jueves, 22 de agosto de 2019

1963

Fidel Castro junto a Kruschev en la Plaza Roja
1963 fue para Cuba un año de transición, luego de los grandes acontecimientos que habían tenido lugar entre 1961 y 1962. Las relaciones con la URSS se hallaban en extremo tensas y con el continente americano prácticamente no había relaciones.
En Rusia, los altos mandos se devanaban los sesos buscando la de aplacar la ira de la dirigencia caribeña y en Estados Unidos se elaboraban nuevas estrategias destinadas a neutralizar la política exterior del régimen castrista, una vez descubierto el mega atentado del que hiciéramos mención en el capítulo anterior.
El 1 de enero, el gobierno revolucionario decretó a esa fecha como el Día de la Liberación Nacional. Dos semanas después, Fidel Castro cerró el Congreso de Mujeres de América, inaugurado en La Habana el día 1 y el 22, la representación cubana ante la ONU, denunció la agresión norteamericana al excluir al país caribeño de la convención postal, especialmente organizada para sabotearla.
A cuatro días de esa declaración, fuerzas militares detuvieron en Oriente a una banda se saboteadores, infiltrada por la CIA desde la Base Naval Caimanera y la península de Florida, prueba de que la guerra de baja intensidad entre el régimen revolucionario la contrainsurgencia, continuaba como antes de la invasión a Playa Girón.

El 1 de febrero, tuvo lugar una significativa ceremonia, al egresar la primera promoción de instructores militares de la Escuela Nacional de Defensa, un total de 1017 efectivos que pasarían a engrosar las fuerzas armadas de la revolución.
El 5 de ese mes, fue inaugurada la Aduana Socialista y el 7 de febrero se firmó un convenio comercial con la Unión Soviética que, dada la tensa situación que se vivía entonces, fue más una señal para los Estados Unidos que un tratado bilateral de gravitación.
La tensión con el gran coloso del norte seguía y hasta pareció recrudecer en aquellos días
El 6 de febrero, Washington dio a conocer un decreto por el cual, no se iban a embarcar mercaderías con destino a la isla en naves de terceros países, noticia que se dio a conocer a poco de que la nave cubana “Joven Amelia” fue atacada frente a las costas de Guantánamo.
Pese a esos contratiempos y a la sensación de frustración que dominaban los ánimos en aquellos días, el gobierno revolucionario intentaba seguir adelante con su programa social y económico, entregando cuatrocientas cincuenta y seis granjas a trabajadores rurales de Pinar del Río y adquiriendo naves para su incipiente flota mercante, la primera de ellas, la motonave “Camilo Cienfuegos” y algo más adelante (15 de junio), el “Andrés González Lines”.
El 24 de febrero el Ministerio de Educación de la Nación anunció con gran pompa que 47.000 trabajadores habían finalizado el sexto grado del Curso de Superación Obrero-Campesina, fase fundamental del programa de alfabetización de la población, impulsado por el Che desde los días de la guerra revolucionaria. Fidel Castro, por su parte, clausuró el X Congreso Médico y Estomatológico que se había celebrado en La Habana con la asistencia de delegaciones de algunos países de América y numerosos representantes del bloque socialista.
Tomás San Gil
La guerra contrainsurgente pareció recrudecer cuando el 28 de febrero, la Marina de Guerra cubana capturó dos lanchas sin identificación, cuyas bodegas se hallaban cargadas de armas clandestinas; pero especialmente el 2 de marzo, al producirse un feroz enfrentamiento del Monte de las Cuarenta Caballerías, en Las Villas, donde el Ejército Rebelde logró neutralizar, al menos por un tiempo, a la combativa guerrilla de Tomás San Gil1, quien pereció en el enfrentamiento. Pasados tres días, fueron creadas las tropas guardafronteras; el 19 de marzo el carguero ruso “Livon”, amarrado en Isabela de Sagua, fue tiroteado desde una embarcación no identificada y en la semana siguiente, el buque “Baku” de la misma nacionalidad, fue atacado en aguas territoriales cubanas, por naves procedentes de Miami, hecho que Fidel Castro denunció por cadena de radio y TV, el 28 de ese mes.
Mientras tenían lugar esos hechos, Estados Unidos continuaba presionando en los foros internacionales.
El 18 de marzo, comenzó en San José de Costa Rica la reunión de presidentes de América Central, a la que acudió personalmente John F. Kennedy para convencer a sus pares de “construir un muro en torno a Cuba y prevenir la infiltración comunista procedente de la isla”. De resultas de ello, al día siguiente se firmó la Declaración Centroamericana, destinada a apoyar las presiones de la Casa Blanca sobre La Habana e incrementar, de ese modo, el bloqueo a su economía. En contraposición, el 28 del mismo mes, se inauguró en Niteroi (Brasil), el Congreso Continental de Solidaridad con Cuba, que se extendió hasta el día 30, con la presencia de representantes de izquierda de casi todos los países del continente.
En lo que al Che se refiere, en el mes de febrero llevó a cabo una de sus maniobras más audaces y tiránicas, al disolver el total de los sindicatos obreros, maniobra arbitraria que, al mejor estilo stalinista, quitó del camino lo que para él representaba una verdadero escollo. Y como suele suceder en estos casos, los argumentos que expuso fueron el choque de intereses entre las centrales de trabajadores y el Estado.
Como era de esperar, nadie salió a cuestionar su decisión, mucho menos Fidel, que mantuvo su característico y hermético silencio cuando su par adoptaba medidas extremas.
El 17 de marzo, el Che publicó en “Verde Olivo” su artículo “Pino del Agua I”; el 24 pronunció un extenso discurso en la asamblea general de trabajadores de la Textilera  Ariguanabo y el 3 de abril hizo lo propio ante profesores y alumnos de Minas de Frío.


