NUEVA MISIÓN DIPLOMÁTICA
Pekín, 17 de noviembre de 1960. El Che Guevara junto a Mao Tsé-Tung |
La
medianoche del 11 de octubre, el teléfono de la lujosa mansión del barón
azucarero Julio Lobo, en el Vedado, comenzó a sonar insistentemente. Cuando el
mayordomo anunció al dueño de casa que tenía un llamado del gobierno, este
pensó para sus adentros que algo andaba mal.
Lobo,
que leía el diario vespertino en la sala principal, se incorporó y atendió.
Para su sorpresa, la voz al otro lado del tubo le anunció que el comandante
Ernesto “Che” Guevara, presidente del Banco Nacional, ordenaba que fuera a su
oficina inmediatamente.
El
magnate venezolano, hijo de padre judío y madre católica, de quien dijéramos en
otro capítulo, era el mayor terrateniente y productor de la isla, amén de uno
de los hombres más ricos del continente, comprendió que su imperio azucarero
estaba en peligro (no los millones que tenía fuera del país) y, pensando
aceleradamente, elaboró en su cabeza un plan, para no ser tomado por sorpresa.
Hasta
ese momento, Lobo había mantenido la esperanza de que las cosas no llegaran tan
lejos o, al menos, que el gobierno mantuviera algún tipo de consideración con
él ya que, además de ser uno de los pilares de la economía nacional, había
colaborado con las fuerzas de la revolución y no había pronunciado una sola
palabra contra Castro y su régimen. Sin embargo, al ver que era Guevara quien lo
llamaba, se dio cuenta de que todo había acabado.
Cuando
el “rey del azúcar” llegó al Banco Nacional, no se sorprendió por la gran
cantidad de uniformados que había allí, ni por el clima que imperaba. Se lo
hizo pasar al despacho de la presidencia y una vez frente al segundo hombre
fuerte del país, se dispuso a escuchar lo peor.
Para
su sorpresa, su interlocutor le propuso permanecer en el país y hacerse cargo
de la producción azucarera. En Cuba lo que faltaban eran profesionales, gente
con conocimientos y el magnate era el hombre que más sabía del tema.
Lógicamente, se le expropiarían todas sus propiedades a excepción de una sola,
“Tinguaro”, en Matanzas, su preferida, cuyos ingresos conservaría y se le
abonaría por sus servicios un sueldo de dos mil dólares, cifra irrisoria para
hombre tan poderoso.
El
Che fue muy claro, la revolución no podía tolerar la presencia de un
capitalista de su calaña pero le proponía incorporarse a ella. Lo habían
investigado exhaustivamente, habían analizado sus movimientos y para sorpresa
de muchos, habían comprobado que sus cuentas estaban en orden1. Lobo
intentó argumentar, utilizando frases de Kruschev pero su interlocutor estaba
preparado y devolvió el golpe, explicando que lo que ocurría entre las naciones
no era factible dentro de ellas. “Somos comunistas y nos es imposible permitir que
usted, que representa la idea misma del capitalismo en Cuba, siga como está”.
Julio Lobo, magnate azucarero |
Lobo
pidió dos días para contestar y Guevara se los concedió. A la mañana siguiente,
preparó una pequeña maleta, arregló sus cosas y abandonó el país en dirección a
Nueva York, dejando detrás el emporio que había forjado con tanto sacrificio y
su impresionante colección de arte y objetos napoleónicos -era un ferviente
admirador del emperador francés- con la que el gobierno cubano montaría un
magnífico museo abierto al pueblo2.
Pocos
días después, sus propiedades fueron confiscadas, incluyendo el Banco
Financiero, yates, aviones y autos de lujo, un patrimonio que superaba los u$s
200.000.000.
Por
entonces, regía la nueva ley de propiedades inmuebles que prohibía tener más de
una casa, se expropiaron las viviendas alquiladas, que pasaron a manos del
Estado y se nacionalizaron ciento sesenta y seis empresas norteamericanas.
Estados
Unidos respondió con el embargo comercial y en una nueva reunión de la OEA,
celebrada el 28 de octubre, acusó a Cuba de recibir toneladas de armamento
soviético.
Soplaban
vientos de guerra en el Caribe y negros nubarrones ensombrecían el horizonte.
En medio de ese clima, la
noche del 21 de octubre de 1960, el Che Guevara abordó un avión y partió con
destino a Europa oriental, en la que fue su segunda misión diplomática en el
exterior. Lo acompañaba una reducida comitiva integrada por su fiel y joven
escolta, Leonardo Tamayo Núñez (el futuro “Urbano”), Héctor Rodríguez Llompart
y un equipo de economistas, del que formaban parte Raúl Maldonado
(ecuatoriano), Alban Lataste (chileno) y Alberto Mora (cubano).
Su primer destino fue Praga,
donde llegaron la mañana del 22.
La ciudad le impactó bien pero
él no estaba para hacer turismo; necesitaba colocar las tres millones de toneladas
de producción azucarera que llevaba como oferta, obtener préstamos, entusiasmar
a técnicos y economistas y estudiar a fondo aquel bloque de naciones sobre el
que tanto había leído.
