jueves, 1 de agosto de 2019

TERRORISMO DE ESTADO A CARA DESCUBIERTA

EL CASO ANA GUZZETTI


Residencia Presidencial de Olivos. 8 de enero de 1974
Perón increpa duramente a la periodista Ana Guzzetti
quien desaparecerá unos días después

La tarde del mismo sábado en que se produjo el ataque a la guarnición de Azul, dos desconocidos tocaron timbre en el departamento 2º del edificio de Av. Independencia 1668, sito en el primer piso y solicitaron la presencia de Manuel Héctor Delgado, conocido militante de la JP. Cuando la voz, al otro lado del portero eléctrico preguntó quién lo buscada, le dijeron que traían un importante mensaje de la conducción. Delgado, argentino de 50 años de edad, les pidió a sus interlocutores un instante y tomando las llaves de su apartamento, bajó las escaleras en dirección a la entrada. Sin sospechar nada raro, abrió la puerta y cuando se disponía a preguntar, los sujetos extrajeron sendas armas y le efectuaron varios disparos para darse a la fuga inmediatamente después. El cuerpo de Delgado quedó tendido sin vida sobre el acceso al edificio, empapado en su propia sangre. Los vecinos, asustados, dieron aviso a la policía y una hora después, una ambulancia se hizo presente para retirar el cadáver y conducirlo a la morgue judicial1.

Por esos días, el envío de armas al régimen de Pinochet era algo que tenía desconcertados a los medios justicialistas, sobre todo aquellos que se preciaban de democráticos e izquierdistas. Nadie lo esperaba y mucho menos los representantes de la “juventud maravillosa” que desde hacía cinco años se llenaban la boca con un imaginario Perón socialista, enemigo de las dictaduras y artífice de la revolución popular y cada día que pasaba se les hacía más difícil justificar sus acciones. Desde el Ejército salieron a responder los cuestionamientos que se le hacían al gobierno, explicando que las armas habían sido compradas durante la administración de Allende y que se estaban cumpliendo los contratos establecidos. A nadie lograron convencer y menos a la oposición pues ningún régimen legal podía entregar armas a una dictadura que masacraba indiscriminadamente a su población civil y mucho menos esgrimir como argumento que las mismas habían sido adquiridas por la administración derrocada. No cabían dudas de que Perón veía con simpatías al golpe de Estado chileno y lo demostraría muy pronto al recibir en uniforme a su mentor y poner en marcha el Plan Cóndor a nivel continental. Nadie se tragó el cuento de que se cumplía con acuerdos preexistentes; si el presidente argentino hubiese sido realmente un dirigente revolucionario y la cabeza de un movimiento popular y democrático, jamás debió haber enviado armas a un régimen brutal ni mantenido relaciones con él. Por esa razón, los grupos de izquierda decidieron actuar y lo hicieron con premura, intentando volar 400 metros de vías en el trayecto de Potrerillos a la frontera con Chile, por donde debía pasar el tren con su cargamento. El hecho tuvo lugar la madrugada del jueves 3 de enero y su objetivo era impedir su llegada al vecino país. Se trataba de una partida de armas livianas producidas por Fabricaciones Militares e integrada por carabinas, ametralladoras, fusiles y pistolas cuyo destino era nada menos que el Cuerpo de Carabineros. El convoy, formado por una locomotora diesel y un vagón, se hallaba a cargo del maquinista Francisco Fernández y el foguista Félix Rivero quienes, en determinado momento, cuando se aproximaban al kilómetro 1137, notaron delante varios objetos sobre las vías. La maniobra de frenado no presentó inconvenientes dado que el terreno se hallaba en pendiente y eso permitió reducir fácilmente la velocidad. Cuando Fernández y Rivero se apearon, notaron sobre los rieles un montículo de tierra y encima de éste un cartel que decía: “Zona minada”. Varios cables salían del mismo y se conectaban a unos cartuchos de dinamita que se apiñaban más adelante entre los durmientes y ensamblado a ellos, un dispositivo de relojería cuyas agujas marcaban el Nº 3. Para su fortuna, el mismo se había trabado y eso impidió la detonación. Después de establecer contacto con la estación Potrerillos, las autoridades ferroviarias dieron aviso a la policía y ésta se hizo presente un par de horas después llevando consigo un equipo de técnicos especializados en explosivos. El mismo estableció que de haberse producido la detonación, hubiese volado 400 metros de vías y que su reparación iba a resultar en extremo costosa, demandado largas jornadas de trabajo y la interrupción del servicio por varios días. Pero lo más preocupante era el potencial destructivo del complejo, el cual hubiese puesto en peligro al personal ferroviario a bordo de la formación y a las personas que se encontrasen en las inmediaciones. Un fortuito cambio de locomotoras antes de la partida y la detención del mecanismo de relojería por desperfectos mecánicos, salvaron la vida de los trabajadores. La investigaciones que se iniciaron a poco del incidente permitieron establecer que la dinamita era la misma que se utilizaba en los trabajos de construcción de la ruta Panamericana, cerca de Las Cuevas, de donde había sido sustraída días atrás.
Febrero de 1974. El gobierno de Perón envía armas
al régimen de Pinochet a través de la cordillera

(Imagen: Revista "El Viaje")

