sábado, 3 de agosto de 2019

LA MUERTE DE PERÓN



1 de julio de 1974. La cureña de Perón avanza hacia el Congreso

El 24 de mayo se llevó a cabo un acto multitudinario en el Teatro Nacional Cervantes donde el Congreso Justicialista eligió a sus nuevas autoridades. Perón y su esposa resultaron reelectos mientras las 200 personas que se dieron cita desde las 09:30 a.m. coreaban sus nombres y entonaron cánticos alusivos.
La asamblea comenzó a las 10:50 bajo la presidencia del senador Humberto Martiarena y la vicepresidencia de Alejandro Díaz Bialet y tras la votación de rigor dejó constituida la mesa directiva, designando a Martiarena presidente, Enrique Osella Muñoz vicepresidente primero, Carlos Bocalandro vicepresidente segundo, Juana Larrauri, Armando Casas Nóbregas y Ricardo Falú secretarios. Al efectuarse el escrutinio para escoger a los 16 integrantes del consejo nacional partidario, el público de pie aclamó al presidente y su esposa para el nuevo período. Elegidos los vocales, a las 11:25 se pasó a un cuarto intermedio en espera del primer mandatario y su compañera de fórmula. El tránsito había sido cortado sobre la Av. Córdoba, entre Cerrito y Talcahuano y por Libertad, entre Viamonte y Paraguay y la policía pedía identificación a los transeúntes que circulaban por el sector.


La llegada de matrimonio Perón se produjo a las 11:45 y generó un revuelo de proporciones; los periodistas fueron autorizados a ingresar y el público prorrumpió en gritos y aplausos, obligando a esperar varios minutos para que el mandatario hiciese uso de la palabra.
Sentado en el estrado junto a Isabel y López Rega, Perón agradeció las muestras de afecto y manifestó su inmensa alegría por estar en ese lugar tan caro a su sentir (fue donde Evita fundó el Partido Peronista Femenino) y poder saludar a todos los peronistas del país.
Una vez más, su discurso fue lúcido y sereno. Se prolongó casi media hora y durante el mismo abordó todos los temas inherentes al movimiento, desde el gregarismo como factor decisivo aunque necesario, la institucionalización que fue necesario aplicar a través de los comandos de exiliados, la necesidad de mantener el Comando Superior y dejar actuar a los órganos locales durante el destierro, la disciplina partidaria y sobre todo la concientización de los peronistas de gobernar el movimiento y la Nación sin la recurrente necesidad de su persona.
Al día siguiente, asistió a los festejos por el 164º aniversario de la Revolución de Mayo luciendo su uniforme de gala. Lo primero que hizo aquella mañana fue saludar al personal militar en la Quinta de Olivos, compartir el desayuno con ellos y conceder algunas entrevistas antes de partir hacia el centro, para asistir al Te Deum que el cardenal Antonio Caggiano celebraría en la Catedral Metropolitana en horas del mediodía.
En el transcurso de la tarde recibió a diversas delegaciones y por la noche concurrió junto a Isabel a la velada de gala en el Teatro Colón, siempre escoltado por su temible custodia, encabezada por Rodolfo Almirón y Miguel Ángel Rovira.
Perón mantuvo su agenda hasta el 12 de junio cuando pronunció el memorable discurso en Plaza de Mayo ante la inmensa multitud que se dio cita para apoyarlo tras los hechos acaecidos el 1 de mayo. Nadie lo imaginaba pero esa sería su última aparición en público. 
Dicen las malas lenguas que unas horas antes había hablado de renunciar, molesto porque sectores gremiales y empresariales intentaban sabotear el “pacto social” con aumentos de precios y desabastecimiento, pero eso parece otro de los mitos surgidos post-mortem.
Perón se dirige  la concurrencia en el Teatro Nacional Cervantes durante
el Congreso Justicialista el 24 de mayo de 1974

(Imagen: "La Razón")

