EL SECUESTRO DE LOS HERMANOS BORN
![]() | |
| Jorge Born durante su cautiverio |
El
19 de septiembre de 1974 tuvo lugar uno de los sucesos más
espectaculares de la guerra antisubversiva argentina, el secuestro de
los hermanos Born, máximos referentes de la llamada oligarquía nacional,
titulares del poderoso grupo económico que abarcaba entre otras firmas
Molinos Río de la Plata S.A.
Bunge
& Born es una empresa que remonta sus orígenes a 1818 cuando Johann
Bunge fundó en Amsterdam una compañía dedicada al comercio cerealero.
Al cabo de unos años su nieto Edouard mudó la firma a Bélgica y en 1880
su hermano Ernst se estableció nuestro país para constituir con su tío,
Carlos Bunge, la célebre sociedad que quedaría establecida legalmente
cuatro años después.
Con la Argentina pujante de principios de siglo, los Bunge y los Born montaron una serie de elevadores de grano en Puerto Madero al tiempo que adquirían 60.000 hectáreas de tierra y daban forma a una entidad financiera destinada a administrar sus bienes y fomentar sus operaciones.
En 1895 la Argentina era el país más rico del mundo gracias al modelo agro-exportador puesto en marcha por los regímenes liberales y conservadores una vez finalizada la guerra de la Triple Alianza. Era el programa pergeñado por la Generación del 80 que sacó al país de la barbarie para convertirlo en una tierra de posibilidades. Pero el mismo se logró a costa de mucha sangre, de atropellos, de crímenes brutales y de un proyecto racista tendiente a “europeizar” nuestra tierra, sistemáticamente negado por el argentino medio.
La aniquilación del Paraguay como potencia emergente, plan predominantemente porteño, el exterminio de los pueblos autóctonos tanto en la llanura pampeana, como en la Patagonia y el Chaco; la desaparición de la raza negra tan abundante en tiempos de la colonia y los primeros años de nuestra independencia, intervenciones militares en el extranjero (Uruguay, Chile) y una serie de guerras civiles que desangraron al país son prueba de ello.
La clase mercantil porteña y los terratenientes no habían dudado en acabar con las viejas tradiciones y para concretar su idea se fomentó la llegada de miles de inmigrantes. El objetivo se alcanzó, la Argentina cambió su fisonomía, se enriqueció gracias a la cría de ganado y la producción cerealera y al menos hasta 1940 estuvo entre los diez países más prósperos del planeta.
Ni los Bunge ni los Born fueron responsables de aquella política pero son la consecuencia de ella. El nuevo panorama les permitió establecerse y prosperar y con ellos miles de familias hallaron en sus empresas una sólida fuente laboral.
En 1897 se sumaron al grupo Jorge Oster y Alfredo Hirsch con quienes se dio mayor impulso al desarrollo comercial. Dos años después, la compañía montó una importante fábrica envasadora denominada Centenera S.A. dedicada a la elaboración de recipientes de hojalata y eso le permitió ampliar su radio de acción y dominar el espacio comercial.
Conformada Molinos Río de la Plata en 1902, la entidad se lanzó a la conquista del mercado adquiriendo otras firmas.
Los Bunge y los Born fueron parte del proceso que transformó a la Argentina en una potencia económica y si bien al igual que otros clanes poderosos como los Pérez Companc, los Zuberbülher, los Di Tella, los Casado, los Dodero, los Olmos, los Harilaos, los Mihanovich, los Menéndez, los Behety, los Braun y los Hirsch no pertenecen al patriciado nacional, inyectaron nueva sangre a la aristocracia gracias a su fortuna y prosperidad económica, algo que enferma a los argentinos de clase media y media baja, de por sí rencorosos y celosos del éxito ajeno.
Con la Argentina pujante de principios de siglo, los Bunge y los Born montaron una serie de elevadores de grano en Puerto Madero al tiempo que adquirían 60.000 hectáreas de tierra y daban forma a una entidad financiera destinada a administrar sus bienes y fomentar sus operaciones.
En 1895 la Argentina era el país más rico del mundo gracias al modelo agro-exportador puesto en marcha por los regímenes liberales y conservadores una vez finalizada la guerra de la Triple Alianza. Era el programa pergeñado por la Generación del 80 que sacó al país de la barbarie para convertirlo en una tierra de posibilidades. Pero el mismo se logró a costa de mucha sangre, de atropellos, de crímenes brutales y de un proyecto racista tendiente a “europeizar” nuestra tierra, sistemáticamente negado por el argentino medio.
La aniquilación del Paraguay como potencia emergente, plan predominantemente porteño, el exterminio de los pueblos autóctonos tanto en la llanura pampeana, como en la Patagonia y el Chaco; la desaparición de la raza negra tan abundante en tiempos de la colonia y los primeros años de nuestra independencia, intervenciones militares en el extranjero (Uruguay, Chile) y una serie de guerras civiles que desangraron al país son prueba de ello.
La clase mercantil porteña y los terratenientes no habían dudado en acabar con las viejas tradiciones y para concretar su idea se fomentó la llegada de miles de inmigrantes. El objetivo se alcanzó, la Argentina cambió su fisonomía, se enriqueció gracias a la cría de ganado y la producción cerealera y al menos hasta 1940 estuvo entre los diez países más prósperos del planeta.
