sábado, 3 de agosto de 2019

EL SEGUNDO COMBATE DE PINO DEL AGUA

El Che y Fidel junto a algunos combatientes durante el segundo combate de Pino del Agua

La muerte de Ciro Redondo afectó profundamente al Che y lo sumió en profundas cavilaciones. Eso le hizo olvidar, al menos por un momento, sus diferencias con el Directorio Nacional, sus rencillas con los mentores del Pacto de Miami y las preocupaciones que le generaba la ingerencia norteamericana en el desarrollo de la revolución. Debía abocarse a la búsqueda de una persona que estuviera a la altura del bravo combatiente y al mismo tiempo despejar su mente para los días que se avecinaban, pero era conciente de que la tarea no iba a ser sencilla.
El guerrillero nacido en Artemisa en 1931, se había destacado en hechos de relevancia; veterano del ataque al cuartel Moncada, preso político, expedicionario del “Granma”, sobreviviente de Alegría de Pío y soldado arrojado, sus acciones en el frente le habían valido su promoción al grado de capitán y por eso se lo tenía en alta consideración.
Profundamente abatido, el Che le escribió a Fidel solicitando el ascenso póstumo de Ciro al grado de comandante e inmediatamente después le escribió una nota a sus padres dándoles la infausta noticia1.
Castro estuvo de acuerdo y al día siguiente, emitió el siguiente decreto: “El comandante General del Ejército Revolucionario, en su carácter de tal considerando las virtudes, de valor, disciplina y capacidad de mando del capitán Ciro Redondo García, y su heroica muerte en combate, ocurrida el 29 de noviembre de 1957, decreta: Su ascenso póstumo al grado de Comandante del Ejército Revolucionario que marca el primer aniversario de la gesta libertadora”.
Pero más allá de las penas y los contratiempos, finalizado el primer año de guerra el balance era altamente positivo para la guerrilla.
Habiendo desembarcado con un puñado de hombres en una playa remota de Oriente, casi aniquilados en el primer encuentro, después de reagruparse y soportar hambre, sed, persecuciones y todo tipo de privaciones, logró mantenerse activa, incrementar su número con elementos provenientes del llano, la ciudad y el campesinado y liberado un considerable territorio al que las fuerzas regulares no se atrevían a ingresar.
Y para mayores datos, había surgido un nuevo foco guerrillero en las Sierras de Escambray, al sur de Santa Clara, más precisamente en el cordón montañoso de Las Villas, donde un grupo de combatientes, encabezado por Enrique Villegas Martínez y Eloy Gutiérrez Menoyo, estableció el Segundo Frente Nacional (10 de noviembre), con el objeto de iniciar la lucha en el sector central de la isla y aliviar la presión que las fuerzas gubernamentales ejercían sobre Sierra Maestra.
Se trataba de un reducido grupo de 30 hombres guiados por Lázaro Artola, quienes llegaron en el mes de julio desde Sancti Spiritu, para levantar el campamento de El Cacahual, en pleno macizo de Banao2.
Esa gente llevó a cabo acciones de relativa importancia tales como patrullas, exploración, construcción de defensas y reconocimiento, que les permitieron afianzarse en la región y adaptarse a ella. El 25 de enero de 1958, una de sus patrullas, encabezada por Enrique Villegas, trasladaba parte de un cargamento de 12.000 municiones y medicinas desde el campamento central hacia un depósito de campaña sito en la finca El Naranjo, sobre el camino a Guayanara, cuando se topó con una avanzada militar y entabló combate.
En el intercambio de disparos, Villegas cayó herido y fue rematado de un tiro cuando se encontraba en el suelo en tanto el resto del grupo se daba a la fuga3.
Los comandantes Lázaro Artola, Armando Fleites y Genaro Arroyo
del Segundo Frente Nacional en el Escambray

