LA GUERRA RECRUDECE
Campamento de La Mesa. El Che sentado al centro |
El
12 de septiembre de 1957 el Che Guevara y su columna se retiraban hacia
Peladero, punto selvático en la sierra oriental sobre el que también convergía
Fidel desde Chivirico. En el camino, la columna del primero pasó por la finca
de Juan Balansa, un comerciante de Pinalito sospechado de colaborar con el
gobierno y de recibir beneficios de los poderosos del lugar, razón por la cual
le fue confiscado un mulo y se lo amenazó con tenerlo bajo vigilancia pues se
temía que pudiese ser un delator. El animal, imprescindible para el acarreo,
resultó más fuerte de lo que se esperaba, de ahí la decisión de no sacrificarlo
como alimento y preservarlo (incluso sirvió de cabalgadura para el Che), aunque
algún tiempo después cayó en manos del ejército que le dio el mismo destino.
Apremiado
por imponer el orden y “marcar territorio”, Guevara despachó grupos de hombres
armados en distintas direcciones, con instrucciones de ejecutar a cuanto
bandolero, desertor, cuatrero o delator encontrasen en camino pues desde hacía
un tiempo, bandas de malhechores recorrían la región cometiendo todo tipo de
tropelías contra los pobladores, asesinando, robando, maltratando y ultrajando,
casi siempre haciéndose pasar por combatientes rebeldes. La falta de autoridad
gubernamental los había cebado y los actos de barbarie se sucedían uno tras
otro, incrementando peligrosvamente su frecuencia.
Decidido
a acabar con awuel flagelo, el Che se dispuso a combatir el terror con más
terror y de ese modo, varios guajiros terminaron ejecutados al ser sorprendidos
en actitud sospechosa o no poder justificar su situación.
Una
vez en Peladero, el Che y Fidel mantuvieron una reunión privada en la que
trataron diversos asuntos. El primero se hallaba ansioso por dar cuenta de lo
sucedido en Pino del Agua y quería saber de antemano los planes para el futuro,
pero su conversación se vio interrumpida cuando Ramiro Valdés llegó corriendo
extremadamente agitado, informando que había sucedido algo grave.
El
Che y Fidel le preguntaron qué era, el recién llegado explicó que Lalo Sardiñas
acababa de matar a un recluta.
-¡¿Cómo
es posible?! – preguntó Castro asombrado.
Al
parecer, Lalo estaba reprendiendo a un subordinado por una falta grave cuando
al intentar golpearlo con su pistola en la cabeza, se le disparó el arma.
Al
llegar al lugar, los comandantes se toparon con un principio de motín. Los
hombres estaban furiosos y exigían a gritos la muerte del acusado.
Fue
necesario calmar los ánimos y organizar un juicio para resolver el asunto por
la vía legal. Primero habló Fidel y luego lo hizo el Che, intentando mediar por
su segundo aunque sin resultados porque los ánimos estaban tan exacerbados, que
nadie parecía razonar. Hablaron también los testigos y finalmente se resolvió
someter el asunto a votación para ver si se ejecutaba a Sardiñas o se le
aplicaba algún otro castigo.
De
los 146 sufragantes que emitieron su voto, 70 se inclinaron por la pena de
muerte y 76 por la degradación.
Al
conocerse los resultados, se alzaron nuevas voces de protesta reclamando
airadamente por la ejecución y eso oblogó a Guevara a hacer nuevamente uso de
la palabra para defender la voluntad de la mayoría. Castro lo apoyó y Lalo
Sardiñas fue perdonado aunque degradado a lo más bajo del escalafón militar.
Pero la medida no satisfizo a muchos de los combatientes quienes, al día
siguiente, anunciaron que abandonaban la guerrilla y se marcharon, disgustados
por lo que entendían era una injusticia y una grave falta al código militar
guerrillero. No hubo manera de convencerlos y en el fondo tenían razón pues de
haber sido otro el imputado, ninguno de los comandantes se hubiese mostrado tan
interesado en salvarlo.
Con
las primeras luces de la mañana, los hombres entregaron sus armas y se
alejaron, situación verdaderamente azarosa que obligó a Fidel a transferir
varios de sus combatientes a la columna del Che, uno de ellos Camilo
Cienfuegos, quien debía ocupar el lugar de Lalo.
Fue
así como nació la gran amistad entre el recién llegado y el Che, una amistad
entrañable que iría en aumento con el paso del tiempo.
Ambos coincidieron plenamente. Camilo era alto, rubio, blanco, apuesto en extremo, extrovertido y conversador; había jugado béisbol en su juventud y tenía gran aliciente sobre la tropa. El Che lo designó capitán de la retaguardia e inmediatamente después le encomendó la tarea de acabar con una banda de forajidos que estaban sembrando el terror en torno al cerro Caracas y el Lomón, usando a la revolución para ganarse la confianza de la gente. La orden era clara y precisa, debía dar con los culpables y conducirlos al campamento para someterlos a juicio.