Ni los Bunge ni los Born fueron responsables de aquella política pero son la consecuencia de ella. El nuevo panorama les permitió establecerse y prosperar y con ellos miles de familias hallaron en sus empresas una sólida fuente laboral.
En 1897 se sumaron al grupo Jorge Oster y Alfredo Hirsch con quienes se dio mayor impulso al desarrollo comercial. Dos años después, la compañía montó una importante fábrica envasadora denominada Centenera S.A. dedicada a la elaboración de recipientes de hojalata y eso le permitió ampliar su radio de acción y dominar el espacio comercial.
Conformada Molinos Río de la Plata en 1902, la entidad se lanzó a la conquista del mercado adquiriendo otras firmas.
Los Bunge y los Born fueron parte del proceso que transformó a la Argentina en una potencia económica y si bien al igual que otros clanes poderosos como los Pérez Companc, los Zuberbülher, los Di Tella, los Casado, los Dodero, los Olmos, los Harilaos, los Mihanovich, los Menéndez, los Behety, los Braun y los Hirsch no pertenecen al patriciado nacional, inyectaron nueva sangre a la aristocracia gracias a su fortuna y prosperidad económica, algo que enferma a los argentinos de clase media y media baja, de por sí rencorosos y celosos del éxito ajeno.
![]() |
| Silos de la empresa Molinos Río de la Plata |
En
1974 los hermanos Jorge y Juan Born eran los herederos directos de esa
tradición. Compartían un predio amurallado en el bajo de Beccar, partido
de San Isidro, una manzana completa con entrada por Florencio Varela
672, en la que se alzaban sus mansiones, una pileta olímpica y canchas
de tenis. El complejo se hallaba rodeado por un inmenso parque con
diversas especias vegetales desde el cual se dominaba el Río de la Plata
y la fronda de los alrededores.
La propiedad se hallaba fuertemente custodiada y había gente las 24 horas del día vigilando las inmediaciones.
Como todas las mañanas, Juan Carlos Pérez, uno de los tantos choferes de la compañía, se detuvo frente al 3126 de la calle Miguens, en la localidad de Punta Chica (partido de San Fernando) para recoger a Alberto Bosch, gerente de Molinos Río de la Plata1, amigo de la infancia de los hermanos con quienes había compartido el ciclo escolar desde la jardín de infantes.
El alto ejecutivo salió puntualmente (8 a.m.), abordó el Ford Falcon gris patente C-614832 de la empresa y partió en busca de los Born para seguir viaje con ellos hacia el Microcentro porteño, un hábito que se repetía a diario y finalizaba en el edificio neogótico flamenco que la firma poseía en Lavalle entre Av. Leandro N. Alem y 25 de Mayo, a quien todos llaman “La Maison”, es decir, la Casa2.
Cinco minutos después Jorge y Juan Born subían al asiento trasero del automóvil, saludaron a los ocupantes y de ese modo siguieron viaje con la custodia avanzando detrás. Pérez enfiló hacia Av. Libertador distante a una cuadra y al llegar dobló a la izquierda, en dirección al casco histórico de San Isidro.
El Falcon de los escoltas, un vehículo gris patente C-095572, iba conducido por el suboficial del Ejército (RE) Fernando Huebra, a quien acompañaba en esa ocasión Conrado Santoro, de 40 años, personal de la agencia de seguridad Rastros, ambos con sus armas reglamentarias.
Como solían hacerlo a diario, atravesaron San Isidro, Acassuso, Martínez y La Lucila, sin darse cuenta que desde hacía varios kilómetros los seguía un automóvil tipo sedán que en las inmediaciones de la calle San Lorenzo se adelantó y pasó frente a un grupo de operarios de la Dirección Nacional de Vialidad a quienes sus pasajeros les hicieron un gesto antes de seguir de largo.
La propiedad se hallaba fuertemente custodiada y había gente las 24 horas del día vigilando las inmediaciones.
Como todas las mañanas, Juan Carlos Pérez, uno de los tantos choferes de la compañía, se detuvo frente al 3126 de la calle Miguens, en la localidad de Punta Chica (partido de San Fernando) para recoger a Alberto Bosch, gerente de Molinos Río de la Plata1, amigo de la infancia de los hermanos con quienes había compartido el ciclo escolar desde la jardín de infantes.
El alto ejecutivo salió puntualmente (8 a.m.), abordó el Ford Falcon gris patente C-614832 de la empresa y partió en busca de los Born para seguir viaje con ellos hacia el Microcentro porteño, un hábito que se repetía a diario y finalizaba en el edificio neogótico flamenco que la firma poseía en Lavalle entre Av. Leandro N. Alem y 25 de Mayo, a quien todos llaman “La Maison”, es decir, la Casa2.
Cinco minutos después Jorge y Juan Born subían al asiento trasero del automóvil, saludaron a los ocupantes y de ese modo siguieron viaje con la custodia avanzando detrás. Pérez enfiló hacia Av. Libertador distante a una cuadra y al llegar dobló a la izquierda, en dirección al casco histórico de San Isidro.
