LOS ASESINATOS DE ROGELIO CORIA Y EL JUEZ QUIROGA
Córdoba. Roberto Klecker yace asesinado en el interior de su automóvil Las FAP se adjudicaron el atentado (Imagen: "La Razón") |
Hacía
tiempo que Rogelio Coria residía en Paraguay aunque viajaba seguido a
Buenos Aires para visitar a su familia y efectuarse controles de rutina
con el Dr. Luis Carlos Itzcovich, prestigioso médico urólogo.
El
sábado 23 de marzo, como de costumbre, descendió de un taxi e ingresó
en el edificio de Av. Callao 449, para dirigirse al consultorio ubicado
en el tercer piso. Llegó a eso de las 17:30 y permaneció allí hasta las
18:50 cuando se retiró.
En el preciso momento en que disponía a cerrar la puerta del ascensor, un joven de aproximadamente 25 años le pidió que aguardase porque también descendía.
Así bajaron los tres pisos y al llegar a la planta baja, el ex secretario general de la UOCRA descorrió la puerta y salió al hall, topándose con una señora embarazada y otros dos hombres que esperaban para subir.
Coria apuró el paso para permitirle a la mujer acceder lo más rápidamente posible y cuando caminaba en dirección a la calle, los desconocidos, incluyendo al muchacho que había descendido con él, extrajeron sendas pistolas 45 y le efectuaron varios disparos, hiriéndolo de muerte.
El dirigente sindical cayó sobre el palier y allí quedó tendido mientras la mujer embarazada profería gritos de espanto atrayendo a los moradores de las oficinas y a algunos transeúntes que atinaban a pasar por el lugar.
Mientras varias personas intentaban auxiliar a la víctima, los agresores abandonaron el edificio caminando con absoluta tranquilidad. Así ganaron el exterior y se dirigieron a la boca del subterráneo ubicada en la intersección de las avenidas Corrientes y Callao, donde se perdieron de vista.
El cuerpo de Coria se encontraba tirado junto a la puerta interior del hall, muy cerca del ascensor, cuando el Dr. Itzcovich llegó para socorrerlo; mientras tanto, la mujer seguía llorando y varias personas trataban de calmarla.
No pasaron ni diez minutos cuando se hicieron presentes efectivos de la comisaría 5ª y detrás de ellos, el comisario general Alberto Villar, el superintendente de Seguridad Metropolitana Pinto el comisario mayor Gallo, director de comisarías y su par, el comisario Torres, jefe de Vigilancia Preventiva.
En el preciso momento en que disponía a cerrar la puerta del ascensor, un joven de aproximadamente 25 años le pidió que aguardase porque también descendía.
Así bajaron los tres pisos y al llegar a la planta baja, el ex secretario general de la UOCRA descorrió la puerta y salió al hall, topándose con una señora embarazada y otros dos hombres que esperaban para subir.
Coria apuró el paso para permitirle a la mujer acceder lo más rápidamente posible y cuando caminaba en dirección a la calle, los desconocidos, incluyendo al muchacho que había descendido con él, extrajeron sendas pistolas 45 y le efectuaron varios disparos, hiriéndolo de muerte.
El dirigente sindical cayó sobre el palier y allí quedó tendido mientras la mujer embarazada profería gritos de espanto atrayendo a los moradores de las oficinas y a algunos transeúntes que atinaban a pasar por el lugar.
Mientras varias personas intentaban auxiliar a la víctima, los agresores abandonaron el edificio caminando con absoluta tranquilidad. Así ganaron el exterior y se dirigieron a la boca del subterráneo ubicada en la intersección de las avenidas Corrientes y Callao, donde se perdieron de vista.
El cuerpo de Coria se encontraba tirado junto a la puerta interior del hall, muy cerca del ascensor, cuando el Dr. Itzcovich llegó para socorrerlo; mientras tanto, la mujer seguía llorando y varias personas trataban de calmarla.
No pasaron ni diez minutos cuando se hicieron presentes efectivos de la comisaría 5ª y detrás de ellos, el comisario general Alberto Villar, el superintendente de Seguridad Metropolitana Pinto el comisario mayor Gallo, director de comisarías y su par, el comisario Torres, jefe de Vigilancia Preventiva.
Rogelio Coria (Imagen: "La Razón") |
El
cuerpo de la víctima presentaba siete impactos de bala, uno de ellos
en el cuello con orificio de salida y otro en el tórax que le perforó el
corazón. Los disparos fueron ejecutados en forma cruzada con el
evidente propósito de no fallar y por los movimientos de los atacantes,
era obvio que habían estudiado a fondo los desplazamientos del
sindicalista.
Coria
venía sufriendo amenazas desde hacía tiempo y todos recordaban el
atentado del que fue víctima en 1971 cuando varios desconocidos le
dispararon en la puerta de su casa, situada entonces en Soler 3502 del
barrio de Belgrano, donde resultó herido de bala un agente de policía.
Nacido
en 1928 en La Banda, Santiago del Estero, se radicó en Buenos Aires
cuando tenía 12 años de edad. Como empleado de la firma Crespi Hnos.,
inició su actividad gremial en la UOCRA alcanzando la secretaría de la
regional Avellaneda en 1955. En 1962 se convirtió en la máxima autoridad
del sindicato aunque cinco años después fue expulsado de las 62 Únicas y
del PJ por “inconducta partidaria”. Su intención de constituir una
nueva corriente gremial para colaborar con Onganía molestó a la
conducción pero con la llegada de Rucci volvió a ser readmitido.
En
1971 fue designado secretario general de las 62 Organizaciones y de la
UOCRA cargos que desempeñaba cuando tras la controvertida convención del
Hotel “Crillón” el 15 de diciembre de 1973, presentó su renuncia a
ambas organizaciones en desacuerdo con la distribución de cargos
efectuada por el entorno de Cámpora.
Radicado en Paraguay a comienzos de año, se encontraba separado de su esposa desde hacía seis años aunque, como se dijo, viajaba semanalmente a la Capital Federal para ver a sus hijos de 14 y 11 años.
Coria había recibido amenazas del ERP pero nunca quedó claro quiénes perpetraron el atentado. Su cuerpo permaneció en el lugar hasta las 20:55 cuando una ambulancia procedió a retirarlo.
En ese preciso instante se alejó también el comisario Villar manifestando a la prensa que el cadáver era conducido a la Morgue Judicial y que el juez Carlos A. Fleury estaba a cargo la causa.
