jueves, 22 de agosto de 2019

OBJETIVO: PLAYA GIRÓN


La Brigada de Asalto 2506 entrena en Guatemala (Base "Trax")


El 21 de enero de 1961, a solo veinticuatro horas de asumir la presidencia de los Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy se reunió con sus principales consejeros de Estado, para tratar el urticante asunto de la crisis cubana.
En la ocasión, se encontraban reunidos en el Cuarto del Gabinete del Ala Oeste de la Casa Blanca, el vicepresidente Lyndon Johnson, el secretario de Defensa Robert McNamara, el secretario de Estado Dean Rusk, el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Lyman Lemnitzer, el director de la CIA Allen Dulles y el asesor de Seguridad Nacional McGeorge Bundy, además de otros funcionarios y asistentes de menor rango, entre quienes destacaba especialmente Richard Mervin Bissell, subdirector de planes de la CIA (DDP).
La situación en el Caribe era cada día más tensa y el flamante gobierno deseaba enviar una señal al resto del mundo, en particular a Rusia, para mostrar su grado de determinación.

Lo primero que hizo el presidente fue solicitar un informe de lo actuado, pues necesitaba conocer hasta el más mínimo detalle de las políticas aplicadas parea trazar un plan. McNamara fue preciso en su exposición, pero más lo fue el general Lemnitzer, quien explicó que desde hacía dieciocho meses, la CÍA entrenaba una brigada de asalto en Guatemala, formada por 500 disidentes cubanos y que el 17 de marzo del año anterior, Eisenhower había aprobado el desembarco de esa fuerza en la costa meridional de la isla, para establecer contacto con las guerrillas contrarrevolucionarias que operaban en el Escambray e iniciar acciones conjuntas.
Kennedy manifestó estar al tanto y aclaró que aprobaba la decisión de su antecesor en el sentido de neutralizar a Fidel Castro a la mayor brevedad posible, pero que necesitaba tiempo para estudiar los detalles. Quería saber si el plan era viable y si había garantías de que Estados Unidos iba a salir limpio de todo aquello, a lo que Lemnitzer, McNamara y Rusk le respondieron casi sin dejarlo terminar, dándole todas las garantías.

-¿General, usted está seguro que esto va a funcionar sin involucrar directamente a nuestro país? ¿Está seguro que no dejaremos huellas?

Lemnitzer respondió afirmativamente, basado en su convicción de que la milicia contrarrevolucionaria contaban con equipo altamente sofisticado y que los buques y aeronaves a utilizar, no llevarían insignias.
Allen Dulles confirmó lo dicho y McNamara agregó que se disponía de información fidedigna.
Por eso, cuando McGeorge Bundy dijo que desde el 20 de octubre el Servicio de Inteligencia venía captando comunicaciones en español entre pilotos de aviones MIG-15 y bases militares soviéticas en Checoslovaquia, se produjo un silencio inquietante.
Kennedy se incorporó y comenzó a caminar lentamente, mientras recordaba a los presentes que el ejército de Castro disponía de 25.000 a 50.000 efectivos y contaba con armamento y tecnología de última generación, en tanto la brigada apenas sumaba de 500 a 1000 hombres.
Lemnitzer volvió a insistir con eso de que los contrarrevolucionarios contaban con el factor sorpresa en tanto Castro ignoraba completamente lo que estaba por suceder y varios de los presentes lo apoyaron.

-No tiene idea de que va a ser atacado y además, el pueblo de Cuba se alzará para apoyar la invasión.

Kennedy lo miró unos segundos y luego dijo no estar tan seguro de ello. Uno de los asesores allí presentes apoyó su postura al afirmar que el Departamento de Estado compartía las dudas del presidente e incrementó las dudas del mandatario al decir que en caso de que la incursión fracasara, iba a ser necesaria la participación directa de fuerzas estadounidenses.
Ante semejante planteo, el general Lemnitzer recordó que un bastión comunista amenazaba al hemisferio occidental a solo 90 millas de las costas estadounidenses y puso especial énfasis al hablar de la imperiosa necesidad de eliminarlo, para que esta parte del mundo fuese más segura.
En una charla a puertas cerradas con McNamara y Rusk, Kennedy volvió a reiterar sus dudas con respecto a la operación. El secretario de Estado le respondió de manera sutil, dejando entrever la posibilidad de que Lemnitzer tuviera razón e insistió en la necesidad de una rápida decisión en tanto el secretario de Defensa, agregó que iba a ser preciso manejarse con prudencia porque de oponerse (Kennedy) a los consejos de la CIA y el Estado Mayor, ambos organismos se lo iban a hacer pagar, si es que la invasión fracasaba. Kennedy le contestó que no estaba dispuesto a ordenar un asalto a gran escala por temor a los militares o a la Central de Inteligencia pero sus interlocutores insistieron para que adoptara una decisión. Era imperioso saber si se iba a seguir adelante con la operación o si se la pensaba cancelar. Kennedy le preguntó a Rusk sobre la misión y éste le contestó que la consideraba viable en tanto McNamara sentenció que la medida iba a constituir un mensaje para Rusia, al mostrar la firmeza y determinación del nuevo gobierno.
Mientras tanto, en Cuba, la llegada de asesores militares, técnicos y economistas soviéticos continuaba.
Tensas reuniones en la Casa Blanca

