sábado, 29 de junio de 2019

GASPAR CAMPOS

Gaspar Campos 1065 Vicente López
Perón se asoma para saludar a la multitud
(Imagen: "La Prensa")

La madrugada del 17 de noviembre de 1972, cuando el avión de Perón comenzaba a sobrevolar territorio brasilero, se produjo en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) una sublevación encabezada por el guardiamarina Julio César Urien, supuestamente destinada a contrarrestar la represión contra los grupos sediciosos que operaban en el país y desestabilizar al gobierno militar en beneficio del líder justicialista.
Pésimamente planificada, mal organizada y sumamente improvisada, la chirinada terminó en fracaso y sus organizadores todos detenidos.
Según lo que refirió su cabecilla varias décadas después, “Los fusilamientos en Trelew eran parte de una política que el Ejército venía implementando […] Hacíamos allanamientos, practicando tomar la población, en el ’72 habrá sido. Toda la instrucción militar que se nos empieza a dar es luchar contra el pueblo, se nos da parte de una película de la batalla de Argelia –la escuela francesa– donde se justifica la tortura como elemento para obtener información. En ese marco llegamos a agosto”1.
Con palabras acomodadas a los tiempos (2012), Urien intentaba explicar que el gobierno, a través de la Armada, comenzaba a organizar los grupos de tarea para iniciar el terrorismo de Estado.

 
La realidad es otra. Las prácticas y el adiestramiento, llevados a cabo en el marco del Plan Conintes, tenían por objeto contrarrestar el violento accionar subversivo y no desencadenar la “caza de brujas” y la “guerra contra el pueblo” que su mentor refiere.
Según la nota que le concedió a “Página 12” en septiembre de 2012, al recibir el parte oficial de lo ocurrido el 22 de agosto en Trelew, tanto a él como su grupo no les quedaron dudas de que se había tratado de una verdadera ejecución; de un asesinato en masa2.
Esas dudas se convirtieron en ansias y tras el anuncio del regreso de Perón (7 de noviembre), decidieron proceder en consecuencia.
Conocida la novedad, los mandos navales dispusieron una serie de cambios tendientes a evitar sorpresas y tener a sus cuadros listos en caso de que fuera necesario reprimir un alzamiento.
Los cambios que experimentó la compañía a la que pertenecía Urien en la ESMA fueron la pauta de que algo estaba por suceder. La superioridad incorporó nuevos oficiales y destinó a otros, entre ellos varios suboficiales, a diferentes secciones3.
Urien venía manteniendo reuniones con algunos camaradas, destinados a analizar la situación imperante y estudiar la posibilidad de organizar un levantamiento. Entre quienes solían asistir a las mismas se encontraba el suboficial Aníbal Acosta, asignado desde 1971 al portaaviones “25 de Mayo”, el padre del cabecilla y Jorge Orueta, “…un sociólogo muy inteligente que se hacía pasar como un gran revolucionario”4, en realidad un servicio de la Fuerza Aérea infiltrado en la organización Montoneros.
De las mismas, devino la insurrección del Batallón de Infantería de Marina de la ESMA, que acabó por ser abortado a poco de comenzar.
De acuerdo a lo planificado, el grupo debía proveer de armas a la JP y para realizar las gestiones, se designó como enlace al mencionado sociólogo.
El 13 de noviembre, las autoridades de la Armada detuvieron a varios conscriptos de extracción peronista y los encerraron en diversas reparticiones, movimiento que asustó a los complotados y los llevó a apresurar las acciones. Urien se encontró con Orueta en un punto previamente acordado y le dijo que había llegado el momento de actuar. El espía, que operaba bajo el indicativo “Tero”, estuvo de acuerdo y ni bien terminó la reunión, se comunicó con el comando para pasar la información.
-Comodoro, le habla el Tero. Tenemos que vernos urgente.
La noche del 15 de noviembre, un pelotón integrado por no menos de treinta oficiales y suboficiales se presentó en la cuadra de la compañía y su cabecilla pidió hablar con el responsable a cargo. Aprovechando que Urién se hallaba de guardia, los recién llegados tomaron las armas portátiles y las llevaron hasta el piso superior, donde las dejaron bajo llave, al cuidado de una guardia de viejos suboficiales.
La captura de dos cabos segundos rebeldes precipitó las cosas. Dos horas después, el capitán Iribarne llamó al casino de oficiales y en tono agitado pasó la novedad:
-Tenemos la versión de que hay problemas dentro del batallón. Se habla de una sublevación. Señores, quiero que ustedes me digan qué pasa en cada compañía, en cada sección.
El 16 por la mañana, durante el desayuno, Urien le dijo a su gente que seguían adelante con el plan. Las detenciones que se estaban sucediendo y la orden de desarmar la compañía eran una clara señal de que los mandos sabían del complot y estaban sobre sus pasos.
El marino revolucionario mandó a su gente a contactar a la prensa y dispuso preparar los cuatro mil fusiles y pistolas que tenían en su poder para entregárselos “al pueblo”, es decir, a  los militantes de la JP y Montoneros “para defender la soberanía popular y respaldar el regreso definitivo de Perón a la Argentina”. Quería dejar en claro que había militares que estaban del lado del pueblo y se oponían a los designios de la oligarquía.

