jueves, 22 de agosto de 2019

MINISTRO DE INDUSTRIA

El 20 de enero de 1961, John Fitzgerakd Kennedy asumió la presidencia de los Estados Unidos, tras imponerse, por estrecho margen, en las elecciones del 8 de noviembre del año anterior. La ceremonia de asunción fue fastuosa, como suele ocurrir en esos casos, con la familia presidencial -especialmente su dominante padre-, exultante en el palco de honor y la ciudadanía dando mayor realce al evento.
Ese fue el día que el flamante mandatario pronuncio su célebre frase: “No preguntes lo que el país puede hacer por tí, pregúntate qué es lo que tú puedes hacer puedes por tu país”, repetida hasta el hartazgo en cuanta documental, película, texto o folleto se edita al conmemorarse su asesinato, evocar su gobierno, referirse a su clan familiar o hacer alusión a la Guerra Fría y la historia del siglo XX.
El mundo intuía que el nuevo mandatario se proponía endurecer la postura de su país con respecto a Cuba y que tenía planes a corto plazo para ella, libres sus manos después que su antecesor rompiera las relaciones diplomáticas con la isla caribeña, apenas diecisiete días antes. 

La Habana estaba alerta y se preparaba para recibir el golpe. En vista de ello, se habían adoptado una serie de medidas tendientes a contrarrestar cualquier intento de agresión. Se decretó la movilización general, se puso en estado de alerta máxima a las fuerzas armadas y se prohibió el tránsito por las playas e incluso avenidas costaneras, incluyendo el puerto y el Malecón. Al mismo tiempo, se emplazaron piezas de artillería y baterías antiaéreas a lo largo de toda la costa y se incrementaron al máximo los sistemas de vigilancia.
Los servicios de inteligencia cubanos estaban en permanente estado de alerta y coincidían unánimemente en que los Estados Unidos preparaban un ataque. Eso no impidió que el 2 de enero de 1961 se organizara una desafiante parada militar, para conmemorar el segundo aniversario de la revolución. A la vista de Fidel, el Che y los altos mandatarios del gobierno, el Ejército Rebelde desfiló marcialmente por la Plaza Martí, luciendo sus impecables uniformes verde olivo y sosteniendo sus armas con firmeza, seguido por las milicias populares, con su típica indumentaria azul e inmediatamente después, por tanques, camiones y jeeps –la mayoría arrastrando cañones- de procedencia soviética.
Castro bramó ese día.

De un pasado en que la vida era una vergüenza, de un pasado en que la vida era sin esperanza, la Revolución ha llevado al país a un minuto en que se siente como una gran honra ser hijo de esta nación.

Inmediatamente después, ordenó a la embajada de los Estados Unidos, reducir su personal de sesenta y cinco miembros a dieciocho, el mismo número que poseía la de Cuba en Washington a lo que Eisenhower respondió con la ruptura de relaciones, según se ha dicho.
Pese a la latente amenaza, nada impidió que el proceso revolucionario siguiese su curso.
A dos meses de su regreso, Fidel Castro le comunicó al Che que había decidido ponerlo al frente del Ministerio de Industria, uno de los tantos organismos centrales que el gobierno acababa de crear. El anuncio se hizo el 22 de febrero y la noticia se dio a conocer ese mismo día, tanto en los medios gráficos como en radio y televisión.
No era el primer argentino en ocupar cargos de alta jerarquía en el extranjero y en procesos revolucionarios de proyección global. Hemos referido anteriormente, que veintiocho años antes, el porteño Walter Oscar Ricardo Darré había desempeñado las funciones de ministro de Agricultura y Abastecimiento del III Reich, jefe del Departamento de la Raza y Reasentamiento de las SS y que como teórico racial y rural, había impulsado la reforma agraria nazi. Por otra parte, Benigno Benjamín Villanueva había estado al frente de la caballería del zar durante la guerra de Crimea y Afganistán, el almirante Manuel Blanco Encalada fue el primer presidente de Chile y San Martín la primera autoridad del Perú independiente, solo por mencionar a algunos. Pero su llegada al nuevo cargo, proyectó aún más su figura y la colocó casi a la par del mismísimo Castro, que parecía confiar cada vez más en él.

John F. Kennedy asume la presidencia de EE.UU.