El acontecimiento más importante del año fue, sin ninguna duda, la visita de Fidel Castro a la Unión Soviética.
Como hemos dicho en varias oportunidades, las relaciones con Rusia eran en extremo tensas y por esa razón, Kruschev decidió invitarlo, necesitado como estaba de restañar las heridas producidas por la reciente crisis y recuperar la amistad de su único aliado occidental.
El 26 de abril, Fidel abordó en el aeropuerto de Rancho Boyeros un avión Tu-114 (matrícula CCCP-75763) y voló directamente a Murmansk, ciudad portuaria al noroeste de Rusia, acompañado por una moderada comitiva de la que formaba parte Nicolai Leonov, cuya misión principal era oficiar de traductor.
La aeronave se posó en la Base Aérea de Olenegorsk, al sur de la península de Kola, luego de doce horas de travesía y un aterrizaje problemático en el que el piloto Mikhail Kostryukevich debió hacer valer su pericia para desenvolverse en medio de la niebla.
En el lugar aguardaba una delegación encabezada por el mismísimo Anastas Mikoyán, con la que el visitante se traslado a la estación del ferrocarril, para cubrir en tren los 92 kilómetros que los separaban de la ciudad. El líder cubano fue recibido por la población como si se tratase de una  estrella de Hollywood.
Miles de personas se volcaron a las calles para verlo pasar y exteriorizar su emoción. Veían en él al héroe romántico que junto a un puñado de aventureros audaces, había logrado la revolución y hasta enfrentado exitosamente al poder norteamericano.
Al día siguiente, Fidel recorrió la zona portuaria, conoció una fábrica de envasar pescado y luego pasó a la base de submarinos de Severodvinsk, donde los rusos tenían concentrados buena parte de sus unidades nucleares. Fue un honor jamás concedido a visitante alguno, sobre todo porque se lo invitó a abordar una de las naves y a pedido suyo, fueron desplegados sus poderosos cohetes y torpedos.
Posando con un grupo de marinos de la Armada del Norte en  Severodvinsk