La ESMA en los 70

Siguiendo sus indicaciones, el cabo segundo Esteban dio parte de enfermo y partió a encontrase con Orueta para coordinar la entrega de las armas. A las 2 p.m. el oficial estaba de vuelta, poniendo como pretexto que se había olvidado unas cosas y le comunicó a su jefe que la operación estaba en marcha.
Seis horas después (8 p.m.), Urien se encaminó a la cuadra de la compañía y reunió a los trece suboficiales que componían su estado mayor así como a los dragoneantes que tendrían a cargo los pelotones, para comunicarles las últimas novedades.
La decisión fue unánime: tomar la Escuela y marchar en busca de Perón. Solamente un suboficial se negó a participar, por lo que Urien dispuso que lo dejasen maniatado en el baño y así evitar que lo incriminasen. Luego le ordenó al resto ponerse los uniformes de combate y una vez listos, encontrarse en cinco minutos en ese mismo lugar.
A la hora convenida aparecieron todos, pero solo el cabecilla estaba armado; Urien extrajo de un bolso una serie de cintas y procedió a repartirlas entre el personal.
-Nuestra identificación va a ser esta vincha celeste y blanca.
Los rebeldes se desplegaron, tomando diferentes direcciones. Urien lo hizo hacia el casino de oficiales, pasando previamente por los puestos de guardia –donde todos lo conocían-, para imponerse de la situación. Los pelotones A y B subieron al piso superior y después de reducir a los suboficiales que custodiaban el armamento, se colocaron las vinchas en sus frentes e incautando los fusiles, ametralladoras y pistolas, en espera de la señal.
-Si en una hora no estoy de vuelta, sigan con el plan – le había dicho su jefe.
Urien cayó prisionero ni bien el complot se puso en marcha. Aún así, su gente tomó la guardia, liberó a un marinero detenido y se dirigió a las cuadras, los depósitos de armas, los garajes y las puertas de acceso al cuartel, para apoderarse de ellos.
Se produjo entonces un intercambio de disparos en el que cayó muerto el cabo segundo Luis Leonardo Contreras, cuando intentaba repeler la acción.
Al escuchar los estampidos, los oficiales tomaron posiciones en las ventanas del casino y comenzaron a tirar, en tanto uno de ellos establecía contacto con los mandos para alertar sobre la situación.
Los sublevados hicieron prisionero al capitán de fragata Eduardo Cassaux y se apoderaron de una parte importante de la unidad pero al no lograr su objetivo de rescatar a Urien, decidieron salir en dirección a Lomas de Zamora, punto de reunión acordado con los montoneros y la JP.

