martes, 2 de julio de 2019

LA CAÍDA DE GALIMBERTI


Los últimos días de abril estuvieron signados por una violencia creciente, situación que movió al general Carlos Enrique Aguirre, comandante de la I Brigada de Caballería Blindada con asiento en Tandil, a expresarse en consecuencia durante el acto del 25º aniversario del arma, celebrado en el Regimiento de Tanques y Caballería Blindada 8 Cazadores “General Necochea”, de Magdalena. El mismo estuvo presidido por el general de división Alcides López Aufranc, jefe del Estado Mayor General del Ejército, en ausencia del teniente general Alejandro Agustín Lanusse, quien debió suspender su viaje debido al bajo plafond que soportó la zona en horas de la mañana.
Estuvieron presentes, durante la ceremonia, los generales Tomás Sánchez de Bustamante, Federico Mourglier, Fernando Urdampilleta y el teniente general Julio Alzogaray, ex comandante en jefe del Ejército.
Efectuada la correspondiente presentación, a cargo del coronel Pedro Maldonado, se verificó el despliegue de las banderas y se ofició una misa a cargo del vicario castrense. Acto seguido hizo uso de la palabra el general Aguirre, quien se refirió a los difíciles momentos que atravesaba la patria y las horas aciagas que angustiaban a la sociedad.
“El fanatismo insano de algunos y los designios perversos de otros, pueden llegar a impedir que los argentinos vivamos en una patria soberana y que podamos cultivar el sentimiento de la libertad y de la dignidad humana”, enfatizó el alto oficial en un tramo de su discurso.


El 24 de abril, apareció en Burzaco el cuerpo sin vida de una mujer que había sido secuestrada en días anteriores por un comando subversivo.
El hallazgo fue efectuado en un zanjón próximo a la avenida Monteverde, entre Rincón y Montiel, muy cerca del Matadero Municipal (clausurado en esos momentos), hacia donde se dirigió una comisión policial para efectuar el peritaje correspondiente.
Desfile en el Regimiento de Tanques y Caballería 8 de Magdalena
durante el 25º aniversario de la unidad
En efecto, al llegar al lugar, los agentes del orden dieron con un cadáver en avanzado estado de descomposición, envuelto en una bolsa de harpillera, que flotaba boca abajo en las fétidas aguas, con las manos atadas.
Un primer examen, a cargo de los forenses, pudo determinar que la infortunada víctima había sido estrangulada y arrojada al lugar veinte días antes. Pericias efectuadas por personal de la seccional correspondiente pudo determinar que se trataba de la enfermera Elena Calderón, secuestrada a principios de mes por una agrupación guerrillera y que todo parecía indicar que había sido un ajuste de cuentas.
Al día siguiente, 24 de abril, las FAR hicieron estallar explosivos en las estaciones ferroviarias de Villa Dominico, Wilde y Don Bosco, al sur del Gran Buenos Aires, los cuales obligaron a suspender el servicio de trenes entre Constitución y La Plata entre las 7 y las 07:50 a.m., con los consabidos inconvenientes para los usuarios. Casi al mismo tiempo, el ERP incendió en Lanús un ómnibus de la Armada, patente 202.095.
Dos días después, fue secuestrado en Córdoba el comandante principal de la Gendarmería Nacional, Jacobo Nasif, jefe provisorio de la Regional Noroeste del arma.
El hecho tuvo lugar a las 7:10 a.m. del 26 de abril, en el domicilio particular del uniformado, calle Manuel Álvarez 236, barrio Colinas de Vélez Sársfield, contiguo a la vivienda de su hermano y un terreno baldío ubicado a la izquierda. A esa hora, el militar desayunaba en el primer piso cuando su hijo Jacobo sacaba el auto del garaje para dirigirse al centro con su padre, donde cursaba estudios en la Universidad.
Como todas las mañanas, el oficial se disponía a concurrir a sus oficinas en el edificio que la Gendarmería poseía sobre la Av. Hipólito Yrigoyen cuando voces en la vereda, llamaron su atención. Al asomarse por la ventana para ver que sucedía, pudo observar a cinco individuos en torno al vehículo apuntándole con sus armas a su hijo.
Sin perder tiempo, tomó un rifle del armario y sujetando la pistola reglamentaria en la diestra, bajó corriendo las escaleras, decidido a atacar a los asaltantes. Ni bien llegó a la planta baja, vio que alguien, al otro lado de la puerta, rompía de un puñetazo el vidrio de la mirilla e introducía una mano a través del marco para descorrer el cerrojo.
Nasif alzó su arma y disparó, hiriendo al extremista que retrocedió sujetándose el antebrazo. Fue entonces que los desconocidos le gritaron desde afuera que si se resistía, mataban al muchacho.
Ante ese cuadro de situación, dado el peligro que representaba la presencia de su esposa y el resto de la familia en la cocina (cuatro hijos más), el militar no lo dudó y se entregó1.
Comandante principa
Jacobo Nasif
Los subversivos ingresaron en la morada, maniataron a la mujer y los niños y se llevaron a Nasif, pintando previamente inscripciones en la pared.
Los disparos atrajeron la atención del vecindario, entre ellos el ingeniero José Luis Delgado, que al ver alejarse a los secuestradores, tomó del suelo la pistola del comandante, que había quedado tirada en el garaje y efectuó varios disparos contra su vehículo, un sedán color verde que los captores habían sustraído para escapar. Los precedía por un Fiat 1600 conducido por una mujer, que les iba abriendo el paso.
Los delincuentes doblaron por Av. Vélez Sársfield, en dirección a Alta Gracia y desaparecieron justo cuando se hacía presente una partida policial a bordo de un patrullero (un vecino había dado aviso a la comisaría).
Se produjo entonces un breve tiroteo, que finalizó con el alejamiento de los insurgentes, quienes por escasos centímetros no colisionaron contra un transporte escolar que circulaba por Manuel Álvarez.
Percatados de la presencia del ingeniero Delgado, parapetado detrás de una columna de iluminación, los agentes abrieron fuego contra él, suponiéndolo un cuadro rezagado. Alguien a los gritos les advirtió de quien se trataba, evitando una verdadera tragedia.
Una vez identificado, el profesional arrojó el arma y levantó los brazos en señal de entrega, aunque enseguida se aclaró su situación.
Alertadas todas las unidades, se montó un operativo cerrojo en tanto se cursaban los respectivos radiogramas a la Gendarmería y el comando del III Cuerpo de Ejército, dando cuenta del secuestro.
El parte emitido por el arma, decía lo siguiente:

