LA MASACRE DE TRELEW
Aeropuerto de Trelew, 15 de agosto de 1972. Los subversivos que se habían apoderado de la estación aérea, deponen su actitud (Imagen: Emilcer Pereyea) |
El
15 de agosto de 1972, un centenar de guerrilleros integrantes de las
organizaciones Montoneros, ERP, y FAR, se disponían a evadirse del penal
de máxima seguridad de Rawson, provincia de Chubut, con la idea de
dirigirse al Chile socialista de Salvador Allende, para pedir asilo
político. De ellos, apenas veinticinco lo lograron aunque al cabo de
unas horas, diecinueve se entregaron para ser conducidos a la Base
Aeronaval “Almirante Zar” de la ciudad de Trelew, donde fueron
fusilados, una semana después. Sólo seis lograron el objetivo de huir al
extranjero, luego de secuestrar un avión comercial y volar hacia Puerto
Montt. La acción en sí y su fatal desenlace, producto del
apresuramiento y la torpeza del gobierno, incrementaron la violencia y
dieron pie al baño de sangre que se sucedió a continuación.
Inexplicablemente, tres de los ajusticiados sobrevivieron, para relatar
los hechos y señalar a los responsables.
La fuga
Los
sucesos acontecieron de manera vertiginosa. Cerca de las 18:30 del
martes 15, un camión militar con personal uniformado se detuvo con el
motor encendido en la entrada del Instituto de Seguridad y
Resocialización de Rawson (U 6). El efectivo de guardia se acercó al
conductor para solicitarle la documentación correspondiente y cuando lo
hacía, varios sujetos saltaron a tierra y redujeron al personal. Uno de
ellos abrió la barrera de acceso y así ingresaron a la unidad,
dirigiéndose velozmente al edificio principal.
Coordinando
sus movimientos con los reclusos, los atacantes se apoderaron del
Pabellón I, destinado a los presos comunes y abrieron las celdas para
dejar salir a sus compañeros.
Ni
bien salió de su celda, Marcos Osatinsky, uno de los integrantes del
comité encargado de planificar la huida, recibió su arma y echó a correr
por los pasillos, seguido por varios compañeros. Al llegar al patio,
cerca de la entrada principal, al menos tres guardiacárceles intentaron
cerrarles el paso, generando un breve enfrentamiento en el que cayó el
ayudante de 5ª,
Juan Gregorio Valenzuela. El suboficial yacía en el suelo, cuando según
versiones posteriores, María Antonia Berger le apuntó con su pistola y
lo remató de un disparo en la cabeza. Los otros dos guardias, Justino
Galarraga y Marcelo Bonalzo, recibieron heridas de consideración.
Sin
perder tiempo, mostrando una perfecta sincronización, los reclusos se
colocaron los uniformes que les entregaron sus cómplices y después de
apoderarse de más armas, ganaron el exterior, hombres y mujeres, para
abordar el camión y otros vehículos que aguardaban en el lugar, uno de
ellos conducido por Carlos Goldenberg (nombre de guerra "Tomás"),
militante de las FAR. Había también un par de taxis, llamados ex profeso
por los asaltantes.
A
los cabecillas les sorprendió la ausencia del camión. Miraron en todas
direcciones pero no lo encontraron, por lo que corrieron decididos hacia
el Ford Falcon de Goldenberg y uno de los taxis, introduciéndose en
ellos para escapar a toda velocidad.
Lejos
de allí, el camión que conducía Jorge Lewinger, de las FAR, se alejaba a
la carrera, seguido por otros dos conductores. Cuatro décadas después,
Soledad Capello, madre de Eduardo, lo acusará de cobarde. "El culpable
fue Lewinger: tuvo miedo y retrocedió y los otros dos conductores lo
siguieron. Sino se iban todos"1.
El
aludido se defenderá diciendo que malinterpretó una señal y creyendo
que la operación había sido abortada, puso primera y escapó.
"Retrocedimos en dirección a Trelew pero, pocos kilómetros después, me
di cuenta del error y volvimos al penas; para entonces, ya había rondas
de penitenciarios y policías y tuvimos que irnos. Pero no sentimos
miedo, si no, no hubiéramos regresado"2.
Luciendo
indumentaria de la Gendarmería, los extremistas, tomaron la Ruta 7, que
une Rawson con Trelew y enfilaron hacia el aeropuerto, decididos a
apoderarse de una aeronave y escapar hacia Chile. Según algunas
versiones, en el camino se tirotearon con personal de la comisaría de
Dolavon, localidad distante a 30 kilómetros de Trelew, resultado herido
uno de los efectivos, de apellido Arevales, el cual fue evacuado hacia
una clínica de Rawson, donde quedó en estado de observación.
Los
terroristas habían sincronizado bien sus movimientos, estudiando
detenidamente los horarios y las frecuencias de los vuelos pues, al
momento de su llegada, aguardaba en pista el BAC 1-11 matrícula LV-JNS
(vuelo 811) de la empresa Austral, que acababa de hacer escala en su
viaje a Buenos Aires, procedente de Comodoro Rivadavia.
La
treintena de hombres armados que se apoderó del lugar sorprendió a los
pasajeros, más cuando se percataron de que varios de ellos eran mujeres y
que portaban ametralladoras y fusiles largos, los cuales, al parecer,
estaban dispuestos a utilizar.
Un
grupo se apoderó de la torre de control y otro tomó de rehenes a parte
del personal –empleados, azafatas y maleteros–, así como a varios
viajeros, sesenta personas aproximadamente, que quedaron retenidas bajo
amenazas.
La
vanguardia del grupo atacante, es decir, los siete subversivos que
llegaron en primer lugar, se dirigieron al avión que se encontraba
detenido en la plataforma cargando combustible (19:50) y abordaron a la
tripulación para informarle que existía una amenaza de bomba y por esa
razón, debían revisar la aeronave. Eran Mario Roberto Santucho, Enrique
Haroldo Gorriarán Merlo, Domingo Menna, Fernando Vaca Narvaja, Carlos
Goldenberg, Roberto Quieto3 y
Marcos Osatinsky, los tres primeros del Ejército Revolucionario del
Pueblo, el cuarto de Montoneros y los restantes de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias.
-Tenemos que revisar el avión. No es necesario que el pasaje descienda.
Convencidos
de que efectivamente, se trataba de militares, piloto y copiloto
acataron la decisión y recién cuando estuvieron dentro y los vieron
extraer sus armas, se percataron de que eran secuestradores.
Santucho y Gorriarán Merlo apuntaron al piloto y le ordenaron levantar vuelo.
-Una vez en el aire sabrá a donde nos dirigimos – dijo el primero.
El
comandante Eduardo Ford tomó los mandos y después de una serie de
indicaciones al copiloto, Abelardo Calay, tomó el micrófono y le
solicitó al pasaje que ajustase sus cinturones porque se encontraban
próximos a partir. Ninguna de las noventa y seis personas que aguardaban
en sus asientos imaginaba que el mismo se hallaba en poder de un grupo
terrorista y que su destino final era Chile, ni siquiera Emilio Ferrari,
el gerente de Austral en Comodoro Rivadavia, sentado cerca de la puerta
delantera.
La
sorpresa la dieron tres pasajeros distribuidos a lo largo de los
asientos, Alejandro Ferreyra Beltrán, Víctor Fernández Palmeira y Ana
María Weissen, de 23 años, cuando se pusieron de pie y de entre sus
ropas extrajeron sendas pistolas, anunciando a viva voz, que formaban
parte del comando extremista.
Desde
la cabina, Ford se comunicó con los extremistas que controlaban la
torre para informar que despegaban e inmediatamente después comenzó a
rodar por la plataforma, en dirección a la cabecera de la pista. Una vez
allí detuvo la marcha y medio minuto después inició el carreteo,
dándole máxima potencia a las turbinas.
El
BAC 1-11 se elevó sin inconvenientes y al llegar los 10.000 metros de
altura, viró hacia el oeste, dejando Gaimán a su izquierda para comenzar
a sobrevolar el Bajo de la Tierra Colorada, más allá de Dolavón.
-Ponga rumbo a Puerto Montt – dijo secamente Santucho siempre apuntando con su pistola.
Ni
bien corrió la noticia de que numerosos presos se habían evadido del
penal, las autoridades pusieron en marcha los mecanismos de represión,
movilizando fuerzas de las tres armas, así como las de seguridad
(Prefectura, Gendarmería, policía provincial, bomberos), las cuales
cerraron los accesos y montaron controles en las rutas.
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Desde
Comodoro Rivadavia, el Ejército despachó un Boeing con efectivos del
Regimiento Infantería Mecanizado 8 al mando del teniente coronel Alberto
Podestá, en tanto, en Bahía Blanca se ordenó el alistamiento de un
avión Aerocomander, en el cual el general Eduardo José Ignacio Betti,
jefe de la XI Brigada de Infantería, recientemente designado comandante
militar de la región (declarada zona de emergencia), se trasladaría a la
zona de crisis, acompañado por integrantes de su estado mayor.
Para
ese momento, circulaban versiones de todo tipo, las más audaces, la
existencia más prófugos huyendo en automóvil hacia la Cordillera o
merodeando por las inmediaciones de San Antonio Oeste; el hallazgo de un
Torino blanco volcado cerca de esa localidad, con armas en su interior
(se trataría de un taxi con patente de Trelew), cuyos ocupantes se
habían refugiado en los montes circundantes y un tiroteo en un lugar no
especificado4, razón por la cual, el comando del V Cuerpo de
Ejército despachó a un oficial para corroborar esos trascendidos y de
ser ciertos, dirigir la búsqueda.
Para entonces, las fuerzas de seguridad habían rodeado el aeropuerto y conminaban a los subversivos a entregarse.
Dada
la gravedad de la situación, el fiscal de Estado de Chubut, Dr. Héctor
Risso, constituyó su despacho en el Juzgado Federal de Rawson a cargo
del Dr. Alejandro Godoy, en tanto el gobernador de la provincia,
contralmirante Jorge Costa, declaró la zona en emergencia y decretó
asueto administrativo, bancario y escolar.
El
penal de Rawson, dependiente del Servicio Penitenciario Federal,
ocupaba un predio de 38 hectáreas sobre la Ruta 3, en el trayecto que
une esa ciudad con Puerto Madryn; contaba con diversos talleres,
carpintería, herrería y una granja donde los reclusos realizaban
trabajos, así como una biblioteca, sala de conferencias y aulas, además
de tres casas destinadas al personal superior y otras cincuenta y ocho
para el subalterno. Desde el 5 de mayo del año anterior, dependía del
Comando en Jefe del Ejército (Ley 19.594) dado que, a partir de ese
momento, comenzaría a alojar a elementos subversivos; como cárcel
funcionaba desde su inauguración, el 23 de marzo de 1935 y tenía por
finalidad reeducar moral e intelectualmente a los detenidos para
reinsertarlos en la sociedad.
Al momento de partir el avión con destino a Chile, los reclusos se habían amotinado y a través capellán del penal, del presbítero Pedro Nikora, que oficiaba de mediador, solicitaban la presencia de un abogado (según los diarios, el Dr. Malza), para garantizar su integridad física. La unidad se hallaba cercada y algunos helicópteros sobrevolaban el área.
Pabellón I del penal de Rawson (U-6) donde se hallaban alojados los subversivos (Fotografía: "La Prensa") |
Al momento de partir el avión con destino a Chile, los reclusos se habían amotinado y a través capellán del penal, del presbítero Pedro Nikora, que oficiaba de mediador, solicitaban la presencia de un abogado (según los diarios, el Dr. Malza), para garantizar su integridad física. La unidad se hallaba cercada y algunos helicópteros sobrevolaban el área.
En
el aeropuerto, mientras tanto, las cosas se complicaban para los
subversivos, quienes al ver frustrados sus intentos de apoderarse de un
Boeing 737 de Aerolíneas Argentinas, que debía hacer escala a las 20.355,
decidieron deponer las armas y entregarse a las autoridades, sabiendo
que toda resistencia iba a ser inútil. Para ello, exigieron la presencia
del Dr. Godoy, un médico y representantes de la prensa pues, según
hicieron saber, temían represalias y querían dejar constancia de su
situación.
El
juez llegó en menos de media hora, acompañado por el galeno, e
inmediatamente después lo hicieron los periodistas. Asomados por los
accesos, los extremistas, les hacían gestos para que avancen y en vos
alta, les decían que podían acercarse, hecho que generó muchas
expectativas.
Los
hombres de prensa caminaron con cautela aunque sin temor, comprobando
al ingresar, la presencia de varios individuos armados, entre ellos
algunas mujeres. Fueron sometidos a un prolijo examen para comprobar que
no llevaban armas y finalizado el mismo, se les permitió pasar.
Una
vez dentro, los voceros del grupo dijeron que aun cuando la mayoría de
ellos no había podido evadirse, consideraban la operación un éxito
porque sus cabecillas volaban en esos momentos hacia Chile y esa era la
meta y el fin del operativo.
-…nuestros compañeros han podido volver a la lucha activa en procura de nuestros ideales – manifestó uno de ellos.
Al
ser interrogados por los periodistas, los rehenes manifestaron haber
recibido un trato correcto y según habían escuchado, sus captores
deseaban regresar al penal, sin resistencia de ninguna clase.
Conocida
la novedad, el Partido Justicialista hizo llegar al Ministerio del
Interior, un telegrama firmado por Jorge A. Llamparart, en el cual se
exigía a su titular, Dr. Arturo Mor Roig, respeto por los derechos
humanos de los presos políticos alojados en el penal de Rawson,
responsabilizándolo directamente por su estado físico:
Reclamamos
respeto derechos humanos presos políticos unidad carcelaria de Rawson
responzabilizándolo por su integridad física amenazada por medidas de
represión anunciadas.
Ni
bien se conoció el mensaje, la dependencia exigió, a través de su
oficina de Prensa y por el mismo medio (telegráficamente), que se
precisase a que medidas concretas de represión se hacía referencia y
cuáles eran las amenazas a la integridad física y derechos humanos con
relación a los responsables de los sucesos en la víspera en Rawson y
Trelew. Exigía una pronta respuesta y finalizaba diciendo que el Poder
Ejecutivo nacional no aceptaba que mediante acción psicológica, se
pretendiese mostrar a los protagonistas de tan luctuosos sucesos como
víctimas.
Infiltrado
por elementos de izquierda e incluso ultraizquierda, el movimiento
peronista recurría a una estrategia bien elaborada, destinada a
confundir a la población con la terminología propia de quienes llevaban
adelante la guerra subversiva.
Los subversivos deponen las armas
Los subversivos deponen las armas
Por
entonces, el avión de Austral sobrevolaba los primeros contrafuertes
andinos y sus pasajeros comentaban alarmados las incidencias del vuelo.
Sus captores los vigilaban apuntándoles con sus armas, impidiendo a las
azafatas, Nora Peirano, María Pizarro y Cora Walsoe, desempeñar sus
funciones normalmente. Mientras tanto, en la cabina, Santucho y
Gorriarán Merlo vigilaban a los pilotos, así como a la encargada de a
bordo, María del Carmen Goday6,
a quien tampoco permitieron abandonar su asiento. Esperaban llegar a
Puerto Montt en una hora y luego de reponer combustible, seguir rumbo a
Santiago, donde pensaban pedir asilo o permiso para continuar a La
Habana.
