sábado, 29 de junio de 2019

LA VUELTA DE PERÓN


El acontecimiento más impactante de aquel agitado año fue el regreso de Perón, la mañana del viernes 17 de noviembre, tras su prolongado exilio de casi dos décadas.
El anuncio lo hizo Cámpora al Congreso Nacional Justicialista, diez días antes, palabras que el propio conductor confirmó a través de  una solicitada dirigida “A los compañeros peronistas”, que apareció en todos los diarios.
La noticia estalló como una bomba y fue difundida por los medios del mundo, ocupando amplios espacios en las primeras planas de los diarios.
Como en los días de la Tercera Posición y la amenaza regional que el conductor del movimiento representaba para Estados Unidos y toda la región, la embajada estadounidense envió un cable cifrado al Departamento de Estado, con copia a sus pares de Roma, Madrid, Lima, Asunción y Montevideo, dando cuenta de la novedad.
Juan B. Yofre reproduce su texto en La trama de Madrid:
Objeto: Nuevos informes relacionados con el retorno de Perón el 17 de noviembre.
Resumen: Los peronistas locales están anunciando el retorno del líder para el 17 de noviembre. No estamos convencidos de que todo NO SEA una treta. Seguimos creyendo que Perón regresaría solamente si se concretara un acuerdo con los militares. Sin embargo, algunos creen que ello ya ha sido logrado o está muy próximo a lograrse.
Hoy no hay diarios por ser el Día del Canillita, pero medios locales informaron que Cámpora anunció hoy al Congreso Justicialista que Perón regresaría el 17 de noviembre en vuelo de Alitalia procedente de Roma.
Un contacto peronista mostró anoche una carta de López Rega fechada el 28 de octubre, en que le confirmaba que Perón había dicho que la fecha era el 17 de noviembre. En la carta también decía que el ‘retorno’ significaría una solución pacífica no confrontativa1.


El país entero sintió el cimbronazo y el gobierno se dispuso a tomar medidas ante la avalancha de acontecimientos que se sucedieron a continuación.
Perón sabía que las condiciones estaban dadas para regresar y como verdadero estratega político que era, movió las piezas en forma magistral.
El mensaje que le envió a la juventud peronista desde su residencia en Madrid, vaticinaba violencia y tensión y constituía un abierto desafío a Lanusse y su equipo.


La juventud debe saberlo y la juventud debe empeñarse en realizarlo, por la buenas si es posible y sino, por las malas –dijo desde Puerta de Hierro- La violencia es un asunto muy discutido en nuestros días, pero en mi sentir, los únicos que tienen derecho a emplear la violencia en el mayor grado, son los únicos pueblos, los que quieren liberarse.

Esa violencia, en manos de los pueblos, no es violencia, ¡es justicia!

¿Estaba incentivando Perón a la lucha fratricida? ¿Estaba promoviendo el caos y la desestabilización? El viejo conductor hacía su juego y sus peones, actuando como autómatas, contribuyeron a ello, logrando su cometido: deshacerse de sus enemigos, aquellos que lo habían derrocado diecisiete años atrás, obligándolo a buscar el exilio.
Para ello, echó mano de todos lo que tuvo a su alcance, aun los elementos de la ultraizquierda, dispuestos a todo con tal de lograr la revolución social, aún a alinearse detrás de un verdadero fascista como él. Por esa razón, era imperioso animarlos, incitarlos, hacerles creer que estaba de su parte para que hiciesen el mayor daño posible y de ese modo, allanarse el camino de regreso al poder. Ya habría tiempo de deshacerse de ellos también, una vez aniquilado el frente principal.
En una cena de oficiales, celebrada en el Colegio Militar, Lanusse cometió un error garrafal, una burrada; dijo que a Perón no le daba el cuero para volver al país.

Si Perón necesita fondos para financiar su venida (sic), el presidente de la República se los va a dar. Pero aquí no me corran más a mí, ni voy a admitir que corran más a ningún argentino, diciendo que Perón no viene porque no puede; permitiré que digan porque no quiere, pero en mi fuero íntimo diré porque no le da el cuero para venir2.

El momento no era el más indicado para las bravatas, más cuando el régimen buscaba el entendimiento, acelerando la apertura política; los partidos, rehabilitados el 7 de abril, trabajaban a ritmo febril y la experiencia militar parecía preparar su retirada.
Perón había propuesto una alianza electoral con la UCR pero al ser rechazada, organizó una fuerza partidaria a la que primero denominó FRECILINA  (Frente Cívico de Liberación Nacional) y luego FREJULI (Frente Justicialista de Liberación), menospreciando el Gran Acuerdo Nacional que, a su entender, solo intentaba resguardar el prestigio y el honor de las FF.AA.
Como dice Pablo Mendelevich en su artículo, “El día que Lanusse le mojó la oreja a Perón”:

El duelo transoceánico Perón-Lanusse llevaba más de un año, negociaciones secretas incluidas, pero ese 27 de julio la bravata del presidente de facto de tratar de cobarde al líder exiliado marcó un quiebre. Génesis de las convulsiones institucionales de 1973, la frase "a Perón no le da el cuero" ayudaría a retemplar en el credo peronista las credenciales viriles del líder a quien nadie debía atreverse a retar como si fuera un par.
Con la inagotable violencia política como telón de fondo, en gran parte patrocinada por él, Perón desafió las reglas de Lanusse con una sucesión de decisiones de factura revanchista, cuyo grado de planificación todavía hoy es motivo de interpretaciones contrapuestas. ¿Lo programó todo o lo resolvió al compás de los acontecimientos? ¿Era su vocación íntima volver a ser presidente?3

Lanusse  jugó mal sus cartas, de eso no hay duda. El 14 de noviembre partió desde Ezeiza el Douglas DC-9 de Alitalia, llevando a bordo a la comitiva que habría de acompañar al líder en su regreso.
La gente que deseaba viajar superaba ampliamente la capacidad de la aeronave, de ahí la necesidad de confeccionar una lista para completar las plazas. Según el capitán Ricardo Anzorena, había no menos de tres nombres por asiento, razón por la cual, se priorizó a los presidentes de cada uno de los PJ nacionales, a los dirigentes sindicales, militantes, periodistas, dos sacerdotes y unos cuantos comedidos, entre estos últimos actores, deportistas y cantantes.

"A Perón no le da el cuero para volver"
(Fotografía: "La Prensa")


