OBJETIVO: PLAYA GIRÓN
La Brigada de Asalto 2506 entrena en Guatemala (Base "Trax") |
El 21
de enero de 1961, a
solo veinticuatro horas de asumir la presidencia de los Estados Unidos, John
Fitzgerald Kennedy se reunió con sus principales consejeros de Estado, para
tratar el urticante asunto de la crisis cubana.
En la
ocasión, se encontraban reunidos en el Cuarto del Gabinete del Ala Oeste de la
Casa Blanca, el vicepresidente Lyndon Johnson,
el secretario de Defensa Robert McNamara, el secretario de Estado Dean Rusk, el
jefe del Estado Mayor Conjunto, general Lyman Lemnitzer, el director de la CIA
Allen Dulles y el asesor de Seguridad Nacional McGeorge Bundy, además de otros
funcionarios y asistentes de menor rango, entre quienes destacaba especialmente
Richard Mervin Bissell, subdirector de planes de la CIA (DDP).
La situación en el Caribe era cada día más tensa y el
flamante gobierno deseaba enviar una señal al resto del mundo, en particular a
Rusia, para mostrar su grado de determinación.
Lo primero que hizo el presidente fue solicitar un informe de
lo actuado, pues necesitaba conocer hasta el más mínimo detalle de las
políticas aplicadas parea trazar un plan. McNamara fue preciso en su
exposición, pero más lo fue el general Lemnitzer, quien explicó que desde hacía
dieciocho meses, la CÍA entrenaba una brigada de asalto en Guatemala, formada
por 500 disidentes cubanos y que el 17 de marzo del año anterior, Eisenhower
había aprobado el desembarco de esa fuerza en la costa meridional de la isla,
para establecer contacto con las guerrillas contrarrevolucionarias que operaban
en el Escambray e iniciar acciones conjuntas.
Kennedy manifestó estar al tanto y aclaró que aprobaba la
decisión de su antecesor en el sentido de neutralizar a Fidel Castro a la mayor
brevedad posible, pero que necesitaba tiempo para estudiar los detalles. Quería
saber si el plan era viable y si había garantías de que Estados Unidos iba a
salir limpio de todo aquello, a lo que Lemnitzer, McNamara y Rusk le
respondieron casi sin dejarlo terminar, dándole todas las garantías.
-¿General, usted está seguro que esto va a funcionar sin
involucrar directamente a nuestro país? ¿Está seguro que no dejaremos huellas?
Lemnitzer respondió afirmativamente, basado en su convicción
de que la milicia contrarrevolucionaria contaban con equipo altamente
sofisticado y que los buques y aeronaves a utilizar, no llevarían insignias.
Allen Dulles confirmó lo dicho y McNamara agregó que se
disponía de información fidedigna.
Por eso, cuando McGeorge Bundy dijo que desde el 20 de
octubre el Servicio de Inteligencia venía captando comunicaciones en español
entre pilotos de aviones MIG-15 y bases militares soviéticas en Checoslovaquia,
se produjo un silencio inquietante.
Kennedy se incorporó y comenzó a caminar lentamente, mientras
recordaba a los presentes que el ejército de Castro disponía de 25.000 a 50.000 efectivos
y contaba con armamento y tecnología de última generación, en tanto la brigada
apenas sumaba de 500 a 1000 hombres.
Lemnitzer volvió a insistir con eso de que los
contrarrevolucionarios contaban con el factor sorpresa en tanto Castro ignoraba
completamente lo que estaba por suceder y varios de los presentes lo apoyaron.
-No tiene idea de que va a ser atacado y además, el pueblo de
Cuba se alzará para apoyar la invasión.
Kennedy lo miró unos segundos y luego dijo no estar tan
seguro de ello. Uno de los asesores allí presentes apoyó su postura al afirmar
que el Departamento de Estado compartía las dudas del presidente e incrementó
las dudas del mandatario al decir que en caso de que la incursión fracasara,
iba a ser necesaria la participación directa de fuerzas estadounidenses.
Ante semejante planteo, el general Lemnitzer recordó que un
bastión comunista amenazaba al hemisferio occidental a solo 90 millas de las costas
estadounidenses y puso especial énfasis al hablar de la imperiosa necesidad de
eliminarlo, para que esta parte del mundo fuese más segura.
En una charla a puertas cerradas con McNamara y Rusk, Kennedy
volvió a reiterar sus dudas con respecto a la operación. El secretario de
Estado le respondió de manera sutil, dejando entrever la posibilidad de que
Lemnitzer tuviera razón e insistió en la necesidad de una rápida decisión en
tanto el secretario de Defensa, agregó que iba a ser preciso manejarse con
prudencia porque de oponerse (Kennedy) a los consejos de la CIA y el Estado
Mayor, ambos organismos se lo iban a hacer pagar, si es que la invasión
fracasaba. Kennedy le contestó que no estaba dispuesto a ordenar un asalto a
gran escala por temor a los militares o a la Central de Inteligencia pero sus
interlocutores insistieron para que adoptara una decisión. Era imperioso saber
si se iba a seguir adelante con la operación o si se la pensaba cancelar.
Kennedy le preguntó a Rusk sobre la misión y éste le contestó que la
consideraba viable en tanto McNamara sentenció que la medida iba a constituir
un mensaje para Rusia, al mostrar la firmeza y determinación del nuevo
gobierno.
Mientras tanto, en Cuba, la llegada de asesores militares,
técnicos y economistas soviéticos continuaba.
Para entonces, además de China y la Unión Soviética, habían abierto sus embajadas en la isla Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Viet Nam del Norte, Albania y Mongolia y se esperaba que otros países del bloque comunistas lo hicieran en breve. En las escuelas y bases castrenses se impartían clases de ruso y jóvenes cubanos abordaban vuelos hacia el este, para estudiar de cerca el funcionamiento de las granjas colectivas y la economía socialista.
Tensas reuniones en la Casa Blanca |
Para entonces, además de China y la Unión Soviética, habían abierto sus embajadas en la isla Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Viet Nam del Norte, Albania y Mongolia y se esperaba que otros países del bloque comunistas lo hicieran en breve. En las escuelas y bases castrenses se impartían clases de ruso y jóvenes cubanos abordaban vuelos hacia el este, para estudiar de cerca el funcionamiento de las granjas colectivas y la economía socialista.
Anderson parece exagerar cuando se refiere a la presencia de
los rusos en La Habana, describiéndolos como a campesinos retrasados y sucios,
semianalfabetos y en extremo toscos.
