1963
Fidel Castro junto a Kruschev en la Plaza Roja |
1963
fue para Cuba un año de transición, luego de los grandes acontecimientos que
habían tenido lugar entre 1961 y 1962. Las relaciones con la URSS se hallaban
en extremo tensas y con el continente americano prácticamente no había
relaciones.
En
Rusia, los altos mandos se devanaban los sesos buscando la de aplacar la ira de
la dirigencia caribeña y en Estados Unidos se elaboraban nuevas estrategias destinadas
a neutralizar la política exterior del régimen castrista, una vez descubierto
el mega atentado del que hiciéramos mención en el capítulo anterior.
El
1 de enero, el gobierno revolucionario decretó a esa fecha como el Día de la
Liberación Nacional. Dos semanas después, Fidel Castro cerró el Congreso de Mujeres de América, inaugurado en La Habana el día 1 y el 22, la representación cubana ante la ONU, denunció la
agresión norteamericana al excluir al país caribeño de la convención postal,
especialmente organizada para sabotearla.
A cuatro días de esa declaración, fuerzas militares
detuvieron en Oriente a una banda se saboteadores, infiltrada por la CIA desde
la Base Naval Caimanera y la península de Florida, prueba de que la guerra de
baja intensidad entre el régimen revolucionario la contrainsurgencia,
continuaba como antes de la invasión a Playa Girón.
El
1 de febrero, tuvo lugar una significativa ceremonia, al egresar la primera
promoción de instructores militares de la Escuela Nacional de Defensa, un total
de 1017 efectivos que pasarían a engrosar las fuerzas armadas de la revolución.
El
5 de ese mes, fue inaugurada la Aduana Socialista y el 7 de febrero se firmó un
convenio comercial con la Unión Soviética que, dada la tensa situación que se
vivía entonces, fue más una señal para los Estados Unidos que un tratado
bilateral de gravitación.
La
tensión con el gran coloso del norte seguía y hasta pareció recrudecer en aquellos
días
El
6 de febrero, Washington dio a conocer un decreto por el cual, no se iban a embarcar
mercaderías con destino a la isla en naves de terceros países, noticia que se
dio a conocer a poco de que la nave cubana “Joven Amelia” fue atacada frente a
las costas de Guantánamo.
Pese
a esos contratiempos y a la sensación de frustración que dominaban los ánimos
en aquellos días, el gobierno revolucionario intentaba seguir adelante con su
programa social y económico, entregando cuatrocientas cincuenta y seis granjas
a trabajadores rurales de Pinar del Río y adquiriendo naves para su incipiente
flota mercante, la primera de ellas, la motonave “Camilo Cienfuegos” y algo más
adelante (15 de junio), el “Andrés González Lines”.
El
24 de febrero el Ministerio de Educación de la Nación anunció con gran pompa
que 47.000 trabajadores habían finalizado el sexto grado del Curso de Superación
Obrero-Campesina, fase fundamental del programa de alfabetización de la
población, impulsado por el Che desde los días de la guerra revolucionaria.
Fidel Castro, por su parte, clausuró el X Congreso Médico y Estomatológico que
se había celebrado en La Habana con la asistencia de delegaciones de algunos
países de América y numerosos representantes del bloque socialista.
Tomás San Gil |
La
guerra contrainsurgente pareció recrudecer cuando el 28 de febrero, la Marina
de Guerra cubana capturó dos lanchas sin identificación, cuyas bodegas se
hallaban cargadas de armas clandestinas; pero especialmente el 2 de marzo, al
producirse un feroz enfrentamiento del Monte de las Cuarenta Caballerías, en
Las Villas, donde el Ejército Rebelde logró neutralizar, al menos por un
tiempo, a la combativa guerrilla de Tomás San Gil1, quien pereció en
el enfrentamiento. Pasados tres días, fueron creadas las tropas
guardafronteras; el 19 de marzo el carguero ruso “Livon”, amarrado en Isabela
de Sagua, fue tiroteado desde una embarcación no identificada y en la semana
siguiente, el buque “Baku” de la misma nacionalidad, fue atacado en aguas
territoriales cubanas, por naves procedentes de Miami, hecho que Fidel Castro
denunció por cadena de radio y TV, el 28 de ese mes.
Mientras
tenían lugar esos hechos, Estados Unidos continuaba presionando en los foros
internacionales.
