martes, 2 de julio de 2019

INTERLUDIO

Ernesto en una clase de Anatomía. Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (1951)
Debajo, la segunda de la derecha, su amiga epistolar Tita Infante


En 1951 Ernesto seguía ligado a su verdadera pasión, el rugby, aunque no como jugador sino como periodista.
En el mes de mayo de ese año había fundado junto a su hermano Roberto y un grupo de amigos, la revista “Tackle”, publicación semanal que aparecía los sábados al precio de $ 1,00 m/n.
Aunque la iniciativa fue suya, la dirección quedó a cargo de Julio César Castro porque los viajes en la flota mercante le restaban demasiado tiempo como para ocuparse de ella. Aún así, fue el alma-mater del emprendimiento y uno de sus más entusiastas colaboradores.
Se trataba de un grupo homogéneo al que no solamente movía su amor por el mencionado deporte sino también el espíritu de camaradería y la convicción de que estaban haciendo algo bueno. Y para ponerlo en marcha, la ayuda de familiares y amigos resultó esencial.
La redacción de la que fue la tercera revista en su género, funcionó en las oficinas de Guevara Lynch, Verbruch & Cía, firma inmobiliaria y estudio de arquitectura que don Ernesto alquilaba sobre la calle Paraguay 2034, piso 1º, departamento “A".

 
Se trataba de una suerte de refugio, un sitio ideal para ese tipo de actividad y algo debía tener de especial, realmente, porque además de los improvisados periodistas, allí se juntaban a estudiar cuatro de los hermanos Guevara, Ernesto, Medicina; Roberto, Derecho y Celia con Ana María y su novio Carlos Lino, Arquitectura.
Los integrantes de la redacción, diez en total, solían reunirse una o dos veces por semana para redactar las notas, tratar con los diagramadores, buscar avisadores, lidiar con los impresores y finalmente, organizar la distribución para que la revista estuviera en la calle los sábados por la mañana. La primera edición estuvo en los kioscos el 5 de mayo de 1951 y en ella, como en los números siguientes, cada uno de ellos firmó con seudónimos. Ernesto era “Chang-Chow”, Roberto “Chiquilín”, Julio César Castro “Tomás de Ronga” ó “Julio Cecas”, Roberto Ahumada: “Kick del wing”, Máximo Leuler: “Maco”, Francisco Lynch (primo de los Guevara) “Leff-out-side” y Emilio Meyer Arana: “K. Vayito”, pero lo digno de resaltar fue que contaron con la colaboración de un ayudante de lujo, nada menos que Lino Palacios, el gran dibujante argentino, jugador de rugby en sus tiempos11, que tuvo a su cargo las ilustraciones de la sección “Rugberías”.
El primer aviso que consiguieron fue, como era de esperar, el de Guevara Lynch, Verbruch & Cía, que apareció ininterrumpidamente hasta la última edición. También hicieron su aporte personas y firmas relacionadas con el deporte, entre ellas “Pajarito” Elizalde y Glastra SACI, la compañía familiar del legendario Lucky, que se dedicaba a la importación de material ferroviario.
Aquel primer número debió constituir todo un logro, con su cubierta en papel bond y sus 16 páginas interiores con el relato y las crónicas de los partidos que se habían jugado el fin de semana anterior, no solo los de primera, intermedia y reserva sino los de todas las divisiones. Una verdadera hazaña en la que a cada uno le cupo su parte.
El primer artículo escrito por Ernesto fue “Atalaya y las terceras”, aparecido en el Nº 1 con la firma Chang-cho. Se trataba de un pormenorizado relato de la campaña que finalizó con el ascenso del equipo, el año anterior.

En general, el campeón mostró un pack aguerrido y que sabe jugar la pelota pero con marcada tendencia al juego individual […] Elizalde, como medio de apertura, no movió la línea con la asiduidad que debiera y abusó del kick, dando la impresión de que siente el peso de las campañas [...] Los hermanos Maschwitz, eficaces en el line out, forman una segunda línea sólida, mostrándose más trabajador y ordenado Enrique, más brillante e individualista Eduardo1.

El siguiente número salió a la venta el 12 de mayo y trajo su nota más crítica “Rugby del interior”, en la que ponía énfasis en la necesidad de brindar apoyo a quienes intentaban promover el deporte fuera de Buenos Aires.

