miércoles, 26 de junio de 2019

Portada de la revista "Panorama"

Montoneros logró eludir la persecución a la que fue sometido por las fuerzas de seguridad luego del asesinato de Aramburu y la toma de La Calera y con el apoyo de sus simpatizantes, logró reagruparse y regresar a la acción.
En el mes de agosto, la agrupación asaltó la sucursal Laguna Larga del Banco del Interior y Buenos Aires, llevándose la suma de $27.000.000 y a comienzos de septiembre, hizo lo propio con otra entidad bancaria en la provincia de Buenos Aires, apropiándose de otra cifra millonaria. En el comunicado que emitieron tras el primer atraco, anunciaron nuevas acciones y represalias por la muerte de Emilio Maza, dejando en claro que la cosa iba en serio.
Su siguiente golpe fue mucho más sangriento y resonante.
Desde la muerte de Vandor, en 1969, José Alonso era el sindicalista más poderoso de la Argentina. Porteño, nacido en el barrio de Monserrat el 6 de febrero de 1917, pertenecía al gremio de los sastres, profesión que aprendió junto su padre inmigrante. 

Había accedido a la delegación de su sindicato en 1938 y cuando Perón se hizo cargo de la Dirección Nacional del Trabajo -que al cabo de un tiempo convirtió en la Secretaría de Trabajo y Previsión-, se convirtió en incondicional suyo. Fue uno de los creadores del Sindicato de Obreros de la Industria del Vestido (SOIVA), fundado el 23 de marzo de 1943, desde el cual, siguiendo los lineamientos del líder justicialista, logró neutralizar a la Federación Obrera del Vestido (FOV), infiltrada por socialistas, comunistas y “elementos indeseables”. Dos años después dio forma a la Federación Obrera Nacional de la Industria del Vestido, de la que fue electo secretario general y en 1946 pasó a integrar la mesa coordinadora de la Confederación General del Trabajo (CGT), a la que representó en numerosos congresos internacionales.
Su figura fue creciendo hasta acaparar la atención de Perón, posición que logró afianzar al contraer matrimonio con María Luisa Pinella, también sindicalista y colaboradora cercana de Eva Perón.
En 1952 Alonso accedió a una banca en el Congreso (diputado nacional por la Capital Federal), cargo que desempeñaba cuando se produjo el estallido militar que derrocó al régimen1. Estuvo detenido hasta el 25 de junio de 1956 cuando a causa de un error administrativo, quedó en libertad, razón por la cual, sabiendo que el gobierno militar lo buscaba nuevamente, abandonó el país para unirse a Perón en su exilio venezolano.
Fue uno de los artífices del pacto entre el líder depuesto y Rogelio Frigerio, que propició la candidatura de Arturo Frondizi y eso le permitió regresar a la Argentina para unirse a la Resistencia Peronista y trabajar en secreto por el retorno del líder. En 1957 volvió a ser detenido, pero salió libre unos meses después, cuando el gobierno decidió amnistiar a algunos dirigentes del antiguo régimen.
Tras dar forma a una nueva agrupación gremial (Nuevo Rumbo), en 1958, ya con Frondizi en el poder, fue elegido secretario general de la CGT, situación que le permitió abocarse de lleno a su normalización.
Para 1963, Alonso había barrido de la central a los elementos no peronistas, de ese modo, su figura se hizo más fuerte y su ascendiente sobre Perón más notable, en especial, durante la presidencia de José María Guido.
Su anuncio de que Perón regresaba en 1964 se vio frustrado por la situación política imperante. En aquella oportunidad, acusó al gobierno de Arturo Illia de hipócrita y débil y en ese sentido, puso en marcha el vigoroso plan de lucha cuyo objetivo principal era asegurar el retorno. En la oportunidad, fueron ocupadas ochocientas plantas industriales del Gran Buenos Aires (21 de mayo de 1964) y se decretaron seis paros generales que pusieron en jaque a la administración nacional.