En
Buenos Aires, mientras tanto, el comandante en jefe de la Armada,
almirante Carlos Coda y su par de la Fuerza Aérea, brigadier Carlos Rey,
mantenían permanente contacto con el personal asignado en el área,
siguiendo minuto a minuto el desarrollo de los acontecimientos, lo mismo
el jefe del Estado Mayor de la FAA, brigadier Luis Fautario y el
comandante de operaciones aéreas, Luis Antonio Cochella.
Los
ministerios también se hallaban en alerta, en especial los de Interior y
Justicia, cuyos titulares, Dr. Arturo Mor Roig y Dr. Gervasio
Colombres, tenían sus líneas abiertas con el gobernador provincial.
Piratas aéreos
La Armada comisionó al almirante Hermes Quijada para dirigirse a la zona de operaciones.
El alto oficial abandonó el Edificio Libertad a las 07:30 y se dirigió
presurosamente al Aeroparque Metropolitano para abordar el avión que lo
esperaba y partir hacia su destino a las 08:10.
Debido
la magnitud de los hechos, el primero dispuso reforzar las unidades
carcelarias de todo el país, especialmente las de Buenos Aires,
redoblando la vigilancia e incrementando su personal, lo mismo en los
hospitales Durand, Muñiz y la Maternidad Sardá.
El
BAC 1-11 de Austral, aterrizó en el aeropuerto de El Tepual, Puerto
Montt, alrededor de las 21:30 y luego de reabastecer combustible, partió
nuevamente, con destino a Santiago (22:02), donde aterrizó poco antes
de medianoche.
A
poco de decolar, el jefe del aeropuerto estableció contacto radial con
su par de Pudahuel, en la capital trasandina, para indicar que los
exiliados se hallaban en vuelo y que aterrizarían allí en el lapso de
una hora y media.
A esa altura, los subversivos que esa tarde coparon el Aeropuerto de Trelew, se habían entregado.
Con
Mariano Pujadas y Rubén Pedro Bonnet oficiando como voceros, el grupo
pactó su entrega, anunciando su intención de deponer las armas.
-Queremos entregarnos, pero con condiciones – le dijo el primero al juez Godoy.
Para
entonces, los marinos habían montado un equipo de radio sobre el
lateral derecho de la estación aérea y desde allí monitoreaban las
negociaciones al tiempo que retransmitían las directivas que llegaban
desde Buenos Aires. Efectivos
del Batallón de Infantería de Marina Nº 4 al mando del capitán de
fragata Rubén Norberto Paccagnini, tenían rodeada el área y se disponían
a avanzar sobre el edificio.
Paccagnini
había enviado al guardiamarina Menéndez al frente de una treintena de
conscriptos, para cortar cualquier intento de escape por la parte
posterior y se mantenía alerta, siguiendo las tratativas con atención.
Las versiones que ubican allí al capitán de corbeta Luis Emilio Sosa,
son falsas7.
Depuesta
la actitud, el Dr. Atilio Viglione revisó uno a uno a los insurgentes,
constatando que se encontraban en perfecto estado y una vez finalizado
el examen, ganaron el exterior donde, a pedido suyo, aguardaban
camarógrafos del Canal 3 de Trelew, para registrar la escenas. De ese
modo, se
alinearon en el hall de acceso, pronunciando en voz alta sus nombres y
apellidos al tiempo que depositaban las armas en el suelo. Minutos
antes, habían liberado a las mujeres y los niños que retenían en el
lugar, permitiéndoles salir en grupos de cuatro a cinco personas, las
que, de manera inmediata, eran puestas a resguardo por las fuerzas de
seguridad.
Los
infantes de marina se aproximaron cautelosamente al edificio,
ordenándoles a los guerrilleros que se pusieran de rodillas y colocasen
sus manos sobre la cabeza pero enseguida, los mandaron incorporarse
nuevamente y aguardar allí parados, sin hablar, ni moverse. Los
insurrectos obedecieron sin emitir sonido y allí esperaron, mientras el
fotógrafo Emilser Pereyra registraba las escenas con su cámara. No se
los veía inquietos ni atemorizados; más bien se hallaban tranquilos e
incluso confiados, algunos sonriendo desafiantes.
Los insurgentes luego de rendirse, aguardan ser trasladados (Imagen: Emilser Pereyra) |
Al cabo de algunos minutos, media hora tal vez, se detuvo un ómnibus junto a la acera y el capitánPaccagnini
les ordenó subir; lo hicieron en silencio, siempre con sus guardias
apuntándoles y una vez dentro, se acomodaron en los asientos,
profiriendo apenas alguna palabra. Pasado un tiempo, el vehículo se puso
en marcha y comenzó a alejarse del edificio, precedido por dos
patrulleros y con dos camionetas militares como escolta. Un Ford Falcon
gris, sin identificación, abría la marcha.
Al
ver que en lugar de tomar el acceso que conducía a la Ruta 3, el
ómnibus cruzaba la pista de aterrizaje y se dirigía a la contigua Base
Aeronaval “Almirante Zar”, situada unos metros al sur, los detenidos se
miraron e intentaron dialogar, asombrados seguramente por el cambio de
itinerario, pero sus captores les ordenaron hacer silencio y permanecer
quietos en sus asientos. Habían pedido ser trasladados de regreso al
penal pero, por lo que se veía, estaban siendo conducidos a una unidad
militar, que para más, pertenecía a la Armada.
Piratas aéreos
Con
la crisis en pleno desarrollo, Lanusse, en su carácter de comandante en
jefe del Ejército, llamó a los altos mandos castrenses a una reunión de
urgencia en la Quinta Presidencial de Olivos, para analizar la
situación y buscarle una salida. Se hicieron presentes el titular de la
Armada, almirante Carlos Coda, el de la Fuerza Aérea, brigadier Carlos
Alberto Rey y el ministro de Relaciones Exteriores y Culto, brigadier
(RE), Eduardo Mac Loughlin quienes, luego arduas deliberaciones,
acordaron exigirle al gobierno de Chile la extradición de los evadidos.
Esa
misma tarde, el ministro Mac Loughlin tuvo una serie de encuentros con
funcionarios de su dependencia y tras evaluar distintas variantes, se
comunicó nuevamente con el Poder Ejecutivo para llevarle las
conclusiones. Al momento de ser interrogados por la prensa, ninguno de
ellos formuló declaraciones.
En
el Edificio Libertador, sede del comando en Jefe del Ejército, así como
en el de la Armada y el de la Fuerza Aérea, se vivieron momentos
tensión a lo largo del día. Coda mantuvo conversaciones con su jefe del
Estado Mayor General Naval, vicealmirante Eugenio Fuenterosa, en las que
estuvieron presentes oficiales superiores y jefes de unidades, en
tanto el brigadier Rey lo hizo con sus pares, los brigadieres mayores
Luis A. Cochella, comandante de operaciones aéreas y Héctor Luis
Fautario, jefe del Estado Mayor de la FAA, quienes estuvieron en
permanente comunicación con la Casa de Gobierno y el Ministerio del
Interior, a través del jefe de la Casa Militar, brigadier Roberto D.
Bortot.
Esa
misma tarde (15:30), el jefe del Estado Mayor del Ejército, general de
división José Rafael herrera, mantuvo un encuentro a puertas cerradas
con sus pares de la Armada y la Fuerza Aérea, vicealmirante Eugenio
Fuenterosa y brigadier mayor Luis Héctor Fautario, quien concurrió
acompañado por su segundo, brigadier Osvaldo Cacciatore.
Pasadas
las 9 p.m., Lanusse habló finalmente con su par chileno, Salvador
Allende. Lo hizo de manera no oficial para adelantarle que su gobierno
iba a solicitar la extradición de los insurgentes. El mandatario
trasandino respondió que procedería con la claridad que Chile
acostumbraba hacerlo en esos casos, ajustándose a las leyes
internacionales y a continuación, le transmitió las últimas noticias que
acababa de recibir: el avión secuestrado volaba hacia Pudahuel y los
captores exigían la presencia de los ministros de Relaciones Exteriores e
Interior, así como la de representantes de los partidos de izquierda, a
efectos de garantizar su seguridad. Al ser requerido al respecto, el
mandatario araucano aseguró que ninguno de los funcionarios acudiría a
la cita y volvió a reiterar que se iba a mover de acuerdo a los
protocolos internacionales.
A las 03:55 hora argentina (02:55 del país trasandino), los secuestradores se entregaron a las autoridades chilenas.
La
aeronave matrícula LV-JNS se posó suavemente en la pista principal y
después de poner las turbinas en reversa, redujo la velocidad, para
comenzar a rodar lentamente hasta la plataforma contigua al edificio
central. Desde las 23:50, el aeropuerto se hallaba cerrado al tránsito
aéreo y todos los vuelos comerciales eran desviados a Los Cerrillos, que
por entonces funcionaba para servicios de cabotaje.
Cuando
se encontraban a 200 metros del edificio, los captores le ordenaron a
Ford detener la marcha y restablecieron contacto con la torre para
iniciar las conversaciones. A través de los altavoces, se le indicó al
pasaje mantener la calma y esperar en sus asientos, en tanto en el hall
central, el público y decenas de reporteros pugnaban por obtener
información y tomar imágenes de la aeronave.
Inmediatamente
después, se comunicó con ellos el director general de Investigaciones,
así como su par de Aeronáutica, general Osvaldo Croquevielle, quienes
iniciaron las negociaciones mientras las fuerzas de seguridad (personal
de Carabineros y efectivos de la Fuerza Aérea Chilena), rodeaban el
aeropuerto y despejaban buena parte de él, en espera de nuevas
directivas.
Los
piratas aéreos anunciaron que liberarían los primeros rehenes, cinco
mujeres e igual número de niños y para ello solicitaron que algún
vehículo se aproximara al avión. Minutos después, aparecieron dos
ambulancias que se detuvieron junto a la aeronave, sin detener sus
motores.
Personal
de la base se aproximó llevando la escalinata y luego se colocarla en
la puerta delantera, hizo señas indicando que todo estaba listo. La
compuerta se abrió y por ella asomaron cinco mujeres llevando consigo
los cinco niños que se encontraban a bordo. Asistidos por personal
paramédico y aeroportuario, ascendieron a las ambulancias y partieron
hacia las oficinas de la policía internacional. Al tiempo que un
camarero caminaba hacia el avión, llevando un termo con café y
posiblemente algunas viandas, todo a la vista de los carabineros y
efectivos de aeronáutica apostados en puntos estratégicos.
Mientras
tenían lugar las deliberaciones entre los secuestradores y las
autoridades policiales, en la Casa de La Moneda, sede del gobierno
chileno, se llevaba a cabo una reunión de urgencia a la que asistieron,
además de Allende, el ministro del Interior, Jaime Suárez; el de
Defensa, José Thoa, el subsecretario del Interior, Daniel Vergara, el
director general de Carabineros, general José María Sepúlveda Galindo y
otros funcionarios, quienes barajaron varias alternativas para acordar
la entrega del avión y la libertad de los pasajeros.
Las
mismas se prolongaron cuatro horas hasta que a las 02:55 hora local
(03:55 argentina), los piratas aéreos decidieron entregarse. Enrique
Gorriarán Merlo fue el encargado de dialogar con las autoridades locales
y hasta bajó a la plataforma para dialogar con el personal, en dos o
tres oportunidades.
El BAC 1-11 matrícula LV-JNS de Austral vuela secuestrado hacia Puerto Montt (Fotografía: "La Prensa") |
Los
diez guerrilleros descendieron por la puerta delantera y bajo una
lluvia torrencial, en medio de vientos huracanados, escoltados por
personal militar y policial, se introdujeron en él edificio del
aeropuerto, donde fueron conducidos directamente a la sala presidencial8.
Una vez dentro, se cerraron las puertas y luego de revisarlos
cuidadosamente, se entablaron las primeras conversaciones. Se dice que
antes de ingresar, Santucho miró al público y emitiendo una sonrisa,
levantó su puño derecho, haciendo el saludo comunista.
Cinco
minutos después, los noventa pasajeros comenzaron a salir del avión,
muchos de ellos con marcadas muestras de cansancio, aunque tranquilos y
resignados. Ya en el hall central, personal aeroportuario se ocupó de su
atención, lo mismo médicos y enfermeros y a la vista de los curiosos
que se encontraba en el lugar se les sirvió un refrigerio en tanto los
medios de prensa trataban de cubrir la escena.
En
el salón vip, se encontraban presentes el director general de policía,
comisario Arsenio Pupin, a cargo de los detenidos; el general Osvaldo
Croquevielle y otras autoridades, entre ellas, funcionarios de la
embajada argentina, encabezado por el encargado de negocios Gustavo
Figueroa y el cónsul en Santiago.
Pupin
fue el primero en hablar. Le dijo a los captores que su situación era
provisoria y que el gobierno chileno se hallaba renuente a brindarle
asilo por haber asesinado a un efectivo del servicio penitenciario de
Rawson (se referían a Valenzuela) y provocado heridas a otros dos.
Se
les comunicó que iban a ser trasladados a la Dirección de
Investigaciones de la Policía, ubicada en pleno centro de esa capital y
que aguardarían allí hasta que la crisis fuera resuelta.
Cuando
el secretario del Interior, Daniel Vergara, anunció en conferencia de
prensa que aún no se contemplaba el pedido de asilo por parte de los
piratas aéreos, se sabía que los mismos habían aceptado someterse a las
leyes chilenas y que estaban dispuestos a acatar cualquier decisión
salvo la de ser devueltos a la Argentina. En ese mismo instante,
personal aéreo terminaba de inspeccionar el avión y lo abastecía de
combustible para su regreso a Buenos Aires. Una nueva tripulación,
encabezada por el comandante Allan C. Whitengton, volaba en esos
momentos desde la capital argentina, enviada especialmente por la
empresa Austral.
Desde
la Casa de la Moneda se anunció que hasta tanto la justicia chilena no
fuese notificada del pedido de detención preventiva, primer paso en el
inicio de un proceso inmediato de extradición, los diez prófugos
permanecerían en el país en calidad de “personas en tránsito”.
Tensión con Chile
En
la Argentina, mientras tanto, continuaba la tensión. Varios comunicados
habían sido emitidos por las autoridades y se aguardaba con
expectativas la decisión del gobierno de Chile. De los diecinueve
evadidos que se habían entregado en Trelew, poco y nada se sabía, salvo
que se encontraban alojados e incomunicados en la Base Aeronaval
“Almirante Zar” y
que posteriormente, había sido llevado también hasta allí el abogado
Mario Abel Amaya, vicepresidente y apoderado del comité de la Unión
Cívica Radical (UCR) de la provincia de Chubut, quien había intentado
interiorizarse sobre la suerte de aquellos.
En esos momentos, el guardiacárcel Valenzuela era velado en el Círculo Policial de Rawson y ya se tenían todo dispuesto para su entierro en el panteón policial del cementerio local, a las 10 a.m. del día siguiente. El segundo comunicado estaba dirigido a los reclusos amotinados en el penal.
Para entonces, Rawson y Trelew se hallaban militarizadas, tal como lo consigna el comunicado que la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación emitió a las 0:30 del 16 de agosto.
Temprano, por la mañana, las autoridades militares pusieron a la población al tanto de las medidas adoptadas para dar con elementos prófugos.
