LA DESTRUCCIÓN DEL “GLAMORGAN”
Un misil Exocet MM-38 lanzado desde una improvisada plataforma en tierra destruye al "Glamorgan" |
La noche del 12 al 13 de junio, las tropas británicas apostadas en monte Harriet, así como las argentinas en Tumbledown, pudieron ver un extraño objeto lumínico que partía desde la costa y se adentraba velozmente en el mar. El fenómeno les llamó la atención porque en un primer momento les pareció un vehículo desplazándose cerca de la orilla, con las luces encendidas, sin embargo, pasados unos segundos, se percataron que por el rumbo y la creciente velocidad, eso era imposible.
Los testigos de aquel suceso se preguntaban que podía ser esa cosa cuando un súbito resplandor iluminó el horizonte, seguido de una sorda explosión.
Desde la noche anterior, la fragata HMS “Avenger” y el destructor HMS “Glamorgan” hostigaban las posiciones argentinas con sus cañones de 115 mm, una constante desde el inicio de las hostilidades. El cañoneo no hacía más que aumentar la sensación de asedio sobre el dispositivo de defensa y constituía una seria amenaza para las fuerzas apostadas en las elevaciones próximas a la capital.
¿Qué había ocurrido? ¿Qué había sido aquella extraña luz sobre el mar cortando la obscuridad? ¿Qué produjo la poderosa explosión en el horizonte?
Los testigos de aquel suceso se preguntaban que podía ser esa cosa cuando un súbito resplandor iluminó el horizonte, seguido de una sorda explosión.
Desde la noche anterior, la fragata HMS “Avenger” y el destructor HMS “Glamorgan” hostigaban las posiciones argentinas con sus cañones de 115 mm, una constante desde el inicio de las hostilidades. El cañoneo no hacía más que aumentar la sensación de asedio sobre el dispositivo de defensa y constituía una seria amenaza para las fuerzas apostadas en las elevaciones próximas a la capital.
¿Qué había ocurrido? ¿Qué había sido aquella extraña luz sobre el mar cortando la obscuridad? ¿Qué produjo la poderosa explosión en el horizonte?
Haciendo gala de una habilidad extrema y de su reconocido poder de improvisación, los argentinos volvían a deslumbrar a sus oponentes (y a los expertos militares del mundo), poniendo en funcionamiento un nuevo mecanismo de ataque: el ITB, siglas que literalmente significan “Instalación de Tiro Berreta” y que sus oponentes, una vez finalizado el conflicto, denominarían Sistema de Defensa Costera “Excalibur”.
Ya lo habían demostrado al adaptar como cazabombardero a un Hércules C-130 con el propósito de atacar un gigantesco petrolero norteamericano que llevaba combustible hacia la zona de conflicto y al montar coheteras de Pucará sobre tractores y tejados en Prado del Ganso, para utilizarlas contra la infantería enemiga.
En efecto, durante las batallas en el istmo de Darwin, los argentinos dieron forma al “tractor misilístico” ajustando sobre su techo la cohetera de un Pucará destruido, a la cual accionaron empleando su propia batería; incluso colocaron otras sobre los techos de casas y gallineros…¡¡¡y hasta en un tobogán!!!, llegando a disparar con ellas un total de 200 cohetes, hazaña que desbordaría la capacidad de asombro del enemigo.
Sin embargo, en esta ocasión, los argentinos fueron mucho más lejos al desmontar un lanzamisiles Exocet de un componente de su flota para instalarlo en un acoplado y disparar un proyectil superficie-superficie desde la costa1.
La idea surgió a principios de mayo, después de los primeros bombardeos de la aviación enemiga y cuando el cañoneo naval batía con implacable precisión las posiciones propias. Urgido por hallar un remedio a esa situación, el Estado Mayor planteó la necesidad de un sistema defensivo que neutralizase el accionar nocturno de los buques y comenzó a evaluar la posibilidad de dar forma a un arma destinada a contrarrestase esa amenaza. Durante el día, la Fuerza Aérea y la Aviación Naval se encargaban de mantener las embarcaciones a distancia, pero imposibilitadas de operar de noche, las mismas regresaban para disparar con absoluta libertad.