Ambos coincidieron plenamente. Camilo era alto, rubio, blanco, apuesto en extremo, extrovertido y conversador; había jugado béisbol en su juventud y tenía gran aliciente sobre la tropa. El Che lo designó capitán de la retaguardia e inmediatamente después le encomendó la tarea de acabar con una banda de forajidos que estaban sembrando el terror en torno al cerro Caracas y el Lomón, usando a la revolución para ganarse la confianza de la gente. La orden era clara y precisa, debía dar con los culpables y conducirlos al campamento para someterlos a juicio.
Mientras
Camilo y su grupo partían a cumplir su misión, el Che regresó a El Hombrito
para establecer allí su cuartel general. Sabía que Sánchez Mosquera y sus
tropas se hallaban acampados en Minas de Bueycito y por esa razón quería darse
prisa, para tomar posiciones y estar preparado en caso de que efectuase algún
movimiento.
Antes
de salir, dejó a cargo a Aristido, un guajiro incorporado unas semanas antes
que no tuvo temple para soportar la situación. Ni bien el Che se alejó, entró
en pánico, vendió su revolver a un campesino de la zona y se alejó en busca del
ejército, no sin antes informarles a sus conocidos que pensaba desertar. Al
proceder de esa manera, firmó su sentencia de muerte.
Enterado
de lo ocurrido, el Che dio la vuelta y una vez de regreso, mandó por él. Se lo
trajeron amarrado, obligado a caminar descalzo por la espesura. Enrique Acevedo
lo vio pasar y sintió pena por él. “Nada
queda de su facha de cacique”1, pensó para sus adentros. El
hombre temblaba de miedo cuando quedó frente al comandante y con la cabeza
gacha eperó, sin pronunciar palabra. El Che le hizo varias preguntas y cuando
terminó de interrogarlo, dictó la sentencia.
Los
disparos sobresaltaron a Acevedo y a quienes se hallaban con él; se miraron
desconcertados y silenciosos; un extraño ailencio flotaba en el ambiente. Sin
decir nada, se incorporaron, echaron a correr y al llegar al lugar del que
habían venido los estampidos, vieron con sorpresa que a Aristido le estaban
echando tierra. Después de la revolución, Guevara se preguntaría si había sido
realmente necesario aplicarle la pena capital a aquel pobre guajiro y si no se
había excedido al decretarla, pero a modo de justificación escribiría que la
guerra era difícil y dura y por esa razón, no se podía mostrar signos de
debilidad, mucho menos un comandante: “…durante
los momentos en que el enemigo arrecia su acometividad no se puede permitir ni
el asomo de una traición”2.
Inmediatamente
después de la ejecución, el Che se encaminó hacia el cerro Caracas para brindar
apoyo a Camilo Cienfuegos, que en esos momentos le pisaba los talones a la
banda de Ricardo “Chino” Chang, forajido cubano de origen oriental que en las
últimas semanas había recurdecido su accionar. Iba dispuesto a aniquilarlo y a
mostrarle a tod el mundo como iba a proceder con quienes violasen la ley. Para
su fortuna, contaba con un abogado en su columna, Humberto Sori Marín, quien le
daría un marco de legalidad a sus juicios aunque justo es decirlo, todas las
decisiones las tomaba él, de acuerdo a su parecer.
Camilo
ya había capturado al Chino cuando el Che llegó al lugar. Los salteadores se
hallaban amarrados, sentados sobre la hierba, aguardando en silencio la suerte
que les deparaba el destino. Para someterlos a juicio se escogió una casa
abandonada de las inmediaciones, una choza semiderruida en la que improvisaron
algunos asientos y una suerte de mesa que había por allí. Durante los alegatos,
salieron a la luz hechos escabrosos, como aquel según el cual, haciéndose pasar
por combatientes revolucionarios, los acusados habían asesinado, torturado y
robado a los campesinos de la región además de violar a numerosas mujeres. Las sentencias
que impartió el tribunal, es decir el Che, fueron lapidarias; seis de ellos,
incluyendo el cabecilla, fueron condenados a muerte y como no se quería
prolongar demasiado el asunto, ni bien finalizó el juicio, se dispuso todo lo
necesario para llevar a cabo las ejecuciones de manera inmediata.
Chang
fue atado a un árbol con los ojos vendados. Con una calma fuera de lo común, el
hombre de rasgos orientales pidió los auxilios espirituales del padre Sardiñas
pero como el mismo se hallaba ausente, lejos de allí, solicitó que se dejara
constancia de que había pedido por él. Cuatro combatientes fueron los
encargados de llevar a cabo la ejecución. A una orden del jefe del pelotón, los
hombres tomaron sus fusiles, apuntaron y dispararon. Inmediatamente después le
siguió el Maestro, aquel personaje extraño que se había quedado cuidando al Che
en aquella cabaña olvidada de la sierra cuando resultó herido tras el combate
del 28 de febrero, cerca de Las Vegas; el mismo que le había dado mala espina
pese a su aspecto fuerte y curtido. El sujeto se había hecho pasar por el
“médico argentino” y aprovechando esa condición, ultrajó a una muchacha que
había ido a consultarlo.