Un cuarto parte, dirigido a la población de Dolavon, tuvo por finalidad lograr la colaboración de los ciudadanos y con ello pistas que condujeran a supuestos terroristas fugitivos. Las fuerzas de seguridad habían hallado los vehículos utilizados por las unidades de apoyo guerrilleras y trataba de dar con sus ocupantes. El primero, un Ford Falcon abandonado en las afueras de la ciudad, fue descubierto por el Ejército. Poco después la policía dio con una Pick Up Chevrolet averiada, en cuya caja hallaron al propietario de un taxi maniatado, eso en los alrededores de Rawson, así como el rodado en cuestión (nos referimos al taxímetro), volcado a la vera del camino, antes de llegar a San Antonio Oeste. El Fiat 128 desde el cual los terroristas balearon al oficial Arevales en Dolavon, tenía en su interior un paquete con dos fusiles dentro y el Ford Falcon que el grupo de vanguardia utilizó para llegar al Aeropuerto, varios explosivos. Pasado el mediodía, las autoridades entregaron a los medios de prensa una gacetilla con el detalle de los procedimientos practicados desde el inicio de la crisis:
Otros hechos relacionados con la fuga vinieron a aumentar la tensión al día siguiente. En Buenos Aires, manos anónimas dejaron en el baño del bar “Los Cocos”, ubicado en la esquina de Avenida de Mayo y Perú, un extenso comunicado firmado por las FAR, el ERP y un ignoto Comando de Prisioneros de Guerra de Montoneros, atribuyéndose los sucesos de Rawson y Trelew. El mismo comenzaba y finalizaba con la leyenda “Perón Vuelve” y en él se informaba que la operación se había planificado de manera conjunta, a pesar de la concentración de efectivos militares y de seguridad en la zona y que la misma se hallaba inscripta dentro del proceso de liberación que el pueblo argentino y su líder habían iniciado el 17 de octubre de 1945, jalonado a su vez, por el levantamiento de1956 cuando se buscaba conformar un ejército popular, lo mismo durante el Cordobazo, el Rosariazo y el Tucumanazo.
El miércoles 16, por la mañana, se produjo en cercanías del penal de Rawson un confuso episodio, en el cual resultó herido el periodista Horacio Augusto Finoli de Associated Press. El incidente tuvo lugar a las 10:45, cuando el vehículo en el que circulaba junto a otros colegas, fue tiroteado por efectivos de la policía de Chubut en momentos en que se desplazaba frente al edificio de la Caja Nacional de Previsión Social, a cuadra y media del dispositivo de seguridad que rodeaba la unidad carcelaria.Al parecer, uno de los guardias apostados en el murallón vio avanzar al rodado y considerándolo sospechoso, abrió fuego, obligando al conductor a frenar bruscamente. Cuando los reporteros intentaron descender para mostrar sus credenciales, otro agente, apostado en la calle, hizo lo propio, alcanzando a Finoli en la región lumbar-El reportero fue conducido a la clínica Santa Teresita de Rawson y de ahí derivado al Hospital de Trelew, donde fue sometido a una intervención sin que su estado revistiera gravedad.Poco después, el general Betti autorizó al periodismo a recorrer las inmediaciones del penal, fuertemente custodiados por personal militar y un vehículo blindado, al mando de un oficial.
Agitación y expectativas
A las 04.15 del 16 de agosto, el comando del V Cuerpo de Ejército, con asiento en Bahía Blanca, emitió el siguiente comunicado:
Aproximadamente
a las 19 horas del 15 de agosto de 1972, llegó un camión con personal
uniformado al penal de Rawson, que luego de copar la guardia penetró
dentro del mismo y con la ayuda de reclusos dominaron la situación.
Posteriormente, los extremistas fugados se dirigieron al aeropuerto
civil de Trelew vestidos con uniformes de Gendarmería, donde lograron
secuestrar el avión matrícula LV-JNS de la compañía Austral, mediante el
ardid de informar que dentro había sido colocada una bomba. Los
terroristas, luego de hacer detener el avión en la cabecera de la pista
ascendieron al mismo y con intimación consiguieron ser trasladados a
Puerto Montt, y, posteriormente, a Santiago de Chile. Otro grupo de
terroristas simultáneamente copó la torre de control, pero fracasaron en
su intento de secuestrar el Boeing de Aerolíneas Argentinas que, en
vuelo procedente de Comodoro Rivadavia, se dirigía a Buenos Aires, estos
extremistas fueron reducidos y actualmente se encuentran detenidos en
dependencias de la base de aviación naval. El general José Ignacio
Betti, comandante de la XI Brigada de Infantería, nombrado comandante de
la zona de emergencia, por decreto 5.427, llegó a las 2 a Rawson, para
hacerse cargo de la misma. En estos momentos, tropas del Ejército,
dependientes del Comando del V Cuerpo de Ejército, patrullan todas las
rutas de escape para lograr la detención de posibles fugados y/o
implicados en los hechos.
En esos momentos, el guardiacárcel Valenzuela era velado en el Círculo Policial de Rawson y ya se tenían todo dispuesto para su entierro en el panteón policial del cementerio local, a las 10 a.m. del día siguiente. El segundo comunicado estaba dirigido a los reclusos amotinados en el penal.
Se
intima al personal de reclusos URS Nº 6 a deponer de inmediato su
actitud de amotinamiento y retención del personal de guardiacárceles de
la misma, así como la entrega de todo armamento que posean.
Así
mismo deberán retornar a las celdas correspondientes en su totalidad.
Una vez realizados estos pasos el director de la unidad y personal de la
misma procederá a recorrer y controlar el cumplimiento de lo dispuesto,
así como la revisión de todas las dependencias y la requisión de
elementos no correspondientes, volviendo con ello a la normalidad del
instituto.
La
salida del personal de guardiacárceles con el armamento de referencia
será la comprobación del acatamiento a lo intimado. La aceptación de la
presente intimación traerá aparejadas la suspensión de las medidas de
represión preparadas.
Para entonces, Rawson y Trelew se hallaban militarizadas, tal como lo consigna el comunicado que la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación emitió a las 0:30 del 16 de agosto.
A
partir de las 23 del día 15 de agosto de 1972, quedó declarada zona de
emergencia la ciudad de Trelew y sus proximidades, así como las ciudades
de Rawson y Puerto Madryn, y restantes localidades vecinas.
La
instrumentación legal correspondiente, fue formalizada por el Poder
Ejecutivo constituido en la residencia de Olivos, desde donde el
presidente de la República, teniente general Alejandro Agustín Lanusse,
se halla abocado personalmente al tratamiento de los hechos ocurridos en
Rawson y Trelew, así como al secuestro de un avión de la compañía
Austral, en permanente contacto con los comandantes en jefe de la Fuerza
Aérea y la Armada, y los ministros y secretarios del Poder ejecutivo,
el jefe de la Casa Militar, y el jefe del Estado Mayor Conjunto.
Minutos
antes de las 23, hora en que comenzó a regir el estado de emergencia en
los lugares indicados el presidente Lanusse le comunicó el texto legal
correspondiente al comandante del V Cuerpo de Ejército, general de
división Manuel Ceretti, quien puso al frente de la zona declarada en
emergencia al oficial más antiguo allí destinado hasta tanto arribe el
comandante de la XI Brigada con asiento en Comodoro Rivadavia, general
de brigada Eduardo J. I. Betti, quien, de un momento a otro estará
presente en los ligares comprendidos por la disposición legal que
estableció la zona de emergencia.
Temprano, por la mañana, las autoridades militares pusieron a la población al tanto de las medidas adoptadas para dar con elementos prófugos.
A
las 23 horas del 15 de agosto de 1972, se produjo la detención de
Ciriaco Isidro Gutiérrez Martínez o Jorge Luis Marcos, de 30 años de
edad. Se le secuestró:
a).
Una pistola Browning calibre 9mm Nº 13252 de la Policía Federal
Argentina, con dos cargadores; b) Una pistolera de cuero; c) Una
licencia de conductor Nº 849595, categoría 5ª, a nombre de Gutiérrez
Martínez Isidro Ciriaco; d) En ambos bolsillos del saco y en el interior
del pantalón guardaba 1.300.000 moneda nacional, y e) Una peluca de
color castaño claro.
2º Se localizó un automóvil Fiat 128, volcado en cercanías de Dolavon. En su interior se encontró:
a).
Una encomienda vía aérea que contenía dos fusiles FAL, cinco cargadores
y munición; b) Cigarrillos, inyecciones de distinto tipo y pelucas.
3º
A las 23.15 del 15 de agosto de 1972, se rindieron en el aeropuerto de
Trelew, ante la acción e efectivos de la Base Aeronaval Trelew, 19
individuos subversivos (14 hombres y 5 mujeres) que habían copado dicho
aeropuerto. Los mismos fueron trasladados a la Base Aeronaval donde
permanecen detenidos. Entregan armas, explosivos, clavos miguelitos,
uniformes y otros elementos.
4º
A las 7 hs. del 16 de agosto de 1971, se toma conocimiento que un
automóvil Torino, negro con techo blanco, taxi, robado en Puerto Madryn
en la noche del 15 al 16 de agosto, fue localizado volcado en San
Antonio Oeste. Sus ocupantes, que continuaron la huida a pie, son
perseguidos por elementos de fuerzas de seguridad y policiales de Río
Negro. En el interior del automóvil se encontró documentación
relacionada con la evasión.
5º
A la misma hora son detenidos en Viedma, Río Negro, con intenciones de
cruzar el río Colorado, un grupo constituido por tres hombres y dos
mujeres.
6º
A las 8 hs. los subversivos amotinados en la cárcel, ante las medidas
adoptadas por el Cte. De zona de emergencia para la represión militar
con efectivos del Ejército y la Marina y la intimidación previa,
resolvieron deponer su actitud entregando las armas. Se mantuvieron en
sobre la cárcel, hasta comprobar el cese de la actitud de rebelión de
los reclusos.
Un cuarto parte, dirigido a la población de Dolavon, tuvo por finalidad lograr la colaboración de los ciudadanos y con ello pistas que condujeran a supuestos terroristas fugitivos. Las fuerzas de seguridad habían hallado los vehículos utilizados por las unidades de apoyo guerrilleras y trataba de dar con sus ocupantes. El primero, un Ford Falcon abandonado en las afueras de la ciudad, fue descubierto por el Ejército. Poco después la policía dio con una Pick Up Chevrolet averiada, en cuya caja hallaron al propietario de un taxi maniatado, eso en los alrededores de Rawson, así como el rodado en cuestión (nos referimos al taxímetro), volcado a la vera del camino, antes de llegar a San Antonio Oeste. El Fiat 128 desde el cual los terroristas balearon al oficial Arevales en Dolavon, tenía en su interior un paquete con dos fusiles dentro y el Ford Falcon que el grupo de vanguardia utilizó para llegar al Aeropuerto, varios explosivos. Pasado el mediodía, las autoridades entregaron a los medios de prensa una gacetilla con el detalle de los procedimientos practicados desde el inicio de la crisis:
La
evolución de la situación en el Instituto de Resocialización y
Seguridad permite en este momento informar a la población que las
medidas ejecutadas por los efectivos militares sobre dicho instituto
penal han permitido:
1º) Impedir la evasión de un mayor número de reclusos.
2º)
Neutralizar posibles acciones a desarrollar por elementos subversivos
que hubieran hecho peligrar vidas de personas inocentes.
3º) Retomar el control total del personal, sin necesidad de producir hechos de sangre ni acciones de violencia.
Al
retornar el control del I.R.S.O.G. se ha comprobado la fuga de 25
reclusos, de los cuales fueron capturados en la acción desarrollada en
el aeropuerto de Trelew 19 subversivos. Es decir que lograron evadirse
6. Estos fueron los que coparon y secuestraron el avión e Austral,
obligándolo a dirigirse a Chile.
En definitiva, los evadidos son: Roberto Jorge Quieto, Roberto Mario Santucho, Mario Heraldo [sic[ Gorriarán9, Fernando Vaca Narvaja, Marcos Osatinski y Domingo Menna.
A
los 19 capturados en el aeropuerto de Trelew, se les secuestraron; 13
fusiles FAL, 23 cargadores para FAL, 440 proyectiles para FAL, 20
pistolas 9 milímetros marca Browning, 34 cargadores para pistolas de 9
milímetros, una pistola Colt 11,25 milímetros, 140 proyectiles calibre
11,25…
Otros hechos relacionados con la fuga vinieron a aumentar la tensión al día siguiente. En Buenos Aires, manos anónimas dejaron en el baño del bar “Los Cocos”, ubicado en la esquina de Avenida de Mayo y Perú, un extenso comunicado firmado por las FAR, el ERP y un ignoto Comando de Prisioneros de Guerra de Montoneros, atribuyéndose los sucesos de Rawson y Trelew. El mismo comenzaba y finalizaba con la leyenda “Perón Vuelve” y en él se informaba que la operación se había planificado de manera conjunta, a pesar de la concentración de efectivos militares y de seguridad en la zona y que la misma se hallaba inscripta dentro del proceso de liberación que el pueblo argentino y su líder habían iniciado el 17 de octubre de 1945, jalonado a su vez, por el levantamiento de1956 cuando se buscaba conformar un ejército popular, lo mismo durante el Cordobazo, el Rosariazo y el Tucumanazo.
No
sabemos que nuevas trampas estarán imaginando los Rucci y los Coria, en
su incansable intento de embretar en el Movimiento Peronista
–finalizaba la nota–, pero sabemos que debemos luchar por el retorno del
pueblo y Perón al poder y construir con él una Argentina socialista10.
El miércoles 16, por la mañana, se produjo en cercanías del penal de Rawson un confuso episodio, en el cual resultó herido el periodista Horacio Augusto Finoli de Associated Press. El incidente tuvo lugar a las 10:45, cuando el vehículo en el que circulaba junto a otros colegas, fue tiroteado por efectivos de la policía de Chubut en momentos en que se desplazaba frente al edificio de la Caja Nacional de Previsión Social, a cuadra y media del dispositivo de seguridad que rodeaba la unidad carcelaria.Al parecer, uno de los guardias apostados en el murallón vio avanzar al rodado y considerándolo sospechoso, abrió fuego, obligando al conductor a frenar bruscamente. Cuando los reporteros intentaron descender para mostrar sus credenciales, otro agente, apostado en la calle, hizo lo propio, alcanzando a Finoli en la región lumbar-El reportero fue conducido a la clínica Santa Teresita de Rawson y de ahí derivado al Hospital de Trelew, donde fue sometido a una intervención sin que su estado revistiera gravedad.Poco después, el general Betti autorizó al periodismo a recorrer las inmediaciones del penal, fuertemente custodiados por personal militar y un vehículo blindado, al mando de un oficial.
Tensión con Chile
La actitud a adoptar por el gobierno de Salvador Allende mantuvo en vilo al país, el jueves 17 y el viernes 18 de agosto.
“Retiene la policía de Chile a los terroristas que fugaron de Rawson”
se
leía en la primera plana de “La Prensa” el día 18; “El gobierno
argentino inició el trámite para su extradición solicitando la detención
preventiva de los delincuentes”.
