía al cercano establecimiento de enseñanza donde cursaban el ciclo primario y el jardín de infantes.
Dirck Henry Kloosterman |
Cuando el ómnibus dobló la esquina y desapareció de la vista, el dirigente regresó a la puerta, se despidió con un beso de su esposa, la Dra. Trinidad Rebeca Ventura (médica), tomó el portafolio que esta le tendía y se subió a su auto, un Ford Falcon claro, al que puso en marcha con la idea de tomar la Avenida de Circunvalación (su camino habitual) para dirigirse a la Capital Federal, donde debía presidir un plenario de secretarios a nivel nacional.
Ni la Dra. Ventura ni Kloosterman se percataron de que unos metros más adelante, sobre la Calle 51, entre 27 y 28, casi frente a su domicilio, tres sujetos cambiaban el neumático trasero de un Citroën 2CV.
Cuando el líder sindical pasó junto a ellos, los sujetos tomaron las armas que mantenían escondidas y comenzaron a disparar. Al menos dos portaban ametralladoras y con ellas acribillaron el auto, alcanzando a su conductor en la cabeza, los brazos y el pecho.
Kloosterman cayó sobre el volante y luego sobre la puerta, a la que había intentado abrir al sonar las primeras descargas mientras el Ford Falcon seguía su marcha lentamente hasta topar contra el cordón de la vereda opuesta.
Los agresores, mientras tanto, se dieron a la fuga, corriendo hacia la Calle 28, donde abordaron un Chevrolet 400 color verde claro, patente 427.833, que tenían allí estacionado.
Salieron a gran velocidad, haciendo sonar las ruedas sobre el pavimento justo en el momento en que un policía de civil, intentó interceptarlos. El agente extrajo su arma y efectuó varios disparos, destrozando la luneta trasera del vehículo, pero el rodado logró escapar.
Al escuchar las descargas, la esposa de Kloosterman salió a la calle y corrió hacia el automóvil. Una vez a su lado, abrió la puerta e intentó auxiliar a su marido y al ver que no presentaba signos vitales comenzó a gritar pidiendo ayuda.
El agente de civil y varios vecinos se acercaron para auxiliarla y entonces pudieron ver al dirigente caído sobre el asiento, con la cabeza fuera del vehículo, bañado en sangre.
Minutos después se hicieron presentes los primeros patrulleros y casi detrás de ellos, el padre del occiso quien al ver su cuerpo sin vida, sufrió una crisis de nervios.
La policía emitió directivas ordenando acordonar el área y poco después, encontró al Chevrolet 400 abandonado en la Calle 32, entre 30 y 31, con el vidrio trasero destruido y algo más adelante, entre 30 y 32 un segundo automóvil negro, que había servido de apoyo.
Kloosterman acribillado dentro de su auto (Imágen: "La Razón") |
Una
vez que la ambulancia retiró el cadáver, la policía secuestro los
cuatro rodados -incluyendo al Falcon de la víctima-, los cuales fueron
remolcados hasta la seccional 5ª de La Plata para practicarles los
correspondientes peritajes.
El hecho sumió a la dirigencia sindical argentina en profunda consternación. Kloosterman era una persona apreciada, partidario acérrimo de Rucci en la CGT, que había desempeñado la vicepresidencia de la Federación Internacional de la Industria Metalúrgica durante un período.
Esa tarde, a las 18 horas, SMATA celebró una reunión extraordinaria en la Capital Federal, declarando un cese de actividades entre las 23:00 y las 0 horas, en repudio del atentado.
El día anterior, un comando del ERP-22 de Agosto que se movía en una pick-up Dodge, se acercó lentamente al acceso principal de la planta Ford, en El Talar de Pacheco y aprovechando la poca visibilidad disparó contra el gerente de Análisis de Costos, Luis V. Giovanelli, quien al verse objeto de un secuestro, intentó huir.
El alto ejecutivo quedó en muy grave estado, con dos impactos de bala en la cabeza, lo mismo la supervisora del Programa de Bienestar, Noemí Baruj de Da Rin, que resultó herida en el tórax y el brazo izquierdo.
La camioneta Dodge en la que se movían los atacantes fue hallada abandonada a varias cuadras del lugar y en su interior, fueron hallados un largavistas y una radio portátil.