El día anterior, un comando del ERP atacó la comisaría de Melincué, localidad distante a 140 kilómetros de Rosario y después de encerrar al personal en una de las celdas, liberó a dos detenidos. En su retirada los insurgentes arrojaron los aparatos de radio policiales que habían sustraído.
Radicado en Paraguay a comienzos de año, se encontraba separado de su esposa desde hacía seis años aunque, como se dijo, viajaba semanalmente a la Capital Federal para ver a sus hijos de 14 y 11 años.
Coria había recibido amenazas del ERP pero nunca quedó claro quiénes perpetraron el atentado. Su cuerpo permaneció en el lugar hasta las 20:55 cuando una ambulancia procedió a retirarlo.
En ese preciso instante se alejó también el comisario Villar manifestando a la prensa que el cadáver era conducido a la Morgue Judicial y que el juez Carlos A. Fleury estaba a cargo la causa.
El día anterior, un comando del ERP atacó la comisaría de Melincué, localidad distante a 140 kilómetros de Rosario y después de encerrar al personal en una de las celdas, liberó a dos detenidos. En su retirada los insurgentes arrojaron los aparatos de radio policiales que habían sustraído.
A la izquierda el cuerpo de Coria es introducido en la ambulancia para ser conducido a la morgue. A la derecha su sangre cubre el el hall donde fue abatido (Imagen: "La Razón") |
El
23 de marzo, en horas de la madrugada, Juan Manuel Abal Medina fue
víctima de un nuevo atentado. El suceso tuvo lugar a las 05:10 cuando el
aludido llegaba a su domicilio de la calle Posadas 1565, luego de una
reunión política que se extendió hasta horas de la madrugada.
Después de dejar a algunas personas en el camino, el dirigente estacionó su Ford Falcon patente C-361429 en la vereda opuesta y cruzó la calle en dirección al edificio, en cuyo tercer piso tenía su apartamento.
Justo en ese momento pasó velozmente un Peugeot blanco desde cuyo interior partieron numerosas descargas de metralla que perforaron el frente y alcanzaron su brazo izquierdo.
Al ver que manaba abundante sangre, Abal Medina empujó violentamente la puerta de entrada y se precipitó al interior, sujetándose fuertemente la herida.
Mientras caminaba tambaleándose hacia el ascensor, los ocupantes del rodado arrojaron dos granadas que al estallar, destrozaron la puerta e hicieron añicos los vidrios de varios inmuebles en los alrededores.
En esos momentos, Abal Medina subía en el ascensor. Cuando se detuvo en el tercer piso, el diputado salteño Julio Mera Figueroa, que vivía allí, abrió la puerta y lo encontró desmayado, bañado en sangre.
Con la ayuda de otros vecinos logró sacarlo y conducirlo a su departamento desde donde dio aviso a la policía y requirió ayuda sanitaria.
Una ambulancia lo condujo hasta el Hospital Fernández comprobándose al llegar que presentaba una fractura de consideración en el brazo herido.
El estallido de las granadas fue tal, que llenó de pánico a las personas que en esos momentos se encontraban en la conocida boite “Bwana”, situada a metros del edificio de Abal Medina y del que habitaran Perón y Evita en los años cuarenta (Posadas 1588).
Hombres y mujeres ganaron la calle sumamente alterados pues según refirieron los porteros del local, parecía que el edificio se les vendría encima.
El lunes siguiente, 25 de marzo, el empresario brasilero Jorge Oscar Wahelich, salió de su confortable chalet de las Lomas de San Isidro para llevar a su hija mayor al cercano San Francisco School1.
La propiedad de media manzana se encontraba ubicada en la esquina de Diego Palma y Clemente Onelli, muy cerca del mencionado establecimiento y de la residencia del Dr. Antonio Cafiero, por entonces presidente de la Caja Nacional de Ahorro Postal.
Wahelich, de 38 años de edad, era hijo de la segunda esposa de José Lieble, fundador de la fábrica de cierres automáticos DP, cuya planta funcionaba en Marcos Sastre 3021, pleno barrio de Villa del Parque. Allí se desempeñaba como director general y era sumamente apreciado por el personal dependiente con el cual no existía conflictos gremiales.
Como todas las mañanas, el ejecutivo y su hija subieron al Chevy verde que se encontraba estacionado en la vereda cuando ocho individuos los cercaron, apuntándoles con armas de diferente calibre. Al ver que cuatro de ellos comenzaban a avanzar, el empresario intentó arrancar firmando de esa manera su sentencia de muerte. Los cuatro abrieron fuego al mismo tiempo, volándole la cabeza y perforándole el pecho.
Al ver que no podrían llevar a cabo su cometido, los agresores corrieron hacia una camioneta pick-up y se alejaron por Diego Palma en dirección a la Panamericana, dejando abandonado un Ford Falcon celeste a metros de la vivienda de la víctima.
Presa de vivo espanto, la hija de Wahelich corrió de regreso a su casa para alertar a su madre y al personal de servicio sobre lo que acababa de ocurrir. Cuando ganaron la calle, vieron al jefe de familia inmóvil sobre el asiento, inclinado hacia atrás, manando abundante sangre.
Después de dejar a algunas personas en el camino, el dirigente estacionó su Ford Falcon patente C-361429 en la vereda opuesta y cruzó la calle en dirección al edificio, en cuyo tercer piso tenía su apartamento.
Justo en ese momento pasó velozmente un Peugeot blanco desde cuyo interior partieron numerosas descargas de metralla que perforaron el frente y alcanzaron su brazo izquierdo.
Al ver que manaba abundante sangre, Abal Medina empujó violentamente la puerta de entrada y se precipitó al interior, sujetándose fuertemente la herida.
Mientras caminaba tambaleándose hacia el ascensor, los ocupantes del rodado arrojaron dos granadas que al estallar, destrozaron la puerta e hicieron añicos los vidrios de varios inmuebles en los alrededores.
En esos momentos, Abal Medina subía en el ascensor. Cuando se detuvo en el tercer piso, el diputado salteño Julio Mera Figueroa, que vivía allí, abrió la puerta y lo encontró desmayado, bañado en sangre.
Con la ayuda de otros vecinos logró sacarlo y conducirlo a su departamento desde donde dio aviso a la policía y requirió ayuda sanitaria.