De acuerdo a su descripción, los europeos andaban en grupos,
olían mal, transpiraban profusamente y trataban con cierto desdén a los
cubanos, amén de que sus mujeres eran gordas y se paseaban por las calles
luciendo vestidos largos y pañuelos en la cabeza. Incluso dice que eran
llevados a sus asentamientos, en las afueras de la ciudad, a bordo de camiones
de ganado (¿?). Lo cierto es que cada día llegaban más y lo hacían dispuestos a
quedarse, para transformar la isla en una base militar comunista.
Eso hizo reflotar los planes que el gobierno norteamericano
venía evaluando desde mediados de 1960, para eliminar físicamente a los
principales líderes cubanos y derrocar su gobierno.
Mientras tanto, Washington y La Habana seguían con interés
los acontecimientos del Congo, donde Patrice Lumumba, acababa de ser asesinado1.
Dado el creciente avance soviético en occidente, con la
escalada de revoluciones que estaban estallando en diferentes partes del mundo,
Estados Unidos creyó que había llegado el momento de actuar y por esa razón, en
el mes de marzo Kennedy ordenó poner en marcha los preparativos para una
invasión a Cuba.
En realidad, los planes estaban en marcha desde el 17 de
marzo del año anterior, cuando Eisenhower tomó la decisión de derrocar a
Castro. Y para ello, implementó un programa de actividades
contrarrevolucionarias basado en la colonia de exiliados que se había
establecido en Miami. Se lo llamó inicialmente JMARC aunque poco después se lo
rebautizó JMATE2 y consistía en el entrenamiento de una división
paramilitar anticastristas, con el propósito de infiltrarla en territorio
cubano.
Para entrenar a esa milicia, la CIA asignó la isla Ussepa,
hacia donde fueron enviados los primeros sesenta y seis efectivos que deberían
recibir adiestramiento en materia de radio-comunicaciones y manejo de armas. Al
mismo tiempo, se designaron tres áreas en la zona del Canal de Panamá
destinadas a la instrucción militar: la base aérea France y los cuarteles
Sherman y Randolph, ideales para trabajar de manera encubierta.
El primer grupo, integrado por diez hombres, fue recogido por
un ómnibus en el motel “María Antonieta” de Fort Laudardale, la madrugada del
19 de mayo. Se los condujo a la mencionada isla y se lo sometió a exámenes
médicos y psíquicos para iniciar los ejercicios de entrenamiento de manera
inmediata. Con la llegada de más hombres fue necesario dividir a ese equipo en
dos grupos, enviando al primer hacia Guatemala (equipo de radio-operadores) y
al segundo hacia Panamá, para que tomase cursos intensivos en el manejo de
armas.
Pero las noticias se filtraron y llegaron a oídos del
presidente guatemalteco Miguel Ydígoras (sucesor de Castillo Armas), quien
temeroso de las recientes invasiones que Cuba había lanzado contra distintos
países del hemisferio, ofreció su territorio, deseoso como estaba, de combatir
a Castro. Lo hizo a través de Roberto Alejos Arzú, hombre de su confianza,
quien venía manteniendo contactos con Robert K. Davis, agente de la CIA a quien
su gobierno le había encomendado sondear las administraciones de la región.
Una primera reunión tuvo lugar en la ciudad de Guatemala los
días 30 y 31 de mayo de 1960 y a ella asistieron Ydígoras, Alejos y Davis, que
acudió acompañado por su asistente, Jacob D. Esterline. Allí acordaron el
traslado de la milicia cubana a territorio guatemalteco y la cesión de una
parte de la plantación de café que el segundo tenía en la región sudoriental,
para ser utilizada como campo de entrenamiento en comunicaciones3.
Cerrado el acuerdo, a mediados del mes siguiente comenzaron a
llegar los primeros cubanos.
La finca “La Helvetia” se hallaba ubicada a 2550 metros sobre
el nivel del mar, próxima al volcán Santiaguito, en una región de selvas y
montañas, a solo 50 kilómetros del océano Pacífico. Su nombre en clave era Base
“Trax” (para la CIA JMTrax) y hacia allí los norteamericanos comenzaron a
trasladar sus equipos mientras acordaban con el gobierno la ubicación de otros
puntos para la instrucción militar.
A la misma se accedía por un camino fangoso que conducía por
entre el follaje hasta el cuerpo de guardia. Lo primero que se veía al entrar,
además de los camiones, las retroexcavadoras, las topadoras y los obreros
trabajando a pico y pala, era la armería a la derecha, el polígono en el centro
y los tinglados a la izquierda, donde se habían instalado la jefatura (módulo
Nº 2), los dormitorios de la oficialidad (Nº 3), los radio-operadores (Nº 4),
la enfermería y el consultorio del Dr. Polanco (Nº 1). Más allá se alzaba un
galpón de mayores proporciones, donde se alojaba la tropa. A su izquierda,
elevación del terreno de por medio, se encontraban las dependencias de los
ingenieros muy cerca de la capilla y algo más allá el depósito de suministros y
la cocina, luego transformada en sala de radio operadores.
Al fondo, a la derecha del polígono, había un recinto destinado a entrenamiento teórico y un poco más acá la casa del coronel Napoleón Valeriano (“Vallejo”).
Plano de la Base "Trax" (Happy Valley) en Guatemala |
Al fondo, a la derecha del polígono, había un recinto destinado a entrenamiento teórico y un poco más acá la casa del coronel Napoleón Valeriano (“Vallejo”).
Sobre las laderas, casi pegada a la comandancia y la estación
de radio, se encontraban las casas de los asesores militares, destacando en una
línea sucesoria las casamatas de vigilancia, con los guardias apuntando hacia
las vías de acceso.
Al mismo tiempo, en Miami, la central de inteligencia
impulsaba la formación del Frente Revolucionario Democrático (FRD), destinado a
poner en marcha la campaña contra del régimen castrista. Lo conformaban el ex
primer ministro José
Miró Cardona, su presidente, Manuel Antonio de
Varona, Justo Carrillo, Carlos Hevia, Antonio Maceo (nieto del prócer cubano),
el ex director del INRA en Oriente, Dr. Manuel F. Artime (era médico psiquiatra
de extracción católica) y el ingeniero Manuel Ray Rivero, fundador del Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP),
quien fue designado jefe de sabotajes y asuntos internos.
Del seno de esa agrupación debía surgir el futuro gobierno de
la isla, acordándose por unanimidad que Miró Cardona asumiría la presidencia.
