jueves, 22 de agosto de 2019

INVASIÓN GUEVARISTA A LA PROVINCIA DE SALTA

Septiembre de 1963. La guerrilla de Masetti penetra en territorio argentino.

El 5 de mayo de 1963, el grupo de Masetti salió de Argelia, simulando una misión diplomática a los países de Sudamérica, encabezada por dos agentes encubiertos del ejército de aquel país.

La oferta oficial argelina era la siguiente; la República Socialista Argelina enviaba una delegación itinerante oficial, de presentación y contacto diplomático con los países sudamericanos, compuesta por dos “diplomáticos improvisados”: nuestros dos oficiales, Abdel y Muhamed; dos “diplomáticos adjuntos”, Masetti y Furry; y personal burocrático y de servicio, Hermes, Fabián, Basilio y yo. La delegación aprovechaba las normas sobre equipaje “diplomático” donde se llevaba toda nuestra impedimenta militar –excepción hecha de armas- y se protegía, dentro de lo natural, la operación viaje, controles aduaneros en aeropuertos de ingreso en el continente y el destino oficial, Bolivia. Era realmente un regalo del cielo, mejor dicho, de Ben Bella, Boumedienne y la revolución argelina1.
Su primera escala fue Roma, donde permanecieron tres días efectuando largas caminatas por los magníficos monumentos de la ciudad y en cierta ocasión, cenando en un lujoso restaurant del Quirinal, sin los argelinos.
En Río de Janeiro se dividieron en dos; Masetti, “Furry” y Hermes abordaron un avión y volaron a La Paz, en tanto los restantes, incluyendo a los argelinos, abordaron un tren hasta Santa Cruz de la Sierra para tomar un vuelo de cabotaje con destino a la capital del país2.