Suboficial
Aníbal Acosta


En ese mismo momento, aparecieron dos vehículos policiales, uno de la Superintendencia de Seguridad Federal y el otro del 3er Cuerpo de Vigilancia, atraídos ambos por los disparos procedentes del interior de la institución. Al requerir en la guardia que estaba aconteciendo, sus ocupantes fueron apuntados con ametralladoras y armas largas, obligados a ingresar al predio, y descender de los patrulleros, para ser desarmados y arrojados boca abajo al suelo. Otras cinco unidades móviles de la comisaría 35ª que se presentaron en el lugar, corrieron la misma suerte.
Llevándose en calidad de rehenes al jefe del batallón, capitán de fragata Jorge Iriberry y a su segundo, los amotinados abordaron dos camiones, cuatro ómnibus y una ambulancia y partieron por Libertador primero y la Av. General Paz después, en dirección sur. Solo cuatro de ellos permanecieron en el establecimiento para encerrar bajo llave a los dieciséis efectivos policiales capturados con el resto de los rehenes y luego escapar en la misma dirección, a bordo de un Fiat 128, propiedad de un marino.
Ni bien se produjo el alzamiento, el capitán de navío Fernando Romero, director de la ESMA, pasó la novedad al Edificio Libertad, sede del comando en jefe de la Armada y ordenó un reconocimiento de la unidad, edificio por edificio, dependencia por dependencia, en cuyo casino, maniatado a una silla, permanecía Urien.
La columna rebelde abandonó la ESMA a las 2 a.m. del viernes 17 de noviembre y una hora y media después, llegó a la plaza de Lomas de Zamora, donde procedió a atrincherarse, colocando sus camiones en formación defensiva.
Se disponían a instalar sus ametralladoras, morteros y armas antitanque, cuando comprendieron que nadie los esperaba, ni se les iba a unir. Lo ignoraban aún pero Orueta los había entregado y patrullas de la policía provincial que los venían seguido desde Núñez, ya habían radiado la información al comando y éste a las fuerzas de represión.
Aun así, los rebeldes se dispusieron a resistir pero la aparición de los tanques, camiones y fuerzas de infantería del Ejército, acabaron por disuadirlos.
Lo primero que hicieron las tropas leales fue cortar las vías de escape y a través de altavoces, ordenar a los rebeldes deponer su actitud. El alzamiento finalizó sin que sonara un solo disparo.
Tras un breve diálogo, en el que Iriberry hizo las veces de mediador, a las 4 a.m. los sediciosos entregaron las armas y a punta de fusil, abordaron los mismos vehículos en los que habían llegado, para ser conducidos al Edificio Libertad, donde fueron encerrados y posteriormente interrogados5. La Armada intentaba determinar en los dóas siguientes, si el grupo sedicioso tenía algún vínculo con el teniente primero (RE) Julián Licastro, detenido en Ezeiza a poco de llegado Perón6.
El viernes 17, por la mañana, el Comando en Jefe de la Armada emitió un comunicado dando cuenta de los hechos. Decía el mismo:


1º) En el día de la fecha y siendo las 2.35 horas, un grupo de aproximadamente 60 hombres, pertenecientes a una fuerza de Infantería de Marina con asiento en el sur, alojados en la Escuela de Mecánica de la Armada, rodeó la casa de oficiales y tomó un puesto de guardia además de cuatro rehenes.

2º)Ante la oposición decidida del resto del personal de ese instituto, los sublevados abandonaron el establecimiento, utilizando dos ómnibus, un camión y una ambulancia, transportando armamento completo y dirigiéndose en dirección a la avenida General Paz, hacia el puente de La Noria.

3º) Los sublevados al abandonar la escuela llevaron como rehén a su comandante y ante la decidida acción de la guardia abrieron fuego, causándole la muerte al cabo 2º Juan Luis Contreras.

4º) Aproximadamente a las 4 horas, la Escuela de Mecánica de la Armada quedó totalmente bajo control de sus autoridades naturales, mientras que los sublevados se rendían a su propio comandante que se encontraba entre los cuatro rehenes.

5º) No se registraron otras bajas en el personal y se instruye el sumario correspondiente.
A esa misma hora, el avión que conducía a Perón volaba sobre suelo brasilero, en dirección sur.
Junto con Urien, otros cincuenta y nueve marinos fueron encarcelados y dados de baja, entre ellos Aníbal Acosta, Ricardo Luis Hirsch, Mario Actis, Eduardo Berruet, Edgardo Lioi, José Aredes, Rubén Moschini, Mario Romano, Julio César Albornoz, Fidel Rodríguez y Sergio Polidori. Pocos meses después, serían amnistiados por el gobierno de Cámpora7.