El Falcon de los escoltas, un vehículo gris patente C-095572, iba conducido por el suboficial del Ejército (RE) Fernando Huebra, a quien acompañaba en esa ocasión Conrado Santoro, de 40 años, personal de la agencia de seguridad Rastros, ambos con sus armas reglamentarias.
Como solían hacerlo a diario, atravesaron San Isidro, Acassuso, Martínez y La Lucila, sin darse cuenta que desde hacía varios kilómetros los seguía un automóvil tipo sedán que en las inmediaciones de la calle San Lorenzo se adelantó y pasó frente a un grupo de operarios de la Dirección Nacional de Vialidad a quienes sus pasajeros les hicieron un gesto antes de seguir de largo.
| Entrada de la residencia Born. Allí vivían los hermanos en 1974 |
Uno
de aquellos hombres, vestido con mameluco gris y casco amarillo, se
adelantó y detuvo el tránsito en dirección a la Capital Federal en tanto
otros dos colocaron sobre la avenida una valla con una luz verde y otra
roja y las leyendas “Desvío” y “Gas del Estado”.
Un
minuto después llegaron al lugar los dos Ford Falcón, el de los
hermanos Born y el de sus custodios quienes al ver al operario agitar
una bandera, se desviaron a la derecha, tomando San Lorenzo en dirección
a las vías del Ferrocarril Mitre, que corren a cien metros de
distancia.
Al llegar a Ada Elflein giraron a la izquierda y al hacerlo se toparon con más carteles viales que decían “Peligro” y “Gas del Estado”.
Como los hermanos iban leyendo el diario no se percataron de que allí aguardaban emboscados varios hombres, unos quince en total, todos listos para reducir a los dos automotores. Actuaban al mando de Roberto Quieto, responsable militar de la operación, supervisados a su vez por Rodolfo Galimberti, jefe de la Columna Norte de Montoneros.
Justo en ese momento, dos camionetas que esperaban en la intersección de Ada Elflein y Acassuso, una Chevrolet amarilla chapa B-1046777 y una Dodge color azul patente B-837976, se pusieron en marcha, tomando Elflein contramano.
En un movimiento perfectamente estudiado, la primera embistió al Falcon de los Born y la segunda al vehículo de la custodia, deteniendo bruscamente su desplazamiento.
Los pelotones de asalto, integrados por cinco hombres cada uno, lucían prendas policiales con la idea de engañar al vecindario. Cuando los objetivos fueron embestidos, los combatientes se adelantaron hacia ellos esgrimiendo sus armas.
A poco más de un metro se detuvieron y sin mediar palabra abrieron fuego acribillando la carrocerías del primer Ford Falcon. Al ver la acción los Born se inclinaron instintivamente sobre el asiento en tanto Bosch y Pérez trataban de accionar el botón de alarma situado bajo la guantera para advertir a la custodia que estaban siendo atacados. Fue en ese momento, al percatarse del movimiento, que uno de los terroristas oprimió el gatillo e hirió a ambos de gravedad.
Justo en ese momento llegó al cruce de Av. Libertador y Acassuso un Torino rojo haciendo sonar una sirena. Era un vehículo de las fuerzas de seguridad al que los falsos operarios permitieron continuar para que se alejase de la zona lo más rápidamente posible.
En menos de dos minutos, los hermanos fueron sacados del automóvil y conducidos a dos unidades que aguardaban estacionadas entre Acassuso y Roma, junto a las vías. A los escoltas los obligaron a bajar, los arrojan sobre el asfalto y les indicaron colocar las manos en la espalda.
-¡Comunistas de m…, los vamos a matar! – les gritaron.
-¡No somos comunistas! -respondieron creídos de que se trataba de una confusión- pertenecemos a las fuerzas de seguridad!
Dos de los guerrilleros esposaron a Huerba y le arrebataron su pistola 45 del Ejército. A Santoro le quisieron disparar pero el jefe del pelotón lo impidió; también le colocaron esposas y como a su compañero, le quitaron el revólver Dillon calibre 32 que llevaba en la cintura.
En el momento en que reducían a Jorge Born, su hermano Juan salió corriendo, un movimiento instintivo que le pudo costar la vida.
-¡Pará, Juan –gritó Jorge-¡¡Pará que te matan!!
Para su alivio, los pseudo policías lo recapturaron y trajeron de regreso a los empellones. A esa altura, habían sacado a Bosch y Pérez del auto y los dejaron inermes sobre el pavimento. Ninguno de los dos se movía y ambos manaban sangre abundantemente, el primero de ellos por la boca.
Los Born fueron encapuchados y en esas condiciones conducidos hasta los vehículos estacionados junto a las vías. A Jorge lo subieron al segundo y a Juan al tercero para partir por Ada Elflein en dirección a Roma.
Eran doce hombres en tres rodados, sin contar el personal que quedó en tierra y escapó por sus medios.
Los automóviles cruzaron la barrera de Roma contramano y enfilaron directamente a la distante Av. Maipú3.
El primero abría camino conducido por una joven rubia de ojos celestes acompañada por Quieto y otros dos hombres. En el segundo, uno de los captores le propinó un culatazo a Jorge Born, dejándolo atontado.