El 24 de enero la policía confirmó que entre los detenidos por el ataque a la guarnición de Azul se encontraba Luis Arturo Lea Place, hermano de Clarisa Rosa Lea Place, una de las fugadas del penal de Rawson, muerta luego en Trelew. El joven guerrillero, de 23 años, se había fugado de la cárcel de Villa Urquiza, Tucumán, en 1971 y había sido condenado a 18 años de prisión al ser recapturado 24 horas después, junto a otros compañeros2.
Lea Place fue apresado en inmediaciones del regimiento la mañana del 20 de enero, según algunas versiones, luego de abandonar la quinta copada de la familia Inza. Junto a él cayeron Ana María Almada de Altera, esposa del abatido Guillermo Pascual Altera; Beatriz Lafour de Carrera, cuyo marido fue el autor material del asesinato de Nilda Cazaux de Gay; Alicia Carlota Rosa Marambio, Enrique Sánchez, Roberto E. Mayer, Percy Venegas Picollet, José Tomás Boris, Eduardo Adrián Samujedny, Antonio E. Esquivel, Emilio E. Arqueola, Martín Córdoba y Enrique Gaunal3. Dos días antes, tuvo lugar un enfrentamiento en Colegiales, más precisamente en el barrio de emergencia Fénix, contiguo al Mercado Dorrego, cuando la policía se hizo presente para allanar una vivienda. El intercambio de disparos fue en extremo violento y finalizó cuando los desconocidos se dieron a la fuga. En la casilla Nº 92 del asentamiento, fueron halladas dos carabinas Remington calibre 22, mochilas, carpas, elementos de acampe e instrumental sanitario, en especial agujas hipodérmicas y vendas. La policía se retiró con el armamento incautado, dejando en el lugar un agente de consigna. Dos horas después, aparecieron dos hombres y una mujer que sin mediar palabra, atacaron al representante del orden y escaparon. Impartida la novedad, cuadros policiales iniciaron una persecución que dio como resultado la captura de Juan Antonio Rojas, quien resultó ser morador de la casilla en cuestión. El 23 de enero la prensa informó que las dos personas arrestadas en Sarandí el 20 por la mañana eran la esposa y el hermano de Altera, los cuales fueron derivados a la Superintendencia de Seguridad Federal junto a un sujeto de apellido De Dios. Este último fue detenido durante un procedimiento realizado en el piso 13º de un edificio situado en Av. Boedo al 400, vereda par, donde también se incautaron instrumentos quirúrgicos, medicamentos, vendas y otros insumos.

El jueves 24 tuvo lugar una nueva cumbre entre Perón y Balbín. La reunión se llevó a cabo por la tarde, en la residencia presidencial de Olivos y se prolongó por espacio de una hora y media durante la cual ambos caudillos dialogaron sobre la situación imperante y las inminentes medidas a adoptar, entre ellas, la reforma del Código Penal. Balbín, que había interrumpido una gira por el sur del país, llegó a las 18:20 a bordo de un Dodge Coronado patente C-786444, guiado por su chofer. Ingresó por la puerta Nº 1, sita en la esquina de Villatte y Wineberg y de ahí cubrió el recorrido hasta la mansión, donde lo aguardaban el presidente de la Nación junto al Dr. Vicente Solano Lima. Ni bien finalizó la reunión, Balbín apareció en la puerta acompañado por el líder justicialista y cuando ambos se despidieron, fue abordado por la prensa.
-Dr. Balbín, ¿fue invitado por el señor Presidente o Ud. solicitó la audiencia? – le preguntó un periodista.
-Yo he pedido la audiencia – fue la respuesta.
-¿Qué le dijo al Presidente?
-Le he planteado mi punto de vista con respecto a la información que trasciende y que no siempre refleja la verdad.
-¿Todavía no ha sido decidida la intervención de la provincia de Buenos Aires?
-Todavía no están decididas las medidas que se van a adoptar.
-¿Si renunciara también el vicegobernador, Ud. sería partidario de que haya elecciones en la provincia?
-Mi punto de vista es el mantenimiento del sistema institucional.
-¿Ud. espera alguna respuesta? – le preguntó otro reportero.
-No espero ninguna respuesta. Yo he dado ya mi punto de vista.
Ese mismo día, la policía dio con una vivienda en San Francisco Solano, donde hasta hacía unas horas había estado recluido el coronel Crespo. Se trataba de una sórdida edificación de una planta, enmarcada por un muro de ladrillos cuyas paredes exteriores se hallaban sin revocar. Personal de la Superintendencia de Seguridad Federal llegó cerca de las 10 a.m., acompañado por efectivos de la policía bonaerense, hallando el lugar deshabitado aunque con signos de haber sido ocupado hasta esa misma madrugada.
El inmueble de San Francisco Solano, partido de Quilmes
donde hasta la madrugada del 24 de enero estuvo cautivo
el brigadier Crespo

(Imagen: "La Nación")

