Foro Sao Paulo, política y crimen. Por Pedro Corzo
Los enemigos de la libertad no descansan. Siempre
están al acecho, en busca de oportunidades que les permitan controlar
sociedades y gobiernos y el Foro de Sao Paulo, más allá de su
efectividad desestabilizadora y antidemocrática, es el instrumento
internacional más vigoroso en el hemisferio que poseen los liberticidas.
Foro de Sao Paulo sesionó recientemente en una de las capitales del
crimen en el hemisferio, Caracas, el pasado año trabajó en la otra urbe
criminal, La Habana, dos ciudades transformadas en guaridas de
delincuentes internacionales en contra de la voluntad de sus habitantes,
curiosamente, faltaron dos de los déspotas que deben en gran medida su
acceso y permanencia en el poder a este mecanismo supresor de
libertades: Evo Morales, Bolivia y Daniel Ortega, Nicaragua.
El embajador de Venezuela ante el Grupo de Lima,
Julio Borges, menciono a cinco de los invitados al Foro de Caracas que
auspicia Nicolás Maduro, una pléyade de corruptos, violadores de los
derechos humanos que se relacionan con organizaciones terroristas:
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, sancionado por Crímenes de Lesa
Humanidad; Raúl Castro, primer secretario del Comité Central del Partido
Comunista de Cuba, sancionados igualmente por Crímenes de Lesa
Humanidad; Dilma Rousseff, ex presidenta de Brasil, acusada de
corrupción; Rafael Correa, ex presidente de Ecuador, acusado de
corrupción y violación a los DDHH; y Piedad Córdoba, ex senadora
colombiana, acusada de corrupción y de vínculos con organizaciones
criminales y terroristas.
El Foro de Sao Paulo fue una inspiración generada en
un encuentro de agrupaciones de izquierda, mayoritariamente
identificadas con el marxismo, convocada por el Partido de los
Trabajadores de Brasil, fundado y dirigido por el preso común Luis
Inacio Lula da Silva. El Foro, constituido en 1990, fue una iniciativa
de da Silva y del dictador más longevo y devastador que ha padecido el
continente, Fidel Castro Ruz.
Este mecanismo fue la respuesta que los grupos anti
sistema del continente consideraron más efectiva a la hecatombe del
Socialismo Real en el bloque soviético, incluida Cuba, y la oportunidad,
dentro de la desgracia, de una nueva puesta en escena de la consigna
castrista, “de convertir los reveses en victorias” y la estrategia de
atacar, atacar constantemente, que invariablemente ha caracterizado al
régimen cubano.
Fidel Castro con ese aguzado sentido de la
oportunidad que le identificó dejó a un lado, conveniencia, no
convicción, las balas y bombas que durante décadas usó para tratar de
imponer en América la forma de gobierno que auspiciaba, al liderar junto
a Da Silva, luego se sumó Hugo Chávez, una nueva propuesta estratégica
enmarcada en el Foro que recurría a la desestabilización sistemática, y
generación del caos mientras, se atacaban los cimientos éticos de
todos y cada uno de los países, una alianza que se forjó con grupos
delictivos vinculados al narcotráfico y a otras transgresiones
internacionales, en la que no faltaron sectores empresariales legítimos
dispuestos a lucrar con recursos mal habidos, derivando de todo esto un
esquema operativo que internacionalizó la corrupción.
El Foro fue para Castro un instrumento idóneo para
lograr sus objetivos de alcanzar el poder en varios países del
continente. Una especie de internacional que reeditaba los planes que
con otros métodos había instrumentado a través de la Tricontinental de
la que surgió la subversiva,Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina.
El totalitarismo castrista consecuente con su
naturaleza expansiva, y consciente de su condición parasitaria que exige
la asistencia económica en forma de subsidios o acuerdos
internacionales que le favorezcan, la razón por la cual siempre ha
tenido un servicio exterior muy activo que aunque costoso, le rinde
grandes beneficios. Es paradójico, pero en gran medida el control que la
dictadura ejerce al interior de la isla se deriva de sus éxitos en
política exterior.
El Foro de Sao Paulo ha sido una herramienta
particularmente útil en la difusión del populismo electoral y en el
establecimiento de dictaduras institucionales muy difíciles de cambiar
como han demostrado Venezuela, Bolivia y Nicaragua. El caso ecuatoriano
donde Rafael Correa había impuesto un régimen de esas características,
ha sido una excepción, el único antídoto efectivo son pueblos
conscientes de sus derechos y deberes.