LUCHA SIN CUARTEL
Parte del arsenal subversivo hallado en La Rioja 765 Capital Federal El ERP lo habría adquirido de la organización Tupamaros del Uruguay (Imagen: "La Razón") |
A
principios de mayo fue hallado en Campana el cadáver acribillado de
Inocencio “Indio” Fernández, trabajador metalúrgico de 26 años, que
desde hacía dos años militaba en el Partido Socialista de los
Trabajadores (PST). La agrupación fue la encargada de suministrar su
filiación agregando que el occiso vivía en Ing. Maschwitz, que se
desempeñaba en la fábrica Comasa de Gral. Pacheco y que había integrado
la Lista Gris que se oponía a la seccional metalúrgica de Vicente López.
Fernández
fue ultimado por la espalda, con disparos de Itaka, se hallaba envuelto
en un colchón, le habían cortado las manos y después de ser arrojado a
un descampado, le prendieron fuego.
Guerrilla urbana
El martes 14 de mayo, en horas de la madrugada (4 a.m.), efectivos de un patrullero policial que se encontraba posicionado en inmediaciones del Puente 12, a metros de la Autopista Richieri, repararon en dos vehículos que se desplazaban de manera sospechosa, un Dodge verde patente C-531751 y un Peugeot 504 azul, chapa C-387258.
Guerrilla urbana
El martes 14 de mayo, en horas de la madrugada (4 a.m.), efectivos de un patrullero policial que se encontraba posicionado en inmediaciones del Puente 12, a metros de la Autopista Richieri, repararon en dos vehículos que se desplazaban de manera sospechosa, un Dodge verde patente C-531751 y un Peugeot 504 azul, chapa C-387258.
Al darles la voz de alto, los conductores de ambos vehículos aceleraron y subieron la autopista, en dirección a la Av. General Paz.
Después de informar al comando central, los agentes iniciaron la persecución, siguiendo a los desconocidos hasta la bajada de Av. Rivadavia, donde tomaron en dirección a provincia.
Para entonces, otras unidades convergían en apoyo del patrullero, intentando cerrarles el paso a los fugitivos.
Al ver que eran alcanzados, los desconocidos se asomaron por las ventanillas y abrieron fuego contra el primer móvil policial, generándose un intercambio de disparos que se prolongó varias cuadras.
A la altura de la estación Ramos Mejía, los insurgentes giraron a la izquierda y tomaron por Av. San Martín, y siempre perseguidos por la policía, cubrieron las catorce cuadras hasta la fábrica de heladeras Columbia, ubicada en la manzana enmarcada por las calles Humboldt, Agustín de Elía, San Martín y Cerrito (ésta última de tierra). Aun de noche (eran las 05:30 a.m.) se detuvieron sobre los fondos que daban a esta última arteria, abandonaron los autos y emprendieron la fuga en distintas direcciones.
Al verse cercados, cuatro de ellos treparon los muros de la planta y saltaron al interior, introduciéndose en un depósito descubierto donde se almacenaban los gabinetes de las heladeras recién fabricadas. Entre ellos se encontraba una mujer que pese a vestir pollera, no tuvo inconveniente a la hora de escalar la pared de ladrillos y arrojarse dentro del predio.
Comprendiendo que no podían permanecer mucho tiempo allí, abandonaron la posición y en esas circunstancias asesinaron a un operario que se interpuso casualmente en su camino.
El grado de preparación de los guerrilleros lo muestra su destreza al momento de eludir el cerco. Pese a encontrarse rodeados, lograron salir de la fábrica, cruzaron Agustín de Elía y se introdujeron en el inmueble señalado con el número 69. Y trepando por una escalera de pintor apoyada casualmente sobre su frente, pasaron por los techos a la propiedad del fondo.
Cuando
salieron a Pasco, llevaban consigo a una mujer de rehén. En la Av. San
Martín detuvieron un camión y después de obligar a su conductor a
descender, liberaron a la prisionera y escaparon con rumbo desconocido.
El rastro de sangre que dejaron sobre la vía pública mostró a las
autoridades que al menos uno de ellos se encontraba herido.
Pese a que en la persecución intervino medio centenar de patrulleros, la mayoría pertenecientes a la seccional 1ª de Ramos Mejía y la Policía Federal, los extremistas no fueron atrapados.
En el enfrentamiento resultó muerto el operario de la fábrica de heladeras mencionado anteriormente y resultó herido el sargento Adalberto Luque, además de varios contusos alcanzados por las esquirlas.
Según pudo desprenderse del relato de los testigos, el pelotón subversivo se hallaba integrado por al menos doce combatientes, dos de ellos mujeres vestidas con pollera (una de ellas fue la que ingresó en la planta) y estaban fuertemente armados, varios de ellos con ametralladoras.
En los vehículos abandonados se encontraron armas y municiones. En el Peugeot quedó una escopeta Itaka, balas y papeles; entre unos arbustos que crecían al costado de la calle fue hallado un cargador vacío y en el Dodge verde, un bolso con ejemplares de “Estrella Roja”, prueba de que los insurgentes pertenecían al ERP. El vehículo presentaba numerosos impactos de bala, tenía los vidrios destrozados y los neumáticos perforados, producto del intercambio de disparos.
Durante la inspección que se realizó en el vecindario, la policía dio con una pistola arrojada en un montículo de basura de la calle Pasco, muy cerca de su intersección con San Martín.
Entre las armas incautadas fueron halladas las pistolas reglamentarias del sargento Eduardo Torres y el agente Emilio R. Nagel, caídos durante el enfrentamiento del el 6 de mayo en establecimiento Santa Rosa.
La aparición del coronel Crespo
La buena nueva del mes fue la aparición con vida del coronel Florencio Crespo, luego de un desgastante cautiverio de seis meses de duración.
Lo dejaron en el barrio de Villa Luro, a las 06:15 de la mañana, cerca de la casa de su madre, situada en Yerbal 6309. Sus captores lo abandonaron en ese punto a petición suya pues todos sus familiares moraban en la zona.
Pese a que en la persecución intervino medio centenar de patrulleros, la mayoría pertenecientes a la seccional 1ª de Ramos Mejía y la Policía Federal, los extremistas no fueron atrapados.
En el enfrentamiento resultó muerto el operario de la fábrica de heladeras mencionado anteriormente y resultó herido el sargento Adalberto Luque, además de varios contusos alcanzados por las esquirlas.
Según pudo desprenderse del relato de los testigos, el pelotón subversivo se hallaba integrado por al menos doce combatientes, dos de ellos mujeres vestidas con pollera (una de ellas fue la que ingresó en la planta) y estaban fuertemente armados, varios de ellos con ametralladoras.
En los vehículos abandonados se encontraron armas y municiones. En el Peugeot quedó una escopeta Itaka, balas y papeles; entre unos arbustos que crecían al costado de la calle fue hallado un cargador vacío y en el Dodge verde, un bolso con ejemplares de “Estrella Roja”, prueba de que los insurgentes pertenecían al ERP. El vehículo presentaba numerosos impactos de bala, tenía los vidrios destrozados y los neumáticos perforados, producto del intercambio de disparos.
Durante la inspección que se realizó en el vecindario, la policía dio con una pistola arrojada en un montículo de basura de la calle Pasco, muy cerca de su intersección con San Martín.
Entre las armas incautadas fueron halladas las pistolas reglamentarias del sargento Eduardo Torres y el agente Emilio R. Nagel, caídos durante el enfrentamiento del el 6 de mayo en establecimiento Santa Rosa.
La aparición del coronel Crespo
La buena nueva del mes fue la aparición con vida del coronel Florencio Crespo, luego de un desgastante cautiverio de seis meses de duración.