A lo largo de todo ese mes, la fuerza paramilitar llegó a
sumar 500 efectivos. Mientras se terminaban de acondicionar los campamentos,
Alejos Arzú (cuyo nombre en clave era John Black) acordó con Esterline un viaje
al aeropuerto de Retalhuleu para supervisar la pista y comprobar si tenía
capacidad para recibir a los C-54 que iban a operar desde allí. La decisión se
tomó en Washington, el 8 de junio y una semana después, el guatemalteco voló a
Miami para encontrarse con Davis, que quería presentarle a Casimiro Barquín, oficial
aeronáutico de la Central de Inteligencia. Barquín tenía órdenes de trasladarse
al país centroamericano para supervisar personalmente varios aeródromos, entre
otros el mencionado Retalhuleu, Puerto San José, Flores y Petén y decidir cual
era de ellos se ajustaba a las necesidades4.
Durante el encuentro, Alejos tuvo la primera certeza de que
su papel (y el del mismo Ydígoras) iba a ser secundario ya que la CIA había
designado al cubano Juan Paula Argeo, integrante del FRD, para manejar todo lo
concerniente a los campos de entrenamiento y los fondos de la operación, cuya
partida inicial fue de trece millones de dólares.
Las lluvias no impidieron que a mediados de julio, los
trabajos en “La Helvetia” estuviesen prácticamente terminados. Para entonces,
la idea de infiltrar guerrillas en Cuba había sido descartada y la posibilidad
de una invasión comenzaba a tomar cuerpo. Por esa razón, se hicieron algunos
cambios, dotando a la base de una mayor estructura y acondicionando otros
sectores para recibir el equipo norteamericano, que comenzó a llegar en mayor
número.
Al mismo tiempo, expertos estadounidenses se dirigieron a
Retalhuleu, para extender su pista a 1,5 kilómetros de
largo, acordando los trabajos con la constructora Thompson Cornwall Co.,
contratista del gobierno guatemalteco5.
Para trasladar el equipo, los norteamericanos establecieron
un puente aéreo entre el aeropuerto de Opa Locka, en el condado de Dade, al sur
de la Florida y “La Helvetia”, utilizando para ello transportes DC-3 y un C-46
adquiridos en el “mercado negro”.
Las obras en Retalhuleu (campamento “Rayo”; nombre en código:
JMMadd) comenzaron el 3 de agosto y finalizaron el 13 de septiembre. Para esa
fecha, ya estaba en condiciones de operar como base aérea y recibir las
primeras aeronaves. Fue necesario que el presidente de la nación hablase de un
programa de seguridad fronteriza para aventar resquemores e incluso se
despacharon tropas hacia el lugar, para disimular el arribo de los
paramilitares.
Los primeros B-26 que aterrizaron en el lugar, fueron
gestionados por la Subdirección de Planes de la Central de Inteligencia (DDP)
en la Base Aérea de Alabama, siguiendo órdenes directas del director adjunto
Charles P. Cabell6. Poco después, llegaron varios P-51 de la Fuerza
Aérea Guatemalteca (FAG), con el objeto de encubrir esa presencia. Efectuaron
maniobras junto a los bombarderos y fingieron patrullas en áreas fronterizas.
Por entonces, comenzaron a circular extrañas versiones en cuanto a la presencia de naves de guerra no identificadas en el Golfo de Honduras, una de ellas un submarino desconocido (aparentemente soviético), que se habría desplazado frente a las costas de Belice y al menos un buque cubano que según trascendidos, navegaba en dirección a Guatemala.
Un clima de gran de tensión se vive en la Casa Blanca En la imagen, Kennedy junto a McNamara |
Por entonces, comenzaron a circular extrañas versiones en cuanto a la presencia de naves de guerra no identificadas en el Golfo de Honduras, una de ellas un submarino desconocido (aparentemente soviético), que se habría desplazado frente a las costas de Belice y al menos un buque cubano que según trascendidos, navegaba en dirección a Guatemala.
En esos días la CIA habilitó una pista alternativa en la
cercana finca “La Suiza”, también propiedad de Alejos, para descargar allí otra
parte del equipo.
Tan herméticos fueron esos trabajos, que ni siquiera el
embajador norteamericano John J. Muccio, estaba al tanto de ellos. Sería el
mismo Ydígoras el encargado de rebelarle la operación.
“Cualquiera que supiera algo del presidente
Ydígoras sabía que era incapaz de quedarse las cosas para él solo. Ydígoras
asumió que yo sabía lo que estaba pasando y habló. Cada vez que nos mirábamos
me decía algún dato nuevo de lo que se estaba preparando…”7.
A comienzos de noviembre, la división cubana, que para
entonces llevaba el nombre de Brigada de Asalto 2506 (número de placa de Rafael
Santana Esteves, uno de sus integrantes, muerto en un accidente operacional),
efectuaba prácticas de tiro y asalto a posiciones, marchas forzadas, ascenso de
montañas, tareas de supervivencia, asistencia, lucha y defensa personal, todo
bajo la supervisión del teniente coronel de la CIA Frank J. Egan y un militar
de origen filipino llamado Valerio Vallejo.
Descubierta su presencia, la madrugada del 13 de noviembre se
produjo un alzamiento militar que puso en riesgo la operación y la misma
presidencia de Ydígoras.
Pasadas las 0 horas del día sábado, un importante grupo de
militares se apoderó del Cuartel General “Justo Rufino Barrios” (antiguo
castillo de Matamoros), situado al este de la capital y después de
aprovisionarse de armas, se dirigió a Zacapa y Puerto Barrios (sobre el litoral
atlántico), para hacerse fuertes en ambos puntos.
Ydígoras respondió acusando a los amotinados de sediciosos y
de recibir apoyo del procastrista Partido Guatemalteco del Trabajo.
En vista de lo que sucedía, Alejos se dirigió presurosamente
a la base aérea de Retalhuleu para alertar a su comandante, el teniente coronel
Billy Campbell, sobre el alzamiento y los enfrentamientos que se estaban
produciendo.
La base se puso en estado de alerta y cursó un mensaje a la
brigada cubana en “La Helvetia”, para ordenarle que estuviese preparada.
El gobierno guatemalteco temía que los rebeldes en Puerto
Barrios recibiesen ayuda de La Habana y a través de su ministro de Defensa,
Rubén González Sigui, solicitó ayuda a su par norteamericano, sugiriendo el
envío de unidades navales a sus aguas jurisdiccionales8. Lo que la
CIA envió fueron dos aviones Lokheed P2V Neptune, para patrullar el sector
comprendido entre las costas sur de Belice y Panamá y le ordenó a uno de sus
destructores que se posicionase en el acceso al Golfo de Honduras.