Tal como explicaría Leonov décadas después, la Unión Soviética estaba dispuesta a permitirle todo con tal de recuperar su amistad; también conoció una base de misiles nucleares (posiblemente Nueva Zembla), centrales atómicas, fábricas de armas, cuarteles, laboratorios y centros de investigación científica a lo largo y ancho del país.
Después de tres días, la comitiva voló a Moscú, donde llegó escoltada por una formación de siete cazas ultrasónicos. Allí también lo esperaba una multitud desbordante, haciendo flamear banderas y entonando estribillos.
Kruschev, y todo el Politburó lo recibieron con los brazos abiertos; se le concedió la Medalla de Oro y la Orden de Lenín  y se lo nombró “Héroe de la Unión Soviética” y Doctor “Honoris Causa” de la Universidad de Lomonosov, una de las principales casas de estudios de la capital rusa.
El fervor de la gente se puede apreciar en las numerosas cintas que se rodaron en esos días. Se la ve en las calles, en los balcones, trepada a árboles, paredes y techos, agitando pañuelos y vivando su nombre, siempre sonriendo y demostrando felicidad. Fue tal la acogida que se le brindó, que la hilera humana a ambos lados del camino, desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad, se extendió por más de 25 kilómetros.
Los moscovitas parecían las multitudes delirantes que se agolpaban en Europa y Estados Unidos para ver llegar a los Beatles. Se veían flamear banderas de ambos países, carteles, pañuelos en alto y flores que volaban hacia el vehículo oficial a medida que este avanzaba. Su aureola de héroe lo precedía, lo mismo su carisma y estampa, que habían hecho mella en el pueblo soviético que lo consideraba  uno de los más grandes paladines del socialismo.
Durante los treinta y ocho días que pasó en aquel país, Fidel visitó fábricas, centrales hidroeléctricas, minas, canteras, escuelas y universidades. Asistió a una función en el Bolschoi, y habló ante la multitud durante el desfile del 1 de Mayo, luego de rendir a Lenín en su mausoleo. Su discurso del 23 de mayo, en el Estadio Lenin de Moscú, ante 125.000 personas, duró más de dos horas pero la gente lo disfrutó y vivó cada una de las frases que tradujo Leonov. Inmediatamente después, presenció juegos olímpicos y disfrutó de un partido de fútbol en el que se lo vio muy sonriente, pese a que no se trataba de uno de sus deportes favoritos.
En los días que siguieron, viajó en tren a Bratsk, donde recorrió su central eléctrica, luego siguió hasta el lago Baikal, en plena Siberia, para conversar animadamente con un grupo de geólogos y aprovechando esa parada,  disfrutó de las bellezas del lugar.
De camino a ese destino, el convoy fue rodeado por centenares de campesinos siberianos que deseaban verlo y escucharlo. Enterado de lo que ocurría, el líder cubano bajó al andén, apenas vistiendo su chaqueta militar y mientras saludaba con el puño en alto, se escucharon vítores y aplausos.
Alguien le pidió que dijera algo y llamado a su juego, comenzó a hablar mirando de frente al gentío, de pie, sobre los estribos del vagón. Y fiel a su estilo, lo hizo gesticulando y potenciando cada palabra. Entonces uno de los campesinos le gritó: “Estamos en Siberia Fidel, cúbrase rápido” y le extendieron un grueso gabán que rápidamente se colocó. “Lamentablemente, no tengo nada que ofrecer a cambio”, respondió, mientras buscaba entre sus ropas, pero de pronto, palpó tres habanos que tenía en el bolsillo derecho de su pantalón y se los arrojó a la multitud que los encendió y los fue pasando de mano en mano para aspirar una bocanada. En Leningrado, abordó el mítico crucero "Aurora" y depositó una ofrenda floral en el mausoleo que guarda los restos de sus marinos.
Castro visitó también Irkutsk, Tiflis, capital de Georgia y lugar de nacimiento del gran compositor Aram Katchaturian; Tashkenti y la legendaria Samarkanda, ambas poblaciones en Uzbekistan. Incluso se ha dicho que durante el trayecto, pidió que detuvieran el tren para poder contemplar la taiga y caminar por ella.

1 de mayo de 1963 en la Plaza Roja. Emilio Aragonés, Fidel Castro, Nikita Kruschev y Leónid Breznev. Detrás, Nikolai Leonov y nada menos que Kliment Voroshilov 