Al día siguiente, el Che se dispuso a asumir sus funciones. Se presentó en la sede del INRA y ante la concurrencia allí reunida, renunció a la presidencia del Banco Nacional. Aplausos y vivas a la revolución de por medio, repitió la misma fórmula que en aquella oportunidad, cuando se hizo cargo de la entidad reguladora: compromiso con el trabajo, cumplimiento de las leyes y castigo a los transgresores.
Dos días después, el 24 de febrero, salió de su casa, abordó su automóvil y partió con destino al ministerio. Esa mañana se levantó a las 08.30, desayunó frugalmente y se despidió cariñosamente de Aleida y la pequeña y salió a la calle.
Hasta el día anterior, su rutina había sido la misma. Salía por la calle 18, giraba a la izquierda por la avenida residencial, avanzaba hasta el boulevard de la Avenida 5ª y ahí doblaba a la derecha, para dejar a un lado el edificio de la Seguridad del Estado y seguir por el túnel, debajo del río Almendares, hasta el Malecón. Una vez ahí, tomaba la costanera y bordeaba el mar hasta el Banco Nacional. Ahora que era ministro la cosa era diferente.
Aquella nueva jornada en la que comenzaba sus nuevas funciones, el Che pensó tomar otra ruta, en dirección a la Plaza de la Revolución y de ahí hasta el INRA.
A poco de ganar la calle, desconocidos apostados detrás de unos setos, frente a su casa, abrieron fuego contra él. Aleida con la niña en sus brazos corrió a refugiarse bajo la escalera, seguida por la joven niñera Sofía Gato; mientras afuera resonaban los estampidos.
La versión oficial dice que los agresores intentaban matar a un alto militar rebelde que vivía cerca, de apellido Salinas, quien justo en ese momento pasaba en su coche por el lugar. La investigación arrojó como resultado que había sido “un asunto de polleras” (así lo aseguró Oscar Fernández Mell, que vivía en la casa del Che) y de ahí no pasó.
Pero la verdad parece haber sido otra.
Al empezar los disparos, los custodios del Che abrieron fuego y alcanzaron a uno de los atacantes. Según el relato de la niñera, cuatro o cinco hombres de barba aguardaban el paso de Salinas al otro lado de la calle y lo abatieron cuando este se puso a tiro. El gobierno, sin embargo, intentó ocultar los hechos y como no lo logró, se encargó de difundir la versión del drama pasional.
Lo cierto es que aquellos hombres intentaban asesinar al Che y que pertenecían a las guerrillas contrarrevolucionarias que se oponían a la injerencia soviética en Cuba, acusando al argentino de ser el principal responsable.
A partir de ese día, el flamante ministro de Industria redobló su custodia y comenzó a circular con una caja de granadas en su automóvil, además de cambiar su itinerario a diario y adoptar otras medidas como revisar exhaustivamente a quienes acudían a la sede del Ministerio eran y apostar guardias en torno a su domicilio.
Mientras tanto, la fuga de personalidades seguía. José Pardo Llada logró escapar a Miami y numerosas personas fueron detenidas.
La designación del Che al frente de la cartera de Industria parecía coincidir con las agoreras conclusiones de René Dumont, en el sentido que la economía local estaba fracasando por varios motivos, el principal, la reforma agraria, puesta en manos ineficaces, el fracaso de las cooperativas y la incipiente caída del consumo. Eso provocó escasez de productos y un marcado debilitamiento de la moneda.
Lo primero que hizo el Che, fue proponer un plan quinquenal, al mejor estilo peronista o stalinista, apuntando principalmente a la industria pesada y la liviana, la primera financiada a través de créditos internacionales y la segunda por el esfuerzo propio. Habló de plantas siderúrgicas, de producción de acero, de explotación minera y de petróleo y mientras lo hacía, los entendidos se preguntaban de donde sacaría Cuba los recursos para ello si los créditos llegaban a fracasar. De la producción azucarera, nada dijo de momento, como tampoco de los otros baluartes de la economía nacional como el café y el tabaco.

El próximo quinquenio será el de la industrialización de Cuba. Queremos montar, en forma paralela, una industria ligera y una industria pesada. La primera será producto de nuestro esfuerzo; la segunda, la crearemos gracias a los créditos y ayudas de los países socialistas, minas, siderurgia, petróleo y altos hornos. La Junta Central de Planificación (JUCEPLAN) establecerá programas que tendrán fuerza de ley. La industrialización es uno de los grandes objetivos del Gobierno revolucionario. A diferencia del imperialismo yanki, los países socialistas no se contentan con ofrecernos créditos para que podamos comprar maquinarias; nos las venden para que podamos fabricar luego nuestras propias máquinas.
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Nuestro objetivo más importante, por el momento, es la defensa de nuestra reserva de divisas. Es probable que se debilite aún un poco pero se recuperará hacia mediados de enero de 1960. Hemos frenado nuestras importaciones. Hay que restringirlas más aún. Esperamos una recuperación de la cotización del azúcar en el mercado internacional, para utilizar buena parte de las divisas en tareas de industrialización1.

Una de las primeras medidas que adoptó el Che Guevara para potenciar la producción nacional fueron las jornadas de trabajo voluntario basado principalmente en la “propiedad socialista” que surgió tras la ola de expropiaciones.
Para él, la incorporación masiva de trabajadores en todas las áreas de la economía nacional era algo imperioso, porque de esa manera se creaba una “conciencia socialista” y sobre todo, se daba impulso a la participación obrera en la industria y la campesina en las zonas rurales.
El trabajo voluntario debía propender a la formación del individuo y para ello, era necesario imponer un estricto código disciplinario y tomar conciencia que el mismo se aplicaría con rigor espartano. Las jornadas tendrían lugar en las horas de libres, durante los días de descanso reglamentario, fuera de la jornada laboral habitual y no tendrían retribución pecuniaria.
Era Dracón, o la personificación de Licurgo en combinación con Sila.
El Che hizo de la Revolución su campo experimental y allí puso en práctica sus ideas de comunismo extremo.

