miércoles, 26 de junio de 2019

EL COMBATE DE WILLIAM MORRIS


Carlos Gustavo Ramus yace abatido junto al vehículo en el que llegó
hasta el lugar de los hechos



El 1 de septiembre de 1970, un grupo comando montonero asaltó la sucursal del Banco Galicia en Ramos Mejía, llevándose la suma de $13.750.000 pesos m/n, equivalentes a u$s36.000. La operación duró menos de diez minutos y estuvo coordinaba por Fernando Luis Abal Medina, con Carlos Gustavo Ramus actuando como su segundo. Ese mismo día, los insurgentes se hicieron de una pistola ametralladora UZI con su correspondiente cargador, dos pistolas Browning GP-35 de 9 mm., y un revólver calibre 32 largo.
Para entonces, al comando fundador, es decir, las células de Buenos Aires y
Córdoba, se le había unido el grupo de José Sabino Navarro, un correntino nacido en la capital de su provincia, el 11 de diciembre de 1942, quien venía de militar en la Juventud Obrera Católica y destacar como delegado gremial de la empresa Deutz-Cantábrica (DECA), cuya planta fabril se encontraba en la localidad suburbana de Haedo1.
Su acercamiento a Juan García Elorrio lo puso en contacto con la conducción montoneras, con la que tuvo una primera reunión a principios de 1970. A partir de ahí se decidió la fusión y de esa manera, la agrupación vio potenciada su labor política, ampliando sus vínculos con el espacio sindical y los grupos radicalizados de base. Algo similar había sucedido en el mes de mayo cuando siguiendo consejos del padre Elvio Alberione de Córdoba, Emilio Maza presentó al Grupo de Santa Fe, encabezado por Mario Ernst2 y posteriormente al de Reconquista

Montoneros crecía y se fortificaba al tiempo que reforzaba su aparato militar, sin embargo, en el mes de agosto, sufrió un nuevo revés que forzó a su dirigencia a efectuar un profundo análisis y reformular la lucha armada.
Una semana después del atraco al Banco en Ramos Mejía, la cúpula montonera planeó un encuentro en William C. Morris, al noroeste del Gran Buenos Aires, para resolver dos cosas: el nombramiento de Luis Enrique Rodeiro como jefe operativo de la organización en Córdoba, en reemplazo del caído “Gordo” Maza, debatir con Antonio Romano el financiamiento de la organización y recibir de éste una importante suma de dinero. Porqué no lo hicieron en la seguridad de una casa operativa es algo que ni los mismos militantes han podido explicar a lo largo de los años, de ahí las absurdas versiones que luego surgieron en torno al suceso, en especial, aquella del pago por parte del gobierno militar, de los “servicios prestados” con la ejecución de Aramburu, algo que de haber sido cierto, debió haberse hecho en un lugar cerrado, clandestino, lejos de toda mirada y no en un bar suburbano a la vista de numerosos testigos.
Fernando Luis Abal Medijna y Carlos Gustavo Ramus
caídos en William C. Morris el 7 de septiembre de 1970

Lo cierto es que ese día, los principales cabecillas de la organización se reunieron en el Bar-Pizzería “La Rueda”, sito en la esquina de Esquel y Potosí, de la mencionada localidad suburbana, a una cuadra dela estación ferroviaria, un barrio de casas sencillas, no muy seguro y con muy mala iluminación.
Las fuentes no se ponen de acuerdo en cuanto a quienes participaron yi como se sucedieron los hechos.
Según el parte de guerra emitido por la organización, los primeros en llegar fueron Fernando Abal Medina y Luis Enrique Rodeiro. Lo hicieron a las 20:05, a bordo de un Peugeot conducido por Carlos Gustavo Ramus, quien luciendo un impecable traje gris, camisa blanca y corbata marrón, permaneció en el vehículo, con su ametralladora Halcón sobre las piernas y una granada de mano lista para ser accionada.
Diez minutos después apareció José Sabino Navarro, quedando dentro del Fiat 1500 en el que había arribado, un quinto compañero cuya filiación no especifican, aunque de acuerdo con otras fuentes se trataría de Carlos Capuano Martínez.
Según otra versión, los primeros en llegar fueron Abal Medina, Norma Arrostito y Sabino Navarro, quienes habían acordado encontrarse allí con Luis Rodeiro y Mario Firmenich. primeros en arribar fueron Abal Medina, Luis E. Rodeiro y José Sabino Navarro, quienes se sentaron en una mesa y pidieron tres cafés; afuera aguardaban Ramus en el Peugeot, Mario Eduardo Firmenich, a bordo de una pick-up y Esther Norma Arrostito junto a Norberto Rodolfo Crocco3 (nombre de guerra “Quique”) en un Dodge4.
Cuando a las 20:20 Romano seguía sin hacerse presente, Ramus consultó su reloj y con aire preocupado, descendió del vehículo para  dirigirse al bar y señalarles la hora a sus compañeros.

