EL DÍA DESPUÉS
Los sucesos de Rawson y
Trelew pegaron fuerte en la sociedad argentina y pusieron en alerta al
gobierno. El mundo comentaba lo sucedido, las fuerzas de seguridad adoptaban
medidas de prevención y los servicios de inteligencia evaluaban la situación,
intentando prever la siguiente jugada del enemigo.
El 25 de agosto de 1972, el Estado Mayor Conjunto organizó una conferencia de prensa para brindar un informe de lo acaecido en el sur entre el 15 y el 22 del corriente. El propio Lanusse dio a conocer la noticia durante el discurso que pronunció la noche del jueves 24, a través de la Cadena Nacional de Radio y Televisión, informando que la misma iba a estar a cargo del contraalmirante Hermes Quijada.
Ese día, a las 18:20 horas, el alto oficial naval se presentó en el microcine que el Estado Mayor Conjunto tenía en el sexto piso de Av. Paseo Colón 255, saludando a los presentes con cortesía. Lo hizo acompañado por su ayudante, el capitán de corbeta Carlos Grahan y el jefe del departamento de Relaciones, capitán de fragata Oscar Osvaldo Gigirey, mientras los flashes de la prensa se sucedían frenéticamente y la cámaras de TV se enfocaban sobre la escena.
El 25 de agosto de 1972, el Estado Mayor Conjunto organizó una conferencia de prensa para brindar un informe de lo acaecido en el sur entre el 15 y el 22 del corriente. El propio Lanusse dio a conocer la noticia durante el discurso que pronunció la noche del jueves 24, a través de la Cadena Nacional de Radio y Televisión, informando que la misma iba a estar a cargo del contraalmirante Hermes Quijada.
Ese día, a las 18:20 horas, el alto oficial naval se presentó en el microcine que el Estado Mayor Conjunto tenía en el sexto piso de Av. Paseo Colón 255, saludando a los presentes con cortesía. Lo hizo acompañado por su ayudante, el capitán de corbeta Carlos Grahan y el jefe del departamento de Relaciones, capitán de fragata Oscar Osvaldo Gigirey, mientras los flashes de la prensa se sucedían frenéticamente y la cámaras de TV se enfocaban sobre la escena.
La exposición fue ilustrada
con cuatro gráficos en los que destacaban las instalaciones del penal de
Rawson, las del sector destinado a los reclusos de la Base “Almirante Zar” y el
Aeropuerto de Trelew.
Ni bien Quijada tomó asiento, agradeció la presencia de los periodistas y aclaró que por expresa orden de la Junta de Comandantes, la conferencia iba a ser difundida en todo el ámbito de la Nación.
Ni bien Quijada tomó asiento, agradeció la presencia de los periodistas y aclaró que por expresa orden de la Junta de Comandantes, la conferencia iba a ser difundida en todo el ámbito de la Nación.
En
los últimos tiempos el país se ha visto conmovido por hechos de
violencia que sucesivamente han ido ensangrentando las huellas de los
agentes del odio y la subversión.
Numerosos
ciudadanos han sido alevosamente asesinados por quienes se autodefinen
como defensores del pueblo sin más títulos que una fanática vocación de
destrucción y muerte, alimentada por una ideología atea y materialista,
totalmente ajena a las más caras convicciones republicanas de los
argentinos.
Los
asesinatos del general Aramburu, de los dirigentes Vandor y Alonso, del
doctor Sallustro, del general Sánchez, del dirigente Uzal, la de
numerosos abnegados policías y servidores públicos; bombas desparramadas
por todo el país con propósitos de destrucción e intimidación general;
los asaltos y los secuestros son muestras claras de un historial
tenebroso que está injertado entre nosotros, acostumbrando nuestras
mentes a lo insólito de la barbarie sin más razones que el odio
desatado.
¿Quién
no tiene presente la alevosa muerte de los seis guardiacárceles de
Tucumán o las siniestras bombas colocadas en la plaza de San Isidro sin
destinatario elegido, pero con un fin asesino indiscutible?
Quijada continuó reseñando el historial subversivo para enfocarse luego en los sucesos de Rawson, indicando en los planos y gráficos desplegados a sus espaldas, los movimientos de la guerrilla y las fuerzas del orden. Inmediatamente después, procedió a responder preguntas.
Serían los medios de prensa, los encargados de deformar los hechos, generando las versiones que hoy se manejan con tanta liviandad.
En su edición Nº 499, correspondiente a agosto de 1972, “Primera Plana” trajo una supuesta declaración pronunciada por el coronel Guillermo Muñoz, jefe de operaciones en la Zona de Emergencia, en el Aeropuerto de Trele:
-Estoy desilusionado. Veníamos a liquidarlos a todos y están vivos. Si se hubieran animado a disparar un tiro, no dejábamos ni a uno. Pero se rindieron, los muy cobardes.
-Esperábamos una resistencia feroz –pusieron en boca de otro oficial, jefe de una unidad de lucha antiguerrillera de 500 efectivos-, pero son unos patoteros. No pelean, son cagones.
El domingo 27, “La Nación” informaba:
Mac
Loughlin rechazó, en nombre de Lannuse, el pedido del el presidente
chileno Salvador Allende de que se lo dejara actuar en función de la
situación interna de su país. Mac Loughlin adelantó al embajador
Huidobro que causaría un profundo desagrado al gobierno argentino
cualquier decisión chilena que se apartara de las normas jurídicas en
vigor, advirtiéndole que también el gobierno argentino tenía razones de
política interna para insistir en la posición en la cual se había
situado.
Alguien publicó en algún lado, que después de una reunión de periodistas acreditados en la Casa de Gobierno, un corresponsal dijo: “Esta noche los matan a todos”.
-¡Si seremos boludos! –se le adjudica al teniente de corbeta Roberto Guillermo Bravo durante un almuerzo-. En lugar de matarlos estamos engordándolos.
¿De dónde salieron estas versiones? ¿Quién era el corresponsal inglés que lanzó aquella primicia? ¿En qué almuerzo pronunció el coronel Muñoz la mentada frase? ¿Quién la escuchó y cómo se llamaba el periodista que lo entrevistó?
A más de cuatro las versiones se contraponen y las dudas persisten. Para algunos se trató de una ejecución en masa, para otros un intento de evasión. Según ciertas fuentes, Lanusse en persona habría ordenado la masacre, según otras, fue una decisión de la Armada, urgida por desbaratar un posible entendimiento entre el presidente de facto y Juan Domingo Perón (algo impensable). Hay quienes sostienen que el capitán Sosa se extralimitó en sus funciones y quienes aseguran que cumplía órdenes superiores. Pero ninguna interpretación resulta más desafortunada que aquella de la reunión secreta en Casa de Gobierno, el 21 de agosto, donde luego de conocerse la decisión de Salvador Allende, de dar asilo político y salvoconductos a los diez terroristas prófugos, se decidió eliminar a quienes permanecían cautivos de Trelew a modo de escarmiento. Demasiadas presunciones pero nada en concreto.