Una de las primeras cosas
que hizo al llegar fue visitar una fábrica de tractores, luego se reunió con el
premier Antonin Novotny, gestionó con éxito un préstamo de veinte
millones de dólares para una planta de montaje de automóviles y permitió que se
le hicieran algunas notas.
El 29 de octubre aterrizó en
Moscú, La Meca de todo militante comunista; el epicentro de la gran revolución
socialista, el escenario en el que se habían movido sus héroes
marxistas-leninistas.
Los rusos le habían preparado
un itinerario casi “turístico”, para que conociese los puntos más emblemáticos
de la ciudad, pero le impidieron todo contacto con la gente, el pueblo llano y
el ciudadano común. El gobierno no quería mostrar la triste realidad de aquella
Rusia de fines de los cincuenta, con sus contrastes sociales y sus penurias,
aún cuando se trataba de una superpotencia tecnológica y militar.
El Che junto a Nikita Kruschev en Moscú. Entre ambos, Nikolai Leonov |
De esa manera, conoció la
casa de Lenin, visitó su museo, depositó una ofrenda floral en su mausoleo,
viajó en el célebre y artístico tren subterráneo, se paró frente a la tumba de
Stalin, recorrió la Plaza Roja, el Kremlin, un par de fábricas, algunos
talleres y finalmente, se entrevistó con Kruschev y Mykoyán, quienes lo
trataron como a un jefe de estado.
El ilustre huésped recorrió
todos aquellos lugares en compañía de Nicolai Leonov y Faure Chomón, el
flamante embajador cubano, y con ellos asistió a una función en el célebre
Teatro Bolshói y a dos conciertos de Tchaicovsky, interpretado por la
Filarmónica de Moscú.
La reunión con Kruschev fue
en extremo interesante pero comenzó accidentadamente.
Jon Lee Anderson nos cuenta
que Leonov debía pasar por el hotel, a una hora determinada de la mañana, para
recoger a la delegación cubana y llevarla hasta el palacio de gobierno, donde
se había pactado el encuentro para las diez. Cuando el funcionario llegó, solo
el Che aguardaba en el hall; sus compañeros de viaje no habían aparecido. El
argentino estaba hecho una furia y así lo notó el ruso.
-Che –le dijo para
tranquilizarlo-, ¿esperamos a la delegación? No te preocupes. Puedo llamar al
ministro para que nos esperen quince o veinte minutos.
-¡No! –respondió él, molesto
y avergonzado a la vez- vámonos solos- y salió hacia donde aguardaban
estacionados los vehículos oficiales que debían trasladarlos al Kremlin.
La reunión con el premier
ruso comenzó a las diez en punto y resultó en extremo provechosa. Veinte
minutos después, comenzaron a llegar los cubanos, preocupados, desalineados,
jadeantes e incómodos. El Che no les dijo nada, apenas los miró y continuó
hablando.
El argentino quería montar
en Cuba una planta de producción siderúrgica, una gran acería que le permitiera
dar impulso a la industria pesada e intentó entusiasmar a su interlocutor para
que la construyese y financiase.
El premier soviético se
mostró cauteloso. Dijo que era un proyecto ambicioso y que requería ser
estudiado; abordaron luego temas como la venta del azúcar y la obtención de
préstamos y finalmente brindaron mientras trataban temas diversos.
A los pocos días, Kruschev
tenía una respuesta con respecto a la planta industrial. Le explicó al
visitante que como Cuba carecía de carbón, mineral de hierro y mano de obra
calificada y no tenía un mercado de consumo importante, lo más prudente era
empezar con una planta pequeña, para trabajar con chatarra y objetos de metal
usados. La acería a la que él aspiraba era factible, pero más aconsejable
resultaría comenzar de a poco, con un modesta planta y avanzar gradualmente
hacia algo más grande. Además, sería mucho menos costoso.
El Che insistió:
-Si construimos esa fábrica
más rápido crearemos los cuadros necesarios. En cuanto al mineral de hierro,
vamos a buscar en México, en algún lugar cercano; en cuanto al carbón,
buscaremos algo… Podemos traerlo de aquí, en los barcos que recogen el azúcar
de Cuba”3.
Kruschev prometió analizarlo
y pasaron a otros asuntos. Una vez a solas, Leonov le dijo al Che que el
premier tenía razón y que lo más sensato era comenzar de manera gradual. El Che
le respondió que la revolución debía aspirar a lo más alto y actuar de manera
inmediata, aún por sobre las razones sociales, políticas y económicas.
-Debemos combatir el
monocultivo del azúcar, debemos convertirnos en industria, y ustedes aquí, en
la Unión Soviética, comenzaron su programa de industrialización sin una base.
Sin embargo, no volvió a
insistir y siguió adelante con el tour.
Ese mismo día, le pidió a
Leonov que le organizase la visita al museo de Lenin, encargándole
especialmente que el guía hiciese hincapié en la disciplina que el gran líder
de la Revolución de Octubre había impuesto y como se castigaba a quienes la
transgredían. Los miembros de la delegación comprendieron perfectamente el
mensaje cuando, al día siguiente, una bella rusa que hablaba perfectamente
español, refirió como el padre de la gesta bolchevique amonestaba y sancionaba
a todo aquel que no se ajustaba a la disciplina. Sin embargo, es de imaginar
que una vez en el hotel, fuera de la vista de sus anfitriones, el Che haya
reprendido con violencia a los suyos.