"Los Marinos del Pueblo", como se los llama hoy
El guardiamarina Julio César Urien junto a dos de
sus compañeros durante unas maniobras en los setenta

La vida para los vecinos de aquel elegante sector e Vicente López se tornó caótica. Una multitud invadió las calles, las veredas y hasta jardines y propiedades, entonando cánticos, haciendo tronar sus bombos y realizando pintadas en las paredes. Incluso hubo robos y desmanes ya que a más de un vecino le arrancaron los cercos de madera para hacer fuego. Gente de Montoneros, FAR, FAP e incluso el ERP, acampó en un baldío donde encendieron varias fogatas para mantenerse en vigilia durante toda la noche
La pregunta del millón es ¿qué hacían esos guevaristas, tomando parte en una manifestación para darle su apoyo a un líder fascista que había perseguido a la izquierda y asesinado a varios de sus dirigentes? Cosas propias de un país que a más de dos siglos de su independencia, sigue sin hallar el rumbo.
Cuando Perón llegó, el mundo pareció estallar. El vecino Harry Ingham filmó todo con su cámara de Súper 8, tomando imágenes que hoy son todo un testimonio.
La calle se hallaba colmada de personas, había gente trepada a árboles, a cercos, techos y columnas; se produjeron apretujamientos, empujones y hasta amagos de conato, lo que obligó a la policía a establecer un cordón protector con el fin de alejar a la gente de la calle.
Eran las 06:55 cuando en medio de gritos, vítores, aplausos y arremolinamientos, apareció el automóvil negro. La multitud percibió los movimientos característicos que el personal de seguridad efectúa en ese tipo de ocasiones y bajó nuevamente al pavimento, arremolinándose en torno al vehículo.
Cuando éste apareció, un grito multitudinario se alzó desde todas partes, como si de un espectáculo deportivo se tratase. Fue necesario abrir el paso para que el rodado pudiese desplazarse y llegar hasta la residencia, a esa hora fuertemente custodiada por efectivos del Ejército y la policía provincial.
El conductor avanzó despacio por entre el gentío y al llegar a la residencia giró en ángulo para introducirse en el garaje, cuyas puertas se cerraron inmediatamente. Periodistas y fotógrafos se apretujaban en la vereda, para obtener una imagen y formularle alguna pregunta a alguna figura conocida ya que casi desde el primer momento, comenzó un desfile incesante de personas que entraban y salían de la vivienda.
Uno de los primeros en hablar fue Abal Medina, para manifestar que lo del día anterior había sido algo vergonzoso. “Si se hubiese permitido llegar al pueblo a Ezeiza podría haber sido una fiesta”. Los hechos que tendrían lugar cuatro meses después, demuestran a la distancia que las suyas no eran más que frases armadas.
Aunque el corresponsal de “La Prensa” intentó por todos los medios demostrar que la asistencia era escasa, la gente parecía enloquecida, casi poseída, de ahí los canticos, los saltos y los constantes pedidos para que el viejo líder se dejase ver.
Poco después hicieron su arribo representantes del sindicalismo, encabezados por Lorenzo Miguel y Rogelio Coria, quienes antes de ingresar formularon algunas declaraciones a la prensa.
Inmediatamente detrás llegó Vicente Solano Lima. Entró sin hacer declaraciones, permaneció dentro cerca de una hora y al retirarse dijo que una reunión pública por parte de Perón era improbable porque había programado reuniones con la cúpula sindical y las autoridades partidarias y eso le llevaría todo el día. Cuando le preguntaron sobre la anunciada conferencia de prensa, el candidato a la vicepresidencia fue contundente:
-No creo que sea hoy. El general Perón está muy cansado.
Sin embargo, a las 07:40 la puerta principal se abrió y por ella salió el coronel Osinde para informar que Perón se asomaría para saludar. Diez minutos después, las persianas del piso superior se levantaron y el viejo líder apareció, saludando al público con los brazos en alto, sonriente y alegre. Tal como se esperaba, pronunció unas pocas palabras y cuando se disponía a retirarse, los periodistas le pidieron que contestase algunas preguntas.
-Déjenme descansar, que hace tres días que no me saco los botines… - les dijo el conductor desde lo alto.
-¡¡Por favor, general, unas preguntas nada más!!
-Bueno, después hablamos. Hasta luego… - fue la respuesta.
Y de esa manera, desapareció tras los cortinados.
-¡Si Evita viviera sería montonera! –gritaba la gente en la calle luego de entonar el Himno Nacional- ¡Juventud presente, Perón, Perón  o muerte!
-¡Perón, Perón, Perón!
Ante los constantes pedidos del público, que aumentaba a medida que pasaban las horas, el ex mandatario volvió a asomarse, esta vez sin su saco, para saludar una vez más y reiterar que se iba a descansar. A su lado, su esposa “Isabel” sonreía, lo mismo Cámpora y López Rega.
A partir de ese momento, el desfile por Gaspar Campos se intensificó. Rucci, Lorenzo Miguel, Casildo Herrera, dirigentes sindicales, autoridades partidarias, militantes, viejos amigos, llegaban uno tras otro para saludar y dialogar con el conductor.