En la fecha, siendo las 7,10, aproximadamente, fue secuestrado un oficial jefe de Gendarmería Nacional, por una organización extremista. El hecho se produjo en circunstancias en que el señor comandante principal Jacobo Nasif, se aprestaba a dirigirse desde su domicilio, sito en Colinas de Vélez Sársfield, hasta la sede de la jefatura de la región noroeste de Gendarmería Nacional.
Participaron el secuestro, cuatro hombres y una mujer, que se conducía en un Fiat 1600 de color blanco, quienes luego de reducirlo bajo amenaza de armas de fuego, procedieron a ponerle una capucha y utilizando el vehículo particular del citado jefe, se alejaron del lugar, al parecer en dirección a la, localidad de Alta Gracia.

Por su parte, el Ejército emitió el siguiente comunicado.

En el día de la fecha, el comandante principal Jacobo Nasif circunstancialmente a cargo de la jefatura regional noroeste de Gendarmería Nacional, fue secuestrado en su domicilio por un grupo de extremistas. Los mismos extorsionándolo moralmente en su condición de padre, al amenazar de muerte a su hijo, lo redujeron llevándolo con destino desconocido.
Este hecho pone en evidencia una vez más la ya conocida actitud de grupos subversivos, que mediante la comisión de asesinatos y secuestros conmocionan a la opinión pública, tratando de lograr idéntico fin con las Fuerzas Armadas y de seguridad que le dependen, a fin de crear las condiciones ambientales propicias para que las autoridades recientemente elegidas no puedan asumir sus funciones o se vean seriamente comprometidas en su futuro.
El intento será en vano. El comando del Tercer Cuerpo frente al hecho incalificable, compartiendo la zozobra y angustia de la esposa e hijos del comandante principal Nasif reitera que nada lo apartará del camino de la ley, que es el único que asegura el normal desenvolvimiento de las instituciones.
El mismo día del secuestro (14:00 horas) llegó por vía aérea, desde la Capital Federal, el titular de la región noroeste de la Gendarmería, comandante general Juan Carlos Genovese, quien de manera inmediata, se dirigió a la repartición, para interiorizarse sobre los hechos y dirigir las pesquisas que se llevaban a cabo para dar con el paradero de su segundo.
El 23 de abril los medios difundieron las declaraciones que el gran Jorge Luis Borges formuló en el aeropuerto internacional de Barajas, a donde llegó especialmente invitado por el Instituto de Cultura Hispánico, para brindar una conferencia titulada “El escritor comprometido”, ampliamente difundida por los medios.
Fiel a su estilo, franco y abierto como siempre, el escritor manifestó que no pensaba continuar al frente de la Biblioteca Nacional una vez asumido el nuevo gobierno.
-No soy infiel a la Revolución Libertadora a pesar de que soy perfectamente apolítico –manifestó frente a las cámaras y a los numerosos reporteros que se habían apiñado en el salón vip de la estación aérea para entrevistarlo-. Solo intervine en política cuando estaba en juego la ética; la libertad está hoy como estuvo entonces para mí: por encima de todas las cosas.
Borges, que pensaba permanecer en España hasta el lunes 30, mostró una vez más su sarcasmo y genialidad cuando un periodista le preguntó a qué le tenía miedo.