Lo dejaron en el barrio de Villa Luro, a las 06:15 de la mañana, cerca de la casa de su madre, situada en Yerbal 6309. Sus captores lo abandonaron en ese punto a petición suya pues todos sus familiares moraban en la zona.
Cnel. Crespo (Imagen: "La Razón") |
Al
momento de su liberación, se encontraba bien de salud y mostraba signos
de haber recibido un buen trato. La imposibilidad de atender su
dolencia habría llevado a los subversivos a deshacerse de él.
Los
combatientes que lo llevaron hasta el lugar, tres en total, le
indicaron que una vez fuera del auto permaneciese de espaldas a ellos y
no se voltease por ningún motivo.
Así lo hizo Crespo y luego de un tiempo prudencial, caminó presurosamente hacia lo de su madre, congelado porque en pleno otoño vestía las prendas de verano con las que había sido secuestrado.
Una vez frente a la vivienda oprimió el timbre pero como nadie respondió, se encaminó hasta lo de su tío, José F. Bianchi, domiciliado a escasos metros, en Yerbal 6338. Al verlo en el umbral, el dueño de casa se abalanzó sobre él, seguido por su esposa y su hija, estrechándose todos en un fuerte abrazo.
Una vez dentro notaron que el coronel se hallaba algo demacrado aunque en perfecto estado de salud; le sirvieron una taza de humeante café con leche y le proveyeron ropas más abrigadas al tiempo que daban aviso a la policía y al resto de la familia.
Antes de ello, Crespo se comunicó con su esposa en La Plata la cual partió de inmediato hacia la Capital Federal, acompañada por sus hijos.
El encuentro se produjo a las 08:30, en el domicilio de su madre, donde se vivieron escenas de profunda emoción.
Gran satisfacción causó la noticia al general Perón, quien al llegar a la Casa de Gobierno se reunió con el ministro Robledo para abordar el asunto. Lo mismo ocurrió en el Edificio Libertador cuando el general Anaya fue notificado de la novedad. Sin perder tiempo, le ordenó al 2º jefe del Estado Mayor General del Ejército, general Carlos Dalla Tea, que se comunicara con Crespo y averiguase como se encontraba y si necesitaba algo.
-Estoy bien, general – le respondió eufórico el recién liberado.
Un móvil del Ejército enviado expresamente lo condujo al Hospital Militar Central para ser sometido a un chequeo médico y esa misma noche, el comando en jefe del Ejército emitió un comunicado para informar a la ciudadanía las alternativas del hecho.
Poco después se supo que Crespo y su esposa Ana María Guagnini volarían a España para hacerse tratar su insuficiencia por el Dr. Antonio Puigvert, eminencia en el campo de la urología.
La aparición de Crespo trajo algo de esperanzas con respecto a la suerte del coronel Ibarzábal, secuestrado la noche del 19 de enero, durante al ataque a la guarnición militar de Azul. El militar se hallaba desaparecido y no se tenía rastros de su paradero.
La violencia no cede
Ese mismo día, fue atacada a balazos la sede del Sindicato de Químico de la localidad rionegrina de Cinco Saltos, situada en la calle Belgrano 305.
Proyectiles de grueso calibre impactaron contra una pared junto a la cual se encontraba el escritorio del titular del organismo, Héctor Moreno, quien tiempo antes había estado conversando en ese mismo sitio con su secretario de actas Nelson Orrego.
Cinco minutos después, otro grupo de desconocidos disparó contra el domicilio de Luis Alberto Liberatore, militante de la JP, ex secretario general de la agrupación1.
Cuando la policía llegó al lugar, situado a seis cuadras del anterior, comprobó que la munición utilizada era de 9 mm y que al menos seis impactos habían perforado el frente.
-Estos delincuentes están mejor armados que nosotros – dijo el primer agente en llegar.
Mientras se realizaban los peritajes del caso, Justino González, presidente del Consejo Municipal de la localidad, cursó un radiograma dirigido al gobernador de la provincia y a su ministro de Gobierno, exigiendo las garantías necesarias para evitar hechos como esos2.
En Rosario, desconocidos identificados con el ERP atentaron contra las oficinas de LAN-Chile que funcionaban en la esquina de Maipú y San Juan.
Los atacantes irrumpieron cerca de las 19:30, cuando estaban a punto de cerrar y después de identificarse, amenazaron con incendiar las instalaciones en protesta por la visita de Pinochet al país. Los comandaba un hombre joven, alto y rubio, que pidió hablar con la encargada de la dependencia, Eliana Valenzuela de Ovalle, quien lo hizo pasar a su despacho y lo invitó a tomar asiento. Una vez allí, el sujeto extrajo un arma y le ordenó abandonar el inmueble, lo mismo a su secretaria, Adriana García de Landeira. Cumplida la orden, los subversivos destrozaron vidrieras y mobiliario, y antes de retirarse arrojaron dos bombas molotov que envolvieron el interior en llamas.
Un hombre que pasaba casualmente con su automóvil frenó bruscamente y descendió con su matafuegos con intención de combatir el siniestro, pero fue conminado a retirarse.
Ni bien los terroristas escaparon, llegaron corriendo varios empleados de la estación de servicio YPF, situada a media cuadra y con la ayuda de algunas personas lograron controlar el incendio. Cuando los bomberos se hicieron presentes, el mismo prácticamente había cesado.
Para entonces, circulaba un identi-kit del presunto asesino del padre Mugica, elaborado por la Policía Federal, un sujeto de poblada cabellera y bigotes que no se ajustaba a la descripción brindada por los testigos del crimen quienes, como se recordará, manifestaron que el asesino era un hombre de barba. ¿Una maniobra para despistar? No lo sabemos, pero el hecho es que el atentado nunca se esclareció.
Una noticia que cayó mal en el seno del gobierno fue la presencia del depuesto gobernador de Mendoza, Alberto Martínez Baca, en un acto organizado por Montoneros en la localidad de Godoy Cruz.
-Los mendocinos no votamos a un partido para que nos traicione o para que nos venda –le manifestó a la prensa- sino que votamos un partido dirigido por ese genio grande de Latinoamérica que es Perón. Los que llevan adelante el juicio político quieren hacer una cosa diferente de la que ustedes votaron.
Y calificó de tremenda infamia la investigación que llevaba adelante la comisión de juicio político.
Si la adulación apuntaba a obtener de algún apoyo por parte del líder no lo consiguió.
-¡Las bases peronistas por la patria socialista! – coreaban los asistentes al acto.
-¡No somos fachos, no somos extremistas, somos las fuerzas armadas peronistas!
Y mientras lo hacían, los diputados del FREJULI Julio Crimi y José Viola, expresaban su apoyo irrestricto al ex mandatario.
A tales expresiones respondió el presidente de la Legislatura provincial, Julio César Ortiz, rechazando los términos y reivindicando el accionar de la comisión de juicio político.
La noche del 15 de mayo, aprovechando el apagón que se produjo a las 20:50, varios desconocidos treparon los alambrados que rodeaban las instalaciones del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 141 de San Luis con el evidente propósito de ingresar.
Al menos tres vehículos se detuvieron junto al perímetro de la unidad, en el cruce de Sarmiento y Carlos Pellegrini y cuatro desconocidos comenzaron a escalar el cercado, llevando consigo armas de grueso calibre.
Así lo hizo Crespo y luego de un tiempo prudencial, caminó presurosamente hacia lo de su madre, congelado porque en pleno otoño vestía las prendas de verano con las que había sido secuestrado.
Una vez frente a la vivienda oprimió el timbre pero como nadie respondió, se encaminó hasta lo de su tío, José F. Bianchi, domiciliado a escasos metros, en Yerbal 6338. Al verlo en el umbral, el dueño de casa se abalanzó sobre él, seguido por su esposa y su hija, estrechándose todos en un fuerte abrazo.