La supuesta frase de María Antonia Berger en cuanto a la grave equivocación del gobierno, de subestimar el grado de incidencia que la guerrilla tenía en el pueblo, manifestada en la reacción unánime de repudio a la masacre, es una falacia magnificada por la posteridad; no hubo masas saliendo a las calles, ni multitudes llenando plazas, ni columnas marchando; quienes lo hicieron fueron los partidarios de la subversión, todos militantes de izquierda, incluyendo a familiares, amigos y allegados, que apenas superan el millar de personas. Y si alguien tiene pruebas de que eso sucedió realmente, que las muestre y seremos los primeros en afirmarlo.
Así fue como echaron a correr los rumores y los mismos crecieron como bola de nieve para convertirse en bíblica verdad.
Tomás Eloy Martínez dijo al respecto:
Comían
de a uno y a veces de a dos por turno, frente a una doble hilera de
soldados que les apuntaban y tenían orden de disparar al menor
movimiento inusual. Iban al baño de a uno, con las manos en la nuca,
atravesando también la doble hilera de efectivos y un centinela detrás.
La
expresión del capitán Sosa: “…'la próxima vez no va a haber negociación
-los desafiaba el capitán Sosa. Los vamos a cagar a tiros, sin tantos
miramientos"; que Pujadas y Ulla compartieron por un día la primera
celda de la derecha y que María Angélica Sabelli y Susana Lesgart
(nombre de guerra “La Gorda”) la última de la izquierda, por cuarenta y
ocho horas, ello sin contar los literarios “Forzados al silencio, oirían
al viento ir y venir por la meseta yerma, reptando entre los molles y
los calafates espinosos, o el chillido de algún ratón de campo aplastado
por las camionetas que pasaban. Sabían que toda fuga era imposible, que
no podrían siquiera pensar en ella hasta que no los sacaran de esa
guarnición con novecientos hombres en estado de alerta y dos kilómetros
de campo por cubrir hasta la carretera Madryn-Trelew. Ni soñar,
compañero”.
También se asegura que durante el tiroteo, María Antonia Berger se arrastró de regreso a su celda y con su mano ensangrentada escribió en el piso (o en una pared) “LOMJE”, la célebre consigna de las FAR y del Ejército de los Andes: “Libres o Muertos, Jamás Esclavos”.
En un país donde se suele inventar situaciones y se tergiversa la verdad, suena demasiado teatral. ¿Alguien vio esa inscripción? ¿Se tomaron fotografías? ¿Hay alguna prueba tangible para semejante afirmación?
Ante tantas suposiciones y afirmaciones al aire, nos vemos obligados a contraponer los hechos a los testimonios. Según Eduardo Luis Duhalde:
A
las 3.30 de la madrugada sacaron a los 19 presos de sus celdas, los
formaron en el pasillo y los fusilaron con ráfagas de ametralladora.
María Antonia Berger sintió el impacto en el estómago, vio a sus
compañeros que caían heridos o trataban de protegerse en las celdas y se
arrojó en la suya. Escuchaba los gritos de dolor, las puteadas y las
órdenes. Sobre todo escuchaba los tiros de gracia. A medida que se
acercaban, iban acallando las voces. Vio al teniente de corbeta Bravo en
el umbral de su celda con una pistola en la mano. Desde el suelo lo vio
acercarse y apuntarle a la cabeza. Sintió el disparo y la cabeza le
estalló, aunque seguía viva. Escuchó voces pero no la atendían mientras
se desangraba por el estómago y la mandíbula. Quiso hacer algo antes de
morir, escribir con su sangre los nombres de Bravo y Sosa, los
fusiladores, pero escribió “papá” y “mamá” en una pared. Alguien se
acercó y lo borró con un trapo húmedo1.
Volvemos a preguntarnos entonces, ¿fusilamiento con tiros de gracia incluidos y dejan a tres de los “ejecutados” vivos? ¿Un gobierno que planea semejante acto le permite a tres de las víctimas seguir viviendo?
Durante el juicio que se llevó a cabo en mayo de 2012, la fiscalía y la querella desistieron de veintitrés “testigos” para agilizar el juicio pero solicitaron fueran leídos los testimonios de personas fallecidas, entre ellas Gustavo Fidel Peralta, dirigente del PJ de Rawson; el abogado Eduardo Luis Duhalde, de reconocidas simpatías por la subversión; el periodista Daniel Carreras de Canal 3 de Trelew, célebre por la cobertura que hizo de los hechos y colaborador permanente del Centro Cultural para la Memoria de aquella ciudad, Atilio Oscar Viglione, dirigente político regional y el médico forense Ezequiel Cablinsky.
De esas lecturas y alegatos, además del aporte efectuado por los sobrevivientes hasta sus respectivos decesos, se reconstruyeron los hechos y de esa manera, con semejante liviandad, se dio por sentado que los detenidos habían sido acribillados.
En cuanto a los sobrevivientes, dos días después los periódicos informaban que su estado seguía siendo grave aunque se percibía una leve mejoría, razón por la cual, se les autorizó a recibir a sus parientes directos y sus abogados. Tras un primer examen a cargo del Dr. Julio Silva de Murat, médico forense del juzgado federal a cargo del Dr. Carlos Romero del Prado, los sediciosos quedaron bajo los cuidados de un calificado cuerpo de médicos especialmente seleccionados, quienes demostraron idoneidad y alto nivel profesional a la hora de actuar.
…dado
que su permanencia en el Hospital Naval tiene como exclusiva finalidad
su recuperación, tan pronto como ésta haya alcanzado su nivel adecuado,
serán reintegrados al establecimiento penal de origen o al lugar donde
disponga el juez federal que entiende en la causa.
Prueba de ello es que los tres se recuperaron satisfactoriamente y hasta volvieron a las andadas.
Mientras tanto, seguía rigiendo el estado de emergencia en Rawson, Trelew, Gaimán y Viedma, con militares y fuerzas de seguridad, controlando rutas y accesos, realizando patrullas, haciendo allanamientos y deteniendo transeúntes en averiguación de antecedentes.
Según trascendidos el juez de la Cámara Federal, Jorge Quiroga, bajo cuya disposición se encontraban los detenidos, se disponía a levantar la incomunicación que pesaba sobre los guerrilleros convalecientes.
En los días siguientes, Miguel Alberto Camps y Ricardo René Haidar comenzaron a experimentar mejorías, no así Berger, que debió ser sometida a una nueva intervención quirúrgica. Desde hacía cuarenta y ocho horas, los padres del primero, así como los de la mujer, aguardaban la autorización para ver a sus hijos en tanto el Dr. Romero del Prado rechazaba un recurso de amparo presentado por los letrados, solicitando su traslado a un centro de salud civil, por entender que en el lugar donde se hallaban internados recibían los cuidados médicos adecuados.
A todo esto, numerosas manifestaciones tuvieron lugar en diferentes puntos del país, en repudio a lo sucedido en Trelew y apoyo a las “víctimas”.
Camps y Haidar se reponen de sus heridas en el Hospital Naval de Puerto Belgrano (Fotografía: "La Nación") |
El 24 de agosto, a las 20:30, hubo una gran concentración en el anfiteatro de la Facultad de Física de la Universidad de La Plata, así como en la esquina de 4 y 48, donde se dio cita un centenar de militantes de la UCR, para protestar y prender fuego las ramas de los árboles recientemente podados. En 47 y 9 hicieron lo propio afiliados del Partido Comunista y en 45 y 13, elementos del PJ, quienes llamaron a la resistencia. “La Prensa” se refirió a ellos como actos relámpagos, los cuales fueron fácilmente dispersados por la policía.