Para entonces, además de China y la Unión Soviética, habían abierto sus embajadas en la isla Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Viet Nam del Norte, Albania y Mongolia y se esperaba que otros países del bloque comunistas lo hicieran en breve. En las escuelas y bases castrenses se impartían clases de ruso y jóvenes cubanos abordaban vuelos hacia el este, para estudiar de cerca el funcionamiento de las granjas colectivas y la economía socialista.
Anderson parece exagerar cuando se refiere a la presencia de los rusos en La Habana, describiéndolos como a campesinos retrasados y sucios, semianalfabetos y en extremo toscos.
De acuerdo a su descripción, los europeos andaban en grupos, olían mal, transpiraban profusamente y trataban con cierto desdén a los cubanos, amén de que sus mujeres eran gordas y se paseaban por las calles luciendo vestidos largos y pañuelos en la cabeza. Incluso dice que eran llevados a sus asentamientos, en las afueras de la ciudad, a bordo de camiones de ganado (¿?). Lo cierto es que cada día llegaban más y lo hacían dispuestos a quedarse, para transformar la isla en una base militar comunista.
Eso hizo reflotar los planes que el gobierno norteamericano venía evaluando desde mediados de 1960, para eliminar físicamente a los principales líderes cubanos y derrocar su gobierno.
Mientras tanto, Washington y La Habana seguían con interés los acontecimientos del Congo, donde Patrice Lumumba, acababa de ser asesinado1.
Dado el creciente avance soviético en occidente, con la escalada de revoluciones que estaban estallando en diferentes partes del mundo, Estados Unidos creyó que había llegado el momento de actuar y por esa razón, en el mes de marzo Kennedy ordenó poner en marcha los preparativos para una invasión a Cuba.
En realidad, los planes estaban en marcha desde el 17 de marzo del año anterior, cuando Eisenhower tomó la decisión de derrocar a Castro. Y para ello, implementó un programa de actividades contrarrevolucionarias basado en la colonia de exiliados que se había establecido en Miami. Se lo llamó inicialmente JMARC aunque poco después se lo rebautizó JMATE2 y consistía en el entrenamiento de una división paramilitar anticastristas, con el propósito de infiltrarla en territorio cubano.
Para entrenar a esa milicia, la CIA asignó la isla Ussepa, hacia donde fueron enviados los primeros sesenta y seis efectivos que deberían recibir adiestramiento en materia de radio-comunicaciones y manejo de armas. Al mismo tiempo, se designaron tres áreas en la zona del Canal de Panamá destinadas a la instrucción militar: la base aérea France y los cuarteles Sherman y Randolph, ideales para trabajar de manera encubierta.
El primer grupo, integrado por diez hombres, fue recogido por un ómnibus en el motel “María Antonieta” de Fort Laudardale, la madrugada del 19 de mayo. Se los condujo a la mencionada isla y se lo sometió a exámenes médicos y psíquicos para iniciar los ejercicios de entrenamiento de manera inmediata. Con la llegada de más hombres fue necesario dividir a ese equipo en dos grupos, enviando al primer hacia Guatemala (equipo de radio-operadores) y al segundo hacia Panamá, para que tomase cursos intensivos en el manejo de armas.
Pero las noticias se filtraron y llegaron a oídos del presidente guatemalteco Miguel Ydígoras (sucesor de Castillo Armas), quien temeroso de las recientes invasiones que Cuba había lanzado contra distintos países del hemisferio, ofreció su territorio, deseoso como estaba, de combatir a Castro. Lo hizo a través de Roberto Alejos Arzú, hombre de su confianza, quien venía manteniendo contactos con Robert K. Davis, agente de la CIA a quien su gobierno le había encomendado sondear las administraciones de la región.
Una primera reunión tuvo lugar en la ciudad de Guatemala los días 30 y 31 de mayo de 1960 y a ella asistieron Ydígoras, Alejos y Davis, que acudió acompañado por su asistente, Jacob D. Esterline. Allí acordaron el traslado de la milicia cubana a territorio guatemalteco y la cesión de una parte de la plantación de café que el segundo tenía en la región sudoriental, para ser utilizada como campo de entrenamiento en comunicaciones3.
Cerrado el acuerdo, a mediados del mes siguiente comenzaron a llegar los primeros cubanos.
La finca “La Helvetia” se hallaba ubicada a 2550 metros sobre el nivel del mar, próxima al volcán Santiaguito, en una región de selvas y montañas, a solo 50 kilómetros del océano Pacífico. Su nombre en clave era Base “Trax” (para la CIA JMTrax) y hacia allí los norteamericanos comenzaron a trasladar sus equipos mientras acordaban con el gobierno la ubicación de otros puntos para la instrucción militar.
A la misma se accedía por un camino fangoso que conducía por entre el follaje hasta el cuerpo de guardia. Lo primero que se veía al entrar, además de los camiones, las retroexcavadoras, las topadoras y los obreros trabajando a pico y pala, era la armería a la derecha, el polígono en el centro y los tinglados a la izquierda, donde se habían instalado la jefatura (módulo Nº 2), los dormitorios de la oficialidad (Nº 3), los radio-operadores (Nº 4), la enfermería y el consultorio del Dr. Polanco (Nº 1). Más allá se alzaba un galpón de mayores proporciones, donde se alojaba la tropa. A su izquierda, elevación del terreno de por medio, se encontraban las dependencias de los ingenieros muy cerca de la capilla y algo más allá el depósito de suministros y la cocina, luego transformada en sala de radio operadores.


