miércoles, 14 de agosto de 2019

CRÍMENES ESPELUZNANTES


En este Fiat 128 aparecieron los cuerpos calcinados de José Carlos Neifert
y Carlos Daniel González
(Im,agen: "La Nación")

El 2 de octubre de 1974 la firma Bunge & Born sufrió un nuevo atentado en la persona de Alfonso Eugenio Margueritte, ex gerente de administraciones rurales y en esos momentos asesor de actividades agropecuarias.
El ejecutivo de 65 años, se había retirado de la firma tras 40 años de servicios ininterrumpidos pero seguía vinculado a ella en su condición de consejero.
Problemas de salud habían motivado esa decisión pese a que, como se ha dicho, jamás se desvinculó de la empresa. Nacido en Diego de Alvear, provincia de Santa Fe, en 1915, estaba casado con Sofía A. Treviño y era padre de dos hijos, Eduardo Héctor, de 37 años y Alfonso Jorge, dos años menor.
Margueritte era esperado para dar comienzo a una importante reunión pero al no presentarse, se dispararon las alarmas y con ello el conocimiento de lo que acababa de suceder.
Al parecer, esa mañana salió de su casa en Ramos Mejía (Bolívar al 300) y a poco de ponerse en marcha, dos automóviles le cerraron el paso y se lo llevaron secuestrado.
Pocas horas después se supo que los captores pertenecían al ERP-22 de Agosto y que incentivados por la exitosa operación de Montoneros pedían una abultada suma de dinero.
Alfonso E. Margueritte
(Imagen: "La Razón")
El alto ejecutivo fue conducido a una cárcel del pueblo ubicada en la misma localidad donde vivía y allí se encontraba cuando los subversivos se pusieron en contacto con los suyos para hablar de un monto de cinco millones de dólares ($75.000.000 Ley 18.188).
Ese mismo día fueron velados los restos del matrimonio Prats para cuya identificación viajaron expresamente desde Santiago, familiares y allegados.
Los médicos debieron reconstruir los cuerpos porque habían quedado completamente destrozados, tarea que iniciaron a las 07:30 y finalizaron tres horas y media después. Pasadas las 11 a.m., empleados de la funeraria se presentaron en la morgue judicial y los condujeron a la casa mortuoria ubicada en Cangallo al 3200, hacia donde se dirigieron autoridades de la legación trasandina en nuestro país y algunos funcionarios, entre ellos el embajador Ramón Huidobro Domínguez y su esposa.
Para entonces, el Senado nacional había puesto a disposición de sus deudos el Panteón Militar para depositar allí a la pareja pero la familia declinó el ofrecimiento. Hermanos de las víctimas manifestaron a la prensa que si bien constituía un honor para sus familias que los despojos descansasen en nuestra tierra, las hijas del matrimonio ya habían dispuesto su repatriación. Por su parte, la junta militar del vecino país manifestó a través de un comunicado oficial que el atentado no afectaba en absoluto las buenas relaciones con el gobierno argentino y que las mismas seguían su curso normal.
Voces de indignación se hicieron sentir en diferentes partes del mundo, en especial América Latina, donde los desterrados del régimen pinochetista hicieron sentir su presión para que los gobiernos se pronunciasen.
Mientras tanto, en Chile, los medios informaban profusamente sobre el acontecimiento, en especial el viaje de las hijas de Prats a Buenos Aires y mencionaban a la Triple A como la autora del atentado.
Finalizado el velatorio y tras la misa de cuerpo presente que celebró en el mismo lugar el párroco de la iglesia del Tránsito de la Santísima Virgen, los féretros fueron conducidos hasta los dos vehículos fúnebres y trasladados a Ezeiza, para ser embarcados en el Aeropuerto Internacional