Bustos relata al detalle los sucesos que tuvieron lugar a partir de ese momento. En el aeropuerto se despidieron de los argelinos y una vez fuera del edificio, abordaron un taxi que los dejó en la puerta de un bar, donde entraron a beber un café. Bustos siguió viaje, porque había pautado encontrarse con Rodolfo Saldaño, su primer contacto en suelo boliviano.
El taxi se introdujo en un barrio periférico de la ciudad y lo dejó frente a un taller mecánico, cuyo propietario resultó ser un individuo extraordinario, sumamente cordial y de muy buen ánimo.
Después de estrecharle la mano, Saldaño se fue a cambiar de ropa y cuando estuvo le señaló al argentino un jeep estacionado junto a la vereda, con el que debían pasar a buscar a “Fabián” y “Basilio”, en el bar.
Una vez todos a bordo, Saldaño tomó por calles y avenidas hasta alcanzar El Alto, municipio contiguo al aeropuerto, por donde anduvieron un buen rato hasta una sencilla vivienda, de una sola planta, ubicada en una calle poco transitada. Era la vivienda de un viejo militante comunista local, un docente que vivía con su esposa y una hija, quienes hicieron lo posible por acomodar a los recién llegados y hacerlos sentirse cómodos.
Masetti en Salta
Los argentinos se instalaron en una habitación y allí vivieron un par de días hasta que, una noche, pasó Masetti para informar que a la mañana siguiente salían para la finca-base adquirida por Alberto Castellanos y José María Martínez Tamayo (“Papi”), en cercanías de la frontera, un punto estratégicamente ubicado entre los ríos Bermejo y Pilcomayo, rodeado de espesura y prácticamente deshabitado.
Bustos con “Fabián” y “Basilio” viajaron en ómnibus hasta Oruro, donde “Furry” debía recogerlos con el jeep que acababan de adquirir.
Arribaron a destino después de cuatro horas y media de viaje. Aguardaron un buen rato en el punto indicado, sito en las afueras de la ciudad, pero como el cubano no apareció, se retiraron. Regresaron la noche siguiente, pensando que a lo mejor le había sucedido algo pero tampoco llegó, lo mismo el tercer día.
Entonces, decidieron esperarlo más tiempo y para ello fueron hasta un bar cercano, donde había varias mesas de billar. En ese lugar, ubicados en una mesa cerca de la ventana, esperaron hasta las doce de la noche pero “Furry” siguió sin dar señales de vida, por lo que Bustos propuso el regreso del grupo a La Paz. Lo hicieron en taxi, atravesando primero un pequeño poblado, luego Sica Sica, Patacamaya y finalmente El Alto, superando al menos dos retenes policiales, donde el chofer debió abonar “ciertas sumas” para poder pasar.
En la capital se enteraron que “Furry” se había desbarrancado en una alcantarilla y que padecía ataques de epilepsia por causa de una vieja herida de guerra.
De La Paz siguieron a Sucre, la capital constitucional del país, donde se encontraron con Masetti, Hermes y Jorge Vázquez Viana (“El Loro”), un sujeto en extremo agradable, de gran protagonismo en sucesos futuros.
Masetti les informó que debían reanudar viaje inmediatamente y sin perder tiempo, se acomodaron en el jeep, por entonces reparado y partieron hacia el sur.
Por caminos de cornisa cruzaron la árida región montañosa que se extiende ininterrumpidamente hacia el sur, con los grandes picos recortándose a ambos lados del camino, dejando a su derecha la Cordillera de los Frailes para atravesar el gran valle que se extendía al sur, en dirección a Potosí.
Después de cruzar el río Pilcomayo, superaron las comarcas de Siporo y Huari Huari y al cabo de seis horas, alcanzaron la Villa Imperial, donde decidieron hacer noche.
Potosí, al pie del cerro del mismo nombre, fue el epicentro minero más importante del imperio español, emporio de riqueza y actividad, polo de atracción de conquistadores, aventureros y cazadores de fortuna, destino fatal de miles de esclavos, tanto indígenas, sometidos a la mita como negros traídos de África. Célebres fueron su catedral, sus iglesias, palacios, salones, teatros, mercados y sobre todo, la Casa de la Moneda, expresiones de la opulencia y el lujo que imperaron en la ciudad gracias a la extracción de la plata. Allí florecieron las artes, las letras, el comercio y la minería, pero también las miserias, la expoliación y el sufrimiento sin fin, con el padecimiento de miles de seres humanos condenados a trabajar encadenados en túneles y canteras y perecer miserablemente en las entrañas del gran cerro.
Cuando a fines del siglo XVII las canteras comenzaron a agotarse, la ciudad inició su decadencia, proceso lento pero constante, que la sorprendió en tres momentos cruciales de la historia de América, el alzamiento aborigen encabezado por Tupac Amaru, ahogado en un baño de sangre por las autoridades hispanas (1780-1781), el de su sucesor Tupac Catari (1781) y el movimiento emancipador que tuvo su génesis en 1810.
Ignoramos si Masetti y su gente se detuvieron ahí, pero siguieron bajando hasta alcanzar Tarija, atravesando montañas, vadeando ríos, cruzando arroyos y surcando regiones en las que señoreaba la llama, la alpaca, la vicuña y el guanaco, con el cóndor sobrevolando sus cielos y el armadillo atravesando furtivamente sus campos.

A medida que avanzaban, la vegetación se tornaba más tupida y las corrientes de agua se hacían más frecuentes.
Llegaron a destino a través de caminos enmarcados por la espesura, muy poco transitados. Cerca del mediodía, se detuvieron frente a una tranquera, más allá de la cual, distinguieron frutales y árboles de diferentes especies.
Siguiendo la huella que nacía a partir de la entrada, el vehículo ingresó en la propiedad, una finca de cuatro hectáreas de extensión y después de pasar la arboleda, se detuvo frente a la vivienda principal, una edificación de piedra en forma de “L”, de cuya chimenea salía una leve columna de humo.
Echaron todos pie a tierra y después de desentumecerse, procedieron a descargar el equipaje. En ese momento, salió de la vivienda un hombre algo mayor que resultó ser el cuidador, Don Benito, individuo solitario que pertenecía al PC regional, quien ayudó a entrar los bultos.
"El Loro" Vázquez Viaña
Dos días después llegaron desde Cochabamba “Furry”, Alberto Castellanos y “Papi”, los tres cubanos de la expedición, acompañados por “El Loro”, quienes venían a coordinar el traslado del equipo.
“Furry” estuvo apenas un día. Junto a “El Loro” regresó a La Paz para al tiempo que Masetti disponía una serie de patrullas, para dar con el río Bermejo.
La finca se encontraba a escasos 200 metros del río Emborozú, que corría de norte a sur por la parte posterior, entre las montañas y la selva, dejando al oeste la gran extensión cordillerana y la frontera, casi paralela al Canibi.
La selva lo envolvía todo, incluyendo los accesos. La región había sido explorada por “Furry”, desde Tarija hasta Yacuiba y desde allí a Orán, en territorio argentino y parecía propicia para llevar a cabo los planes.
Junto con “El Loro” hizo varios viajes entre La Paz, Cochabamba y Sucre en tanto Masetti y Federico (“Basilio”) ultimaban los detalles para efectuar el cruce a la Argentina.
“Furry” regresó pocos días después, en compañía de “Papi” llegaron, trayendo consigo el cargamento. Cuando los combatientes terminaron de descargarlo, pudieron comprobar que el equipo de procedencia cubana, era muy superior al adquirido en Bolivia, lo mismo los uniformes de campaña3.