Plano de la Base "Trax" (Happy Valley) en Guatemala

Al fondo, a la derecha del polígono, había un recinto destinado a entrenamiento teórico y un poco más acá la casa del coronel Napoleón Valeriano (“Vallejo”).
Sobre las laderas, casi pegada a la comandancia y la estación de radio, se encontraban las casas de los asesores militares, destacando en una línea sucesoria las casamatas de vigilancia, con los guardias apuntando hacia las vías de acceso.
Al mismo tiempo, en Miami, la central de inteligencia impulsaba la formación del Frente Revolucionario Democrático (FRD), destinado a poner en marcha la campaña contra del régimen castrista. Lo conformaban el ex primer ministro José Miró Cardona, su presidente, Manuel Antonio de Varona, Justo Carrillo, Carlos Hevia, Antonio Maceo (nieto del prócer cubano), el ex director del INRA en Oriente, Dr. Manuel F. Artime (era médico psiquiatra de extracción católica) y el ingeniero Manuel Ray Rivero, fundador del Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), quien fue designado jefe de sabotajes y asuntos internos.
Del seno de esa agrupación debía surgir el futuro gobierno de la isla, acordándose por unanimidad que Miró Cardona asumiría la presidencia.
A lo largo de todo ese mes, la fuerza paramilitar llegó a sumar 500 efectivos. Mientras se terminaban de acondicionar los campamentos, Alejos Arzú (cuyo nombre en clave era John Black) acordó con Esterline un viaje al aeropuerto de Retalhuleu para supervisar la pista y comprobar si tenía capacidad para recibir a los C-54 que iban a operar desde allí. La decisión se tomó en Washington, el 8 de junio y una semana después, el guatemalteco voló a Miami para encontrarse con Davis, que quería presentarle a Casimiro Barquín, oficial aeronáutico de la Central de Inteligencia. Barquín tenía órdenes de trasladarse al país centroamericano para supervisar personalmente varios aeródromos, entre otros el mencionado Retalhuleu, Puerto San José, Flores y Petén y decidir cual era de ellos se ajustaba a las necesidades4.
Durante el encuentro, Alejos tuvo la primera certeza de que su papel (y el del mismo Ydígoras) iba a ser secundario ya que la CIA había designado al cubano Juan Paula Argeo, integrante del FRD, para manejar todo lo concerniente a los campos de entrenamiento y los fondos de la operación, cuya partida inicial fue de trece millones de dólares.
Las lluvias no impidieron que a mediados de julio, los trabajos en “La Helvetia” estuviesen prácticamente terminados. Para entonces, la idea de infiltrar guerrillas en Cuba había sido descartada y la posibilidad de una invasión comenzaba a tomar cuerpo. Por esa razón, se hicieron algunos cambios, dotando a la base de una mayor estructura y acondicionando otros sectores para recibir el equipo norteamericano, que comenzó a llegar en mayor número.
Al mismo tiempo, expertos estadounidenses se dirigieron a Retalhuleu, para extender su pista a 1,5 kilómetros de largo, acordando los trabajos con la constructora Thompson Cornwall Co., contratista del gobierno guatemalteco5.
Para trasladar el equipo, los norteamericanos establecieron un puente aéreo entre el aeropuerto de Opa Locka, en el condado de Dade, al sur de la Florida y “La Helvetia”, utilizando para ello transportes DC-3 y un C-46 adquiridos en el “mercado negro”.
Las obras en Retalhuleu (campamento “Rayo”; nombre en código: JMMadd) comenzaron el 3 de agosto y finalizaron el 13 de septiembre. Para esa fecha, ya estaba en condiciones de operar como base aérea y recibir las primeras aeronaves. Fue necesario que el presidente de la nación hablase de un programa de seguridad fronteriza para aventar resquemores e incluso se despacharon tropas hacia el lugar, para disimular el arribo de los paramilitares.
Los primeros B-26 que aterrizaron en el lugar, fueron gestionados por la Subdirección de Planes de la Central de Inteligencia (DDP) en la Base Aérea de Alabama, siguiendo órdenes directas del director adjunto Charles P. Cabell6. Poco después, llegaron varios P-51 de la Fuerza Aérea Guatemalteca (FAG), con el objeto de encubrir esa presencia. Efectuaron maniobras junto a los bombarderos y fingieron patrullas en áreas fronterizas.
Un clima de gran de tensión se vive en la Casa Blanca En la imagen, Kennedy junto a McNamara