Perón abandona el Hotel Internacional de Ezeiza
fuertemente custodiado
(Imagen: "La Prensa")

A las 9 a.m. salió de la residencia el coronel Osinde, quien antes de abordar el vehículo que lo aguardaba a unos metros de la puerta, informó que en breve se daría a conocer un comunicado desde el local del PJ en Av. La Plata 246, con el detalle de las reuniones, entrevistas y audiencias que Perón iba a conceder en los días siguientes.
Ante la pregunta de cuánto tiempo iba a permanecer el ex presidente en el país, el militar fue categórico:
-Bastante; ha sufrido mucho con estos 17 años de alejamiento de la patria y no es lógico que regrese sólo por unas horas.
A las 10 a.m., se hizo presente Nélida Demarco, amiga personal de María Estela Martínez de Perón, quien permaneció en el lugar por más de una hora. Al retirarse, expresó que la pareja ya había descansado y se disponía a almorzar.
A las 12:00 del mediodía, se produjeron incidentes cuando un centenar de personas que se habían concentrado Gaspar Campos y Melo, intentó acercarse a la residencia, quebrando el perímetro de seguridad establecido por las autoridades. Fueron repelidas con gases por la policía bonaerense en tanto efectivos de la Montada se mantenían en una de las esquinas, sin intervenir.
Hubo algo que puso mal a Perón: los destrozos que la multitud generó en las viviendas particulares y la vía pública, razón por la cual, al día siguiente, ordenó una limpieza general de paredes, recolección de basura y reparación de daños; juntamente con ello ofreció sus disculpas y dispuso una guardia para que los hechos de vandalismo no se repitiesen.
-…acá venía gente a saludarlo a Perón –le explica Ingham al periodista Nelson Castro- y Perón ya salía a la calle, saludaba a los vecinos, al pequeño grupo...
Tico Rodríguez Paz era uno de los cientos de periodistas que se encontraban en el lugar, aquel primer día, aguardando que el jefe del movimiento se asomase a la calle.
-Todo el periodismo está haciendo palmas solicitando que Juan Domingo Peron salga al balcón. Inclusive hay un mediador en toda esta gestión, por lo menos para que sea posible a la puerta, aun sin formular declaraciones.
-¡Al balcón, al balcón! – gritaba la gente mientras tanto.
El conocido hombre de prensa cubría esos hechos cuando repentinamente, las persianas del primer piso comenzaron a levantarse, generando la correspondiente excitación.
-En estos momentos se ha levantado las persianas de una de las ventanas y ante la presión de los periodistas tanto nacionales como extranjeros que solicitamos inclusive por intermedio del teniente coronel Osinde, allí sale a la ventana Juan Domingo Peron.
La multitud estalló cuando el anciano líder apareció en la ventana, luciendo su traje obscuro y su corbata clara.
-Se notaba a Rogelio Coria que está realmente muy, pero muy agotado –continuó diciendo Rodríguez Paz-. Este es el saludo de Juan Domingo Perón. Esto es lo que ocurre y es prácticamente la primera aparición.
El jefe justicialista saludó a la multitud, siempre con su característica sonrisa, pronunció unas palabras, le dirigió otras a alguien en especial y luego volvió a  ingresar, mientras uno de sus asistentes cerraba la ventana. Una hora después, se lo vio aparecer nuevamente.
Una bandera argentina y otra de Paraguay colgaban de las ventanas, esta última como señal de la gratitud y admiración que el general sentía por la nación hermana.
-¡¡Perón, Perón, Perón!! – gritaba la muchedumbre.
En esta ocasión, se había instalado un micrófono para que su palabra pudiese ser escuchada.
-Les agradezco profundamente la amabilidad que tienen de venir hasta acá para darme una alegría inmensa.
Siguiendo instrucciones directas del gobierno nacional, a las 13:00 la guardia militar (Ejército) se retiró, quedando en su lugar los efectivos policiales, cuyo número fue reforzado.
Para entonces, estaban previstas varias reuniones (se habló incluso de que el Ministerio del Interior había ofrecido las emisoras de radio y televisión para que el recién llegado pudiese hablar a sus partidarios), la principal, con Ricardo Balbín, quien en esos momentos se encontraba en Tres Arroyos.
Aquella mañana, la CGT y las 62 Organizaciones celebraron reuniones de urgencia, lo mismo el PJ y la JP en sus respectivas sedes. La Junta de Comandantes hizo lo propio, a efectos de evaluar la situación y adoptar las disposiciones que la misma ameritase.
Presidida por el propio Lanusse, estuvieron presentes el ministro Mor Roig, el secretario Ezequiel Martínez, el vocero Edgardo Sajón, el secretario general de la Presidencia, general de brigada Rafael A. Pannullo; su par de Informaciones del Estado, general Hugo M. Miatello; el jefe de Estado Mayor del Ejército, general de división  Alcides López Aufranc; el jefe del Estado Mayor Conjunto, brigadier Osvaldo Cacciatore y los representantes de las FF.AA. en la Comisión Coordinadora del Plan Político, general de brigada Luis Betti, contralmirante Emilio Eduardo Massera y brigadier Carlos A. López.
Así transcurrió el 18 de noviembre y llegó el domingo 19, día de la memorable cumbre con Ricardo Balbín, adversario y opositor de Perón por excelencia.