Jornadas de trabajo voluntario


La primera vez que practicó el trabajo voluntario fue el 22 de noviembre de 1959, cuando se ofreció para colaborar en la construcción de la Escuela “Camilo Cienfuegos”, en la provincia de Oriente, pero ahora estaba dispuesto a predicar con el ejemplo.
Para trabajar en su organización, reunió un equipo de entendidos integrado por Orlando Borrego, el comandante Manuel Fajardo (“Piti”), Wilfredo de la O, Carlos Rafael Rodríguez y él en persona, quienes ya habían abordado el asunto en 1959.
Una de las primeras ocasiones en que se lo vio participar personalmente, fue en el Reparto José Martí, barrio obrero de la capital, durante la construcción de viviendas funcionales en reemplazo de las destartaladas edificaciones del lugar2. Y a partir de ese momento, ya fuera en fábricas, campos, talleres, plantaciones y obras públicas, se lo solía ver abocado a la tarea, siempre durante las horas asignados al descanso obligatorio, a veces empuñando el pico y la pala, otras el machete y la hoz e incluso manejando un tractor o arrastrando una carretilla junto a simples obreros.
Fidel Castro aprobó esas medidas y hasta se sumó a ellas, tomando parte en la zafra y en la cosecha, al igual que otros altos funcionarios del gobierno.

El trabajo voluntario es la expresión genuina de la actitud comunista ante el trabajo, en una sociedad donde los medios fundamentales de producción son de propiedad social; es el ejemplo de los hombres que aman la causa de los proletarios y que sub ordinan a esa causa los momentos de recreo y de descanso para cumplir abnegadamente con las tareas de la revolución.
El trabajo voluntario es una escuela creadora de conciencia, es el esfuerzo realizado por la sociedad y para la sociedad como un aporte individual y colectivo, y va formando esa alta conciencia que nos permite acelerar el proceso del tránsito hacia el comunismo3.

Al capitalismo despiadado, el Che Guevara contrapuso el comunismo extremo; al ultramercantilismo de occidente, el peso agobiante de una economía estatista y dirigista, al monetarismo frío y calculador, el corporativismo irreflexivo en manos inadecuadas, como acertadamente señaló René Dupont. Así intentó salir del aislamiento en el que la estaban dejando sus hermanas del continente y superar una crisis que amenazaba descalabrarlo todo.
Fue las bases del Sistema Presupuestario de Financiamiento que implementaría rigurosamente entre 1963 y 1964, según su decir, una coherente adaptación a las necesidades de la isla. De esa manera, pudo guiar, al menos por un tiempo, el rol de la banca y las empresas, tomando como base la autogestión financiera soviética, que potenció con la puesta en práctica de la ley del valor en las economías de tránsito, al sustituir el sistema capitalista por el socialista.
Por otra parte, favoreció el otorgamiento de créditos bancarios sin intereses, asignados por el presupuesto a las empresas, por no existir relación de crédito en esas operaciones. De ese modo, al recibir el capital, se lo ponía a producir y lo manufacturado se entregaba al Estado para que lo distribuyera equitativa y racionadamente entre la población4.
Esas eran las perspectivas para Cuba y su pueblo cuando la tan temida crisis estalló como un volcán




Imágenes



Se avecina la crisis


Cuba en pie de guerra

Arengando a la población


Parada militar del 2 de enero de 1961




El ejército rebelde desfila en La Habana (2 de enero de 1961)



Otra vista del desfile (2 de enero de 1961)



Fidel Castro, Dorticós y el Che durante el desfile del 2 de enero de 1961



Manejando un tractor


A punto de dirigir la palabra a trabajadores y milicianos

Fidel Castro en la zafra


Embolsando productos agrícolas


Otra toma el mismo día


Trabajando en la construcción


Fidel también participa



Cortando cañas 



Construyendo viviendas



Fidel corta caña y habla



Cumpliendo su turno en la Fábrica Nº 1 "Luis Millán"


A la par de los obreros



En un depósito del sector portuario

Notas
1 Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, El Che en la Revolución cubana (1955.1966), Instituto del Libro, p. 77 y ss
2 Víctor Pérez Galdós, “Che Guevara: un símbolo del trabajo voluntario en Cuba”, Radio Rebelde, 22 de noviembre de 2014, (http://www.radiorebelde.cu/especiales/che/che-guevara-simbolo-trabajo-voluntario-cuba-20141122/).
3 Ernesto “Che” Guevara, El socialismo y el hombre nuevo, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1977, p. 85
4 Sobre las teorías económicas del Che ver: Marcelo Luna, Ernesto “Che” Guevara economista https://bibliotecanacionandaluzasevillafiles.wordpress.com/2008/09/ernesto-che-guevara-economista.pdf


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