Por entonces, comenzaron a circular extrañas versiones en cuanto a la presencia de naves de guerra no identificadas en el Golfo de Honduras, una de ellas un submarino desconocido (aparentemente soviético), que se habría desplazado frente a las costas de Belice y al menos un buque cubano que según trascendidos, navegaba en dirección a Guatemala.
En esos días la CIA habilitó una pista alternativa en la cercana finca “La Suiza”, también propiedad de Alejos, para descargar allí otra parte del equipo.
Tan herméticos fueron esos trabajos, que ni siquiera el embajador norteamericano John J. Muccio, estaba al tanto de ellos. Sería el mismo Ydígoras el encargado de rebelarle la operación.
“Cualquiera que supiera algo del presidente Ydígoras sabía que era incapaz de quedarse las cosas para él solo. Ydígoras asumió que yo sabía lo que estaba pasando y habló. Cada vez que nos mirábamos me decía algún dato nuevo de lo que se estaba preparando…”7.
A comienzos de noviembre, la división cubana, que para entonces llevaba el nombre de Brigada de Asalto 2506 (número de placa de Rafael Santana Esteves, uno de sus integrantes, muerto en un accidente operacional), efectuaba prácticas de tiro y asalto a posiciones, marchas forzadas, ascenso de montañas, tareas de supervivencia, asistencia, lucha y defensa personal, todo bajo la supervisión del teniente coronel de la CIA Frank J. Egan y un militar de origen filipino llamado Valerio Vallejo.
Descubierta su presencia, la madrugada del 13 de noviembre se produjo un alzamiento militar que puso en riesgo la operación y la misma presidencia de Ydígoras.
Pasadas las 0 horas del día sábado, un importante grupo de militares se apoderó del Cuartel General “Justo Rufino Barrios” (antiguo castillo de Matamoros), situado al este de la capital y después de aprovisionarse de armas, se dirigió a Zacapa y Puerto Barrios (sobre el litoral atlántico), para hacerse fuertes en ambos puntos.
Ydígoras respondió acusando a los amotinados de sediciosos y de recibir apoyo del procastrista Partido Guatemalteco del Trabajo.
En vista de lo que sucedía, Alejos se dirigió presurosamente a la base aérea de Retalhuleu para alertar a su comandante, el teniente coronel Billy Campbell, sobre el alzamiento y los enfrentamientos que se estaban produciendo.
La base se puso en estado de alerta y cursó un mensaje a la brigada cubana en “La Helvetia”, para ordenarle que estuviese preparada.
El gobierno guatemalteco temía que los rebeldes en Puerto Barrios recibiesen ayuda de La Habana y a través de su ministro de Defensa, Rubén González Sigui, solicitó ayuda a su par norteamericano, sugiriendo el envío de unidades navales a sus aguas jurisdiccionales8. Lo que la CIA envió fueron dos aviones Lokheed P2V Neptune, para patrullar el sector comprendido entre las costas sur de Belice y Panamá y le ordenó a uno de sus destructores que se posicionase en el acceso al Golfo de Honduras.
Al mismo tiempo, el Ministerio de Defensa ordenó a sus tropas en la base aérea de Retalhuleu (cuyo calificativo en clave era JMADD), que abordasen uno de los C-46 estacionados allí9 y regresasen a la capital.
Como la situación parecía agravarse, Ydígoras solicitó ayuda a la CIA pero esta se la negó, argumentando cuestiones técnicas. En vista de ello, al día siguiente, propuso como alternativa la participación de los paramilitares cubanos en la represión del motín.
La Brigada de Asalto 2506 tuvo su bautismo de fuego la noche del 14 de noviembre de 1960, cuando el teniente coronel Egan, les ordenó a 218 de sus integrantes tener todo listo para abordar tres Curtiss C-46 con destino a Puerto Barrios y posiblemente Zacapa.
La operación había sido autorizada por Richard M. Bissell en persona e incluía la participación de pilotos “voluntarios” norteamericanos, para brindar apoyo con los B-26B.
El primer aparato despegó en las primeras horas de la noche, tripulado por el estadounidense C. W. “Connie” Seigrist10, veterano de la Segunda Guerra Mundial y un cubano de apellido Crespo, en carácter de co-piloto.
Seigrist había traído uno de los B-26B desde Alabama y se hallaba familiarizado con el terreno. El segundo bombardero decoló al comando de William H. Bale y detrás suyo partieron los tres C-46, llevando a los combatientes cubanos, armados con fusiles y ametralladoras livianas11.
El primer B-26B ametralló el aeródromo de Puerto Barrios a eso de las 20.00, arrojando sus bombas con bastante precisión. Cuando viraba para retirarse, recibió comunicación del comandante de la FAG, coronel Antonio Batrés, para que cubriese a las tropas que se desplazaban por las montañas en pos de los sublevados. Seigrist enfiló en esa dirección mientras Beale descargaba sus cañones y arrojaba sus cargas explosivas.
Seigrist ametralló otros puntos próximos al aeropuerto y se retiró, dejando expedito el camino para que aterrizarse el primer C-46.
El piloto tocó tierra y se detuvo a metros de la cabecera de la pista, pero cuando los hombres que llevaba en la bodega comenzaron a disparar, el capitán guatemalteco que viajaba como enlace entró en pánico y ordenó despegar inmediatamente, pensando que el avión estaba siendo atacado.
Miguel Ydígoras
Presidente de Guatemala
Los cubanos apenas se habían podido asomar por la compuerta y las escotillas y esa fue toda su participación. Los otros dos C-46 recibieron la orden de regresar y sin tocar tierra se retiraron hacia Retalhuleu. ¿Las causas? El embajador Muccio acababa de recibir una llamada de Christian Herter, secretario de Estado norteamericano, indicándole que el gobierno se oponía terminantemente a la participación de cubanos en la represión y que por esa razón, era imperioso mantenerlos alejados.
Muccio acababa de enterarse de lo que sucedía porque uno de los pilotos llamó a la embajada para solicitarle al coronel de la USAF William J, Cavoli, agregado de la Fuerza Aérea, la confirmación de una orden del presidente guatemalteco (se refería al embarque de personal cubano).
El 16 de noviembre la revuelta fue controlada, aunque todavía quedaban focos de resistencia en Puerto Barrios y Gualán12.
Pero no todos los sublevados depondrían las armas. Los jóvenes tenientes Luis Tuburcio Lima y Marco Aurelio Yon Sosa, desertaron de del ejército regular y se internaron en las montañas, para iniciar la guerra de guerrillas.
De ese modo, la Brigada 2506 volvió a sus entrenamientos y la CIA se abocó de lleno a los preparativos del desembarco.
Uno de los efectivos que tomó parte en aquel intento de represión fue el siempre presente Félix I. Rodríguez, el furioso anticastrista cubano a quien muchos historiadores adjudican un protagonismo excesivo, que nos lleva a pensar cuánto hay de verídico en mucho de lo que se dice con respecto a él. Baste imaginar a un adolescente de apenas 19 años tomando decisiones cruciales y convenciendo nada menos que a la Central de Inteligencia de los Estados Unidos, de poner en marcha misiones irrealizables, para sospechar que mucho de lo que se dice no sea del todo exacto.
Según Jon Lee Anderson, por esos días, el joven disidente apareció por la CIA, llevando en carpeta un ambicioso plan para acabar con la vida de Castro. Al parecer, la Agencia lo estudió detenidamente y después de mucho deliberar, lo consideró viable. El mismo consistía en la infiltración de agentes encubiertos en la isla, establecer contacto con la resistencia y llevar a cabo acciones terroristas, una de ellas, contra la vida del líder.
De acuerdo a ciertos trascendidos, al menos en tres oportunidades, lanchas sin insignias partieron en la noche desde las costas de Florida, llevando a bordo personal adiestrado en acciones de sabotajes para ser depositarlo en las playas septentrionales de la isla, pero en ninguna de ellas los enlaces que debían brindarles soporte aparecieron. En vista de ello, la Central descartó de los procedimientos y se abocó de lleno a elaborar un plan B.
Era imperioso moverse con celeridad y pisar con mucha cautela para evitar los trascendidos. Y para ello la CIA desplegó un impresionante aparato de contraespionaje, despachando emisarios en diferentes direcciones.
Funcionarios de alto nivel, propusieron a Dulles contactar a la mafia, con la idea era planificar una operación conjunta destinada a eliminar a los líderes cubanos, sin reparar en gastos ni esfuerzos (Operación AMHINT). Un estudio sobre la marcha, permitió determinar que para llevarlo a cabo, iba a ser necesaria una parte del presupuesto asignado a la invasión y para ello, le encomendaron al coronel Joseph Caldwell King, jefe de la División Hemisferio Occidental de la CIA, establecer contacto con Jacob Esterline, ejecutivo a cargo de la brigada en Guatemala, para que derivase fondos. Esterline se negó, porque King, no quería revelar la finalidad del dinero13, pero todo parece indicar que recibió directivas “de arriba”, y no tuvo más remedio que acceder.
Casi al mismo tiempo, agentes encubiertos establecieron contacto con Sam Giancana, el temible capo mafioso de Chicago y acordaron una reunión. La misma se llevó a cabo en un punto determinado y a ella asistieron, además de los servicios de inteligencia, el jefe hampón y un par de sus hombres, el agente de contraespionaje Frank Fiorini Sturgis, quien aportó el nombre de Marita Lorenz, para envenenar a Castro14. Lorenz, hija de un espía nazi perteneciente a la marina del III Reich, había nacido en Bremen, el 18 de agosto de 1939 y se había radicado con su familia en Nueva York, de donde era oriunda su madre. En febrero de 1959 conoció a Fidel en una recepción a bordo de un yate y poco después se hicieron amantes, al ser contratada como su secretaria personal15.
La CIA estaba segura de que los planes iban a caminar porque Giancana había visto sus intereses terriblemente afectados por el cierre de sus casinos y hoteles en La Habana y estaba sediento de venganza.
De lo que se habló en esa reunión no se tienen detalles, pero se sabe lo que ocurrió después.
En diciembre de 1960 Marita Lorenz desembarcó en la capital cubana llevando en su equipaje varias cápsulas de cianuro, pero por causas desconocidas, la misión no se concretó16.
De esa manera, desbaratada la Operación AMHINT, se decidió seguir adelante con la invasión y no perder más tiempo en alternativas inconsistentes.
La idea de un desembarco anfibio surgió de Richard Bissell y entusiasmó a Allen Dulles quien, sin perder tiempo, se la llevó a Eisenhower. Este la estudió detenidamente y veinticuatro horas después dio el visto bueno para ponerla en marcha.
Recibida la orden, la Brigada constituyó siete grupos de asalto e infiltración denominados “Equipos Grises”, cuya misión era ingresar en territorio cubano y contactar a la resistencia, para iniciar la rebelión popular.
Su adiestramiento estuvo a cargo de paramilitares rusos y españoles anticomunistas, quienes tuvieron a su cargo el traslado aéreo de los primeros 218 efectivos hasta Fort Clayton, en el Canal de Panamá (26 de diciembre de 1960) y el embarque de los equipos. Los paramilitares recibirían adiestramiento táctico teórico y efectuarían ejercicios con armas de procedencia soviética.