Una vez dentro notaron que el coronel se hallaba algo demacrado aunque en perfecto estado de salud; le sirvieron una taza de humeante café con leche y le proveyeron ropas más abrigadas al tiempo que daban aviso a la policía y al resto de la familia.
Antes de ello, Crespo se comunicó con su esposa en La Plata la cual partió de inmediato hacia la Capital Federal, acompañada por sus hijos.
El encuentro se produjo a las 08:30, en el domicilio de su madre, donde se vivieron escenas de profunda emoción.
Gran satisfacción causó la noticia al general Perón, quien al llegar a la Casa de Gobierno se reunió con el ministro Robledo para abordar el asunto. Lo mismo ocurrió en el Edificio Libertador cuando el general Anaya fue notificado de la novedad. Sin perder tiempo, le ordenó al 2º jefe del Estado Mayor General del Ejército, general Carlos Dalla Tea, que se comunicara con Crespo y averiguase como se encontraba y si necesitaba algo.
-Estoy bien, general – le respondió eufórico el recién liberado.
Un móvil del Ejército enviado expresamente lo condujo al Hospital Militar Central para ser sometido a un chequeo médico y esa misma noche, el comando en jefe del Ejército emitió un comunicado para informar a la ciudadanía las alternativas del hecho.
Poco después se supo que Crespo y su esposa Ana María Guagnini volarían a España para hacerse tratar su insuficiencia por el Dr. Antonio Puigvert, eminencia en el campo de la urología.
La aparición de Crespo trajo algo de esperanzas con respecto a la suerte del coronel Ibarzábal, secuestrado la noche del 19 de enero, durante al ataque a la guarnición militar de Azul. El militar se hallaba desaparecido y no se tenía rastros de su paradero.
La violencia no cede
Ese mismo día, fue atacada a balazos la sede del Sindicato de Químico de la localidad rionegrina de Cinco Saltos, situada en la calle Belgrano 305.
Proyectiles de grueso calibre impactaron contra una pared junto a la cual se encontraba el escritorio del titular del organismo, Héctor Moreno, quien tiempo antes había estado conversando en ese mismo sitio con su secretario de actas Nelson Orrego.
Cinco minutos después, otro grupo de desconocidos disparó contra el domicilio de Luis Alberto Liberatore, militante de la JP, ex secretario general de la agrupación1.
Cuando la policía llegó al lugar, situado a seis cuadras del anterior, comprobó que la munición utilizada era de 9 mm y que al menos seis impactos habían perforado el frente.
-Estos delincuentes están mejor armados que nosotros – dijo el primer agente en llegar.
Mientras se realizaban los peritajes del caso, Justino González, presidente del Consejo Municipal de la localidad, cursó un radiograma dirigido al gobernador de la provincia y a su ministro de Gobierno, exigiendo las garantías necesarias para evitar hechos como esos2.
En Rosario, desconocidos identificados con el ERP atentaron contra las oficinas de LAN-Chile que funcionaban en la esquina de Maipú y San Juan.
Los atacantes irrumpieron cerca de las 19:30, cuando estaban a punto de cerrar y después de identificarse, amenazaron con incendiar las instalaciones en protesta por la visita de Pinochet al país. Los comandaba un hombre joven, alto y rubio, que pidió hablar con la encargada de la dependencia, Eliana Valenzuela de Ovalle, quien lo hizo pasar a su despacho y lo invitó a tomar asiento. Una vez allí, el sujeto extrajo un arma y le ordenó abandonar el inmueble, lo mismo a su secretaria, Adriana García de Landeira. Cumplida la orden, los subversivos destrozaron vidrieras y mobiliario, y antes de retirarse arrojaron dos bombas molotov que envolvieron el interior en llamas.
Un hombre que pasaba casualmente con su automóvil frenó bruscamente y descendió con su matafuegos con intención de combatir el siniestro, pero fue conminado a retirarse.
Ni bien los terroristas escaparon, llegaron corriendo varios empleados de la estación de servicio YPF, situada a media cuadra y con la ayuda de algunas personas lograron controlar el incendio. Cuando los bomberos se hicieron presentes, el mismo prácticamente había cesado.
Para entonces, circulaba un identi-kit del presunto asesino del padre Mugica, elaborado por la Policía Federal, un sujeto de poblada cabellera y bigotes que no se ajustaba a la descripción brindada por los testigos del crimen quienes, como se recordará, manifestaron que el asesino era un hombre de barba. ¿Una maniobra para despistar? No lo sabemos, pero el hecho es que el atentado nunca se esclareció.
Una noticia que cayó mal en el seno del gobierno fue la presencia del depuesto gobernador de Mendoza, Alberto Martínez Baca, en un acto organizado por Montoneros en la localidad de Godoy Cruz.
-Los mendocinos no votamos a un partido para que nos traicione o para que nos venda –le manifestó a la prensa- sino que votamos un partido dirigido por ese genio grande de Latinoamérica que es Perón. Los que llevan adelante el juicio político quieren hacer una cosa diferente de la que ustedes votaron.
Y calificó de tremenda infamia la investigación que llevaba adelante la comisión de juicio político.
Si la adulación apuntaba a obtener de algún apoyo por parte del líder no lo consiguió.
-¡Las bases peronistas por la patria socialista! – coreaban los asistentes al acto.
-¡No somos fachos, no somos extremistas, somos las fuerzas armadas peronistas!
Y mientras lo hacían, los diputados del FREJULI Julio Crimi y José Viola, expresaban su apoyo irrestricto al ex mandatario.
A tales expresiones respondió el presidente de la Legislatura provincial, Julio César Ortiz, rechazando los términos y reivindicando el accionar de la comisión de juicio político.
La noche del 15 de mayo, aprovechando el apagón que se produjo a las 20:50, varios desconocidos treparon los alambrados que rodeaban las instalaciones del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 141 de San Luis con el evidente propósito de ingresar.
Al menos tres vehículos se detuvieron junto al perímetro de la unidad, en el cruce de Sarmiento y Carlos Pellegrini y cuatro desconocidos comenzaron a escalar el cercado, llevando consigo armas de grueso calibre.
El identikit difundido por la Policía Federal del asesino del Padre Mugica no se ajusta a la descripción |
Una
patrulla que se desplazaba por el área los sorprendió en pleno intento,
produciéndose un feroz intercambio de disparos que finalizó con la
huida de los incursores.
Quienes aguardaban junto a los autos se parapetaron detrás y comenzaron a disparar al tiempo que sus compañeros saltaban de lo alto y se unían al combate. Sin perder tiempo, se introdujeron en los vehículos y escaparon a toda prosa, aprovechando la obscuridad reinante.
Un proyectil alcanzó a uno de ellos justo cuando abordaba uno de los automóviles, pero el sujeto alcanzó a ingresar y desapareció con sus compañeros. El rastro de sangre y los gritos de dolor que se escucharon durante la balacera fueron la prueba.
En pleno combate, el jefe de la unidad, coronel Roberto Pedreira, fue informando de lo que estaba sucediendo, razón por la cual despachó varias patrullas de apoyo. Debían efectuar un rastrillaje y determinar si los salteadores habían dejado explosivos u objetos que permitiesen su identificación.
En horas de la tarde, el gobernador Elías Adre visitó la guarnición acompañado por altos funcionarios. Los operativos de búsqueda organizados por el Ejército y las fuerzas de seguridad no arrojaron resultados. El 25 de mayo la policía se tiroteo con dos desconocidos en que merodeaban en inmediaciones de la estación Constitución, abatiendo a uno en tanto su cómplice se daba a la fuga. El hecho se produjo antes de las 2 a.m., cuando el móvil IV del Cuerpo de Vigilancia de la Policía Federal reparó en la presencia de ambos sujetos frente al inmueble de Paracas 50.