Al
escuchar su sentencia el hombre solicitó un arma para morir en combate pero
Guevara se rehusó. Cuando lo amarraron al árbol se negó a que le vendaran los
ojos y antes de recibir las descargas que acabaron con su vida, lanzó vivas a
la revolución. Le siguieron cuatro sujetos más y a ellos otros tres jóvenes con
quienes el Che decidió simular un fusilamiento, para darles un susto. El resto
fueron absueltos porque se trataba de “…algunos muchachos provenientes de las ciudades y otros
campesinos que se habían dejado tentar por la vida libre, sin sujeción a
ninguna regla y, a la vez, regalada que les ofrecía el Chino Chang”3.
Los tres condenados al simulacro de fusilamiento fueron
atados a sendos árboles con los ojos vendados. El pelotón tomó ubicación y una
vez efectuada la descarga, al ver que no habían muerto, uno de ellos corrió
hasta donde se encontraba el Che, lo abrazó con fuerza y le dio un sonoro beso
en la mejilla, más descarga de tensiones que otra cosa4.
Testigo presencial de aquellos hechos fue el periodista
Andrew Saint George, que se hallaba de regreso con la guerrilla para hacer nuevas
notas y dejar constancia de los hechos tomando fotografías5.
A aquellas ejecuciones les siguieron las de Dionisio Oliva,
el mismo campesino que había ayudado a desenmascarar a Eutimio Guerra,
convertido ahora en salteador y bandido, la de su cuñado Juan Lebrigo y la del
“Bisco” Echevarría, hermano de Manuel Echevarría Martínez, uno de los
expedicionarios del “Granma”. Este último también pidió morir en combate para
no deshonrar a su familia pero como su deseo fue rechazado, solicitó lápiz y
papel para escribirle a su madre explicándole que las causas de su ejecución
eran justas.
A
comienzos de octubre, el Che se encontraba de regreso en El Hombrito, decidido
a iniciar la construcción de un campamento permanente al que pensaba convertir
en su base de operaciones, una infraestructura industrial destinada a sostener
la presencia permanente de la guerrilla en la sierra, según Jon Lee Anderson,
con todo lo necesario para la subsistencia. Y en ese sentido, puso manos a la
obra de manera eficaz, casi obsesiva, asistido por dos estudiantes
universitarios que acababan de llegar de la capital, a quienes encomendó la
construcción de una represa en el río El Hombrito, destinada a proveer energía
eléctrica al hospital de campaña. Junto con eso, mandó levantar un horno de
pan, depósitos, una barraca y una imprenta que le permitió fundar “El Cubano
Libre”, diario guerrillero cuya primera edición estuvo lista en el mes de
noviembre6. También construyó una panadería, una granja, un corral
para guardar porcinos, una zapatería-talabartería, en la que reparaban el
calzado, fabricaban cartucheras y correajes y hasta una armería destinada a la
elaboración de minas terrestres, granadas para fusiles (llamadas “Spoutnik” en
honor del satélite que Rusia acababa de poner en órbita iniciando la carrera
espacial) e incluso obuses.
El
broche de oro fue la gran bandera negra y roja del Movimiento 26 de Julio con
la leyenda “Feliz 1958”,
que se pensaba izar a fin de año en un mástil que estaba pronto a ser clavado
en el centro del campamento.
Como
para reforzar las defensas de aquel enclave, Guevara hizo cavar trincheras,
construir refugios antiaéreos, organizar resguardos y montar puestos de
observación en diferentes puntos de la sierra, cubriendo los accesos a la base
y sus adyacencias.
No
pasó mucho para que las tropas de Sánchez Mosquera se adentrasen en la región,
tomando una ruta a través del valle contiguo a Mar Verde, mientras destruían
todo a su paso, ya fueran fincas, bohíos, corrales, almacenes y cabañas.
Urgido
por detener su avance, el Che adelantó a Camilo con órdenes de montar una
emboscada a mitad de camino e inmediatamente después se puso en marcha
siguiendo sus pasos, con el firme propósito de efectuar un rodeo y atacar desde
la retaguardia.
En
esos momentos, el enemigo trepaba dificultosamente las laderas, urgido por
alcanzar el campamento guerrillero, lo que dio tiempo al Che para sorprenderlo
por los flancos.
Sánchez
Mosquera habíoa logrado sacarle una buena distancia a las fuerzas rebeldes,
ignorando que se dirigía directamente hacia la emboscada de Camilo.
Durante
la marcha, el perrito que la tropa del Che había adoptado como mascota, dio con
la tumba de un soldado, prueba incuestionable de que el ejército había pasado
por el lugar y que avanzaba directamente hacia la trampa. Casi sin detenerse,
el Che siguió su marcha hacia la aldea de Mar Verde, decidiodo a interceptar y
batir su retaguardia.
Encontraron
el lugar completamente desierto, sin un alma a la vista, ni en las calles ni en
el interior de las viviendas pues sus habitantes habían huido precipitadamente,
dejando todo abandonado.
En
la entrada del caserío, Guevara alzó el brazo y mandó hacer un alto para
recuperar fuerzas, algo que la tropa agradeció profundamente. Inmediatamente
después, los combatientes sacrificaron un cerdo y lo asaron, ansiosos por dar
cuenta de él. Esa noche, durante el “banquete”, uno de sus hombres tomó su
guitarra y amenizó la velada con bellas canciones.