A escasos días de asumir la presidencia, Kennedy mantuvo una importante reunión con Dulles y Bissell, para interiorizarse de la situación cubana. Una vez en el Salón Oval, solicitó a sus asesores que estudiasen el plan que la CIA había elaborado para la invasión de Cuba y cuando el 3 de febrero le presentaron las conclusiones, las rechazó de plano porque a su entender, presentaba marcadas deficiencias en materia de apoyo logístico, a la hora de establecer la cabeza de puente. Aún así, los expertos del Pentágono lo veían viable y se pusieron a limar sus asperezas.
El 11 de marzo, le expusieron el Plan Trinidad, que consistía en un desembarco con apoyo aéreo en el puerto de Casilda, establecer una cabeza de puente en ese punto, con el correspondiente sostén logístico e instaurar un gobierno provisional que sería reconocido por Washington y sus pares de la región. En base a los cálculos, eso incentivaría el alzamiento civil y si el mismo no se producía, quedaba la posibilidad de internarse en el Escambray para unirse a las guerrillas contrarrevolucionarias que operaban allí.
Base Aérea de Retalhuleu, Guatemala (nombre en clave: JMADD)

Kennedy rechazó nuevamente el plan, por considerarlo demasiado aparatoso y sugirió elaborar otro, en el que Estados Unidos tuviese menos injerencia. Alguien planteó la imposibilidad de una operación de esa magnitud sin el apoyo norteamericano, pero el mandatario insistió.
Nació, de ese modo, la Operación Zapata, que los analistas del Pentágono y la CIA tuvieron listo en menos de una semana (15 de marzo).
Consistía en un desembarco nocturno en Bahía de Cochinos, región aislada, con escasas vías de acceso y que para más, disponía de un aeródromo adecuado para los B-26. La cobertura aérea recién llegaría cuando los aviones de la Brigada pudiesen operar desde allí y para engañar a la inteligencia cubana, un par de días antes se llevaría a cabo un desembarco de diversión en las costas septentrionales de la provincia de Oriente.
Los expertos entendían que si la operación fracasaba, los invasores podían desplegarse hacia la Ciénaga de Zapata, por tratarse de un sector adecuado para acciones guerrilleras.
Kennedy lo estudió detenidamente y una vez más, volvió a pedir que se redujera la participación norteamericana, aún cuando sus asesores le aconsejaron una vez más optar por el Plan Trinidad, por considerarlo más viable.
El tiempo pasaba y el riesgo de que la información se filtrase aumentaba.
A quienes la administración norteamericana no parecía tener muy en cuenta era a los miembros del FDR, cuyo coordinador general, Manuel Antonio de Varona, venía bregando desde noviembre por incrementar el número de expedicionarios. En el mes de enero había visitado los campamentos de Guatemala y estaba convencido de que la cantidad de combatientes era reducida pero ante su insistencia, el coronel Egan le había garantizado que con la cobertura aérea, las fuerzas de Castro quedarían neutralizadas.
En abril, el que se hizo presente en el lugar fue Miró Cardona, en su carácter de presidente del flamante Consejo Revolucionario17. Egan le habló de un refuerzo de 250 hombres y hasta le mencionó tropas adicionales (al menos 30.000 hombres) y de tres países involucrados.
De regreso en Estados Unidos, el cubano voló a Washington para reunirse con Adolf A. Berle, coordinador de la fuerza expedicionaria en la Casa Blanca y este le confirmó la existencia de esas fuerzas, aunque en menor número (se refirió a 15.000 expedicionarios)18.

-Por qué 15.000 hombres si en Guatemala me hablaron del doble – preguntó el cubano.

-Porque son suficientes – fue la respuesta.

Miró bregaba por la intervención directa de tropas estadounidenses, de ahí su exhortación cuando Kennedy, a escasos tres días de la invasión, volvió a plantear la no intervención de las fuerzas armadas de su país en la operación. El dirigente cubano se volvió a encontrar con Berle, esta vez en las lujosas instalaciones del Century Club de Nueva York, para insistir una vez más en el tema. En la oportunidad, se hallaban presentes el profesor John Plank y el asesor presidencial Arthur Schlesinger, quien fue claro a la hora de manifestar que Estados Unidos iba a ofrecer toda la ayuda posible, tanto a la brigada invasora como al futuro gobierno, pero que no debían esperar la intervención de sus tropas20.
Lo que estadounidenses y cubanos parecían ignorar, era que Fidel Castro estaba al tanto de lo que sucedía y ultimaba detalles para contrarrestar la invasión. Sus agentes encubiertos en Miami y Centroamérica habían obtenido valiosa información a través de sus contactos y la KGB ya había confirmado la existencia de la brigada, advirtiendo que la misma oscilaba entre el millar y el millar y medio de efectivos y que se aprestaba a efectuar un desembarco, al menos en dos puntos diferentes.
Fue por eso que a principios de marzo partió desde Moscú un nuevo grupo de asesores, entre los que se encontraban algunos exiliados republicanos españoles, para brindar todo el soporte que se iba a necesitar.


