LA CAPTURA DEL MONTE KENT
La
noche del 28 al 29 de mayo, bombarderos Canberra atacaron San Carlos arrojando 3632 kilogramos de explosivos sobre las posiciones británicas. La idea era afectar lo más posible el dispositivo enemigo, disminuir sus capacidades y obligarlos a mantenerse
aferrados a la cabecera de playa.
Los
aparatos despegaron de Río Gallegos a las 01.00 (04.00Z), bajo el indicativo
“Charrúa” y tras un vuelo sin mayores inconvenientes, alcanzaron Malvinas
cuarenta minutos después, ingresando al estrecho a las 02.28 (05.28Z).
Debido
a la espesa niebla que cubría el sector, las tripulaciones, integradas
por el
capitán Juan Martínez Villada y el primer teniente José Nicolás Pagano
(avión
matrícula B-108) y los primeros tenientes Roberto E. Rivolier y Jorge A.
Annino
(avión matrícula B-105), no pudieron determinar la precisión de los
impactos ni sus consecuencias. Pero como el bombardeo se hizo por radar
Doppler a 700/800
pies de altura y una velocidad 400 nudos, el segundo aparato pudo
visualizar los ocho resplandores provocados por los estallidos.
Los
aviones emprendieron el regreso sin recibir fuego de artillería antiaérea y
aterrizaron sin incidencias. Lo hicieron con una diferencia de ocho minutos entre uno y
otro, el numeral en primer lugar (03.17 hora argentina) y el guía detrás
(03.35), con problemas en el tren de aterrizaje.
Ese
día, el comando la FAS
comenzó a evaluar la posibilidad de un ataque conjunto de la Fuerza Aérea y la Aviación Naval, utilizando
aviones Super Etendard, cazas Skyhawk y el último Exocet que le quedaba a la Argentina; el objetivo:
uno de los portaaviones de la
Task Force.
Los
argentinos necesitaban repetir el éxito del 25 de mayo y para ello,
lanzaron a
sus Hércules C-130 y los dos Embraer 111 Bandeirantes, para iniciar la
búsqueda
y detección de los blancos, a saberse, el “Hermes” y el “Invincible”,
cuya labor se vería complementada por rastreos con de aparatos de
inteligencia electrónica.
Al
primero en ser ubicado fue al “Queen Elisabeth II”, pero como su
posición superaba el alcance de los cazas, se lo desechó y se puso
toda la atención en los portaaviones.
A las
09.00 (12.00Z) los británicos desplegaron una actividad aérea particularmente
intensa manteniendo en el aire hasta doce aparatos simultáneamente.
Cuando
los relojes daban las 09.20 (12.20Z), aviones Harrier atacaron con cohetes
aire/tierra la BAM
“Malvinas”, averiando levemente al Aermacchi MB-339 matrícula 0767/4-A-116 que
se encontraba en el hangar. En la oportunidad, perdió la vida el primer
teniente Luis D. Castagnari, del Grupo de Operaciones Especiales de la FAA y resultaron heridos cinco
suboficiales del Grupo 3 de Ataque.
A las
11.08 (14.08Z) los Sea Harrier atacaron la Estación Aeronaval
“Calderón” con bombas de retardo, sin alcanzar la pista, como ocurrió durante toda la guerra. Pese a
ello, debido al desembarco enemigo, el personal allí apostado corría el riesgo
de quedar rodeado y eso llevó a la
FAS a planificar una misión de rescate destinada a evacuar el
área.
A las
12.05 (15.05Z), otros dos Sea Harrier bombardearon el aeropuerto de la capital
(sin ninguna consecuencia), pero fueron rechazados por las siempre atentas
baterías antiaéreas. Antes de retirarse, el aparato matrícula ZA174 piloteado
por el teniente Mike Broadwater, fue alcanzado y levemente averiado, se alejó
hacia el “Invincible”.
Broadwater
tuvo un percance al momento de aterrizar ya que a poco de posarse sobre
cubierta, su avión comenzó a desplazarse hacia babor y finalmente cayó al mar,
obligando a los equipos de rescate a acudir en su ayuda. Los británicos se
apresuraron a informar que el aparato se hallaba próximo a decolar cuando un brusco
viraje de la embarcación lo hizo caer pero la versión no convenció a sus
oponentes. Demasiados accidentes para una fuerza de tareas tan profesional.
Pasado
el mediodía, la actividad aérea británica se incrementó con el paso de
helicópteros sobre Douglas Paddock y los cerros Bombilla transportando
equipo destinado a los batallones que
avanzaban dificultosamente en esa dirección.
Mientras
tanto, nuevas escuadrillas de caza y ataque fueron despachadas desde el
continente para atacar buques surtos en San Carlos.