La violencia continuó a ritmo creciente a lo largo de octubre. En el marco de la guerra que vivía el país, se hicieron frecuentes la apariciones de cuerpos masacrados, la mayoría ejecutados a corta distancia y de manera inhumana.
La tarde del 2 de octubre fue hallado en Benavídez el cadáver de un hombre de entre 40 y 45 años, que presentaba dos disparos en la cabeza.
El cuerpo se encontraba en inmediaciones de las vías del Ferrocarril Mitre, a la altura del kilómetro 36,800 y se hallaba parcialmente carbonizado además de presentar evidentes signos de tortura. Vestía bien y no era conocido en la zona razón por la cual, la policía presumía que había sido muerto en otro sitio y conducido hasta allí para ser quemado. 
Luego de acordonar el área, se procedió a retirar al occiso para conducirlo la laboratorio de identificación de La Plata y establecer su filiación.
Dos días después la policía logró identificar el cadáver que apareció flotando en las costas de Verónica el 25 de septiembre. Se trataba de Hugo Aníbal Puggioni, estudiante de 24 años, soltero, oriundo de la ciudad de Tandil, quien fue hallado por un pescador la mañana de ese día, atrapado entre los juncos que se mecían cerca de la orilla.
Puggioni había militado en el efímero Ejército de Liberación del Norte (1966) organizado en 1966 para combatir en Salta y fue delegado de la CGT en esa provincia.
El 1 de septiembre un comando de la Triple A lo secuestró en la esquina de Av. Cabildo y Monroe y luego e ser maniatado, lo condujo a un lugar descampado donde le cortaron una oreja y lo ejecutaron de dos disparos en la cabeza. Sus captores lo subieron al baúl de un automóvil y lo llevaron hasta Punta Piedras, paraje desierto en la costa de Verónica, donde lo arrojaron al agua. Cuando su cuerpo apareció, se hallaba en avanzado estado de descomposición.
En la zona de Congreso fue ejecutado un joven en el baño de una conocida confitería. El occiso venía escapando por Rivadavia a bordo de un Chevrón bordó a rayas blancas, seguido por un patrullero y un jeep de la Policía Federal.
Los restos del matrimonio Prats son retirados de la casa mortuoria
para ser trasladados a Ezeiza. Serán repatriados a su país
(Imagen: "La Razón")

Al 1906 de la mencionada calle, los perseguidores encerraron al automóvil y se bajaron portando armas de diferente espesor. Desesperado, el conductor saltó fuera y se introdujo en “El Copetín”, un bar que funcionaba en Rivadavia 1910 el cual, a esa hora de la mañana (eran las 06:30) se hallaba poco concurrido.
Ante el estupor de los parroquianos, el sujeto corrió entre las mesas y los billares y se encerró en el baño de hombres, tratando de eludir a intentaban darle caza.
Los asesinos, vestidos de civil, ingresaron detrás suyo y lo acribillaron, luego recogieron el cuerpo, lo subieron al jeep y desaparecieron en dirección oeste.
De acuerdo con trascendidos, la víctima era Aníbal Felipe Pereira, argentino de 28 años, de profesión periodista, domiciliado en Monteagudo 1884, Florida. El Chevrón patente B-1152436 en el que había llegado, quedó abandonado en la calle con la puerta del conductor abierta, tal como se lo encontraron las autoridades cuando se presentaron en el lugar.


El mismo 8 de octubre a las 08:30 de la mañana fueron secuestrados Roberto Francisco Achem, secretario de Supervisión Administrativa y dirigente de la Agrupación del Personal No Docente de la Universidad de La Plata y el médico veterinario Carlos Alberto Miguel, director del Departamento de Control de Clasificación de la alta casa de estudios y activista de la JP.
Los dirigentes venía recibiendo amenazas desde la asunción del Dr. Francisco Pablo Camperchioli Masciotra, el nuevo rector, razón por la cual, habían adoptado una serie de precauciones parta evitar problemas, entre ellas, cambiar cada noche su lugar de residencia y tomar caminos distintos hacia sus respectivos lugares de trabajo.
En aquella ocasión pernoctaron en la sede de ATLUP, la Asociación de Trabajadores de la Universidad de La Plata que funcionaba en la calle 44, entre 10 y 11 de la capital provincial. Como habían arreglado de antemano, un vehículo oficial pasó a recogerlos; Achem y Miguel ascendieron y a poco de arrancar, cuando llegaban a la esquina de 11, tres automóviles les cerraron el paso, colocándose uno delante, otro al costado izquierdo y el restante detrás.
Siguiendo la modalidad habitual, los secuestradores descendieron portando sus armas y sacaron a ambos del rodado para conducirlos a los suyos y partir a alta velocidad, todo ello a la vista de varios transeúntes.
Notificadas las autoridades universitarias, se montó un vasto operativo policial para dar con ellos en tanto se adoptaban medidas de emergencia que derivaron en un cese total de actividades, tanto en la universidad como en diversos colegios estatales.
Menos de dos horas después, alguien alertó a la seccional 4ª de Avellaneda que había dos cadáveres tirados en un camino de tierra que conducía a las costas de Sarandí, más precisamente a la vera del arroyo Santo Domingo.
Apersonado el personal de seguridad se pudo constatar que se trataba de Achem y Miguel, cuyos cuerpos presentaban alrededor de medio centenar de disparos cada uno. Vecinos de las inmediaciones aseguraron haber escuchado las detonaciones.
Recogidos los cuerpos, fueron conducidos a la morgue del Hospital de Wilde, donde personal de ATLUP procedió a reconocerlos.
Roberto Francisco Achem (izq.) y Carlos Alberto Miguel
con sus respectivos hijos