La impresión que Leonov
tenía del argentino era realmente elevada. “Era
un personaje altamente organizado; no tenía en ese sentido nada de
latinoamericano, era más bien alemán. Puntual, exacto, era asombroso para todos
los que han conocido América Latina”4.
Por eso, no le extrañó verlo
reprender con tremenda severidad a Llompart, cuando aquel le presentó el
borrador del tratado comercial que debía firmar con el gobierno de Rumania.
El Che lo leyó detenidamente
y ni bien terminó, estalló en ira al detectar errores y faltantes. Le dijo
cosas terribles, que le dejaron el ánimo por el suelo; gritó, gesticuló y pidió
explicaciones. Luego calló y se retiró, dejando a su asistente agobiado por el
bochorno.
Dos días después partieron
hacia Leningrado5. Cuando la delegación bajó al hall central para
desayunar y abordar después los automóviles que debían llevarla al aeropuerto,
el Che reparó en Llompart.
-¿Y tú, adónde vas?
-Bueno comandante… a
Leningrado.
-¡No! –dijo el Che- primero
debes aprender a cumplir tu deber.
Desconcertado, el resto del
grupo partió, dejando al atribulado funcionario en la capital soviética.
Cuando estuvieron de
regreso, se organizó una nueva excursión. El Che en persona fue a decirle al
pobre Llompart que le había levantado la sanción y que podía acompañarlos y así
fue como estuvo presente en las celebraciones del 7 de noviembre, cuando la
Unión Soviética organizó el tradicional desfile militar, conmemorando el nuevo
aniversario de la revolución.
Ese día, el Che se
encontraba en el palco reservado al cuerpo diplomático, junto a Leonov y Faure
Chomón. Inesperadamente, un suboficial del ejército se le acercó para decirle
que el premier ruso lo quería a su lado en el palco. Los tres se miraron
asombrados y enseguida Guevara, que no se esperaba aquel gesto, manifestó que
no podía aceptar tamaño honor, aduciendo que no le correspondía estar ahí. “No se sentía tan importante para estar en
un lugar que consideraba sagrado”, escribiría Leonov en sus memorias, años
después.
El emisario partió a la
carrera pero regresó al rato, diciendo que Kruschev insistía. Entonces Leonov
le aconsejó acceder porque una nueva negativa podía ser considerada un agravio.
Nadie hasta entonces, desde
la Revolución de Octubre, había recibido tamaña distinción. Ninguna figura
había sido llamada a ocupar el sitial sagrado del Soviet Supremo y ahí estaba
el argentino devenido en cubano, junto a Kruschev y los popes del orbe
comunista.
José Pardo Llada se encontraba en la Plaza Roja cuando el Che apareció en palco, integrando otra delegación cubana, que había sido invitada a una convención por el Sindicato de Periodistas Soviéticos. No lo sorprendió tanto la increíble ovación que se elevó desde la multitud presente, cuando reconoció a Guevara junto a sus gobernantes, sino la expresión de satisfacción y felicidad de su rostro. El Che estaba en su apogeo, tal vez el punto más alto de su carrera, y se notaba.
El Che, Nikolai Leonov y Faure Chomón en la Plaza Roja |
José Pardo Llada se encontraba en la Plaza Roja cuando el Che apareció en palco, integrando otra delegación cubana, que había sido invitada a una convención por el Sindicato de Periodistas Soviéticos. No lo sorprendió tanto la increíble ovación que se elevó desde la multitud presente, cuando reconoció a Guevara junto a sus gobernantes, sino la expresión de satisfacción y felicidad de su rostro. El Che estaba en su apogeo, tal vez el punto más alto de su carrera, y se notaba.
La estancia en Rusia duró
dos semanas. En Leningrado, los cubanos visitaron el emblemático acorazado
“Aurora” y recorrieron el Palacio Smolni, para bajar luego a Stalingrado y
regresar a Moscú, a tiempo para asistir a los mencionados actos.
El 12 de noviembre volaron
hacia Pekín, previa escala en Irkutsk, importante epicentro en la Mongolia
soviética.
La visita a Rusia lo había
desilusionado pero en China la cosa sería diferente.
Llegó allí el 17 de
noviembre, acompañado por Leonov, para entrevistarse con otros dos personajes a
los que reverenciaba, Chow En-Lai y Mao Té Tung.
Fue recibido en el aeropuerto
de Pekín por Deng Xiaoping, Liu Zhao y otros altos dirigentes, en medio de un
gran dispositivo de seguridad y la presencia de numerosos medios de prensa.
Las fotografías muestran al
Che mucho más radiante que en Rusia. La reunión tuvo lugar en el Salón Qingzhen
de Zhongnanhai, el complejo edilicio donde funcionaba el Partido Comunista.
Efectuadas las
presentaciones de rigor, se invitó a los presentes a tomar asiento en una larga
mesa. Allí, frente a la delegación cubana, se encontraban nada más y nada menos
que Mao y Chow En-Lai, acompañados por otros líderes legendarios como Li
Xiannian, Lin Biao, Shen Jian y Lin Ping, además de los intérpretes Chai
Tongguo y Lui Xiliang y el registrador Zhang Zai.