La
primera en llegar fue la “Ñandú” conformada por el capitán Horacio Mir González
en el Dagger matrícula C-414 y el teniente Juan Bernhardt en el C-436. Los aviones
despegaron a las 11.30 (14.30Z) armados con bombas BRP de retardo -algo menos
pesadas que las MK-17 de los Canberra aunque más efectivas- y llegaron a la zona de operaciones
guiados por el Learjet LR-35 matrícula LJ-LUP (indicativo “Pipo”) tripulado por
los capitanes Nicolás R. Benza y Jacinto Despierre.
Una vez
sobre el estrecho, a 52° 18’ S / 60° 30’ O, los pilotos comprobaron la ausencia de naves enemigas y por esa razón, acuciados por la estrechez del
combustible, viraron hacia el oeste e iniciaron el regreso. Sin embargo, al
salir de la zona (12.25 hora argentina), un misil Rapier disparado desde tierra
alcanzó a Bernhardt, haciendo estallar su avión.
A las
13.45 (16.45Z) llegó la formación “Oro”, integrada por los Skyhawk A4B matrícula
C-212 del capitán Jorge Bergamaschi y el C-237 del joven alférez Jorge
Barrionuevo, portando el mismo tipo de bombas. Los pilotos remontaron el
estrecho de sur a norte, sobrevolaron la Bahía
Ruiz Puente, cruzaron el brazo Brenton y alcanzaron Puerto
San Carlos, de donde regresaron después de informar al CIC Malvinas que la
búsqueda había sido infructuosa y los había dejado escasos de combustible.
Volaban
hacia el continente, sobre la
Gran Malvina, cuando repentinamente observaron un buque muy
cerca de la costa al cual no pudieron atacar debido a la escasez de sus tanques.
Cincuenta minutos después irrumpieron los Dagger de la escuadrilla “Puma”,
compuesta por el capitán Jorge Dellepiane (C-421), el primer teniente Mario
Callejo (C-420) y el capitán Luis Demierre (C-416)1, quienes
llegaron rasantes, después de sobrepasar los primeros islotes de la Gran Malvina y la isla Borbón.
Entre
Bahía Elefante Marino y el estrecho de San Carlos la formación divisó
una PAC
que se aproximaba velozmente hacia ellos con la intención de
interceptarlos. Percatado de su presencia, el guía ordenó eyectar cargas
y efectuar viraje por izquierda para
iniciar maniobras de evasión.
Dellepiane
vio varios impactos sobre el agua sin saber que dos misiles Sidewinder le habían pasado cerca y caían mansamente al mar.
Durante
las maniobras, los argentinos agotaron el combustible y eso los obligó a
emprender el regreso.
Un
análisis efectuado por la plana mayor de la FAS
permitió determinar que el balance de lo
acontecido ese día había sido desfavorable para las fuerzas propias pues
se
había perdido un piloto y no se habían alcanzado los objetivos. Por el
contrario, los bombardeos a las posiciones enemigas durante
los raids nocturnos resultaron altamente positivos; la aproximación a los blancos fueron más sencillas
de lo esperado en especial porque los Sea Harrier no operaban de noche.
A
las
17.40 (20.40Z), aterrizó en Puerto Argentino un Electra con víveres y
municiones y a las 18.50 (21.50Z) hizo lo propio un Fellowship F-28
de la Armada poco antes de comenzar el fuego naval, que se prolongó hasta la media
noche, ocasionando ocho heridos leves entre el personal de la BAM “Malvinas”.
Mientras
tanto el Para 3 y el Comando 45 continuaban su avance hacia el este.
Hombres
pertenecientes al Escuadrón D del Comando 22 del SAS comenzaron a patrullar las
cimas del monte Kent, extremo oriental de la cadena montañosa que corre desde
San Carlos, cuya altura de 350
metros a nivel del mar, permitía dominar los montes
Challenger hacia el sur y las elevaciones conocidas como Dos Hermanas y Longdon,
algo más al este. El hecho de que aquellas alturas fuesen un tanto más bajas que el
estratégico Kent, permitía una vista panorámica excepcional además de dominar
el acceso a la capital desde el oeste.
Los
argentinos habían debilitado sus posiciones en ese punto al retirar
efectivos para reforzar sus posiciones en Darwin y Prado del Ganso el 26 de mayo. Los
británicos lo sabían y con la llegada del crepúsculo, los SAS se
lanzaron a la captura intentando inmovilizar la escasa
presencia enemiga.
Durante
la noche del 30 de mayo, helicópteros Sea King británicos abarrotados de
soldados y armamento, despegaron desde San Carlos en dirección al monte Kent,
pero a poco de su partida debieron abortar la misión porque una fuerte tormenta
de nieve les impidió seguir.