El vehículo que transporta a Perón y su esposa
ingresa en la residencia de Gaspar Campos
(Imagen: "La Prensa")

Antes de su vuelo Roma, a donde viajó para acompañar a Perón en su regreso al país, Cámpora había establecido contacto con el dirigente radical, para manifestarle el deseo del ex mandatario, de mantener una reunión a solas con él, una vez de regreso en Buenos Aires. Balbín respondió que antes de dar su respuesta, debía convocar a la mesa directiva de la UCR para hacerle saber la propuesta y una vez que aquella se expidiese, le daría su respuesta. La misma fue autorizada el martes 14, por lo que el delegado personal del ex mandatario, voló a la Ciudad Eterna con el sí en su bolsillo.
El encuentro se pactó para el 18 de noviembre a las 18:00 pero por pedido expreso de Perón, se postergó para el día siguiente a la misma hora.
El caudillo radical, que acababa de imponerse sobre el emergente Raúl Alfonsín en las internas de la UCR, llegó por la tarde, acompañado por Juan Carlos Pugliese, Luis León y Enrique Vanoli, quien una década después sería el artífice de la tendenciosa y obsecuente documental La República Perdida.
Salieron a las 17:15 de la sede partidaria, sita en Tucumán 1660 y veinte minutos después recogieron Cámpora, cuyo automóvil había sido dañado por los manifestantes la tarde anterior, en Gaspar Campos (lo habían utilizado como improvisada tribuna y le habían hundido el techo).
Pugliese y Vanoli aconsejaron tomar por Av. Maipú pero siguiendo el consejo del candidato peronista, lo hicieron por Libertador, ignorando que el cierre de un paso a nivel, había producido un gigantesco embotellamiento.
Perón había citado a Balbín a las 18:00 porque quería hablar con él en privado, antes de que hiciesen su arribo los representantes de La Hora del Pueblo pero todo se desbarató a causa de la demora.
Llegar hasta Gaspar Campos fue una odisea y avanzar entre la muchedumbre resultó imposible; la JP, que se había hecho cargo de la custodia personal de Perón y palpaba de armas a cuanta persona intentaba acercarse además de bloquear los accesos. La calle Haedo fue atravesada por un poste telefónico que la agrupación había derribado en su intersección con Monasterio, e hizo lo propio en otras arteria, con troncos, tanques de combustible y vehículos. Por esa razón, el automóvil que conducía a los dirigentes radicales debió efectuar un rodeo para que sus ocupantes entrasen por los fondos, atravesando la casa lindera, situada en Madero 1055, la misma por la cual salió Cámpora en horas de la mañana. El salto de la tapia, valiéndose de una escalera provista por un vecino, pasaría a la historia como una anécdota colorida y emblemática.
Esa mañana a las 10 a.m., Perón le había hablado una vez más a la multitud, discurso reproducido por los medios gráficos en sus ediciones del día siguiente.


