sábado, 3 de agosto de 2019

PERÓN EXPULSA A LOS MONTONEROS


“¡¡Estúpidos, imberbes!!”


1 de mayo de 1974. Perón expulsa a los Montoneros



La violenta ofensiva lanzada por las organizaciones terroristas en el primer semestre del año forzó al gobierno a reforzar los dispositivos de seguridad y adoptar nuevas medidas para contrarrestarla.
El clima se hallaba más enrarecido que nunca y se temía una escalada que superase lo actuado y produjese una estampida de compañías y capitales. Debido a ello, las grandes corporaciones comenzaron a evaluar la posibilidad de emigrar en tanto las principales naciones del mundo sus gobiernos exigían respuestas y mayor protección para sus ciudadanos.
En las primeras semanas de abril eran insistentes los rumores de que la FIAT se retiraba y que empresarios de diversa procedencia regresaban a sus países con sus familias.
Luego de febriles gestiones por parte del gobierno, Luciano Revelli, presidente de la poderosa empresa italiana salió a desmentir las versiones llevando tranquilidad a la administración nacional y los miles de trabajadores que vivían de ella. Acababa de reunirse con el ministro Llambí, a quien visitó en compañía de su vicepresidente Valentín Carro Álvarez, y llevaba como respuesta las máximas garantías de colaboración y salvaguarda de sus intereses.
La mañana del martes 9, los altos ejecutivos se presentaron en el despacho del interventor federal de la provincia, Duilio Brunello, a quienes manifestaron su preocupación por lo que estaba sucediendo y le exigieron medidas firmes para contrarrestar la creciente ola de violencia y los ataques que la firma venía soportando desde el comienzo mismo de la guerra. Se les reiteraron las garantías de seguridad para directivos y personal de la compañía y se les aseguró que la captura de los asesinos de Klecker era inminente.
Ni bien finalizó la reunión en el Ministerio del Interior, los altos ejecutivos manifestaron su confianza en Perón y su gobierno, asegurando que la empresa continuaría trabajando normalmente, reinvirtiendo sus capitales y generando nuevas fuentes de trabajo. En cuanto al Dr. Llambí, se dirigió rápidamente a la quinta presidencial de Olivos para informar a Perón sobre los resultados del encuentro.
Según trascendidos que circularon en Uruguay, altos directivos de la ESSO Argentina se hallaban en Montevideo para seguir de cerca el caso Samuelson, por quien se había pagado un rescate récord de 14.200.000 dólares. Según el matutino “El País” de esa capital, aguardarían allí el desenlace del secuestro.
“Crece la incertidumbre por la suerte de Samuelson” rezaban sus titulares sin mencionar fuentes. “La ofensiva lanzada por la organización guerrillera habría sido factor determinante del viaje de los ejecutivos de la Esso Argentina a nuestro país para aguardar el desenlace del caso Samuelson; existe temor y gran preocupación en la compañía por la suerte de su gerente de Operaciones”.
Lo que no queda claro es el motivo del viaje. Si los directivos de la multinacional deseaban seguir de cerca el desenlace, ¿por qué no lo hacían en Buenos Aires? ¿Cuál era el motivo de su presencia en Montevideo? Las embajadas norteamericanas en ambos países se mantenían expectantes e informaban permanentemente al Departamento de Estado, pero nada sabían de un viaje de altos directivos a la vecina orilla.
“El viaje de los ejecutivos estuvo signado por riguroso secreto –continuaba diciendo “El País”- Y esa impenetrable reserva ha impedido determinar con exactitud el número e identidad de los directivos de Esso que pasaron a residir en distintos puntos de nuestra capital”.
Víctor Samuelson
("La Nación")
Ante tales afirmaciones, comenzaron a circular diversas versiones, algunas de las cuales hacían referencia a una inminente migración de ejecutivos con sus familias y a la llegada de emisarios de Estados Unidos para seguir el caso desde la capital oriental, algo que suena más realista. Los secuestros de Samuelson y Laun eran motivo suficiente para que Washington y sus legaciones movilizasen a sus agentes y comenzasen a presionar.
