miércoles, 7 de agosto de 2019

¡HOY COMO AYER! ¡PERIODISMO VENAL!

¡HOY COMO AYER!

¡PERIODISMO VENAL!

EL PÈRIODISMO COMERCIAL, “SIN CONTROL Y SIN CONCIENCIA”, O SEA TODO EL PERIODISMO MASIVO,  EN MANOS DE LOS ENEMIGOS DE DIOS Y DE LA PATRIA, informa y “forma” la opinión pública promoviendo la subversión.

Presento el testimonio de tres eminentes intelectuales:

1º) Padre Gabriel Riesco

2º) padre Leonardo castellani

3º) henri de man



Padre Gabriel Riesco.



Extracto del Capítulo  “Fetichismo”, del libro : “Liberalismo y Catolicismo”, -A propósito de algunas ideas de Don Gregorio Marañón- , pg. 55/56, Imprenta Guadalupe, Bs.As. 1938,  escrito  por el recordado sacerdote agustino



L

a segunda significación de no ser liberal, según el  Dr. Marañón, o sea ser “enemigo del pueblo”, de los pobres, es uno de los tantos tópicos de que han usado y abusado los liberales contra el Catolicismo para desprestigiar la religión y engañar al pobre pueblo. ¡Quizá a esto pueda llamarse labor creadora del liberalismo! Y si esa mentira conserva intacto su prestigio en muchas mentes se debe en gran parte a una prensa sin control y sin conciencia creada por el liberalismo cuya norma en toda su historia ha sido la ocultación sistemática de la verdad. 

Pero, gracias a Dios, la luz se va abriendo paso y la historia va dando también su fallo al respecto, señalando con el dedo quienes son los enemigos verdaderos del pueblo, y deshaciendo de una vez por todas, aunque a costa de mucha sangre, ese fetichismo absurdo, inventado, como tantos otros, por la malhadada Revolución francesa y propagado por la prensa liberal para sembrar la confusión y sumir a los hombres en la apostasía y a los pueblos en la barbarie “civilizada”.



La prensa moderna en todas sus formas es el gran responsable de este estado de confusionismo en que hoy se debaten los pueblos. Con el agustino P. Teodoro Rodríguez, paladín incansable de las cuestiones sociales, “confieso ingenuamente que cuando contemplo el ambiente intelectual respirado por la mayor parte de los obreros, formados por libros, folletos, revistas, periódicos, hojas de propaganda…, lanzados por millones a la vía pública saturados de conceptos esencialmente disolventes, de conceptos de rebelión contra todo lo divino y humano, de menosprecio y escarnio para la  virtud y del halago para toda pasión malsana, me asombro de que la anarquía no impere sobre la sociedad como reina feroz del exterminio y el mundo no esté ardiendo por los cuatro costados. Y una de las grandes iniquidades que clama venganza al cielo y pide un rayo purificador de tanta bajeza y de tanta infamia, es el que con toda esa literatura de desorden, de halago, de pasiones, de inducción al atropello y al crimen, impulsora de luchas fraticidas, de completa disolución social no es en su mayor parte hija de una idea noble y levantada que, aunque errónea, sería digna de respeto, sino que procede de sórdida avaricia de individuos, de Casas Editoriales y de Empresas periodísticas  que realizan grandes ganancias y viven espléndidamente envenenando a la sociedad. Es decir, esa literatura, en su mayoría, es hija de un negocio asqueroso, de una farsa indigna,  de una explotación repugnante de la ignorancia y de las pasiones del obrero. Este es el más infame de los comercios, que subleva a toda conciencia honrada y para la cual Ruskin tiene frases de fuego”.



Al gran Eugenio Montes le oí una frase feliz cuando dijo, con visión clara del momento, que el periodismo es la gran desgracia moderna. Sé que hoy es una necesidad, pero no por eso deja de ser una desgracia. De este periodismo moderno, sin control y sin conciencia, se valen los agitadores profesionales para adulterar la historia, obscurecer la verdad y extraviar los espíritus. ¡Triste comprobación de una realidad desdichada! Baldón eterno para una civilización tan bárbara y para una época de mercantilismo feroz, en la que la conciencia se vende y las ideas se compran y el dios-dinero ejerce la máxima influencia en los destinos de la humanidad.