La mitad de los clubes tienen su nombre y el color de la camiseta como única propiedad […] Quizás el punto inicial sea la falta de núcleos de población de nacionalidad inglesa en el interior […] No prendió el rugby entre las clases adineradas y, salvo excepciones, lo practica una pequeña burguesía, gente que puede poner mucho entusiasmo al servicio del deporte, pero nada más2.

Hubo un tercer artículo el 19 del mismo mes (Nº 3), pero para el siguiente hubo que esperar hasta el 23 de junio, cuando el joven estudiante de Medicina regresó de su tercer viaje al Caribe.
La revista no apareció todos los fines de semana porque si tomamos en cuenta que su primer número salió a la calle el 5 de mayo y el último el 28 de julio, las ediciones debieron haber sido trece. Sea como fuere, la quinta nota de Ernesto llegó con el ejemplar del 30 de junio, a poco de finalizado su cuarto viaje en la marina mercante.
William Gálvez ha relatado muy bien la etapa rugbística del Che y ha volcado en su libro el testimonio de su hermano Roberto, magnífico back del San Isidro Club y el Seleccionado de Buenos Aires, en los años cincuenta.

... diré que no se publicaron más de once números de la revista Tackle, que dejó de salir por falta de fondos. Carlos Figueroa era el encargado de los anuncios. El director era Julio César Castro (fallecido). Ernesto sólo agregaba las notas que aparecen bajo el seudónimo Chang-Cho (hay incluso una foto del equipo de Estudiantes de Córdoba donde aparece él) mi hermano no estaba en el trabajo todos los días; en aquellos tiempos viajaba como enfermero en los barcos de la Flota Mercante del Estado y sólo podía ayudar en aquellos períodos en que estaba en tierra3.

El último número de “Tackle” que como dijimos, estuvo en la calle el 28 de julio, anunciaba en una de sus columnas que la siguiente edición estaría en los kioscos el 12 de agosto, pero por falta de financiación, la aventura terminó ahí. Y una vez más, el rugby quedó huérfano de medios especializados ya que recién en la década del sesenta, con la aparición de “Tercer Tiempo”, volvería a contar con un medio especializado4.