Ante tan grave situación, Perón decidió regresar a la Casa Rosada y continuar desde allí sus actividades oficiales. Hacía más de tres meses que gobernaba desde Olivos y era hora de retornar. Llegó el lunes 15 de abril a las 08:40, acompañado por su edecán, el teniente coronel Alfredo Díaz. Los reporteros que hacían guardia en la explanada de Rivadavia lo vieron descender del vehículo oficial con un traje gris, zapatos color blanco y negro combinados y corbata del mismo tono, saludar al personal de guardia y pasar a su oficina para iniciar conversaciones con miembros del gabinete. Un par de horas después recibió al intendente municipal de Buenos Aires, general (R ) José Embrioni y tras impartir una serie de directivas, a las 12:50 emprendió el regreso.
Una hora antes, la ciudadanía trascendió que Carlos Rodolfo Eiras, propietario de la Estancia “El Rosario” de La Cumbre y gerente de la fábrica de dulces que funcionaba allí, había sido secuestrado.
Iniciadas las pesquisas, la policía informó hacer hallado su auto (15:40) y confirmó que en el momento del rapto llevaba en su portafolios $8.000.000. Eiras, propietario del imponente castillo de Martínez, en el partido de San Isidro, fue interceptado por un Peugeot verde claro y un Fiat Concord y obligado a abordar uno de ellos.
Las agrupaciones subversivas parecían dispuestas a no dar un minuto de respiro al gobierno y la ciudadanía. La mañana del 28 de abril, un comando de la Alianza Libertadora Nacionalista irrumpió en la Municipalidad de Arroyo Seco, provincia de Santa Fe y a punta de armas exigió la renuncia del intendente.
Los atacantes ingresaron en el edificio a las 08:30 horas y se encaminaron hasta el despacho del jefe comunal, Aníbal Maffei, para solicitarle su dimisión e informar que desde ese momento, la comuna quedaba a su cargo.
Al parecer, el intendente intentó resistir por lo que uno de los agresores lo golpeó en la cabeza con la culata de su carabina, dejándolo sin sentido. Actuando con nerviosismo y celeridad, los sediciosos ordenaron cerrar las puertas de la sede de gobierno y colocar fuera un cartel que decía “Alianza Libertadora Nacionalista”.
Maffei fue encerrado en una dependencia junto a su secretario de Hacienda Roque Danguise y otros funcionarios en tanto el personal de planta fue licenciado, ordenándosele regresar a sus domicilios.
Los insurgentes acusaban a Maffei de irregularidades administrativas, desvío de fondos e ideología subversiva; se manifestaron opositores al gobernador Carlos Silvestre Begnis y solicitaron su inmediato reemplazo por el vicegobernador Eduardo Félix Cuello.
De manera inmediata se dio aviso a la policía, la cual adoptó medidas para recuperar el control y detener a los agresores.
Informada la jefatura en Rosario, se despacharon numerosos vehículos con efectivos fuertemente armados los cuales, una vez en la localidad, procedieron a rodar el palacio municipal y apostar hombres en puntos clave, especialmente en la Plaza 9 de Julio y las esquinas, donde se habían concentrado numerosos pobladores.
A las 14:30, después que los insurgentes dieran a conocer la renuncia de Maffei, las fuerzas del orden acometieron el asalto, irrumpiendo en el inmueble con violencia. Seis militantes fueron reducidos y el resto logró escapar llevándose consigo la carta de renuncia, la cual pensaban entregar al ministro de Gobierno de la provincia, Dr. Roberto Rosua.
Los detenidos por la policía resultaron ser Rodolfo Antonio Rosatto de 24 años, Rodolfo Zanquetta de 21 y Jorge Almaraz de 56, Juan Carlos D’Ottado (28 años), Armando Omar Servalli (29) y Juan Carlos Guzmán (25), los tres primeros vecinos de Arroyo Seco y los restantes oriundos de Rosario. Entre los fugitivos de encontraban “Lalo” Rey Méndez y un sujeto de apellido Yasogna o Jasogna.
Durante el asalto fueron secuestradas una carabina y algunas armas de puño que fueron puestas a disposición de la justicia junto a los detenidos al tiempo que daba inicio un operativo para dar con los prófugos.
En un comunicado emitido durante la ocupación, los asaltantes manifestaban:

Ha llegado la hora de  la verdad, de definir a los hombres dignos que ocupan cargos políticos en esta ciudad, postulados por nuestro Movimiento Justicialista, y de destruir con la peor de las consecuencias a todos aquellos que no sólo enturbian la acción política del general Perón sino que defendiendo sus intereses personales, traicionan al pueblo. Con esto nos referimos al intendente señor Maffei y sus colaboradores. Hoy, la Alianza Libertadora Nacionalista se hace responsable del copamiento de esta comuna por anomalías administrativas y desviaciones ideológicas.