A lo largo del recorrido, en cada una de sus visitas y discursos, Nikolai Leonov ofició de traductor, lo mismo durante las conversaciones que tuvieron lugar en el Kremlin, con los miembros de la Nomenklatura.
En la Plaza Roja la multitud lo ovacionó. Se lo vio escuchar estoicamente el discurso en ruso de Kruschev, parado junto a Mikoyán, Leonid Breznev y los principales popes del gobierno. También visitó la redacción del “Pravda”, fue de cacería con los más altos jerarcas, aprovechó también para practicar esquí y concedió entrevistas en las que propuso estrechar lazos culturales y económicos. El 20 de mayo viajó a Ucrania y una vez en Kiev, su capital, pronunció palabras frente a una atenta concentración de estudiantes.
El viaje sirvió para limar asperezas y fortalecer los lazos de amistad. A su regreso, Castro era otro y su actitud con los soviéticos también. En el Kremlin estaban satisfechos porque el hijo pródigo estaba de regreso y las relaciones, al menos en apariencia, se habían compuesto.
Una noticia que conmocionó al mundo ese año fue la muerte de Juan XXIII, acaecida el 3 de junio, luego de un pontificado de cinco años, muy cuestionado por los sectores de derecha, por haber convocado el polémico Concilio Vaticano II.
La opinión pública internacional siguió con atención los acontecimientos que tuvieron lugar en esos días y la posterior elección de su sucesor, Paulo VI, el 21 de ese mes.
Mientras tanto, la tensión entre Cuba y Estados Unidos seguía.
El 11 de julio, cincuenta y nueve estudiantes estadounidenses visitaron la isla para conocer su realidad, viaje que coincidió con la denuncia formulada por La Habana ante la ONU, después que la Casa Blanca decretara el congelamiento de sus depósitos en el país del norte.
El 5 de agosto, Washington, Moscú y Londres suscribieron un tratado de no proliferación de armas nucleares y cuatro días después, Fidel inauguró el II Congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), destinado a fomentar la producción. Pero las agresiones continuaban.
El 18 de aquel mes, un avión sin insignias bombardeó los depósitos de combustible de la localidad de Casilda, en Las Villas; al día siguiente, fue atacada con bazookas la Planta de Sulfometales “Patricio Lumumba”, de Santa Lucía (Pinar del Río) y el 5 de septiembre pereció el militante Francisco Aguilar Noriega durante un bombardeo aéreo.
El golpe de Estado contra el presidente Juan Bosch, en la República Dominicana, generó un clima de incertidumbre en la región ya que hacía apenas seis meses que había asumido (27 de febrero), después de ganar las elecciones del mes de diciembre. A partir de ese momento, las exigencias del sector empresarial y el ala militar partidaria de Trujillo, se hicieron una constante y eso derivó en la asonada, que lo reemplazó por un triunvirato encabezado por el abogado Emilio de los Santos. El golpe allanó el camino para la denominada “gesta de abril”, liderada por el Partido Revolucionario Dominicano, cuyos partidarios reclamaban el regreso del presidente constitucional, exiliado en esos momentos, en Puerto Rico y acabó desembocando en la intervención militar norteamericana el 28 de aquel mes2.
Juan XXIII y Paulo VI

El 1 de octubre, cuando el gobierno revolucionario recibía en Rancho Boyeros a Valentina Tereshcova, la primera mujer astronauta, un buque no identificado destruyó el aserradero de Cayo Güin, sobre la costa septentrional de la provincia de Oriente. A esos intentos “desestabilizadores”, respondió el régimen cubano con la segunda ley de Reforma Agraria, promulgada el día 3 y la mucho más controvertida de Reforma Urbana, que aprobó veinticuatro horas después3.
Fue la semana en la que se abatió sobre Cuba el feroz ciclón Flora, devastando amplios sectores de la provincia de Oriente, con su secuela de muertes y pérdidas materiales. En la oportunidad, Fidel Castro recorrió la región y prometió ayuda, así como numerosos países del bloque socialista4.
El anteúltimo día del mes, Fidel habló por televisión, para denunciar una vez más, las agresiones que Cuba venía sufriendo desde Estados Unidos. En aquella ocasión, volvió a referirse a las sanciones económicas, a los actos de sabotaje y los ataques armados organizados en aquel país y denunció un nuevo intento de invasión por parte de la CIA, cuando tropas mercenarias a bordo del buque estadounidense “Rex”, se aproximaron a las costas, para desembarcar efectivos.
En el mes de noviembre, el Che Guevara pronunció un nuevo discurso en el Foro de Energía Eléctrica que se organizó en la capital del país. En la oportunidad se refirió a los avances que la revolución estaba logrando en diferentes ámbitos, anunciando con convicción, la entrada en la etapa “técnica” de la revolución. Días después, Raúl Castro explicó los alcances de la ley de Servicio Militar Obligatorio (aprobada el 26 de ese mes), novedades todas que quedaron eclipsadas cuando el 22 de noviembre la noticia del asesinato de Kennedy, hizo temblar al mundo.
Castro y el Che vieron con asombro la supresión de su más tenaz enemigo y como tantas personas a lo largo y ancho del globo, se preguntaban quienes podían haber sido los autores del magnicidio. Ignoraban que se trataba de un ajuste de cuentas de la mafia, en complicidad con obscuros sectores del gobierno y mucho se indignaron cuando se hizo circular la infundada versión de que había Fidel su principal mentor5.
Aún conmocionados por el atentado, el 29 de noviembre los gobernantes cubanos nacionalizaron el total de los servicios médicos y entre el 2 y 3 del siguiente mes, inauguraron el Centro Universitario “José Antonio Echeverría” y el Museo de Historia Natural “Carlos J. Finlay”.
Dallas, 22 de noviembre de 1963. El asesinato de Kennedy conmueve al mundo