-¿Miedo? –contestó cómodamente sentado en el sillón que se le había reservado especialmente-; sólo le tengo miedo a la inmortalidad del alma. Sé que debo morir y quisiera morir entero. Ese es mi único miedo.
Y finalizó haciendo un crudo análisis de su obra.
-Estoy arrepentido de casi todo cuanto he escrito. Pero tantas y tantas páginas mediocres, han sido necesarias para obtener a veces una buena.
Dos días después partió hacia la capital española Rodolfo Galimberti, el todopoderoso dirigente de la Juventud Peronista, acompañado por Jorge Obeid, cabeza de la Regional II. 
Fue el miércoles 25, en el vuelo 146 de Aerolíneas Argentina, que partió de Ezeiza a las 22 horas, en un trayecto sin escalas.
Pese a que no había trascendido aún, el verborrágico dirigente había sido llamado por un Perón urgido de dialogar con él para abordar asuntos inherentes a la conducción del movimiento.
Con el objeto de despedirlo, se corrieron hasta la estación aérea Ismael Salame, representante de la Regional V de la JP; Miguel Ángel Mozé de la Regional III y Juan Carlos Dante Gullo de la Regional I, todos ellos destacados exponentes del Consejo Superior de la estructura juvenil, ansiosos y algo desconcertados por el repentino llamado. 
Antes de partir, Galimberti se refirió a las Milicias para la Liberación, que estaba organizando y tanto habían dado que hablar en los últimos días.
-No serán milicias populares –aclaró- son equipos de trabajo y estudio que abordarán distintos aspectos relacionados con el futuro gobierno.
Galimberti partió exultante, en medio de las expectativas que habían generado los últimos acontecimientos vividos en el país, los principales, el asesinato del general Iribarren, los resonantes secuestros del almirante Alemán y el comandante Nasif, el copamiento de Ing. Maschwitz, la voladura de un avión del Ejército en el aeródromo de San Justo y los raptos de ciudadanos para solicitar rescate; el líder llamaba a una cumbre y lo había convocado expresamente, cosa que lo tenía insuflado y lo había llevado a sacar conclusiones apresuradas.
Detrás suyo, hizo lo propio Cámpora, quien regresaba a la “Madre Patria” menos de un mes después de su último viaje, acompañado en esta oportunidad por su hijo Carlos y Juan Manuel Abal Medina.
Mientras tanto, continuaban las pesquisas para dar con el almirante Alemán y el comandante Nasif.
En lo que a este último se refiere, las autoridades pudieron determinar que el Fiat 1600 que los captores utilizaron durante el operativo, le había sido sustraído a Pedro Alberto Bachiani, el miércoles anterior frente a la iglesia Nuestra Señora del Carmen, donde el propietario fue abordado por tres desconocidos que lo amenazaron con armas de fuego. También trascendió que había aparecido el auto de Nasif con rastros de sangre en su interior, posiblemente del extremista herido por el militar cuando aquel intentó ingresar en su domicilio.
Para entonces, circulaba una carta dirigida a los secuestradores por el capellán del Comando de Gendarmería Nacional, padre Carmelo D’Agostino, pidiendo clemencia e implorando por su aparición.
Decía en uno de sus tramos, luego de expresar la extrañeza que le ocasionaba el acto y la aflicción que embargaba a la ciudadanía de Córdoba (especialmente a su juventud):