Lo mismo ocurrió en Tucumán, más precisamente en sus facultades y frente al Palacio de Justicia, donde hicieron uso de la palabra varios oradores, entre ellos, el Dr. Cerutti Costa, este último frente a los tribunales de esa ciudad.
En Buenos Aires, cerca de cuatrocientos manifestantes se concentraron en Av. Corrientes y Carlos Pellegrini, donde funcionaba el Trust Joyero Relojero, así como en la Facultad de Filosofía y Letras, para marchar por la primera de esas arterias, en dirección a la Casa de Gobierno. Durante su avance, destrozaron comercios, inmuebles e instalaciones, especialmente cabinas telefónicas, carteles, una óptica y una casa de vestir masculina. Incluso fueron hallados artefactos incendiarios en Lavalle, entre Maipú y Florida y otros puntos del recorrido, que obligaron a las brigadas antiexplosivos a intervenir.
En Rosario lo hicieron en la esquina de Tres de Febrero y San Martín, así como en Sarmiento y Rioja, donde se produjeron corridas ante la presencia policial. Los estudiantes invitaron a la marcha a un grupo de maestros que se había reunido en el Club Italiano, pero éstos se negaron a participar.
En vista del Encuentro Nacional de los Argentinos, convocado por el PJ en el Luna Park y la concentración en Plaza Miserere a la que llamó la JP, el comando del I Cuerpo de Ejército organizó un operativo de seguridad conjunto con las policías federal y provincial, movilizando tropas de Infantería, del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 101 y la policía montada, además de vehículos militares y policiales y efectivos a pie, quienes tenían orden de intervenir cuando las circunstancias lo requiriesen.
El 30 de agosto, en horas de la noche, grupos de derecha, entre los que se encontraban el Movimiento Nacionalista Patria y Libertad y el COSMONAL (Comité de Solidaridad con los Movimientos Nacionalistas de América Latina), organizaron una serie de actos en repudio al gobierno de Chile, por haber concedido asilo y salvoconductos a los guerrilleros evadidos de Rawson.
Las concentraciones se realizaron frente a la embajada de ese país (Tagle 2762), en Plaza Constitución y en la de Flores, donde los manifestantes entonaron cantos alusivos y exhibieron pancartas mientras repartían volantes.
“Allende te quitaste la careta”, se leía en algunos carteles, “El abrazo de San Martín y O’Higgins quedó roto por el encubrimiento de asesinos reclamados por la justicia argentina”, decía otro, “Bravo Allende, has demostrado ser un cipayo del castrocomunismo”, “Exigimos a Lanusse que rompa relaciones con el gobierno de Allende”, “¿Asilo político para los que asesinaron a Juan Gregorio Valenzuela, guardia del penal de Rawson con cinco hijos?”.
Cuando la policía intentó desalojar a los manifestantes del frente de la embajada, Luis Dragani, presidente de COSMONAL, censuró en voz alta su proceder.
-¡Ustedes no son patriotas! – les gritó a los policías.
-¡¡Piensen en Valenzuela!! – aullaron otros.
Cuando los agentes empezaron a alejar a los manifestantes, se produjeron empujones y forcejeos que derivaron en caídas y golpes. Los más jóvenes hicieron una “sentada” en medio de la calle, y entonces los agentes cargaron sobre ellos para alejarlos por la fuerza. Nuevos altercados se sucedieron entonces hasta que la columna optó por retirarse hacia la calle Florida, lanzando volantes y consignas partidarias.
El 2 de septiembre, a las 07:45, manifestantes comunistas arrojaron una bomba incendiaria contra la embajada argentina en París, dañando una de sus puertas.Solicitada la información correspondiente desde el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, empleados de la legación explicaron que se trataba de un cóctel tipo molotov lanzado por elementos de izquierda desde una motocicleta, al tiempo que numerosas personas repartían panfletos firmados por el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Sección Argentina. Cuarta Internacional.
Inmediatamente después, la Liga Comunista de Francia emitió un comunicado apoyando la acción-Un portavoz de la Cancillería, responsabilizó por los incidentes a jóvenes trotskistas franceses, de los cuales se habrían desprendido tres motocicletas, para llevar a cabo el ataque. Otras tres bombas que no llegaron a detonar, fueron halladas en los alrededores de la representación, provocando la consabida alarma en el vecindario y la intervención de la brigada antiexplosivos de la policía parisina.
En España, el periódico “Ya” publicó una serie de artículos titulados “Introducción al laberinto argentino”, donde el autor, Luis Apostura -su vicedirector-, hacía un detallado análisis de la situación política y social de nuestro país y las consecuencias que estaban generando las acciones de gobierno.
La
masa peronista adora a Perón, quiere a Perón, esto no es juicio
aprobatorio ni desaprobador, sino la constatación de un hecho –decía la
nota en sus partes más sobresalientes-. Ahora bien, a nivel de elites
dirigentes, en una prospección que el hecho reviste enorme interés en
todos los sectores, desde el gobierno a los sindicatos, no he logrado
darme a mí mismo una respuesta convincente e inequívoca a esta
pregunta: ¿Quieren de verdad que regrese Perón? ¿Quieren regresar Perón?
No se me va de la cabeza la idea de que las elites directivas en ambos
frentes en lucha desearían encarar el problema argentino sin el
condicionamiento de Perón vivo y con buena salud.
Desaparecido
Juan Domingo Perón, los sectores furiosamente antiperonistas tendrán
frente a ellos una serie de fuerzas políticas tan dispersas como las que
hemos descrito, y, por consiguiente, más fáciles de vencer, de
convencer o de integrar. A su vez, en los sectores peronistas vive un
poderoso impulso juvenil y renovador, que posiblemente no necesite la
vida física del ex presidente. Darían paso a un movimiento de tipo
laborista, más rico ideológicamente, aunque menos mesiánico. Es un poco
lo sucedido con Hipólito Yrigoyen, el presidente creador del gran
Partido Radical, derrocado por un golpe militar en 1930, pero aún vivo y
operante en la Argentina. En un apremio más inmediato, es decir, de
carta a las elecciones de marzo de 1973, se quiere saber qué persona o
qué grupo recibirá de Perón el encargo de llevar su bandera electoral: a
quién Perón nombre, Perón le hará vencedor, según los sondeos
preelectorales. Es su enorme poder y su enorme responsabilidad
histórica.
En lo que al radicalismo se refiere, el mismo día en que fue allanada la sede de la CGT en Córdoba (24 de agosto), su comité de Chubut dio a conocer un manifiesto en el cual fijaba su postura con respecto a lo acaecido en el sur del país.
Condenamos
la guerrilla, sus métodos y la filosofía que la sostiene, porque ella
también cierra al pueblo el camino hacia el poder y pretende conducirnos
hacia sistemas dictatoriales.
La
Unión Cívica Radical tiene autoridad moral ante el país para señalar la
defensa de las libertades públicas, porque a través de su trayectoria
sus hombres sufrieron en carne propia la persecución de regímenes de
derecha, de gobiernos fraudulentos o dictaduras populistas, pero cuando
le tocó gobernar lo hizo en el marco grande del respeto de todas las
libertades.