Para entonces, continuaban las requisas de libros considerados subversivos, pornográficos e inmorales y varios vendedores eran arrestados por “homosexuales” y “comunistas”4.
El 22, la policía secuestró la edición entera del diario “El Mundo”, que contenía el relato del ataque al regimiento de Azul, y lo incineró en la vía pública. Dos días después, estalló una bomba en su redacción, provocando graves daños; en otros puntos de la ciudad, fue secuestrado Marcelo Paniza, delegado gremial de la JP en la empresa Easton y estallaron numerosas bombas colocadas por la ultraderecha en diferentes objetivos, entre ellos la casa del abogado César Enrique Abramovich, el sindicato de Gas del Estado y diversas unidades básicas. El 28 un grupo armado secuestró y asesinó en Córdoba a José Roque Contino, militante de la JP, cuyo cadáver apareció a las pocas horas con muestras de espantosas torturas. En Santiago del Estero fueron detenidas numerosas personas acusadas de pertenecer al ERP y al día siguiente, la Triple A dio a conocer una lista de hombres y mujeres a los que pensaba ejecutar donde fuesen encontrados. Febrero comenzó peor. El día 1º, el militante del PRT tucumano Miguel Antonio Quinteros, de 26 años, recibió un disparo en la cabeza; el 5 un escuadrón de la UOCRA asesinó en Bahía Blanca a Hugo Mazzolini, activista juvenil y obrero de la construcción y el 7 otro grupo de tareas hizo lo propio con el periodista de “Siete Días” Julio César Fumarola cuyo cuerpo apareció acribillado en horas de la tarde, en un descampado de Ezeiza.

