INVASIÓN GUEVARISTA A LA PROVINCIA DE SALTA
Septiembre de 1963. La guerrilla de Masetti penetra en territorio argentino. |
El
5 de mayo de 1963, el grupo de Masetti salió de Argelia, simulando una misión
diplomática a los países de Sudamérica, encabezada por dos agentes encubiertos
del ejército de aquel país.
La
oferta oficial argelina era la siguiente; la República Socialista Argelina
enviaba una delegación itinerante oficial, de presentación y contacto diplomático
con los países sudamericanos, compuesta por dos “diplomáticos improvisados”:
nuestros dos oficiales, Abdel y Muhamed; dos “diplomáticos adjuntos”, Masetti y
Furry; y personal burocrático y de servicio, Hermes, Fabián, Basilio y yo. La
delegación aprovechaba las normas sobre equipaje “diplomático” donde se llevaba
toda nuestra impedimenta militar –excepción hecha de armas- y se protegía,
dentro de lo natural, la operación viaje, controles aduaneros en aeropuertos de
ingreso en el continente y el destino oficial, Bolivia. Era realmente un regalo
del cielo, mejor dicho, de Ben Bella, Boumedienne y la revolución argelina1.
Su
primera escala fue Roma, donde permanecieron tres días efectuando largas
caminatas por los magníficos monumentos de la ciudad y en cierta ocasión,
cenando en un lujoso restaurant del Quirinal, sin los argelinos.
En
Río de Janeiro se dividieron en dos; Masetti, “Furry” y Hermes abordaron un
avión y volaron a La Paz, en tanto los restantes, incluyendo a los argelinos,
abordaron un tren hasta Santa Cruz de la Sierra para tomar un vuelo de cabotaje
con destino a la capital del país2.
Bustos
relata al detalle los sucesos que tuvieron lugar a partir de ese momento. En el
aeropuerto se despidieron de los argelinos y una vez fuera del edificio,
abordaron un taxi que los dejó en la puerta de un bar, donde entraron a beber
un café. Bustos siguió viaje, porque había pautado encontrarse con Rodolfo Saldaño,
su primer contacto en suelo boliviano.
El
taxi se introdujo en un barrio periférico de la ciudad y lo dejó frente a un
taller mecánico, cuyo propietario resultó ser un individuo extraordinario,
sumamente cordial y de muy buen ánimo.
Después
de estrecharle la mano, Saldaño se fue a cambiar de ropa y cuando estuvo le
señaló al argentino un jeep estacionado junto a la vereda, con el que debían
pasar a buscar a “Fabián” y “Basilio”, en el bar.
Una
vez todos a bordo, Saldaño tomó por calles y avenidas hasta alcanzar El Alto,
municipio contiguo al aeropuerto, por donde anduvieron un buen rato hasta una
sencilla vivienda, de una sola planta, ubicada en una calle poco transitada.
Era la vivienda de un viejo militante comunista local, un docente que vivía con
su esposa y una hija, quienes hicieron lo posible por acomodar a los recién
llegados y hacerlos sentirse cómodos.
Masetti en Salta |
Los
argentinos se instalaron en una habitación y allí vivieron un par de días hasta
que, una noche, pasó Masetti para informar que a la mañana siguiente salían
para la finca-base adquirida por Alberto Castellanos y José María Martínez
Tamayo (“Papi”), en cercanías de la frontera, un punto estratégicamente ubicado
entre los ríos Bermejo y Pilcomayo, rodeado de espesura y prácticamente
deshabitado.
Bustos
con “Fabián” y “Basilio” viajaron en ómnibus hasta Oruro, donde “Furry” debía
recogerlos con el jeep que acababan de adquirir.
Arribaron
a destino después de cuatro horas y media de viaje. Aguardaron un buen rato en
el punto indicado, sito en las afueras de la ciudad, pero como el cubano no
apareció, se retiraron. Regresaron la noche siguiente, pensando que a lo mejor
le había sucedido algo pero tampoco llegó, lo mismo el tercer día.