La
gravedad de los acontecimientos obliga a la Unión Cívica Radical a
pronunciarse, ya que es misión inexcusable de las fuerzas políticas
fijar con toda claridad su pensamiento como contribución para orientar
la opinión de los ciudadanos.
El
radicalismo deja establecido que la lucha por conseguir el sistema de
vida argentino está basado en el amplio respeto a las garantías
individuales, piedra angular en la que se basa la dignificación del
hombre y su familia. La violencia fratricida es contraria al ser
nacional y quienes apelan a ella merecen el calificativo de
delincuentes.
La
gran expresión política nacional no puede pasar jamás por el meridiano
de ninguna delincuencia. Se equivocan, en consecuencia, quienes,
olvidando todo el horror desatado pretenden ver en esto una lucha
ideológica. El radicalismo compromete todos sus esfuerzos para impedir
que una dura realidad nos golpee aún más.
Firmaban la nota el Dr. Atilio Oscar Viglione en calidad de presidente, Juan Carlos Altuna, Alfredo Echepare, Enrique Juan Moore y Álvaro Emilio Raso.
Otro sería el discurso de los radicales once años después, despegándose olímpicamente de su posición en contra de la violencia subversiva, así como de tantos golpes militares que aplaudió y apoyó.
Para entonces, los guerrilleros abatidos eran velados en diferentes puntos del país.A las 23:00 a.m. del miércoles 23, llegaron a la sede del Partido Justicialista de la Capital Federal, los féretros que contenían los restos de Eduardo Adolfo Capello y María Angélica Sabelli. Una multitud calculada en dos mil personas aguardaba en el lugar entonando el Himno Nacional, la Marcha Peronista y estribillos partidistas.
Como solía ocurrir en estos casos, en la capilla ardiente, destacaba por sobre las demás, la infaltable corona de flores con el nombre de Perón y su esposa, así como las de Montoneros, el ERP, las FAR y la Juventud Peronista.
Manifestaciones antichilenas en el centro de Buenos Aires (Fotografía: "La Nación") |
El desfile de personas llevó toda la noche y buena parte de la mañana; la militancia se había reunido allí para exteriorizar su apoyo, lo mismo la dirigencia y el periodismo, sin contar las personas ajenas a los hechos, que se acercaban simplemente a curiosear. Quienes ingresaban eran celosamente revisados por elementos de la JP, los cuales se distinguían por sus brazaletes azules y blancos, en tanto fuera del edificio se mantenía una considerable presencia policial.
Se produjo algo de revuelo cuando en las primeras horas de la mañana llegó la ambulancia con los restos de Ana María Villarreal de Santucho.
Militantes, allegados y curiosos se apretujaron para ver cuando lo sacaban del furgón y lo introducían en el edificio, a través del portón de doble hoja de la entrada principal.
Mientras tanto, continuaban llegando fuerzas al lugar, ya de Infantería como de la policía montada, más un centenar de perros y personal de civil. El medio centenar de vehículos blindados de la Brigada Antiguerrillera, así como los carrier Shorland, los patrulleros y las motocicletas del Cuerpo de Tránsito, comenzaron a inquietar los ánimos.
El tránsito fue cortado en Avenida La Plata, entre Rivadavia e Independencia, así como entre Rosario y Quito y sólo circulaban por esas cuadras, los vehículos fúnebres y móviles policiales.
Pasado el mediodía, comenzó a percibirse un inusitado incremento de la vigilancia. Tres carriers se detuvieron frente a la sede partidaria al tiempo que la policía montada, la división canina y personal de civil portando walkie-talkies, acordonaba el área y tomaba posiciones.
Para entonces circulaban versiones según las cuales, la policía iba a retirar los féretros, que el PJ iba a ser intervenido, sus dirigentes detenidos y el velatorio interrumpido por orden del comandante del I Cuerpo de Ejército. Eso incrementó la expectación y llevó a elementos de la JP, jóvenes de de entre veinte y treinta años, a colocar carteles frente a la sede, llamando a permanecer en el lugar. Inmediatamente después las puertas cerraron y los militantes se atrincheraron en el interior, para evitar el ingreso de los guardias del orden.
Se vio entonces al comisario mayor Jorge Colotto, a cargo del operativo, ingresar acompañado por su par, Alberto Villar, para dialogar con el Dr. Vicente Zito Lema, abogado de la agrupación. Explicaron ambos que no estaban allí para reprimir sino para para salvaguardar el orden y hacer cumplir las directivas impartidas por el general Tomás Sánchez de Bustamante, comandante del I Cuerpo de Ejército en relación a dar por finalizado el velatorio e informar que tenían media hora para dar por finalizada la ceremonia.
Zito Lema respondió que el Dr. Rodolfo Mattarollo2, acababa de presentar un recurso de amparo ante el juez federal Santiago Ichausti, a efectos de que el velatorio, programado hasta las 14:30 del día siguiente, no fuese interrumpido, pero eso no cambió nada.
-Lo único que solicitamos es que se respete la tradición –dijo el letrado–, máxime cuando uno de los cadáveres (se refería al de Ana María Villarreal de Santucho) ha sido entregado hace poco más de tres horas.
-Nosotros aguardamos las órdenes –respondió Colotto–. Lo único que le puedo garantizar es que cualquiera sea la decisión, yo personalmente se la haré saber. Si se mantiene la orden de interrumpir este acto y la gente se resiste, no habrá más remedio que reprimir.
Cuando los comisarios se retiraron, los efectivos que aguardaban fuera formaron una suerte de candado en torno a ellos y retrocedieron, mientras la gente los aplaudía en tono de ironía y entonaba el Himno Nacional.
Una hora después (17:55), Colotto estaba de regreso para informar que la orden de dar por finalizado el velatorio era definitiva y por consiguiente, tenían plazo hasta las 18:30 para retirar los féretros. Fue cuando en el exterior, comenzaron los incidentes.
Incitada por los militantes, la concurrencia intentó permanecer en el lugar arrojando objetos y entonando estribillos contra el gobierno y las fuerzas del orden. Para desalojarla, la montada avanzó con sus caballos, forzándola a despejar el área. La gente corrió hacia la esquina tratando de evitar la carga y ahí fue cuando se produjeron, apretujamientos, golpes y empujones, provocando la caída de algunas coronas de flores.
Aprovechando la confusión, las puertas del local volvieron a cerrarse.
-¡¡Todos los guerrilleros, son nuestros compañeros!! ¡¡Todos los guerrilleros, son nuestros compañeros!! – gritaban los militantes mientras arrojaban objetos y hacían la V de la victoria.
En vista de ello, la guardia de infantería comenzó a lanzar gases lacrimógenos y eso incrementó el desbande.
Las corridas se sucedieron en un radio de diez cuadras donde hubo desmayos, contusiones y detenciones. Los carros de asalto avanzaron haciendo sonar sus sirenas y la montada se lanzó detrás, seguida por la sección canina y hombres de civil con armas cortas en las manos.
Uno de los blindados se detuvo frente a la sede justicialista, apuntó su trompa hacia la entrada y arremetió con violencia, haciendo añicos la puerta doble, que cedió como si fuera de cera. Inmediatamente después retrocedió y la infantería entró a la carrera, fuertemente armada. Las cámaras lo registraron todo. En medio de gritos e insultos, se produjeron forcejeos, un militante saló despedido por la puerta y minutos después, emergió una hilera de detenidos con las manos en la nuca, en dirección a los vehículos celulares.