Siguiendo
los carriles adecuados, la petición fue cursada, al Ministerio de
Relaciones Exteriores del país trasandino, el cual debía derivarla a la
Suprema Corte de Justicia, encabezada por el Dr. Enrique Urrutia
Manzano, para que la misma se expidiera, tramitaciones que, según
algunos medios, podían prolongarse un mes. Se especulaba entonces sobre
los procedimientos que utilizaría el vecino país para resolver la
situación, más cuando era factible su negativa en caso de que hubiese
presunción de que fuese aplicada la pena de muerte.
La
defensa de los extremistas fue asumida por el abogado Arturo Yuseff,
quien luego de entrevistarse con ellos, manifestó que había recibido un
llamado telefónico desde Buenos Aires, más precisamente de la dirigencia
de una denominada Comisión Para la Defensa de los Derechos Políticos
Argentinos, solicitando información sobre su condición.
Mientras
tanto, la cúpula del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria),
entre cuyos fundadores destacaba el historiador trotskista argentino
Luis Vitale, organizó una manifestación frente al Palacio de Gobierno,
para exigir la concesión del asilo político a los subversivos. En la
oportunidad, fue leída una proclama y luego de gritar consignas
partidarias, la columna se dirigió al Departamento de Policía, para
hacer lo mismo. Durante la marcha, se produjeron incidentes que
motivaron la intervención de fuerzas policiales y el uso de gases
lacrimógenos para dispersarla. Al día siguiente, se repitieron los
mismos hechos, con idénticas consecuencias, tanto en la capital como
Antofagasta y otros puntos del país.
Por
su parte, el diputado socialista Erik Schnake, dio a conocer el apoyo
que su partido brindaba a los evadidos, manifestando que su movimiento
estimaba a los argentinos no factibles de ser procesados por delitos
comunes porque se trataba, “en un ciento por ciento”, de revolucionarios
a los que, en todo caso, les cabían acusaciones por presuntos delitos
políticos. Para la dirigencia socialista eran combatientes que
intentaban derribar estructuras de poder que subyugaban a su país,
apuntando especialmente al denominado “partido militar”.
Casi
al mismo tiempo, el ministro chileno de Relaciones Exteriores,
Clodomiro Almeyda, anunció que los extremistas trasandinos se hallaban a
disposición de las autoridades administrativas hasta tanto fuesen
derivado a la Corte Suprema de Justicia. Aclaraba que el gobierno iba a
proceder de acuerdo a las leyes y que los argentinos podrían hacer uso
de los derechos que las mismas otorgaban. Según sus declaraciones,
Buenos Aires tenía un plazo de sesenta días para solicitar la
extradición y volvió a recalcar que los guerrilleros contarían con el
amparo de la legislación chilena la cual, una vez iniciado el proceso,
pondría a su alcance todo lo necesario para su defensa.
El avión secuestrado aterrizó en el Aeroparque Metropolitano “Jorge Newbery” el 16 de agosto, a las 07.34 a.m., procedente de Santiago de Chile. Lo hizo en medio de un feroz temporal de lluvia, viento y relámpagos, ante la expectativa de los numerosos medios de prensa que se habían congregado en el lugar, amén de familiares y allegados de los pasajeros, quienes aguardaban con ansiedad el momento de reencontrarse con sus seres queridos.
El avión secuestrado aterrizó en el Aeroparque Metropolitano “Jorge Newbery” el 16 de agosto, a las 07.34 a.m., procedente de Santiago de Chile. Lo hizo en medio de un feroz temporal de lluvia, viento y relámpagos, ante la expectativa de los numerosos medios de prensa que se habían congregado en el lugar, amén de familiares y allegados de los pasajeros, quienes aguardaban con ansiedad el momento de reencontrarse con sus seres queridos.
A
causa de la tempestad, la visibilidad era prácticamente nula y eso fue
lo que el comandante Whitengton manifestó desde la cabina, informando a
la torre que tenía dificultades para ubicar la pista. Cuando se posó, lo
hizo apoyando el tren izquierdo fuera de la cinta asfáltica, provocando
una tremenda sacudida que generó sobresalto en el pasaje y quienes
seguían las incidencias desde el edificio.
En
esas condiciones carreteó unos 300 metros sobre el barro y con sus
turbinas en reversa al máximo, logró detener la marcha. Las mujeres
gritaban y los niños se aferraban a sus madres en tanto los hombres
aguardaban en silencio aferrándose con fuerza los mangos de sus
asientos y otros, los menos, intentando ver a través de las ventanillas.
-Me
alarmó más este accidentado aterrizaje que todas las peripecias que
debimos soportar desde Trelew – le dijo Gerardo Kunstler a su compañero
de viaje – si llegaba a capotar el jet, no íbamos a poder contar nuestra
aventura – le relataría a los medios de prensa que lo interrogaron al
entrar en el edificio.
El
avión todavía carreteaba cuando cuatro dotaciones de bomberos, una grúa
y al menos una ambulancia, salieron como disparados en dirección a la
pista, seguidos por personal aeroportuario. Quince minutos después, se
aproximaron dos ómnibus para trasladar el pasaje hasta el edificio
central. Se detuvieron junto a la máquina y esperaron que la escalerilla
quedase asegurada en la compuerta delantera.
Minutos
después, los viajeros comenzaron a salir, parte por adelante y parte
por la puerta de cola, siempre bajo el intenso aguacero que se cernía en
esos momentos sobre la capital. Cuando el último de ellos se hallaba a
bordo, los ómnibus arrancaron y regresaron al punto de origen para dejar
a la gente en la oficina de Aduana.
El avión secuestrado de regreso en el Aeroparque Metropolitano (Fotografía: "La Prensa") |
Personal
policial y de seguridad, provisto de armas largas y perros adiestrados,
vigilaban desde lugares estratégicos, dentro y fuera del hall central,
incluyendo la plataforma donde debía detenerse el aparato, ofreciendo
cobertura y registrando a quienes entraban y salían de la estación
aérea, tanto a pie como en vehículos.
El
presidente Lanusse y otros integrantes de su gobierno se encontraban en
el lugar, de ahí la fuerte presencia de personal de custodia y el
intenso movimiento que se apreciaba a su alrededor.
Desde
las grandes puertas de cristal, señaladas con los números 8, 9 y 10,
familiares y amigos pugnaban por reconocer a los suyos, muchos de ellos
ansiosos y sobresaltados. Cuarenta minutos después, se produjo el
encuentro, registrándose escenas conmovedoras y algo de agitación
también. Abrazos, risas, llantos, gritos de alegría, se prolongaron por
varios minutos mientras los flashes de las cámaras fotográficas se
sucedían intermitentemente.
Al
ser interrogados por los periodistas, los pasajeros relataron los
hechos cada uno a su modo, exteriorizando sus emociones de diferente
manera. Fue cuando comenzaron a circular versiones fabulosas de una
muchacha morocha, de fuerte carácter y unos 25 años de edad, comandando
el operativo e impartiendo órdenes con decisión, cosa que sabemos, no
fue así, porque quienes estuvieron a cargo en todo momento fueron
Santucho y Gorriarán Merlo12.
A
las 13:50 del día siguiente, hizo su arribo el avión especial que la
gobernación de Chubut puso a disposición para trasladar a Horacio
Augusto Finoli, el periodista de Associated Press, herido en cercanías
del penal de Rawson.
Numerosos
colegas se acercaron hasta el Aeroparque para registrar su arribo, pero
su labor fue dificultada por los diferentes cambios de destino que los
encargados de informes brindaron en diferentes ocasiones. En un primer
momento se dijo que la aeronave iba a aterrizar en la zona militar de la
estación aérea, pero luego se cambió al sector civil, para volver a
indicarse nuevamente el primer punto y así sucesivamente.
Las
autoridades vedaron el acceso al periodismo. Solamente los los
familiares del reportero fueron autorizados a pasar, ni que hablar del
secretario de Prensa y Difusión, Aulo Sila Almonacid, quien se acercó al
lugar para interesarse por su estado.
Finalmente,
el arribo se produjo en el sector civil. El Beachcraft “Tehuelche 1”,
matrícula LG-JGT, apareció por entre las nubes que cubrían la ciudad y
se posó sin inconvenientes sobre la pista, para desplazarse seguidamente
hasta la plataforma contigua al edificio central, donde detuvo sus
motores.
Una
ambulancia se acercó a él y una vez abierta la puerta, los paramédicos
retiraron al periodista herido, quien llegó acompañado por el
camarógrafo Manuel Martínez. Los reporteros allí presentes lo vieron
recostado boca abajo, cuando cruzaba unas pocas palabras con sus seres
queridos.
Según
el informe del médico que lo revisó, tenía una esquirla alojada en la
región lumbar, de ahí las precauciones que se adoptaron al ser cambiado
de camilla. Con mucho cuidado, los enfermeros lo introdujeron en la
parte posterior de la ambulancia y pocos después partieron en dirección a
la clínica de la Pequeña Compañía de María, donde sería sometido a una
nueva intervención quirúrgica.
Interrogado
por sus colegas, Martínez dijo que al momento de ser tiroteados, se
encontraban a 150 metros del penal y que de nada valieron sus esfuerzos
por identificarse como representantes de la prensa.
-Yo bajé del automóvil para obtener una vista de la cárcel y cuando dirigía la cámara hacia ella, observé que un guardia apuntaba hacia nosotros. El interior del auto me gritaron que subiera, pues podían disparar. Así lo hice y mientras abandonábamos el lugar, mostramos nuestros elementos de trabajo por las ventanillas, para identificarnos y fue entonces cuando dispararon.
Cuatro proyectiles dieron en la parte posterior del rodado, perforando su carrocería; eso amortiguó los impactos y esa fue la razón por la que apenas una esquirla alcanzó a Finoli. El ministro Mor Roig, tomó conocimiento de lo acaecido y desde el primer momento siguió la evolución del reportero13, preocupándose por su estado y su bienestar. Ese mismo día, la Secretaria de Prensa y Difusión de la Presidencia informó que el día anterior, por la noche, el gobierno argentino inició los trámites previstos por los organismos internacionales para la extradición de los subversivos refugiados en Chile. A todo esto, la Suprema Corte de Justicia del vecino país activaba los resortes para iniciar el proceso, siempre en espera de que Buenos Aires enviase los antecedentes del caso (tenía sesenta días para hacerlo). Recién entonces, el presidente del organismo, Dr. Enrique Urrutia Manzano, procedería a los interrogatorios y una vez expedido, el Poder Ejecutivo se pronunciaría al respecto. El gobierno argentino había designado a los doctores Eugenio Velasco, antiguo decano de la Escuela de Leyes de la Universidad de Chile y Julio Zenteno, como sus representantes, por eso la entrevista que mantuvieron ambos con Urrutia para ajustar los procedimientos. Finalizada la reunión, Zenteno manifestó a los periodistas que no había nada en concreto de su participación en el proceso pero se manifestó deseoso de tomar parte en el mismo. Los piratas aéreos, por su parte, estarían representados por los criminalistas Arturo y Juan Yuseff, quienes habían sido contratados para ese fin por el mencionado Comité Pro Derechos de los Presos Políticos, con sede en la capital argentina y por otros cuatro letrados, Juan Bustos Ramírez y Tomás Chadwick, de conocida militancia socialista; el comunista Fernando Ostornol y el radical Enrique Schepeller.
Según
se informó oportunamente, los prófugos se hallaban en Chile “en
tránsito”, una condición que les daba ciertas garantías frente a las
exigencias del gobierno argentino, tal como se los señaló durante su
visita el senador Carlos Altamirano, secretario general del Partido
Socialista de Chile, uno de los que integraba la Unión Popular que
gobernaba la nación araucana.
Poco
después se le comunicó a los medios que Altamirano fue a llevar su
solidaridad a los subversivos argentinos y con ella, la del movimiento
que dirigía. Se había reunido primeramente con el director de la Policía
Civil, Arsenio Pupin y luego con los guerrilleros, quienes se hallaban
alojados provisoriamente en el salón de conferencias de la dependencia.
Su visita duró dos horas y junto a él acudió el abogado socialista Juan
Bustos, quien se presentó a la prensa como patrocinante del grupo14.
Para
ese momento, corría con insistencia la versión de que un alto militar
argentino había viajado a la capital trasandina para exigirle a Allende
la entrega de los evadidos, aunque ninguna fuente oficial confirmó el
trascendido.
Buenos
Aires aguardaba la decisión del gobierno chileno cuando se supo de
manera extraoficial, que las agrupaciones de izquierda del país
trasandino presionaban para que los prófugos fuesen reconocidos
“refugiados políticos”. Eso fue lo que manifestantes socialistas
exigieron a viva voz durante la tercera marcha de apoyo a los
subversivos –esta vez sin incidentes-, que se organizó el día 18, frente
al Palacio de Gobierno.
El 19, la Argentina hizo llegar la solicitud de extradición. Los
extremistas enfrentaban cargos por delitos comunes y piratería aérea y
basándose en ellos, fue redactado el petitorio en base al cual, debían
ser interrogados.
La
Moneda, ordenó pasar el documento a la Suprema Corte y esta se dispuso a
analizarlo para emitir su fallo. La tensión iba en aumento al
otro lado de la cordillera (en la Argentina, se entiende) y los ánimos
comenzaban a exacerbarse contra la nación vecina, más cuando a cada
instante llegaban versiones dando cuenta de la posibilidad de
concederles asilo o permitirles salir hacia un país comunista.
Requerido por la prensa en cuanto a la situación de los exiliados, el canciller chileno manifestó:
-Es bien difícil dar una opinión sobre si los delitos que a primera vista parecen comunes son asuntos políticos. Pareciera que esto es posible en este caso porque los antecedentes de ellos son políticos.
Sectores allegados al gobierno chileno estimaban, a esa altura, que los evadidos no eran delincuentes comunes y hasta se solidarizaban con ellos, incluyendo elementos de Unidad Popular, el movimiento al que pertenecía el presidente de la República. Según fuentes extraoficiales, Allende estaba dispuesto a respetar el principio de “solidaridad revolucionaria” ante los acuerdos internacionales que contemplaban la extradición y eso llevaría las cosas a una situación en extremo tirante entre ambas naciones.
Salvoconducto a La Habana El balde de agua fría cayó en la Argentina la mañana del 25 de agosto, cuando Salvador Allende anunció por cadena nacional que su gobierno había otorgado salvoconducto a los diez subversivos evadidos de Rawson, para viajar a Cuba en un avión de esa nacionalidad. La indignación cundió por los pasillos de la Casa Rosada, así como en ministerios, secretarías y dependencias castrenses pues si bien había algunas presunciones al respecto, se presumía otra resolución. La desazón e incluso la furia que evidenciaban la mayoría de los funcionarios era notable, ni que hablar de los militares. En momentos en que el presidente chileno hablaba a la nación, los diez insurgentes salían del cuartel general de la policía en un ómnibus y se dirigían al Aeropuerto Internacional para abordar el aparato de Cubana de Aviación, que aguardaba estacionado en la plataforma contigua al edificio. Allende explicó que si no había concedido el asilo político al principio, fue porque los evadidos se negaron a identificarse y dar a conocer los detalles de su situación, pero luego de investigaciones efectuadas posteriormente, llegó a la conclusión de que podía otorgarlo en conformidad a los principios internacionales y las disposiciones de la Carta de los Derechos Humanos. Para ello, hizo alusión a la Convención de Montevideo, firmada en 1933 por ambos países, una de cuyas clausulas estipulaba que ningún Estado estaba obligado a entregar a otro, a ciudadanos que hubieran cometido delitos políticos o conexos con ellos.