A las 18:30 de aquella agitada jornada, el juez de instrucción Hugo Castagnino, ordenó la restitución del municipio a Aníbal Maffei.
Ese mismo día, Perón pronunció el célebre discurso donde dejó claro que “desde su pila bautismal el justicialismo no quiso llamarse socialista”. Lo hizo a las 19:30 en el Centro Cultural Gral. San Martín de la Av. Corrientes ante una nutrida concurrencia entre la que destacaron las ausencias de los representantes de la izquierda. Y no era para menos dado que el mismísimo líder los dejaba nuevamente afuera sin la más mínima posibilidad.
En su discurso del 28 de abril en el Centro Cultural General San Martín
Perón desvincula a su movimiento del socialismo. Detrás suyo gente de
la Triple A. De pie,a  la izquierda, Miguel Ángel Rovira

(Imagen: "La Nación")



En coincidencia con ello, el general (RE) Miguel Ángel Iñíguez debió salir al cruce de ciertas declaraciones emitidas por la Central de Orientación Revolucionaria (COR), negando cualquier palabra ofensiva contra el ministro Llambí y el comisario Margaride así como un inexistente elogio a Mario Eduardo Firmenich.
Tras una reunión en el despacho del titular del Interior, el veterano militar rechazó las afirmaciones desmintiendo categóricamente a los dirigentes de la organización.
-Vengo a desmentir versiones que me afectan sobre mi renuncia, sobre la represión y otras cosas –dijo en la sala de periodistas de la Casa de Gobierno-. Yo me fui del cargo por razones de salud y he vuelto recién el miércoles. Ahora me encuentro con esta novedad de la que no he participado en absoluto.
Al ser requerido sobre las declaraciones que se le imputaban respecto a Firmenich, Iñíguez aclaró:
-Yo no he hecho el elogio de Firmenich. Yo relaté que él me había expresado que era católico nacionalista y peronista. No dije que yo lo sostenía. Aquí lo que importa es que se establezca categóricamente que no he tenido nada que ver con esa publicación que me coloca en una posición que no he manifestado. [El COR] ha sufrido en estos últimos tiempos una división. Un sector disidente se alejó por discrepancias en la conducción. El viejo COR, el nuestro, que luchó por la vuelta del general Perón y porque el pueblo recuperase so potestad soberana, mantendrá siempre su línea.
En las primeras horas de la noche, se produjeron incidentes durante el acto de asunción de Adriana Puiggrós como decana de la Facultad de Filosofía y Letras.
Los problemas surgieron cerca de las 8 p.m. (20:00 horas) cuando grupos antagónicos representados por la izquierdista JUP Sector Montoneros y militantes del PEN-OUP comenzaron a agredirse verbalmente.
Como era de prever los manifestantes pasaron a los hechos tomándose agolpes de puños, palos y cadenas, arrojándose objetos de todo tipo e incluso efectuando disparos de armas, lo que provocó una estampida que dejó vacío el patio de la alta casa de estudios (antiguo Hospital de Cínicas). Se produjeron choques, también en Rosario, Tucumán, Bahía Blanca y La Plata.
En San Justo, la policía allanó un local de la JTP ubicado en Mendoza 2708 descubriendo armas de todo tipo. Las tres personas que se encontraban en el lugar fueron detenidas y puestas a disposición de la justicia, resultando las mismas Roberto Carli, Juan Pito e Indalecio Martínez.
Incidentes en Filosofía y Letras durante la asunción de Adriana Puiggrós
(Imagen: "La Nación")