Tanto Giovanelli como Baruj fueron evacuados hacia el Hospital de San isidro, donde el primero permaneció internado hasta el 25 del siguiente mes cuando falleció, dejando a su esposa y una hija pequeña.
La banda terrorista se adjudicó el crimen a través de un comunicado en el que además, amenazó con nuevos atentados.
La autopsia practicada al cadáver de Kloosterman reveló 26 impactos de bala en diferentes partes del cuerpo.
Sus restos fueron velados en la sede de SMATA de La Plata, donde se hicieron presentes numerosas personalidades vinculadas a la política y el sindicalismo nacional.
El hecho sumió a la dirigencia sindical argentina en profunda consternación. Kloosterman era una persona apreciada, partidario acérrimo de Rucci en la CGT, que había desempeñado la vicepresidencia de la Federación Internacional de la Industria Metalúrgica durante un período.
Esa tarde, a las 18 horas, SMATA celebró una reunión extraordinaria en la Capital Federal, declarando un cese de actividades entre las 23:00 y las 0 horas, en repudio del atentado.
El día anterior, un comando del ERP-22 de Agosto que se movía en una pick-up Dodge, se acercó lentamente al acceso principal de la planta Ford, en El Talar de Pacheco y aprovechando la poca visibilidad disparó contra el gerente de Análisis de Costos, Luis V. Giovanelli, quien al verse objeto de un secuestro, intentó huir.
El alto ejecutivo quedó en muy grave estado, con dos impactos de bala en la cabeza, lo mismo la supervisora del Programa de Bienestar, Noemí Baruj de Da Rin, que resultó herida en el tórax y el brazo izquierdo.
La camioneta Dodge en la que se movían los atacantes fue hallada abandonada a varias cuadras del lugar y en su interior, fueron hallados un largavistas y una radio portátil.
Tanto Giovanelli como Baruj fueron evacuados hacia el Hospital de San isidro, donde el primero permaneció internado hasta el 25 del siguiente mes cuando falleció, dejando a su esposa y una hija pequeña.
La banda terrorista se adjudicó el crimen a través de un comunicado en el que además, amenazó con nuevos atentados.
La autopsia practicada al cadáver de Kloosterman reveló 26 impactos de bala en diferentes partes del cuerpo.
Sus restos fueron velados en la sede de SMATA de La Plata, donde se hicieron presentes numerosas personalidades vinculadas a la política y el sindicalismo nacional.
El padre de Kloosterman sufre un ataque de nervios |
A las 14:10 llegó José Ignacio Rucci, quien manifestó a los medios que “…elementos
de derecha e izquierda que con manotazos de ahogado tratan de
entorpecer el normal desarrollo de la toma del poder por parte del
pueblo”. Por su parte, el dirigente portuario Eustaquio Tolosa,
asesor del Sindicato Unido Portuarios Argentinos (SUPA), hizo uso de la
palabra y al terminar dijo a la prensa, luego de recordar la campaña
intimidatoria que se venía desarrollando contra los gremios desde el 16
de mayo: “Kloosterman me ganó de mano. Yo era el próximo. Su muerte es algo absurdo”.
También el presidente de la República se manifestó a través de un comunicado de prensa asegurando que los autores del atentado “…pretenden imponer sus concepciones apátridas y totalitarias con métodos violentos y arteros”, lo mismo Perón desde Madrid, cuando pasadas las 16:00 (hora local), tras enterarse del suceso, le envió un télex a Rucci, rogándole hiciera llegar su más sentido pésame a SMATA y la familia del dirigente.
Los atacantes habían planificado el operativo de manera meticulosa, sobre todo la retirada, con una serie de trasbordos en diferentes vehículos que fueron abandonaron escalonadamente a lo largo del trayecto.
A las 4 p.m., el cortejo fúnebre se puso en marcha en dirección al cementerio de La Plata. Y como era habitual en estos casos, una larga hilera de automóviles acompañó el féretro por las calles de la ciudad, a la vista de la ciudadanía que desconsolada y alarmada, se persignaba a su paso.
Antes de que los restos fuesen depositados en el Panteón Público Municipal, hicieron uso de la palabra los dirigentes Manuel Calvo, Daniel Benedict y José Rodríguez.