El encuentro transcurrió en
un clima ameno y respetuoso.
-Delegación cubana –dijo Mao
sonriente- bienvenida.
-Es un gran
placer [para nosotros] tener esta oportunidad de saludar al presidente Mao
–respondió el Che- Nosotros siempre hemos venerado al presidente Mao en nuestra
lucha. Somos una delegación oficial, representando a Cuba, aunque los miembros
de nuestra delegación nacieron en cuatro países diferentes.
-Usted es argentino – manifestó Mao.
-Nací en Argentina.
- ¿Dónde nacieron los otros miembros
de la delegación?
-Maldonado –volvió a responder el
Che, que llevaba la voz cantante- es ecuatoriano, Lataste es chileno, yo nací
en Argentina, todos los demás nacieron en Cuba. Aunque algunos de nosotros no
nacimos en Cuba, el pueblo cubano no toma a mal que no hayamos nacido en Cuba.
Nosotros realmente defendemos la revolución cubana. Fidel representa la
voluntad de todos los latinoamericanos.
El diálogo continuó entre Mao y el Che.
-Ustedes son internacionalistas.
-Los internacionalistas de América
Latina.
-Los pueblos de Asia, los pueblos de
África y todo el campo socialista los apoyan. El año pasado usted visitó
algunos países asiáticos, ¿no es verdad?
-Algunos países, como India, Siam
[Tailandia], Indonesia, Birmania, Japón, Pakistán.
-Con excepción de China, [usted] ha
estado en todos los principales países de Asia.
-Por eso, ahora estoy en China.
-Bienvenido.
Algo más adelante, Chow En-Lai entró también en la conversación, cuando se habló de las expropiaciones
practicadas en Cuba.
-Según la prensa –comentó Mao en
cierto momento- ustedes devolvían el capital y las ganancias sobre 47
caballerías por año, con una tasa de interés anual de 1 por ciento.
-Sólo las compañías que compraban más
de tres millones de toneladas de azúcar eran compensadas –respondió el Che- Si
no habían comprado, no había compensación. Había dos bancos canadienses,
relativamente grandes. No los nacionalizamos, y esto es consistente con
nuestras políticas interna y exterior.
-Es estratégicamente aceptable
tolerar temporalmente la presencia de algunas compañías imperialistas –acotó
Mao- Nosotros también tenemos algunas aquí.
-Precisamente –agregó Chow En-Lai-
como el HSBC [Hong Kong and Shanghai Banking Corporation], cuya presencia es
casi simbólica.
-Esos bancos canadienses en Cuba son
lo mismo que el HSBC aquí –explicó Guevara.
-Ustedes deben unir a los obreros y
campesinos, es decir, a la mayoría –le dijo Mao.
-Alguna gente de la burguesía se puso
en contra de nosotros y se unió al campo enemigo.
-Aquellos que se pusieron contra
ustedes son sus enemigos. Ustedes han hecho un gran trabajo en suprimir a los
contrarrevolucionarios.
-Los contrarrevolucionarios
realizaban actos de agresión. Algunas veces, ocupaban unas cuantas islas, los
aniquilábamos inmediatamente después. Nada de qué preocuparse. Ejecutábamos a
su líder fusilándolo cuando los capturábamos. Su equipamiento provenía de
Estados Unidos y era lanzado en paracaídas.
-Ustedes también capturaron varios
norteamericanos, ¿no es así?.
-Si, fueron procesados
inmediatamente y fusilados.
-El gobierno norteamericano
protestaba y ustedes respondían –acotó Chow En-Lai.
-Ustedes son firmes –sentenció Mao-
Sean firmes hasta el final, esa es la esperanza [de la revolución], y el
imperialismo se encontrará en grandes dificultades. Pero vacilen y entren en
compromisos, y el imperialismo verá que es fácil lidiar con
ustedes.
-En la primera etapa de nuestra
revolución –respondió el Che-, Fidel propuso una forma de resolver el problema
de la vivienda pública, porque el gobierno tiene la responsabilidad de que
todos tengan una vivienda. Confiscamos las propiedades de los grandes
propietarios de casas y las distribuimos entre el pueblo. Los pequeños
propietarios de casas conservan sus propiedades como antes6.
A excepción de Alberto Mora,
que apenas hizo un comentario sobre Batista, el Che fue el único orador de la
delegación.
Finalizada la reunión, el
líder guerrillero estaba encantado; la coincidencia de su pensamiento con los
dirigentes chinos era total y para más, de aquel encuentro salieron muchas
cosas en limpio, entre ellas, la venta de un millón doscientas mil de toneladas
de azúcar y un préstamo por sesenta millones de dólares para la adquisición de
productos chinos.
En Pekín fue donde se enteró que el día 24, Aleida le había dado una segunda hija y que la había bautizado con su propio nombre. Más allá de las felicitaciones y los improvisados brindis, la gira siguió al mismo ritmo, recorriendo numerosos lugares de interés, entre ellos, el Gran Salón del Pueblo, frente a la Plaza Tiananmen. Hasta se dieron tiempo para visitar la legación cubana, a cargo del encargado de negocios Lázaro Fernández y visitar localidades cercanas, para observar “in situ”, la realidad social del país. Desde Pekín la delegación siguió hacia Corea del Norte, dispuesta a entrevistarse con el dictador Kim Il Sung.
