EL SEGUNDO COMBATE DE PINO DEL AGUA
El Che y Fidel junto a algunos combatientes durante el segundo combate de Pino del Agua |
La
muerte de Ciro Redondo afectó profundamente al Che y lo sumió en profundas
cavilaciones. Eso le hizo olvidar, al menos por un momento, sus diferencias con
el Directorio Nacional, sus rencillas con los mentores del Pacto de Miami y las
preocupaciones que le generaba la ingerencia norteamericana en el desarrollo de
la revolución. Debía abocarse a la búsqueda de una persona que estuviera a la
altura del bravo combatiente y al mismo tiempo despejar su mente para los días que
se avecinaban, pero era conciente de que la tarea no iba a ser sencilla.
El
guerrillero nacido en Artemisa en 1931, se había destacado en hechos de
relevancia; veterano del ataque al cuartel Moncada, preso político,
expedicionario del “Granma”, sobreviviente de Alegría de Pío y soldado
arrojado, sus acciones en el frente le habían valido su promoción al grado de
capitán y por eso se lo tenía en alta consideración.
Profundamente
abatido, el Che le escribió a Fidel solicitando el ascenso póstumo de Ciro al
grado de comandante e inmediatamente después le escribió una nota a sus padres
dándoles la infausta noticia1.
Castro
estuvo de acuerdo y al día siguiente, emitió el siguiente decreto: “El comandante General del Ejército
Revolucionario, en su carácter de tal considerando las virtudes, de valor,
disciplina y capacidad de mando del capitán Ciro Redondo García, y su heroica
muerte en combate, ocurrida el 29 de noviembre de 1957, decreta: Su ascenso
póstumo al grado de Comandante del Ejército Revolucionario que marca el primer
aniversario de la gesta libertadora”.
Pero
más allá de las penas y los contratiempos, finalizado el primer año de guerra
el balance era altamente positivo para la guerrilla.
Habiendo
desembarcado con un puñado de hombres en una playa remota de Oriente, casi
aniquilados en el primer encuentro, después de reagruparse y soportar hambre,
sed, persecuciones y todo tipo de privaciones, logró mantenerse activa,
incrementar su número con elementos provenientes del llano, la ciudad y el
campesinado y liberado un considerable territorio al que las fuerzas regulares
no se atrevían a ingresar.
Y para
mayores datos, había surgido un nuevo foco guerrillero en las Sierras de
Escambray, al sur de Santa Clara, más precisamente en el cordón montañoso de Las
Villas, donde un grupo de combatientes, encabezado por Enrique Villegas
Martínez y Eloy Gutiérrez Menoyo, estableció el Segundo Frente Nacional (10 de
noviembre), con el objeto de iniciar la lucha en el sector central de la isla y
aliviar la presión que las fuerzas gubernamentales ejercían sobre Sierra
Maestra.
Se
trataba de un reducido grupo de 30 hombres guiados por Lázaro Artola, quienes
llegaron en el mes de julio desde Sancti Spiritu, para levantar el campamento
de El Cacahual, en pleno macizo de Banao2.
Esa
gente llevó a cabo acciones de relativa importancia tales como patrullas,
exploración, construcción de defensas y reconocimiento, que les permitieron
afianzarse en la región y adaptarse a ella. El 25 de enero de 1958, una de sus
patrullas, encabezada por Enrique Villegas, trasladaba parte de un cargamento
de 12.000 municiones y medicinas desde el campamento central hacia un depósito
de campaña sito en la finca El Naranjo, sobre el camino a Guayanara, cuando se
topó con una avanzada militar y entabló combate.
En el
intercambio de disparos, Villegas cayó herido y fue rematado de un tiro cuando
se encontraba en el suelo en tanto el resto del grupo se daba a la fuga3.
Los comandantes Lázaro Artola, Armando Fleites y Genaro Arroyo del Segundo Frente Nacional en el Escambray |
Tres
días después, durante un acto conmemorativo del natalicio de Martí organizado
en Miami, Faure Chomón anunció la apertura del Segundo Frente en Las Villas y
la muerte de Villegas, a quien sindicó falsamente como perteneciente a Organización
Auténtica. Poco después, comenzó a coordinar el envío de armas, acordando una
primera entrega en plena carretera, próximo al pueblo de Banao.