-Son las ocho y veinte, ¿qué hacemos? – preguntó mirando a Abal Medina.

-Hay que esperar, no tenemos otra alternativa – respondió aquel5.

Para entonces, el dueño del local, José Gerardo Sabadinno, había reconocido el rostro de Abal Medina y llamado a la Comisaría 4º, sita en la calle Victoria 1231, donde un agente de guardia le pasó con el oficial principal Armando Hass. Cuando aquel tomó el tubo, el propietario del bar le manifestó que en una de las mesas se encontraba sentada una de las personas buscadas por el asesinato de Aramburu.
Ni bien cortó, Hass golpeó la puerta del comisario inspector Juan Carlos Mignasco, titular de la seccional y cuando terminó de revelarle la novedad, aquel levantó el teléfono y llamó al jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, coronel Pedro Osvaldo Quiroga, para ponerlo al tanto de lo que estaba aconteciendo.
Méndez, sugiere que los montoneros esperaban a los servicios del gobierno, quienes debían pagarles el “trabajo sucio” por lo de Aramburu y que fue una voz anónima la que alertó a la policía. En esto parece coincidir con la versión montonera según la cual, fue Antonio Romano quien los vendió, para luego quedarse con el dinero.
Sin perder tiempo, Hass les ordenó a los cabos Roque Hernández, Mario Bravo y Rodolfo Carusso que lo siguieran y tomando una carabina Ithaca 37, salió a la calle, mientras guardaba en sus bolsillos algunos cartuchos de reserva.
Hernández cargó su ametralladora Halcón FMK-3 y mientras sus compañeros acomodaban sus pistolas 45 en las cananas ganaron el exterior, para abordar el patrullero que se encontraba estacionado justo frente a la entrada.
Bravo corrió al volante mientras su jefe se sentaba en el asiento del acompañante y así partieron raudamente, sin hacer sonar la sirena, cubriendo las diez cuadras que los separaban del bar, listos para entrar en acción.
El primero en bajar fue el cabo Carusso, quien se dirigió al mostrador para hablar con Sabadinno.

-Son aquellos –le dijo el dueño señalándole disimuladamente la mesa.

El suboficial volvió a salir para informarle a su superior y entonces ambos, acompañado por Hernandez, volvieron a ingresar para identificarlos.
Fue entonces que se produjo el desastre.
Al ver avanzar a los uniformados (el oficial principal Hass era el único que vestía de civil), Ramus tomó la ametralladora en una mano y con la granada en la otra se bajó del auto.
En ese momento, Abal Medina extrajo su arma y disparó, pero los agentes fueron más rápidos y repelieron la agresión, hiriéndolo de muerte. Su intento de fuga se vio frustrado porque ni bien pisó la vereda, cayó al suelo, sangrando abundantemente.
Al tiempo que los parroquianos se arrojaban debajo de las mesas, los uniformados se replegaron, un par de ellos hacia una obra en construcción y desde sus nuevas posiciones, continuaron disparando.
Según el parte montonero, antes del tiroteo, dos de los agentes se acercaron al Fiat 1500 y le ordenaron a su ocupante descender para identificarlo en tanto su compañero hacía lo propio con el conductor del Peugeot.
Cuando el primero era palpado de armas, Ramus reaccionó y entonces se produjo el enfrentamiento en el interior del bar, dejando cercados a los que se encontraban en su interior.
Méndez es más descriptivo y su relato parece más próximo a la realidad.
Mientras Abal Medina se desangraba sobre la vereda, Sabino Navarro se abalanzó contra una ventana y después de hacer añicos el vidrio, huyó a la carrera, perdiéndose por los fondos de una casa cercana. El oficial principal Hass intentó dispararle pero al ver que Ramus se bajaba del auto con una ametralladora, no dudó en apuntarle y accionar su arma (según otras fuentes, el cabo Bravo también le disparó). El montonero cayó herido y la granada que estaba a punto de lanzar le estalló encima, volándole la mano y destrozándole las piernas.
Pizzería-Bar "La Rueda" luego del combate
(Imagen: "Noticias", edición Homenaje a los caídos en Trelew, Bs. As., 22 de agosto de 1974)