Este mismo espíritu ha alentado todas las actividades del Comando Región Noroeste, con asiento en Córdoba. Personalmente he intimado con el comandante principal Nasif y, cada vez más, he visto en él a un hombre de bien, ansioso de una convivencia armoniosa de todos los argentinos. Esto lo he experimentado de una manera especial cuando, como párroco, me tocó en el episodio y atender espiritualmente al joven Maza y hoy con estupor y asombro, me doy con la noticia del secuestro. Ante esto, con conocimiento de causa, no puedo menos que hacer llegar mi petición en nombre […] de la ciudadanía de Córdoba, en nombre de las fuerzas fronterizas, en nombre de esa porción de la juventud cordobesa, en nombre de su familia, que reintegren sano y salvo a un hombre excepcional, amigo de la paz y unión d todos los argentinos, al comandante principal Nasif.

En tanto se daba a conocer esta carta, se produjo el atraco a la firma Ires de la Capital Federal, dedicada a la venta de instrumental comunicaciones (Bolivia 200); estalló una bomba en la casa de equipos electrónicos Elmet, sobre Pedernera 560 de la misma ciudad y en Perú, la policía de Lima seguía las pistas de elementos del ERP, luego de detener a un hombre de apellido Roldán, que resultó pertenecer a la organización. En vista de ello, las autoridades argentinas despacharon hacia aquel país una comisión militar encabezada por el general de división Eduardo José Catán, con el objeto de colaborar en las tareas de búsqueda.
Pocas horas después de la partida de Galimberti, hizo lo propio Héctor J. Cámpora -vuelo 154 de la misma línea comercial-, acompañado, según se ha dicho, por su hijo Carlos y Juan Manuel Abal Medina. Los esperaba en Barajas el ministro de Asuntos Exteriores de España, Gregorio López Bravo, el embajador argentino Jorge López Silveyra, Isabel Martínez de Perón y López Rega, quienes se hallaban acompañados por Galimberti, Jorge Sasasky y Jorge Obeid.
Días de gloria. En primera fila, Roberto Quieto, Mario Firmenich y Norberto
Vaca Narvaja. Detrás de ellos, Galimberti sonríe
Una comitiva del Ejército español se encontraba presente para recibirlos, lo mismo representantes de la prensa, fotógrafos y camarógrafos.
Galimberti y sus adláteres quedaron en ridículo al entonar con aparatosa efusión la Marcha Peronista, un innecesario intento de sobresalir y llamar la atención, propio del temperamento argentino cuando se encuentra en el exterior.
Una semana después, más precisamente el 30 de abril, llegó desde España la inesperada noticia de que Galimberti había sido destituido.
La novedad provocó estupor en los medios políticos y generó todo tipo de especulaciones. 
¿Qué había sucedido?
Lo primero que se encontró Galimberti al llegar a la residencia “17 de Octubre” fue a un Perón distante, malhumorado, de gesto adusto y extremadamente irritable.
Cuando ingresó al salón principal de la residencia, se encontró allí sentados a Héctor J. Cámpora, su hijo Carlos, José López Rega, el dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, Alberto Manuel Campos, recientemente elegido intendente municipal de San Martín y a la combativa Norma Kennedy, antigua militante comunista devenida en activista de ultraderecha, una incondicional del líder justicialista de quien no se sabía bien que rol desempeñaba y a qué sector pertenecía.
La atmósfera era densa y nadie hablaba cuando entró, acompañado por Obeid; los presentes apenas le devolvieron el saludo y permanecieron en silencio mientras el líder comenzaba a hablaba.
Era fácilmente perceptible que Perón estaba fuera de sí y que la causa de su malestar era la formación de milicias populares. Galimberti se había excedido contradiciendo sus órdenes y malquistando al movimiento con la oposición y en especial, las Fueras Armadas. Perón lo increpó duramente, por extralimitarse en sus funciones y actuar sin su consentimiento. Tenía pleno conocimiento de todo lo actuado y en especial, de las irresponsables palabras que había pronunciado aquella noche, en el estadio de Atlanta, frente a la multitud.
-Están los compañeros, los gloriosos compañeros de las FAP, las FAR, los Montoneros y los Descamisados, que son sencillamente las primeras expresiones armadas de la política revolucionaria que lleva el conjunto del pueblo peronista, que son los primeros compañeros que nos están señalando el camino. ¡¡El único camino correcto, compañeros: armarse para traer al general Perón!!