Llegamos así al 8 de febrero, día en que Perón ofreció la recordada conferencia de Prensa en Olivos en la que Ana Guzzetti, la periodista del diario “El Mundo”, lo interpeló temerariamente por la ola de crímenes y atentados que venía sufriendo la izquierda peronista. La conferencia fue transmitida por LRA Radio Nacional y LS82 TV Canal 7 a través de la Cadena Nacional de Radio y Televisión y alcanzó su pico de tensión cuando a los nueve minutos, la reportera pidió la palabra.
Perón: Bueno señores, siguiendo lo que ya había prometido, es decir, por lo menos hacer una conferencia de prensa por mes, es que los he molestado. Además de eso, porque tantos disparates en algunos diarios que quiero aclararlo para que no sigan “disparatando” ene se sentido. He visto muchos anuncios de renuncias, de ministros y de reemplazos de ministros algo que es totalmente falso; no hay nada de eso. Además, me están haciendo viajar a mí, no se adonde y por cuánto tiempo, que me voy, que si voy a volver. Yo no sé pero es una cosa… un poco arbitraria esta, no sé qué intención tendrán estas publicaciones pero… son falsa. Está bien que haya rumores en la calle pero en los diarios, los rumores ya… He querido aclararle eso. No tengo decidido absolutamente nada sobre viajar, ni fechas, ni nada. El día que sea necesario que yo viaje por funciones de estado lo haré, pero por ahora, no pienso hacerlo. Y en cuanto a los ministros, están totalmente firmes en sus cargos, cada uno trabajando, yo no sé por qué me los quieren echar. Y además, para contestar cualquier pregunta que los señores quieran, estoy a su disposición.
En ese punto comenzó el cuestionario. La primera pregunta trató sobre un trascendido publicado por el diario español “ABC”, según el cual, habrían sido detectados en proximidades de la Quinta “17 de Octubre”, en Madrid, tres argentinos aparentemente vinculados a alguna agrupación extremista. A ello contestó el líder justicialista manifestando desconocer el trascendido y que de ser cierto, esas personas no estarían en condiciones de hacer nada importante en la capital hispana. A continuación, se abordó el tema de los infiltrados en el movimiento, el de los elementos que dentro de la administración nacional estaban saboteando el gobierno y la tan ansiada reforma del Código Penal necesaria para depurar al régimen de esos elementos. Ana Guzzetti intervino en sex to lugar, a casi diez minutos de iniciada la rueda. En su condición de corresponsal del diario “El Mundo” alzó la mano y se presentó.
Ana Guzzetti: Ana Guzzetti del diario “El Mundo”. Señor presidente, cuando usted tuvo la primera conferencia de prensa con nosotros, yo le pregunté qué medidas iba a tomar el gobierno para parar la escalada de atentados fascistas que sufrían los militantes populares. A partir de los hechos conocidos por todos, de Azul, y después de su mensaje llamando a defender al gobierno, esa escalada fascista se ha ampliado mucho más. En el término de dos semanas hubo exactamente veinticinco unidades básicas voladas, que no pertenecen precisamente a la ultraizquierda; hubo doce militantes muertos, y ayer se descubrió el asesinato de un fotógrafo [en alusión a Fumarola]. Evidentemente, todo esto está hecho por grupos parapoliciales de ultraderecha. 
Perón: ¿Usted se hace responsable de lo que dice?
Ana Guzzetti: Y mire…
Perón: ¡Eso de parapoliciales lo tiene usted que probar!
Ana Guzzetti: Perfecto, es decir, el día que encontremos…
Perón [interrumpiendo a la reportera y dirigiéndose a uno de sus secretarios]: ¡Tomen los datos necesarios para que el Ministerio de Justicia inicie la causa enseguida contra esta señorita!
Ana Guzzetti: ¡Quiero saber qué medidas va a tomar el gobierno para investigar todos esos atentados fascistas!
Perón [visiblemente molesto]: ¡Las está tomando! Esos son asuntos policiales que están provocados entre la ultraizquierda y la ultraderecha; la ultraizquierda, que son ustedes y la ultraderecha, que son los otros señores. De manera que arréglense entre ustedes; la policía procederá y la justicia también procederá. Pero, indudablemente que el Gobierno, el Poder Ejecutivo, solamente lo que puede hacer es detenerlos a ustedes y entregarlos a la justicia; a ustedes y a los otros. Porque lo que nosotros queremos es paz, y lo que ustedes no quieren es paz.
Ana Guzzetti: Le aclaro que soy militante del Movimiento Peronista [desde] hace trece años.
Perón: ¡¡Hombre, lo disimula muy bien!!
La conferencia se prolongó media hora más, con Perón reivindicando a las 62 Organizaciones5, negando cualquier posibilidad de implantar el Estado de Sitio, haciendo referencia a la situación de determinados gobiernos provinciales, a la venta de petróleo a Uruguay, la de tractores y equipo agrícola a Cuba y el rol de la oposición dentro del gobierno. Los rumores de desabastecimiento y la versión de una crisis energética dieron pie a amplias explicaciones por parte del presidente y fueron seguidas con atención por la concurrencia. Ese día el mandatario no se encontraba a gusto, se lo veía visiblemente molesto e incluso evasivo a la hora de responder, de ahí que el entredicho con Ana Guzzetti lo haya puesto fuera de sí, a pesar de las sonrisas que ensayó a lo largo de la entrevista. En oídos de los presentes aun resonaba la amenaza contra la reportera pero nadie imaginó el desenlace de aquel incidente. Ni bien finalizó la conferencia, el juez Aquino instruyó la causa contra Guzzetti y según la mitología nacional y popular, pocos días después desapareció, luego de que el domicilio de su madre fuese violentamente allanado por la policía. El miércoles 26 de septiembre de 2012, el programa oficialista “6,7,8” parodia circense que el gobierno de turno lanzó al aire por el canal del Estado para sostener su posición, buscarle justificativo a sus actos de corrupción y denostar a la oposición, trató el tema de las conferencias de prensa por parte de los jefes de Estado. En la oportunidad, el periodista Orlando Barone puso como ejemplo lo acontecido el 8 de febrero de 1974, intentando justificar a la mandataria de turno, quien se negaba rotundamente a responder a la prensa.  En esa ocasión, el acomodaticio informador, el mismo que alguna vez trabajó para “Clarín”, órgano de prensa denostado por la administración que defendía, justificó el accionar de Perón en un intento de mostrar lo inconveniente que resultaba brindar ruedas de prensa. Trató a Guzzetti de “provocadora” e infiltrada, quien según su decir, fue puesta adrede para boicotear la conferencia. Entre los “invitados” de turno, se encontraba la periodista militante Gabriela Cerruti, vocera del oficialismo, autora de libros acusatorios y por entonces legisladora de la ciudad de Buenos Aires (pues a “6,7,8” solo iban oficialistas). Al escuchar la exposición de Barone lo interrumpió para recriminarle su actitud.
-Te puedo decir una cosa –lo interrumpió- No me parece un buen ejemplo el de esa conferencia de prensa, porque ¿sabés como terminó esa historia?
En ese momento, el estudio enmudeció. -Digo –continuó Cerruti- terminó con la desaparición de esa periodista. Con el secuestro y la desaparición de esa periodista.  Barone quedó petrificado. Ensayó una sonrisa y así quedó unos segundos, sin poder decir nada. El resto de los panelistas guardaron silencio y la tensión se fue haciendo cada vez más evidente. Como se dice vulgarmente, se podía cortar el aire con un cuchillo. 
-Disculpame, pero no me parece que sea un ejemplo feliz – sentenció Cerruti.
Barone seguía mudo, como llamando a sus laderos al rescate y como el mismo nunca llegó, el conductor del programa intentó poner paños fríos buscando una solución salomónica.
-A veces que funciona así –dijo-. Yo estoy de acuerdo con que exista la posibilidad de una pregunta, exista la posibilidad… hay una función pública que hay que dar cuenta públicamente la instancia que hay es la institución periodística para dar cuenta de esas funciones que se van llevando adelante en la vida pública lo que pasa es que también creo que no hay preguntas, hay una necesidad de… eeeeh… digamos… direccionar solamente o esperar o buscar una respuesta que no es que no es la que el funcionario quiere entonces ahí sí se cae en una idea de humillación que es lo que yo no estoy de acuerdo que esté… ¡humillación de la función pública alrededor de una pregunta!, ¿no?
Así de claro era “6,7.8”. Y para salir del trance, el moderador en cuestión se apresuró a cambiar de tema recurriendo a la mejor arma de aquel gobierno y su programa: buscar un “enemigo” al cual destruir.
-¡Cambiando de tema, pasamos a otro tema! [textual] Eduardo Feinmann que en su programa de ayer…
El “affaire” Barone trajo a conocimiento de la ciudadanía la existencia de una periodista llamada Ana Guzzetti que había increpado a Perón y desapareció pocos días después. En menos de un minuto, comenzaron a llover sobre el “panelista” insultos y críticas de todo tipo, la mayoría desde el mismo sector al que pertenecía. Era un desesperado intento por despegarse de él.
Cara de Barone tras el
reproche de Cerruti