Para entonces, el I Cuerpo de Ejército había emitido el siguiente comunicado, firmado por su titular, el general Tomás Armando Sánchez de Bustamante:
Previo
acuerdo de este comando con los familiares de los fallecidos María
Sabelli, Ana María Villarreal de Santucho y Eduardo Capello, se resolvió
que en la fecha 24 de agosto de 1972, se llevaran a cabo los sepelios
correspondientes. Los mismos se efectuaron conforme a lo dispuesto en
los cementerios de Chacarita y Boulogne. Dicha resolución obedeció a la
idea de llevar a cabo los actos de inhumación con la mayor celeridad
posible, evitando las alteraciones de orden público buscadas por
sectores interesados, a través de gestiones oficiales y sugerencias
partidarias sobre los familiares de los fallecidos.
Despejado el frente y el interior del edificio, los vehículos fúnebres se detuvieron en la puerta para retirar los féretros.
La salida del cortejo fue traumática, con amontonamientos en la puerta, empujones y alguna que otra caída. Muchas de las personas que los trasladaban, llevaban sus rostros cubiertos por los gases, pero nadie hizo gestos ni se entonaron estribillos.
La caravana partió hacia el cementerio de la Chacarita, fuertemente escoltada. Lo hizo por Rivadavia desde Av. La Plata, siguió por Campichuelo hasta Warnes, y derecho por esa vía, alcanzó la parte posterior de la necrópolis.
El primer cajón en ser bajado fue el de María Angélica Sabelli, seguido detrás por el de Capello. La escena de la madre llorando de rodillas frente al féretro cuando era depositado en la fosa, fue desgarradora; Eduardo Capello fue depositado en pabellón transitorio Nº 5 y allí permaneció en espera, hasta su traslado definitivo al cementerio de San Miguel. Su familia se hallaba acompañada por un abogado.
La ambulancia que transportaba a Ana María Villarreal de Santucho siguió hacia el norte, más precisamente al cementerio municipal de Boulogne, en el partido de San Isidro, desplazándose a media marcha por Av. Elcano.
El cajón de uno de los subversivos abatidos es retirado del Partido Justicialista porteño (Fotografía: "La Nación") |
Escoltada por motocicletas, patrulleros y cuatro carros de asalto, tomó Garmendía y a la altura del 4700 se detuvo para esperar que la policía despejase el camino. Continuó luego por Del Campo, Triunvirato, Galván, Ruiz Huidobro y Holmberg hasta alcanzar la intersección de ruta Panamericana con Av. General Paz, límite entre la provincia y la capital, donde aguardaba el titular de la Comisaría 3ª de San Isidro, a quien el comisario Colotto le entregó la jefatura del operativo.
La Policía Federal regresó al centro de la ciudad en tanto el cortejo tomaba por Panamericana, precedido por dos patrulleros y media docena de motocicletas. En esas condiciones, atravesaron las localidades de Vicente López, Olivos, Martínez, Acassuso y al llegar a la bifurcación del Acceso Norte con la gran autopista, tomaron a la izquierda para subir por Capitán Juan de San Martín.
Los vehículos atravesaron lentamente el puente y enfilaron hacia Malvinas Argentinas, pasando a metros de la residencia particular del general Onganía y el club de rugby Pueyrredón, doblaron luego por Montes de Oca y así desembocaron en el camposanto, cuando los relojes señalaban las 19:15.
Ayudados por el conductor de la ambulancia y un empleado de la funeraria, los allegados retiraron el cajón y lo llevaron hasta el depósito, donde permaneció en tránsito hasta su traslado a una fosa, la mañana siguiente.
Casi a la misma hora, a metros del lugar donde los guerrilleros habían sido velados, Walter Vezza y Avelino Fernández, dirigentes del peronismo metropolitano, ofrecían una conferencia de prensa para relatar como se habían dado los hechos a partir de la presencia policial.
A las 19:45 apareció en la sede partidaria el juez Valerio Pico Rufino, titular del juzgado contencioso criminal Nº 3 de la Capital Federal, acompañado por sus secretarios, los doctores Jorge Cernesoni y Bartolomé Roca y el subcomisario de la Seccional 10ª, con el objeto de recorrer el local y comprobar personalmente los destrozos3.
Los enfrentamientos en los alrededores continuaron hasta la noche. Elementos de la JP levantaron barricada en Av. Rivadavia, entre Castro Barros y Av. La Plata, encendieron fogatas y lanzaron objetos contra los representantes del orden, generando un verdadero caos al cortar el tránsito. Y si bien a eso de las 19:15 la violencia comenzó a mermar, la policía mantuvo cinco carros y varias patrullas con perros para despejar el área y proteger a los transeúntes. Fue necesario, disparar algunos gases, especialmente en el tramo de Av. La Plata entre Rivadavia e Independencia, hasta que pasadas las 20:00 la situación se normalizó.
En Pergamino el cuerpo de Rubén Pedro Bonnet, hijo único de 29 años, divorciado y padre de dos pequeños, fue recibido por un tío, encomendado por la familia para reconocer el cadáver. Efectuado el procedimiento, fue entregado a sus progenitores, en cuyo domicilio se había instalado la capilla ardiente.
Conducido al cementerio municipal a la mañana siguiente, quedó en depósito para ser enterrado posteriormente en una fosa.
Carlos Alberto del Rey fue sepultado en la parcela 53, solar 48, del cementerio de Granadero Baigorria y así ocurrió también en Tucumán con Clarisa Lea Place, José Ricardo Mena y Humberto Segundo Suárez.
En el cementerio San Jerónimo de Córdoba, fueron inhumados los restos de Susana Graciela Lesgart de Yofre, Humberto Adrián Toschi y Mariano Pujadas Badell y en el de Vera Cruz, Santa Fe, los de Jorge Alejandro Ulloa repitiéndose en ambos, escenas similares a las anteriores.
La guerrilla había sufrido un duro golpe y eso obligaba a sus cabecillas a replantear su estrategia. Sin embargo, lejos de menoscabar su fuerza, la masacre vino a fortalecerla y a darle argumentos.
El mismo día de la masacre, la Brigada de Explosivos de la PFA hizo estallar un artefacto que manos anónimas colocaron entre el 3º y 4º piso de la Asociación Gremial de Abogados, ubicada en Suipacha 612 de nuestra capital, sin que se produjeran víctimas, aunque sí daños materiales.
A las 22:00 de ese día, un destacamento conformado por una decena de subversivos atacó a balazos el cuartel de bomberos de Recoleta, sito en Laprida 1739, dándose a la fuga en tres automóviles4.
En Boulogne, a metros del Acceso Norte y Ruta Panamericana, personal de la PBA dio con un automóvil abandonado en el que fue hallado un sofisticado equipo de comunicaciones, sustraído el domingo anterior a un agente de la subjefatura de la PFA, en jurisdicción de Olivos, junto con su pistola reglamentaria.
En Banfield, dos hombres y una mujer atacaron al agente José Cevallos, del Cuerpo de Vigilancia Preventiva de la PFA, dejándolo gravemente herido (Bertere esquina Castillo) y cerca de allí, en Villa Centenario, una patrulla policial encontró agonizante, dentro de un colectivo, al agente Donato Vallejos, de la PBA, quien había sido despojado de su arma después de sufrir graves lesiones en la cabeza y otras partes del cuerpo.