Una ambulancia lo condujo hasta el Hospital Fernández comprobándose al llegar que presentaba una fractura de consideración en el brazo herido.
El estallido de las granadas fue tal, que llenó de pánico a las personas que en esos momentos se encontraban en la conocida boite “Bwana”, situada a metros del edificio de Abal Medina y del que habitaran Perón y Evita en los años cuarenta (Posadas 1588).
Hombres y mujeres ganaron la calle sumamente alterados pues según refirieron los porteros del local, parecía que el edificio se les vendría encima.
El lunes siguiente, 25 de marzo, el empresario brasilero Jorge Oscar Wahelich, salió de su confortable chalet de las Lomas de San Isidro para llevar a su hija mayor al cercano San Francisco School1.
La propiedad de media manzana se encontraba ubicada en la esquina de Diego Palma y Clemente Onelli, muy cerca del mencionado establecimiento y de la residencia del Dr. Antonio Cafiero, por entonces presidente de la Caja Nacional de Ahorro Postal.
Wahelich, de 38 años de edad, era hijo de la segunda esposa de José Lieble, fundador de la fábrica de cierres automáticos DP, cuya planta funcionaba en Marcos Sastre 3021, pleno barrio de Villa del Parque. Allí se desempeñaba como director general y era sumamente apreciado por el personal dependiente con el cual no existía conflictos gremiales.
Como todas las mañanas, el ejecutivo y su hija subieron al Chevy verde que se encontraba estacionado en la vereda cuando ocho individuos los cercaron, apuntándoles con armas de diferente calibre. Al ver que cuatro de ellos comenzaban a avanzar, el empresario intentó arrancar firmando de esa manera su sentencia de muerte. Los cuatro abrieron fuego al mismo tiempo, volándole la cabeza y perforándole el pecho.
Al ver que no podrían llevar a cabo su cometido, los agresores corrieron hacia una camioneta pick-up y se alejaron por Diego Palma en dirección a la Panamericana, dejando abandonado un Ford Falcon celeste a metros de la vivienda de la víctima.
Presa de vivo espanto, la hija de Wahelich corrió de regreso a su casa para alertar a su madre y al personal de servicio sobre lo que acababa de ocurrir. Cuando ganaron la calle, vieron al jefe de familia inmóvil sobre el asiento, inclinado hacia atrás, manando abundante sangre.
Frente del edificio donde vivía Abal Medina Se observan los efectos de las granadas (Imagen: "La Nación") |
Alertada por los vecinos, la seccional 1ª de San Isidro1, despachó un primer patrullero al que se sumaron otros una vez radiada la información. Minutos después llegó una ambulancia para conducir al ejecutivo hasta la Asistencia Pública ubicada en Diego Palma 534, donde falleció antes de ingresar.
En un primer momento se pensó que el destinatario del ataque era el Dr. Cafiero, pero esa posibilidad fue descartada dado que el empresario asesinado era un hombre acaudalado al que se le podía exigir una fuerte suma de dinero.
A esa misma hora, tuvo lugar un suceso similar en Lomas del Palomar. En esa ocasión, un grupo de desconocidos interceptó el automóvil de Enrique Mendhelson, empresario alemán, naturalizado argentino, cuando se desplazaba a una cuadra y media de su domicilio, sito en Azucena 45 de la mencionada localidad.
Mendhelsson de 65 años, conducía su Chevy en dirección a la empresa INSUD ubicada en Rincón al 3000 de la localidad de San Justo, cuando una camioneta pick-up se le cruzó delante bloqueándole el camino. Su vehículo impactó contra ella en el preciso instante en que varios sujetos saltaban al pavimento apuntándole con sus armas. Fue obligado a descender y a subir a un tercer rodadoen el que partieron, quedando abandonados en el lugar la camioneta y el automóvil del industrial.
La Argentina de aquellos años no da abasto para cubrir los hechos que se registraban a diario.
El 23 de marzo a las 22:30 se produjo un nuevo tiroteo en un puesto caminero situado en la intersección de las calles 15 y 525 de la localidad de Ringuelet. Al ser detenidos para su identificación, extremistas que se desplazaba en un Peugeot 404 beige y un Torino coupé dispararon a mansalva contra los agentes, sin herir a ninguno.
La aparición de un cadáver con impactos de bala flotando en el río Luján, a la altura del partido de Escobar, hizo temer por el coronel Florencio E. Crespo, sin embargo, los peritajes efectuados por los forenses descartaron esa posibilidad.
A fines de aquel mes, otra sección extremista secuestró al teniente coronel Jorge Alberto Rivero, acción que coincidió con el inminente fallo condenatorio del conscripto Invernizzi, que había actuado como entregador durante el asalto al Comando de Sanidad del Ejército en septiembre de 1973.
El 30 estalló una bomba en el domicilio del popular cantante y compositor folklórico Horacio Guarany, de conocidas simpatías con el Partido Comunista y al día siguiente fue asesinado Hugo Pedro Hansen, joven argentino de 23 años, estudiante de ciencias de la comunicación de la Universidad de Lomas de Zamora que participaba en la toma del rectorado organizada por la JUP.
En el caso de Guarany, un poderoso artefacto colocado en la madrugada del sábado 30, provocó destrozos y un incendio que fue sofocado por el cuerpo de bomberos de la Policía Federal.
Atentado contra Horacio Guarany en su domicilio (Imagen: "La Razón") |
El ingenio fue instalado cerca de las 3 a.m., en la entrada del chalet de dos plantas situado en Nahuel Huapi 3815, Villa Urquiza. Al estallar, destrozó la rural Ford Falcon roja del cantautor y buena parte del acceso, que quedó envuelto en llamas.
En el caso de Hansen, el estudiante regresaba a la Universidad luego de cenar en su domicilio, cuando al detenerse frente al rectorado, ubicado en Av. Pavón 8310, varios sujetos que pasaron en un Valiant IV obscuro, dispararon contra la entrada, alcanzándolo de lleno.
En esos momentos, el joven tocaba el timbre para ingresar, por lo que al abrir la puerta sus compañeros lo encontraron tirado, empapado en su propia sangre.
El muchacho fue trasladado con un hilo de vida hasta el Policlínico de Lomas de Zamora, donde pese a los esfuerzos de los facultativos, dejó de existir. El análisis efectuado por los forenses permitió determinar que las balas que habían acabado con su vida pertenecían a armas de diverso calibre. Otros proyectiles impactaron en el frente del edificio, la mayoría en la puerta de entrada y el primer piso3.