De los trascendidos y los “se dice” estamos curados de espanto, de ahí nuestras reservas antes de dar crédito a semejante versión: “Dicen que días después llamó a Ana Guzzetti para decirle tal cosa”, “Dicen que después del 1 de mayo mantuvo una reunión secreta con los montoneros para tal otra”, “Dicen que al enterarse del derrocamiento de Allende lloró apenado”, “Dicen que López Rega y su entorno lo tenían secuestrado”.
Lo cierto es que aquel día, una nueva aglomeración cubrió el centro de Buenos Aires hasta donde alcanzaba la vista aguardando su aparición en los balcones.
Se asomó a las 11:25, enfundado en un sobretodo a cuadros pequeños, grises y blancos, con cuello negro. Lo hizo flanqueado por Isabel, López Rega, Casildo Herrera y el entorno de siempre. Debió esperar cinco minutos para dar comienzo al discurso porque el rugido que se elevó desde la plaza no paraba y los tambores redoblaban con inusitada energía. 
Era un día plomizo y helado, detalle que sin saberlo, iba a incidir en su salud y en la historia nacional. Perón alzó los brazos para hacer su célebre saludo, mientras su esposa y la gente a su alrededor sonreía impactada ante la imponente vista que ofrecía la muchedumbre. 

Compañeros:
Retempla para mí el espíritu por ver en presencia de este pueblo que toma en sus manos la responsabilidad de defender la patria.

Comenzó diciendo:

Creo, también, que ha llegado la hora de que pongamos las cosas en claro. Estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la República y en esta lucha no debe faltar un solo argentino que tenga el corazón bien templado.
Sabemos, sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas. Pero, pero sabemos  también que tenemos a nuestro lado al pueblo, y cuando el pueblo se decide a la lucha, suele ser invencible.

En este punto, la masa prorrumpió en vítores, cánticos y aplausos.

-¡¡Perón, Perón, Perón!!

Hoy coincide en esta circunstancia de lucha, que tenemos a nuestro lado al pueblo, y nosotros no defendemos ni defenderemos jamás otra causa que la causa del pueblo.
Yo sé, yo se que hay muchos que quieren desviarnos en una o en otra dirección; nosotros conocemos perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin influenciarnos ni por los que tiran de la derecha ni por los que tiran de la izquierda.

-¡¡Bravo mi general. Viva Perón!! ¡¡Viva Perón c….!!

-¡¡Peronistas, ni yanquis ni marxistas!! –se aunaron las voces- ¡¡Peronistas, ni yanquis ni marxistas!!

EI Gobierno del Pueblo es manso y es tolerante, pero nuestros enemigos deben saber que tampoco somos tontos.

Una nueva exclamación se elevó al cielo de un millón de gargantas.

Mientras nosotros no descansamos para cumplir la misión que tenemos y responder a esa responsabilidad que el pueblo ha puesto sobre nuestros hombros, hay muchos que pretenden [manejarnos] con el engaño o con la violencia. Nosotros, frente al engaño y frente a la violencia, impondremos la verdad, que vale mucho más que eso.
No queremos que nadie nos tema; queremos, en cambio, que nos comprendan. Cuando el pueblo tiene la persuasión de su destino, no hay nada que temer. Ni la verdad, ni el engaño, ni la violencia, ni ninguna otra circunstancia, podrá influenciar sobre este pueblo en un sentido negativo, como tampoco podrá influir sobre nosotros para que cambiemos una dirección que, sabemos, es la dirección de la Patria.

-¡¡¡Bravo, viva Perón!!! – gritaba la gente encendida - ¡¡Perón, Perón, Perón!!
12 de junio de 1974. Perón se dirige al pueblo por última vez
(Imagen: "La Razón")

Tambores y redoblantes atronaban la atmósfera; a esa hora nadie pensaba en el frío ni en la posibilidad de lluvia.

Sabemos que en esta acción tendremos que enfrentar a los malintencionados y a los aprovechados. Ni los que pretenden desviarnos, ni los especuladores, ni los aprovechados de todo orden, podrán, en estas circunstancias, medrar con la desgracia del pueblo.
Sabemos que en la marcha que hemos emprendido tropezaremos con muchos bandidos que nos querrán detener; pero, pero con el concurso organizado del pueblo, nadie puede detener a nadie.
Por eso deseo aprovechar esta oportunidad para pedirle a cada uno de ustedes que se transforme en un vigilante observador de todos estos hechos que quieren provocarse y actúe de acuerdo a las circunstancias.
Cada uno de nosotros debe ser un realizador, pero ha de ser también un predicador y un agente de vigilancia y control para poder realizar la tarea, y neutralizar lo negativo que tienen los sectores que todavía no han comprendido que es lo que  tendrán que comprender.

Otro aullido ensordecedor partió de la concurrencia; era un grito de guerra que respondía el llamado a las armas formulado por el conductor.