Al ser requeridos para su identificación, los individuos extrajeron sendas armas y abrieron fuego al tiempo que emprendían la huída. Uno de ellos fue alcanzado en la espalda y cayó pesadamente sobre el pavimento, en tanto el otro se escabulló amparado por la obscuridad.
Poco después, estallaron dos bombas en el primer piso de la CGT, hiriendo a Faustino Chiavo, de 20 años, empleado de la central. En esos momentos, el secretario técnico de la Presidencia, Dr. Gustavo Caraballo, dictaba una conferencia en el salón de actos del 5º piso, a la que asistían unos 70 dirigentes. La misma fue interrumpida al requerirse la evacuación del edificio en tanto la policía efectuaba una minuciosa inspección, intentando dar con más explosivos.
Según explicó el comisario Villar luego de hacerse presente, los agresores también dispararon desde un vehículo en movimiento y se intentaba determinar si la bomba había sido arrojada desde el mismo.
La policía y los bomberos trabajaban en el interior del edificio cuando una segunda explosión proveniente de la zona portuaria pareció sacudir el área. Manos anónimas hicieron volar un Ford Falcon patente B-540986 estacionado junto a la Dirección de Encomiendas Postales Internacionales, ubicada en Dávila y Chile; personal de la División Avería y Salvamento de la Prefectura Naval fue el encargado de sofocar el incendio y evaluar los daños en tanto se realizaban pesquisas intentando dar con los autores. Ese día hubo falsas alarmas de bombas en diferentes puntos de la ciudad.
La masacre de Pacheco
El 25 de mayo Perón asistió a los actos organizados con motivo del nuevo aniversario patrio. A media mañana saludo a jefes y oficiales en la Quinta Presidencial de Olivos, inmediatamente después tomó parte en el tradicional desayuno, previa ejecución del Himno Nacional y en horas del mediodía se dirigió a la Catedral Metropolitana para asistir al Te-Deum oficiado por monseñor Juan Carlos Aramburu. Lo hizo luciendo su uniforme de gala, en compañía de su esposa, funcionarios de gobierno, representantes de las delegaciones extranjeras y los comandantes de las tres armas.
Caía la tarde cuando en el local del Partido Socialista de los Trabajadores de General Pacheco, ubicado a metros de la Ruta 197, en la localidad de El Talar, se encontraban reunidos Oscar “Hijitus” Meza, trabajador de los astilleros Astarsa, Antonio “Tony” Moses, operario de la Wobron, Mario “Tano” Zilda, estudiante de la Escuela Técnica Nº 1 de Tigre, Mónica Wolf, Silvia Sara Ferraté y una chica de nombre Amalia.
Siguiendo los lineamientos de su máximo dirigente, Nahuel Moreno y quienes fueran candidatos en las últimas elecciones, Juan Carlos Coral y Nora Ciapponi, trabajaban en la lista de candidatos con la que pensaban competir en la interna de la Unión Obrera Metalúrgica de Vicente López.
El local era epicentro de un vigoroso movimiento social destinado a constituir la vanguardia de la lucha obrera en la Zona Norte, la cual contaba con el apoyo del PC, la JTP, representantes del PO y hasta la Lista Marrón de la UOM, con base en Villa Constitución.
Su plan de lucha contemplaba acciones de movilización, reuniones partidarias, campañas de difusión a través de la prensa, huelgas, concentraciones y mítines.
El partido rechazaba la lucha armada y tenía una posición crítica con respecto al ERP, los Montoneros y las agrupaciones subversivas que a su entender, solo conducían al caos y la disgregación. Y en eso no se equivocaba porque a la larga, aquella metodología terminaría por desencadenar el golpe de Estado de 1976.
El PST era enérgico en sus reclamos pero no promovía la violencia, por el contrario, promulgaba el diálogo y el intercambio de ideas aunque se mostraba terminante a la hora de reclamar sus reivindicaciones. Para su dirigencia, Perón había establecido un pacto con Balbín, la corriente sindical y las Fuerzas Armadas destinado a frenar el movimiento obrero que desde el “Cordobazo”, venía planteando un cambio en la Argentina.
Aquel día los militantes se hallaban abocados a las elecciones internas en la seccional Vicente López de la UOM, una acción temeraria dado el riesgo que implicaba.
La junta electoral del sindicato, completamente influenciada por el oficialismo, le venía poniendo trabas a la agrupación intentando evitar que sus candidatos se presentasen a las internas. A las fuerzas de Lorenzo Miguel les resultaba imperioso boicotear sus candidaturas y amedrentar a sus delegados dado que contaban con un importante causal de votos. Pero ni la dirigencia ni la militancia del PST se dejó intimidar y eso tuvo consecuencias catastróficas.
El 4 de mayo habían asesinado al “Indio” Fernández cuando salía de su casa en Ing. Maschwitz pero como los seguidores de Moreno no cedían, la central metalúrgica decidió actuar. Ese día se conmemoraban dos acontecimientos en la Argentina, el 164º aniversario del Ejército Argentino y el 5º del Cordobazo, pero ese no era el tema de la reunión sino las inminentes elecciones y la elaboración de la lista. En esas estaban los militantes cuando afuera, en la calle, se escuchó el sonido de un silbato e inmediatamente después un disparo, seguido por una impresionante descarga de metralla.
Sin darles tiempo a arrojarse al suelo, 15 matones irrumpieron en el interior pateando la puerta y trepando los techos para saltar desde la terraza a un patio interno. Los energúmenos esgrimían armas de grueso calibre y portaban granadas de mano con las que amenazaron volar las instalaciones con los presentes adentro.
Sometieron a golpes a los hombres y tomando del cabello a las mujeres las arrojaron al piso y las molieron a patadas.
Quienes aguardaban junto a los autos se parapetaron detrás y comenzaron a disparar al tiempo que sus compañeros saltaban de lo alto y se unían al combate. Sin perder tiempo, se introdujeron en los vehículos y escaparon a toda prosa, aprovechando la obscuridad reinante.
Un proyectil alcanzó a uno de ellos justo cuando abordaba uno de los automóviles, pero el sujeto alcanzó a ingresar y desapareció con sus compañeros. El rastro de sangre y los gritos de dolor que se escucharon durante la balacera fueron la prueba.
En pleno combate, el jefe de la unidad, coronel Roberto Pedreira, fue informando de lo que estaba sucediendo, razón por la cual despachó varias patrullas de apoyo. Debían efectuar un rastrillaje y determinar si los salteadores habían dejado explosivos u objetos que permitiesen su identificación.
En horas de la tarde, el gobernador Elías Adre visitó la guarnición acompañado por altos funcionarios. Los operativos de búsqueda organizados por el Ejército y las fuerzas de seguridad no arrojaron resultados. El 25 de mayo la policía se tiroteo con dos desconocidos en que merodeaban en inmediaciones de la estación Constitución, abatiendo a uno en tanto su cómplice se daba a la fuga. El hecho se produjo antes de las 2 a.m., cuando el móvil IV del Cuerpo de Vigilancia de la Policía Federal reparó en la presencia de ambos sujetos frente al inmueble de Paracas 50.
Al ser requeridos para su identificación, los individuos extrajeron sendas armas y abrieron fuego al tiempo que emprendían la huída. Uno de ellos fue alcanzado en la espalda y cayó pesadamente sobre el pavimento, en tanto el otro se escabulló amparado por la obscuridad.
Poco después, estallaron dos bombas en el primer piso de la CGT, hiriendo a Faustino Chiavo, de 20 años, empleado de la central. En esos momentos, el secretario técnico de la Presidencia, Dr. Gustavo Caraballo, dictaba una conferencia en el salón de actos del 5º piso, a la que asistían unos 70 dirigentes. La misma fue interrumpida al requerirse la evacuación del edificio en tanto la policía efectuaba una minuciosa inspección, intentando dar con más explosivos.