El martes 2 de abril la justicia liberó a Carlos Caride, dirigente montonero, fundador de las FAP. Caride, acusado de asesinar a la estudiante Norma Beatriz Malena durante un acto realizado el 9 de junio de 1962 y al oficial de policía Jorge Mattos en el allanamiento a su apartamento registrado en abril de 1969, estuvo preso en la cárcel de Caseros y en el Penal de Resistencia (Chaco).
A poco de salir participó en la fundación de las FAP, organizando después la patética guerrilla de Taco Ralo, rápidamente desbaratada por las fuerzas de seguridad.
Como delegado de la organización se vinculó a Envar El Kadri, Néstor Verdinelli y Samuel Leonardo Slutzky, con quienes tomó parte en los preparativos para el recibimiento de Perón, integrando la columna del Peronismo de Base.
Hay quienes el día de la masacre lo ubican en el palco de Ezeiza (20 de junio de 1973) y quienes aseguran que tomó parte en los enfrentamientos. Lo cierto es que tras el asesinato de sindicalista Marcelino Mansilla (27 de agosto de 1973), tanto él como El Kadri se desvincularon de la organización para fundar las FAP-17 de Octubre que criticó la lucha armada y apoyó la candidatura de Perón.
En febrero de 1974 fue arrestado junto a Julio Troxler durante un procedimiento encabezado por el comisario Margaride. En esa ocasión, se lo acusó de intentar asesinar al líder justicialista, a su esposa, al presidente del Uruguay y al ministro López Rega, pero al cabo de tres meses fue liberado por falta de mérito. Exactamente un año después volvió a ser detenido por incitación a la violencia y en esas circunstancias envió la nota de adhesión al acto en Atlanta, el 11 de marzo de 1973, oportunidad en la que fue leída por sus organizadores y ovacionada por la concurrencia.
Ahora en abril, el juez federal Ventura Ojeda Febre (secretaría del Dr. Ricardo G. Rongo) lo volvió a dejar en libertad aunque sin perjuicio de continuar el sumario.
Al momento de ser liberado Caride se encontraba alojado en la Alcaldía de Tribunales. Al salir a la calle lo acompañaban el diputado nacional Leonardo Bettanin del PJ y varios dirigentes más, con quienes se trasladó a la sede del movimiento (Chile 1481), declarando ante la prensa que se disponía a iniciar una querella contra Margaride por apremios ilegales.
Ese mismo día apareció horriblemente torturado el cadáver de un traficante de estupefacientes por el que se habían pagado $53.000.000.
El sujeto, secuestrado en Tucumán, se llamaba Carlos Antonio Sosa, alias “Flaco Velatorio” y se dedicaba a la venta de drogas. Si bien para muchos se trató de un ajuste de cuentas, otros especularon con la intervención de un escuadrón de la muerte que como tantos en esos días, se dedicaban a la caza y ejecución de delincuentes comunes en zonas descampadas.
Sosa había desaparecido en la capital tucumana el 16 de febrero y su cuerpo fue hallado por una cuadrilla de trabajadores en el camino de montaña que une San Javier con Villa Nougués, muy cerca de donde apareció día antes el cadáver del empleado municipal José Ernesto Lazarte, ejecutado de un disparo en el rostro.
Entre
las muchas laceraciones que presentaba llamaron la atención los golpes
en la cabeza, el rostro, las costillas y las piernas; las heridas
cortantes y los impactos de bala con los que fue rematado4.
La madrugada del 2 de abril estalló una bomba en la sinagoga ubicada en República de la India 3045, muy cerca del Jardín Zoológico. El atentado fue atribuido a una de las tantas agrupaciones neofascistas que operaban en el país entre la que destacaba principalmente el Partido ario Nacionalista Integral, fundado por un coronel retirado.
Dos días después, el PE elevó a la Cámara de Diputados el proyecto de federalización de los delitos subversivos. El ataque a la guardia del Hospital Militar de Campo de Mayo que tuvo lugar la madrugada siguiente podía estar vinculado a ello pero nada se pudo determinar. Los desconocidos llegaron en tres automóviles y algunas motocicletas y una vez frente a la dependencia abrieron fuego con el evidente propósito de ingresar.
Los agresores no esperaban que los centinelas actuasen con tanta rapidez. Al tiempo que devolvían la agresión, los conscriptos accionaron las alarmas y la llegada de refuerzos puso fin al enfrentamiento.
Era evidente que al menos uno de los atacantes había resultado herido porque durante la inspección que se llevó a cabo sobre la Ruta 8 se encontró un extenso rastro de sangre que se perdía en la noche.
El 25 de marzo, en horas del mediodía, el ERP ejecutó a Roberto Francisco Klecker, jefe de personal de la FIAT, de 39 años de edad.
El ejecutivo acababa de abandonar la planta industrial de Ferreyra para dirigirse a su domicilio, ubicado en el Barrio Sarmiento, donde siguiendo su costumbre, se disponía a almorzar con sus seres queridos.
Klecker se desplazaba por la calle Florencio Sánchez cuando en la intersección con Luis Braille (el diario “La Nación” la confunde con Morse), aminoró la marcha para sortear la pendiente que existía en ese lugar. Justo en ese momento, dos desconocidos salieron de la obra en construcción que se encontraba a su izquierda y avanzaron resueltamente, el primero esgrimiendo una ametralladora y su compañero una escopeta de caño recortado.
La madrugada del 2 de abril estalló una bomba en la sinagoga ubicada en República de la India 3045, muy cerca del Jardín Zoológico. El atentado fue atribuido a una de las tantas agrupaciones neofascistas que operaban en el país entre la que destacaba principalmente el Partido ario Nacionalista Integral, fundado por un coronel retirado.
Dos días después, el PE elevó a la Cámara de Diputados el proyecto de federalización de los delitos subversivos. El ataque a la guardia del Hospital Militar de Campo de Mayo que tuvo lugar la madrugada siguiente podía estar vinculado a ello pero nada se pudo determinar. Los desconocidos llegaron en tres automóviles y algunas motocicletas y una vez frente a la dependencia abrieron fuego con el evidente propósito de ingresar.
Los agresores no esperaban que los centinelas actuasen con tanta rapidez. Al tiempo que devolvían la agresión, los conscriptos accionaron las alarmas y la llegada de refuerzos puso fin al enfrentamiento.