-Yo bajé del automóvil para obtener una vista de la cárcel y cuando dirigía la cámara hacia ella, observé que un guardia apuntaba hacia nosotros. El interior del auto me gritaron que subiera, pues podían disparar. Así lo hice y mientras abandonábamos el lugar, mostramos nuestros elementos de trabajo por las ventanillas, para identificarnos y fue entonces cuando dispararon.
Cuatro proyectiles dieron en la parte posterior del rodado, perforando su carrocería; eso amortiguó los impactos y esa fue la razón por la que apenas una esquirla alcanzó a Finoli. El ministro Mor Roig, tomó conocimiento de lo acaecido y desde el primer momento siguió la evolución del reportero13, preocupándose por su estado y su bienestar. Ese mismo día, la Secretaria de Prensa y Difusión de la Presidencia informó que el día anterior, por la noche, el gobierno argentino inició los trámites previstos por los organismos internacionales para la extradición de los subversivos refugiados en Chile. A todo esto, la Suprema Corte de Justicia del vecino país activaba los resortes para iniciar el proceso, siempre en espera de que Buenos Aires enviase los antecedentes del caso (tenía sesenta días para hacerlo). Recién entonces, el presidente del organismo, Dr. Enrique Urrutia Manzano, procedería a los interrogatorios y una vez expedido, el Poder Ejecutivo se pronunciaría al respecto. El gobierno argentino había designado a los doctores Eugenio Velasco, antiguo decano de la Escuela de Leyes de la Universidad de Chile y Julio Zenteno, como sus representantes, por eso la entrevista que mantuvieron ambos con Urrutia para ajustar los procedimientos. Finalizada la reunión, Zenteno manifestó a los periodistas que no había nada en concreto de su participación en el proceso pero se manifestó deseoso de tomar parte en el mismo. Los piratas aéreos, por su parte, estarían representados por los criminalistas Arturo y Juan Yuseff, quienes habían sido contratados para ese fin por el mencionado Comité Pro Derechos de los Presos Políticos, con sede en la capital argentina y por otros cuatro letrados, Juan Bustos Ramírez y Tomás Chadwick, de conocida militancia socialista; el comunista Fernando Ostornol y el radical Enrique Schepeller.
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-Es bien difícil dar una opinión sobre si los delitos que a primera vista parecen comunes son asuntos políticos. Pareciera que esto es posible en este caso porque los antecedentes de ellos son políticos.
Sectores allegados al gobierno chileno estimaban, a esa altura, que los evadidos no eran delincuentes comunes y hasta se solidarizaban con ellos, incluyendo elementos de Unidad Popular, el movimiento al que pertenecía el presidente de la República. Según fuentes extraoficiales, Allende estaba dispuesto a respetar el principio de “solidaridad revolucionaria” ante los acuerdos internacionales que contemplaban la extradición y eso llevaría las cosas a una situación en extremo tirante entre ambas naciones.
Salvoconducto a La Habana El balde de agua fría cayó en la Argentina la mañana del 25 de agosto, cuando Salvador Allende anunció por cadena nacional que su gobierno había otorgado salvoconducto a los diez subversivos evadidos de Rawson, para viajar a Cuba en un avión de esa nacionalidad. La indignación cundió por los pasillos de la Casa Rosada, así como en ministerios, secretarías y dependencias castrenses pues si bien había algunas presunciones al respecto, se presumía otra resolución. La desazón e incluso la furia que evidenciaban la mayoría de los funcionarios era notable, ni que hablar de los militares. En momentos en que el presidente chileno hablaba a la nación, los diez insurgentes salían del cuartel general de la policía en un ómnibus y se dirigían al Aeropuerto Internacional para abordar el aparato de Cubana de Aviación, que aguardaba estacionado en la plataforma contigua al edificio. Allende explicó que si no había concedido el asilo político al principio, fue porque los evadidos se negaron a identificarse y dar a conocer los detalles de su situación, pero luego de investigaciones efectuadas posteriormente, llegó a la conclusión de que podía otorgarlo en conformidad a los principios internacionales y las disposiciones de la Carta de los Derechos Humanos. Para ello, hizo alusión a la Convención de Montevideo, firmada en 1933 por ambos países, una de cuyas clausulas estipulaba que ningún Estado estaba obligado a entregar a otro, a ciudadanos que hubieran cometido delitos políticos o conexos con ellos.
En
esta oportunidad –dijo frente a las cámaras y los micrófonos- mi
gobierno desea reiterar su voluntad de mantener y robustecer aún más, si
fuera posible, las tradicionales relaciones con la hermana República
Argentina, que esta administración ha fortalecido con el satisfactorio
resultado que es de conocimiento público. Consecuente con lo anterior,
el gobierno no aceptará que, de ninguna manera, aún del modo más
indirecto, puedan manifestarse en Chile actividades que pudieren
estimarse como políticas, dirigidas hacia lo asuntos internos de
Argentina. Demostración de ello ha sido el celo y diligente cuidado
para evitar que los ciudadanos argentinos detenidos preventivamente
emitieran cualquier pronunciamiento respecto de situaciones políticas
internas de su país. Chile no acepta, no aceptará, que ningún argentino
que se encuentre exiliado aquí realice actividades políticas o de
cualquier orden en perjuicio de la República Argentina.
Espero que este gesto de mi gobierno sea comprendido y apreciado por la comunidad internacional.
Según
la opinión generalizada, tanto en Chile como en medios internacionales,
Allende había acertado al adoptar esa medida, satisfaciendo al mismo
tiempo, las exigencias de la izquierda de su país y las del gobierno
argentino, ello aún a costa de las críticas que debió soportar por parte
de la oposición, en especial, los círculos castrenses.
Como
respuesta, la Argentina llamó de regreso a su embajador, Javier Teodoro
Gallac y por medio de su ministro de Relaciones Exteriores y Culto,
Eduardo Mac Laughlin, hizo entrega al embajador chileno, Ramón Huidobro
Domínguez, de la esperada nota de protesta. Decía el documento:
Es
extraña la decisión de dicho ministerio –decía el texto de la nota-
cuando el mismo reconoce que existen dudas razonables sobre el
particular y, por tanto, es lesiva para la justicia argentina, ya que si
ésta procesa a delincuentes y reclama su extradición, cuando se
refugian en un país amigo, lo hace sobre bases jurídicamente serias. Y,
en todo caso, e sólo a las autoridades judiciales de Chile a quienes
compete resolver si corresponde o no la extradición.
Ha
causado mucho desagrado a mi gobierno este proceder de VE, pues en la
historia de nuestras relaciones siempre nuestros países se habían
atenido estrictamente al cumplimiento de los tratados vigentes.
Y tras hacer una reseña del historial diplomático entre ambas naciones, culminaba sentenciando:
Resulta
ahora que frente a hechos de extrema gravedad para el pueblo argentino,
el gobierno de Chile desconoce un tratado internacional que nos obliga.
Por ello, expresamos nuestra más severa y formal protesta por el acto
de gobierno de VE, que, apartándose esta vez de la tradición que nos es
común, deja de lado el derecho internacional y en particular no da
cumplimiento a la convención de extradición de 1933 vigente entre la
Argentina y Chile.
El
trascendido de que un militar chileno de alta graduación había viajado
subrepticiamente a Buenos Aires, comenzó a circular por lo bajo, del
mismo modo que lo había hecho días atrás, el de un alto oficial
argentino a Santiago.
Según
fuentes no oficiales, esa persona habría mantenido conversaciones
reservadas con militares y mandatarios de nuestro país, intentando dejar
en claro la posición de las Fuerzas Armadas trasandinas y sus futuros
procedimientos.
La
prensa chilena reaccionó de diferentes maneras con respecto a la
evolución de los hechos. Para “El Mercurio”, se trató de una clara
victoria de la extrema izquierda en tanto “La Tercera, se refería a una
circunstancia delicada “…frente a las excelentes relaciones que hemos mantenido con la Argentina”.
Prescindiendo
de si la extradición era o no procedente –editorializaba el primero-, o
si los delitos eran comunes o políticos, y reconociendo además que la
extradición no desvirtúa el alcance del derecho de asilo, lo que
desconcierta es el cambio de tesis en cuanto a la autoridad competente
para dictaminar sobre el asilo y para dejar en libertad a los
inculpados. El domingo, el ministro de Relaciones Exteriores (Clodomiro
Almeyda) atribuía la jurisdicción respectiva a los tribunales y el
viernes el presidente de la república asumió por sí mismo dichas
facultades.
El
cambio de una tesis jurídica responde a una influencia política
determinada. El sector socialista dominante y el MIR (Movimiento de
Izquierda Revolucionaria) querían desafiar en este caso el sistema
jurídico internacional en que está inserta la república, así como han
desafiado tantas veces el sistema jurídico interno de Chile. Les parecía
humillante someter este asunto a la Corte Suprema, tan combatida por
ellos, y juzgaban un acto revolucionario conveniente el provocar el
viaje de los extremistas a Cuba.
El
presidente Allende no ignora el profundo deterioro que representa para
su propia política la solución que se le ha impuesto. Si será doloroso
sufrir el enfrentamiento de las relaciones con la República Argentina,
lo que el presidente ha tratado de evitar por todos los medios, tal vez
tenga más trascendencia la quiebra en el ámbito internacional de la
fórmula legalista con que llegó al poder la Unidad Popular y que
constituía el mayor interés de la política del presidente Allende.
El
desconocimiento de las normas jurídicas internacionales ha sido pues,
una victoria del extremismo, que éste celebró en el aeropuerto de
Pudahuel expresando que el pueblo había triunfado sobre las debilidades y
vacilaciones del gobierno.
Después de evocar las entrevistas entre Lanusse y Allende en Salta y Antofagasta, “La Tercera” agregó:
La
solidaridad argentina es algo tangible, real. Existe un activo
intercambio comercial en el cual resultamos netamente favorecidos: hay
importaciones de carne, alimentos, vehículos y otras especies, que
nuestro país cancela en ventajosas condiciones. Nunca con más razón que
ahora pudo afirmarse que los Andes no separan sino que unen a ambas
naciones.
¿Qué
fue lo que no marchó bien en el operativo político-judicial relativo a
los guerrilleros? En primer término, la indecisión en su entrega a los
tribunales de justicia, luego de un categórico anuncio oficial en los
primeros momentos. Seguidamente la actitud de algunos sectores políticos
que intentaron presionar al Ejecutivo en la concesión del asilo.
En
círculos allegados a la Cancillería chilena, se supo que el embajador
Huidobro había sido llamado por su superior, el canciller Clodomiro
Almeyda, para “realizar consultas relativas al exilio de los diez
extremistas y su salida hacia Cuba”. No fueron pocos los que creyeron
que se trataba de una acción reflejo al llamado del representante
argentino ante una inminente ruptura de relaciones. Allende estaba
preocupado por la reacción de sus vecinos e intentaba poner paños fríos a
toda costa.
El
gobierno desea reiterar su honda preocupación por mantener la
tradicional amistad con la República Argentina –dijo-. Consecuente con
lo anterior, el gobierno no aceptará que puedan manifestarse en Chile
actividades que pudieran estimarse como políticas, dirigidas hacia los
asuntos internos de Argentina.. Demostración de ello ha sido el cuidado
para evitar que los ciudadanos argentinos detenidos preventivamente
emitieran cualquier pronunciamiento respecto de situaciones políticas
internas del país. Por estas mismas razones, y como una manifestación
más de este firme propósito de que no se alteren las cordiales
relaciones mantenidas con el gobierno del pueblo hermano, se ha
dispuesto la salida del territorio nacional de las personas referidas.
El
mandatario chileno dejaba al descubierto su complejo de culpa y su
debilidad, más cuando el tratado de 1971 firmado por ambas naciones,
estipulaba que el cargo de piratería aérea era delito común y por esa
razón, motivo de extradición.
Poco
después, el subsecretario de Relaciones Exteriores chileno, Luis
Orlandini, hizo saber que su gobierno preparaba la respuesta a la severa
nota de protesta que la Argentina había cursado a través de su
Cancillería y desestimó la versión de que el embajador Huidobro fuese
llamado a Santiago. Desde Colombia, los medios de prensa, con “El
Espectador” a la cabeza, hablaban de un clima de tensión entre ambos
países como consecuencia directa del asilo concedido a los diez
guerrilleros y el salvoconducto que les permitió volar a La Habana,
afirmación que parecieron confirmar fuentes allegadas al Ministerio de
Relaciones Exteriores del país araucano cuando expresaron su
preocupación por la situación que se había generado, aclarando que
tenían puestas sus esperanzas en mantener las buenas relaciones con sus
vecinos.
Los terroristas argentinos abordan el avión Iliushin de Cubana de Aviación que los llevará a La Habana (25 de agosto de 1972) (Fotografía: "La Razón") |
Orlandini
explicó a los medios que en esos momentos la Cancillería estudiaba los
términos de la nota argentina “con la prudencia que el caso ameritaba” y
expresó que se estaba procediendo “con serenidad y mesura”.
A
esas horas, los guerrilleros se hallaban en La Habana, luego de un
vuelo de once horas, sin escalas, manifestando su gratitud y
satisfacción por las muestras de solidaridad y disposición de los
gobiernos amigos de Chile y Cuba, para resolver el caso.
En el Aeropuerto de Rancho Boyeros se organizó una improvisada conferencia de prensa, en la que Santucho, Osatinsky y Vaca Narvaja llevaron la voz cantante
-Las
vacilaciones propias del proceso chileno, inclusive del compañero
Salvador Allende, fueron superadas por la movilización del pueblo de
Chile que fue el artífice de la solución aplicada –dijeron los
subversivos a poco de pisar suelo cubano- Nos encontramos felices y
confiadísimos por estar en Cuba y nuestro primer y único objetivo es
reintegrarnos a la lucha.
El
Iliushin de Cubana de Aviación, había partido de Santiago a las 21:45 y
aterrizó en Rancho Boyeros a las 05:15 hora local (06:15 de la
Argentina), en medio de un gran operativo policial. El comandante Manuel
Piñeyro en persona los recibió al pie de la escalerilla15.
Finalmente,
el 26 de agosto a las 17:15 hora argentina, el embajador Gallac partió
de regreso a Buenos Aires, llamado por su gobierno.
El
representante llegó a Pudahuel acompañó el ministro consejero, Gustavo
Eduardo Figueroa, quien quedaría a cargo interinamente de la legación,
dialogó con él durante la espera, eludiendo a los medios que intentaban
entrevistarlo y al cabo de media hora abordó el avión de Aerolíneas
Argentinas, que lo llevó de regreso a su país. La situación había
llegado a un punto de extrema tensión16.
La masacre
¿Por
qué Allende se apresuró en adoptar la decisión que tomó, aun sabiendo
que lo hacía pasando por alto la jurisdicción de los tribunales y que
ello le acarrearía la de crítica de todo el espectro político,
incluyendo su propia coalición?