Según explicó el comisario Villar luego de hacerse presente, los agresores también dispararon desde un vehículo en movimiento y se intentaba determinar si la bomba había sido arrojada desde el mismo.
La policía y los bomberos trabajaban en el interior del edificio cuando una segunda explosión proveniente de la zona portuaria pareció sacudir el área. Manos anónimas hicieron volar un Ford Falcon patente B-540986 estacionado junto a la Dirección de Encomiendas Postales Internacionales, ubicada en Dávila y Chile; personal de la División Avería y Salvamento de la Prefectura Naval fue el encargado de sofocar el incendio y evaluar los daños en tanto se realizaban pesquisas intentando dar con los autores. Ese día hubo falsas alarmas de bombas en diferentes puntos de la ciudad.
La masacre de Pacheco
El 25 de mayo Perón asistió a los actos organizados con motivo del nuevo aniversario patrio. A media mañana saludo a jefes y oficiales en la Quinta Presidencial de Olivos, inmediatamente después tomó parte en el tradicional desayuno, previa ejecución del Himno Nacional y en horas del mediodía se dirigió a la Catedral Metropolitana para asistir al Te-Deum oficiado por monseñor Juan Carlos Aramburu. Lo hizo luciendo su uniforme de gala, en compañía de su esposa, funcionarios de gobierno, representantes de las delegaciones extranjeras y los comandantes de las tres armas.
Caía la tarde cuando en el local del Partido Socialista de los Trabajadores de General Pacheco, ubicado a metros de la Ruta 197, en la localidad de El Talar, se encontraban reunidos Oscar “Hijitus” Meza, trabajador de los astilleros Astarsa, Antonio “Tony” Moses, operario de la Wobron, Mario “Tano” Zilda, estudiante de la Escuela Técnica Nº 1 de Tigre, Mónica Wolf, Silvia Sara Ferraté y una chica de nombre Amalia.
Siguiendo los lineamientos de su máximo dirigente, Nahuel Moreno y quienes fueran candidatos en las últimas elecciones, Juan Carlos Coral y Nora Ciapponi, trabajaban en la lista de candidatos con la que pensaban competir en la interna de la Unión Obrera Metalúrgica de Vicente López.
El local era epicentro de un vigoroso movimiento social destinado a constituir la vanguardia de la lucha obrera en la Zona Norte, la cual contaba con el apoyo del PC, la JTP, representantes del PO y hasta la Lista Marrón de la UOM, con base en Villa Constitución.
Su plan de lucha contemplaba acciones de movilización, reuniones partidarias, campañas de difusión a través de la prensa, huelgas, concentraciones y mítines.
El partido rechazaba la lucha armada y tenía una posición crítica con respecto al ERP, los Montoneros y las agrupaciones subversivas que a su entender, solo conducían al caos y la disgregación. Y en eso no se equivocaba porque a la larga, aquella metodología terminaría por desencadenar el golpe de Estado de 1976.
El PST era enérgico en sus reclamos pero no promovía la violencia, por el contrario, promulgaba el diálogo y el intercambio de ideas aunque se mostraba terminante a la hora de reclamar sus reivindicaciones. Para su dirigencia, Perón había establecido un pacto con Balbín, la corriente sindical y las Fuerzas Armadas destinado a frenar el movimiento obrero que desde el “Cordobazo”, venía planteando un cambio en la Argentina.
Aquel día los militantes se hallaban abocados a las elecciones internas en la seccional Vicente López de la UOM, una acción temeraria dado el riesgo que implicaba.
La junta electoral del sindicato, completamente influenciada por el oficialismo, le venía poniendo trabas a la agrupación intentando evitar que sus candidatos se presentasen a las internas. A las fuerzas de Lorenzo Miguel les resultaba imperioso boicotear sus candidaturas y amedrentar a sus delegados dado que contaban con un importante causal de votos. Pero ni la dirigencia ni la militancia del PST se dejó intimidar y eso tuvo consecuencias catastróficas.
El 4 de mayo habían asesinado al “Indio” Fernández cuando salía de su casa en Ing. Maschwitz pero como los seguidores de Moreno no cedían, la central metalúrgica decidió actuar. Ese día se conmemoraban dos acontecimientos en la Argentina, el 164º aniversario del Ejército Argentino y el 5º del Cordobazo, pero ese no era el tema de la reunión sino las inminentes elecciones y la elaboración de la lista. En esas estaban los militantes cuando afuera, en la calle, se escuchó el sonido de un silbato e inmediatamente después un disparo, seguido por una impresionante descarga de metralla.
Sin darles tiempo a arrojarse al suelo, 15 matones irrumpieron en el interior pateando la puerta y trepando los techos para saltar desde la terraza a un patio interno. Los energúmenos esgrimían armas de grueso calibre y portaban granadas de mano con las que amenazaron volar las instalaciones con los presentes adentro.
Sometieron a golpes a los hombres y tomando del cabello a las mujeres las arrojaron al piso y las molieron a patadas.
Oscar Meza, Antonio Mose y Mario Zilda las víctimas de la masacre de Pacheco |
Actuaban a cara descubierta y vestían de civil, algunos con borceguíes y guantes, otros con chaquetas y gruesos pulóveres.
Mientras
algunos les apuntaban con sus armas, el resto recorrió las
instalaciones, destrozando el mobiliario y quemando la documentación.
Cuando terminaron, tomaron de los cabellos a los seis activistas y sin
dejar de propinarles golpes y culatazos, los condujeron hasta los
automóviles estacionados afuera.
Los hombres fueron introducidos en los baúles y las mujeres en el interior, para partir por la Ruta 197 hasta la Panamericana y desde ahí enfilar hacia José C. Paz.
Inexplicablemente, en un punto del recorrido las mujeres fueron liberadas no sin antes recibir amenazas. Lo hicieron en un descampado obscuro y solitario, de donde las tres llegaron hasta una casa para pedir ayuda.
Lo hicieron a duras penas, golpeadas y cubiertas de sangre, temerosas de ser abordadas por delincuentes comunes, que como hoy, pululaban en esos días. Según algunas versiones, los asesinos regresaron en su busca y al no encontrarlas reemprendieron la marcha, pero eso es materia de especulación.
La siniestra caravana, integrada por al menos cuatro vehículos, tomó el ramal a Pilar, la histórica localidad donde en 1821 se había firmado el tratado que puso fin a la anarquía y la guerra civil y antes de ingresar a la población tomaron la vieja Ruta 8, girando en dirección a Capilla del señor. Al cabo de un trecho, llegaron a un sector descampado y solitario, donde se detuvieron. Los pastizales que crecían al costado del camino de tierra por el que se habían internado constituían un componente ideal para la brutalidad que iban a cometer.
Ya fuera de los vehículos, algunos de los asesinos se dirigieron a la parte posterior y después de abrir los baúles, extrajeron a sus víctimas para colocarlas en hilera al borde del camino. La noche, el frío y el silencio, potenciaban lo tenebroso del cuadro.
Los quince matones se pararon frente a Meza, Moses y Zilda, apuntaron con sus ametralladoras y abrieron fuego, acribillando a los tres. El ladrido de los perros, a la distancia, fue la prueba de que las descargas se habían escuchado desde muy lejos pero si alguien las percibió, no se movió.
Los cadáveres quedaron tirados en los pastizales hasta la mañana siguiente, cuando una denuncia anónima advirtió sobre su presencia al personal de la comisaría 1ª de Pilar. Una vez en el lugar, la comisión policial pudo comprobar que cada cuerpo presentaba no menos de 50 disparos, efectuados a muy corta distancia3.