El 13 de octubre a las 8 a.m. fueron hallados dos cadáveres acribillados en Villa Soldati. Los cuerpos yacían tirados en un baldío situado en 27 de Febrero y Escalada, a escasos metros de la intersección del arroyo Cidánez con el Riachuelo y habían sido acribillados. Uno de ellos prácticamente carecía de cabeza porque su cráneo había estallado al recibir las descargas de una Itaka desde muy corta distancia. Se encontraban ambos maniatados y tenían los ojos cubiertos por vendas plásticas.
Era el típico accionar de la Triple A. Las víctimas habían sido conducidas hasta el lugar y ultimadas ahí mismo, en medio de la noche. Numerosas huellas en los alrededores mostraban que sus ejecutores fueron más de tres.
Los peritajes permitieron determinar que los muertos eran Carlos Ernesto Laham, joven de 20 años y el periodista Pedro Leopoldo Barraza, de 36, sin antecedentes ideológicos.
Al momento de ser hallados, ambos hombres vestían de sport, uno de ellos lucía barba (Barraza) y según pudo determinarse, se desempeñaba como asesor de la Dirección General de Radioemisoras.
Si bien los causales de la muerte no pudieron establecerse, resultaba evidente que los móviles fueron pura y exclusivamente políticos. Laham y Barraza eran homosexuales y desde hacía años vivían en pareja (de manera clandestina se entiende), condición que hasta la extrema izquierda aborrecía entonces.
Al ser fundada la Triple A, uno de sus postulados era llevar a cabo una suerte de depuración moral. Subversivos, opositores al gobierno, Izquierdistas, sionistas, inmorales y desviados eran blanco de su accionar. Y este resultó ser uno de los tantos casos de homofobia que movía a la organización. Ambos fueron secuestrados a altas horas de la noche, seguramente golpeados y conducidos en dos automóviles separados (con el apoyo de al menos un tercero) hasta aquel tenebroso lugar de Buenos Aires.
Los asesinos se detuvieron frente al Riachuelo, junto a un basural en torno al cual se levantaban algunos ranchos y a los empellones sacaron a sus víctimas para llevarlas a la rastra al lugar de ejecución.
Por entonces el paraje era una zona escasamente iluminada. Los prisioneros fueron obligados a arrodillarse y permanecer quietos. Iban con las manos atadas a la espalda y los ojos vendados según e ha dicho y mientras avanzaban eran insultados, pateados y golpeados.
Completamente indefensos, de espaldas a sus verdugos, con las pútridas aguas del Riachuelo corriendo frente a ellos esperaron en silencio, temblando, respirando agitadamente, conscientes de que esos eran sus últimos momentos. No lo sabemos pero es fácil imaginar la escena. 

-¡P… de mierda! ¡¿Por qué no se agarran de la manito ahora?!

-¡Maricas inmundos, los vamos a reventar!