Rawson
y Trelew se encontraban bajo la ley marcial; desde el 16 de agosto
imperaba el toque de queda y sus habitantes no podían abandonar las
ciudades sin el correspondiente pase, sellado y firmado por la autoridad
militar competente. La gente comentaba en susurros lo que había
acontecido, tanto en el penal como en el aeropuerto y aguardaba la
decisión del gobierno de Chile con respecto a los piratas aéreos que
habían secuestrado un avión de Austral.Los
relojes de la Base Aeronaval “Almirante Zar” marcaban las 03:40, cuando
se produjo un nuevo motín que acabó con la vida de trece reclusos y
dejó a otros seis gravemente heridos, sin contar al capitán Luis E.
Sosa, que sufrió algunas escoriaciones y al Dr. Mario Abel Amaya,
alojado también en la unidad militar, víctima de un infarto de miocardio17.
Las
versiones de lo que sucedió aquel fatídico día son encontradas.Según
los responsables de la unidad militar, en horas de la madrugada, el
segundo comandante, capitán de corbeta Luis Emilio Sosa, terminaba de
efectuar la recorrida de rutina cuando en determinado momento (las
fuentes no precisaban cómo), fue rodeado por varios detenidos, los
cuales le arrebataron su ametralladora y lo redujeron.Utilizándolo
como escudo, los subversivos se dirigieron a la sala de armas, pero
advertido el personal militar, se produjo un violento tiroteo que
terminó con la vida de los trece delincuentes mencionados y dejó
moribundos a los seis restantes.
De
acuerdo con otra versión, los guerrilleros tomaron el despacho del
capitán Sosa, al que llegaron con la excusa de formular un petitorio18 y
después de desarmarlo, se dirigieron con él hasta la sala de armas,
para proveerse de ellas y escapar. Fue entonces que se produjo el
enfrentamiento.En
un primer momento, las fuentes dieron por muertos a los diecinueve
extremistas pero cuando los militares repartieron la nómina de muertos y
heridos, se conocieron las cifras reales.
Se
supo entonces, que entre los primeros se encontraban Mariano Pujadas,
de Montoneros; María Angélica Sabelli y Carlos Heriberto Astudillo, de
las FAR; Jorge Alejandro Pulia, Adrián Humberto Toschi, Eduardo Catello,
Humberto Suárez, Clarisa Rosa Leaplacer, Mario Delfino, Alberto Carlos
del Rey, José Ricardo Mena y Ana María Villarreal de Santucho, esposa de
Mario Roberto Santucho, todos ellos del ERP.
Los
heridos eran Ricardo René Haidar (Montoneros), Pedro Rubén Bonnet,
Miguel Ángel Politti (ambos del ERP), María Antonia Berger, Miguel
Alberto Camps y Alberto Elías Kohon (FAR), tres de ellos de extrema
gravedad.
Las
listas le fueron entregadas al contraalmirante Hermes J. Quijada,
cuando en su carácter de emisario de la Armada, llegó a la base en
compañía del general de brigada Edgardo Demesio Daneri y el coronel
Santiago para conocer los pormenores de lo sucedido y éste, de
inmediato, ordenó pasárselas a la prensa.
Cuando el juez de instrucción de la Zona de Emergencia procedía a labrar las primeras actas, los periodistas intentaron acercarse a la base, con el fin de obtener información. Sin embargo, los piquetes militares les bloquearon el paso y tuvieron que regresar con las manos vacías. Cerca de las 05:00, la unidad cursó un radiograma al Comando de Aviación Militar, con asiento en la Base Aeronaval “Comandante Espora”, solicitando el envío de un avión-ambulancia, para trasladar a dos de los heridos a Bahía Blanca. Se especulaba que los mismos eran parte del grupo guerrillero y que iban a ser internados en el Hospital Naval de Puerto Belgrano aunque en las primeras horas, no se tenía certeza de ello. En esos momentos, el comandante de la Aviación Naval, capitán de navío Horacio Mayora, se encontraba en viaje de inspección por las unidades del sur, previendo llegar a Río Grande, ese mismo día, pero después de pernoctar en Comodoro Rivadavia, tras su paso por Trelew, decidió regresar a la zona de conflicto para imponerse de la situación. Casi al mismo tiempo, el vicealmirante Rubén Raúl Giavedoni, jefe del Comando de Operaciones Navales, organizaba una reunión en la sede de la dependencia a su cargo (Puerto Belgrano) y se cursaba una nota aclaratoria, destinada a los medios de prensa, dando cuenta que toda información relacionada con los sucesos acaecidos en la base “Almirante Zar”, la suministraría el Estado Mayor Conjunto desde Buenos Aires. Eso significaba que toda novedad vinculada al caso iba a ser procesada y analizada, tal como acontece en toda situación de guerra. En vista de tan graves acontecimientos, la Junta de Comandantes y el gabinete llevaron a cabo una nueva reunión. Pasado el mediodía, después que un vocero de la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia manifestara a los periodistas que el gobierno preparaba un comunicado, el Poder Ejecutivo Nacional se abocó de lleno al estudio de posibles modificaciones en el Código Penal, tema que se trató posteriormente con ministros, secretarios y asesores. La Base “Almirante Zar”, ubicada a 7 kilómetros de la ciudad de Trelew, fue construida en 1946 como asiento del Batallón de Infantería de Marina Nº 4 (600 efectivos), de la Primera Escuadrilla Aeronaval Nº 2 de Propósitos Generales (300 efectivos), la Escuadrilla de Búsqueda (50 hombres) y Salvamento y la de Transportes Aeronavales (50 hombres). De ella dependían las subáreas de Golfo Nuevo y Puerto Deseado y su jurisdicción comprendía un área de 50 kilómetros del litoral atlántico. Efectivos del BIM 4 controlaban los accesos a la unidad, sobre el sector derecho de la guardia, donde se alzaba el pabellón destinado a oficiales y suboficiales; frente al mismo se encontraba el alojamiento para la tropa, el comedor, la cocina y hacia la izquierda, la plaza de armas, rodeada entonces por un camino de tierra. Mientras se aguardaban novedades desde Buenos Aires, se supo, según fuentes militares, que los subversivos habían tomado como rehén al capitán Sosa y que poco después, se produjo el tiroteo. Cuando el avión-ambulancia solicitado al Comando de la Aviación Naval volaba hacia Puerto Belgrano llevando a René Ricardo Haidar y Miguel A. Camps, se hizo saber que tanto Rubén Pedro Bonnet como Miguel Ángel Polti acababan de fallecer. A las 19:00 el vicealmirante Quijada y el general Daneri volaron de regreso a Buenos Aires para informar al presidente Lanusse en tanto Trelew, Rawson y el aeropuerto continuaban bajo estricto control militar, con efectivos de Infantería de Marina, Ejército y Fuerza Aérea, estableciendo controles en carreteras y accesos, reforzados por la policía provincial y gendarmería. Los pasajeros que debían embarcar en la estación aérea eran sometidos a celosa revisión en tanto soldados de las tres armas recorrían rutas y calles portando ametralladoras y fusiles con bayonetas caladas. Había retenes policiales y navales entre Rawson y Trelew y entre la capital y Gaiman, Dolavon, Puerto Madryn y la ruta que conduce a Comodoro Rivadavia, lo mismo en torno al Hotel Provincial, donde se hallaba alojado el juez Jorge Vicente Quiroga, de la Cámara Federal Penal, que entendía en la causa.
Un hecho que llamó la atención y puso a todo el mundo en guardia fue la extraña presencia de un ex oficial del Ejército, el teniente Julián Francisco Licastro, militante del Movimiento Nacional Justicialista, quien llegó a la zona (05:15 p.m.) con el propósito de realizar “una investigación”, para la agrupación a la que pertenecía. Siguiendo instrucciones del comando, Licastro fue arrestado en la misma habitación del hotel que ocupaba en la capital provincial y conducido a dependencias de la Gendarmería Nacional, donde quedó alojado, a disposición de las autoridades militares.
Informado
el Estado Mayor Conjunto, este dispuso aplicarle una sanción de 30 días
de arresto (por inmiscuirse en asuntos que no le competían) y enviarlo
en un avión militar a Esquel, para ser alojado en un calabozo del
Regimiento 3 de Caballería. Al mismo tiempo, trascendió que el
comandante mayor de Gendarmería Juan Ramón López Carvallo, jefe de la
Agrupación Chubut, acababa de ser designado director del penal, en
reemplazo de José Ramos (quien fue enviado a un nuevo destino) y se
desestimaron las versiones que daban por detenido a parte del personal.
Al
ser interrogado, Licastro manifestó encontrarse en el lugar por pedido
expreso del consejo superior del Movimiento Nacional Justicialista, el
cual le habría encomendado investigar los hechos, para luego elevar un
informe. Su compañero de viaje, Julio Saiegh, dirigente de la Juventud
Peronista, quedó en libertad y hasta pudo dialogar con el detenido antes
de que fuera trasladado a Esquel.
En
cuando a los integrantes de la Asociación Gremial de Abogados, doctores
Adalberto Caviglia, Rafael Lombardi, Hugo Mario Landaburu y Manuel
Salgado, arribados al día siguiente de los hechos para ponerse a
disposición de los familiares de las víctimas, su presencia pasó
prácticamente desapercibida, de ahí su prematura partida, sin más
intervención que algunas gestión menor.
Otro
letrado que llegó a la zona fue Héctor Sandler, quien lo hizo
acompañado por Jorge Capello, hermano de Eduardo Adolfo Capello,
militante del ERP muerto en la refriega. En su condición de
patrocinante, miembro del Foro de los Derechos Humanos y ex diputado de
UDELPA, Sandler ofreció una conferencia de prensa para explicar que su
representado había se encontraba allí en nombre de su familia, con el
fin de reclamar el cuerpo de su hermano y que no había podido
entrevistarse con el general Betti, como era su deseo, como tampoco con
el capitán Paccagnini, oficial a cargo de la Base Aeronaval, porque al
preguntar por ellos, mandaron decir que no estaban disponibles. Fue el
encargado de guardia, quien les notificó que los cadáveres iban a ser
entregados en sus respectivos domicilios y que al respecto, no tenían
más información.
-Estamos pensando que hay evidentemente un asunto oscuro –afirmó Sandler– Una vez muerta la persona, el cadáver pertenece a la familia; no hay ninguna razón para que al mismo no lo quieran entregar. Y cerró diciendo que junto a otros abogados, había concurrido los registros civiles de Rawson (09:30 del día anterior) y Trelew (10:30), donde los fallecidos no figuraban ingresados.
-…cuando es norma del funcionario público hacerlo en el acto.
Por su parte, antes de partir, el Dr. Landaburu le dictó a un auxiliar un recurso de habeas corpus para el ex teniente Licastro y otro reclamando la devolución del cuerpo de Capello, gestiones que no hallaron eco. En vista de tales acontecimientos, el comando de la Zona de Emergencia emitió un nuevo comunicado:
Un segundo parte, dado a conocer horas después, especificaba lo siguiente:
El día 24, cerca de las 14:00, aterrizó en Puerto Belgrano, el avión naval que transportaba a Miguel Alberto Camps y René Ricardo Haidar, quienes fueron derivados, de manera inmediata, al Hospital Naval de esa unidad, donde quedaron internados con pronóstico reservado. Dos horas después, hicieron su arribo desde Buenos Aires, los padres del primero, luego de abordar un avión comercial en el Aeroparque Metropolitano, pero al llegar al citado nosocomio, se les impidió el ingreso. Minutos antes, se había dado a conocer una nueva declaración del Comando Operativo Naval20, dando cuenta de la prohibición de recibir visitas que pesaba sobre los heridos, hasta tanto el juez interviniente no lo autorizase. Ante la insistencia de los medios de prensa, esa misma mañana el comando del V Cuerpo de Ejército comunicó, que toda información con respecto a los acontecimientos ocurridos en Rawson y Trelew iba a ser suministrada por el comando de la Zona de Emergencia, con asiento en la primera de aquellas ciudades El mismo día fue trasladada al Hospital Naval de Puerto Belgrano María Antonia Berger. Su estado se había agravado al sufrir un shock postoperatorio, y resultaba imperioso someterla a una nueva intervención para luego derivada a terapia intensiva. Con respecto a los tres subversivos heridos, circulaba el nuevo comunicado del comando de la Zona de Emergencia (Nº 15), aclarando algunos puntos con respecto a ellos:
De
acuerdo con el parte ofrecido luego de las operaciones, Haidar
presentaba una perforación de bala de grueso calibre, que le ingresó por
el tercer intercostal derecho y salió por el quinto del mismo lado,
luego de atravesar parte del pulmón, en tanto Berger acusaba sendos
balazos en el maxilar inferior y la región subumbilical, que le
afectaron la
garganta y el estómago, este último al salir por la espalda.
Curiosamente, al menos en aquel primer momento, no se brindó información
sobre Miguel A. Camps.
A
Berger fue necesario practicarle una traqueotomía para permitirle
respirar pero en horas posteriores, su estado se complicó, de ahí la
necesidad de su traslado a Bahía Blanca.
Desde la noche del 22 de agosto, regía la prohibición de difundir noticias atribuidas a grupos insurgentes, ello a través del artículo Nº 212 de la Ley 19.797 del Código Penal, sancionada por el Poder Ejecutivo Nacional, luego de la reunión de emergencia celebrada por la Junta de Comandantes en horas de la tarde. La misma establecía:
La idea era impedir a las organizaciones subversivas utilizar los medios de comunicación para propagar trascendidos que llevasen sobresalto e inquietud a la población.
Un nuevo bando destinado al área militarizada causó inquietud y sobresalto por su tenor:
A
las 23:30 de ese mismo día, el gobierno dio a conocer la Ley Nº 19.799,
complementaria de la anterior, por medio de la cual, se establecía que
la Cámara Federal en lo Penal de la Nación juzgaría en instancia única
el delito previsto en el artículo 212 del Código Penal, sancionado por
la Ley Nº 19.797, la cual comenzaría a regir a partir de su publicación
en el Boletín Oficial.
El mismo 24 de agosto, el comando de la Zona de Emergencia comenzó a despachar los cadáveres.
En
el sector militar del aeropuerto, se vivieron escenas propias de una
guerra convencional, con las ambulancias conduciendo los cajones hasta
la pista, y los efectivos retirándolos de su interior para cargarlos en
los aviones.
Se
supo por diversas fuentes, que a las 18:30 del día anterior, se
solicitaron desde la Base trece féretros, los cuales fueron provistos
por la empresa Melluso, de Trelew y que un Fokker con efectivos de la
Policía Militar había llegado desde El Palomar, la noche anterior. Entre
un hecho y otro, se vio al general Betti dirigirse a la unidad naval,
acompañado por el coronel Guillermo Muñoz, jefe de Operaciones y el
secretario del comando, mayor Arnaldo Jorge De la Serna, aunque no hubo
trascendidos al respecto.
Los
primeros cuerpos en ser evacuados fueron los de Eduardo Adolfo Capello y
María Angélica Sabelli, que lo hicieron a bordo del Fokker, en horas de
la tarde. Poco después hizo lo propio el de Ana María Villarreal de
Santucho y algo más tarde el de Carlos Alberto del Rey, éste último con destino a Rosario, el cual fue retirado de Fisherton21, por personal de la casa mortuoria que funcionaba en Gaboto 945, de esa ciudad.
Los operativos se llevaron a cabo bajo estricto control de las fuerzas de seguridad, en prevención de posibles incidentes.