Finalmente, el 29 de abril el ERP liberó a Víctor Samuelson luego de un prolongado cautiverio de cuatro meses que hizo temer por su vida.
El ejecutivo estadounidense apareció a las 07:30 en la localidad de Acassuso, al norte de Buenos Aires, frente a la residencia del conocido médico clínico Federico Pfister1.
Lo primero que hizo el cautivo una vez libre fue caminar hasta la residencia y oprimir el timbre. Cuando el hijo del facultativo, Federico Pfister, abrió Samuelson se identificó e ingresó rápidamente, cerrando la puerta tras él.
El joven, que lo conocía del vecindario, se sorprendió al verlo y lo hizo pasar al living. El ingeniero lucía bien, vestía el mismo saco, corbata, camisa blanca y pantalones marrones que llevaba cuando lo secuestraron y apenas presentaba el cabello un tanto crecido y desprolijo. Se le sirvió una taza de té y cuando la hubo terminado, solicitó ser conducido a las oficinas centrales de la ESSO, ubicadas en la Av. Alvear, para reunirse con sus autoridades.
Samuelson había seguido las instrucciones de sus captores al pie de la letra. Al ser abandonado permaneció quieto, sin darse vuelta y una vez dentro de la casa, cerró la puerta y se apoyó sobre ella.
Ni el joven Federico ni ningún vecino lograron ver nada porque ese día, una densa niebla cubría la ciudad.
Samuelson explicó a su gente que lo habían tratado bien y que deseaba regresar a su país lo antes posible, para reunirse con su familia.
Cuatro días después, la policía determinó que el joven extremista abatido por el Dr. José Antonio Minetti en Córdoba era uno de los captores de Alfred Laun.
Una vez en la morgue, los investigadores pudieron determinar que el sujeto, al que se le halló un documento a nombre de Walter Eduardo Bazán, era en realidad Claudio Alberto Ludueña, estudiante de Medicina de 20 años, domiciliado en Alta Córdoba, quien había tomado parte en el mencionado secuestro.
En ese clima llegó el 1 de mayo, Día del Trabajador a nivel mundial y una de las fechas emblemáticas del calendario peronista.
Fue una jornada diáfana, con cielo despejado y un sol resplandeciente, ideal para un acto de esas características en Plaza de Mayo. La fiesta del trabajo y la unidad nacional según rezaba el slogan.
El movimiento había preparado una verdadera fiesta y se esperaba una multitud, más hallándose el líder en la presidencia.
Como en los días gloriosos del justicialismo, contingentes de obreros, trabajadores, empleados públicos, estudiantes, peones, jornaleros, amas de casa, administrativos y militantes de todas las líneas comenzaron a converger desde todos los rincones del país. Lo hicieron desde hora temprana llegando a pie, en ómnibus especialmente alquilados, colectivos fuera de línea, trenes, camiones y automóviles, casi todos portando banderas y estandartes identificatorios.
Los montoneros irrumpieron masivamente, enarbolando sus grandes pancartas y entonando estribillos desafiantes y agresivos.
-¡Montoneros, montoneros, los soldados de Perón. Los gorilas tiene miedo; tienen miedo al paredón!
-¡Rucci, traidor, a vos ya te pasó lo que le pasó a Vandor!
-¡Se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical!
-¡Si Evita viviera, sería montonera!
-¡Cinco, por uno, no va a quedar ninguno!
-Perón, Evita, la patria socialista!
Llegaron encabezados por los jefes de cada columna, quienes se mantenían en permanente contacto con la conducción en el local de la JP, a través de sus walkie-talkies.
Así estuvieron desde su arribo después del mediodía, a medida que se posesionaban de la plaza. Mientras tanto, los sectores gremiales se ubicaban en los espacios próximos a la Casa Rosada, dejando a ellos y las agrupaciones de izquierda a sus espaldas.
A las 14:30 aparecieron las primeras columnas de la Juventud Peronista de la República Argentina (JPRA) que junto a otras agrupaciones de la derecha, se ubicó en el sector izquierdo de la plaza, junto al edificio del banco de la Nación Argentina. Eran 20.000 militantes que se apoderaban del lugar tradicional de la Tendencia.
El C. de O. se situó en el centro, Guardia de Hierro a la derecha y la JP Lealtad detrás delante del Cabildo y la Municipalidad. 
Plaza e Mayo colmada el 1 de mayo de 1974



