jueves, 22 de agosto de 2019

CRECE LA TENSIÓN EN EL CARIBE

Al tiempo que la CIA y el Pentágono elaboraban planes para Cuba, Fidel Castro comenzaba a militarizar a su pueblo y a hacerle tomar conciencia de que se avecinaban tiempos de guerra.
El 1 de mayo, habló ante otra multitud en la Plaza de la Revolución, previo desfile del Ejército Rebelde y las milicias populares, que ese día mostraron un fervor especial. Tanto él como el Che elogiaron a aquellas falanges y alentaron a la población a armarse y estar preparado para una invasión. Había que luchar, resistir y morir por la revolución, dar la vida por la causa y entregarlo todo para alcanzar la victoria.
Ese día Fidel Castro dijo cosas tremendas, explicó claramente que en caso de morir, su hermano Raúl lo sucedería y que no iba a haber elecciones porque eran los campesinos, los trabajadores y los estudiantes, es decir, el pueblo cubano, quien gobernaba la nación, de ahí lo innecesario de llamar a las urnas. El pueblo aprobó pletórico de entusiasmo y coreó consignas como “¡Cuba si, yankis no!” y “¡Revolución sí, elecciones no!”1.
Un informe del Pentágono al Departamento de Estado, dio cuenta de que las fuerzas armadas cubanas habían aumentado su número a 50.000 hombres y que constantemente se incorporaban civiles a las milicias revolucionarias. De seguir así, la isla contaría con el ejército más poderoso de América Latina, superando incluso a sus pares de la Argentina y Brasil2, sin contar con el hecho de que la injerencia soviética se tornaría una realidad (para muchos analistas, la misma ya había comenzado).

Ante tales avances, Washington aceleró sus movimientos para desestabilizar al régimen. El ex general Tabernilla, segundo en jerarquía después de Batista, se presentó en el Congreso para denunciar la intromisión rusa en la isla y el coronel Ugalde Carrillo, habló por primera vez ante una comisión del Senado, alertando sobre el emplazamiento de bases y misiles.
Sin perder tiempo, agentes de la CIA establecieron contacto con Félix Rodríguez -quien aún no cumplía los veinte años de edad y estaba a punto de graduarse en Pensilvania- y lo convocó a una reunión en el edificio de Langley, Virginia, junto a otros exiliados. La reunión, a puertas cerradas, fue una suerte de prólogo en cuanto a los pasos a que se debían seguir y los planes que en breve, habría que poner en práctica para contrarrestar el peligro de la injerencia soviética en el área.
Anastas Mikoyán
Una primera señal parece haberla dado la guerrilla contrarrevolucionaria que se estableció en el Escambray, integrada mayoritariamente por antiguos combatientes desencantados, universitarios de Las Villas y militantes de la Juventud Católica y el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP).
La presencia del vicepremier ruso Anastas Mikoyan, en el mes de febrero, para asistir a una exposición de ciencia y tecnología, inquietó en extremo los ánimos. El vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética, fue recibido por Castro y el Che y en las reuniones que tuvieron lugar en esos días, no solo se acordó el restablecimiento de las relaciones diplomáticas sino también, la firma de tratados comerciales, el otorgamiento de créditos y la compra de armamento.
La llegada de los primeros petroleros rusos puso en estado de alerta a las multinacionales que operaban en la isla. Eran parte de los acuerdos firmados con Mikoyán y la primera avanzada soviética en el Caribe. Poco después, Raúl Castro partió hacia Moscú y Checoslovaquia -donde permaneció algunos meses- y a su regreso, anunció la adquisición de armamento pesado, incluyendo cañones, tanques y aviones Mig. Le siguieron el envío de los primeros pilotos cubanos, seleccionados para entrenarse en Praga, en el pilotaje de aviones cazas y algo más tarde el viaje de Antonio Núñez Jiménez, en calidad de delegado del INRA, para cerrar los pactos acordados con el vicepremier ruso.
El Che estaba ansioso por actuar y se lo dijo a Alexeiev, exponiéndole un plan en extremo audaz.

El Che, que ya se sentía lo suficientemente confiado para desafiar a las petroleras norteamericanas, reveló a Alexeiev su plan de hacerles una oferta que sólo podrían rechazar, con lo cual tendría el pretexto necesario para  apoderarse de sus instalaciones. El ruso le aconsejó que fuera cauto, pero el Che siguió adelante. El 17 de mayo informó a las petroleras de que podría pagar la deuda si cada una compraba trescientos mil barriles del petróleo soviético que estaba por llegar y lo procesaba en sus refinerías3.