El campo de batalla había sido bien elegido, estudiado a fondo, inspeccionado ocularmente sin dejar nada al azahar. Las vías de escape se hallaban controladas, los coches estratégicamente ubicados y los efectivos perfectamente distribuidos, todo lo cual permitió la retirada tal como se había planeado.
Al llegar a Ada Elflein giraron a la izquierda y al hacerlo se toparon con más carteles viales que decían “Peligro” y “Gas del Estado”.
Como los hermanos iban leyendo el diario no se percataron de que allí aguardaban emboscados varios hombres, unos quince en total, todos listos para reducir a los dos automotores. Actuaban al mando de Roberto Quieto, responsable militar de la operación, supervisados a su vez por Rodolfo Galimberti, jefe de la Columna Norte de Montoneros.
Justo en ese momento, dos camionetas que esperaban en la intersección de Ada Elflein y Acassuso, una Chevrolet amarilla chapa B-1046777 y una Dodge color azul patente B-837976, se pusieron en marcha, tomando Elflein contramano.
En un movimiento perfectamente estudiado, la primera embistió al Falcon de los Born y la segunda al vehículo de la custodia, deteniendo bruscamente su desplazamiento.
Los pelotones de asalto, integrados por cinco hombres cada uno, lucían prendas policiales con la idea de engañar al vecindario. Cuando los objetivos fueron embestidos, los combatientes se adelantaron hacia ellos esgrimiendo sus armas.
A poco más de un metro se detuvieron y sin mediar palabra abrieron fuego acribillando la carrocerías del primer Ford Falcon. Al ver la acción los Born se inclinaron instintivamente sobre el asiento en tanto Bosch y Pérez trataban de accionar el botón de alarma situado bajo la guantera para advertir a la custodia que estaban siendo atacados. Fue en ese momento, al percatarse del movimiento, que uno de los terroristas oprimió el gatillo e hirió a ambos de gravedad.
Justo en ese momento llegó al cruce de Av. Libertador y Acassuso un Torino rojo haciendo sonar una sirena. Era un vehículo de las fuerzas de seguridad al que los falsos operarios permitieron continuar para que se alejase de la zona lo más rápidamente posible.
En menos de dos minutos, los hermanos fueron sacados del automóvil y conducidos a dos unidades que aguardaban estacionadas entre Acassuso y Roma, junto a las vías. A los escoltas los obligaron a bajar, los arrojan sobre el asfalto y les indicaron colocar las manos en la espalda.
-¡Comunistas de m…, los vamos a matar! – les gritaron.
-¡No somos comunistas! -respondieron creídos de que se trataba de una confusión- pertenecemos a las fuerzas de seguridad!
Dos de los guerrilleros esposaron a Huerba y le arrebataron su pistola 45 del Ejército. A Santoro le quisieron disparar pero el jefe del pelotón lo impidió; también le colocaron esposas y como a su compañero, le quitaron el revólver Dillon calibre 32 que llevaba en la cintura.
En el momento en que reducían a Jorge Born, su hermano Juan salió corriendo, un movimiento instintivo que le pudo costar la vida.
-¡Pará, Juan –gritó Jorge-¡¡Pará que te matan!!
Para su alivio, los pseudo policías lo recapturaron y trajeron de regreso a los empellones. A esa altura, habían sacado a Bosch y Pérez del auto y los dejaron inermes sobre el pavimento. Ninguno de los dos se movía y ambos manaban sangre abundantemente, el primero de ellos por la boca.
Los Born fueron encapuchados y en esas condiciones conducidos hasta los vehículos estacionados junto a las vías. A Jorge lo subieron al segundo y a Juan al tercero para partir por Ada Elflein en dirección a Roma.
Eran doce hombres en tres rodados, sin contar el personal que quedó en tierra y escapó por sus medios.
Los automóviles cruzaron la barrera de Roma contramano y enfilaron directamente a la distante Av. Maipú3.
El primero abría camino conducido por una joven rubia de ojos celestes acompañada por Quieto y otros dos hombres. En el segundo, uno de los captores le propinó un culatazo a Jorge Born, dejándolo atontado.
El campo de batalla había sido bien elegido, estudiado a fondo, inspeccionado ocularmente sin dejar nada al azahar. Las vías de escape se hallaban controladas, los coches estratégicamente ubicados y los efectivos perfectamente distribuidos, todo lo cual permitió la retirada tal como se había planeado.
![]() |
| La camioneta Chevrolet patente B-1046777 con leyendas de la empresa ENTEL luego de embestir al Ford Falcon de los Born (Imagen: "La Nación" extraída del sitio de Jorge Negre) |
Los
guerrilleros dejaron a sus espaldas un cuadro desolador, dos moribundos
sobre la calle, cuatro vehículos atravesados, uno de ellos ametrallado y
dos escoltas maniatados.
En
el camino, despojaron a sus presas de sus relojes y sus zapatos pues
como explica María O’Donnell, de acuerdo con el Manual Único de
Instrucciones Tácticas para Operaciones Especiales, los cordones y los
tacos constituían un riesgo pues podían esconder mecanismos de rastreo
geográfico.
Mientras tanto, en la comisaría 1ª de Vicente López, sita en la Av. Maipú 2840, el oficial principal Oscar Trejo atendió un llamado urgente, advirtiendo lo sucedido. Los custodios habían sido auxiliados por los vecinos y desde la casa de uno de ellos llamaron a la seccional solicitando auxilio.