En 1951 Ernesto se inscribió en seis materias, Patología Quirúrgica, Técnica Quirúrgica, Clínica Ginecológica, Radiología y Fisioterapia, Cínica Psiquiátrica y Clínica Otorrinolarringológica. Aprobó las cinco primeras entre septiembre y octubre e inmediatamente después, preparó un bolso de ropa y sin decir más, se marchó a Córdoba, ansioso por ver a Chichina y visitar amigos. Y fue en esa oportunidad que durante su paso por lo de los Granado, retomó con Alberto el viejo proyecto de recorrer Sudamérica.
Aquel fue un año marcado por hechos de resonancia, que debieron repercutir considerablemente en quien una década después, se convertiría en uno de los máximos líderes revolucionarios del siglo.
El 8 de febrero, la Argentina probó exitosamente su segundo avión-caza a reacción, el I.Ae-33 Pulqui II, sofisticado ingenio de la alta tecnología nacional, creación el ingeniero Kurt Tank, uno de los tantos científicos del III Reich que Perón trajo al país para trabajar en sus programas militares.
Ejemplar de la revista
fundada por el Che
El aparato decoló de la Fábrica de Aviones, en la provincia de Córdoba, alrededor de las 07.00 y a los pocos minutos alcanzó los 6000 metros de altura, a 1000 km/h, demostrando maniobrabilidad y buena estabilidad.
La embajada norteamericana siguió con interés las vicisitudes de aquel vuelo que no hizo más que confirmar las sospechas del Departamento de Estado, de que Perón se estaba armando para lograr el desequilibrio en la región y poner a su país a la cabeza de un desafiante bloque de naciones ubicado entre oriente y occidente.
El caza llegó al Aeroparque Metropolitano de la Ciudad de Buenos Aires, donde hizo varias pasadas a la vista del primer mandatario, sus principales funcionarios y una verdadera multitud que se había dado sita en la estación aérea para observar aquel adelanto e inmediatamente después aterrizó.
Washington continuaba denunciando al régimen peronista y ponía énfasis en la amenaza que representaba para la región, más cuando se sabía que el gobierno argentino había puesto en marcha un hermético programa nuclear en una apartada región patagónica y que trabajaba en proyectos secretos como el transporte militar I.Ae-38, un monstruo alado de gran envergadura, creado por el diseñador alemán Reimar Horten, suerte de precursor de los poderosos Hércules C-130 estadounidenses, que recién sería descubierto en 1955, una vez caído el régimen.
Al mismo tiempo, en desiertos y salinas del centro del país continuaban las pruebas con las bombas voladoras AM-1 “Tábano”, impulsada por el primer motor-cohete desarrollado en América Latina y PAT-1 (Proyectil Argentino Teledirigido), las primeras a cargo del ingeniero polaco Ricardo Dyrgalla, técnico de la División Proyectos Especiales y las segundas, de los hermanos Juluis y Karl Henrici, de la Sección Armas Especiales de la Dirección General de Fabricaciones Militares, dependiente del Ejército Argentino.
Mientras el líder justicialista daba impulso a su carrera armamentista, sus planes de expansión continental seguían en marcha, dirigidos principalmente desde la Asociación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalizados, dependencia que tenía su sede en el imponente edificio ATLAS (hoy “Alas”), sobre Av. Leandro N. Alem 719, cuya principal función, como hemos dicho, era diseminar la ideología justicialista en los países del continente a través de las agregadurías sindicales de las embajadas argentinas.
Prueba fehaciente de que Perón pretendía absorber a las naciones vecinas fue la intentona de golpe militar que llevó a cabo el general Carlos Ibáñez del Campo, en Chile. El movimiento había sido programado y digitado desde Buenos Aires en 1951, algo que ya había intentado tres años antes con la ayuda de infiltrados y elementos locales, valiéndose del mismo personaje que para buena parte de la opinión pública internacional, era una marioneta a su servicio. Pero la embajada norteamericana logró desbaratar a tiempo aquel “anschluss” sudamericano5, contrarrestando el accionar de sus agentes y cómplices.
El 14 de julio de ese año, a un mes exacto del vigésimo tercer cumpleaños de Ernesto, la ciudadanía argentina se sorprendió cuando desde Inglaterra llegó la noticia de que un compatriota, el fornido arrecifeño José Froilán González, había logrado el primer triunfo de Ferrari en una carrera de Fórmula 1.
El viejo aeródromo de Silverstone, devenido en pista de carreras, fue el escenario de la hazaña y la llegada en segundo lugar de Juan Manuel Fangio, que se perfilaba como posible campeón de la temporada, parecía augurar una época dorada para el automovilismo deportivo.
Pero se iban a producir otros acontecimientos que sacudirían a la ya de por sí agitada política nacional.
El 22 de agosto de 1951 se llevó a cabo el impresionante Cabildo Abierto del Justicialismo, sobre la Av. 9 de Julio, tendiente a hacer realidad la fórmula Perón-Eva Perón para las inminentes elecciones del 11 de noviembre.
El líder justicialista se aprestaba a encarar un nuevo mandato y para ello necesitaba escoger a la persona adecuada para acompañarlo en su siguiente período.
El 2 de agosto, la CGT lanzó la propuesta, manifestando el sentir de la clase proletaria y de buena parte de la media y para proclamarla, organizó una impresionante concentración en la Av. 9 de Julio, montando un palco de grandes dimensiones junto al edificio del Ministerio de Obras Públicas de la Nación, orientado hacia el Río de la Plata.
Fue una concentración de masas impresionantes, como nunca antes se había visto en la historia del continente, en la que más de un millón de personas se dieron cita para corear el nombre de su líder y exigirle a su esposa, que aceptase la vicepresidencia.
El primero en aparecer fue Perón, enfundado en un impecable traje gris, generando un rugido en la multitud, que pareció sacudir la ciudad mientras millares de brazos, pañuelos y banderas se agitaban con frenesí. Y cuando algo después lo hizo Evita, la ovación pareció un huracán. La gente exaltada, que ya aclamaba sus nombres desde hacía horas, comenzó a pedir a gritos que la activa dirigente aceptase la postulación.
Evita, en la plenitud de su liderazgo, inició su discurso alabando la figura de su esposo y haciendo saber que penaba renunciar. Entonces el pueblo la contradijo por primera vez gritando “no”. Nunca se había visto antes semejante diálogo en ninguna parte del mundo. Ella volvió a insistir y un millón de gargantas gritaron nuevamente.
Había tensión en el palco y preocupación en el rostro de Perón que intentaba sonreir y parecer complacido. Entonces Evita solicitó un plazo de cuatro días para dar su respuesta, pero la masa prorrumpió de nuevo al grito de “¡¡No, no!! ¡¡Ahora!!” y eso la obligó a lanzar aquel célebre “¡Haré lo que el pueblo diga!”.
Las horas pasaban y las palabras parecían alargarse pero la gente permanecía en el lugar y exigía con mayor ardor que se cumpliera su voluntad: Evita debía ser vicepresidenta de la Nación.
A las 22.00 el acto, que había comenzado cinco horas antes, todavía seguía. Fue entonces el propio Perón quien hizo uso de la palabra para decir, entre otras cosas, que estaba dispuesto a hacer lo que el pueblo le pidiese. Y ahí estalló nuevamente la masa columna para vociferar “¡Evita con Perón, Evita con Perón!”. Y fue entonces que la “abanderada de los humildes” volvió a dirigirse a ella, como una madre que intenta calmar a sus hijos:

-¡¡Compañeros… por el cariño que nos une, yo les pido por favor. No me hagan hacer lo que no quiero hacer…!

-¡¡Evita, Evita!” -gritaba la gente al tiempo que ella intentaba contenerla levantando las manos. Y ahí mismo preguntó- ¡¿Cuándo Evita los ha defraudado?!

-¡¡Nunca!!

-¡¡¿Cuando Evita no ha hecho lo que ustedes quieren?!!

-¡¡Nunca!! ¡¡Nunca!!

-¡¡¿Pero no se dan cuenta de que este momento para una mujer, como para cualquier ciudadano, es muy trascendental y que lo menos que necesita son unas horas de tiempo, nada más?!!

-¡¡¡Nooo, nooo!!! – Fue la respuesta -¡¡Ahora, ahora!!

-¡¡Compañeros, ¿ustedes creen que si el puesto de vicepresidenta fuera una carga y yo fuera la solución, no hubiera ya contestado que sí. Es que estando el general Perón en el gobierno, el puesto de vicepresidente no es más que un honor y yo aspiro nada más que al honor del cariño de los humildes de mi patria. Compañeros: se lanzó por el mundo que yo era una mujer egoísta y ambiciosa y saben ustedes muy bien que no es así. Pero también saben que todo lo que hice no fue nunca para ocupar ninguna posición política en mi país. Yo no quiero que mañana un trabajador de mi patria se quede sin argumentos cuando los resentidos, los mediocres que no me comprendieron ni me comprenden, creyendo que todo lo que hago es por intereses mezquinos..., se los reproche.