Los condenados no dijeron nada. Los homicidas retrocedieron un par de pasos, les apuntaron y desde esa distancia accionaron sus armas.
La descarga de la Itaka le voló la cabeza a Barraza. Otros proyectiles perforaron su espalda y sus hombros en tanto Laham recibía al menos diez tiros en la nuca, algunos de los cuales le salieron por la frente. El resto del cuerpo cayó perforado por balas de 9 y 11,25 mm. 
Cuando a la mañana siguiente (era domingo) un efectivo de seguridad privada los halló los cadáveres tirados sobre la hierba, notó que estaban empapados en sangre.
Según la prensa de la época, ninguno de los dos militaba en política ni tenía antecedentes ideológicos pero cuarenta años después alguien se descolgó con una investigación que al menos en apariencia parece esclarecer los hechos, una historia edulcorada en la cual el amor, los ideales y la ternura pretenden balancear la brutalidad, el atropello y el crimen. 
En este paraje de Villa Soldati fueron hallados los cuerpos acribillados
de Carlos Ernesto Laham y Pedro Leopoldo Barraza. La Triple A los
asesinó por su condición de homosexuales
(Imagen: "La Razón")

“Pedro y Carlos hubieran preferido morir abrazados pero no pudieron elegir. Sus cuerpos están tirados a cincuenta metros del Arroyo Cildáñez, que atraviesa toda la Ciudad de Buenos Aires"1, afirma el periodista Pablo Waisberg en su trabajo, para agregar que tanto Barraza como Laham sí tenían actuación política, el primero como integrante de la revista “Compañero”, donde reveló la desaparición del dirigente gremial Felipe Vallese en 19632  y el segundo como miembro de la Resistencia Peronista y la fracción liderada por Andrés Framini. Lo incomprensible es que el periodista en cuestión trata de involucrar a las víctimas como miembros de Putos Peronistas, una agrupación que recién vio la luz tres décadas después (2007), aunque luego aclara que por entonces la misma era ficticia, una broma para llamarlo de alguna manera.

La provocación fue uno de los puntos de unión entre Carlos y Pedro. “Los dos eran profunda y naturalmente transgresores. Pedro con amplificador y escenografía. Carlitos sin hablar y casi transparente. Y transgredían no sólo porque se definían como integrantes de la agrupación Putos Peronistas, sino porque denunciaban (Pedro denunciaba) y se cagaban en la hipocresía de la moral y los códigos burgueses, en los que por condición original estaban insertos”, describe Virginia.
Esa broma no era menor. Sumaban esa ficticia agrupación homosexual a cada uno de los frentes de masas que tenía la Tendencia Revolucionaria del peronismo: sindical, villero, estudiantil, femenino y político. Esa estructura, con forma de movimiento, fue quedando bajo el ala de la unificación entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros, que terminó apropiándose del nombre de la Tendencia, donde se reunieron la JP de las Regionales, la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), la Juventud Universitaria Peronista (JUP), la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), el Movimiento Villero Peronista y la Agrupación Evita.

Así es como se escribe la historia hoy en día, manipulando los hechos y redireccionándolos hacia donde conviene, algo común entre los periodistas, dueños y señores de esa disciplina desde hace décadas. Ubicar sucesos y personajes fuera de contexto, alterando los tiempos y las situaciones para hacer política es la nueva corriente historiográfica.
Ni Carlos Barraza ni Pedro Laham tuvieron nada que ver con la mentada organización, ni con las FAR, ni con el verdadero peronismo. Porque el verdadero peronismo era el de Perón, un hombre que detestaba a los homosexuales y a los comunistas, que usó a la izquierda para sus objetivos y una vez alcanzados la persiguió con los métodos más brutales. Para ello creó y puso en marcha agrupaciones clandestinas y dio el puntapié inicial del terrorismo de Estado. El líder justicialista nació y creció en un ambiente conservador, era militar y por ende, pensaba como tal, jamás en su vida comulgó con los sectores ajenos a su movimiento, que era de derecha, nunca oyó hablar de reivindicaciones de género y fue la encarnación del fascismo en el continente americano. Prueba de ello son sus expresiones cuando a poco de destituir a Cámpora lo acusó de llenarle el gobierno de ese tipo de gente o las palabras que tuvo para con su hijo a quien catalogó de “persona desagradable”. Incluso las agrupaciones de izquierda rechazaban esa condición sexual y la combatían3.
A nadie le cabe en la cabeza que una persona haya sido ejecutada por publicar una nota sobre un gremialista ignoto en un medio de escasa circulación, asesinado once años antes.  Barraza y Laham fueron asesinados por su condición sexual y porque además, como refiere Waisberg, se mostraban desafiantes en una época difícil, al menos en su círculo íntimo.