El entierro de los tres militantes fue multitudinario. Durante el acto que tuvo lugar en el local de la calle 24 de Noviembre del barrio de Once, Nahuel Moreno le permitió hablar a todas las entidades y personalidades presentes. Cuando le llegó el turno a Rodolfo Ortega Peña éste, sin dudarlo, señaló directamente al instigador y cerebro de la matanza:
-La responsabilidad de estos asesinatos tiene nombre y apellido: Juan Domingo Perón.
Retenga el lector estas palabras porque son la clave de los sucesos futuros. El diputado izquierdista había dicho la verdad y eso le costaría la vida.
Una extraña ceremonia en la noche
En Córdoba, más precisamente en el cementerio de Cañada de las Minas, a escasos kilómetros del Dique Los Molinos, fueron hallados tres ataúdes enterrados en pleno descampado, a metros de la necrópolis.
El hallazgo lo hizo el agente de policía Eduviges Rafael Iriarte, adscripto a la subcomisaría de Anizacate, cuando se desplazaba por la región serrana. Al advertir un montículo de tierra fuera del camposanto se acercó a él y al llegar descubrió que sobre el mismo había una rústica cruz de cartón.
Sin perder tiempo dio parte a las autoridades, las cuales llegaron acompañadas por funcionarios del Registro Civil, comprobando la existencia de tres féretros.
Indagado el sepulturero Juan Flores, manifestó desconocer el hecho, no así el vecino Pablo José Augusto Molina quien conducido hasta la dependencia policial, confesó que el último 7 de abril, un hombre y una mujer se presentaron en su domicilio para solicitarle que cavase un pozo en el sitio señalado.
Concluido el trabajo le pagaron el monto acordado y al llegar la noche tuvo lugar la ceremonia cuando un reducido grupo de individuos procedió a depositar el primer cajón. No volvió a saber de ellos hasta pasado un mes (3 de mayo) cuando los desconocidos regresaron y le pidieron que hiciese lo mismo junto a la tumba anterior.
Llegada de la noche, aparecieron varias personas, tal vez una docena, quizás un poco más. Molina las vio en torno a la excavación esperando la ambulancia que apareció furtivamente transportando otros dos sarcófagos. Era un cuadro realmente extraño, como el de una secta o un ritual satánico.
Una vez exhumados los féretros, la policía pudo comprobar que en la tapa del primero había atornillada una chapa metálica con un nombre grabado, Carlos Omar Serra y una fecha, 5-1-74.
Los cajones fueron conducidos a la morgue del Hospital San Roque, en la ciudad de Córdoba, donde los médicos forenses procedieron a hacer las autopsias correspondientes.
Nuevos enfrentamientos
El viernes 31 de mayo un pelotón extremista integrado por cuatro hombres y una mujer atacó un puesto de la policía caminera en Gerli, al sur del Gran Buenos Aires.
El suceso se produjo en horas de la mañana, en momentos en que los suboficiales de servicio Eustaquio Villarreal y Marcos Alfonso, cumplían su turno.
Como el edificio se encontraba en construcción, desempeñaban sus tareas en el interior de un ómnibus perteneciente a la repartición, el cual permanecía estacionado frente al edificio, a metros de la calle Deheza.
A las 7 a.m. un Torino blanco se detuvo sobre el Camino General Belgrano, frente al puesto, y de él descendieron sus cinco ocupantes para caminar en dirección al puesto.
Sin mediar palabras, los atacantes extrajeron sus armas y abordaron el vehículo, amenazando a sus ocupantes y obligándolos a poner las manos sobre la nuca. Acto seguido, se apoderaron de sus armas (ametralladoras y pistolas) y los obligaron a descender y tenderse sobre el piso del edificio mientras dos de ellos rociaban con combustible el ómnibus y le prendían fuego. Los insurgentes les ordenaron a los agentes mantenerse quietos pero al ver que uno de ellos intentaba moverse, le efectuaron dos disparos intimidatorios que le pasaron cerca de la cabeza.
Los hombres fueron introducidos en los baúles y las mujeres en el interior, para partir por la Ruta 197 hasta la Panamericana y desde ahí enfilar hacia José C. Paz.
Inexplicablemente, en un punto del recorrido las mujeres fueron liberadas no sin antes recibir amenazas. Lo hicieron en un descampado obscuro y solitario, de donde las tres llegaron hasta una casa para pedir ayuda.
Lo hicieron a duras penas, golpeadas y cubiertas de sangre, temerosas de ser abordadas por delincuentes comunes, que como hoy, pululaban en esos días. Según algunas versiones, los asesinos regresaron en su busca y al no encontrarlas reemprendieron la marcha, pero eso es materia de especulación.
La siniestra caravana, integrada por al menos cuatro vehículos, tomó el ramal a Pilar, la histórica localidad donde en 1821 se había firmado el tratado que puso fin a la anarquía y la guerra civil y antes de ingresar a la población tomaron la vieja Ruta 8, girando en dirección a Capilla del señor. Al cabo de un trecho, llegaron a un sector descampado y solitario, donde se detuvieron. Los pastizales que crecían al costado del camino de tierra por el que se habían internado constituían un componente ideal para la brutalidad que iban a cometer.
Ya fuera de los vehículos, algunos de los asesinos se dirigieron a la parte posterior y después de abrir los baúles, extrajeron a sus víctimas para colocarlas en hilera al borde del camino. La noche, el frío y el silencio, potenciaban lo tenebroso del cuadro.
Los quince matones se pararon frente a Meza, Moses y Zilda, apuntaron con sus ametralladoras y abrieron fuego, acribillando a los tres. El ladrido de los perros, a la distancia, fue la prueba de que las descargas se habían escuchado desde muy lejos pero si alguien las percibió, no se movió.
Los cadáveres quedaron tirados en los pastizales hasta la mañana siguiente, cuando una denuncia anónima advirtió sobre su presencia al personal de la comisaría 1ª de Pilar. Una vez en el lugar, la comisión policial pudo comprobar que cada cuerpo presentaba no menos de 50 disparos, efectuados a muy corta distancia3.
El entierro de los tres militantes fue multitudinario. Durante el acto que tuvo lugar en el local de la calle 24 de Noviembre del barrio de Once, Nahuel Moreno le permitió hablar a todas las entidades y personalidades presentes. Cuando le llegó el turno a Rodolfo Ortega Peña éste, sin dudarlo, señaló directamente al instigador y cerebro de la matanza:
-La responsabilidad de estos asesinatos tiene nombre y apellido: Juan Domingo Perón.
Retenga el lector estas palabras porque son la clave de los sucesos futuros. El diputado izquierdista había dicho la verdad y eso le costaría la vida.
Una extraña ceremonia en la noche
En Córdoba, más precisamente en el cementerio de Cañada de las Minas, a escasos kilómetros del Dique Los Molinos, fueron hallados tres ataúdes enterrados en pleno descampado, a metros de la necrópolis.
El hallazgo lo hizo el agente de policía Eduviges Rafael Iriarte, adscripto a la subcomisaría de Anizacate, cuando se desplazaba por la región serrana. Al advertir un montículo de tierra fuera del camposanto se acercó a él y al llegar descubrió que sobre el mismo había una rústica cruz de cartón.
Sin perder tiempo dio parte a las autoridades, las cuales llegaron acompañadas por funcionarios del Registro Civil, comprobando la existencia de tres féretros.
Indagado el sepulturero Juan Flores, manifestó desconocer el hecho, no así el vecino Pablo José Augusto Molina quien conducido hasta la dependencia policial, confesó que el último 7 de abril, un hombre y una mujer se presentaron en su domicilio para solicitarle que cavase un pozo en el sitio señalado.
Concluido el trabajo le pagaron el monto acordado y al llegar la noche tuvo lugar la ceremonia cuando un reducido grupo de individuos procedió a depositar el primer cajón. No volvió a saber de ellos hasta pasado un mes (3 de mayo) cuando los desconocidos regresaron y le pidieron que hiciese lo mismo junto a la tumba anterior.
