jueves, 22 de agosto de 2019

CUARTO INTERMEDIO

El Che Guevara condecorado por Janio Quadros


Ni bien aterrizó en Melilla, el Che se dirigió al Aeropuerto de Carrasco, donde lo aguardaba su comitiva para abordar el avión de la aerolínea cubana que debía llevarlos de regreso a su país.
Partieron a las 17.50, con destino a Brasilia y a las 23.30 de aquel 18 de agosto, aterrizaron en la Base Aérea de la flamante capital, donde una delegación, encabezada por el diplomático Carlos Alberto Leite Barbosa, lo estaba esperando. En realidad, quien debía darle la bienvenida era el diputado federal José Sarney pero debido al retraso que el vuelo traía, se había visto obligado a retirarse antes.
Leite Barbosa, condujo a los cubanos hasta el Brasilia Palace Hotel, donde ocuparon un piso entero.
Pese al cansancio, el Che recibió accedió a recibir al periodista Raymond Frajmund del diario “O Estado de Sao Paulo” y luego de contestar una serie de preguntas, se despidió de todos y se echó a dormir.

A las 06.00 del día siguiente, una caravana oficial lo pasó a buscar, para conducirlo a la Plaza de los Tres Poderes, donde una formación de honor lo esperaba a regañadientes, para que pasase revista. Para entonces, se había subsanado un primer inconveniente, luego de que varios oficiales de la Guardia Presidencial se negaran a rendirle honores. Debieron intervenir oficiales de mayor graduación para resolver el asunto, pero aún así, hubo tensión durante toda la ceremonia.
Quien también manifestó su desagrado fue el gobernador de Guanabara, Carlos Lacerda, quien, para contrarrestarla la presencia del polémico visitante, organizó un acto paralelo donde le entregó las llaves de la ciudad al mismísimo Manuel Antonio de Varona.
La ceremonia de recepción tuvo lugar a las 07.00, cuando el ministro de Industria cubano caminó frente a las tropas con cierto aire de suficiencia. Inmediatamente después pasó al palacio presidencial y a las 07.18 fue recibido por Quadros, quien le estrechó la mano y le dio la bienvenida.
Se conocían del año anterior, cuando el mandatario brasilero visitó Cuba en compañía de su esposa y fue hasta el Banco Nacional para conocerlo. Esa misma noche volvieron a verse en la embajada carioca, durante una recepción, y aprovechando las bondades de una conversación informal, el Che le declaró abiertamente su condición de marxista-leninista.
Como explica Luis Bernardo Pericás, aquel viaje relámpago a la capital brasileña se decidió durante la escala que la delegación cubana hizo en el Galeao, el 5 de agosto. El presidente brasilero hizo llegar su invitación a través del embajador Joao Dantas y el entonces ministro de Hacienda, Clemente Mariani, interesado en fortalecer los lazos de amistad entre ambos países y discutir la situación de los ciento sesenta y ocho exiliados cubanos que se encontraban refugiados en su legación1.
El mandatario y el ministro cubano departieron por más de una hora y al finalizar la conversación, el primero le impuso la Gran Cruz de la Orden Nacional de la Cruz del Sur, el honor más alto que otorga el gobierno brasilero a un visitante. El acto, importante y simbólico por su significado, habría de costarle el cargo en poco tiempo.
Como explica Pericás, tan abrupta fue la decisión de condecorar al cuestionado huésped, que fue necesario pedir la medalla a Río de Janeiro y solicitar su envío en un avión Caravelle de Cruzeiro do Sul, misión que le fue encomendada al jefe de Protocolo, Antonio Cándido da Cámara Canto, años después, embajador en Chile.
Fue una ceremonia prácticamente privada, con muy pocos presentes, de la que se tomaron algunas fotografías que muestran a un Che sonriente, luciendo divertido la banda que le cruza su pecho y la condecoración.
Finalizada la reunión, el Che ofreció una breve conferencia de prensa y luego fue a almorzar a la residencia oficial de Riacho Fundo, especialmente invitado por Paulo de Tarso, alcalde del Distrito Federal (lo acompañaron personal de la embajada cubana y miembros de su delegación). Cuando hubieron terminado, el jefe de gobierno lo invitó a sobrevolar la capital en el helicóptero oficial y a las 15.00, finalizado el recorrido, se posó en la Base Aérea de Brasilia, para abordar su avión y seguir rumbo a La Habana.