Al mismo tiempo, el Ministerio de Defensa ordenó a sus tropas
en la base aérea de Retalhuleu (cuyo calificativo en clave era JMADD), que
abordasen uno de los C-46 estacionados allí9 y regresasen a la
capital.
Como la situación parecía agravarse, Ydígoras solicitó ayuda
a la CIA pero esta se la negó, argumentando cuestiones técnicas. En vista de
ello, al día siguiente, propuso como alternativa la participación de los
paramilitares cubanos en la represión del motín.
La Brigada de Asalto 2506 tuvo su bautismo de fuego la noche
del 14 de noviembre de 1960, cuando el teniente coronel Egan, les ordenó a 218
de sus integrantes tener todo listo para abordar tres Curtiss C-46 con destino
a Puerto Barrios y posiblemente Zacapa.
La operación había sido autorizada por Richard M. Bissell en
persona e incluía la participación de pilotos “voluntarios” norteamericanos,
para brindar apoyo con los B-26B.
El primer aparato despegó en las primeras horas de la noche,
tripulado por el estadounidense C. W. “Connie” Seigrist10, veterano
de la Segunda Guerra Mundial y un cubano de apellido Crespo, en carácter de co-piloto.
Seigrist había traído uno de los B-26B desde Alabama y se
hallaba familiarizado con el terreno. El segundo bombardero decoló al comando
de William H. Bale y detrás suyo partieron los tres C-46, llevando a los
combatientes cubanos, armados con fusiles y ametralladoras livianas11.
El primer B-26B ametralló el aeródromo de Puerto Barrios a
eso de las 20.00, arrojando sus bombas con bastante precisión. Cuando viraba
para retirarse, recibió comunicación del comandante de la FAG, coronel Antonio
Batrés, para que cubriese a las tropas que se desplazaban por las montañas en
pos de los sublevados. Seigrist enfiló en esa dirección mientras Beale
descargaba sus cañones y arrojaba sus cargas explosivas.
Seigrist ametralló otros puntos próximos al aeropuerto y se
retiró, dejando expedito el camino para que aterrizarse el primer C-46.
El piloto tocó tierra y se detuvo a metros de la cabecera de
la pista, pero cuando los hombres que llevaba en la bodega comenzaron a
disparar, el capitán guatemalteco que viajaba como enlace entró en pánico y
ordenó despegar inmediatamente, pensando que el avión estaba siendo atacado.
Miguel Ydígoras Presidente de Guatemala |
Muccio acababa de enterarse de lo que sucedía porque uno de
los pilotos llamó a la embajada para solicitarle al coronel de la USAF William
J, Cavoli, agregado de la Fuerza Aérea, la confirmación de una orden del
presidente guatemalteco (se refería al embarque de personal cubano).
El 16 de noviembre la revuelta fue controlada, aunque todavía
quedaban focos de resistencia en Puerto Barrios y Gualán12.
Pero no todos los sublevados depondrían las armas. Los
jóvenes tenientes Luis Tuburcio Lima y Marco Aurelio Yon Sosa, desertaron de
del ejército regular y se internaron en las montañas, para iniciar la guerra de
guerrillas.
De ese modo, la Brigada 2506 volvió a sus entrenamientos y la
CIA se abocó de lleno a los preparativos del desembarco.
Uno de los efectivos que tomó parte en aquel intento de
represión fue el siempre presente Félix I. Rodríguez, el furioso anticastrista
cubano a quien muchos historiadores adjudican un protagonismo excesivo, que nos
lleva a pensar cuánto hay de verídico en mucho de lo que se dice con respecto a
él. Baste imaginar a un adolescente de apenas 19 años tomando decisiones
cruciales y convenciendo nada menos que a la Central de Inteligencia de los
Estados Unidos, de poner en marcha misiones irrealizables, para sospechar que
mucho de lo que se dice no sea del todo exacto.
Según Jon Lee Anderson, por esos días, el joven disidente apareció
por la CIA, llevando en carpeta un ambicioso plan para acabar con la vida de
Castro. Al parecer, la Agencia lo estudió detenidamente y después de mucho
deliberar, lo consideró viable. El mismo consistía en la infiltración de
agentes encubiertos en la isla, establecer contacto con la resistencia y llevar
a cabo acciones terroristas, una de ellas, contra la vida del líder.
De
acuerdo a ciertos trascendidos, al menos en tres oportunidades, lanchas sin
insignias partieron en la noche desde las costas de Florida, llevando a bordo
personal adiestrado en acciones de sabotajes para ser depositarlo en las playas
septentrionales de la isla, pero en ninguna de ellas los enlaces que debían
brindarles soporte aparecieron. En vista de ello, la Central descartó de los
procedimientos y se abocó de lleno a elaborar un plan B.
Era imperioso moverse con celeridad y pisar con mucha cautela
para evitar los trascendidos. Y para ello la CIA desplegó un impresionante
aparato de contraespionaje, despachando emisarios en diferentes direcciones.
Funcionarios
de alto nivel, propusieron a Dulles contactar a la mafia, con la idea era
planificar una operación conjunta destinada a eliminar a los líderes cubanos,
sin reparar en gastos ni esfuerzos (Operación AMHINT). Un estudio sobre la
marcha, permitió determinar que para llevarlo a cabo, iba a ser necesaria una
parte del presupuesto asignado a la invasión y para ello, le encomendaron al
coronel Joseph Caldwell King, jefe de la División Hemisferio Occidental de la
CIA, establecer contacto con Jacob Esterline, ejecutivo a cargo de la brigada
en Guatemala, para que derivase fondos. Esterline se negó, porque King, no
quería revelar la finalidad del dinero13, pero todo parece indicar
que recibió directivas “de arriba”, y no tuvo más remedio que acceder.
Casi al
mismo tiempo, agentes encubiertos establecieron contacto con Sam Giancana, el
temible capo mafioso de Chicago y acordaron una reunión. La misma se llevó a
cabo en un punto determinado y a ella asistieron, además de los servicios de
inteligencia, el jefe hampón y un par de sus hombres, el agente de contraespionaje
Frank Fiorini Sturgis, quien aportó el nombre de Marita Lorenz, para envenenar
a Castro14. Lorenz, hija de un espía nazi perteneciente a la marina
del III Reich, había nacido en Bremen, el 18 de agosto de 1939 y se había
radicado con su familia en Nueva York, de donde era oriunda su madre. En
febrero de 1959 conoció a Fidel en una recepción a bordo de un yate y poco
después se hicieron amantes, al ser contratada como su secretaria personal15.