Entonces,
decidieron esperarlo más tiempo y para ello fueron hasta un bar cercano, donde
había varias mesas de billar. En ese lugar, ubicados en una mesa cerca de la
ventana, esperaron hasta las doce de la noche pero “Furry” siguió sin dar
señales de vida, por lo que Bustos propuso el regreso del grupo a La Paz. Lo hicieron
en taxi, atravesando primero un pequeño poblado, luego Sica Sica, Patacamaya y
finalmente El Alto, superando al menos dos retenes policiales, donde el chofer
debió abonar “ciertas sumas” para poder pasar.
En
la capital se enteraron que “Furry” se había desbarrancado en una alcantarilla
y que padecía ataques de epilepsia por causa de una vieja herida de guerra.
De
La Paz siguieron a Sucre, la capital constitucional del país, donde se
encontraron con Masetti, Hermes y Jorge Vázquez Viana (“El Loro”), un sujeto en
extremo agradable, de gran protagonismo en sucesos futuros.
Masetti
les informó que debían reanudar viaje inmediatamente y sin perder tiempo, se
acomodaron en el jeep, por entonces reparado y partieron hacia el sur.
Por
caminos de cornisa cruzaron la árida región montañosa que se extiende
ininterrumpidamente hacia el sur, con los grandes picos recortándose a ambos
lados del camino, dejando a su derecha la Cordillera de los Frailes para
atravesar el gran valle que se extendía al sur, en dirección a Potosí.
Después
de cruzar el río Pilcomayo, superaron las comarcas de Siporo y Huari Huari y al
cabo de seis horas, alcanzaron la Villa Imperial, donde decidieron hacer noche.
Potosí,
al pie del cerro del mismo nombre, fue el epicentro minero más importante del
imperio español, emporio de riqueza y actividad, polo de atracción de
conquistadores, aventureros y cazadores de fortuna, destino fatal de miles de
esclavos, tanto indígenas, sometidos a la mita como negros traídos de África.
Célebres fueron su catedral, sus iglesias, palacios, salones, teatros, mercados
y sobre todo, la Casa de la Moneda, expresiones de la opulencia y el lujo que
imperaron en la ciudad gracias a la extracción de la plata. Allí florecieron
las artes, las letras, el comercio y la minería, pero también las miserias, la
expoliación y el sufrimiento sin fin, con el padecimiento de miles de seres
humanos condenados a trabajar encadenados en túneles y canteras y perecer
miserablemente en las entrañas del gran cerro.
Cuando
a fines del siglo XVII las canteras comenzaron a agotarse, la ciudad inició su
decadencia, proceso lento pero constante, que la sorprendió en tres momentos
cruciales de la historia de América, el alzamiento aborigen encabezado por
Tupac Amaru, ahogado en un baño de sangre por las autoridades hispanas
(1780-1781), el de su sucesor Tupac Catari (1781) y el movimiento emancipador
que tuvo su génesis en 1810.
Ignoramos
si Masetti y su gente se detuvieron ahí, pero siguieron bajando hasta alcanzar
Tarija, atravesando montañas, vadeando ríos, cruzando arroyos y surcando
regiones en las que señoreaba la llama, la alpaca, la vicuña y el guanaco, con
el cóndor sobrevolando sus cielos y el armadillo atravesando furtivamente sus
campos.
A
medida que avanzaban, la vegetación se tornaba más tupida y las corrientes de
agua se hacían más frecuentes.
Llegaron
a destino a través de caminos enmarcados por la espesura, muy poco transitados.
Cerca del mediodía, se detuvieron frente a una tranquera, más allá de la cual,
distinguieron frutales y árboles de diferentes especies.
Siguiendo
la huella que nacía a partir de la entrada, el vehículo ingresó en la
propiedad, una finca de cuatro hectáreas de extensión y después de pasar la
arboleda, se detuvo frente a la vivienda principal, una edificación de piedra
en forma de “L”, de cuya chimenea salía una leve columna de humo.