-¡¡Lanusse, marmota, Perón va a venir cuando le canten las p…!! – bramaba la turba excitada. 
-¡¡Con cantar no alcanza. Hay que organizarse y luchar, compañeros. Nada más!!
-¡¡Aquí están, estos son, los fusiles de Perón!! ¡¡Aquí están, estos son, los fusiles de Perón!!
Las polémicas declaraciones desataron la furia del jefe del movimiento porque a través de las mismas se fortalecían la izquierda y cobrarían bríos las agrupaciones subversivas, las cuales de por sí, resultaban difíciles de controlar. Además, eso le daba al joven activista un poder que no estaba contemplado en los planes del líder y eso era, justamente lo que más preocupaba a Perón, cuya idea, aunque no la manifestase aún, era iniciar el paulatino fortalecimiento de la derecha.
Pero lo peor fue la alarma que el anuncio había causado entre los militares, llevando a López Aufranc, jefe del Estado Mayor del Ejército, a cursar radiogramas a todas las unidades para ponerlas en alerta y criticar abiertamente a Galimberti por la Cadena de Radio y Televisión Nacional.
Palabras imprudentes
en Atlanta
Era lo último que Perón quería, de ahí su decisión de destituir a Galimberti, a quien le exigió su dimisión de manera inmediata, reprochándole haber enturbiado innecesariamente el clima político argentino en circunstancias en que se propugnaba la conciliación nacional para facilitar la gestión de Cámpora.
Ni bien terminó de hablar, tomó la palabra Norma Kennedy para recriminar su proceder y sin decir más, se puso de pie y le cruzó el rostro de una bofetada, desconcertando a todos los presentes a excepción del propio Perón, que se mantuvo imperturbable en su sillón. 
Nadie esperaba aquello, ni Cámpora, ni su hijo Carlos, ni Abal Medina, ni Alberto Campos, que al igual que la Kennedy, llegó a Madrid con un mensaje de advertencia de Jorge Osinde.
Finalizada la reunión, Perón le pidió a los presentes que abandonasen la sala, porque debía recibir a una persona importante y despidió a Galimberti de manera cortante.
Los periodistas que aguardaban afuera, se acercaron a Campos ni bien lo vieron aparecer. Mientras lo hacían, dos personas pasaron junto a ellos a paso veloz.
-Acérquense que les cuento algo –les dijo el sindicalista a los reporteros una vez que estuvo frente a ellos- Ese que pasó es Galimberti. Norma Kennedy acaba de echarlo de la casa del general y le dio un impresionante cachetazo que le dejó la cara marcada.
Los hombres de prensa apenas dieron crédito a lo que oían.
-En un momento de la reunión –siguió Campos-, Perón estaba cuestionando a Galimberti su propuesta de armar milicias populares juveniles, cuando se paró Norma y le cruzó la cara de un cachetazo, delante de todos, insultándolo por haber “comprometido al general”. 
Uno de los periodistas le preguntó entonces si Perón había planeado aquello, incluyendo el arrebato de la Kennedy.
-No lo sé –fue la respuesta- [pero] no me extrañaría2.
Es fácil imaginar el silencio que dominó la escena, el rostro pálido de Galimberti al escuchar la reprensión de boca de su jefe y su desazón una vez finalizado el encuentro. Había llegado a Madrid eufórico y lo que menos imaginaba, era ese balde de agua fría.
Norma Kennedy
Tras el cónclave, Perón se reunió con el senador radical por la Capital Federal Francisco Sánchez Jáuregui, manteniendo con él un diálogo de tres horas en presencia de Cámpora y ni bien terminó la reunión, partió con éste último en dirección a La Sierra, para distenderse y evaluar la situación.
Galimberti regresó a Buenos Aires, para desaparecer de escena política y mantenerse en las sombras hasta su salida del país, luego el golpe militar de 1976. En un primer momento intentó victimizarse ante la opinión pública, hablando de amenazas y presiones pero eso era una pantomima que nadie creyó.
Perón, que acababa de suspender un viaje a China, no quería saber nada de milicias populares, su sola mención le causaba aversión, de ahí su abrupta decisión. ¿Era una señal para la izquierda peronista?, ¿un intento de aproximación al radicalismo o un mensaje de conciliación para las FFAA? Nadie podrá decirlo jamás pero según trascendidos, tanto el coronel Osinde, como Norma Kennedy y Alberto Manuel Campos tuvieron cierta influencia en su decisión.