La
operación se llevó a cabo el 13 de febrero, después que la emisora radial de
Sancti Spiritu transmitiera un mensaje en clave para los guerrilleros que
aguardaban en las montañas y esa misma noche, un grupo rebelde se apostó junto
al camino, en espera del cargamento. El mismo llegó a bordo de un camión,
precedido por un automóvil conducido por Ramón Pando, que viajaba acompañado
por Darío Pedroza y la mensajera
Edelmira.
Respondiendo
a las señales lumínicas que le hicieron los combatientes, los vehículos se
detuvieron en la banquina y procedieron a descargar el armamento, para retirarse
inmediatamente después, tomando el mismo camino por el que habían llegado.
A fines
de 1957, Fidel Castro hizo una profunda evaluación de aquel primer año de
guerra. Las conclusiones a las que llegó fueron concluyentes: la situación
estaba dada como para extender la lucha al llano y eso fue lo que planteó a su
estado mayor a comienzos del año siguiente.
Como
bien explica Jon Lee Anderson, desde hacía tiempo, partidas de guerrilleros
descendían de la sierra para llevar a cabo golpes de mano en diferentes puntos
y luego retirarse, buscando quebrar la moral del enemigo.
Por esa
razón, 1958 sorprendió a ambas fuerzas estudiándose con cautela y poniéndose a
prueba sin arriesgarse a combates frontales. El ejército gubernamental había
abandonado la sierra y su oponente no se decidía a atacar ni a acometer
acciones de envergadura, por lo que se hacía imperioso ganarle de mano y pegar
primero.
En el
mes de enero Castro anunció que las condiciones estaban dadas y dispuso llevar
a cabo un segundo ataque sobre Pino del Agua, el mismo objetivo que atacaron el
17 de septiembre, donde la Compañía 82 del Batallón 1 había establecido su cuartel
general, reforzando su presencia en el área.
En este punto, Anderson se refiere a la extraña propuesta que Fidel le hizo llegar a Batista, de suspender las acciones a cambio de la retirada del ejército de Oriente y llamar a elecciones bajo supervisión internacional, términos que el gobernante rechazó airadamente.
Fidel Castro traza el plan de la operaciones |
En este punto, Anderson se refiere a la extraña propuesta que Fidel le hizo llegar a Batista, de suspender las acciones a cambio de la retirada del ejército de Oriente y llamar a elecciones bajo supervisión internacional, términos que el gobernante rechazó airadamente.
En
vista de ello y de la inminencia del ataque a Pino del Agua, el Che Guevara
aceleró la construcción de sus granadas M-26 o Sputnik para ponerlos en
funcionamiento por primera vez. Se trataba de toscos explosivos revestidos de
hojalata disparados desde un complejo sistema de lanzamiento, una suerte de
catapulta que se accionaba por medio de bandas elásticas reforzadas extraídas
de arpones para la caza submarina y posteriormente, desde fusiles lanzagranadas,
reforzados con balas de salva, que las arrojaban a mayor distancia.
Estas bombitas hacían
mucho ruido, realmente asustaban, pero dado que solamente tenían una coraza de
hojalata, su poder mortífero era exiguo y sólo inferían pequeñas heridas cuando
explotaban cerca de algún soldado enemigo, sin contar con que era muy difícil
hacer coincidir perfectamente, desde el momento en que se encendía la mecha, la
trayectoria en el aire y su explosión al caer. Por efecto del impacto al ser
despedida solía desprenderse la mecha y la bombita no explotaba, cayendo
intacta en poder del enemigo. Cuando éste conoció su funcionamiento le perdió
el miedo; en ese primer combate tuvo su efecto sicológico.
Advertido de ello, el ejército
implementó redes de alambre para contrarrestar los efectos del proyectil4.
A lo
largo de enero, la afluencia de periodistas y enviados a la sierra fue notoria,
sobre todo de medios norteamericanos, sin embargo el Che prestaría atención a
una en particular, la del corresponsal español Enrique Meneses (h) del
semanario francés “Paris Match”, quien llegó al campamento acompañado por un
diputado batistiano de apellido Ramírez León y el concejal de Manzanillo Lalo
Roca, interesados en mostrarle al mundo que en la isla no había censura y que
la guerrilla no tenía fuerza para operar fuera de la sierra. Su entrevista
sería publicada por “Bohemia” y tendría repercusión en el mundo, atrayendo aún
más las miradas hacia el país caribeño.