Echaron
todos pie a tierra y después de desentumecerse, procedieron a descargar el
equipaje. En ese momento, salió de la vivienda un hombre algo mayor que resultó
ser el cuidador, Don Benito, individuo solitario que pertenecía al PC regional,
quien ayudó a entrar los bultos.
"El Loro" Vázquez Viaña |
Dos
días después llegaron desde Cochabamba “Furry”, Alberto Castellanos y “Papi”,
los tres cubanos de la expedición, acompañados por “El Loro”, quienes venían a
coordinar el traslado del equipo.
“Furry”
estuvo apenas un día. Junto a “El Loro” regresó a La Paz para al tiempo que
Masetti disponía una serie de patrullas, para dar con el río Bermejo.
La
finca se encontraba a escasos 200 metros del río Emborozú, que corría de norte
a sur por la parte posterior, entre las montañas y la selva, dejando al oeste
la gran extensión cordillerana y la frontera, casi paralela al Canibi.
La
selva lo envolvía todo, incluyendo los accesos. La región había sido explorada
por “Furry”, desde Tarija hasta Yacuiba y desde allí a Orán, en territorio
argentino y parecía propicia para llevar a cabo los planes.
Junto
con “El Loro” hizo varios viajes entre La Paz, Cochabamba y Sucre en tanto
Masetti y Federico (“Basilio”) ultimaban los detalles para efectuar el cruce a
la Argentina.
“Furry”
regresó pocos días después, en compañía de “Papi” llegaron, trayendo consigo el
cargamento. Cuando los combatientes terminaron de descargarlo, pudieron
comprobar que el equipo de procedencia cubana, era muy superior al adquirido en
Bolivia, lo mismo los uniformes de campaña3.
Exceptuando
las armas, selección hecha por Masetti y el Che antes de salir de Cuba, y hasta
cierto punto las mochilas, lo demás no servía para nada. Era un chiste de mal
gusto. Ropas boy scout, de nylon casi transparente, que una espina desarmaría
en un minuto (sin contar el calor), pantalones de salida, cartucheras de
imitación cuero con estrellitas tipo Tom Mix4.
Después
de quitar las armas de sus embalajes, se procedió a su distribución. Masetti y
Hermes, recibieron sendos Garand M1 semiautomáticos, con sus correajes y
cargadores completos; a Leonardo le tocó un subfusil Thompson M1A1; a Federico
una M3 calibre 45 con su silenciador de 30 cm y a Bustos una pistola Browning GP-35
de 9 mm. Cada uno de ellos recibió tres granadas de mano y la correspondiente
munición, que debían cuidar como a su propio cuerpo.
Acto
seguido, procedieron a preparar las mochilas, tratando de no sobrepasar los 35
kilogramos de peso porque eso dificultaría en extremo la marcha. El equipo de
radio, a cargo de Federico, hubo que distribuirlo entre todo el grupo, porque
realmente constituía un inconveniente, de ahí la necesidad de desarmarlo y
distribuir sus piezas entre todos5.
La
noche del 21 de julio, Masetti se encontraba concentrado en una carta militar
de la región de Orán, estudiando su geografía e intentando escoger el camino
para entrar en la Argentina mientras afuera, sus hombres cargaban el equipo en
el jeep, controlando que todo estuviera en orden. Una vez finalizada la faena,
su jefe los hizo formar y les tomó juramento como integrantes del Ejército
Guerrillero del Pueblo.
Seguros
de que no habían dejado nada librado al azahar, los seis efectivos abordaron el
jeep y “Furry” arrancó el motor para desplazarse lentamente hacia la tranquera.
Eran
las tres de la mañana cuando salieron al camino y el frío calaba los huesos; la
ausencia de luna impedía distinguir nada más allá de lo que iluminaban los
faros y eso tornaba a la obscuridad más amenazante aún.