Perón llegó en helicóptero y cuando a las 5 de la tarde se asomó al balcón un rugido ensordecedor se elevó desde el epicentro de Buenos Aires, conmocionando la ciudad.
A su derecha se hallaban “Isabel” y Lastiri, a su izquierda López Rega y Lorenzo Miguel, inmediatamente detrás sus edecanes y en torno a ellos el séquito de funcionarios y aduladores que conformaban su entorno.
La ovación se prolongó varios minutos y obligó al presidente a pedir silencio con las manos. 
Como no lo logró, hizo caso omiso y haciéndole una seña al popular animador Antonio Carrizo, le indicó que se acercara a los micrófonos. En ese momento aparecieron en el balcón las tres reinas de belleza de aquel año, una de las cuales debía ser elegida Reina del Trabajo. Era la manera en que se había hecho política hasta 1955 y una de las tantas maneras de “llegada” que el régimen tenía con la masa.
Una de las jovencitas resultó agraciada y mientras le colocaban la corona y la banda, las agrupaciones de la Tendencia potenciaron su actitud desafiante.
-¡No queremos carnaval, asamblea popular! ¡No queremos carnaval, asamblea popular!
Y a ello, insultos abiertos contra “Isabel”, que en esos momentos ayudaba a la flamante soberana a colocarse sus atuendos.
Se produjeron entonces, algunos enfrentamientos, situación que los montoneros aprovecharon para rodear a la JPRA, aislándola de las otras agrupaciones.
Terminada la ceremonia, un ofuscado Perón se acercó a los micrófonos comenzó a hablar. 
Fue entonces que mientras la gente debajo suyo coreaba su nombre, llegaron desde atrás, claras y provocativas, las voces de la “juventud maravillosa” exigiendo respuestas.
-¡¿Qué pasa, qué pasa, qué pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular! 
La provocación que se repitió durante varios minutos, sobresaliendo por encima de la multitud.
Perón acusó el golpe frunció el ceño y aguardó unos minutos mientras la derecha peronista y el resto de la concurrencia intentaban tapar a los montoneros. Al ver que no lo lograban, se largó con el discurso.
-¡Compañeros, hoy hace veintiún años que en este mismo balcón y con un día luminoso como el de hoy, hablé por última vez a los trabajadores argentinos!
Perón insulta a los montoneros
(Imagen: "La Razón")



Mientras el mandatario hablaba, los montoneros, apoyados por un amplio sector de la JP, redoblaban sus gritos y prorrumpían en silbatinas. Quienes rodeaban al mandatario comenzaron a mostrar nerviosismo y los que ocupaban el balcón contiguo, a la derecha, se empezaron a inquietar.