Hubo otras publicaciones estadounidenses que dedicaron amplios espacios a la revolución, sobre todo aquellas que se referían a la denuncia del Pacto de Miami, impulsadas por Mario Llerena y Raúl Chibás, dirigentes del Comité del M-26 en el exilio cuya sede se hallaba en Miami.
Fidel y Raúl Castro junto al periodista español Enrique Meneses |
Hubo otras publicaciones estadounidenses que dedicaron amplios espacios a la revolución, sobre todo aquellas que se referían a la denuncia del Pacto de Miami, impulsadas por Mario Llerena y Raúl Chibás, dirigentes del Comité del M-26 en el exilio cuya sede se hallaba en Miami.
Por
esos días, las fuerzas del orden habían arrestado a varios miembros del M-26,
entre ellos Armando Hart, Javier Pazos, Luis Buch y Eulalio Vallejo, a quienes
mostraron en ruedas de prensa como a subversivos capturados recientemente en
diferentes redadas y solo la intervención de la embajada de los Estados Unidos
los salvó de ser ejecutados.
Las dos
primeras semanas de febrero tuvieron a los guerrilleros trabajando febrilmente
en los preparativos del ataque. Los combatientes recordaban perfectamente su anterior
incursión sobre el objetivo y sabían de sobra que en esta ocasión, no sería tan
sencillo sorprender al enemigo ya que el mismo se encontraba bien pertrechado,
contaba con un buen número de efectivos y según trascendidos, su comandante, el
capitán Guerra Ortiz, estaba pronto a recibir refuerzos.
Mientras
el ejército rebelde acondicionaba su armamento y terminaba de fabricar sus
explosivos, Fidel despachó varias patrullas para reconocer el terreno, la
mayoría encabezadas por Félix Tamayo y Roberto Ruiz, quienes conocían muy bien
la región por oriundos de ella. Los informes que recabaron fueron fundamentales
y permitieron determinar que la situación de las tropas enemigas era la
siguiente: en San Pablo de Yao, a doce kilómetros del Pino del Agua, se
encontraba estacionada la compañía de Sánchez Mosquera; en Oro de Guisa, a solo
seis kilómetros del aserradero, aguardaba la Compañía 81 del Batallón 1 del capitán Sierra y a
veinticinco kilómetros, en El Uvero, lo hacía una guarnición de la marina.
Guisa y Bayamo eran los puntos desde donde se intuía, podían llegar refuerzos.
El 14
de febrero, cuando todo estuvo listo, los guerrilleros se pusieron en marcha y
durante la jornada siguiente montaron las emboscadas. El plan de Fidel era
sencillo. Como el cuartel del ejército se hallaba muy bien defendido, ocuparlo
resultaría imposible. Por esa razón, había que cercarlo, anular sus postas y posicionar
a los hombres en lugares estratégicos para batir a quienes intentasen escapar y
a los refuerzos que llegasen para brindar apoyo.
La
marcha se hizo prácticamente en silencio, por senderos diversos, atravesando
lomas, senderos y selva tupida. Una vez frente al objetivo, Castro ubicó su
estado mayor sobre una loma situada al norte y distribuyó el resto de sus
fuerzas, rodeando completamente la unidad militar.
Camilo
con la vanguardia se estableció en el camino que conducía de Bayamesa a El
Uvero, desde donde debía avanzar para tomar las postas; Raúl Castro Mercader lo
hizo a la vera de la ruta de Bayamo, donde esperaba evitar la fuga de soldados
en tanto el capitán Guillermo García y sus 25 efectivos harían lo propio en las
márgenes del río Peladero, con la misma finalidad.
Sobre
una segunda elevación, algo más despejada de maleza, los cuadros al mando de
Pepín Quiala instalaron el mortero con sus seis proyectiles; Vilo Acuña se
apostó con su grupo en la Loma
de la Virgen
para contener la llegada de los refuerzos provenientes de El Uvero en tanto
Lalo Sardiñas y sus escopeteros lo hicieron un poco más lejos, esperando
cualquier irrupción por el lado de Yao y Vega de los Jobos.