Se
desplazaban bajo un cielo estrellado, en medio de la soledad más absoluta,
mientras trepaban la cordillera en dirección sur. Masetti miraba cada tanto la
carta militar que llevaba desplegada sobre las rodillas, tratando de ubicar la
ruta.
En esas condiciones, llegaron a un vado donde el jeep se detuvo. Delante de ellos corría el río Bermejo y más algo allá, del lado argentino, la floresta apenas se distinguía, obscura, tupida y amenazadora.
Emborozú |
En esas condiciones, llegaron a un vado donde el jeep se detuvo. Delante de ellos corría el río Bermejo y más algo allá, del lado argentino, la floresta apenas se distinguía, obscura, tupida y amenazadora.
“Furry”
apagó las luces e introdujo el rodado en el agua y cuando estaba a unos ocho
metros de la orilla, volvió a detenerse. Los hombres saltaron fuera y
comenzaron a descargar el equipo, intentando mantenerlo fuera de la corriente.
El cubano saludó a todos con un espontáneo apretón de manos y cuando Masetti le
hizo una señal con el dedo pulgar en alto, retrocedió hasta sacar el vehículo
del agua. Los combatientes se perdieron en la obscuridad y ya del otro lado, se
adentraron en la selva, siguiendo el cause de un arroyuelo.
Por esa misma
época, tuvo lugar la incursión guevarista de Alaín Elías en Perú. El grupo,
denominado Ejército de Liberación Nacional, había llegado a Brasil a fines de
1962 y en enero del año siguiente, se puso en marcha hacia su país, ayudado por
la izquierda local, que le facilitó el desplazamiento hasta la frontera
boliviana.
El Partido
Comunista los ayudó a atravesar el sector selvático de Pando y siguiendo el
curso del río Madre de Dios, alcanzaron el límite con Perú, para cruzar en fila
india, muy cerca de Puerto Heath, avanzando penosamente por una región agreste
y boscosa, en dirección oeste. Lo hicieron divididos en tres secciones, la
vanguardia, integrada por seis efectivos, el centro formado por otra media
docena y la retaguardia, organizada con los tres combatientes restantes.
La marcha fue
realmente ardua, con las alimañas, las nubes de insectos y las enfermedades
acosando a la columna, lo mismo las dificultades del terreno y el peso de su
equipo.
Ciertos
mosquitos de la región, transmitían una enfermedad infecciosa que provoca una
molesta pérdida de líquido por la nariz, inflamación de garganta, sequía de
lengua y asfixia, por lo que era imperioso conseguir medicamentos para
contrarrestarla, lo mismo a otras endemias producidas por moscas, garrapatas,
piojos y demás parásitos.
Poco antes de
Puerto Maldonado, el río forma una pequeña isleta frente a la cual el grupo
expedicionario decidió acampar.
Una vez
montado el vivac, Elías le ordenó a la vanguardia desplazarse hacia la
población, para tantear el terreno y ver si era posible obtener medicinas,
alimentos e incluso, algo de información.
Los
combatientes avanzaron cautelosamente hasta la entrada del caserío, justo donde
el Madre de Dios se divide en dos; cruzaron su afluente, el río Tambopata y a
las pocas cuadras, alcanzaron la Plaza de Armas, donde inesperadamente, un
grupo de policías les salió al encuentro.
A los
guerrilleros les sorprendió que los uniformados estuviesen al tanto de su
presencia pero no tuvieron demasiado tiempo para pensar. Se entabló un breve
tiroteo tras el cual, la sección se dispersó, corriendo por diferentes calles
hasta salir a campo abierto.
Elías y sus
hombres aguardaban ajenos cuando aparecieron sus compañeros. Se pusieron todos
de pie y se replegaron hacia el interior de la selva, perseguidos de cerca no
solo por la policía y el ejército sino, incluso, por piquetes de vecinos,
azuzados y en algunos casos, encabezados por terratenientes de la región.