Compañeros, agradezcamos a la providencia que nos dio este día doblemente peronista. Y digo doblemente peronista por lo que nos viene del sol y del cielo y por lo que nos viene de este maravilloso pueblo aquí reunido.

Compañeros, realmente yo siento una inmensa satisfacción al presenciar esta juventud argentina.

Cualquiera debe sentirse maravillado con esta juventud ya madura, con profundo sentido de la realidad que vive el mundo y en especial nuestra patria.

Si el pasado es historia y el presente es lucha, el futuro será juventud.

Es indudable que cuando un país tiene una juventud como la que tenemos nosotros se puede confiar en el porvenir, porque ese porvenir, aunque sea por fatalismo biológico, será el que imprimen ustedes.

El movimiento peronista hace ya largo tiempo ha comenzado su trasvasamiento generacional, que implica entregar a nuestra juventud las banderas para que ellos las lleven al triunfo.

Es así que ustedes serán los artífices de su propio destino. Tienen el alienable derecho de participar y de gozar y de sufrir por el futuro que ustedes desean conseguir.

Hoy quiero darles un consejo que abona mi extraordinaria experiencia. Ustedes deben seguir la conducta que han iniciado inquebrantablemente. Sólo la perseverancia es la que nos dará los grandes éxitos de la vida.

Compañeros, les pido que anden tranquilos y con prudencia. Disfruten de este día maravillosamente peronista, pero con prudencia.
Ahí fue cuando Perón mandó colocar nuevamente la bandera paraguaya.


Paraguay es un país al que siento como el mío –dijo entonces y continuó- Deseo que mis primeras palabras sean de agradecimiento a los muchachos que tienen deficiencias físicas y a los rengos que a pesar de sus dificultades llegaron acá para que yo les hiciera llegar mis mejores deseos para el futuro.

Solía decir Eva Perón…
El líder había sido interrumpido varias veces durante su exposición, pero al pronunciar el nombre de su segunda esposa, la ovación se tornó huracán. Cuando al cabo de varios minutos, la misma finalizó, pudo reanudar su mensaje.


… solía decir que los pueblos que olvidan a su juventud renunciana  su porvenir.

Yo agrego a eso que los pueblos que pueden contar con una juventud como tiene actualmente la República Argentina pueden estar tranquilos por la felicidad futura y por el porvenir.
Y luego de pedir calma ante una serie de contratiempos sufridos por el público (desmayos, descompensaciones, caídas, golpes), terminó diciendo:


Si se procede con calma, todo se puede hacer sin necesidad de sacrificios inútiles8.
Balbín y sus acompañantes fueron recibidos con gritos hostiles. Ingresó por los fondos, según e ha dicho, junto con el Dr. Cámpora y una vez en el living de la residencia, se estrechó en un abrazo, con el dueño de casa
-Usted, doctor Balbín y yo representamos el 80% del país.
Fue una suerte de reconciliación tras años de desencuentro, que tuvieron su pico más alto cuando en noviembre de 1950 el caudillo radical fue detenido y enviado a la cárcel de Olmos.
Habían pasado algunos minutos de las 20:00, pero aun así, el ex mandatario se las arregló para mantener el anunciado encuentro a solas. Para entonces, la gente de La Hora del Pueblo se encontraba en el lugar9.
Era un día especial pues se barajaba la posibilidad de una alianza entre radicales y peronistas propuesta por el mismo Perón, pero lejos de lo que se creía, el tema no se tocó. Las conversaciones giraron en torno a las inminentes elecciones, a la situación del país, la violencia imperante y la retirada de las Fuerzas Armadas del poder.
También se elaboró la agenda de trabajo para la cumbre multipartidaria que tendría lugar al día siguiente, en el restaurante “Nino” de Vicente López con los representantes de todas las fuerzas políticas y se pactó una segunda reunión, a puertas cerradas, para el martes 30, donde ambos caudillos pensaban ratificar los acuerdos alcanzados.
Balbín se retiró a las 22:25 por la puerta principal y después de despedirse, caminó hasta la calle Madero, siempre acompañado por Vanoli, Pugliese y León.
-La reunión fue buena – le dijo a los periodistas que lo abordaron- en una hora ampliaré detalles, en la conferencia de prensa que brindaremos en la Casa Radical.
Luego añadió que no se habían tratado temas electorales ni candidaturas y desmintió terminantemente que hubiera sido agredido al llegar a la residencia.
Lo que menos se esperaba fue el grupo de militantes peronistas que al reconocerlo, se le acercó para gritarle en la cara “gorila” y lanzarle otros insultos10.
Dos días después, el dirigente radical volvió a ser convocado y en esta ocasión sí pudieron mantener ambos una extensa conversación a puertas cerradas, en la que buscaron puntos de coincidencia para encarar el futuro inmediato y contrarrestar la violencia que se había adueñado del país.
Balbín logró burlar el cerco periodístico y las 21:00, entró por el acceso principal. Perón lo recibió sonriente y acto seguido, lo invitó a pasar a una habitación especialmente acondicionada para la ocasión.
Hablaron durante dos horas y al finalizar, el radical ofreció una rueda de prensa en la que entre otros conceptos, aseguró:


Perón ha regresado con el propósito de pacificación y en pro de la institucionalización de la República. Fue una conversación de dos argentinos que olvidan su pasado y que hablaron de las perspectivas del futuro nacional. Con Perón estamos buscando puntos de coincidencia en beneficio del país. El general me confió que ya estaba amortizado como ser humano, y que quería dedicar sus últimos años a trabajar por el reencuentro de los argentinos11.
El 21 de noviembre, los reporteros abordaron a Perón en la puerta de su casa para preguntarle si existía un acuerdo nacional entre radicales y peronistas. El ex presidente respondió sonriendo y guiñando un ojo:
-¿No le parece que esas no son cosas mías? Estoy un poco alejado de todo eso […] yo con Balbín voy a cualquier parte.
El 20 de noviembre se llevó a cabo el gran congreso de La Hora del Pueblo en el restaurant “Nino” de Vicente López, donde se reunieron políticos de diversas extracciones, representantes gremiales y otras personalidades; sesenta y una personas entre que también había economistas y empresarios, ansiosos la mayoría por lograr la gran concertación nacional.
En los días siguientes, Perón confirmó a Abal Medina como secretario general del movimiento y a Rodolfo Galimberti como líder de la Juventud Peronista, asegurándole el 25% de los cargos públicos, en detrimento de sindicalistas y representantes del partido12.
El 11 de diciembre le fue ofrecida a Perón la candidatura presidencial, aun cuando la ley le impedía presentarse por no tener residencia en el país. El líder no contesto sino que se limitó a organizar una reunión con Abal Medina, el día 13, donde tenía pensado fijar las pautas del Congreso Nacional Justicialista a desarrollarse el día 15 y revelar la fórmula presidencial de su agrupación.






Imágenes


Perón y López Rega se asoman por la ventana
Nueva reunión de la Junta de Comandantes. A la izquierda
el contralmirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier
Osvaldo Cacciatore

(Imagen: "La Prensa")

Una multitud se acercó hasta Gaspar Campos para
saludar a Perón

(Imagen: "La Prensa")

Llega Balbín a la residencia de Vicente López
Detrás suyo Héctor J. Cámpora
(Imagen: "La Prensa") 

Algarabía en las calles
(Imagen: "La Prensa")

Viejos rivales en la puerta de Gaspar Campos

Los vecinos de Vicente López llamaron a Perón el  "Cú Cú" debido a las numerosas veces que se asomaba por la ventana