Ante ese cuadro de situación, Rodeiro alzó los brazos y se entregó en tanto el conductor del Fiat escapaba a toda velocidad, perdiéndose presurosamente en las calles. Hay quienes dicen que al ver aquel lo que sucedía, Norma Arrostito y Mario Firmenich, llegados al lugar con algo de retraso, salvaron sus vidas escapando velozmente6, pero eso no es cierto porque, al parecer, nunca estuvieron allí. Otros aseguran que Ramus murió dentro del Peugeot7, pero en las fotografías que reprodujo la prensa al día siguiente, se lo ve tirado sobre el pavimento, fuera del vehículo.
En pocos minutos, el lugar se transformó en un pandemonium, con numerosos patrulleros y curiosos intentando acercarse. Rodeiro fue esposado y conducido a  la seccional, donde lo único que le encontraron fueron documentos falsos a nombre de Ricardo Oroná.
Los cuerpos de Abal Medina y Ramus fueron cargados en una ambulancia y conducidos a la morque del Instituto de Cirujía de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Luis Güemes”, ubicado en Haedo, donde fueron reconocidos por la madre del segundo, el hermano del primero, Juan Manuel y los abogados Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, quienes actuaban en nombre de los deudos8.
Ramus fue fácilmente reconocido porque le faltaba la mano derecha, producto del estallido de la granada. Sus padres pidieron una misa en la iglesia San Francisco Solano de Villa Luro, porque ahí había tomado su Primera Comunión y la familia de Abal Medina intentó hacer lo propio en la de Nuestra Señora de Monserrat, en pleno centro porteño, pero la misma fue prohibida por las autoridades, razón por la cual, decidieron llevarla a cabo en Villa Luro, junto a la familia Ramus.
Los padres Fernando Armengol y Luis Sánchez se trasladaron hasta allá para concelebrar junto a los tercermundistas Carlos Mugica y Jorge Oscar Adur, el recordado confesor de Evita, el jesuita Hernán Benítez, Jorge Vernazza y Rodolfo Ricciardelli. El 8 de septiembre por la mañana, una verdadera multitud de allegados, familiares y curiosos se juntó frente al edificio de Moreno 1130, donde vivía la familia Abal Medina, para asistir al velatorio y acompañar los restos hasta Villa Luro, incluyendo periodistas y camarógrafos. En uno de los autos fúnebres que llevaban las ofrendas florales, destacaba especialmente una corona donde lucía en letras doradas el nombre de Juan Domingo Perón.
Misa de cuerpo presente en la iglesia San Francisco Solano de Villa Luro
Habla el RP Hernán Benítez

A las 10:10 a.m., familiares y amigos, todos pulcramente vestidos, retiraron el féretro, cubierto por la bandera argentina, destacando entre ellos Juan Manuel Abal Medina, el hermano mayor. El gentío allí reunido, en especial la juventud, comenzó a entonar las estrofas del Himno Nacional y luego prorrumpió en vivas a la Patria, a Fernando Abal Medina y a los mártires caídos, en tanto la prensa cubría el acontecimiento en medio de una relativamente importante vigilancia policial y luego de los consabidos mueras a los “vendepatrias”, la oligarquía y la dictadura, se pusieron todos en marcha, casi sin emitir palabras, en medio de un silencio agobiante y sombrío.
Durante el responso, hablaron los siete sacerdotes. En la oportunidad, el padre Adur, futuro capellán de Montoneros, dijo:

…que la imagen de Cristo vuelva a repetirse en nuestro mundo y es por eso entonces, hermanos, que quien ama su vida la perderá por los demás. De esta forma es como me ha caído este suceso y bendigo a Dios que pueda repetirse nuevamente en el mundo el signo de Cristo: “Dar la Vida por los Otros”.
Santa Teresa decía: “Si fuese a la puerta del Cielo y no encontrara a los demás, renunciaría a mi propia salvación y quizás, la juventud hoy, nos muestra que Cristo no nos ha querido salvar sino, precisamente, como pueblo y como comunidad, en donde la fraternidad universal sea la gran ley del amor.