Desde hacía
varios días corrían rumores de que gente extraña merodeaba por los alrededores
y eso había puesto en alerta a los fuerzas de seguridad.
El 15 de mayo
tuvo lugar una nueva escaramuza en la que Elías resultó herido y su segundo, el
poeta Javier Heraud, de apenas veintiún años, abatido. Recibió un tiro en la
espalda, a la altura del corazón, cuando intentaba escapar en una canoa
junto a Alain, cerca de la desembocadura del Tambopata.
Con el jefe
de la expedición fueron capturados Abraham Lama y Pedro Morote mientras el
resto, incluyendo a Héctor Béjar, Luis de la Puente, Edgardo Tello Máximo
Velando y Guillermo Lobatón -futuros cabecillas de la lucha armada en Perú-,
lograron escapar de regreso a Bolivia, donde se reagruparían bajo el liderato
de Béjar y darían forma a una compañía de monte denominada “Javier Heraud”, en
memoria del combatiente caído.
El nuevo
grupo basó su supervivencia en la movilidad constante y eludiendo todo contacto
con los centros poblacionales, se internó en la región montañosa de San Miguel,
departamento de Ayacucho (abril de 1965), intentando captar el apoyo de la
juventud comunista regional, que los ayudó en la tarea de reconocer el terreno.
Como en otras ocasiones, la central del Partido Comunista les dio la espalda,
cumpliendo directivas emanadas directamente de Moscú6.
El Che seguía
enviando ovejas al matadero de manera imprudente, aún ante la certeza de sus
repetidos fracasos yeso lo llevaría a creer, argentino al fin, que solo él era
capaz de encabezar un movimiento armado y llevarlo a la victoria.
Los
seis efectivos de la columna guerrillera se desplazaban dificultosamente por el
terreno, cuando la sorprendieron las primeras luces del día. Su jefe alzó su
brazo derecho y ordenó hacer un alto en el preciso momento en que de la espesura
emergió Hermes Peña, trayendo la novedad de que algo más adelante se podía
acampar. A una señal, reanudaron la marcha y al cabo de media hora, llegaron a
una pequeña saliente del terreno, donde se estuvieron para acampar.
Lo
primero que aquellos exhaustos hicieron fue desprenderse de su mochilas y
preparar un fuego, en torno al cual, se sentaron. Estaban agotados, lastimados
por las ramas, con sus pies llenos de ampollas y la piel cubierta de picaduras.
Estuvieron
allí dos horas hasta reanudar la marcha. Caminaron hasta el atardecer, guiados
por Hermes, quien parecía conocer el terreno como si hubiera nacido allí, según
el decir de Bustos.
En
torno a un nuevo fogón, Masetti se devanaba los sesos tratando de descifrar la
carta geográfica. Perdido como estaba, dispuso explorar los alrededores y para
hacerlo, designó al siempre vigoroso cubano y para acompañarlo a Ciro Roberto
Bustos, quien comenzaba a ser conocido como el “Pelado”. Quería saber donde
estaban y cuál era el camino para atravesar las montañas y alcanzar las
inmediaciones de Orán.
Hermes y Bustos salieron de noche, con el primero caminando como si estuviera en la mismísima Sierra Maestra. Al “Pelado” le costó mucho seguirlo mientras subían y bajaban las pendientes, se introducían en lo más tupido del bosque, vadeaban arroyos y saltaban de piedra en piedras hasta que, repentinamente, ordenó regresar.
Subfusil Thompson M1A1 utilizado por la guerrilla |
Hermes y Bustos salieron de noche, con el primero caminando como si estuviera en la mismísima Sierra Maestra. Al “Pelado” le costó mucho seguirlo mientras subían y bajaban las pendientes, se introducían en lo más tupido del bosque, vadeaban arroyos y saltaban de piedra en piedras hasta que, repentinamente, ordenó regresar.