-¡¡¡Los vamos a reventar a esos hijos de p…!!! ¡¡Lo vamo a reventar, lo vamo a reventar!! 

Compañeros.
Esta concentración popular me da a mí el respaldo y la contestación a cuanto dije esta mañana.
Compañeros, por eso deseo agradecerles la molestia que se han tomado de llegar hasta esta plaza.
Yo llevaré grabada en mi retina este maravilloso espectáculo, en que el pueblo trabajador de la ciudad de Buenos Aires y de la provincia de Buenos Aires me trae el mensaje que yo necesito.
Compañeros, con este agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República nuestros deseos de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas consignas, que más que mías son del pueblo argentino, nosotros las defenderemos hasta el último aliento.
Compañeros, para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Finalmente, compañeros, les agradezco profundamente el que hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que para mí, es la palabra del pueblo argentino.

En ese punto, el centro de Buenos Aires volvió estallar. La multitud saltaba, gritaba, deliraba y hasta pareció que se abalanzaba hacia el palacio de gobierno con la clara intención de ingresar. La marea humana se movió como una ola gigantesca hacia los muros rosáceos pero afortunadamente, nada sucedió.
Allí estaba el pueblo, los peronistas genuinos, la masa trabajadora y, a no dudarlo, la derecha justicialista. Los grandes ausentes fueron los montoneros, la Tendencia y la izquierda en general contra la que, sin ninguna duda, había apuntado el discurso. Incluso se habían dado veladas instrucciones de estar en alerta y aprestarse a defender el movimiento en caso de ser necesario. Ya veremos cómo algunos sectores recogieron la antorcha y cumplieron la directiva.
Uno de los escasos pasajes válidos del subjetivo film La República Perdida es cuando la voz en off dice que discurso pareció una despedida.
“Perón llamó a la reflexión para evitar horas aciagas a la República” –se leía en el encabezado de “La Nación” el jueves 13 de mayo- “Reafirmó que retornó al país para lanzar un proceso de liberación nacional para consolidar la independencia; acusó a ‘minorías irresponsables’ y aseguró que serán sancionados funcionarios que violen el acuerdo social; paro general de apoyo al Presidente y reunión en Plaza de Mayo; renunciaron todos los ministros”. Paradójicamente, el 16 de junio, partidarios de de la Revolución Libertadora, que los había y muchos, llevaron a cabo una serie de homenajes en diversos puntos del país.
"Llevo en mis oídos la más maravillosa música que para mí
es la palabra del pueblo argentino"
(Imagen: "La Razón
")


Entre los muchos actos que se organizaron ese día, destacó especialmente el que tuvo lugar frente al Panteón Naval de la Chacarita en memoria del almirante Benjamín Gargiulo, uno de sus principales cabecillas del alzamiento.
Como se recordará, el 16 de junio de 1955 Buenos Aires fue bombardeada por la Aviación Naval y se transformó en escenario de una cruenta batalla que tenía como objetivo matar a Perón. La asonada se cobró la vida de medio millar de personas y el triple de heridos, sin contar los daños materiales que se produjeron ni las posteriores secuelas.
Sobre el final de la jornada, al comprobar el fracaso de la revuelta, el alto oficial naval se encerró en su despacho del Ministerio de Marina y se quitó la vida disparándose un tiro. 

Olvidar la historia es entregar la Patria. Nosotros, los argentinos que llevamos como estandarte el pensamiento de Mayo, la defenderemos a costa del mayor sacrificio. Por eso nos encontramos hoy en este lugar, donde descansa uno de los grandes: el almirante Benjamín Gargiulo. 

Con esas palabras el único orador de la jornada, Luis F. Moneta, presidente de la Agrupación Demócrata Argentina, expresó el sentir de un importante sector de la ciudadanía frente a familiares, amigos y simpatizantes del movimiento.

¡Almirante Gargiulo -finalizó expresando Moneta-, en este día, nuestro día, prometemos fidelidad a la causa que costó vuestra vida! 