Tres días después, durante un acto conmemorativo del natalicio de Martí organizado en Miami, Faure Chomón anunció la apertura del Segundo Frente en Las Villas y la muerte de Villegas, a quien sindicó falsamente como perteneciente a Organización Auténtica. Poco después, comenzó a coordinar el envío de armas, acordando una primera entrega en plena carretera, próximo al pueblo de Banao.
La operación se llevó a cabo el 13 de febrero, después que la emisora radial de Sancti Spiritu transmitiera un mensaje en clave para los guerrilleros que aguardaban en las montañas y esa misma noche, un grupo rebelde se apostó junto al camino, en espera del cargamento. El mismo llegó a bordo de un camión, precedido por un automóvil conducido por Ramón Pando, que viajaba acompañado por Darío Pedroza  y la mensajera Edelmira.
Respondiendo a las señales lumínicas que le hicieron los combatientes, los vehículos se detuvieron en la banquina y procedieron a descargar el armamento, para retirarse inmediatamente después, tomando el mismo camino por el que habían llegado.


A fines de 1957, Fidel Castro hizo una profunda evaluación de aquel primer año de guerra. Las conclusiones a las que llegó fueron concluyentes: la situación estaba dada como para extender la lucha al llano y eso fue lo que planteó a su estado mayor a comienzos del año siguiente.
Como bien explica Jon Lee Anderson, desde hacía tiempo, partidas de guerrilleros descendían de la sierra para llevar a cabo golpes de mano en diferentes puntos y luego retirarse, buscando quebrar la moral del enemigo.
Por esa razón, 1958 sorprendió a ambas fuerzas estudiándose con cautela y poniéndose a prueba sin arriesgarse a combates frontales. El ejército gubernamental había abandonado la sierra y su oponente no se decidía a atacar ni a acometer acciones de envergadura, por lo que se hacía imperioso ganarle de mano y pegar primero.
En el mes de enero Castro anunció que las condiciones estaban dadas y dispuso llevar a cabo un segundo ataque sobre Pino del Agua, el mismo objetivo que atacaron el 17 de septiembre, donde la Compañía 82 del Batallón 1 había establecido su cuartel general, reforzando su presencia en el área.
Fidel Castro traza el plan de la operaciones

En este punto, Anderson se refiere a la extraña propuesta que Fidel le hizo llegar a Batista, de suspender las acciones a cambio de la retirada del ejército de Oriente y llamar a elecciones bajo supervisión internacional, términos que el gobernante rechazó airadamente.
En vista de ello y de la inminencia del ataque a Pino del Agua, el Che Guevara aceleró la construcción de sus granadas M-26 o Sputnik para ponerlos en funcionamiento por primera vez. Se trataba de toscos explosivos revestidos de hojalata disparados desde un complejo sistema de lanzamiento, una suerte de catapulta que se accionaba por medio de bandas elásticas reforzadas extraídas de arpones para la caza submarina y posteriormente, desde fusiles lanzagranadas, reforzados con balas de salva, que las arrojaban a mayor distancia.

Estas bombitas hacían mucho ruido, realmente asustaban, pero dado que solamente tenían una coraza de hojalata, su poder mortífero era exiguo y sólo inferían pequeñas heridas cuando explotaban cerca de algún soldado enemigo, sin contar con que era muy difícil hacer coincidir perfectamente, desde el momento en que se encendía la mecha, la trayectoria en el aire y su explosión al caer. Por efecto del impacto al ser despedida solía desprenderse la mecha y la bombita no explotaba, cayendo intacta en poder del enemigo. Cuando éste conoció su funcionamiento le perdió el miedo; en ese primer combate tuvo su efecto sicológico.
Advertido de ello, el ejército implementó redes de alambre para contrarrestar los efectos del proyectil4.