Cuando le llegó el turno, el padre Mugica, se lo vio adelantarse hasta el micrófono con los brazos cruzados y la cabeza gacha y en esa posición comenzar a hablar:

Señor, en este acto litúrgico en el cual pedimos por tus hijos, públicamente, quiero pedir perdón porque me siento, en buena parte, responsable de esta ola de violencia que hoy hay en nuestra patria. Por mis cobardías, por mi indiferencia, por mi falta de compromiso. Porque no he sabido seguirte a ti, Jesucristo, que viniste al mundo no a ser servido sino a servir. Te pido, Señor, al mismo tiempo, que los lleves contigo a la vida eterna. Que ellos no hayan muerto en vano sino que nosotros, impulsados por el amor a ti, por el deseo de glorificarte, Señor, no con las palabras sino con las obras, luchemos por la justicia, por la fraternidad. Para que todos en nuestra patria, sin explotación, sin marginación de nuestros hermanos los pequeños, los pobres, los humildes, podamos constituir esa Patria grande. Esa patria en la cual seamos hermanos, en la cual mostremos, con los hechos, que somos realmente tus discípulos y podamos entonces nosotros también ser dignos de estar un día en tu gloria, donde gozaremos para siempre de tu amor y de tu dicha.

La prensa deshonesta puso en boca del sacerdote palabras que nunca pronunció. En la edición del 9 de septiembre, el vespertino “La Razón” incluyó en la nota correspondiente un sermón que constituía una verdadera apología del delito, intentando mostrar a Mugica tratando a aquellos dos secuestradores y asesinos como a verdaderos héroes.

No puedo sino pronunciar unas palabras de despedida para quienes fueron mis hermanos Carlos Gustavo (Ramus) y Fernando Luis (Abal Medina), que eligieron el camino más duro y difícil por la causa de la dignidad del hombre. No podemos seguir con indefinición y con miedo, sin comprometernos. Recuerdo cuando con Carlos Gustavo hicimos un viaje al norte del país y allí lo ví llorar desconsolado al ver la miseria y el triste destino de los hacheros. Fue fiel a Cristo, tuvo un amor concreto y real por los que sufren; se comprometió con la causa de la justicia, que es la de Dios, porque comprendió que Jesucristo nos señala el camino del servicio. Es un ejemplo para la juventud, porque tenemos que luchar para alcanzar la sociedad justa y superar el mecanismo que quiere convertirnos en autómatas. Que este holocausto nos sirva de ejemplo.

También el padre Benítez fue objeto de la difamación periodística pues también a él se le endilgaron expresiones que nunca emitió.

…prefirieron un duro camino para luchar por el pueblo y su justicia.

A las 11:25 a.m., la procesión se puso en marcha hacia la Chacarita. Los féretros salieron uno tras otro de la iglesia, el de Abal Medina primero y el de Ramus después y luego de ser depositados en la parte posterior de los autos fúnebres, partieron con destino a la necrópolis, seguidos por una impresionante columna de vehículos, encabezada por un carro de asalto del Cuerpo de Guardia de Infantería de la Policía Federal y varios patrulleros.
Responso a cargo
del padre Mugica
(Imagen: Youtube)
En la intersección de la Av. Juen B. Justo y Terrada, la policía detuvo la marcha y les ordenó a los empleados de la funeraria que retirasen las banderas nacionales que cubrían los cajones. Una vez cumplido el pedido, la procesión continuó.
Ya en el cementerio, los féretros fueron conducidos hasta la capilla, para el responso final y una vez de regreso en los furgones, fueron conducidos hasta su destino final, el de Ramus hacia el depósito, donde debía permanecer en custodia un tiempo, por disposición judicial y el de Abal Medina hasta el foso de dos metros y medio que aguardaba abierto en el sector de entierros, ello mientras la concurrencia entonaba nuevamente las estrofas del Himno y lanzaba luego consignas como “Patria sí, colonia no” y “Peronistas, ni yankis ni marxistas”.
Una verdadera multitud se congregó en torno a la parcela para presenciar el entierro y acompañar a los deudos. Antes de la bendición, Juan Manuel Abal Medina fijó su posición leyendo las siguientes palabras:

No vengo con una oratoria de circunstancias, que aquellas que pretenden escamotear la muerte o eludirla como un florón literario. No hablo por eso, ni como amigo ni como hermano, antes bien, como camarada. En vez de acogerme al derecho del consuelo, vengo a recordar el deber que nace de lo irreversible. Han caído dos adelantados de una patria en marcha, esa patria que alguna vez pudimos imaginar naciendo con banderas alegres y cánticos marciales, y que ahora sabemos que solo se gana de una ardua milicia, de entrega total y sacrificio absoluto, aún al precio del escarnio o de la difamación. Por eso no exijo obligaciones a otros, a los enterrados en esta maquinaria de doblegamiento y humillación que nos abruma; hablo, tan ólo, del único deber que nos convoca: una guerra justa por la tierra carnal. Y recordemos que una muerte no se agota sin cuando las causas que llevaron a enfrentarla son para siempre barridas.
Frente a la argentina melancólica de ahora estos cuerpos, montoneros de la ciudad terrena que han alcanzado ya la ciudad celeste, representan la Argentina prometida que Dios quiso que naciera al amor de su coraje y su silencio. Nada más9.

Finalizada la alocución, los presentes rezaron el Padre Nuestro y ante el dolor de padres y hermanos, presenciaron el entierro, destacando por sobre todo, el llanto de la madre, todo bajo la atenta supervisión de numerosos agentes de policía.
El 9 de septiembre, Montoneros emitió el parte de guerra, ofreciendo su propia versión de los hechos:

La conducción de los Montoneros ante las versiones falsas y contradictorias de la policía, comunica:

1) Por razones del funcionamiento y no previas a una operación, el día 7 del corriente a las 20.05, ingresaron al bar "La Rueda" de W.C. Morris, los compañeros Fernando Abal Medina y Luis Rodeiro, quedando al volante de un Peugeot Carlos G. Ramus.
A las 20.15 hs., ingresó al bar otro compañero., quedando un quinto en un Fiat 1500. A las 20.20 hs. arribó al lugar un patrullero de la policía con tres efectivos uniformados y uno de civil, dirigiéndose simultáneamente dos de éstos hacia el Fiat, uno hacia el Peugeot y el de civil hacia el interior del bar.
Simultáneamente en el Fiat es palpado de armas un compañero que se encontraba desarmado, en el interior del bar el policía pidió documentos y se le exhibieron chapas policiales procediendo, en consecuencia a retirarse. En ese momento afuera se produjo un tiroteo entre el compañero RAMUS y el policía que lo abordó, tiroteo que luego se generaliza quedando cercados los compañeros que se encontraban dentro del bar.
El compañero Ramus muere dentro del Peugeot. Al salir por la única puerta del bar Abal Medina y otro compañero, cubriendo su salida con sus armas, el primero es muerto a balazos mientras que el segundo una vez roto el cerco policial, tras quedar sin municiones y luego de comprobar que los compañeros Abal Medina y Ramus se encontraban muertos, se retira a pie de la-zona sin haber sufrido ninguna herida. En iguales circunstancias se retira el compañero del Fiat que tampoco se encontraba herido.
Luego de finalizado el tiroteo el compañero Rodeiro, que no portaba arma, fue detenido por la policía.

2) En virtud de nuestra honestidad revolucionaria, afirmamos que la pérdida de dos combatientes se debe pura y exclusivamente a un error propio al no haber establecido un adecuado control sobre el lugar en el cual se habían reunido los compañeros.

3) Pese a lo señalado los cinco compañeros presentes actuaron como dignos soldados, y tanto Abal Medina como Ramus cumplieron heroicamente la consigna de resistir hasta la muerte.
Además hacemos notar que los compañeros caídos, a pesar de ser perseguidos por las fuerzas represivas de todo el país, no dejaron la lucha emprendida hace años. Prueba de ello es la operación de recuperación de dinero y armas realizado el 1° de setiembre a las 17.10 hs. en el Banco de Galicia y Buenos Aires de Ramos Mejía, donde se recuperaron 13.750.000 pesos m/n, una pistola ametralladora UZI con un solo cargador, dos pistolas Brownings 9 mm. con 4 cargadores y un revólver calibre 32 largo.