Fue necesario pasar a un cuarto intermedio para calmar a la multitud y si bien el 28 de agosto la CGT anunció la constitución de la fórmula, tres días después, la primera dama se dirigió por Cadena Nacional de Radio a todo el país, para anunciar su decisión irrevocable y definitiva de renunciar a la candidatura.
El pueblo quedó consternado pues daba por descontado que su venerada líder terminaría por aceptar, pero lo más terrible fue que algún tiempo después se supo oficialmente que la esposa del presidente estaba enferma y que esa había sido la causa por la que no había podido acceder al mandato popular.
Un mes después, el 28 de septiembre, mientras Ernesto se preparaba para rendir sus exámenes, se produjo un alzamiento militar destinado a derrocar a Perón.
La asonada, encabezada por el general Benjamín Menéndez, contó con el apoyo de políticos opositores, entre ellos el dirigente radical Arturo Frondizi, el demócrata progresista Horacio Thedy y el conservador Reynaldo Pastor, pero fracasó a la hora de contar con el apoyo de otras unidades militares. Aún así, Menéndez se puso al frente de una pequeña columna de tanques y camiones y abandonó la Escuela de Caballería en Campo de Mayo, para dirigirse al Colegio Militar, después de una breve escaramuza en la que terminó muerto un suboficial de apellido Frías y herido su propio hijo, capitán Rómulo Félix Menéndez, futuro historiador militar.
La asonada fue sofocada sin mayores inconvenientes y sus cabecillas enviados a prisiones castrenses, en diferentes puntos del país.
Al saber lo que había ocurrido, Evita, que desconfiaba de la lealtad de las fuerzas armadas, convocó a los principales líderes sindicales y les expuso su plan de organizar milicias populares y para elloo ordenó la compra de 5000 pistolas y 500 ametralladoraa a Bélgica, operación que se realizó a través de la casa real de Holanda. Casi al mismo tiempo, le pidió a Perón que fusilase a Menéndez y sus principales colaboradores pero éste no solo que se opuso sino que, a instancias del general Franklin Lucero, temeroso de que la idea de aquellas milicias se hiciera realidad, ordenó la inmediata entrega de las armas al Ejército, para ser depositadas en el Arsenal de Guerra.
Ernesto en 1951
Esa era la Evita a la que muchos intentarían ligar al Che, incluyendo a los autores británicos del célebre musical que lleva su nombre y esos fueron los acontecimientos que tuvieron lugar en su tiempo, sucesos que la mayoría de los biógrafos del líder revolucionario pasan por alto pero que se hallan estrechamente vinculados a su período argentino. Y lo más importante, nos ofrecen un panorama de los tiempos en que vivió y se formó.
Lo que sí hacen esos biógrafos, es poner demasiado énfasis en su relación con Chichina. Al respecto, Anderson dice que faltándole dos años para finalizar sus estudios, la rutina de las clases y los exámenes no lo estimulaban como antes, que lo acosaban penas de amor y desasosiego y que sus esperanzas de casarse y llevar a su futura esposa consigo, se habían estancado. Más adelante sugiere que la diferencia de edad entre ambos junto a la posición irreductible de los Ferreyra en cuanto a la relación, fueron factores claves, que jugaron en contra de aquel noviazgo fugaz, a lo que se deben agregar también su propia indecisión juvenil, agravada por los prolongados períodos de separación.
Pierre Kalfon, por su parte, explica que los seis exámenes aprobados en 1951 lo colocan por delante de lo que preveía el ritmo oficial y también habla del proyecto de viaje con Granado.
Hacía años que Alberto hablaba de una travesía continental sin concretarla nunca, por lo que su familia tomó aquello como una fantasía. Sin embargo, recibido de bioquímico y a punto de cumplir los treinta años, apareció por allí Ernesto y el fuego se avivó.
Era el momento ideal para realizarlo y ahí estaba el compañero ideal para acometer la aventura.
Granado, que acababa de dejar su trabajo en el leprosario de San Francisco del Chañar, hizo la propuesta y Ernesto aceptó sin pensarlo dos veces.
Sentados bajo una parra, bebiendo mate dulce, echaron a volar su imaginación sin ahorrar nada. “Por los caminos del ensueño llegamos a remotos países, navegamos por los mares tropicales y visitamos toda el Asia. Y de pronto, deslizada al pasar como una parte de nuestros sueños surgió la pregunta: ‘¿Y si nos vamos a Norteamérica?’. ¿A Norteamérica? ¿Cómo? Con la Poderosa, hombre. Así quedó decidido el viaje que en todo momento fue seguido de acuerdo con los lineamientos generales con que fue trazado: improvisación”6.
A Ernesto la idea le pareció fabulosa. Conocía la motocicleta de su amigo porque era la misma con la que había intentado remolcarlo desde Córdoba hasta Santiago del Estero durante su viaje al noroeste argentino y aunque sabía que no era nueva, creía que podía cumplir el cometido.
Regresó a Buenos Aires para aprobar Clínica Otorrinolaringológica (mes de noviembre) y una vez libre de esa responsabilidad, se abocó con pasión a los preparativos.
La noticia del triunfo de Juan Manuel Fangio en el Gran Premio de España a bordo de su Alfa Romeo 159 (Alfetta) y su coronación como segundo campeón de Fórmula 1 de la historia, lo sorprendió a poco de su llegada. El “Chueco” compartió el podio con el gran Alberto Ascari, ganador de las dos ediciones siguientes y con su amigo y compatriota, José Froilán González, que llegó en tercer lugar, delante de Giuseppe Farina, defensor de la corona.
No es difícil imaginar a Ernesto hacer un alto en sus tareas para concentrarse en los titulares de los periódicos y celebrar la hazaña. Lo que ni siquiera imaginaba, era que en un futuro no muy distante, compartiría junto al “rey de las pistas” y la pareja que en esos momentos gobernaba el país, la galería de celebridades argentinas que lograron trascendencia en la historia universal.

Notas
1 William Gálvez, op. Cit, pp. 101 y ss.
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Durante décadas, las revistas dedicadas al rugby apenas subsistieron uno o dos años.
5 Ver Alberto N. Manfredi (h), Perón y la Tercera Posición. El IV Reich en la Argentina, “Un anschluss en el extremo sur” y “Nuevamente Chile en la Mira”, (http://peronterceraposicion.blogspot.com.ar/)
6 Jon Lee Anderson, op. Cit, p.77.

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