Ana Guzzetti se convirtió en una heroína, una guerrera, una suerte de “David” femenino enfrentando al gigante para pagar su osadía de la peor manera. Y como no podía ser de otra manera, de golpe y porrazo, como se dice vulgarmente, del día a la noche, apareció una legión de personas asegurando haberla conocido, tratado, intimado con ella algunos o haberlo hecho “de pasada” otros, todos compenetrados de su tragedia. Algo similar al bombardeo a Plaza de Mayo donde todo el mundo dice haber estado y haberse salvado de milagro. El 28 de septiembre de 2012, al día siguiente del exabrupto de Barone, el desagradable periodista Ernesto Tenembaum entrevistó por radio al hermano de Ana Guzzetti. Durante la nota, el reporteado ironizó preguntándose si en aquellos días la cara más representativa de “6,7,8” no pertenecería a la Triple A.
Alberto Guzzetti: ¿Barone sería de la Triple A en ese momento? Es embromado escuchar a un periodista decir una cosa semejante. Preguntar algo es provocar. Está bárbaro.
Acto seguido, el entrevistado pasó a narrar los hechos.
Alberto Guzzetti: Un par de días después vinieron a la casa de mi madre, nosotros vivíamos en Dolores, y nos salvamos gracias a un vecino que era comisario de Coordinación Federal […]. Y él me avisó que iban a venir. Cuando yo volví estaba entrando el coche en mi casa. Lo levanté a mi hermano y la mujer que recién habían llegado de Estados Unidos y nos fuimos para Chascomús. Y nos quedamos unos días y cuando volvimos, bueno, habían reventado toda la casa […]. A mi hermana después la levantaron en Las Heras y Pueyrredón.
Ernesto Tenembaum: ¿Y qué le pasó?
Alberto Guzzetti: Estuvo desaparecida cerca de un mes. Yo presenté un Habeas Corpus y el juez, que era David Nickenson, un tipo impecable, la verdad, cuando lo presenté me dijo: “mire, usted sabe que yo voy a pedir informes a las Fuerzas de Seguridad y a las Fuerzas Armadas, pero la respuesta ya sabe cuál va a ser. Usted ante cualquier indicio que sea […] de donde puede estar me viene a ver a cualquier hora del día, de la noche. Tal es así, que en un momento un compañero me dijo que podía estar en Campo de Mayo y yo fui como a las 2, 3 de la mañana a la casa del juez y me recibió. Y después apareció mi hermana tirada en la Panamericana en el ramal a Pilar en bastante malas condiciones.
Tenembaum: Y… apareció directamente ahí. La liberaron así.
Alberto Guzzetti: Sí, en malas condiciones.
Tenembaum: Y su hermana le contó que fue detenida… 
Alberto Guzzetti: ¿Eeehh?
Tenembaum: ¿Fue secuestrada por quien? ¿Tenía alguna idea Ana de por quien había sido secuestrada?
Alberto Guzzetti: No. Dijo que ella estaba segura que había estado en Campo de Mayo, pero no tenía idea (¡¿?!).
Tenembaum: ¿Esto fue en qué año? Durante el peronismo, no en la dictadura.
Alberto Guzzetti: ¡No, no, esto fue durante el gobierno de Perón.
Tenembaum: ¿Antes de la muerte de Perón fue?
Alberto Guzzetti: ¡Siii, si, si!
Gerardo Young: Alberto, Gerardo Young lo saluda. A ver, después de la conferencia, dos días después le entraron a la casa. ¿Cuántos días o cuánto tiempo después es que secuestran a Ana?
Alberto Guzzetti: No recuerdo bien, mirá yo tenía una relación muy estrecha con Ana… En ese momento, se produjo un silencio.
Tenembaum: Lo escuchamos Alberto.
Alberto Guzzetti: No, un puedo – respondió el hombre visiblemente quebrado.
Young: Ah, pobre, bueno…
Alberto Guzzetti: Disculpame, pero… bueh [acongojado].
Tenembaum: Tranquilo. Si prefiere que lo llamemos en un ratito; si prefiere cortar, cortamos, no hay ningún problema.
Alberto Guzzetti: Si… Ella siempre se metió en despiole. Me acuerdo que para rajarse de acá, para vivir tranquila, se fue a vivir a la punta del cerro del Río Ceballos.
Tenembaum: Ahá, en Córdoba.
Alberto Guzzetti: Si, pero como no podía con su genio, escribió un libro del caso Maders. 
Tenembaum: Ya en la democracia actual, en la época de Angeloz.
Alberto Guzzetti: Sí, sí, y tuvo que venirse rajando custodiada por la policía porque era un caso muy pesado también, no sé si te acordás.
Tenembaum: Claro, el asesinato de Maders que ponía en cuestión la política creo que energética de Angeloz.
Alberto Guzzetti: ¡Exacto…[…].
Tenembaum: Regino Maders se llamaba.
Alberto Guzzetti: Exactamente.
Young: Bueno, Ana Guzzetti después trabajó en la agencia Télam hasta hace poco tiempo, ¿no es cierto, Alberto? 
Alberto Guzzetti: Y estaba como corresponsal en Trenque Lauquen.
Tenembaum: Claro.
Alberto Guzzetti: Lo que pasa es que le agarró no sé si un delirium tremens. Yo la traje acá y la interné en un par de lugares. La traje acá, la interné en un par de lugares. Después se la llevó el marido; como no tengo relación con el marido, no sé ni siquiera si está viva. 
Young: Pero ustedes, digamos, vincularon, obviamente el allanamiento de dos días después y el secuestro de ella con su pregunta en la conferencia de prensa.
Alberto Guzzetti: Totalmente, aparte, te vuelvo a repetir, lo dijo el comisario este de Coordinación Federal. Coordinación Federal era la parte de la policía que...
Young: Sí…
Tenembaum: que hacía la…
Young: Y era la Triple A; la parte de la policía que formó la Triple A.
Alberto Guzzetti: La alcahuetería política (¡¿?!). Esos mandaban en cana a todo el mundo. 
Tenembaum: Alberto, le agradecemos enormemente el recuerdo de Ana y el recuerdo de ese episodio y… bueno, le mandamos un abrazo grande. 
Alberto Guzzetti: No. Te agradezco porque hoy lo escuché esta mañana en el pase de Castro con Gelblung y hubo una persona que llamó y dijo que la periodista no era Ana Guzzetti, que era otra periodista, este, por eso es que llamaba, más que nada. 
Tenembaum: ¿Ella estaba…?
Alberto Guzzetti: En recuerdo de mi hermana.
Tenembaum: ¿Ella estaba orgullosa de la pregunta que había hecho?
Alberto Guzzetti: Sí, sí, mirá, con Ana militamos juntos, después nos separamos, este, yo seguí más cerca del peronismo y ella se arrimó un poco más a la izquierda. Pero si, estaba convencida de que la pregunta estaba bien hecha la pregunta y yo también.
Tenembaum: Y claro que sí.
Alberto Guzzetti: Yo también porque existía.
Tenembaum: Alberto, le…
Alberto Guzzetti: López Rega, el “Turco” Yessi. ¿No sé si ustedes se acuerdan? Son más jóvenes.
Tenembaum: Somos mucho más jóvenes pero obviamente hemos leído y alguna memoria tenemos.
Young: Claro.
Alberto Guzzetti: Pero… igual… ¿”Tato” Young se llama el de la catarsis?
Young [riendo]: Si, acá estoy Alberto.
Alberto Guzzetti: Si, tenía una información precisa, más o menos de lo que pasó. 
Tenembaum: Alberto, le mandamos un abrazo…
Young: Gracias.
Alberto Guzzetti: Te digo un dato más. Cuando la levantaron a mi hermana, salían de la casa de una compañera que se llamaba Agustina Paz.
Tenembaum: Agustina Paz. 
Alberto Guzzetti: Esa chica desapareció totalmente.
Tenembaum: Alberto, un abrazo grande.
Alberto Guzzetti: Un abrazo, chau.
Lo recalcamos, el exabrupto de Barone y la entrevista de Radio Mitre permitieron desempolvar un hecho ignorado por la inmensa mayoría de la población, en cuanto a la existencia de la periodista, su actitud desafiante, su secuestro y desaparición. Pero con el paso de los años comenzaron a salir a la luz versiones contradictorias que pusieron en duda la veracidad del relato. Esas versiones iban desde la situación de detenida-desaparecida de Ana Guzzetti a muerta por depresión en Trenque Lauquén, dos meses antes de la payasada de “6,7,8” y la entrevista radial a su hermano. ¿Qué sucedió realmente? Como ya dijimos, de la noche a la mañana entraron en escena numerosas personas que decían haber conocido a la reportera y tratado de alguna manera con ella. El caso más risible es el de Laura Di Marco, autora de un artículo publicado en “La Nación” titulado “La periodista que desafió a Perón”, aparecido en la edición del 5 de octubre de 2012. En el mismo, la periodista dice recordar una expresión de su padre frente al televisor cuando Guzzetti interpeló al primer mandatario.
-Pobre piba, en la que se metió… va a terminar en una zanja.
Lo cómico es que una niña de apenas 8 años comprendiese la situación y sintiese “un ramalazo de miedo al escuchar a su progenitor y ver su rostro desencajado de golpe”.
Por supuesto que, a esa edad, yo no podía captar la escena completa, pero al menos comprendía dos cosas: que esa llanera solitaria se había metido en un brete tremendo y que, a partir de aquella osadía, su vida corría peligro.
Que nos disculpe Di Marco pero no le creemos, y mucho menos cuando afirma que en esos años, “…los niños convivíamos con una difusa sensación de tragedia inminente que flotaba en el aire. Un olor a muerte cercana, en estado latente, a la que ningún adulto podía poner en palabras: amenazas de bomba en la escuela; militares armados saltando por los techos; muchachos que se escondían en el baño del Normal 10, mi colegio en Belgrano, en medio de una redada policial (luego supe que eran militantes montoneros que estudiaban en el profesorado). Supongo que mis compañeros de clase y yo, los chicos de aquella época, habíamos llegado a creer que el mundo era así de loco y violento”. Quien esto escribe, mucho mayor que ella (por entonces tenía 17 años), apenas percibíamos lo que sucedía; lo hacíamos a través de los noticieros, la prensa gráfica y lo que se conversaba en la mesa o en la calle, pero eran cosas a las que no les prestábamos atención, mucho menos un niño de corta edad.  