El Che saluda a Chow En-Lai |
En Pekín fue donde se enteró que el día 24, Aleida le había dado una segunda hija y que la había bautizado con su propio nombre. Más allá de las felicitaciones y los improvisados brindis, la gira siguió al mismo ritmo, recorriendo numerosos lugares de interés, entre ellos, el Gran Salón del Pueblo, frente a la Plaza Tiananmen. Hasta se dieron tiempo para visitar la legación cubana, a cargo del encargado de negocios Lázaro Fernández y visitar localidades cercanas, para observar “in situ”, la realidad social del país. Desde Pekín la delegación siguió hacia Corea del Norte, dispuesta a entrevistarse con el dictador Kim Il Sung.
Su llegada a Pyongyang
también estuvo precedida por gran expectativa, con la correspondiente cobertura
de prensa y las multitudes vivándolo a su paso.
El 3 de diciembre tuvo lugar
el encuentro con el mandatario coreano y el 6 suscribieron un acuerdo comercial
por medio del cual, el pequeño país asiático se comprometía a adquirir una
determinada cantidad de azúcar. Le siguieron reuniones con líderes del dominante
Partido del Trabajo y las consabidas visitas a sitios históricos y plantas
fabriles, asó como a talleres de producción.
A su regreso, en Cuba, el
Che diría de los chinos que, en general, no tenía una sola discrepancia con
ellos. Pero en lo que a Corea respecta, sus impresiones fueron mucho más
vívidas.
De los países socialistas que visitamos personalmente, Corea es uno de
los más extraordinarios. Quizás es el que nos impresionara más de todos ellos.
Tiene solamente diez millones de habitantes y tiene el tamaño de Cuba, poquito
menos, unos ciento diez mil kilómetros cuadrados. La misma extensión
territorial que la parte sur de Corea, pero la mitad de habitantes, fue asolado
por una guerra tan fantásticamente destructiva que de sus ciudades no quedó nada,
y cuando uno dice nada, es nada. Es como los pequeños poblados de guano que
Merob Sosa y Sánchez Mosquera y esa gente quemaba aquí, y de los cuales no
quedaban nada más que cenizas. Así quedó, por ejemplo, Pyonyang, que es una
ciudad de un millón de habitantes. Hoy no se ve un solo resto de toda aquella
destrucción, todo es nuevo. El único recuerdo que queda es, en todos los
caminos, en todas las carreteras, y en todas las vías férreas, los huecos de
las bombas que caían unas al lado de otras.
Ellos me mostraron muchas de las fábricas, todas ellas reconstruidas y otras hechas nuevas, y cada fábrica de esas había soportado entre 30 y 50 mil bombas. Si nosotros nos hacemos una idea de lo que eran 10 ó 12 bombas tiradas alrededor nuestro en la Sierra, que significaba un bombardeo terrible, y había que tener su dosis de valor para aguantar esas bombas, ¡lo que significaban 30 mil bombas tiradas en un espacio de tierra, a veces menor que una caballería!
Corea del Norte salió de la guerra sin una industria en pie, sin una casa en pie, hasta sin animales. En una época en que la superioridad aérea de los norteamericanos era tan grande, y ya no tenía qué cosa destruir, los aviadores se divertían matando bueyes, matando lo que encontraban. Era, pues, una verdadera orgía de muerte lo que se cernió sobre Corea del Norte durante dos años solamente. En el tercer año aparecieron los Mig-15 y ya la cosa cambió. Pero esos dos años de guerra significaron, quizás, la destrucción sistemática más bárbara que se ha hecho.
Todo lo que se pueda contar de Corea parece mentira. Por ejemplo, en las fotografías se ven gentes con el odio, ese odio de los pueblos cuando llega a la parte más profunda del ser, que se ve en las fotos de cuevas donde se meten 200, 300 y 400 niños, de una edad de 3 ó 4 años, se asesinan allí con fuego y otras veces con gas. Los descuartizamientos de las gentes, matar a mujeres embarazadas a bayonetazos para hacerle salir el hijo de las entrañas, quemar heridos con lanzallamas… Las cosas más inhumanas que pueda imaginar la mente fueron realizadas por el ejército norteamericano de ocupación. Y llegó casi hasta el confín de Corea con China, y ocupó, en un momento dado, casi todo el país. Sumado a eso que en la retirada lo destruían todo, podemos decir que Corea del Norte es un país que se hizo de muertes. Naturalmente, recibió la ayuda de los países socialistas, sobre todo la ayuda de la Unión Soviética, en una forma generosa y amplísima. Pero lo que más impresiona es el espíritu de ese pueblo. Es un pueblo que salió de todo esto tras una dominación japonesa de treinta años, de una lucha violenta contra la dominación japonesa, sin tener siquiera un alfabeto. Es decir, que era de los pueblos más atrasados del mundo en ese sentido. Hoy tiene una literatura y una cultura nacionales, y un orden nacional y un desarrollo ilimitado, prácticamente, de la cultura. Tienen enseñanza secundaria, que allá es hasta el noveno grado, obligatoria para todo el mundo.