Llegada de la noche, aparecieron varias personas, tal vez una docena, quizás un poco más. Molina las vio en torno a la excavación esperando la ambulancia que apareció furtivamente transportando otros dos sarcófagos. Era un cuadro realmente extraño, como el de una secta o un ritual satánico.
Una vez exhumados los féretros, la policía pudo comprobar que en la tapa del primero había atornillada una chapa metálica con un nombre grabado, Carlos Omar Serra y una fecha, 5-1-74.
Los cajones fueron conducidos a la morgue del Hospital San Roque, en la ciudad de Córdoba, donde los médicos forenses procedieron a hacer las autopsias correspondientes.
Nuevos enfrentamientos
El viernes 31 de mayo un pelotón extremista integrado por cuatro hombres y una mujer atacó un puesto de la policía caminera en Gerli, al sur del Gran Buenos Aires.
El suceso se produjo en horas de la mañana, en momentos en que los suboficiales de servicio Eustaquio Villarreal y Marcos Alfonso, cumplían su turno.
Como el edificio se encontraba en construcción, desempeñaban sus tareas en el interior de un ómnibus perteneciente a la repartición, el cual permanecía estacionado frente al edificio, a metros de la calle Deheza.
A las 7 a.m. un Torino blanco se detuvo sobre el Camino General Belgrano, frente al puesto, y de él descendieron sus cinco ocupantes para caminar en dirección al puesto.
Sin mediar palabras, los atacantes extrajeron sus armas y abordaron el vehículo, amenazando a sus ocupantes y obligándolos a poner las manos sobre la nuca. Acto seguido, se apoderaron de sus armas (ametralladoras y pistolas) y los obligaron a descender y tenderse sobre el piso del edificio mientras dos de ellos rociaban con combustible el ómnibus y le prendían fuego. Los insurgentes les ordenaron a los agentes mantenerse quietos pero al ver que uno de ellos intentaba moverse, le efectuaron dos disparos intimidatorios que le pasaron cerca de la cabeza.
Puesto caminero atacado en Gerli (Imagen: "La Razón") |
Trabajadores
de una estación de servicio dieron aviso a la policía y ésta, a su vez
radio un mensaje al cuerpo de bomberos de Lanús pero al momento de
llegar, los desconocidos habían huido en dirección a Florencio Varela.
En Vicente López, varios desconocidos hirieron a un agente de policía que caminaba por la Av. Maipú, el cual debió arrojarse al suelo para esquivar los proyectiles (03:25); en Quilmes estallaron bombas en los domicilios de Horacio Drake, presidente del bloque radical en el Concejo Deliberante y Ricardo Castro, su titular, siendo ametrallados ambos frentes (4 a.m.); en Campana explotaron otras tres en la vivienda del ingeniero Nilo Alfredo Michetti, gerente de la empresa Petrosur; en la de Dante López, directivo de Dálmine-Siderca y en una concesionaria Ford, ésta última una molotov arrojada desde un auto.
Finalmente, en Río Gallegos, detonó otro artefacto en los jardines de la Casa de Gobierno, sobre la calle General Valle, en pleno centro de la ciudad.
El mayor arsenal de la guerrilla
El 4 de junio de 1974, Carlos E. All, un dirigente del ERP intensamente buscado por las autoridades, conversaba con una mujer en una mesa del bar situado en La Rioja al 400 del barrio de Boedo, cuando alertada por un llamado anónimo, la policía irrumpió en el local.
-¡Me llevan! – gritó el subversivo al ver a los uniformados- ¡Me llamo Carlos All, avisen a un abogado!
El sujeto fue arrestado y al ser palpado de armas, se le encontró un Colt 38 con la numeración limada, su carga completa y un registro de conducir a nombre falso, expedido por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
En Vicente López, varios desconocidos hirieron a un agente de policía que caminaba por la Av. Maipú, el cual debió arrojarse al suelo para esquivar los proyectiles (03:25); en Quilmes estallaron bombas en los domicilios de Horacio Drake, presidente del bloque radical en el Concejo Deliberante y Ricardo Castro, su titular, siendo ametrallados ambos frentes (4 a.m.); en Campana explotaron otras tres en la vivienda del ingeniero Nilo Alfredo Michetti, gerente de la empresa Petrosur; en la de Dante López, directivo de Dálmine-Siderca y en una concesionaria Ford, ésta última una molotov arrojada desde un auto.
Finalmente, en Río Gallegos, detonó otro artefacto en los jardines de la Casa de Gobierno, sobre la calle General Valle, en pleno centro de la ciudad.
El mayor arsenal de la guerrilla
El 4 de junio de 1974, Carlos E. All, un dirigente del ERP intensamente buscado por las autoridades, conversaba con una mujer en una mesa del bar situado en La Rioja al 400 del barrio de Boedo, cuando alertada por un llamado anónimo, la policía irrumpió en el local.
-¡Me llevan! – gritó el subversivo al ver a los uniformados- ¡Me llamo Carlos All, avisen a un abogado!
El sujeto fue arrestado y al ser palpado de armas, se le encontró un Colt 38 con la numeración limada, su carga completa y un registro de conducir a nombre falso, expedido por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.
Carlos E. All ("La Nación") |
Al
ser conducida a la seccional,la mujer que se hallaba con él explicó que
se encontraba en el bar bajo amenaza, obligada a brindar información
sobre la empresa en la que trabajaba, objetivo inmediato de la
organización terrorista.
Durante la mañana, a escasas tres cuadras de allí, la policía dio con el mayor arsenal extremista descubierto hasta entonces.
El hallazgo se produjo en La Rioja 765, en horas de la mañana y según trascendidos, se trataba de armas adquiridas por el ERP a la organización Tupamaros del Uruguay.
Informes no oficiales dieron cuenta, en un primer momento, que la finca era vigilada desde hacía varios días y que al ser allanada, fue detenido un hombre joven encargado de su custodia.
En horas del mediodía, el Departamento Central de Policía autorizó a la prensa tomar fotografías del armamento y filmar el interior del inmueble al tiempo que se ponía en marcha un vasto procedimiento para dar con sus ocupantes.
Era evidente que la guerrilla se estaba equipando para acciones de envergadura, la pregunta que las autoridades se hacían era dónde tendrían lugar y cuando, pero de momento no tenían respuestas.
Cuerpos acribillados
El martes 11 de junio fue hallado el cadáver de Francisco Oscar Martínez, militante de la JP de 28 años de edad, domiciliado en La Plata. Su cuerpo yacía bajo un montículo de ramas junto al camino que une Villa Elisa con Punta Lara, donde la policía lo encontró alrededor de las 11:30 vestido con pantalón azul, camisa blanca, saco y mocasines. La víctima presentaba un impacto calibre 22 a la altura del corazón y de acuerdo a la autopsia, había sido asesinada en otro lugar.
En Bernal, fue descubierto el cuerpo sin vida del secretario administrativo del Sindicato de Obreros de la Industria Papelera, Cartonera, Química y Afines, Carlos Remo Crotta, italiano de 45 años, soltero, domiciliado en Roca 838 de la mencionada localidad. Crotta había sido secuestrado el 5 de junio a la 1 a.m., luego de cenar con unos amigos en el restaurant de Montevideo y Calchaquí, de Bernal Oeste.
Cuando a las 23:00 se despidió de sus compañeros se encaminó a la parada del colectivo 98 acompañado por un joven de cutis trigueño, delgado y de pelo negro y ya no se lo volvió a ver4.
Durante la mañana, a escasas tres cuadras de allí, la policía dio con el mayor arsenal extremista descubierto hasta entonces.
El hallazgo se produjo en La Rioja 765, en horas de la mañana y según trascendidos, se trataba de armas adquiridas por el ERP a la organización Tupamaros del Uruguay.