Exceptuando las armas, selección hecha por Masetti y el Che antes de salir de Cuba, y hasta cierto punto las mochilas, lo demás no servía para nada. Era un chiste de mal gusto. Ropas boy scout, de nylon casi transparente, que una espina desarmaría en un minuto (sin contar el calor), pantalones de salida, cartucheras de imitación cuero con estrellitas tipo Tom Mix4.

Después de quitar las armas de sus embalajes, se procedió a su distribución. Masetti y Hermes, recibieron sendos Garand M1 semiautomáticos, con sus correajes y cargadores completos; a Leonardo le tocó un subfusil Thompson M1A1; a Federico una M3 calibre 45 con su silenciador de 30 cm y a Bustos una pistola Browning GP-35 de 9 mm. Cada uno de ellos recibió tres granadas de mano y la correspondiente munición, que debían cuidar como a su propio cuerpo.
Acto seguido, procedieron a preparar las mochilas, tratando de no sobrepasar los 35 kilogramos de peso porque eso dificultaría en extremo la marcha. El equipo de radio, a cargo de Federico, hubo que distribuirlo entre todo el grupo, porque realmente constituía un inconveniente, de ahí la necesidad de desarmarlo y distribuir sus piezas entre todos5.


La noche del 21 de julio, Masetti se encontraba concentrado en una carta militar de la región de Orán, estudiando su geografía e intentando escoger el camino para entrar en la Argentina mientras afuera, sus hombres cargaban el equipo en el jeep, controlando que todo estuviera en orden. Una vez finalizada la faena, su jefe los hizo formar y les tomó juramento como integrantes del Ejército Guerrillero del Pueblo.
Seguros de que no habían dejado nada librado al azahar, los seis efectivos abordaron el jeep y “Furry” arrancó el motor para desplazarse lentamente hacia la tranquera.
Eran las tres de la mañana cuando salieron al camino y el frío calaba los huesos; la ausencia de luna impedía distinguir nada más allá de lo que iluminaban los faros y eso tornaba a la obscuridad más amenazante aún.
Se desplazaban bajo un cielo estrellado, en medio de la soledad más absoluta, mientras trepaban la cordillera en dirección sur. Masetti miraba cada tanto la carta militar que llevaba desplegada sobre las rodillas, tratando de ubicar la ruta.
Emborozú

En esas condiciones, llegaron a un vado donde el jeep se detuvo. Delante de ellos corría el río Bermejo y más algo allá, del lado argentino, la floresta apenas se distinguía, obscura, tupida y amenazadora.
“Furry” apagó las luces e introdujo el rodado en el agua y cuando estaba a unos ocho metros de la orilla, volvió a detenerse. Los hombres saltaron fuera y comenzaron a descargar el equipo, intentando mantenerlo fuera de la corriente. El cubano saludó a todos con un espontáneo apretón de manos y cuando Masetti le hizo una señal con el dedo pulgar en alto, retrocedió hasta sacar el vehículo del agua. Los combatientes se perdieron en la obscuridad y ya del otro lado, se adentraron en la selva, siguiendo el cause de un arroyuelo.