Plano del combate (Fidel Castro Ruz, La victoria estratégica) |
Referencias (Fidel Castro Ruz, La victoria estratégica) |
La
noche del 15 de febrero estaba todo listo para lanzar el ataque y los
combatientes esperaban entre la maleza con sus armas fuertemente aferradas.
Desde los puestos de observación, así como desde la loma en la que se hallaba
apostado el estado mayor, se podían ver los movimientos del cuartel, sus luces,
sus instalaciones y los guardias apostados en sus accesos, algunos de ellos
conversando despreocupadamente.
En las
primeras horas del 16, Camilo se puso en movimiento, notando con sorpresa que
las puestos que debía tomar se hallaban vacíos porque en horas de la noche, sus
ocupantes los abandonaban para reforzar el perímetro defensivo en torno a la
unidad.
Con su
veintena de hombres avanzando en fila india, se acercó muy lentamente al
destacamento, demorando más de una hora en cubrir los 500 metros que lo
separaban del punto de partida por las dificultades que ofrecía el terreno. De
se modo ingresaron en el caserío, notando con preocupación que los guardias
habían instalado un elemental sistema de alarma consistente en largas cuerdas
sujetas a latas, que hacían ruido al llevárselas por delante. Sin embargo, para
su sorpresa, los guardias no reaccionaron porque había muchos caballos pastando
en los alrededores y constantemente se llevaban por delante el dispositivo.
Algo realmente increíble y muy poco profesional por parte de aquella guarnición
situada a la vera del territorio liberado.
Cuando
Fidel y el Che, cada uno en su puesto, comenzaban a impacientarse por la
tardanza, Camilo alzó su rifle y abrió fuego iniciando el combate.
Siguiendo
al pie de la letra el plan de batalla, Pepín Quiata disparó el mortero y el
resto de los combatientes comenzaron a tirar.
Los
guardias reaccionaron rápido e hirieron de gravedad a Ángel Guevara (que
fallecería media hora después), aunque no pudieron impedir que Camilo se
apoderase del primer puesto abatiendo a ocho defensores, tomando prisioneros a
otros tres y apropiándose de once armas, entre ellas dos fusiles
ametralladoras, con sus correspondientes cargas de municiones.
Las
tropas regulares lograron contener la embestida abatiendo a los tenientes
Enrique Noda y Gilberto Capote junto al soldado Raimundo Lien, además de herir
en el muslo izquierdo a Cienfuegos y obligar a Virelles a replegarse, dejando
abandonada la ametralladora pesada que tenía a su cargo.
En ese
preciso momento entraron en acción los Sputniks, generando con su estruendo
tremenda confusión entre las tropas regulares.
Como la ametralladora pesada era realmente valiosa, Camilo, aún estando herido, intentó arrastrarse hacia ella para recogerla pero en el intento volvió a ser alcanzado. Una bala le perforó el abdomen y le salió por el costado derecho aunque sin dañar ningún órgano.
Fidel Castro durante el combate |
Como la ametralladora pesada era realmente valiosa, Camilo, aún estando herido, intentó arrastrarse hacia ella para recogerla pero en el intento volvió a ser alcanzado. Una bala le perforó el abdomen y le salió por el costado derecho aunque sin dañar ningún órgano.
Lo tomaron
de los brazos entre varios hombres y lo alejaron del lugar, casi en el mismo
momento en que Luis Macías caía mortalmente herido.
Con las
primeras luces del día, el combate pareció recrudecer. Y así continuó hasta la
media mañana cuando el tiroteo decreció en intensidad. Entonces, llegaron hasta
las posiciones rebeldes gritos extraños que llenaron de incertidumbre los
atacantes.
-¡¡Ahí
va la ametralladora de Camilo!! – se escuchó gritar a alguien varias veces -
¡¡Ahí va la ametralladora de Camilo!!.
Al
parecer, los soldados se habían apoderado de la gorra de Cienfuegos, donde
tenía bordado el nombre y se mofaban de los guerrilleros mientras descargaban
sus armas. El Che y los jefes de escuadrones pensaron que a Camilo le había
sucedido algo grave pero, pese a encontrarse cerca de las posiciones enemigas,
el jefe de la vanguardia se hallaba a cubierto, tendido por el médico Sergio
del Valle y se negaba tercamente a retirarse a un sitio más seguro.