Casildo Herrera, secretario del gremio textil, fue de la partida, lo mismo Rogelio Coria de la UOCRA, Antonio Cafiero, Lorenzo Miguel, Héctor J. Cámpora, Vicente Solano Lima, el padre Carlos Mujica, Carlos Menem, Raúl Lastiri, Guido Di Tella, la ex diputada Nélida Miguel, Ricardo Anzorena, Emilio Mignone (ex decano de la Universidad de Luján), Pedro Cámpora (sobrino del candidato a presidente), Ricardo Obregón Cano, Oscar Bidegain, Deolindo Felipe Bittel, José Humberto Martiarena, el croata Milo Bogetich, antiguo criminal ustacha y ex guardaespaldas del líder; el padre Jorge Vernazza, Carlos Benítez, Jorge Gianola (secretario general del PJ a nivel nacional), el economista Pedro Bonani, Ludovico Cavia, Santiago Mele, Saturnino Funes, Luis Longhi, Abelardo Arce, José Toranzo Sánchez, el general Ernesto Fatigatti, Enrique Gau, el comodoro Arturo Pons Bedoya, que hizo las tratativas para contratar el avión; el eminente Dr. Raúl Matera, José Rodríguez (dirigente de SMATA), Rodolfo Ortega Peña, Raúl Lastiri, Norma López Rega, Hugo del Carril, el Dr. Jorge Taiana (médico personal del conductor), Adalberto Eduardo Wuimer (dirigente de Luz y Fuerza), el Dr. Miguel Bellizi (realizó el primer trasplante de corazón en la Argentina), el prestigioso economista Alfredo Gómez Morales, Alberto Rocamora, Leopoldo Frenkel, la histórica Juana Larrauri, el diplomático Benito Llambí y Ester de Sobrino, una de las fundadoras del Partido Peronista Femenino.
Se encontraban presentes también el prestigioso periodista Sergio Villarruel y su colega de Canal 11, el trepador Jorge Conti y entre los obsecuentes que solo fueron a mostrarse, la modelo Chunchuna Villafañe, los actores Juan Carlos Gené y Marilina Ross, el futbolista José Sanfilippo, el multifacético Leonardo Favio, el boxeador Abel Cachazú, el cantante Carlos Alonso, la escritora Marta Lynch y los militantes Eduardo Luis Duhalde y Nilda Garré4.
El 15 de noviembre, cuando el aparato ya había aterrizado en Fiumicino, Perón, que viajaba en compañía de su esposa “Isabel”, José López Rega y su secretaria personal, Victoria Lorente, hizo llegar un nuevo mensaje al pueblo argentino, instándolo a mantenerse unido y prepararse para trabajar mancomunadamente en la pacificación y el progreso de la patria. Casi al mismo tiempo, se difundía en Buenos Aires la noticia de que los padres Vernazza y Mujica oficiarían una misa de acción de gracias en la Catedral Metropolitana a la que asistirían autoridades partidarias, dirigentes sindicales y buena parte de la militancia.
Perón, partió de la capital española a las 12:15 de ese mismo día, después de una demora a causa de la niebla, que obligó a suspender los vuelos por varias horas.
En una entrevista que le concedió a la RAI (Radio y Televisión Italiana), el ex mandatario dijo que el suyo era un “viaje de pacificación” que tenía como objetivo eliminar el riesgo de una guerra civil y al ser indagado en cuanto a su tiempo de estadía en el país, respondió que eso dependía de la situación que encontrase a su llegada.
Ante el arribo del ex jefe de estado argentino, las autoridades italianas montaron un fuerte dispositivo de seguridad, tanto en el aeropuerto como en el Grand Hotel, uno de los más lujosos de Roma, donde tenía pensado alojarse, desplegando decenas de policías y soldados en torno a ambos puntos, los cuales establecieron un riguroso cordón que mantuvo alejados a curiosos, periodistas y público en general.
Allí, en Fiumicino, aguardaba sobre una de las plataformas el DC-9 de Alitalia, que había llegado en horas de la mañana procedente de Buenos Aires, llevando a bordo a la comitiva que pensaba acompañar al dirigente en su primer regreso al país. Para entonces, una agencia periodística hispana había difundido la falsa noticia de que Perón pensaba pedir autorización al Santo Padre, para sepultar en un convento de aquel país a su segunda esposa, Evita, cuyo cadáver embalsamado mantenía a resguardo en su residencia de Puerta de Hierro.
Poco después de su arribo, llegó al aeropuerto el primer ministro italiano, Giulio Andreotti, con quien se reunió a puertas cerradas sin que trascendiera el tenor de su conversación.
Ya en el hotel, una pequeña aunque ruidosa multitud lo recibió lanzando gritos y vivas, tal como había acontecido al bajar del avión.
-¡¡Perón, Perón!! – coreaban.
Y mientras lo hacían, sostenían un gran cartel que decía: “Vuelve Perón. Los pueblos de América Latina saludan al líder de la unidad y la liberación de la patria grande”. Numerosos transeúntes, turistas y residentes, se acercaron hasta el lugar para curiosear e incluso registrar las escenas con sus cámaras.
Perón saludó desde las escalinatas de acceso y les recordó a los presentes que regresaba como ciudadano particular.
Según refiere “La Prensa”, cuando un periodista le preguntó si se iba a reunir con el Papa, el ex mandatario simplemente se encogió de hombros y se introdujo en el edificio.
En Buenos Aires, mientras tanto, el Comando del I Cuerpo de Ejército que tenía a su cargo la seguridad en el ámbito de la Capital Federal, la provincia de Buenos Aire y La Pampa, emitió dos comunicados prohibiendo reuniones y concentraciones, con el fin de evitar hechos de violencia y destrucción ante el retorno del líder justicialista. Fiel a su estilo, la CGT respondió convocando a un paro a partir de las 08:00 y a las 18: 10, la Junta Militar, encabezada por el primer mandatario, se reunió en la Casa de Gobierno para evaluar la situación.
En tanto duró la estadía de Perón en la capital italiana, el empresario Giancarlo Elía Valori, magnate de la construcción vinculado a Licio Gelli, se ocupó de atender todas sus necesidades, posibilitando las reuniones que mantuvo con figuras de relevancia, la mayoría políticos, empresarios y dirigentes. La visita que más revuelo causó fue la del secretario de Estado del Vaticano, cardenal Agostino Casaroli, quien disuadió al líder de mantener la mentada reunión con Paulo VI.
El 16 de noviembre por la tarde, cuando Perón abordaba el avión junto a los 154 integrantes de la comitiva, extensas columnas se dirigían a Ezeiza bajo un fuerte aguacero o acampaban frente a la residencia que acababa de comprar en Gaspar Campos 1065, Vicente López, deseosas de verlo de cerca.
El DC-9 “Giuseppe Verdi” matrícula I-DIKT (vuelo regular 3584) partió del Aeropuerto Internacional de Fiumicino a las 20:25; hizo una única escala en Dakar y desde allí salió a mar abierto, para volar toda la noche bajo el firmamento estrellado.
Perón llegó al aeropuerto rodeado por sus guardaespaldas y una fuerte custodia policial.
Un equipo de televisión norteamericano que intentó acercarse, fue alejado a golpes y culatazos, e incluso un agente llegó a extraer su arma para amenazar con ella a los reporteros.
Algo similar ocurrió poco antes de abandonar el hotel. Dada la expectativa generada por su presencia, reporteros de los más importantes medios de la península y diferentes países del mundo se habían dado cita en el lugar para participar de la conferencia de prensa anunciada el día anterior.
Sin embargo, al cabo de varias horas, se supo que Perón iba a recibir tan solo a cuatro reporteros de la televisión, lo que provocó una pequeña manifestación de protesta en la acera, donde los enviados exigieron a los gritos participar de la misma. Fue necesaria la intervención de la policía, así como del personal de vigilancia privada para calmar los ánimos. Se dijo entonces que el ex presidente los atendería en una sala que a entender de muchos, no era la más adecuada para semejante cantidad de personas y hacia allí se dirigieron, intentando ubicarse lo mejor posible mientras en el salón principal, se servía el cóctel para la comitiva que había viajado desde Buenos Aires con el objeto de acompañar a Perón.
Dada la cantidad de reporteros y fotógrafos que se hallaba concentrado en el lugar, el líder desistió de su idea y mandó decir que no concedería ninguna entrevista.
-Demasiados periodistas – habría dicho.
Eso encendió la llama. Tal como apunta Fernando Elenberg, corresponsal de “La Prensa” en Roma, “Frente a la evidente burla de la que habían sido objeto, los periodistas comenzaron una protesta que fue subiendo de tono hasta alcanzar los relieves de un pequeño escándalo”.
-¡¡Fascista!! – gritaron algunos.
-¡Schifoso! (repugnante) – otros.
-¡Nos tratan como a perros no como a gente!
-¡¡Abajo Perón, viva Lanusse!!
-¿Y este es el hombre que promete llevar la paz y el orden para la Argentina?
Ante el tumulto que se generó, las fuerzas de seguridad se vieron obligadas a intervenir, incluyendo los guardaespaldas del propio Perón, dado que algunos simpatizantes del ex mandatario justicialista comenzaron a responder los agravios.
Al momento de embarcar, media docena de vehículos se encontraban detenidos junto a la escalerilla delantera y entre ellos numerosas personas, la mayoría reporteros. La primera en abordar fue María Estela Martínez de Perón, en tanto su esposo, dialogaba con quienes se encontraban allí reunidos. Un minuto después, se lo vio subir, acompañado por López Rega y desaparecer dentro de la aeronave, no sin antes saludar con la diestra en alto.
Desde el primer piso del edificio central, ubicado frente al gran ventanal, Sergio Villarroel registraba las escenas.