A lo largo de enero, la afluencia de periodistas y enviados a la sierra fue notoria, sobre todo de medios norteamericanos, sin embargo el Che prestaría atención a una en particular, la del corresponsal español Enrique Meneses (h) del semanario francés “Paris Match”, quien llegó al campamento acompañado por un diputado batistiano de apellido Ramírez León y el concejal de Manzanillo Lalo Roca, interesados en mostrarle al mundo que en la isla no había censura y que la guerrilla no tenía fuerza para operar fuera de la sierra. Su entrevista sería publicada por “Bohemia” y tendría repercusión en el mundo, atrayendo aún más las miradas hacia el país caribeño.
Fidel y Raúl Castro junto al periodista español Enrique Meneses

Hubo otras publicaciones estadounidenses que dedicaron amplios espacios a la revolución, sobre todo aquellas que se referían a la denuncia del Pacto de Miami, impulsadas por Mario Llerena y Raúl Chibás, dirigentes del Comité del M-26 en el exilio cuya sede se hallaba en Miami.
Por esos días, las fuerzas del orden habían arrestado a varios miembros del M-26, entre ellos Armando Hart, Javier Pazos, Luis Buch y Eulalio Vallejo, a quienes mostraron en ruedas de prensa como a subversivos capturados recientemente en diferentes redadas y solo la intervención de la embajada de los Estados Unidos los salvó de ser ejecutados.


Las dos primeras semanas de febrero tuvieron a los guerrilleros trabajando febrilmente en los preparativos del ataque. Los combatientes recordaban perfectamente su anterior incursión sobre el objetivo y sabían de sobra que en esta ocasión, no sería tan sencillo sorprender al enemigo ya que el mismo se encontraba bien pertrechado, contaba con un buen número de efectivos y según trascendidos, su comandante, el capitán Guerra Ortiz, estaba pronto a recibir refuerzos.
Mientras el ejército rebelde acondicionaba su armamento y terminaba de fabricar sus explosivos, Fidel despachó varias patrullas para reconocer el terreno, la mayoría encabezadas por Félix Tamayo y Roberto Ruiz, quienes conocían muy bien la región por oriundos de ella. Los informes que recabaron fueron fundamentales y permitieron determinar que la situación de las tropas enemigas era la siguiente: en San Pablo de Yao, a doce kilómetros del Pino del Agua, se encontraba estacionada la compañía de Sánchez Mosquera; en Oro de Guisa, a solo seis kilómetros del aserradero, aguardaba la Compañía 81 del Batallón 1 del capitán Sierra y a veinticinco kilómetros, en El Uvero, lo hacía una guarnición de la marina. Guisa y Bayamo eran los puntos desde donde se intuía, podían llegar refuerzos.
El 14 de febrero, cuando todo estuvo listo, los guerrilleros se pusieron en marcha y durante la jornada siguiente montaron las emboscadas. El plan de Fidel era sencillo. Como el cuartel del ejército se hallaba muy bien defendido, ocuparlo resultaría imposible. Por esa razón, había que cercarlo, anular sus postas y posicionar a los hombres en lugares estratégicos para batir a quienes intentasen escapar y a los refuerzos que llegasen para brindar apoyo.
La marcha se hizo prácticamente en silencio, por senderos diversos, atravesando lomas, senderos y selva tupida. Una vez frente al objetivo, Castro ubicó su estado mayor sobre una loma situada al norte y distribuyó el resto de sus fuerzas, rodeando completamente la unidad militar.
Camilo con la vanguardia se estableció en el camino que conducía de Bayamesa a El Uvero, desde donde debía avanzar para tomar las postas; Raúl Castro Mercader lo hizo a la vera de la ruta de Bayamo, donde esperaba evitar la fuga de soldados en tanto el capitán Guillermo García y sus 25 efectivos harían lo propio en las márgenes del río Peladero, con la misma finalidad.
Sobre una segunda elevación, algo más despejada de maleza, los cuadros al mando de Pepín Quiala instalaron el mortero con sus seis proyectiles; Vilo Acuña se apostó con su grupo en la Loma de la Virgen para contener la llegada de los refuerzos provenientes de El Uvero en tanto Lalo Sardiñas y sus escopeteros lo hicieron un poco más lejos, esperando cualquier irrupción por el lado de Yao y Vega de los Jobos.
Plano del combate (Fidel Castro Ruz, La victoria estratégica)