Entonces
se produjo lo que se había previsto durante la planificación de la operación.
Desde Oro de Guisa llegó la Compañía EC de refuerzo enviada por el capitán
Sierra, dispuesta a brindar apoyo. Avanzaba directamente hacia la Loma del Cable (así llamada
por estar atravesada por un cable), donde se hallaban agazapados los treinta y
cinco combatientes de Paco Cabrera, divididos en varias secciones al mando de
los tenientes Eddy Suñol, Álamo, Reyes, William Rodríguez, Paz y Duque, estos
últimos encargados de contener la avanzada frente al camino.
Las
tropas regulares se internaron en la trampa y los guerrilleros los
acribillaron. Once soldados murieron, otros cinco resultaron heridos y su jefe,
el segundo teniente Evelio Laferté, luego pasado a las fuerzas rebeldes, terminó
prisionero. Además, se les capturaron diez fusiles, dos M-1, una ametralladora
Johnson y un fusil-ametralladora menor.
Lo que
la gente de Paco no pudo impedir fue que dos de aquellos efectivos escapasen para
advertir al capitán Sierra en Oro de Guisa, de lo que estaba sucediendo. Sierra
se apresuró a solicitar refuerzos y puso a sus hombres en estado de alerta.
Previendo
una incursión masiva desde ese sector, Raúl Castro alertó a sus hombres,
distribuidos entre Guisa y Oro de Guisa y mandó a Félix Pena al frente de la
vanguardia para que bloquease el camino. Ciro Frías, Efigenio y el mismo Raúl
le brindarían cobertura desde los flancos.
En ese
preciso instante se produjo un grave imprevisto que terminó costándole la vida
a una víctima inocente.
Antonio
Estévez, muerto en combate algunas semanas después, había ideado un sistema
explosivo consistente en una bomba de aviación semienterrada en el camino, que
debía ser accionarla con un disparo de escopeta ni bien el enemigo asomase sus
narices.
El
vigía encargado de dar aviso estaba tan nervioso que al ver a un camión civil
trepando la loma, se apresuró a advertir a la emboscada para que activase el
dispositivo.
El
conductor, que no se había percatado de nada, se introdujo en la trampa y al
detonar la bomba voló por el aire, perdiendo la vida en el acto.
En ese
preciso momento, aparecieron por la región dos campesinos desarmados, llevando
cada uno un gallo bajo el brazo. Se trataba de soldados regulares, infiltrados
en misión de exploración, quienes pudieron observar la disposición de las
tropas rebeldes y correr a dar aviso a su gente en Guisa. Fue la causa por la
que Raúl se vio forzado a retirarse porque menos de una hora después, las
tropas regulares comenzaron a tirotearlo desde una altura cercana, abatiendo a
Florentino Quesada y provocándole heridas a un segundo combatiente.
Eso le
permitió a Sierra iniciar el avance por aquel sector aunque lenta y dificultosamente
a causa del terreno y el fuego enemigo. Detrás suyo llegaron los B-26 de la
aviación, para acribillar y bombardear las posiciones guerrilleras en lo alto
de las lomas aunque de manera muy imprecisa, “…sin más resultado que el de incomodamos y obligamos a mantener
ciertas precauciones”5.
Llegada
la noche, el Che sugirió a Fidel un ataque similar al de Camilo pues creía
factible que después de anular los puestos de guardia, se podía dominar el
cuartel.
Aunque
no era partidario de una acción semejante, el comandante en jefe accedió
enviando un grupo al mando de Dermidio Escalona conformado por los pelotones de
Raúl Castro Mercader e Ignacio Pérez.
La
sección no pudo hacer mucho porque al aproximarse al perímetro defensivo fue repelida
y forzada una y otra vez a repetir el ataque. Entonces el Che solicitó el mando
para llevara cabo la acción
personalmente, cosa que Castro aceptó aunque no de buena gana.