A
la mañana siguiente (29 de noviembre), los dos exploradores que el Che había enviado
la noche anterior a recorrer los alrededores, regresaron con la noticia de que
Sánchez Mosquera acampaba a menos de 2 kilómetros de allí y
que Camilo aguardaba en su posición, esperando que el Che atacara primero.
El
comandante decidió actuar con celeridad, ordenando levantar campamento
para
iniciar un desplazamiento veloz hacia el vivac enemigo. De esa manera,
después
de una travesía accidentada a través de la espesura, la columna alcanzó
las
márgenes del río Turquino y allí se detuvo para que su jefe distribuyese
a la
gente, colocándola de frente a las vías de acceso en lo que parecía un
punto
bastante vulnerable y expuesto. Durante la marcha, se produjo un hecho
triste y desagradable, que turbó profundamente a los combatientes. En un
determinado momento, el cachorrito que llevaban como mascota se puso a
ladrar desesperadamente, generando con ello el consabido peligro de ser
detectados por el enemigo. Félix, el más encariñado de todos, intentó
callarlo pero fue en vano. Entonces Guevara, mirando a su subalterno, le
ordenó que matara al animal, "Félix, ese perro no da un aullido más, tu te encargarás de hacerlo. Ahórcalo. No puede volver a ladrar".
El pobre soldado no sabía que hacer pero ante la mirada intimidante de
su jefe, sacó una soga que llevaba guardada y ahorcó al perrito ahí,
frente a toda la tropa, que miraba apenada y silenciosa. El comandante
lo explicaría muy bien en su diario: "Los cariñosos movimientos de su
cola se volvieron convulsos de pronto, para ir poco a poco
extinguiéndose al compás de un quejido muy fijo que podía burlar el
círculo atenazante de la garganta. No se cuanto tiempo fue, pero a todos
nos pareció muy largo el lapso pasado hasta el fin. El cachorro, tras
un último movimiento nervioso, dejó de debatirse. Quedó allí esmirrado,
doblada su cabecita sobre las ramas del monte".
Camilo Cienfuegos |
El
Che se ubicó detrás de unos árboles y allí esperó, acompañado por tres o cuatro
hombres. Al cabo de varios minutos, apareció lo que parecía ser la vanguardia
de Sánchez Mosquera, integrada por al menos cinco soldados que avamzaban
cautelosamente entre el follaje.
Temeroso
de perder el efecto sorpresa, Guevara alzó su pistola, apuntó y disparó,
errándole al primer soldado por muy poco. Se desencadenó entonces un furibundo
tiroteo que forzó a los soldados a correr en busca de cobertura mientras sus
compañeros devolvían la agresión.
Los
guerrilleros acribillaron la finca en la que los soldados habían montado su
cuartel pero en el intercambio de disparos Joel Iglesias, que en esos momentos
perseguía a un grupo de soldados, cayó gravemente herido, alcanzado por seis
balazos, quedando tendido sobre la hierba mientras perdía abundante sangre.
El
Che dio indicaciones ordenando su evacuación en dirección a El Hombrito e
incluso él mismo ayudó a recogerlo y sacarlo de la línea de fuego.
Cuando
los hombres que cargaban a Joel se perdieron en el follaje, regresó a su puesto
de combate y siguió disparando, comprobando, no sin preocupación, que el
enemigo estaba bien apostado y que resistía el ataque con determinación.
En
ese preciso instante, se percibieron en la selva una serie de movimientos que
atrajeron la atención de los guerrilleros. Al parecer, Sánchez Mosquera estaba
recibiendo refuerzos y eso comprometía la situación de los combatientes, de ahí
el intento desesperado del Che por mantenerlos alejados. Gritando por sobre el
fragor del combate, el comandante le ordenó a Ciro Redondo que se adelantase
contenerlos, a lo que aquel respondió alzando su pulgar derecho.
De
haber intuido lo que iba a suceder, el Che hubiera evitado toda maniobra e
incluso tal vez, se hubiese replegado, pero nada le hizo preveer el funesto
desenlace.
En
cumplimiento de la orden, Ciro se incorporó y echó a correr hacia delante pero
a los pocos metros, una bala le atravesó la cabeza, matándolo en el acto.
El
Che sintió una tremenda impotencia al ver caer al mejor de su mejor pero nada
pudo hacer, solo echar una maldición y seguir disparando para descargar su ira.
Cerca
de las 17.00, las fuerzas del gobierno quebraron las líneas guerrilleras y eso
obligó a sus cuadros a retirarse, llevándose a la rastra a cinco hombres
heridos.
El
repliegue hacia El Hombrito fue en extremo sacrificado, con las tropas
gubernamentales pisándoles los talones y los heridos volviéndose más pesados.
Llegaron a marchas forzadas y se dispusieron a resistir, preparando las
defensas y tomando posiciones.
Dos
días después, Sánchez Mosquera alcanzó El Hombrito, forzando al Che a retirarse
hacia La Mesa, previa evacuación de heridos y suministros; lo hizo sembrando el
terreno con las mismas minas que había fabricado en su propio arsenal pero,
para su desazón, al poco tiempo comprobó que las mismas no habían estallado.