Referencias (Fidel Castro Ruz, La victoria estratégica)

La noche del 15 de febrero estaba todo listo para lanzar el ataque y los combatientes esperaban entre la maleza con sus armas fuertemente aferradas. Desde los puestos de observación, así como desde la loma en la que se hallaba apostado el estado mayor, se podían ver los movimientos del cuartel, sus luces, sus instalaciones y los guardias apostados en sus accesos, algunos de ellos conversando despreocupadamente.
En las primeras horas del 16, Camilo se puso en movimiento, notando con sorpresa que las puestos que debía tomar se hallaban vacíos porque en horas de la noche, sus ocupantes los abandonaban para reforzar el perímetro defensivo en torno a la unidad.
Con su veintena de hombres avanzando en fila india, se acercó muy lentamente al destacamento, demorando más de una hora en cubrir los 500 metros que lo separaban del punto de partida por las dificultades que ofrecía el terreno. De se modo ingresaron en el caserío, notando con preocupación que los guardias habían instalado un elemental sistema de alarma consistente en largas cuerdas sujetas a latas, que hacían ruido al llevárselas por delante. Sin embargo, para su sorpresa, los guardias no reaccionaron porque había muchos caballos pastando en los alrededores y constantemente se llevaban por delante el dispositivo. Algo realmente increíble y muy poco profesional por parte de aquella guarnición situada a la vera del territorio liberado.
Cuando Fidel y el Che, cada uno en su puesto, comenzaban a impacientarse por la tardanza, Camilo alzó su rifle y abrió fuego iniciando el combate.
Siguiendo al pie de la letra el plan de batalla, Pepín Quiata disparó el mortero y el resto de los combatientes comenzaron a tirar.
Los guardias reaccionaron rápido e hirieron de gravedad a Ángel Guevara (que fallecería media hora después), aunque no pudieron impedir que Camilo se apoderase del primer puesto abatiendo a ocho defensores, tomando prisioneros a otros tres y apropiándose de once armas, entre ellas dos fusiles ametralladoras, con sus correspondientes cargas de municiones.
Las tropas regulares lograron contener la embestida abatiendo a los tenientes Enrique Noda y Gilberto Capote junto al soldado Raimundo Lien, además de herir en el muslo izquierdo a Cienfuegos y obligar a Virelles a replegarse, dejando abandonada la ametralladora pesada que tenía a su cargo.
En ese preciso momento entraron en acción los Sputniks, generando con su estruendo tremenda confusión entre las tropas regulares.
Fidel Castro durante el combate

Como la ametralladora pesada era realmente valiosa, Camilo, aún estando herido, intentó arrastrarse hacia ella para recogerla pero en el intento volvió a ser alcanzado. Una bala le perforó el abdomen y le salió por el costado derecho aunque sin dañar ningún órgano.
Lo tomaron de los brazos entre varios hombres y lo alejaron del lugar, casi en el mismo momento en que Luis Macías caía mortalmente herido.
Con las primeras luces del día, el combate pareció recrudecer. Y así continuó hasta la media mañana cuando el tiroteo decreció en intensidad. Entonces, llegaron hasta las posiciones rebeldes gritos extraños que llenaron de incertidumbre los atacantes.

-¡¡Ahí va la ametralladora de Camilo!! – se escuchó gritar a alguien varias veces - ¡¡Ahí va la ametralladora de Camilo!!.