Por esa misma época, tuvo lugar la incursión guevarista de Alaín Elías en Perú. El grupo, denominado Ejército de Liberación Nacional, había llegado a Brasil a fines de 1962 y en enero del año siguiente, se puso en marcha hacia su país, ayudado por la izquierda local, que le facilitó el desplazamiento hasta la frontera boliviana.
El Partido Comunista los ayudó a atravesar el sector selvático de Pando y siguiendo el curso del río Madre de Dios, alcanzaron el límite con Perú, para cruzar en fila india, muy cerca de Puerto Heath, avanzando penosamente por una región agreste y boscosa, en dirección oeste. Lo hicieron divididos en tres secciones, la vanguardia, integrada por seis efectivos, el centro formado por otra media docena y la retaguardia, organizada con los tres combatientes restantes.
La marcha fue realmente ardua, con las alimañas, las nubes de insectos y las enfermedades acosando a la columna, lo mismo las dificultades del terreno y el peso de su equipo.
Ciertos mosquitos de la región, transmitían una enfermedad infecciosa que provoca una molesta pérdida de líquido por la nariz, inflamación de garganta, sequía de lengua y asfixia, por lo que era imperioso conseguir medicamentos para contrarrestarla, lo mismo a otras endemias producidas por moscas, garrapatas, piojos y demás parásitos.
Poco antes de Puerto Maldonado, el río forma una pequeña isleta frente a la cual el grupo expedicionario decidió acampar.
Una vez montado el vivac, Elías le ordenó a la vanguardia desplazarse hacia la población, para tantear el terreno y ver si era posible obtener medicinas, alimentos e incluso, algo de información.
Los combatientes avanzaron cautelosamente hasta la entrada del caserío, justo donde el Madre de Dios se divide en dos; cruzaron su afluente, el río Tambopata y a las pocas cuadras, alcanzaron la Plaza de Armas, donde inesperadamente, un grupo de policías les salió al encuentro.
A los guerrilleros les sorprendió que los uniformados estuviesen al tanto de su presencia pero no tuvieron demasiado tiempo para pensar. Se entabló un breve tiroteo tras el cual, la sección se dispersó, corriendo por diferentes calles hasta salir a campo abierto.
Elías y sus hombres aguardaban ajenos cuando aparecieron sus compañeros. Se pusieron todos de pie y se replegaron hacia el interior de la selva, perseguidos de cerca no solo por la policía y el ejército sino, incluso, por piquetes de vecinos, azuzados y en algunos casos, encabezados por terratenientes de la región.
Desde hacía varios días corrían rumores de que gente extraña merodeaba por los alrededores y eso había puesto en alerta a los fuerzas de seguridad.
El 15 de mayo tuvo lugar una nueva escaramuza en la que Elías resultó herido y su segundo, el poeta Javier Heraud, de apenas veintiún años, abatido. Recibió un tiro en la espalda, a la altura del corazón, cuando intentaba escapar en una canoa junto a Alain, cerca de la desembocadura del Tambopata.
Con el jefe de la expedición fueron capturados Abraham Lama y Pedro Morote mientras el resto, incluyendo a Héctor Béjar, Luis de la Puente, Edgardo Tello Máximo Velando y Guillermo Lobatón -futuros cabecillas de la lucha armada en Perú-, lograron escapar de regreso a Bolivia, donde se reagruparían bajo el liderato de Béjar y darían forma a una compañía de monte denominada “Javier Heraud”, en memoria del combatiente caído.
El nuevo grupo basó su supervivencia en la movilidad constante y eludiendo todo contacto con los centros poblacionales, se internó en la región montañosa de San Miguel, departamento de Ayacucho (abril de 1965), intentando captar el apoyo de la juventud comunista regional, que los ayudó en la tarea de reconocer el terreno. Como en otras ocasiones, la central del Partido Comunista les dio la espalda, cumpliendo directivas emanadas directamente de Moscú6.
El Che seguía enviando ovejas al matadero de manera imprudente, aún ante la certeza de sus repetidos fracasos yeso lo llevaría a creer, argentino al fin, que solo él era capaz de encabezar un movimiento armado y llevarlo a la victoria.