Los
cuerpos restantes fueron derivados a Pergamino, Santa Fe, Córdoba,
Concordia y Tucumán, siempre en transportes de la Fuerza Aérea y la
Aviación Naval en tanto en el penal de Rawson se restablecía la calma,
luego de las manifestaciones de protesta que los reclusos protagonizaron
en la madrugada, al conocer la suerte de sus compañeros a través de una
radio portátil que habían mantenido oculta, ocasionando la consabida
alarma en el vecindario.
A modo de epílogo Cuarenta años después de los hechos, se llevó a cabo el juicio a los responsables por la masacre de Trelew. De resultas del mismo, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, presidido por el Dr. Enrique Jorge Guanzoroli e integrado por los Dres. Nora María Teresa Cabrera de Monella y Juan Leopoldo Velázquez, en sustitución legal del Dr. Pedro José de Diego, Secretaría de los Dres. Luis Fernando De Luca y Marta Gutiérrez, condenó a cadena perpetua a Emilio Jorge Del Real, Carlos Amadeo Marandino, Roberto Bravo (ausente) y Luis Emilio Sosa, absolviendo a Rubén Norberto Paccagnini y Jorge Enrique Bautista, éste último acusado de encubrimiento. En otro de los tantos ciclos de arrebato justiciero que tuvieron lugar en nuestro país tras el advenimiento de la democracia, se tomaron en cuenta las declaraciones de los testigos y protagonistas de los hechos. Testigos y protagonistas que nada vieron ni oyeron, porque ninguno estuvo ahí. Ni los tres ex conscriptos que declararon, ni los médicos, ni los civiles vieron nada de lo sucedido y los tres sobrevivientes de la masacre se hallaban muertos desde hacía décadas.
René Ricardo Haidar desapareció misteriosamente en Brasil (1982); María Antonia Berger fue abatida en un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas (16 de octubre de 1979) y Alberto Miguel Camps durante otro tiroteo acaecido el 16 de agosto de 1977, luego de haber sido detenido y torturado por el gobierno de Perón, en 1974. Con increíble parcialidad, dejándose influenciar por el gobierno de turno y sus militantes, especialmente las organizaciones de derechos humanos, jueces y abogados dieron por sentado que el suceso fue una masacre planificada y perpetrada con premeditación y que lo del intento de fuga había sido una excusa. Y una vez más se colocó a los asesinos en la condición de “víctimas” y a aquellos que los combatían en la de verdugos. Por milésima vez, los criminales eran elevados a la categoría de “héroes” y su contrapartida a la de carniceros. La pregunta que nadie se hizo entonces, cae todavía de madura. ¿Cómo es posible que quienes idearon y llevaron a cabo semejante atentado, hayan dejado testigos vivos? ¿En qué cabeza cabe que los responsables de semejante acción, sabiendo que el régimen militar tenía los días contados y que se venía un gobierno popular, de marcado tinte izquierdista (Héctor J. Cámpora), dejasen vivir a tres de sus víctimas? ¿No era conveniente rematarlos y acabar con cualquier posibilidad de sospecha? ¿Puede uno tragarse semejante cuento?
Para
el común denominador de la gente, para el pueblo pusilánime que se deja
arrastrar e influenciar con facilidad, los malvados militares eran los
culpables y sus víctimas, “jóvenes idealistas” -como los definió uno de
los tantos crápulas de esta democracia que nos iba a salvar, a educar,
curar y crear fuentes de trabajo-, seres angelicales que luchaban por el
desvalido, el desprotegido, el marginado y explotado. Ellos sí podían
asesinar, secuestrar, torturar y colocar bombas; para ellos era lícito
tomar poblaciones, asaltar bancos, fusilar a sangre fría y matar
personas indefensas, incluyendo niños, pero eso no importa porque lo
suyo era una lucha “justa”. Cuando ellos matan, todo está bien, pero
cuando se los toca, quien lo hace es un genocida, un asesino, un
delincuente y un criminal.
Hubo
condena para los responsables materiales del hecho, el periodismo
vociferó a los cuatro vientos que se había hecho justicia, pero no se
pronunció una palabra por el ayudante de 5ª Juan Gregorio Valenzuela,
rematado en el piso por María Antonia Berger, cuando yacía herido. Nadie
sostuvo su foto en el tribunal como lo hicieron los paladines de las
luchas justas con las de Alberto Carlos del Rey, Susana Graciela
Lesgart, María Angélica Sabelli y el resto; ninguna señora se ató el
pañuelo blanco en la cabeza por él, ni sus hijos fueron fotografiados
llorando de ira e impotencia mientras se escuchaban los alegatos, como
ocurrió con los de las “víctimas”. Y como nadie resultó condenado por su
muerte, no hubo tampoco abrazos, gritos de euforia, llanto y cánticos
reivindicatorios. Total era otro “represor” que ni justicia merece, que
tenía que morir por ser lo que era. ¿Y qué era Valenzuela? Un modesto
trabajador, sostén de familia y padre de cinco hijos, que cayó
cumpliendo con su deber. Los medios de prensa, saturaron al público
mostrando a los familiares de los “fusilados”, dándoles micrófono y
espacios, relatando sus vidas, enseñando sus rostros pero ni uno solo se
acordó de la modesta familia Valenzuela, condenada a la indigencia al
no contar con quien era su puntal.
Por
eso el tenor de estas palabras y nuestro homenaje a ese argentino
olvidado que dio su vida por un país que no merece hijos como él.
La Base Aeronaval "Almirante Zar" vista a la distancia (Fotografía: "La Razón") |
Cuando el juez de instrucción de la Zona de Emergencia procedía a labrar las primeras actas, los periodistas intentaron acercarse a la base, con el fin de obtener información. Sin embargo, los piquetes militares les bloquearon el paso y tuvieron que regresar con las manos vacías. Cerca de las 05:00, la unidad cursó un radiograma al Comando de Aviación Militar, con asiento en la Base Aeronaval “Comandante Espora”, solicitando el envío de un avión-ambulancia, para trasladar a dos de los heridos a Bahía Blanca. Se especulaba que los mismos eran parte del grupo guerrillero y que iban a ser internados en el Hospital Naval de Puerto Belgrano aunque en las primeras horas, no se tenía certeza de ello. En esos momentos, el comandante de la Aviación Naval, capitán de navío Horacio Mayora, se encontraba en viaje de inspección por las unidades del sur, previendo llegar a Río Grande, ese mismo día, pero después de pernoctar en Comodoro Rivadavia, tras su paso por Trelew, decidió regresar a la zona de conflicto para imponerse de la situación. Casi al mismo tiempo, el vicealmirante Rubén Raúl Giavedoni, jefe del Comando de Operaciones Navales, organizaba una reunión en la sede de la dependencia a su cargo (Puerto Belgrano) y se cursaba una nota aclaratoria, destinada a los medios de prensa, dando cuenta que toda información relacionada con los sucesos acaecidos en la base “Almirante Zar”, la suministraría el Estado Mayor Conjunto desde Buenos Aires. Eso significaba que toda novedad vinculada al caso iba a ser procesada y analizada, tal como acontece en toda situación de guerra. En vista de tan graves acontecimientos, la Junta de Comandantes y el gabinete llevaron a cabo una nueva reunión. Pasado el mediodía, después que un vocero de la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia manifestara a los periodistas que el gobierno preparaba un comunicado, el Poder Ejecutivo Nacional se abocó de lleno al estudio de posibles modificaciones en el Código Penal, tema que se trató posteriormente con ministros, secretarios y asesores. La Base “Almirante Zar”, ubicada a 7 kilómetros de la ciudad de Trelew, fue construida en 1946 como asiento del Batallón de Infantería de Marina Nº 4 (600 efectivos), de la Primera Escuadrilla Aeronaval Nº 2 de Propósitos Generales (300 efectivos), la Escuadrilla de Búsqueda (50 hombres) y Salvamento y la de Transportes Aeronavales (50 hombres). De ella dependían las subáreas de Golfo Nuevo y Puerto Deseado y su jurisdicción comprendía un área de 50 kilómetros del litoral atlántico. Efectivos del BIM 4 controlaban los accesos a la unidad, sobre el sector derecho de la guardia, donde se alzaba el pabellón destinado a oficiales y suboficiales; frente al mismo se encontraba el alojamiento para la tropa, el comedor, la cocina y hacia la izquierda, la plaza de armas, rodeada entonces por un camino de tierra. Mientras se aguardaban novedades desde Buenos Aires, se supo, según fuentes militares, que los subversivos habían tomado como rehén al capitán Sosa y que poco después, se produjo el tiroteo. Cuando el avión-ambulancia solicitado al Comando de la Aviación Naval volaba hacia Puerto Belgrano llevando a René Ricardo Haidar y Miguel A. Camps, se hizo saber que tanto Rubén Pedro Bonnet como Miguel Ángel Polti acababan de fallecer. A las 19:00 el vicealmirante Quijada y el general Daneri volaron de regreso a Buenos Aires para informar al presidente Lanusse en tanto Trelew, Rawson y el aeropuerto continuaban bajo estricto control militar, con efectivos de Infantería de Marina, Ejército y Fuerza Aérea, estableciendo controles en carreteras y accesos, reforzados por la policía provincial y gendarmería. Los pasajeros que debían embarcar en la estación aérea eran sometidos a celosa revisión en tanto soldados de las tres armas recorrían rutas y calles portando ametralladoras y fusiles con bayonetas caladas. Había retenes policiales y navales entre Rawson y Trelew y entre la capital y Gaiman, Dolavon, Puerto Madryn y la ruta que conduce a Comodoro Rivadavia, lo mismo en torno al Hotel Provincial, donde se hallaba alojado el juez Jorge Vicente Quiroga, de la Cámara Federal Penal, que entendía en la causa.
El presente gráfico muestra como se sucedieron los hechos (Imagen: "Crónica") |
Dada la proliferación de versiones, las autoridades militares salieron al cruce para aclarar lo ocurrido esa madrugada.
En
un primer momento, se dijo que tras la inspección de rutina que el
capitán de corbeta Luis E. Sosa hizo en el sector de las celdas, Ana
María Villarreal de Santucho manifestó sentirse descompuesta, por lo que
el oficial se inclinó hacia ella para ver que le ocurría. En forma
repentina, la mujer se abalanzó sobre él, sujetándolo con fuerza de los
brazos y eso le permitió al resto de los detenidos reducir al oficial.
Mariano Pujadas se apoderó de su arma, una pistola ametralladora Pam y
con ella abrió fuego, intentando abatir a los guardiacárceles. En ese
preciso instante Sosa se libró de sus captores y tras arrojarse al
suelo, comenzó la balacera.
Al
menos esa fue la primera versión que se dio. Todo lo demás es producto
de diferentes transcripciones, algunas de las cuales sitúan a los
guerrilleros saliendo a la plaza de armas en fila india y otras llevando
a Sosa como escudo humano.
La
historia, desde el punto de vista subversivo, difiere completamente.
Según la misma, lo que ocurrió fue, lisa y llanamente, una ejecución en
masa. De acuerdo al relato que comenzó a circular tiempo después, las
autoridades de la unidad sacaron a los subversivos de sus celdas, los
formaron en doble hilera en el pasillo interno y a una orden de Sosa,
los fusilaron sin mediar palabra.
Según
relataron los “damnificados” varios años después, algunos de ellos
intentaron arrastrarse hacia el interior de las celdas y otros
recibieron disparos de gracia. De acuerdo a las declaraciones de la
sobreviviente Berger, quienes se salvaron de la balacera fueron
compelidos a declarar conforme a la versión oficial, más ante la
negativa de ceder a las pretensiones de sus guardias, fueron rematados. A
los heridos se los trasladó luego a la enfermería y recibieron atención
médica varias horas después19.
El
24 de agosto, el mayor Laroca, integrante del comando de la Zona de
emergencia, suministró una nueva versión de los hechos, en este caso “la
definitiva”, acompañando su explicación con un plano de la base.
Según
sus palabras, cuando el capitán Sosa hizo la requisa de rutina, se
encontraba acompañado por el oficial Emilio Jorge del Real y el
suboficial Carlos Amadeo Marandino, provistos ambos de
pistolas-ametralladoras Pam.
Una
vez dentro, Sosa les ordenó a los detenidos, abandonar sus celdas y
formar una hilera en el pasillo, con Mariano Pujadas ubicado en primer
lugar. El segundo oficial se apostó en la puerta de acceso, cubriendo a
su superior en tanto el tercer efectivo lo hizo desde una sala contigua.
El
capitán Sosa comenzó a recorrer lentamente el pasillo hacia el fondo y
una vez finalizada la revista, se dispuso a regresar. Cuando pasó junto a
Pujadas, éste lo tomó desde atrás y aplicándole un golpe de yudo, logró
desarmarlo para colocarlo delante de sus hombres a manera de escudo. En
esos momentos, los subversivos rompieron filas y se abalanzaron sobre
los marinos, con la intención de reducirlos, pero justo en ese momento,
Sosa logró desasirse de su captor y arrojándose al suelo, le ordenó a su
gente abrir fuego.
Los
marinos accionaron sus armas al tiempo que un tercer efectivo, el
guardiamarina Roberto Bravo, llegaba corriendo desde el puesto de
guardia alertado por los estampidos.
Pujadas
alcanzó a disparar en tres ocasiones pero enseguida cayó abatido; sus
proyectiles impactaron en la pared delantera, provocando sendos
orificios, uno arriba de la puerta de la sala que ocupaba el suboficial
Marandino, otro a media altura y el tercero algo más abajo.
Para
entonces, todo el personal convergía sobre el sector de las celdas,
empuñando sus armas; al parecer, una de las alarmas conectada al comando
de la Zona de Emergencia en Rawson, no funcionó y eso impidió la
llegada de refuerzos destinados a neutralizar posibles grupos
provenientes del exterior.
Un hecho que llamó la atención y puso a todo el mundo en guardia fue la extraña presencia de un ex oficial del Ejército, el teniente Julián Francisco Licastro, militante del Movimiento Nacional Justicialista, quien llegó a la zona (05:15 p.m.) con el propósito de realizar “una investigación”, para la agrupación a la que pertenecía. Siguiendo instrucciones del comando, Licastro fue arrestado en la misma habitación del hotel que ocupaba en la capital provincial y conducido a dependencias de la Gendarmería Nacional, donde quedó alojado, a disposición de las autoridades militares.
El capitán de corneta Luis E. Sosa se dirige a los subversivos por medio de un megáfono |
-Estamos pensando que hay evidentemente un asunto oscuro –afirmó Sandler– Una vez muerta la persona, el cadáver pertenece a la familia; no hay ninguna razón para que al mismo no lo quieran entregar. Y cerró diciendo que junto a otros abogados, había concurrido los registros civiles de Rawson (09:30 del día anterior) y Trelew (10:30), donde los fallecidos no figuraban ingresados.
-…cuando es norma del funcionario público hacerlo en el acto.
Por su parte, antes de partir, el Dr. Landaburu le dictó a un auxiliar un recurso de habeas corpus para el ex teniente Licastro y otro reclamando la devolución del cuerpo de Capello, gestiones que no hallaron eco. En vista de tales acontecimientos, el comando de la Zona de Emergencia emitió un nuevo comunicado:
La
población de este sector de la provincia de Chubut, dando muestras de
civilidad, madurez y deseos de paz y tranquilidad, desenvuelve sus
actividades en un ambiente de orden y trabajo que facilita la tarea
específica que se debe desarrollar en la zona de emergencia, a los
efectos de cumplir su cometido y dar término al mismo sin
inconvenientes.