Mientras se desarrollaba la conferencia en Punta del Este, el mundo fue testigo de nuevo avance de la Unión Soviética sobre occidente: la construcción del Muro de Berlín, una colosal barrera de contención, destinada a evitar la migración de ciudadanos de Alemania Oriental hacia el otro lado. Pero, su verdadera finalidad era mostrar al mundo que Moscú afianzaba su poderío en Europa y reforzaba drásticamente la Cortina de Hierro.
Entre 1949 y 1961, cerca de tres millones de personas intentaron atravesar los límites del dominio soviético en busca de libertad. Más de 47.500 lo hicieron en las dos primeras semanas de agosto de aquel último año, incluyendo polacos, checoslovacos y húngaros, muchos de los cuales trabajaban en Berlín Occidental.
El 4 de agosto, la magistratura de Alemania Oriental (RDA) obligó a esos trabajadores a registrarse y abonar los alquileres en marcos de la República Federal de Alemania, lo que vino a aumentar considerablemente el número de emigrantes.
El 12 de agosto, la Unión Soviética comenzó la construcción del muro, gigantesco cerco de concreto de 155 kilómetros de extensión y casi cuatro de altura. Las obras se iniciaron a “instancias” del Partido Socialista Unificado de Alemania, creado por decisión de Stalin el 21 de abril de 1946 y finalizaron en una sola noche, a excepción de un pequeño tramo en el sector central, donde fue apostada una fuerte guardia militar.
El 13 de agosto de 1961 los rusos levantan el Muro de Berlín en abierto desafío a occidente

En actitud de desafío, la Unión Soviética desplegó sus tropas a lo largo del recorrido, en posición de combate, sumando a ellas 15.000 efectivos policiales de la RDA, provocando con ello el corte del transporte y las comunicaciones.
Ante semejante provocación, el canciller alemán Konrad Adenauer llamó al pueblo a la calma, advirtiendo sobre las disposiciones que los aliados pensaban adoptar a partir de ese momento. Para entonces, norteamericanos, franceses y británicos habían movilizado sus fuerzas hacia la frontera y elevado su protesta a Moscú, aunque a decir verdad, ninguno adoptó medidas contundentes.
Ese era el clima que imperaba a nivel mundial cuando el Che Guevara aterrizó en La Habana el 20 por la tarde.
Tres días después, se presentó en un programa especial de televisión donde expuso los resultados de su viaje, en especial, los de la Conferencia de Punta del Este. En la oportunidad, elogió la actitud del presidente de Brasil al impedir la firma de acuerdos que pudiesen perjudicar a Cuba y diferenció a las naciones “que se la habían jugado” de las que no.
Habiendo leído el discurso de Frondizi esa misma mañana, expresó que a su entender, había adoptado una actitud parecida a la brasilera y eso, en definitiva, era algo positivo.
Entre las preguntas que le formuló el panel de periodistas especialmente convocado, surgió la de su encuentro con Goodwin, aclarando que el mismo se había realizado “fuera de protocolo”
Guevara dijo que el secretario personal de Kennedy se comprometió a transmitir lo conversado a su gobierno y que él había dejado planteada la posición del país respecto a mantener conversaciones sin cejar en su postura. Cuba debía ser reconocida como nación soberana y formar parte de la OEA, aplicaría las políticas que creyera convenientes y no le rendiría cuentas a nadie.
Cuando se lo interrogó sobre a su viaje relámpago a la Argentina, aclaró que el mismo fue también en condiciones informales y que por consiguiente, debía ser el jefe de estado argentino el encargado de dar su versión. Aún así, dejó entrever que si bien la misma fue a puertas cerradas, la posición de Frondizi era la correcta. “…para nosotros es tan vital, porque nosotros no pretendemos que defienda nuestro sistema social sino que defiendan todos los pueblos de América nuestro derecho a tener el sistema social que nos parezca, que es lo que el presidente Frondizi ha hecho”2.


La visita del Che fue como un tsunami para la región. En su país de nacimiento provocó indignación en vastos sectores del quehacer local, en especial sus Fuerzas Armadas, que vieron con preocupación como su “comandante en jefe”, es decir, el presidente de la Nación, tomaba decisiones a sus espaldas. Como prueba del descontento, esa noche detonó un artefacto explosivo en el domicilio de un tío suyo, Fernando Guevara Lynch, sobre la calle Arenales, a solo minutos de que saliera a cenar con un grupo de amigos.
En las jornadas siguientes, Frondizi recibió la visita de ceñudos oficiales, urgidos por averiguar cuales habían sido los motivos del viaje y el temario de la reunión. La situación llegó a tal punto que Adolfo Mujica, ministro de Relaciones Exteriores, se vio forzado a renunciar, siendo reemplazado interinamente por Miguel Ángel Cárcano3.
Donde la sangre llegó al río fue en Brasil, cuando el 25 de agosto, Janio Quadros, presionado por los representantes de las tres armas y los sectores más radicales del conservadorismo y el liberalismo local, presentó su renuncia.
Menos de un mes después, la Casa Blanca anunció que rechazaba la propuesta de diálogo del Che Guevara y para ratificarlo, el Congreso aprobó la ley que negaba toda ayuda financiera a la isla y a aquellas naciones que estableciesen tratos con ella. Al mismo tiempo, puso en marcha un programa de asistencia militar y adiestramiento intensivo contra la amenaza revolucionaria en América y agilizó los trámites para efectuar los primeros adelantos de capital a América Latina. Coincidente con ello, Costa Rica rompió relaciones diplomáticas con La Habana, en octubre dio comienzo el Primer Curso de Guerra Contrarrevolucionaria en la Escuela Superior de Guerra de la República Argentina4 y el 8 de febrero del año siguiente, Frondizi se vio forzado a romper relaciones también.
La urgencia en implementar estas políticas pareció confirmarla el incidente de Checkpoint Charlie, el paso fronterizo de la Friedrichstrasse, en Berlín, cuando tanques rusos y norteamericanos se posicionaron frente a frente y amagaron con abrir fuego en lo que fue uno de los momentos de máxima tensión de la Guerra Fría (27 de octubre de 1961).