Se hallaban presentes para rendir homenaje el vicealmirante Samuel Toranzo Calderón, principal cabecilla del levantamiento, los generales Elbio Anaya y Federico Toranzo Montero y el capitán de navío Aldo Molinari, quienes procedieron a descubrir la placa colocada frente al mausoleo. Moneta también hizo alusión al general Benjamín Menéndez, líder de la revuelta de 1951, al almirante Isaac Francisco Rojas y al teniente general Pedro Eugenio Aramburu, condenando su artero asesinato1.
La Revolución Libertadora también se moviliza. Homenaje al
almirante Benjamín Gargiulo en el Panteón Naval de la Chacarita

(Imagen: "La Razón")

Después de aquel multitudinario acto en Plaza de Mayo, Perón desapareció de la escena y no se lo volvió a ver. Su salud comenzó deteriorarse y enseguida comenzaron a circular rumores sobre lo precario de su estado.
A mediados de mes, Isabel emprendió una recorrida por Europa en tanto su marido permanecía recluido, al cuidado de sus médicos personales Pedro Cossio y Jorge Taiana. Una angina de pecho contraída aquella tarde y agravada en os días siguientes acabaron por sentenciarlo.
Aún así, la vicepresidenta siguió adelante con su gira y el 24 estuvo en España donde de Franco la Orden de Isabel la Católica.
Al día siguiente fue secuestrado David Kraiselburd, director del periódico “El Día” de La Plata y el 28 se anunció que Perón había donado sus haberes militares al Hospital de Niños y al de Ancianos Nuestra Señora de Luján de Burzaco. El acto tuvo lugar sin su presencia, en el salón continuo al despacho de la comandancia, en el Edificio Libertador y estuvo a cargo del teniente general Leandro E. Anaya quien hizo entrega a los directores de las mencionadas entidades de los documentos bancarios correspondientes.
El 28 de mayo se hablaba con insistencia de un agravamiento en la salud del presidente. La Secretaría de Prensa y Difusión brindó un primer comunicado a las 13:10 indicando que “El jefe del Estado, teniente general Juan Perón, no concedió audiencias durante la mañana de hoy, permaneciendo, como en las últimas jornadas, en la residencia presidencial de Olivos. El despacho oficial fue atendido por Secretaría”.
El día anterior, a las 19:30, los doctores Cossio y Taiana brindaron su propio informe, dando cuenta de su situación.

El jefe de Estado padece desde hace 12 días de una broncopatía infecciosa que por su intensidad ha repercutido sobre su antigua afección circulatoria central. Se aconseja proseguir con reposo absoluto y asistencia médica a fin de cubrir cualquier eventualidad. 

El clima de incertudumbre comenzó a aumentar a partir de ese parte y en el Congreso, las versiones se tornaron constantes y contradictorias.
Ese mismo día Isabel Perón llegó de regreso. Según fuentes no oficiales, había interrumpido su gira abruptamente tras recibir un llamado de Buenos Aires solicitándole su retorno.
Lo hizo a las 17:40, en la Base Aérea Militar de Morón a bordo del Boeing “Canopus” de Aerolíneas Argentinas, matrícula LV-JGP y de manera inmediata abordó un automóvil que partió hacia Olivos fuertemente escoltado. La recibió al pie de la escalerilla el brigadier Héctor Fautario.
El 29 de mayo Perón delegó el poder en ella, quien a las 11:50 dirigió un mensaje por cadena nacional desde la Quinta Presidencial, acompañada por todo el gabinete.

Al pueblo argentino: cumplo con el deber de poner en conocimiento de los habitantes del país, que el excelentísimo señor presidente de la Nación, teniente general Juan Domingo Perón, consciente de que su estado de salud le impedirá, hasta su restablecimiento, atender directamente las necesidades administrativas del Gobierno, y que la marcha ascendente del país obliga a una intensificación de los esfuerzos, de acuerdo a lo dispuesto por el artículo 75 de la Constitución Nacional, ha resuelto delegar el ejercicio de la Presidencia de la Nación en la señora Vicepresidente. Cumpliendo esta voluntad, he asumido en la fecha la primera magistratura de la Nación. Asumo esta extraordinaria responsabilidad bajo la inspiración rectora del señor general Perón. Reclamo la solidaridad de los argentinos y ruego a Dios su alta protección.

Inmediatamente después, la flamante mandataria recibió la adhesión de los gremios y las Fuerzas Armadas quienes manifestaron su disposición a cumplir con lo establecido por la Carta Magna.
Transcurridas cinco horas del anuncio, se dio a conocer la noticia del restablecimiento de la salud de Perón. Lo hizo la Secretaría de Prensa y Difusión a través de un comunicado oficial que fue leído en cadena a las 19:55.