Los
helicópteros debieron esperar hasta el atardecer del
día siguiente una vez mejoradas las condiciones meteorológicas.
En su
interior, los efectivos de la Compañía K
del Comando 42 dirigidos por el teniente coronel Mick Vaux y su igual en el
rango, Mike Rose, del SAS, aguardaban expectantes el momento de entrar en
acción.
Volando
a baja altura, con los pilotos utilizando visores nocturnos, los aparatos
llegaron a un punto situado a 3 kilómetros
al sudoeste del monte, donde el
Escuadrón D del SAS había tomado posiciones protegido por un grupo de
colinas. Una vez sobre el objetivo los comandos saltaron a tierra y se
dispersaron, amparados por la obscuridad2.
Llevaban consigo los letales morteros de 81 mm, que darían excelentes resultados en
los días siguientes.
Las tropas estaban convencidas de que no iban a
encontrar resistencia argentina, sin embargo, a
menos de 2 kilómetros
de las laderas, una lluvia de trazadoras de tono rojizo comenzó a surcar
la noche, iluminando el área como una película de ciencia ficción.
Los
marines se diseminaron sobre la turba, arrojándose detrás de las
rocas. La lluvia y el frío calaban los huesos mientras las granadas
retumbaban a su alrededor, obligándolos a mantenerse pegados al terreno.
Pasada la sorpresa, abrieron fuego y lanzaron sus propias granadas
mientras las balas enemigas rebotaban a su alrededor.
El
intercambio de disparos duró algo más de veinte minutos hasta que, repentinamente
cesó y de la obscuridad, emergió el mayor Cedric Delves del Escuadrón 22 del
SAS para informar que todo había concluido2.
-¡Todo
está en orden! - le dijo a Mike Rose en voz alta.
El
Special Air Scuadron se había topado con una patrulla argentina y había
muertos, heridos y prisioneros.
Vaux y
Rose decidieron instalar su puesto de mando en el mismo lugar en el que habían
aterrizado y poco después, la Compañía K
del Comando 42 inició el ascenso trepando las laderas con el capitán
Peter
Babbington al frente. Iban decididos a barrer los últimos vestigios de
las defensas argentinas y asegurar la posición para el inminente avance.
No encontraron a nadie porque la elevación había sido evacuada y solo
las
trincheras y algún bunker solitario con equipos personales y bolsas de
dormir era todo lo que quedaba3.
Habían
pasado apenas dos horas desde la llegada de la compañía cuando el último Chinook
se posó sobre la pendiente para descargar tres cañones de 105 mm y 300 proyectiles.
El
estratégico monte estaba en británicas y eso le abría las puertas de la capital. Por eso, al
amanecer, los soldados pudieron apreciar en el horizonte algunos de sus
edificios, entre ellos la torre de la iglesia y los cuarteles de Moody Brook.
El
mencionado Chinook estuvo a punto de estrellarse cuando, a causa de la nieve y
la falta de visibilidad, perdió altura y rozó las aguas de una de las caletas.
La habilidad del piloto lo salvó del desastre.
Puerto
Argentino estaba al alcance del Comando 42 es decir, de la vanguardia
del ejército británico. Cuando Vaux y Rose ordenaron a la artillería
abrir
fuego sobre Moody Brooke, el ánimo de la tropa se elevó a las nubes, no
así la de sus enemigos, quienes al verse alcance de sus cañones,
experimentaron gran desazón. Sin embargo, faltaban dos largas semanas
para que pudiesen alcanzar la meta.
Durante
la noche del 1 de junio, helicópteros al mando del teniente coronel Simon
Thornewil condujeron los restos del Comando 32 (500 efectivos) a la recientemente
capturada elevación, a efectos de reforzar las posiciones de la Compañìa K. Eran hombres duros,
entrenados en regiones polares y condiciones extremas. Sin embargo, pese a toda esa
preparación, debieron soportar un frío inusual con mucha acumulación de nieve en los
alrededores pues no solo combatíancontra un enemigo más duro de lo esperado sino en condiciones climáticas rigurosas, propias de la guerra de invierno.
Eso no
fue impedimento para que aquel esforzado batallón comenzase su desplazamiento y
se expandiese hacia las alturas circundantes como una verdadera mancha de
aceite.
Notas
1 Habían despegado de San Julián a las 13.20
(16.30Z).
2 Rodney A. Burden, Michael I. Drapper, Douglas A. Rouge, Colin R. Smith y
David A. Wilton, Malvinas. La Guerra Aérea (Falklands Air War).
3 Ídem.
4 Ídem.
Publicado 26th February 2015 por Malvinas.Guerra en el Atlántico Sur