La
primera en evacuar el sector fue la vanguardia, seguida inmediatamente después
por el grueso de la columna. Debían alcanzar los Altos de Conrado, paraje
denominado de esa manera en honor de un combatiente, tomando a través de una
senda ascendente, por un terreno irregular, hasta una casa abandonada donde el
Che tenía pensado montar una nueva emboscada.
En
verdad el lugar era ideal para la celada, por eso Guevara, después de estudiar
el terreno, parapetó a su gente tras una saliente que bloqueaba parte del
camino, situando a
Camilo
en un montículo de árboles con él un tanto retrasado, y al grueso de su fuerza
a ambos lados del sendero, posición en la que permanecerían cerca de tres días,
sin moverse, esperando a las fuerzas enemigas que no se dignaban aparecer.
Su
vanguardia debía abatir al primer soldado que apareciese por el sendero y las
dos secciones principales acribillar desde ambos costados al grueso de la
columna enemiga, en tanto la retaguardia cargaría de frente.
El
Che y otros dos hombres constituían una suerte de reserva, que se ubicaría a
unos 20 metros
detrás del dispositivo, en un punto bastante al descubierto aunque ideal para
brindar cobertura en caso de repliegue o cambio de posiciones.
Allí
se encontraban los guerrilleros, esperando al enemigo, cuando este apareció repentinamente,
avanzando por la espesura.
Violando
su propia orden de mantenerse inmóviles en sus puestos hasta que el enemigo
estuviese a tiro, Guevara se incorporó para ver que sucedía y ni bien lo hizo,
se escuchó un disparo que precedió a un violento intercambio de fuego.
Pudo
haber sido un combate desigual porque las tropas gubernamentales accionaron sus
obuses pero los proyectiles cayeron lejos y eso permitió a los rebeldes batir a
discreción el sector ocupado por sus oponentes, antes de que estos cayesen en
la cuenta de que sus disparos se iban largos.
Una
bala alcanzó el pie derecho del Che, que comenzó a sangrar abundantemente y
mientras el dolor le invadía buena parte del cuerpo, escuchó ruidos entre el
follaje, evidenciando la proximidad de varios hombres. Eran soldados de
Batista, quienes después de rodear las posiciones guerrilleras, se aproximaban
por detrás intentando rodear la línea de fuego.
Viéndose
indefenso, habiendo gastado su cargador, el Che intentó arrastrarse para
recoger el arma que se le había caído al ser herido. En ese preciso momento se
le aproximó “Cantinflas” gritando que se retiraba porque se le había trabado el
fusil. El argentino lo insultó y mientras reponía su carga de municiones, le
ordenó alejarse. A su alrededor el tiroteo arreciaba en tanto los gritos de los
contendientes llegaban desde todas direcciones, convirtiendo el ambiente en un
infierno.
Herido
en su amor propio, Cantinflas logró destrabar el arma pero al incorporarse para
disparar, recibió un impacto de que lo tumbó pesadamente sobre la hierba.
El
proyectil le entró por el brazo izquierdo y le salió por el omóplato,
provocando una importante pérdida de sangre. Al ver a su hombre herido el Che
intentó arrastrarse hacia él para retirarlo de la línea de fuego. Haciendo un
esfuerzo supremo, llegó junto al cuerpo de su subalterno y al ver que estaba
conciente, le preguntó si podía andar.
-Creo
que si – le respondió.
De
esa manera, siempre a la rastra, se fueron alejando hasta que varios metros más
adelante lograron incorporarse y juntando fuerzas de donde no la tenían echaron
a correr en dirección a una casa abandonada, distante a un par de kilómetros
del lugar.
Durante
el repliegue, se toparon con otros combatientes, quienes al verlos en esas
condiciones, se ocuparon de asistirlos. Cantinflas fue colocado sobre una
camilla y evacuado por dos combatientes, no así el Che, que se negó a ello y
siguió a pie un trecho, pero los dolores lo obligaron a detenerse y aceptar la
ayuda que se le ofrecía. Tragándose su orgullo, dejó que lo cargaran y una vez
en la grupa de un caballo fue retirado del lugar.
En
el improvisado refugio, Guevara organizó una nueva emboscada en La Mesa e
inmediatamente después le escribió a Fidel poniéndolo al tanto de su situación.
En la misiva pedía armas y aseguraba haber abatido al menos a tres soldados
aunque en la retirada había perdido el fusil, aclarando sobre el final que no
había logrado tomarle armas al enemigo y que estaba herido.
“Lamento muchísimo no haber
seguido tu consejo, pero la moral de los hombres estaba bastante baja… y
consideraba que mi presencia en las primeras líneas era absolutamente
necesaria. Sin embargo, en general me cuidé mucho y la herida fue accidental…”7.
En
un primer momento, el Che creyó que estaba perdido pero al cabo de un tiempo,
comprendió que su situación no era tan grave pues el enemigo había
desaprovechado la ventaja y en un movimiento que su jefe entendió, era táctico,
se retiró del sector para reagruparse. Otra buena noticia fue exitosa
intervención a la que había sido sometido Joe Iglesias, quien se recuperaba de
sus heridas.
El
Che también fue intervenido. El médico (se había incorporado recientemente a la
guerrilla) le extrajo la bala con una hoja de afeitar y después de colocarle un
apósito, lo puso a descansar, indicándole que permaneciese en el refugio hasta
que pudiese caminar.