Es un deber informar a toda la población, ante contradictorias versiones respecto de la salud del teniente general Juan Domingo Perón, que su afección ha experimentado una sensible mejoría en las últimas horas.
Es también un deber señalar que, por prescripción médica y para lograr que su dolencia evolucione favorable y rápidamente, el teniente general Perón continuará guardando reposo en la residencia presidencial de Olivos.
Es por ello que se recomienda a toda la población mantener la tranquilidad, interpretando el deseo del teniente general Perón, quien confía en su pronto restablecimiento para retomar directamente sus tareas habituales de gobierno.
También se señala que el teniente general Perón desea expresar su profunda gratitud por las unánimes muestras de adhesión y afecto que recibe la señora María estela Martínez de Perón al haberse hecho cargo, transitoriamente, del ejercicio del Poder Ejecutivo nacional.
La Secretaría de Prensa y Difusión informará permanentemente a la opinión pública sobre la evolución de salud del general Perón. 

El 30 de junio, sin embargo, los rumores de un agravamiento eran insistentes y se hablaba de ello en todos los ámbitos del gobierno y el quehacer nacional. Finalmente, la mañana del 1 de julio, la ciudadanía recibió con estupor la contundente noticia: Perón había muerto.
La Argentina pareció temblar. Primero fue un gran silencio y luego las corridas de rigor. El hombre que había marcado a fuego la historia nacional, el que había encabezado la primera revolución social del continente, el que había instaurado el fascismo finalizada la gran contienda, dado refugio a los peores criminales de guerra y a científicos devenidos en prófugos; el que había puesto en marcha un vigoroso programa armamentístico e industrial y una política de desafío a las grandes potencias del planeta manipulando la política de numerosas naciones del hemisferio, había dejado de existir.
América Latina contuvo el aliento y las miradas del mundo se volvieron hacia nuestro país. El deceso abría un panorama inquietante no solo a nivel nacional sino incluso regional. 
Increíblemente, su último acto de gobierno fue aceptar la renuncia de Cámpora como embajador en México, indicando expresamente que no se le agradeciesen “los importantes servicios patrióticos prestados” lo cual, como señala el Dr. Pedro Cossio (h) en la carta enviada a la agrupación La Cámpora el 18 de junio de 2012, constituyó un terrible desaire2 y una clara señal hacia los sectores de izquierda.
29 de mayo de 1974. Perón delega el mando en su esposa quien anuncia
la decisión por cadena nacional rodeada por ministros y militares

(Imagen: "La Razón")

A las 10 a.m., el líder justicialista mandó llamar al padre Héctor Ponzo, capellán del Regimiento de Granaderos a Caballo y le pidió que lo preparase para su deceso. El sacerdote le tomó las manos y juntos rezaron el Yo pecador; ni bien terminaron, el sacristán le entregó el frasco con agua bendita y cumpliendo con la voluntad del mandatario, lo puso bajo la protección del Sagrado Corazón de Jesús.
Minutos después el hombre fuerte de la Argentina perdió la conciencia y cerca de las 10:15 falleció, reconfortado con los últimos sacramentos. En silencio, profundamente conmovido, el jefe de la Casa Militar, coronel Carlos Alberto Corral, se inclinó sobre él y le besó la frente. Afuera, su igual en el rango, Jorge Sosa Molina, comandante del Regimiento de Granaderos a Caballo, ordenó los aprestos para rendir los correspondientes honores militares3.
La funeraria contratada para el servicio fue la empresa “Paraná”, la cual se hizo presente poco rato después. Una ambulancia ingresó por la puerta de la calle Villate seguida por otro vehículo de la firma y su personal se apersonó ante la guardia solicitando autorización para proceder.
El anuncio se hizo por la Cadena de Radio y Televisión Nacional a las 14:10 horas, cuando una María Estela Martínez de Perón visiblemente conmovida anunció con la voz quebrada que el líder había fallecido.

Al pueblo argentino.
Estamos viviendo horas aciagas, circunstancia que debe retemplar el espíritu del pueblo argentino en un sentido de verdadera unidad nacional. El presidente de los argentinos ha dado a su patria y al continente latinoamericano la más grande expresión de grandeza y humanismo cristiano. Entregó su vida en holocausto a la libertad pacífica de los pueblos. Hasta sus últimos instantes trabajó por la unidad nacional, continental y universal. Con gran dolor debo transmitir al pueblo el fallecimiento de un verdadero apóstol de la paz y la no violencia.
Asumo constitucionalmente la primera magistratura del país, pidiendo a cada uno de los habitantes la entereza necesaria dentro del lógico dolor patrio para que me ayuden a conducir los destinos del país hacia la meta feliz que Perón soñó para todos los argentinos.
Ruego a amigos y adversarios que depongan las pasiones personales en bien de una patria libre, justa y soberana. Que Dios me ilumine y me fortifique para cumplir con lo que Dios y Perón me otorgaron como misión.