Juan Manuel
Abal Medina



Cuando los reporteros que se hallaban al pie de la escalerilla se retiraron, el resto del pasaje salió del hall y se dirigió a la cola del avión, para abordar por la escalera posterior.
Una vez dentro, el líder justicialista se acomodó junto a su esposa en dos asientos del lado derecho, por la mitad del avión, él sobre el pasillo e “Isabelita” junto a la ventanilla; detrás se ubicaron Cámpora (también del lado de la ventanilla) y López Rega y tras ellos, Raúl Lastiri y su esposa.
Seguramente más de uno revivió en su mente el fallido intento de 1964, cuando el conductor del movimiento llegó hasta Río de Janeiro, acompañado por su esposa, Jorge Antonio, Augusto Vandor y Andrés Framini, pero debió regresar, ante la negativa de las autoridades nacionales, encabezadas por el Dr. Illia, de dejarlo continuar hasta Ezeiza.
En tanto eso sucedía en el viejo continente, la capital argentina vivía momentos de extrema agitación con motivo de la inminente llegada.
En horas de la noche (20:30), el ministro Mor Roig habló por la Cadena de Radio y Televisión Nacional, para instar a la ciudadanía a la unidad nacional y a mantener los objetivos trazados, con el único fin de lograr la ansiada organización y pacificación de la patria.
Por su parte, el I Cuerpo de Ejército emitió su cuarto comunicado alertando a dirigentes políticos, gremiales y estudiantiles a mantener bajo control a sus organizaciones.

Ante la posibilidad de que grupos subversivos de acción directa o manifestaciones incitadas a descontrolarse puedan cometer actos atentatorios contra personas y bienes, el comandante del I Cuerpo de Ejército pone en conocimiento público y previene lo siguiente:
En el día de la fecha (15/11/1972) se ha concretado el despliegue de las fuerzas encargadas de reprimir. Con la energía necesaria, todo intento de violentar la tranquilidad pública y la normalidad de las instituciones. Es de desear que los acontecimientos por vivirse se desenvuelvan conforme a las disposiciones impartidas por el gobierno nacional y este comando superior, con naturalidad y prudencia.
Para salvar con tiempo las responsabilidades que pudieran caber a las fuerzas bajo dependencia, se hace presente a los dirigentes políticos, gremiales y estudiantiles, que se sirvan mantener bajo control a sus organizaciones y miembros. Con lo expresado, se habrá colaborado en la responsabilidad de mantener el orden interno, misión que el Cuerpo de Ejército I cumplirá en beneficio de la comunidad en general.

El comunicado parecía confirmar los temores que cundían en esferas oficiales en cuanto a la posibilidad de que grupos terroristas intentasen algún tipo de acción.
Al mismo tiempo, se hizo saber que además del cese de actividades dispuesto por el gobierno para el viernes 17, los paros organizados por la CGT iban a afectar al transporte de larga distancia, tanto automotor como ferroviario, fluvial  y aéreo.
En Montevideo, mientras tanto, las autoridades uruguayas ultimaban los preparativos para un eventual aterrizaje del avión en Carrasco, reservando espacios para la prensa, desplegaron sus fuerzas de seguridad y acuartelando varias unidades, en especial, las de la Base Aérea Nº 1, cuyo asiento se encontraba en la zona militar del aeropuerto.
Cuando los relojes daban las 23:56, el secretario de Prensa y Difusión de la Presidencia de la Nación, Eduardo Sajón, dio lectura ante a los periodistas acreditados en la Casa de Gobierno, de la última disposición adoptada por la Junta de Comandantes:

Juan Perón ya ha iniciado la etapa final de su retorno al país.
La opinión pública, en el marco de la más absoluta libertad de expresión reinante en el país, conoce las declaraciones vertidas últimamente por el ex mandatario.
Ante ello es necesario reiterar que no ha existido ningún acuerdo previo para este retorno entre el gobierno de las Fuerzas Armadas y el señor Perón.
El viaje responde a una decisión unilateral de Perón, pero si desea sumarse a la conciliación que está latente en el pueblo y que han interpretado el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, tiene la oportunidad para hacerlo.
Para facilitar aún más su posibilidad de aporte constructivo, la Junta de Comandantes en Jefe v ha resuelto que el secretario de la misma concurra en el día de mañana al hotel Internacional de Ezeiza, se entreviste con el señor Perón y le recabe la forma en que piensa materializar a través de hechos concretos, las intenciones que pudiere tener para contribuir al acuerdo entre los argentinos y a la unión nacional, en un marco compatible con las exigencias que impone la necesidad de su seguridad personal.