Así comenzó la era de la contrainsurgencia en Latinoamérica. Frente a la amenaza de gente como el Che Guevara, capaz de implantar en otros la semilla maligan de la subversión, Washington decidió recurrir a la medicina preventiva para “vacunar” al hemisferio. Era una vacuna potente: adiestramiento en contrainsurgencia; coordinación de las fuerzas armadas, de seguridad y de inteligencia de la región; mayores funciones para la CIA; programas de desarrollo económico y social por medio de la Alianza para el Progres; y programas de “acción cívica” a realizar por las fuerzas armadas en las zonas más atrasadas con el fin de ganar “los corazones y las mentes” de civiles que las guerrilas intentaban reclutar.
El desastre de bahía de Cochinos había provocado el despido del director de la CIA, Allen Dulles, pero con su reemplazante, John McCone, la agencia recibió una inyección de fondos para ocuparse de Cuba.
En noviembre de 1961, Kennedy asignó a la agencia con sede en Langley un préstamo anual de cincuenta millones de dólares para un nuevo programa de acción clandestina con el nombre clave de Operación Mangosta. Coordinado desde Washington y la oficina de la CIA en Miami, esta ambiciosa operación intentaba desestabilizar el régimen cubano mediante acciones de espionaje, sabotaje, ataques militares y asesinatos selectivos. Con el tiempo, se convertiría en la acción clandestina más grande del mundo5.

En una palabra, Estados Unidos volvía a la carga, pero con mucha más energía.
El Che no se sorprendió cuando en el 29 de marzo de 1962, un golpe cívico-militar derrocó a Frondizi, es más, lo esperaba y hasta favorecía sus planes. Sabía que su sucesor, el Dr. José María Guido, hasta el momento presidente del Senado, era un hombre débil, manipulado por los militares y que debía llamar a elecciones en breve. Lo que sí le preocupó y mucho, fue la noticia de que la Policía Federal Argentina había desactivado una bomba en casa de su madre, colocada en el umbral de la calle Aráoz por manos anónimas.


Abarcar la vida y actuación de una figura como el Che Guevara resulta imposible en un trabajo tan elemental como el nuestro, de ahí que pasemos por alto algunos hechos, para dar ilación a la trama.
Apasionado por el juego-ciencia, según hemos dicho, el 29 de abril de 1962 asistió a la inauguración del Primer Torneo Internacional Capablanca In Memorian, a realizarse en el Hotel Habana Libre (el antiguo Hilton), donde estuvieron presentes Miguel Najsdorf, el ajedrecista polaco nacionalizado argentino, por quien Guevara sentía gran admiración; el yugoslavo Lev Polugaevsky y el cubano Eldis Cobo.
El 2 de junio, el Che participó en una simultanea ofrecida por el maestro cubano Rogelio Ortega, en el Salón de Actos del Ministerio de Industrias, donde ganó su partida en veintidós jugadas y luego enfrentó al propio Najdorf, con quien hizo tablas en dos ocasiones.
Por entonces comenzaba a haber desabastecimiento en la isla y eso echaba por tierra los vaticinios que el Che había hecho siete meses antes, en el sentido de que el país iba a lograr la “autosuficiencia” en materia de alimentos.
El Che observa una partida durante el tornero Capablanca en La Habana

Las conclusiones que surgieron de la convención organizada en el Teatro “Chaplin” de La Habana, los días 26 y 27 de agosto de 1961, fueron concluyentes.
En esa ocasión, los 3500 asistentes pudieron escuchar a Castro afirmar que la Revolución no padecía de ninguna crisis productiva sino de un brusco aumento de la demanda, dado que el poder adquisitivo del cubano promedio había aumentado. Regino Boto, a su vez, se refirió al “milagro” económico que en cinco años colocaría al país entre los más industrializados de América Latina pero el Che fue contundente al emitir un inesperado diagnóstico de la realidad: los efectos del cerco impuesto por Estados Unidos comenzaban a hacerse sentir; las fábricas empezaban a parar por falta de repuestos, los anaqueles se estaba quedando vacíos y era imperioso racionar algunos productos.
Kalfón dice con acierto que el ministro de Industria omitió referirse a otros efectos de la caída, el principal, las persecuciones políticas, sobre todo después de Bahía de Cochinos, que llevaron a las cárceles no solo a quienes prestaron colaboración a la invasión sino a personas que habían luchado contra Batista pero que no comulgaban con el ideal socialista.

Miles de ellos, traumatizados, perdidos para la evolución, se apresuran a abandonar el país; muchos son técnicos, ingenieros, médicos, educadores, etc. La previsible fuga de cerebros6.