Al ser informado, el comisario Rodolfo Trentini en persona decidió encabezar el operativo. El oficial tomó su arma reglamentaria, abordó uno de los dos patrulleros y se dirigió presurosamente al lugar, acompañado por el mismo Trejo, dos sargentos y un cabo. Se desplazó velozmente, haciendo sonar sus sirenas en tanto informaba al Comando Radioeléctrico a través del equipo Motorola de la unidad. Con ellos llegaron las ambulancias en las cuales fueron retirados los moribundos. Los paramédicos les hicieron un primer control y comprobando la gravedad de sus heridas los cargaron y los trasladaron al hospital regional, sito en la calle Roca, donde a poco de ingresar dejaron de existir.
La noticia conmocionó a toda la Argentina, no solo por la espectacularidad del procedimiento sino por tratarse de dos de los hombres más encumbrados de América Latina.
Al menos Jorge Born se dio cuenta que en determinado momento cruzaron la ruta Panamericana, lo que significaba que se dirigían hacia el oeste, posiblemente Munro o una localidad cercana. No se equivocaba, estaban yendo a Carapachay en una de cuyas viviendas, más exactamente en la calle Prof. Manuel García 5030/5050, entre Mariano Acha y Armenia, funcionaba una casa operativa de la Columna Norte debajo de la cual se encontraba la cárcel del pueblo conocida como Piojo 1, primer destino de los secuestrados.
Los automóviles que trasladaban a los hermanos se detuvieron frente a una propiedad doble con un garaje ancho, para dos vehículos y cortina metálica.
Una vez dentro cerraron el portón y retiraron a los Born para llevarlos hasta un sótano situado a 2,40 metros de profundidad donde había dos celdas enfrentadas de tres metros de largo por dos de ancho cada una. Una vez dentro les quitaron las capuchas y de esa manera pudieron comprobar que se hallaban en un receptáculo con sus paredes recubiertas de telgopor.
Jorge fue encerrado en un calabozo y su hermano en el otro. Menos de media hora después apareció un sujeto para informarles que se hallaban en manos de una organización empeñada en la guerra contra el gobierno y los explotadores y que iban a ser sometidos a un juicio popular.
Pocos días después los prisioneros fueron trasladados a una segunda cárcel, Piojo 2, también llamada La Pinturería, la cual María O’Donnell sitúa primero en Villa Adelina, entre los partidos de San Isidro y Vicente López4 y después en Villa Ballester, más precisamente en Rivadavia 4832, jurisdicción de San Martín “…donde había crecido Galiberti”5.
Mientras tanto, en la comisaría 1ª de Vicente López, sita en la Av. Maipú 2840, el oficial principal Oscar Trejo atendió un llamado urgente, advirtiendo lo sucedido. Los custodios habían sido auxiliados por los vecinos y desde la casa de uno de ellos llamaron a la seccional solicitando auxilio.
Al ser informado, el comisario Rodolfo Trentini en persona decidió encabezar el operativo. El oficial tomó su arma reglamentaria, abordó uno de los dos patrulleros y se dirigió presurosamente al lugar, acompañado por el mismo Trejo, dos sargentos y un cabo. Se desplazó velozmente, haciendo sonar sus sirenas en tanto informaba al Comando Radioeléctrico a través del equipo Motorola de la unidad. Con ellos llegaron las ambulancias en las cuales fueron retirados los moribundos. Los paramédicos les hicieron un primer control y comprobando la gravedad de sus heridas los cargaron y los trasladaron al hospital regional, sito en la calle Roca, donde a poco de ingresar dejaron de existir.
La noticia conmocionó a toda la Argentina, no solo por la espectacularidad del procedimiento sino por tratarse de dos de los hombres más encumbrados de América Latina.
Al menos Jorge Born se dio cuenta que en determinado momento cruzaron la ruta Panamericana, lo que significaba que se dirigían hacia el oeste, posiblemente Munro o una localidad cercana. No se equivocaba, estaban yendo a Carapachay en una de cuyas viviendas, más exactamente en la calle Prof. Manuel García 5030/5050, entre Mariano Acha y Armenia, funcionaba una casa operativa de la Columna Norte debajo de la cual se encontraba la cárcel del pueblo conocida como Piojo 1, primer destino de los secuestrados.
Los automóviles que trasladaban a los hermanos se detuvieron frente a una propiedad doble con un garaje ancho, para dos vehículos y cortina metálica.
Una vez dentro cerraron el portón y retiraron a los Born para llevarlos hasta un sótano situado a 2,40 metros de profundidad donde había dos celdas enfrentadas de tres metros de largo por dos de ancho cada una. Una vez dentro les quitaron las capuchas y de esa manera pudieron comprobar que se hallaban en un receptáculo con sus paredes recubiertas de telgopor.
Jorge fue encerrado en un calabozo y su hermano en el otro. Menos de media hora después apareció un sujeto para informarles que se hallaban en manos de una organización empeñada en la guerra contra el gobierno y los explotadores y que iban a ser sometidos a un juicio popular.