Desde el mes de enero, los norteamericanos trabajaban activamente en el acondicionamiento del rudimentario aeródromo de Puerto Cabezas, Nicaragua, desmontando el área que se extendía al oeste, para extender su pista de aterrizaje a casi 2000 metros. Se construyeron barracones de madera, galpones y hangares y se prohibió el tránsito de los pobladores, además de suspenderse los vuelos que la empresa La Nica (propiedad de la familia Somoza), mantenía con la capital del país.
A mediados de marzo, llegaron a puerto tres cargueros norteamericanos transportando en sus bodegas vehículos TP-40 y TP-45, 800 toneladas de explosivos, herramientas, maquinaria y materiales para las construcciones. El cargamento fue trasladado hasta “Happy Valley” en camiones, donde las obras se encontraban bastante avanzadas.
En los primeros días de abril, comenzaron a llegar los primeros combatientes cubanos y los militares norteamericanos que iban a tomar parte en la operación. Los bombarderos B-26B ya se encontraban en el lugar así como aviones PBY Catalina destinados a misiones de salvataje.
La Brigada de Aalto 2506 estaba conformada por 1511 hombres distribuidos en cinco batallones de infantería, una compañía de armas pesadas, otra de inteligencia, una tercera de paracaidistas y una cuarta blindada.
Su armamento consistía en cinco tanques ligeros M41 “Walker Bulldog” de procedencia estadounidense, diez camiones M-35.A1 artillados con ametralladoras Browning 50 montadas sobre su cabina y once cañones sin retroceso de M18 de 57 mm y diez más M20 de 75, además de sesenta morteros pesados 4.2, M2 de 60 mm y M29 de 81.
Las Milicias Nacionales Revolucionarias de preparan en La Habana

Su armamento liviano sumaba ochenta y tres ametralladoras pesadas Browning 30-06 y M2E2 de 50 mm, setenta y cinco bazookas M9A12-36” Rocket-Launcher, ocho lanzallamas M2, fusiles automáticos M1918A2 BAR calibre 30-06, Springfield M1904A4 calibre 30-06 Sniper, carabinas M1A1 de 30 mm, Garand M1 30-06, Thompson M1A, subametralladoras M3A1 (ambas calibre 45), pistolas Colt 45 M1911-A1, granadas MKII-07 y WP y bayonetas de distinto tipo.
Su fuerza aérea (FAL) era más poderosa que la de muchos países centroamericanos, incluyendo Guatemala y Nicaragua. Contaba con dieciséis bombarderos Douglas B-26B (A-26) Invaders procedentes de la Guardia Nacional de Alabama, a los que se incorporarían ocho más durante las acciones; seis transportes C-54 Skymaster, ocho Curtiss C-46 Commando y dos Consolidated PBY Catalina, que serían tripulados por setenta y cuatro pilotos cubanos y dieciséis norteamericanos, estos últimos veteranos de la Segunda Guerra Mundial y Corea.
El componente naval, estaba integrado por cinco transportes de 2400 toneladas de desplazamiento en vacío, alquilados a una empresa de origen cubano denominada García Line. Estos buques llevarían en sus entrañas a los tres lanchones de desembarco LCU y los cuatro LCVP a ser lanzados sobre el objetivo. Se trataba del SS “Houston”, el SS “Río Escondido”, el SS “Atlantic”, el SS “Caribe” y el buque-hospital SS “Lake Charles”, tripulados por personal mixto (norteamericanos y cubanos) y equipados con piezas de artillería antiaérea. Además de esas embarcaciones, la CIA aportó los LCI “Blagar” y “Barbara J”, en el primero de los cuales, viajaría el equipo de hombres-rana (buzos tácticos) que debían marcar las playas.
El estado mayor de la Brigada quedó conformado de la siguiente manera:

Manuel Francisco Artime: Líder político.
Manuel Antonio de Varona: coordinador general.
Manuel Blanco Navarro: jefe de Inteligencia militar.
Frank J. Egan (coronel de la CIA): jefe de entrenamiento (Base Trax).
Erneido Andrés Oliva: segundo comandante.
Manuel Villafaña Martinez: comandante de la fuerza aérea.
Alejandro del Valle Marti: jefe del 1º Batallón de Infantería.
Hugo Sueiro: jefe del 2º Batallón.
Noelio Montero Díaz: jefe del 3º Batallón.
Valentín 'Pipo' Bacallao: jefe del 4º Batallón Blindado.
Ricardo Montero Duque: jefe del 5º Batallón de Infantería.
Francisco Montiel Rivera (“Maciera”): 6º Batallón de Infantería
Roberto Pérez San Román: jefe del Batallón de Armas Pesadas
Ramon J. Ferrer Mena: jefe de Personal y Abastecimientos
Enrique Ruiz Williams: primer alférez
Higinio Nino Díaz: segundo alférez