Varios analistas, Anderson entre ellos, atribuyen las causas de ese efecto al embargo comercial impuesto por Estados Unidos, a la intransigencia de la Revolución, que forzó a emigrar gente capacitada y a la inoperancia de los dirigentes en su intento de transformar una economía capitalista en socialista. El proyecto de un bloque de naciones americanas destinado a enfrentar esos problemas se diluía y no dejaba otro camino que el de Moscú.
Por entonces, el Che además de sus funciones en el Ministerio, se dedicaba a vigilar de cerca los campos de trabajos y las granjas experimentales que había implementado a lo largo de la isla, en especial la denominada “Ciro Redondo”, en la provincia de Matanzas. Había puesto muchas esperanzas en ellas y estaba seguro que de las mismas (las granjas) iba a surgir el “hombre nuevo”, el “revolucionario por excelencia”, pieza clave de la metamorfosis mundial.
Se trataba de establecimientos rurales cooperativos, donde los internos, la mayoría combatientes analfabetos de la que había sido su columna durante la guerra, aprendían a leer y escribir, a trabajar en comunidad, a tomar conciencia colectiva y a empaparse de doctrina. Solía visitarlas seguido, a bordo de su avión Cessna, piloteado por Eliseo de la Campa, su piloto personal y tomaba nota de lo que se le informaba.
Anderson cuenta que en cierta ocasión, llegó a la “Ciro Redondo” acompañado por el economista Regino Boti y que tras una exhaustiva inspección, decidió tomar lección de lectura a varios internos. Al parecer, hubo un guajiro que lo hizo mal y eso enfureció al Che, que lo regañó públicamente con excesiva severidad.

-¡¡Tú a lo que estás aspirando es a sustituir a un buey dentro de veinte años!! – y se alejó dándole la espalda mientras el pobre muchacho se iba a llorar a un rincón, mortificado y humillado.

El autor norteamericano explica que con frecuencia, quienes acompañaban al Che debían atenuar sus reacciones y ejercer la diplomacia pues no parecía tomar conciencia de la manera en que sus palabras intimidaban a la gente7.
A poco de su llegada, el Che, famoso por ser muy mal conductor, chocó con su jeep en el Malecón de La Habana. Al sentir el impacto, el conductor del vehículo que lo precedía se bajó hecho una furia, insultando y gesticulando a más no poder, pero al ver quien era la persona que se hallaba al volante del otro rodado, empalideció y se deshizo en disculpas.

-¡Comandante –dijo hecho una seda- es para mi un honor que usted me haya chocado!

Y luego de pasar su mano por la abolladura, dijo que jamás en la vida la haría arreglar. “La conservaría como valios recuerdo de su encuentro personal con el Che Guevara”8.


Una de las primeras cosas que hizo el Che una vez de regreso en la capital cubana fue romper la promesa que le hizo a Frondizi, de no intervenir militarmente más allá de sus fronteras.
A mediados del mes de diciembre, Julio Roberto Cáceres, “El Patojo”, antiguo compañero de andanzas, partió en secreto hacia Guatemala, para iniciar la insurrección. Llevaba consigo la firme convicción de que iba a desencadenar la guerra revolucionaria y tres consejos de su mentor: movilidad constante, desconfianza constante y vigilancia constante. 
Pero pese al entusiasmo, las esperanzas y las recomendaciones, cuatro meses después, estaba muerto. Equivocó el camino al intentar su propia guerrilla, sin establecer alianzas con otros grupos, el principal de ellos, el liderado por Turcios Lima y Yon Sosa, aquellos dos soldados que después de desertar, abrieron un frente guerrillero en la selva9. “El Patojo” creyó que con el respaldo del Partido Guatemalteco de los Trabajadores (PGT) era suficiente y cayó en el primer enfrentamiento con las fuerzas del orden.
Para entonces, Cuba era, a decir de Anderson, una efectiva “usina guerrillera” que enviaba recursos humanos y materiales a remotas subestaciones de la revolución armada a lo largo y a lo ancho del hemisferio.

…el sueño del Che de una “revolución continental” adquiría sentido estratégico: la amenaza creciente de la guerrilla ayudaba a desviar las presiones norteamericanas de la isla, a la vez que obligaba a Washington a pagar un alto precio por su política de contención regional.
Más importante aún, Fidel la había oficializado. En una réplica a la expulsión de Cuba de la OEA en enero de 1962, el 4 de febrero proclamó en su “Segunda Declaración de La Habana” la “inevitabilidad” de la revolución en Latinoamérica, que los timoratos gobiernos de la región consideraron una tácita declaración de guerra contra sus países11.