Pocos días después los prisioneros fueron trasladados a una segunda cárcel, Piojo 2, también llamada La Pinturería, la cual María O’Donnell sitúa primero en Villa Adelina, entre los partidos de San Isidro y Vicente López4 y después en Villa Ballester, más precisamente en Rivadavia 4832, jurisdicción de San Martín “…donde había crecido Galiberti”5.
La
nueva prisión se hallaba ubicada en los fondos de la propiedad, en un
ambiente que servía de depósito al que los subversivos denominaban “la
Carpintería”. Explica María O’Donnell que en la parte delantera, sobre
la vereda funcionaba una ferretería a modo de fachada.
El desenlace de esta historia es tan incomprensible como la misma Argentina. La idea original era secuestrar al padre de los Born, un hombre que rozaba los 74 años y su socio Mario Hirsch, vicepresidente del poderoso grupo económico, pero como eran demasiado mayores, se temía que no pudieran resistir el cautiverio y se los descartó.
El secuestro fue organizado y planeado por la cúpula de Montoneros en una reunión que tuvo lugar en un punto no identificado en la cual tomaron parte su máximo comandante, Mario Firmenich; el jefe de la Columna Norte, capitán Rodolfo Galimberti (nombre de guerra “Alejandro”); el oficial mayor Fernando Vaca Narvaja, cabeza de la Regional Buenos Aires y el oficial superior Roberto Quieto, delegado de la Conducción Nacional. Como podrá observarse, ostentaban todos grados militares, otra prueba de que el país se encontraba en guerra.
Fijado el objetivo, se montó la operación a la que el comando denominó “Mellizas”. De esa manera, durante meses se realizaron trabajos de inteligencia, estudiándose meticulosamente el terreno, escogiendo el personal con sumo cuidado y haciendo maniobras de práctica con óptimos resultados.
Según O’Donnell, al menos en dos ocasiones el operativo debió abortarse por falta de seguridad.
Los Born fueron sometidos a una parodia de juicio en el que se los acusó de explotadores y agentes del imperialismo, una experiencia que dado el antecedente de Aramburu, no debió ser nada agradable.
Finalmente les anunciaron que iban a pedir rescate y así lo hicieron. Los subversivos se contactaron con el padre de los secuestrados y le exigieron cien millones de dólares, una cifra astronómica que establecía un nuevo récord mundial. El año anterior, se habían pedido diecisiete por el nieto del magnate petrolero Paul Getty, secuestrado en Roma el 10 de julio y al ERP se le habían pagado catorce por Víctor Samuelson, ejecutivo de la ESSO.
Cuando Jorge Born supo la cifra le dijo a sus captores que su padre no la podría pagar. Comenzaron entonces una serie de negociaciones que finalizaron con la entrega de cincuenta y dos millones de dólares, el monto más alto abonado por un rescate hasta el día de hoy6.
En las tratativas, el cautivo (nos referimos a Jorge) jugó un rol significativo, no así su hermano que a causa del encierro cayó en un profundo pozo depresivo por el cual se lo debió asistir médicamente. Por esa causa, fue liberado antes de lo programado (23 de marzo de 1975) en tanto las tratativas continuaban.
Finalmente Jorge padre pagó. Para anunciarlo, los montoneros organizaron una conferencia de prensa clandestina donde aprovecharon la ocasión para mostrar a su presa. Ese día, Jorge Born III apareció ante periodistas nacionales y extranjeros luciendo barba, bigote, anteojos obscuros y traje. Esperó que Mario Firmenich terminara de hablar y luego entró a la habitación para sentarse frente a los periodistas. Era el 19 de junio de 1975 y dos días después cumplía 41 años.
Tal como se lo habían prometido, al día siguiente fue liberado. Primero lo encapucharon, lo subieron a un auto y lo abandonaron en la estación La Lucila, donde lo pasó a buscar un ejecutivo de apellido Menéndez, perteneciente a Bunge & Born.
La mencionada rueda de prensa se llevó a cabo en una casa de la calle Libertad 244, Acassuso, a cuatro cuadras del Hipódromo de San Isidro y dos de Av. Santa Fe, por entonces centro operativo de un grupo de agentes del SIDE dedicados a los secuestros extorsivos7.
Ni bien Born fue liberado abordó se dirigió a su domicilio, recogió algunas pertenencias y abordó una avioneta en el aeródromo de Don Torcuato en la cual voló a Uruguay donde se reencontró con su familia y al cabo de un tiempo se instaló en Brasil. El grupo empresarial había decidido dejar el país y operar desde la subsidiaria que Bunge & Born tenía en San Pablo. Allí se instaló la compañía y funcionó por los siguientes 17 años.
El dinero del secuestro se entregó parte en Buenos Aires y parte en Suiza. El grueso fue enviado a Cuba en valijas diplomáticas. Dieciséis de los cincuenta y dos millones le fueron entregados al banquero de la organización subversiva, David Graiver, quien debía blanquearlos en el mercado internacional. El 9,5 % anual de los intereses sirvieron para financiar las operaciones militares de la organización.
El desenlace de esta historia es tan incomprensible como la misma Argentina. La idea original era secuestrar al padre de los Born, un hombre que rozaba los 74 años y su socio Mario Hirsch, vicepresidente del poderoso grupo económico, pero como eran demasiado mayores, se temía que no pudieran resistir el cautiverio y se los descartó.