En
el campamento, Masetti estaba cada vez más molesto y se la empezaba a tomar con
su gente. Al reanudar la marcha, envió a Hermes a la cabeza, y así siguieron
hasta la mañana siguiente, cuando una vez más, se toparon con los inexpugnables
muros cordilleranos.
Así
anduvieron durante toda una semana, sin poder salir de aquel encajonamiento,
hasta que un día, el comandante decidió retroceder hacia el Bermejo y enviar
desde allí al “Pelado” para que estudiase el área desde el lado boliviano y
elaborase dibujos del área. Las exploraciones de Hermes y Federico, los días
anteriores, no habían arrojado resultados y eso lo tenía preocupado.
El
“Pelado”, salió del campamento acompañado por Hermes y algo más adelante, se
detuvo para mudarse de ropa. Cambió su uniforme por indumentaria civil,
escondió su mochila entre el forraje y siguió el cauce de un arroyo casi seco,
siempre a la vista por el cubano, que se había camuflado construyendo una
suerte de atalaya en una depresión del terreno. Desde ahí, semicubierto por las
hojas, podía abarcar un amplio sector del terreno y observar cualquier
movimiento con bastante antelación.
El
mendocino halló un vado por donde cruzar y al cabo de unos minutos, se
encontraba nuevamente en territorio boliviano, caminando en dirección sur, por
un camino pedregoso
Empecé
a caminar hacia el sur por el pedregoso camino boliviano que zigzaguea
acompañando el monte y el río, en el sonoro cañón del caudal que más allá del
vado recobra su voz de piedras arrastradas por el ímpetu del agua, soleado y
lleno de trinos de pájaros7.
Así
pudo comprobar que las elevaciones del lado argentino iban en aumento y crecían
en altura, cubiertas por una selva tupida; que el río a sus pies tornaba
inexpugnable el área y por consiguiente, era imperioso hallar otra ruta.
Bustos
calculó que había recorrido unos cuatro kilómetros pero decidió tirar un poco
más para ver si daba con la imaginada y deseada vía de escape. Lo que encontró
fue un angosto camino por el cual pasaban camiones y algo más allá, una visión
que le pareció un espejismo producto de la sed y el agotamiento. Allí, en medio
de la nada, solitario a un costado de la ruta, se erguía un kiosco, parada
obligatoria de los camioneros que pasaban por el lugar, “…una casilla de chapas con un pequeño alero y un mostrador que ofrecía
en venta a los motorizados y hasta el momento ausentes viajeros, algunas
frutas, pan y vino, jugos, chorizos, mortadelas, quesos y latas variadas de
leche condensada, de carne, de pescado y tomate; harina, arroz, charqui y hasta
papas, ajíes y cebollas”8.
Lo
atendía un colla, típico aborigen de la región, quien al verlo llegar, lo
saludó mansamente y le preparó un exquisito sándwich de chorizo con su
correspondiente vaso de vino, verdadero elixir para el agotado mendocino.
Conversando
con aquel hombre, pudo determinar que se encontraba a 15 kilómetros de la
localidad de Bermejo, centro fronterizo sobre el río del mismo nombre frente a
Aguas Blancas (pequeña población del lado argentino), donde la gendarmería
argentina controlaba con cierto rigor los pasos clandestinos, para evitar el
comercio ilegal.
Bustos
le dijo al boliviano que había sufrido un desperfecto mecánico y que su familia
esperaba a varios kilómetros de ahí, argumento válido para justificar la
excesiva compra que hizo: café, azúcar, todos los chorizos que tenía a la
venta, latas de carne y pescado, charqui, queso, pan, cigarrillos y una
damajuana de vino.
Con
toda esa carga en una bolsa de arpillera, comenzó a desandar el camino hasta
llegar al puesto de observación de Hermes, quien lo recibió sonriente, parado
en medio del camino. Entre los dos se distribuyeron la carga y regresaron a al
campamento, donde Masetti también mostró satisfacción.