Tiene en toda la industria el problema que ojalá nosotros tuviéramos hoy -que tendremos dentro de 2 o 3 años-, que es el problema de la falta de mano de obra. Corea está mecanizando aceleradamente toda la agricultura para lograr mano de obra y poder realizar sus planes, y también está preparándose para llevar a los hermanos de Corea del Sur el producto de fábricas de tejidos y otras, para ayudarlos a sobrellevar el peso de la dominación colonial norteamericana.
Es, realmente, el ejemplo de un país que gracias a un sistema y a dirigentes extraordinarios, como es el mariscal Kim II-Sung, ha podido salir de las desgracias más grandes para ser hoy un país industrializado. Corea del Norte podría ser para cualquiera aquí en Cuba, el símbolo de uno de los tantos países atrasados del Asia. Sin embargo, nosotros le vendemos un azúcar semi elaborado como es el azúcar crudo, y otros productos aún sin elaborar, como es el henequén, y ellos nos venden tornos fresadores, toda clase de maquinaria, maquinaria de minas, es decir, productos que necesitan una alta capacidad técnica para producirlos. Por eso es uno de los países que nos entusiasma más7.
Ellos me mostraron muchas de las fábricas, todas ellas reconstruidas y otras hechas nuevas, y cada fábrica de esas había soportado entre 30 y 50 mil bombas. Si nosotros nos hacemos una idea de lo que eran 10 ó 12 bombas tiradas alrededor nuestro en la Sierra, que significaba un bombardeo terrible, y había que tener su dosis de valor para aguantar esas bombas, ¡lo que significaban 30 mil bombas tiradas en un espacio de tierra, a veces menor que una caballería!
Corea del Norte salió de la guerra sin una industria en pie, sin una casa en pie, hasta sin animales. En una época en que la superioridad aérea de los norteamericanos era tan grande, y ya no tenía qué cosa destruir, los aviadores se divertían matando bueyes, matando lo que encontraban. Era, pues, una verdadera orgía de muerte lo que se cernió sobre Corea del Norte durante dos años solamente. En el tercer año aparecieron los Mig-15 y ya la cosa cambió. Pero esos dos años de guerra significaron, quizás, la destrucción sistemática más bárbara que se ha hecho.
Todo lo que se pueda contar de Corea parece mentira. Por ejemplo, en las fotografías se ven gentes con el odio, ese odio de los pueblos cuando llega a la parte más profunda del ser, que se ve en las fotos de cuevas donde se meten 200, 300 y 400 niños, de una edad de 3 ó 4 años, se asesinan allí con fuego y otras veces con gas. Los descuartizamientos de las gentes, matar a mujeres embarazadas a bayonetazos para hacerle salir el hijo de las entrañas, quemar heridos con lanzallamas… Las cosas más inhumanas que pueda imaginar la mente fueron realizadas por el ejército norteamericano de ocupación. Y llegó casi hasta el confín de Corea con China, y ocupó, en un momento dado, casi todo el país. Sumado a eso que en la retirada lo destruían todo, podemos decir que Corea del Norte es un país que se hizo de muertes. Naturalmente, recibió la ayuda de los países socialistas, sobre todo la ayuda de la Unión Soviética, en una forma generosa y amplísima. Pero lo que más impresiona es el espíritu de ese pueblo. Es un pueblo que salió de todo esto tras una dominación japonesa de treinta años, de una lucha violenta contra la dominación japonesa, sin tener siquiera un alfabeto. Es decir, que era de los pueblos más atrasados del mundo en ese sentido. Hoy tiene una literatura y una cultura nacionales, y un orden nacional y un desarrollo ilimitado, prácticamente, de la cultura. Tienen enseñanza secundaria, que allá es hasta el noveno grado, obligatoria para todo el mundo.
Tiene en toda la industria el problema que ojalá nosotros tuviéramos hoy -que tendremos dentro de 2 o 3 años-, que es el problema de la falta de mano de obra. Corea está mecanizando aceleradamente toda la agricultura para lograr mano de obra y poder realizar sus planes, y también está preparándose para llevar a los hermanos de Corea del Sur el producto de fábricas de tejidos y otras, para ayudarlos a sobrellevar el peso de la dominación colonial norteamericana.
Es, realmente, el ejemplo de un país que gracias a un sistema y a dirigentes extraordinarios, como es el mariscal Kim II-Sung, ha podido salir de las desgracias más grandes para ser hoy un país industrializado. Corea del Norte podría ser para cualquiera aquí en Cuba, el símbolo de uno de los tantos países atrasados del Asia. Sin embargo, nosotros le vendemos un azúcar semi elaborado como es el azúcar crudo, y otros productos aún sin elaborar, como es el henequén, y ellos nos venden tornos fresadores, toda clase de maquinaria, maquinaria de minas, es decir, productos que necesitan una alta capacidad técnica para producirlos. Por eso es uno de los países que nos entusiasma más7.
El 7 de diciembre, el Che y
su delegación partieron de regreso a Moscú; de ahí pasaron a la República
Democrática de Alemania (RDA) y luego a Praga y Budapest. En este último punto,
el embajador itinerante intentó contactar a un viejo amigo de la infancia,
Fernando Barral, aquel español republicano que se había refugiado en la
Argentina y se hallaba entonces radicado en Hungría, donde se había recibido de
médico.