El
18 de marzo, comenzó en San José de Costa Rica la reunión de presidentes de
América Central, a la que acudió personalmente John F. Kennedy para convencer a
sus pares de “construir un muro en torno a Cuba y prevenir la infiltración
comunista procedente de la isla”. De resultas de ello, al día siguiente se
firmó la Declaración Centroamericana, destinada a apoyar las presiones de la
Casa Blanca sobre La Habana e incrementar, de ese modo, el bloqueo a su
economía. En contraposición, el 28 del mismo mes, se inauguró en Niteroi
(Brasil), el Congreso Continental de Solidaridad con Cuba, que se extendió
hasta el día 30, con la presencia de representantes de izquierda de casi todos
los países del continente.
En
lo que al Che se refiere, en el mes de febrero llevó a cabo una de sus
maniobras más audaces y tiránicas, al disolver el total de los sindicatos
obreros, maniobra arbitraria que, al mejor estilo stalinista, quitó del camino
lo que para él representaba una verdadero escollo. Y como suele suceder en
estos casos, los argumentos que expuso fueron el choque de intereses entre las
centrales de trabajadores y el Estado.
Como
era de esperar, nadie salió a cuestionar su decisión, mucho menos Fidel, que
mantuvo su característico y hermético silencio cuando su par adoptaba medidas extremas.
El
17 de marzo, el Che publicó en “Verde Olivo” su artículo “Pino del Agua I”; el
24 pronunció un extenso discurso en la asamblea
general de trabajadores de la Textilera
Ariguanabo y el 3 de abril hizo lo propio ante profesores y alumnos de
Minas de Frío.
El acontecimiento más importante del año fue, sin
ninguna duda, la visita de Fidel Castro a la Unión Soviética.
Como hemos dicho en varias oportunidades, las relaciones con
Rusia eran en extremo tensas y por esa razón, Kruschev decidió invitarlo,
necesitado como estaba de restañar las heridas producidas por la reciente
crisis y recuperar la amistad de su único aliado occidental.
El
26 de abril, Fidel abordó en el aeropuerto de Rancho Boyeros un avión Tu-114 (matrícula
CCCP-75763) y voló directamente a Murmansk, ciudad portuaria al noroeste de
Rusia, acompañado por una moderada comitiva de la que formaba parte Nicolai
Leonov, cuya misión principal era oficiar de traductor.
La
aeronave se posó en la Base Aérea de Olenegorsk, al sur de la península de
Kola, luego de doce horas de travesía y un aterrizaje problemático en el que el
piloto Mikhail Kostryukevich debió hacer valer su pericia para desenvolverse en
medio de la niebla.
En
el lugar aguardaba una delegación encabezada por el mismísimo Anastas Mikoyán,
con la que el visitante se traslado a la estación del ferrocarril, para cubrir
en tren los 92 kilómetros que los separaban de la ciudad. El líder cubano fue
recibido por la población como si se tratase de una estrella de Hollywood.
Miles
de personas se volcaron a las calles para verlo pasar y exteriorizar su
emoción. Veían en él al héroe romántico que junto a un puñado de aventureros
audaces, había logrado la revolución y hasta enfrentado exitosamente al poder
norteamericano.
Al
día siguiente, Fidel recorrió la zona portuaria, conoció una fábrica de envasar
pescado y luego pasó a la base de submarinos de Severodvinsk, donde los rusos
tenían concentrados buena parte de sus unidades nucleares. Fue un honor jamás
concedido a visitante alguno, sobre todo porque se lo invitó a abordar una de
las naves y a pedido suyo, fueron desplegados sus poderosos cohetes y torpedos.
Tal como explicaría Leonov décadas después, la Unión Soviética estaba dispuesta a permitirle todo con tal de recuperar su amistad; también conoció una base de misiles nucleares (posiblemente Nueva Zembla), centrales atómicas, fábricas de armas, cuarteles, laboratorios y centros de investigación científica a lo largo y ancho del país.
Posando con un grupo de marinos de la Armada del Norte en Severodvinsk |
Tal como explicaría Leonov décadas después, la Unión Soviética estaba dispuesta a permitirle todo con tal de recuperar su amistad; también conoció una base de misiles nucleares (posiblemente Nueva Zembla), centrales atómicas, fábricas de armas, cuarteles, laboratorios y centros de investigación científica a lo largo y ancho del país.
Después
de tres días, la comitiva voló a Moscú, donde llegó escoltada por una formación
de siete cazas ultrasónicos. Allí también lo esperaba una multitud desbordante,
haciendo flamear banderas y entonando estribillos.
Kruschev,
y todo el Politburó lo recibieron con los brazos abiertos; se le concedió la
Medalla de Oro y la Orden de Lenín y se
lo nombró “Héroe de la Unión Soviética” y Doctor “Honoris Causa” de la
Universidad de Lomonosov, una de las principales casas de estudios de la
capital rusa.