4) Advertimos a los delatores que todos aquellos que por cualquier razón traicionen al pueblo al que pertenecen delatando a sus combatientes, serán pasados por las armas no bien sean hallados y sin previo aviso.
En cuanto a los policías, recordamos que son los "servidores del orden de los vende-patrias", a quienes no les importa sacrificar a cien o mil de ellos con tal de eliminar a alguno de los nuestros; que nuestra lucha no es contra ellos sino contra el régimen gorila, pero que no vacilaremos en tirar a matar toda vez que ellos lo hagan necesario y que ejecutaremos a todos aquellos que sean identificados como torturadores.

5) Sabemos que esta larga lucha por la Independencia Nacional es dura que todavía el pueblo ha de sufrir más bajas, pero no es hora de llorar sino de retomar las armas de los caídos, para continuar la RESISTENCIA ARMADA junto a las organizaciones hermanas por el Retorno de Perón en una PATRIA LIBRE, JUSTA Y SOBERANA. 

PERÓN O MUERTE — VIVA LA PATRIA

MONTONEROS10


En los días que siguieron, la policía arrestó a los padres Benítez y Mugica, acusándolos de apología del delito por los responsos que nunca pronunciaron; seis días después debieron liberarlos al comprobarse que todo había sido un invento del periodismo.
Los que no se mantuvieron quietos fueron los montoneros, quienes después de replegarse y llamarse a silencio durante tres meses, volvieron a la carga, ahora bajo el mando provisorio de José Sabino Navarro, uno de cuyos subalternos, José Amorín, le dio refugio a Firmenich en su casa de La Lucila.
Fueron días de confinamiento que pasó encerrado en la vivienda, saliendo muy poco, siempre disfrazado y planificando su siguiente golpe: un audaz ataque a la Quinta Presidencial de Olivos destinado a “recuperar” armas “del pueblo” y producir un nuevo impacto que le diera notoriedad a la organización.
En realidad se trató de un ataque relámpago contra la garita de Av. Maipú y Malaver, donde tres efectivos de policía se turnaban cada 24 horas para hacer guardia. Un estudio previo permitió determinar que el primero de aquellos agentes era un sujeto bastante neutro, difícil de definir y que el segundo parecía mucho más fácil de abordar, no así el tercero, cabo Inocencio Barrientos, un morocho bravo de 42 años, que empuñaba con firmeza su ametralladora y miraba con atención hacia todos lados.
Pablo Waisberg y Felipe Celesia relatan muy bien el episodio en su libro11, al reproducir el testimonio de Amorín.
De acuerdo con su testimonio, el grupo planificó cuidadosamente los pasos a seguir, estudiando los movimientos de los agentes, su armamento y sus horarios.
Decidieron dar el golpe durante el turno del segundo, el que parecía más fácil, organizando un equipo de sanidad para asistir a los cuadros, pero Firmenich estaba impaciente y adelantó la operación para el martes 29 de diciembre.

-Se hace mañana – dijo.

-Pero mañana está el chino malo – le respondió Amorín refiriéndose al agente morocho.