Las corporaciones no supieron responder en el momento y debieron consultar a sus casas matrices. Esso, Standard Oil y Texaco llamaron a los Estados Unidos, la Shell a Holanda y a los pocos días, contestaron que no aceptaban. Sin esperar más, Fidel mandó intervenirlas junto con las refinerías que la Texas Company poseía en Santiago (Resolución 188 del 29 de junio) y anunció a los cuatro vientos que se había alcanzado la soberanía en materia petrolera.
Ese mismo día, instituyó el Instituto Cubano de Petróleo y le ordenó a su titular concentrar allí el crudo necesario para mantener el abastecimiento de combustible, una salida de emergencia para prevenir la escasez.
Los rusos respondían a acciones directas de los Estados Unidos. Necesitaban compensar la presencia de ojivas nucleares en Turquía y Europa occidental y mostrarle a Washington que estaban dispuestos a todo, en especial, después que un avión espía U2 norteamericano, piloteado por el capitán Francis Gary Powers, fuera derribado por un misil SA-2 sobre Sverdlovsk, en el sudeste de Rusia, cuando fotografiaba a gran altura objetivos militares3.      
El incidente y las exclamaciones del propio Eisenhower en el sentido de que su nación tenía derecho de sobrevolar el espacio aéreo de cualquier país en salvaguarda de su seguridad, llevaron a Kruschev a romper el diálogo con Washington e incrementar su accionar.
Ante semejante sucesión de hechos, el 6 de julio el gobierno estadounidense anunció que dejaba de comprar azúcar a Cuba. La novedad significaba algo así como el estallido de una bomba nuclear sobre la isla, en especial para su ministro de Economía, Regino Boti, porque repercutiría directamente en la estabilidad nacional pero eso era exactamente lo que sus dirigentes esperaban y en ese sentido, ya habían adoptado medidas para contrarrestar sus efectos.
Por entonces, el presidente argentino Arturo Frondizi, había ofrecido su servicio como mediador, intentando buscarle una salida a la crisis, pero los mandatarios cubanos le dijeron que no era necesario.
El 10 de julio, el Che Guevara habló en la Plaza de la Revolución, ante cien mil personas, anunciando el apoyo de la Unión Soviética y el ofrecimiento que su premier había hecho, de comprar todo el azúcar que Estados Unidos se negaba a adquirir. La afluencia estalló en una ovación al escuchar sus palabras y entonó encendidas consignas antiimperialistas.
El 28 de ese mes, tuvo a su cargo la apertura del Primer Congreso Latinoamericano de la Juventud, organizado en La Habana, al que acudieron militantes y dirigentes de distintas latitudes -entre ellos Jacobo Arbenz, el ex presidente de Guatemala.
Su extenso discurso fue escuchado con fascinación por los jóvenes activistas, muchos de los cuales, veían por primera vez al mítico comandante.

Si a nosotros se nos hubiera hecho la agresión que se nos hizo con el azúcar y el petróleo y no existiera la Unión Soviética que nos diera petróleo y nos comprara azúcar, se necesitaría toda la fuerza, toda la fe y toda la devoción de este pueblo, que es enorme, para poder aguantar el golpe que eso significaría; y las fuerzas de la desunión trabajarían después, amparadas en el efecto que causarían en el nivel de vida de todo el pueblo cubano, las medidas que tomó ‘la democracia norteamericana’ contra esta ‘amenaza al mundo libre […]. A nosotros se nos ataca, se nos ataca mucho por lo que somos, pero se nos ataca muchísimo más porque mostramos a cada uno de los pueblos de América lo que se puede ser. Y le importa mucho más al imperialismo que las minas de níquel o que los centrales de azúcar de Cuba, el petróleo de Venezuela, o el algodón de México, o el cobre de Chile, o las vacas de Argentina, o la yerba de Paraguay, o el Café de Brasil. Y le importa el total de esas materias primas que nutren los monopolios.

Ese día, el Che se explayó sobre varios temas, siempre con Estados Unidos como blanco.