Era evidente que al menos uno de los atacantes había resultado herido porque durante la inspección que se llevó a cabo sobre la Ruta 8 se encontró un extenso rastro de sangre que se perdía en la noche.
El 25 de marzo, en horas del mediodía, el ERP ejecutó a Roberto Francisco Klecker, jefe de personal de la FIAT, de 39 años de edad.
El ejecutivo acababa de abandonar la planta industrial de Ferreyra para dirigirse a su domicilio, ubicado en el Barrio Sarmiento, donde siguiendo su costumbre, se disponía a almorzar con sus seres queridos.
Klecker se desplazaba por la calle Florencio Sánchez cuando en la intersección con Luis Braille (el diario “La Nación” la confunde con Morse), aminoró la marcha para sortear la pendiente que existía en ese lugar. Justo en ese momento, dos desconocidos salieron de la obra en construcción que se encontraba a su izquierda y avanzaron resueltamente, el primero esgrimiendo una ametralladora y su compañero una escopeta de caño recortado.
Roberto F. Klecker |
Cuando
el alto directivo se percató de su presencia ya era tarde. El sujeto de
metralla accionó su arma acribillando la carrocería y los vidrios,
impactando de lleno en su víctima. Mientras lo hacía, el otro oprimió el
gatillo y terminó por rematarla, alcanzándola con varios perdigones en
la cabeza, el cuello y el pecho.
Con
el conductor muerto al volante, el Fiat Concord patente X-247043 se
estrelló contra la parte posterior de un colectivo de línea y continuó
su recorrido hasta la boca de desagüe existente en la esquina de
Barcelona, donde se detuvo.
Los atacantes volvieron sobre sus pasos y abordaron un Renault 12 amarillo que llegó en ese momento, para perderse de vista a toda velocidad. Klecker quedó tendido sobre el asiento del acompañante con su torso y su cabeza cubiertos de sangre.
A las 15:00 se hizo presente el comisario general de la provincia, coronel Juan Carlos Landa a quien acompañaban otros oficiales y directivos de FIAT, todos ellos profundamente consternados. Landa acababa de reemplazar a Antonio Navarro contra quien la UCR gestionaba un proceso por sedición.
Ni bien trascendió la noticia, se dieron a conocer numerosas muestras de repudio, entre ellas la de la Asociación de Industriales de Córdoba y la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, de la que el ejecutivo asesinado y su familia eran asiduos concurrentes. El comunicado de esta última expresaba el sentimiento de consternación y pesar que embargaba a la sociedad.
Los atacantes volvieron sobre sus pasos y abordaron un Renault 12 amarillo que llegó en ese momento, para perderse de vista a toda velocidad. Klecker quedó tendido sobre el asiento del acompañante con su torso y su cabeza cubiertos de sangre.
A las 15:00 se hizo presente el comisario general de la provincia, coronel Juan Carlos Landa a quien acompañaban otros oficiales y directivos de FIAT, todos ellos profundamente consternados. Landa acababa de reemplazar a Antonio Navarro contra quien la UCR gestionaba un proceso por sedición.
Ni bien trascendió la noticia, se dieron a conocer numerosas muestras de repudio, entre ellas la de la Asociación de Industriales de Córdoba y la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, de la que el ejecutivo asesinado y su familia eran asiduos concurrentes. El comunicado de esta última expresaba el sentimiento de consternación y pesar que embargaba a la sociedad.
El cura párroco y el
consejo parroquial de Nuestra Señora de Lourdes y Santo Cura de Ars de los
barrios Maipú, Sarmiento, Rivadavia y Crisol, de esta ciudad de Córdoba, hacen
público su más enérgico repudio ante el alevoso asesinato de quien fuera
víctima el ejecutivo de la empresa Fiat, D. Roberto Francisco Klecker, que enluta
a una cristiana familia de nuestra parroquia.
Asimismo hacen un llamado a
la reflexión a aquellos grupos que en estos momentos y en todos los órdenes
pretenden instaurar en nuestra tierra un nuevo sistema donde solamente impere
el grito de la violencia, el estampido de las bombas o el tronar de la
metralleta. Levantamos la voz de protesta para decirles que así no, argentinos.
No es con la violencia ni sembrando el terror en los hogares como se construirá
la patria nueva que todos anhelamos. Donde no impere la cordura y el respeto a
la persona humana es imposible la realización de un mundo de ideales y
grandeza, ya que el miedo y el pánico permanentes terminan por aplastar las aspiraciones
el ser humano y sumirlo en la angustia y el dolor.
Quienes obran así,
amparados en las sombras o camuflados de obreros, están lejos de ser cristianos
y mucho menos de ser argentinos. Responden a otros intereses que no son los de
nuestro auténtico pueblo.
Roguemos a Dios por el
eterno descanso del alma de nuestro hermano Roberto, y no nos olvidemos de
rogar también por sus asesinos para que el señor les perdone su criminal conducta.
Como no podía ser de otro modo, la FIAT también se manifestó al respecto haciendo un panegírico de la víctima.
Roberto Francisco Klecker,
jefe de personal de la fábrica de mecánica del centro industrial de Fiat Concord
fue asesinado poco después del mediodía cuando se dirigía a su hogar. El señor
Klecker, de 38 años de edad, era casado, tiene tres hijos: Pablo Enrique,
Daniela Andrea y Mariana Cecilia; el mayor de 10 años.
El ingreso del señor
Klecker a Fiat Concord tuvo lugar el 14 de mayo de 1972. Para atender sus
funciones en la fábrica mecánica Córdoba se radicó con su familia en esta
ciudad. Anteriormente e había desempeñado como jefe de capacitación de Campomar
(1964) y de General Electric (68/69) y como jefe de relaciones industriales de
CAP Cuatreros de Bahía Blanca (69/72).
Católico de profunda
convicción, sencillo, de trato amable, en el corto tiempo que vivió en Córdoba
hizo muchos amigos y era particularmente estimado por su conducta cristiana.
Consternada por este nuevo
hecho de violencia irracional, Fiat Concord expresa públicamente el sentimiento
de congoja de las 16.000 familias que la integran.
Llamados anónimos efectuados posteriormente a los medios de prensa atribuyeron el atentado a las FAP
En similares características fue asesinado en San Nicolás de los Arroyos el secretario general de la CGT regional, Antonio Pedro Magaldi.