Pero
eso era imposible porque ni bien se sintió aliviado, Guevara se incorporó y
ordenó a sus hombres alistar sus armas y el equipo para regresar a El Hombrito.
No
fue una marcha fácil, pero lo que se encontraron al llegar les hizo olvidar
todas sus penurias; el lugar había sido arrasado, sus instalaciones destruidas
o incendiadas y solo algunos gatos y puercos se veían aquí y allá buscando
alimento.
Aquello
enfureció al Che quien se la tomó con la gente del llano por no haberle enviado
más armas.
En
este punto Anderson hace hincapié en las desavenencias que surgieron entre el
comandante argentino y el Directorio Nacional luego de la muerte de Frank País.
Según el autor norteamericano, Guevara no sentía simpatías por aquella gente y
ellos tampoco por él. ¿Las causas? Simples. El Che parecía ignorar a la
dirigencia del movimiento y eso quedó demostrado cuando comenzó a tratar
directamente con los proveedores de armas, sin efectuar las consultas
correspondientes. El Directorio, encabezado por Armando Hart y Daniel (René
Ramos Latour), sucesores de País, veía con preocupación la total independencia
que Fidel había concedido aquel extranjero engreído, dejándolo obrar por su
cuenta, con absoluta autonomía y autoridad. Para muchos eso era peligroso
porque el Che mostraba con mayor frecuencia su faceta extremista e incluso
parecía ejercer cierta influencia sobre el jefe máximo de la guerrilla, algo
que no podía suceder de ninguna manera.
Armando Hart |
Era
evidente que el Directorio perdía poder al tiempo que el Che lo incrementaba y
eso aumentaba la tensión; veían en el argentino a un marxista en potencia,
decidido a todo y eso les asustaba, de ahí el viaje de Daniel y Celia Sánchez a
la sierra para tratar el asunto con Fidel.
Los
recién llegados trajeron consigo un mensaje de Armando Hart dando cuenta de la
inminente alianza con Prío Socarrás y “ciertos círculos diplomáticos” con
quienes venían pactando desde hacía algún tiempo. Se referían lisa y llanamente
a la embajada de los Estados Unidos, de quien esperaban obtener apoyo, cosa que
irritaba profundamente al Che Guevara y lo ponía cada vez más belicoso.
Mientras
tanto, en La Habana y las principales ciudades del país, se sucedían crímenes
brutales perpetrados por las fuerzas del gobierno, incluyendo matanzas de
campesinos en la sierra, procedimientos que comenzaron a minar la relación de
Batista con Washington.
En
esos días, el coronel Alberto del Río Chaviano, aquel que había polemizado con
Fidel en los medios gráficos y que se hizo célebre por la captura, tortura y el
asesinato del grupo asaltante del cuartel Moncada, fue ascendido a general y
designado comandante de las fuerzas punitivas que debían operar en Oriente,
medida que coincidió con el precio puesto a la cabeza de Castro8.
Como
respuesta, el M-26 contraatacó asesinando a numerosos militares y funcionarios
de gobierno, el primero de ellos el mismísimo Gallego Morán, a quien se acusó
de haber desertado hacia las filas gubernamentales y pasar información. Poco
después fue ajusticiado el coronel Fermín Cowley Gallegos, el chacal de
Holguín, comandante del Regimiento 8 de aquella ciudad, responsable de crímenes
salvajes, como el de las Pascuas Sangrientas9 y la masacre de los
expedicionarios del “Corynthia”, ejecutado por un comando subversivo en
dependencias de la Cuban Air Co.
Con
el fin de dañar la economía cubana, Castro ordenó quemar los cañaverales de la
isla, incluyendo el de su familia en Birán. De esa manera, hombres provistos de
material inflamante salieron a recorrer los campos, provocando varios incendios
que pese a su magnitud, no llegaron a perjudicar demasiado la producción
nacional10.
El
momento parecía propicio porque el país atravesaba un período de bonanza debido
a las inversiones extranjeras y el precio internacional del azúcar, el tabaco y
el café, además del níquel que se extraía de Oriente. Las reservas del Banco
Nacional estaban aumentando y ello permitió ampliar las instalaciones
portuarias en La Habana y generar un boom turístico con buena afluencia de
veraneantes a hoteles, casinos y balnearios.
René Ramos Latour "Daniel" |
A
todo esto, Castro respondió la nota de Armando Hart encomendándole que su
representante en los Estados Unidos organizase la delegación que debía asistir
en su nombre a la convención a llevarse a cabo en Miami el 1 de noviembre,
recomendándole especialmente la confección de una lista con los nombres de los
candidatos a integrarla, para su análisis. En lo que respecta a Daniel, rechazó
terminantemente sus acusaciones contra el Che y lo envió de regreso a Santiago
con la misión de conseguir armas y municiones mientras a Celia Sánchez le pidió
que permaneciese a su lado, porque deseaba mantener una presencia femenina en
la guerrilla.
El
1 de noviembre de 1957 tuvo lugar la gran convención de Miami en la que quedó
constituida la Junta de Liberación Cubana. La misma dejó afuera a los
comunistas pero dio amplia cabida a elementos del M-26.