-Si hubiese milicias serán formaciones de trabajo y para el trabajo- dijo el jefe del movimiento al ser consultado.
La salida de Galimberti sacudió al justicialismo. No solo se le puso fin a su liderazgo sino que se le envió una primera señal a la cúpula para que supiese quien mandaba y cuál iba a ser la situación a partir de ese momento.
El ciclo de una de las mayores figuras Montoneros y uno de los más encumbrados dirigentes peronistas había llegado a su fin.
Su influencia dentro del movimiento, como cabeza de Tendencia Revolucionaria había finalizado y sus horas en el Consejo Superior Peronista estaban contadas.
Aun cuando estuvo prófugo y con pedido de captura de la Cámara Federal en lo Penal, se había labrado un camino para acompañar a Cámpora en el poder y eso lo confundió. En una palabra, se creyó más de lo que era.
Hoy, a la distancia, podemos asegurar que Perón había utilizado a la izquierda para deshacerse de sus enemigos pero una vez eliminados y allanado el camino al gobierno, decidió terminar con ella y despejar la amenaza que representaba.
Galimberti fue el puntapié inicial; la primera ficha fuera del tablero y una clara señal para quienes osaran desafiar su autoridad.
Los buenos tiempos. Junto a Perón
en Puerta de Hierro
No cabe duda que la derrota electoral del 15 de abril en Buenos Aires, aquel día cuando se lo vio en el balcón de la sede partidaria del FREJULI haciendo las veces de vocero, inició su declive y lo sacó del primer plano de la escena política.
Su salida le daría más espacio a Abal Medina, de quien se dijo en su momento, que también había presentado su renuncia, luego de ser señalado como otro de los responsables de la derrota capitalina frente a la UCR, sin embargo, Perón aún necesitaba de él y se la rechazó.
Muchos le achacan a él también la idea de las milicias populares cuando aquella noche, en el Sindicato de la Industria del Calzado, se pronunciaron palabras imprudentes que el líder no había autorizado. Perón reaccionó de inmediato, advirtió sobre la amenaza que aquello implicaba y desautorizando veladamente la iniciativa.
Y estaba en lo cierto el viejo caudillo, demostrando una vez más su maquiavélica astucia y acertada visión. Buena parte de la dirigencia creyó como él, que el anuncio había puesto en guardia a la derecha y malquistado a las Fuerzas Armadas, justo lo que el líder intentaba evitar. Galimberti no se percató de ello y así fue que aquel domingo 22 hizo explosivas declaraciones en San Juan, desconociendo las directivas llagadas de Madrid.
Según su alocución, las milicias estaban en marcha e iban a participar del proceso de liberación y peronización de la Argentina, en todos los órdenes de la vida, algo que no estaba en los planes del viejo caudillo.
La miopía y torpeza política de Galimberti llamaron la atención de amplios sectores del espectro político nacional pues como sostienen Sergio Bufano y Laura Teixidó: "Suponer que Perón, un hombre formado en las Fuerzas Armadas, militar por vocación, que estaba recuperando la jefatura política de la Nación, podía remotamente autorizar la formación de un cuerpo ajeno al ámbito militar, era una ingenuidad o una provocación". Que Montoneros, reivindicándose peronista, mataran a un oficial en Córdoba y propiciaran milicias armadas era un despropósito que perjudicaba cualquier estrategia política"3.
Sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que esa falta de visión fue el denominador común de toda la izquierda peronista.




Imágenes

Rodolfo Galimberti y Mario Firmenich



Junto a Héctor J. Cámpora y Roberto Quieto
durante un plenario del Consejo Superior Peronista




Galimberti y Abal Medina formulan declaraciones antes de su viaje a Madrid


Titulares. Domingo 29 de abril de 1973


Notas
1 El sexto hijo del matrimonio cursaba sus estudios en el Liceo Militar General Paz.
2 Héctor Horacio Rodríguez Souza, “Perón, Galimberti y las milicias populares”, Días de Historia, 14 de diciembre de 2009.
(http://www.diasdehistoria.com.ar/content/per%C3%B3n-galimberti-y-las-milicias-populares).
3 Sergio Bufano y Laura Teixidó, Perón y la Triple A, Sudamericana, Bs. As., 2015, p. 41.

Publicado por