Todos los miembros del gobierno cubano, jóvenes de edad, jóvenes de carácter y de ilusiones, han, sin embargo, madurado en la extraordinaria universidad de la experiencia y en contacto vivo con el pueblo, con sus necesidades y con sus anhelos […]. Y todos los cubanos, de las ciudades y del campo, hermanos en un solo sentimiento, van siempre hacia el futuro, pensando con una unidad absoluta, dirigidos por un líder en el que tienen la más absoluta confianza, porque ha demostrado en mil batallas y en mil ocasiones diferentes, su capacidad de sacrificio; así como la potencia y clarividencia de su pensamiento […].
Quisiera también saludar hoy, por paradójico que parezca, a la delegación que representa lo más puro del pueblo norteamericano. Y quisiera saludarla, porque no solamente el pueblo norteamericano no es culpable de la barbarie y de la injusticia de sus gobernantes, sino que también es víctima inocente de la ira de todos los pueblos del mundo, que se confunden a veces un sistema social con un pueblo […].
Esa es una de nuestras grandes fuerzas: las fuerzas que se muevan en todo el mundo y que olviden todas las banderías particulares de las luchas políticas nacionales, para defender, en un momento dado, a la revolución cubana. Y me permitiría decirlo, que es un deber de la juventud de América, porque esto que hay aquí es algo nuevo, y es algo digno de estudio. No quiero decirles yo qué tiene de bueno: ustedes podrán constatar lo que tiene de bueno […].
Si a mí me preguntaran si esta revolución que está ante los ojos de ustedes es una revolución comunista [...] vendríamos a caer en que esta revolución, en caso de ser marxista –y escúchese bien que digo marxista– será porque descubrió también, por sus métodos, los caminos que señalara Marx4.

Era una declaración de guerra, que la prensa norteamericana se apresuró a destacar en sus titulares, así como a través de radios y programas de televisión, señalando al Che Guevara como el principal ideólogo de la agresión.
Aquello pareció confirmar los vaticinios que Jules Dubois efectuara desde el “Chicago Tribune” e hizo que su rostro fuera tapa de la importante revista “Time”, tal como había sucedidos con varios de sus compatriotas en años anteriores, entre ellos Perón, Evita y Frondizi.
La nota, en su interior, lo presentaba como el “verdadero genio maléfico” de la revolución, como al cerebro de Fidel Castro y un fanático intolerante que estaba dispuesto a llevar a Cuba a la guerra contra los Estados Unidos. Aclaraba también que como flamante funcionario del Banco Nacional acababa de retirar sus fondos estadounidenses (incluyendo las reservas en oro), para llevárselos a Suiza y advertía sobre las consecuencias que ello implicaba.
Era evidente –según el articulista- que Cuba se preparaba para la guerra y que intentaba extender su influencia al resto de América Latina.

Fidel es el corazón y el alma de Cuba actual, Raúl Castro es el puño que sostiene la daga de la revolución. Guevara es el cerebro. Él es el responsable esencial del giro a la izquierda efectuado por Cuba. Es el elemento más fascinante y más peligroso del triunvirato. Mientras luce una sonrisa  de dulce melancolía, que muchas mujeres encuentran arrebatadora, el Che dirige Cuba con frío cálculo, enorme competencia, gran inteligencia y agudo sentido del humor5.

Por entonces, el Che iba a ser padre por segunda vez (Aleida estaba embarazada de su primer hijo) y se había vuelto a mudar a una casa de dos pisos con jardín, en el barrio de Miramar. Para más, en la segunda quincena de julio su gran amigo, Alberto Granado, se había radicado en la isla y eso le había llenado el espíritu porque el recién llegado estaba decidido a quedarse y colaborar con la revolución. Y ahí se encontraban ambos, como en tantas ocasiones, cuando los primeros cisternas soviéticos amarraron en el puerto con su cargamento de petróleo y armas.
Avión espía U2 derribado sobre Rusia

Otro que también llegó a Cuba por esos días fue David Mitrani, aquel médico con el que el Che había  trabajado en el Hospital General de México quien, como buen hijo de judíos, se había ido un tiempo a Israel para experimentar la vida en los kibutz.
El clima de tensión se advertía por todas partes. Cuba estaba militarizada y era evidente que se estaba armando. Y eso les daba a sus líderes cierta confianza como para amenazar a su colosal vecino norteño.
El 26 de julio, durante un nuevo acto conmemorativo del ataque al Cuartel Moncada, Fidel habló, por primera vez del plan continental de Guevara, es decir, de llevar la revolución a otros países de la región.