Con la salida de “El Patojo”, el Che incrementó sus esfuerzos por exportar la Revolución al resto del continente. Para ello convocó a Juan Carretero (“Ariel”), hombre clave de Seguridad del Estado (G2) y le expuso su idea de reclutar a los numerosos becados universitarios que estudiaban en la isla, con el fin de entrenarlos junto a cuadros locales y lanzarlos a la acción.
Obtenido el visto bueno de su superior, Ramiro Valdés y su segundo, Manuel “Barbarroja” Piñeiro Losada, “Ariel” puso manos a la obra, convocando a una serie de agentes con los que inició los trabajos de captación. Ni bien el Che aprobó la lista de nombres que le presentó, se puso a trabajar, alistando a los primeros reclutas.
Ricardo Gadea, hermano de Hilda y, por consiguiente, ex cuñado del Che, se hallaba entre ellos.
El joven peruano se había radicado en la isla en 1960, decidido a completar sus estudios de periodismo12. Su única experiencia militar consistía en un entusiasta ofrecimiento como voluntario, junto a varios compatriotas, durante la invasión de Playa Girón pero, como a la mayoría de los extranjeros, se lo destinó a vigilar edificios públicos en la capital.
A mitad de año, entrenaba junto a unos ochenta connacionales y varios estudiantes colombianos, guatemaltecos, nicaragüenses, venezolanos, uruguayos, argentinos y bolivianos, decidido a regresar a su tierra para unirse al APRA y combatir el golpe que acababa de derrocar al presidente Manuel Prado.
El Che ya había enviado a Ricardo Napurí hacia allá, un ex piloto de la Fuerza Aérea Peruana que había desertado y huido a la Argentina luego de negarse a reprimir las manifestaciones de 1948. Napurí llegó a Cuba el 9 de enero de 1959, junto a Celia de la Serna y compañía y allí mismo ofreció sus servicios al Che. Éste le ordenó que se dispusiese a organizar una avanzada guerrillera y cuando a mediados de 1961 la misma estuvo lista, lo envió hacia el país sudamericano con un recado extra, intermediar ante Hilda para que no viajase a Cuba (cosa que no logró).
Junto a Ricardo Napurí, su avanzada en la guerrilla peruana

Para entonces, ya actuaba en la selva nicaragüense el grupo financiado por el Che, encabezado por Carlos Fonseca, Tomás Borge, Noel Guerrero y Rodolfo Romero, sesenta efectivos que habían adquirido cierta experiencia en la lucha contra los contrarrevolucionarios del Escambray.
Precedido por Fonseca, la avanzada ingresó desde territorio hondureño y al cabo de un tiempo inició acciones bajo la denominación de Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Algo similar aconteció en Venezuela, tras la asonada del 4 de mayo, cuando la base naval de Carúpano, próxima a la capital, se sublevó contra Betancourt.
Al parecer, los insurrectos contaban con el apoyo de agrupaciones izquierdistas locales y eso llevó al presidente a proscribir al Partido Comunista de Venezuela (PCV) y al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). El 2 de junio se produjo otro alzamiento de mucha mayor magnitud en Puerto Cabello, conocido como “El Porteñazo”. Fueron dos días de intensos combates en los que cayeron unas 400 personas. Finalizados los mismos con la victoria del gobierno, varios militares, entre oficiales, suboficiales y soldados, se unieron a la milicia guerrillera que Cuba subvencionaba y en agosto constituyeron las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, cuyo objetivo era derrocar a Betancourt.

Los comunicados del FLN, como los de Fidel Castro durante la guerra, rechazaban las acusaciones del gobierno de que era “comunista” o “antinorteamericano” y llamaba a los venezolanos de todas las tendencias a conformar un “frente único” para que Venezuela fuera “dueña de su destino y sus propias riquezas”13.

Ese año, el Che puso en marcha una operación guerrillera que tenía como destino a su propio país, proyecto que venía pergeñando desde 1961. Pretendía desencadenar la revolución armada en su tierra de nacimiento e incluso estaba decidido a ponerse al frente para conducir personalmente las acciones y para ello, le encomendó a Alberto Granado contactar a todos los argentinos residentes en la isla.
Mientras se hallaba abocado a esos planes, Alexander Alexeiev quien, como se recordará, revestía como secretario y agregado cultural de la embajada soviética en Cuba, recibió un inquietante llamado de Moscú, ordenándole su urgente regreso.
El emisario del Kremlin cuenta en su biografía, que al escuchar la orden pensó lo peor, acostumbrado como estaba a los tiempos de Stalin. Algo así como el “Me han llamado de Roma” de los tiempos de Calígula.

Hijo de la era estaliniana, Alexeiev dice que pensó en lo peor y se preparó para recibir algún castigo mientras se devanaba los sesos para descubrir cual había sido su error14.