Entre el miércoles 23 de octubre y el sábado 26 del mismo mes aparecieron cinco cadáveres carbonizados en diferentes puntos de la geografía bonaerense.
Uno de ellos se encontraba en el interior de un Fiat 128 patente C-603115, robado el día anterior durante un asalto a un garaje de La Boca. El vehículo fue hallado en 27 de Febrero y Escalada, muy cerca de donde habían asesinado a Barraza y Laham y tenía signos de haber sido incendiado.
Una vez en la morgue judicial, el forense pudo determinar que el cuerpo presentaba varios impactos de bala. Los otros dos estaban en el interior de un Peugeot 404 blanco, sin chapas patente y con el número de motor limado (solo se distinguían tres dígitos).
El rodado se encontraba envuelto en llamas cuando personal del 5º Cuerpo de Vigilancia que circulaba por 27 de Febrero, dio con él a las 06:15 de la mañana.
José Carlos Neifert
(Imagen: "La Razón")
Una dotación del Cuartel de Bomberos de Nueva Pompeya se hizo presente para sofocar el siniestro pero pese al empeño con el que trabajó su dotación, no pudo evitar que las llamas lo consumiesen íntegramente.
Apagar el fuego llevó cerca de media hora. Logrado el cometido, las autoridades pudieron comprobar que en los asientos delanteros yacían dos cuerpos carbonizados, el de un hombre y una mujer, los cuales estaban completamente irreconocibles. Los peritajes efectuados a posteriori permitieron establecer que el incendio había sido intencional y que para generarlo los autores emplearon combustible de aviación.
El sábado 26 aparecieron dentro de un auto calcinado otros dos cuerpos, el del oficial ayudante de la Policía Federal Carlos Daniel González, de 21 años y el del conscripto José Carlos Neifert, de 20, quien cumplía su servicio militar en el Batallón 101 Arsenales de Villa Martelli.
El vehículo, un Fiat 1500 chapa B-671021, se encontraba detenido en un camino de tierra distante próximo a Tortuguitas, a 1000 metros de la Ruta 26, entre las localidades de Ing. Maschwitz y Del Viso y mostraba marcadas señales de que había sido incendiado ex profeso4.
Cuando los agentes de policía llegaron al lugar, vecinos de la zona les informaron que dentro del vehículo había dos cadáveres, uno en el asiento del conductor y otro en el posterior.
Aun había llamas en el automóvil cuando los policías se asomaron para observar. Efectivamente, los mismos estaban irreconocibles pero el de la parte posterior presentaba el pie izquierdo prácticamente intacto.
Ese mismo día, en horas de la tarde, se presentó en la comisaría de Tortuguitas Héctor Daniel González, padre de Carlos, para denunciar que su hijo y su coche se hallaban desaparecido. A esa hora, el laboratorio analizaba el único pie intacto del joven, tratando de dar con alguna pista que condujese al esclarecimiento del hecho. Desde la noche anterior nada sabía del muchacho y quería averiguar que le había sucedido. Esa misma mañana escuchó en la radio sobre el hallazgo de los cuerpos y por esa razón se presentó en la seccional solicitando ayuda.
Fue entonces que el comisario a cargo le pidió un reconocimiento y cuando el hombre accedió lo condujo al depósito. Allí confirmó que los restos a los cuales se les había seccionado el pie pertenecían a Carlos y el otro a su amigo José, domiciliado en Treinta y Tres 329, Villa Ballester.
Pese al profundo impacto que le ocasionó la vista de los cadáveres, el señor González pudo reconstruir los últimos momentos de ambos.
Según relató a los oficiales, los jóvenes se reunieron como solían hacerlo los viernes por la noche, en su domicilio de Colón 346, también Villa Ballester, para cenar y pasar un momento agradable. Cerca de las 23 horas la familia se retiró a sus habitaciones dejando a los amigos charlando en el living-comedor. En plena madrugada, el Sr. González creyó escuchar un auto que se detenía en la puerta y a gente conversando normalmente en la vereda. Luego llegó otro vehículo y al cabo de un rato partieron ambos para perderse a la distancia.
Al no sentir nada más, González se levantó y una vez en el living vio la luz todavía encendida y la cartera de cuero de su hijo sobre la mesa, con los documentos de identidad y otras pertenencias en su interior. Pensó en un primer momento que habían salido a comprar algo y se volvió a acostar para quedarse profundamente dormido. Cuando a la mañana siguiente halló todo igual se alarmó y al notar que su automóvil no estaba estacionado, pensó que algo malo había sucedido. En la habitación solo dormía su otro hijo y la cama de Carlos no había sido ocupada.
Rápidamente encendió la radio (o el televisor) y al sintonizar un noticiero escuchó que un vehículo de sus mismas características había sido hallado en Tortuguitas totalmente quemado y con dos cuerpos en su interior5.
Los restos de Daniel González fueron velados en el Departamento Central de Policía y enterrados a la mañana siguiente en el Panteón que la institución aun tiene en el cementerio de la Chacarita. La policía provincial y la federal continuaron trabajando para esclarecer el hecho sin determinar las causales del homicidio. Con el paso del tiempo, el mismo le fue adjudicado a la Triple A aunque los móviles nunca fueron revelados. 