El atentado tuvo lugar la noche del 4 de abril cuando el dirigente y ex boxeador profesional circulaba en su Dodge chapa C.085805, en compañía de José Cartelli, de 26 años, integrante de la asociación.
En momentos en que se desplazaban por la calle Francia, a escasa media cuadra de la sede sindical (Belgrano 225), un colectivo de línea se detuvo en la esquina para recoger pasajeros. Eso obligó a Magaldi a frenar y aguardar, sin percatarse que un Torino rojo detenido delante del transporte público bloqueaba el camino.
Conversaban ambos ocupantes animadamente cuando tres hombres jóvenes se ubicaron adelante y a ambos costados del Dodge y abrieron fuego acribillándolos a ambos con ráfagas de ametralladoras.
Al tiempo que los transeúntes buscaban desesperadamente protección, los terroristas corrieron de regreso al Torino y se dieron a la fuga, seguidos por un Chevrolet verde, dos Fiat 1500 y posiblemente un Peugeot color aceituna que algunos testigos sindicaron como parte de la sección atacante.
Magaldi cayó sobre el volante y se derrumbó hacia el costado, donde agonizaba su compañero. El dirigente murió en la Clínica San Nicolás, a poco de llegar en tanto Cartelli fue derivado a la Clínica Alvear, donde lograron estabilizarlo.
Al caer la noche, el cadáver del sindicalista fue trasladado al Hospital San Felipe, el único que contaba con una morgue, donde los forenses determinaron que había recibido 10 impactos de bala calibre 9 mm. Fue velado en su domicilio de Almafuerte 519, donde vivía con su esposa y sus cinco hijos.
Su asesinato vino a sumarse a una preocupante seguidilla de crímenes acaecida en la ciudad, iniciada el 16 de marzo con el asesinato de Rogelio Elena, médico conocido y apreciado, al que tres días después le siguió el de José Kutsner de la UOCRA y a éste el de Luis Ángel David de la ALN y el del policía de investigaciones Eduardo B. Ubillo, secuestrado y asesinado el 22 de marzo anterior. A esas muertes, debemos sumar las del militante de la JP Benito Spau, acaecida el 22 de julio de 1973 y la del periodista José Domingo Colombo, del periódico “Norte”.
En respuesta al atentado contra Magaldi, Adelino Romero, secretario general de la CGT y el gremio textil repudió el hecho y declaró el estado de duelo en todo el país.
Al sepelio acudieron altas personalidades de gobierno, entre ellas el ministro de Trabajo Ricardo Otero, el presidente de SOMISA, general Julio Maglio, el intendente municipal Eduardo Kolber, el secretario general de la UOCRA Naldo Brunet y su par de la Unión de Supervisores de la Industria Metalúrgica de la República Argentina, Enrique Romero.
El mismo día, por la mañana, agentes de policía se presentaron en una casilla del Barrio Loyola, partido de San Martín, preguntando por Fernando Quinteros, secretario general de la comisión vecinal.
Los uniformados, que venían acompañados por personal de civil, golpearon la puerta y le dijeron al dueño que debía acompañarlos hasta la seccional. A la esposa de Quinteros la actitud le pareció sospechosa y por esa razón le dijo a su marido que les pidiese sus identificaciones. Uno de los sujetos vestido de civil le extrajo una cédula color celeste y acto seguido ordenó esposar al dirigente para conducirlo hasta dos automóviles que aguardaban estacionados fuera de la barriada.
Al ver que su padre era retirado con cierta brusquedad, los hijos mayores corrieron detrás y fue entonces que a cierta distancia vieron a los desconocidos quitarle las esposas y efectuarle tres disparos a quemarropa.
El dirigente cayó muerto sobre su propia sangre en tanto sus agresores abordaban los vehículos y se daban a la fuga.
La víctima venía recibiendo amenazas desde hacía varios días, al parecer de la misma Municipalidad, aunque en el barrio donde vivía sus compañeros de militancia manifestaron que se trataba de un peronista ortodoxo que había logrado erradicar a los montoneros y a otros exponentes de la “tendencia”.
Fernando Quinteros poco antes de su asesinato. Al centro el lugar donde quedó tendido su cuerpo. A la derecha su hija mayor sufre un desmayo luego de presenciar el atentado (Imagen: "La Razón") |
Dada la escalada de violencia que vivía el país, el 7 de abril el general Miguel Ángel Iñíguez presentó su renuncia a la jefatura de la Policía Federal. Lo hizo aduciendo motivos de salud pero nadie pareció creerle, sobre todo al ver con qué rapidez se la aceptó el ministro del Interior.
La situación se hallaba desbordada, las acciones terroristas se sucedían una a otras e manera incontenible y las fuerzas de seguridad no daban a baso, de ahí la necesidad de un hombre que las nuclease y les diese incentivo.
Siguiendo instrucciones directas de Perón, Iñíguez dio un paso al costado y en su lugar fue designado Villar.
Dos días después de su dimisión, se reunió con Llambí para tratar al asunto a puertas cerradas y al salir del despacho, acompañado por los subsecretarios Esteban Rey y Antonio J. Menéndez, hizo algunas declaraciones a la prensa.
-Todavía no se ha designado a ninguna persona –le dijo a la prensa mientras se dirigía a su automóvil.
-¿Qué hay de la renuncia del comisario Margaride? – le preguntó otro reportero.
-¿De qué renuncia me habla? –fue la respuesta- No tengo ninguna noticia.
-Se dice que ha presentado su renuncia.
-No ha presentado nada, que yo sepa.
-¿Se va a aplicar algún dispositivo de seguridad para la celebración del día 1º de Mayo, como el que se puso en práctica el 12 de octubre al asumir el teniente general Perón?
-Ese dispositivo fue muy eficaz. El acto de asunción se realizó en absoluto orden y si ha sido bueno trataremos de que se haga. Se desea hacer una verdadera fiesta del pueblo, de los trabajadores. Como se ha dicho, trataremos de que estén representadas todas las tendencias políticas.
La prueba de que todo estaba digitado la dio el agasajo que Villar ofreció al jefe saliente ese mediodía, con motivo de su ascenso a general de división. Era otra señal de que la casa “estaba en orden” y los cuadros respondían a sus mandos.
Llegamos al 12 de abril cuando en un audaz golpe de mano, un destacamento del ERP secuestró al jefe del Servicio Cultural e Informativo de los Estados Unidos en Córdoba, Alfred Albert Laun, de 36 años5.