En eso pensaba angustiado cuando asistió a la conmemoración del 1 de Mayo, donde medio millón de personas se reunieron en la Plaza de la Revolución para escuchar a Fidel y cantar por primera vez “La Internacional”, el himno comunista por excelencia15.
Cumpliendo la directiva, el día 3 Alexeiev abordó un avión con destino a ciudad de México, donde el embajador soviético le informó que por orden directa de Kruschev, debía alojarse en la legación y no en un hotel. Eso aumentó sus temores y lo hizo pensar en todo lo que había hecho aquel último año para preparar su defensa en caso de necesitarla. Cuando aterrizó en la capital de Rusia, prácticamente temblaba, más cuando vio a un alto funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores esperándolo en la puerta del edificio, algo fuera de lo común en un individuo de semejante jerarquía.
El sujeto lo escoltó hasta su casa y solo se limitó a decirle que conocería los motivos de su viaje al día siguiente.
Alexeiev debe haber dormido poco esa noche, algo que seguramente percibieron quienes pasaron a buscarlo a la mañana siguiente, para conducirlo directamente a la oficina de Mijail Suslov, el implacable asistente de Kruschev que durante la Segunda Guerra Mundial había dirigido las deportaciones de chechenos, azerbaijanos y armenios y sembrado el terror en Lituania, ordenando el envío de poblaciones enteras a los gulags siberianos.
Sintió cierto alivio cuando en lugar del poderoso jerarca aparecieron dos de sus lugartenientes, Yuri Andropov16 y Alexander Shelepin, jefe de la KGB, quienes lo llevaron al despacho de aquel último para informarle que el propio Kruschev lo había designado embajador en Cuba.
Se hallaba aún bajo los efectos de la noticia, cuando sonó el teléfono y Selepin atendió. Era el primer mandatario, pidiendo que se trasladara a su despacho inmediatamente.

-El premier desea verlo – dijo sécamente el jefe de la central de inteligencia.

Alexeiev se incorporó y salió de la habitación, seguido con la mirada por los dos funcionarios.
Kruschev lo recibió sonriente, lo hizo pasar a su oficina y luego de cerrar la puerta le confirmó lo que Andropov y Solinin acababan de informarle. El recién llegado intentó excusarse, explicando que Cuba necesitaba un entendido en materia económica, pues era una disciplina que él no dominaba, pero el premier se mantuvo en su postura.

-No me importa. Lo más importante es que usted tiene amistad con Fidel Castro y sus dirigentes y todos ellos creen en usted. Si Cuba necesita economistas se le enviarán todos los que fuesen necesarios pero a usted lo necesitamos al frente de la legación.

Ni bien terminó de hablar, Kruschev levantó el tubo y llamó a Suslov para ordenarle la formación de un equipo de asesores económicos que debía acompañar a Alexeiev en su viaje al Caribe. Cuando finalizó, volvió a dirigirse al diplomático y le dijo que de momento, la reunión había terminado pero que en dos semanas volvería a convocarlo para profrundizar más el asunto.
La siguiente reunión tuvo lugar a fines de mayo y en ella estuvieron presentes, además del premier, el viceprimer ministro Mikoyán, el ministro de Relaciones Exteriores Andrei Gromyko17, el secretario Frol Koslov, el ministro de Defensa Rodión Malinovski y el vocal suplente del partido, Sharif Rashidov.
El primero en hablar fue Kruschev, quien preguntó, lisa y llanamente, sobre Cuba, su revolución, su dirigencia y su pueblo.
El flamante embajador respondió todas y cada una de las preguntas, tanto las del premier como las que formularon los otros funcionarios y cuando el interrogatorio finalizó, el primero le dijo, sin mayores preámbulos, que el gobierno había decidido instalar misiles nucleares en la isla.

-Camarada Alexeiev, nosotros hemos decidido, para ayudara  Cuba, para salvar la Revolución, colocar cohetes en Cuba. ¿Qué te parece? ¿Cómo va a reaccionar Fidel? ¿Aceptará o no?

El diplomático casi se atraganta al escuchar eso y en su interior, trató de acomodar sus ideas. Contestó que no creía que Castro fuese a aceptar el ofrecimiento porque desde el principio venía sosteniendo el carácter independiente de su movimiento. Consentir el emplazamiento de los vectores implicaría para él una violación a los principios revolucionarios porque el pueblo lo vería como una usurpación de su territorio, ello sin contar lo que significaría para el resto de Latinoamérica y la opinión púbica internacional tamaña acción.
La charla se prolongó hasta el mediodía, cuando Kruschev invitó a todos a almorzar. Una vez en la mesa, aseguró que Fidel acabaría por acceder pues la iniciativa lo ayudaría a equiparar sus fuerzas con las de Estados Unidos. Para ello, había dispuesto el viaje a La Habana del mariscal Sergei Biryusov, comandante de las Fuerzas Misilísticas de la Unión Soviética y del propio Rashidov, en carácter de emisario, quienes acompañarían a Alexeiev para convencer a Castro de que la medida era lo más conveniente para afianzar su política.
Premier ruso Nikita Kruschev

Alexeiev comprendió que estaba todo decidido y por más consejo que diese, nada iba a detener los hechos.
Mientras tanto, en la isla, los acontecimientos se sucedían. Desde el Ministerio de Industria, el Che Guevara seguía pugnando por reactivar la economía y para ello, mantenía reuniones bimestrales con los directores de fábricas y productores regionales a los efectos de elaborar balances y cuadros estadísticos que le permitieran examinar y seguir de cerca el proceso evolutivo.
Durante las mismas, aprovechaba también para teorizar sobre el marxismo y el “hombre-nuevo”, aquella figura que tanto lo obsesiona y todos lo escuchan con bovina atención. Acababa de rechazar un homenaje organizado por un grupo de jóvenes, en agradecimiento por la magnífica formación que les había brindado a los milicianos.