Un segundo parte, dado a conocer horas después, especificaba lo siguiente:
Es
intención del comando de la zona de emergencia el continuar con la
emisión de comunicados a los fines de que la población esté debidamente
informada de la evolución de los acontecimientos en apoyo del
cumplimiento de las tareas de los medios de difusión.
El día 24, cerca de las 14:00, aterrizó en Puerto Belgrano, el avión naval que transportaba a Miguel Alberto Camps y René Ricardo Haidar, quienes fueron derivados, de manera inmediata, al Hospital Naval de esa unidad, donde quedaron internados con pronóstico reservado. Dos horas después, hicieron su arribo desde Buenos Aires, los padres del primero, luego de abordar un avión comercial en el Aeroparque Metropolitano, pero al llegar al citado nosocomio, se les impidió el ingreso. Minutos antes, se había dado a conocer una nueva declaración del Comando Operativo Naval20, dando cuenta de la prohibición de recibir visitas que pesaba sobre los heridos, hasta tanto el juez interviniente no lo autorizase. Ante la insistencia de los medios de prensa, esa misma mañana el comando del V Cuerpo de Ejército comunicó, que toda información con respecto a los acontecimientos ocurridos en Rawson y Trelew iba a ser suministrada por el comando de la Zona de Emergencia, con asiento en la primera de aquellas ciudades El mismo día fue trasladada al Hospital Naval de Puerto Belgrano María Antonia Berger. Su estado se había agravado al sufrir un shock postoperatorio, y resultaba imperioso someterla a una nueva intervención para luego derivada a terapia intensiva. Con respecto a los tres subversivos heridos, circulaba el nuevo comunicado del comando de la Zona de Emergencia (Nº 15), aclarando algunos puntos con respecto a ellos:
Ante
versiones que no coinciden con la real situación clínica, se comunica
que los extremistas Alberto Miguel Camps, René Ricardo Haidar y
María Antonia Berger, heridos en el intento de evasión de la base
aeronaval de Trelew, fueron intervenidos quirúrgicamente con resultado
favorable. Los mismos se encuentran internados en el hospital naval de
Puerto Belgrano, siendo su estado estacionario y en general
satisfactorio.
Desde la noche del 22 de agosto, regía la prohibición de difundir noticias atribuidas a grupos insurgentes, ello a través del artículo Nº 212 de la Ley 19.797 del Código Penal, sancionada por el Poder Ejecutivo Nacional, luego de la reunión de emergencia celebrada por la Junta de Comandantes en horas de la tarde. La misma establecía:
Artículo1º.- Incorpórase como artículo 212 del Código Penal de la Nación el siguiente:
Artículo
212.- El que por cualquier medio difundiere, divulgare o propagare
comunicaciones o imágenes provenientes de o atribuidas o atribuibles a
asociaciones ilícitas o a personas o a grupos notoriamente dedicados a
actividades subversivas o de terrorismo, será reprimido con prisión de
seis (6) meses a tres (3) años.
La idea era impedir a las organizaciones subversivas utilizar los medios de comunicación para propagar trascendidos que llevasen sobresalto e inquietud a la población.
La
ubicación de la norma en el capítulo III del título VIII del Código
penal obedece a que el bien jurídico preponderantemente protegido a
través de ella es el de la tranquilidad pública. Y por asumir la
modalidad de una intimidación pública, se le sitúa en el lugar
correspondiente al artículo 212 del Código Penal, que fuera derogado por
la ley número 17.567.
El
proyecto adjunto está encuadrado en la política número 35 aprobada por
el decreto número 46/70 de la Junta de Comandantes en jefe, sobre
políticas nacionales, del 17 de junio de 1970, y ha sido elaborado en
ejercicio de las funciones que a este ministerio atribuye el artículo 37
ter, introducido por la número 19.103 a la ley de ministerios.
Un nuevo bando destinado al área militarizada causó inquietud y sobresalto por su tenor:
1º)
El que incurra en actitudes que perturben la normal convivencia, el
orden y la tranquilidad pública será reprimido con sanción de arresto,
salvo que el hecho constituya una infracción más grave, en cuyo caso
será juzgado según corresponda.
2º)
La sanción de arresto implicada en el número anterior será aplicada por
orden irrecurrible y se cumplirá en el lugar que se determine y
conforme a las disposiciones del caso para esta zona de emergencia.
La
pérdida de vidas humanas siempre es penosa –expresó el Comando del III
Cuerpo de Ejército desde Córdoba–, aunque las mismas pertenezcan a
delincuentes que asesinan para imponer por la sangre y la violencia,
políticas que no responden a la esencia del ser argentino. El dolor que
los sucesos de Trelew en Córdoba tienen cierto grado de validez.
Llama
poderosamente la atención que ese pesar su utilice como bandera de
desorden e inculque violencia. Como contrapartida, ninguna voz se ha
levantado para señalar su pesar por el asesinato de un humilde
trabajador que desempeñaba funciones de guardiacárcel y se esforzaba por
proporcionar dignas condiciones de vida a su modesta familia en lugares
alejados del país. Su muerte fría, calculada, innecesaria e injusta,
parece que no ha tocado la sensibilidad ni de asociaciones, ni de
organizaciones y de ninguno de los bulliciosos exponentes del pasar
causado por la muerte de los delincuentes: ni siquiera el tiro en la
nuca que, ya muerto, desgarró con un sadismo que resulta difícil
conjurar en la condición de mujer del ejecutor del hecho calificado.
A modo de epílogo Cuarenta años después de los hechos, se llevó a cabo el juicio a los responsables por la masacre de Trelew. De resultas del mismo, el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia, presidido por el Dr. Enrique Jorge Guanzoroli e integrado por los Dres. Nora María Teresa Cabrera de Monella y Juan Leopoldo Velázquez, en sustitución legal del Dr. Pedro José de Diego, Secretaría de los Dres. Luis Fernando De Luca y Marta Gutiérrez, condenó a cadena perpetua a Emilio Jorge Del Real, Carlos Amadeo Marandino, Roberto Bravo (ausente) y Luis Emilio Sosa, absolviendo a Rubén Norberto Paccagnini y Jorge Enrique Bautista, éste último acusado de encubrimiento. En otro de los tantos ciclos de arrebato justiciero que tuvieron lugar en nuestro país tras el advenimiento de la democracia, se tomaron en cuenta las declaraciones de los testigos y protagonistas de los hechos. Testigos y protagonistas que nada vieron ni oyeron, porque ninguno estuvo ahí. Ni los tres ex conscriptos que declararon, ni los médicos, ni los civiles vieron nada de lo sucedido y los tres sobrevivientes de la masacre se hallaban muertos desde hacía décadas.
René Ricardo Haidar desapareció misteriosamente en Brasil (1982); María Antonia Berger fue abatida en un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas (16 de octubre de 1979) y Alberto Miguel Camps durante otro tiroteo acaecido el 16 de agosto de 1977, luego de haber sido detenido y torturado por el gobierno de Perón, en 1974. Con increíble parcialidad, dejándose influenciar por el gobierno de turno y sus militantes, especialmente las organizaciones de derechos humanos, jueces y abogados dieron por sentado que el suceso fue una masacre planificada y perpetrada con premeditación y que lo del intento de fuga había sido una excusa. Y una vez más se colocó a los asesinos en la condición de “víctimas” y a aquellos que los combatían en la de verdugos. Por milésima vez, los criminales eran elevados a la categoría de “héroes” y su contrapartida a la de carniceros. La pregunta que nadie se hizo entonces, cae todavía de madura. ¿Cómo es posible que quienes idearon y llevaron a cabo semejante atentado, hayan dejado testigos vivos? ¿En qué cabeza cabe que los responsables de semejante acción, sabiendo que el régimen militar tenía los días contados y que se venía un gobierno popular, de marcado tinte izquierdista (Héctor J. Cámpora), dejasen vivir a tres de sus víctimas? ¿No era conveniente rematarlos y acabar con cualquier posibilidad de sospecha? ¿Puede uno tragarse semejante cuento?
Juan Gregorio Valenzuela. Ni una palabra en su memoria |
Imágenes
Acceso a la U-6 de Rawson (Imagen: "La Prensa") |
Efectivos del Ejército apostados frente al penal (Imagen: "La Prensa") |
Vista aérea de la Base Aeronaval "Almirante Zar", contigua al aeropuerto de Trelew (Imagen: "La Prensa") |
Itinerario de los piratas aéreos (Imagen: "La Prensa") |
Familiares aguardan en el Aeroparque Metropolitano la llegada de sus seres queridos (Imagen: "La Razón") |
El matrimonio Rojo se reencuentra con los suyos en el Aeroparque (Imagen: "La Razón") |
Oscar Fabiani y Juan J. Rosso relatan las vicisitudes del vuelo al enviado del diario "La Prensa" |
La comisaria de a bordo María del Carmen Goday a poco de su arribo a Buenos Aires (Imagen: "La Prensa") |
El guardia Justino Galarraga convalece. En la imagen junto a un familiar (Imagen: "La Prensa") |
El embajador argentino Javier Teodoro Gallac abandona Santiago de Chile por orden de su gobierno (Imagen: "La Prensa") |
María Antonia Berger, Mariano Pujadas y Rubén Pedro Bonnet dialogan con la prensa en el aeropuerto de Trelew, momentos antes de entregarse |
Tres de los terroristas abatidos en Trelew (Imagen: "La Prensa") |
Tropas en torno al penal de Rawson (Imagen: "La Prensa") |
Batidas por los alrededores (Imagen: "La Prensa") |
Vista exterior de la base aeronaval donde sucedieron los hechos (Imagen: "La Prensa") |
Familiares de los subversivos aguardan novedades (Imagen: "La Prensa") |
Los abogados Hugo Mario Landaburu, Adalberto Caviglia, Mario Lombardi y Héctor Sandler intentaron mediar por los familiares, sin éxito (Imagen: "La Prensa") |
Fuerzas militares bloquean los accesos (Imagen: "La Prensa") |
Capitán de corbeta Luis Emilio Sosa (Imagen: "Página 12") |
Notas
1 Danae Alexia Tzicas; “La génesis del terrorismo en la
Argentina”, edición “Publicable” (Escuela de Periodismo), Buenos Aires, lunes
17 de septiembre de 2012, http://www.diariopublicable.com/trelew-40-anos/547-genesis-terrorismo-masacre-trelew.html
2 Ídem.
3 En
un primer momento se dijo que se trataba de Alberto Prieto. A poco de
producirse el hecho, se dijo que entre los fugados se encontraba el líder
sindicar Agustín Tosco pero la información fue desmentida por el ministro Mor
Roig.
4 Se
referían, posiblemente, al enfrentamiento con los efectivos policiales de
Dolavon, en la Ruta Nacional 25. Pocas horas después, las fuerzas de seguridad
detuvieron a Jorge Omar Lewinger, de las FAR.
5 Se
trataba del vuelo 617, procedente de Río Gallegos, con destino a Buenos Aires, el
cual debía hacer escalas en Comodoro Rivadavia, Trelew y Bahía Blanca. Por
orden del comando militar, regresó a Comodoro Rivadavia y se mantuvo allí a la
espera. Su comandante se apellidaba Haramburu (o Aramburu).
6 Entre
los pasajeros se encontraban los integrantes del popular grupo folklórico Los Chalchaleros,
Juan Carlos y Facundo Saravia, Eduardo Polo Román y Ricardo Francisco
"Pancho" Figueroa, quienes se encontraban de gira por el sur del país.
7
Reemplazaba en esos momentos a su titular, capitán de fragata IM Alfredo José
María Fernández, quien se hallaba de licencia en Buenos Aires.
8
Siglas de la Fuerza Aérea Chilena.
9 Se
refiere a Enrique Haroldo Gorriarán Merlo.
10 Es
evidente que el texto fue redactado por la organización Montoneros puesto que
el ERP jamás reivindicó a Perón como su líder.
11 Lo
mismo ocurrió en Antofagasta, donde la filial del MIR hizo lo propio, siguiendo
instrucciones del comité central.
12 Una
de las historias que mayor atención acaparó fue la de Guillermo Alfredo
Barroso, niño de 13 años, que salió de su hogar en Comodoro Rivadavia,
diciéndole a sus padres que iba al cine cuando en realidad había comprado un
pasaje para cumplir su sueño de volar en avión y abandonar sus estudios en el
Colegio Dean Funes, para comenzar a trabajar. Por sus propios medios llegó al
aeropuerto local y sorteando todos los controles (no olvidemos que se trataba
de un vuelo de cabotaje), abordó el BAC 1-11 de Austral, para viajar a Bahía
Blanca, donde moraban sus tías y su abuela. Ignoraba que iba a vivir una
aventura más espectacular que la planificada. A su llegada al Aeroparque
Metropolitano, el muchacho narró las vicisitudes del viaje, con sus
entretelones y hechos sobresalientes. Dijo que Ana, la subversiva que otros
dieron como la “líder del grupo”, se mostraba más nerviosa que el resto de los
pasajeros; que al llegar a Puerto Montt los retuvieron en el avión; que en
Santiago; quien parecía ser el jefe (Gorriarán) bajó y subió varias veces del
avión para dialogar con las autoridades chilenas y que recién allí les
sirvieron café, una Coca Cola y un sándwich. Una vez en el Aeroparque, recibió
el saludo del propio presidente de la Nación, general Alejandro Agustín
Lanusse, el suceso que más emoción le causó y aunque no lo dijo, debería estar
angustiado por la zurra que le darían sus padres una vez de regreso en su hogar.
El “Corriere della Sera” de Italia, le dedicó grandes espacios a su aventura,
como otros diarios del mundo.
13 Lo
hizo a través del subsecretario del Interior, Guillermo Belgrano Rawson, quien
estableció contacto telefónico con el gobernador de la provincia,
contralmirante Jorge A. Costa y el director del Centro de Salud de Trelew.
14 Por
entonces, comenzó a circular la versión de que el gobierno argentino le había
entregado el oficio al secretario de la Suprema Corte de Justicia, Dr. René
Pica, pero la misma fue desmentida.
15
“Barbarroja” Piñeyro era uno de los jerarcas de la Revolución Cubana. Al
momento de estallar la crisis de los subversivos evadidos, ocupaba las
funciones de Viceministro del Interior y encumbrado dirigente del Partido
Comunista Cubano.
16
Medios de prensa argentinos confirmaron a poco de su llegada, que su ausencia
de Chile era por tiempo indefinido.
17 Por
disposición del Poder Ejecutivo nacional, sería trasladado al hospital de
Trelew y de ahí a la cárcel de Resistencia, Chaco.
18 Solicitaban
atención médica para un compañero enfermo.
19 Autos Tribunal Oral en lo Criminal
Federal de Comodoro Rivadavia.
20
Llevaba la firma del encargado de relaciones del comando, capitán de corbeta
Ezio Pizzagalli.
21
Suburbio de Rosario, en la zona oeste de la ciudad, donde se encuentra el
aeropuerto.
Bibliografía
-Autos Tribunal Oral en lo Criminal Federal
de Comodoro Rivadavia.
-Ramón Genaro Díaz Bessone, Guerra revolucionaria en la Argentina
(1959-1978), Círculo Militar, Buenos Aires, 1988.
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)