Los
debates fueron apasionados y los pronunciamientos encendidos y tras ardua
deliberación, se establecieron los puntos básicos de su programa, a saberse:
- Renuncia de Batista. - Llamado a elecciones libres. - Retorno al estado de derecho. - Incorporación de la guerrilla castrista a las fuerzas armadas cubanas. - Creación de puestos de trabajo. - Elevar el nivel de vida.
- Renuncia de Batista. - Llamado a elecciones libres. - Retorno al estado de derecho. - Incorporación de la guerrilla castrista a las fuerzas armadas cubanas. - Creación de puestos de trabajo. - Elevar el nivel de vida.
La
novedad inquietó a Castro y enfureció al Che, que vio en todo ello una movida
para satisfacer a Washington. Para el primero, el peligro radicaba en que la
declaración no ponía impedimentos a la formación de una junta militar luego del
triunfo de la revolución y dejaba al descubierto que Felipe Pazos ambicionaba
el poder al presentarse en nombre del M-26 y hablar por él. Eso fue lo que
provocó la indignación general cuando la noticia llegó a la sierra y el rechazo
de los términos cuando Daniel y Armando Hart le escribieron a Fidel pidiéndole
su parecer.
La
tensión se adueñó del espectro opositor cubano. Castro se sintió traicionado y
Raúl pidió la inmediata ejecución de Pazos por entender que ambicionaba la
presidencia. Aún así, el primero contuvo su ira y esperó que la gente del llano
y las ciudades tomasen posición.
Quien
se hallaba fuera de sí era el Che, que el 9 de noviembre le escribió nuevamente
a Fidel desde La Mesa, para exigirle que emitiese un documento condenando lo
resuelto en la asamblea, para publicarlo en “El Cubano Libre” y distribuirlo
por todo Oriente y, de ser posible, en toda la isla. Los términos de aquella
nueva carta fueron mucho más duros pues hablaba directamente de la desconfianza
que le inspiraba el Directorio Nacional y de las sospechas que le generaban sus
dirigentes, exigiendo, en consecuencia, adoptar medidas urgentes. En caso de no
hacerlo, presentaría su renuncia y se alejaría.
El
documento, fundamental en su esencia, fue el aliciente que Castro necesitaba
para decidirse a actuar. Cuatro días después, le respondió aprobando todos sus
planteos y dando a entender que se iba a pronunciar.
El
15 de noviembre el Che le envió a Fidel una tercera carta en la que manifestaba
su entusiasmo por la decisión tomada pero ponía especial énfasis en que debía
actuar de inmediato, pues urgía impedir la injerencia de Estados Unidos.
Siguiendo
el consejo de su amigo, Castro denunció el Pacto de Miami como una traición
lisa y llana contra Cuba y el movimiento revolucionario, acusando a los
firmantes de haber actuado con tibieza y cobardía (Ver Anexo VI).
Inmediatamente después le envió copias al Che, al Directorio Nacional y a los
signatarios del Pacto y se dispuso a campear el temporal. Ni bien la recibió,
el Che se apresuró a imprimir 10.000 ejemplares para su distribución.
Felipe Pazos |
El
Che, por su parte, le envió una dura carta a Daniel definiéndose sin ambages
como marxista y acusándolos, tanto a él como al Directorio, de derechistas y
blandos por haber permitido que la convención de Miami ignorase olímpicamente
al ejército rebelde.
El
remitente rechazó enérgicamente los términos y acusó a Guevara de pretender
sujetar a Cuba al la órbita soviética. Además, aclaró que si bien el pacto no
había sido de su agrado, entendía que el mismo debía ser sometido a la mesa
directiva del M-26 para que la misma definiese su posición12.
Era
evidente que se había producido un quiebre en las fuerzas antigubernamentales y
que el ejército rebelde podía perder el respaldo del llano y las ciudades. La
novedad corrió como reguero de pólvora por toda la isla y puso en alerta a la
oposición13.
Para
entonces, los efectivos de la Columna 4 hacía rato que recibían adoctrinamiento
político.
Sabiendo
que el Che hablaba cada vez con mayor frecuencia de “socialismo” y “marxismo”
(algo que inquietaba bastante a Fidel), el Partido Socialista Popular intentó
contactarlo para desarrollar una estrategia y para ello envió como emisario a
Pablo Ribalta, un maestro de raza negra que había estudiado en la Universidad
Estudiantil de Praga y se había graduado en la escuela de cuadros políticos del
PC.
Miembro
del Secretariado Nacional de la Juventud Comunista de Cuba, el enviado viajó a
la sierra a mediados de 1957 luego de que el Che solicitara una persona con sus
características para llevar a cabo el adoctrinamiento de la tropa.
Ribalta,
hombre alto y extrovertido, llegó a La Mesa a través de Bayamo, cuando el Che
se hallaba en campaña. Para entonces, el lugar se había convertido en el
epicentro de la guerrilla, con sus barracas, sus corrales para la cría de aves
y porcinos, su improvisado hospital de campaña, la usina eléctrica, la
imprenta, la talabartería, en la que se reparaba el calzado y se fabricaban
gorras, cartucheras y correajes, la fábrica de habanos y la armería donde se
trabajaba en una suerte de mortero, el “M-26”, arma elemental consistente en un rifle
lanza granadas montado sobre un trípode, que debía estar listo antes de fin de
año.