La muerte de Kloosterman a manos de una organización que se decía peronista era la prueba de que la llegada de un gobierno legítimo y mucho menos el pueblo y la democracia eran sus objetivos. A esa altura, a escasos dos días de la asunción de las nuevas autoridades, era obvio que a la subversión no le interesaba el diálogo y no estaba dispuesta a deponer su actitud7.
También el presidente de la República se manifestó a través de un comunicado de prensa asegurando que los autores del atentado “…pretenden imponer sus concepciones apátridas y totalitarias con métodos violentos y arteros”, lo mismo Perón desde Madrid, cuando pasadas las 16:00 (hora local), tras enterarse del suceso, le envió un télex a Rucci, rogándole hiciera llegar su más sentido pésame a SMATA y la familia del dirigente.
Los atacantes habían planificado el operativo de manera meticulosa, sobre todo la retirada, con una serie de trasbordos en diferentes vehículos que fueron abandonaron escalonadamente a lo largo del trayecto.
A las 4 p.m., el cortejo fúnebre se puso en marcha en dirección al cementerio de La Plata. Y como era habitual en estos casos, una larga hilera de automóviles acompañó el féretro por las calles de la ciudad, a la vista de la ciudadanía que desconsolada y alarmada, se persignaba a su paso.
Antes de que los restos fuesen depositados en el Panteón Público Municipal, hicieron uso de la palabra los dirigentes Manuel Calvo, Daniel Benedict y José Rodríguez.
La muerte de Kloosterman a manos de una organización que se decía peronista era la prueba de que la llegada de un gobierno legítimo y mucho menos el pueblo y la democracia eran sus objetivos. A esa altura, a escasos dos días de la asunción de las nuevas autoridades, era obvio que a la subversión no le interesaba el diálogo y no estaba dispuesta a deponer su actitud7.
Imágenes
Contraalmirante Hermes Quijada, asesinado por el ERP |
El almirante Carlos Coda hace su arribo al domicilio del presidente electo Cámpora (Imágen: "La Nación") |
Detrás suyo hace lo propio el brigadier Rey |
(Imágen: "La Nación") |
Cámpora y Solano Lima abandonan el domicilio del primero tras la cumbre con los comandantes |
(Imágen: "La Nación") |
1
Comandante del torpedero “Misiones” T11/D11 en 1964. Participó en las tareas de
rescate del torpedero “La Plata” D-4 cuando en 1954 se accidentó en el Río de
la Plata. Cinco años después fue designado comandante del rastreador ARA
“Robinson” M-3.
2 La misión
tuvo lugar en el marco de la Campaña Antártica de Verano 1961/1962 y se inició
en el mes de octubre de 1961 con un vuelo de reconocimiento sobre la isla
Decepción y el Mar de Wedell, a bordo del Douglas C-4 matrícula CTA-5. El 18 de
diciembre la Unidad de Tareas 7-8 (UT 7-8) integrada por el bimotor Douglas
DC-3 matrícula CTA-12 y el C-47 matrícula CTA-15, despegó de Río Gallegos para
cruzar el estrecho de Drake, con el apoyo del Douglas DC-4 meteorológico,
matrícula CTA-2. Ese mismo día, aterrizaron en la pista especialmente
construida en la barrera de hielo Larsen (Aeródromo Jorge A. Campbell), entre
la isla Robinson y la Base Aérea Teniente Matienzo, hoy mar abierto.
La UT 7-8 contó con el apoyo de dos helicópteros embarcados,
matriculas 2-H-11 y 2-H-14, además del avión DHC-2 Beaver, matrícula 3-G-6 y
personal de la mencionada base. El 26 de diciembre partieron a hora temprana y
luego de nueve horas, se posaron en la Estación Científica Ellsworth, tras 1700
kilómetros de recorrido y el 6 de enero de 1962, a las 13:00 el C-47 y el DC-3 decolaron
con destino al Polo Sur, donde llegaron a las 21:00, luego de 1350 kilómetros
de vuelo. Al día siguiente emprendieron el regreso (06:30 a.m.) y aterrizaron
en Ellsworth (12:23 horas), para seguir el 18 hasta el Aeródromo Campbell y el
20 hacia el continente.
3 “Estrella Roja” Nº 20, 14 de mayo de 1973, p.4.