El secuestro fue organizado y planeado por la cúpula de Montoneros en una reunión que tuvo lugar en un punto no identificado en la cual tomaron parte su máximo comandante, Mario Firmenich; el jefe de la Columna Norte, capitán Rodolfo Galimberti (nombre de guerra “Alejandro”); el oficial mayor Fernando Vaca Narvaja, cabeza de la Regional Buenos Aires y el oficial superior Roberto Quieto, delegado de la Conducción Nacional. Como podrá observarse, ostentaban todos grados militares, otra prueba de que el país se encontraba en guerra.
Fijado el objetivo, se montó la operación a la que el comando denominó “Mellizas”. De esa manera, durante meses se realizaron trabajos de inteligencia, estudiándose meticulosamente el terreno, escogiendo el personal con sumo cuidado y haciendo maniobras de práctica con óptimos resultados.
Según O’Donnell, al menos en dos ocasiones el operativo debió abortarse por falta de seguridad.
Los Born fueron sometidos a una parodia de juicio en el que se los acusó de explotadores y agentes del imperialismo, una experiencia que dado el antecedente de Aramburu, no debió ser nada agradable.
Finalmente les anunciaron que iban a pedir rescate y así lo hicieron. Los subversivos se contactaron con el padre de los secuestrados y le exigieron cien millones de dólares, una cifra astronómica que establecía un nuevo récord mundial. El año anterior, se habían pedido diecisiete por el nieto del magnate petrolero Paul Getty, secuestrado en Roma el 10 de julio y al ERP se le habían pagado catorce por Víctor Samuelson, ejecutivo de la ESSO.
Cuando Jorge Born supo la cifra le dijo a sus captores que su padre no la podría pagar. Comenzaron entonces una serie de negociaciones que finalizaron con la entrega de cincuenta y dos millones de dólares, el monto más alto abonado por un rescate hasta el día de hoy6.
En las tratativas, el cautivo (nos referimos a Jorge) jugó un rol significativo, no así su hermano que a causa del encierro cayó en un profundo pozo depresivo por el cual se lo debió asistir médicamente. Por esa causa, fue liberado antes de lo programado (23 de marzo de 1975) en tanto las tratativas continuaban.
Finalmente Jorge padre pagó. Para anunciarlo, los montoneros organizaron una conferencia de prensa clandestina donde aprovecharon la ocasión para mostrar a su presa. Ese día, Jorge Born III apareció ante periodistas nacionales y extranjeros luciendo barba, bigote, anteojos obscuros y traje. Esperó que Mario Firmenich terminara de hablar y luego entró a la habitación para sentarse frente a los periodistas. Era el 19 de junio de 1975 y dos días después cumplía 41 años.
Tal como se lo habían prometido, al día siguiente fue liberado. Primero lo encapucharon, lo subieron a un auto y lo abandonaron en la estación La Lucila, donde lo pasó a buscar un ejecutivo de apellido Menéndez, perteneciente a Bunge & Born.
La mencionada rueda de prensa se llevó a cabo en una casa de la calle Libertad 244, Acassuso, a cuatro cuadras del Hipódromo de San Isidro y dos de Av. Santa Fe, por entonces centro operativo de un grupo de agentes del SIDE dedicados a los secuestros extorsivos7.
Ni bien Born fue liberado abordó se dirigió a su domicilio, recogió algunas pertenencias y abordó una avioneta en el aeródromo de Don Torcuato en la cual voló a Uruguay donde se reencontró con su familia y al cabo de un tiempo se instaló en Brasil. El grupo empresarial había decidido dejar el país y operar desde la subsidiaria que Bunge & Born tenía en San Pablo. Allí se instaló la compañía y funcionó por los siguientes 17 años.
El dinero del secuestro se entregó parte en Buenos Aires y parte en Suiza. El grueso fue enviado a Cuba en valijas diplomáticas. Dieciséis de los cincuenta y dos millones le fueron entregados al banquero de la organización subversiva, David Graiver, quien debía blanquearlos en el mercado internacional. El 9,5 % anual de los intereses sirvieron para financiar las operaciones militares de la organización.
| Firmenich durante la conferencia de prensa clandestina en la que anunció el pago del rescate y la liberación de Jorge Born. Lo hizo ante corresponsales nacionales y extranjeros |
Con
la llegada del Proceso de Reorganización Nacional los montoneros
emprendieron la retirada; el dinero depositado en Cuba se lo quedó el
régimen castrista, Graiver pereció en un sospechoso accidente aéreo
ocurrido en México, del cual era único pasajero (6 de agosto de 1976) y
otra parte permaneció en poder de la cúpula subversiva.
Con
un segmento de lo que tenía Graiver se financiaron las campañas
presidenciales de Carlos S. Menem. Justamente, Born y Galimberti se
conocieron a través del ex gobernador de La Rioja en una reunión
organizada por Juan Bautista Yofre en un hotel de la Capital Federal. Al
año siguiente se asociaron para formar Hard Comunicaciones y el ex
guerrillero devolvió parte del botín, entre seis y siete millones de
dólares que le entregó a Jorge Born en efectivo, dentro de dos bolsas.