El
informe que le pasó no lo dejó demasiado conforme, razón por la cual, mientras
escuchaba las explicaciones, volvió una y otra vez sobre los detalles del paso
fronterizo y la toponimia del lugar.
Para
Federico, la única vía posible era el vado que conducía al río a través del
arroyo, de ahí el plan que el comandante explicó a la mañana siguiente:
Las
cotas de altura del mapa militar indicaban que la cadena montañosa, que venía
desde la punta de Iruya […], suavizaba sus filos a partir de unos veinte
kilómetros antes e Bermejo. Es decir, había que sobrepasar por el camino el
extremo más alto, lo que nos detenía, y entrar más allá, a solo la mitad del
camino, desde aquí al puente internacional9.
Esa
fue la razón, por la cual Masetti decidió regresar a la finca-base y volver con
“Furry” a bordo del jeep, para cruzar con él.
El
grupo debía desplazarse hasta el puesto de observación de Hermes, el mismo del
día anterior y esperar allí su regreso.
Masetti
partió vestido de campesino, llevando al hombro un pequeño bolso mientras la
columna se desplazaba hacia el punto indicado, sobre la ladera de aquella
montaña cubierta de vegetación.
Fue
ahí donde Leonardo le hizo a Bustos aquella revelación.
No
solamente Hermes se la había tomado con él, regañándolo a cada momento,
insultándolo y señalándole permanentemente los errores sino que, peor aún,
Masetti se tornaba cada vez más agresivo, intolerante y hasta cruel. Con el
paso del tiempo, su trato se fue tornando más duro y su humor empeoraba minuto
a minuto. Nada parecía venirle bien, todo lo reprobaba y su autoritarismo iba
en constante aumento.
Bustos intentó restarle importancia a aquellas palabras y para ello, le explicó a Leonardo que el comandante llevaba sobre sus hombros el peso de la responsabilidad, que la imposición de la disciplina era necesaria y además, todo lo que hacía era cumplir directivas del Che.
Fusil Garand G41 como los que utilizó el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) |
Bustos intentó restarle importancia a aquellas palabras y para ello, le explicó a Leonardo que el comandante llevaba sobre sus hombros el peso de la responsabilidad, que la imposición de la disciplina era necesaria y además, todo lo que hacía era cumplir directivas del Che.
Sin
embargo, esa misma noche, tuvo la oportunidad de sentir en carne propia lo que
Leonardo le había manifestado.
Cerca
de las tres de la mañana, hora que habían acordado para el reencuentro, los
vigías apostados sobre la ladera, advirtieron la llegada de un vehículo por el
camino paralelo a la frontera. El mismo pasó de largo pero al cabo de un tiempo
regresó, haciendo señas con las luces. Hermes respondió con la linterna y casi
enseguida, el grupo comenzó a cruzar el río en dirección al vehículo,
cumpliendo las directivas de Masetti, en primer lugar Federico, sin su mochila,
para corroborar que, efectivamente, se trataba de su jefe y “Furry” y luego el
resto, en fila india, cuidando cada paso que daba.
Bustos
cerraba la marcha, intentando no pisar ninguna roca, cuando su jefe le salió
intempestivamente al cruce, vociferando como un poseído.
Masetti
no esperó ni alejarnos de la zona, ni salir del río, ni saber nada de nosotros;
saliendo a mi encuentro, me armó un tremendo escándalo, una bronca airada en
medio del agua, porque el vado no era el mismo de la entrada, sino otro a más
de diez kilómetros, y [de ida] había
debido caminar más del doble. Como si fuera mi culpa, como si no dudáramos
todos, como si yo debiera reconocer un lugar que había pasado por primera vez
de noche y que los exploradores habían considerado el único vado. No sólo no era el único, sino que éste era
mejor y nos hubiera ahorrado días de penosa marcha inútil al situarnos de
entrada al pie de los farallones infranqueables. Masetti daba muestras de su
intolerancia futura y de transferencias de responsabilidades ante el error10.