El
fervor de la gente se puede apreciar en las numerosas cintas que se rodaron en esos
días. Se la ve en las calles, en los balcones, trepada a árboles, paredes y
techos, agitando pañuelos y vivando su nombre, siempre sonriendo y demostrando
felicidad. Fue tal la acogida que se le brindó, que la hilera humana a ambos
lados del camino, desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad, se extendió
por más de 25 kilómetros.
Los
moscovitas parecían las multitudes delirantes que se agolpaban en Europa y
Estados Unidos para ver llegar a los Beatles. Se veían flamear banderas de
ambos países, carteles, pañuelos en alto y flores que volaban hacia el vehículo
oficial a medida que este avanzaba. Su aureola de héroe lo precedía, lo mismo
su carisma y estampa, que habían hecho mella en el pueblo soviético que lo
consideraba uno de los más grandes
paladines del socialismo.
Durante
los treinta y ocho días que pasó en aquel país, Fidel visitó fábricas,
centrales hidroeléctricas, minas, canteras, escuelas y universidades. Asistió a
una función en el Bolschoi, y habló ante la multitud durante el desfile del 1
de Mayo, luego de rendir a Lenín en su mausoleo. Su discurso del 23 de mayo, en
el Estadio Lenin de Moscú, ante 125.000 personas, duró más de dos horas pero la
gente lo disfrutó y vivó cada una de las frases que tradujo Leonov.
Inmediatamente después, presenció juegos olímpicos y disfrutó de un partido de
fútbol en el que se lo vio muy sonriente, pese a que no se trataba de uno de
sus deportes favoritos.
En
los días que siguieron, viajó en tren a Bratsk, donde recorrió su central
eléctrica, luego siguió hasta el lago Baikal, en plena Siberia, para conversar
animadamente con un grupo de geólogos y aprovechando esa parada, disfrutó de las bellezas del lugar.
De camino a ese destino, el convoy fue
rodeado por centenares de campesinos siberianos
que deseaban verlo y escucharlo. Enterado de lo que ocurría, el líder cubano
bajó al andén, apenas vistiendo su chaqueta militar y mientras saludaba con el
puño en alto, se escucharon vítores y aplausos.
Alguien le pidió que dijera algo y llamado
a su juego, comenzó a hablar mirando de frente al gentío, de pie, sobre los
estribos del vagón. Y fiel a su estilo, lo hizo gesticulando y potenciando cada
palabra. Entonces uno de los campesinos le gritó: “Estamos en Siberia Fidel, cúbrase rápido” y le extendieron un
grueso gabán que rápidamente se colocó. “Lamentablemente,
no tengo nada que ofrecer a cambio”, respondió, mientras buscaba entre sus
ropas, pero de pronto, palpó tres habanos que tenía en el bolsillo derecho de
su pantalón y se los arrojó a la multitud que los encendió y los fue pasando de
mano en mano para aspirar una bocanada.
En
Leningrado, abordó el mítico crucero "Aurora" y depositó una ofrenda
floral en el mausoleo que guarda los restos de sus marinos.
Castro visitó también Irkutsk, Tiflis,
capital de Georgia y lugar de nacimiento del gran compositor Aram Katchaturian;
Tashkenti y la legendaria Samarkanda, ambas poblaciones en Uzbekistan. Incluso
se ha dicho que durante el trayecto, pidió que detuvieran el tren para poder
contemplar la taiga y caminar por ella.
A lo largo del recorrido, en cada una de sus visitas y discursos, Nikolai Leonov ofició de traductor, lo mismo durante las conversaciones que tuvieron lugar en el Kremlin, con los miembros de la Nomenklatura.
1 de mayo de 1963 en la Plaza Roja. Emilio Aragonés, Fidel Castro, Nikita Kruschev y Leónid Breznev. Detrás, Nikolai Leonov y nada menos que Kliment Voroshilov |
A lo largo del recorrido, en cada una de sus visitas y discursos, Nikolai Leonov ofició de traductor, lo mismo durante las conversaciones que tuvieron lugar en el Kremlin, con los miembros de la Nomenklatura.
En la Plaza Roja la multitud lo
ovacionó. Se lo vio escuchar estoicamente el discurso en ruso de Kruschev, parado
junto a Mikoyán, Leonid Breznev y los principales popes del gobierno. También
visitó la redacción del “Pravda”, fue de cacería con los más altos jerarcas,
aprovechó también para practicar esquí y concedió entrevistas en las que
propuso estrechar lazos culturales y económicos. El 20 de mayo viajó a Ucrania
y una vez en Kiev, su capital, pronunció palabras frente a una atenta concentración
de estudiantes.