De esa manera, personal naval sugirió la idea de un lanzamisiles Exocet montado sobre una plataforma móvil. La propuesta fue sometida a estudio por la superioridad y unos días después, el Estado Mayor Naval recibió la aprobación para dar curso a la operación, ordenando a sus hombres abocarse a la misma lo más rápidamente posible. Sin embargo, una vez evaluadas las posibilidades, surgió un problema que estuvo a punto de abortar el proyecto: se necesitaban dos meses para completar los trabajos, tiempo extremadamente largo para ponerlo a prueba.
Era necesario acortar ese lapso y comenzar a trabajar aceleradamente si lo que se quería era neutralizar la acción nocturna de los destructores y las fragatas. Aún así, las conclusiones fueron terminantes pues por más que se pusiese todo el empeño, era imposible llevar a cabo el proyecto en tan corto período de tiempo.
Pese a ello, un grupo naval encabezado por el capitán Julio Marcelo Pérez, ingeniero electrónico egresado de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, solicitó autorización para continuar con las pruebas y la misma le fue concedida de manera inmediata.
Pérez había egresado como guardiamarina en 1965 y tras obtener su título universitario, fue seleccionado para realizar estudios de posgrado en Control y Guiado de Misiles en la Scuola d’Ingegneria Aerospaziale de la Universidad de Roma (1967/1968).
A comienzos del año siguiente la Armada lo destinó al Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA), donde trabajó los siguientes años en el área de misiles del Departamento de Investigación y Desarrollo, realizando varios diseños que la Marina calificó de interés. Finalizado ese período, le fue asignado un nuevo destino en el Comando en Jefe de la Armada con sede en el Edificio Libertad, donde, pasó a formar parte de la Comisión de Estudios Especiales.
Bajo la dirección del capitán de navío Juan Jiménez Baliani, la mencionada dependencia desarrolló varios proyectos de envergadura, el más importante, la instalación de misiles MM-38 Exocet en los destructores tipo Fletcher que en 1975 formaban parte de la Marina de Guerra.
En 1976, Pérez fue destinado a Puerto Belgrano donde supervisó el montaje de esos misiles en los destructores “Py”, “Bouchard” y “Seguí” y posteriormente, en el destructor “Piedrabuena”, tarea que realizó con pleno éxito.
En 1981 la Armada lo envió a Francia, en cumplimiento de una nueva comisión; debía supervisar la recepción de los AM-39 destinados a los aviones Super Etendart, como también la entrega de un nuevo Banco de Control y Prueba de Misiles Exocet, mucho más sofisticado que el del Taller Central de Misiles de Puerto Belgrano. El dispositivo permitía verificar toda la familia Exocet (MM-38, AM-39 y MM-40) y efectuar ajustes y mediciones para rendimiento.
En febrero de 1982, la sección en la cual se desempeñaba instaló el nuevo Banco de Control en el Taller Central de Misiles de Puerto Belgrano y finalizados esas tareas regresó a Buenos Aires (mediados de marzo), dispuesto a asumir la dirección de Armas Navales del Edificio Libertad, donde se encontraba destinado al enterarse que su país acababa de ocupar las islas.
A mediados de mayo Pérez regresaba de Puerto Belgrano, donde había ido a reparar el contenedor Exocet de la corbeta “Guerrico”, averiado el 3 de abril, durante el combate de Grytviken, cuando fue citado al despacho del contralmirante Gualter Allara.
El alto oficial le preguntó si era posible desmontar el sistema Exocet de algún buque y transportarlo a Malvinas como batería costera y aquel le respondió afirmativamente. Fue en esa oportunidad que Pérez le habló de un plazo de 45 a 60 días a lo que su superior respondió que no se podía esperar tanto, encargándole analizar la posibilidad de hacerlo en menos tiempo.
Poniendo manos a la obra, los marinos comenzaron a estudiar la idea con detenimiento y después de muchos análisis y deliberaciones, llegaron a la conclusión de que era factible poner en marcha un dispositivo de lanzamiento. La cuestión era buscar la forma de “engañar” al misil, utilizando una señal fija que remplazase a la computadora encargada de enviar e intercomunicar los datos para evitar el traspaso de la compleja instalación desde la embarcación, permitiendo el lanzamiento desde tierra.