José Alonso
En diciembre de aquel año, el poderoso dirigente integró el grupo de sindicalistas y militantes que organizaron el Operativo Retorno, que como su nombre lo indica, estaba destinado a traer de regreso a Perón.
El 2 de diciembre de 1964, el líder abordó en Barajas el avión DC-8 “Velázquez” de Iberia y previa escala en Río de Janeiro, aterrizó en San Pablo, donde a pedido del propio Illia las autoridades brasileras le impidieron seguir viaje.
Perón regresó a Madrid y poco después, Alonso fue reelecto para un nuevo período al frente de la CGT. A partir de ese momento, comenzó su enfrentamiento con Augusto Timoteo Vandor, quien representaba a la línea independiente del sindicalismo argentino, la misma que buscaba desprenderse de las directivas del líder exiliado y propiciaba un acercamiento con el gobierno de turno.
Alonso respondió creando La 62 Organizaciones “De Pie Junto a Perón” junto al textil Andrés Framini2, el ferroviario Lorenzo Pepe y el sanitario Amado Olmos, agrupación que contaba con total respaldo del Comando Peronista.
Las tensiones crecieron y los enfrentamientos también. En ese marco, se produjo la llegada al país de María Estela Martínez de Perón, tercera esposa del ex-presidente, enviada por aquel para apoyar a la flamante entidad y contrarrestar el creciente poder de Vandor (1965). Alonso se convirtió en brazo derecho del líder y se lanzó a la lucha con extrema violencia, aunque la misma no dio los resultados que esperaba.
Ante semejante clima, Martía Estela Martínez de Perón regresó a España y tras el golpe de Estado del general Onganía, la facción de Vandor se hizo del poder, desplazando a Alonso de la CGT.
Parecía que Perón perdía el control de las agrupaciones sindicales, más cuando Vandor mostraba abiertamente su intención de entrar en entendimientos con el nuevo régimen, pero el caudillo supo mover las piezas y se limitó a esperar, aguardando el momento propicio para moverlas.
Inexplicablemente, Alonso estuvo presente en la jura de Onganía junto al propio Vandor y sus laderos, Fernando Donaires, Francisco Prado y Juan José Taccone, de Luz y Fuerza y hasta llegó a congratularse de la caída de Illia, al que tildó de inepto, liberal y burgués, pero cuando en el mes de septiembre Perón condenó al nuevo régimen, se apresuró a tomar distancia y pronunciarse en su contra, sobre cuando al cabo de tres meses, Adalbert Krieger Vasena fue designado ministro de Economía. Esa fue la razón por la que entró en entendimientos con Vandor y le propuso trabajar en equipo para normalizar la situación y enfrentar “al nuevo enemigo”.
Cuando en mayo 1967 el vandorista Prado renunció a la Secretaría General de la CGT, se organizó un congreso destinado a encauzar la situación. El mismo se llevó a cabo entre el 28 y 30 de marzo del año siguiente, donde debieron enfrentar a la nueva vertiente liderada por el izquierdista Raimundo Ongaro, quien tras la retirada de sus contrincantes, resultó electo secretario general.
Ahí fue donde se dividió la agrupación; el grupo de Vandor y Alonso se quedó con el emblemático edificio central y el de Ongaro constituyó la denominada CGT de los Argentinos, entre cuyos asesores figuraba Rodolfo Walsh.
Los violentos sucesos de 1969 (Cordobazo, Rosariazo, muerte de Vandor), llevaron al gobierno a intervenir la CGT Azopardo (central) y disolver la De los Argentinos pero en diciembre de ese año, la medida fue levantada, permitiendo a los dirigentes sindicales organizar la Comisión de los 23, que el 14 de julio de 1970, en plena agitación por el secuestro y asesinato de Aramburu y el copamiento de varias localidades en el interior del país, designó al metalúrgico José Ignacio Rucci, secretario general.