Imágenes

Peugeot 404 en el que fueron hallados los cuerpos carbonizados de
un hombre y una mujer en Villa Soldati, muy cerca de donde fueron
asesinados Laham y Barraza
(Imagen: "La Nación")



La casa de Carlos´Daniel González en Villa Ballester. Un grupo
comando de la Triple A se los llevó de allí para ejecutarlos en un
descampado de Tortuguitas
(Imagen: "La Razón")



El cuerpo del general Prats yace tirado en la acera.
Su esposa se encuentra despedazada dentro del auto.
La Triple A fue el brazo ejecutor del crimen




Familiares del matrimonio Prats salen de la morgue judicial
luego de reconocer los cadáveres
(Imagen: "La Razón")

El hermano del militar chileno fue  uno
de los tantos allegados que viajó a nuestro
país para reconocer y repatriar los restos
(Imagen: "La Razón")

Notas
1 Pablo Waisberg, “la Historia de un amor revolucionario”, Cohete a la Luna
2 Revista “Compañero”, Año 1, Nº 3, 7 de junio de 1963, dato extraído del artículo de Waisberg.
3 Entre 1947 y 1948, durante el primer gobierno de Perón, comenzaron a llegar a la Argentina decenas de militares, técnicos, científicos y especialistas de las derrotadas fuerzas del Eje, y entre ellos, los peores criminales de guerra que recuerde la historia. Lo hicieron en el marco de la denominada Tercera Posición un programa ambicioso pergeñado por el líder justicialista para convertir a nuestro país en una potencia independiente de los bloques capitalista y comunista. Fue la máxima expresión del fascismo en el continente americano y, única fuera de las naciones involucradas en la guerra, incluyendo a España. Entre ellos se encontraba el colaboracionista danés Carl Peter Vaernet, médico de las SS que trabajó para Himmler en el campo de concentración de Buchenwald realizando experimentos humanos con homosexuales y lesbianas a efectos de revertir su inclinación. Perón le confió un área en el Ministerio de Salud Publica a cargo del eminente Dr. Ramón S. Carrillo, para que trabajase en esas técnicas, aportándole presos y detenidos de ambos sexos. Una vez al frente de la nueva sección, abrió una clínica especial en la calle Ugarte 2251 del barrio de Palermo, hacia donde comenzaron a ser enviados los cobayos humanos. Ver del mismo autor: Perón y la Tercera Posición. El IV Reich en la Argentina, capítulos “La Ruta de las Ratas” y “Los crímenes del peronismo”
4 El paraje donde apareció el automóvil es conocido como Los Cachorros y se encuentra en las afueras de Tortuguitas.
5 Dadas las características el hecho se pensó que los autores del doble crimen conocían a las víctimas.