Los seis efectivos de la columna guerrillera se desplazaban dificultosamente por el terreno, cuando la sorprendieron las primeras luces del día. Su jefe alzó su brazo derecho y ordenó hacer un alto en el preciso momento en que de la espesura emergió Hermes Peña, trayendo la novedad de que algo más adelante se podía acampar. A una señal, reanudaron la marcha y al cabo de media hora, llegaron a una pequeña saliente del terreno, donde se estuvieron para acampar.
Lo primero que aquellos exhaustos hicieron fue desprenderse de su mochilas y preparar un fuego, en torno al cual, se sentaron. Estaban agotados, lastimados por las ramas, con sus pies llenos de ampollas y la piel cubierta de picaduras.
Estuvieron allí dos horas hasta reanudar la marcha. Caminaron hasta el atardecer, guiados por Hermes, quien parecía conocer el terreno como si hubiera nacido allí, según el decir de Bustos.
En torno a un nuevo fogón, Masetti se devanaba los sesos tratando de descifrar la carta geográfica. Perdido como estaba, dispuso explorar los alrededores y para hacerlo, designó al siempre vigoroso cubano y para acompañarlo a Ciro Roberto Bustos, quien comenzaba a ser conocido como el “Pelado”. Quería saber donde estaban y cuál era el camino para atravesar las montañas y alcanzar las inmediaciones de Orán.
Subfusil Thompson M1A1 utilizado por la guerrilla

Hermes y Bustos salieron de noche, con el primero caminando como si estuviera en la mismísima Sierra Maestra. Al “Pelado” le costó mucho seguirlo mientras subían y bajaban las pendientes, se introducían en lo más tupido del bosque, vadeaban arroyos y saltaban de piedra en piedras hasta que, repentinamente, ordenó regresar.
En el campamento, Masetti estaba cada vez más molesto y se la empezaba a tomar con su gente. Al reanudar la marcha, envió a Hermes a la cabeza, y así siguieron hasta la mañana siguiente, cuando una vez más, se toparon con los inexpugnables muros cordilleranos.
Así anduvieron durante toda una semana, sin poder salir de aquel encajonamiento, hasta que un día, el comandante decidió retroceder hacia el Bermejo y enviar desde allí al “Pelado” para que estudiase el área desde el lado boliviano y elaborase dibujos del área. Las exploraciones de Hermes y Federico, los días anteriores, no habían arrojado resultados y eso lo tenía preocupado.
El “Pelado”, salió del campamento acompañado por Hermes y algo más adelante, se detuvo para mudarse de ropa. Cambió su uniforme por indumentaria civil, escondió su mochila entre el forraje y siguió el cauce de un arroyo casi seco, siempre a la vista por el cubano, que se había camuflado construyendo una suerte de atalaya en una depresión del terreno. Desde ahí, semicubierto por las hojas, podía abarcar un amplio sector del terreno y observar cualquier movimiento con bastante antelación.
El mendocino halló un vado por donde cruzar y al cabo de unos minutos, se encontraba nuevamente en territorio boliviano, caminando en dirección sur, por un camino pedregoso

Empecé a caminar hacia el sur por el pedregoso camino boliviano que zigzaguea acompañando el monte y el río, en el sonoro cañón del caudal que más allá del vado recobra su voz de piedras arrastradas por el ímpetu del agua, soleado y lleno de trinos de pájaros7.