Al parecer, los soldados se habían apoderado de la gorra de Cienfuegos, donde tenía bordado el nombre y se mofaban de los guerrilleros mientras descargaban sus armas. El Che y los jefes de escuadrones pensaron que a Camilo le había sucedido algo grave pero, pese a encontrarse cerca de las posiciones enemigas, el jefe de la vanguardia se hallaba a cubierto, tendido por el médico Sergio del Valle y se negaba tercamente a retirarse a un sitio más seguro.
Entonces se produjo lo que se había previsto durante la planificación de la operación. Desde Oro de Guisa llegó la Compañía EC de refuerzo enviada por el capitán Sierra, dispuesta a brindar apoyo. Avanzaba directamente hacia la Loma del Cable (así llamada por estar atravesada por un cable), donde se hallaban agazapados los treinta y cinco combatientes de Paco Cabrera, divididos en varias secciones al mando de los tenientes Eddy Suñol, Álamo, Reyes, William Rodríguez, Paz y Duque, estos últimos encargados de contener la avanzada frente al camino.
Las tropas regulares se internaron en la trampa y los guerrilleros los acribillaron. Once soldados murieron, otros cinco resultaron heridos y su jefe, el segundo teniente Evelio Laferté, luego pasado a las fuerzas rebeldes, terminó prisionero. Además, se les capturaron diez fusiles, dos M-1, una ametralladora Johnson y un fusil-ametralladora menor.
Lo que la gente de Paco no pudo impedir fue que dos de aquellos efectivos escapasen para advertir al capitán Sierra en Oro de Guisa, de lo que estaba sucediendo. Sierra se apresuró a solicitar refuerzos y puso a sus hombres en estado de alerta.
Previendo una incursión masiva desde ese sector, Raúl Castro alertó a sus hombres, distribuidos entre Guisa y Oro de Guisa y mandó a Félix Pena al frente de la vanguardia para que bloquease el camino. Ciro Frías, Efigenio y el mismo Raúl le brindarían cobertura desde los flancos.
En ese preciso instante se produjo un grave imprevisto que terminó costándole la vida a una víctima inocente.
Antonio Estévez, muerto en combate algunas semanas después, había ideado un sistema explosivo consistente en una bomba de aviación semienterrada en el camino, que debía ser accionarla con un disparo de escopeta ni bien el enemigo asomase sus narices.
El vigía encargado de dar aviso estaba tan nervioso que al ver a un camión civil trepando la loma, se apresuró a advertir a la emboscada para que activase el dispositivo.
El conductor, que no se había percatado de nada, se introdujo en la trampa y al detonar la bomba voló por el aire, perdiendo la vida en el acto.
En ese preciso momento, aparecieron por la región dos campesinos desarmados, llevando cada uno un gallo bajo el brazo. Se trataba de soldados regulares, infiltrados en misión de exploración, quienes pudieron observar la disposición de las tropas rebeldes y correr a dar aviso a su gente en Guisa. Fue la causa por la que Raúl se vio forzado a retirarse porque menos de una hora después, las tropas regulares comenzaron a tirotearlo desde una altura cercana, abatiendo a Florentino Quesada y provocándole heridas a un segundo combatiente.
Eso le permitió a Sierra iniciar el avance por aquel sector aunque lenta y dificultosamente a causa del terreno y el fuego enemigo. Detrás suyo llegaron los B-26 de la aviación, para acribillar y bombardear las posiciones guerrilleras en lo alto de las lomas aunque de manera muy imprecisa, “…sin más resultado que el de incomodamos y obligamos a mantener ciertas precauciones”5.
Llegada la noche, el Che sugirió a Fidel un ataque similar al de Camilo pues creía factible que después de anular los puestos de guardia, se podía dominar el cuartel.