…se presentó entonces una situación algo cómica, porque cortábamos cables -dice- y probábamos señales mediante cablecitos, y estos cablecitos se juntaban con otros para simular otras señales, y estas otras eran aplicadas con pilas, y así obteníamos, sucesivamente, indicios, marcas, signos que nos permitían reconstruir un sistema. Este trabajo nos llevó cuatro días, a partir de la segunda semana de mayo. Al cabo de numerosos ensayos, llegamos a la conclusión, casi fantástica, de que sí, podíamos engañar al misil2.
Los ingenieros navales llegaron a la conclusión de que podían engañar al misil y de manera inmediata comunicaron la novedad al jefe del Arsenal Naval de Puerto Belgrano, capitán de navío Julio Degrange, quien se apresuró a poner a su disposición todo lo necesario para la concreción del proyecto.
Superado el problema del sistema computarizado, se comenzó a analizar el de su plataforma de lanzamiento y así, después de suministrarle al capitán de fragata Benjamín Dávila los detalles correspondientes, se construyó una rampa a la que se le adosaron un grupo electrógeno. El complejo fue montado en un armazón de hierro acoplado, para los dos Exocet MM-38 Mar-Mar que se pensaba utilizar.
El equipo trabajó día y noche en el más absoluto hermetismo, prácticamente encerrado en una habitación de Puerto Belgrano y allí dio forma al ITB, siglas surgidas de esa terminología propia de los argentinos y que significaban "Instalación de Tiro Berreta", es decir, un montaje demencial del que se ignoraba si iba a funcionar y dar resultados.
Piezas de diferente procedencia, cables, retazos, chapas, paneles, caños y todo el sobrante hallado en los depósitos sirvieron para dar forma a aquel mortífero “engendro”.
Estábamos encerrados -cuenta el capitán Pérez- en una habitación, con dos tipos excepcionales cuyos nombres quiero recalcar: los técnicos [José Luis] Torelli y [Antonio] Shugt, y allí trabajábamos día y noche, en el más alto secreto. Nadie sabía lo que estábamos haciendo, excepto los que debían saberlo. Recuerdo que
inventamos una sigla para identificar nuestro trabajo: ITB.
De ese modo, para todo el mundo estábamos "en el ITB", que significaba ni más ni menos que INSTALACION de TIRO BERRETA, casi una broma. Es que resultaba casi ofensivo para la ingeniería concebir sobre todo hacer algo así, tan improvisadamente, con injertos, pedazos de cosas que conseguíamos por ahí... cablecitos... Lo cierto es que nadie podía entrar a esa habitación, y de ella salíamos alguna que otra vez para ir al buque y probar. Así experimentábamos3.
Los técnicos argentinos sabían que la plataforma inercial iba a ser un problema. La misma debía quedar perfectamente centrada porque al más mínimo descuido el disparo sería erróneo.
Una semana después el complejo estaba listo: su grupo generador con su motor de grandes dimensiones, la rampa, el dispositivo electrónico, todo a punto como para iniciar las pruebas.
En un campo de experimentación próximo a la base se hicieron cerca de veinte lanzamientos, todos ellos exitosos, prueba fehaciente de que el extraño invento estaba en condiciones de operar.
Usamos un simulador del autodirector que se conoce como "Simulador Vector". Es un mock up del lanzador, con una ventanita de TV que permite simular el autodirector del MM-38 así como permite verificar las señales que recibirá el misil. Este se instaló en uno de los buques y fuimos probando distintas tensiones verificando las señales que recibía el "Simulador Vector". Tenga en cuenta que eliminábamos toda la instalación de a bordo para reemplazarla por tres cajas y una serie de circuitos electrónicos que diseñamos y armamos sobre la marcha. Ello a los fines de poder evitar la, repito, pesada y compleja instalación de a bordo.
