SALVAR LO QUE SE PUEDA.
La política es el arte de lo posible (dentro de lo debido, aclaro) y vivimos en esta Argentina del siglo XXI. No existen legiones de contrarrevolucionarios que salgan a combatir y a morir detrás de un buen Jefe sencillamente porque no tenemos de hecho Fuerzas Armadas, como sí las tienen Brasil o Chile que las han sostenido incólumes y aún mejores después de las “dictaduras” pasando por gobiernos de izquierda y derecha hasta nuestros días. Es que estos países tienen políticas de Estado más allá de los gobiernos; nosotros, no.
Lo posible hoy es que algunos den la
cara para defender los valores fundamentales -Dios, Patria, Familia- en
lo único que existe, el sistema que nos permite participar en las
elecciones. Más allá de los votos que se obtengan, lo que importa es el
testimonio que siempre es valioso.
Me refiero al testimonio, hoy político,
de un hombre de honor, Juan José Gómez Centurión, que comenzó su vida
como militar con un acto heroico, acto que fue una imitación de la Cruz,
exponiendo su propia vida al regresar atravesando el campo enemigo a
buscar a un subalterno herido. La gente suele equivocarse: la
condecoración no la mereció por matar a un Coronel inglés sino por el
rescate de uno de los suyos exponiendo la propia vida. “Dar la vida por
los amigos” es la más perfecta imitación de la Cruz.
En el aquí y ahora de la Argentina veo
como un recurso eficaz y lícito de hacer públicas estas verdades la
participación en el sistema, en la forma de un partido político. Se
llega a la gente por las redes, por los escasos instantes de televisión o
de radio a pesar de la conspiración del silencio (un héroe asusta y hay
que ignorarlo) con apenas la excepción de algún analista político
-Rosendo Fraga, por ejemplo- que no pierde ocasión de denunciar ese
silencio.
Siempre
me pareció una incongruencia que los que lloran ante la tumba de José
Antonio (yo también lloré) perdonándole que fuera diputado “sin fe y sin
respeto” o admiran a Blas Piñar que lo fuera, incluso, ante la Unión
Europea, condenen y con los más duros términos a quienes intentan hacer
lo mismo en Argentina.
Voté tres veces en positivo y de todo
corazón. La primera vez lo hice por Aldo Rico y me defraudó por su
conducta posterior. Las otras dos veces lo hice por Gustavo Breide y
Emilio Nani quienes no me defraudaron nunca. Además, el último de ellos,
fue puesto en prisión durante este Gobierno, con sus costillas rotas en
Malvinas y con su ojo perdido en la reconquista del Cuartel de La
Tablada. Creo que esta vez, que volveré a votar en positivo, no seré
defraudada.
La Patria me ha costado mis buenos
dolores. Pero eso no me lleva a seguir sólo soñando con los paladines de
antaño, Carlomagno, Arturo, San Luís Rey de Francia, Isabel y Fernando.
Los vería entrar con sus cabalgaduras y sus espadas en nuestra modesta
Casa Rosada con verdadera alegría. Pero eso es sueño, un bello sueño y las papas queman.
Con el aborto se matan chicos y, aún peor, con la ideología de género
se mata el alma de nuestros chicos. Y esto es una realidad que nos
golpea, duramente. No un sueño.
Por eso apoyo a quienes intentan salvar lo que se pueda, como se pueda, dentro de lo legítimo.