Aunque no era partidario de una acción semejante, el comandante en jefe accedió enviando un grupo al mando de Dermidio Escalona conformado por los pelotones de Raúl Castro Mercader e Ignacio Pérez.
La sección no pudo hacer mucho porque al aproximarse al perímetro defensivo fue repelida y forzada una y otra vez a repetir el ataque. Entonces el Che solicitó el mando para llevara  cabo la acción personalmente, cosa que Castro aceptó aunque no de buena gana.
De ese modo, el comandante de la Columna 4 se adelantó seguido por varios de sus hombres, portando cada uno dos bombas Molotov6 y cuando estaban a punto de llevar a cabo el ataque, llegó corriendo Almeida con una nota de Fidel que decía textualmente: “16 de febrero de 1958. Che: Si todo depende del ataque por este lado, sin apoyo de Camilo y Guillermo, no creo que debas hacerse nada suicida porque se corre el riesgo de tener muchas bajas y no lograr el objetivo. Te recomiendo, muy seriamente, que tengas cuidado. Por orden terminante, no asumas posición de combatiente. Encárgate de dirigir bien a la gente que es lo indispensable en este momento. Fidel”7.
El argentino leyó detenidamente la nota y después escuchó a Almeida cuando le repitió lo que Castro le había encomendado antes de partir, en cuanto a que podían atacar en los términos de la carta, bajo su responsabilidad (la de Guevara), pese a que él no estaba de acuerdo, sobre todo después de la muerte de tantos combatientes y la imposibilidad evidente de apoderarse del cuartel. Y en eso el comandante general llevaba la razón; las fuerzas de Camilo y Guillermo estaban aisladas y no podían prestar apoyo, de ahí que, como relata el Che, aquello fue demasiado para él y en vista de ello se retiró, siguiendo los pasos de Escalona.
Al día siguiente, con las primeras luces de la mañana, el alto mando rebelde impartió la orden de retirada, disparando a la distancia sobre los efectivos regulares que comenzaban a abandonar sus refugios para lanzarse en su persecución.
Dermidio Escalona
El ejército había sufrido entre 18 y 25 muertos, un número indeterminado de heridos, al menos cinco prisioneros8 y la pérdida de 33 fusiles, cinco ametralladoras y abundante munición. La guerrilla tuvo cinco muertos (los tenientes Guillermo Capote y Enrique Noda y los soldados Ángel Guevara, Raimundo Lien y Florentino Quesada), tres o cuatro heridos9, entre ellos Camilo Cienfuegos y algunas armas que quedaron abandonadas durante el repliegue10.
El parte oficial emitido por “El Cubano Libre” menciona hechos escabrosos como el ejército haciéndose preceder en su avance desde Oro de Guisa “…por una muralla de mujeres y niños campesinos” o grupos de “…campesinos atemorizados e indefensos que se habían refugiado en unos bohíos para escapar a la batalla” a quienes se ordenó salir fuera para ametrallarlos sin compasión, trece en total “…la mayoría  mujeres y niños”11, crímenes perpetrados en aquella localidad por el coronel Jesús Sosa Blanco.
Pese a que no se logró capturar el cuartel y que la fuerza guerrillera se vio forzada a retirarse, el ataque a Pino del Agua resultó un éxito porque mostró a la opinión internacional la contundencia de su arremetida, la decisión de sus cuadros a la hora de dar batalla y la cantidad de bajas que le habían causado al enemigo. Tan es así, que el gobierno intentó minimizar su importancia, tal como se puede apreciar en la nota que el periódico “El Mundo” de La Habana publicó el 19 de febrero, dando cuenta de los hechos.