Un hombre de la línea vandorista se hacía cargo de la central obrera y se convertía en el principal vocero de Perón en el país.
Para los montoneros, no representaba la línea revolucionaria ni trabajadora pues, según el decir de Juan Manuel Abal Medina, se trataba de un fascistoide, con escasa formación, poco instruido, mal político aunque extremadamente leal a Perón. Alonso, por su parte, era la personificación de “la traición”, quien había pactado con el vandorismo y de esa manera, apostatado de la causa proletaria.
La cúpula subversiva decidió su ejecución luego de una reunión plenaria que se llevó a cabo en el Barrio Clínicas de la ciudad de Córdoba, a la que la posteridad le adjudicó presencias y ausencias dudosas. Lo cierto es que ese día, los montoneros resolvieron acometer su tercer magnicidio y para ello, pusieron en marcha su mecanismo represor, trazando un minucioso plan para ejecutarlo.
Para ello, realizaron un exhaustivo trabajo de inteligencia, estudiando detenidamente la geografía próxima a su vivienda y sobre todo, sus horarios y movimientos.
Una vez recolectada la información, procedieron a bosquejar la operación, basándose en planos, fotografías e itinerarios, moviéndose indistintamente entre dos casas operativas de la Capital Federal.
Abrazo con Vandor
El análisis de la situación, permitió determinar que el día ideal para dar el golpe era el jueves 27 de agosto, en horas de la mañana. Alonso rumbo a la sede del sindicato, ubicada en Tucumán 737, entre las 08:30 y las 08:45, siempre acompañado por alguien y a la vista de la custodia policial que el gobierno le había asignado.
La estrategia era simple; dadas las características del terreno y la cercanía de la Comisaría 31ª (Av. Cabildo 232), a escasa cuadra y media del objetivo, el grupo comando no podía superar los cuatro efectivos, quienes se desplazarían en dos automóviles previamente robados3. A las 06:00 a.m., los vehículos debían partir de las casas operativas y antes de las 07:00, reunirse en una de ellas, para partir desde allí hacia el blanco. Cuarenta y cinco minutos después, efectuarían el control previo, con punto de reunión sobre Av. Cabildo esquina Federico Lacroze y a las 08:05, pasarían a ocupar sus posiciones, el Chevrolet 400 color blanco (vehículo A) en Benjamín Matienzo, entre Zapata y Ciudad de la Paz, simulando un desperfecto mecánico y el Peugeot 404 del mismo color (vehículo B), en Santos Dumont, entre Av. Cabildo y Zapata, a una cuadra de la casa de Alonso, donde interceptarían el automóvil del dirigente y le darían muerte.
Los pasos se cumplieron conforme a lo planeado. La mañana del jueves 27, el vehículo A, llegó por Av. Cabildo, llevando tres efectivos a bordo. A la altura de Benjamín Matienzo, cuando pasaba frente al Instituto Geográfico Militar, dobló a la derecha, hizo una cuadra y luego de cruzar Zapata, se detuvo sobre la acera norte, simulando una falla mecánica. Los dos acompañantes se bajaron, abrieron el capot y se pusieron a revisar el motor. Justo en ese momento, el vehículo B, pasó lentamente a su lado y y al llegar a Ciudad de la Paz dobló en dirección sur, para frenar en la esquina de Santos Dumont.
El país amanecía con la novedad de un nuevo copamiento en Ferreyra, provincia de Córdoba, donde un grupo comando denominado “Hilda Guerrero de Molina”4, que llegó a bordo de tres automóviles, ocupó la Comisaría 16ª, robó armamento, uniformes y dinero, pintó consignas del Movimiento Revolucionario Argentino (MRA) y se retiró a los veinte minutos, sin producir bajas. Tres meses antes, otros diez subversivos disfrazados, habían asaltado el banco de la localidad, llevándose $25.000.000.