No recuerdo bien qué pasó aquel día después de la conferencia de prensa televisada desde Olivos, pero sí tengo muy presente que aquella noche me fui a dormir bajo la influencia de una extraña y nueva fascinación. Había descubierto a una nueva heroína cuyo nombre era Ana Guzzetti, aunque eso lo supe muchos años más tarde. 

Demasiado rebuscado. No cierra. La conferencia se transmitió en horas del mediodía y aquel viernes de verano los chicos, en lugar de analizar la situación política y sacar conclusiones sobre lo que sucedía, disfrutaban las vacaciones escolares. Como no podía ser de otro modo, veinte años después, Di Marco conoció personalmente a Ana Guzzetti, prueba fehaciente de que la afirmación de Gabriela Crruti, en cuanto a que había desaparecido, era falsa. Si un secuestrado aparece a los pocos días y muere 38 años después, a solo dos meses del mencionado programa, no es un desaparecido. Di Marco dice haberla conoció en la agencia Télam, cuando era redactora de la sección Política. En esa oportunidad, un editor se acercó a su escritorio llevando a una mujer de los hombros y le dijo orgulloso:
-¿Vos sabés quién es esta periodista? Nada menos, que Ana Guzzetti, la que le preguntó a Perón por la Triple A…
Di Marco dice haberse quedado sin palabras, como ante una aparición sobrenatural dado que su “ídola de la infancia” se había corporizado.