…Fidel expresó lo que hasta entonces había sido la visión personal del Che al advertir a sus vecinos latinoamericanos que si no mejoraban las condiciones de vida de sus pueblos, “el ejemplo de Cuba convertiría a la Cordillera de los Andes en la Sierra Maestra del hemisferio”. Fidel puso decir que hablaba en términos simbólicos pero no era así.
El Che sintió una gran emoción ante aquella adopción por parte de Fidel de su plan de “guerrilla continental” combinada con la amenaza velada de Jrushov a Washington”6.

A fines del mes de agosto, el Che disertó ante los estudiantes de medicina y trabajadores de la salud, sobre medicina revolucionaria, dejando en claro que todo aquel que se preciara de ser un verdadero profesional, debía estar preparado para la lucha porque el nuevo orden lo requería. Y para más, el país estaba a punto de ser invadido. Aconsejaba a los jóvenes facultativos incorporarse a las milicias revolucionarias y hacer medicina social y como dice Anderson, con el objeto de incentivarlos, él mismo se puso como ejemplo.
Poco después, mandó llamar al agrónomo y sociólogo de izquierda René Dumont, que intentaba dar una mano en el manejo de la economía local y le propuso trabajar con él. Dumont, nacido en Cambrai, Francia, el 13 de marzo de 1904, había estado en Vietnam (1929) y era un tenaz enemigo del productivismo agrícola, pero también era un crítico del sistema industrial soviético al que veía similar al norteamericano.
Mientras Cuba hacía aprestos militares y se volcaba abiertamente hacia el bloque soviético, el 8 de noviembre John Fitzgerald Kennedy derrotaba en las elecciones presidenciales al candidato republicano Richard Nixon, convirtiéndose en el trigésimo quinto primer mandatario norteamericano.
Para La Habana no eran buenas noticias porque el hasta entonces senador por Massachusetts venía criticando la política de su antecesor con respecto a la crisis cubana y había aprobado la decisión de sancionar a todo aquel que intentase establecer lazos comerciales con la isla.
Entre el 22 y 29 de agosto, se celebró en la capital de Costa Rica la VII Conferencia de Cancilleres Americanos. La cumbre se desarrolló por pedido expreso de Perú (16 de julio), para tratar el asunto cubano. Unos días antes, Fidel Castro la había denunciado como una maniobra de Washington para imponer su política a los países del continente y advirtió sobre las consecuencias que ello implicaba.
Raúl Roa, ministro de Relaciones Exteriores de la revolución, se mostró firme a la hora de sostener su postura (jueves 25 de agosto):

La voz que habla por mí es la voz limpia, entrañada, entera de Cuba, que suma a sus vibrantes timbres martíanos, bolivarianos, juaristas, los más nobles registros de Lincoln y Reeve […].
Digámoslo ya sin ambages. El Gobierno Revolucionario de Cuba no ha venido a San José de Costa Rica como reo, sino como fiscal. Está aquí para lanzar de viva voz, sin remilgos ni miedos, su yo acuso implacable contra la más rica, poderosa y agresiva potencia capitalista del mundo. Los Estados Unidos parecen destinado por la providencia para plagar a América de miserias en nombre de la libertad”. Por si alguno de esos titulados expertos latinoamericanos se apresuran a achacarle a Carlos Marx la paternidad de ese dictum, me permito aclararle que fue estampado por Simón Bolívar en carta al coronel Campbell. “El respeto al derecho ajeno es la paz”. Fue Benito Juárez, y no Carlos Marx, el autor de esa lúcida advertencia […]
Nuestra Revolución era tan cubana como la Sierra Maestra, tan americana como los Andes y tan universal como los cimeros valores humanos que encarna, porque se gestó durante un siglo, en las entrañas mismas del pueblo cubano7.

La noche del 28 de agosto, la denuncia del canciller cubano en cuanto a la influencia que Estados Unidos ejercía sobre las distintas delegaciones, fue sometida a votación. Al ver que la misma era unánime en su contra (a excepción de Venezuela), su delegación se retiró de la cumbre y regresó a su país, para señalar las anormalidades que habían tenido lugar durante los debates y el servilismo de las naciones miembro. Antes de abandonar el recinto, Roa manifestó:

Señor presidente y señores Cancilleres: la delegación de Cuba que me honro en presidir ha decidido retirarse de esta Reunión de Consulta de Cancilleres Americanos.
La razón fundamental que nos mueve a ello es que no obstante todas las declaraciones y postulaciones que aquí se han hecho en el sentido de que Cuba podía tener en el seno de la Organización de Estados Americanos a la cual pertenece, protección y apoyo contra las agresiones de otros estados americanos, no han tenido eco, resonancia ni acogida alguna. Me voy con el pueblo, y con mi pueblo se van de aquí los pueblos de Hispanoamérica8.