Informes no oficiales dieron cuenta, en un primer momento, que la finca era vigilada desde hacía varios días y que al ser allanada, fue detenido un hombre joven encargado de su custodia.
En horas del mediodía, el Departamento Central de Policía autorizó a la prensa tomar fotografías del armamento y filmar el interior del inmueble al tiempo que se ponía en marcha un vasto procedimiento para dar con sus ocupantes.
Era evidente que la guerrilla se estaba equipando para acciones de envergadura, la pregunta que las autoridades se hacían era dónde tendrían lugar y cuando, pero de momento no tenían respuestas.
Cuerpos acribillados
El martes 11 de junio fue hallado el cadáver de Francisco Oscar Martínez, militante de la JP de 28 años de edad, domiciliado en La Plata. Su cuerpo yacía bajo un montículo de ramas junto al camino que une Villa Elisa con Punta Lara, donde la policía lo encontró alrededor de las 11:30 vestido con pantalón azul, camisa blanca, saco y mocasines. La víctima presentaba un impacto calibre 22 a la altura del corazón y de acuerdo a la autopsia, había sido asesinada en otro lugar.
En Bernal, fue descubierto el cuerpo sin vida del secretario administrativo del Sindicato de Obreros de la Industria Papelera, Cartonera, Química y Afines, Carlos Remo Crotta, italiano de 45 años, soltero, domiciliado en Roca 838 de la mencionada localidad. Crotta había sido secuestrado el 5 de junio a la 1 a.m., luego de cenar con unos amigos en el restaurant de Montevideo y Calchaquí, de Bernal Oeste.
Cuando a las 23:00 se despidió de sus compañeros se encaminó a la parada del colectivo 98 acompañado por un joven de cutis trigueño, delgado y de pelo negro y ya no se lo volvió a ver4.
Carlos R. Crotta (Imagen: "La Nación") |
Crotta
fue hallado por unos niños en aguas del arroyo Las Piedras, de donde lo
extraían los bomberos cuando sus compañeros del sindicato se
apersonaron en el lugar, encabezados por su tesorero, Juan Carlos López.
Presentaba varias heridas en el cuerpo, quemaduras, golpes, cortes de
armas blancas en la cara y la mano derecha y unas extrañas punciones
desde su rodilla derecha hasta el tobillo, además de una lesión en la
base del cráneo. Lo extraño fue que al ser hallado, presentaba el cráneo
completamente rapado, estaba semidesnudo y sus muñecas y tomillos
revelaban marcas de ataduras.
Según
informaron sus compañeros del gremio, hacía días venían siendo
amenazados por el ERP e incluso uno de ellos, el señor Alari, sufrió un
ataque con armas de fuego.
Nunca se supo si la muerte de Crotta fue un acto subversivo o un crimen pasional. Sus restos fueron velados en la sede del sindicato, José López 27, Barrio Parque de Bernal y sepultados a las 3 p.m. en el cementerio de Quilmes, donde se dieron cita las autoridades del sindicato.
Durante la madrugada, un patrullero del Comando Radioeléctrico de Mar del Plata fue tiroteado por los ocupantes de un Ford Falcon que se dio a la fuga con cuatro personas a bordo. Los agentes alcanzaron a repeler la agresión pero dos de ellos recibieron heridas.
Cerca de allí, en Pringles y Santa Fe, fue detenido un sujeto que presentaba una herida en su pierna izquierda. Resultó ser César Augusto Olobardi, argentino de 30 años, secretario general del Sindicato Argentino de Obreros Navales.
Tras ser conducido al Hospital Interzonal Eva Perón, se supo que el sujeto iba armado con una pistola 11,25 Nº 53.873, marca D.G.F.M. (Dirección General de Fabricaciones Militares) perteneciente al Ejército Argentino y que llevaba dos cargadores completos y un bolso con equipo explosivo.
Según informó al ser interrogado, se encontraba allí junto a otros tres individuos, para retirar una camioneta abandonada. Al ser allanado su domicilio fueron halladas armas de diverso calibre con su correspondiente munición en tanto en otro punto de la ciudad, fue hallado el Ford Falcon patente B-843892, utilizado por los atacantes del patrullero, el cual presentaba numerosos impactos de bala y manchas de sangre.
El sindicato al que pertenecía Olobardi emitió un comunicado informando que al momento de ser hallado, el dirigente había sido víctima de un intento de secuestro.
Nunca se supo si la muerte de Crotta fue un acto subversivo o un crimen pasional. Sus restos fueron velados en la sede del sindicato, José López 27, Barrio Parque de Bernal y sepultados a las 3 p.m. en el cementerio de Quilmes, donde se dieron cita las autoridades del sindicato.
Durante la madrugada, un patrullero del Comando Radioeléctrico de Mar del Plata fue tiroteado por los ocupantes de un Ford Falcon que se dio a la fuga con cuatro personas a bordo. Los agentes alcanzaron a repeler la agresión pero dos de ellos recibieron heridas.
Cerca de allí, en Pringles y Santa Fe, fue detenido un sujeto que presentaba una herida en su pierna izquierda. Resultó ser César Augusto Olobardi, argentino de 30 años, secretario general del Sindicato Argentino de Obreros Navales.
Tras ser conducido al Hospital Interzonal Eva Perón, se supo que el sujeto iba armado con una pistola 11,25 Nº 53.873, marca D.G.F.M. (Dirección General de Fabricaciones Militares) perteneciente al Ejército Argentino y que llevaba dos cargadores completos y un bolso con equipo explosivo.
Según informó al ser interrogado, se encontraba allí junto a otros tres individuos, para retirar una camioneta abandonada. Al ser allanado su domicilio fueron halladas armas de diverso calibre con su correspondiente munición en tanto en otro punto de la ciudad, fue hallado el Ford Falcon patente B-843892, utilizado por los atacantes del patrullero, el cual presentaba numerosos impactos de bala y manchas de sangre.
El sindicato al que pertenecía Olobardi emitió un comunicado informando que al momento de ser hallado, el dirigente había sido víctima de un intento de secuestro.
Imágenes
Por esta escalera apoyada contra el frente del inmueble ubicado en Agustín de Elía 69 escaparon los subversivos que atacaron la fábrica de heladeras Columbia en Ramos Mejía (Imágen. "La Razón") |
El operativo policial implantado para dar con los insurgentes abarcó seis cuadras en torno a la fábrica Columbia (Imágen. "La Razón") |
El coronel Florencio Crespo aparece junto a su esposa luego de ser liberado por los guerrilleros (Imágen. "La Razón") |
Estado en que quedó el ómnibus policial luego del ataque al puesto caminero de Gerli la mañana del 31 de mayo (Imágen. "La Razón") |
El hermano del sindicalista Crotta dialoga con la prensa (Imágen. "La Razón") |
Los montoneros dan cuenta de la masacre de Pacheco. Pese a que hoy se la conoce como tal, la misma se perpetró en Pilar |
Notas
1 Su
hermano, Roberto Liberatore era el actual secretario general de la agrupación y
miembro de la mesa directiva del Sindicato de Químicos.
2 Días
antes una bomba casera destruyó el local del PJ, sin provocar víctimas.
3 Según
algunas versiones, en el local se encontraban dos de las víctimas junto a las
tres mujeres y otros militantes que al momento de irrumpir los asesinos,
escaparon por la parte posterior. El tercer ejecutado, Oscar Meza, habría sido secuestrado en su domicilio, de camino a Pilar.
4 Sus
padres se presentaron en el sindicato para denunciar su desaparición y desde
allí se dio parte a la Unidad Regional de Lanús y a los comandos
radioeléctricos de la Policía Federal y la Policía de la Provincia de Buenos
Aires.
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)