…de pronto, estaba parada frente a mí, a salvo. Yo la creía desaparecida.

Después de explicar que en los años del menemismo también había periodistas militantes y que en Télam existía dos bandos bien diferenciados, el de los honestos que peleaban por resguardar la profesión y aquellos que respondían al gobierno de turno (como “6,7,8”) y contaban con prebendas, Di Marco continúa diciendo que a Ana Guzzetti se la ubicó en la redacción, que hacía poco tiempo se había separado del dirigente comunista Sergio Peralta con quien convivía y que por entonces fumaba demasiado y hasta tenía problemas con el alcohol.

Había comenzado su proceso de autodestrucción, lento pero seguro. A mediados de los 90 tenía poco más de cincuenta años, pero parecía una mujer mucho mayor. La detención, la tortura y los avatares del exilio interno  -se había refugiado en Córdoba-  que siguieron a aquella osadía memorable, seguían, al parecer, pasándole factura.

Y de los 90 nos lleva nuevamente a 1974 para explicarnos, como lo hizo el hermano de su ídola, que se salvo de desaparecer gracias a un tío marino, el vicealmirante César Augusto Guzzetti, poco después ministro de Relaciones Exteriores y Culto del Proceso de Reorganización Nacional6, quien en su condición de militar, intercedió por ella y logró rescatarla. “Antes del golpe, aparentemente, aún se podía interceder con algún éxito por familiares de víctimas de la represión ilegal”, dice Di Marco soslayando que después del 24 de marzo de 1976 también aparecieron varios detenidos. La nota también se refiere al autoexilio cordobés, al polémico libro sobre el caso Maders que le valió regresar a Buenos Aires bajo fuerte custodia policial y a su envío a Trenque Lauquen como “corresponsal” de Télam, un destino insólito, por cierto. Allí Guzzetti habría organizado la primera marcha por la aparición de José Luis Cabezas y falleció en julio de 2012, es decir dos meses antes de que Gabriela Cerruti la diera por desaparecida, víctima de una profunda depresión. Tenía 68 años de edad.
Julio César Fumarola
(Imagen: "Estrella Roja")
Parece que en esos últimos tiempos, la temeraria reportera estuvo acompañada por la periodista Ana María Ford, del diario local “La Opinión” quien “…la acompañó hasta donde pudo, en sus años finales”. Y entonces, aparecen las versiones post-mortem, que apenas uno sólo conoce y bajo “hermética confesión”. Según Ford, Ana llegó a contarles a ella y a otros miembros de Télam que “…después de aquella conferencia de prensa, en febrero de 1974, logró tener un encuentro cara a cara con Perón poco antes de su muerte. Entonces, Perón le habría dicho: ‘Mientras yo viva, no te va a pasar nada’". Suena todo muy raro, muy improvisado, como aquella persona que varias décadas después se descolgó con la versión del Che Guevara nacido un mes antes, según “confesión” de su propia madre o los pobladores de La Higuera, cada uno de los cuales posee su propia historia respecto al final del líder revolucionario. Alberto Guzzetti no mencionó aquel encuentro con Perón y nada se dijo en su momento. Si la periodista apareció en muy malas condiciones varios días después del secuestro, a casi un mes como se dice por ahí, ¿en qué momento se reunió con el líder justicialista? ¿Cuándo la mandó llamar para dialogar? ¿Fue antes del 1º de mayo cuando terminó de romper con la izquierda montonera o entre ese período y los días de junio en que falleció? Fueron jornadas demasiado agitadas como para que un hombre con la salud deteriorada, al borde de la muerte, inmerso en el caos que era entonces la política nacional y a punto de quebrar con una parte importante de su movimiento haya tenido tiempo de recibir a una ignota periodista que para más, representaba al órgano de prensa del PRT-ERP que el 14 de marzo ordenó clausurar. La página virtual “Mangrullo del Tiempo” de Horacio Ricardo Silva, afirma que Ana Guzzetti fue primero querellada judicialmente, después secuestrada, torturada salvajemente y que estuvo desaparecida cerca de un mes7; el sitio IzquierdaPuntoInfo de Carlos Petroni, no menciona el rapto ni los tormentos8, la página apologética de Roberto Baschetti tampoco9, pues en ella se intenta desligar a Perón de toda responsabilidad. En “No soy lo que debería Ser. El sitio de Nilda”, la autora, quien también asegura haberla conocido, afirma: “…fue liberada luego de no sé cuánto tiempo de tortura y cárcel, de donde salió con un desequilibrio mental importante. Les cuento esto porque fui testigo”10. ¿Qué ocurrió realmente con Ana Guzzetti? ¿Fue realmente secuestrada y torturada? ¿Es otra víctima del terrorismo de Estado o se trata de una nueva fábula? ¿Era realmente peronista? Y si lo era, ¿qué hacía trabajando en un diario del ERP? ¿Acaso mentía? ¿Es verdad que poco después la recibió Perón o eso lo idearon después del exabrupto Barone/“6,7,8”? Nos inclinamos a creerle a Alberto Guzzetti aunque en la Argentina se ha mentido tanto con el tema de los desaparecidos, la represión, los secuestros y las muertes, que tenemos nuestros reparos. En 1983 todos la jugaban de víctimas del terror estatal, de perseguidos, torturados, exiliados; de ser hijos de desaparecidos pues eso daba y aun da prestigio, jerarquía, credibilidad y respeto. Sin embargo, poco a poco se fue descubriendo que muchos de esos casos eran falsos y que quienes los esgrimían perseguían fines espurios, como aquel caradura que al ser detenido por la policía luego de una infracción de tránsito, salió a lucir sus blasones de “hijo de desaparecido”. Alberto Guzzetti dijo durante el reportaje que con su hermana también desapareció Agustina Paz pero indagando al respecto no hemos hallado indicios de su persona, solamente una Agustina Muñiz Paz, secuestrada el 20 de abril de 1976 y una madre, de ese nombre, que perdió a su hija por la misma época y es citada por Josefina Delgado en Memorias imperfectas. Cierto o no, verdadero o falso, en aquellos días, la arremetida justicialista contra los sectores de izquierda crecía y como afirmó la reportera de “El Mundo” durante la rueda de prensa, “…en el término de dos semanas hubo exactamente veinticinco unidades básicas voladas que no pertenecen precisamente a la ultraizquierda; hubo doce militantes muertos, y ayer se descubrió el asesinato de un fotógrafo”, como hemos dicho, refiriéndose a Julio César Fumarola, fotógrafo de “Siete Días”