-Me parece que ustedes no entienden lo que yo escribo y repito en mis conferencias. Aquí no que hace falta no son homenajes sino trabajo. En cuanto a los honores, se los agradezco, pero les voy a responder en francés, que es más delicado, para no ofenderlos: “Les honneurs, ça m’emmerde!”19.

Las recorridas de inspección eran una constante; visitaba fábricas, granjas colectivas, establecimientos rurales y escuelas para adultos, supervisando todo. Elevaba voluminosos informes, respondía la correspondencia, exigía explicaciones y atendía las demandas de los sectores productivos (siderurgia, azúcar, café, tabaco, petróleo, electricidad, cerámica, agricultura, textiles). Incluso llegó a ejercer justicia aún cuando la misma tocara sus propios intereses y los de su familia. En cierta ocasión, Oltuski le hizo ver que los funcionarios encargados de repartir las raciones de alimentos solían dejar en su casa más de lo permitido, aprovechando los momentos en que él no estaba y la novedad lo puso fuera de sí. Después de comprobar que la denuncia era cierta, estalló en ira, hizo suspender la prebenda, a la que calificó de injusta, devolvió lo que no le correspondía y castigó con severas penas a los encargados del reparto, además de reprender a su propia esposa por aceptar la dádiva.
Hubo una reunión, el 14 de julio de 1962, en la que el Che pareció crítico de su propia gestión ministerial. En ella, se refirió a la erección de fábricas que nada producían, de hilanderías que no rendían porque no se cultivaba suficiente algodón, de siderurgias imposibilitadas de responder porque no se podía extraer el mineral, del comercio exterior, de las dificultades en general y de las falencias que entorpecían el proceso revolucionario. ¿El resultado? Una serie de esqueletos que se estaban levantando en todo el país y que sólo quedaban en eso porque para hacerlos funcionar se necesitaba importar todo. Ni que hablar de aquella embotelladora que había resultado una pésima inversión. Y entonces se preguntó cómo era posible que una fábrica de levaduras en Francia ocupara apenas veintisiete obreros cuando en Polonia necesitaba doscientos. ¿Dónde estaba la tecnología de los países socialistas? ¿Solamente en Rusia?20.
Había que subsanar esos inconvenientes y para ello era necesario multiplicar las horas-trabajo e incrementar la producción.
En otra reunión denunció los “favoritismos” de ciertos funcionarios con algunos allegados, por razones de índole política y hasta se refirió a la infiltración del partido comunista local (PSP), en todos los niveles estatales.
Esos problemas no le quitaban tiempo para dedicarse a lo que le apasiona.
En el mes de agosto jugó una simultánea en el Ministerio de Industrias con el gran maestro Miroslav Filip, notable ajedrecista checoslovaco, que se encontraba de visita en el país, con quien terminó haciendo tablas. El 6 de septiembre empató con el letón Mijail Tal, ex campeón mundial (un hombre que nació con solo tres dedos en la mano derecha) y despidió a la delegación cubana que con su apoyo, fue a tomar parte en la XV Olimpiada mundial de Ajedrez a realizarse en Varna (Bulgaria), entre los meses de septiembre y octubre.
"Frank" Pérez Menéndez
Entre una y otra cosa, se produjo en La Habana, la masacre del 30 de agosto, que dejaría un elevado saldo de muertos y condenados a muerte.
La misma estalló el día mencionado, a las 19.00 horas, cuando el comandante Evelio Francisco “Frank” Pérez Menéndez y un grupo de seguidores se apoderaron de puntos clave de la capital y cortaron sus accesos para desencadenar un levantamiento armado destinado a derrocar a la dictadura comunista.
Los contrarrevolucionarios, encabezados por Pérez Menéndez y Jesús Faraldo, habían constituido el Frente Anticomunista de Liberación (FAL), con el que intentaron y hasta lograron establecer vínculos con representantes de las fuerzas anticastristas que operaban en la clandestinidad21.
De esa manera, contactaron a elementos descontentos de la Marina de Guerra, las fuerzas policiales e incluso, algunas unidades del Ejército Rebelde y coordinaron con ellos acciones no solo en la capital sino en otros puntos del país.
Fijada la fecha para el 30 de noviembre, los sublevados lograron apoderarse de algunos puntos estratégicos de la ciudad, pero para esa hora, el gobierno, que había infiltrado hombres del G-2 en la organización, estaba listo para actuar.
El movimiento fue desarticulado prácticamente en el mismo momento de comenzar, hubo intercambios de disparos, varios de los conspiradores cayeron y el grueso fue detenido, para ser conducido a La Cabaña y terminar ajusticiados en los meses siguientes22.
Eran presagios de la tormenta. Nadie imaginaba entonces, que los insensatos líderes de la Revolución iban a llevar al mundo al borde del holocausto nuclear en sintonía con quienes digitaban los hilos de la política mundial tanto en Washington como en Moscú.
Imágenes





La revista brasilera "Manchete" se refiere a la visita de Guevara
y al vuelo del cosmonauta ruso Germán Titov