La imagen de López Rega parado detrás del sillón de la flamante presidenta, con sus manos apoyadas sobre el respaldo, fue todo un símbolo, más por hallarse un paso delante de los otros ministros. Por un instante, las cámaras dejaron de enfocar a la mandataria para tomarle un primer plano en momentos en que se llevaba la mano izquierda al rostro para enjugarse las lágrimas.
Ni bien terminó de hablar, la acongojada Isabel recibió las condolencias de todos los presentes e inmediatamente después se retiró a sus aposentos para prepararse. Le esperaban jornadas largas y agobiantes.
Una hora y media después del deceso, Antonio Avelino Perón, sobrino del presidente fallecido, hijo de su hermano Mario, ingresó furtivamente en la habitación, acompañado por su esposa Olga Moreno. La imagen de su tío acostado apaciblemente sobre la cama lo conmovió profundamente. Por un instante le pereció que dormía. “Daba una sensación de descanso, inclusive como una sensación de paz y serenidad infinita”4.
Permanecieron allí un tiempo, en silencio, hasta que su tía María Estela los mandó llamar para reunir a todos los familiares en el living de la residencia y agradecerles su presencia. Se hallaban presentes otros sobrinos de Perón, entre ellos Fora Alicia, Olinda Argentina, Lía Vicenta, su esposo y algunos sobrinos nietos.
Los empleados de la funeraria vistieron cuidadosamente al presidente, colocándole su uniforme de gala; cuando terminaron, lo pasaron muy cuidadosamente a una camilla y dieron aviso a los responsables para que lo condujeron hasta el pequeño ermita del predio, donde otros dependientes habían instalado la capilla ardiente. A las 14:10 el secretario general de la CGT, Adelino Romero, decretó un cese general de actividades en señal de duelo, lo mismo su colega de la CGE Julio Broker.
En la Argentina el culto a los grandes muertos tiene mucho de faraónico, reminiscencias que nos remontan al antiguo Egipto. Se les rinde culto, se los embalsama, se los exhibe y se los entierra con un fausto pocas veces visto en el siglo XX. Así ocurrió con Evita, cuyas exequias impresionaron al mundo (y lo hacen aun), con Hipólito Yrigoyen y en menor medida con Carlos Gardel. Todos fueron impresionantes, apoteósicos y multitudinarios.
Si las exequias de Evita fueron colosales, las de Perón duraron las igualaron. Millones de personas se congregaron para rendirle tributo, cientos de miles pasaron frente a sus restos durante cuatro días y como en 1952, Buenos Aires pareció una escena de Wagner.
El líder justicialista fue velado en la quinta de Olivos desde el momento de su deceso hasta las 8 a.m. del 2 de julio, cuando sus restos fueron trasladados a la Catedral Metropolitana para la misa de cuerpo presente que oficiaría allí monseñor Caggiano. Desde que se habilitó la capilla ardiente hasta esa hora, la procesión por la residencia fue incesante: ministros, secretarios, funcionarios de gobierno, representantes de las fuerzas armadas, sindicalistas, empresarios, militantes.
Isabel anuncia al mundo el fallecimiento de Perón