Hubo un instante de incertidumbre cuando a las 08:30, no se percibía movimiento alguno en la vivienda. Como hemos dicho, Alonso acostumbraba salir entre esa hora y las 08:45, incluso un par de veces lo había hecho a las 08:20, pero en esta ocasión no ocurría nada. Recién a las 08:55 llegó el Fiat 1600 bordó de Enrique Ramón Micó, el secretario adjunto del SOIVA, quien luego de detenerse en la puerta, se bajó del auto y se introdujo en la casa del dirigente, situada en Santos Dumont 2542. Minutos después, salieron ambos, Alonso, impecable, luciendo saco, corbata, chaleco y sobretodo obscuro, caminando a la par de su segundo, con un maletín en su mano derecha. Antes de subir, abrió la puerta trasera, colocó su portafolio en el asiento y enseguida se sentó junto a Micó, que en ese momento ponía el motor en marcha.
Cuando el Fiat 1600 arrancó, el vehículo B comenzó a seguirlo; su conductor aceleró y antes de llegar a la esquina, lo pasó, tal como estaba previsto pero en ese preciso instante, un automóvil que apareció de la nada lo obligó a frenar, permitiéndole a Micó adelantarse, para doblar en Zapata en dirección al norte.
Al llegar a la esquina de Benjamín porque una cuadrilla de Gas del Estado trabajaba sobre el pavimento.
Alonso reía cuando el Fiat 1600 pasó junto al vehículo A. Justo en ese momento, el automóvil B se le puso a la par y su conductor hizo señas, indicándole a Micó que tenía el neumático trasero pinchado. Este detuvo automáticamente la marcha y cuando se bajó a observar, el conductor del Peugeot se les atravesó adelante, cerrándole el paso. En ese mismo momento, llegó el Chevrolet 400 (vehículo A), frenando bruscamente detrás y de él se bajaron dos hombres, portando sendos revólveres en sus manos, el primero un Colt 38 y el segundo un Rubí 22 de nueve balas5.
Según la versión que los guerrilleros le dieron a “La Causa Peronista” en 1974, el que llegó en primer lugar le aplicó a Micó dos golpes de karate que lo dejaron tendido en el asfalto, pero lo que en verdad ocurrió fue que el sujeto le apuntó con su arma y cuando disparó, la bala no salió, y por eso lo desmayó con la culata.
El otro individuo se dirigió directamente hacia donde se encontraba Alonso, abrió la puerta con determinación y alzando su revólver, le vació el cargador, alcanzándolo en la cabeza, el cuello y los brazos6.
La operación no duró más de dos minutos, tal como se había planeado, pero lejos de lo que se suponía, el dirigente sindical no murió en el acto. Al echarse instintivamente hacia el asiento del conductor, ofreció un ángulo inclinado y los proyectiles no fueron letales.
Gravemente herido, trató de pasarse al asiento de atrás, pero al faltarle las fuerzas, no lo logró. En ese momento, su verdugo extrajo un revolver calibre 32 de su cintura y con absoluta sangre fría, le descerrajó los seis disparos, acabando con su vida.
Inmediatamente después, el asesino abrió la puerta trasera, tomó el maletín cubierto de sangre y se dirigió de regreso al Chevrolet, donde ya se encontraba su compañero.
Los atacantes huyeron por Ciudad de la Paz, en dirección sur, el vehículo B delante y el A siguiéndolo inmediatamente detrás y mientras lo hacían, un policía de la custodia domiciliaria de Alonso corrió atraído por los disparos, hasta el lugar del atentado; apenas alcanzó a ver a los asesinos cuando se alejaban a toda velocidad, sin poder hacer a nada.
En ese preciso instante, Micó volvió en sí y ayudado por el agente y dos de sus compañeros, se puso de pie y corrió hasta su auto, comprobando que su jefe yacía sin vida.