Fue el último comunicado que el gobierno emitió antes de la llegada del ex mandatario. Inmediatamente después, Sajón abordó un automóvil y se trasladó hasta el Canal 7 de la televisión estatal para transmitir el mensaje por la Cadena de Radio y Televisión.
Durante la escala en Dakar, Perón permaneció sentado en el avión. El aparato se posó a las 04:45, hora local y tras detenerse en la plataforma para la recarga de combustible, fue rodeado por un fuerte cordón policial.
La prensa local en pleno se había corrido hasta la estación aérea con la esperanza de entrevistar y fotografiar al viajero, pero éste volvió a decepcionarla, tal como había ocurrido en Roma, al no descender de la nave.
Sobrevolando territorio uruguayo, el periodista español Manolo Alcalá, quien se hallaba a bordo para registrar las vicisitudes de aquel histórico acontecimiento, se acercó con el cameraman hasta donde se encontraba sentado el líder, para hacer su ansiada nota.
-En estos momentos, el avión DC-8 que traslada a Perón (recordemos que se trataba de un DC-9) y a 154 pasajeros más a la Argentina, después de diecisiete años5, está casi, podríamos decir, sobrevolando tierra argentina.
-¿Qué supone después de 17 años volar sobre su patria?
-Naturalmente que presupone un alto grado de felicidad, de poder regresar al país después de tantos años de extrañamiento. Nadie puede escapare, por un sentido natural, a la sensación tremenda de volver a reencontrar no solo con la patria en sí, sino con todo el pueblo argentino, entre los cuales, la mayor parte son mis viejos amigos y compañeros.
-¿Qué supone para usted en estos momentos en los que los sentimientos humanos son tan grandes, que supone al compensarlos con lo que figura políticamente el regreso a la Argentina?
-Bueno, el regreso del general Perón a la Argentina más que nada debe ser apreciado por el Pueblo Argentino. Yo, por mi parte, me siento inmensamente feliz de poderlo hacer.
-¿Y qué va hacer?
- Trabajar, como he hecho siempre.
-¿Qué tiempo durara su estancia aquí en la Argentina?
-Bueno, mientras dure el trabajo que hay realizar.
-¿Será mucho, será poco y es mucho el trabajo que hay que realizar en la Argentina?
-Es mucho, es mucho el trabajo que hay que realizar, pero si los argentinos me ayudan, será mucho más fácil y más corta la tarea.
-¿Hay un dato curioso que a este reportero español a pesar de no ser argentino pero que ha visto tan de cerca la Argentina y los problemas de ustedes y tan cerca de esa quinta 17 de Octubre de Puerta de Hierro, hay un detalle que no ha pasado inadvertido y es que usted partió a las 8.25 hora exacta en que murió Eva Perón…
-Eva Perón.
-…, ¿por qué?
-Una casualidad, más que ninguna otra cosa, pero la hemos recordado en ese momento y ya, en homenaje a ella, hemos partido en ese momento.
-¿Ahora por ultimo unas palabras para este pueblo que esta allá abajo, bajo este avión, bajo este DC-8 esperándole ansioso?
-Bueno…, por fin, después de tantos años, me puedo dar el inmenso placer de contemplarlo nuevamente ya que ellos imaginarán que en estos diecisiete años he estado pensando siempre en ellos y cuál será el estado de mi espíritu cuando esa enorme contemplación y pensamiento coinciden en el preciso momento de poderlos saludar.
-¿Y otras palabras para ese otro pueblo que durante 17 años ha convivido con usted que es España?
-Ha, bueno, el pueblo español es maravilloso, como son maravillosos la mayor parte de los pueblos. Yo al pueblo español le tengo un profundo agradecimiento, que no olvidaré jamás.
-¿Regresara a esa quinta 17 de Octubre de Puerta de Hierro?
-Así lo espero.
-¿Cuando?
-Cuando pueda.
Seguidamente el periodista se dirige nuevamente a la cámara, para comentar:
Mucho es el trabajo que espera General Perón, a él y a sus colaboradores; indudablemente entre esos colaboradores figura una mujer, doña Isabel Martínez, su esposa. Unas palabras doña Isabel".
-Bueno –comienza diciendo “Isabel” –estoy muy emocionada.
Y sin poder contener el llanto, agregó:
-Solo querría pedirle a los argentinos, que se den la mano, como lo hace la Santa Iglesia… para que podamos levantar entre todos este gran país; que dejemos los odios y los rencores… y que no pensemos, ni siquiera, en nuestras ideas políticas, sino en que todos somos hermanos y todos somos argentinos. Y yo, como una mujer argentina, quisiera poder dar hasta mi vida si fuera necesario, para que esa unión exista entre todos nuestros hermanos.
-Muchas gracias, señora. Estas han sido las palabras de su esposa, para la televisión argentina y la televisión española –cerró el reportero mientras Perón se secaba las lágrimas que le provocaron las palabras de su compañera.
A continuación, Alcalá se acercó a Lorenzo Miguel, quien junto con Casildo Herrera, se encontraban de pie, en medio del pasillo.
-Aquí tenemos a Lorenzo Miguel. ¿Qué tal el viaje, Lorenzo Miguel?
-Para mí es una inmensa satisfacción poder decir que este viaje es algo que no tiene precedentes; para nosotros y para mí, se imagina, un trabajador.
-¿Qué supone para usted en este momento que ya está transcurriendo el tiempo que falta tan solo muy pocas horas para que estemos sobre tierra argentina, con Juan Domingo Perón abordo?

El periodista español Manolo Alcalá entrevista a
Perón en el avión. Detrás, López Rega, Cámpora,
Lastiri y su esposa

-Bueno, yo en este momento estoy pensando que enorme alegría tienen todos los trabajadores argentinos, los compañeros; los compañeros de la Confederación General del Trabajo, que tomé parte de este hecho que hoy es una realidad que es parte de esa efectividad de la Confederación General del Trabajo, encabezada por el compañero José Rucci.
-¿Cuál será o en qué consistirá sabe usted ya la primera jornada del ex presidente argentino en Buenos Aires?
-Bueno, se imagina que eso es un hecho un poco reservado del general, pero lo primero que hará es tener contacto con el pueblo.
-Gracias Lorenzo Miguel. Continúe usted hacia su asiento.
Inmediatamente después, el corresponsal se dirigió hacia el asiento que ocupaba Marta Lynch, la cambiante escritora modernista que habiendo sido secretaria de Arturo Frondizi, se volcó repentinamente al peronismo para coquetear posteriormente, con la dictadura militar que lo derrocó.
-Aquí tenemos a la escritora Marta Lynch.
-Marta Lynch – responde esta sonriente, detrás de sus anteojos ahumados.
-¿Supongo que estará cansada de tantas horas de vuelo o no?
-Terriblemente cansada.
-¿Marta, usted como escritora escribirá este viaje?
-Creo que no.
-¿Por qué?
-Bueno… por razones que me reservo.
-¿No es visión de una escritora en su momento, traspasar al libro los momentos que vive?
-Sí, pero una escribe de las cosas que nacen de adentro hacia afuera, es decir, los acontecimientos exteriores provocan muy pocas veces la buena literatura. La buena literatura nace del interior de cada escritor. No sé si dentro e quince días, o un mes o un año, esto dará origen a alguna experiencia literaria que merezca la pena que se conozca. Por ahora no.
-¿Qué siente en el interior o que hay en estos momentos en el interior de Marta Lynch?
-Deseo que en mi país haya paz y se inicie una era de tranquilidad y trabajo y de cordura, que es lo que falta desde hace mucho tiempo.
-El doctor Bellizzi está junto a Marta Lynch. ¿Qué tiene usted que decir sobre este viaje doctor?
-Para mí trascendental, es el comienzo de una nueva era, en donde la lucha y la construcción de un nuevo sistema para nuestro país van a estar entremezclados. Volvemos en tren de paz.
En Buenos Aires, mientras tanto, miles de personas se movilizaban para recibir al líder; un gigantesco operativo que tenía entre sus organizadores a Juan Manuel Abal Medina, el joven abogado, hermano del terrorista, a quien Perón venía utilizando como enlace para contactar a los jefes militares que compartían la idea de una salida democrática, la mayoría de ellos provenientes de sectores nacionalistas.
Se trataba de una tarea ciclópea, que tenía como principal figura al mismísimo Cámpora y que en el mes de septiembre le valió el nombramiento de secretario general del Movimiento Nacional Justicialista, cuando apenas contaba 27 años de edad.
Era la campaña “Luche y Vuelve”, que posibilitó la afluencia de militantes y simpatizantes de todos los rincones de la Argentina6.
Se trataba de otra jugada maestra del General.
Numerosos cuadros del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea veían con preocupación la situación sociopolítica que vivía el país y deseaban ponerle fin al desorden y el caos. La proscripción del peronismo mantenía fuera de la escena política a la fuerza más poderosa pero, al mismo tiempo, impedía gobernar libremente. Solo posibilitando el regreso de Perón, se podría contener la violencia y parar a los sectores que pretendían derrocar a Lanusse mediante un nuevo golpe de Estado.
Uno de esos militares moderados, según cuenta Abal Medina en un reportaje que le hizo “Página 12” en noviembre de 2003, era el general Tomás Sánchez de Bustamante, quien mantenía contactos con el poderoso Lorenzo Miguel a través de Antonio Cafiero y por medio de aquel, con José Ignacio Rucci. También con el general Manuel Haroldo Pomar, cercano al radicalismo, se podía contar.