Así pudo comprobar que las elevaciones del lado argentino iban en aumento y crecían en altura, cubiertas por una selva tupida; que el río a sus pies tornaba inexpugnable el área y por consiguiente, era imperioso hallar otra ruta.
Bustos calculó que había recorrido unos cuatro kilómetros pero decidió tirar un poco más para ver si daba con la imaginada y deseada vía de escape. Lo que encontró fue un angosto camino por el cual pasaban camiones y algo más allá, una visión que le pareció un espejismo producto de la sed y el agotamiento. Allí, en medio de la nada, solitario a un costado de la ruta, se erguía un kiosco, parada obligatoria de los camioneros que pasaban por el lugar, “…una casilla de chapas con un pequeño alero y un mostrador que ofrecía en venta a los motorizados y hasta el momento ausentes viajeros, algunas frutas, pan y vino, jugos, chorizos, mortadelas, quesos y latas variadas de leche condensada, de carne, de pescado y tomate; harina, arroz, charqui y hasta papas, ajíes y cebollas”8.
Lo atendía un colla, típico aborigen de la región, quien al verlo llegar, lo saludó mansamente y le preparó un exquisito sándwich de chorizo con su correspondiente vaso de vino, verdadero elixir para el agotado mendocino.
Conversando con aquel hombre, pudo determinar que se encontraba a 15 kilómetros de la localidad de Bermejo, centro fronterizo sobre el río del mismo nombre frente a Aguas Blancas (pequeña población del lado argentino), donde la gendarmería argentina controlaba con cierto rigor los pasos clandestinos, para evitar el comercio ilegal.
Bustos le dijo al boliviano que había sufrido un desperfecto mecánico y que su familia esperaba a varios kilómetros de ahí, argumento válido para justificar la excesiva compra que hizo: café, azúcar, todos los chorizos que tenía a la venta, latas de carne y pescado, charqui, queso, pan, cigarrillos y una damajuana de vino.
Con toda esa carga en una bolsa de arpillera, comenzó a desandar el camino hasta llegar al puesto de observación de Hermes, quien lo recibió sonriente, parado en medio del camino. Entre los dos se distribuyeron la carga y regresaron a al campamento, donde Masetti también mostró satisfacción.
El informe que le pasó no lo dejó demasiado conforme, razón por la cual, mientras escuchaba las explicaciones, volvió una y otra vez sobre los detalles del paso fronterizo y la toponimia del lugar.
Para Federico, la única vía posible era el vado que conducía al río a través del arroyo, de ahí el plan que el comandante explicó a la mañana siguiente:

Las cotas de altura del mapa militar indicaban que la cadena montañosa, que venía desde la punta de Iruya […], suavizaba sus filos a partir de unos veinte kilómetros antes e Bermejo. Es decir, había que sobrepasar por el camino el extremo más alto, lo que nos detenía, y entrar más allá, a solo la mitad del camino, desde aquí al puente internacional9.

Esa fue la razón, por la cual Masetti decidió regresar a la finca-base y volver con “Furry” a bordo del jeep, para cruzar con él.
El grupo debía desplazarse hasta el puesto de observación de Hermes, el mismo del día anterior y esperar allí su regreso.
Masetti partió vestido de campesino, llevando al hombro un pequeño bolso mientras la columna se desplazaba hacia el punto indicado, sobre la ladera de aquella montaña cubierta de vegetación.
Fue ahí donde Leonardo le hizo a Bustos aquella revelación.
No solamente Hermes se la había tomado con él, regañándolo a cada momento, insultándolo y señalándole permanentemente los errores sino que, peor aún, Masetti se tornaba cada vez más agresivo, intolerante y hasta cruel. Con el paso del tiempo, su trato se fue tornando más duro y su humor empeoraba minuto a minuto. Nada parecía venirle bien, todo lo reprobaba y su autoritarismo iba en constante aumento.
Fusil Garand G41 como los que utilizó el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP)

Bustos intentó restarle importancia a aquellas palabras y para ello, le explicó a Leonardo que el comandante llevaba sobre sus hombros el peso de la responsabilidad, que la imposición de la disciplina era necesaria y además, todo lo que hacía era cumplir directivas del Che.
Sin embargo, esa misma noche, tuvo la oportunidad de sentir en carne propia lo que Leonardo le había manifestado.
Cerca de las tres de la mañana, hora que habían acordado para el reencuentro, los vigías apostados sobre la ladera, advirtieron la llegada de un vehículo por el camino paralelo a la frontera. El mismo pasó de largo pero al cabo de un tiempo regresó, haciendo señas con las luces. Hermes respondió con la linterna y casi enseguida, el grupo comenzó a cruzar el río en dirección al vehículo, cumpliendo las directivas de Masetti, en primer lugar Federico, sin su mochila, para corroborar que, efectivamente, se trataba de su jefe y “Furry” y luego el resto, en fila india, cuidando cada paso que daba.
Bustos cerraba la marcha, intentando no pisar ninguna roca, cuando su jefe le salió intempestivamente al cruce, vociferando como un poseído.