La CIA
estaba segura de que los planes iban a caminar porque Giancana había visto sus
intereses terriblemente afectados por el cierre de sus casinos y hoteles en La
Habana y estaba sediento de venganza.
De lo
que se habló en esa reunión no se tienen detalles, pero se sabe lo que ocurrió
después.
En
diciembre de 1960 Marita Lorenz desembarcó en la capital cubana llevando en su
equipaje varias cápsulas de cianuro, pero por causas desconocidas, la misión no
se concretó16.
De esa
manera, desbaratada la Operación AMHINT, se decidió seguir adelante con la
invasión y no perder más tiempo en alternativas inconsistentes.
La idea de un desembarco anfibio surgió de Richard Bissell y
entusiasmó a Allen Dulles quien, sin perder tiempo, se la llevó a Eisenhower.
Este la estudió detenidamente y veinticuatro horas después dio el visto bueno
para ponerla en marcha.
Recibida la orden, la Brigada constituyó siete grupos de
asalto e infiltración denominados “Equipos Grises”, cuya misión era ingresar en
territorio cubano y contactar a la resistencia, para iniciar la rebelión
popular.
Su adiestramiento estuvo a cargo de paramilitares rusos y
españoles anticomunistas, quienes tuvieron a su cargo el traslado aéreo de los
primeros 218 efectivos hasta Fort Clayton, en el Canal de Panamá (26 de
diciembre de 1960) y el embarque de los equipos. Los paramilitares recibirían
adiestramiento táctico teórico y efectuarían ejercicios con armas de
procedencia soviética.
A
escasos días de asumir la presidencia, Kennedy mantuvo una importante reunión
con Dulles y Bissell, para interiorizarse de la situación cubana. Una vez en el
Salón Oval, solicitó a sus asesores que estudiasen el plan que la CIA había
elaborado para la invasión de Cuba y cuando el 3 de febrero le presentaron las
conclusiones, las rechazó de plano porque a su entender, presentaba marcadas
deficiencias en materia de apoyo logístico, a la hora de establecer la cabeza
de puente. Aún así, los expertos del Pentágono lo veían viable y se pusieron a
limar sus asperezas.
El 11
de marzo, le expusieron el Plan Trinidad, que consistía en un desembarco con
apoyo aéreo en el puerto de Casilda, establecer una cabeza de puente en ese
punto, con el correspondiente sostén logístico e instaurar un gobierno
provisional que sería reconocido por Washington y sus pares de la región. En
base a los cálculos, eso incentivaría el alzamiento civil y si el mismo no se
producía, quedaba la posibilidad de internarse en el Escambray para unirse a
las guerrillas contrarrevolucionarias que operaban allí.
Kennedy rechazó nuevamente el plan, por considerarlo demasiado aparatoso y sugirió elaborar otro, en el que Estados Unidos tuviese menos injerencia. Alguien planteó la imposibilidad de una operación de esa magnitud sin el apoyo norteamericano, pero el mandatario insistió.
Base Aérea de Retalhuleu, Guatemala (nombre en clave: JMADD) |
Kennedy rechazó nuevamente el plan, por considerarlo demasiado aparatoso y sugirió elaborar otro, en el que Estados Unidos tuviese menos injerencia. Alguien planteó la imposibilidad de una operación de esa magnitud sin el apoyo norteamericano, pero el mandatario insistió.
Nació,
de ese modo, la Operación Zapata, que los analistas del Pentágono y la CIA
tuvieron listo en menos de una semana (15 de marzo).
Consistía
en un desembarco nocturno en Bahía de Cochinos, región aislada, con escasas
vías de acceso y que para más, disponía de un aeródromo adecuado para los B-26.
La cobertura aérea recién llegaría cuando los aviones de la Brigada pudiesen
operar desde allí y para engañar a la inteligencia cubana, un par de días antes
se llevaría a cabo un desembarco de diversión en las costas septentrionales de
la provincia de Oriente.
Los
expertos entendían que si la operación fracasaba, los invasores podían
desplegarse hacia la Ciénaga de Zapata, por tratarse de un sector adecuado para
acciones guerrilleras.
Kennedy
lo estudió detenidamente y una vez más, volvió a pedir que se redujera la
participación norteamericana, aún cuando sus asesores le aconsejaron una vez
más optar por el Plan Trinidad, por considerarlo más viable.
El
tiempo pasaba y el riesgo de que la información se filtrase aumentaba.
A
quienes la administración norteamericana no parecía tener muy en cuenta era a
los miembros del FDR, cuyo coordinador general, Manuel Antonio de Varona, venía
bregando desde noviembre por incrementar el número de expedicionarios. En el
mes de enero había visitado los campamentos de Guatemala y estaba convencido de
que la cantidad de combatientes era reducida pero ante su insistencia, el
coronel Egan le había garantizado que con la cobertura aérea, las fuerzas de
Castro quedarían neutralizadas.
En
abril, el que se hizo presente en el lugar fue Miró Cardona, en su carácter de
presidente del flamante Consejo Revolucionario17. Egan le habló de
un refuerzo de 250 hombres y hasta le mencionó tropas adicionales (al menos
30.000 hombres) y de tres países involucrados.
De
regreso en Estados Unidos, el cubano voló a Washington para reunirse con Adolf
A. Berle, coordinador de la fuerza expedicionaria en la Casa Blanca y este le
confirmó la existencia de esas fuerzas, aunque en menor número (se refirió a
15.000 expedicionarios)18.
-Por
qué 15.000 hombres si en Guatemala me hablaron del doble – preguntó el cubano.
-Porque
son suficientes – fue la respuesta.
Miró
bregaba por la intervención directa de tropas estadounidenses, de ahí su
exhortación cuando Kennedy, a escasos tres días de la invasión, volvió a
plantear la no intervención de las fuerzas armadas de su país en la operación.
El dirigente cubano se volvió a encontrar con Berle, esta vez en las lujosas
instalaciones del Century Club de Nueva York, para insistir una vez más en el
tema. En la oportunidad, se hallaban presentes el profesor John Plank y el
asesor presidencial Arthur Schlesinger, quien fue claro a la hora de manifestar
que Estados Unidos iba a ofrecer toda la ayuda posible, tanto a la brigada
invasora como al futuro gobierno, pero que no debían esperar la intervención de
sus tropas20.