-¡Esto fue un crimen político! – comenzó a gritar mientras se acercaban los primeros curiosos.

Al llegar a la Av. Juan B. Justo, los insurgentes abandonaron los automóviles y se dirigieron a pie hasta la estación del subterráneo, donde abordaron una formación que los condujo hasta el microcentro. De ahí siguieron hasta una de las casas operativas y una vez controlado el contenido del portafolio (12:00) se fueron a un restaurant a almorzar. Entre Micó y los tres agentes, cargaron el cuerpo de Alonso en un patrullero y lo condujeron hasta la Comisaría 13ª, donde permaneció en depósito hasta que una ambulancia de la Morgue Judicial lo pasó a retirar (17:00).

El caso recayó en el juzgado de Instrucciones Nº 40, secretaría Nº 139, a cargo del Dr. Carlos Ramón Arigós, quien recibió al general Cáceres Monié cuando se hizo presente para interiorizarse de los pormenores.
El cadáver fue entregado a sus deudos a las 20:00 y media hora después, llegaba a la sede del sindicato, donde ya se había montado la capilla ardiente.
Un desfile de personalidades pasó por el lugar para ofrecer sus condolencias, desde el presidente de la Nación, general Roberto M. Levingston y el cardenal primado, Antonio Caggiano, hasta el general Juan Carlos Onganía, el dirigente textil Andrés Framini, Antonio Cafiero y los representantes del gremio, Juan Alejandro Luco y Nicanor Saleño. Pero lo que más llamó la atención fue la corona con el nombre de Juan D. Perón, ubicada junto al féretro.

-Antonio, ¿quién es el próximo? – le preguntó Framini a Cafiero en alusión a la ola de asesinatos.

La CGT decretó un paro simbólico de 15 minutos y 48 horas de duelo y el gobierno repudió el hecho a través de un comunicado. Treinta personas habían en la Argentina muerto desde 1966, a causa de la violencia política.
El viernes 28, por la mañana, la policía halló los automóviles utilizados durante el operativo, evidencia que fue incorporada a la causa junto con la declaración formulada por Micó el día anterior, quien describió a los atacantes como mayores de treinta años y no mal entrazados.
A Alonso lo asesinaron por “apóstata”, por haberse vendido a Vandor y colaborado con el gobierno militar. El Comando Emilio Maza de Montoneros se adjudicó el hecho y como prueba de la traición, dio a conocer un documento hallado en el portafolio del dirigente, cuyos párrafos más destacados decían:

Hasta el 57, en el gobierno de Frondizi, el movimiento obrero hizo su conducción, fijó su estrategia, creó sus cuerpos de defensa y ataque y se conectó para los hechos trascendentes con su jefe —el General Perón —radicado en Caracas. El movimiento obrero habrá cometido errores y aciertos pero fue creciendo, fortaleciendo sus filas y podemos decir que fue el auténtico pilar que mantuvo la vigencia y la cohesión del peronismo y ha escrito páginas con lucha, sangre, sufrimiento y resistencia que reconocen propios y extraños. Es por ello que cuando el movimiento obrero no actúa, el movimiento político permanece estático y sin actividad. Reconocemos lo que significa estar a distancia de muchos kilómetros del país y conducirse por la intuición… Y así, cada período nos caemos de las posiciones…
Dentro del peronismo todos tenemos un “vértice”: Perón. Pero, de allí para abajo, hay cientos de enfoques y lineas…
Dentro del campo gremial tenemos las “62”, los llamados “ortodoxos”… muchos de los “no alineados”; el 90 % de la llamada “nueva corriente”, muchos “independientes”, etc. […].
Los premios que están en las “62” no pasan de diez y ios que están afuera y son peronistas, el 90 por ciento del resto.
Los comunistas siguen avanzando. Un solo hecho: el 70 por ciento de las personas que van a reuniones peronistas convocadas por Paladino y sus representantes no son ni serán peronistas: la mayoría son trotskistas, chinoístas y bolches.
[…]. El peronismo tiene unos 5 millones de militantes sin tener en cuenta adherentes o simpatizantes. Los traidores no alcanzan a la suma de unos 10 por millón (incluyendo a los militares nuestros)…
Si los dirigentes obreros estuvieran aburguesados hubieran aceptando cargos tentadores, hubieran desertado en la lucha, los ‘ hubieran echado de sus bases, hubieran entrado en combinaciones de todo tipo y está a la vista… que aquellos que no estuvieron a la altura, por incapacidad, deshonestidad, inactividad, olvidando las bases, han desaparecido o han sido barridos… Además no conviene meterse en la vida privada de cada gremialista. Y usted siempre lo ha dicho: que hasta a Jesús le faltarían el respeto…
Todo lo hecho en 15 años arroja este saldo: […] Avanzamos más por el fracaso ajeno que por el triunfo nuestro. Hemos sido equipo de demolición de siete gobiernos… ¿Quién heredará esto?….
El presidente Levingston es un hombre inteligente, bien informado —pues es su especialidad—, desvinculado de fracciones y “roscas”; no es cuestionado y además no está comprometido aún con nadie. Se lo discute a nivel de general de brigada hacia arriba… siente predilección por la Aeronáutica”… “muchos compañeros nuestros que militan en la actualidad y el finado Vandor, han tenido extensas conversaciones gremiales y políticas antes de que fuera presidente y en el momento actual… en su momento se lo tildó (a Levingston) de “nasserista” y con predilección al peronismo... Un pueblo organizado con mística y un militar al frente…
La CGT y ios gremios deben seguir una línea, fijar una estrategia que no puede ser gobernada ni por delegados del Comando Superior ni desde la distancia.
Los que enviamos esta nota (reservada) hemos conversado con todos los sectores peronistas del campo sindical y no existen más diferencias que la de no aceptar que un señor delegado les fije la estrategia de lo que hay que hacer; además de que hay que golpearse el pecho todos los días en público y gritar ¡Viva Perón! Y ahora cualquiera que llega es peronista, porque así lo dice Paladino o una carta.
La mayoría de los gremios peronistas para volver a una “62” poderosa quieren: […] Que la actual “62” se disuelva y renuncie la Mesa que la conduce; dejar sin efecto cualquier sanción o marginamiento de dirigentes gremiales; que la unidad se “haga sola” como pasó en la CGT, entre nosotros, sin intermediarios ni delegados; sólo se aceptará formar agrupaciones peronistas en aquellos gremios que, a juicio de las “62” su dirección no es peronista… Sólo la Mesa que dirigirá a las “62” tendrá autoridad en el país para fijar la posición del movimiento gremial peronista, diciendo lo que convenga y silenciando lo que no sea necesario decir…
Los compañeros que viajan llevan la anuencia de los grupos para echar estas bases: tengan o no el visto bueno, nadie renunciará al peronismo… aunque continúe en grupos diferentes7.

El caos se adueñaba de la Argentina. Mientras tanto, desde las sombras, el general Lanusse observaba la situación y seguía dejando hacer, esperando el momento oportuno para tomar el poder, algo que venía planeando desde 1969, cuando los conflictos sociales se agravaron y la situación política comenzó a descontrolarse.

El cortejo parte hacia
la Chacarita
Notas
1 Primer Congreso Nacional de Filosofía, celebrado en Mendoza, a comienzos de 1949, donde quedó afianzada la doctrina social justicialista. Alonso fue co-fundador de la Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (FATRE), director de la Fundación Eva Perón y secretario del directorio de EPASA, la entidad que se hizo cargo del diario “La Prensa” y los demás medios confiscados por el régimen.
2 Dirigente textil, en 1962 se impuso en las elecciones provinciales resultando electo gobernador pero por presiones de los militares, no pudo asumir sus funciones.
3 Un tercer vehículo del que hablaron las crónicas en su momento, jamás existió.
4 Activista del sindicato del azúcar de Tucumán, falleció el 12 de enero de 1967 durante la represión contra los manifestantes que protestaban por el cierre de los ingenios.
5 Arma de fabricación nacional, de muy buena calidad, fabricada por el Establecimiento Venturini.
6 La última bala no llegó a salir.
7 “Las Pruebas de la Traición”, Ruinas Digitales.
(http://www.ruinasdigitales.com/causa-peronista/laspruebasdelatraicion58/).

Fuentes
-Luis Alberto Cárdenas. Perón; del exilio al poder, Universidad de Buenos Aires, 2004.

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