Como señala Anderson, el
hombre había sido testigo del alzamiento contra la opresión soviética en 1956,
de la posterior invasión rusa y de la masacre que esta produjo.
Expulsado por el gobierno
argentino en 1950 (acusado de comunista y agitador), había seguido los
pormenores de la revolución cubana, preguntándose a cada momento si aquel
argentino que había dirigido una de las columnas guerrilleras y se había
convertido en uno de sus máximos dirigentes, era realmente el loco Guevara que
había conocido en Córdoba8.
El Che intentó localizarlo y
como no lo logró, le dejó una nota en la embajada cubana que, finalmente llegó
a sus manos.
Cuando Barral dio con ella
casi se cae de espaldas. Le escribiría a Cuba tiempo después y finalmente se
establecería allí para trabajar a sus órdenes. Para templarlo y ponerlo a
prueba, el Che lo enviaría al Escambray, con el fin de foguearlo en la lucha
contra los guerrilleros contrarrevolucionarios y de paso, ver hasta que punto
eran reales sus convicciones.
Su paso por Rusia y la
República Democrática de Alemania, le permitió a Guevara conocer a dos personas
de resonante gravitación en su futuro mediato. El primero un sujeto delgado,
moreno y de baja estatura, la segunda una muchacha rubia, esbelta y atlética.
Mario Monge, dirigente del
Partido Comunista Boliviano, formaba parte de un grupo de líderes
latinoamericanos que habían sido convocados para saludar al visitante durante
una de las reuniones que tuvo en la capital soviética. Radicado allí desde
algún tiempo antes, gozaba de la más alta consideración por parte de las
autoridades del partido y aguardaba instrucciones de ellas en lo que respecta a
su futuro accionar. El encuentro fue breve. El Che estrechó la mano de cada uno
de los presentes y cuando llegó al hombre del altiplano, apenas le dijo: “He estado en tu país”9 y sin
decir más, continuó con el siguiente.
Tamara Haydée Bunke Bider era la joven traductora de alemán-español, que las autoridades de la RDA pusieron a su disposición durante su estadía en Berlín. La muchacha tenía entonces veintidós años y militaba desde los dieciocho en la FDJ (Juventud Libre Alemana), rama juvenil del Partido Socialista Unificado. Había nacido en Buenos Aires, el 19 de noviembre de 1937 y desde 1952 vivía en Alemania, cuando su familia decidió regresar. Por entonces, era intérprete oficial y soñaba con volver a su país de nacimiento, para difundir allí el comunismo. Vigorosa, de rubios cabellos y ojos azules, estudiaba en la Universidad Humboldt de Berlín, practicaba atletismo y venía siguiendo los acontecimientos de la isla desde el desembarco del “Granma”.
El Che no tiene inconvenientes en estrechar las manos de tiranos en
tanto sean de izquierda. En la fotografía junto a Kim Il Sung, presidente de Corea del Norte |
Tamara Haydée Bunke Bider era la joven traductora de alemán-español, que las autoridades de la RDA pusieron a su disposición durante su estadía en Berlín. La muchacha tenía entonces veintidós años y militaba desde los dieciocho en la FDJ (Juventud Libre Alemana), rama juvenil del Partido Socialista Unificado. Había nacido en Buenos Aires, el 19 de noviembre de 1937 y desde 1952 vivía en Alemania, cuando su familia decidió regresar. Por entonces, era intérprete oficial y soñaba con volver a su país de nacimiento, para difundir allí el comunismo. Vigorosa, de rubios cabellos y ojos azules, estudiaba en la Universidad Humboldt de Berlín, practicaba atletismo y venía siguiendo los acontecimientos de la isla desde el desembarco del “Granma”.
Jon Lee Anderson, como
otros autores, se apresuran a decir que era hija de judíos comunistas que en
1935 huyeron hacia la Argentina, para escapar del nazismo.
Se han tejido numerosas leyendas en
torno a esa misteriosa familia y su viaje.
Por empezar, los
padres de Tamara no eran judíos, apenas su abuela materna lo fue.
Nadia, la madre, explicó a los
autores de Tania, la guerrillera y la epopeya suramericana
del Che, que debido a esa condición tanto ella, como su marido
y su hijo Olaf, debieron abandonar Alemania para ponerse a salvo.
Llegamos
a la Argentina balbuceando español, íbamos aprendiendo el idioma en el barco.
En la Argentina había muchos alemanes, se dice que el 10 ó el 12 por ciento de
los argentinos son de origen alemán, aunque la colonia alemana tenía diferentes
núcleos: una colonia capitalista; una de obreros calificados, maestros y
profesionales diversos; y una colonia de refugiados de la Alemania fascista.
Teníamos
parientes en la Argentina, entre ellos a mi abuela; ésas fueron nuestras
primeras relaciones, luego fuimos conociendo a otros refugiados alemanes, pero
ante todo mi marido hizo lo más pronto posible los contactos necesarios y
obtuvo el ingreso en el Partido Comunista Argentino10.