Lo que
estadounidenses y cubanos parecían ignorar, era que Fidel Castro estaba al
tanto de lo que sucedía y ultimaba detalles para contrarrestar la invasión. Sus
agentes encubiertos en Miami y Centroamérica habían obtenido valiosa
información a través de sus contactos y la KGB ya había confirmado la
existencia de la brigada, advirtiendo que la misma oscilaba entre el millar y
el millar y medio de efectivos y que se aprestaba a efectuar un desembarco, al menos
en dos puntos diferentes.
Fue por
eso que a principios de marzo partió desde Moscú un nuevo grupo de asesores,
entre los que se encontraban algunos exiliados republicanos españoles, para
brindar todo el soporte que se iba a necesitar.
Desde
el mes de enero, los norteamericanos trabajaban activamente en el
acondicionamiento del rudimentario aeródromo de Puerto Cabezas, Nicaragua,
desmontando el área que se extendía al oeste, para extender su pista de
aterrizaje a casi 2000 metros. Se construyeron barracones de madera, galpones y
hangares y se prohibió el tránsito de los pobladores, además de suspenderse los
vuelos que la empresa La Nica (propiedad de la familia Somoza), mantenía con la
capital del país.
A
mediados de marzo, llegaron a puerto tres cargueros norteamericanos
transportando en sus bodegas vehículos TP-40 y TP-45, 800 toneladas de
explosivos, herramientas, maquinaria y materiales para las construcciones. El
cargamento fue trasladado hasta “Happy Valley” en camiones, donde las obras se
encontraban bastante avanzadas.
En los
primeros días de abril, comenzaron a llegar los primeros combatientes cubanos y
los militares norteamericanos que iban a tomar parte en la operación. Los
bombarderos B-26B ya se encontraban en el lugar así como aviones PBY Catalina destinados
a misiones de salvataje.
La
Brigada de Aalto 2506 estaba conformada por 1511 hombres distribuidos en cinco
batallones de infantería, una compañía de armas pesadas, otra de inteligencia,
una tercera de paracaidistas y una cuarta blindada.
Su
armamento consistía en cinco tanques ligeros M41 “Walker Bulldog” de
procedencia estadounidense, diez camiones M-35.A1 artillados con ametralladoras
Browning 50 montadas sobre su cabina y once cañones sin retroceso de M18 de 57
mm y diez más M20 de 75, además de sesenta morteros pesados 4.2, M2 de 60 mm y
M29 de 81.
Su armamento liviano sumaba ochenta y tres ametralladoras pesadas Browning 30-06 y M2E2 de 50 mm, setenta y cinco bazookas M9A12-36” Rocket-Launcher, ocho lanzallamas M2, fusiles automáticos M1918A2 BAR calibre 30-06, Springfield M1904A4 calibre 30-06 Sniper, carabinas M1A1 de 30 mm, Garand M1 30-06, Thompson M1A, subametralladoras M3A1 (ambas calibre 45), pistolas Colt 45 M1911-A1, granadas MKII-07 y WP y bayonetas de distinto tipo.
Las Milicias Nacionales Revolucionarias de preparan en La Habana |
Su armamento liviano sumaba ochenta y tres ametralladoras pesadas Browning 30-06 y M2E2 de 50 mm, setenta y cinco bazookas M9A12-36” Rocket-Launcher, ocho lanzallamas M2, fusiles automáticos M1918A2 BAR calibre 30-06, Springfield M1904A4 calibre 30-06 Sniper, carabinas M1A1 de 30 mm, Garand M1 30-06, Thompson M1A, subametralladoras M3A1 (ambas calibre 45), pistolas Colt 45 M1911-A1, granadas MKII-07 y WP y bayonetas de distinto tipo.
Su
fuerza aérea (FAL) era más poderosa que la de muchos países centroamericanos,
incluyendo Guatemala y Nicaragua. Contaba con dieciséis bombarderos Douglas
B-26B (A-26) Invaders procedentes de la Guardia Nacional de Alabama, a los que
se incorporarían ocho más durante las acciones; seis transportes C-54
Skymaster, ocho Curtiss C-46 Commando y dos Consolidated PBY Catalina, que
serían tripulados por setenta y cuatro pilotos cubanos y dieciséis
norteamericanos, estos últimos veteranos de la Segunda Guerra Mundial y Corea.
El
componente naval, estaba integrado por cinco transportes de 2400 toneladas de
desplazamiento en vacío, alquilados a una empresa de origen cubano denominada
García Line. Estos buques llevarían en sus entrañas a los tres lanchones de
desembarco LCU y los cuatro LCVP a ser lanzados sobre el objetivo. Se trataba
del SS “Houston”, el SS “Río Escondido”, el SS “Atlantic”, el SS “Caribe” y el
buque-hospital SS “Lake Charles”, tripulados por personal mixto
(norteamericanos y cubanos) y equipados con piezas de artillería antiaérea.
Además de esas embarcaciones, la CIA aportó los LCI “Blagar” y “Barbara J”, en
el primero de los cuales, viajaría el equipo de hombres-rana (buzos tácticos)
que debían marcar las playas.
El
estado mayor de la Brigada quedó conformado de la siguiente manera:
Manuel Francisco Artime: Líder político.
Manuel
Antonio de Varona: coordinador general.
Manuel
Blanco Navarro: jefe de Inteligencia militar.
Frank
J. Egan (coronel de la CIA): jefe de entrenamiento (Base Trax).
José Alfredo 'Pepe' Pérez San Román: comandante militar.
Erneido Andrés Oliva: segundo comandante.
Manuel Villafaña Martinez: comandante de la
fuerza aérea.
Alejandro del Valle Marti: jefe del 1º
Batallón de Infantería.
Hugo Sueiro: jefe del 2º Batallón.
Noelio Montero Díaz: jefe del 3º
Batallón.
Valentín 'Pipo' Bacallao: jefe del 4º Batallón Blindado.
Ricardo Montero Duque: jefe del 5º Batallón de Infantería.
Francisco Montiel Rivera (“Maciera”):
6º Batallón de Infantería
Roberto Pérez San Román: jefe del Batallón de Armas Pesadas
Ramon J. Ferrer Mena: jefe de
Personal y Abastecimientos
Enrique Ruiz Williams: primer
alférez
Higinio Nino Díaz:
segundo alférez
Las
operaciones en el cuartel general de la CIA, estaban a cargo de Richard Bissel,
director de Planes Especiales; su
segundo, Tracy Barnes; el general Charles
P. Cabell, subdirector de la Central de Inteligencia; Howard Hunt y Frank
Droller, enlaces con los políticos cubanos y encargados de las operaciones de
diversión. David A. Phillips tenía a su cargo la Propaganda y Jack Esterline, era el jefe a cargo de
la Brigada en el alto mando.