De ahí el empresario sacó un determinado monto y se lo extendió a modo
de compensación por los favores brindados (lo había ayudado aportando
testigos en el juicio que los hermanos le iniciaron a Mario Firmenich y
los montoneros).
Born y Galimberti se hicieron amigos, el primero comenzó a visitarlo en el campo que la esposa del ex subversivo tenía en Entre Ríos; allí comían asados, efectuaban recorridas, practicaban tiro y cazaban.
Según le explicó Jorge Born a María O’Donnell, con el paso de los años la amistad entre ambos se fue enfriando. Galimberti se desvivía por ingresar en la alta sociedad pero su socio no era buen camino:
- Lo único que “Galimba” quería era entrar a la sociedad, y vía Jorge Born era ideal. Pero yo no soy muy sociable […].Al final de su vida ya no me llevaba tan bien con él, porque básicamente era un loco. Seguía con sus cosas raras: estaba convencido de que se venía otra vez la guerra, le preocupaba el Islam. Se enloquecía por la plata, el poder, las armas...8.
Born y Galimberti se hicieron amigos, el primero comenzó a visitarlo en el campo que la esposa del ex subversivo tenía en Entre Ríos; allí comían asados, efectuaban recorridas, practicaban tiro y cazaban.
Según le explicó Jorge Born a María O’Donnell, con el paso de los años la amistad entre ambos se fue enfriando. Galimberti se desvivía por ingresar en la alta sociedad pero su socio no era buen camino:
- Lo único que “Galimba” quería era entrar a la sociedad, y vía Jorge Born era ideal. Pero yo no soy muy sociable […].Al final de su vida ya no me llevaba tan bien con él, porque básicamente era un loco. Seguía con sus cosas raras: estaba convencido de que se venía otra vez la guerra, le preocupaba el Islam. Se enloquecía por la plata, el poder, las armas...8.
Imágenes
![]() |
| La Maison, el edificio flamenco sede de Bunge & Born en la city porteña |
![]() |
| Así quedó el Ford Falcon de los Born luego de ser embestido por la pick-up. Detrás el móvil de la custodia (Imagen extraída del sitio de Jorge Negre) |
![]() |
| Florencio Varela 672 Beccar. A la izq. se observa el muro perimetral que rodea la propiedad de los Born. La misma abarca toda la manzana |
| La propiedad vista en dirección al río y las barrancas |
| Calle Manuel García al 5000, Carapachay. El auto blanco se encuentra estacionado frente a la propiedad donde los montoneros tenían la cárcel del pueblo Piojo 1 |
![]() |
| Jorge Born en la casa operativa de Acassuso antes de la conferencia clandestina en la que los montoneros anuncian el pago del rescate y su próxima liberación |
| Un montonero provisto de una ametralladora PAM-3 monta guardia durante la conferencia de prensa clandestina |
![]() |
| Alberto Bosch (izq.) y Juan Carlos Pérez muertos en acción. El chofer era padre de tres hijos pequeños (Imagen: "Clarín") |
Notas
1 Las
fuentes consultadas confunden la calle Miguens nombrándola Iñíguez.
2 María
O’Donnell, Born, Sudamericana, Buenos
Aires, 2015, capítulo 1.
3 Previamente,
los subversivos habían reducido al guardabarreras Alberto Luna. Dos hombres
jóvenes vestidos de civil ingresaron en la cabina y apuntándole con sendas
pistolas (una calibre 45 y la otra 9 mm), le indicaron ubicarse en las vías para
detener a los trenes que avanzasen en ambas direcciones. De ese modo se
mantendría la barrera abierta y por ahí podrían escapar el grupo comando hacia
la Avenida del Alto (a esa altura Maipú).
4 María
O’Donnell, op. Cit. p. 44.
5 Ídem, p.
195. En realidad Galimberti nació en San Antonio de Padua, el 7 de mayo de
1947. Era hijo de un oficial de la Armada de extracción nacionalista y católica.
A los 14 años ingresó en Tacuara y poco después fundó la Juventud Argentina
para la Emancipación Nacional de efímera duración.
6 El propio
Jorge Born ha manifestado en una entrevista que le realizó María O’Donnell para
el programa “50 Minutos” de Canal 26 que si bien siempre se dijo que la suma
abonada fue de sesenta millones de dólares, finalmente se pagaron cincuenta y
dos.
7 “Una historia
de muertes y sospechas de agentes dobles”, La Nación, 24 de agosto de 2003.
8 La
mayor parte de la información para este capítulo ha sido extraída del libro de
María O’Donnell, el artículo “Habla Jorge Born” de la misma autora, publicado
por la revista “Noticias” el 3 de julio de 2015; las notas “Una historia de
muertes y sospechas de agentes dobles”, “Born, el empresario poderoso que se
asoció a su secuestrador”, "El secuestro más caro de la historia" de
Carlos E. Cué (diario “El país” de España, 27 de junio de 2015), “Avatares de
un secuestro” de Rogelio Demarchi (“La Voz”, 31 de mayo de 2015), e información
extraída de los diarios “La Nación”, “La Razón”, “La Prensa” y “Clarín”.