Atando cabos, el relato de la huida de los Bunke resulta
extraño en todo sentido. “Pensábamos ir a Moscú pero los trámites se
dilataban” afirma Nadia en el “testimonio escrito” que le
entregó al autor del mencionado libro, en el año 2001. Sin embargo, enseguida
aflora la pregunta: ¿A una rusa comunista le resultaba difícil regresar a su
patria? ¿A un militante como Erich Bunke le costaba radicarse
en la Unión Soviética, cuando en esos días activistas de todos los
rincones de Europa lo hacían? Y de ser así, si la situación en Alemania era tan
complicada ¿no podían haber ido a un tercer país (Checoslovaquia, Polonia)
mientras intentaban resolver esos trámites, en lugar de emigrar al otro lado
del mundo?
Por otra parte, los biógrafos e
historiadores de Tamara no logran ponerse de acuerdo en cuanto al lugar de
origen de su madre ya que en algunas fuentes, figura como alemana, en otras
como polaca y en otras como rusa, oriunda de la ciudad de Odessa, estudiante de
arquitectura y profesora de alemán11.
Lo cierto es que la joven
traductora quedó fascinada con su compatriota y sus deseos de pasar a Cuba,
para trabajar por la revolución, se acentuaron.
Tamara ya conocía a algunos
dirigentes cubanos, entre ellos Orlando Borrego, para quien había trabajado
cuando a mediados de año, encabezó una delegación comercial, pero ahora
despertaba en ella la fascinación por aquel hombre que, para más, era
argentino, como ella, ferviente comunista y apuesto. Volverían a verse en breve
y acabarían sus días juntos.
De de regreso a Cuba,
mientras sobrevolaba el Atlántico de noche, el Che, meditaba en silencio los
alcances de su gira. Regresaba satisfecho porque había alcanzado varios
objetivos: pudo colocar la producción azucarera no solo en Rusia sino también
en China y Corea, al acordar la compra del excedente de 1.200.000 toneladas
rechazado por los soviéticos; obtuvo un préstamo de sesenta millones de
dólares, de parte de Chow En-Lai y cerró algunos compromisos con naciones
menores. Pero sentía un sabor amargo en su boca, al rememorar su paso por
Rusia. Los soviéticos no habían estado a la altura; se mostraron en extremo
cautos; rechazaron parte de la producción azucarera y su dirigencia no se
amoldaba a la filosofía marxista. El Che no podía evitar pensar en que los
miembros del Presidium, la jerarquía del Kremlin, vivían como una elite,
distante de su pueblo, sin reparar en sus necesidades y sus carencias. Y lo que
era peor, esbozando actitudes tan imperialistas y demagógicas como sus enemigos
capitalistas.
Estaba decepcionado y temía
por la suerte de la revolución porque, tal como asegura un informe del Servicio
de Inteligencia británico que circuló por entonces, los soviéticos estaban
aplicando una política ambigua, al mejor estilo norteamericano, cuidando sus
relaciones con la futura administración Kennedy, de ahí la directiva impartida
desde Moscú hacia La Habana, ordenando evitar provocaciones indebidas y esperar
el desarrollo de los acontecimientos.
Imágenes
Julio Lobo, el magnate azucarero despojado por la revolución |
Brindis en el Kremlin. Anastas Mikoyán, el Che, Nikolai Leonov y Nikita Kruschev |
En el Kremlin, a la sombra de Marx |
Encuentro en China. En la foto, junto al mariscal Zhu De |
Mario Monje |
El Che en Leipzig, Alemania, junto a estudiantes latinoamericanos. Se ha dicho que la joven que aparece con el rostro semicubierto arriba a la izquierda es Tamara Bunke, pero se trata de otra persona |
Tamara Haydée Bunke Bider |
Notas
1 Carmen Muñoz, “Julio
Lobo, el Napoleón de Cuba”, ABC.es., Internacional, 31 de julio0 de 2011
(http://www.abc.es/20110731/internacional/abci-julio-lobo-cuba-201107310253.html).
2 Finalmente se radicó
en España, donde vivió cómodamente hasta los 84 años. Había caído en bancarrota
en 1965, luego de una crisis financiera en Wall Street pero mantuvo un status
económico cómodo.
3 Para el
viaje del Che al este europeo ver Jon Lee Anderson, op. Cit., p.460 y ss;
“Los viajes de Ernesto
Guevara”, Universidad Complutense
http://pendientedemigracion.ucm.es
/info/bas/utopia/html/bioche06.htm
4 Jon Lee Anderson, op. Cit. p. 461-462.
5 Hoy San Petersburgo,
la antigua capital de los zares.
6 Ver diálogo completo
en Anexo XV.
7 Ernesto “Che”
Guevara, El socialismo y el hombre nuevo,
Siglo XXI Editores, América Nuestra, Bs. As., 1977, p. 123 y ss.
8 Jon Lee Anderson, op. Cit. p. 465.
9 Ídem, p. 461.
10 Lois
Pérez Leira, "Tania y el Che Guevara: dos argentinos en la revolución
latinoamericana", Kaos en la Red, 20 de abril de 2014
(http://2014.kaosenlared.net/component/k2/85776-tania-y-el-che-guevara-dos-argentinos-en-la-revoluci%C3%B3n-latinoamericana.html)
11 Alberto N. Manfredi
(h), Galería de Personalidades Argentinas
(http://galeriadepersonalidadesargentinas.blogspot.com.ar/).