En Resistencia, Chaco, detonó una bomba en el domicilio del Dr. Salomón Goldenberg, secretario de Encuentro Nacional de los Argentinos y en las terrazas de la Universidad Católica de Santa Fe un petardo lanzó al aire volantes con contenido subversivo.
La madrugada del miércoles 23 de agosto estalló otra bomba en el domicilio del secretario de la Unión Comercial del Norte, Máximo Carranza, sito en Lavalle y Quirno Costa, San Fernando. La explosión destrozó el living de la vivienda y otros ambientes, provocando la rotura de vidrios en los inmuebles linderos. En la misma localidad, efectivos de la Brigada de Explosivos de la Unidad Regional de Tigre desactivaron otro dos ingenios que manos anónimas dejaron en el Sindicato de Trabajadores de Aserraderos (Av. 11 de Septiembre y Rivadavia) y en la farmacia mutual de la misma organización, ubicada en Junín, entre Tres de Febrero y Constitución.
Casi a la misma hora (02:15) estalló una carga en el domicilio del industrial José Petinari, Sáenz Peña 1868, San Antonio de Padua, destruyendo su puerta y su frente.
El 26 de agosto, en horas del mediodía, se produjo en el barrio Alberdi de Rosario, un recio enfrentamiento entre guardias del orden y elementos del ERP, cuando distribuían volantes desde un taxi robado horas antes. El día anterior, la Gendarmería había impedido un acto de las Juventudes Políticas, apostando doce carros de asalto en los alrededores de la Plaza Sarmiento y reinaba un clima de tensión cuando los empleados bancarios hicieron paros de quince minutos y varios comercios cerraron sus puertas en señal de protesta. En vista de ello, las fuerzas de seguridad se vieron obligadas a efectuar un operativo destinado a evitar concentraciones, momento que aprovechó una veintena de personas para atacar con bombas incendiarias el frente del Citibank (Sarmiento y Santa Fe), donde la JP y el PC repartían volantes.
La policía detuvo personas en la vía pública, así como en bares y lugares de esparcimiento, para palparlos de armas y pedirles la documentación. Fue en esas circunstancias que se dio el tiroteo.
Efectivamente, pasadas las 19:00, cuatro hombres y una mujer arrojaban panfletos del ERP, a bordo del taxi marca Ford Falcon, cuando al llegar al denominado Puente Negro, fueron interceptados por un móvil policial.
Al verse en esa situación, los extremistas descendieron del rodado y después de refugiarse en un terraplén, abrieron fuego contra los agentes quienes devolvieron la agresión generando un intenso tiroteo que finalizó cuando los extremistas se dieron a la fuga, uno de ellos visiblemente herido5.
Cuatro días después de las exequias de los subversivos, la policía dio con una cárcel del pueblo en el barrio porteño de La Paternal y en el centro de San Martín, se produjo un violento tiroteo entre una fuerza mixta de policías federales y provinciales y elementos insurgentes, al ser allanada una vivienda en San Lorenzo 2108.
Ambos hechos estaban vinculados. Según explicaciones que brindó en rueda de prensa, el jefe de Relaciones Públicas de la PFA, comisario mayor Osvaldo Messore, gracias a una exhaustiva investigación que desde tiempo atrás venía efectuando la repartición junto a la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), se había desbaratado una importante red de extrema izquierda que actuaba en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires.
Infiltrando cuadros encubiertos, la policía dio con sus puntos de reunión y llegó a sus postas sanitarias, depósitos de armas, cárceles del pueblo y direcciones, la primera en el 7º piso de San Lorenzo 2108, San Martín, baluarte de las FAL.
Operativo policial den San Martín. La policía desbarata una célula de las FAL (Fotografía: "La Nación") |
Aquella tarde (26 de agosto), las fuerzas del orden rodearon la manzana y procedieron a allanar el edificio. Percatados de su presencia, los extremistas los recibieron con fuego nutrido, generando un violento intercambio de disparos que sumió en pánico al vecindario.
Cuando los agentes estaban a punto de irrumpir en el interior de la oficina, tres insurgentes intentaron escapar por una cornisa, pero fueron apresados a tiempo. Otros tres cayeron heridos, uno de ellos en grave estado y los restantes fueron reducidos sin sufrir lesiones.
Se les secuestraron dos ametralladoras, municiones e impresos subversivos que se entregaron en el Departamento Central de Policía, junto con los detenidos.
Ese mismo día fueron descubiertos otros cinco centro clandestinos, el primero en Jonas Salk 4106, Martínez; el segundo en Achával 2728, Remedios de Escalada y los tres restantes en Perú 1628, Capital Federal; Rastreador Fournier 1957, Villa Adelina y Olivieri 42, Lanús. Durante los procedimientos, la policía arrestó a otros seis subversivos y secuestró material explosivo, munición de diverso calibre, granadas de mano, capuchas, mordazas, fajas elásticas para impedir la visión, esposas de fabricación casera, clavos “miguelitos” en cantidad, elementos sanitarios e instrumental quirúrgico, además de planos, documentos de identidad falsos y literatura marxista. En Neuquén 1842, pleno barrio Caballito, los efectivos dieron con una cárcel del pueblo de 2,50 metros de alto por 20 m2 de superficie, cerrada por una reja de hierro.
La documentación incautada permitió confirmar los planes de secuestro del general Nadal. De acuerdo a los mismos, una posta de vigilancia iba a ser apostada frente a su domicilio, en Vedia 1787, barrio porteño de Núñez, frente a la estación Rivadavia de la línea Retiro-Tigre. Dos vehículos aguardarían con sus motores encendidos en las calles aledañas y algunos combatientes harían lo propio en otros puntos, listos para actuar. El vehículo del alto oficial sería interceptado antes de que pudiera ponerse en marcha y éste introducirlo en uno de los rodados para luego escapar.
Los uniformados detuvieron a una veintena de personas y secuestraron un verdadero arsenal compuesto por 15 fusiles Mauser y ametralladoras FAL, 1600 balas de diverso calibre, 60 kilos de gelamón y gelinita, 82 granadas de mano en proceso de elaboración (de aluminio a rosca), equipos de comunicaciones (4 receptores de radio y 3 H.T.), cuatro botiquines completos, instrumental quirúrgico, aparatos de transfusión, medicamentos, insumos, 560 documentos de identidad falsos, uniformes militares, prendas de vestir, mapas, planos, cartas topográficas, grabadores, mimeógrafos, máquinas de escribir, pelucas, elementos de maquillaje y cuatro automotores.
Entre los detenidos, figuraban partícipes directos de diversos hechos de armas como el intento de copamiento de la localidad de Ensenada (2 de noviembre de 1970), el asesinato del comisario Osvaldo Sandoval (14 de noviembre de 1970), el asalto al Hipódromo de La Plata (4 de marzo de 1971), el ataque a la Cárcel Correccional de Mujeres en la Capital Federal (26 de junio de 1971); el secuestro del presidente del Banco Español del Río de la Plata, Jorge Vázquez Iglesias (26 de octubre de 1972)6 y el del ejecutivo de FIAT, Enrique Luis Boggero (14 de junio de 1972)7.