Janio Quadros condecora al Che



Quadros y el Che se conocieron el año anterior, cuando
el mandatario brasilero visitó el Banco Nacional de Cuba



Otra imagen de Quadros y Guevara en
el Banco Nacional de Cuba


27 de octubre de 1961. Tanques rusos y norteamericanos frente a frente en
la Friedrichstrasse de Berlín



El Che conversa con su admirado maestro Miguel Najdorf


Junto al maestro cubano Eleazar Jiménez Zerquera
durante en torneo Capablanca (abril de 1962)



Torneo Capablanca (1962)
Concentrado durante una partida.
El Che tuvo tanta pasión por el ajedrez
como por el rugby


Torneo Capablanca


Observando atentamente una partida


Agosto de 1961. Los diarios de Brasil
anuncian la dimisión de Quadros


29 de mayo de 1962. Frondizi es destituido por las FF.AA. y enviado a
la isla Martín García. Con anterioridad, había renunciado su canciller Adolfo Mugica.

El viaje del Che fue como un tsunami para la región 
Notas
1 Luiz Bernardo Pericás, “Che Guevara no Brasil. O encontro de Che Guevara a Jánio Quadros”, Historianet, Brasil República. La embajada brasilera en La Habana se había convertido en uno de los refugios más buscados por los opositores.(http://www.historianet.com.br/conteudo/default.aspx?codigo=1118)
2 “La Visita secreta de Guevara”, Tea & Deportea
3 El 12 de septiembre de 1961 le entregó el cargo a Roberto Etchepareborda. Cárcano era hijo del Dr. Ramón J. Cárcano, gobernador de la provincia de Córdoba y primer presidente de la Sociedad Rural Argentina. Era primo hermano de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía entre 1976 y 1981.
4 Jon Lee Anderson, p. 494.
5 Ídem, p. 494-495.
6 Pierre Kalfon, op. Cit, pp. 360-361.
7Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 535.
8 Ídem, p. 536.
9 Dirigían el Movimiento Guerrillero 13 de Noviembre “Alejandro de León”.
10 Apesadumbrado, el Che escribió un poema dedicado a su memoria. El mismo fue publicado en la edición de agosto de 1962 en “Verde Olivo” y decía:

Toma, es sólo un corazón
tenlo en tu mano
y cuando llegue el día,
Abre tu mano para que el Sol lo caliente...

11 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 505.
12 Había estudiado en la Universidad de La Plata, Argentina, a donde viajó en 1958, después de finalizar sus estudios secundarios. Una vez allí, hizo valer su condición de familiar del Che y ayudó a don Ernesto Guevara Lynch a organizar el Comité de Apoyo al Movimiento 26 de Julio en Buenos Aires.
13 Jon Lee Anderson, op. Cit., p. 508.
14 Ídem, 496.
15 Fue adoptado como canción patria por Lenin en 1919 y reemplazado por el himno soviético en 1943.
16 Premier soviético entre 1983 y 1984; presidente del Consejo de Defensa de la Unión Soviética en el mismo período y secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética entre 1982 y 1984. Nació en Nagutskaya, localidad del sudeoeste de Rusia, el 14 de junio de 1914.
17 Andrei Andreyevich Gromyko, premier soviético entre 1985 y 1988, ministro de Relaciones Exteriores de 1957 a 1985, embajador en los Estados Unidos a partir de 1943 y representante ruso ante la OEA de 1946 a 1948. Había nacido en Gomel, Bielorrusia (Rusia Blanca), el 18 de julio de 1909.
18 Jon Lee Anderson, op. Cit., pp. 497-498.
19 Pierre Kalfon, op. cit., p. 370.
20 Varios autores, Che en la Revolución cubana 1955-1966, tomo VI, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado e Instituto del Libro. Prólogo: Armando Hart, La Habana, p. 151-152.
21 Esas agrupaciones fueron Unidad Revolucionaria, el Movimiento Montecristi, el MRR de Héctor Fabián y el Partido Revolucionario Autentico (A), brazo de la Organización Autentica O/A, fundado por Ricardo Olmedo Moreno, quien participó en el ataque al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, donde resultó herido.
22 María Teresa Villaverde Trujillo, “La Masacre del 30 de Agosto de 1962”,  Organización Auténtica, 30 de agosto de 2012 (http://www.autentico.org/oa10031.php). Evelio Francisco Pérez Menéndez fue fusilado el 21 de septiembre de ese mismo año; Ricardo Olmedo fue sometido a juicio por el Tribunal Revolucionario No.1 y condenarlo a muerte. Cumplió su sentencia en la madrugada del 13 de marzo de 1963. Junto con ellos, fueron pasados por las armas Bernabé Corominas, oficial del Ejército Rebelde, en septiembre de 1962; Enrique Ung Roque “El Chino”, en octubre del mismo año; Francisco Álvarez Margolles, coronel retirado; Luis Sánchez Carpenter y Ventura Suárez Díaz “Joseito”, los tres en septiembre de 1962, todos en La Cabaña.