La acción tuvo lugar a las 08:30 en la localidad cordobesa de Unquillo, a 30 kilómetros de la capital, cuando una docena de combatientes entre los que había al menos una mujer, irrumpieron en el domicilio de la víctima, situado en pleno barrio Lomas de San José. Lo hicieron en un automóvil Ford Fairlane ingresando por el patio de la vivienda, donde el funcionario estadounidense tenía estacionado su Fiat color azul. Después de establecer una guardia se introdujeron en la casa y al cabo de cinco minutos salieron nuevamente, llevando al cautivo herido en una pierna.
Alfred A. Laun (Imagen: "La Nación") |
Una
mujer que acertaba a pasar por la vereda fue reducida por la
subversiva, quien la tomó de un brazo y le colocó la pistola 45 a la
altura del rostro.
Laun fue subido a un rodado más pequeño, posiblemente un Fiat o un Peugeot y en el partió con sus secuestradores, seguido por otros vehículos. Sin embargo, unas horas después, apareció a orillas del río Primero en bastante mal estado.
Conducido a la Clínica Reina Fabiola, se pudo constatar que presentaba una herida de bala en la pierna derecha y que se le habían aplicado inyecciones para mantenerlo quieto. Era un hombre alto y corpulento y no debió resultarle fácil a sus captores reducirlo y trasladarlo de un lugar a otro.
Las pesquisas realizadas en su domicilio permitieron constatar que se le había robado un equipo transmisor marca Drake con su amplificador lineal. Laun era radioaficionado y por esa razón, poseía su señal internacional de llamada W9SZR, tramitada ante la Comisión Federal de Comunicaciones de su país y el correspondiente permiso argentino para operar en nuestro territorio.
La policía encontró una gran mancha de sangre en el living de la casa, producto del disparo que Laun recibió y pisadas impregnadas en ella desde ese punto hasta la puerta.
Cuarenta y ocho horas después, otro grupo de desconocidos intentó secuestrar al Dr. José Antonio Minetti cuando salía de su domicilio en Figueroa Alcorta y Santa Rosa, pleno barrio de La Cañada.
Al ver que varios sujetos se le aproximaban con intenciones hostiles, el profesional extrajo de entre sus ropas un revolver calibre 38 y efectuó varios disparos, abatiendo a uno de ellos.
Cuando la policía se hizo presente, Minetti les relató lo ocurrido, aclarando que el hombre muerto le había disparado primero. La inspección del cuerpo permitió constatar que, efectivamente, el arma del maleante había sido accionada y que según el documento que se le halló encima, se trataba de Walter Eduardo Bazán, domiciliado en la capital provincial.
Dos semanas después, el 25 de abril, integrantes de la Agrupación Evita de Monte Grande efectuaban pintadas convocando al gran acto del Día del Trabajador en Plaza de Mayo, cuando varios desconocidos los atacaron. A una de ellos, María Liliana Ivanoff, joven de 20 años oriunda de Burzaco la subieron a un auto y la condujeron hasta un descampado donde después de ultrajarla y golpearla salvajemente, la remataron de dos tiros en el pecho.
El lunes 29 de abril, el ex camarista Jorge Vicente Quiroga salió de su apartamento ubicado en Viamonte 993 y echó hasta andar hacia el domicilio del juez Horacio Rébori, distante a cinco cuadras sobre la misma arteria.
Como habían quedado en encontrarse a las 14:30, caminaba lentamente, despreocupado, dejando pasar el tiempo hasta la hora acordada.
Desde la disolución de la Cámara Federal Nacional en lo Penal, el 26 de mayo del año anterior (fuero antisubversivo), ejercía como abogado de Derecho Penal y catedrático en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA, oficio menos riesgoso y mucho más lucrativo.
Nacido el 12 de enero de 1926, ejercía como juez de Instrucción cuando en marzo de 1973 la Suprema Corte de Justicia le encomendó el procesamiento de los elementos extremistas y le entregó el caso de la Masacre de Trelew.
Tan distendido caminaba esa tarde Quiroga que hasta se detuvo a leer un afiche pegado en la pared, ignorando que al hacerlo, se había condenado a muerte.
En ese preciso instante, una motocicleta con dos sujetos a bordo se detuvo a su lado y desde muy corta distancia le apuntaron, efectuándole varios disparos. Quiroga golpeó contra la pared y se derrumbó sobre la acera en tanto la motocicleta partía raudamente hasta la calle Paraná donde dobló, seguida por un auto.
Numerosas personas se acercaron hasta el juez intentando para brindarle socorro en tanto otras daban aviso a la policía, la cual se hizo presente a los pocos minutos. Una ambulancia lo condujo hasta el Hospital Rawson pero falleció en el quirófano a poco de ingresar.
Horas después, las fuerzas de seguridad dieron con la motocicleta utilizada por los atacantes, una Triumph patente 45.710, abandonada en inmediaciones de la Plaza Vicente López y Planes.
Tres días antes, un grupo extremista intentó tomar los polvorines de la IV Brigada Aérea con asiento en El Plumerillo, al sudeste de Mendoza.
Los asaltantes llegaron a las 5 a.m. a bordo de un Peugeot 504 blanco e intentaron ingresar para apoderarse del armamento y las municiones.
Advertida su presencia por el conscripto de guardia, éste dio la voz de alto, recibiendo como respuesta una nutrida descarga que atrajo la atención de los policías militares que se encontraban en el lugar.
Se generó a continuación un intenso tiroteo que finalizó al cabo de veinte minutos cuando los atacantes emprendieron la retirada. El dispositivo de seguridad destinado a cortar las vías de escape permitió detener a unas 30 personas de las cuales varias tenían pedido de captura.
Laun fue subido a un rodado más pequeño, posiblemente un Fiat o un Peugeot y en el partió con sus secuestradores, seguido por otros vehículos. Sin embargo, unas horas después, apareció a orillas del río Primero en bastante mal estado.
Conducido a la Clínica Reina Fabiola, se pudo constatar que presentaba una herida de bala en la pierna derecha y que se le habían aplicado inyecciones para mantenerlo quieto. Era un hombre alto y corpulento y no debió resultarle fácil a sus captores reducirlo y trasladarlo de un lugar a otro.
Las pesquisas realizadas en su domicilio permitieron constatar que se le había robado un equipo transmisor marca Drake con su amplificador lineal. Laun era radioaficionado y por esa razón, poseía su señal internacional de llamada W9SZR, tramitada ante la Comisión Federal de Comunicaciones de su país y el correspondiente permiso argentino para operar en nuestro territorio.