Se trataba
de Luis María Aguirre, médico de 32 años, acusado de ser el autor material del
asesinato de Sandoval; Tomás Pedro Bibiano, carpintero de 25 años; Carlos
Alberto Dondis, empleado (42 años), Carlos Enrique Duering, maestro mayor de
obras (23 años), Susana del Carmen Giacche de Schneider, maestra (25 años);
Pedro Igon, comerciante (33 años); Carlos Jorge Luna, tipógrafo (26 años);
Lidia Marina Malamud de Aguirre, médica (29 años); María Ofelia Rojas de Dondis,
ama de casa (33 años); Antonio Sosa, abogado (44 años) y Sergio Efraín
Schneider, patólogo (26 años).
En el mes de octubre de 1972, se disputó en Buenos Aires el campeonato mundial de golf amateur. Las delegaciones llegadas del exterior se alojaron en diferentes hoteles de la capital, en tanto las instituciones comprometidas preparaban sus instalaciones para recibir a jugadores, autoridades y periodistas de los cinco continentes.
La mayoría se alojó en el Sheraton, frente a la estación Retiro, a metros de Plaza San Martín, o mismo sus comitivas y los representantes de la prensa.
La apertura del torneo tuvo lugar en el Olivos Golf Club en el caso de los hombres y en el Hindú de Don Torcuato para las mujeres y constituyó todo un acontecimiento.
Ajena completamente al evento, la mañana del lunes 16 la canadiense Loise Crozier se hallaba sentada en el escritorio de su habitación, en el piso 22 del Hotel, mientras su marido, Gerard Jerry, leía sobre la cama. La canadiense de 35 años escribía una postal para su familia, narrando, seguramente, las alternativas de su viaje y lo que tenían pensado hacer ese día cuando a las 11:40, una poderosa explosión sacudió hasta los cimientos la estructura del edificio.
El artefacto había sido colocado en la habitación 2204 y tenía como objetivo causar el mayor pánico posible. Después de todo, el golf era un deporte de “oligarcas” y para la complicada psiquis de los terroristas, merecían morir de la peor manera. Sin embargo, no lograron el objetivo.
Cuando el dispositivo estalló, la estancia se hallaba vacía, no así la de enfrente donde el matrimonio Crozier, acababa de llegar de un recorrido por la ciudad y se preparaba para almorzar.
La onda expansiva destrozó ambas puertas lanzando hacia ellos una lluvia de esquirlas y escombros, que dieron de lleno en la inocente mujer.
La ventana de la primera habitación fue arrancada de cuajo, dejando en su lugar un boquete de consideración; hierros retorcidos asomaban por las paredes, había puertas desencajadas en los pasillos, objetos tirados por todas partes y una densa nube de humo invadiéndolo todo. Pero lo más impactante fueron las manchas de sangre que salpicaron las paredes y los gritos de espanto que comenzaron a escucharse por todas partes.
Los pisos 21, 22 y 23 fueron los más afectados; vibraron como en un terremoto en tanto se desprendían escombros y se quebraban los vidrios, muchos de los cuales cayeron hacia el vacío con gran riesgo para quienes pudiesen encontrarse debajo.
Fue la primera de dos bombas instaladas por las FAR ese día, destinadas a sembrar el terror.
Lois murió en el acto en tanto su esposo de 36 años y Patricia Traka, una turista norteamericana alojada en la habitación contigua, sufrieron gravísimas heridas que obligaron a su internación en terapia intensiva.
En el mes de octubre de 1972, se disputó en Buenos Aires el campeonato mundial de golf amateur. Las delegaciones llegadas del exterior se alojaron en diferentes hoteles de la capital, en tanto las instituciones comprometidas preparaban sus instalaciones para recibir a jugadores, autoridades y periodistas de los cinco continentes.
La mayoría se alojó en el Sheraton, frente a la estación Retiro, a metros de Plaza San Martín, o mismo sus comitivas y los representantes de la prensa.
La apertura del torneo tuvo lugar en el Olivos Golf Club en el caso de los hombres y en el Hindú de Don Torcuato para las mujeres y constituyó todo un acontecimiento.
Ajena completamente al evento, la mañana del lunes 16 la canadiense Loise Crozier se hallaba sentada en el escritorio de su habitación, en el piso 22 del Hotel, mientras su marido, Gerard Jerry, leía sobre la cama. La canadiense de 35 años escribía una postal para su familia, narrando, seguramente, las alternativas de su viaje y lo que tenían pensado hacer ese día cuando a las 11:40, una poderosa explosión sacudió hasta los cimientos la estructura del edificio.
El artefacto había sido colocado en la habitación 2204 y tenía como objetivo causar el mayor pánico posible. Después de todo, el golf era un deporte de “oligarcas” y para la complicada psiquis de los terroristas, merecían morir de la peor manera. Sin embargo, no lograron el objetivo.
Cuando el dispositivo estalló, la estancia se hallaba vacía, no así la de enfrente donde el matrimonio Crozier, acababa de llegar de un recorrido por la ciudad y se preparaba para almorzar.
La onda expansiva destrozó ambas puertas lanzando hacia ellos una lluvia de esquirlas y escombros, que dieron de lleno en la inocente mujer.
La ventana de la primera habitación fue arrancada de cuajo, dejando en su lugar un boquete de consideración; hierros retorcidos asomaban por las paredes, había puertas desencajadas en los pasillos, objetos tirados por todas partes y una densa nube de humo invadiéndolo todo. Pero lo más impactante fueron las manchas de sangre que salpicaron las paredes y los gritos de espanto que comenzaron a escucharse por todas partes.
Los pisos 21, 22 y 23 fueron los más afectados; vibraron como en un terremoto en tanto se desprendían escombros y se quebraban los vidrios, muchos de los cuales cayeron hacia el vacío con gran riesgo para quienes pudiesen encontrarse debajo.
Fue la primera de dos bombas instaladas por las FAR ese día, destinadas a sembrar el terror.
Lois murió en el acto en tanto su esposo de 36 años y Patricia Traka, una turista norteamericana alojada en la habitación contigua, sufrieron gravísimas heridas que obligaron a su internación en terapia intensiva.
El cadáver de la canadiense Loise Crozier antes de ser trasladado a la morgue (Imagen: "Crónica") |
Cuando
la Brigada de Explosivos de la Policía Federal se hizo, dio con un
segundo mecanismo de dos kilogramos de dinamita listo para detonar en la
terraza del 2º piso.
El edificio debió ser desalojado y mientras el personal especializado procedía a desactivar el ingenio, los efectivos restantes lo recorrían de punta a punta efectuando una minuciosa inspección.
Según algunas versiones, la habitación donde estalló el artefacto había sido ocupada por una pareja que se dio a la fuga luego pintar en las paredes las siglas de la organización. Según otras, los desconocidos ocupaban una tercera estancia y montaron el dispositivo cuando la 2204 se hallaba desocupada.
Lo cierto es que la organización subversiva de adjudicó el atentado en una serie de llamados telefónicos a distintos medios y lo ratificó en su Boletín Nº 4, en el me de noviembre, aclarando que la acción la había llevado a cabo el Comando “Alfredo Khon” en el marco de la Operación Sheraton, destinada a objetivos estadounidenses.