Una vez que el misil ha sido armado (calienta giróscopos, etc.), el buque le envía una "palabra" (stream de datos) de 64 bits. El misil la envía de vuelta al buque, donde el sistema compara lo enviado con lo recibido. De ser iguales, el buque envía una segunda "palabra", que ya contiene algunos parámetros reales de lanzamiento. Una vez más, el misil devuelve los datos y el sistema compara. Si no se presentan inconvenientes, se envían por última vez los datos -64 Bits- ya con la información completa del lanzamiento (Posición, ancho de ventana de búsqueda, profundidad de la ventana, altura de vuelo, etc.). Si el misil devuelve correctamente los datos, se produce el disparo.
Decidimos entonces, merced a nuestras "cajas", que enviaríamos tres veces los datos reales (la tercer "palabra" de una secuencia normal de tiro). Cuando logramos replicar esto, se comenzó a buscar un generador que pudiese entregar una tensión trifásica de 400 ciclos y una de 60 ciclos. En ese momento, estimábamos un 80_ de probabilidades de que el sistema funcionase. Efectuamos luego 15 lanzamientos con el simulador de vector, que, en teoría, nos dieron OK. Así quedó el sistema en dos catafalcos, uno con dos MM-38 (extraídos del ARA (D-25) Seguí) y otro con el generador, un viejo Siemens de tecnología de los años 30, usado en los reflectores antiaéreos en esa época por la Infantería de Marina4.
Antes de su traslado, se le dio al conjunto una mano de pintura, se lo cubrió con una lona, y se dispuso su envío a la Base Comandante Espora para cargarlo en dos Hércules C-130 de la FAA y despacharlo hacia el archipiélago.
En el primero fue subido el acoplado de seis toneladas y en el segundo el resto del dispositivo, incluyendo los dos Exocet MM-38 de 800 kilos cada uno. Y encabezando al grupo viajó también su creador, el capitán de navío ingeniero Julio M. Pérez, a quien aguardaba en Puerto Argentino personal asignado especialmente a la operación.
Salimos de Espora y llegamos a Comodoro Rivadavia, donde armaríamos el plan de cruce a las islas. Salimos de noche, en vuelo rasante; yo veía las salpicaduras en el plexiglass. El avión no podía virar a menos que se elevara (cosa suicida pues sería un blanco fácil) ya a la altura que volaba hubiese metido parte del ala en el mar. Cada media hora ascendíamos brevemente para un "golpe" de radar a fin de detectar si había algún buque enemigo y continuábamos rasante. Quiero destacar la profesionalidad y el valor de los pilotos de transporte de la Aviación Naval y la Fuerza Aérea, volando de noche a ras del mar. Son merecedores de un gran reconocimiento.
En fin, a las tres horas de vuelo se nos informa que el aeropuerto estaba siendo atacado, por lo que debimos regresar. Como dato anecdótico le comento que hacía dos años que yo había dejado de fumar, pero tras el primer cruce -abortado- apenas llegué a Comodoro bajé y me compré un cartón de cigarrillos (risas).
Recién al tercer intento pudimos cruzar con los dos C-1305.
Una vez en Malvinas, se coordinó con el contralmirante Otero la búsqueda de un lugar adecuado donde montar el mecanismo. Pérez y los tenientes de fragata Mario Abadal y Edgardo Rodríguez estudiaron detenidamente el terreno y vieron que la única posibilidad era el camino entre Puerto Argentino y el aeropuerto, por ser el único capaz de soportar su peso de manera estable.
Una de las dificultades que se presentaron fue evitar la información satelital norteamericana y disimular los preparativos ante los kelpers. Por entonces (primera semana de junio), se sospechaba que muchos de ellos pasaban información a los ingleses y por esa razón se decidió trabajar de noche, ocultando el ITB en un galpón al llegar el día. Otro inconveniente a sortear fue la obtención precisa de la distancia de los buques británicos. Y como no se disponía de un radar adecuado, fue necesario adaptar uno antipersonal, provisto por el Ejército, el cual sería operado por el teniente de fragata de Infantería de Marina Carlos Ríes Centeno.