Las operaciones en el cuartel general de la CIA, estaban a cargo de Richard Bissel, director de Planes Especiales; su segundo, Tracy Barnes; el general Charles P. Cabell, subdirector de la Central de Inteligencia; Howard Hunt y Frank Droller, enlaces con los políticos cubanos y encargados de las operaciones de diversión. David A. Phillips tenía a su cargo la Propaganda y Jack Esterline, era el jefe a cargo de la Brigada en el alto mando.
Numerosos oficiales, técnicos asesores de la CIA y de las fuerzas armadas norteamericanas, mantenían contacto permanente con los generales Shoup, Weeler y Gray en el Pentágono, con el almirante Arleigh Burke, comandante en jefe de la Marina y su par Lyman Lemnitzer, cabeza del Estado Mayor Conjunto.
Cuba, mientras tanto, había aprestos para contrarrestar la invasión. Su ejército disponía de 32.000 efectivos, sin contar los de la Marina y la Fuerza Aérea Revolucionaria (FAR); a ellos se les sumaban los 9000 hombres de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y los 200.000 milicianos movilizados a último momento, así como voluntarios civiles que se ofrecían a cada momento.
Sus fuerzas disponían de ciento veinticinco tanques T-34 y IS-2M “Iosif Stalin” y cinco cazacarros SU-100 soviéticos; cuatrocientos veintiocho cañones de entre 76 y 128 mm de la misma procedencia, novecientos morteros y novecientas veinte piezas de artillería antiaérea, a las que se deben incluir ametralladoras AA de procedencia rusa y china, además de los viejos Marmon Herrington, Sherman Firefly (dotados de cañones 75), los M-3 “Stuart” y los carros blindados M-8 Greyhound del Regimiento de Tanques.
De los cuarenta y tres aviones de combate con los que contaba la FAR, al menos el 50% se hallaban operativos, destacando especialmente los siete Lockheed T-33 “Shooting Star” (también designados T-Bird), tece Douglas B-26C (A-26C) Invader, tres F-47 “Thunderbolt”, seis Grumman TBM Avenger, catorce Hawker Sea Fury, así como algunos Beechkraft, Cessna y Piper y una pequeña sección de helicópteros integrado por unidades Bell 47, MI-1 y MI-4 estos últimos de procedencia soviética.
La Marina de Guerra, por su parte, disponía de tres fragatas, las F-303 “Máximo Gómez”, F-301 “José Martí” y F-302 “Antonio Maceo”, los buques de patrulla y escolta PE “Baire” y PE “Siboney”, el anticuado crucero liviano “Cuba”20, las cañoneras “Santa Clara”, “4 de Septiembre”, “Juan Bruno”, “Camagüey”, “Oriente” y “Donativo”, así como numerosas lanchas patrulleras y guardacostas.
Las fuerzas terrestres fueron desplegadas a lo largo de la isla, con solo una compañía del Batallón de Infantería 339 en inmediaciones de Bahía de Cochinos; las bases navales de Cienfuegos, Camagüey, Santiago y La Habana entraron en estado de alerta, los arsenales navales de Casablanca, Mariel y Batanabó iniciaron aprestos y las unidades aéreas alistaron sus secciones.
La isla fue dividida en tres regiones militares que quedaron bajo las órdenes de de Raúl Castro (Oriente), Juan Almeida (Centro) y el Che Guevara (Occidente), con Fidel Castro como comandante general, a cargo de la defensa de La Habana, secundado por Efigenio Ameijeiras, José Ramón Fernández y otros altos comandantes.
Por el lado de la Brigada y los Estados Unidos, estaba todo dispuesto para lanzar el ataque, los cuadros completaban su desplazamiento y los mandos mantenían permanente contacto con el gobierno y las máximas autoridades militares en Washington.
En Cuba, como se ha dicho, el buró revolucionario ya había desplegado sus fuerzas y aguardaba expectante el comienzo de la invasión




Imágenes

Un Johnson en extremo preocupado entre Dean Rusk y un asesor


La Brigada 2506 hace ejercicios
en la Base "Trax" (Guatemala)



Robert McNamara
Secretario de Defensa de los Estados Unidos


Allen Dulles
Director de la CIA


Dean Rusk
Secretario de Estado norteamericano


General Lyman Lemnitzer
Jefe del Estado Mayor Conjunto


McGeorge Bundy
Asesor de Seguridad Nacional


Richard Mervin Bissell
Subdirector de planes de la CIA. Suya fue la idea de una invasión


Jefes de la Brigada 2506 en Guatemala. De izquierda a derecha: Manuel Artime,
"Pepe" San Román, Antonio Maceo y Manuel Antonio de Varona


San Giancana, el temible capo de la mafia
en Chicago. La CIA lo contactó para atentar
contra la vida de Fidel Castro. Dos años
después, ordenó el asesinato
de Kennedy


Marita Lorenz, ex amante de Castro.
La CIA la contactó para ejecutar al líder
cubano pero el plan fracasó. Se han
tejido muchas historias en torno a
ella, algunas magnificadas