Numerosos
oficiales, técnicos asesores de la CIA y de las fuerzas armadas norteamericanas,
mantenían contacto permanente con los generales Shoup, Weeler y Gray en el
Pentágono, con el almirante Arleigh Burke, comandante en jefe de la Marina y su
par Lyman Lemnitzer, cabeza del Estado Mayor Conjunto.
Cuba,
mientras tanto, había aprestos para contrarrestar la invasión. Su ejército
disponía de 32.000 efectivos, sin contar los de la Marina y la Fuerza Aérea
Revolucionaria (FAR); a ellos se les sumaban los 9000 hombres de la Policía
Nacional Revolucionaria (PNR) y los 200.000 milicianos movilizados a último
momento, así como voluntarios civiles que se ofrecían a cada momento.
Sus
fuerzas disponían de ciento veinticinco tanques T-34 y IS-2M “Iosif Stalin” y
cinco cazacarros SU-100 soviéticos; cuatrocientos veintiocho cañones de entre
76 y 128 mm de la misma procedencia, novecientos morteros y novecientas veinte
piezas de artillería antiaérea, a las que se deben incluir ametralladoras AA de
procedencia rusa y china, además de los viejos Marmon Herrington, Sherman
Firefly (dotados de cañones 75), los M-3 “Stuart” y los carros blindados M-8
Greyhound del Regimiento de Tanques.
De los
cuarenta y tres aviones de combate con los que contaba la FAR, al menos el 50%
se hallaban operativos, destacando especialmente los siete Lockheed T-33
“Shooting Star” (también designados T-Bird), tece Douglas B-26C (A-26C)
Invader, tres F-47 “Thunderbolt”, seis Grumman TBM Avenger, catorce Hawker Sea
Fury, así como algunos Beechkraft, Cessna y Piper y una pequeña sección de
helicópteros integrado por unidades Bell 47, MI-1 y MI-4 estos últimos de
procedencia soviética.
La
Marina de Guerra, por su parte, disponía de tres fragatas, las F-303 “Máximo
Gómez”, F-301 “José Martí” y F-302 “Antonio Maceo”, los buques de patrulla y
escolta PE “Baire” y PE “Siboney”, el anticuado crucero liviano “Cuba”20,
las cañoneras “Santa Clara”, “4 de Septiembre”, “Juan Bruno”, “Camagüey”,
“Oriente” y “Donativo”, así como numerosas lanchas patrulleras y guardacostas.
Las
fuerzas terrestres fueron desplegadas a lo largo de la isla, con solo una
compañía del Batallón de Infantería 339 en inmediaciones de Bahía de Cochinos;
las bases navales de Cienfuegos, Camagüey, Santiago y La Habana entraron en
estado de alerta, los arsenales navales de Casablanca, Mariel y Batanabó
iniciaron aprestos y las unidades aéreas alistaron sus secciones.
La isla
fue dividida en tres regiones militares que quedaron bajo las órdenes de de
Raúl Castro (Oriente), Juan Almeida (Centro) y el Che Guevara (Occidente), con
Fidel Castro como comandante general, a cargo de la defensa de La Habana,
secundado por Efigenio Ameijeiras, José Ramón Fernández y otros altos
comandantes.
Por el
lado de la Brigada y los Estados Unidos, estaba todo dispuesto para lanzar el
ataque, los cuadros completaban su desplazamiento y los mandos mantenían
permanente contacto con el gobierno y las máximas autoridades militares en
Washington.
En
Cuba, como se ha dicho, el buró revolucionario ya había desplegado sus fuerzas
y aguardaba expectante el comienzo de la invasión
Imágenes
La Brigada 2506 hace ejercicios en la Base "Trax" (Guatemala) |
Richard Mervin Bissell Subdirector de planes de la CIA. Suya fue la idea de una invasión |
Jefes de la Brigada 2506 en Guatemala. De izquierda a derecha: Manuel Artime, "Pepe" San Román, Antonio Maceo y Manuel Antonio de Varona |
San Giancana, el temible capo de la mafia en Chicago. La CIA lo contactó para atentar contra la vida de Fidel Castro. Dos años después, ordenó el asesinato de Kennedy |
Marita Lorenz, ex amante de Castro. La CIA la contactó para ejecutar al líder cubano pero el plan fracasó. Se han tejido muchas historias en torno a ella, algunas magnificadas |
Notas
1 El
líder independentista había sido destituido por el presidente Joseph Kasavubu
y el comandante en jefe del ejército, Joseph Mobutu (septiembre de 1960) y fue
puesto en arresto domiciliario, bajo control e la ONU. Los intentos
separatistas de la provincia de Katanga, rica en minerales, dirigidos por el
líder Moisés Tschombe -quien contaba con el apoyo de los colonialistas belgas-,
fueron la causa principal de la crisis y el motivo de la caída de Lumumba,
quien desde el mes de junio hacía vanos esfuerzos por alejar a las fuerzas
armadas de la influencia de su antigua metrópoli.
Con el estallido de la guerra civil, solicitó la intervención
de las Naciones Unidas y al ver que el mismo no era efectivo, cerró acuerdos
con la Unión Soviética, sellando con ello su suerte.
En el mes de agosto, el gobierno norteamericano había enviado
instrucciones a su embajada en Kinshasa, ordenándole a su secretario y al mismo
tiempo, encargado de la oficina local de la CIA, eliminar a Lumumba. Sin perder
tiempo, el funcionario movió los hilos presurosamente logrando, en primer
lugar, la deposición del líder y luego su arresto. Lumumba fue confinado a su
domicilio en calidad de prisionero y la posición de los militares se fortaleció.
Aún en esa situación, el combativo líder intentó deponer al
presidente, utilizando sus influencias en el Parlamento y al no lograrlo,
comenzó a planear el modo de escapar, sabiendo que sus días estaban contados.
El 14 de septiembre Mobutu dio un golpe de estado y se hizo
del poder. Kasavubu fue confirmado en la presidencia y Lumumba continuó bajo
arresto –con protección de la ONU-, hasta tanto se resolviese su situación. Se
supo entonces que la CIA estaba detrás y por esa razón, el dirigente aceleró
sus intentos de fuga.