Cuando los representantes cubanos se pusieron de pie, algunos connacionales que se encontraban presentes prorrumpieron en aplausos y hasta entonaron el Himno nacional. Una vez en la calle, numeroso público los vitoreó y lanzó estrepitosos “vivas” a la revolución.
Roa abordó el automóvil que tenía asignado y se encaminó a una casa sita en un barrio periférico, donde al llegar, se encontró con la sorpresa de que la policía había acordonado el área y que manifestantes costarricences, junto a residentes cubanos, se habían concentrado para expresar su apoyo. En Venezuela hubo actos masivos, con las agrupaciones de izquierda manifestando masivamente en las calles y militantes socialistas y comunistas se pronunciaron tibiamente en el resto del continente.
La Declaración de San José de Costa Rica fue aprobada por unanimidad, a excepción del canciller venezolano, Ignacio Luis Arcaya, que como se dijo anteriormente, se abstuvo9.
Al día siguiente, en La Habana, Fidel Castro habló a los maestros que habían ido a hacer capacitación revolucionaria en Sierra Maestra, poniendo énfasis en que nunca había esperado una rebelión de los países miembros contra la voluntad estadounidense, pero tampoco tanto servilismo.

Las cancillerías traicionaron a Cuba, no se pusieron al lado del país agredido, sino del agresor. 
¡Estados Unidos fue a Costa Rica con la bolsa de millones en una mano y con el garrote en la otra mano! [...] el gobierno que nos arrebató nuestra cuota y la repartió entre otros gobiernos de América antes de ir a la conferencia a discutir las agresiones a Cuba; el gobierno que en plena conferencia acuerda un crédito de 500 millones de dólares para “ayudar” a esos gobiernos que estaban reunidos en Costa Rica; el gobierno que en medio de la conferencia acuerda un crédito de 100 millones de dólares para Chile.

Y con respecto a la actitud del canciller venezolano agregó:

¡Venezuela, es uno de los pueblos más heroicos y revolucionarios de este continente! ¡Venezuela es un país donde hay una tremenda conciencia revolucionaria! ¡Venezuela es un país donde hay una tremenda conciencia antiimperialista! ¡Venezuela es un país que ha tenido que sufrir mucho la opresión de las tiranías militares y la explotación de los monopolios yanquis! ¡Venezuela no es un país cruzado de brazos! ¡En Venezuela hay un pueblo que es amigo de Cuba! ¡Venezuela es el pueblo de donde surge Simón Bolívar, y de Venezuela surgieron los soldados que dieron la libertad a la mitad del continente sudamericano!10.

La salida de la delegación cubana de Costa Rica fue un tanto traumática. La misma había sido fijada para las 17.00 del 30 de agosto, pero al filtrarse información de que grupos opositores al castrismo tenían la intención de derribar el avión que debía conducirlos a su país, el ministro de Seguridad de Costa Rica junto al jefe de la Casa Militar, decidieron acompañarlos, acordando decolar cinco horas antes de lo programado.
Ni bien piso Rancho Boyeros, Roa se dirigió a la Plaza de la Revolución, para hablar ante el pueblo desde el palco que se había montado especialmente en ese lugar. Miles de personas presenciaron el momento en que Fidel Castro se hizo presente, interrumpiendo por unos minutos la alocución de su canciller ,para confundirse ambos en un abrazo.

-¡¡Fidel, Fidel!! – comenzó a entonar la multitud- ¡¡¿Qué tiene Fidel que los americanos no pueden con él?!!

-¡¡Viva Roa!!

-¡Discúlpenme – respondió el primer mandatario alzando su brazo derecho- pero es que estoy medio afónico!

-¡¡Qué-se-cuide. Qué-se-cuide!! – se escuchó entonar a la concurrencia.