Apenas llegamos pusimos a los dos carretones en un galpón de Puerto Argentino. Al día siguiente, el CL Otero (Jefe Naval en las islas) me asigna dos TF IM para el sistema. Ellos eran los TF IM Rodríguez y el TF IM Abadal A ellos se sumó el TF IM (RE) Ríes Centeno, a la sazón productor de "La Aventura del Hombre", que se encontraba con un equipo de filmación en las islas. A ellos se los interiorizó del funcionamiento del ITB. Luego se sumó a Ríes Centeno el sargento Eduardo Sánchez (Ejército Argentino) que operaría el Radar Rasit, único radar disponible para la obtención de blancos, pese a que era un radar de vigilancia terrestre6.
El radar Rasit pasaba los datos en milésimas cuando los técnicos navales operaban en grados y kilómetros, razón por la cual hubo necesidad de desarrollar una tabla de conversión para alimentar al misil con los datos en la unidad correcta, cosa que el equipo logró con la llegada de Pérez a las islas.
El sistema fue montado en dos remolques y los lanzadores en un carretón. Por medio de una grúa se lo colocó en el soporte, previamente colimado con el Rasit, e inmediatamente después se lo estabilizó, a los efectos de transportarlo hasta el emplazamiento de disparo. Se lo hizo por el camino asfaltado que iba desde Puerto Argentino hasta el aeropuerto, único capaz de soportar su peso7.
Cuando el mecanismo estuvo listo, se lo condujo hasta las playas situadas al sur de la península de Freyssinet y ni bien el capitán Pérez consideró que todo estaba en orden, se colocaron los dos misiles para que los técnicos y asistentes efectuasen los controles previos a su lanzamiento.
Como la instalación era fija no se podía hacer puntería y por eso se debía enfocar hacia un punto determinado y esperar que una de las naves enemiga acertase a pasar por su campo de tiro.
Se trataba de una operación inédita en la historia de la guerra moderna y nadie sabía si iba a dar resultados.
La rutina diaria consistía en montar el complejo al caer la noche (18.00 horas), subir el radar a una desvencijada camioneta para llevarlo hasta el punto de disparo; a la media hora se hacía lo propio con el remolque sobre el que iba la rampa de lanzamiento y una vez en el área de lanzamiento, se apuntaba “la mira” con rumbo 180° Sur. Inmediatamente después se despachaban los misiles y finalmente el grupo electrógeno. Al cabo de cuatro horas, más precisamente a las 22.00, el lanzador estaba en batería, calibrado y pronto a ser disparado. Cerca de las 04.00 comenzaba el desmontaje y antes de que saliera el sol se lo volvía a guardar en el galpón a efectos de evitar miradas indiscretas.
El 6 de junio tuvo lugar el primer lanzamiento, después de haberse obtenido información de la aproximación de dos buques británicos.
…a eso de las 0100 se "engancha" un buque con el RASIT. Alimentados los datos al misil, se intenta en lanzamiento pero el misil "no sale". Realmente estábamos decepcionados, pero decidimos esperar y realizar un nuevo lanzamiento (debíamos esperar por unos veinte minutos a la descarga de los condensadores para alimentar nuevos datos al sistema). Ese tiempo era debido a lo precario de la instalación; como le dije era "berreta, berreta". Sin embargo, con la excitación del momento no tomamos el tiempo y efectuamos un segundo disparo; yo pensé que había pasado una hora pero, en los hechos, fueron aproximadamente -según me refirió luego Ríes Centeno- cinco minutos. El misil salió, lo vimos perderse en la noche, sólo veíamos la llama de la tobera. El misil salió desviado hacia la derecha y no sabemos al día de hoy donde cayó... solíamos decir que "no lo encontraron ni los peces"... tuvimos una gran frustración, si bien habíamos probado que mecánicamente era factible el disparo. Cabe agregar que el rebufo nos arrojó, a mí y a mi equipo, varios metros por el aire. Uno de los Ttes. de Inf. de Marina "aterrizó" sobre una caja que contenía mis notas, tablas y apuntes. A oscuras, nos encontramos buscando los papeles que se habían desparramado.