La multitud intenta llegar a Ezeiza


Encuentros entre todos ellos se llevaron a cabo cerca de la CGT, en la casa de los padres de Cafiero, un departamento ubicado en Carlos Pellegrini al 600, al que también acudían Abal Medina y Rodolfo Galimberti, jefe de la nueva Juventud Peronista, el mismo que había prometido aplastar la burocracia sindical como a cucarachas7.
El doble juego de Perón era realmente maquiavélico, designaba al hermano de uno de los asesinos de Aramburu para dialogar con sectores militares (no olvidemos que al nombrarlo secretario del movimiento, Cámpora dijo: “Su apellido despierta en el peronismo un eco emocionado”) y a través de él, lograba unificar importantes sectores castrenses con el sindicalismo y las agrupaciones de izquierda, de las que venía haciendo uso de manera genial y perversa.
Aquel 16 de noviembre, el gobierno puso en marcha un impresionante operativo de seguridad encabezado por el general Pomar. Más de 30.000 efectivos militares, incluyendo cuadros de la Fuerza Aérea y Gendarmería, reforzados por policías federales y provinciales subordinados en su conjunto al Comando del I Cuerpo de Ejército, rodearon el aeropuerto, tratando de evitar que los simpatizantes llegasen a él.
La movilización, siempre a cargo de Abal Medina, Rucci y Héctor Cámpora (h), logró su cometido, de ahí la represión con balas de goma, bastones y gases lacrimógenos, con las consabidas corridas, contusos y detenidos.
La gente comenzó a concentrarse desde muy temprano en diversos puntos del Gran Buenos Aires. Los primeros grupos lo hicieron cerca de las 05:30 sobre Av. Pavón y la plaza de Lanús, hasta donde se acercaron vehículos de todo tipo, especialmente colectivos y camiones, para cargar a las personas y conducirlas hasta el aeropuerto.
La columna se puso en marcha media hora después y a medida que avanzaba, se le fueron sumando personas, casi toda gente joven con bombos y pancartas.
Al llegar a la calle Larroque la extensa hilera de automotores dobló hacia el Camino de Cintura y la Av. Molina Arrotea, donde se topó con el dispositivo de seguridad que, lejos de lo esperado, les permitió seguir la marcha.
A las 07:00 alcanzó la intersección del Camino de Cintura con la Av. Gral. Paz y sin detenerse enfiló hacia el sur, muy lentamente, mientras continuaban sumándose simpatizantes. Para esa hora, la llovizna se había convertido en chaparrón, anegando algunos accesos, aunque sin impedir el avance.
En Av. Gral Paz y Autopista Ricchieri, tanques del Regimiento de Caballería Blindada de Magdalena vigilaban las inmediaciones, amedrentando con su presencia a los manifestantes. Frente a ellos, se encontraba el destacamento General Güemes de la Policía Bonaerense y algo más allá, las tiendas de campaña y los vehículos de las tropas motorizadas del Ejército.
Los primeros incidentes se produjeron en Ricchieri y Camino de Cintura, donde los uniformados detuvieron a la multitud. Hubo conatos de enfrentamiento, amagues y cánticos contra el gobierno, hasta que la policía comenzó a lanzar bombas de gases lacrimógenos y decidió cargar. En vista de ello, la multitud retrocedió para reagruparse y ponerse en marcha nuevamente.
A las 07:00, media docena de camiones llegaron hasta el lugar, transportando efectivos del Batallón Logístico 10, provistos de ametralladoras, perros, y pistolas lanzagases.
Mientras las tropas se desplazaban hacia el lugar, helicópteros de la Armada, la Fuerza Aérea y el Ejército, sobrevolaban constantemente el sector, manteniendo informados a sus comandos.
El lanzamiento de gases y la arremetida posterior generó una gran estampida que por su magnitud, bien pudo terminar en tragedia. La gente, incluyendo mujeres y niños, corrió en todas direcciones, buscando refugio en las arboledas y los edificios cercanos, sobre todo en los montes inmediatos al Puente 12, temerosa de las ametralladoras pesadas que estaba emplazando el Ejército.
Al tiempo que las tropas se desplegaban por el terreno, el teniente coronel Gómez Otero ordenó a través de los altavoces, dirigirse hacia un punto determinado de la Autopista Ricchieri y mantenerse allí en espera. Voceros de la militancia se acercaron a negociar.
La permanente afluencia humana tornó en extremo tensa la situación –en ese momento la muchedumbre superaba las cinco mil personas-, por lo que a los militares no les quedó más remedio que retirar sus armas y retroceder.
-Señores: conozco perfectamente sus problemas –dijo el teniente coronel Gómez Otero a través de un megáfono- Yo también fui peronista. Pero deben pensar que si los dejo pasar. Los destacamentos que están más adelante los van a reprimir con más violencia.
Pero de nada sirvió su exhortación. Un desborde de proporciones, obligó a las fuerzas de seguridad a disparar los gases y cargar nuevamente sobre los manifestantes.
Las corridas volvieron a sucederse, volaron todo tipo de objetos (palos, piedras, botellas), hubo choques cuerpo a cuerpo y se llevaron a cabo las primeras detenciones.
Los más exaltados retrocedieron hacia los lindes del barrio Hogar Obrero y cerca del supermercado levantaron barricadas para resistir. Aun así, las fuerzas de seguridad lograron desalojarlos y despejar la autopista, permitiendo el paso de los vehículos oficiales.
Momentos de extrema tensión se vivieron cerca de las 10 a.m., cuando un helicóptero no identificado comenzó a arrojar volantes sobre la multitud en abierto desafío a operativo de seguridad. A una orden de sus superiores, el personal policial abrió fuego, obligando al aparato a retirarse.
Los incidentes se sucedieron durante toda la mañana, tanto en la autopista Ricchieri como en la Dellepiane, la Av. La Plata, el barrio Hogar Obrero y otros puntos, sin que se registraran heridos de gravedad aunque sí varios contusos y numerosas detenciones.
Había cierta incertidumbre con respecto a la llegada de Perón, tanto en las organizaciones partidarias, como en el gobierno. Incluso en el mismo avión se comentaba en voz baja sobre el extraño telegrama que llegó a Fiumicino minutos antes de la partida, firmado por Santiago Díaz Ortiz, abogado y apoderado de Perón, sugiriendo aterrizar en Carrasco, el aeropuerto internacional de Montevideo y aguardar novedades allí. En días anteriores se había barajado esa posibilidad, así como también la de Asunción, pero el líder justicialista hizo caso omiso y decidió seguir hasta Buenos Aires, decidido a seguir adelante con su plan. Cuando Abal Medina le preguntó a Díaz Ortiz al respecto, este negó haber despachado el cable y entonces alguien barajó el nombre de Osinde, posibilidad que el secretario general del movimiento lo descarta de plano, porque el militar ultraderechista estuvo todo el día con él.
El grupo “Luche y Vuelve” pasó la noche en vela y a la mañana siguiente, antes de que despuntara el sol, se encontraba en la estación aérea junto a trescientos manifestantes, entre los que sobresalían militantes, líderes sindicales, integrantes de la JP y autoridades partidarias, todos pugnando por acercarse lo más posible al jefe del movimiento ni bien este pusiera un pie en tierra.
En los días previos, la conducción había instalado un conmutador con ocho líneas telefónicas en la sede partidaria de Avenida La Plata pero los servicios de inteligencia y seguridad, se enteraron de ello y lograron sabotearlo8.
A las 10:45 horas, el comandante del DC-9 anunció por altoparlante que el avión se encontraba pronto a aterrizar y pidió al pasaje que permaneciese sentado y ajustase sus cinturones.  Hubo bastante movimiento durante un par de minutos y luego una gran quietud, apenas rota por el murmullo de las voces. En ese momento, según cuenta Miguel Ángel Barrau en Historia del regreso, se escuchó una vez más la voz del comandante.
-Señor general, señora, señores pasajeros: en estos momentos comenzamos a sobrevolar territorio argentino.
Y entonces fue Perón quien habló.