El cajón fue cerrado, cubierto por la bandera argentina cruzada por un crespón negro y sobre él se colocaron la gorra y el sable del presidente.
Inmediatamente después un grupo de soldados lo tomó de las manivelas y lo colocó sobre una cureña enganchada a un vehículo militar.
El cortejo se puso en marcha a las 9 a.m. con el carrier descapotado al frente, conducido por un oficial del ejército y otro en el asiento contiguo, ambos en uniforme de combate. Le seguían los automóviles oficiales llevando en su interior a María Estela y sus allegados, escoltados por dos hileras de granaderos a caballo con sus uniformes históricos.
Miles de personas se agolpaban a ambos lados de la Av. Libertador para ver pasar la columna y ese número irá en aumento a medida que se iba acercando a la Capital Federal. 
Los Granaderos introdujeron el cajón a hombros en la Catedral en tanto afuera se apiñaba el gentío como no se veía desde las honras de Evita en 1952. Columnas de diversa procedencia convergían por Avenida de Mayo, Diagonal Norte, Diagonal Sur, la calle Rivadavia y sus adyacentes, intentando llegar al templo, pero circular se había tornando imposible por el aglomeramiento. Finalizada la ceremonia, el féretro fue colocado nuevamente en la cureña y trasladado hasta el Palacio del Congreso en tanto la población mostraba su congoja de las más diversas maneras.
Pese a la lluvia y el frío, más de un millón de personas se congregaron en torno al Parlamento; 2000 corresponsales extranjeros llegaron del exterior para cubrir la noticia; 135.000 personas desfilaron frente al féretro ubicado en el Salón Azul y desde todo el mundo llegaron condolencias y muestras de pesar.
Presidentes y representantes de las principales naciones viajaron a Buenos Aires para asistir a los funerales, los tres primeros Juan María Bordaberry, Hugo Banzer y Alfredo Stroessner. Doce oradores hicieron uso de la palabra, entre ellos Balbín cuyo “…este viejo adversario despide a un amigo” fue reproducido hasta lo inimaginable por la posteridad.
Ex presidentes, dirigentes sindicales, representantes de los partidos políticos, de las entidades sociales y culturales, de las Fuerzas Armadas, de la Suprema Corte de Justicia, gobernadores, legisladores, intendentes y militantes estuvieron allí para despedir al caudillo.
Pero lo más importante fueron las repercusiones que la muerte de Perón tuvo en el exterior, fiel reflejo de la trascendencia de su figura.
Por esos días, el presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, se hallaba de viaje en Moscú para dialogar con Leonid Breznev. Al enterarse del deceso, interrumpieron ambos los encuentros que venían manteniendo desde hacía días para expresar su adhesión. En Roma la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) se hizo tiempo para adherir al duelo, lo mismo la Conferencia sobre Desarme celebrada en Ginebra. El presidente de Brasil, Ernesto Geisel, supo la noticia en vuelo, cuando regresaba a Brasilia desde el norte del país y ahí mismo decretó tres días de duelo nacional y se puso a redactar las condolencias para el gobierno argentino.
Como es de imaginar, las naciones del mundo colocaron sus banderas a media asta, lo mismo las Naciones Unidas en su sede de Nueva York.
Por entonces, se disputaba en Alemania el campeonato mundial de fútbol. A sabiendas del deceso, en todos los partidos se hizo un minuto de silencio en su memoria, lo mismo en el Mundial de Básquet que se jugaba en San Juan de Puerto Rico.
Las principales ciudades del globo le rindieron honores y en casi todas se organizaron actos, homenajes y misas, siendo d destacar la que el Papa Paulo VI rezó en el Palacio Apostólico del Vaticano la mañana del 2 de julio. Ni hablar de diarios, revistas, noticieros y radios que de un extremo al otro del planeta cubrieron ampliamente la noticia.
El cuerpo de Perón permaneció allí hasta las 9:30 del jueves 4 de julio, cuando fue retirado para ser devueltos a Olivos.
El carrier con la cureña descendió la explanada del Congreso rodeado por una guardia del Ejército en uniforme de combate, seguida por otra de la Marina y tomaron por Av. Callao en dirección a Libertador.
El pueblo desfila frente al féretro en el Salón Azul del Congreso

Una cobertura transparente protegía al cajón del aguacero mientras avanzaba escoltado por los Granaderos a Caballo. La multitud lo seguía por Callao bajo otra lluvia, en este caso de de flores, en tanto a ambos costados de la arteria, la gente lloraba bajo sus paraguas, lanzaba vivas y entonaba cánticos, conscientes todos del momento histórico que se estaba viviendo.
Lo que nadie imaginaba, era que los despojos, dentro del féretro, habían sido acondicionados para su posterior embalsamamiento y que un cuerpo de especialistas aguardaba en Olivos para iniciar su tratamiento5.
Ya en la quinta presidencial, los granaderos bajaron el féretro de la cureña y lo condujeron hasta la cripta en la capilla, donde antes de ser depositado, monseñor Caggiano ofició una nueva misa.
Acababa de cerrarse un capítulo clave de la historia argentina y comenzaba otro, cargado de inquietud e incertidumbre.
El 1 de julio de 1974 marcó un antes y un después en la política nacional. Para algunos fue la antesala del infierno pero el mismo ya estaba instalado desde hacía años y tendía a aumentar, llevando al caos, la descomposición de las instituciones y el derrumbe del gobierno.
Donde la incertidumbre se tornó más notoria fue en el seno del movimiento, atomizado como se hallaba en numerosas agrupaciones que aguardaban el momento propicio para asaltar el poder. Ahora sí el peronismo sin Perón se hacía realidad y mostraba un vacío inquietante ante la falta de figuras capacitadas como para tomar sus riendas y mantenerlo encauzado. Nubes tenebrosas asomaban en el horizonte.