Hicimos un requerimiento por más misiles que fue atendido por un C-130 de la FAA en la noche del 7 al 8 de junio. Mientras tanto, revisamos completamente la instalación. Con la ayuda del Sr. Sanders (del equipo de Ríes Centeno) descubrimos que se había quemado un diodo. Casualmente, en el único componente inglés del sistema. Me comuniqué con el jefe del Batallón Antiaéreo de la Infantería de Marina (BIAA), que defendía Puerto Argentino. Necesitábamos un diodo, casi le diría cualquier diodo similar. Pero la casualidad dio que, dentro de la panoplia de repuestos del sistema "Tiger-Cat" (de dotación en el BIAA) estaba el mismo diodo. Mismo número de stock, misma especificación. ¡¡¡Realmente fue un milagro!!!
Tras el segundo intento, también fallido, pasaron varios días sin que el enemigo se presentase. Por alguna misteriosa razón, sus buques comenzaron a hacer trayectorias erráticas, evitando entrar en el radio de alcance del dispositivo (38 kilómetros de distancia); incluso en alguna oportunidad, se colocaron a tiro del misil pero no del radar (30 kilómetros), cosa que comenzó a preocupar a los marinos. Era imperioso que las embarcaciones se situasen dentro del campo visual del ITB para poder dispararles porque de lo contrario, todo el esfuerzo habría sido vano.
Entonces tuvo lugar una de las anécdotas más pintorescas de la guerra.
El teniente de fragata Rodríguez, en otros tiempos aficionado a las películas del oeste, contó que a poco de haber egresado como guardiamarina, se encontraba junto a varios compañeros en un peligroso ejercicio sobre el terreno, tan exhaustos y debilitados, que creían no poder continuar. Era imperioso terminar con los mismos, para no quedar descalificados y por esa razón, bailaron una danza india invocando la lluvia, como hacían los pieles rojas en las cintas del Far West. Y así fue como en aquella lejana ocasión, se abatió sobre la zona un tremendo temporal que dio por finalizadas las maniobras.
Pérez, Abadal y Rodríguez no lo dudaron y la noche del 11 de junio, se pusieron a danzar y en torno al ITB, entonando una especie de letanía con la esperanza de atraer a al enemigo.
A las 03.38 del 12 de junio, el “Glamorgan” se encontraba a 18 millas náuticas al sudeste de Puerto Argentino y a 33 kilómetros de la costa, navegando a 20 nudos (37 km/h). Lo hacía mientras disparaba su cañón de 115 mm en apoyo del Comando 45 que en esos momentos iniciaba el avance sobre el monte Tumbledown.
En tanto eso ocurría, en Punta Caballo, frente a Puerto Enriqueta, los operadores del ITB aguardaban pacientemente la entrada del buque en su campo de tiro, listos para accionar el dispositivo.
La primera vez lo hizo muy arriba, de derecha a izquierda, fuera de su radio; la segunda volvió a deslizarse en sentido contrario y así sucesivamente hasta que en una de las tantas pasadas, su silueta quedó en el centro de la mira y los argentinos dispararon.
La velocidad del misil impidió a los radares de a bordo detectar su aproximación8.
Fue un oficial de navegación quien dio el grito de alerta. Casi enseguida, la tripulación se arrojó al suelo mientras los operadores iniciaban un pronunciado viraje hacia el norte para evitar el impacto, presentando la popa al proyectil.
Al tiempo que se lanzaban los chaff para confundir los sistemas de navegación del proyectil, se accionaron los Sea Cat con el fin de interceptarlo. La medida resultó vana pues apenas uno logró desviarlo aunque solo unos pocos milímetros.
Sí, lanzamos un misil... vimos, como en la oportunidad anterior, a la tobera perdiéndose en el negro horizonte. Luego vimos un relámpago -quizás un Sea Cat del buque?- y una explosión. El misil había impactado.
Por la radio, en el aire se armó una terrible batahola, se saturaron los canales. Tantos días de soportar el bombardeo británico habían sido contrarrestados. Éramos conscientes que esto no cambiaba el rumbo de la guerra, pero fue un logro personal y profesional muy grande, amén de haber levantado la moral de la guarnición en horas tan críticas.
Al día siguiente, los ingleses no aparecieron frente a Puerto Argentino...9
El Exocet pegó al costado del buque, por la banda de babor, impactando contra el helicóptero Wessex que al explotar, mató a seis personas. En su corrida arrasó las secciones inferiores, incluyendo la cocina, la cual quedó envuelta en llamas y acabó con el personal que trabajaba allí.