-Yo les pido a los compañeros que comparten este trascendental momento que de ahora en adelante y cuando aterricemos en el suelo de la patria,  no se entone otra canción que no sea el Himno Nacional9. A las 10:55 el aparato comenzó a descender y cuando sobrevolaba la Capital Federal bajó el tren de aterrizaje e inició un pronunciado giro hacia el sudoeste mientras recibía sobre el fuselaje las primeras gotas de lluvia.

Abajo, en el hall del aeropuerto, rodeados por millares de agentes y efectivos militares, aguardaban Rucci, Abal Medina, la cúpula de la CGT, la mesa directiva del PJ y la JP, el Partido Peronista Femenino, delegaciones regionales gremiales, reporteros, fotógrafos, corresponsales extranjeros y empleados, todos ansiosos y expectantes dada la magnitud del suceso que se estaba viviendo. El país entero se hallaba clavado frente a las pantallas de televisión, ya en sus hogares, en reparticiones públicas, comercios, vidrieras, oficinas y bares (los pocos que contaban con un aparato) y aguardaba el momento de ver salir a Perón. El avión se posó a las 11:08, bajo una lluvia tenaz y tras unos metros de carreteo, puso los motores en reversa y comenzó a desacelerar mientras la gente en las azoteas y el corral que se había montado expresamente en la plataforma, saltaba, gritaba, aplaudía y entonaba consignas partidarias. Las cámaras registraron el carreteo de la aeronave y su lenta aproximación hacia el edificio central. Cuando se detuvo a doscientos metros de la plataforma, se vieron a numerosos vehículos dirigirse hacia él, escoltados por motocicletas, vehículos militares, un camión del Ejército, dos o tres ómnibus e incluso personas a pie. Lo primero que se alcanzó a distinguir, ni bien se abrió la compuerta, fue a dos personas de uniforme subiendo la escalerilla e ingresar en la aeronave. Eran el comodoro René Costa Salas, jefe de la Base Aeropuerto y el comisario inspector a cuyo cargo estaría la custodia. -Buenos días, general. ¿Va a descender? – preguntó el primero. -Hombre, si vinimos hasta acá no es para quedarnos en el avión – respondió Perón risueño. El comentario fue festejado por quienes se encontraban cerca. Sin más demora, el ex mandatario se puso de pie y después de impartir algunas instrucciones, se dirigió hacia la compuerta, seguido por su esposa, Cámpora y López Rega. Esgrimiendo su característica sonrisa saludó uno a uno a los miembros de la tripulación y luego salió al exterior mientras la llovizna caía constantemente sobre la Capital y sus alrededores (11:18). Debajo, pegados a la escalerilla, aguardaban un Ford Fairlane blanco con techo vinílico negro y tres Torino de fabricación nacional, uno blanco, otro rojo y el tercero verde, más una docena de motocicletas policiales con sus balizas encendidas. Al verlo asomar, la gente estalló de entusiasmo. Era el momento esperado, un instante de gloria para muchos, el cierre de un ciclo para la mayoría. -¡¡Perón, Perón, Perón!! – se oía por todas partes. Cuando el líder descendía la escalerilla, se vio a Rucci subir algunos peldaños para cubrirlo con su paraguas. Perón lo abrazó, luego hizo lo propio con otras dos personas e inmediatamente después se introdujo en el Fairlane, acompañado por su esposa y Cámpora. Quienes se hallaban en el edificio apenas podían distinguir lo que sucedía porque la intensa lluvia dificultaba la visión; la caravana de vehículos tardó varios minutos en ponerse en marcha pero finalmente lo hizo, fuertemente custodiada, con el automóvil que llevaba a Perón precedido por el Torino verde y escoltado por los otros dos, el blanco a su derecha y el rojo a la izquierda, presumiblemente con personal de custodia. Inmediatamente detrás avanzaba otro rodado de la misma marca, seguidos por  motocicletas y varias personas que corrían a la par. Gente eufórica, algunos sujetando paraguas, saltaba y gritaba en la plataforma, dentro del improvisado corral, lo mismo en la gran azotea donde se había concentrado en número mucho mayor. Antes de llegar al edificio, la caravana se detuvo y el líder descendió bajo la lluvia para saludar a la gente que se encontraba en el lugar. Caminó unos metros hacia ellos, rodeado por una muchedumbre e hizo el tradicional saludo con los brazos alto, mientras emitía su característica sonrisa. -¡¡Perón, Perón, Perón!! – atronaba la multitud. Un Rucci exultante sujetaba el paraguas sobre la cabeza el líder para evitar que se moje, imagen que pasó a la posteridad y dio pie a chanzas de todo tipo. A su lado, Abal Medina con los brazos cruzados, observaba impertérrito la escena. Años después dirá en un reportaje que en esos momentos solo pensaba en su hermano Fernando, razón de su presencia allí y en el movimiento peronista10. Isabel y Cámpora sonreían bajo la lluvia, a la izquierda Perón se alojó en una habitación del séptimo piso del Hotel Internacional, en el mismo aeropuerto, cerca de donde habían montado su cuartel general las fuerzas de seguridad y antes de retirarse a descansar, le pidió a Abal Medina que completasen los requisitos necesarios para dirigirse a Vicente López lo antes posible. Según fuentes periodísticas, llegó sentado en el asiento delantero y cuando descendió, apenas levantó el brazo derecho sin siquiera voltearse para retribuir los saludos de los simpatizantes que se habían acercado hasta allí.
Perón ya se encuentra en tierra argentina

El mundo seguía expectante la llegada de Perón al país y especulaba sobre las consecuencias que ella traería acarreadas. Incluso el Departamento de Estado norteamericano mostró particular interés por los sucesos que tenían lugar en Buenos Aires. Prueba concreta fueron los titulares de la prensa internacional, dedicándole amplios espacios al suceso. “The Washington Evening Star and Daily News” anunció el 18 de noviembre que “Una Argentina tensa espera la llegada de Perón”. Su par, “The Washington Post”, trajo una extensa nota en su página 21, titulada: “Un ambiente de seguridad rodea el regreso de Perón”. El corresponsal del “The Washington Evening Star” en Buenos Aires, Mervin K. Sigale, había escrito el primer artículo, el cual venía acompañado por tres fotografías que ilustraban momentos diferentes de la vida del ex mandatario, una en la que se lo veía luciendo uniforme, en 1945; otra cuando su derrocamiento, una década después y la tercera en Roma, durante su última estadía. La del “Washington Post”, fruto de la pluma de su corresponsal para América Latina, Lewis H. Diugi, venía acompañada por una imagen de Perón con una copa de champagne en la mano, burdo intento por denigrar su imagen.