El Mundo, miércoles 19 de febrero de 1958. Reportan la baja de 16 insurgentes y 5 soldados. Ignoran si hirieron a Guevara. El estado mayor del ejército expidió un comunicado, a las cinco de la tarde de ayer, negando que haya tenido lugar una importante batalla con los rebeldes en Pino del Agua, al sur de Bayamo. Admítese asimismo en el parte oficial que ha ocurrido alguna que Otra escaramuza entre patrullas de reconocimiento del ejército y grupos alzados, añadiendo que en el momento de emitir ese propio parte Las bajas rebeldes ascienden a 16, teniendo el ejército como resultado de dichas escaramuzas, cinco bajas. En cuanto a que haya sido herido el conocido comunista argentino Che Guevara, añade el comunicado, hasta ahora no se ha podido confirmar. Sobre la presencia del cabecilla insurreccional en estos encuentros, nada se ha podido confirmar y sí que permanece escondido en las intrincadas cuevas de la Sierra Maestra.

El análisis que hizo el Che después de la batalla no fue en absoluto triunfalista pero dejó entrever su saldo positivo. Según su evaluación, no se alcanzó el objetivo concebido por el estado mayor rebelde, pero se obtuvo una victoria completa al golpear fuerte en el ánimo del enemigo, dañando su alicaída moral. Eso sirvió para mostrarle a la nación la creciente fuerza de la revolución y la decisión de su ejército, que en esos momentos comenzaba a evaluar la posibilidad de descender al llano y extender la lucha fuera de la zona liberada.
Ese mismo día, Guevara y los jefes de pelotones enviaron a Fidel Castro una carta manifestándole su preocupación, en cuanto a poner en riesgo su persona. Se le pedía no exponerse tanto y preservarse para dirigir la revolución. Decía la misma:

Sierra Maestra, 19 de febrero de 1958
Sr. Comandante
Dr. Fidel Castro
que imperan, la oficialidad asi como todo el personal responsable que milita en nuestras filas, quiere hacer llegar a usted el sentido de apreciación que tiene la tropa respecto a su concurrencia al área de combate.
Rogamos deponga esa actitud siempre asumida por usted, que inconcientemente pone en peligro el éxito bueno -dé nuestra lucha armada y más que nada llevar a su meta la verdadera Revolución.
Sepa usted, compañero, que esto está muy lejos de ser una movilización sectaria, que pretende demostrar fuerza de ninguna especie. Sólo nos mueve sin que falte en ningún momento el afecto y aprecio que se merece, el amor a la patria, a nuestras causas, a nuestras ideas.
Usted sin egolatría de ninguna especie había de comprender la responsabilidad que sobre usted descansa y las ilusiones y esperanzas que sobre usted tienen cifradas las generaciones de ayer, de hoy y de mañana. Conciente de todo esto ha de aceptar este ruego de carácter imperativo, algo atrevido y exigente quizás. Pero por Cuba se hace, y por Cuba le pedimos un sacrificio más.

Se trató, según el Che, de un documento un tanto infantil, elaborado por impulsos altruistas.
Y es que, como se dijo, el ejército rebelde se disponía a extender la guerra a toda la geografía cubana y para ello, la figura de su líder era vital.

Notas
1 Recibirían la carta el 9 de diciembre, día del cumpleaños de Ciro.
2 Enrique Villegas fue designado para organizar la retaguardia del grupo, que quedó constituida por Cuza y Margarita Carrera, Rafael Rodríguez Avilés, Electo y Darío Pedroza, Ernesto Valdés Muñoz, Gabriel Suárez. Félix Martínez, el Dr. Rodolfo Santos Lara, Jesús Caballero Gómez, Francisco García Menéndez, Manuel Gutiérrez (Manolo), Marcún Alen, Nazario Sargen, la familia Cárdenas, Miguel Camejo y Plinio Prieto, representante de Organización Auténtica, nexo entre la guerrilla y la ciudad para la obtención de armamento.
3 La patrulla había llegado hasta el lugar siguiendo las indicaciones de un delator. Los pobladores de Güinía de Miranda recogieron el cadáver de Villegas y le dieron sepultura en el cementerio de la localidad. Después del triunfo de la revolución, el gobierno autorizó su traslado a Sancti Spiritu.
4 Ernesto “Che” Guevara, op. Cit. pp. 242-243.
5 Ídem p. 248.
6 Para su construcción emplearon gasolina extraída del aserradero.
7 Ídem p. 249.
8 Segundo teniente Evelio Laferté, y los soldados Erasmo Yera, Francisco Travieso Camacho, Ceferino Adrían Trujillo y Bernardo San Bartolomé Martínez Carral, este último herido.
9 Luis Olazabal, Luis Macías, Antolín Quiroga y el mencionado Camilo Cienfuegos.
10 La sección de Guillermo García, considerado por muchos el mejor tirador de la sierra, fue la única que no entró en acción porque los efectivos regulares que se esperaba saliesen por su sector, nunca lo hicieron y solo se limitaron a pedir refuerzos por radio.
11 “El Cubano Libre”, Sierra Maestra, 19 de febrero de 1958. Citado en Ernesto “Che” Guevara, op. Cit, pp. 252-253.