El año finalizó con la visita de uno de los personajes más desagradables y apasionados de la izquierda internacional, Dolores Ibarruri, “la Pasionaria”, la violenta dirigente del comunismo español, quien hizo su arribo procedente de la URSS, donde se hallaba exilada desde la finalización de la Guerra Civil Española. Pese a las reuniones con los líderes del gobierno, a su presencia en palcos oficiales durante los actos, a los discursos y recorridas, la visita no despertó demasiado entusiasmo. Al respecto, solo existen tibias referencias del Che y alguno que otro comentario en la prensa cuando lo que uno espera encontrar son decenas de crónicas, relatos e información al respecto. Tal vez impactó más la independencia de Kenya, luego de sesenta y ocho años de dominio británico y el lanzamiento de la sonda soviética Cosmos 21, con aparente destino a Venus, que la llegada de la emblemática revolucionaria.
Lo que enfureció una vez más al régimen cubano fue el hundimiento de la torpedera LT-385 por agentes de la CIA, hecho acaecido en la dársena de Siguanea, Isla de Pinos, un día antes de Nochebuena6.
No podemos que la figura de la Pasionaria debió haberle generado algo al Che. Alguna vez tuvo palabras de elogio para ella y hasta utilizó una o dos frases suyas para sintetizar algo, pero todo parece indicar que la mítica agitadora llegó a la isla en mal momento y no recibió la atención que su persona ameritaba.


Imágenes





El pueblo ruso quedó encandilado con Fidel Castro


Fidel Castro esquía en las calles de Moscú, la población lo sigue fascinada


Fidel visita una fábrica de camiones, tractores y grúas en las afueras de Moscú.  A la izquierda Emilio Aragonés


Con escolares moscovitas


Momento de distensión. Los jerarcas rusos juegan en la nieve mientras Fidel los observa



El Che habla en el Forum de la Energía Eléctrica



El asesinato de Kennedy marcó un antes y un después en los años sesenta.
Hubo quienes se lo atribuyeron falsamente a Fidel Castro

Notas
1 Tomás San Gil, “el Brazo más fuerte del Escambray”, como lo llamaban sus enemigos, segundo jefe del Ejército de Liberación Nacional, designado por el comandante Osvaldo Ramírez. Pereció en combate, al intentar rescatar a su lugarteniente, Nilo Armando Saavedra Gil, en el Monte de las Cuarenta Caballerías.
2 La ocupación norteamericana se extendió hasta el mes de septiembre de 1966 y de ella participaron, además, reducidos contingentes brasileros, paraguayos, hondureños, nicaragüenses, costarricenses, salvadoreños y dominicanos.
3 Por la misma, se les entregaba a inquilinos y arrendatarios, las viviendas e inmuebles que ocupaban, en desmedro de sus propietarios, una arbitraria violación de la propiedad privada.
4 La colaboración ofrecida por Estados Unidos fue rechazada.
5 Mucho se especuló sobre quienes fueron los autores del atentado, desde los rusos, deseosos de vengar la afrenta de la crisis de los misiles, hasta el propio gobierno cubano, pasando por sectores supremacistas del sur, traficantes de armas, sectas, elementos de la CIA y el Pentágono e incluso, descabelladas teorías que incluían a remanentes del nazismo y elementos gubernamentales, deseosos de ocultar la verdad sobre el fenómeno OVNI.
6 Durante la acción perecieron el alférez de fragata Leonardo Luberta Noy y los marineros Jesús Mendoza Larosa, Fe de la Caridad Hernández Jubón y Andrés Gavilla Soto.