Su cabeza estalló pero no con la potencia esperada y eso salvó al buque de terminar en el fondo del mar. Aun así, causó severos daños en su estructura, desatando grandes incendios, matando e hiriendo de gravedad a otras veintinueve personas.
El barco se alejó de la costa despidiendo grandes lenguas de fuego y una negra columna de humo que en la obscuridad de la noche no se llegó a distinguir.
Entre los tripulantes fallecidos se encontraba David Tinker, joven marino que alcanzaría notoriedad cuando finalizada la guerra, sus padres publicaron sus cartas a modo de libro.
Las dotaciones contra incendios debieron trabajar duro y recién al cabo de cinco horas lograron controlar el siniestro, sin embargo, el destructor que en algún momento llegó a ser la nave insignia del almirante Woodward, quedó fuera de combate.
Las primeras reparaciones se efectuaron desde el buque taller “Stena Seaspred” y las más exhaustivas en la bahía de San Carlos, de donde se lo condujo a Portsmouth (21 de junio de 1982) para ingresarlo en sus talleres.
En la madrugada del 14 de junio los ingleses estuvieron a punto de destruir el ITB, cuando los impactos de su artillería cayeron cerca del depósito donde se guardaba.
Con Puerto Argentino a punto de caer, el capitán Pérez y el teniente de navío Rodríguez se presentaron ante el contraalmirante Otero y le plantearon la necesidad de volar la instalación para evitar su caída en manos enemigas (pensaban emplear granadas de mano). Lejos de lo que esperaban, el alto oficial los detuvo preguntándole al primero:
-Dígame Pérez, ¿los ingleses tienen Exocet?
-Sí, señor – fue la respuesta.
-Entonces no lo vuele... no van a aprender nada sobre el Exocet, pero que vean con qué le dimos a uno de sus barcos. Deje que conozcan la capacidad de la Armada Argentina.
Y así ocurrió.
Al entrar en la capital de las islas, los británicos se detuvieron estupefactos ante el extraño dispositivo, sin comprender de qué se trataba. Y cuando lo supieron, el asombro de sus oficiales no tuvo límites.
Con Pérez y su equipo prisioneros, los ingleses se afanaban por extraerles información. Sabían que el oficial era el artífice de aquella maravilla de la improvisación pero el marino argentino solo se limitó a dar su nombre, su grado y su número de matrícula, conforme a la Convención de Ginebra. Y aunque sus captores le volvieron a decir que sabían perfectamente los motivos de su llegada al archipiélago, él les respondió que su función como capitán de fragata era reparar los equipos de comunicaciones.
-Lo felicitó por ser tan ingenioso – le dijo uno de sus interrogadores que hablaba bastante bien el español.
Las víctimas fatales del “Glamorgan” fueron arrojadas a las profundidades del Atlántico, en la posición 51º50’S/53º31’O, a 228 kilómetros al este de las costas malvinenses. La ceremonia tuvo lugar la tarde del 13 de junio, pocas horas antes de la finalización del conflicto, luego de un responso a cargo del capellán naval.
Uno a uno fueron lanzados los trece cuerpos, todos envueltos en banderas británicas, en medio de un sepulcral silencio, apenas quebrado por el viento10.
A los heridos, se los condujo al buque hospital “Uganda” y de ahí se los repatrió al Reino Unido para su mejor atención.
Al término de la guerra, el capitán Pérez aceptó dar entrevistas a distintos medios del exterior, uno de ellos la BBC de Londres, que en el año 2001 lo reporteó con motivo del vigésimo aniversario de la guerra. En la oportunidad fue indagado sobre el dispositivo por él ideado y ahí aprovechó para felicitar al comandante del “Glamorgan” por su maniobra de colocar el buque de popa al misil. Entonces uno de los reporteros le dijo que la misma no fue ordenada por el comandante sino por el oficial de guardia ubicado en el puente, Ian Skipp quien, casualmente, era pariente suyo11, cosa que sorprendió al argentino.