La embajada canadiense se ocupó de repatriar el cuerpo de Loise y a su convaleciente marido. El gobierno argentino poco fue lo que hizo, lo mismo con la estadounidense Traka, que terminó siendo asistida por la legación de su país.
En cuando al alto grado de preparación de los cuadros subversivos y su disposición para el combate, basta detenernos en el historial de Lidia Marina Malamud de Aguirre, para comprobar hasta donde llegaban sus capacidades y su determinación al momento de entrar en acción.
Recibida de médica y con solo 29 años, militaba en las FAL desde su organización. El 23 de diciembre de 1969 tomó parte en el fallido ataque al Regimiento de Infantería 7 de La Plata y en el intento de copamiento a Ensenada; en noviembre de 1970 fue detenida cuando conducía un automóvil cargado de explosivos, armas y municiones; se fugó de la Cárcel de Mujeres tras espectacular operativo y además de causas por evasión, intimidación pública, abuso de armas y resistencia a la autoridad, era responsable de numerosos atentados, crímenes y lesiones, todos ellos en acciones de combate.
A esta gente no era fácil pararla y mucho menos con métodos convencionales; para derrotarla había que entrar en su juego y ese juego no era otro que la guerra, como ellos definían a su lucha, una guerra desleal, en la que se ataca al enemigo por la espalda para refugiarse después en el anonimato y mantenerse allí agazapado hasta el siguiente golpe.
La Argentina estaba inmersa en un conflicto armado, un trance apremiante que crecía en intensidad y se cobraba víctimas a diario. Se la había llevado a ese terreno y se la desafiaba a pelear; pelear una guerra no convencional para la cual, pocas naciones estaban preparadas.
El edificio debió ser desalojado y mientras el personal especializado procedía a desactivar el ingenio, los efectivos restantes lo recorrían de punta a punta efectuando una minuciosa inspección.
Según algunas versiones, la habitación donde estalló el artefacto había sido ocupada por una pareja que se dio a la fuga luego pintar en las paredes las siglas de la organización. Según otras, los desconocidos ocupaban una tercera estancia y montaron el dispositivo cuando la 2204 se hallaba desocupada.
Lo cierto es que la organización subversiva de adjudicó el atentado en una serie de llamados telefónicos a distintos medios y lo ratificó en su Boletín Nº 4, en el me de noviembre, aclarando que la acción la había llevado a cabo el Comando “Alfredo Khon” en el marco de la Operación Sheraton, destinada a objetivos estadounidenses.
La embajada canadiense se ocupó de repatriar el cuerpo de Loise y a su convaleciente marido. El gobierno argentino poco fue lo que hizo, lo mismo con la estadounidense Traka, que terminó siendo asistida por la legación de su país.
En cuando al alto grado de preparación de los cuadros subversivos y su disposición para el combate, basta detenernos en el historial de Lidia Marina Malamud de Aguirre, para comprobar hasta donde llegaban sus capacidades y su determinación al momento de entrar en acción.
Recibida de médica y con solo 29 años, militaba en las FAL desde su organización. El 23 de diciembre de 1969 tomó parte en el fallido ataque al Regimiento de Infantería 7 de La Plata y en el intento de copamiento a Ensenada; en noviembre de 1970 fue detenida cuando conducía un automóvil cargado de explosivos, armas y municiones; se fugó de la Cárcel de Mujeres tras espectacular operativo y además de causas por evasión, intimidación pública, abuso de armas y resistencia a la autoridad, era responsable de numerosos atentados, crímenes y lesiones, todos ellos en acciones de combate.
A esta gente no era fácil pararla y mucho menos con métodos convencionales; para derrotarla había que entrar en su juego y ese juego no era otro que la guerra, como ellos definían a su lucha, una guerra desleal, en la que se ataca al enemigo por la espalda para refugiarse después en el anonimato y mantenerse allí agazapado hasta el siguiente golpe.
La Argentina estaba inmersa en un conflicto armado, un trance apremiante que crecía en intensidad y se cobraba víctimas a diario. Se la había llevado a ese terreno y se la desafiaba a pelear; pelear una guerra no convencional para la cual, pocas naciones estaban preparadas.
Imágenes
Velatorio de subversivos en la sede del Partido Justicialista de la Capital Federal (25 de agosto de 1972) (Fotografía: "La Nación") |
Un blindado de la Brigada Antiguerrillera para frente a la sede del Partido Justicialista en Avenida La Plata (Fotografía: "La Nación") |
Llegan los restos de María Angélica Sabelli (Fotografía: "La Nación") |
Eduardo Adolfo Capello es velado en la sede partidaria del justicialismo (Fotografía: "La Nación") |
Retiran el féretro de Ana María V. de Santucho
de la sede partidaria
(Fotografía: "La Nación")
|
La madre y el primo de María A. Sabelli conducen el féretro a la ambulancia (Fotografía: "La Nación") |
El Dr. Héctor Sandler formula declaraciones al llegar al Aeroparque (Fotografía: "La Nación") |
Operativo antiguerrillero en San Martín. La policía desbarata una célula de las FAL (Fotografía: "La Nación") |
Susana del Carmen Giache de Schneider y Luis María Aguirre (Fotografía: "La Nación") |
1 Eduardo Luis Duhalde, “Fue la semilla del genocidio que vino
después”, diario “Página 12”, Buenos Aires, jueves 22 de agosto de 2002.
2 Embanderado en la defensa de los derechos humanos, varias décadas
después desempeñó funciones en organismos de esa tendencia, expresamente
creados por la democracia. En 1976 abandonó el país. Radicado en Francia, fundó
la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU). Entre 1982 y 1984 fue jefe
de la División del África Subsariana en la Oficina Francesa
de Protección de Refugiados y Apátridas (OFPRA);
desde 1982 hasta 1984 asesor de derechos humanos de las Naciones Unidas y la
Organización de Estados Americanos y consultor jurídico internacional para el
gobierno de transición de Etiopía. El 2 de julio de 2003 fue designado jefe de
Gabinete de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, funciones que
ejerció hasta el 30 de junio de 2005 cuando asumió la Subsecretaría de
Promoción y Protección de Derechos Humanos de la Secretaría, a cargo de Eduardo Luis Duhalde. Falleció el 17 de julio de 2014. Fue
profesor de Derecho Internacional Público en la Universidad de Lomas de Zamora
y autor de numerosas obras de jurisprudencia, poesía y política.
3 Detrás de ellos hizo lo propio el mayor Bernardo Alberte, con
la misma finalidad. El Dr. Pico Rufino ordenó tomarle declaración al encargado
del edificio.
4 Un patrullero que acudió al lugar se lanzó en su persecución
seguido por varios móviles de los bomberos, pero los desconocidos lograron
evadirse.
5 El taxi le había sido sustraído, horas antes, a Roque Ruiz,
de 45 años, en la esquina de Blas Parera y Casiano. Lo habían abordado en Rondeau
y Perdriel. Pese a que uno de los subversivos se hallaba herido, la policía no
logro dar con ellos. El móvil policial acusó varios impactos en su carrocería.
6 Fue liberado el mismo día tras el pago de $90.000.000 de
rescate. Estuvo detenido en la cárcel del pueblo que funcionaba en Neuquén1842.
7 Fue liberado veinticuatro horas después, sin pedirse
rescate. El hecho se produjo en su domicilio de Vicente López.
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)