El 2 de septiembre de 1960, la Asamblea General Nacional de Cuba respondió a Declaración de San José de Costa Rica, aprobando la Primera Declaración de La Habana. Dos días antes, Raúl Castro había manifestado en la Plenaria Nacional Azucarera, que era una obligación asistir a ella. Y allí se encontraba una vez más el pueblo, para escuchar el texto completo, en el que se rechazaban los términos de la Declaración y se recalcó una vez más, la alianza con la Unión Soviética.
El 26 de septiembre, Fidel viajó a los Estados Unidos para hablar en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se alojó en el modesto Hotel Theresa del barrio de Harlem (calle 125), se estrechó en un abrazo de oso con Kruschev, se reunió con los máximos representantes del Tercer Mundo (Nasser, Nehru y el presidente Kwame Nkrumah de Ghana) y pronunció el discurso más largo de la historia de la organización (más de tres horas), reiterando las agresiones que su país sufría por parte de los Estados Unidos y el boicot de las sumisas naciones del hemisferio.
Una vez de regreso, creó el Comité de Defensa de la Revolución (28 de diciembre) y asistió junto al Che y Raúl, a los festejos nacionales de la República Popular China, que organizó la legación de ese país.
Fidel Castro en la ONU

En cuanto a que Cuba se estaba militarizado, eso fue lo que percibieron Sartre y Simone de Beauvoir cuando en a fines de 1960 regresaron a la isla: “La Habana había cambiado no había más clubs nocturnos ni casinos ni turistas norteamericanos; en el semidesierto Hotel Nacional, milicianos y milicianas muy jóvenes daban una conferencia. Por todas partes, en las calles, se entrenaba la milicia”.
Había clima de guerra y los rumores de una invasión dominaban la escena. En las fábricas, los obreros repetían como autómatas los postulados revolucionarios, prácticamente sin razonarlos, había censura, no se pensaba llamar a elecciones democráticas y se consideraba “contrarrevolucionario” a todo aquel que no coincidiera cien por ciento con el gobierno.
La pareja de intelectuales comprendió con cierta desazón que el entusiasmo inicial, palpable en su primer viaje, estaba dando paso al fanatismo y si bien “quiso” ver algunos progresos en determinadas cuestiones (muy puntuales, por cierto), comprobó con pena que se estaban coartando las libertades y que la alegría estaba dando paso a la ira.





Imágenes

10 de marzo de 1960. El Che habla en la Plaza de la Revolución




Francis Gary Powers
Piloto norteamericano derribado
en territorio soviético



El Che tapa de "Time"
(8 de agosto de 1960



La llegada de Alberto Granado fue un aliciente para el Che





El 8 de noviembre de 1960
Kennedy gana las elecciones


El canciller Raúl Roa defiende la
postura cubana en Costa Rica



Canciller venezolano
Ignacio Luis Arcaya



Fidel Castro junto al canciller Raúl Roa



Fidel se dirige al pueblo tras la desición adoptada por los países
miembros de la OEA en contra de Cuba (29 de agosto de 1960)



Castro denuncia las irregularidades de la
Declaración de San José de Costa Rica



El legendario fotógrafo Alberto Korda retrata el instante
en que Fidel Castro se dirige a la multitud




El Che abre el Primer Congreso Latinoamericano de la Juventud
celebrado en La Habana (28 de julio de 1960)



Fidel Castro en las Naciones Unidas
Su discurso duró más de tres horas



Fidel Castro y Nikita Kruschev en la ONU



Otra imagen de Castro en la ONU



Alberto Granado junto al Che y Aleida en un evento deportivo



Notas

1 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 448 y ss.

2 En tiempos de Perón, cuando el líder justicialista intentaba conformar un bloque de naciones fuera de la órbita rusa y norteamericana (la Tercera Posición), las Fuerzas Armadas Argentinas superaban en poder y presupuesto a las de toda Sudamérica junta.

3 Durante las acciones, pereció el piloto de un Mig, alcanzado por un misil propio.

4 Extractos del discurso inaugural pronunciado por el Che Guevara al abrirse las sesiones del Primer Congreso Latinoamericano de la Juventud en La Habana, el 28 de julio de 1960.

5 Revista “Time”, agosto 8 de 1960, NY, Vol. LXXVI, Nº 6.

6 Jon Lee Anderson, op. Cit., pp. 452-453. 7 Eugenio Suárez Pérez, Í"Hace 50 años: VII Reunión de Cancilleres de la OEA. Con OEA o sin OEA, ganaremos la pelea". CubaDebate, http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/09/01/hace-50-anos-vii-reunion-de-cancilleres-de-la-oea/#.VW4ZPNJ_Oko 

8 Ídem. Cita a “Revolución”, 29 de agosto de 1960, pp. 1 y 2.

9 Por esa razón, el 16 de agosto de 1960 fue destituido por Betancurt. En Cuba y Venezuela se lo llamó “el canciller de la dignidad”.

10 Eugenio Suárez Pérez, Ídem.