El viaje sirvió para limar asperezas y
fortalecer los lazos de amistad. A su regreso, Castro era otro y su actitud con
los soviéticos también. En el Kremlin estaban satisfechos porque el hijo
pródigo estaba de regreso y las relaciones, al menos en apariencia, se habían
compuesto.
Una noticia que conmocionó al mundo
ese año fue la muerte de Juan XXIII, acaecida el 3 de junio, luego de un
pontificado de cinco años, muy cuestionado por los sectores de derecha, por
haber convocado el polémico Concilio Vaticano II.
La opinión pública internacional
siguió con atención los acontecimientos que tuvieron lugar en esos días y la
posterior elección de su sucesor, Paulo VI, el 21 de ese mes.
Mientras tanto, la tensión entre Cuba
y Estados Unidos seguía.
El 11 de julio, cincuenta y nueve
estudiantes estadounidenses visitaron la isla para conocer su realidad, viaje que
coincidió con la denuncia formulada por La Habana ante la ONU, después que la
Casa Blanca decretara el congelamiento de sus depósitos en el país del norte.
El 5 de agosto, Washington, Moscú y
Londres suscribieron un tratado de no proliferación de armas nucleares y cuatro
días después, Fidel inauguró el II Congreso de la Asociación Nacional de
Agricultores Pequeños (ANAP), destinado a fomentar la producción. Pero las
agresiones continuaban.
El 18 de aquel mes, un avión sin
insignias bombardeó los depósitos de combustible de la localidad de Casilda, en
Las Villas; al día siguiente, fue atacada con bazookas la Planta de
Sulfometales “Patricio Lumumba”, de Santa Lucía (Pinar del Río) y el 5 de
septiembre pereció el militante Francisco Aguilar Noriega durante un bombardeo
aéreo.
El golpe de Estado contra el
presidente Juan Bosch, en la República Dominicana, generó un clima de
incertidumbre en la región ya que hacía apenas seis meses que había asumido (27
de febrero), después de ganar las elecciones del mes de diciembre. A partir de
ese momento, las exigencias del sector empresarial y el ala militar partidaria
de Trujillo, se hicieron una constante y eso derivó en la asonada, que lo
reemplazó por un triunvirato encabezado por el abogado Emilio de los Santos. El
golpe allanó el camino para la denominada “gesta de abril”, liderada por el
Partido Revolucionario Dominicano, cuyos partidarios reclamaban el regreso del
presidente constitucional, exiliado en esos momentos, en Puerto Rico y acabó
desembocando en la intervención militar norteamericana el 28 de aquel mes2.
El 1 de octubre, cuando el gobierno revolucionario recibía en Rancho Boyeros a Valentina Tereshcova, la primera mujer astronauta, un buque no identificado destruyó el aserradero de Cayo Güin, sobre la costa septentrional de la provincia de Oriente. A esos intentos “desestabilizadores”, respondió el régimen cubano con la segunda ley de Reforma Agraria, promulgada el día 3 y la mucho más controvertida de Reforma Urbana, que aprobó veinticuatro horas después3.
Juan XXIII y Paulo VI |
El 1 de octubre, cuando el gobierno revolucionario recibía en Rancho Boyeros a Valentina Tereshcova, la primera mujer astronauta, un buque no identificado destruyó el aserradero de Cayo Güin, sobre la costa septentrional de la provincia de Oriente. A esos intentos “desestabilizadores”, respondió el régimen cubano con la segunda ley de Reforma Agraria, promulgada el día 3 y la mucho más controvertida de Reforma Urbana, que aprobó veinticuatro horas después3.
Fue la semana en la que se abatió
sobre Cuba el feroz ciclón Flora, devastando amplios sectores de la provincia
de Oriente, con su secuela de muertes y pérdidas materiales. En la oportunidad,
Fidel Castro recorrió la región y prometió ayuda, así como numerosos países del
bloque socialista4.
El anteúltimo día del mes, Fidel habló
por televisión, para denunciar una vez más, las agresiones que Cuba venía
sufriendo desde Estados Unidos. En aquella ocasión, volvió a referirse a las
sanciones económicas, a los actos de sabotaje y los ataques armados organizados
en aquel país y denunció un nuevo intento de invasión por parte de la CIA,
cuando tropas mercenarias a bordo del buque estadounidense “Rex”, se
aproximaron a las costas, para desembarcar efectivos.
