¿Por qué eligieron a Hiroshima y Nagasaki?, ¡porque eran las mayores ciudades católicas de Japón!
agosto 6, 2018
Sin embargo, pese a todas estas atrocidades, no hubo ningún Nüremberg para los verdaderos genocidas de la humanidad. Ni para el rey lacayo de los sionistas, ni para la Masonería de Inglaterra, ni para Churchill y menos para Harry Salomón Truman, encargado éste del mayor genocidio a las dos únicas ciudades católicas del Japón: Hiroshima y Nagasaki.
EL CRIMINAL HEBREO ALBERT EINSTEIN SIEMPRE PROMOVIÓ EL GENOCIDIO
Siempre ha tratado de presentarse la imagen del científico Alberto Einstein como modelo de “genialidad” y como símbolo del progreso de la civilización. La realidad sobre este siniestro personaje estuvo muy lejos de esta visión idílica creada por la propaganda. En términos de su vida particular, fue sencillamente un ser despreciable: dio a su hija en adopción, se deshizo de su hijo Eduard, que era enfermo mental, en un psiquiátrico de Suiza, maltrató a sus otros hijos y abandonó a su familia. Sus famosas “teorías” surgieron de robos sobre proyectos ajenos, y éste es un tema sobre el que nos extenderemos próximamente.
Pero vayamos al centro de la nota que nos ocupa: en vehementes cartas dirigidas al presidente Roosevelt, una fechada el 2 de agosto de 1939 y otra del 7 de marzo de 1940, Einstein solicitaba lisa y llanamente el uso de la bomba atómica por parte de Estados Unidos. Su odio hacia Alemania y los países del Eje era inmenso, era un autodeclarado sionista fanático, y cuando en el año 1921 asistió a la convención sionista de Nueva York, proclamó ante cien mil correligionarios lo siguiente: “Mein Führer ist Cain Weizmann. Folge ihn habe gesprochen” (“Mi guía es Cain Weizmann. Síganlo. He dicho”). El mismo Einstein se encargó de aclarar siempre que su nacimiento en Alemania (que él aborrecía con todas sus fuerzas) era anecdótico, veamos sino esta descarnada declaración suya: “no he pertenecido nunca a mi país (Alemania), ni a mi propia casa, ni a mis amigos, ni a mi familia, sino tan solo a la causa sionista”. Todo ello lo demostraría, además, no sólo por su mencionada actitud familiar, sino también por sus cuatro cambios de nacionalidades, según las conveniencias del momento.
“El proyecto Manhattan sería el encargado a principios de los años 40 de llevar a cabo la construcción de las primeras bombas atómicas durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el mandato del presidente Roosevelt en Estados Unidos.”
“Hoppenheimer y Ferni serían dos de las figuras de primerísima fila en el proyecto. Todos sabemos lo que ocurrió después. Hiroshima y Nagasaki eran virtualmente destruídas y con esa destrucción quedaba inaugurada la era atómica del siglo XX.”
“Pero no todo fue fácil hasta llegar a aquel instante. Momentos hubo de indecisión, parálisis o pérdidas de tiempo. Y fue en ellos precisamente donde la figura de Albert Einstein jugaría un papel definitivo. Viendo que los progresos sobre la construcción de la bomba iban lentos, los científicos Wigner, Szlidard y Teller, los tres al servicio del poder americano, pidieron a Einstein, que ya gozaba por aquellos años de un manifiesto prestigio internacional, que éste escribiera al presidente Roosevelt instándole a apoyar sin paliativos las investigaciones para el desarrollo de la bomba dotando de los medios necesarios.”
“El texto de la carta que Einstein escribiera y que le fuera entregada en mano a Roosevelt el 11 de octubre de 1939 decía: “…en el curso de los últimos cuatro meses se ha hecho patente mediante el trabajo de Joliot en Francia, así como de Ferni y Szilard en América, que pueden establecerse reacciones en cadena en una gran masa de uranio, de forma que podrían generarse vastas cantidades de energía… Este nuevo fenómeno podría conducir también a la construcción de bombas extremadamente poderosas de una nueva clase. Un solo artefacto de este tipo, que hiciese explosión en un puerto, podría destruírlo completamente…””
“Como todos sabemos, la guerra en Europa terminó antes de que las bombas estuvieran listas, pero quedaron preparadas para ser lanzadas contra el Japón. Sus efectos devastadores fueron de todos conocidos. Y de tales efectos, se sabe que Einstein se llegó a sentir responsable directo”.
“Podemos bien suponer que las bombas atómicas no hayan sido tiradas al azar. La pregunta es por lo tanto inevitable: cómo así se escogió para la segunda hecatombe, entre todas, precisamente la ciudad de Japón donde el catolicismo, aparte de tener la historia más gloriosa, estaba más difundido y afirmado?”Giacomo Biffi, “Memorie e digressioni di un italiano cardinale [Memorias y digresiones de un italiano cardenal]”, Cantagalli, Siena, 2007, pp. 640