La policía encontró una gran mancha de sangre en el living de la casa, producto del disparo que Laun recibió y pisadas impregnadas en ella desde ese punto hasta la puerta.
Cuarenta y ocho horas después, otro grupo de desconocidos intentó secuestrar al Dr. José Antonio Minetti cuando salía de su domicilio en Figueroa Alcorta y Santa Rosa, pleno barrio de La Cañada.
Al ver que varios sujetos se le aproximaban con intenciones hostiles, el profesional extrajo de entre sus ropas un revolver calibre 38 y efectuó varios disparos, abatiendo a uno de ellos.
Cuando la policía se hizo presente, Minetti les relató lo ocurrido, aclarando que el hombre muerto le había disparado primero. La inspección del cuerpo permitió constatar que, efectivamente, el arma del maleante había sido accionada y que según el documento que se le halló encima, se trataba de Walter Eduardo Bazán, domiciliado en la capital provincial.
Dos semanas después, el 25 de abril, integrantes de la Agrupación Evita de Monte Grande efectuaban pintadas convocando al gran acto del Día del Trabajador en Plaza de Mayo, cuando varios desconocidos los atacaron. A una de ellos, María Liliana Ivanoff, joven de 20 años oriunda de Burzaco la subieron a un auto y la condujeron hasta un descampado donde después de ultrajarla y golpearla salvajemente, la remataron de dos tiros en el pecho.
El lunes 29 de abril, el ex camarista Jorge Vicente Quiroga salió de su apartamento ubicado en Viamonte 993 y echó hasta andar hacia el domicilio del juez Horacio Rébori, distante a cinco cuadras sobre la misma arteria.
Como habían quedado en encontrarse a las 14:30, caminaba lentamente, despreocupado, dejando pasar el tiempo hasta la hora acordada.
Desde la disolución de la Cámara Federal Nacional en lo Penal, el 26 de mayo del año anterior (fuero antisubversivo), ejercía como abogado de Derecho Penal y catedrático en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA, oficio menos riesgoso y mucho más lucrativo.
Nacido el 12 de enero de 1926, ejercía como juez de Instrucción cuando en marzo de 1973 la Suprema Corte de Justicia le encomendó el procesamiento de los elementos extremistas y le entregó el caso de la Masacre de Trelew.
Tan distendido caminaba esa tarde Quiroga que hasta se detuvo a leer un afiche pegado en la pared, ignorando que al hacerlo, se había condenado a muerte.
En ese preciso instante, una motocicleta con dos sujetos a bordo se detuvo a su lado y desde muy corta distancia le apuntaron, efectuándole varios disparos. Quiroga golpeó contra la pared y se derrumbó sobre la acera en tanto la motocicleta partía raudamente hasta la calle Paraná donde dobló, seguida por un auto.
Numerosas personas se acercaron hasta el juez intentando para brindarle socorro en tanto otras daban aviso a la policía, la cual se hizo presente a los pocos minutos. Una ambulancia lo condujo hasta el Hospital Rawson pero falleció en el quirófano a poco de ingresar.
Horas después, las fuerzas de seguridad dieron con la motocicleta utilizada por los atacantes, una Triumph patente 45.710, abandonada en inmediaciones de la Plaza Vicente López y Planes.
Tres días antes, un grupo extremista intentó tomar los polvorines de la IV Brigada Aérea con asiento en El Plumerillo, al sudeste de Mendoza.
Los asaltantes llegaron a las 5 a.m. a bordo de un Peugeot 504 blanco e intentaron ingresar para apoderarse del armamento y las municiones.
Advertida su presencia por el conscripto de guardia, éste dio la voz de alto, recibiendo como respuesta una nutrida descarga que atrajo la atención de los policías militares que se encontraban en el lugar.
Se generó a continuación un intenso tiroteo que finalizó al cabo de veinte minutos cuando los atacantes emprendieron la retirada. El dispositivo de seguridad destinado a cortar las vías de escape permitió detener a unas 30 personas de las cuales varias tenían pedido de captura.
Imágenes
Nuevo atentado contra Manuel Abal Medina. Cubierta por el vehículo blanco a la derecha, la entrada del edificio donde vivieron Perón y Evita (Imágenes: "La Razón"/"La Nación") |
Pablo Abal Medina llega para interiorizarse sobre la suerte de su hermano. A la derecha el diputado justicialista R. Bustos hace declaraciones (Imágenes: "La Razón"/"La Nación") |
Hugo Pedro Hansen, estudiante de Ciencias de la Comunicación asesinado en Lomas de Zamora. A su lado, el rastro de sangre señala el lugar donde cayó abatido (Imagen: "La Razón") |
La madre de Hugo Hansen hace declaraciones (Imagen: "La Nación") |
El cadáver de Carlos Antonio sosa aparece horriblemente mutilado en un descampado (Imagen: "La Razón") |
Perón dialoga con las agrupaciones juveniles. A su lado el coronel Vicente Damaso (Imagen: "La Nación") |
Grupos de ultraderecha vuelan la sinagoga de República de la India 3045 en inmediaciones del Jardín Botánico (Imagen: "La Razón") |
Viamonte al 1500 lugar donde fue ejecutado el juez Quiroga Los asesinos le dispararon por la espalda (Imagen: "La Nación") |
La hija del empresario brasilero Jorge Oscar Wahelich asesinado en las Lomas de San Isidro le abre el portón a una persona de su familia. La niña salvó su vida milagrosamente (Imagen: "La Nación") |
Notas
1 Se
encontraba ubicado en Diego Palma 1899.
2 Se halla
ubicada en Alsina y Moreno, a metros de la Av. Centenario.
3 El motivo
de la toma del decanato por los estudiantes era la destitución del interventor
Pedro Bustos en reemplazo del Dr. Osvaldo Máximo Bezzi, sindicado por l JUP
como colaborador directo del general Imaz. Minutos antes del ataque que le
costara la vida a Hansen, se habían recibido amenazas conminando a los
estudiantes a abandonar pacíficamente el establecimiento.
4 Por él se
había pagado el rescate exigido, el cual fue colocado en la caja de
herramientas de su propio Jeep, estacionado en San Martín 3300.
5 Hijo de un senador
fallecido, Laum era soltero y no tenía custodia.
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)