Pérez, quien por entonces era almirante, aprovechó la ocasión para hacerle llegar a la madre de David Tinker, un mensaje especial, manifestándole su profunda congoja por la pérdida de su hijo. Por medio de la misma pidió perdón y dejó en claro dos cosas, que aquella había sido una guerra sin odios ni rencores y así como los británicos habían luchado por lo que creían suyo, los argentinos hicieron lo propio, cumpliendo con su deber.
Tiempo después, la señora Tinker le hizo llegar su respuesta en los siguientes términos:
Estimado Alte. Pérez,
Muchísimas gracias por el maravilloso mensaje que ha grabado. Por supuesto que lo perdono con todo mi corazón, y lo entiendo perfectamente.
Lamentablemente, mi marido falleció en abril de 2000, pero estoy segura que él sentiría lo mismo.
Estoy muy agradecida de que siempre recuerde a nuestro David.
Que Dios lo bendiga, y nos traiga paz a todos.
Elisabeth Tinker
(Madre de David Tinker)
Al término de la guerra, los ingleses desmontaron el ITB y lo condujeron al Reino Unido donde después de someterlo a detenidos e intensivos estudios, basaron en él su Sistema de Defensa Costera Excalibur.
Según confirmaron fuentes francesas, los ingleses lo perfeccionaron e instalaron en el Peñón de Gibraltar cediéndolo luego a la marina chilena, que montó varios de ellos en las costas del sur de su país.
Los “guerreros” que pelean desde los escritorios, pasando información por lo bajo, sin combatir de frente, terminaron beneficiándose de la tecnología y el ingenio argentino, cosa que teóricos de cartón de esa nacionalidad, a falta de hechos y méritos propios, se afanan por desmentir, especialmente en sus elementales foros de temas militares. Aún así, la realidad es contundente.
Hasta el 12 de junio de 1982 ningún sistema de misiles Exocet MM-38 Tierra-Mar había sido concebido, ni proyectado, ni probado. Los argentinos lo pusieron en práctica por primera vez, con asombrosa habilidad, dando forma a un mecanismo improvisado que dejó fuera de combate a una de las unidades navales más poderosas de la armada británica12.
Notas
1 Se ha generado una controversia en cuanto a
la procedencia de los misiles y las lanzaderas del ITB. Mientras algunas
fuentes aseguran que los mismos fueron extraídos de la corbeta ARA “Guerrico”,
otras sostienen que pertenecían al destructor Ara “Seguí”. En su trabajo “Operación
Uka Uka”, varias veces citado en este capítulo, el entonces capitán de navío ingeniero
Julio M. Pérez no hace mención del hecho aunque aclara que a fines de abril
viajó a Puerto Belgrano para reparar el sistema de lanzamiento misilístico de la
primera. Ya con la tarea en marcha, trabajó con un simulador destinado a
verificar señales desde uno de los destructores de la flota, sin especificar de cual se trata.
2 Julio M. Pérez, “Operación Uka Uka”, Boletín
del Centro Naval Nº 820, Ediciones Centro Naval, Buenos aires
(http://www.centronaval.org.ar/boletin/BCN820/820perez.pdf).
3 Ídem.
4 Ídem.
5 Ídem.
6 Ídem.
7 Era imposible colocarlo en la turba porque de
haberlo hecho, se hubiera hundido irremediablemente.
8 El disparo fue registrado por el teniente de
fragata IM Carlos Ries Centeno, que además era corresponsal de guerra. El
ingeniero Pérez también estuvo asistido por Jorge Sanders, Ángel Libonati, Osvaldo
Marino y el sargento primero Raúl Armando Orcasitas, quien en esos momentos
operaba el radar.
9 Julio Pérez, op. cit.
10 Un
decimocuarto tripulante murió días después de la ceremonia. Sus nombres
se hallan inscriptos en el Memorial del HMS Glamorgan erigido en
Hookers Point, al este de Puerto Argentino, en las costas desde las
cuales fue disparado el misil.
11 A partir de ese momento, Pérez mantendría
asiduo contacto con Skipp a través del correo electrónico.
12 Revistas especializadas de diferentes partes
del mundo le han dedicado amplios espacios al tema.
Publicado 26th February 2015 por Malvinas.Guerra en el Atlántico Sur