Cuando
Guevara estuvo de regreso, Ribalta y él trabaron buena relación; dos meses
después montaron la tan mentada escuela de adoctrinamiento en Minas del Frío,
sobre las laderas del pico Turquino y cuando todo estuvo listo comenzaron la
instrucción de los cuadros.
Satisfecho
con su labor, Guevara le sugirió al recién llegado que hiciese instrucción como
guerrillero y como era de esperar, aquel aceptó.
Faure Chomón |
Y
no era para menos. El argentino no solo intentaba volcar a sus subordinados
hacia la extrema izquierda sino, incluso, atraer al campesinado para
adoctrinarlo e incorporar a la lucha, de ahí las frecuentes visitas que comenzó
hacer a fincas y aldeas.
La
medida sirvió también para revertir cierta tendencia negativa que estaba
dañando el reclutamiento de combatientes pues desde hacía algún tiempo, los
pobladores de la región se alejaban de la guerrilla, temerosos de las
represalias del ejército.
Durante
las noches, en el campamento, después de la cena, el Che y Ribalta comenzaban
sus lecciones hablando de Lenín, de Marx, de Engels, de la revolución
bolchevique y sus alcances, omitiendo con mucha astucia las brutalidades del
régimen en tiempos del primero y sobre todo bajo el terror stalinista. De esa
manera, se organizaron grupos de estudio en los que se abordaban temas que iban
desde historia de Cuba hasta estrategia militar, pasando por nociones de
marxismo y posiblemente, algo de doctrina gramsciana. Fue en ese período que
Guevara comenzó a bosquejar su artículo “Guerra y población campesina”, que
publicaría una vez finalizada la revolución.
Finalizando
el primer año de guerra, el Che tenía definida su posición y comenzaba a
mostrarla abiertamente mientras convertía a su columna en una fuerza
extremista, audaz y fanática, decidida a cumplir sus designios hasta las
últimas consecuencias, aún a riesgo de la propia vida y de la de terceros.
Lejos de allí, las centrales de inteligencia de las naciones occidentales, con
Estados Unidos a la cabeza, comenzaban a ver con recelo el creciente poder de
aquel exaltado que el propio Fidel Castro parecía alimentar.
Crecía
la inquietud en el Departamento de Estado y con ello el temor de un brote comunista
en el Caribe.
Notas
1 Extraído
de Jon Lee Anderson, op. Cit. p. 274.
2 Ernesto
“Che” Guevara, op. Cit. p.179.
3 Ídem, p.
180.
4 De
acuerdo a lo que el Che apunta en su diario, fue por pedido de Fidel que se les
perdonó la vida a los tres condenados. Se convertirían en excelentes soldados.
5 Su
trabajo para la revista “Look” fue premiado. Muchos analistas creen que se
trataba de un agente encubierto de la CIA enviado a la sierra para reunir información
sobre Fidel Castro.
6 Desde
hacía algún tiempo, el campamento contaba con una vieja impresora de 1903 que
el Che mandó traer especialmente desde Santiago.
7 Ernesto
“Che” Guevara, op. Cit. p.280.
8 Se
ofreció una recompensa de u$s 100.000
a quien lo entregase vivo o muerto.
9 Se trata
de la ejecución de veintitrés jóvenes opositores, acaecida en Holguín, entre el
23 y el 25 de diciembre de 1956, poco antes del desembarco del “Granma”. Su
líder, Pedro Miguel Díaz Coello, cabecilla del M-26, fue apresado el día 25 y
conducido junto a varios compañeros a una finca de las afueras de Aguas Claras,
donde Cowley y sus secuaces aguardaban para interrogarlos. El dirigente fue
sometido a torturas y cuando apenas le quedaba un hilo de vida, fue conducido
hasta el barrio del Corralito, más precisamente al terraplén que una a esa
localidad con Santa Lucía y lo ejecutaron de un disparo en la cabeza, para
colgar su cuerpo de un árbol. Un comando
del M-26 dirigido por el capitán William Gálvez e integrado por Carlos Borjas,
Alex Urquiola Marrero, Dagoberto Sanfield, Ramón Cordero, Alfredo Abdón y Fredesvinda
Pérez, interceptó a Cowley en dependencias de la Cuban Air Co., y lo ejecutó de
varios disparos.
10 En la
película Che!, Guevara es quien le da
la idea a Castro, lo que según algunas fuentes, parece haber sido cierto.
11 Por aquellos
días circuló una versión según la cual, Earl Smith le sugirió a Allen Dulles,
director general de la CIA, el envío de un agente encubierto a Sierra Maestra,
para infiltrarlo en las filas de Castro ¿Se trataba acaso del periodista Andrew
Saint George?
12 Hay
quienes dicen que el Che envió la carta a Daniel antes de que Fidel se
pronucniara contra el Pacto de Miami.
13 En esos
días, comenzaron a circular las 10.000 copias del pronunciamiento contra el
Pacto de Miami que el Che mandó imprimir en su campamento. Su texto sería
reproducido íntegramente por la revista “Bohemia” en su edición del 2 de
febrero del año siguiente.