De
pésimo humor, el comandante “Segundo” comunicó su decisión de regresar a la
base en Bolivia y pasar unos días allí para evaluar la situación y replantear
algunas cuestiones.
Imágenes
Masetti en Cuba, junto a sus hijos argentinos
Graciela y Jorge
El militar español Francisco Ciutat de Miguel,
instructor de la guerrilla de Masetti saludando a Castro
Masetti junto a un miliciano en Playa Girón
Subfusil M3A1 de la guerrilla
Pistola Browning GP-35 9 mm como las que utilizó el EGP
Masetti en Cuba, junto a sus hijos argentinos
Graciela y Jorge
El militar español Francisco Ciutat de Miguel,
instructor de la guerrilla de Masetti saludando a Castro
Masetti junto a un miliciano en Playa Girón
Subfusil M3A1 de la guerrilla
Pistola Browning GP-35 9 mm como las que utilizó el EGP
Luger automática 7,62 utilizada por Masetti en Salta |
Notas
1 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p. 134.
2 Al igual que
Holanda, Bolivia posee dos capitales, La Paz, sede de los poderes Ejecutivo,
Legislativo y Electoral y Sucre, asiento del Poder Judicial. La designación de
esta última como capital se debió al hecho de que, al declararse la
independencia, el 6 de agosto de 1825, los congresales se hallaban allí
reunidos para firmar el Acta de la emancipación, desplazando de esa manera a
Potosí. Lleva el nombre del mariscal venezolano Antonio José de Sucre, primer
presidente constitucional del país, quien junto con su coterráneo Simón Bolívar
(de quien la nación del Altiplano toma su nombre), fueron los artífices de la
independencia boliviana.
3 Los uniformes que
utilizó la guerrilla guevarista de Masetti eran de procedencia yugoslava.
Excelentemente confeccionados, eran de color verde olivo y constaban de una
camisa de grandes bolsillos, pantalones de combate con bolsillos en las
piernas, pullover militar de lana verde y una muy buena chaqueta, con bolsillos
y cierres. Ver Ciro Roberto Bustos, op. Cit, pp. 141-142.
4 Ídem, p. 142.
5 El mismo incluía un
generador eléctrico con su trípode a pedal. Había sido secuestrado a la guerrilla
contrarrevolucionaria del Escambray, que lo recibió vía aérea, al ser arrojado
en paracaídas desde aviones norteamericanos.
6 La primera acción de la nueva guerrilla tendría lugar el 25
de septiembre de 1965, cuando atacó la hacienda de Chapi, al este del departamento de Ayacucho, propiedad
de los hermanos Carrillo. Luego de un juicio sumario y de someter la decisión a votación de los dosmil campesinos que trabajaban
en la hacienda, los propietarios fueron pasados por las armas. Después de ese hecho,
los guerrilleros se dieron a la fuga, dejando a los trabajadores rurales a
merced de la furia policial. El ejército y la aviación peruanos fueron movilizados,
pero no lograrían dar con él, Ver: “Ejército de Liberación Nacional de Perú (ELN)”,
http://perso.wanadoo.es/guerrillas
/movguerrperueln.htm).
7 Ciro Roberto Bustos,
op. Cit., p.148.
8 Ídem, p. 149.
9 Ídem, p. 151.
10 Ídem, p. 152.
Otras fuentes
-Redacción
Cuarto Poder, “Tras los pasos de Masetti en Salta”, Cuarto Poder Salta.
Periodismo de Anticipación, 4 de agosto de 2013,
http://www.cuartopodersalta.com.ar/tras-los-pasos-de-masetti/
-Federico Carrizo y
Gabriela Sánchez, “El
Ejército Guerrillero del Pueblo - Salta, 1963-1964. La
vanguardia del Che en Argentina” (http://www.rebelion.org/hemeroteca/argentina/ 040426 egp. htm).
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)