De ese modo, el comandante de la Columna 4 se adelantó seguido
por varios de sus hombres, portando cada uno dos bombas Molotov6 y
cuando estaban a punto de llevar a cabo el ataque, llegó corriendo Almeida con
una nota de Fidel que decía textualmente: “16
de febrero de 1958. Che: Si todo
depende del ataque por este lado, sin apoyo de Camilo y Guillermo, no creo que
debas hacerse nada suicida porque se corre el riesgo de tener muchas bajas y no
lograr el objetivo. Te recomiendo, muy seriamente, que tengas cuidado. Por
orden terminante, no asumas posición de combatiente. Encárgate de dirigir bien
a la gente que es lo indispensable en este momento. Fidel”7.
El argentino leyó detenidamente la
nota y después escuchó a Almeida cuando le repitió lo que Castro le había
encomendado antes de partir, en cuanto a que podían atacar en los términos de
la carta, bajo su responsabilidad (la de Guevara), pese a que él no estaba de
acuerdo, sobre todo después de la muerte de tantos combatientes y la
imposibilidad evidente de apoderarse del cuartel. Y en eso el comandante
general llevaba la razón; las fuerzas de Camilo y Guillermo estaban aisladas y
no podían prestar apoyo, de ahí que, como relata el Che, aquello fue demasiado
para él y en vista de ello se retiró, siguiendo los pasos de Escalona.
Al día
siguiente, con las primeras luces de la mañana, el alto mando rebelde impartió
la orden de retirada, disparando a la distancia sobre los efectivos regulares
que comenzaban a abandonar sus refugios para lanzarse en su persecución.
Dermidio Escalona |
El
ejército había sufrido entre 18 y 25 muertos, un número indeterminado de heridos,
al menos cinco prisioneros8 y la pérdida de 33 fusiles, cinco
ametralladoras y abundante munición. La guerrilla tuvo cinco muertos (los
tenientes Guillermo Capote y Enrique Noda y los soldados Ángel Guevara,
Raimundo Lien y Florentino Quesada), tres o cuatro heridos9, entre
ellos Camilo Cienfuegos y algunas armas que quedaron abandonadas durante el
repliegue10.
El
parte oficial emitido por “El Cubano Libre” menciona hechos escabrosos como el
ejército haciéndose preceder en su avance desde Oro de Guisa “…por una muralla de mujeres y niños
campesinos” o grupos de “…campesinos
atemorizados e indefensos que se habían refugiado en unos bohíos para escapar a
la batalla” a quienes se ordenó salir fuera para ametrallarlos sin
compasión, trece en total “…la mayoría mujeres y niños”11, crímenes
perpetrados en aquella localidad por el coronel Jesús Sosa Blanco.
Pese a
que no se logró capturar el cuartel y que la fuerza guerrillera se vio forzada
a retirarse, el ataque a Pino del Agua resultó un éxito porque mostró a la
opinión internacional la contundencia de su arremetida, la decisión de sus
cuadros a la hora de dar batalla y la cantidad de bajas que le habían causado
al enemigo. Tan es así, que el gobierno intentó minimizar su importancia, tal como se puede apreciar en
la nota que el periódico “El Mundo” de La Habana publicó el 19 de febrero, dando cuenta de
los hechos.
El Mundo, miércoles 19 de febrero de
1958. Reportan la baja de 16 insurgentes y 5 soldados. Ignoran si hirieron a
Guevara. El estado mayor del ejército expidió un comunicado, a las cinco de la
tarde de ayer, negando que haya tenido lugar una importante batalla con los
rebeldes en Pino del Agua, al sur de Bayamo. Admítese asimismo en el parte
oficial que ha ocurrido alguna que Otra escaramuza entre patrullas de
reconocimiento del ejército y grupos alzados, añadiendo que en el momento de
emitir ese propio parte Las bajas rebeldes ascienden a 16, teniendo el ejército
como resultado de dichas escaramuzas, cinco bajas. En cuanto a que haya sido
herido el conocido comunista argentino Che Guevara, añade el comunicado, hasta
ahora no se ha podido confirmar. Sobre la presencia del cabecilla
insurreccional en estos encuentros, nada se ha podido confirmar y sí que
permanece escondido en las intrincadas cuevas de la Sierra Maestra.