Diarios de los cinco continentes cubrieron la noticia, la mayoría en sus primeras páginas, al igual que sus informativos radiales y televisivos. Uno de los editoriales más gráficos de Latinoamérica fue quizás, el de “El Espectador” de Bogotá, que en su edición del día 18 expresó: “Perón regresa porque el Ejército ha comprendido que no hay objeto de tenerlo ausente, rodeado de todas las aureolas, y que lo aconsejable es una definición de posiciones nacionales frente a su mito y a la necesidad de que los argentinos maduren por sí mismos en la elección de infortunio que han venido recibiendo  por espacio de varios lustros. Nosotros vivimos, con el regreso del general Rojas Pinilla, una experiencia semejante, aun cuando no de las mismas proporciones de la Argentina. Teníamos que vivirla, como Argentina, tiene que vivir la suya porque no hay otra manera distinta e ver claro en los mitos que afrontamos. Venezuela tuvo, en Pérez Jiménez, otro dictador de la familia Perón, y está también enfrentada a su mito, para que el pueblo termine por comprender de donde vienen efectivamente los males que se agregaron a los que ya padecía”. No podían evitar, las naciones del hemisferio, las referencias a la Tercera Posición que el dirigente justicialista puso en práctica cuando se hallaba en el pináculo de su poder. La oposición, en la Argentina, también hacía oír su voz. En Córdoba, un grupo de ciudadanos encabezado por Jorge Aguiar, José de la Peña (h), Octavio Carranza, Carlos Laje Weskamp, Emilio Olmos, Enrique Nores Martínez y Mario Ubios Cano, dio a conocer su punto de vista en cuanto al exiliado líder y sus verdaderas intenciones.
Perón no es prenda de paz. Sus antecedentes así lo demuestran, El accedió al poder como expresión política del GOU, agrupación de neta filiación totalitaria. Fue el propulsor y encubridor del espionaje nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Instauró la delación como sistema y arrasó los derechos y garantías individuales, sometiendo a la Nación a una dolorosa tiranía.
Sus recientes declaraciones y las de sus seguidores demuestran que su prolongado alejamiento no ha mejorado su índole. Muy por el contrario, ha exacerbado su inclinación cesarista, estimulando su afán revanchista y aumentado su desprecio por los principios de la justicia independiente e imparcial.
El mismo día, la Comisión Femenina de Apoyo Moral a la Revolución Libertadora envió desde Rosario una nota al presidente de la Nación, general Alejandro Agustín Lanusse, repudiando el regreso a la patria del ex dictador:
¿Qué pasa en nuestro país? ¿Por qué nuevamente quieren revivir un pasado que nos llenó de vergüenza y humillación? ¿Olvidan las Fuerzas Armadas que justicieramente se realizó la gloriosa Revolución Libertadora? Por qué se niega a los mártires de esta gesta histórica? ¿Por qué se fomenta desde adentro y desde afuera del gobierno la rehabilitación de Juan D. Perón? Y como si todo esto no fuese suficiente agravio al pueblo argentino, hay que soportar la triste realidad de que nuestro presidente, en nombre de las Fuerzas Armadas, le ofrece seguridad y protección personal a Perón.
No creemos en las palabras de pacificación de quien ejerciendo la primera magistratura del país se escudaba en las masas para amenazar al pueblo, ofreciéndole sogas, horcas, botellazos, palos y, para los enemigos, ni justicia. Tampoco creemos que quien quemó iglesias, locales políticos y nuestra gloriosa bandera, a la que usted, como todo argentino a los 20 años juró defender. No creemos, señor presidente, que la paz y la salvación de nuestro pueblo esté sujeta a las indicaciones del enemigo de las instituciones democráticas.
Hoy, como ayer, nuestra lucha es de principios y nos oponemos a los sistemas totalitarios de izquierda y de derecha. Por eso deseamos para nuestra patria un gobierno de bases democráticas apoyadas en los principios y fundamentos de nuestra Constitución Nacional. Por lo tanto, rechazamos todo trato con el movimiento de obsecuentes que sólo obedece la voz del amo.
Teniente general Alejandro Agustín Lanusse: quiera Dios iluminar su pensamiento y proceder por la paz de nuestra querida Patria.
Los 32 Gremios Democráticos, por su parte, expresaron su malestar a través de un comunicado  en el cual señalaban que el gobierno, empeñado en eliminar la antinomia democracia o totalitarismo, alentaba en forma desproporcionada los privilegios de la Confederación General del Trabajo, estimulando, al mismo tiempo, la figura del ex dictador.


En la Base Aeronaval Comandante Espora, el jefe de la Aviación Naval, capitán de navío Horacio Mayorga, expresó durante una ceremonia:
En su actitud limpia. Las Fuerzas Armadas –la Armada dentro de ellas- han aceptado el regreso de quien dejará de ser más que un degradado general, puesto que su mención de que viene como prenda de paz, obliga a quienes proceden  decentemente y no ingenuamente, a que se le escuche, para que nadie diga nunca que hemos desoído un pedido o dejamos de atender una posibilidad.
Hoy a la mañana, la subversión ha cobrado otro muerto en la Escuela de Mecánica, otro más, al que nadie quizás, excepto nosotros, rendirá el homenaje que se merece. No habrá manifestaciones populares contra la violencia ni antiretornistas. El pueblo argentino no quiere comprometerse.
Mientras tanto, ¿qué era del presidente de la República?
El día anterior al arribo, Lanusse había viajado a Bahía Blanca para asistir a la inauguración de las obras del gran complejo petroquímico de Puerto Galván, iniciativa impulsada durante el gobierno de Onganía, en 1967, a instancias de la Ley 17.318. El mandatario aterrizó a las 18:00 en la Base Aeronaval Comandante Espora, a bordo del avión presidencial, Fokker F-28 Fellowship “Patagonia”, matrícula T-01, acompañado por el gobernador bonaerense, brigadier (RE) Miguel Moragues, varios ministros y secretarios. Los recibió el comandante de operaciones navales, vicealmirante  Raúl Giavedoni, el general Aníbal Medina, comandante del V Cuerpo de Ejército y autoridades civiles, encabezadas por el intendente de Bahía Blanca, Víctor J. M. Puente. Ni bien desembarcó, la comitiva abordó tres helicópteros navales, pertenecientes a la Fuerza Nº 2, en los que se trasladó hasta los terrenos situados entre Ingeniero White y Puerto Galván, en los cuales se iban a levantar las plantas de etileno y propileno, las primeras del complejo en ser construidas. Durante el acto, Lanusse descubrió el monolito alusivo, bendecido por el arzobispo de Bahía Blanca, Jorge Mayer y luego pronunció unas palabras, seguidas por las del director de la petroquímica, general Juan Carlos Uriburu. A las 13:15 llegó hasta el hotel Arturo Frondizi, quien venía acompañado por Rogelio Frigerio y media hora después hicieron lo propio, Vicente Solano Lima, Mario Amadeo, Alberto Fonrouge, Jorge Selser y otros dirigentes de FRECILINA, quienes al retirarse, manifestaron que la suya había sido una visita de cortesía y que Perón se encontraba en perfecto estado físico y anímico. Justo en ese momento, aterrizó un helicóptero militar en cuyo interior viajaban el brigadier Ezequiel Martínez, secretario de la Junta Militar11 y el secretario de Prensa y Difusión de la Presidencia, Eduardo Sajón.
Brigadier
Ezequiel Martínez
Ni bien descendieron del aparato, el uniformado y su acompañante se dirigieron hasta el hall del hotel, donde se encontraban Cámpora, Lorenzo Miguel y Abal Medina. Tras los correspondientes saludos, Martínez les dijo que el General debía permanecer en el lugar hasta nueva orden porque el gobierno no podía garantizar su seguridad.
Según Abal Medina, se trataba de una excusa porque el gobierno pretendía que Perón se reuniese primero con Lanusse y luego con la Junta Militar12. Se produjo una violenta discusión cuando los representantes del movimiento se opusieron. Martínez insistió y estos mantuvieron en su postura, recurriendo incluso a amenazas, una de ellas, llamar a un paro general y otra, dejar a los grupos armados que supuestamente mantenían bajo control liberados a su suerte, especialmente el violento Comando de Organización que lideraba Alberto Brito Lima, el más violento de todos13. Tras el fuerte intercambio de palabras, Abal Medina le manifestó al militar su necesidad de consultar el con el mismo General y cuando éste manifestó su intención de acompañarlos, se lo negaron rotundamente. El joven secretario, Rucci y Lorenzo Miguel se encerraron con Perón en su habitación y cuando le dijeron lo que sucedía, este decidió dar un golpe de mano y le ordenó a todo el mundo dirigirse a los autos para partir, pero el intento fue abortado por un comisario que al ver sus intenciones, desenfundó su arma y les apuntó, impidiéndoles la salida. Lorenzo Miguel se interpuso entre el policía y Perón en tanto Abal Medina le gritó a los periodistas presentes que el General estaba preso. Quien coordinaba todos los movimientos era el mismo Perón. Una hora antes, cuando se encontraba en la habitación, le dijo a Abal Medina que estaba armado y enseguida comenzó a impartir directivas. El joven abogado, Rucci y Lorenzo Miguel solo se limitaban a cumplirlas. -Nos vamos de una vez –dijo- y si no... intentemos salir para que quede claro que no nos dejan mover de aquí. Entonces López Rega sugirió regresar a España, provocando la airada reacción de Perón. -¡Hasta aquí llegamos y vamos a cumplir con lo que vinimos a hacer. Vámonos de una vez para la casa! – le gritó fuera de sí. A las 03:45 del 18 de noviembre el brigadier Martínez estaba de regreso. -Bueno, ustedes cargan con la responsabilidad de lo que pase. Es muy peligroso todo esto. Ustedes insisten en que el señor Perón está preso: no está preso, pueden irse cuando quieran14. Amanecía cuando la caravana se puso en marcha. Media hora antes (05:35 a.m.), la custodia oficial y los guardaespaldas del PJ que aguardaban en el interior del hotel, iniciaron los preparativos para tener lista la salida. Con el objeto de impedir el paso a los periodistas que acababan de asistir a la rueda de prensa ofrecida por el brigadier Martínez y Eduardo Sajón, se instalaron vallas metálicas en el vestíbulo, desde la puerta del ascensor hasta la salida, desplegando una triple hilera de custodios, en espera del ex mandatario. Este apareció a las 6 a.m. en punto, acompañado por Cámpora y López Rega y rodeado por el personal de vigilancia, ganó el exterior para abordar el automóvil negro que esperaba estacionado afuera. Inmediatamente después salió su esposa y cuando todos estuvieron dentro, partieron a gran velocidad, precedidos por los vehículos de la custodia y seguidos por los de la comitiva y el periodismo. En la autopista Ricchieri, un centenar de personas aguardaba bajo la lluvia, ansiosos todos por ver al líder. De haber salido el día anterior, la multitud hubiera sido incalculable y la algarabía desbordante. La caravana tomó la General Paz y al cabo de veinte minutos bajó por Libertador, en dirección a Vicente López, siempre vivada por grupos de personas que se habían congregado para verla pasar. Para Juan Manuel Abal Medina, después del 17 de octubre, aquel día representa la fecha más importante del movimiento peronista.