Imágenes




24 de enero de 1974. Nuevo encuentro de Perón
con Balbín en la Quinta Presidencial de Olivos
(Imagen: "La Nación")





Dos de los atacantes de la guarnición de Azul
A la izq, Luis Arturo Lea Place. A su lado
Emilio Arqueola
(Imagen: "La Nación")





Secuestro y quema de la edición de "El Mundo" donde
se relataba el asalto a la guarnición de Azul


Reforma del Código Penal propiciada por Perón 
Ana Guzzetti se decía peronista pero trabajaba para el diario del ERP
 

Ana Guzzetti se decía peronista pero trabajaba para el diario del ERP


Notas
1 Tomó intervención en la causa el juez Julio Marcelo Lucini.
2 Entre los fugitivos apresados junto a Lea Place se encontraba Carlos Benjamín Santillán, importante cuadro del PRT-ERP. Desaparecerá junto a su esposa, María Cristina Lanzillotto el 17 de noviembre de 1976. Lanzillotto era cuñada de Domingo Mena, uno de los máximos dirigentes de la agrupación.
3 Sobre los detenidos, ver el Decreto S 118/75 firmado en Buenos Aires el 17 de enero de 1975, por María Estela Martínez de Perón. Con respecto  Percy Venegas Picollet, según la prensa de la época, se trataba del apodo de un (o una) militante extranjero/a de origen boliviano. En cuanto a Emilio Arqueola, se había fugado de la Central de Policía de Córdoba, arrojándose al vacío desde el primer piso donde se encontraba esposado. Después de caminar por los techos vecinos, saltó al patio del restaurante La Recova y tras permanecer escondido varias horas, escapó con destino desconocido frente a los asombrados empleados del lugar.
4 Equipo de Izquierda.Info, “Triple A: toda la verdad caiga quien caiga”, Izquierda Punto Info
(http://www.izquierda.info/modules.php?name=News&file=article&sid=2945).
5 Se le preguntó sobre la decisión manifiesta por la conducción de la organización de declarar persona no grata al gobernador de la provincia de Salta Miguel Ragone, secuestrado y desaparecido el 11 de marzo de 1976 durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón. Para el líder justicialista, la agrupación sindical era una entidad legal que estaba en todo su derecho de declarar persona no grata a quien quisiera.
6 Desempeñó esas funciones entre el 29 de marzo de 1976 y el 23 de mayo del año siguiente. El 5 de mayo de 1977 sufrió un atentado perpetrado por Montoneros, por el cual quedó mudo y cuadriplégico.
7 Horacio Ricardo Silva, “Ana Guzzetti, periodista”, Mangrullo del Tiempo, domingo 30 de septiembre de 2012 (http://mangrullodeltiempo.blogspot.com/2012/09/).
8 “Triple A: Toda la verdad, caiga quien caiga”,
(ttp://www.izquierda.info/modules.php?name=News&file=article&sid=2945).
9 Militantes del peronismo uno por uno. Ana Guzzetti
(http://www.robertobaschetti.com/biografia/g/287.html).
10 Nilda (no da el apellido), “Canallada Barone. Una lágrima por Ana Guzzetti”, No Soy lo que debería Ser, el blog de Nilda, 28 de septiembre de 2012. (https://elnosoyloquedeberia.wordpress.com/2012/09/28/canallada-barone-una-lagrima-en-memoria-de-ana-guzzetti/).