Firmenich insistió y todos salvo uno o dos, lo apoyaron.
El grupo de ataque quedó conformado por el dueño de casa, que actuaría disfrazado de cafetero y el propio Firmenich, que lo haría como rabino. El primero debía distraer al agente para que el segundo pudiese reducirlo y quitarle las armas (una ametralladora FMK-3 y su pistola reglamentaria), en tranto otros dos conformarían la sección adelantada e igual número el comando operativo, integrado por Carlos Hobert (nombre de guerra “Pingulis”) y José Sabino Navarro.
A las 10:30 a.m. Amorín caminaba por la vereda de Maipú, en dirección a la garita (por entonces no existía el muro que hoy rodea a la quinta sino un tupido cerco de ligustros), seguido detrás por Firmenich. En un auto, estacionado en la esquina de Av. Maipú y Malaver aguardaba Hobert y en otro, a mitad de cuadra sobre esa última arteria,  Navarro, en tanto la sección adelantada tomaba posiciones en diferentes puntos.
Justo cuando el falso cafetero iba a abordar a Barrientos, simulando convidarle un café, dos mujeres que llegaron cruzando la calle se detuvieron para hacerle una pregunta (al policía) y eso dio por tierra con el factor sorpresa. Amorín dudó un instante llamando la atención del suboficial quien, apartando a un lado a las señoras, le dio la voz de alto apuntándole con su FMK-3.
Cabo Inocencio Barrientos
(Imagen: Revista "Así")
Al ver que el “rabino” extraía de entre sus ropas una pistola, el representante del orden disparó, alcanzándolo en la mano izquierda.
Las mujeres huyeron despavoridas cuando el supuesto religioso intentó accionar su Browning pero al oprimir el gatillo apretó por error el seguro de la culata, provocando la caída del cargador. En una fracción de segundo, Amorín se arrojó sobre el policía y tomándolo por el cuello, le colocó su arma en la espalda y le efectuó dos disparos, matándolo al instante; inmediatamente después tomó la ametralladora, extrajo de su bolso una bomba molotov y cuando estaba por arrojarla contra la antena de la central de comunicaciones, dentro de la Quinta, apareció un camión de caudales cuyos custodios, al ver lo que sucedía, extrajeron sus armas y comenzaron a tirarle.
Amorín arrojó la bomba y extrajo otra, que lanzó hacia el mencionado vehículo, alcanzándolo en su rueda trasera izquierda. Luego corrió con Firmenich hasta el Ford Falcon color claro que aguardaba estacionado sobre la calle Malaver, con Sabino Navarro al volante y escaparon a en dirección a las vías del Ferrocarril Mitre, haciendo chillar sus neumáticos sobre el pavimento.
En la vereda, yacía el cuerpo sin vida de Barrientos, rodeado por su propia sangre y dentro del predio, las llamas envolvían la base de la antena, así como al vehículo blindado sobre la avenida.
Otro hecho, y otra muerte. La ansiedad y sobre todo, la necesidad de protagonismo de Mario Firmenich se habían cobrado una nueva víctima, dejando un nuevo hogar sin sustento, una familia librada al azhar.
El año finalizó con una serie de atentados que pusieron en evidencia el estado de beligerancia en el que se encontraba el país.
A mediados de octubre, las Fuerzas Armadas Revolucionarias atacaron con un lanzallamas varios vehículos de la Guardia de Infantería de la policía provincial, estacionados frente al cuartel central de la fuerza, fallando por poco porque el ángulo de la flama estaba errado. Previamente, habían bloqueado las comuinicaciones con el cuartel de bomberos a efectos de evitar su concurrencia al lugar de los hechos.
El miércoles 30 de diciembre, a las 23:45, estalló un artefacto explosivo en el frente de la firma Minesota Argentina S.A., sobre Av. Leandro N. Alem 673, ocasionando diversos daños; cuatro horas después (03:35), hizo lo propio otro en El Cano 2879, donde funcionaban las oficinas de Dow Corning Ltda. Molikote, lo mismo en el domicilio de. Dr. Raúl Rodríguez, sobre Marcial Candioti 3942, de la ciudad de Santa Fe, director del Instituto Nacional de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral.
La bomba pudo haber matado al aludido ya que al llegar a su domicilio, en horas de la noche, notó un extraño paquete en el pasillo de entrada, que le llamó poderosamente la atención. Ignorando de que se trataba, lo tomó del suelo con la intención de abtrirlo pero al ver de que se trataba, lo arrojó inmediatamente para alejarse a la carrera, salvándo su vida por muy poco.
Los agentes policiales que se hicieron presentes en el lugar, pudieron constatar los daños en la propiedad, sobre todo en la puerta y el garage, comprobando que el dueño de casa no había sufrido lesiones.
Casi a la misma hora, tuvo lugar en Rosario un hecho similar cuando a las 3 a.m., Antonio Valocchia, capataz del frigorífico Swift, de 62 años de edad, denunció la presencia de un objeto extraño en la puerta de su domicilio, sito en José C. Paz 5541. Las fuerzas del orden establecieron un perímetro en torno a la vivienda y después de constatar que se trataba de un explosivo de alto poder, dotado de un mecanismo de relojería, procedieron a retirarlo, para hacerlo detonar en un lugar seguro. El día anterior, un grupo subversivo había asaltado la sucursal del Banco de la Provincia de Córdoba, situada en la Av. Fuerza Aérea Argentina (Ruta 20), al sudoeste de la capital provincial, hiriendo de gravedad al agente Eleuterio Sánchez y al cabo Carlos Heriberto Astudillo y levemente a los agentes Roberto Valdéz y David Rodríguez, el primero cuando montaba guardia en la puerta. Luego de las requisas, fueron detenidos en el barrio El Rosedal, Alberto Miguel Camps, quien confesó haber construido el gran lanzallamas casero con el que fue atacada la Guardia de Infantería de la policía bonaerense en el mes de octubre; Alberto Tichinusi, Marcos Osatinsky, Alfredo Elías Kohon y Carlos Alberto Astudillo, de 26 años de edad, todos pertenecientes a las FAR y partícipes del ataque a la sucursal del Banco Comercial de La Plata, el 15 de diciembre, donde fue asesinado el cabo Albino Alegre.
Tras tomarles declaración, el juez interviniente dispuso el traslado de los detenidos a la cárcel de Trelew, en la provincia de Chubut, en tanto trataba de determinar si la guerrillera Raquel Gelín, muerta en Córdoba durante otro enfrentamiento, era quien había abatido al mencionado suboficial. En vista de tales acontecimientos, el general Lanusse se dirigió a todas las unidades militares del país, advirtiendo a través de la prensa, sobre la grave situación que se estaba atravesando, situación que a su entender, constituía el período más crítico de los últimos cien años. La Argentina se encontraba en guerra; las mismas bandas subversivas calificaban sus acciones como tal y a ella se referían en sus partes, dejando en claro que se avecinaban tiempos extremadamente difíciles.