El
análisis que hizo el Che después de la batalla no fue en absoluto triunfalista
pero dejó entrever su saldo positivo. Según su evaluación, no se alcanzó el
objetivo concebido por el estado mayor rebelde, pero se obtuvo una victoria
completa al golpear fuerte en el ánimo del enemigo, dañando su alicaída moral.
Eso sirvió para mostrarle a la nación la creciente fuerza de la revolución y la
decisión de su ejército, que en esos momentos comenzaba a evaluar la
posibilidad de descender al llano y extender la lucha fuera de la zona
liberada.
Ese
mismo día, Guevara y los jefes de pelotones enviaron a Fidel Castro una carta manifestándole
su preocupación, en cuanto a poner en riesgo su persona. Se le pedía no
exponerse tanto y preservarse para dirigir la revolución. Decía la misma:
Sierra Maestra, 19 de febrero de 1958
Sr. Comandante
Dr. Fidel Castro
que imperan, la oficialidad asi como todo el
personal responsable que milita en nuestras filas, quiere hacer llegar a usted
el sentido de apreciación que tiene la tropa respecto a su concurrencia al área
de combate.
Rogamos deponga esa actitud siempre asumida
por usted, que inconcientemente pone en peligro el éxito bueno -dé nuestra
lucha armada y más que nada llevar a su meta la verdadera Revolución.
Sepa usted, compañero, que esto está muy
lejos de ser una movilización sectaria, que pretende demostrar fuerza de
ninguna especie. Sólo nos mueve sin que falte en ningún momento el afecto y
aprecio que se merece, el amor a la patria, a nuestras causas, a nuestras
ideas.
Usted sin egolatría de ninguna especie había
de comprender la responsabilidad que sobre usted descansa y las ilusiones y
esperanzas que sobre usted tienen cifradas las generaciones de ayer, de hoy y
de mañana. Conciente de todo esto ha de aceptar este ruego de carácter
imperativo, algo atrevido y exigente quizás. Pero por Cuba se hace, y por Cuba
le pedimos un sacrificio más.
Se
trató, según el Che, de un documento un tanto infantil, elaborado por impulsos altruistas.
Y es
que, como se dijo, el ejército rebelde se disponía a extender la guerra a toda
la geografía cubana y para ello, la figura de su líder era vital.
Notas
1 Recibirían la carta
el 9 de diciembre, día del cumpleaños de Ciro.
2 Enrique Villegas fue
designado para organizar la retaguardia del grupo, que quedó constituida por
Cuza y Margarita Carrera, Rafael Rodríguez Avilés, Electo y Darío Pedroza,
Ernesto Valdés Muñoz, Gabriel Suárez. Félix Martínez, el Dr. Rodolfo Santos
Lara, Jesús Caballero Gómez, Francisco García Menéndez, Manuel Gutiérrez
(Manolo), Marcún Alen, Nazario Sargen, la familia Cárdenas, Miguel Camejo y
Plinio Prieto, representante de Organización Auténtica, nexo entre la guerrilla
y la ciudad para la obtención de armamento.
3 La patrulla había
llegado hasta el lugar siguiendo las indicaciones de un delator. Los pobladores
de Güinía de Miranda recogieron el cadáver de Villegas y le dieron sepultura en
el cementerio de la localidad. Después del triunfo de la revolución, el
gobierno autorizó su traslado a Sancti Spiritu.
4 Ernesto “Che”
Guevara, op. Cit. pp. 242-243.
5 Ídem p. 248.
6 Para su construcción
emplearon gasolina extraída del aserradero.
7 Ídem p. 249.
8 Segundo teniente
Evelio Laferté, y los soldados Erasmo Yera, Francisco Travieso Camacho,
Ceferino Adrían Trujillo y Bernardo San Bartolomé Martínez Carral, este último
herido.
9 Luis Olazabal, Luis
Macías, Antolín Quiroga y el mencionado Camilo Cienfuegos.
10 La sección de
Guillermo García, considerado por muchos el mejor tirador de la sierra, fue la
única que no entró en acción porque los efectivos regulares que se esperaba
saliesen por su sector, nunca lo hicieron y solo se limitaron a pedir refuerzos
por radio.
11 “El Cubano Libre”,
Sierra Maestra, 19 de febrero de 1958. Citado en Ernesto “Che” Guevara, op.
Cit, pp. 252-253.