Masetti no esperó ni alejarnos de la zona, ni salir del río, ni saber nada de nosotros; saliendo a mi encuentro, me armó un tremendo escándalo, una bronca airada en medio del agua, porque el vado no era el mismo de la entrada, sino otro a más de diez kilómetros, y [de ida] había debido caminar más del doble. Como si fuera mi culpa, como si no dudáramos todos, como si yo debiera reconocer un lugar que había pasado por primera vez de noche y que los exploradores habían considerado el único vado.  No sólo no era el único, sino que éste era mejor y nos hubiera ahorrado días de penosa marcha inútil al situarnos de entrada al pie de los farallones infranqueables. Masetti daba muestras de su intolerancia futura y de transferencias de responsabilidades ante el error10.

De pésimo humor, el comandante “Segundo” comunicó su decisión de regresar a la base en Bolivia y pasar unos días allí para evaluar la situación y replantear algunas cuestiones.


Imágenes


Masetti en Cuba, junto a sus hijos argentinos
Graciela y Jorge





El militar español Francisco Ciutat de Miguel,
instructor de la guerrilla de Masetti saludando a Castro






Masetti junto a un miliciano en Playa Girón





Subfusil M3A1 de la guerrilla







Pistola Browning GP-35 9 mm como las que utilizó el EGP


Luger automática 7,62 utilizada por Masetti en Salta
Notas
1 Ciro Roberto Bustos, op. Cit., p. 134.
2 Al igual que Holanda, Bolivia posee dos capitales, La Paz, sede de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Electoral y Sucre, asiento del Poder Judicial. La designación de esta última como capital se debió al hecho de que, al declararse la independencia, el 6 de agosto de 1825, los congresales se hallaban allí reunidos para firmar el Acta de la emancipación, desplazando de esa manera a Potosí. Lleva el nombre del mariscal venezolano Antonio José de Sucre, primer presidente constitucional del país, quien junto con su coterráneo Simón Bolívar (de quien la nación del Altiplano toma su nombre), fueron los artífices de la independencia boliviana.
3 Los uniformes que utilizó la guerrilla guevarista de Masetti eran de procedencia yugoslava. Excelentemente confeccionados, eran de color verde olivo y constaban de una camisa de grandes bolsillos, pantalones de combate con bolsillos en las piernas, pullover militar de lana verde y una muy buena chaqueta, con bolsillos y cierres. Ver Ciro Roberto Bustos, op. Cit, pp. 141-142.
4 Ídem, p. 142.
5 El mismo incluía un generador eléctrico con su trípode a pedal. Había sido secuestrado a la guerrilla contrarrevolucionaria del Escambray, que lo recibió vía aérea, al ser arrojado en paracaídas desde aviones norteamericanos.
6 La primera acción de la nueva guerrilla tendría lugar el 25 de septiembre de 1965, cuando atacó la hacienda de Chapi, al este del departamento de Ayacucho, propiedad de los hermanos Carrillo. Luego de un juicio sumario y de someter la decisión a votación de los dosmil campesinos que trabajaban en la hacienda, los propietarios fueron pasados por las armas. Después de ese hecho, los guerrilleros se dieron a la fuga, dejando a los trabajadores rurales a merced de la furia policial. El ejército y la aviación peruanos fueron movilizados, pero no lograrían dar con él, Ver: “Ejército de Liberación Nacional de Perú (ELN)”, http://perso.wanadoo.es/guerrillas /movguerrperueln.htm).
7 Ciro Roberto Bustos, op. Cit., p.148.
8 Ídem, p. 149.
9 Ídem, p. 151.
10 Ídem, p. 152.


Otras fuentes
-Redacción Cuarto Poder, “Tras los pasos de Masetti en Salta”, Cuarto Poder Salta. Periodismo de Anticipación, 4 de agosto de 2013, http://www.cuartopodersalta.com.ar/tras-los-pasos-de-masetti/
-Federico Carrizo y Gabriela Sánchez,El Ejército Guerrillero del Pueblo - Salta, 1963-1964. La vanguardia del Che en Argentina” (http://www.rebelion.org/hemeroteca/argentina/ 040426 egp. htm).

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