-Fue entonces –siguió diciendo Perón- cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical, que se mantuvo a través de veinte años, pese a estos estúpidos que gritan.
El insulto fue respondido con vivas y muestras de aprobación por la muchedumbre, en especial los sectores de derecha que saltaban y se agolpaban frente a la Casa Rosada. Aún así, una fuerte silbatina llegó desde la parte posterior.
Perón, impertérrito, ignoró la provocación.
-¡Decía que, a través de estos veinte años, las organizaciones sindicales se han mantenido inconmovibles, y hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más méritos que los que lucharon durante veinte años!
La nación contuvo el aliento. El hombre que las organizaciones de izquierda habían escogido como bandera de la revolución bendecía a la ultraderecha y les extendía un chuque en blanco a las fuerzas de choque sindicales, mostrando abiertamente que les había soltado la mano.
La multitud deliraba. Perón hizo gestos con sus manos para acallarla y siguió:
-¡Yo quiero…! – dijo, pero la plaza volvió a interrumpirlo, tapando los insultos que los montoneros y la JP le dirigían a “Isabelita”, a López Rega y Lorenzo Miguel.
-¡¡Perón, Perón, Perón!! ¡¡Perón o muerte, la vida por Perón!! 
-¡Por eso, compañeros –sentenció-, quiero que esta primera reunión del Día del Trabajador sea para rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica y han visto caer a sus dirigentes asesinados, sin que todavía haya tronado el escarmiento!
Una salva de aplausos, gritos, redoblantes y bombos coronó la última frase.
-¡Compañeros, nos hemos reunido durante nueve años en esta misma plaza, y en esta misma plaza hemos estado todos de acuerdo en la lucha que hemos realizado por las reivindicaciones del pueblo argentino. Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes de todo lo que hemos hecho!
A esas palabras le siguieron más vivas y más aplausos en tanto los tambores redoblaban tapando los insultos y silbidos de los montoneros y la JP.
-¡Anhelamos que nuestro movimiento sepa ponerse a tono con el momento que vivimos. La clase trabajadora argentina, como columna vertebral de nuestro movimiento, es la que ha de llevar adelante los estandartes de nuestra lucha. Por eso, compañeros, esta reunión, en esta plaza, como en los buenos tiempos, debe afirmar la decisión absoluta para que en el futuro cada uno ocupe el lugar que le corresponde en la lucha que, si los malvados no cejan, hemos de iniciar!
Para entonces, las columnas montoneras enrollaban sus pancartas y se disponían a abandonar la plaza.
Furiosos, defraudados y convencidos de que habían sido traicionados, sus cabecillas impartieron la orden de retirada y se dirigieron a los vehículos, recomendándole a su gente no responder las agresiones.
Eso enardeció a la multitud que incentivada por elementos sindicales, comenzó a atacarlos arrojándoles todo tipo de objetos.
Los montoneros se retiran de la plaza. Elementos de la derecha sindical, la JPRA y
el C. de O. los atacan entablando los primeros enfrentamientos junto a la Catedral

(Imagen: "Gente y la actualidad")


Fue imposible evitar el choque. Los cuadros más jóvenes respondieron y eso produjo los primeros combates frente a la Catedral.
Siguiendo indicaciones de López Rega, las cámaras de televisión no enfocaron esas escenas como tampoco el momento en que los subversivos se alejaban dejando vacío el centro de la plaza.
Mientras tanto, Perón continuaba con su discurso.
-¡Compañeros, deseo que antes de terminar estas palabras lleven a toda la clase trabajadora argentina el agradecimiento del gobierno por haber sostenido un pacto social que será salvador para la República. Tras ese agradecimiento y esa gratitud puedo asegurarles que los días venideros serán para la reconstrucción nacional y la liberación de la nación y del pueblo argentino. Repito, compañeros, que serán para la reconstrucción del país y en esa tarea está empeñado el gobierno a fondo. Serán también para la liberación, no solamente del colonialismo que viene azotando a la República a través de tantos años, sino también de estos infiltrados que trabajan adentro, y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera, sin contar con que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero!
Una nueva ovación interrumpió al líder, la cual se prolongó cinco minutos con el consabido estruendo de bombos, tambores y gritos.
-¡Finalmente, compañeros, deseo que continúen con nuestros artistas que también son hombres de trabajo; que los escuchen y los sigan con alegría, con esa alegría de que nos hablaba Eva Perón a través del apotegma de que en este país los niños han de aprender a reír desde su infancia!
El nombre de Evita hizo delirar a los presentes, más cuando provenía de boca del mismo líder.
-¡Queremos un pueblo sano, satisfecho, alegre, sin odios, sin divisiones inútiles, inoperantes e intrascendentes. Queremos partidos políticos que discutan entre sí las grandes decisiones.
-¡¡Viva Perón, viva Perón!! –tronaba la multitud --¡¡Perón, Perón, Perón!! -¡No quiero terminar sin antes agradecer la cooperación que le llega al gobierno de parte de todos los partidos políticos argentinos. Muchas gracias a todos!
Era evidente y ya no quedaban dudas. Perón quería fuera a los montoneros y lo dejó claro esa tarde. Respondió sus cánticos, los insultó, los forzó a retirarse y le dio todo su apoyo a la derecha sindical. Lo hizo plenamente lúcido, consciente y responsable de lo que hacía mostrándole a la ciudadanía y al mundo que les había declarado la guerra.
Dos días después, la revista “El Caudillo de la Tercera Posición”, órgano de la derecha peronista fundado y dirigido por Felipe Romero publicó un artículo titulado “La Vida por Perón” firmado por Enrique M. Gerez. Decía el mismo sobre el final:

El General no podía haber estado mejor. La pauta la dan los mismos tendenciosos al escribir en las paredes: “Perón dijo no al Pueblo combatiente”, o cuando cantaban: “hay un solo infiltrado que se llama Juan Perón” Como si ellos fueran el Pueblo combatiente. Da risa, se quedaron solos; la rueda de la historia les pasó por encima. Perón los dejó afuera de un soplido y tuvieron que tira sus carteles –cuando no se los sacamos de prepo- y sus vinchitas y sus cartelitos y sus brazaletes.
El Pueblo Peronista se calentó las manos en las hogueras encendidas con las banderas del los “montos”. Mejor símbolo de la reacción popular imposible. Ahora, ¿quién va a discutir con el General? ¿Quién tiene la verdad y quién tiene al pueblo: Perón o Firmenich? Frente a esta alternativa volvemos a enunciar otro precepto justicialista: “Los que sean de Perón que se vengan al montón”. La Argentina Potencia está en marcha. La Revolución Justicialista sin enemigos poderosos en lo interno –porque a los imperialismos podemos correrlos como en Obligado- - Tenemos todo un pueblo leal a Perón, que cree fanáticamente en Perón, que obedece ciegamente a Perón y que combate ardorosamente por Perón cuando así lo exige el Caudillo. Así es compañeros que lo dicho en el primer número hoy es una verdad “grande como una casa”: ¡LA TENDENCIA SE ACABÓ; EL QUE MANDA ES PERON!
Porque es así, y porque Perón manda2.

Escuchar a los exponentes de la Tendencia a más de cuatro décadas resulta irrisorio. Aun ante tantas evidencias, cuando las pruebas no dejan dudas y los hechos las confirman, ellos siguen intentando desligar a Perón y desviar la atención hacia López Rega y la dirigencia sindical. Lo siguen haciendo y lo harán hasta el final de los tiempos.
En el informe especial del Canal C5N “Cuando Perón echó a los montoneros” Ernesto Jauretche, ex integrante de la JP y sobrino del pensador radical devenido en peronista Arturo Jauretche, vuelve a insistir con la senilidad de Perón, con su desintegración física y con ello resuelve todo.
-Es gravísimo que el líder se ofusque – dice – es gravísimo que pierda el control, que pierda la chaveta. Esto es un desastre. Fue un desastre.
Y como evidentemente sigue creyendo que el jefe del movimiento era un idiota, remata suelto de cuerpo:
-Era muy difícil que un hombre que había estado fuera del país dieciocho años pudiera entender la nueva realidad que se había gestado en esos dieciocho decisivos años de la historia argentina.
Dante Gullo, por su parte, sigue con la cantinela de que todo lo digitaban López Rega y algunos sectores que desvirtuaban lo que significaban las pautas programáticas del FREJULI.
La realidad es que el malestar de los montoneros estaba dirigido directamente a Perón a quien acusaban de haberse rodeado de “gorilas” y de estar traicionando la causa, un disparate de proporciones cuando ninguno de sus funcionarios era ni había sido enemigo del movimiento.
Según Jauretche, mientras el líder del movimiento hablaba, la dirigencia, en el local de la agrupación, se miraba desconcertada, sin creer lo que escuchaba.
Roberto Perdía dice a su vez que la gente no llegaba a entender el discurso, en especial los cuadros más antiguos de la organización que se encontraban al fondo de la plaza. 
-¿Qué hacemos? –se preguntaban- ¿Qué hacemos?
Según Jauretche, a través de los equipos de radio se impartió la orden de mantenerse en el lugar.
-¡Quédense. Nadie se mueve!
-La gente se quiere ir, empieza a empujar – respondían desde la plaza.
-¡Hagan cordones! ¡Impidan que la gente se retire!
-Están rompiendo los cordones, la gente nos empuja, no podemos contenerla.
Ante semejante evidencia no quedó más remedio que aceptar la realidad y acompañar la decisión de la mayoría.
-¡Retírense compañeros. Váyanse con la gente!
Y entonces, se alzaron como una las voces de mil gargantas.
-¡¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!! -¡¡Aserrín, aserrán, es el pueblo el que se va!!
De ser cierto este relato, queda claro que la JP no pudo contener a los montoneros y optó por retirarse con ellos.
Miente Jauretche cuando afirma que ese día Perón no insultó a los montoneros sino a todo el pueblo peronista “…que se había jugado la vida para que él venga”. Es un burdo intento de hacernos creer que la organización subversiva representaba al pueblo, la sociedad y la juventud.
-Eso fue irreparable y explica todo lo que ocurrió después.
Roberto Perdía es más temerario. Otra vez, como en el caso Ana Guzzetti, asegura que a los pocos días Perón intentó recomponer la situación, enviando a un grupo de militantes para establecer contacto. Según refiere, se efectuaron reuniones, se iniciaron conversaciones y durante las mismas se llegó a un acuerdo pero “justo cuando estaban estudiando la forma de hacerlo efectivo se produjo la muerte del mandatario”.
Grupos de derecha y de izquierda se agreden en Plaza de Mayo (Imagen: "Gente y la actualidad")