De donde resulta que el que más dinero tiene, aunque sea el más bruto, impone su orientación al pensamiento y sus directivas a la sociedad. Y bien sabemos en qué arcas se esconde ese ídolo miserable y de qué palacios sale la voz de mando de ese tirano sin entrañas…”

*



Padre Leonardo Castellani



Extracto del  Capítulo: ”Lo que educa al pueblo”, del libro: “Reflexiones Políticas”  (Editorial Signum SRL, 1977, pg.17); escrito por el añorado Padre Leonardo Castellani:





“Lo que me extraña es que no haya producido mayores ruinas. Eso fue debido a la “buena pasta” de muchos maestros –que parece van deviniendo pocos.



Lo que educa al pueblo es, por orden:



- El culto religioso, predicación comprendida.

- El ejemplo de los de arriba (“cual el rey tal la grey”).

- Las diversiones o regocijos usuales.

- Las fuentes de información.

- Los “instructores” intelectuales por medio de clases, cursos o conferencias.



Tomemos por ejemplo esa cosa tan inocente que es la “información” “La Argentina tiene la gloria de tener uno de los diarios más grandes del mundo”…



Si, cuando la gloria se mide por los volúmenes.  La prensa “grande” es simplemente una pieza de la “ocupación” del país por lo foráneo o foraine. Por eso existe tan obsesiva preocupación por “la libertad de prensa”, la cual ha sido elevada a principio religioso y presentada como una cosa intocable y sacrosanta.



Ni los reyes ni los santos de antes han tenido los privilegios que para si reclaman los potentados que están agazapados detrás del “periodismo”: o sea, por la burguesía capitalista, dueña de la Prensa “grande”. Libertad de prensa no significa ahora libertad para los que leen; sino privilegios para los que prensan. Y así nuestra “prensa” es muy mala, o antinacional, o herética o disolvente, o… todo junto. Donde esto se da ¿cómo va a poder levantarse una nación? El pueblo está siendo pertinazmente deseducado deste modo.



La “Libertad, libertad, libertad” del liberalismo ha producido la deseducación institución-alizada”.

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Henri De Man.



Algunos párrafos, entre otros muy importantes dedicados al periodismo venal, en su libro: “La Era de las Masas y el Declinar de la Civilización”  (Ed. Freeland, 1953, pg. 119).



“En materia de prensa se produce entre los periódicos una carrera de la que sale vencedor el que aporta más de prisa la noticia más reciente y más sensacional. Por cierto que noticia no significa necesariamente verdad. Desde el punto de vista comercial, es mucho mejor publicar antes que nadie una noticia falsa, que publicar una exacta que llegue demasiado tarde. Pues en primer lugar, la mayoría de los lectores –como por otra parte la mayoría de los periodistas-, no tienen la posibilidad de controlar la exactitud de las informaciones que les proporcionan las agencias, las asociaciones, los corresponsales de prensa, etc. Y en segundo lugar , la venta del periódico no se resiente en absoluto por el hecho de que sea menester de cuando en cuando rectificar una noticia falsa o “dejarla caer” discretamente, publicando otra que la contradice. La mayoría de los lectores no se detienen en ese género de informaciones menos visibles, y si las advierten, en general han olvidado casi de lo que se trataba, y han dejado de interesarse por la cuestión, una vez agotado el encanto inherente a las informaciones sensacionales.



[…] El mal no sería tan grave como lo es en realidad si la transmisión de las noticias fuera una cuestión de pura información. Pero el hecho es, que, en un periódico, las noticias tienen ahora por objeto formar la opinión. Desempeñando con ello el papel que antaño era esencialmente el de los artículos de fondo. En nuestros días las cosas ocurren de tal modo, que cualquiera que controle las fuentes de información tiene en sus manos la opinión pública por entero. Su influencia es tanto más poderosa y más segura cuanto más pérfido es su método. En estas condiciones ni siquiera es necesario falsificar los hechos (lo que ocurre pese a todo muy a menudo), para orientar en ciertas direcciones las simpatías y las antipatías de los lectores.



[…] Así hay que maravillarse sin cesar del gran número de personas, por lo demás cultivadas y dotadas de buen juicio, que emiten con seguridad y convicción, sobre acontecimientos lejanos de que personalmente no tienen conocimiento alguno, juicios que sólo son en realidad el eco de lo que han leído en su periódico… (el sentido crítico no tiene razón alguna para despertarse e intervenir)…*