Creo, que después del 17 de octubre, es la fecha más gloriosa en la historia del movimiento peronista. Representa el fin de la proscripción del pueblo, que fue la proscripción de Perón. Representa el gran éxito de una generación que pretendía volver al peronismo primigenio, aquel para el cual la justicia social no es un tema de caridad sino el eje de la doctrina que volvían de alguna manera el primitivo peronismo, que la justicia social era el valor central y que la justicia social no era un tema de caridad sino que el eje de la doctrina peronista, el que nos llevó a planteamientos socialistas a muchos de nosotros. En lo personal estoy seguro de que jamás podré volver a vivir un hecho semejante. Fue el motivo y la razón central por el cual tomé responsabilidades en el peronismo, que fue continuar lo que Fernando, mi hermano, había iniciado. Después vino la victoria del 11 de marzo pero ya no era lo mismo. La jornada del 25 de mayo fue muy grata, sin duda, pero ya estaba inficionada por la derrota; estaba José López Rega como ministro. La manzana parecía roja y brillante, pero ya tenía el gusano adentro15.

Imágenes



7 de noviembre de 1972. Cámpora anuncia
el regreso de Perón


Reunión de gabinete encabezada por Lanusse
(Imagen: "La Prensa")


La frustrada vuelta de 1964. Perón desciende
en Río de Janeiro pero a pedido del gobierno
de Illia, el presidente Humberto Castelo Branco
no le permitirá continuar

(Imagen: "La Razón")

Titulares



El gobierno montó un fuerte dispositivo de seguridad



Efectivos del Regimiento de Infantería 6 levantan su campamento en
dependencias del Cuerpo de Camineros Agrupación Güemes en la
intersección de la Autopista Riccheri y el Camino de Cintura

(Imagen: "La Prensa")


Tanques del Regimiento de Caballería Blindada en el campo de deportes
del Club Los Andes, Lomas de Zamora

(Imagen: "La Prensa")


Camiones militares aguardan en el Club Los Andes
(Imagen: "La Prensa")


Una multitud pugna por llegar a Ezeiza



Llegan columnas desde todo el Gran Buenos Aires
(Imagen: "La Prensa")


Tropas del I Cuerpo de Ejército
bloquean los accesos al aeropuerto

(Imagen: "La Prensa")



Perón y su esposa llegan al Aeropuerto de
Ciampino (Roma) procedentes de Madrid


Perón desciende dl DC-9 "Giuseppe Verdi" de Alitalia, detrás
lo hacen su esposa y el Dr. Héctor J. Cámpora


Perón se aproxima al edificio del aeropuerto fuertemente custodiado
(Imagen: "La Prensa")


El Ford Fairlane blanco en el que se desplaza Perón
(Imagen: "La Prensa")


El líder justicialista baja del auto, la gente delira
(Imagen: "La Prensa")



Perón saluda a la multitud, Rucci sostiene el paraguas. A la izquierda Cámpora sonríe



Titulares de "Crónica"



Slogans



Leonardo Favio y el padre Mugica
fueron de la partida



Corresponsales nacionales y extranjeros arbitrariamente desalojados
del Hotel Internacional de Ezeiza tras el arribo de Perón

(Imagen: "La Prensa")


Ultraderecha peronista. Abal Medina
amenazó al birgadier Ezequiel Martínez
secretario de la Junta Militar, con los grupos
violentos de ambas tendencias

Notas

1 Juan B. Yofre, La trama de Madrid, Sudamericana, Buenos Aires, 2013, “1972”.

2 Pablo Mendelevich, “El día que Lanusse le mojó la oreja a Perón”, diario “La Nación”, Sección Opinión, Bs. As., viernes 27 de julio de 2013.

3 Ídem.

4 Pablo Mendelevich, “El día que volvió Perón”, diario “La Nación”, Sección Enfoques, Bs. As., domingo 17 de noviembre de 2002.

5 En realidad, fueron doce, los cinco primeros transcurrieron entre Paraguay, Panamá, Venezuela y República Dominicana.

6 “Luche y Vuelve” se organizó durante el acto en la Federación Argentina de Box, la misma noche de la masacre de Trelew.

7 Miguel Bonasso, “La historia secreta del regreso”, diario “Página 12”, domingo 16 de noviembre de 2003.

8 Ídem.

9 Pablo Adrián Vázquez, “17 de noviembre de 1972: el Pueblo derrotó al odio gorila”, InfoBaires, 18 de noviembre de 2014; cita a Historia el regreso, de Miguel Ángel Barrau.

10 Al día siguiente, recibió una nota de Norma Arrostito expresándole su apoyo. “Seguramente yo sola sé lo que estabas pensando”, escribió la subversiva de puño y letra (Miguel Bonasso, op. Cit.).

11 Según versiones no confirmadas, Lanusse no quería a Perón cerca de la Quinta de Olivos.

12 Agrupación de la extrema derecha peronista que se fundó en el Sindicato del Calzado a mediados de 1961, para contrarrestar el vuelco a la izquierda de la JP.

13 Miguel Bonasso, op. Cit.

14 Ídem.

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