Notas

1 Sabino Navarro le debía mucho al peronismo. De pequeño, su padre se pegaba a la radio para escuchar los discursos del líder justicialista y gracias a Evita, su madre había viajado a Buenos Aires para operarse. Hay en torno a él toda una leyenda según la cual, a poco de producirse los fusilamientos en los basurales de José León Suárez, acudió allí con su padre, para socorrer a posibles sobrevivientes, pero eso es una simple fábula, creada en torno a su figura para potenciar el mito. Fue delegado gremial de SMATA por la Detuz-Cantábrica, distanciándose del sindicato por diferencias con su secretario general, José Rodríguez. En agosto de 1968 asistió al Primer Congreso del Peronismo Revolucionario, lo mismo al que se llevó a cabo en enero del año siguiente, en la provincia de Córdoba y tras el secuestro y asesinato de Aramburu, se vinculó a Montoneros, asumiendo pronto funciones de jerarquía.

2 Elvira María Zalazar, “A 40 años del copamiento de La Calera: 1º de julio de 1970”, diario “La Voz del Interior”, Córdoba, 29 de junio de 2010.

3 Cuñado de Aldo Rico.

4 Eugenio Méndez, Aramburu: el crímen perfecto, Sudamericana-Planeta, Bs. As., 1987, p. 113.

5 Ídem.

6 Argentina Indymedia (http://argentina.indymedia.org/news/2004/08/214806.php); “7 de septiembre: La cita es en William Morris”, A1 Noticias (http://www.a1noticias.com.ar/noticias/555/7-de-septiembre-la-cita-es-en-william-morris.html).

7 7 de septiembre de 1970: muerte de los Montoneros Ramus y Abal Medina, Agencia de Noticias Paco Urondo, 8 de seotiembre de 2011.

(http://www.agenciapacourondo.com.ar/secciones-992757/62-miscelaneas/4275-7-de-septiembre-de-1970-muerte-de-los-fundadores-de-montoneros-ramus-y-abal-medina).

8 Pablo Waisberg, Felipe Celesia, Firmenich, subcapítulo “William Morris”, Aguilar, 2010.

9 Archivo Di Film.

10 Revista “Militancia Peronista para la liberación” Nº 13, extraído de CEDEMA (http://www.cedema.org/ver.php?id=1809).

11 Pablo Waisberg y Felipe Celesia, ídem, subtítulo “La Diáspora”.

Fuentes

-Julio Doello, “Crocco, Kunkel y Rico: la hermandad de la pólvora”, El ágora recargada, 16 de mayo de 2009  (http://www.elagoraonline.com.ar/dda/136).

-Agrupación Patriótica Aurora, “Los hermanos Abal Medina: trágica historia de intrigas, traición y muerte”, Agencia Informativa “Ciriaco Cuitiño”, viernes 9 de mayo de 2008 (http://ciriaco-cuitinio-vuelve.blogspot.com.ar/2008/05/los-hermanos-abal-medina-tragica.html).

-José Manuel Azcona, “La pasión revolucionaria y marxista: el caso de los montoneros en argentina (1970-1976)”, Revista Electrónica Iberoamericana, Vol 8, Nº 1, Centro de Estudios Revolucionarios, 2014.

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