No es creíble y no hay referencias de esas reuniones. Además, con solo efectuar un somero análisis de lo ocurrido hasta ese momento y lo que sucedió en lo inmediato basta para entender que eso no es cierto. La creación de la Triple A, los elementos de esa organización integrando la guaria de korps del mandatario, la ola de secuestros, amenazas y ejecuciones, el aval a la derecha sindical desdicen a Perdía y a cuantos sostienen esos infundios.
Para el ex dirigente montonero, la fractura se produjo después de la muerte del líder y el violento quiebre del 1 de mayo fue apenas “el portazo de un hijo ofuscado contra su padre”. Jauretche no menciona esas reuniones sino que, por el contrario, reprocha la actitud de Perón y lo acusa de insultar al pueblo peronista. De haber ocurrido ese intento de acercamiento, sin duda lo habría mencionado.
En el mismo programa, la historiadora Araceli Bellota afirma que ahí se produjo una ruptura que no se pudo recomponer y Julio Bárbaro acota que Perón había llegado a la conclusión de que la juventud no había entendido las cosas.
Lo cierto es que los montoneros pasaron a la clandestinidad, las muertes continuaron y guerra que desangraba al país cobró bríos inusitados.


Imágenes


El hijo del Dr. Pfister atiende a la prensa luego
de la aparición de Samuelson
(Imagen: "La Nación")


Luego de tres meses de gobernar desde Olivos Perón regresa a la Casa Rosada
(Imagen: "La Razón")



Otro "mensaje" a la izquierda. En tanto
la "Tendencia acusa a Rucci de traidor en
abril de 1974 Perón descubre un busto del
jefe sindical en el local de la CGT
(Imagen: "La Razón")



"¡Estúpidos! ¡Imbérbes!". Perón insulta a los montoneros


Plaza colmada el día de la ruptura



La situación se desborda
(Imagen: "Gente y la actualidad")


Perón increpa a los montoneros con dureza
(Imagen: "La Nación")


Órgano del PRT


Desmanes durante la retirada de los montoneros. En la esquina de Sarmiento
y Suipacha destruyen a pedradas las vidrieras de una zapatería. Escenas de
pugilato sobre la calle Defensa
(Imagen: "La Razón")



Lucha cuerpo a cuerpo en Plaza de Mayo, Rivadavia esquina Reconquista
(Imagen: "La Razón")


A la izquierda elementos sindicales queman una bandera montonera. A la derecha
la policía lanza gases lacrimógenos para contener a los violentos
(Imagen: "La Razón")




Este es el hombre que según Montoneros y la Tendencia, iba a hacer la revolución de izquierda. En la image, Perón encabeza los actos del día del Ejército (Imagen: "La Razón")
Notas
1 La residencia del Dr. Pfister se encontraba en Ricardo Gutiérrez 850 de la mencionada localidad, muy cerca de donde vivía Samuelson.
2 “El Caudillo de la Tercera Posición”, Año I, Nº 25, 3 de mayo de 1974, p. 3.