En el mes de noviembre, el Che Guevara
pronunció un nuevo discurso en el Foro de Energía Eléctrica que se organizó en
la capital del país. En la oportunidad se refirió a los avances que la
revolución estaba logrando en diferentes ámbitos, anunciando con convicción, la
entrada en la etapa “técnica” de la revolución. Días después, Raúl Castro
explicó los alcances de la ley de Servicio Militar Obligatorio (aprobada el 26
de ese mes), novedades todas que quedaron eclipsadas cuando el 22 de noviembre
la noticia del asesinato de Kennedy, hizo temblar al mundo.
Castro y el Che vieron con asombro la
supresión de su más tenaz enemigo y como tantas personas a lo largo y ancho del
globo, se preguntaban quienes podían haber sido los autores del magnicidio.
Ignoraban que se trataba de un ajuste de cuentas de la mafia, en complicidad
con obscuros sectores del gobierno y mucho se indignaron cuando se hizo
circular la infundada versión de que había Fidel su principal mentor5.
Aún conmocionados por el atentado, el
29 de noviembre los gobernantes cubanos nacionalizaron el total de los
servicios médicos y entre el 2 y 3 del siguiente mes, inauguraron el Centro
Universitario “José Antonio Echeverría” y el Museo de Historia Natural “Carlos
J. Finlay”.
Dallas, 22 de noviembre de 1963. El asesinato de Kennedy conmueve al mundo |
El año finalizó con la visita de uno
de los personajes más desagradables y apasionados de la izquierda
internacional, Dolores Ibarruri, “la Pasionaria”, la violenta dirigente del
comunismo español, quien hizo su arribo procedente de la URSS, donde se hallaba
exilada desde la finalización de la Guerra Civil Española. Pese a las reuniones
con los líderes del gobierno, a su presencia en palcos oficiales durante los
actos, a los discursos y recorridas, la visita no despertó demasiado entusiasmo.
Al respecto, solo existen tibias referencias del Che y alguno que otro
comentario en la prensa cuando lo que uno espera encontrar son decenas de
crónicas, relatos e información al respecto. Tal vez impactó más la
independencia de Kenya, luego de sesenta y ocho años de dominio británico y el
lanzamiento de la sonda soviética Cosmos 21, con aparente destino a Venus, que
la llegada de la emblemática revolucionaria.
Lo que enfureció una vez más al
régimen cubano fue el hundimiento de la torpedera LT-385 por agentes de la CIA,
hecho acaecido en la dársena de Siguanea, Isla de Pinos, un día antes de
Nochebuena6.
No podemos que la figura de la
Pasionaria debió haberle generado algo al Che. Alguna vez tuvo palabras de
elogio para ella y hasta utilizó una o dos frases suyas para sintetizar algo,
pero todo parece indicar que la mítica agitadora llegó a la isla en mal momento
y no recibió la atención que su persona ameritaba.
Imágenes
El pueblo ruso quedó encandilado con Fidel Castro |
Fidel visita una fábrica de camiones, tractores y grúas en las afueras de Moscú. A la izquierda Emilio Aragonés |
El Che habla en el Forum de la Energía Eléctrica |
El asesinato de Kennedy marcó un antes y un después en los años sesenta. Hubo quienes se lo atribuyeron falsamente a Fidel Castro |
Notas
1 Tomás San Gil, “el
Brazo más fuerte del Escambray”, como lo llamaban sus enemigos, segundo jefe
del Ejército de Liberación Nacional, designado por el comandante Osvaldo
Ramírez. Pereció en combate, al intentar rescatar a su lugarteniente, Nilo
Armando Saavedra Gil, en el Monte de las Cuarenta Caballerías.
2 La ocupación norteamericana
se extendió hasta el mes de septiembre de 1966 y de ella participaron, además,
reducidos contingentes brasileros, paraguayos, hondureños, nicaragüenses,
costarricenses, salvadoreños y dominicanos.
3 Por la misma, se les
entregaba a inquilinos y arrendatarios, las viviendas e inmuebles que ocupaban,
en desmedro de sus propietarios, una arbitraria violación de la propiedad
privada.
4 La colaboración
ofrecida por Estados Unidos fue rechazada.
5 Mucho se especuló
sobre quienes fueron los autores del atentado, desde los rusos, deseosos de
vengar la afrenta de la crisis de los misiles, hasta el propio gobierno cubano,
pasando por sectores supremacistas del sur, traficantes de armas, sectas,
elementos de la CIA y el Pentágono e incluso, descabelladas teorías que
incluían a remanentes del nazismo y elementos gubernamentales, deseosos de
ocultar la verdad sobre el fenómeno OVNI.
6 Durante la acción
perecieron el alférez de fragata Leonardo Luberta Noy y los marineros Jesús
Mendoza Larosa, Fe de la Caridad Hernández Jubón y Andrés Gavilla Soto.