En el mes de diciembre escapó hacia Stanleyville (actual Kisangani), donde contaba con numerosos seguidores y desde allí se dispuso a
retomar el poder. Pero Mobutu, que contaba con el apoyo de la CIA, logró dar
con él cuando intentaba cruzar el río Sankuru, cerca de Mweka. Conducido al
cuartel de Thysville, permaneció detenido junto a algunos de sus seguidores
hasta el 17 de enero de 1961. Ese día, fue obligado a abordar un avión con
destino a Katanga y al llegar a Elisabethville (hoy Lumumbashi), fue entregado a las milicias de Tschombe, quien lo
hizo ejecutar a pocas horas de su arribo, junto a sus partidarios Okito y
Mpolo, en presencia de los ministros Kimba y Munongo y varios asesores belgas y
norteamericanos.
La noticia se conoció en el mes de febrero, así como la
ejecución de numerosos partidarios en los días posteriores. Se dice que el Che
bramó de ira cuando supo los pormenores de su ejecución (el cuerpo del líder
negro fue sumergido en un barril de ácido sulfúrico) y juró vengarlo.
2 Michael Warner, “The CIA’s internal Probe of the Bay of Pigs Affair”,
Lessons Unlearned, Central Intelligence Agency, Library, 14 de abril de 2007
(https://www.cia.gov/library/center-for-the-study-of-intelligence/csi-publications/csi
studies/ studies/winter98_99/art08.html).
3 Rodrigo Fernández
Ordóñez, “Los cubanos y la CIA en Guatemala”, ContraPoder, Cultura. 1 de abril
de 2015
(http://contrapoder.com.gt/2015/04/01/los-cubanos-y-la-cia-en-guatemala/).
4 Ídem.
Retalhuleu es un municipio de la región sudoccidental de Guatemala,
cabecera del partido del mismo nombre, distante a 190 kilómetros de la
capital y diez del océano Pacífico.
5 Ídem. La Thompson
Cornwall estaba construyendo carreteras para el gobierno.
6 Michael Warner, ídem.
7 Rodrigo Fernández
Ordóñez, ídem.
8 En ese preciso
instante, el embajador norteamericano informaba a Washington sobre el
levantamiento y aclaraba que el mismo había sido sofocado.
9 Habían sido enviadas
allí para encubrir la operación de la CIA y la llegada de los paramilitares cubanos.
10 Estaba casado con la
diplomática china Nora Sun.
11 Iban los tres
tripulados por cubanos.
12 Esos
focos fueron reducidos al día siguiente. Los dos B-26 que
tomaron parte en las acciones llegaron a completar 15 horas de vuelo,
efectuando misiones de ataque, transporte y exploración. Finalizados los
enfrentamientos, fueron entregados a la FAG para suplir las unidades dañadas
durante las acciones. Para la presencia de paramilitares cubanos y el
alzamiento castrense en Guatemala ver: Rodrigo Fernández Ordóñez, CubaDebate,
op. Cit.
13 Peter Kornbluh, “Top Secret CIA 'Official
History' of the Bay of Pigs: Revelations”; The National Security Archive,
Electronic Briefing Book No. 355, August 15, 2011 (http://nsarchive.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB355/);
extracto del libro del mismo autorBay of Pigs
Declassified: The Secret CIA Report on the Invasion of Cuba (National
Security Archive Documents), The
New Press; 1 edition (October 1, 1998).
14 Luiz Alberto de
Vianna Moniz Bandeira. “El papel de la mafia en el asesinato de John F.
Kennedy”, Trad: Guillermo F. Parodi para “Rebelión”, 12 de febrero de 2013,
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=177594). Fuente original: http://www.cartamaior.com.br/
?/Editoria/Internacional/O-papel-da-mafia-no-assassinato-de-John-F-Kennedy/6/29609
15 Marita Lorenz llegó a
quedar embarazada de Fidel Castro. Según las versiones que circularon en años
posteriores, fue secuestrada por la CIA y conducida a los Estados Unidos, donde
le informaron que había abortado al niño. Frank Sturgis la reclutó como agente
de la Central de Inteligencia y poco después comenzó su entrenamiento para
asesinar al líder cubano. Se la destinó a una estación cuyo nombre en clave era
JMWAVE y allí comenzó su programa, bajo la dirección de Gerry Patrick Hemming.
Años después supo que el hijo que tuvo con Castro estaba vivo. Cuando sus
padres fueron arrestados por la Gestapo en 1944, acusados de contraespionaje,
los acompañó en calidad de detenida al campo de concentración de Bergen Belsen
(el mismo donde murieron Ana Frank y su hermana Margot). Permanecieron allí en
cautiverio hasta después de finalizada la guerra. A los siete años de edad, fue
violada por soldados aliados que vigilaban el campo. De regreso en Estados
Unidos, sus padres trabajaron para la CIA.
16 Según la versión más
corriente, una vez frente a Fidel, en la habitación 2408 del Habana Hilton,
éste la miró fijamente a los ojos y le preguntó si estaba allí para matarlo, a
lo que ella respondió afirmativamente. “Entonces
mátame”, le habría dicho el líder revolucionario al tiempo que le extendía
una pistola. “No puedo”,
le respondió ella. Existen demasiadas historias en torno a este suceso y a la
misma Marita Lorenz, que nunca se sabrá cuanto tienen de mentira y cuanto de
verdad. Lo más probable es que la espía se haya acobardado antes de ver a
Castro y haya abortado la misión por su cuenta. Regresó a los Estados Unidos y
al cabo de un tiempo se hizo amante del ex presidente venezolano Marcos Pérez
Jiménez, con quien tuvo una hija llamada Mónica Mercedes. Se la vinculó al
asesinato de Kennedy y de acuerdo a otras versiones, fue víctima de varios
atentados. Se casó con el agente del FBI Mark Yurasits y en 1969 tuvo un tercer
hijo llamado como su padre.
17 El Consejo
Revolucionario había reemplazado al Frente Revolucionario Democrático (FRD).
18 Néstor Carbonell Cortina, “Bahía de Cochinos. Lo que no
dijo el informe del inspector de la CIA”, Guaracabuya, el órgano oficial de la
Sociedad Económica de Amigos del País
(http://www.amigospais-guaracabuya.org/oagnc008.php). 19 Ídem.20 Botado en los astilleros Cramp de Filadelfia, en 1911, sus
dimensiones eran 260 x 39 x 14 pies. Disponía de dos cañones de 4
pulgadas, cuatro de 6 libras, cuatro de 3 y cuatro más de 1, además de dos
ametralladoras pesadas. Su sistema de propulsión estaba basado en calderas
Babcock y maquinas de 6.000 hp, que le permitían alcanzar 18 nudos. Fue dado de
baja en 1971.