Notas
1 El líder independentista había sido destituido por el presidente Joseph Kasavubu y el comandante en jefe del ejército, Joseph Mobutu (septiembre de 1960) y fue puesto en arresto domiciliario, bajo control e la ONU. Los intentos separatistas de la provincia de Katanga, rica en minerales, dirigidos por el líder Moisés Tschombe -quien contaba con el apoyo de los colonialistas belgas-, fueron la causa principal de la crisis y el motivo de la caída de Lumumba, quien desde el mes de junio hacía vanos esfuerzos por alejar a las fuerzas armadas de la influencia de su antigua metrópoli.
Con el estallido de la guerra civil, solicitó la intervención de las Naciones Unidas y al ver que el mismo no era efectivo, cerró acuerdos con la Unión Soviética, sellando con ello su suerte.
En el mes de agosto, el gobierno norteamericano había enviado instrucciones a su embajada en Kinshasa, ordenándole a su secretario y al mismo tiempo, encargado de la oficina local de la CIA, eliminar a Lumumba. Sin perder tiempo, el funcionario movió los hilos presurosamente logrando, en primer lugar, la deposición del líder y luego su arresto. Lumumba fue confinado a su domicilio en calidad de prisionero y la posición de los militares se fortaleció.
Aún en esa situación, el combativo líder intentó deponer al presidente, utilizando sus influencias en el Parlamento y al no lograrlo, comenzó a planear el modo de escapar, sabiendo que sus días estaban contados.
El 14 de septiembre Mobutu dio un golpe de estado y se hizo del poder. Kasavubu fue confirmado en la presidencia y Lumumba continuó bajo arresto –con protección de la ONU-, hasta tanto se resolviese su situación. Se supo entonces que la CIA estaba detrás y por esa razón, el dirigente aceleró sus intentos de fuga.
En el mes de diciembre escapó hacia Stanleyville (actual Kisangani), donde contaba con numerosos seguidores y desde allí se dispuso a retomar el poder. Pero Mobutu, que contaba con el apoyo de la CIA, logró dar con él cuando intentaba cruzar el río Sankuru, cerca de Mweka. Conducido al cuartel de Thysville, permaneció detenido junto a algunos de sus seguidores hasta el 17 de enero de 1961. Ese día, fue obligado a abordar un avión con destino a Katanga y al llegar a Elisabethville (hoy Lumumbashi), fue entregado a las milicias de Tschombe, quien lo hizo ejecutar a pocas horas de su arribo, junto a sus partidarios Okito y Mpolo, en presencia de los ministros Kimba y Munongo y varios asesores belgas y norteamericanos.
La noticia se conoció en el mes de febrero, así como la ejecución de numerosos partidarios en los días posteriores. Se dice que el Che bramó de ira cuando supo los pormenores de su ejecución (el cuerpo del líder negro fue sumergido en un barril de ácido sulfúrico) y juró vengarlo.
2 Michael Warner, “The CIA’s internal Probe of the Bay of Pigs Affair”, Lessons Unlearned, Central Intelligence Agency, Library, 14 de abril de 2007
3 Rodrigo Fernández Ordóñez, “Los cubanos y la CIA en Guatemala”, ContraPoder, Cultura. 1 de abril de 2015 (http://contrapoder.com.gt/2015/04/01/los-cubanos-y-la-cia-en-guatemala/).
4 Ídem. Retalhuleu es un municipio de la región sudoccidental de Guatemala, cabecera del partido del mismo nombre, distante a 190 kilómetros de la capital y diez del océano Pacífico.
5 Ídem. La Thompson Cornwall estaba construyendo carreteras para el gobierno.
6 Michael Warner, ídem.
7 Rodrigo Fernández Ordóñez, ídem.
8 En ese preciso instante, el embajador norteamericano informaba a Washington sobre el levantamiento y aclaraba que el mismo había sido sofocado.
9 Habían sido enviadas allí para encubrir la operación de la CIA y la llegada de los paramilitares cubanos.
10 Estaba casado con la diplomática china Nora Sun.
11 Iban los tres tripulados por cubanos.
12 Esos focos fueron reducidos al día siguiente. Los dos B-26 que tomaron parte en las acciones llegaron a completar 15 horas de vuelo, efectuando misiones de ataque, transporte y exploración. Finalizados los enfrentamientos, fueron entregados a la FAG para suplir las unidades dañadas durante las acciones. Para la presencia de paramilitares cubanos y el alzamiento castrense en Guatemala ver: Rodrigo Fernández Ordóñez, CubaDebate, op. Cit.
13 Peter Kornbluh, “Top Secret CIA 'Official History' of the Bay of Pigs: Revelations”; The National Security Archive, Electronic Briefing Book No. 355, August 15, 2011  (http://nsarchive.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB355/); extracto del libro del mismo autorBay of Pigs Declassified: The Secret CIA Report on the Invasion of Cuba (National Security Archive Documents), The New Press; 1 edition (October 1, 1998).
14 Luiz Alberto de Vianna Moniz Bandeira. “El papel de la mafia en el asesinato de John F. Kennedy”, Trad: Guillermo F. Parodi para “Rebelión”, 12 de febrero de 2013,  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=177594). Fuente original: http://www.cartamaior.com.br/ ?/Editoria/Internacional/O-papel-da-mafia-no-assassinato-de-John-F-Kennedy/6/29609
15 Marita Lorenz llegó a quedar embarazada de Fidel Castro. Según las versiones que circularon en años posteriores, fue secuestrada por la CIA y conducida a los Estados Unidos, donde le informaron que había abortado al niño. Frank Sturgis la reclutó como agente de la Central de Inteligencia y poco después comenzó su entrenamiento para asesinar al líder cubano. Se la destinó a una estación cuyo nombre en clave era JMWAVE y allí comenzó su programa, bajo la dirección de Gerry Patrick Hemming. Años después supo que el hijo que tuvo con Castro estaba vivo. Cuando sus padres fueron arrestados por la Gestapo en 1944, acusados de contraespionaje, los acompañó en calidad de detenida al campo de concentración de Bergen Belsen (el mismo donde murieron Ana Frank y su hermana Margot). Permanecieron allí en cautiverio hasta después de finalizada la guerra. A los siete años de edad, fue violada por soldados aliados que vigilaban el campo. De regreso en Estados Unidos, sus padres trabajaron para la CIA.
16 Según la versión más corriente, una vez frente a Fidel, en la habitación 2408 del Habana Hilton, éste la miró fijamente a los ojos y le preguntó si estaba allí para matarlo, a lo que ella respondió afirmativamente. “Entonces mátame”, le habría dicho el líder revolucionario al tiempo que le extendía una pistola. “No puedo”, le respondió ella. Existen demasiadas historias en torno a este suceso y a la misma Marita Lorenz, que nunca se sabrá cuanto tienen de mentira y cuanto de verdad. Lo más probable es que la espía se haya acobardado antes de ver a Castro y haya abortado la misión por su cuenta. Regresó a los Estados Unidos y al cabo de un tiempo se hizo amante del ex presidente venezolano Marcos Pérez Jiménez, con quien tuvo una hija llamada Mónica Mercedes. Se la vinculó al asesinato de Kennedy y de acuerdo a otras versiones, fue víctima de varios atentados. Se casó con el agente del FBI Mark Yurasits y en 1969 tuvo un tercer hijo llamado como su padre.
17 El Consejo Revolucionario había reemplazado al Frente Revolucionario Democrático (FRD).
18 Néstor Carbonell Cortina, “Bahía de Cochinos. Lo que no dijo el informe del inspector de la CIA”, Guaracabuya, el órgano oficial de la Sociedad Económica de Amigos del País
(http://www.amigospais-guaracabuya.org/oagnc008.php). 19 Ídem.20 Botado en los astilleros Cramp de Filadelfia, en 1911, sus dimensiones eran 260 x 39 x 14 pies. Disponía de dos cañones de 4 pulgadas, cuatro de 6 libras, cuatro de 3 y cuatro más de 1, además de dos ametralladoras pesadas. Su sistema de propulsión estaba basado en calderas Babcock y maquinas de 6.000 hp, que le permitían alcanzar 18 nudos. Fue dado de baja en 1971.