Imágenes


25 de mayo de 1974. Perón saluda a personal militar en Olivos
y luego participa del tradicional desayuno

(Imagen: "La Razón")



El matrimonio presidencial y miembros del gabinete en el Te Deum
(Imagen: "La Razón")

Perón y María Estela Martínez ("Isabel") saludan respetuosamente
a Monseñor Antonio Caggiano después del Te Deum

(Imagen: "La Razón")

Velada de gala en el Teatro Colón

Junto a su esposa y sus ministros en el Palco Presidencial del Colón
(Imagen: "La Nación")
Acto central el Día del Ejército
(Imagen: "La Nación")

12 de junio de 1974. La gente cubre Plaza de Mayo
(Imagen: "La Razón")

Flanqueado por Isabel, López Rega y Casildo Herrera Perón
se dirige por última vez al pueblo

(Imagen: "La Nación")

La prensa informa el deceso del presidente



El preciso instante en que las cámaras dejan de enfocar a Isabel durante el anuncio
por la Cadena Nacional  de Radio y Televisión para enfocar a López Rega
enjugando sus lágrimas

Los Granaderos introducen el féretro a hombres
en la Catedral Metropolitana

María Estela Martínez de Perón ora junto a los restos de su esposo
(Radio La Voz)



Una multitud se congrega frente al Congreso

El carrier con la cureña se aproximan al Parlamento



La gente se aglomera al paso del cortejo



Nota
1 La revolución se reinició en septiembre de 1955 cobrando la magnitud de una contienda fratricida. Luego de seis días de combates por aire, mar y tierra, Perón renunció y marchó al exilio. Sobre las acciones que tuvieron lugar durante la conflagración ver: Alberto N. Manfredi (h). 1955 Guerra Civil. La Revolución Libertador ay la caída de Perón
2 Carta abierta del Dr. Pedro Cossio (h) a La Cámpora, diario “Tribuna de Periodistas”, 18 de julio de 1974
3 Carlos Salvador Mac Donnel, Perón. El hombre que fue un pueblo VIII, capítulo “La Familia Perón”, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2014, pp.73-75.
4 Ídem. 5 Después de ser embalsamado, el cuerpo de Perón fue colocado en un cofre y depositado en la cripta construida especialmente en un sector de la residencia. Tras el golpe de Estado de 1976, el general Jorge Rafael Videla dispuso su remoción y, por supuesto, también los de Evita. Se dice que Isabel solicitó depositar a su esposo en el Panteón Militar del cementerio de la Chacarita, como le correspondía por su grado, pero las autoridades castrenses se negaron. Fue entonces que la familias Perón y Duarte solicitaron autorización para conducirlos a sus respectivas bóvedas familiares, la primera en la mencionada necrópolis y la segunda en La Recoleta, cosa que la junta de gobierno aceptó. Se los condujo hasta allí en medio de un impresionante dispositivo de seguridad. Perón fue ubicado en un nicho ubicado justo debajo de la vereda, el cual fue cubierto un blindex de 70 kilogramos de peso que los militares mandaron hacer especialmente, cerrándolo con doce llaves, las cuales quedaron bajo custodia del escribano del Gobierno. Las mismas solo debían entregarse con expresa orden firmada por el presidente de turno (de facto, se entiende). Perón estuvo allí, en perfecto estado de conservación, hasta el 17 de octubre de 2006, cuando fue trasladado hasta el horrible mausoleo edificado especialmente en la Quinta “17 de Octubre” de San Vicente, en medio de violentos incidentes. En junio de 1987 le fueron serruchadas las manos por un grupo de desconocidos que ingresó en la bóveda y abrió el nicho, sin que hasta hoy se conozca su paradero.


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